conexión, tu comunicación debería ser más emocional.
Por el contrario, si es una persona que has
conocido una noche e intuyes que lo único que busca es sexo, tu comunicación deberá ser más sexual y provocativa. Parece lo más obvio del mundo, pero a veces se pasa por alto e influye en todo tipo de contextos. Si esa persona con la que hablamos es una amiga del trabajo que está pasando por un mal momento, tendremos más cuidado de no ofenderla, ¿no? Pues sí, en teoría. Sin embargo, esos condiciona mientos a menudo se nos olvidan, tanto los actuales como los pasados… Por otro lado, la pega de todo esto está en la generalización. Hay quie nes piensan que una chica o un chico de fiesta solo busca sexo, si volvemos al ejemplo anterior. Nada más lejos de la realidad. El contexto puede hacer que nos planteemos algunas hipótesis, pero es nuestra observación e ins tinto los que finalmente tienen que decirnos cómo actuar. En mi libro Despierta belleza dedicamos toda la segunda parte del libro al comportamiento y bueno… Menos mal que tú eres más razonable. Porque tu amigo casi me saca de quicio —espeta mientras a mí me empieza a dar la risa. —Sí, veo que contigo también lo consigue. Ahora, déjame decirte una cosa. Si eres capaz de defender así tu coche, que no deja de ser un objeto, no me quiero ni imaginar cómo lo harás cuando alguien se meta con tu novio. ¡Que sepas que ahora mismo le tengo mucha envidia! —Muchas gracias, aunque la verdad es no… no tengo novio —susurra visiblemente nerviosa y cautivada. —Pues si no tienes novio, ¿entenderás que quiera conocerte verdad? A ver, déjame que te vea bien —le digo cogiéndola de sus manos hacia arriba mientras contemplo su cuerpo con un gesto divertido que la hace sonreír— . Sí, sin duda alguna ahora lo tengo claro. Dame dos besos, anda. Y así continuamos hablando durante largos minutos que se convirtieron en decenas de ellos hasta que sus amigas le suplicaron reanudar su marcha. No sin antes ofrecerme su número de teléfono y un más que cálido abrazo. ◆ Lo más gracioso de esa historia es que no solo mis alumnos siguieron apoyados en su coche, sino que yo mismo terminé apoyándome en él en mis cursos online no cesamos en hacer menciones y dar ejemplos para alimentar nuestro instiLa miro sonriente y con buen ánimo. Con un tono cómplice y sin jui cios. —Macho, no te pillo —resopla ella algo más tranquila en su descoloque. —Bueno, ahora en serio. Yo soy el chico del coche de al lado. Nos hemos puesto a beber en mi maletero y lo que pasa... estábamos hablando y sin querer nos hemos desviado hacia tu coche. Te pido disculpas. Si yo hubiese llegado a mi coche y me lo hubiese encontrado con un montón de tíos desconocidos apoyados en él, me habría puesto igual que tú. En cuanto pronuncio ese “me habría puesto igual que tú”, percibo cómo ahora sí su rostro se relaja por completo. Haciéndole ver a plena luz que la entiendo. Ella ya sabe que ese comportamiento no es digno de la madre Teresa de Calcuta. Lo nto. Para que seas consciente de su utilidad, veamos un ejemplo deigual, chaval. ¡Yo no me pongo de ninguna manera! Sois vo sotros los que estáis donde no debéis. —Entiendo que te fastidie, pero es una falta de educación venir aquí a gritarnos. Ni que hubiésemos cometido un crimen —argumenta de nuevo mi compinche metiendo la pata hasta horizontes inexplorados. Cuando estamos enfadados, por más que la acusación que nos lancen sea verídica al 100%, vamos a defendernos con uñas, dientes y a pisotones si es necesario. Las argumentaciones sin calma siempre sobran. —¡Ahhhhhhhhhh! — grita ella estallando por la frustración. Lo aprovecho para introducirme en la partida. —Perdona, ¿puedes repetir ese chillido? Me ha parecido super meló dico. —¿Cómo dices?