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Artículo publicado en la Revista ESCENARIOS

de la Universidad Autónoma del Caribe

LA UNIVERSIDAD DEL FUTURO

El punto de partida es la reflexión sobre la transición de la universidad característica de la sociedad capitalista a


la universidad que demanda la sociedad postcapitalista, en términos del uso y valor del conocimiento. Sin
embargo, intenta visionar más allá de la sociedad del conocimiento, revalorizando los temas y problemas
sociales del futuro, del cual deberá ocuparse la universidad, entre los cuales, sin duda, el principal será las
vinculaciones y desvinculaciones epistemológicas a partir de nuevos paradigmas, con el telón de fondo de los
límites de la ciencia y sus relaciones con las ideologías.

INTRODUCCIÓN

Inicialmente el ensayo hace la reflexión que el valor del conocimiento como tema quedó al margen de la economía
clásica, cosa que puso en evidencia la época actual, caracterizada por revoluciones tecnológicas basadas en la
electrónica, la ingeniería de sistemas y las telecomunicaciones.

Es en tal marco que surge la pregunta sobre el papel de la universidad en la sociedad de hoy, permeada por la
construcción de conocimientos y su gestión, lo que exige un replanteamiento del modelo tradicional de universidad.

A pesar de que la universidad del Tercer Mundo no supera su carácter pedagógico y por tanto no ha entrado en la
sociedad del conocimiento, en donde predomina la gestión del conocimiento con base al desarrollo de la actividad
investigativa, el futuro inmediato nos pone ante una nueva etapa de la universidad, que estará caracterizada por su
dimensión trascendente, ligada a la crisis de la modernidad. Dicho de otra forma, la universidad tercermundista, a pesar
de los avances modernizadores, no ha alcanzado la plenitud de la modernidad y ya tiene que enfrentar la
postmodernidad, de la misma manera que no hemos superado la agricultura extensiva, con un incipiente desarrollo
agroindustrial y sin embargo estamos avanzando en el área de la biotecnología. Es de señalar que la organización
social del proceso de producción de conocimientos plantea un cambio de paradigma en la forma como se desarrolla la
actividad científica, pues cada día se hace más evidente su carácter social, de tal manera que el sujeto de la ciencia ya
no solo es el individuo, sino los grupos, colectivos y redes de investigación. Luego, se sitúa la universidad en el
contexto de la globalización, señalando los peligros de un intento de unificación en lo económico, político, cultural y
espiritual, que resquebrajaría los límites de la ciencia y por tanto sus diferencias con otros tipos de conocimientos.

Por las anteriores razones se hace un llamado a volver a pensar los propósitos y fines de la universidad, más allá de ser
un mero apéndice del aparato productivo, pues las situaciones de crisis social la obligan a desarrollar lo que hoy es la
proyección social, llamada antes extensión, y, en el futuro, desarrollo social. Así que su mayor reto será darle sentido al
mundo y por eso será escenario de diversidad de nuevas teorías e ideologías.

EL VALOR DEL CONOCIMIENTO

Históricamente se ha percibido el conocimiento como el insumo de un proceso de formación o instrucción que capacita
a la persona a ejercer una actividad productiva o un oficio determinado; así que el valor del conocimiento está por fuera
de lo que se materializa como actividad productiva. Esta es la principal razón de lo difícil o caprichoso que es la fijación
de honorarios profesionales y de la imprecisión de la fijación del valor de un producto o servicio en cuanto a la cantidad
y calidad de conocimientos que están contenidos en ellos.

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Lo que hoy se llama sociedad del conocimiento se deriva de la conciencia del valor económico del conocimiento; es
decir, del valor de un producto o servicio de acuerdo al conocimiento contenido en ello.
La teoría marxista clásica reconoció que el valor de una actividad productiva era proporcional a la cantidad de trabajo
necesario contenido en ella; a su vez el valor de la fuerza de trabajo está en proporción al costo de la reproducción
física y social de la fuerza de trabajo. Sin embargo, cuando esta teoría se refiere a los cuadros profesionales no se
precisa el valor del conocimiento, ni mucho menos del valor de la mercancía como proporción de los conocimientos
contenido en ella.

Era obvio que el valor del conocimiento hubiese quedado vedado para la teoría económica clásica, debido a que esta
tomó como modelo de desarrollo la sociedad industrial, en la que sólo podía percibirse el valor de la producción a partir
de la proporción del valor de las fuerzas productivas materiales; es decir, del valor de los medios e instrumentos de
producción, y de la fuerza física de trabajo.

El desarrollo económico moderno tuvo una segunda revolución industrial, pero esta vez no basada en la mecánica sino
en la electrónica. La electrónica y la ingeniería de sistemas hizo percibir claramente el valor del conocimiento, pues de
un lado puso el hardware y del otro puso el software; y más reconocimiento ha adquirido el conocimiento como factor
productivo a partir del predominio del software sobre el hardware, ya que no solamente genera mas ganancia y empleo
la segunda actividad, sino que esta es básicamente de conocimiento.

Si la inteligencia está posicionándose cada vez más como un factor productivo, el futuro económico está asociado a la
productividad de la inteligencia. La productividad de la inteligencia se logra a partir de la investigación y del desarrollo y
gestión del talento humano que se ocupa en tal actividad; esto es lo que explica la correlación entre la inversión en
ciencia y tecnología y el desarrollo económico de los países.

Al emerger claramente la inteligencia como factor productivo surge una serie de desarrollos disciplinarios alrededor de
éste; por eso hoy en la literatura de Administración de Empresas se habla de productividad del conocimiento, gerencia y
administración del conocimiento, entre otros conceptos.

Producir conocimientos es un reto de las universidades del Tercer Mundo, pues están basadas en la docencia. Sin
embargo, para las instituciones que buscan meterse en la ola del desarrollo mundial deben tratar de insertarse en esta
de manera eficaz y eficiente. Todos sabemos del rápido desarrollo económico alcanzado por los países de la Cuenca
del Pacífico, con Japón a la cabeza, gracias a que pudo meterse a tiempo en la ola tecnológica; pero no solamente se
debe a ello, sino al aprovechamiento de concepciones administrativas que permitían este rápido desarrollo. Lo anterior
conlleva a que las universidades tercermundistas deban crear o adoptar formas altamente productivas de generación de
conocimiento; así que hay un doble reto para estas: el primero, es hacer que la investigación se vincule con la docencia,
por lo menos dándole la misma importancia; y el segundo reto consiste en adoptar estrategias administrativas eficaces y
eficientes para lograr su rápido desarrollo. Las organizaciones son las unidades productivas más dinámicas de la
sociedad del conocimiento. Estas han venido desarrollándose dentro de los cambios económicos ligados a la
racionalización de las actividades productivas, en el marco de la globalización, y el impacto que la tecnología tiene en
ambos procesos. Sin embargo, paradójicamente, aunque la sociedad actual se caracteriza por la inversión en
conocimientos, como importante factor productivo, y la dinamización de las organizaciones, como potencializador de
este, las universidades como centros de producción y distribución del saber han quedado regularmente al margen de
utilizar los dos factores productivos señalados. Como dice el dicho popular: “En casa de herrero azadón de palo” pues
las universidades del Tercer Mundo comúnmente no funcionan como centro de producción del saber sino de
distribución, y por otro lado son organizaciones tradicionales, rígidas, descontextualizadas, incomunicadas, poco
innovadoras, y de lenta incorporación de adelantos tecnológicos, con relación a otras empresas. Así, la empresa
educativa está a la zaga de las otras empresas de su contexto, de allí que por un lado no se constituya en un factor de
desarrollo, y por otro lado tampoco encuentra en el medio apoyo para desarrollarse.

LA ECONOMÍA DEL CONOCIMIENTO

Evidentemente la explosión del conocimiento y de la información en la sociedad contemporánea está relacionada con el
desbordamiento de los procesos de producción y distribución de saberes, de los marcos tradicionales del sistema
educativo. La característica fundamental de la construcción de conocimientos en el capitalismo fue su aplicación a los
procesos y productos tecnológicos y al trabajo. Esto trajo consigo una revolución de la productividad; el conocimiento
era entonces un apéndice de los factores de producción, tales como la tierra el trabajo y el capital, que se consideraban
los elementos fundamentales de la economía (Drucker 1994: 19-47). Sin embargo, después de la segunda guerra
mundial el conocimiento se viene aplicando al conocimiento, de tal manera que se constituye en el principal recurso de
una sociedad postindustrial, como lo señala el sociólogo Daniel Bell (1973). Reflejos de este desbordamiento del
conocimiento por fuera del marco educativo y por tanto como un elemento que permea la sociedad capitalista son los
conceptos de “empresa inteligente” (Herreros de la Cueva, 2000), el de “capital intelectual” (Ordóñez, 2000), el de
“administración de conocimiento” (Fresno Chávez, 2001), entre otros. Otros reflejos son la inversión en ciencia y
tecnología, que en los países desarrollados están por encima del 2%, como es el caso de Estados Unidos que de
acuerdo a datos recientes destina el 8% del PIB, mientras que la mayor parte de los subdesarrollados invierten menos
del 1% de este, como es el caso de Colombia que destina alrededor del 0.4% del PIB a investigación y Desarrollo
(Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo, 1995: 95). De otra parte, el mayor porcentaje de financiación de la
investigación en los países desarrollados lo hace el sector privado, con una inversión del 87% del total (Mojica
Francisco, 1999). Hoy son los activos intangibles (Tissen, Andriessen, Frank, 2000:9) centrados en el capital

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intelectual, el núcleo de la economía del conocimiento, lo que obliga a un proceso de formación durante toda la vida y
un permanente reciclaje de saberes.

La construcción de la economía del conocimiento requiere una nueva persona educada, con la capacidad de aprender
en diversos contextos, la capacidad de integrarse a diversos contextos, la capacidad de trascender y/o realizarse de
acuerdo al contexto y la capacidad de trabajar o producir dentro de diversos contextos (Delors, 1996: 96-106)

¿UNIVERSIDAD PARA CUÁL SOCIEDAD?

Teniendo en cuenta los nuevos escenarios de la sociedad del conocimiento, surgen las preguntas ¿Universidad para
cuál sociedad? ¿Cómo debe ser la universidad del futuro?

Respecto a la primera pregunta, ya se destacaron líneas arriba dos características económicas de las sociedades más
desarrolladas, que obviamente no son las únicas particularidades económicas ni las más importantes, pero sí sirven
para pensar el papel que deben jugar en estas la educación, especialmente la educación superior. Ya se dijo que el
conocimiento y la información son características fundamentales de la sociedad actual, al igual que las organizaciones.

Los objetos económicos y las formas de organización social alrededor de éstos, son hechos sociales, en el sentido
Durkheim, que permiten entender en gran parte a los sistemas sociales; es así como la propiedad comunitaria y el
predominio de valores de uso son características de las sociedades primitivas, de igual forma que las propiedades
familiares y la tierra caracterizan las sociedades señoriales, y la fábrica y las mercancías caracterizan económicamente
la sociedad capitalista.

A pesar de que la propiedad privada y la libertad económica siguen siendo atributos del capitalismo, actualmente se
están produciendo ciertas transiciones a un nuevo tipo de sociedad. A tales cambios se le ha dado el nombre de
sociedad postcapitalista, cuya característica son las organizaciones, y entre las más novedosas están las redes, y el
desarrollo de los servicios, especialmente los referidos a la información y el conocimiento.

Está claro entonces que la universidad del presente debe responder a una economía de organizaciones, que tiende a
establecer alianzas estratégicas, generando redes y bloques económicos; por eso, más allá de los convenios entre
universidades comienza a plantearse la multiuniversidad como una nueva forma o estilo organizativo de estas; además
hoy los bienes y servicios adquieren su valor no sólo en razón de los factores productivos tradicionales, como los
medios e instrumentos de producción, sino cada vez más en aspectos intangibles, tales como el conocimiento, la
información, la novedad, el prestigio y la satisfacción.

Estos cambios sociales son los que están llevando a que la literatura económica de la sociedad actual tienda a
reemplazar términos como mercancías por bienes y servicios, fábrica o empresa por organizaciones, capitalismo por
postcapitalismo. Este es el marco social del cual debe emerger un nuevo tipo de universidad. Desde una perspectiva
económica las universidades tradicionales funcionan similarmente a las fábricas y /o empresas, pues estas adquieren
materia prima y medios de producción que los operarios reelaboran, para luego entregar a la sociedad un producto. La
materia prima son los paquetes instruccionales, los medios de producción son los recursos didácticos e instalaciones,
los operarios son los docentes y el personal administrativo de apoyo que lo administra y lo hace funcionar; los productos
son los títulos que se otorgan. El objeto económico es entonces la enseñanza, pues se compra el saber ya elaborado y
se vende organizado en empaques que son los programas. Así las universidades tradicionales no producen o fabrican
conocimiento, solo los adaptan y distribuyen. Las universidades pasarán de ser organizaciones que enseñan a
organizaciones que aprenden, y esto plantea un cambio en la concepción de universidad. Un aspecto de este cambio es
que los principales clientes de las universidades son los estudiantes, quienes pagan para que les enseñen y no para
producir conocimientos. Si la Universidad fuera una organización que aprende, entonces los clientes serían todos
aquellos que no les basta el saber que ya se tiene, sino que requiere generar nuevos saberes; esto lleva a que la
demanda no esté centrada en la docencia sino en la investigación.

Lo que explica que en los países desarrollados la actividad investigativa se ha estado concentrando en las
organizaciones y desde estas se vienen promoviendo el desarrollo científico y tecnológico, es el hecho de que las
universidades se han ido quedando en la repetición de saberes y no en su producción. Hoy se habla de Universidad de
Investigación, a pesar de que esta es una de las funciones básicas de la educación superior; pero lo que se quiere
enfatizar con ello es que las necesidades sociales están demandando un cambio en la concepción de universidad, pues
se concibe más como una fábrica de conocimientos que como un depósito o almacén de este. Pero no solamente
cambiará el tipo de universidad sino su forma de organización; por eso uno de los símbolos de la época capitalista era la
fábrica, pero la época postcapitalista tiene otros símbolos, tales como los consorcios, los cluster, las redes, los bloques,
que se expresan muchas veces en organizaciones supranacionales.

El actor económico del capitalismo clásico era el individuo, pero el actor económico del postcapitalismo es la
organización; así, el científico era el símbolo académico del capitalismo clásico, de igual manera cómo la comunidad
científica viene posicionándose como símbolo académico en el postcapitalismo.

Las universidades clásicas eran entes majestuosos, monumentales y solitarios, que no compartían su fama con nadie,
pero estas actualmente están en peligro frente a la creación de bloques de universidades, de tal forma que ya se habla
de las “multiuniversidades al estilo de las grandes corporaciones” (Escotet, 1993:81).

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CARACTERÍSTICAS DE LA UNIVERSIDAD DEL FUTURO

La universidad del siglo XXI se caracterizará por la implementación de algunos principios estratégicos:

En primer lugar, la universidad del futuro será integradora; pues ella debe resolver el vacío entre la docencia y la
investigación, entre la disciplina y la interdisciplina, entre la educación y la sociedad, entre los conocimientos y los
intereses. De otra parte, la Universidad del siglo XXI tendrá que reorganizarse, de tal forma que pase de ser una
entidad de distribución y reproducción del saber a otra orientada a la construcción de conocimientos. La universidad
del futuro tendrá que ser flexible, pues las nuevas tecnologías, el proceso de globalización, la ampliación de la demanda
educativa, la vinculación de los sectores empresariales y estatales a esta, son entre otros, elementos que obligan a
ampliar el concepto mismo de universidad. Otro de los aspectos característicos de la universidad del futuro es su
racionalización; no solamente referida al uso de recursos financieros y humanos, sino a la eficacia y la eficiencia de los
procesos generadores de conocimientos, y del impacto de estos en la sociedad; esto llevará a que se hable de
economía, administración y gerencia de conocimientos. Por último, el desarrollo será entendido desde otras
perspectivas epistemológicas, pues la universidad no es una empresa común y corriente, sino una muy especial basada
en el conocimiento. El conocimiento es mucho más que una mercancía o un producto, pues este no solamente es un
factor productivo, sino un medio de autorrealización. Así, la universidad del futuro enfatizará la tercera función de la
educación superior, que consiste en ser agente de desarrollo social. Puede decirse que la universidad tiene tres etapas
o fases de desarrollo; la primera, es la “Universidad pedagógica”, la que enseña, la que prepara para el ejercicio
profesional, la que convierte el conocimiento en una mercancía y hace de los docentes obreros intelectuales.

La segunda etapa del desarrollo de la universidad es la investigativa; esta es la universidad de la sociedad del
conocimiento; en esta fase el conocimiento pasa de ser una mercancía a un medio de producción, así que el
conocimiento usurpa el status que antes tenía el docente, quedando este relegado ante el investigador o fusionándose
con éste como docente-investigador.

La tercera etapa de la universidad, en el futuro próximo, será la que intente resolver problemas muchos más complejos
que los empíricos, de las cuales se ocupan las ciencias; será una universidad que posicionará socialmente a la filosofía
como nunca antes lo ha hecho en su historia; tal sobrevaloración de la filosofía se deberá al tipo de sociedad al cual
debe servir, ya que esta será una sociedad altamente “culta”, pero también grandemente desencantada con la ciencia.

De la misma forma como emergieron en la sociedad griega los sofistas, también lo harán en la sociedad del futuro, pues
el mundo griego, después de la época de oro de la filosofía, que fue la primera sociedad del conocimiento, el sistema
social y con este la filosofía entró en una profunda crisis. Ya hay síntomas de estos cambios, pues los postmodernos no
son otra cosa que los nuevos sofistas, así que la universidad del futuro será uno de los escenarios más críticos de la
sociedad, pues allí se debatirán nuevamente, cómo en la época antigua, temas sobre la condición humana y sobre las
posibilidades de nuevas utopías; otro síntoma es que ya existen cátedras sobre el amor, la ciudadanía y la libertad,
cosas que la sociedad tradicional asociaba a los diálogos platónicos y sólo para aquellas épocas.

La crisis de la modernidad será un tema de primera línea de la universidad del futuro; en ella deberá debatirse sobre la
condición humana, por eso el conocimiento será entonces un horizonte de sentido, abierto a la diversidad de saberes,
tales como el saber cotidiano, el religioso y el artístico, que hasta ahora han ocupado en ella un papel marginal.

“La sociedad del conocimiento” que tanto alarde ha hecho alrededor de los adelantos tecnológicos, lastimosamente
dará lugar a la “sociedad del ofuscamiento”, que para algunos será el fin y para otros será el comienzo de un nuevo tipo
de sociedad.

LA REORGANIZACIÓN DE LA UNIVERSIDAD

Hay que entender el papel de la universidad dentro de un contexto mundial; los conceptos de universidad nacional,
regional o de provincia están seriamente afectados por los fenómenos de globalización, en varios sentidos:
Globalización económica, política, cultural, ambiental y espiritual.

La globalización económica es un fenómeno de mercado que el ideal capitalista ha venido forjando, por lo menos en los
últimos ciento cincuenta años; fenómeno que implica que prácticamente ningún país puede hoy sobrevivir sin estar
inserto dentro del mercado mundial; es la razón por qué gran parte de los países del mundo han quedado a la saga del
desarrollo económico, y por qué las economías socialistas han podido resistir o sobrevivir apenas a la pesada exigencia
de la libertad de mercados.

La globalización política, por su parte, implica que, para entrar en el juego de las fuerzas del mercado, los países deben
realizar alianzas estratégicas para protegerse de la irrupción de otros más poderosos, como también generar bloques
que permitan la conquista de los Estados más pobres; esto ha llevado a poner entre paréntesis la vigencia del Estado
nacional y a poner en el tapete la necesidad de crear Estados supra-nacionales, e incluso de un Estado mundial. No hay
forma de escapar de la globalización, pues defenderse de esta implica crear bloques geopolíticos, que determinan que
es casi imposible supervivir aisladamente.

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La globalización cultural, por su parte, implica que los hechos culturales con matices folclóricos y tradicionales, estén
quedando al margen frente a la creación y circulación de la cultura de masas, a menos que los primeros se sincreticen o
adapten para poder entrar en el juego de la demanda cultural de carácter mundial.

En tal sentido, la ciencia como expresión cultural moderna, pudo establecer o guardar sus límites frente a los saberes
cotidianos, religiosos, empíricos, vernaculares o tradicionales, aunque tuviese algunos de ellos como trasfondo o
inspiración.

Sin embargo, hoy dentro de lo que puede denominarse tendencia postmoderna, estos límites o distancias tienden a
desaparecer. El peligro de esto es que la mitología, la escolástica, el esoterismo, el misticismo, además de la diversidad
moral de sus intenciones, sumergen al hombre en un mundo nebuloso, de subjetivismo y dogmatismo, que en últimas
conduce a la pseudo ciencia. El pitagorismo, el gnosticismo y la alquimia, después de todo no pudieron sobrevivir al
desarrollo científico moderno; a pesar de esto, hoy en Occidente el hinduismo se posiciona cada vez con más fuerza
como el trasfondo de diversas posiciones epistemológicas, hasta el punto que en las universidades circulan sin
discusión de ningún tipo los discursos de las llamadas Ciencias de la Nueva Era, recubriéndose o sincretisándose en el
holismo metodológico, en el constructivismo y en la investigación cualitativa, afectando diversidad de disciplinas, como
la física, la medicina, la sicología y la administración de empresas.

En el futuro próximo la humanidad tendrá que realizar un gran debate, comparable al de las épocas doradas de la
filosofía antigua y moderna, en torno a los límites de la ciencia, o permitir su permeabilización y/o colonización por otros
tipos de saberes.

La universidad debe ser el escenario propicio para el debate entre dos tendencias de la construcción científica; una
tendencia que exigirá la demarcación clara de los límites entre episteme y doxa, entre ciencia e ideología, y otra que
defenderá su unificación; lo evidente es que actualmente está avanzando la segunda tendencia sin que la universidad
participe o propicie su discusión, esto se explica porque la universidad está cumpliendo más una función docente que
investigativa; en los claustros universitarios poco se discute sobre la validez de la medicina alternativa y bioenergética, o
de la psicologia rogeriana, por citar dos ejemplos.

Otra de la dimensión de la globalización es la ambiental, pues día a día el planeta sufre deterioro por las formas
productivas y el tipo de desarrollo científico moderno, de tal manera que alguna alteración producida en cualquier lugar
de la tierra repercute en distintos lugares, e incluso en todo el orbe. Los desequilibrios ecológicos aparte del impacto en
la salud y en las actividades productivas, entre otros efectos, están poniendo en el escenario mundial dos temas
antiguos y que el mundo moderno creyó en un tiempo que podía superar: El hambre y la sed. Lo curioso de este es que
la territorialidad de estos fenómenos es afectada por factores económicos, sociales y ambientales; pues se dan, entre
otros casos, países que tienen buenas reservas de alimentos a pesar de tener poca agua y otros que no producen
muchos alimentos y desperdician el agua, como los nuestros.

Es inconcebible que los países del Tercer mundo estén pensando en la cibernética, cuando la mayoría de su población
padece de hambre y sed, y sus formas productivas son más de carácter primitivas y feudales que capitalistas, a pesar
de contar con potenciales hídricos y tipo de suelos que envidiaría cualquier país desarrollado. Si no se resuelve el
problema del sector primario de la economía es una locura pensar en los demás sectores; obviamente para lograrlo
será necesario que las universidades del Tercer Mundo enfrenten el reto intelectual de construir un nuevo concepto de
desarrollo.

La globalización espiritual es otra de las manifestaciones del postcapitalismo y de la postmodernidad, hasta el punto de
ser pensada como una megatendencia dentro de la prospectiva. El cristianismo y el hinduísmo al parecer son las
religiones con mayor influencia sobre las almas; esta segunda expresión religiosa está conquistando a Occidente bajo
diferentes formas como el yoga, la meditación trascendental, las terapias alternativas, el ecumenismo, sin hacer
evidente su trasfondo religioso. Tal parece que estas dos concepciones religiosas se enfrentan a la globalización de
manera distinta, pues la primera está empeñada en la evangelización mundial, como un medio de creación de un reino
celestial, a través de la fe en Jesucristo, pero la segunda plantea el ecumenismo como medio racional de unificación
religiosa, que permita o facilite un gobierno universal, de carácter terrenal.

Este enfoque distinto de la globalización espiritual hará que, en el futuro próximo, como en la época de Jesús, se genere
un enfrentamiento entre la concepción trascendente de la religión, que concibe la libertad en un plano espiritual y la
concepción terrenal, que concibe la libertad en el terreno político; así que nuevas luchas religiosas que se creería que
desaparecerían con el desarrollo volverán a reaparecer con mayor fuerza.

CIENCIA Y SOCIEDAD.

La universidad como centro de cultura debe volver a pensar sus propósitos o fines, para responder a los nuevos
escenarios del desarrollo mundial.

Hasta hoy la universidad ha tendido a ser una organización volcada hacia sí misma, pues su quehacer fundamental ha
estado en la enseñanza, y más recientemente en la investigación. Sin embargo, lo que se le demandará a la universidad
del futuro será pasar a un tercer momento de su desarrollo, que será el énfasis en su proyección social.

Hasta ahora no hay mucha claridad sobre a qué llamarle proyección social, pues para muchos es otra forma de decir
extensión, que connota una cierta limosna que la universidad entrega al medio donde se encuentra, o cierta vinculación

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en la promoción de la cultura regional, o cierta apertura de programas de educación no formales, o la capacitación
profesional a través de diplomados y seminarios a profesionales del entorno, entre otras representaciones. Extensión y
proyección, parece significar regalar, colaborar, o ampliar, pero de ninguna manera replantea la concepción misma de
universidad.

Es cierto que el concepto de proyección social ha tratado de rectificar la concepción filantrópica y de ampliación de la
cobertura educativa, asociado al concepto de extensión; pero parece que este nuevo concepto sufrirá muy pronto de
obsolescencia, pues ya se viene abriendo paso el concepto de desarrollo social como función básica de la universidad,
en reemplazo de extensión y proyección social. El desarrollo social como función de la universidad no implica
solamente abrir la institución a su entorno, para que nuevos actores participen en esta; pues esto significa que la
universidad desborda su papel formativo, para constituirse en un agente de desarrollo o en un medio de gestión del
desarrollo social, a la par de la empresa y el Estado.

La universidad para tal propósito buscará vincularse a la empresa, al Estado y a la sociedad civil, pues de no ser así
estas instancias sociales usurparán su papel formativo, para desarrollar sus procesos productivos, transformadores,
funcionales y legitimadores. Es decir, si la universidad deja un vacío en su función de gestor del desarrollo social, las
instancias sociales señaladas tendrán que reemplazarla; esto explica la proliferación de instituciones no universitarias
que ofrecen soluciones a las demandas sociales, y por qué la empresa misma desarrolla actividades formativas e
investigativas que antes era del dominio de las entidades de educación superior. Algunos de los síntomas de la nueva
transición de la universidad, es la proliferación de centros de capacitación y de investigación que no aspiran a ser
universidades pero que tienen un mercado asegurado.

Otra de las características de la universidad del futuro será la exigencia de constituirse en un centro de orientación para
el desarrollo social y humano, pues las crisis de los paradigmas científicos obligan a que esta busque la construcción de
nuevas utopías, o por lo menos la explicación de su fracaso. Esto se hará evidente en el futuro inmediato, pues así
como en la época de la revolución industrial los sectores populares culpaban a las máquinas de sus penurias, en la
época post-industrial culparán al desarrollo científico- tecnológico de muchos de los problemas de la sociedad
contemporánea; ya hay algunos brotes de este reclamo, sobre todo por el impacto ambiental producido por nuevas
tecnologías; otros protestan porque creen que los nuevos avances en las telecomunicaciones y los sistemas
cibernéticos pueda limitar las capacidades creativas del hombre o lo pueda alienar; otros se quejan de que muchos
productos farmacológicos alivian enfermedades causando otras; otros se van a los elementos epistemológicos,
señalando que el positivismo y la razón instrumental son los causantes de la marginalidad valorativa y emocional del
hombre contemporáneo, como de la simplificación de la realidad.

La universidad del futuro tiene que enfrentar un reto más difícil que los enfrentados hasta hoy, pues se le exigirá que dé
sentido a un mundo que día a día pierde su sentido para gran parte de la humanidad. La orientación de la cultura y la
identidad cultural no son temas abstractos, pues lo que subyace en estos son respuestas para enfrentar problemas
humanos, tales como el tedio, el desamor, la angustia, la desesperanza, el dolor, las exclusiones y la vacuidad. En el
seno de la universidad del futuro surgirán discursos con la pretensión de encauzar el destino de la humanidad, con
nuevas utopías. Otro factor, estrechamente asociado al papel orientador es el papel socializador o integrador de la
educación. La universidad del futuro enfrentará un juicio público, que le demandará respuestas a las crecientes crisis
sociales, pues aún prevalece la idea que la educación es un vehículo de formación del carácter humano.

Se ha dicho a través de la historia de la educación que la integración social sólo puede ser gestada desde un aparato
socializador desde el cual el individuo aprende las normas básicas de la convivencia. Así, algunas instituciones pondrán
en sus misiones fomentar la formación integral, otras seguirán siendo un centro de conocimientos, otras serán
escenarios de debates sobre los fines de la educación; pero de una u otra forma la universidad del futuro pondrá en
escena la temática de la socialización, que es una función que ha ido desapareciendo del aparato educativo, en todos
sus niveles.

Las preguntas que se gestan permanentemente sobre la relación entre educación y sociedad están planteando la
pregunta: ¿Hasta dónde hay o debe haber una integración entre ambas dimensiones sociales? ¿Qué papel debe jugar
la primera, como subsistema de la segunda? En tal sentido, una de las ideas que surge es que la educación se ha ido
constituyendo en un aparato independiente de la sociedad, cuando su función esencial es su interdependencia de esta.

ORGANIZACIÓN DEL CONOCIMIENTO.

La actividad científica a pesar de la existencia de los paradigmas viene desarrollándose alrededor del trabajo individual;
así regularmente los premios sobre logros científicos están asociados a personas y no a grupos, al igual que los
descubrimientos; sin embargo, Thomas Kuhn (1961) a pesar de establecer diferencias entre el concepto de paradigma y
el de comunidad científica hace una gran asociación entre tales aspectos de la actividad científica.

Hoy es bastante difícil realizar una separación entre los conceptos de paradigmas y comunidad científica; pues el
desarrollo científico actual se caracteriza por el trabajo en grupo y la vinculación a redes de investigación.

Como lo señala Gustavo López Ospina (1994:51) Director de la Oficina de Enlace de la Unesco en Nueva York, ante las
Naciones Unidas, “La concertación mundial para la producción de conocimientos se ha impuesto internacionalmente, tal
como lo muestran distintos programas que han alcanzado resultados altamente positivos, por ej.: Programa Genoma
Humano, iniciado en USA en 1987 y en el cual están asociados más de 250 laboratorios de excelencia internacional”.

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Frases y términos como construcción social de conocimientos, intersubjetividad, acción comunicativa, saberes
colectivos, interestructuración del conocimiento, redes de investigación, seminarios investigativos, perspectiva dialógica
del conocimiento, triangulación, son entre otros, indicadores del carácter social del conocimiento al igual que están
indicando un cambio en las formas de organización del conocimiento. La ciencia se ha constituido en objeto de estudio
para la sociología debido a que se está percibiendo como una actividad social; la sociología del conocimiento y la
sociología de la ciencia es muestra del desarrollo de esta representación. La organización, a su vez, es uno de los
nuevos temas de la sociología; por eso las organizaciones del conocimiento emergen como un nuevo objeto de estudio,
para la búsqueda de estrategias de desarrollo de la actividad científica. De esta forma, surgen como niveles de
organización de la actividad científica las comunidades científicas, las redes de investigación, los colectivos y grupos de
investigación.

Aunque podría hablarse de varios tipos de comunidades científicas, se destacan las conformadas por grupos amplios de
especialistas en un tema, que comparten además una posición teórica o conceptualizaciones similares. Las redes
científicas son sistemas de intercambio y distribución de la producción científica, que permiten a los investigadores su
permanente actualización y presentación de resultados a sus colegas. Los colectivos de investigación son conjuntos de
grupos de investigación, que bajo la modalidad de seminarios de investigación facilitan el surgimiento y desarrollo de la
actividad investigativa a través de procesos de construcción colectiva de conocimientos, a partir de macroproyectos con
una misma base teórica. Son apropiados como estrategia de desarrollo de las líneas de investigación. Los grupos de
investigación son unidades de diferente tamaño, para desarrollar uno o más proyectos de investigación.

Las características sociales que ha adquirido la actividad científica lleva a plantearse algunos aspectos relacionados con
la productividad, administración y gestión de los diversos niveles de organización científica. Por eso no es arriesgado
asegurar que en el futuro las universidades que más pronto tendrán desarrollos investigativos serán aquellas que sean
capaces de organizar la actividad científica con los criterios de productividad, eficacia y eficiencia que se tienen en otros
tipos de organizaciones.

NUEVOS PARADIGMAS

La universidad del futuro planteará el tema de las vinculaciones y desvinculaciones epistemológicas entre la teoría
analítica y la teoría crítica de la ciencia, entre el positivismo y la hermenéutica, entre la simplificación de la realidad y su
complejidad.

El punto crítico de la superación de los paradigmas epistemológicos será reconocer la existencia y vigencia de la
pluralidad de concepciones científicas de la realidad, aunque el diálogo entre estos generará avances hacia un concepto
más integral de la ciencia, en la que el método científico no se conciba como patrimonio de una escuela filosófica.

Las identidades y diferencias entre los tipos de conocimientos que brotan de la filosofía, la ciencia y la ideología hará
que se debatan los límites de la ciencia; pero a diferencia de las pugnas históricas entre empirismo y racionalismo y
entre las ciencias naturales y las sociales, cobrará también fuerza la perspectiva dialógica, como intento de integración
epistemológica, de la misma manera como el positivismo, el realismo científico e incluso la fenomenología intentaron
superar de cierta forma las inconciliables diferencias y exclusiones entre el idealismo y el materialismo.

Sin embargo, no habrá una sola concepción de lo dialógico. Alguna de estas, tratará de establecer acuerdos mínimos
entre diferentes concepciones científicas, pero no dejará desdibujar los limites de la ciencia y sus diferencias con la
filosofía y la ideología, aunque inevitablemente no sea impermeable a tales tipos de conocimientos; sin embargo,
rechazará enérgicamente su fusión, puesto que tal cosa acarrearía una situación similar a al oscurantismo de la edad
media.

No obstante, a pesar de los esfuerzos de algunos intelectuales equilibrados el paradigma dialógico tendrá también otras
lecturas, de la misma forma que la dialéctica tuvo también interpretaciones filosóficas distintas, puesto que a nombre de
la investigación cualitativa, de la complejidad, del constructivismo, del enfoque sistémico o del holismo, o de cualquier
otra teoría emergente, se propondrán resolver las diferencias entre el conocimiento cotidiano con el científico,
integrando a la ciencia discursos provenientes de las religiones y de las culturas, en detrimento de los criterios de
objetividad científica, quizá bajo la excusa de evitar las exageraciones positivistas y empírico-analíticas de la ciencia
moderna, tal como lo vienen pregonando los adeptos de las llamadas ciencias de la Nuera Era.

La paradoja del futuro no serán diferentes de las paradojas del tiempo presente, puesto que así como la civilización, el
progreso y el llamado desarrollo se ha forjado sobre la ruina y el despojo de otros pueblos, la universidad del futuro será
el escenario de avances científicos que propiciarán nuevas revoluciones tecnológicas, y hasta cierto mínimo desarrollo
humano y social para las naciones pobres como las nuestras, pero a su vez con el avance de la globalización florecerán
nuevos paradigmas, que disfrazados incluso de lo dialógico intentarán la alineación total del individuo y de la sociedad.
Será una paradoja de tal magnitud como la que ocurrirá en el terreno político en la que se llegará a una especie de
comunismo, por la vía del neoliberalismo, como coronación del proceso de globalización.

La universidad del futuro será escenario de una confrontación que hoy no la queremos afrontar, puesto que en los
últimos signos de vida de la modernidad se avivará la discusión entre los valores culturales más importantes de
Occidente frente a Oriente; pero en la época de oro de la posmodernidad tal discusión será resuelta, quizá a nombre de
lo dialógico o de lo holístico, a través del sincretismo cultural y religioso, en la cual la llamada ciencia occidental,
especialmente la física, será permeada por las creencias religiosas de origen asiático.

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El diálogo entre Occidente y Oriente estará dado en que Occidente impondrá a través de la globalización económica y
política un gobierno universal, mientras que Oriente le aportará gran parte del componente cultural e ideológico de este.
Algunos verán esta simbiosis como necesaria porque se articularían las concepciones del tener y el ser, ligadas a estas
culturas.

La universidad del futuro será protagonista de la crisis de la ciencia, no vista solamente como el incumplimiento de sus
promesas y su impacto negativo en la ecología y el mundo social. Será una crisis diferente, de carácter estructural,
puesto que volverá a retomarse la pregunta: ¿Qué es en realidad la ciencia? La respuesta tendrá mucho que ver con el
tipo de creencias religiosas y políticas de quien responda.

NUEVOS PELIGROS

La sociedad del conocimiento está dando lugar a una etapa de desarrollo con el nombre de bioeconomía, aunque
también se piensa que corresponde a un nuevo modo de producción, sin embargo, por su clara dependencia del
desarrollo científico y tecnológico, especialmente de la cibernética se encuentra inmersa en la sociedad del
conocimiento.

Se considera el nacimiento de la bioeconomía el año de 1953 cuando Francis Crick y James Watson identificaron la
estructura del ADN. Gracias a esto hoy muchos alimentos son modificados genéticamente y se identifican algunas
enfermedades hereditarias.

El desarrollo de la ingeniería genética aplicada al agro ha generado el aumento de la productividad por hectárea, el
fortalecimiento de las plantas a condiciones climatológicas adversas y a las plagas, prescindir de pesticidas y herbicidas
dañinos para la salud, pero también dentro de los peligros están que se transfieran al ambiente los genes modicados y
el impacto económico negativo en los países subdesarrollados,

De igual forma la ingeniería genética aplicada al mundo animal ha dado lugar a los animales transgénicos para su uso
en medicamentos y la donación de órganos para los llamados xenotransplantes.

La clonación es sin duda la principal preocupación de esta economía, al mismo tiempo que la identificación de
enfermedades hereditarias es su mayor bondad. Así que, entre las mayores ventajas de la bioeconomía, será el
desarrollo de la medicina preventiva.

El patentamiento de genes y seres vivos ha sido una consecuencia del desarrollo de la biotecnología. La pregunta que
nadie quiere hacerse ¿Se clonarán seres humanos para utilizar sus órganos, o con fines científicos experimentales, o
de carácter militar? Hoy nos parecerá improbable y hasta imposible, pero acaso no era inconcebible décadas atrás que
un Estado aprobara matrimonios de homosexuales? Casualmente en el momento de culminar este artículo Caracol
Noticias informó que Brasil ha completado el mapa o estructura genética del café y que en Inglaterra se dio aprobación
para la clonación de seres humanos al nivel de células madres, con fines medicinales como el tratamiento de la
diabetes. (Caracol Noticias T: V. agosto 11, 12:30 pm)

Evidentemente que con el desarrollo de la biotecnología y sus expresiones también se viene desarrollando la bioética
para ponderar los perjuicios, costos, riesgos y beneficios en las decisiones que afectan el mundo biológico. ¿Pero acaso
esto ha impedido que los países fabriquen armas biológicas?

NUEVAS SOCIEDADES

La llamada era de la información o sociedad del conocimiento está llevando a crear las universidades empresariales
para la preparación de una fuerza laboral de clase mundial( Meisler: 2000), empujada por la competencia y demanda
que las mismas empresas realizan como centros de aprendizaje corporativo, ya que estas muchas veces no pueden
esperar la larga formación de un profesional frente a los continuos cambios e innovaciones que caracteriza la época
post industrial, pues la vida útil del conocimiento técnico-instrumental es cada vez menor.

Las empresas hoy se ven obligadas a entrar en el negocio de la educación y las universidades a responder más
coherentemente con las exigencias del mercado, de tal manera que su simbiosis genera las universidades
empresariales, lo que permite vislumbrar más claramente que estamos viviendo en una economía del conocimiento.

Cuando el desarrollo capitalista y post capitalista haya roto cualquier resistencia nacional, y por tanto haya penetrado
hasta el último rincón del planeta, los avances tecnológicos permitirán que las jornadas laborales se reduzcan
considerablemente, llevando a generar nuevas empresas que respondan al manejo del tiempo libre, lo que conducirá a
la creación de una economía del servicio en la que el entretenimiento, la recreación, el turismo, la salud, la estética, la
formación para la vida, se constituyan en productos con una alta demanda.

Pero: ¿Qué vendrá después? Hoy, en los llamados países desarrollados comienzan a presentarse problemas
psicopatológicos y conflictos emocionales con efectos sociales nocivos, generados por el aburrimiento, la soledad y el
desamor.

Si la desintegración de la familia monogámica sigue su curso, si se legalizan los matrimonios entre homosexuales, y por
qué no pensarlo entre más de dos personas de diferentes sexos, si de igual forma se legaliza el consumo de drogas

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alucinógenas y además se recomiendan bajo supuestas ventajas para tratar afecciones psíquicas y biológicas, si siguen
proliferando las subculturas de escape, anárquicas, satánicas, metaleras o de alcantarillas, entre otras expresiones
sociales de la post modernidad, agravado por el vacío ético y espiritual y la carencia de utopías sociales, producido por
la pérdida de legitimidad y credibilidad de diversas instituciones sociales, de las cuales no escapan por supuesto las
instituciones educativas y las organizaciones religiosas, a la sociedad del conocimiento y del servicio le seguirá una
sociedad del ofuscamiento o aturdimiento, en la que la búsqueda de la verdad y sentido será para muchos una tarea
infructuosa y para otros la principal necesidad humana.

Quizá uno de los conceptos más trillados y desgastados en el campo educativo, por disonancia cognoscitiva y vacío de
aplicación, es el de formación integral. Este concepto sobrevivirá a los espejismos tecnológicos creados por la sociedad
del conocimiento, y comenzará a reclamar llenarse de sentido y verdad en la sociedad del futuro, llena de esperanzas,
temores y peligros.

BIBLIOGRAFÍA

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