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¿Qué hacer con la predicación alegórica?

Publicado en CONOZCA edición 2017.2


Por Jaime Mazurek

¿Alguna vez ha escuchado un sermón parecido a este?

“Entonces, amados hermanos… vemos en Segunda de Reyes 4, que el profeta Eliseo echó harina al potaje
envenenado, para que este quedara sano. Esto fue para enseñarnos que, de la misma manera, Dios envía a sus
siervos a un mundo lleno de maldad para predicar el evangelio. Pero…¿por qué echó harina y no otra cosa?
Porque la harina es el trigo que ha sido molido y refinado. De manera igual, no podemos servir al Señor si no
hemos sido molidos y refinados por el trato de Dios en nuestras vidas. ¡Aleluya!”

Es un ejemplo de un sermón alegórico. En este caso el predicador afirma que Dios usó harina para sanar el potaje,
para que los seguidores de Eliseo comprendieran que para servir al Señor es necesario ser molido y refinado. Ahora
bien, no hay ninguna herejía en eso en si. No cabe duda que el trato de Dios, las pruebas y experiencias que
tenemos, nos forman y maduran para hacer mejor la obra del ministerio.
Pero, debemos preguntarnos, ¿fue enseñar eso en verdad la intención de Eliseo en esa ocasión? Si fue así, ¿por qué
Eliseo no se los explicó de esa manera directamente? ¿Por qué ni Jesús ni los apóstoles jamás mencionaron al
evento con esa aclaración? O, ¿será que esta es simplemente una asociación que inventó el predicador en cuestión?
¿Es correcto usar la Biblia de esta manera? En este artículo procuraré responder a estas y otras interrogantes sobre
la predicación alegórica.
¿Qué es la predicación alegórica?
La predicación alegórica es aquella donde se maneja el texto bíblico con la convicción que todo el texto
seguramente tiene un significado “espiritual”, diferente al sentido literal y que no es mencionado en el texto.
Objetos, lugares, personas y acciones descritas en textos narrativos cobran un significado especial – no declarado
directamente en el texto ni confirmado en otro lugar de la Biblia. Es la predicación donde todo necesariamente
representa a algo.
En este caso, el predicador ve que el potaje representa al mundo, el veneno en el potaje es el pecado, y la harina es
la Iglesia de Cristo, los creyentes que predican el evangelio en el mundo lleno de pecado. Pero, el predicador
también preguntó por qué el profeta usó harina y no otra cosa. La respuesta – la harina representa al cristiano
maduro por que ha pasado por procesos de molimiento y refinería.
Sermones como estos abundan. Por ejemplo, no escasean los que con gran convicción anuncian que las cinco
piedras que David tomó del arroyo (1Sam. 17:40) son los dones ministeriales que Pablo menciona en Efesios 4:11
(apóstoles, profetas, evangelistas, y pastores-maestros).
Tampoco faltan los que afirman que en la parábola del Buen Samaritano (Lucas 10), el samaritano representa a
Jesús, el aceite es el Espíritu Santo, el mesón es la Iglesia, y el dinero abonado son los diezmos. He oído sermones
con ese trato del pasaje, y que fueron recibidos con júbilo – y todo, todo sin una sola palabra sobre el amor al
prójimo – lo cual es el verdadero tema de la parábola.
La verdad es que nada hay en la narración de aquella parábola que sugiere que Jesús habló con el doctor de la ley
para enseñarle sobre el Espíritu Santo, la Iglesia y los diezmos. No, el problema era que no amaba a su prójimo. Lo
sabía y trató de justificarse (Lucas 10:29) alegando una supuesta falta de comprensión del significado de la palabra
“prójimo”. De ahí parte la parábola.
El mensaje de la parábola del Buen Samaritano que Cristo comunicó al doctor en la ley era que Dios a menudo
encontraba más justicia entre los gentiles que entre los mismos israelitas y sus líderes políticos y religiosos. Era
una vergüenza y un escándalo que los judíos, habiendo recibido tanto de Dios, aun no cumplían sus leyes de amor
hacia los necesitados. El mensaje para nosotros los cristianos, es también – qué vergüenza, si decimos que somos

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embajadores de Cristo y no mostramos su amor, si no hacemos sus obras. Es un mensaje similar a lo que aparece
en Mateo 25:31-46, la separación de los cabritos de las ovejas.

Pero si a la gente le gusta, ¿cuál es el gran problema?


El problema es que la predicación alegórica – a pesar de las buenas intenciones de quienes lo hacen – le roba al
pueblo cristiano la comprensión verdadera y profunda de la Palabra de Dios.
El gran error que comenten los predicadores alegóricos es que creen que toda la Biblia se debe manejar como una
parábola. Piensan que cada persona, objeto o acción necesariamente representa a otra, y que preparar un sermón
consiste en pensar creativamente sobre qué cosas uno puede declarar como las representadas por el texto.
Hacer alegorismos es fácil – solo requiere un conocimiento básico de las doctrinas fundamentales de la fe, y una
fecunda imaginación que “descubre” o (mejor dicho) inventa las conexiones entre las particularidades del texto –
como la harina de Eliseo, las piedras de David o el aceite del samaritano – y las cosas del evangelio y de la Iglesia
con que se las quieren relacionar.
Si uno piensa que las cinco piedras son cinco ministerios, otro dirá que son cinco frutos del Espíritu, las cinco
columnas en el tabernáculo (Exo. 26:37), los cinco libros del Pentateuco, o los cinco panes de cebada del niño
(Juan 6:9). Una vez en una tarea desafié a unos alumnos a hacer un sermón alegórico precisamente en base de las
cinco piedras, ¡y un alumno muy creativo dijo que representan a los cinco maridos de la mujer samaritana de Juan
4!
La verdad es que la Biblia no da ninguna explicación sobre la particularidad de las cinco piedras que tomó David.
El hecho que en otros pasajes se mencionen cinco cosas no establece una conexión de manera automática. Lo más
probable es que David simplemente pensaba, “Ese gigante es muy grande y debo asegurarme de tener suficientes
piedras para vencerlo.” Si uno insiste en que David hizo eso pensando en algo simbólico (cosa que la Biblia no
declara en ningún lugar), una teoría más aceptable podría ser el hecho que los filisteos habían constituido su reino
en cinco ciudades principales, que eran gobernadas por cinco príncipes (1 Samuel 6:16, 18), y que al tomar cinco
piedras David expresaba de manera simbólica su fe en que Israel vencería al reino filisteo.
El alegorismo no tiene límites. Con la predicación alegórica uno puede hacer que la Biblia diga cualquier cosa – lo
que uno quiera. El alegorismo no toma en cuenta el contexto de las particularidades que alegoriza, como tampoco
la intención original del escritor – cosa que solamente se descubre fehacientemente mediante el trabajo de la
exégesis. Por eso, es una pésima manera de manejar las Escrituras.
¿Pero acaso no hay alegoría en la Biblia?
Efectivamente, en la Biblia hay mucho uso de la alegoría. Existen muchos textos que efectivamente son alegóricos,
pues hablan de cosas que representan a otras. Una alegoría es una sucesión de metáforas que se da en ciertas
formas de literatura. En todas las parábolas hay alegoría, pues contienen particularidades que representan a otras
realidades.
Por ejemplo, en la parábola del Sembrador se aprecia la alegoría que Jesús hacía de aquella situación agrícola,
comparando la semilla con la Palabra de Dios, las aves con el maligno, las espinas con el engaño de las riquezas,
etcétera. Cada cosa representa a otra. En este caso, es fácil entender el alegorismo, pues Jesús mismo lo explicó. En
otros casos, donde no tenemos tal explicación, uno debe discernir las representaciones en base del contexto en que
se dio la parábola, la cultura del lugar, los textos paralelos pertinentes, y los destinatarios del libro en cuestión.
Bajo ningún pretexto debemos interpretar una parábola sencillamente en base de nuestros propios intereses.
Otra área de estudio bíblico que tiene similitud con las alegorías es el reconocimiento de tipos y símbolos. Los
tipos son realidades establecidas por Dios en el Antiguo Testamento con un fin profético que anunciaba la venida
de Cristo y su ministerio. Los tipos tienen varias características esenciales:
1. Son establecidos por Dios y no son accidentes o inventos de la creatividad humana.
2. En cada tipo hay por lo menos una particularidad que tiene analogía con la realidad de Cristo
prefigurada.

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3. Cada tipo tiene un antitipo en el Nuevo Testamento, y tal conexión es afirmada en el texto
neotestamentario.
Un ejemplo de tipología bíblica legítima es el cordero pascual. Cuando Dios instruyó a Moisés sobre las
preparaciones para la salida de Egipto, dio instrucciones muy específicas sobre el cordero pascual:
1. Debía ser un animal macho, de un año, sin defecto (Exo. 12:5)
2. Debían poner de la sangre del cordero en los postes y el dintel de la casa (v.7, 22).
3. No se debía romper ningún hueso del cordero (v.46)
Es fácil ver que el cordero pascual es, en verdad, un tipo de Cristo legítimo pues cumple las tres condiciones.
1. Todas las indicaciones fueron dadas por Dios y no fueron simples ideas de Moisés.
2. El cordero pascual tiene varios puntos de analogía con Cristo: ser macho, perfecto sin defecto, su sangre
daba protección, no se le rompió ningún hueso.
3. Todas estas particularidades están confirmadas en el Nuevo Testamento: Cristo fue el Cordero de Dios,
– el varón perfecto (Juan 1:29), su sangre nos salva (1 Pedro 1:19; Apoc. 1:5; 5:9), y en su crucifixión no
se le rompió ningún hueso (Juan 19:36).
Predicar que el cordero pascual anunciaba proféticamente a Jesucristo no es un sermón alegórico, sino un sermón
absolutamente bíblico, que expone el texto perfectamente.
Predicar que la harina que echó Eliseo al potaje es la vida de un creyente que ha pasado por pruebas y
perfeccionamiento es alegorismo puro – pues no cumple con los tres requisitos para ser un tipo.

¿Cómo acabar con el problema de la predicación alegórica?


Los sermones alegóricos suelen hablar de temas buenos y válidos, pero que poco o nada tienen que ver con el texto
seleccionado.
Volviendo al ejemplo del sermón de la harina que Eliseo echó al potaje venenoso, si el deseo del predicador en
verdad era hablar sobre como Dios usa a uno que ha sido refinado y perfeccionado por las pruebas, entonces su
texto no debía ser 2 Reyes 4, sino 1 Tesalonicenses 2:1-12. En ese pasaje Pablo habla de como había sido
“aprobado por Dios¨ (v.4), empleando el vocablo dokimazo que significa “pasado por el fuego, probado como el
oro refinado”. También podría predicar de 2 Corintios 11 (el capítulo entero). Estos pasajes hablan directamente
sobre el tema de el rol de las pruebas en el ministerio.

En cambio el pasaje sobre Eliseo realmente habla sobre el tema de la acción milagrosa de Dios para cuidar a los
suyos. El potaje, el veneno y la harina no representan a nada en particular. Simplemente son elementos de la
narración, y no son ni tipos, símbolos o metáforas – pues el autor no los emplea así, sino como partes de la
narración que nos comunica la gran verdad que Dios tiene poder para defender y proteger a sus siervos.
¿Cómo acabar con el alegorismo?, respetando el significado original del texto bíblico, seleccionando pasajes que
realmente conciernen el asunto que uno quiere exponer. Hay tanto en la Biblia que dice las cosas con absoluta
claridad, que no existe ninguna necesidad de inventar significados que jamás pasaron por la mente del escritor o de
sus lectores.
“¡Predica la Palabra!” fue la exhortación de Pablo a Timoteo. Cumplámosla cabalmente nosotros también.
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Jaime Mazurek, “¿Qué hacer con la predicación alegórica?”Revista Conozca 2017.2, Internet,
http://conozca.org/?p=3512 (Accesado 2 Mayo 2018).

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