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Selección de fragmentos de la obra CONFUSIÓN de ELIZABETH JANE

HOWARD

Aclaraciones: los fragmentos seleccionados1 nos muestran parte del diario que escribe
Clary, una chica londinense cuyo padre, Rupert, fue llamado a filas al comienzo de la
Segunda Guerra Mundial. Rupert desapareció en Francia en 1940 y, desde entonces, no
han vuelto a saber nada sobre él. Clary comienza un diario con la intención de contarle a
su padre todo aquello que sucede en su ausencia, con la idea de dárselo a su regreso. Lo
que empieza a ser una descripción de su día a día se convierte en algo más íntimo y
profundo conforme pasa el tiempo.
A continuación, tienes dos fragmentos ligeramente adaptados: el primero se sitúa
en la primavera de 1942 y el segundo en junio de 1944. En estos fragmentos verás que se
alterna la descripción del narrador omnisciente con los pasajes del diario (estos aparecen
en cursiva). En ellos se nombran a otros personajes: Polly, prima y gran amiga de Clary,
y Archie, amigo de Rupert y, por extensión, de la familia. Él no es llamado a filas porque
en la guerra anterior fue herido y arrastra lesiones físicas que le impiden sumarse al
ejército.

Fragmento 1:
Estaba a punto de escribir que parece que Polly está superando la muerte de su
madre, pero me parece una frase sin sentido. No creo que nadie supere jamás algo tan
terrible; simplemente, va dejando de ser lo único, o lo principal, que tienes en la cabeza,
pero cuando te acuerdas sigues sintiendo lo mismo. Lo que pasa, claro, es que no sé lo
que está sintiendo porque no soy ella. Pero esto es lo que hace la gente sea tan
interesante, ¿verdad, papá? La mayor parte del tiempo no tenemos ni idea de lo que
sienten los demás; a veces, tenemos una vaga idea, y supongo que de cuando en cuando
sí que lo sabemos. He hablado de este asunto con la señorita Milliment, y dice que la
moralidad, o los principios, del tipo que sean, es lo que tendría que mantenernos a todos
unidos. Pero esto no pasa, ¿a que no? El mes pasado hubo un bombardeo tremendo sobre
una ciudad alemana llamada Colonia (ahora nos pasamos la vida lanzando bombas a
los alemanes, pero este fue un ataque especialmente intenso, con mil bombarderos; y la
gente estaba tan contenta, se veía que estaban todos sedientos de sangre). Pero matar
está mal en todos los casos o no lo está en ninguno. No entiendo que se puedan hacer
excepciones a una regla como esta. Para eso, más vale que digas que no está mal matar.
Me resulta de lo más confuso. A veces, cuando estoy a solas con Archie, hablamos de
estas cosas; pero, claro, cuando fuimos a Londres y nos quedamos en su casa no hubo
oportunidad. Polly no soporta hablar de la guerra, se altera mucho y no hace más que
irse por las ramas (por ejemplo, nombrando a toda la gente que conocemos que jamás
mataría a nadie). El fin de semana que vino Archie a casa, durante las vacaciones de
Pascua, acababa de haber un ataque aéreo sobre un lugar de Francia que se llama St.
Nazaire (no muy lejos de donde estabas tú cuando me escribiste). Me pareció que estaba
muy triste por algo, y al final me lo contó. Los nuestros habían empotrado un destructor

1
Howard, E. J.: Confusión. Crónicas de los Cazalet 3, ed. Siruela, Madrid, 2018, pp.79-80 y pp. 279-280.
contra la esclusa del dique, y, como no podían escaparse de los alemanes, llenaron el
buque de minas para que estallase a una hora determinada. Después invitaron a un
montón de oficiales alemanes a subir a bordo a tomar un trago antes de que los hicieran
prisioneros (a los ingleses, me refiero… ¡madre mía, mira que es fácil liarse
escribiendo!), de manera que, claro, montones de alemanes saltaron por los aires junto
con los ingleses. Archie conocía a uno. Casi nadie sobrevivió. Imagínatelos sirviéndose
ginebra y festejando y, a la vez, contando los minutos que sabían que faltaban para que
se produjese la explosión. Archie dice que este tipo de valentía le hace sentirse
insignificante. También, que los alemanes son exactamente igual de valientes… que en
realidad no hay ninguna diferencia. Y me lo creo, porque he estado leyendo un libro
impresionante titulado Sin novedad en el frente que trata de la Primera Guerra Mundial
desde el punto de vista de los alemanes. Digo yo que lo lógico sería que, con la de gente
que sabe de primera mano lo terrible, repugnante y aterradora que es la guerra, se
pusieran todos de acuerdo para que no hubiese más.
¡Ay, papá, ojalá pudieras responderme! A veces no puedo evitar pensarlo. Por
supuesto, preferiría que estuvieras aquí, que fueras a la oficina, que volvieras a casa los
viernes y contaras chistes. En los últimos tiempos cuentan pocos y cada vez con menos
frecuencia, y es porque tú siempre eras el más gracioso. Eres, quiero decir…
Se le estaba yendo de las manos, pensó. Si papá lee esto cuando vuelva, no quiero
que piense que estoy angustiada ni nada por el estilo.
Y en este momento dejó de escribir, porque se dio cuenta de que estaba llorando.

Fragmento 2:
Esta mañana ha empezado el desembarco. ¡Ay, papá!, ojalá lleguen hasta ti, estés
donde estés, y te liberen. Todo el mundo está emocionadísimo y deja la radio puesta para
oír los boletines informativos. No se han acercado al último sitio en el que se supo que
estabas, pero llegarán, papá, estoy segura. Los desembarcos son en Normandía, pero
está claro que eso solo es el principio. Ha vuelto Louise, que está preocupadísima porque
Michael participa en las operaciones; la noche anterior al desembarco se fue a una fiesta
y no volvió en toda la noche. Dijo que no sabía que la fiesta no era en Londres y que
había perdido la oportunidad de volver con alguien en coche y se había tenido que quedar
a dormir. Esa noche, el señor Churchill dijo en el Parlamento que las cosas iban bien,
pero Archie nos dijo que les está haciendo muy mal tiempo. Dijo que debió ser horrible
ir en las lanchas de asalto, que son bastante pequeñas, porque pasaron horas allí metidos
antes de zarpar y debió de marearse un montón de gente. No me imagino nada peor que
tener que irte a la orilla a luchar estando mareado. (En realidad, no me lo he imaginado
yo, sino que lo hizo Archie por mí). Michael está en una fragata. La noche anterior
sospechamos que algo pasaba, porque no paramos de orí aviones. ¡Ay, papá!, estés
donde estés, espero que sepas lo que está pasando, porque así seguro que te animas.
Después, estuvo mucho tiempo sin escribir el diario. Tan segura había estado de que una
vez que los Aliados entrasen en Francia liberarían a su padre que, al ver que no pasaba
nada por el estilo, simplemente no soportaba la idea de escribir. Seguía habiendo un
silencio total; ni una noticia de su padre. Aquel verano empezaron a flaquearle las fuerzas,
y tener que enfrentarse a la posibilidad de que quizá llevase todos esos años muerto hizo
que escribirle le pareciera inútil y macabro. No se lo dijo a nadie, ni siquiera a Polly. Cada
mañana se despertaba con esperanza, una esperanza que a lo largo del día iba menguando
hasta que, al caer la tarde, tenía la insoportable certeza de que jamás volvería. Por la
noche, a solas, se preparaba para acostumbrarse a la idea de que estaba muerto y lloraba
por él. Y luego, por la mañana, se despertaba y se decía que era absurdo y que estaba mal
pensar semejante cosa, y se imaginaba que aparecía de repente. A veces deseaba hablar
con alguien, con Polly, por ejemplo, o con Archie, pero le aterrorizaba que -con dulzura,
con cariño- le confirmasen su mayor miedo, y, como poco a poco había terminado por
comprender que ella era la única persona que creía que seguía vivo, expresar sus dudas a
otros se le antojaba una especie de traición.

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