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DOS LADRONES, DOS CAMINOS

UN SALVADOR

“Y allí le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio” (Juan 19:18).

En una pequeña colina fuera de la ciudad de Jerusalén grandes multitudes se habían reunido para ver a tres
criminales condenados a morir. Pero esa multitud no nos preocupa por ahora.

Muy cerca se encuentra un centurión del ejército Romano, con un pelotón de soldados, quien estaba a cargo de
la ejecución. Aquí están los miembros del Sanedrín, y el sumo sacerdote, que había condenado a Jesús de
blasfemia la noche anterior. Pero ellos no nos preocupan por ahora.

Hay algunas mujeres cerca, María la madre de Jesús, María Magdalena y otras mujeres que seguían a Jesús
desde Galilea. Pero ellas no nos preocupan por ahora.

No estamos pensando en aquellos que aman a Jesús y aquellos que lo odian. Por un momento, no estamos
preocupados por ellos tampoco.

En vez, nos enfrentamos a dos hombres clavados en cruces a cada lado y Jesús en una cruz en medio de ellos.
Los dos hombres a cada lado de Jesús están condenados a muerte por crucifixión. Ambos de ellos morirán antes
que baje el sol.

“Y allí le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio” (Juan 19:18).

Tomemos un momento para pensar acerca de estos dos hombres, clavados en cruces, a cada lado de Jesús.

I. Primero, estos dos hombres representan toda la humanidad.

Sí, cada persona en la tierra está representado por los hombres en esas dos cruces. Todos en el mundo, y todos
aquí esta mañana, están representados por esas dos figuras trágicas de la espantosa escena de la crucifixión.

Al igual que todos nosotros, estos dos hombres son pecadores. La Biblia dice:

“Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a
todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Romanos 5:12).

Estos dos delincuentes moribundos han violado la ley del hombre y son culpables. Pero tienen un problema
mucho más serio que eso. Ellos son pecadores ante Dios. La Biblia lo deja claro: “Por cuanto todos pecaron, y
están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Algunas personas han cometido pecados externos, como
matar, adulterio o robo. Otros han cometido el pecado en sus corazones por el odio, la lujuria y la codicia. Pero
todo el mundo ha cometido pecado. Todos son pecadores por naturaleza y por práctica. La Biblia dice:

“No hay justo, ni aun uno…Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles” (Romanos 3:10, 12).

Estos dos hombres, que son pecadores condenados, representan a toda la raza humana de los pecadores. No nos
engañemos. Todos somos pecadores. Si hubiéramos obtenido lo que merecíamos cada uno de nosotros ya
estaría en el Infierno, porque todos somos pecadores merecedores del Infierno a los ojos de Dios. Y puesto que
todos somos pecadores, todos estamos condenados por nuestros pecados. Así que estos dos ladrones representan
a todos nosotros, y a toda la humanidad.
La Biblia dice: “Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio”
(Hebreos 9:27). Estos dos ladrones murieron cuando los soldados quebraron los huesos de sus piernas para que
murieran rápidamente. No tienen a nadie que los lamente ni que los compadezca. Otra persona muere poco a
poco, atendida por médicos, y es llorada por sus familiares y amigos. Sin embargo, todos mueren, y mueren en
cierto modo igual – los pecadores yendo a encontrar a Dios. Yo digo que estos dos hombres son como toda la
humanidad, porque todos tenemos que morir.

Es extraño, pero la muerte siempre llega como de sorpresa. Siempre es de repente. La gente nunca está
preparada. Si la muerte llega arrastrándose como un cáncer, para drenar tu fuerza y por fin detener tu corazón, o
si se lanza sobre ti como un animal salvaje, la muerte es inevitable. Todos tienen que morir. Estos dos ladrones
representan a todos los seres humanos en su muerte.

Además, estos dos hombres encontraron, como todos debemos hacerlo, que solo la eternidad importa. ¿Qué les
importa ahora, cuando cuelgan desnudos en esas cruces, sin ropa, sin dinero, sin nada en este mundo? Lo único
importante para ellos es que tienen que encontrarse con Dios. Sólo la eternidad les importa ahora.

Cinco minutos después de tu muerte no importará si eres un hombre rico como Donald Trump o un pobre
mendigo en un barrio pobre. No importará si conducías un Lexus o tenías que tomar un autobús. No importará
si tenías una bonita casa o vivías en una caja de cartón debajo de la autopista. No importará si te graduaste de
una universidad grande o ni te graduaste de la escuela secundaria. No importará si fuiste un atleta fuerte, o un
inválido en silla de ruedas. Cuando la muerte viene a ti, como le llegó a estos dos hombres, nada más importa
que la eternidad. Yo les digo a todos ustedes que me escuchan esta mañana – ¡no puedes escapar de la muerte!
Sólo importa la eternidad – ¡y qué necedad es estar tan preocupado con las cosas de este mundo que te pierdes
del Cielo!.

II. Segundo, Jesús está allí como su única esperanza.

Nuestro texto dijo: “Y allí le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio” (Juan 19:18).
La única esperanza que tienen estos hombres es que Jesús está con ellos.

Jesús en la cruz significa que la expiación ha sido hecha por el pecado. Estos dos hombres ya están perdidos. Ya
son pecadores. Ya están condenados. Están a punto de morir. Su única esperanza es que Dios envió a Jesús a la
cruz para morir en su lugar, para expiar su pecado.

Qué sustituto es Jesús, muriendo en el lugar del pecador, ¡para pagar la deuda del pecador! Él está sufriendo en
la cruz en el lugar de los pecadores. Ahora “Jehová cargó sobre él el pecado de todos nosotros” (Isaías 53:6). La
única esperanza para estos dos pecadores es que Jesús puede cargar con la culpa y el castigo por sus pecados. Y
así es con todos nosotros. Jesús en la cruz significa que Dios lo ha enviado allí para salvarnos de nuestros
pecados. Esto significa que Dios nos ama, y dio a Su Hijo para llevar nuestros pecados, y morir en nuestro
lugar, para pagar por nuestros pecados.

Jesús en medio de ellos muestra que Él es accesible. Él está disponible para salvarnos. El está entre dos
ladrones. Eso significa que Él se ha humillado. Él ha bajado desde el Cielo y se ha hecho parte de la humanidad.
Él está allí para recibir a todos los que confían en Él. La Biblia dice: “Puede también salvar perpetuamente a los
que por él se acercan a Dios” (Hebreos 7:25). Cualquiera puede venir a Jesús por fe y se salva por Él. Pero el
tiempo se acaba para estos hombres. Dentro de poco su última oportunidad de ser perdonados y salvos se habrá
ido.

III. Tercero, un hombre confía en Jesús y el otro lo rechaza.

Ambos son igualmente culpables. Ambos están condenados. Ambos mueren en sus pecados. No hay mención
que uno de ellos es mejor que el otro. Ambos son pecadores, condenados al Infierno. La Biblia nos dice que
estos dos ladrones se mofaron de Cristo, injuriaban contra Él al principio del día (Mateo 27:39-44). Marcos nos
dice: “También los que estaban crucificados con él le injuriaban” – gritaban insultos contra Él (Marcos 15:32).
Estos dos hombres eran pecadores endurecidos. No hubo diferencias entre ellos. Ambos eran pecadores
perdidos.

Pero uno de ellos tuvo convicción de su pecado por el Espíritu Santo. De repente el Espíritu de Dios tocó su
corazón y confesó su pecado. El otro ladrón siguió insultando a Jesús. Pero este hombre se había hartado de su
pecado, y le dijo al otro: “¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros, a la verdad,
justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste [Jesús] ningún mal hizo”
(Lucas 23:40, 41).

Él no confía en Jesús como un hombre bueno, sino como un pecador. La Biblia dice: “Cristo Jesús vino al
mundo para salvar a los pecadores” (I Timoteo 1:15). Ves, Cristo solo salva pecadores. Este hombre sabía que
era pecador, por eso Cristo pudo salvarlo de la pena del pecado.

Él había visto a Jesús morir en la cruz. Él oyó la oración de Jesús: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que
hacen” (Lucas 23:34). Vio cómo Jesús lo amaba y le importaba. Y él dijo: “Éste ningún mal hizo” (Lucas
23:41). Él había oído a los principales sacerdotes acusar a Jesús de pretender ser el Mesías, el Hijo de Dios.
Pero de repente este ladrón sabe en su corazón que Jesús realmente es el Mesías y el Salvador.

Este hombre ahora tiene una fe simple, producida en su corazón por el Espíritu Santo. Y él le dice a Jesús:

“Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino” (Lucas 23:42).

Esto demuestra que confió en Jesús. Fue una cosa muy simple. Él no se detuvo. Él confió en Jesús, y Jesús lo
salvó. Y Jesús le dijo:

“Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43).

Este ladrón confía en Jesús, y Jesús perdona todos sus pecados, y los lava con Su Sangre preciosa. No tienes
que saber mucho para ser salvo. Tus pecados serán lavados por Su Sangre si confías en Jesús con simple fe. En
un momento, este hombre pecador confió en Jesús y fue salvo. ¡No había duda de ello en absoluto! Jesús estaba
tan seguro de que este hombre era salvo que Él le dijo:

“Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43).

¡El momento en que confías en Jesús, también, serás limpio de todo pecado, y salvo por siempre, y por toda la
eternidad!

Pero, ¿qué pasó con el otro ladrón? Si tomamos en serio la Biblia está claro que el otro ladrón no se arrepintió
ni confió en Jesús. No hay duda de que él fue al Infierno al morir ese día.

Ese segundo ladrón tuvo una última oportunidad para ser salvo pero rechazó a Jesús. Y tuvo que ir al Infierno
para pagar por sus propios pecados, ya que se negó a confiar en Jesús y tener sus pecados perdonados por el
Salvador. Él rechazó a Jesús y se fue al Infierno.

Querido pecador, tú puedes ser salvo, al igual que el primer ladrón lo fue. Le rogó a Jesús que lo recordara, y
Jesús lo salvó, perdonó todos sus pecados, y lo llevó al paraíso, al Cielo, para estar con Dios ese día. Tú también
puedes confiar en Jesús en un momento de fe, y Él perdonará tus pecados y te salvará a ti también. Cómo
oramos que confíes en Jesús hoy y seas salvo, perdonado de tus pecados por el Hijo de Dios.

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