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CASOS DE ANALISIS SEMANA 11

PSICOPATOLOGIA DE ADULTOS II

CASO 1. Billie Worth

“Solo quiero deshacerme de eso. De todo eso”. Por tercera vez en el día, Billie Worth explicó sus
sentimientos. No es taba deprimido ni era melodramático. Con paciencia y en silencio explicó los
hechos.

Una de sus primeras memorias consistía en haber visto a una actriz en la televisión. Cuando
caminaba, rozaba su falda con la mano, de forma que parecía que estaba bailando. Él había
tratado de emitir esa manera de caminar, para deleite y aplauso de su madre. Durante años, su
padre había estado preso por falsificación.

Cuando tenía 6 años, Billie descubrió que jugar con pistola de corcho y naves espaciales como los
otros niños le producía una cefalea intensa. Prefería una muñeca Barbie que otra niña había
tirado a la basura, y elegia a sus compañeros de juego, en tanto le era posible, entre las niñas de la
colonia de su misma edad. Al jugar a la casita insistía en que una de ellas fuera “el papá”. Siendo
un bebé, su hermana de seis años, Marsha, había muerto de meningitis. La madre de Billie había
conservado la habitación de Marsha justo como estaba en el momento en que murió. Algunas de
las tardes más alegres de su niñez las pasó poniéndose los vestidos de Marsha y sentado en la
cama de su hermana con su Barbie. En ocasiones, al tiempo que deseaba ser una niña, pretendía
ser Marsha. Siguió metiendo los pies torcidos a la fuerza en los zapatos negros de piel de la niña
hasta mucho tiempo después de que dejaran de quedarle.

En los primeros años de su adolescencia, más o menos a la edad en que los adolescentes
comienzan a pensar con seriedad en torno a si mismos, se dio cuenta del hecho de que él era una
niña. “De pronto me percaté de que la única cosa masculina que tenía eran estas dos cosas
asquerosas entre mis piernas”, le dijo mucho más tarde a uno de sus médicos. Refiriendo asma
crónica, persuadió a un médico para le concediera permiso de no participar en la clase de gimnasia
en secundaria y preparatoria. Aunque era un buen nadador, la repugnancia que sentía por los
vestidores le impidió hacer una prueba para entrar al equipo. Cursó taquigrafía y economía del
hogar (cuatro semestres de cada una). Se unió al club de ciencias que era el club más asexual, que
pudo encontrar. Un año después ingresó a un proyecto en la feria de la ciencia en relación con el
uso de distintas levaduras para la preparación de pan.

Cuando tenía 16 años, compró su primer sostén y sus primeras pantaletas con el dinero que había
ganado cuidando niños. Cuando se los puso por primera vez, percibió que parte de su tensión se
desvanecía. Aunque en ocasiones se llevaba puesta su ropa interior a la escuela, no comenzó a
vestirse con ropa de mujer con seriedad hasta que ingresó a la universidad. Puesto que vivía fuera
del campus tenía privacidad suficiente para experimentar con faldas, blusas y maquillaje. Un
médico solidario le recetó estrógenos, en el primer año cambio la ortografía de su nombre y
comenzó a vivir como mujer. Dos años después de salir de la universidad, Billie solicitó una cirugía
para reasignación del sexo. Ella había tenido bastantes amantes varones homosexuales -
experiencias que no le eran satisfactorias, debido a que no se consideraba homosexual-. “No soy
un hombre homosexual, considero que soy una mujer heterosexual”. Para ese momento, gracias a
las hormonas tenía mamas pequeñas, pero bien desarrolladas, su pene y sus testículos” solo se
atraviesan en el camino”. Deseaba deshacerse de ellos y le dijo al médico que la atendía que, si le
fuera necesario, se sometería a cirugía en México.

Caso No. 2 Norma

Gary y Norma acudieron a una clínica de trastornos sexuales pocas semanas después de que
Norma asistiera al funeral de su tío. En dicha ceremonia empezó a recordar repentinamente
experiencias de su infancia con su tío que le hicieron pensar que sus problemas sexuales quizá
tenía una base psicológica.

Gary y Norma tenían relaciones sexuales aproximadamente una vez cada 1-2 meses y sólo después
de que Gary insistiera. Sus prácticas sexuales consistían primariamente en que Gary estimulaba a
Norma hasta el orgasmo acariciando manualmente sus genitales al mismo tiempo que él se
masturbaba. Norma tenía una gran aversión hacia los genitales masculinos y se negaba a tocar su
pene. Hacía poco que la pareja había abandonado los intentos de realizar el coito vaginal, dado
que Norma sufría frecuentes espasmos de su vagina que hacían de la entrada del pene algo difícil y
doloroso, por no decir imposible.

Había otros problemas en aquel matrimonio. Gary trabajaba muchas horas y dedicaba la mayor
parte de su tiempo libre a visitar a su madre viuda y a hacer recados o faenas domesticas para ella.
Sufría, asimismo, un problema de juego compulsivo, e iba al hipódromo tres o cuatro veces por
semana. Dado que sus ingresos no eran muy cuantiosos, las pérdidas de Gary en el juego daban
lugar a estrecheces económicas serias.

Norma siempre se había caracterizado por una fuerte aversión por mirar o tocar el pene de su
marido. Durante la entrevista explicaba que nunca había sabido el origen de dicha aversión hasta
que acudió al reciente funeral de su tío, donde se sorprendió al comprobar como se enfurecía más
y más a medida que se leían las alabanzas al difunto. Su tío había sido un músico concertista
famoso en todo el mundo, y era ampliamente respetado y admirado. Mientras Norma se enfadaba
por momentos, empezó a recordar repentinamente haber sido sexualmente acosada por él
cuando sólo era una niña. Cuando tenía entre 9 y 12 años de edad, su tío había sido su profesor de
música. Las clases incluían lecciones de ritmo, en las que ella debía acariciar su pene al compás del
metrónomo. Esto le desagradaba profundamente, pero tenía demasiado miedo como para
contárselo a sus padres. Finalmente decidió no seguir tomando clases de música a los 12 años, sin
que nunca llegara a exponer los motivos de esta decisión a sus padres. En algún momento de su
adolescencia, dijo “He olvidado lo que me hizo”

Caso No. 3 Jim Healy

Jim Healy, un investigador de 35 años de edad, especializado en sociología, acaba de recibir


múltiples sentencias de cadena perpetua después de ser declarado culpable por tercera vez de
una serie de violaciones.

Jim creció en una familia caótica. Su padre abusaba físicamente de su madre y de otras mujeres.
Tanto su padre como su madre eran sexualmente promiscuos a veces delante de él. En al menos
una ocasión durante su infancia fue sodomizado por su padre. A medida que crecía, con
frecuentes sentimientos de soledad y de falta de cariño, empezó a tener fantasías sobre una
“relación perfecta” con una mujer ideal a la que “calentaba”. A medida que fueron pasando los
años, estas fantasías y necesidades empezaron a tomar aspecto obsesivo y erótico. Inicialmente,
se imaginaba a sí mismo obligando a una mujer a mantener relaciones sexuales con él, de tal
forma que al principio ésta se resistía, pero acababa disfrutando. La fantasía continuaba en una
relación de afecto y cariño con la misma mujer. A menudo se masturbaba mientras tenía estas
fantasías.

A pesar de que Jim era consciente de que el escenario de sus fantasías era poco probable, empezó
a preocuparse por la necesidad urgente y sexualmente excitante de llevar estas fantasías a la
práctica. A la edad de 16 años cometió su primera violación. Después de cada violación, se
prometía a sí mismo “nunca más volveré a hacerlo”, pero al poco tiempo las preocupaciones y
necesidades urgentes volvían a invadirle repitiéndose el ciclo.

Aunque a menudo debía amenazar a sus víctimas con una navaja para obtener su sumisión, nunca
llegó a herirlas físicamente y utilizaba la mínima cantidad de fuerza necesaria. Cualquier signo
aparente de sufrimiento o angustia por parte de la mujer disminuía, más que reforzaba, su
excitación erótica. Durante el curso de cada relación, se desprendía invariablemente de su arma y
aseguraba a la mujer que no tenía ninguna intención de herirla o de causarle algún daño.

Cuando leía revistas o veía películas en las que aparecían escenas de mujeres en posiciones de
sumisión o de esclavitud, se excitaba eróticamente, fantaseando que ellas disfrutaban con esta
experiencia. De todas formas no se excitaba si la victima parecía estar sufriendo o sintiendo un
malestar genuino.

En las pruebas de pletismografía peneana que se le practicaron en la cárcel, Jim tuvo una erección
ante estímulos donde aparecían hembras en posición de sumisión o de esclavitud, pero su
activación sexual disminuía si éstas presentaban el mínimo signo de sufrimiento. Los análisis
sanguíneos revelaron unos elevados niveles de testosterona sérica.

Aparte de ser declarado culpable de violación, Jim nunca ha sido condenado o acusado por ningún
otro tipo de actividad delictiva. No tiene antecedentes de tratamiento psiquiátrico ambulatorio ni
en régimen de ingreso hospitalario. Su historial laboral es estable. Nunca ha abusado del alcohol ni
de ninguna otra droga.

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