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Hombres, igualdad

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y paternidad: cuestiones
candentes para abordar
el género

David Martín Vidaña y Carmen María Martín Suárez

1. INTRODUCCIÓN
En la última década del siglo xxi, los estudios socio-culturales realizados desde la
perspectiva de la masculinidad e identidad masculina constituyen un referente político,
cultural, social y económico emprendido con la finalidad de promover nuevas masculini-
dades positivas (Boscán, 2008), masculinidades alternativas o disidentes (Lomas, 2008) y
masculinidades igualitarias (Flecha, Puigvert y Ríos, 2013). Estas nuevas formas de ser
hombre, implican llevar a cabo numerosos cambios que permitan desvincular a hombres
y mujeres de la asignación de estereotipos y roles sociales que imponen el dominio de un
género sobre otro. No obstante, si bien hoy en día no son compartidas por un elevado nú-
mero de hombres, poco a poco están consiguiendo tener mayor impacto en la actual so-
ciedad.
Teniendo en cuenta este hecho, resulta conveniente destacar que la participación mas-
culina como elemento de reivindicación familiar, laboral y de cuidado infantil requiere
mayor compromiso científico-académico. A nivel europeo, escasos estudios e investigacio-
nes denotan la falta de recursos sociales, políticos, culturales y económicos para con la co-
rresponsabilidad laboral y familiar de hombres y mujeres (Jean, 2015; Podnieks, 2016;
Suwada, 2017). Así pues, cabe señalar que el 50 % de los hombres españoles no coopera
en el reparto de tareas domésticas y familiares y solo el 33 % de ellos limpian la casa y cui-
dan de sus descendientes (Alberdi y Escario, 2007). En el caso de personas mayores en si-
tuación de dependencia, la participación del hombre en trabajos de cuidado remunerado
denota el desafío de poder y autoridad para con el modelo de masculinidad tradicional
establecido (Brannen y Moss, 2003).
De forma paralela, conviene señalar que el movimiento feminista junto con los Esta-
dos Miembros de la Unión Europea, participan paulatinamente en constante lucha social
contra la desigualdad de género. Así pues, términos tales como: reparto de tareas y res-
ponsabilidades, conciliación de la vida familiar y laboral, cuidado e interdependencia, de-
mocracia paritaria, reivindicación de cuidado, monoparentalidad masculina, paternidad
infantil y nueva paternidad, cada día son más utilizados con el propósito de manifestar la

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voluntad de logro de igualdad (Avilés, 2015; Ranson, 2015; Martín-Palomo, 2016; Johans-
son y Andreasson, 2017).
En todo caso, a principios de nuevo siglo, el acceso de la mujer al mercado laboral
de trabajo constituye un punto de in inflexión en la concepción de masculinidad y pater-
nidad (Elliott, 2016). En este sentido, cabe señalar que el hombre adquiere mayor prota-
gonismo en quehaceres doméstico-familiares, reivindicando, por consiguiente, nuevas for-
mar de vivir la paternidad, entendida esta como experiencia de vinculación personal y
emocional. Sin embargo, investigaciones recientes afirman aún hoy día la presencia arrai-
gada de modelos tradicionales de género en instituciones públicas y familiares, aspecto
cual evidencia el largo camino a recorrer en aras de fomentar la voluntad de logro de
igualdad.

2. DESARROLLO DEL TEMA


Revisar la literatura existente sobre la construcción sociocultural e histórica de la mas-
culinidad, así como diferentes aspectos de interés relacionados con la identidad masculi-
na, tal y como es la construcción de un nuevo modelo social de masculinidad basado en
la corresponsabilidad de tareas domésticas, familiares y de cuidado infantil, no es tarea
nada fácil, sobre todo, dado la cantidad de impedimentos que evidencian este tipo de in-
vestigaciones, cuando la comunidad académica, compuesta en su gran mayoría por hom-
bres vinculados a las Ciencias Sociales y Estudios de Género, presenta desconfianza e in-
certidumbre para aceptar el estatus de objeto de estudio de la investigación.
Los actuales estudios sobre masculinidad e identidad masculina —Men’s studies, Stu-
dies of men and masculinities o Critical studies of men and masculinities— se sitúan y co-
mienzan a producirse desde el momento en el que la sociedad occidental promueve un
cambio a nivel político, cultural y económico en la mentalidad masculina. Este cambio so-
cial, se produce pues, a través de los efectos producidos en la posición subjetiva y genéri-
ca de hombres y mujeres a partir de la Revolución Francesa y la Revolución Industrial,
así como la Revolución Tecnológica, promovida en los años 80 con el propósito de denun-
ciar y desmantelar los modelos tradicionales de género establecidos (Burin, 2003).
En este sentido, podemos afirmar que es a partir de 1990 cuando en el ámbito euro-
peo y latinoamericano se comienzan a publicar y propagar diversos estudios e investiga-
ciones elaborados en su mayoría por hombres, los cuales, pretenden analizar e investigar
aspectos relacionados sobre la construcción social y cultural de la masculinidad y sus efec-
tos en la vida de hombres y mujeres, así como en las diversas formas de comprender e in-
terpretar la subjetividad presente en la identidad masculina. Bourdieu (2001, 2005), Lo-
mas (2003, 2008), Connell (2005), Segal (2007), Hanlon (2012), Kimmel (2013), y Salazar
(2013), entre otros autores, constituyen el pilar fundamental de investigación sobre el ob-
jeto de estudio presente.
Hoy en día, investigaciones y estudios recientes sobre la construcción sociocultural e
histórica de la masculinidad, pretenden cuestionar e interpretar el papel actual del hom-
bre en sociedad durante las dos últimas décadas. De hecho, diferentes disciplinas sociales
centradas en el estudio y análisis de la identidad masculina, coinciden en promover dife-

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rentes modelos alternativos de ser hombre que converjan en la voluntad de logro de igual-
dad de género, así como en el fomento de principios éticos de igualdad y/o equidad y jus-
ticia entre los sexos. Estas nuevas alternativas de ser hombre, promovidas en mayoría por
el movimiento feminista y diferentes asociaciones y grupos de hombres antisexistas, unen
a hombres y mujeres de todo el mundo (Lomas, 2004).

2.1. La construcción sociocultural de la masculinidad


Con la finalidad de conocer e interpretar la realidad sociocultural e histórica de la
masculinidad, resulta imprescindible analizar la literatura existente desde la panorámica
general ofrecida por las diferentes disciplinas sociales y los estudios de género. En este sen-
tido, el aporte brindado por las Ciencias Sociales, permite ofrecer una interpretación de
diferentes rasgos históricos, culturales, políticos y sociales que definen las transformacio-
nes históricas, antropológicas, psicológicas y políticas, establecidas en el desarrollo de la
masculinidad e identidad masculina.
En primera instancia, el enfoque histórico pretende ofrecer una descripción generali-
zada de aquellos rasgos de la masculinidad presentes en las diferentes etapas de la histo-
ria de vida humana. De este modo, es posible concebir la masculinidad cual expresión ge-
nérica existente de diversas formas a lo largo de la historia. Así pues, resulta evidente
reinterpretar la historia para constatar la presencia del hombre como actor social que ad-
quiere sentido a partir de expresiones de género; es decir, separar a los hombres como se-
res humanos para interpretar su desarrollo histórico como entidad social, individual y co-
lectiva. En consecuencia, el enfoque histórico, permite, por tanto, destacar los escasos,
pero a la vez, significativos ejemplos de la crisis del género masculino, para de esta forma,
adquirir una versión generalizada sobre el carácter que adopta la identidad masculina en
la actualidad (Montesinos, 2002).
Por otra parte, el enfoque de la Antropología Social pretende profundizar en el análi-
sis de la cultura, y por consiguiente, en el estudio de las relaciones sociales que detentan
el carácter autoritario de la sociedad, aportando, para ello, una serie de elementos que
permiten determinar el papel que desempeñan hombres y mujeres en la reproducción de
las relaciones sociales dentro de las estructuras de poder y la simbología que le correspon-
de. Se ha demostrado, a través de los diversos estudios ofrecidos por la Antropología So-
cial de las sociedades tribales, que masculinidad y feminidad se expresan de múltiples y
variadas formas, dependiendo, en todo caso, de la estructura cultural que mantiene la so-
ciedad. En otras palabras, la masculinidad no se expresa de forma única y universal, pues
no es un rasgo social constante, sino un conjunto de manifestaciones propias de diferen-
cias culturales que coexisten en un momento histórico determinado, sin negar, además, di-
ferentes formas de expresión de una misma tipología de masculinidad.
En este sentido, resulta imprescindible tener en cuenta que en la actualidad, la socie-
dad occidental se sustenta en una estructura que históricamente implica la dominación
masculina sobre la femenina, por tanto, el poder ha sido atribuido única y exclusivamen-
te por y para el hombre. Tal y como señala Kaufman: «Lo que está realmente en juego
no es una hombría biológica, nuestro sexo, sino nuestras nociones de la masculinidad his-

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tóricamente específicas, socialmente construidas e incorporadas individualmente» (citado


en Montesinos, 2002, p.78).
En cuanto a la Psicología Social, conviene destacar que sus aportaciones contribuyen
considerablemente al conocimiento del género masculino tras interpretar la naturaleza del
alma y el espíritu humano, y definir los rasgos específicos de la identidad de género. Ade-
más, ofrece instrumentos que permiten analizar la estructura subjetiva, a partir de la cual,
cada hombre asume su masculinidad. Gracias al aporte de la Psicología Social, los estu-
dios de género han conseguido descubrir los efectos negativos que los rasgos de la identi-
dad masculina tienen sobre las relaciones sociales, las relaciones de pareja y las relaciones
familiares, quedando reflejados en el monopolio de poder que detentan los hombres.
Finalmente, el enfoque sociológico representa la versión actual de las disciplinas so-
ciales, permitiendo interpretar la relación de los géneros en diversos contextos sociales de
interacción. De esta forma, los cambios producidos en todos los ámbitos de la cultura,
dan respuesta a la conformación de nuevas identidades de género. Por tanto, se ha de re-
conocer la existencia de determinismo cultural si se relaciona la sociología con la antro-
pología, pues la transformación política, económica y social tiene un efecto inmediato en
las relaciones de género. De esta forma, la identidad de género es producto de la transfor-
mación social, fomentando, este hecho, diversas identidades de género y diferentes formas
de comprender la masculinidad.
En síntesis, se puede decir que la Psicología Social es la ciencia que más ha aportado
y contribuido al estudio y análisis de la masculinidad debido a su campo de investigación,
a diferencia de la Ciencia Política, que a duras penas han contribuido al análisis del tema
en cuestión. Además, es posible afirmar que la Sociología ha sido la disciplina social que
se ha abastecido de las demás Ciencias Sociales para lograr un enfoque globalizador so-
bre la construcción de la identidad masculina en la sociedad occidental. De este modo, las
indagaciones teóricas producidas por las diferentes disciplinas sociales permiten establecer
una nueva ética masculina, así como la invención de nuevas propuestas políticas en cons-
trucción (Cazés, 2004).

2.2. Nuevas masculinidades y paternidades: un nuevo


reto social
Hoy en día, la paternidad es concebida como una de las formas sociales mediante la
cual el hombre manifiesta su identidad y poder masculino. Esta etapa de la masculinidad,
se expresa de múltiples y variadas formas en función de expresiones culturales, que res-
ponden y manifiestan estereotipos y roles sociales proyectados como prácticas culturales
únicas. En este sentido, los cambios producidos en nuestra sociedad, evidencian la necesi-
dad de proclamar nuevos modelos de masculinidad, y sobre todo, nuevos modelos de pa-
ternidad que permitan reconocer a hombres y mujeres como iguales, coadyuvando en el
reparto de tareas domésticas, familiares y de cuidado infantil y promoviendo nuevos pac-
tos paritarios de conciliación de la vida familiar y laboral de hombres y mujeres.
Desde este punto de vista, la complicidad manifiesta por el hombre en la correspon-
sabilidad de quehaceres domésticos y familiares, además de proveer nuevos pactos parita-

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rios de conciliación de la vida familiar y laboral de hombres y mujeres, pretende cuestio-


nar la concepción tradicional de paternidad, desprovista de reivindicación de cuidado
emocional en la infancia, asumiendo, en consecuencia, luctuosas consecuencias, a saber,
entre otras: la imposibilidad de establecer vínculos sentimentales para con el padre, aleja-
do del núcleo familiar y el ámbito privado con el propósito de representación pública de
poder y autoridad patriarcal, así como la reproducción socio-cultural del modelo de mas-
culinidad hegemónica y/o tradicional, establecido en sociedad con la finalidad de preser-
var dominio de poder y supremacía social.
Así pues, resulta conveniente promover vínculos emocionales y/o afectivos de paterni-
dad que permitan adquirir mayor nivel de reconocimiento social, es decir, el modelo de
masculinidad hegemónica y/o tradicional presente en nuestra sociedad, además de proveer
valores tradicionales vinculados para con el ámbito público y laboral, necesita de la par-
ticipación en espacios de trabajo supeditados bajo ámbito privado. Este hecho, pretende,
por tanto, coadyuvar en el propósito de fomentar la voluntad de logro de igualdad de gé-
nero. De igual modo, el cambio propuesto en el modelo de masculinidad hegemónica con
base en aras de promover nuevas masculinidades alternativas e igualitarias, permite reva-
lorizar el tiempo de cuidado infantil y la puesta en práctica de vínculos emocionales, pro-
porcionando, este hecho, una nueva conceptualización del modelo de masculinidad como
elemento proveedor de cuidado emocional en la infancia (Salazar, 2013).
En otras palabras, nuestro desafío para con el modelo de paternidad tradicional no
solo permite proveer un cambio de modelo autoritario, sino una reubicación del hombre
en el espacio privado y en el tiempo destinado a tareas de cuidado infantil. No obstante,
no podemos olvidar las dificultades que presenta esta nueva concepción de paternidad,
promovidas, en cualquier caso, por dos factores principales:

1. La dificultad de encontrar otros modelos que sirvan de referente alternativo.


2. La valentía del hombre para trasgredir la norma y romper con los estereotipos y
roles de género establecido en la sociedad patriarcal.

Llegado este punto, cabe destacar que, en menor medida que las mujeres, limitadas
durante siglos por su papel de proveedoras de cuidado, los hombres también se han visto
obligados a cumplir las expectativas sociales que les obligan a seguir un determinado mo-
delo de masculinidad tradicional. Por consiguiente, podemos afirmar que nuestro objeti-
vo hoy día es doble; por una parte, definir la masculinidad en plural, dando cabida a la
diversidad de opciones personales, familiares, afectivas, sexuales e ideológicas presentes en
nuestra sociedad; y, por otra, en caso de optar por el pleno ejercicio de la paternidad, asu-
mir este hecho desde la corresponsabilidad de cuidado y afecto.
La literatura existente sobre el nuevo ideal de paternidad advierte sobre su llegada en
la sociedad actual. Sin embargo, esta afirmación no es ninguna realidad, ya que las esca-
sas y rigurosas investigaciones sobre la práctica de nuevas paternidades manifiestan que la
mayoría de los padres actuales, definidos como nuevos padres, aún no han comenzado a
recorrer el extraordinario camino que la paternidad supone, además, muchos de ellos, no
se plantean cambiar la meta en sus propósitos de vida para estar más tiempo con sus hi-
jos/as y compartir su vida por y para ellos/as (Bonino, 2003).

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2.3. Los hombres en el reparto de tareas domésticas


y familiares
Las aportaciones de Connell (Gil Calvo, 2006; Lomas, 2003), permiten considerar las
prácticas y relaciones que construyen los principales patrones de masculinidad, vigentes
hoy en día en nuestra sociedad. De este modo Connell (2003) identifica cuatro tipos de
masculinidades:

— Masculinidad hegemónica: Es aquella que reproduce al pie de la letra el dominio


de poder y autoridad masculina heterosexual, coincidiendo, además, con el proto-
tipo tradicional de virilidad y la cultura del patriarcado. El número de hombres
que ejerce con rigurosidad los patrones de la masculinidad hegemónica estableci-
dos es limitado, sin embargo, este grupo de hombres gana por hegemonía, puesto
que son directamente los beneficiarios de la subordinación femenina.
— Masculinidad subordinada: Es aquella que «se sitúa en las fronteras de los estilos
de vida, de las conductas y de los sentimientos atribuidos convencionalmente a las
mujeres, por lo que es considerada ilegítima y afeminada por quienes ejercen la
masculinidad hegemónica» (Lomas, 2003, p. 19).
— Masculinidad cómplice: Es aquella que ejerce dicho grupo de hombres que disfru-
tan de las ventajas del sistema patriarcal asociado al género masculino, pero al mis-
mo tiempo, respetan a sus esposas, se encargan de traer al hogar el sustento eco-
nómico familiar y ayudan en las tareas domésticas y familiares.
— Masculinidad marginal: Es aquella que la componen determinados grupos y colec-
tivos de hombres excluidos socialmente. Aunque el término marginación no es el
más adecuado para categorizar este tipo de masculinidad, no es posible utilizar
otro mejor para describir las relaciones entre la masculinidad dominante y la mas-
culinidad subordinada.

3. DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES
Las conclusiones aquí propuestas, se establecen a partir del estudio y análisis que so-
bre la identidad masculina, nuevas masculinidades, paternidad y cuidado datan los estu-
dios e investigaciones hasta la fecha. De este modo, es posible contemplar una aproxima-
ción sociocultural sobre el interés que el estudio del hombre y la paternidad ha
promovido en los últimos años en las diferentes disciplinas sociales y estudios de género.
En la actualidad, los estudios e investigaciones sobre masculinidad e identidad mascu-
lina, coinciden en la idea de que la masculinidad es un constructo histórico y cultural, pro-
ducto de una determinada construcción social de género y, por tanto, al ser identidades
adquiridas socialmente, están abiertas a cambios y transformaciones. La masculinidad, al
igual que la feminidad, no es una esencia universal e inalterable, sino un efecto de la cul-
tura, un lastre histórico y social de la existencia humana constituida a lo largo de la his-
toria por y para el hombre (Cortés, 2002; Lomas, 2004). Los hombres parecen estar a fa-
vor al cambio promovido en términos de igualdad en determinados momentos críticos de

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transición vital, como puede ser el nacimiento del primer hijo/a. Por tanto, y si se tiene en
cuenta este hecho, las políticas que promueven el cambio deben de apuntar a esos momen-
tos vividos por el hombre (Bonino, 2003).
Para conseguir y fomentar una mayor participación masculina en el ejercicio de la pa-
ternidad y cuidado infantil, así como en la corresponsabilidad de tareas domésticas y fa-
miliares, Kimmel (1992) propone hacer lo mismo que hizo el feminismo, producir un mo-
delo que se maneje en dos niveles: por un lado; el nivel de las transformaciones
interpersonales, que permite dar a conocer los sentimientos y emociones de los hombres;
y por otro, el nivel de las transformaciones interpersonales, el cual pretende integrar a la
vida pública a hombres y mujeres como personas igualitarias. De este modo, resulta im-
prescindible fomentar la participación de los hombres en políticas públicas de apoyo para
conseguir que se instalen centros de educación infantil próximos al lugar de trabajo, así
como ampliar los permisos de paternidad y mayores compensaciones económicas retribui-
das al nacimiento para sus progenitores, la libertad de los derechos reproductivos de la
mujer, la protección contra el acoso sexual y los maltratos y violencia de género, conside-
rados asuntos tanto de hombres como de mujeres. Por consiguiente; Kimmel (1992) afir-
ma: «Las mujeres no podrán ser nuestras iguales sin estos cambios, y nuestra vida como
hombres definitivamente se va a empobrecer» (p. 138).
En este sentido, las áreas de intervención en el ámbito social, educativo y sanitario son
de especial interés para hombres y mujeres, así como asociaciones de hombres que quie-
ren promover en la actualidad nuevos modelos de paternidad, nuevos padres participati-
vos en la relación doméstica, laboral y familiar, y padres igualitarios en el reconocimien-
to de la igualdad y equidad de derechos y deberes de hombres y mujeres. Para ello, es
necesario fomentar nuevos modelos sociales comprometidos con la participación de hom-
bres, y sobre todo, de nuevos padres; promoviendo leyes que favorezcan la conciliación de
la vida familiar y laboral y estableciendo nuevas propuestas de actuación a partir de los
modelos sociales de masculinidad y paternidad tradicionales.

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