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Diversidad Sexual y Derechos Humanos

Módulo 2. Entendiendo la Diversidad Sexual

Interculturalidad

La comprensión de lo que implican las cuestiones relativas a las culturas y todos sus temas
conexos permitirá a las personas un mejor desempeño laboral en términos profesionales. Esto
sucederá cuando se concientice que las relaciones humanas son complejas y matizadas
por diversos contextos culturales; por ende, reflexionarlo, discutirlo e interiorizarlo coadyuvará a
la integración laboral, al respetar lo diferente.

“En estricto sentido se deberá comprender la cultura no sólo como un conjunto de factores
visibles como pueden ser la lengua, el origen geográfico, la etnicidad, etc. sino que incluye otros
elementos de naturaleza cognitiva y afectiva que afectan a la persona, su identidad, sus
conductas y juicios, tanto con relación a sí mismo como con relación a la interacción con la
naturaleza y las otras personas.” (Aneas, 2005, p. 1)

En una era donde las comunicaciones fluyen en segundos, la aparición de Internet y sus redes
sociales permiten a las personas relacionarse con el mundo en fracción de segundos y
conocer formas diversas de vivir; lo que nos era lejano, de pronto es cercano; lo que no
necesariamente se traduce en la comprensión y respeto de patrones culturales, por eso el tema de
la interculturalidad, el multiculturalismo, la pluralidad o la pertinencia cultural y su
diversidad, ha cobrado especial relevancia.

Hablar del término intercultural obliga a mirar hacia los diversos pueblos (incluyendo los pueblos
originarios) “que viven en situación de marginación y sometidos a una situación neocolonial
ejercida por los mismos Estados-Nación, dentro de los cuales están incluidos” (Ströbele-Gregor,
Kaltmeier, Giebeler, 2010, p. 567).

Ahora la cuestión es aclarar de qué estamos hablando o cómo lo nombramos:

¿Interculturalidad, multiculturalidad, pluriculturalidad o pertinencia cultural?

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• Proceso de interacción entre individuos, familias y comunidades
con diversas identidades culturales, basado en el respeto y
Interculturalidad reconocimiento recíproco y donde, contrario al racismo, no se
admite la supuesta superioridad de un grupo sobre los otros.

• Es una categoría conceptual que “evoca, en sentido estricto,


el antiracismo [sic] y la aceptación de las diferencias y de las
Multiculturalidad diversidades étnicas” (Vásquez, 2004, p. 7). En sentido amplio,
incorpora la diversidad de género, edad, religión, etcétera.

• Esta perspectiva reconoce la diversidad ya existente, pero se


cuida de no crear una otredad. Supone que el Estado es neutro
Pluriculturalidad o
en sus gestiones.
pertinencia cultural

Se llama interculturalidad al proceso de interacción y comunicación entre personas o grupos


donde unas u otros no estén por encima de otras u otros, fomentando la integración y
convivencia entre culturas, basada en el respeto a la diversidad (incluida la diversidad sexual) y
el enriquecimiento mutuo, mediante el respeto, la generación de contextos para comunicarse
(diálogo), igual acceso oportuno a la información pertinente en la búsqueda de la concertación y
la sinergia.

Por su parte, el multiculturalismo es una categoría conceptual que evoca, en sentido estricto, el
antirracismo y la aceptación de las diferencias y de las diversidades étnicas. En su acepción
más amplia —que no compartimos—, impulsada por los nuevos movimientos sociales
emergentes en Estados Unidos de Norteamérica y los otros países centrales, refiere a la
diversidad de género, de edad, de religión, etcétera.

Si una sociedad multicultural contiene en su estructura social una pluralidad de agregaciones


étnicas (generalmente concebidas como minorías numéricas), es en el sistema institucional
establecido y en el ordenamiento jurídico existente donde se expresan las modalidades y los
grados de importancia del reconocimiento (y autonomía) social, político, cultural y educativo de
dichas agregaciones.

En el Estado democrático liberal, el concepto ciudadanía garantiza a las personas individuales


la igualdad de derechos ante la ley; luego (en caso de serlo), como pertenecientes a una
“minoría” étnica.

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El Estado postula su neutralidad y prescindibilidad (formal) en sus relaciones con los grupos
étnicos y religiosos que para él se sitúan en el dominio de lo privado y no de lo público. Es
decir, en el ámbito de la elección individual.

Se respetan las prácticas socioculturales propias de sus enclaves étnicos (se consideran parte
de la vida privada), siempre y cuando no se proyecten en la esfera pública, afectando el
orden institucional establecido.

Pluralidad

Giovanni Sartori (1924-2017), politólogo e investigador especializado en el estudio


comparativo de la política, distingue entre pluralidad y pluralismo: “Derivar ‘pluralismo’ de
‘plural’ sólo es expresión de pobreza y simplismo intelectuales” (Sartori, 2001, p. 33). Refiere
que el pluralismo es la aceptación del otro u otra ya existente. Esto supone, en primer lugar, que
hay que aceptar lo diferente cultural que ya existe, pero no crear lo ya no existente, lo otro
cultural que no existe; y, en segundo lugar, la aceptación de un reconocimiento recíproco. De esta
manera es posible lograr “la paz intercultural”.

A diferencia del pluralismo democrático que propone Sartori, el multiculturalismo conlleva la


partición de la comunidad en su colectividad cultural, por lo que se convierte en
antipluralista, porque no reconoce al otro, sino que lo estigmatiza.

Pluralismo democrático Multiculturalismo

“Afirma que la diversidad y Reconoce la diversidad de


el disenso son valores que los grupos en una sociedad
enriquecen al individuo y y la necesidad de derechos
también a su comunidad.” diferenciados, discriminación
afirmativa, para la protección
“Equivale a diversificar el de grupos minoritarios.
poder, de ahí la necesidad
de partidos políticos y el
logro de un consenso.”
(Sartori, 2001, pp. 18-19)

Por tanto, dice Sartori (2001, p. 19): “Hay que repetir que un multiculturalismo que reivindica la
secesión cultural, y que se resuelve en una trivialización de la cultura, es antipluralista”.

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Tolerancia en las sociedades pluralistas y democráticas

Uno de los asuntos más complejos a resolver en términos de las sociedades con diversos
grupos culturales, que conviven generalmente en condición de minoría con un grupo
hegemónico, es establecer cuáles son las condiciones de posibilidad para que esa convivencia
se dé en respeto de los derechos e intereses de todos los grupos involucrados. Para ello es
fundamental reflexionar sobre la virtud ética de la tolerancia, entendida no como mera
situación de sobrellevarse mutuamente, sino como el elemento del respeto que opera justo
en el contexto del disenso. Lo más importante es establecer los límites para el ejercicio de
esa tolerancia. Sartori dice que el grado de elasticidad de la tolerancia se puede establecer con
tres criterios:

Primer criterio: Siempre debemos proporcionar razones de aquello que consideramos


intolerable.

Segundo criterio: Implica adoptar el principio de no hacer el mal, de no dañar. Es decir,


que no estamos obligados a tolerar comportamientos que nos infligen daño o
perjuicio.

Tercer criterio: La reciprocidad; al ser tolerantes con los demás esperamos, a nuestra
vez, ser tolerados por ellos.

Derivado de lo anterior surge la siguiente pregunta, que se refiere a la posibilidad de


que una comunidad dada pueda subsistir sin elementos comunes de cohesión y como la
mera suma de subcomunidades agregadas: ¿Una comunidad puede sobrevivir si está
quebrada en subcomunidades que resulta que son, en realidad, contracomunidades que
llegan a rechazar las reglas en que se basa un convivir comunitario? La respuesta del
pluralismo democrático es NO.

Sólo es posible convivir civilizadamente en comunidad si y sólo si el Estado democrático


pluralista reconoce esas diferencias, pero obliga a las personas distintas a someterse a las
normas establecidas en la ley.

En este sentido, el multiculturalismo que describimos al principio, y que da soporte al relativismo


jurídico, con su crítica a la noción de universalidad de los derechos humanos, se convierte en un
serio obstáculo para la convivencia civilizada en el marco de las sociedades democráticas.

Y cuando hablamos de pertinencia cultural, ¿a qué nos referimos? Según la Real Academia
Española (RAE):

Cultura
(Del lat. cultura. -cultivo, crianza)

Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico,


científico, industrial, en una época, grupo social, etc.

La cultura no puede definirse como parte de la “naturaleza humana”. Se diferencia de la


naturaleza porque es una creación de los propios seres humanos reunidos en una
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comunidad; a dicha creación le podemos denominar patrimonio cultural.

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Para Johnny Ugalde (2017), el patrimonio y la interculturalidad están relacionados y tienen
como punto de partida su definición; partiendo de qué representa el patrimonio, aporta a
la interculturalidad, sirviendo de referente en la relación entre los grupos. “En esa relación el
patrimonio cobra dimensiones específicas en función de las interpretaciones que los grupos
asumen respecto de éste” (Ugalde, 2017) de su sentido de pertenencia (territorialidad) y de
identidad.

El concepto de patrimonio se remonta al derecho romano, periodo en el cual significaba la


propiedad familiar y heredable de los patricios (de pater, “padre”), transmitida a las generaciones
posteriores a los y las miembros de una familia y en términos culturales es la herencia propia del
pasado de una comunidad, con la que ésta vive en la actualidad y que transmite a las
generaciones presentes y futuras.

La palabra patrimonio viene del latín patri (“padre”) y monium (“recibido”), que significa
“recibido por línea paterna”.

Con respecto a la territorialidad, lo definimos como el proceso para crear territorio a través
de diversas expresiones materiales y simbólicas por parte de una persona o grupo social
que generan sentido de pertenencia y, por tanto, identidad: “La identidad es considerada como
un fenómeno subjetivo, de elaboración personal, que se construye simbólicamente en
interacción con otros. La identidad personal también va ligada a un sentido de pertenencia a
distintos grupos socio-culturales con los que consideramos que compartimos
características en común” (Moro, 2009, p. 18).

Relación de los conceptos anteriores

La cultura es entendida como un conjunto relacionado y acumulativo de una comunidad,


la cual se trasforma en patrimonio social de las personas involucradas, herederos de esta
cultura y formas de vida que expresan una identidad, interiorizando formas de vida que
posee el grupo o comunidad. El territorio constituye un punto de encuentro de los actores
con su patrimonio, construyendo un significado; en este sentido, la territorialidad se refiere a
la construcción de la identidad y pertenencia vinculado al espacio y formas de organizar la
convivencia de las personas en su interior. En este orden de ideas, la interrelación entre los
conceptos nos permite afirmar que la pertinencia cultural es el insumo para la interculturalidad,
el cual se sustenta en el respeto y la diversidad. Entonces ¿qué se entiende por diversidad?
La diversidad siempre ha estado presente en la sociedad; a razón de ella siempre ha existido el
intercambio de elementos culturales que se entremezclan entre sí.

De acuerdo con Arizpe et ál. (2001), en el Informe Mundial sobre Cultura 2000-2001 de la Unesco,
se afirma: “la persistencia y la renovación de la diversidad plantean nuevos retos en el contexto
internacional contemporáneo. Al mismo tiempo que la globalización crea nuevas
oportunidades de intercambio cultural, aparecen nuevas formas de intolerancia y agresión”
(Informe Mundial sobre Cultura 2000-2001, p. 9). Todos estos fenómenos hacen que no
reconozcamos a las y los demás la condición de seres humanos plenos, con los mismos
derechos que nosotras y nosotros. Utilizamos la “diferencia” como excusa para la intolerancia,
el odio y la aniquilación de aquello que es diferente, también para violentas batallas políticas, sin
darnos cuenta de que una barrera que nos protege del exterior también puede aprisionamos en el
interior. La xenofobia y el racismo, las
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guerras étnicas, los prejuicios, estigmas y segregaciones y la discriminación basada sobre todo en
diferencias de raza o sexo están generando violencia y sufrimiento casi en todas partes (Informe
Mundial sobre Cultura 2000-2001).

Arizpe et ál. (2001) también afirman que:

Todos los pueblos no tienen, la misma capacidad (o la misma libertad) para escoger.
La desigualdad de acceso a los recursos, el poder político, la información y los medios
de comunicación condicionan fuertemente dicha capacidad [...] Estas diferencias se aplican
no sólo a los individuos, sino también a los grupos. En muchas sociedades, son las
mujeres las que‘mantienen las tradiciones’ cuando, de hecho, son esas «tradiciones» las
que las apartan de las esferas de poder y participación. La representación de las
diferencias culturales como conflictos de jerarquía, más que como diversidad creativa,
refleja esa desigualdad y es el fundamento de lo que entendemos como injusticia cultural.

“En las sociedades existen jerarquías de clase, de sexo y de edad. Hay también jerarquías
definidas étnicamente, que implican dominio y discriminación para justificar estas prácticas
se utilizan ideologías de superioridad patriarcal y racial. Sólo poco a poco, y no de modo
universal, se ha llegado a aceptar la igualdad esencial de todos los seres humanos, como se
enuncia en la Declaración Universal de los Derechos Humanos”(Informe Mundial sobre Cultura
2000-2001, p. 7).

Los derechos humanos no son tan sólo un conjunto de prerrogativas que los instrumentos
jurídicos le reconocen y garantizan a las personas como si fueran estos atributos que le
pertenecen a seres humanos en abstracto, sino que es preciso que sean una realidad para las
personas y grupos sociales que se encuentran en situaciones concretas. Esto es, que la simple
enunciación de un derecho e incluso su justiciabilidad (la posibilidad de exigirlo mediante
procedimientos judiciales) no garantiza el acceso a ese bien jurídico protegido para todos y
todas en las mismas circunstancias.

Las sociedades no suelen ser un conjunto homogéneo de personas, sino que, se componen por
personas y grupos con características particulares originadas por la diversidad natural (como el
sexo, la edad, la discapacidad congénita y otras) y las diferencias construidas —sean éstas
producto del azar, la cultura, la injusticia, la historia, la migración, etcétera—. Ante este
panorama, es necesario reconocer, en primer término, su diversidad como grupo y, por supuesto,
el reconocimiento de sus vulnerabilidades.

Ante este reto, se presenta la perspectiva de abordar las necesidades particulares de dichos
grupos. Sin embargo, este camino no está exento de dificultades tanto de orden conceptual
como práctico. Por ello, se precisa comprender claramente el concepto de vulnerabilidad y a
quiénes afecta principalmente.

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Vulnerabilidad

Durante la última década, la atención a grupos de personas en situación de


vulnerabilidad (también conocidos como grupos sociales en condiciones de desventaja),
ocupa un espacio creciente en las agendas legislativas de las políticas públicas, con especial
atención a los procesos de vulnerabilidad social de las familias, grupos y personas (Presidencia de
la Republica, 2003, p. 98).

Este concepto se aplica a grupos poblacionales que por alguna condición tienen mayores
desventajas que el resto de la sociedad para incorporarse al desarrollo del país y acceder a
mejores condiciones de bienestar.

El Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (SNDIF) definió la vulnerabilidad como
“un fenómeno de desajustes sociales que ha crecido y se ha arraigado en nuestras
sociedades. La acumulación de desventajas es multicausal y adquiere varias dimensiones, denota
carencia o ausencia de elementos esenciales para la subsistencia y el desarrollo personal, e
insuficiencia de las herramientas necesarias para abandonar situaciones de desventaja,
estructurales o coyunturales” (SNDIF, 2004, p. 2).

La Organización de la Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) define


como grupo vulnerable al que padece de inseguridad alimentaria o corre riesgo de padecerla.
El grado de vulnerabilidad de una persona, un hogar o un grupo de personas está
determinado por su exposición a los factores de riesgo y por su capacidad para afrontar o resistir
situaciones problemáticas.

De acuerdo con la definición de la CNDH, “Son aquellos grupos o comunidades que, por
circunstancias de pobreza, origen étnico, estado de salud, edad, género o discapacidad, se
encuentran en una situación de mayor indefensión para hacer frente a los problemas que
plantea la vida y no cuentan con los recursos necesarios para satisfacer sus necesidades básicas.
La vulnerabilidad coloca a quien la padece en una situación de desventaja en el ejercicio pleno
de sus derechos y libertades”.

La vulnerabilidad fracciona y, por lo tanto, anula el conjunto de garantías y libertades


fundamentales, de tal forma que las personas, grupos y comunidades en esta situación tienen
derechos únicamente a nivel formal, ya que en los hechos no se dan las condiciones necesarias
para su ejercicio.

Vulnerar viene del vocablo latín vulnerus, que significa “herida”. De acuerdo con la RAE, significa
“dañar o perjudicar”, de tal manera que un grupo vulnerable es aquel con condiciones específicas,
inherentes o externas al sujeto, que disminuyen, limitan o anulan sus capacidades en el ejercicio
de libertades o derechos, para enfrentar una situación determinada que le ocasione un daño,
incluso por omisión, o para recuperarse de tal. Un grupo vulnerado (vulneres), entonces, por mera
conjugación del verbo, es aquel que es objeto de un proceso de estigmatización y
discriminación en el que se le excluye del acceso a bienes elementales, tales como la salud o la
justicia. Ante este panorama, es urgente la comprensión del estigma.

Las personas LGBTTTI forman parte de las personas en condición de vulnerabilidad en razón
de su identidad o expresión de género, situación que violenta constantemente sus derechos
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humanos.

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