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La Biblia es el libro más vendido de la historia.

No necesita campañas de marketing ni que se


la publicite en revistas o en la televisión, aunque se hayan hechos tantas  películas bíblicas. Un
auténtico bestseller traducido a más de 2.500 idiomas que, año tras año, consigue que
millones de personas en todo el mundo sigan consultando sus páginas , ya sea en busca de
apoyo o, simplemente, por conocer un poco más esa compleja compilación de textos que forma
el viejo y el nuevo Testamento.

2 Timoteo 2: 9 en el cual sufro penalidades, hasta prisiones a modo de malhechor; más la


palabra de Dios no está presa.

Isaías 40:8 Sécase la hierba, marchítase la flor, más la palabra del Dios nuestro permanece para
siempre.

En una ocasión cientos de biblias fueron quemadas por las autoridades chinas en la plaza
principal de chun king. Siendo la biblia un libro grueso necesita bastante tiempo para quemarse,
puesto que el aire difícilmente penetra entre sus centenares de páginas. De esta manera, uno de
los espectadores consiguió arrancar una página de una de las biblias que estaban consumiéndose
por el fuego.

Durante varios años, la congregación clandestina cristiana de la ciudad de Chun King fue privada de sus
Biblias, sin embargo, pudieron sacar numerosas enseñanzas de la lectura de esa única página rescatada
del fuego. ¿De cual página se trataba? Se trataba de Mateo capítulo 16, donde Jesús dice: «Sobre esta
roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.» Estas palabras de Jesús
revelan una gran verdad: la Biblia y los cristianos nunca podrán ser extinguidos de la faz de la tierra.
Pensar que la Biblia y los cristianos tuvieron muchos enemigos a lo largo de la historia, empezando por
los emperadores romanos, los países islámicos, los gobiernos comunistas, y los filósofos ateos. Sin
embargo los imperios caen, los gobiernos cambian, pero la Biblia y los cristianos permanecen firmes a
pesar de las persecuciones, las burlas y los ataques.

Con la razón la misma Biblia dice en 1 Juan 5:4-5: «Esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra
fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?»
(Elvira Vila Massana)

Los cielos cuentan la gloria


Y la majestad de Dios,
Haciendo de El memoria
Aunque no se oiga su voz.

El sol que tanta alegría


Da a toda la humanidad,
¿No nos muestra cada día
Su clemencia y su bondad?

La Ley de Dios es perfecta,


Que vuelve el alma hacia El,
Y la cambia en pura y recta
Aunque haya sido infiel.

Sus mandamientos son rectos,


Que alegran el corazón:
Y el que quiera obedecerlos
Hallará gran galardón.

Deseables más que el oro,


Señor, tus palabras son,
Pues no existe otro tesoro
Que dé tal satisfacción.

Son más dulces tus palabras


Que la miel al paladar,
Por eso yo quiero amarlas
Y ensalzarlas sin cesar.
La Biblia un tesoro

A fines del siglo XIX un misionero cristiano había vendido una Biblia en una aldea de Polonia. Al
regresar a aquella aldea unos tres años más tarde tuvo la alegría de hallar por lo menos unas 200
personas, las cuales habían recibido a Jesús en su corazón, con tan sólo leer la Biblia. Como poseían un
solo ejemplar de la Biblia, los aldeanos habían decidido quitar la cubierta del libro y dividir la Biblia en
numerosas porciones, las cuales se pasaban unos a otros por turno, para que todos pudieran leerla.
Muchas páginas de la Biblia habían sido copiadas y otras, fueron aprendidas de memoria.

Como el misionero ignoraba esto, reunió a los aldeanos con el propósito de enseñarles a memorizar
algunos versículos importantes. Para su asombro pudo comprobar que los aldeanos ya sabían de
memoria muchos de los versículos que él pretendía enseñarles.

Estos aldeanos polacos habían abierto sus corazones a la Palabra de Dios.

Pregunta, ¿Es usted receptivo y abierto a la palabra de Dios? ¿Dedica un tiempo diario a la lectura de la
Biblia?

Salmo 119:11 dice «En mi corazón he guardado tu palabra para no pecar contra Dios.»

Salmo 119:105 dice: «Lámpara es a mis pies tu palabra y lumbrera a mi camino.»

Salmo 119:103 dice: «¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras!»

Recuerda, de nada sirve tener una Biblia guardada en la biblioteca si no se la abre para leer y meditar en
ella.

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