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Resumen
El presente artículo presenta ejemplos comunes de diferencias del lenguaje técnico entre el ámbito jurídico y el psicológico, que pueden
llevar a confusiones y valoraciones erróneas en periciales infantiles.
En el mismo sentido, también resume algunas dinámicas psicológicas provocadas por las situaciones de abuso y violencia en niñas, niños y
adolescentes que igualmente pueden dar lugar a confusiones y valoraciones erróneas pero responden a la realidad psicológica (ineludible) por
medio de la cual las niñas, niños y adolescentes manejan y se sobreponen al enorme estrés que significa ser testigo o víctima de abuso y
violencia.
Por último, se mencionan las obligaciones que estos hechos conllevan para el perito y para el juzgador o juzgadora.
Introducción
Las periciales infantiles deben ser un instrumento que ofrezca información válida y confiable, pero también comprensible, sobre la realidad
psicológica del niño, niña o adolescente evaluado.
Tratándose de infancia y adolescencia, existen implicaciones vinculadas a las diferencias de lenguaje técnico jurídico y psicológico, que
deben converger para asegurar la validez y efectividad de la pericial. El juzgador o juzgadora debe, entonces, contar con información mínima
sobre lenguaje técnico psicológico que le será indispensable a la hora de valorar una pericial infantil y, el psicólogo que elabora el peritaje, debe
asegurar que su lenguaje refleje aspectos técnicos propios de su ciencia pero dentro de límites que aseguren la comprensión para el juzgador o
juzgadora.
Esto mismo sucede con dinámicas psicológicas desencadenadas por el abuso y la violencia en niñas, niños y adolescentes que provocan
conductas contrarias al sentido común y que podrían llevar a conclusiones y valoraciones erróneas. Se revisará cada uno de estos puntos a
continuación.
Un aspecto complejo vinculado a la valoración de periciales infantiles es la convergencia de lenguajes técnicos diversos. Un proceso de
justicia implica personas de disciplinas diversas interactuando con el niño, niña o adolescente desde acciones específicas, con métodos y
objetivos dirigidos al mismo fin, pero diferentes.
Si lo anterior no ocurre, se crean y sostienen dos escenarios que ponen en riesgo la protección efectiva de niñas, niños y adolescentes:
Términos psicológicos técnicos (no esclarecidos por el perito) que dan lugar a interpretaciones erróneas a la hora de valorar
periciales infantiles.
Dinámicas propias de los efectos que ser víctima o testigo de abuso y violencia provoca en niños, niñas y adolescentes y que son
difíciles de comprender desde disciplinarias diversas a la psicología y, del mismo modo que el escenario anterior, pueden dar lugar
a interpretaciones erróneas de las conductas o dinámicas infantiles.
Existen una serie de términos técnicos que, comprendidos desde la psicología, tienen una connotación diversa a la que tienen desde el
sentido común. En algunos casos se debe a que, algunos términos, han adquirido popularidad con un sentido diferente al que tiene en la teoría.
Ofrecemos a continuación algunos ejemplos de fragmentos de periciales en psicología con la confusión que suelen conllevar:
1El niño, niña o adolescente que tiene una relación significativa con quien lo agrede no sólo no sentirá odio hacia su agresor, sino que intentará protegerlo. Esto se explica en las características emocionales, de
vulnerabilidad y dependencia que hemos explicado en los primeros capítulos de este protocolo.
lealtades hacia los padres” le pasó” sus progenitores, aún cuando lo agreda”2
“El niño se identifica con el agresor” “Significa que lo quiere, y que no le La identificación con el agresor es un medio de supervivencia infantil ante situaciones de maltrato y abuso. El niño “actúa”
pasó nada”. agresivamente como medio de controlar una situación que lo atemoriza3.
“El niño manifiesta evitación frente al “Trata de no decir la verdad” La evitación es un mecanismo de defensa ante la angustia, involuntario e inconsciente. No tiene nada que ver con un intento de
tema” ocultar información.
“El niño no presenta síntomas al “Si no tiene síntomas, significa que Existen dinámicas psicológicas que con frecuencia provocan la no aparición de síntomas en la realidad psicológica de niños, niñas y
momento en el que se denuncian e nada le pasó” adolescentes víctimas o testigos de abuso y violencia. Estas dinámicas se abordan en el siguiente apartado.
investigan los hechos, pero cabe la
posibilidad de que los desarrolle en el
futuro”
Ante la diversidad en la utilización y comprensión de términos y, ante la ausencia de clarificación suficiente por parte del perito en el cuerpo
del dictamen, es esencial que el Juez o Jueza pida esclarecimiento al perito ante cualquier duda, ya que la interpretación incorrecta de un
término puede tener consecuencias peligrosas para la protección del niño, niña o adolescente.
Además de términos técnicos que deben esclarecerse, existen dinámicas psicológicas complejas cuando se trata de niñas, niños y
adolescentes víctimas o testigos de abuso y violencia que son contrarias al sentido común, y que también pueden generar valoraciones
erróneas4.
Algunos efectos de la victimización que sufren niñas, niños y adolescentes parecen “ilógicos” o “absurdos”, si no se comprenden desde la
realidad cognitiva, emocional y de violencia que vive5. Si se utiliza una lente especializada en infancia, es posible comprender que lo que se
interpreta como “ilógico” en las reacciones del niño, niña o adolescente, se sostiene en preconceptos (mitos) sobre “cómo debería” verse o
actuar:
El hecho de que el niño, niña o adolescente no muestre angustia, miedo y otros síntomas típicos no significa que no fue victimizado6.
2 Stefano Cirillo, et.al., Niños maltratados. Diagnostico y terapia familiar. Ed. Paidós. México, 1991
3 Stefano Cirillo, op. Cit.
4 Carlos A. Rozanski, Abuso sexual infantil. ¿Denunciar o Silenciar?, Ediciones B Argentina, Buenos Aires, 2003
5 E. Echeburúa, et.al., Abuso sexual en la infancia: victimas y agresores. Un enfoque clínico, Ed. Ariel. Barcelona, España, 2007
6 J. Masip, et.al., La evaluación del abuso sexual infantil, Ed. Eduforma, España, 2007
1. Por su corta edad y/o falta de información, no comprende la lascividad o gravedad de los hechos9. Esto hace que su situación psicológica no requiera de
síntomas para “evidenciar” el conflicto y, por lo tanto, éstos no aparecen. La victimización sufrida no queda registrada en la memoria del niño o niña como un
trauma, pero sí existe registro de lo sucedido. Recién cuando se desarrolla anatómica y hormonalmente, cuando comienza a recibir información sobre
sexualidad y genitalidad, cuando se inicia en vínculos amorosos, etc. es cuando psicológicamente puede adscribir a lo que le sucedió la lascividad o
agresividad que implicaba. Es por ello que muchas de las personas que han sido víctimas en la infancia, presentan síntomas durante la adolescencia y adultez,
cuando lo vivido sí se transforma en un conflicto10.
2. Ha podido develar lo sucedido y ha recibido inmediato apoyo y protección por parte de su contexto, deteniéndose las agresiones. Pueden haber existido
síntomas que remitieron al recibir apoyo del contexto inmediato y que ya no están presentes 11.
3. Ha recibido apoyo terapéutico y procesado el conflicto que la situación le provoca, de modo que el síntoma ha dejado de ser necesario para tramitar el conflicto
en el aparato psíquico.
Además, cada persona posee una historia, edad evolutiva y una dinámica psicológica particular, por lo cual no siempre es posible encontrar “síntomas
típicos”12. Aunque las víctimas de abuso sexual infantil, por ejemplo, tienen una mayor probabilidad de presentar los síntomas típicos, se produce una gran
variabilidad en la naturaleza y extensión del estrés psicológico que experimentan13.
El hecho de que el niño, niña o adolescente no muestre odio hacia el agresor ni intente huir de él no significa que no fue victimizado
Contrariamente a lo que el sentido común indica, un niño que está siendo victimizado por una persona cercana 14, puede odiar lo que le hace y querer a la persona al
mismo tiempo. Esta es la definición por excelencia de la ambivalencia (querer y odiar simultáneamente). En todo caso y, para comprender mejor la situación
7 Los mecanismos de defensa psicológicos influyen en la percepción, la memoria y la conducta infantil de diversos modos, todas orientadas a "manejar" de algún modo la situación para poder seguir viviendo. Como no
puede ejercer un cambio efectivo en la realidad de la relación con el adulto agresor, lo que le queda es adecuar su propia percepción y otros procesos cognitivos y mentales para asimilar y afrontar de algún modo los
hechos. Muchas veces, se traducen en conductas incongruentes, como “transformación en lo contrario”; por ejemplo y en lugar de mostrar temor, el niño, niña o adolescente muestra ira.
8 Freud explicaba a los síntomas como una “solución de compromiso”; como si el aparato psíquico entendiera “si no puedo hablar de esto que duele, en vez de eso mandaré una señal, un mensaje que lo represente”.
Es sabido desde hace mucho tiempo la relación entre síntoma y conflicto en el ámbito de las enfermedades psicosomáticas. Lo mencionamos con intención didáctica: un psicólogo que atiende a alguien que tiene asma
podría rastrear y encontrar un conflicto con algo/alguien que “lo asfixia”. El síntoma es el mensaje de que hay un conflicto, y muestra el camino hacia él.
9 Una niña pequeña víctima de abuso sexual, por ejemplo, puede relatar tocamientos en el área genital con una connotación emocional más cercana a la curiosidad que a la angustia. Si la victimización ha sido
recurrente, pueden incluso adscribirle significado de “juego”, “cosquillas”, sin temor ni angustia.
10 M. Malacrea, M. Trauma y reparación. El tratamiento del abuso sexual en la infancia. Ed. Paidós. Buenos Aires. Argentina, 2000
11 Jorge Barudy, et.al., Los buenos tratos a la infancia. Parentalidad, apego y resiliencia. Ed. Gedisa. 4ª. Edición. España, 2007
12 Para comprender la naturaleza e impacto de la victimización sexual sufrida por los niños, así como la forma en que actúan los factores de protección, resulta imprescindible adoptar una perspectiva evolutiva
(Finkelhor, 1995; Feiring, Taska y Lewis, 1998ª, 1998b en Cantón Duarte y Cortés Arboleda, 2008R: 26). La presencia o no de determinados síntomas en las víctimas parece depender de su edad o estadio evolutivo, de
manera que mientras algunos efectos del abuso pueden presentarse durante todo el período infantil, otros son específicos de una determinada etapa. Por ejemplo, el sentimiento de culpabilidad es menos probable que
se presente en el caso de los preescolares y que aumente la probabilidad de aparecer conforme maduran las víctimas. Los adolescentes víctimas de abuso sexual infantil suelen presentar depresión; conductas de
retraimiento, suicidas o autolesivas, trastornos somáticos, conductas delictivas, huídas del hogar y consumo de drogas.
13 Beitchman, Zucker, Hood, DaCosta y Ackman, 1991; Berliner y Elliott, 1996; Boney-McCoy y Kinkelhor, 1995b; Cortés y Cantón, 1998; Kendall-Tackett et al,. 1993; Mannarino y Cohen, 1996ª, 1996b; Silverman,
Reinherz y Giaconia, 1996; Wolfe, Sas y Wekerle, 1994, en Cantón Duarte y Cortés Arboleda, 2008R: 26
14 Cabe aclarar que la condición para la ambivalencia es que el agresor sea significativo para el niño, y no necesariamente alguien consanguíneo o conviviente. Alguien significativo puede ser cualquier persona que, aún
con engaños, haya satisfecho alguna necesidad del niño. Es frecuente que un vecino o un amigo de la familia haya entablado poco a poco un vínculo significativo con el niño mediante cuidados y regalos antes de
cometer los delitos.
psicológica del niño víctima o testigo de delito, éste odia lo que le hacen (la conducta de la persona que se lo hace), pero ama (y necesita) a la persona que se lo
hace.
El cariño y la dependencia obligan lealtad a los ojos del niño, niña o adolescente. Cuanto más cercano afectivamente sea su agresor, es posible que mayores sean
sus sentimientos de lealtad y cariño hacia él.
El hecho de que el niño, niña o adolescente no pida ayuda ni la acepte no significa que no fue victimizado
Cuando ha sido sometido a abusos durante cierto período de tiempo, se entreteje una situación que "convence" cognitiva y emocionalmente al niño, niña o
adolescente de que así es su realidad y no puede escapar de ella15. Se conjugan acciones de los agresores y características propias de la infancia (desvalimiento,
necesidad de protección, apego y cariño por el agresor cuando se trata de alguien cercano, etc.) que lo "encierran" en una situación en la que se encuentra a
merced de la voluntad del agresor.
Existe un fenómeno llamado Síndrome de Acomodación al Abuso Sexual Infantil16 que describe cómo el niño, atrapado en una situación de victimización, no sólo no
pide ni acepta ayuda sino que puede llegar a “autoboicotear” la recepción de ayuda, negando lo que vive o retractándose si ya había develado la situación17.
El hecho de que el niño se retracte luego de haber develado una victimización no significa que no sucedió18
Una vez que el niño, niña o adolescente comenzó a develar el abuso, es muy posible que retracte y declare que nada de lo que dijo antes era cierto; que lo inventó.
Una razón para ello es que suele sentir temor luego de develar el hecho, sobre todo si la respuesta que recibió por parte de adultos no fue apropiada o ve los efectos
devastadores que esto tiene en los demás adultos significativos, la familia y el entorno en general. Existen casos en los que la protección no es adecuada y queda
expuesto a la presencia del abusador, quien fácilmente puede amenazarlo o cuya sola presencia desencadena los fenómenos ya mencionados.
En otras ocasiones puede sentir que, con haberlo dicho, el abusador ha "aprendido la lección" y ya no lo amenazará ni lo volverá a hacer. Considera que con esa
única mención es suficiente para detener el abuso19.
No puede, por su nivel de desarrollo cognitivo e información con la que cuenta, anticipar lo que implica un proceso de justicia y, al enfrentarse con la necesidad de
repetir lo sucedido frente a personas desconocidas, por ejemplo, puede decidir no seguir adelante.
La mayoría de las veces, el agresor es una persona significativa para el niño. Y entonces, lo que explica una reacción como ésta es la ambivalencia mencionada más
arriba. Los niños, niñas y adolescentes extrañan a la persona del agresor (no a lo que les hace), y no desea verlo “metido en problemas” ni en la cárcel. La sensación
de pérdida es difícil de afrontar para un niño, y la solución inmediata que les produce menos dolor es retomar el vínculo de manera directa. Si el razonamiento es
“cuando hablé lo metí en problemas… lo meterán a la cárcel… lo quiero y no deseo perderlo ni hacerle daño… mejor digo que no fue cierto”, el retractamiento es una
estrategia entendible desde el deseo de proteger a alguien a quien ama.
La retractación también suele ser el medio que perciben como necesario para que la familia “vuelva a ser como antes”. Es un hecho que el develamiento provoca
modificaciones en el contexto inmediato del niño, y muchas de ellas, sobretodo cuando el implicado es el proveedor de la familia, por ejemplo, implica cambios, faltas,
restricciones dolorosas.
15 Reynaldo Perrone utiliza la palabra "hechizo" para ejemplificar lo que sucede en la mente y el sistema perceptual del niño.
16 Ver Ronald Summit, 1983; en Carlos A. Rozanski, op.cit.
17 Los síntomas y conductas característicos del Síndrome de Acomodación Infantil al Abuso Sexual son: 1) El secreto, 2) La acomodación propiamente dicha, 3) La desesperanza, 4) El revelamiento tardío o poco
convincente, 5) El retractamiento.
El perito sabe que existen contextos en los cuales no aparece sintomatología o aparece sintomatología que no es típica para el delito que se investiga. Desde
su lugar de saber y autonomía dentro del proceso de justicia, es su deber explicitar cuándo se presenta sintomatología típica, y también cuándo no se
presentan síntomas, agregando posibles escenarios para que ello suceda. Presentamos un fragmento textual de un peritaje a un niño de 3 años que no
presentaba síntomas de abuso sexual. En sus conclusiones dice no encontrar síntomas típicos, pero abre información orientadora de la situación psicológica
del niño:
…“el hecho de que un menor no presente las características de las personas que han vivido agresión sexual puede deberse a que algunos no presentan problemas
inmediatamente después del hecho y los desarrollan después. Otros niños presentan problemas al principio y comienzan a mejorar rápidamente poco después de la
revelación. No vivió el abuso. No tiene la capacidad de comprender el evento vivenciado y, por lo tanto, no le da el significado de agresión. Cuenta con apoyo
emocional por parte de las personas que lo rodean”.
Es imprescindible que el perito especifique que esto no tiene nada de manipulación ni intento voluntario de mentir, sino que se sostiene en las
características infantiles de vulnerabilidad frente a las emociones, dependencia de los adultos, pensamiento concreto y egocéntrico, etc.
Habiendo revisado estas dinámicas infantiles y términos psicológicos técnicos, tratándose de niños, niñas y adolescentes, existen situaciones
específicas que pueden requerir solicitud de esclarecimiento. Si se genera cualquier duda sobre la situación emocional o psicológica del niño,
niña o adolescente durante la valoración de la pericial, será obligación del juzgador o juzgadora solicitar ampliación pericial ante la posibilidad de
confusiones.
Todo ello, considerando que son los especialistas (y no el propio niño, niña o adolescente) quienes deben aportar luz a la situación del niño,
niña o adolescente mediante perfeccionamiento de la prueba, ampliación, pericial, junta de peritos y lo que el juzgador o juzgadora considere
necesario en cada caso en particular.
Conclusiones
La necesaria conjunción de lenguajes diversos durante un proceso de justicia hace necesario que el perito aclare en su pericial términos
técnicos que podrían dar lugar a confusiones a la hora de la valoración por parte del juzgador o juzgadora. Si esto no sucede, será necesario que
el Juez solicite perfeccionamiento de pruebas o las acciones que considere necesarias para aclarar cualquier duda o confusión vinculada a la
pericial, y a la realidad psicológica o emocional del niño, niña o adolescente.
El juzgador o juzgadora debe ser consciente de qué términos técnicos pueden ser interpretados de manera errónea desde disciplinas
diversas, y que existen complejas dinámicas psicológicas tratándose de niñas, niños y adolescentes víctimas de abuso y violencia. Y que ello no
puede ir en desmedro de la protección que obtiene la infancia y adolescencia. Deben ser los expertos los que realicen las acciones
especializadas necesarias a la hora de valorar la situación emocional de niñas, niños y adolescentes.