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REDACCIÓN DEL

QUINTO
MANDAMIENTO:
HONRAR A LOS
PADRES

Isaac González Martínez

Trabajo hecho en cumplimiento de los requisitos exigidos por el Profesor


Don José de Segovia como parte de la calificación de la asignatura Ética I.
Noviembre 2021
Copyright © 2021 por Isaac González Martínez
Todos los derechos reservados
ÍNDICE

Introducción ...................................................................................................... 1

1. El quinto mandamiento ................................................................................ 2

2. Testimonio personal ..................................................................................... 2

Conclusión personal ......................................................................................... 4

i
INTRODUCCIÓN

Este trabajo es una reflexión personal acerca del quinto mandamiento: honrar a
nuestros padres. Lo he enfocado en mi experiencia y continuo aprendizaje (hasta el día
de hoy), abriendo totalmente mi corazón. La vida de las personas puede cambiar por
la obra y misericordia de Dios, como podrás leer acerca de experiencia personal en el
contenido de este documento.
Espero que, a pesar de ser un trabajo académico, pueda ser de bendición para las
personas que puedan leerlo.

Imagen sacada del sitio web: https://www.mundodeportivo.com/uncomo/educacion/articulo/cuales-son-los-10-


mandamientos-50792.html
1. EL QUINTO MANDAMIENTO

Para poder hacer esta redacción he buscado el quinto mandamiento en Éxodo 20


y en Deuteronomio 5 para tener la información completa de los textos
veterotestamentarios. Ambos textos están sacados de la Nueva Versión Internacional
(NVI):

“Honra a tu padre y a tu madre, para que disfrutes de una larga vida en la


tierra que te da el Señor tu Dios”.
(Éxodo 20:12)
“Honra a tu padre y a tu madre, como el Señor tu Dios te lo ha ordenado,
para que disfrutes de una larga vida y te vaya bien en la tierra que te da el Señor tu
Dios”.
(Deuteronomio 5:16)

Como podemos comprobar, el mandamiento en Deuteronomio y en Éxodo dice


prácticamente lo mismo. En ambos podemos encontrar una promesa o consecuencia
por cumplir el mandamiento: “para que disfrutes de una larga vida en la tierra”. A
diferencia del texto del Éxodo, el de Deuteronomio añade “y te vaya bien”.
En la actualidad podemos ver como aumenta la cantidad de jóvenes que honran
cada vez menos a sus padres, por no decir directamente que no lo hacen. Adolescentes
ignorando a sus padres, levantándoles la voz, humillándolos o, en el peor de los casos,
agrediéndoles. Adultos ignorando y olvidando a sus padres, ya ancianos, en asilos o
solos en sus casas, como si no existieran.
Aunque podría profundizar a niveles que abarcan a la sociedad, quiero hablar
sobre mi caso personal con respecto a este mandamiento de honrar a los padres.

2. TESTIMONIO PERSONAL

Para poner un poco en contexto, me he criado en una familia cristiana evangélica,


donde los valores y enseñanzas bíblicas las he tenido desde pequeño. Mi padre era
camionero internacional, por lo que pasaba mucho tiempo fuera de casa. Mi madre, en

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cambio, se dedicaba a cuidarnos a mi hermano y a mí en casa. Como niño, extrañaba
a mi padre y quería estar con él siempre que llegaba a casa. Recuerdo cuánto disfrutaba
cada vez que me traía juguetes del extranjero y me pasaba jugando con ellos.
Llegada mi adolescencia, una fuerte crisis financiera golpeó a España, haciendo
que muchos trabajadores perdiesen sus empleos, entre ellos mi padre. Ahora pasaba
más tiempo en casa, pero cuanto más transcurrían los días, más roces había en casa.
Mi padre siempre ha sido de levantar la voz más de la cuenta y hablar en un tono
enojado cuando algo no le parecía bien o iba en contra de su criterio, cosa que a mí me
enfurecía y odiaba. Poco a poco los roces eran mayores, hasta que, pasado los años,
volvió a encontrar trabajo de transportista, pero esta vez sin salir de España, cosa que
permitía que estuviese más tiempo en casa.
Un día tome la decisión de dejar la iglesia y querer tomar mis propias decisiones
por causa de mis malas relaciones e influencias en el instituto. Esta fue una de las
peores decisiones que tomé en toda mi vida, porque no me influyó solo a nivel
espiritual, sino también a nivel académico, social y familiar. Si antes no me gustaba la
actitud de mi padre y el autoritarismo que demostraba, en ese momento lo aborrecía.
Recuerdo una vez que empezamos a discutir fuertemente. Él me levantaba la voz y yo
le superaba y, cada vez que el me gritaba más alto, más alto le gritaba yo, hasta que
llegamos a las manos. El me agarró de la camiseta con una mano y, acto seguido, yo
le agarré con ambas manos y lo empujé contra la pared tan fuerte que se hizo un agujero
en la pared.
Pasado los años, dentro de mi adolescencia aún, tuve un encuentro verdadero y
genuino con el Señor. En aquel momento me arrepentí de todo el mal que había hecho
hasta entonces y le pedí que fuese el Señor de mi vida. En ese instante pude
experimentar el perdón de Dios y una inmensa paz que me inundó. Dejé mis malas
relaciones, volví a la iglesia y retomé mis estudios. Sería genial poder decir que
repentinamente todo cambió radicalmente, pero lo cierto es que me costó mucho
retomar los estudios, restaurar mis heridas y mi relación con mi familia, sobre todo
con mi padre. Fue un proceso muy largo y complicado, pero el Señor fue
moldeándome. Es más, sigue moldeándome en la actualidad. No recuerdo esta época
con agrado ni orgullo, pero sé que fue necesario que pasara por todo ello para que Dios
trabajase en mi vida.
La relación con mi padre siguió siendo complicada, aunque esta vez me
esforzaba por evitar los conflictos, hasta que llegó un día, hace aproximadamente 6 o

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7 años donde mi padre y yo comenzamos a discutir. Sinceramente no recuerdo cual
fue el detonante de la discusión, pero lo que sí recuerdo es que íbamos en el coche,
gritándonos como energúmenos. Mi padre me insultó duramente y, en ese mismo
momento, le dije que parase el coche, que no iba a seguir viviendo en la misma casa
que él. Me bajé del coche rápidamente y, llorando como un niño en medio de la calle,
me fui andando en dirección a mi iglesia. Mientras iba de camino, llamé a mi pastor
de entonces porque necesitaba hablar con alguien y, amablemente, me dijo que fuese
a su despacho para charlar. Le conté toda la historia y oramos juntos, pero, antes de
terminar, me dijo que tenía que perdonar y honrar a mi padre. Le dije que eso no podía
ser posible, que no quería volver a mi casa. Finalmente, me convenció para que
volviese a casa y perdonase a mi padre dentro de mí y que fuese a él a pedirle perdón.
Como repetía antes, me encantaría decir que todo cambió en aquel momento,
que mi padre y yo restauramos nuestra relación y que “fuimos felices y comimos
perdices”, pero no fue el caso. El Señor tuvo que trabajar en mí para que realmente
fuese algo real en mi vida poder honrar a mi padre, aún sin estar de acuerdo en sus
formas y carácter.

CONCLUSIÓN PERSONAL

Jesús ha ido trabajando (y sigue haciéndolo) en mi vida. Ha sido todo un reto el


poder honrar a mi padre a pesar de las diferencias entre ambos, incluso hoy tengo que
seguir pidiendo a Dios que me ayude porque hay cosas que no puedo comprender ni
entender. Hoy sé, y he podido entender, que mi padre es un buen hombre, solo que se
crio en una época, contexto y situación familiar complicada. Mi padre tiene ahora
mismo 71 años, por lo que comprendo que hay un gran salto generacional entre él y
yo. Se que él lucha desde muchos años contra su fuerte carácter, ya que sabe que es su
aguijón, como yo y cualquiera puede tener el suyo.
No quiero desprestigiar a mi padre con todo lo que cuento en este trabajo, todo
lo contrario, quiero honrarle por ser el padre que trabajo arduamente para llevar mi
familia adelante, por intentar darnos lo mejor y por querernos, tanto a mí como a mi
hermano menor y mi madre. Entendí que yo no puedo cambiar a mi padre, sino el
Espíritu Santo. Cada persona tiene su proceso y tiempo de cambio, por lo que descanso
en el Señor y le doy gracias por mi padre.

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