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EL SEÑOR CHEVOJ

En una tarde lluviosa, de noche vieja, Chejov, un hombre con aparente estatus social, era tan solo un

apariencia ilusoria, por su apellido de un padre ruso, pero de madre colombiana, el cual le había heredado su

lujosa mansión de Monte-Carlo antes de morir.

—!Que escoria soy! !Que escoria soy! Replicaba con su tenue voz. Mientras caminaba al casino que con

frecuencia desesperante asiduo por 20 años; con sus manos apretaba el cinturón del pantalón que se le deslizaba

hacia sus muslos por su delgadez corporal, ese dulce cinturón que le obsequio Carla su hija, el día del

cumpleaños. Valiente chica que con 14 años trabaja día y noche para mantener la humilde vivienda y a su

progenitor.

!Ay! pobre de Carla, que en horas de la mañana suplicaba, que por una vez en la vida estuviera en familia,

que lo hiciera por la memoria de su madre, que falleció por la repugnante enfermedad del cáncer hacia 3 años

atrás. !pff¡ pero que importaba, el hombre con su honorable apellido, reprocho dicha palabras con misoginia

hiriente, lúgubre escena mientras las gotas de la lluvia enloquecida, resonaba en las ventanas, así mismo resonó

la puerta, dejando atrás las palabras de su pequeña.

faltando poco para llegar a su dichosa morada llena de vicio ambición y frenesí, empero, su cuerpo temblaba

por el frio, sus manos mojadas contaba el poco dinero que consigo tras vender los electrodomésticos y lozas de

la casa, para tener hoy por fin la ingente suerte que no tuvo en todos sus miseros años, a su vez pensamientos se

le introducían a su profunda y entraña mente (como por la adicción enfermiza hacia el casino toda su herencia la

despilfarro, su gran mansión Montecarlo se transformaron en días meses y años de su alocada obsesión, como su

mujer no existe, por no ayudar económicamente a su tratamiento).

!Espera!

—Pero no he hecho nada malo solo me divierto como cualquier ser humano—
—o acaso no puedo…— lo expresaba con su risa delirante totalmente divergente en el ser paupérrimo que es.

—Señor Chevoj, no pensé que hoy 31 de diciembre vendría, pero bienvenido siempre tu puesto esta fijo, pase—

dijo el portero de turno.

Los minutos pasaron sin acordarse que su hija no tiene en donde hacer su cena, cuando en un instante un

trueno lo hizo caer a la realidad, !Bingo! “acabas de ganar un millón de pesos” inmediatamente sus pupilas se

dilataron, el temblor de sus manos, las muecas de su gesto, extasiaron; reclamo su premio y sin duda alguna

quiere invertir mas juegos, pero inmediatamente su pantalón se deslizo, cogió su cinturón y lo apretó, cuando

una superflua voz en su psiquis, le recordó de donde provino tan bello cinturón, fue cuando por primera vez, un

vació de moral lo arrincono y dijo:

—este dinero es para mi niña , hay pasar un lindo año nuevo— simultáneamente sus pies corrieron sin cesar, el

ocaso había llegado, pero esto no lo persuadió, la lluvia no cesaba, a lo lejos se escuchaba festividades,

impregnado de agua.,por fin llego, pero la puerta estaba entre abierta, ni se percato. y dijo —Hija! he vuelto,

celebremos he ganado un millón— entro a su cuarto y estupefacto quedo, al ver el cuerpo de su hija colgado, el

tiempo dejo de existir; el silencio impero, los segundos se volvieron eternos, desabrocho su cinturón, lo ajusto el

techo y lo acomodo perfectamente a su garganta, se puso al lado del cuerpo frio, y antes de tirar la silla expreso:

—Que escoria soy— quedo tambaleando , Juntos en familia.

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