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Los estadios tempranos del complejo de Edipo (Segal H.

, Introducción a la obra de Melanie Klein)

El complejo de Edipo comienza a desarrollarse en la posición depresiva, es parte integrante de


esta fase.

Se percibe a la madre como objeto total. Las personas son seres individuales y separados y con
relaciones entre sí; en especial advierte el existente entre su padre y su madre.

Sin embargo la proyección desfigura todas sus percepciones, y cuando se percata de dicho vínculo
libidinal, proyecta en ellos (sus padres) sus propios deseos libidinales y agresivos. Fantasea que
ellos están en coito de continuo y que intercambian gratificaciones orales, uretrales, anales o
genitales. Esta situación le genera intensa frustración, celos y envidia (se dan las gratificaciones
que él desea). En la fantasía ataca a sus padres, y los percibe destruidos. La introyección es muy
activa en este estadio; introyecta rápidamente a esos padres atacados y destruidos; siente que
forman parte de su mundo interno. En la situación depresiva cuenta con un pecho y una madre
internos destruidos, y con la pareja parental interna destruida.

Contra la privación, celos, envidia, intensa destructividad, y la depresión resultante, se despliegan


las defensas pertenecientes a las posiciones esquizo-paranoide y depresiva. La negación, escición e
idealización pueden tomar diversas formas. Puede haber una escición entre padres buenos,
asexuales, y padres malos, sexuales. Puede haber una escisión entre la madre y el padre,
convirtiéndose a uno en ideal y a otro en perseguidor (forma parecida a la situación edípica
genital, salvo por la intensa idealización del padre deseado y el odio y persecución vivido en
relación al otro; además los roles de padre idealizado y odiado pueden pasar rápidamente de un
padre al otro).

La fantasía de los padres combinados. Comienza cuando el bebé reconoce a la madre como
objeto total pero aún no diferencia completamente al padre de la madre; en su fantasía el peno o
el padre son parte de la madre, su idealización de ella le hace verla conteniendo todo lo deseable:
pecho, bebés, penes. Los ataques envidiosos pueden convertir a esta figura en un perseguidor
terrorífico. A medida que va diferenciando más a los padres y sintiendo celos y envidia por sus
relaciones sexuales, el niño puede regresar defensivamente a la fantasía de los padres
combinados: niega así la relación entre los padres. Al mismo tiempo proyecta en esta figura la
agresión que le provoca el coito. Los padres en odiado coito se convierten en un monstruo odiado
y amenazador. Es esta figura la que constituye el centro de pesadillas y delirios de persecución en
los niños.

La fase fálica y la fantasía de la mujer fálica son estructuras defensivas (una versión de los padres
combinados).

El estadio más temprano del complejo de Edipo se caracteriza por la intensidad de la ambivalencia,
el predominio de tendencias orales y la incierta elección del objeto sexual (a veces papá, a veces
mamá; y el otro rival). También variarán los fines libidinales y los fines agresivos, tanto en la
elección de objeto como en la importancia de la zona libidinal. Los fines libidinales evolucionan del
temprano fin oral que es la incorporación oral del pecho o pene, a través de deseos uretrales y
anales, al pleno deseo genital (; las tendencias genitales están presentes mucho antes de lo que
solía suponerse, aunque no predominan hasta más avanzado el desarrollo infantil). Este desarrollo
de la posición oral a la genital no es lineal, hay fluctuaciones constantes. El propio desarrollo
fisiológico, a la vez que la frustración de sus deseos más tempranos, lo impulsan a deseos más
evolucionados.

La frustración y ansiedad que aparecen en la nueva posición le hacen regresar nuevamente. Pero
poco a poco puede experimentar y elaborar el impacto de los celos genitales.

Tanto para el varón como para la niña el primer objeto de deseos es el pecho de la madre, y al
padre se lo percibe primero como rival. Pero ante las ansiedades persecutorias y depresivas
experienciadas en relación con la madre y su pecho, el pene del padre se convierte rápidamente
(para ambos sexos), en un objeto alternativo de deseo oral hacia el que la criatura se puede dirigir
apartándose del pecho.

Para la niña, esta primera aproximación oral al pene es un paso a la heterosexualidad; prepara el
terreno para la situación genital y el deseo de incorporar el pene en su vagina; pero al mismo
tiempo para la homosexualidad, por el deseo de ser alimentada por el pene y poseer uno.

Para el varón el volverse al pene del padre como alternativa al pecho de la madre es un primer
movimiento a la homosexualidad pasiva, pero al mismo tiempo la incorporación del pene de su
padre lo ayuda a identificarse con él y así fortifica su heterosexualidad.

Este volverse hacia el pene del padre (tanto en la niña como en el niño), pronto evoluciona hacia
una situación genital, hacia el deseo de tener relaciones sexuales con él y de recibir bebés de él.

Al mismo tiempo surgen sentimientos genitales hacia la madre. El anhelo de recuperar la


temprana relación con el pecho se transforma en el deseo de unión genital; el deseo de restaurar
el cuerpo de la madre mediante un buen coito que le restituya el pene, los bebés, y le llene los
pechos de leche. Esta relación puede ser con el objeto externo, y se convierte en deseos
heterosexuales para el varón y homosexuales para la niña; o se pueden dirigir principalmente
hacia la madre interna, con quien el niño se identifica. Es este caso es al revés: el deseo de
restaurar a la madre mediante la genitalidad incrementa los deseos heterosexuales en la niña y
homosexuales en el varón.

Cada vez se hace una elección más definida y duradera del progenitor del sexo opuesto, a la vez
que aumenta la rivalidad y la identificación con el padre del mismo sexo. El creciente sentido de
realidad trae la percepción del propio sexo, y ayuda al niño a renunciar parcialmente a sus deseos
homosexuales y a aceptar el propio sexo. De este modo se prepara el escenario para el complejo
de Edipo clásico en términos genitales (Edipo tardío, según la profesora Ana María).

La masturbación también cada vez se hace más genital, cada vez giran más hacia la relación sexual
genital. Las fantasías del varón se centran alrededor del coito con la madre y los temores de
castración; las de la niña, en el coito con el padre y la ansiedad de que la madre la ataque.

Por supuesto nada se supera por completo nunca, ya la situación edípica genital llevará vestigios
de deseos anteriores. Igual siempre se encontrará en análisis en forma reprimida y simbolizada el
complejo de Edipo negativo.

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