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universales
Magnitudes inamovibles
en un universo cambiante
Las constantes
unive.rsales
Las constantes
universales
Magnitudes inamovibles
en un universo cambiante
RBA
Imagen de cubierta: La propagación de la luz en el vacío es una constante
fundamental cuyo valor se aproxima a los 300000 km/s. Nada puede superar
esta velocidad.
Realización: EDITEC
Diseño cubierta: Llorern; Martí
Diseño interior: tactilestudio
Infografías: Joan Pejoan
Fotografías: Archivo RBA: 23a, 23b, 25a, 91, 135i, 135d; Bureau
lnternational des Poids et Mesures: 33; iStockphoto: portada;
LPLT /Wikimedia Commons: 25b; NASA: 48-49; Science Photo
Library / Age Fotostock: 36-37; Wikimedia Commons: 77, 125.
ISBN: 978-84-473-8309-2
Depósito legal: B-25484-2015
INTRODUCCIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
INDICE 147
INTRODUCCIÓN
7
flexiones sobre las constantes universales conducen hasta los
mismos fundamentos de la física, su historia y su epistemología,
a la vez que ponen de manifiesto sus aspectos más prácticos,
más técnicos.
Sabemos que el mundo que nos rodea está cambiando con-
tinuamente. Para intentar entender y explicar los fenómenos
de la naturaleza, la ciencia busca precisamente algún tipo de
regularidad en medio de tales cambios. Se pueden encontrar
relaciones entre diversas magnitudes, se puede observar que
algunas de ellas no varían o lo hacen bajo ciertas condiciones,
se pueden enunciar leyes que se apliquen a un conjunto am-
plio de fenómenos ... Huelga decir que cuando se habla de leyes
físicas, o de «leyes de la naturaleza», no se trata de normas
de obligado cumplimiento, como si fueran las leyes de una so-
ciedad humana. Se trata más bien de un resumen objetivo de
conceptos, observaciones y experimentos que, por otra parte,
están sujetos a una constante revisión y discusión. Una de las
premisas de la ciencia es que las leyes generales de la naturale-
za no dependen del tiempo ni del lugar. Mientras no se encuen-
tre evidencia en contra, la física trata de generalizar sus leyes
a todo el universo.
Galileo Galilei escribió en su libro Il Saggiatore (1623) una
famosa frase: el gran libro de la naturaleza «está escrito en
lengua matemática, y los caracteres son triángulos, círculos y
otras figuras geométricas, sin las cuales es imposible entender
ni una palabra; sin ellos es como girar vanamente en un oscuro
laberinto». La física es la disciplina científica que ha conseguido
leer con mayor precisión las partes que le conciernen de ese
gran libro. Las leyes físicas se expresan en forma matemática,
a través de relaciones entre diferentes magnitudes que se mi-
den mediante observaciones o experimentos. Veamos un par de
ejemplos.
El primero es un péndulo simple, que puede ser una bolita
colgada de un hilo y desplazada ligeramente de la vertical. La
bolita efectúa una serie de oscilaciones y ese tiempo que tarda
en hacer un recorrido completo de ida y vuelta desde la posición
inicial se denomina periodo. La ley del péndulo afirma que el
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cuadrado de su periodo es proporcional a la longitud del hilo.
Este es un enunciado preciso y fácilmente verificable; tal vez sea
el experimento más común realizado con fines didácticos en to-
dos los niveles de enseñanza de la física. El segundo ejemplo es
la ley de gravitación, formulada por Isaac Newton en su libro
Philosophice Naturalis Principia Mathematica (1687). En ver-
sión actual, decimos que dos cuerpos se atraen con una fuerza
que es directamente proporcional al producto de sus masas e
inversamente proporcional al cuadrado de su distancia.
En estos dos ejemplos se han enunciado leyes físicas como
relaciones de proporcionalidad entre magnitudes. Si se escriben
en forma matemática, es necesario especificar en cada caso la
constante de proporcionalidad, un parámetro no determinado
por la ley física, pero que es inseparable de ella. Como muestran
estos ejemplos, no se puede hablar de una constante física sin
tener en cuenta el marco teórico en el que ha aparecido, que en
este caso es la formulación matemática de una ley.
Las constantes fundamentales no siempre aparecen como fac-
tores de proporcionalidad en una ley física. Hay una constante
de gran importancia que surge al hacer enunciados generales so-
-ere la validez de las leyes físicas para cualquier observador. Se
trata de la velocidad de la luz en el vacío, lo que nos lleva a hacer
una breve digresión histórica. Galileo consideró experimentos
que se podían realizar en el interior de un barco, sin saber si este
se movía o no. Llegó a la conclusión de que los resultados de los
experimentos no permiten distinguir si el barco está quieto o se
mueve sobre aguas tranquilas con una velocidad uniforme. En la
actualidad esta conclusión se recoge en el llamado principio de
relatividad de Galileo: las leyes físicas son las mismas para dos
observadores que se muevan con una velocidad relativa constan-
te, y las ecuaciones matemáticas correspondientes han de satis-
facer esta condición. Cabe resaltar que se habla de «relatividad»
para formular un enunciado absoluto que ha de satisfacer todas
las leyes físicas.
En el siglo xix, el científico británico James Clerk Maxwell
formuló las leyes del electromagnetismo, que describen los fe-
nómenos que involucran cargas eléctricas, corrientes e imanes;
INTRODUCCIÓN 9
dedujo además que la luz y las ondas electromagnéticas son una
única entidad. Pronto se encontró que estas leyes no satisfacían
el principio de relatividad de Galileo.
A principios del siglo xx, Einstein formuló un principio de rela-
tividad más general, que dio lugar a lo que se llama teoría de la
relatividad especial o restringida. Su postulado inicial es que
la velocidad de la luz en el vacío, que se representa con la letra
e, es independiente del estado de movimiento entre el emisor y
el observador, si estos se encuentran en sistemas inerciales que
se mueven con velocidad relativa constante. Einstein no anuló el
principio de relatividad de Galileo, sino que encontró su límite
de aplicación: deja de ser válido cuando las velocidades relativas
son comparables a c. En las transformaciones matemáticas que
relacionen las leyes físicas entre dos observadores, aparece la
velocidad de la luz e como un parámetro inherente al principio
de relatividad.
Las constantes aparecen, por tanto, en leyes físicas especí-
ficas, como los ejemplos del péndulo simple y de la gravitación,
o en leyes globales que garantizan la generalidad de las anterio-
res. Su interés no será el mismo si la constante depende o no de
los cuerpos o sistemas considerados, del lugar o del instante
de tiempo.
El valor de e es de 208 millones de leguas argentinas por hora
o de 4,58 millones de ris japoneses por minuto, aunque, sin duda,
al lector le sea más conocido el valor de 300 000 kilómetros por
segundo, en números redondos. El valor de e depende de uni-
dades arbitrarias, por lo que solo tiene importancia a la hora de
efectuar algún cálculo concreto. Lo que realmente importa de una
constante es su propia existencia, su presencia en la formula-
ción de las leyes físicas, su carácter fundamental o universal.
Pero para determinar el valor de una constante hay que medirla,
y para ello hay que precisar las unidades utilizadas. El estudio de
las constantes fundamentales es inseparable del de las unidades
fundamentales, y en este libro nos referiremos continuamente a
unas y otras.
Además, el estudio de constantes y unidades se realiza desde
varias perspectivas que no solo son complementarias, sino que
10 INTRODUCCIÓN
son también inseparables, formando una red relacional cerrada
que hace intervenir física fundamental, física aplicada y tecno-
logía. De manera muy esquemática lo podríamos ver de la si-
guiente manera. La física teórica establece el marco conceptual
y matemático en el que se sitúan las leyes generales de la física.
Estas leyes son verificadas o son sugeridas por la física experi-
mental, a través de observaciones y experimentos controlados.
La precisión de estos últimos solo es posible gracias a la tecno-
logía y a los dispositivos que esta es capaz de crear. En algunos
casos, los nuevos dispositivos están motivados precisamente
por las necesidades de la física fundamental, y después pueden
pasar a ser de uso general. A su vez, su calidad depende de la
metrología, la disciplina que se ocupa de establecer, unificar y
perfeccionar los estándares de las unidades físicas. Pero para
alcanzar la precisión deseada, la metrología también depende
del marco teórico inicial, a través de la mecánica cuántica, la
relatividad, la física del estado sólido, etc. Pensemos por ejem-
plo que los sistemas de posicionamiento global (GPS) han de
tener en cuenta los resultados de la relatividad general para
lograr su precisión actual. Nuestra discusión a lo largo de este
libro se basará en tres ingredientes: constantes, unidades y teo-
rías físicas, con referencias puntuales a aspectos experimenta- ·
les y técnicos. Antes de abordar el estudio de las constantes,
empezaremos con algunas consideraciones generales sobre los
sistemas de unidades, que no son tan sencillos de establecer
como pudiera pensarse a primera vista.
En libros y manuales de física, química, ingenierías, etc., suele
haber tablas de constantes que se califican de «físicas», «gene-
rales», «básicas», «fundamentales» o «universales». Estos adje-
tivos dependen del autor que los utilice, de la época en que lo
hizo o incluso de la lengua utilizada. En este libro hablaremos de
constantes fundamentales de la f'IBica, y daremos a tres de ellas
el carácter de universales, por el papel que juegan en las teorías
actuales de la física. Pero ya adelantamos que se trata de una
denominación arbitraria utilizada solo con fines didácticos. Los
contenidos de las tablas de constantes fundamentales han varia-
do con el tiempo. Por ejemplo, en los libros de texto de hace un
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siglo el equivalente mecánico del calor ocupaba muchas pági-
nas, mientras que en los libros actuales se le dedican unas pocas
líneas. Esto no significa que el equivalente mecánico del calor
carezca ahora de importancia; simplemente ha perdido el esta-
tus de fundamental que se otorgaba en tiempos pasados, por-
que se ha situado en un marco conceptual más amplio. En este
sentido, hay que tener presente la definición que dio en 1983 el
físico estadounidense Steven Weinberg sobre las constantes fun-
damentales: «son aquellas que no podemos calcular a partir de
otras, no porque el cálculo sea complicado (como por ejemplo,
la viscosidad del agua), sino porque no tenemos una representa-
ción más profunda de los fenómenos que representan». Por eso
hay constantes que con el tiempo han aparecido y desaparecido
de las tablas, y su estudio pone de manifiesto que la física surge
a través de Wl proceso histórico, de una acumulación estructu-
rada de conocimientos.
Los sistemas de unidades son completamente arbitrarios. En
la búsqueda de un sistema estable, objetivo y reproductible, se
ha llegado a unas «unidades naturales», construidas a partir de
unas pocas constantes fundamentales. Para usos prácticos son
ciertamente preferibles los patrones de unidades adaptados a la
escala humana Sin embargo, desde un punto de vista concep-
tual estas unidades naturales son muy importantes, pues permi-
ten una síntesis de las te01ias f'lSicas y establecer además una
serie de parámetros fundamentales, o números puros, que son
independientes de unidades concretas. Los valores de estos pa-
rámetros son un reto para la física teórica actual, y han abierto
la puerta a una serie de preguntas intrigantes: ¿son realmente
constantes las constantes universales?, ¿qué consecuencias ten-
dría el cambio en una o varias constantes?, ¿seguiría habiendo
vida en tal caso?, ¿no podrían existir otros universos, en los que
las constantes tomaran valores distintos a los que conocernos?
Las constantes de la naturaleza reflejan nuestro conocimien-
to del universo. Su propia existencia indica que en otras regio-
nes del cosmos se aplican leyes similares a las que se deducen
en los laboratorios terrestres. Al mismo tiempo, estas constan-
tes también reflejan nuestra ignorancia. Sus valores se conocen
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a través de los experimentos, pero nadie ha sido capaz de expli-
car el valor de una sola constante universal. ¿Son consecuencia
de leyes de la naturaleza ocultas, aún por descubrir? ¿Son solo
un resultado aleatorio del Big Bang? No hay respuesta a estas
preguntas. Para algunos físicos, hasta que no se disponga de
una teoría general que unifique las cuatro interacciones funda-
mentales, no se podrá dar una respuesta a estas preguntas. Así,
pues, las constantes fundamentales, lejos de ser un tema ano-
dino, nos llevan a un viaje apasionante en el que abundan las
preguntas y escasean las respuestas. ¡Emprendámoslo!
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