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Ninguno se me ha perdido

Texto clave:
“Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los
guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se
cumpliese” (Juan 17:12).
No deben descuidar la instrucción fiel, tierna y amante tan esencial para los nuevos conversos, a
fin de que no haya obra hecha a medias. La primera experiencia debe ser correcta. Con
frecuencia estas almas, abandonadas a sí mismas, son tentadas y no disciernen lo malo de la
tentación. Hágaseles sentir que es su privilegio solicitar consejos. Déjeseles buscar la sociedad
de aquellos que pueden ayudarles. Tratando con aquellos que aman y temen a Dios, recibirán
fuerza (El evangelismo 233).
Propósito: Enfatizar la responsabilidad que cada hijo de Dios tiene sobre aquello a quienes llevó
a los pies de Cristo. Consolidar el ciclo del discipulado siendo el bautismo solo el paso inicial de
la preparación cristiana.
Introducción:
Una antigua leyenda en Singapur describía una celebración anual en la que todo el país
participaba. Cada jugador era responsable de cuidar 7 semillas del poder, que eran colocadas
dentro de capsulas alrededor del cuerpo. El juego consistía en que el ganador y supuesto príncipe
quien tomaría la mano de la princesa sería aquel que logre pasar primero el inmenso bosque
Damashu (Peligro en idioma materno del país) sin perder ninguna semilla. El que perdía tan solo
una semilla era sentenciado a muerte y toda su familia sufriría deshonra hasta que otro familiar
juegue dicho juego y pase la prueba.
Ahora imagínate tener a tu cuidado, no 7 semillas, sino cuidar de aquellos a quienes llevaste a los
pies de Cristo, y la prueba final sería cuidar tanto de ellos hasta que ingresen junto a ti a la patria
celestial.
Daremos cuentas delante de Dios:
La Biblia describe en varias partes sobre el día del juicio y los elementos que acompañarán a un
juicio. Pablo dice: Porque todos nosotros debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para
que cada uno sea recompensado por sus hechos .... (2Cor 5:10). Cada uno de nosotros dará
cuentas acerca de lo que hicimos sea bueno o malo. Sin embargo, cada vez que hablamos de
salvación usamos la típica frase “La salvación es Personal” convencidos de que no necesito
interesarme por el otro cuando de salvación hablamos, pero es una mirada egoísta, aunque
intentemos sustentarla. Dios pedirá cuentas también de aquellos a quienes di el conocimiento de
la verdad.
Un cristiano verdadero comprende que la predicación del mensaje no finaliza cuando mi
estudiante de la Biblia toma la decisión de bautizarse, sino que se extiende cuidando y enseñando
a dar sus primeros pasos al recién bautizado. Como Pedro diría “Apacentad la Grey de Dios, que
está entre vosotros, cuidando de ella…” (1Pe 5:2).
La Biblia registra en el evangelio de San Juan un evento especial, en donde Jesús realiza una
oración hacia su Padre, intercediendo por sus discípulos y por los que llegaría a creer y abrazar el
evangelio. Jesús dice: Padre, la hora ha llegado; glorifica a Tu Hijo, para que el Hijo te
glorifique a Ti. (Jn 17:2), estas palabras describen a nuestro Salvador como si se estuviese
despidiendo, puesto que su hora estaba cerca. Es como si Jesús estuviese dando cuenta ante el
Padre por sus discípulos.
Jesús menciona: porque Yo les he dado las palabras que me diste; y las recibieron, y
entendieron que en verdad salí de Ti, y creyeron que Tú me enviaste. (Juan 17:8), detallando el
interés en haber predicado el evangelio y transformado la vida de muchos a quienes él sanó,
curó, liberó y resucitó. En su oración Jesús pide al Padre que guarde y que sean uno.
Ninguno se me ha perdido
Jesús se presenta a su Padre como alguien que no tiene de qué avergonzarse y justamente su
responsabilidad de no solo haber predicado, sino de haber cuidado de ellos. Jesús dice que
ninguno se perdió, sino que los colocó delante de su Padre. El único quien se perdió fue el hijo
de perdición.
En nuestra ardua labor de predicar el mensaje, necesitamos comprender que nuestro mayor deseo
es, no solo ver a nuestros amigos descender a las aguas del bautismo, sino verlos en el cielo.
Nuestro interés mediocre sería solo bautizar y abandonar aquel quien recién inicia su caminar
cristiano. Necesitamos también presentarnos delante de Dios, como un obrero que no tiene qué
avergonzarse y agradecer a Dios por cada alma que nos permitió llevar a sus pies, pero es
necesario también presentar y poner delante de él así como Jesús hizo: Ninguno de éstos se me
ha perdido.
Excepto el hijo de perdición
Jesús dice: y los guardé y ninguno se perdió, excepto el hijo de perdición (vv. 12). El Hijo de
perdición para Jesús era Judas. Él presentó a todos sus discípulos delante de su Padre, menos a
uno, el que decidió rechazar la influencia del Espíritu Santo, el que decidió sencillamente
entregar a su creador y salvador en una Cruz. Este hijo de perdición sencillamente no quiso
salvarse, a pesar de haber recibido la invitación.
Dentro de nuestra pequeña o larga lista de personas a quienes llevamos al bautismo, habrá
algunos quienes representen al hijo de perdición. Representarán aquellos que, sencillamente a
pesar de haberle dado estudios bíblicos, a pesar de que haya tomado la decisión de bautizarse o
volver a la iglesia, y por más que hayamos querido enseñarle a caminar en los principios de
salvación, simplemente no quiso, rechazó la salvación y la enseñanza otorgada. No todos los que
un día ingresan al bautismo se salvarán, y no porque el propósito del bautismo no se haya
cumplido, ni porque tú no trabajaste en enseñarle, sino porque decidió atentar contra el Espíritu
de Dios y tomó su decisión de alejarse definitivamente de Dios.
No perder a Ninguno es ganancia:
El hecho de trabajar intensamente en que ninguno de los que Dios nos permitió llevar a sus, trae
muchas ganancias y ventajas para el evangelio. Tú mismo te verás beneficiado al interesarte no
solo por el bautismo de alguien, sino por que se sostenga en el Señor. El cuidar de los que Dios
nos entregó para cuidar nos ayuda, porque:
- Ganamos líderes de Iglesia: Cuando llevamos almas para Cristo y las discipulamos
cabalmente como cristianos y mayordomos fieles, serán grandes líderes dentro de la
Iglesia. Tendremos más material humano para trabajar en la Obra.
- Evitamos la apostasía: Cuando discipulamos a los recién bautizamos, no solo ganamos
líderes, sino evitamos que puedan apostatar por abandonarlos. “Ganar a un líder en la
Iglesia, es evitar a un gran disidente dentro de ella” La llegada de miembros que no han
sido renovados en su corazón y reformados en su vida después del bautismo, es una
fuente de debilidad para la iglesia. Este hecho se ignora a menudo. Algunos pastores e
iglesias están tan deseosos de obtener un aumento del número que no presentan un
testimonio fiel contra los hábitos y prácticas no cristianos. (El evangelismo, 237).
- La Misión continúa: Cuando el ciclo del discipulado se concreta, tenemos más refuerzos
para evangelizar en el campo misionero, de tal forma que los antiguos predicadores de la
verdad no cesan ni disminuyen sus fuerzas, sino que, al ver a otros, se encienden de valor
para seguir predicando.
- Nosotros nos enriquecemos: Cuando seguimos enseñando a otros del evangelio, pronto
sentiremos la necesidad de mudar y dejar la leche espiritual por el alimento sólido. En ese
proceso, seremos nosotros los beneficiados, puesto que al tratar de enseñar nos
sentiremos bajo la responsabilidad de estudiar y consagrarnos más.
Llamado:
¿Y tú? Después de haber visto que Dios nos pedirá cuentas no solo por nuestra salvación propia,
sino también por el cuidado de los demás, después de ver que Jesús presentó a sus discípulos
delante de su Padre e intercedió para que Él los guarde, después de haber comprendido que habrá
algunos que aún después de la enseñanza rechazarán a Dios, después de haber escuchado que al
no perder ninguno, obtendremos grandes ganancias; ¿estás listo para decir NINGUNO SE ME
HA PERDIDO?

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