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El malo del catch

Luis Miranda
Fue el catchascanista má s sucio y tramposo de su Vikingo era lo Mismo que ser el favorito) acerca del
época, en una época en que los catchascanistas peligro que se cernía sobre él. Pero siempre era
sucios y tramposos eran mayoría. Fue el hombre tarde pues el mastodonte ya se había enguantado
má s odiado dentro y fuera del ring, el má s en los dedos el artefacto de hierro aba ver có mo, a
aborrecido de la televisió n y del barrio, el má s punta de contundentes puñ etes en la trente, su
insultado por grandes y chicos, y estuvo a punto de rival era reducido a una de carne y mallas de nylon.
morir linchado en las puertas del coliseo Amauta a Eso no era todo. La manopla daba paso luego a un
movimiento inventado por él. «la llave vikinga»,
manos de cinco mil padres de familia con sus hijos, que consistía en clavar la planta del pie en la
por haberle sacado la mugre, suciamente, al limpio espalda del rival y jalarle los brazos hacia atrá s. de
luchador Rayo de Oro. tal forma que el crujido en las coyunturas obligaba
rá pidamente a pedir chepa. También podía
Bastaba verlo aparecer en el ring para sentir una reventar una atontadora silla en la cabeza -y no
arcada de asco en el hígado. Era un goriló n una silla de Tecnopor como se deducir- una silla
colorado y con los pelos en la cara que se colocaba que arrancaba de la platea, aun caliente por efectos
en la cabezota un casco con cuernos de toro. No del trasero del espectador, y que sin medir
hacía nada má s que gritar y repartir golpes, y para consecuencias el Vikingo destrozaba hasta las
pelear a dú o se asociaba con otra lacra del catch astillas contra el oponente. en repudiables raptos
llamado La Bestia. Sus métodos para alzarse con la de Ira nó rdica.
victoria eran harto conocidos por el pú blico y Así ganaba las peleas. con despiadadas patadas
comentados con indignació n por las amas de casa voladoras. asesinos candados al cuello, enervantes
que sintonizaban el programa Los colosos del llaves quebradoras. Suciamente. El pú blico
catch, que era transmitido a principios de los añ os apagaba el televisor, abandonaba los coliseos (el
setenta; cada vez que el Vikingo estaba siendo Luna Park de la avenida Colonial, el Amauta de
contrasueleado (cosa que enardecía a la gradería Chacra Colorada) con la boca amarga. sin fe en la
en éxtasis de aplausos), éste, piconazo, extraía de vida, pero con la certeza de que alguna vez alguien
la calzoneta una vil manopla. iba a sacarle la mierda al Vikingo.
Entonces el graderío enmudecía, para luego Por eso los niñ os y sus padres volvían a los
advertir a gritos al contrincante (ser rival del coliseos hasta llenarlos de gritos y rechiflas. Pero
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nunca el gran coliseo Amauta soporto tanta algo descabellado: cogió la larga mesa de
cantidad de espectadores como la vez en que el transmisió n y se la lanzó contra el pecho. El
có mico Hugo Muñ oz de barana má s conocido como pú blico, que ya estaba de pie, saltó de dolor. El
Moncheri, se le enfrento en el duelo de catchascan á rbitro fue enérgico: el Vikingo queda
descalificado. Gana Moncherí. Los diarios
má s sensacional de la historia.
festejaron su derrota.
Forzada al má ximo su capacidad, el colosal
Pero. en realidad. nadie pudo ganarle
auditorio temblaba con los zapateos de guerra de
diecisiete mil faná ticos en espera de venganza. El al gigante entre 1972 y 1975. tiempo que duró el
reto se había originado meses antes. frente a emocionante espacio televisivo Los colosos del
cá maras, cuando el vikingo, en una asquerosa catch y que derrotaba en sintonía a la telenovela
demostració n de triunfalismo tras denotar al má s popular. Su aborrecible estilo de lucha hizo
magnífico enmascarado Super Demon y obligarlo a que el prefecto de Tarapoto impactado al ver que
quitarse la má scara, se lanzó a jalar de los cabellos
alguien peleara así en su propia ciudad. ordenase
a Moncheri, bullicioso hincha del vencido. El
có mico, fosforito, se paró y cacheteó al cornudo. El su reclusió n. Había terminado de romperle la nariz
luchador respondió levantando a Moncherí como a con la manopla a Rayo de Oro hasta hacerle manar
un perro, de la nuca y el trasero, y lo lanzó como sangre y ya se retiraba del ring a ducharse cuando
una bala humana donde buenamente cayese. la policía de Tarapoto lo detuvo. El Hombre Arañ a
Multitud de viejecitas telefonearon al querido ñ aja- salió en su defensa. También fue detenido,
ñ aja para que desistiese: el Vikingo es un jijuna, có mplice. El luchador derrotado, limpiá ndose la
Moncherí. Lo va a matar con la manopla. Pero sangre, tuvo que sumarse a la invocació n: Así es
Moncheri, que tenía conocimientos de judo y este espectá culo señ ores. Lo mismo que me ha
karate, no retrocedió . El día de la pelea, muchos hecho él he podido hacérselo yo, dijo. En Lima es
faná ticos se quedaron sin entrar al coliseo. La lucha peor, le insistió el Vikingo al prefecto. Allá no son
fue pareja bajo los reflectores. Sorprendido por la raras las costillas rotas, los riñ ones descolgados,
larga resistencia del retaco có mico, el Vikingo - los pulmones partidos. Só lo explicá ndole bonito
sordo ante la pifia general- utilizó lo peor de su
pudo convencer a la autoridad de que Rayito y él
repertorio: rodillazo en la cara, piqueteen los ojos,
tabla hawaiana, mazazo en la nuca. tumbado eran compadres, que el trabajo pedía emoció n de
Moncherí fuera del cuadrilá tero, el goriló n hizo verdad, que después de cada bronca se agarraban
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no a golpes sino a botellazos, y logró que el carro tres luchadores como prueba de ingreso, no só lo
policial se apartase de la ruta a la comisaría para no se retiró de los rudos entrenamientos en el
terminar frente a una cantina. gimnasio del Luna Park, sino que aprendió los
secretos de la lucha libre con suma facilidad.
Se salvó de algo peor cuando, al final de
El muchacho cajamarquino que había llegado a
una pelea cochinísima, el pú blico se arremolinó en
Lima a los doce añ os, como ayudante multiusos de
la puerta de salida del Amauta con la ilusió n de una compañ ía de juegos mecá nicos, aprendió que
lincharlo. La policía montada tuvo que escoltarlo el catch se basa en saber caer, tener estabilidad,
reflejos y tenaz resistencia. Por ejemplo, para no
hasta el taxi. El taxista se extrañ aba de que miles
reventarse los pulmones había que rebotar
de niñ os, adultos y ancianos se empeñ aran en cerrando los omó platos con los brazos abiertos.
lanzarse a destrozarle el carro, hasta que volteó a Los riñ ones no se descolgaban en una caída si se
mirar a su pasajero. ¡Claro, pues, el Vikingo!, ponía los pies en el suelo y la cintura en arco. Para
no dañ arse el cerebro, la quijada siempre tenía que
exclamó con odio. Odio era igual a aplausos para él. estar pegada al pecho. El resto eran las llaves y las
contra llaves, cosa de harta prá ctica. Pero como las
palabras catch-as-can traducidas al castellano
significan agarra como puedas, había la posibilidad
Cochino, desgraciado, eran palabras que nada caballerosa de acudir a los fierrazos, el
significaban eres lo má ximo. ahorcamiento con las cuerdas o los sinetazos en la
Pararse triunfador y con los brazos en alto ante la cabeza, sobre todo si se era un luchador pesado al
gradería que escupía una lluvia de insultos era cual los contendores á giles, como Robin Hood o
conmovedor, como estar ante un auditorio de pie Huracá n Sá nchez, podían aplicar sorpresivas
que te arroja rosas. Era el triunfo largamente tijeras voladoras.
acariciado desde que, a sus veintisiete añ os, Pero el Vikingo era malo só lo para ganarle los
cuando se dedicaba a estibar carne en un frejoles. perder hubiera significado bajar del
frigorífico, decidió pedirle al empresario de rá nking y a la larga, no ser contratado como
catchascá n Max Aguirre una oportunidad para ser estrella para llenar los espectá culos: ser otro
luchador. É ste lo aceptó por su magnífico peso de
desempleado. Entonces era mejor ganar a la mala
ciento ocho kilos y su empeñ oso afá n de
que perder como caballero. Y en su casa era
convertirse en uno de los grandes, cosa que quedó
demostrada cuando, luego de ser masacrado por solamente Víctor Díaz, un hombre de buen diente
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que se acostaba lleno de moretones, y allí ya no tiempos el rico placer del odio golpeá ndole en la
llevaba los cuernos, al menos hasta donde él sabe. cara. Pero ya no puede.
Allí era un ser bonachó n con los hijos, que un día (Diario El Mundo abril de 1995).
llegó asustado porque había matado a golpes a un
asaltante, Un tipo lo había cogido por la espalda
con la intenció n de robarle y Víctor Díaz se había
defendido con una contra llave, para luego privar
al maleante con una limpia quebradora
(movimiento que tuerce dolorosamente la
columna) y un combo en la cabeza. El malhechor
quedó en el suelo y Díaz llegó a la casa con la
espeluznante noticia de que era un asesino.
Cuando volvió al lugar de los hechos le dijeron que
el hombre se había marchado entre espantosos
dolores.
Dolores y desprecio só lo le han quedado de todas
esas épocas. Ahora se levanta la camisa y muestra,
a sus sesenta añ os, los tres anillos desviados de la
columna vertebral que le forman una prominencia
en la espalda. Una mala caída contra el filo del
cuadrilá tero los sacó de su lugar. Enseñ a su ojo de
vidrio. El verdadero se lo vació Sandoká n de un
silletazo en la cara. El otro ojo quedó desgarrado,
pero una intervenció n quirú rgica con trescientos
cincuenta disparos de rayos lá ser le salvó la visió n.
Tiene la clavícula derecha torcida, fruto de un
dislocamiento en plena lidia. Pero quisiera seguir
peleando y no só lo entrenando a la nueva hornada
de catchascanistas. Resucitar la lucha que ya só lo
entretiene en circos de provincias. Quisiera volver
a ser el poderoso Vikingo sentir como en los viejos
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