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Siempre he dicho que si me echaran a la cárcel y me

mantuvieran en confinamiento solitario y se me permitiera tener


solo un libro en mi poder durante mi estancia, obviamente, el
libro que me gustaría tener conmigo sería la Biblia. Luego he
continuado diciendo que si solo pudiera tener un capítulo de la
Biblia, me gustaría el capítulo 6 de Isaías. Si tan solo pudiera
tener un versículo de la Biblia, sería un versículo del capítulo 15
de Génesis. Pero si pudiera tener un libro de la Biblia conmigo
para darme aliento, consuelo y para mi edificación, para
sorpresa de muchos, el libro que escogería sería el libro de
Hebreos. La gente dice, «pensé que sin duda elegiría Romanos»,
y les digo: «Bueno, no. Ya sé lo que hay allí», Creo que puedo
recordar la mayor parte sin tener el libro mismo frente a mí,
pero lo que amo de Hebreos es que, si hay algún libro que
recoja todo el consejo de Dios en un solo lugar, es este libro. Es
tan rico en relacionar la actividad redentora de Dios del Antiguo
Testamento e integrarlo con la revelación de Dios en el Nuevo
Testamento. Así que esa es una de las razones por las que
tengo tanto afecto por el libro de Hebreos.

La otra es esta: que el libro de Hebreos nos da uno de los más


magníficos, si no es el mayor retrato de Cristo que pudiéramos
encontrar en cualquier otra parte en la Escritura. La exaltación
de Cristo, la preeminencia de su obra y de su posición en la
dimensión cósmica de las cosas es evidente en cada página del
libro de Hebreos. Veamos cómo comienza el libro. En el primer
capítulo de la Epístola a los Hebreos leemos estas palabras.
Versículo 1: «Dios, habiendo hablado hace mucho tiempo, en
muchas ocasiones y de muchas maneras a los padres por los
profetas, en estos últimos días nos ha hablado por su Hijo, a
quien constituyó heredero de todas las cosas, por medio de
quien hizo también el universo. Él es el resplandor de su gloria y
la expresión exacta de su naturaleza, y sostiene todas las cosas
por la palabra de su poder. Después de llevar a cabo la
purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la Majestad
en las alturas, siendo mucho mejor que los ángeles, por cuanto
ha heredado un nombre más excelente que ellos».

Casi no puedo leer esa frase sin que me falte el aliento, no solo
por la longitud y la naturaleza complicada de la declaración,
sino debido a todas las riquezas que están comprimidas juntas
en esa declaración de apertura de la carta a los Hebreos. Y el
lenguaje de ese texto es característico de la totalidad de la
carta. De hecho, casi me ahogo con la palabra «carta», porque
algunos han sugerido que la forma literaria básica de Hebreos
no es la de una Epístola, como es habitualmente el caso con el
Apóstol Pablo, sino que algunos argumentan que lo que
tenemos aquí es una muy antigua homilía, un sermón, cuyo
enfoque central es la majestad de Cristo. Una vez más, la
calidad literaria de este libro es normalmente considerada como
la más alta que se encuentra en el Nuevo Testamento, y plantea
la pregunta inmediata acerca de su autor. Sabemos que, en la
Iglesia Primitiva, cuando la iglesia estaba revisando los diversos
libros que habían sido escritos en la era apostólica, y
determinando en un análisis final cuáles eran los correctamente
apostólicos y cuáles simulaban ese título.

Hubo cierto debate acerca de la autenticidad del libro de


Hebreos. A partir de los registros de la historia, tenemos la idea
de que la razón que puso fin a la controversia de una vez por
todas en la iglesia fue la convicción de que Hebreos fue escrito
por el apóstol Pablo. Sin embargo, casi ningún estudioso en el
siglo XX argumentaría que Pablo escribió el libro de Hebreos
porque el estilo literario, el vocabulario y similares, e incluso un
poco de la organización temática es tan diferente de su estilo
habitual. Pero, en cualquier caso, se plantea la pregunta, ¿si
Pablo no lo escribió, entonces quién fue? Nadie lo sabe. Varios
nombres se han sugerido. Apolos, Bernabé, Lucas. Algunos han
señalado que Priscilla escribió este libro, pero la pregunta sigue
sin respuesta. Ahora, además de esa pregunta, no sabemos a
quién fue escrito exactamente, y bajo qué circunstancias. Esto
plantea algunos problemas significativos al interpretar el libro.

Una de las grandes controversias con el libro de Hebreos es


cómo entendemos el capítulo 6, cuando se habla acerca de
aquellos que probaron el don celestial y cosas así, y que
cayeron, por lo que es imposible renovarlos otra vez bajo
arrepentimiento. Ese fue el pasaje, por cierto, que creó
controversia no solo en nuestros días, sino controversia en la
iglesia primitiva en cuanto a su mensaje apostólico, ya que,
obviamente, parecía sugerir que la gente podía perder y que sí
perdió su salvación. Esto parecía estar en completa oposición
con la enseñanza del apóstol Pablo. Pero, de nuevo, no
conocemos a quién fue dirigido el libro o bajo qué
circunstancias. Sabemos que la iglesia primitiva fue atacada
desde muchos frentes con muchas herejías diferentes y se
enfrentó a muchos problemas, por lo que algunos miran
Hebreos y dicen: «El autor de Hebreos está tratando de
responder a la falsa enseñanza de los judaizantes del primer
siglo».

Otras personas están diciendo, «Oh no. El problema que el


autor está abordando es la influencia de la herejía gnóstica». Y
aún otra sugerencia es que el autor de Hebreos estaba
escribiendo a los judíos cristianos que estaban sufriendo una
severa persecución, y el problema que estaba siendo
enfrentado era el problema de lo que fue llamado «los lapsi del
primer siglo». Los lapsi eran aquellas personas que sucumbieron
bajo la presión de la persecución. Hemos escuchado de los
testimonios gloriosos de aquellos que fueron y dieron su vida
como un sacrificio a Cristo, convirtiéndose en antorchas
humanas en los jardines de Nerón, llegando a ser atracciones
estelares del Circo Máximo ya que eran alimento para los leones
y pasatiempos para los gladiadores, y decimos que la sangre de
los mártires es la semilla de la Iglesia. Y la historia de la iglesia
primitiva está repleta de referencias al coraje heroico
demostrado por los primeros cristianos que se convirtieron en
mártires a causa del reino de Dios. Pero no todo el mundo fue
martirizado.

Algunas personas, bajo la presión de la persecución, en


realidad, optaron por repudiar su confesión y negaron a Cristo
para salvar sus vidas. A ellos se les llamaban los lapsi, los que
habían caído, los que tuvieron un lapsus, una caída. Entonces,
una de las sugerencias del porqué estos sermones se habían
escrito fue para alentar a los santos en medio de la persecución
a mantener la fe y perseverar hasta el fin, siguiendo a este
Cristo, quien lo vale todo. Y así, una vez más, el enfoque central
está en Él desde el mismo principio, mientras leemos la
declaración temática que ata toda la historia de redención. En
otros tiempos, Dios había hablado por medio de los profetas,
pero ahora no es sólo un profeta a quien Él ha enviado, sino su
propio hijo – A aquel a quien constituyó heredero de todas las
cosas, Aquel quien es el resplandor de Su gloria.

Oh, esa pequeña frase, si es examinada en el idioma original, es


algo que podría mantenernos ocupados durante varios días. De
eso estoy seguro porque cuando pensamos en la gloria de Dios,
pensamos en todas esas manifestaciones en el Antiguo
Testamento, donde la majestad del Dios invisible es hecha
visible exteriormente a través de la nube Shekinah que irradia
con tal intensidad y tal refulgencia, que llega a tener una
potencia cegadora. Y se nos dice una y otra vez que el brillo de
tal gloria divina, cuando se manifiesta a sí misma, eclipsa al sol.
Y lo que el autor de Hebreos está diciendo es que lo que
produce la brillantez del brillo en la gloria de Dios es la segunda
persona de la Trinidad – que Cristo es el resplandor de su gloria.
No ha habido una manifestación más grande, más vívida y más
gráfica del Dios invisible en medio de la humanidad, en toda su
historia, que la que se vio en la encarnación del Hijo, que no
solo es el resplandor de su gloria, sino que es la imagen expresa
de Su Persona – No solo la imagen de la naturaleza de Dios,
sino la imagen de su persona.

Se trata de Dios entre nosotros, por lo que la alta cristología del


libro de Hebreos se introduce en esta declaración, y luego se
desarrolla a lo largo de este libro. Se nos dice, antes que nada,
que Cristo es superior a los ángeles, no sea que la herejía
gnóstica prevaleciera, la cual veía a Jesús al nivel de uno de los
otros demiurgos o seres angelicales que son parte del orden
creado. Cristo no es un ángel. Él es el creador de los ángeles y Él
es el Señor sobre los ángeles. Luego se nos da el análisis
comparativo en el libro, entre el protagonista principal del
Antiguo Testamento, Moisés, y Jesús a medida que los dos
pactos son puestos en comparación y en contraste. Por
supuesto, el contraste no es entre el bueno y el malo, sino que
es realmente una comparación entre el bueno y el mejor. «Y
Moisés fue fiel en toda la casa de Dios como siervo», nos lo dice
el autor, pero «Cristo es Hijo sobre la casa de Dios». Él llegó a la
casa de su Padre. Es un hijo en la casa, no un sirviente
empleado en la casa.

Luego la superioridad del sacerdocio de Cristo es presentada a


través de varios capítulos, y tiene dos enfoques básicos. En
primer lugar, recordamos que el Sumo Sacerdote en el Antiguo
Testamento era el que ofrecía el sacrificio en el día de la
expiación por el pueblo y que ese sacrificio tenía que ser
repetido anualmente. En segundo lugar, los sacrificios que eran
aceptados por Dios fueron aceptados sobre la base de su
representación, del personaje al que apunta dado que, como el
autor de Hebreos nos dice, en realidad, la sangre de los toros y
machos cabríos no puede quitar el pecado. Entonces, lo que el
autor nos dice aquí es que todas las ceremonias, todos de los
rituales del Antiguo Testamento que se centraban en la
expiación y en el sacrificio estaban todos representando, como
sombras, la realidad que estaba por venir, que sería comprimida
en la ofrenda del sacrificio perfecto que es hecha por el
perfecto Sumo Sacerdote de una vez para siempre a través del
sacrificio de Cristo mismo, quien tiene el mérito intrínseco para
ofrecer al Padre lo que ni siquiera se puede acercar
remotamente por la sangre de los toros y machos cabríos.

En segundo lugar, el autor tiene que responder a la pregunta


del sacerdocio de Cristo en relación con la tradición del Antiguo
Testamento. En la tradición del Antiguo Testamento, el
sacerdocio era llamado Sacerdocio Aarónico o el sacerdocio
levítico del que Aarón fue el primer sumo sacerdote. Él era de la
tribu de Leví. Entonces, para llegar a servir en el sacerdocio, uno
tenía que ser de la tribu de Leví, y es por eso que se le llama
sacerdocio levítico. Sin embargo, aquí en el libro de Hebreos,
Cristo es exaltado como el largamente prometido Rey del reino
de Dios, quien vendría de la tribu de Judá. Ahora aquí Él está
siendo celebrado como el gran Sumo Sacerdote. Bueno, si la
línea real viene de Judá y la línea sacerdotal viene de Levi,
¿cómo puede Cristo cumplir con ambos de estos ideales?
Porque no puede ser de ambas tribus, y sabemos que Él es de la
tribu de Judá ya que es el hijo de David. Bueno, es por eso que
tenemos esta larga discusión en Hebreos sobre el sacerdocio de
Melquisedec.

El autor nos dice que Cristo era un sacerdote, no del sacerdocio


aarónico, tampoco del sacerdocio levítico, sino de la línea de
Melquisedec, del cual casi nada oímos en el Antiguo
Testamento. Luego desarrolla el caso de que el sacerdocio de
Melquisedec no es un sacerdocio inferior al de Aarón o el de los
levitas, sino que es, de hecho, un sacerdocio superior. Y para
demostrar ese punto, el autor de Hebreos se remonta al
Antiguo Testamento y habla del incidente cuando Abraham se
encuentra este misterioso personaje, Melquisedec, cuyo nombre
significa «Rey de justicia» y quien es descrito como el Rey de
Salem, o el Rey de la paz. Y en ese encuentro, Abraham le paga
el diezmo a Melquisedec, y Melquisedec bendice a Abraham. En
la tradición judía es el inferior el que paga el diezmo al superior,
y es el superior el que le da la bendición al inferior. Y así, dado
que, en esa transacción, Melquisedec es visto como superior a
Abraham, y dado que Leví es un descendiente de Abraham,
entonces queda demostrado que Melquisedec es superior a
Levi.

Entonces, lo que tenemos aquí es que Aquel que es superior a


los profetas, Aquel que es superior a los ángeles, Aquel es
superior a Moisés, Aquel es superior en gloria y en función al
Sumo Sacerdocio de Aarón, es Cristo mismo, que reúne todas
estas cosas. Entonces, el libro de Hebreos, después de llevarnos
a través de la excelencia de la obra de Cristo, ahora nos entrega
la fuerte exhortación de que no nos contentemos con las cosas
elementales, que no seamos como los niños, que están
satisfechos con la leche, sino que empecemos a desarrollar una
comprensión madura de las cosas de Dios, que probemos la
carne de la verdad de Dios y a partir de allí que perseveremos
hasta el fin, siendo fieles al ministerio de Cristo sin importa a
cuántas aflicciones o a cuántas persecuciones nos enfrentemos
porque el tema aquí es «una salvación tan grande». El autor
recuerda a sus lectores de las deficiencias de los hijos de Israel
en el Antiguo Testamento, a quienes Dios visitó con juicio
porque tomaron a la ligera la redención y la liberación que Dios
había provisto para ellos en el Éxodo. Ellos murmuraron contra
Él en el desierto.

Y todas estas cosas son repasadas por el autor de Hebreos y es


como si dijera: «Ahora, esperen un minuto. Si Dios juzgó a Israel
porque no escucharon a Moisés, ¿Cuánto más grave sería si
fallamos en hacerle caso a esta visitación de aquel quien es el
Hijo mismo?» Él lo resume con esta exhortación y esta
advertencia: «¿cómo escaparemos nosotros si descuidamos una
salvación tan grande?» Quiero decir algo a las personas que
están viendo esta Introducción a todas las Escrituras – no llega a
pasar un día sin que escuche a alguien decirme, «¿Por qué Jesús
es tan importante? Puedo arreglármelas sin Jesús. No creo en
un Dios que es tan estrecho que solamente requiera un camino
para la salvación. ¿Qué diferencia hay con cuál sea nuestra
religión?» Existe esta antipatía en nuestra cultura contra todo lo
que reclame exclusividad, todo lo que afirme una sola forma
correcta.

Es francamente políticamente incorrecto asumir que hay un solo


mediador entre Dios y el ser humano, y solo un salvador que
pueda satisfacer las demandas de la justicia de Dios. Y lo que se
hace aquí, lo que simplemente me vuelve loco es cuando
escucho a la gente hablar acerca de Jesús, Mahoma y Buda, y
quisiera decirles: «¿Cómo pueden mencionar a Jesús de Nazaret
en la misma categoría que Mahoma? ¿Hizo Mahoma alguna
expiación por sus pecados? ¿Era Buda el resplandor de Su
gloria? ¿Era Confucio la encarnación de Dios mismo? ¿Tienes
alguna idea de la grandeza de la salvación que Dios te ha dado
a ti en Jesucristo?» Si no estamos satisfechos con eso, si
protestamos que Dios no ha hecho lo suficiente, que tiene una
mente demasiado estrecha y no lo suficientemente amplia para
dar cabida a todas nuestras propias preferencias, y así
descuidamos las riquezas de Cristo, entonces el autor de
Hebreos hace una pregunta retórica: «¿Cómo escaparemos?»
¿Escapar de qué? ¿Cómo pueden escapar del juicio de Dios, si
descuidan una salvación tan grande? Es retórica porque la
respuesta es obvia.

La respuesta es «no pueden». Luego el autor describe la historia


de aquellos que verdaderamente se dedicaron a las verdaderas
cosas de Dios, y quienes pagaron, en muchos casos, con sus
vidas, quienes fueron comidos por los leones y cortados por la
mitad, y sus cabezas fueron estrelladas contra la piedra y fueron
martirizados de esta forma y de esta otra forma y, a
continuación, pasan a ser llamados los héroes de la fe que
vivieron una vida de fe en medio de un mundo incrédulo. Gente
como Abraham, personas como Rahab, gente como José, como
David, gente como Gedeón, y muchos más. Y vamos a través de
esta lista destacada de santos que es seguida por la exhortación
suprema, y vemos que «tenemos en derredor nuestro tan gran
nube de testigos». Luego viene el llamado a la perseverancia,
‘no hemos resistido hasta el punto de derramar sangre’, sino
que debemos vivir en fe.

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