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Desde comienzos del siglo XVIII hasta mediados de 1840, la zona que hoy forma el partido de
Chivilcoy era parte del antiguo partido de Guardia de Luján. Parte de los vecinos del lugar se
sentían insatisfechos por la inexistencia de una capilla, un juez de paz, un cementerio y de un
centro urbano que reuniera una serie de actividades comerciales para ser realizadas por estos
mismos ciudadanos.

Es así como, con el tiempo, la dependencia de Luján generaba un estado de aislamiento por las
extensas distancias que separaban a un poblado de otro, y por ello, los vecinos manifestaron en
desmedida mediante varias solicitudes al general Juan Manuel de Rosas la necesidad de un
cambio. Entonces, el 28 de diciembre de 1845 el general decretó la partición del antiguo partido
de Guardia de Luján y creó el partido de Chivilcoy.

A partir del 28 de diciembre de 1845, el partido de Chivilcoy aglutina a otros partidos o pagos
preexistentes. Fue creado, además de las necesidades anteriormente mencionadas, por el
requerimiento de un control del régimen rosista.

Justamente, cinco años y un mes antes del pacto que unía a la provincia de Buenos Aires con
las provincias de la Confederación Argentina, un hecho muy valeroso para la historia de nuestra
ciudad ocurría… Un domingo 22 de octubre de 1854 se creó el pueblo de Chivilcoy, ¿Cómo
sucedió esto?

Pues, una sucesión de varias cartas al Gobierno central concede permiso oficial para la
fundación de un nuevo pueblo. Así, se realizaron varias asambleas vecinales en las que se
debatió, principalmente, la ubicación del nuevo pueblo.

El 22 de octubre de 1854, luego de una asamblea, salen los presentes de la mencionada


reunión, para observar las tierras y decidir el lugar más favorable en el cual marcar territorio.
Como identidad del pueblo se portaba una pala, sin usar, símbolo del trabajo, el esfuerzo y la
pujanza del pueblo, la cual se impondría en los suelos en el lugar elegido.

Pasado un tiempo de tanta indecisión y cansado de tantas vueltas, uno de los vecinos, Valentín
Fernández Coria, agarró la pala y se fue corriendo, siendo perseguido por sus colegas a caballo.
Fue emboscado por varios vecinos, pero antes de ello, ya había clavado la pala en el suelo. Allí
se decidió formar la plaza del pueblo de Chivilcoy.

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Don Valentín Fernández Coria es el hombre más reconocido y nombre más escuchado (si bien
todos aquellos que contribuyeron fueron igual de vitales para el nacimiento del legítimo pueblo)
de lo que fue el proceso de fundación de Chivilcoy. Nació en Luján el 16 de diciembre de 1821,
hijo de José Fernández Coria (sanjuanino) e Isidora González. En 1845, en Luján, contrae
matrimonio con doña Celedonia Córdoba, y engendra siete hijos.

En junio de 1854 se desempeña como Juez de Paz del partido chivilcoyano. Un día antes de la
fundación forma parte de la comisión especial de diez vecinos, que justamente se encargaba de
buscar la ubicación adecuada para hacer oficial el surgimiento del lugar residido por el pueblo
del partido. Ya el 22 de octubre contamos lo que ocurrió y cómo sucedió.

Entre 1858 y 1860 Valentín se desempeña nuevamente como Juez de Paz y presidente de la
Municipalidad. En 1860 participa de la colocación de la piedra fundamental de la famosa
“Escuela Modelo” e integra la comisión para su construcción. Forma parte en 1878 de la famosa
protesta contra las disposiciones que limitaban las autonomías municipales, siendo encarcelado
junto a otros por tal motivo. En 1888 se desempeña como empleado municipal, trabajo que
conserva hasta su muerte.

Finalmente, el 23 de septiembre de 1897, a los 75 años, dejó de vivir en nuestra ciudad, el


siempre recordado fundador y pionero lugareño, Don Valentín Fernández Coria, único y
memorable hombre de la pala fundadora (apodo característico a partir de su incidencia). Sus
restos guardados en una urna, se localizan al pie de su monumento, en el sector de “Monumentos
Evocativos” de nuestro cementerio desde el 23 de septiembre de 1997 hasta el día de hoy por
iniciativa de Carlos Armando Costanzo.

Los movimientos precursores de Valentín Coria fueron tan importantes para la ciudad de
Chivilcoy que, además de su tan vistoso monumento, no es de extrañar que se transiten calles
con su nombre impregnado en los carteles.

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