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INDUSTRIAS COLONIALES EN LA ECONOMIA

VIRREINAL DEL SIGLO XVIII

Susana Aldana Rivera

En: El Perú del siglo XVIII: la era borbónica.-


Lima: Instituto Riva-Agüero, 1999.- pp.69-96

El XVIII fue un siglo de grandes cambios. Bajo la influencia del modelo francés, se dio
la plena imposición del absolutismo político en España: se pasó de un estado más
bien de corte autoritarista, que reconocía la presencia de fueros y Concejos, a uno
netamente absolutista que concentraba todos los poderes del estado; se pasó del
"Rey, mi señor" al "Rey, mi amo" (Domínguez 1988: 95). A pesar de la debilidad
estatal del imperio en la primera mitad del siglo XVIII1, se logró la centralización
exitosa de los territorios peninsulares así como el control de los imperiales para
mediados de la segunda mitad de este mismo siglo. La Hacienda pública y el Erario
nacional se configuraban cada vez más nítidamente; el aparato estatal se iba
independizando progresivamente de la figura del Rey y la Ilustración ofrecía una
mayor gama de pensamiento político- social a la elite dirigente.

Así las medidas que implantaron los déspotas ilustrados, sobre todo Carlos III (1759-
1788), debilitaron y resquebrajaron progresivamente los cimientos económicos del
reino en busca de adecuarlos a los tiempos: al influjo de los nuevos vientos y de la
creciente competencia europea, la Corona española tendió cada vez más hacia la
fisiocracia y el liberalismo (al menos al "mercantilismo liberal" de Inglaterra)2. Pero, a
pesar de la voluntad de "modernizar" el estado, de establecer reformas que
permitieran el mejor gobierno de los territorios españoles, no se podía aceptar lo que
esas doctrinas suponían en la práctica: no sólo la monarquía limitada sino la corta
intervención del estado en los asuntos económicos; ciertamente muy al contrario de
las aspiraciones de reyes que, bajo el influjo de Luis XIV, deseaban poder afirmar que
el estado eran ellos. Por el contrario, siempre se buscó mantener las líneas
tradicionales de poder político que, en teoría, debían sustentarse el mercantilismo,
fundamento de todo absolutismo. Doctrina económica, además que, en particular,
había significado el apogeo del imperio español.

Dentro del complejo panorama de la Europa dieciochesca, los "reinos"


1
Pero como bien señala Muro (1984), poco se sabe en realidad de la primera mitad del siglo XVIII. Sin
embargo, la debilidad de los vínculos gubernamentales es francamente visible; cfr. su interesante
artículo.
2
Schwartz, interesantemente, hace notar que el liberalismo inglés en el siglo XVII hundía sus raíces
en el mercantilismo, produciendo un "mercantilismo liberal" pre-smithiano: una política de unidad del
mercado imperial; de división del trabajo entre la metrópoli y la colonia; de creación de grandes
compañías mercantiles monopolísticas; y de nacionalismo naviero. (Schwartz 1983: 132). El liberalismo
a secas se generaría a partir de 1818 y sobre todo 1842.
1
hispanoamericanos fueron crecientemente percibidos y considerados ya no como
colonias con el sentido de territorio colonizado sino económicas en sentido estricto3.
Es decir, como regiones que debían abastecer con materias primas a la metrópoli y
ayudar así al desarrollo de su economía, de sus "industrias". Estas debían aceptar, de
paso, que se interfiriera con su propio desarrollo económico y que se les convirtiera
únicamente en mercados. Por contradictorio que parezca, la Ilustración, ese gran
movimiento intelectual, impulsó una forma de pensamiento en la que las regiones no-
europeas y en particular América, fueron consideradas como regiones de segunda
donde campeaba la barbarie y la incultura4. Drástico cambio no-oficial de percepción
jurídica que los americanos sufrieron mal y peor, enmarcados por tanto tiempo dentro
de la condición de vi-reinos (virreinatos) y procesando, a semejanza de Europa, su
propio pensamiento ilustrado -un filón todavía no estudiado.

Económicamente el siglo XVIII fue el de la definición de los poderes mercantiles


mundiales, que propició y a su vez se vio alentado por los grandes mercados y la
creciente demanda: la industrialización se proyectaba a marchas forzadas. Sin
ninguna duda, los nuevos vientos económicos, al igual -y quizás hasta antes- que las
nuevas ideas políticas, encontraron terreno fértil y echaron raíces en Hispanoamérica
con pujantes sociedades que vivían febrilmente las oportunidades económicas.

Rota ya esa "relativa" autonomía americana lentamente lograda a lo largo del siglo
XVII y en progresivo proceso de diferenciación de los metropolitanos, los ahora
españoles-americanos buscaron, con mayor o menor éxito, lograr su realización
económica. No todos los empresarios americanos encontraron favorable el contexto
del siglo XVIII; un cierto sector, los "industriales", se vieron atrapados por la creciente
presión del estado por imponer medidas que permitieran el despegue del centro en
detrimento de las colonias. Su condición de miembros de un reino dependiente se
conjugó con factores internos que signaron prácticamente su desaparición y la
imposibilidad de que en el Perú se lograra dar el salto industrial, con visibles
consecuencias para la República de los siguientes siglos.

Mi interés es acercarme a este sector, examinando algunas circunstancias


antagónicas que rodearon a los "industriales" del virreinato peruano en el siglo XVIII;
no así al desarrollo de la labor ni a la situación de cada "industria" en particular5.
Caracterizar el marco macro- económico negativo que los envolvió y esbozar algunas
ideas que sirvan para entender el proceso de desindustrialización en el Perú. Si bien
hubo quien sobrevivió como "industrial"6, la mayoría se reconvirtió rápidamente y se
3
No planteo el siglo XVIII como colonial dentro del debate actual sobre América como una realidad
poscolonial. Pienso que los "modelos" pueden funcionar pero las realidades, India y Perú, en este caso,
son radicalmente diferentes. Simplemente me interesa dejar sentada mi percepción del Virreinato como
un bloque histórico no homogéneo.
4
Al respecto, baste recordar la polémica del Nuevo Mundo que Antonello Gerbi (1964) recogiera en
su clásico trabajo del mismo nombre. Algunas reflexiones sobre el impacto que políticamente tuvo en
América en Glick (1991)
5
En el anexo 1 se presentan unas cortas fichas sobre las "industrias" más conocidas porque han sido
estudiadas; además de una breve caracterización se sñala la bibliografía correspondiente.
6
Específicamente pienso en el caso de los Picoaga y finalmente Garmendia, que lograron convertir su
2
insertó en el amplio espectro mercantil propio de la época, comerciando lo que tenía
mercado asegurado: los productos agropecuarios, las materias primas7. Así en un
primer momento, busco establecer algunos puntos acerca de la industria y los
limitantes peruanos para llegar a ella y luego definir y discutir brevemente el tipo de
"industria" que se desarrolló en el Perú. En un segundo momento, me interesa revisar
las diferentes presiones que sufrió la industria local a lo largo del siglo XVIII para
esbozar un cuadro del proceso negativo de industrialización peruana.

Las industrias del virreinato


Los pilares de la economía virreinal fueron, en primer lugar, la minería; en segundo
lugar, el comercio y finalmente, las "industrias".

Pero ¿de qué hablamos cuando nos referimos a estas industrias o a los
"industriales?”. En la época, siglo XVIII, hablar de industrias era hablar de habilidades:
una persona era industriosa, si era trabajadora, si buscaba -y conseguía- su progreso
o el fomento de su familia aprovechando los recursos a su alrededor y sus habilidades
naturales. Mucho trecho es el que separa a este "industrial" del industrial
contemporáneo y obviamente, las "industrias" virreinales no tienen las connotaciones
particulares de las, por decir, propiamente industrias que se generan principalmente
en el siglo XIX. En el siglo colonial peruano, como la producción de efectos rebasa lo
meramente artesanal, de carácter marcadamente familiar y para el mercado local o
regional, se suele utilizar el término de manufactura. Un término con el cual nos
referimos a significativos volúmenes de producción pero que no supone que los
productores participan del sistema fabril8. En el siglo XVIII se está todavía en plena
etapa preindustrial, prácticamente en su tramo final, en un momento de la historia
conocido como Antiguo Régimen9.

Tales características también comparten las empresas manufactureras, manufactura


a secas o "industrias" en el virreinato del Perú. Los "industriales" son aquellos que se
dedican a la transformación de determinados recursos, que se conocen como
insumos, para producir un artículo por completo diferente. Así, la caña cultivada en el
norte se convierte en el azúcar consumida en la capital y otras partes como la

obraje de Lucre en una fabrica textil que vino a desaparecer ante la presión del gobierno militar de 1968
(Cfr. Escandell-Tur 1997: 98-125; 426-427)
7
Ya en diversas oportunidades he señalado que el siglo XVIII tuvo una economía ampliamente
diversificada en la que la plata tenía un papel preeminente pero no exclusivo; el texto base, Aldana 1992.
Situación que me resulta cada vez más obvia si consideramos el momento económico mundial: la gran
cantidad de "productos de la tierra" que podíamos ofrecer, resultaban de gran atractivo para los
europeos no-españoles, agresivos mercaderes, y fueron la antesala de nuestra posibilidad
comercializadora de materias primas.
8
Las máquinas suponen una organización de la producción y una nueva disciplina para los
trabajadores que lo sirven: se cumple un reglamente inflexible para que funcione el engranaje. Para una
mayor visión del tema, revisar, por ejemplo, el libro de Beaud (1984: 89-94 y 116-120)
9
En francés, Ancien Régimen, que supone el periodo que va entre el final de las guerras religiosas
europeas hasta la Revolución francesa, aproximadamente entre 1650 y 1789. En este momento se dio
el auge del absolutismo cuyo impacto social y económico fue bastante particular.
3
Capitanía general de Chile, o el sebo de cabras y de vacas que se convierte en el
jabón utilizado en los obrajes norandinos.

Sin ninguna duda, la civilización amerindia previa a la llegada de los españoles llegó a
desarrollar una fuerte producción artesanal de artículos transformados, como los
textiles, pero la forma de organización de esa producción se inscribe en las típicas del
Mundo Antiguo sin que se desarrollaran elementos conexos que permitieran plantear
la idea de una verdadera manufactura (mercado, moneda, etc.). Fueron los recién
llegados, los españoles, los que trajeron una percepción diferente de producción y
desde su mismo asentamiento en estas tierras, buscaron organizar formas de
producción artesanal pero sobre todo manufacturera. Buena muestra de ello, son los
obrajes y los ingenios cuyos volúmenes de retorno, bastante menores que los que se
conseguía con la minería, no dejaron de ser importantes a lo largo del virreinato.

En el siglo XVII, y como sucedía en Europa, en estas tierras se desarrollaron un buen


número de empresas manufactureras marcadamente rurales, consolidadas para
mediados del siglo XVIII, momento, tras el cual, comenzaron lentamente a declinar.
Sin embargo, hubo grandes diferencias en el proceso de constitución y asentamiento
de dichas manufacturas rurales en unas y otras tierras. En Europa, la intensificación
de la manufactura fue gracias a la profunda reorganización económica del campo a lo
largo de los siglos XVII y XVIII; el bajo costo de la mano de obra campesina
desplazada por los cercamientos, habría permitido, en un segundo momento, la
concentración fabril y la mecanización del trabajo. Como consecuencia, se generó un
sector de empresarios, comerciantes y luego "industriales" que, por el manejo exitoso
de sus empresas y el dinero obtenido como consecuencia, se fueron consolidando
como clase social, desligada de la aristocracia o del estatus social por nacimiento, y
cuyos intereses los diferenciaban nítidamente del pueblo llano (campesinos y
jornaleros de ciudad). En estos hombres se expresó plenamente el espíritu burgués
en el que el ahorro, la santa economicidad jugaba un rol primordial y en el que había
una voluntad de inversión en el negocio y de acumulación de capital productivo como
un modo de propiciar la reproducción económica. El lucro, en este sector, perdió su
connotación peyorativa y por el contrario, toda actividad económica debía significar la
obtención de retornos y beneficios en dinero10.

En el caso americano, la situación fue bastante diferente y en realidad, ha sido muy


poco estudiado. El asentamiento español en estas tierras implicó la asimilación y
reformulación de estructuras previas de dominio. Por ejemplo, la consecución de la
mano de obra básica necesaria para el funcionamiento de una actividad económica,
hacienda, minería o industria, se limitó a la obtención de mercedes reales y a la
asignación de un número de mitayos. Ello no implica que hubiera un número,
creciente y visible para el siglo XVIII, de indígenas que se habían ido escapando del
sistema, convirtiéndose en mingas y yanaconas o asalariándose progresivamente
pero que no fueron fuentes comparables de mano de obra. La manufactura no fue un
imán para la concentración urbana de gente; en el campo, los campesinos

10
Sombart (1972). Un interesante acercamiento a las ideas que sostuvieron este proceso en Beaud
(1984)
4
asalariados fueron comparativamente un número menor a los partícipes de otros
sistemas de trabajo (mitayos principalmente). Los relativamente pocos nativos
asalariados, por lo general, se movieron más en el ámbito de las ciudades donde
compartían la suerte de otros grupos étnicos, negros y blancos (peninsulares y
criollos) pobres.

Las conflictivas relaciones entre los diferentes grupos étnicos es un factor importante
para comprender la realidad del Perú virreinal y por tanto sus industrias. Los
industriales fueron, por lo general, gente perteneciente a la cultura foránea o que
compartía su impronta; generalmente hacendados fueron también y sobre todo
mercaderes11, actividad que en Europa estuvo reservada a los sectores no-
aristocráticos pero que en estas tierras realizaron todos los grupos por igual. Además,
la elite industrial- hacendada- comerciante compartió, hasta cierto punto, las mismas
oportunidades económicas con los sectores más altos de la población nativa, la que
no obstante, no incursiona directamente en la gran manufactura propia del siglo XVII y
se mueve más en el sector de servicios (arrieraje).

En América nunca se dio un feudalismo que sentara las pautas de la disolución del
orden precapitalista y que, también como en el caso de Europa, sentara las bases
protoindustriales. Así, comparto la opinión de Torras (1988), sobre que no es posible
hablar de protoindustria en América12. Si bien hubo una intensificación de las
"industrias" rurales cuya producción se orientó a mercados extraregionales y ya en el
siglo XVIII se dio el trabajo a domicilio y en base a la fuerza de trabajo familiar en
sistemas parecidos al verlagsystem europeo13, las condiciones para la producción
permitieron la acumulación de capital mercantil pero no la acumulación del capital
productivo, es decir materias primas, pero sobre todo máquinas y fábricas.

Los "industriales" peruanos (y americanos) se vieron crecientemente constreñidos por


un Estado metropolitano, al que se encontraban supeditados, y que imponía cada vez
más un absolutismo político, controlista y centralista, que en el siglo XVIII comenzó a
enfrentar la flagrante contradicción económica: liberalismo hacia el interior (con las
obvias consecuencias políticas) y sumisión y dependencia colonial en el exterior.
Como en la mayoría de los territorios fuera de Europa, la sujeción política -que
implicaba medidas tributarias de carácter colonial- se combinó con la competencia
industrial extranjera (inglesa particularmente pero también francesa). Ambas
situaciones se unieron a un gobierno virreinal, consolidado a través de la actuación de

11
Es interesante leer en Cipolla (1989: 75) que el equivalente el moderno hombre de negocios era el
comerciante, aunque no era lo que entendemos nosotros por la palabra comerciante. Como todavía no
había una especialización propia de las sociedades industriales, un comerciante era a menudo cabeza
de una empresa manuifacturera, prestamista y mercader, todo al mismo tiempo. Valga esta cita como
analogía para el caso peruano.
12
No obstante hay estudiosos muy serios, como Miño Grijalva (1993) y Escandell-Tur (1997) que si
utilizan este término.
13
Al menos esto sucede en el caso de los obrajes cusqueños, que para mediados de la segunda
mitad mejoraron sus empresas y comenzaron a producir bajo una suerte de putting-out system
(Escandell-Tur 1997: 41)
5
carismáticos y férreos personajes como Castelfuerte o Croix, pero cuya visión y
estrategia de desarrollo era a través del prisma de intereses peninsular (que hacían
girar una maquinaria muy lenta y pesada)14. Conjunto de hecho poco favorables para
pegar el salto industrial y que incluso fomentó la desindustrialización como en el caso
del Perú.

Es interesante resaltar que el gran capitalismo, que emergía para la segunda mitad
del siglo XVIII, supuso inicialmente una carrera hacia el industrialismo en la que
participaron, con mayor o menor éxito, los diversos países occidentales; incluida
América Latina aunque trabada por su condición dependiente. Hispanoamérica, y
particularmente el Perú, no sólo siguió la suerte de España en el panorama
económico europeo de la vuelta del siglo XVIII al XIX sino que la ligera capa de
homogenización impuesta por la cultura española a lo largo de los siglos XVI y XVII,
no pudo impedir el resurgimiento de las estructuras regionales nativas americanas en
el siglo XVIII15, que mestizadas y modificadas, signaron la fuerte fragmentación del
subcontinente con los obvios problemas de enfrentamientos y definiciones territoriales
que se dieron en el siglo XIX, momento, en el que además, se llevaba a cabo el
proceso de construcción nacional.

Ubicadas dentro de este gran contexto, las "industrias" coloniales del Perú
mantuvieron buena parte de las características del siglo XVII y aunque lograron el
desarrollo de cierto nivel de técnica16, no tuvieron un impacto visible en lo socio-
económico17, no potenciaron, por ejemplo, el desarrollo de ciudades por cuanto no se
convirtieron propiamente en fábricas, aglutinadoras de mano de obra: no existe en el
Perú, una ciudad cuyos orígenes se entremezclen con la producción particular y
específica de algún producto "industrial". Como se ve en el anexo 1, hubo pocas
"industrias" en el virreinato del Perú en general; la más exitosa -y a semejanza de la
minería- se sustentó en la experiencia nativa, reformulándola y adecuándola a la
nueva situación, la manufactura textil. Otras fueron en esencia, "industrias"
importadas, como el ingenio de azúcar, la fabricación de vino, las casas-tina, las
curtidurías o la manufactura de vidrio.

La división más sencilla de utilizar es sin ninguna duda, la que se utiliza para nuestra
época, actividades primarias (extractivas), secundarias (manufactureras o de

14
Para España, el problema a tratar es el de la tardía industrialización. Tómese por ejemplo el caso
del principado de Asturias cuyo retraso relativo se explica mucho por las marchas y contramarchas del
centro (Ver Rafael Anes (1983), "La industrialización en Asturias" En: Anes, Gonzalo.- Historia
económica y pensamiento social....- pp.353- 369)
15
Véase la intersantes compilación de Itier (1995) sobre todo los artículos de Calvo Pérez, Torero y el
mismo Itier.
16
Al menos en el caso de los obrajes; ver las afirmaciones de Salas (1998) y de Escandell- Tur (1997)
al respecto. El punto no ha sido mayormente tocado en relación a otras "industrias" como el refinamiento
de azúcar o la fabricación de jabón.
17
Lo cual no significa que su presencia no estuviera entretejida en la organización socio-económica
de las regiones en las que existían. Baste ver los trabajos de Salas (1998), Escandell- Tur (1997) para el
caso de los obrajes y en el de otras actividades, Ramírez (1995) o Aldana (1988).
6
transformación) y terciarias (servicios). Pero el momento que analizamos es, en
realidad, una etapa previa a la industria propiamente dicha y a la división internacional
del trabajo que ella supone, en donde no encontramos una separación tan nítida entre
las diferentes esferas; inclusive se verá como en las normativas del virreino se
hablará siempre en genérico de productos de la tierra, englobando a la "producción
industrial" y como contrapartida a los de Castilla. Así el criterio que se utiliza responde
a la materia productiva primaria:

CUADRO 1:
Algunas industrias de acuerdo a la materia prima utilizada

MINERAL VEGETAL ANIMAL


Minería madera (astilleros) lanas (textiles)
caña (ingenios) grasa (jabón)
barrilla (vidrio) pieles (curtiembre)
uva (vino, pisco) salazones de carne
y de pescado

De igual modo y de acuerdo a la producción y al retorno que se obtiene de estas


industrias, unas pueden ser consideradas mayores y otras menores. Bajo estas
últimas, encontraremos a todas aquellas industrias que requirieron relativamente poco
capital y cuya negociación implicó,en todo momento, pequeños -aunque continuos-
retornos, jabón, curtiembres, etc. Por el contrario, una industria mayor es aquella
cuyos beneficios son bastante significativos. Sin ninguna duda, la más importante es
la industria minera cuya explotación, parcialmente en manos del Estado y
mayoritariamente en la de particulares, pudo desarrollarse gracias a la introducción de
la amalgama de mercurio. Pero por su carácter principalmente extractivo y menos
secundario, la hemos dejado en los límites del interés de este artículo. Así,
excluyendo esta actividad, pueden ser consideradas como industrias mayores, los
obrajes y los ingenios; los astilleros también aunque no fue una actividad desarrollada
por particulares sino que tuvieron una administración que corría por cuenta del
gobierno.

Por otro lado, si bien siempre ha habido quien se dedique a la producción de


alimentos, considero que no es propio hablar de manufactura alimentaria o "industria"
alimentaria para el virreinato: en este caso, el mercado es estrecho y de alcance
netamente local. Las cajetas y otros dulces no pasaban de ser fabricados por las
mujeres para su envío como presente a familiares o amigos y a veces pequeñas
cantidades eran consideradas como parte de la dieta de los administradores, como en
el caso de los de Cacamarca (Salas 1998). Salvo por la chicha cuya producción
generalmente estuvo por completo en manos del sector femenino; una suerte de
cerveza de la época, asociada a la "chichería" como espacio de venta de alimentos,
productos al minoreo, y sobre todo de reunión de indígenas y otros sectores de la
plebe, que sufrió presiones tributarias. Quizás, en la línea, estuvieran los molinos y
sobre todo las panaderías, pero ¿estamos, en realidad, ante una industria
alimentaria?. Sobre estos temas falta aún muchísimo por estudiar.

7
También es importante recordar que las "industrias" del virreinato del Perú no fueron
solamente empresas de carácter privadas sino que también hubo lo que hoy
podríamos llamar empresas públicas. Es decir "industrias" que estuvieron regentadas
y administradas por personal directamente dependiente del gobierno central por
mucho que buena parte de las autoridades (virreyes) fueran reluctantes a dicha
situación, como los astilleros de Guayaquil. Producción de barcos, más "industrial"
que manufacturera en realidad, que requirió el desarrollo de una suerte de tecnología
marítima, adecuada a las necesidades americanas, en los que la construcción de
barcos corría por cuenta de los mercaderes- armadores, respondiendo a un plano que
permitiera su conversión en buques de guerra, en caso de necesidad del gobierno.
Hubo también "industrias" públicas que se levantaron sobre la estructura local
indígena de producción, que respondían directamente a los intereses del Rey pero
cuya administración era rematada a terceros; el caso específico de los obrajes
norandinos (quiteños) de comunidad18. Probablemente una de las pocas "industrias"
públicas -quizás la única- realmente regentada para los intereses del virreinato fue, ya
en pleno siglo XVIII, las "fábricas" de cigarrillos: establecidas en zonas de fuerte
producción de tabaco, como Guayaquil, utilizaban mano de obra asalariada y llegaron
a concentrar algo de población en su derredor. Pero como la materia prima, el tabaco,
era la droga de la época, su cultivo estuvo controlado y su producción fue
rápidamente estancada y administrada por el gobierno.

A pesar de los excelentes trabajos que hay sobre las "industrias" coloniales, poco
sabemos de ellas, en particular de las privadas. Hay un factor desestabilizador en el
análisis. Si nos fijamos en las empresas o las "industrias" más rentables, nos
encontramos que, por lo general y para mediados del siglo XVIII, éstas se
encontraban en poder de los jesuitas. La administración directa de sus propiedades
les significó un gran éxito económico: sabemos de los beneficios que les dieron las
haciendas cañeras de Vilcahuaura y del norte chico19 y que uno de los principales
obrajes de Huamanga, Cacamarca, estuvo a censo enfiteútico a favor de esta orden,
en cuyas manos también estuvieron los obrajes de San Ildefonso de Quito. Si de
"industrias" más pequeñas se trata, la hacienda vidriería Macacona o las haciendas
de San Regis o San José, al sur de Lima, pertenecían a los jesuitas; no podemos
olvidar que Sacay, la Grande, quizás la más grande de las haciendas vitivinícolas de
Arequipa también era administrada por jesuitas (Brown 1986: 45). Pero es que los
religiosos, en general, tenían un paraguas jurídico muy particular, muy conocido, y
que, bien aprovechado, hasta facilitaba (como de hecho facilitó) la integración vertical
18
Algo semejante resulta el caso de la explotación de las breas. Los ojos de copé de la pampa
piurana y de la Punta de Santa Elena eran propiedad del gobierno pero su administración y explotación
rematada en un tercero. Finalmente, para que se diera la administración directa de las empresas y
propiedades del estado hubo que esperar, prácticamente, al siglo XX y a la consolidación de la
burocracia. No hay ningún estudio sobre las breas; habría que revisar la documentación vinculada a
Matías de Urdapileta (p.e. AGN, Causa civil, 80-A [668] ) y la sección Ramo de Breas. Sobre los obrajes
norandinos, ver Tyrer (1988) y Miño Grijalva (1993; 1983).
19
El interesante libro de Cushner (1980), por ejemplo, nos habla de las haciendas cañeras del norte
chico y de algunas actividades relacionadas en el siglo XVIII hasta la salida de los jesuitas. Con lo cual,
no se puede hacer un análisis amplio y general de la actividad a lo largo
de todo este siglo.
8
y horizontal de sus propiedades y empresas. Además, pocas "industrias" pero de las
más importantes estuvieron en sus manos y parecen haber desarrollado una peculiar
forma de relación patrimonial- religiosa con la mano de obra. A diferencia de la labor
empresarial de los particulares, estos dos elementos les favorecieron y les permitieron
ser comparativamente más competitivos; sin embargo, a semejanza de ellos, no
pudieron evitar el declive económico de determinadas actividades -aunque si paliarlas
a nivel de orden20. Poco importaría, en realidad, sino fueran ellos y sus "industrias" las
pautas de medida de la eficiencia o ineficiencia económicas del conjunto de
empresarios.

Años de auge, años de caída: las industrias coloniales


Como se ha dicho, no fueron muchas las "industrias" que existieron en el virreinato.
En el anexo 1, se pueden encontrar unas breves fichas en que se caracteriza las
principales empresas manufactureras del Perú colonial. De las más grandes, algo se
sabe por su importancia económica y por haber sido establecidas desde la misma
llegada de los españoles, pero de otras, sea porque son elaboraciones regionales
más pequeñas de estas grandes industrias (ver cuadro 2) o porque son de corta
producción, como la fábrica de pólvora o las panaderías, falta mucho por conocer. En
general, toda la producción de las empresas, industrias, haciendas u otro a lo largo
del siglo XVIII, es reunida en una cesta única de productos y sufre presiones
indirectas y marcadamente diferente.

Porque el siglo XVIII no fue, en realidad, un siglo homogéneo. Desde una perspectiva
económica y dentro de una tendencia de consolidación de la actividad comercial,
hubo fuertes diferencias entre su primera y su segunda mitad; las marcan dos ciclos
económicos muy bien definidos: el primero, que engarza el siglo XVII con el XVIII y
que en lo cronológico ocurre aproximadamente de los años de 1680 a 1730, se
caracteriza principalmente por el derrumbe del eje económico virreinal, la minería, y
un primer auge de agricultura comercial así como de la gran industria -que, en este
sector, se proyecta hasta mediados de siglo inclusive. El segundo ciclo económico se
establece alrededor de la década de 1780 hasta los primeros años del siglo XIX en el
que es visible el auge de la diversificación productiva y extractiva: la minería de plata
se convierte en el producto primer interpares pero no es más el eje económico único;
los productos agropecuarios (futuras materias primas) van posicionándose dentro del
espectro económico peruano (y mundial). Pero esta etapa es también el momento en
que es sensible el declive de la estructura económica formal del gobierno virreinal,
enmarcada por la plena imposición del absolutismo controlista y las nuevas

20
Hay diversos estudios sobre diferentes actividades de los jesuitas pero no he encontrado alguno
que se centre en la forma en como se integraban éstas, de tal modo que se pudiera tener un panorama
más certero de la racionalidad y a la estrategia de supervivencia económica de la orden. Má_ aún,
cuando este éxito se vio abruptamente cortado, menos por el cambio de las estructuras
macroeconómicas y más, por los problemas políticos y religiosos que tuvieron los jesuitas a mediados
de la segunda mitad del siglo XVIII. Documentalmente se cuenta con la sección de Temporalidades y
expedientes sueltos como el de José Joaquín de Cárdenas, corregidor de Tacna sobre el remate del
cabezón de alcabalas donde se hace explícita mención a los jesuitas, quienes señalaron cuales eran
sus haciendas y por tanto, exentas del pago de alcabala (AGN, Superior Gobierno, 11 [217] 1755-57.
9
coyunturas económicas europeas internacionales que han sido ya comentadas, y que
arrastran detrás suyo a las "industrias" locales.

El siglo XVII es el del auge de las empresas manufactureras rurales, como se ha


dicho, y se establecen muchas normas para organizar un apropiado funcionamiento;
probablemente los textiles, sean los productos que sufran mayor control desde casi el
asentamiento de los españoles. Pero también_ hay una voluntad de cuidad y mejorar
la producción y, en algunos casos, hasta de realizar una suerte de protección al
consumidor. En el caso de los licores, por ejemplo. Desde 1680 se había prohibido
que funcionara cualquier fábrica de vino que no fuese de los conchos puros del vino
sin adición alguna y cosa semejante también para el aguardiente de caña. Es decir,
que no se produjere vinos y aguardientes de mala calidad sino siguiendo determinado
estándar de producción; la multa por no cumplir con esta orden y venderlos era los
suficientemente importante como para desanimar a cualquier infractor, cuatro mil
pesos (Bueno 1795: 19-20)

De igual modo, se hace sensible una preocupación por la mano de obra, sobre todo la
indígena. En el mismo año de 1681 se da una orden por la cual se señala que los
Corregidores y los Comisarios informen sobre los obrajes e ingenios que hay en sus
respectivos corregimientos y provincias. La finalidad es saber las condiciones en que
se encuentran los indígenas: evitar las vexaciones, el mayor número de indios
repartidos y la distancia de la que llegan así como también los horarios de trabajo y
las edades de los que lo hacen21. ¿Será casual que a lo largo del siglo XVII fueran
muchas y muy agrias las discusiones en torno al tema y que finalmente, para 1720 se
eliminara el reparto de mitayos, forzando a la utilización de yanaconas y de paso,
impulsando las formas libres de trabajo?. ¿Será sólo la preocupación por la situación
del indígena o no habrá un pensamiento de desarrollo económico, más intuitivo que
realmente razonado, de generar situaciones semejantes a las europeas ad puertas
del proceso industrializador?

Preguntas muy fuertes que nos enfrentan a la conocida posición sobre la presión que,
desde la Corona, hay sobre la "industria" americana -y en nuestro caso, peruana- a
fines del siglo XVIII y que se supone lleva a su desaparición. Sin embargo, es
interesante considerar que muchas de esas normativas dadas contra la industria
fueron en realidad establecidas en el siglo XVII, en plena etapa de organización y
auge de las manufacturas, pero efectivamente ejecutadas en el siglo XVIII dentro del
nuevo marco controlista que pretende imponer la Corona22. El panorama varía aún

21
Ver específicamente. AGN, Superior Gobierno 6 [89] 1681.
22
El punto no deja de ser interesante y agradezco a Alfredo Tapia, su breve comentario sobre la
ejecución de las leyes: muchas fueron dadas en el siglo XVII, recogidas en la Recopilación de Indias
pero efectivamente ejecutadas un siglo después. Esto es visible en el caso de los hacendados del norte,
con respecto al "cabezón"; los primeros se quejan de tener que pagarlo mientras que las autoridades
señalan que siempre existió aunque nunca había sido efectivizado. Ver Aldana (1988: 102) y en
particular el expediente del Archivo Departamental de Trujillo (ADT), RH, aa.136 (311) 1815. Por otro
lado es interesante notar las relativamente pocas Reales Cédulas y otras normativas producidas
directamente para América (véase, el Cedulario publicado por el Ministerio de Hacienda y Comercio
1947). Estas suerte de pautas normativas solían ser, por lo general, privilegios individuales; prima la
10
más, si percibimos que la mayoría de las Reales órdenes del XVIII están claramente
dirigidas a controlar el tráfico mercantil y no específicamente la producción industrial.
No hay una lucha abierta por desincentivar las "industrias" sino por controlar los
beneficios económicos de activas redes comerciales. Lo que sí es innegable es que
tampoco se favorece su despegue; no olvidemos la percepción colonial: las leyes
coactaban el libre desenvolvimiento que hasta ese momento había tenido la
producción americana en general.

Como en el caso de Francisco Briseño y Cornejo quien, en 1762, solicita que las
autoridades de Lima le amparen del Corregidor de Camaná, autoridad que según él,
intentaba hacerle pagar alcabala en exceso de los frutos de la hacienda "del
Cañaveral" y de los tres trapiches que en ella había; lugares que había logrado
levantar a fuersa de yndustrias, trabajo personal y bastantte suma de dinero. Antes de
esa fecha nunca había tenido problemas con ningún Corregidor ni Teniente de
Corregidor; él pagaba puntualmente su alcabala y, como señalaba en su escrito, el
Corregidor Rengifo, con tan sólo dos meses en el puesto, se había aprovechado para
sus malas acciones de la estadía de Briseño en Lima para rematar las Reales
alcabalas de Camaná (¡!)23. Si uno de los grandes problemas que tenía el cobro de
alcabalas de Lima era que no había tasa fija para los efectos y frutos de la tierra y que
se le cobraba a cada individuo de acuerdo a la voluntad del vista24, pensemos en lo
que significaba un problema de alcabala en un distrito de provincia y con el propio
rematista de alcabala. En el fondo y dada la época (1762), se está frente al inicio del
verdadero control metropolitano.

Las presiones sobre las industrias fueron, entonces y sobre todo tributarias lo que no
significa que la situación no termine afectándolas. Inicialmente las excusas son
indirectas: el mejor motivo, la necesidad de resguardar el Imperio. Durante ese primer
ciclo de agricultura comercial, estas tierras en nuevamente se convirtieron un
poderoso imán para los europeos no españoles que, con mayor beligerancia que
nunca, luchaban por encontrar un espacio en Suramérica. La preocupación central de
la Corona fue proteger Hispanoamérica de estas intromisiones; baste echar una
ojeada a las Memorias de virreyes de la época. Ya desde los años de 1680, el Duque
de la Palata recomendaba la creación del que sería luego el Virreinato de Santa Fe
para frenar la presencia extranjera; en verdad, lo que se encontraba detrás de esta
terrible preocupación, era la certeza de una continua negociación, ilegal y creciente,
entre los indianos y los europeos no-españoles que implicaba, entre otras cosas,
beneficios de los que no participaba la Corona.

Una de las soluciones para frenar la renovada presencia de piratas fue una pequeña

utilización de las leyes ya dadas y reunidas en la Recopilación de Indias.


23
El Corregidor Francisco Rengifo había ordenado la suspensión de las actividades de los trapiches
mientras no pagara la alcabala de los productos. La providencia del Superior gobierno no sólo ampara a
Brieño sino que incluso, señala que en caso de cualquier menoscabo o pérdida el Corregidor deberá
enfrentar los costos. (AGN, Superior Gobierno, leg.12, cuad.246, 1762).
24
Ver la Memoria del Virrey Manso de Velasco, quien comenta además que por esta razón, en un
mismo día, los cobros podían variar muchísimo. (Fuentes 1859: 217)
11
fuerza naval que protegiera Cartagena y el Reino. Pero el virreinato no tenía la
suficiente solvencia económica como para afrontar los gastos y por eso, se estableció
un nuevo impuesto (1742)25. Las "industrias" -y la economía en general- resintieron la
situación. Apenas si acababan de eliminarse los pesados situados que durante tanto
tiempo habían ido hacia el norte, hacia el recientemente creado virreinato de Nueva
Granada, y ahora tenía que costearse ni más ni menos que dos millones de pesos.
Además el gobierno virreinal intentaba (fallidamente) un control sobre las otras
producciones locales puesto que no se estipula que se grave la minería sino los
efectos y géneros de la tierra (Fuentes 1859: IV, 145); dentro de ellos, se incluía a los
de las diferentes "industrias", tal como se ve en el cuadro adjunto

Cuadro 2
"Nuevo impuesto"de 1742: montos asignados

PROVINCIAS Valles PRODUCCION Monto Fechas


(en pesos) (desde)
Ica Pisco/Nazca Viña 16.000 17.03.1744
Cañete - trapiches* 30.000 25.06.1747
Trujillo - azúcar 60.000 02.10.1744
Arequipa Vitor/Tambo viñas 4,199p 1½r 22.12.1745
Camaná Siguas/Majes [viñas] 4,800p 1½r 22.12.1745
Paucartambo - coca 600 10.08.1746
Chachapoyas Luya/Chillaos lonas/tabacos 1.200 31.01.1747
Saña - trapiches* 2.500 01.01.1747
Moquegua - viñas** 6.000 25.05.1747
Carabaya - coca 800*** 01.06.1746
Aymaraes - trapiches(azúcar) 1,000**** 01.10.1746
Condesuyos Chorunga viñas 300 01.01.1748
Andahuaylas - trapiche(azúcar) 2.000 20.08.1749

Fuente: Fuentes 1859: IV,146-147. *por las provincias, suponemos se trata de elaboración
de azúcar. **se da por supuesta la elaboración de vino. ***rebajado a 500ps a partir de 1750
por pérdida de cocales.****rebajado a 750ps sin fecha mencionada.

Un cuadro que nos ofrece una muy rica información, no sólo para la ubicación
geográfica de algunas industrias -de las que no se tiene mayor información-, sino
también porque nos señala cual actividad era lo suficientemente importante en una
determinada provincia como para gravarla. Además sirve de índice para esbozar la
situación económica de cada una, tomando en cuenta los montos asignados, las
fechas desde que se establece se cobre el impuesto así como las rebajas que se
plantean. Por ejemplo, el bajo monto que se les pide a los productores de azúcar en

25
Este nuevo impuesto fue colocado por el virrey marqués de Villagarcía en 1741 y fue ejecutado
definitivamente en 1742 luego de haber sufrido la amenaza del pirata Anson. Dentro de la ciudad, el
cobro estuvo en manos de administradores del Tribunal de Consulado y fuera de ella, en la de los
corregidores. Las numerosas quejas determinaron al virrey conde de Superunda a retirarlo. Ver Fuentes
1859: III y IV, 145 y ss.
12
Saña, una rica región cañera del siglo XVII26, probablemente tenga mucho que ver
con los diferentes problemas climáticos que enfrentó esta región desde 1728.

Como se ve, no hay una diferenciación clara entre la manufactura y la (futura) materia
prima. Si se considera el cuadro 3 (en el anexo), percibimos que además de esa no-
especialización hay una actividad industrial extensiva pero relativamente pequeña
que se desarrolla en paralelo a la gran manufactura -que normalmente es la que ha
concitado la atención de los estudiosos27. Las cantidades no son muchas y genera,
como el cuadro anterior, grandes preguntas: la importancia del azúcar en Huamanga,
en donde no se grava a la actividad textil que se supone hace de esta región, la zona
obrajera del centro; si hay diferencia entre el obraje y el trapiche de ropa por cuanto a
lo mejor estamos ante lo que para la segunda mitad del siglo XVIII será conocido
como chorrillo; y sobre todo, la capacidad de estas "industrias" para vitalizar, en
pequeña y mediana medida, la vida de cada región. En todo caso, la prueba
fehaciente de la activa cuanto generalizada pequeña "industria" en paralelo de la
grande.

Este nuevo impuesto y la situación que lo motiva tiene ramificaciones insospechadas.


Alienta, por ejemplo, la fabricación de pólvora. En la época, parte de la defensa del
Reino fue enviar grandes cantidades de pólvora a Cartagena y al Chagre; la situación
puso al límite la capacidad de abasto de los tres molinos de pólvora que habían en la
capital. Se propició, entonces, la creación de un cuarto que, curiosamente, se
construyó efectivamente veinte años después, 1762, utilizando los mismos
argumentos y la coyuntura de 1742. El problema que suscita el litigio y que nos da la
información no es relevante para este texto28, pero si lo es el hecho de encontrarnos
con un tipo de "industria" diferente de las más conocidas (y que se presentan en el
anexo) que utiliza, interesantemente, el salitre. Justo cuando comienza el despegue
del segundo ciclo económico del siglo XVIII en el que se comercializa gran cantidad
de productos de la tierra, como el salitre del sur. Al permitir la construcción de la
fábrica/ molino, yendo incluso en contra de los intereses de una orden religiosa, ¿se
está desincentivando su producción?. Sin embargo, es cierto que este tipo de
29
"industria" no estuvo en la base de ningún proceso de industrialización y si era de

26
Sobre tal punto, baste ver el trabajo de Susan Ramírez (1995)
27
Al respecto, vease la bibliografía. Es interesante notar que los derechos que comenzaron a exigirse
desde 1742, se habían cobrado 1'920,980p 6r para 1751. De ellos, 1'024,199ps se habían reunido en
Lima por su comercio como por ser la [caja] que recibe todo lo que producen las demas deducidas sus
consignaciones; de las provincias se había reunido 896,781p 24. (Fuentes 1859: IV, 150; 217)
28
La Abadesa del Monasterio de Santa Catalina litiga contra el Ldo. Juan José Martel para evitar
primero, la construcción del molino y luego, intentar su remoción. Según ellas esta muy cerca del
Convento y el rumor destemplado de las máquinas y sus morteros impedía la necesaria tranquilidad
para el desenvolvimiento de la espiritualidad de las religiosas así como que suponía un peligro latente en
caso de fuego. Sin embargo, el Convento estaba en realidad a dos cuadras y su Iglesia y coro, a tres. Se
demostró que el interesado real para deshacer el molino y que manipulaba el temor de las religiosas era
un francés, José Guillermo, dueño de la propiedad inmediata al molino con lo cual se anuló el litigio.
AGN, leg.12, cuad.254, 1763.
29
El descubrimiento de la dinamita, recién en el siglo XIX, potenció la industria de explosivos. Ver el
simpático artículo de Gabriel Tortella Casares (1983), La primera gran empresa química española: la
13
gran interés para el gobierno virreinal.

Chorrillos y trapiches pululan por el territorio para la segunda mitad del siglo XVIII; los
sinsabores que causan los primeros en Cusco y Huamanga han sido estudiados
(Escandell- Tur 1997; Salas 1998). Se señala la lliberalización de esta pequeña
"industria" como uno de los elementos que confluyeron para estrechar las
posibilidades de las grandes. Pero, ¿era posible detenerla?. Por otro lado, ¿cómo y
por qué ellas si pudieron resistir la presión tributaria? ¿Evasión continua de
impuestos?. Más que posible.

Pero lo que si fue conocido y aceptado naturalmente en la época, incluso desde el


gobierno, era que sólo con la libertad de comercio de las especies se conseguiría la
abundancia y baratura de ellas. Se rechazaban así cualquier intento de establecer
monopolios, por tentadora que fuera la oferta. ¿Acaso no lo fue la de Don Francisco
Liza? Veinte años de asiento, pagando en los primeros diez 2,500 ps cada año y
luego, durante los otros, 5,000ps; cubrir la deuda de 5,072 ps que tenía el gremio de
curtidores, zurradores y laneros pagando 500ps anuales hasta cubrirla y finalmente,
rebajar 1 ½r por badana para el trajín de azogues. Todo a cambio de una tenería de
todo género de pieles, lanas y cordobanes,[...] con privilegio exclusivo de que otro
alguno los pudiera curtir, zurrar y teñir30. Incipiente liberalismo que debe haber teñido
la visión de los empresarios y que probablemente fomentó el rechazo a cualquier
forma de monopolio o de estanco; peor aún si venía desde el gobierno.

Por doquier, aunque quizás de manera muy aislada como señala Malamud31, hubo
intentos de establecer nuevas "industrias". ¿Cómo llamar sino a los esfuerzos de
Joseph Vásquez por producir tinta china?. Grabador de láminas y sellos de la ciudad
se ha enfrentado a tiempos en que no se logra su calidad [de la tinta] sino a
muchisima diligencia y costo pues las fabricas de aquella región generalmente han
bastardeado en este como en otros varios ramos comerciales (Mercurio Peruano
1964: I). Inclusive, el señalaba que de tener acogida esta producción podía ser util no
solo en este reino. Pero también José Laos y Cabrera ofertaba al público una técnica
para mejorar la maquinaria de los trapiches de caña, cuyo diseño y modelo fue
presentado ante el gobierno y examinado por Cosme Bueno, Catedrático de
matemáticas y Vicente de Veza, comandante del Real Cuerpo de Ingenieros
(Odriozola 1870: VI, 394-396).

Casos estos dos que no son aislados. En realidad son muchos los que solicitan
Sociedad española de la dinamita (1872- 1896) (En: Anes, Gonzalo... [et al.].- Historia económica y
pensamiento social....- pp.431- 453). Algo sobre la pólvora en el virreinato en la Memoria del virrey Croix
(Fuentes 1859: V,177 y ss.).
30
Claro está que las quejas llegaron de inmediato, de los zurradores, curtidores y laneros pero sobre
todo de los hacendados -ganaderos de Piura y Lambayeque, a los que se escucha en particular. Se
rechaza la posición del proyectista por el perjuicio que se haría a tantos individuos. (Fuentes 1859: V,95-
97)
31
Sin embargo, como ya señalé en otro lugar, no se cuan suficiente es el muestreo de este acucioso
investigador como para afirmar la resistencia a la modernización mostrada por los propietarios y
comerciantes virreinales (Malamud 1995: 218).
14
permiso para establecer pequeñas "industrias", permisos que son concedidos: desde
mediados de la segunda mitad del siglo XVIII se busca establecer molinos de trigo
como en Tarapacá (1786), en Cajamarca (junto con un trapiche de caña, 1791), en
Jauja (1795), otro molino en Cajamarca (1801), en Colquemarca (1805); tenerías en
Lima (1788); tinas para hacer jabón en Cañete (1802), en Minocucho (1803) ¿Hasta
qué punto no es una versión americana de los jefe de taller europeos, también de la
misma época -segunda mitad del siglo XVIII- y que sirvieron como puntos de apoyo
para la producción fabril subsiguiente?32. Claro que el gran problema es que no
producen lo adecuado, es decir, textiles.

En esta última actividad, se sabe que hubo una suerte de verlagsystem, relativamente
conocido para el caso del Cusco (Escandell-Tur 1997) pero que, por ejemplo, no ha
sido estudiado para Cuenca y sus tejidos de algodón fundamentalmente producidos
en casas y no en obrajes ni chorrillos. Los nuevos tiempos también eran leídos por los
"industriales". Tan pronto como 1796, José Antonio Ugarte esta pidiendo permiso
para establecer un molino de despepitar algodón, haciéndonos notar primero, los
intereses arequipeños por cultivar esta fibra que día a día estaba más en boga y
luego que es una máquina que él mismo ha inventado para procesar la producción
local. ¿Será casual que tan pronto como 1830 en Piura se cuente con varias
desmotadoras de algodón?33.

Que acá también se estaba procesando la época e intentando mejorar la técnica, es


algo visible. Finalmente con el arancel de 1754 se había buscado fomentar la
producción: en zonas obrajeras se autorizó la distribución de cardas, añil y palos del
Brasil34; incluso se afirma que hubo un proteccionismo suigeneris de importantes
centros obrajeros norteños, Cajamarca y Huaylas específicamente, porque
salvasguardaron a los grandes obrajeros y a su mercado de la intromisión competitiva
de los corregidores35. Pero que hubo respuestas desde los propios "industriales", la
hubo. En el caso de Huamanga hay una visible reorganización en la utilización del
espacio: mientras que en el siglo XVII se trabajaba alrededor de un solo patio, en el

32
Jefes de pequeños talleres que se encargan de entregar determinada cantidad de trabajo a un
número de gente bajo su control y que se entiende económicamente con el dueño capitalista y que le da
a sus trabajadores la mitad de lo que recibe (Beaud 1984).
33
Sobre el inventor arequipeño, AGN Superior Gobierno 25 [743] 1796. En relación a las
desmotadoras piuranas, Archivo Departamental de Piura, Juzgado de Primer Instancia, causas civiles,
41 [788] 1839.
34
Creo que habría que establecer con mayor cuidado como fue que se convirtieron en un medio por
el cual el indígena subsidió los costos de la producción obrajera y permitió su abaratamiento, sobre todo
porque de acuerdo a los ciclos textiles estamos prácticamente al fin del período de bonanza de los
obrajes y de inicio de auge de los chorrillos. El trabajo de Tord y Lazo (1981: 127) recoge una visión
propia de los '70 y de los '80 que hoy en día, con el mayor número de estudios y bajo otra lectura menos
política -pero no menos real-, está cambiando la forma de entender el país. Con respecto a obrajes, ver
Escandell- Tur (1997) y Salas (1998)
35
No hubo repartos de ropa en Cajamarca y en Chachapoyas, su mercado más importante, éste era
sólo opcional y al costo de Cajamarca. En Santa, mercado de Huaylas, tampoco hubo reparto de ropa.
(Tord; Lazo 1981: 141) Pero, ahora bien, ¿proteccionismo para el indígena? O poca facilidad para
establecer quien pertenecía a tal categoría.
15
XVIII se distribuyó la labor en un conjunto de patios con varios cuartos en donde
realizaban labores específicas: por ejemplo, el antiguo patio de la fábrica pasó a ser la
casa- hacienda y en la parte posterior se levantaron otros patios que funcionaban
como talleres. Una suerte de especialización productiva -más no fabril- a la que
progresivamente fueron llegando los obrajeros a causa de la creciente demanda de
textiles que hubo entre 1670 y 176036.

Más aún, aprovechando la posición de la Corona de los años de 1750, en los 90 se


intenta encontrar un espacio para desarrollar la industria textil de algodón. Quizás
porque están viendo (o viviendo) lo que de su transformación se está derivando. Un
grupo de empresarios plantea la necesidad de establecer una escuela para enseñar a
hilar algodón, pero también lino y cañamo, a mano de obra, desperdiciada hasta ese
momento: las mujeres37. Su intención captar el nicho popular del mercado local que
no era cubierto por los tejidos españoles que, al parecer, como los extranjeros, se
destinaban al mercado, podríamos decir, medianamente suntuario. ¿Pero no habría
una forma encubierta de poder saltarse las normas establecidas por la Corona?
Finalmente, era gente con mucha práctica en hacer que la ley se acate pero no se
cumpla.

Ciertamente salta a la vista nuestra condición de reino dependiente si de textiles se


trata. Aunque, en teoría, las normativas no van en contra de la "industria" pues
nuevamente durante la época del virrey Gil se establece que,

la libertad de comercio, establecida por S.M., en común utilidad de todos sus


vasallos, tubo por principal objeto el fomento de la agricultura, fábrica,
población y fuerza de los puertos interesados, facilitando la exportación de
toda clase de producciones en las provincias inmediatas para exigir de ellas el
aumento de su valor (Fuentes 1859: VI, 120)

Se suponía que como todos los tejidos de lana, lino, cañamo y algodón fabricados en
la península gozaban de entera libertad de almojarifazgo (a semejanza de otros
productos españoles como mercería, algunas medicinas, papel, etc.) en su ingreso al
Perú, de igual modo, los productos peruanos semejantes tenían igual libertad si eran
enviados a España.

Pero el asunto cambiaba radicalmente si se negociaban hacia otro mercado. No creo


que nunca se pensara en llegar a un mercado europeo más que a través el envío de
fibra (algodón pero también lana de camélidos, vicuña en particular). Y se trataba del
comercio regular intervirreinal, la producción textil peruana y americana tenía que
pagar 5% de almojarifazgo, compitiendo contra una producción española libre de
derechos y asumiendo un pago mayor que el 3% de almojarifazgo normal a cualquier

36
El punto fue comentado con Miriam Salas, quien además señaló la mejora que hay en la técnica
productiva en sí. Ver además sus trabajos (1995; 1998).
37
Estas escuelas llegaron a establecerse pero fueron de efímera vida. El interesante documento, que
da para mucha reflexión, en AGN, Superior Gobierno, 30 [940]: 1803
16
artículo nacional38.

Sin embargo, y es interesante para la reflexión sobre Hispanoamérica, que se señala


para España que, en realidad y a pesar de la libertad de comercio que podría haber
implicado el mayor volumen de exportaciones por el número de puertos habilitados,
éstas no implicaron un fuerte estímulo para los cambios agrarios. Las exportaciones
de la península, en general, por su cuantía, no desempeñaron otro papel que el de
minúsculos impulsos de unas tendencias más complejas que las que surgieran del
simple aumento de exportaciones o de su contracción39. En el caso del Perú,
¿sabemos realmente el impacto de estas exportaciones/ importaciones; el tipo de
mercado, el consumo? O sólo se escucha los ecos de las quejas de los grandes
"industriales", acostumbrados a una suerte de mercado cautivo, sin mayores cargas
tributarias y dentro de un ambiente de relajación del gobierno de larga data (todo el
siglo XVII hasta mediados del XVIII inclusive).

Porque, si bien no dejan de ser ciertas las trabas a los "industriales" por la condición
de reino dependiente y la competencia extranjera, a lo que se suma el desinterés que
había por la manufactura nativa tanto por parte de los locales como de la Corona, no
deja de ser interesante que, para el último tercio del siglo XVIII hay un visible auge de
la pequeña y mediana manufactura textil dentro de un marco de generalizada
informalidad. Mucho hay aún por preguntarse. ¿Es acaso casual que Escandell- TUr
(1997: 351) nos analice factores más bien internos para explicar la caída de la
producción textil (obrajes y chorrillos) en Cusco?. No sólo fue la separación del Alto
Perú del virreinato peruano ni la abolición de los repartos forzosos de mercancías sino
más bien el surgimiento y la potenciación de otros núcleos textiles más cercanos a los
principales centros minero del Alto Perú, como La Paz y Cochabamba, la que signe el
declive de la textilería cusqueña.

Pero, ¿no podría considerarse también otros graves limitantes para el desarrollo de la
industrialización en el Perú?. Sabemos que para el último tercio de siglo XVIII
comienza a darse en todo el mundo occidental un desarrollo de vías de
comunicación, que se retrasa en España y en Hispanoamérica. ¿Acaso no es esta la
época en que se mejoran los caminos que salen de Lima y de algunos puentes de la
costa que se inscriben en la línea de hermosamiento de la capital que estableciera
Amat?. Pero, ¿hay un real intento de mejorar la infraestructura vial o tan siquiera la
portuaria (en un momento en que el mar se perfila como el medio de comunicación
por excelencia)?. Quizás el Ande era un reto geográfico demasiado grande para la
técnica de ese momento.

38
Para la época de Gil de Taboada, la alcabala ya estaba establecida en 6% para cualquier producto
nacional. La seda tenían un pago de 1r de vellón, la libra y el almacenaje desde 1785, era de 4ps por
cada cien piezas. (Fuentes 1859: VI, 240)
39
A pesar de lo interesante de su posición, Anes (1983) no toca el tema de los volúmenes de textiles
enviados a América. Ciertamente el grueso provenía de Inglaterra pero quizás en este rubro si haya sido
importante. Ver "La agricultura española y el mercado americano" en Anes, Gonzalo... [et al.].- Historia
económica y pensamiento social....- pp.193- 204
17
Por otro lado, cuando se da el hambre de madera en Europa se pasa a utilizar el
carbón y de allí que se de el salto energético. El problema había sido recurrente en
nuestro caso: desde el mismo asentamiento de centros mineros como Huancavelica
(1563) se había tenido que enfrentar la carencia de madera para la producción.
Durante mucho tiempo solucionada con el ichu, las innovaciones tecnológicas y la
maquinaria que se comenzó a producir requería de una mayor fuerza energética que
el ichu no llegaba a cubrir. Conocido es el caso de Threvithick y las minas de Cerro de
Pasco; el problema por el control de la compañía y sobre todo provisión de
combustible para las voraces máquinas nuevas (Fisher 1978: 268). En la misma
España, no fue grande el interés que se tuvo por la producción carbonífera y menos
por impulsar su industrialización40.

Inconveniente fuente de energía, presiones barométricas, falta de tecnología -lease


hierro-. Muchos elementos se combinaron para frenar la utilización de máquinas. Pero
la gente de la época se daba cuenta de la falta de energía o de su mala utilización. El
interés del ya mencionado Laos y Cabrera era solucionar el desperdicio de agua en
los trapiches de caña lo que hacía que éstos fueran menos productivos. Pero, en
general, poco muy poco se tenia de hulla negra y no era mucho la blanca utilizable;
ríos discontinuos por la costa, encajonados y torrentosos por la sierra. ¿El estado
metropolitano o el gobierno virreinal desincentivaba este tipo de iniciativas que
buscaban paliar las carencias energéticas? No lo sabemos pero lo que si estamos
cierto es de que los intentos por encontrarlas, se daban.

Algunas ideas finales


El siglo XVIII fue el de la expansión mercantil mundial y en él, lentamente las
"industrias" fueron convirtiéndose en una verdadera novedad productiva de niveles
insospechados cuando se convirtieron plenamente en fábricas. Muchos elementos se
conjugaron para permitir este último proceso, revolucionario por cuanto marcó pautas
irreversibles en la sociedad humana: consolidación del mercado mundial y de las altas
finanzas; establecimiento de rutas de comercio merced a una marina desarrollada;
grupos sociales diferentes y establecidos -principalmente burgueses pero también
campesinos desarraigados y utilizados como fuente prácticamente inagotable de
mano de obra-; un creciente liberalismo en proceso de definición de la mano con
gobiernos participativos, a través de parlamentos o vía repúblicas, y que sentó la
división internacional del trabajo y la buena o mala ubicación de los espacios como
América y sus diferentes países, con respecto a la cultura dominante y centro de
poder, Europa. Finalmente lo que durante muchos años de importantes estudios se
analizó, desde una perspectiva netamente económica, como el tránsito entre el
feudalismo y el capitalismo, hoy se enfoca, desde una perspectiva más global, en la
nación y en el éxito o fracaso de su construcción.

Partícipe de este proceso fue la Corona española, establecida como metrópoli;


nuestro gobierno virreinal participaba en medida análoga de la miopía española con

40
Cfr.Rafael Anes Alvarez (1983), "La industrialización en Asturias" en: Anes, Gonzalo... [et al.].-
Historia económica y pensamiento social....- pp.353- 369
18
respecto a los procesos de su época (que implicó, por ejemplo, el no
aprovechamiento de minas de carbón; el casi nulo impulso a rutas de transporte y
otros medios de comunicación) y vivía de glorias pasadas (característica que aún es
fácil encontrar entre nosotros). No hay una política dirigida expresamente a la
desarticulación de las "industrias" del virreinato del Perú, aunque si una suerte de
protección especial y particular para determinado sector productivo español, los
textiles. Bajo la forma legal, América y España tenían semejante cobertura legal pero
la diferencia fundamental radicaba en la facilidad y permiso de los peninsulares para
comerciar con cualquier punto del imperio mientras que los españoles americanos
sólo podían comerciar hacia la península.

Por lo mismo, la desincentivación de las industrias americanas es un proceso doble


que combina factores internos y externos. Externos porque su condición de reino
dependiente determina el acatamiento de las leyes y normativas desde Madrid. Pero
que de por sí sólo no es un elemento explicativo dada la conocida trayectoria de
"liberalidad" de articulación que durante mucho tiempo, prácticamente el siglo XVII,
habían tenido los americanos; no hubieran dudado en desacatar normativas a pesar
del control renovado y el centralismo de la Corona. Esta, a lo largo del siglo XVIII y en
particular a fines de siglo, está cada vez más interesada en participar del álgido
comercio interno de un sinnúmero de productos que, merced al peso excesivo del
mercantilismo, había dejado de lado. Las normativas no son del todo nuevo; se
efectivizan muchas que tienen casi un siglo de establecidas y que forman un corpus
legal, la Recopilación de Indias. La presión terminó siendo canalizada por la violencia,
el contrabando y finalmente, el desmembramiento del imperio via la separación
republicana.

La presencia de competencia extranjera es un punto importante que no ha sido


convenientemente analizado en relación directa con las "industrias". ¿Qué tipo de
productos eran los que ingresaban en competencia con la manufactura local?.
Prácticamente textiles, particularmente ingleses, que competían, en realidad, con la
producción peninsular colocada en estos territorios y menos con el tipo de producción
en la que se fueron especializando los locales: nichos de mercado para los amplios
sectores populares; de allí el éxito de los chorrillos. ¿Cómo medir realmente el peso
de lo foráneo sin caer en el hacer eco de los industriales del pasado?. Más bien, lo
visible es que la presencia extranjera afectaba fuertemente los intereses comerciales
del sector mercantil: se movían en los circuitos virreinales y sobre todo regionales con
productos que también formaban parte de la canasta comercializadora local. Doble
presión, desde la arena local y sobre todo, desde arriba, pues ante la necesidad de
repeler al enemigo, las autoridades colocaban impuestos en miras a recaudar fondos
para los avituallamientos.

Sin embargo, también hay un conjunto de situaciones internas. Un gobierno


centralizado, que busca controlar un territorio, requiere contar con fuentes de dinero
que, generalmente, se expresan en la recaudación tributaria. El problema es la
aplicación de una línea mercantilista, la no- inversión; si hasta hoy existe, ¿cómo
juzgarlo en el pasado?. En la época, los propios peruanos, acostumbrados a la
flexibilidad de un estado lejano y a un gobierno cercano que vivía de la minería y de la
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tributación indígena, están poco dispuestos a pagar impuestos: los empresarios y los
"industriales" resienten las aduanas externas, cobros de almojarifazgo, racionalización
de las alcabalas, etc. En miras a lograr la centralización, buscada desde Madrid, las
autoridades ahora si controlan la ejecución tributaria. Situación que afecta en la
medida que los "industriales" y los empresarios han tenido una suerte de protección,
indirecta, a causa la debilidad del Estado. El problema permanecerá aún en el XIX y
no nos abandonará tan fácilmente.

Contar con un gobierno -y no un verdadero estado- es una suerte de problema


mayor. No hay políticas que partan desde adentro y que estén dirigidas a mejorar el
aparato productivo interno así se viva en función de una metrópoli. Posiblemente,
como se ha dicho antes, repitiendo patrones españoles: no hay mejoras de rutas o de
infraestructura de comunicación que no pasen por el simple hermosamiento de la
capital, levantada de sus ruinas. Por más que también en estas tierras hay hambre de
madera, no se da un paso por encontrar fuentes energéticas subsidiarias; como
siempre se espera la acción individual. El carbón no es un elemento fácilmente
encontraba y explotable en estas tierras a lo que se suma la poca facilidad para
encontrar yacimientos de hierro. Sin fuentes energéticas y sin capacidad para
desarrollar innovaciones tecnológicas por la carencia de hierro, los "industriales" se
encuentran atados de mano, casi sin saberlo (o sabiéndolo y por eso, la rápida
reconversión a productos agrícolas, fácilmente colocables en el mercado, la materia
prima).

El tipo de "industria" que se levanta y se desarrolla exitosamente en el siglo XVII, por


más que intenta no tiene la capacidad de y no puede adecuarse al XVIII y a los
nuevos tiempos que se avecinan. Sin embargo, habrá quien logre sobrevivir en la
gran industria, merced al privilegio de un mercado cautivo y a cubrir las expectativas
locales -como los Garmendia-; otras grandes y pequeñas "industrias" prolongaran su
agonía y terminaran desapareciendo en el siglo XIX ante el verdadero embate de la
industria europea.

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