El discernimiento, un camino para descubrir mi propia vocación.
En el ejercicio del discernimiento, San Juan Pablo II escribe, en su Exhortación Apostólica
Pastores dabo vobis, n. 10: “Se intenta reconocer una llamada que Dios hace oír en una determinada situación histórica; en ella y por ella Dios llama al creyente. El Santo Padre, el Papa Francisco, ha iniciado un nuevo ciclo de catequesis dirigidas a toda la cristiandad y ha tomado para su reflexión un tema que preocupa a nuestra sociedad y sobre el que sería bueno que pudiéramos reflexionar a la luz de la palabra de Dios. y del magisterio de la Iglesia; ¿Qué significa discernir? Es la necesidad de buscar el bien y distinguirlo del mal. Y ¿quién no se hace la pregunta por el bien? O ¿Qué significa realizar el bien en los momentos concretos de la vida? ¿Quién no se confronta a diario con decisiones por tomar, quién no tiene que elegir entre algo bueno y algo optimo, entre algo bueno y algo mucho mejor? Ante estas decisiones que tocan la vida diaria y la vida cotidiana la necesidad de distinguir aparece dice el Papa como algo esencial, constitutivo, del ser humano que está orientado a actuar libre y responsablemente en relación con Dios, si es que es creyente, y en la relación consigo mismo, con el medio ambiente y con los demás, aunque no fuera creyente. El Santo Padre parte de la idea de que “El discernimiento es un acto importante que concierne a todos, porque las elecciones son parte esencial de la vida”, Jesús nos habla del discernimiento y utiliza imágenes que toma de la vida ordinaria, hombres que no gozaban de trabajos especializados y es a la luz de estos ejemplos que se nos presenta el discernimiento como un ejercicio de inteligencia, de habilidad y también de voluntad, para aprovechar el momento favorable: siendo estos tres aspectos; Condiciones para hacer una buena elección. El Santo Padre analiza esta situación y nos dice que “es habitual que en nuestra vida surjan situaciones inesperadas o imprevistas en las que puede resultarnos imposible reconocer la importancia de una decisión que hay que tomar”; Nuestras decisiones, dice el Papa, las debe tomar cada uno de nosotros, porque no hay nadie que las tome por nosotros, siempre en la vida nos encontramos con personas que nos escuchan, nos dan consejos; pero la decisión es propia. Aquí es donde radica la importancia de un buen discernimiento para elegir bien. Para el Santo Padre, “el discernimiento es fundamental y fundante para la vida, ya que el discernimiento es el camino para descubrir la propia vocación”. Y como expresa en su Exhortación Apostólica Christus Vivit, nº 283 “Expresión del discernimiento es el esfuerzo por reconocer la propia vocación”, Vivir actuando humana y responsablemente es vivir discerniendo de un modo u otro. No hablo todavía de lo específicamente cristiano; pero puede ser bueno comenzar reconociendo que el discernimiento es una tarea permanente para cada hombre en cada situación. Discernir es también escuchar la voz de Dios. Dios nos elige y es cada hombre quien discierne este llamado en su corazón, pero no es posible discernir el mal, esto nos lleva a no reconocer el don de Dios. La elección es más un acto razonable y libre, el discernimiento en cambio implica razón, libertad y fe, es en la Oración cuando el hombre concretiza este acto. El discernimiento involucra los afectos. Y aquí se manifiesta la alegría, alegría que no es pasajera, que no es provocada por emociones sino por un sentimiento, una alegría muy especial, que ninguna realidad humana puede dar; es la alegría del encuentro con Dios. El Santo Padre en su catequesis insiste “Tomar una decisión hermosa, una decisión correcta, te lleva siempre a esa alegría final; tal vez en el camino tengas que sufrir un poco de incertidumbre, pensar, buscar, pero al final la decisión correcta te beneficia con alegría. Y al final de nuestra vida, ¿quién decidirá por mí? El Sumo Pontífice responde a esta pregunta afirmando que en el juicio final es Dios quien obrará el discernimiento, por eso ante las diferentes realidades de la vida cada uno de nosotros debe tomar posición, por eso es tan importante saber discernir. Las grandes elecciones pueden surgir de circunstancias que a primera vista parecen secundarias, pero resultan decisivas. La vida cristiana, como indica el Apóstol, “es una vida de filiación, que consistiría en vivir, no como esclavos de las fuerzas cósmicas”, lo que, como sugiere Rahner, significa bajo el imperio de la pura ley natural; o como esclavos del Derecho positivo. La plenitud cristiana consiste más bien en vivir responsablemente buscando lo que Dios puede querer de mí en las circunstancias concretas de mi vida. En Filipenses 1,9-10, Pablo advierte a los cristianos que deben saber "discernir lo que es mejor y apegarse a ello". Esto es lo que verdaderamente corresponde al comportamiento de los hijos. El discernimiento implica un esfuerzo y como nos recuerda el Santo Padre “no encontramos ante nosotros, ya empaquetada, la vida que nos toca vivir: ¡No! Tenemos que decidirlo todo el tiempo, dependiendo de las realidades que se presenten”. Dios nos invita a evaluar y elegir: nos ha creado libres y quiere que ejerzamos nuestra libertad. Por lo tanto, el discernimiento es difícil. El discernimiento es agotador pero esencial para vivir. Requiere que me conozca a mí mismo, que sepa lo que me conviene aquí y ahora. requiere una relación filial con Dios. Dios es Padre y no nos deja solos, está siempre dispuesto a aconsejarnos, a animarnos, a acogernos. Pero nunca impone su voluntad. ¿Por qué? Porque quiere ser amado y no temido. Y Dios también quiere que seamos hijos y no esclavos: hijos libres. Y el amor sólo se puede vivir en libertad. Pablo dirá también: “Sed imitadores de mí, como yo lo soy de Cristo” (1Cor 1,1), exhortando a la comunidad a tener las mismas actitudes que Cristo Jesús. Las tres categorías: Imitación, Seguimiento, Discernimiento, se reclaman mutuamente y deben ir siempre juntas. Se trata entonces, de hacer nuestro camino siguiendo el camino que él hizo suyo. Y aquí es donde inevitablemente entra en juego la categoría de discernimiento. Tenemos que discernir la correspondencia o la falta de correspondencia entre los modos de actuar de Jesús y los nuestros, teniendo en cuenta la diversidad del contexto histórico- social. Esta propuesta que hace Jesús del Reino de Dios como una nueva forma de vivir en la que los hombres reconocen a Dios como Padre reconociéndose hermanos, es una propuesta que Jesús no viene a imponer, sino a proponer; es propuesta. Por eso el Reino de Dios está cerca, pero no se impone por la fuerza. Por eso la propuesta va acompañada de una interpelación: ¡Convertíos! ¡Cambia tu forma de actuar! El anuncio de la proximidad del Reino de Dios suscita la necesidad de conversión.