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EL MAYOR REGALO PROMETIDO

Jorge L. Peralta

“Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para
siempre” (Jun.14:16)

El estudio de hoy lo vamos a dedicar a analizar brevemente siete cosas sobre el mayor regalo -
después de la persona de Cristo- que el cielo puede y desea concedernos. Un maravilloso regalo que
prometió el Señor de manera abundante: La persona del Espíritu Santo.

 La concesión del regalo


 La naturaleza del regalo
 La abundancia del regalo
 La indispensabilidad del regalo
 La recepción del regalo
 La actitud de los receptores del regalo
 La aceptación o rechazo del regalo

LA IMPORTANCIA DE ESTUDIAR EL TEMA:


“La promesa del Espíritu Santo es mencionada por casualidad en nuestros discursos, es tocada en
forma incidental, y eso es todo”.
(Recibiréis Poder p.310).

“La promesa del Espíritu es algo en lo cual se piensa poco; y el resultado es tan sólo lo que podría
esperarse: sequía, tinieblas, decadencia y muerte espirituales. Los asuntos de menor importancia
ocupan la atención y, aunque es ofrecido en su infinita plenitud, falta el poder divino que es
necesario para el crecimiento y la prosperidad de la iglesia y que traería todas las otras
bendiciones en su estela. La ausencia del Espíritu es lo que hace tan impotente el ministerio
evangélico. Puede poseerse saber, talento, elocuencia, y todo don natural o adquirido; pero, sin la
presencia del Espíritu de Dios, ningún corazón se conmoverá, ningún pecador será ganado para
Cristo”.
(3JT pp.211-212)

1. LA CONCESION DEL REGALO: La Biblia contiene muchísimas promesas. El Señor Jesùs les
hizo muchas a sus discípulos, pero la más grande de todas las promesas que Jesùs hizo, la
promesa de las promesas es la promesa de conceder a sus discípulos, el regalo del Espíritu
Santo, el regalo de los regalos. La promesa de despedida de Cristo no tenía que ver -
primordialmente- con darle cosas a los discípulos sino con regalarle una persona, la concesión
de la persona maravillosa del Espíritu:

Jun.14:16: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros
para siempre”.

“El Consolador era el más excelso de los dones que podría solicitar al Padre con el
propósito de exaltar a su pueblo”.

Hch.1:4 cf. Luc.24:49: “Y estando juntos [los discípulos], les mandó [Jesùs] que no se
fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de
mí”.

El profeta Joel, aun ya en los días del Antiguo Testamento, menciona la misma promesa sobre el
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derramamiento del Espíritu Santo, que siglos después hiciera [o repitiera] Jesùs a sus discípulos:
Joel 2:28: “Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y
vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre
los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días”.

El apóstol Pedro también hace referencia a la misma promesa en Hch.2:39 [2:16-18] que,
parafraseándola un poco, dice: “La promesa es [no solamente] para vosotros [los que crucificasteis a
Cristo] y para vuestros hijos, [sino también] para todos los que están lejos [en un sentido espiritual,
cultural, geográfico o temporal], y para todos aquellos a quienes el Señor nuestro Dios quiera llamar”.

El Señor desea concedernos lo que nos ha prometido, dirigiéndose especialmente a sus discípulos en
Luc.11:13 les dice:
“Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro
Padre celestial [el Padre de los padres] dará el Espíritu Santo [el don de los dones] a los que se lo
pidan?”.
HAp 41.2: “El Señor está más dispuesto a dar el Espíritu Santo a los que le sirven, que los padres
a dar buenas dádivas a sus hijos”.

2. LA NATURALEZA DEL REGALO (Jun.14:16; Joel 2:28): Los regalos más valiosos vienen
envueltos en forma de personas. “La naturaleza del Espíritu Santo es un misterio” (HAp 42.4), no
obstante la Biblia enseña claramente que es una persona.

El Señor Jesùs presenta al Espíritu Santo como alguien que enseña, habla, testifica, guía, escucha
y declara. El Espíritu Santo es un ser personal, y no algo impersonal. Es alguien no algo, es “él”
no “eso”. La Biblia atribuye al Espíritu Santo cualidades personales, acciones personales y
relaciones personales.

 Capacidad volitiva: capacidad de decisión, intención (Hch.13:2; 1Cor.12:11; Rom.8:27)


 Capacidad cognitiva: capacidad de conocer, razonar y expresar (1Cor.2:10-13; 1Tim.4:1)
 Capacidad sensitiva: capacidad de sentir, entristecer, desear (Rom.8:26; Ef.4:30; San.4:5)

Es tentador pensar en el Espíritu Santo cómo algo o cómo la tercera persona de la Trinidad pero
un tanto fría o distante. No obstante, cuando estudiamos la Sagrada Escritura, vemos algo
completamente diferente. El derramamiento del Espíritu Santo es algo más que un poder,
energía o fuerza impersonal, es hablar del derramamiento de una persona. Es el vaciamiento de
un ser sobre otro ser. Es la llenura de mi persona con su persona. Es la promesa del Padre de
vaciar la plenitud de la persona del Espíritu sobre la totalidad de mi persona. La plenitud de la
persona del Espíritu Santo en nosotros es lo que Ellen G. White llamó “el derramamiento de la
influencia más sublime del universo” (3JT p.212).

3. LA ABUNDANCIA DEL REGALO (Joel 2:28; Jun.7:38-39): El uso común del verbo “derramar”
en hebreo tiene que ver con «verter o vaciar» el contenido de un receptáculo o recipiente [por ej.
vaciar un líquido sobre la tierra]. El significado de “derramar” en el contexto de Joel 2:28 es dar,
conceder de manera copiosa o abundante. La referencia no es a una dádiva pequeña e
insuficiente, sino a la concesión de un don maravilloso, a una lluvia abundante e ilimitada. La
promesa no es de escasas gotas, sino de copiosos aguaceros. El gran Dador se deleita y anhela
dar generosa y abundantemente su Espíritu.

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4. LA INDISPENSABILIDAD DEL REGALO (Jun.6:63): La indispensabilidad o necesidad del
Espíritu Santo es evidente en todas las Escrituras. El término indispensable es aquello que
resulta necesario, imprescindible o fundamental para algo o para alguien. Es un significado que
surge por oposición del término dispensable, que, por el contrario, se refiere a aquello que se
puede dar, expender o despachar. El Espíritu Santo es imprescindible, esencial, necesario,
fundamental, crucial, decisivo, vital, imperativo, insustituible. El Espíritu Santo no se puede
“despachar”, su retirada es incompatible con la vida física y espiritual, su ausencia es símbolo
de caos y muerte eterna. La importancia del Espíritu Santo no se puede exagerar en demasía.
La Biblia nos enseña que:

• El Espíritu Santo es el que da la vida, sin él solo queda la muerte (Jun.6:63 cf. Job 33:4)
• El Espíritu Santo es indispensable para el arrepentimiento, sin él no hay perdón (Juan 16:8)
• El Espíritu Santo es indispensable para conocer la verdad, él nos guía a ella (Jun.16:13; 14:26)
• El Espíritu Santo es el que nos sella para salvación, sin él es imposible ser salvo (Efe.1:13)
• El Espíritu Santo es el da el poder, él es el poder (Hch.1:8)
• El Espíritu Santo es el que sella nuestro carácter para salvación (Efe.1:13)
• El Espíritu Santo, los que son guiados por él; solo éstos son hijos de Dios (Rom.8:14)

“El Consolador… fue dado como el agente regenerador, y sin este don el sacrificio de Cristo hubiera sido en vano… El
Espíritu es el que hace efectivo lo que logró el Redentor del mundo”.

“El pecado puede ser resistido y vencido únicamente por la intervención poderosa de la tercera persona de la Deidad”.
(Recibiréis Poder p.15)

“La promesa del Espíritu Santo fue la esperanza más brillante y el consuelo más fuerte que Cristo
dejó a sus discípulos cuando ascendió al cielo”.
(Recibiréis Poder p.327.2)

5. LA RECEPCIÒN DEL REGALO (Joel 2:28-29 cf. Hch.2:39): La parte que más me impacta de
esta maravillosa promesa y profecía es el lenguaje con el que se describe la amplitud y alcances
del regalo. Los receptores del regalo incluye a todos:

“…Y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán
visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días”.
(Joel 2:28-29)

 Los hijos y las hijas: no hay distinción de sexo.


 Los ancianos y los jóvenes: no hay distinción de edad.
 Los siervos y las siervas: no hay distinción de jerarquías.

El derramamiento del Espíritu alcanza a todas las edades , a gente de todas las capas sociales,
tanto hombres como mujeres, es para ricos y pobres. Los viejos y los jóvenes están igualmente
incluidos entre los videntes de visiones y los soñadores de sueños; porque sobre cada alma
iluminada fluirá la luz que no es de este mundo y que revela las realidades eternas. Los siervos y
las siervas son partícipes del Espíritu; porque todos son libres en Cristo Jesús. Para los esclavos y
para los libres, las gracias del Espíritu se derramarán sin distinción. Y para hacer más explícita la
universalidad del regalo, se dice expresamente que el derramamiento será sobre "toda carne", es
decir, sobre toda la humanidad, entiéndase, sobre aquella parte de la humanidad que haya
aceptado el regalo y se haya rendido al control del Espíritu de Dios. La gracia del Dador infinito
es extensiva para todos. La otra parte de la humanidad que, finalmente, rechace el divino regalo
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también tendrá su derramamiento pero de una naturaleza totalmente diferente, cómo veremos más
adelante.

6. LA ACTITUD DE LOS RECEPTORES DEL REGALO (Hch.2:36-38):


El primer requisito para que Dios derrame su Espíritu sobre mí, tanto en su primera edición [lluvia
temprana] como en su segunda [lluvia tardía], es que yo derrame mi corazón delante de él (Joel 2:12-
18; 1 Sam.1:15). Dios no puede derramar, ni derramará su Espíritu sobre nosotros hasta que no nos
derramemos en arrepentimiento y confesión del pecado delante de él y tengamos el ferviente deseo de
derramarnos en servicio por los demàs. La actitud del corazón determina la recepción del regalo.

• El receptor debe sentir su profunda debilidad y pecaminosidad (Hch.2:36-38)


• El receptor debe confesar sus pecados, apartarse del mal y ser obediente (Hch.5:32)
• El receptor debe empeñarse en ferviente e inoportuna oración (Hch.1:14).
• El receptor debe procurar y trabajar por la unidad de los creyentes (Hch.2:1-4)
• El receptor debe tener un profundo deseo de testificar y servir a otros (Hch.1:8; 4:29-31)

Los discípulos tuvieron que esperar diez días hasta recibir “la promesa del Espíritu”, pero éstos
fueron diez días de intensa oración, de hondo examen del corazón, de ferviente súplica, de
profunda confesión del pecado y durante los cuales sintieron un deseo ardiente de recibir poder
para testificar a otros de Jesùs. El momento de espera es un tiempo de preparación del terreno del
corazón para que caiga la lluvia del Espíritu. La espera puede ser un periodo de humillación,
confesión del pecado, perdón y resolución de conflictos con otros. Un tiempo para alcanzar “la
unidad del Espíritu”. Es un tiempo para cumplir las condiciones y luego entonces “recibiréis poder”.

El Espíritu Santo también espera por nosotros, espera por mí, espera que le de total acceso a mi
corazón para poder cambiar mi vida, mis pensamientos, mis hábitos, mis planes, mi rumbo, mis
gustos, mi mente.

7. LA ACEPTACIÓN O RECHAZO DEL REGALO: LOS DOS DERRAMAMIENTOS (Isa.63:10):


Un fuerte aguacero puede tener dos posibles efectos sobre la tierra: positivo y negativo. De igual
manera existen dos tipos de derramamientos del Espíritu Santo, con dos resultados totalmente
diferentes. El derramamiento puede ser para vida o para muerte

 El derramamiento del Espíritu de Dios para vida: El Espíritu Santo puede ser derramado
como una bendición, para construir y dar vida. Lo podemos recibir cómo a un amigo. Éste
derramamiento es más claro, aceptable y atractivo para nosotros. Y gloria a Dios por eso.

 El derramamiento de Espíritu de Dios para muerte: El Espíritu Santo también se describe


en la Biblia cómo siendo derramado como maldición, para destruir y dar muerte, lo podemos
recibir como si fuera un enemigo, actuando en la ejecución de la ira de Dios. Vamos a leer y
comparar algunos textos dónde podemos ver cómo es descrita la ejecución de la ira de
Dios y que papel juega el Espíritu Santo aquí:

Isa.44:3:
“Porque yo derramaré aguas sobre el sequedal, y ríos sobre la tierra árida; mi Espíritu derramaré sobre tu
generación, y mi bendición sobre tus renuevos”.

Isa.63:10:
“Mas ellos fueron rebeldes, e hicieron enojar su Santo Espíritu; por lo cual se les volvió enemigo, y él mismo
peleó contra ellos”.

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El Señor matará con el espíritu de su boca y con el resplandor de su venida al hombre
de pecado o anticristo (2 Tes.2:8), la ira de Jehová será derramada sobre la mujer y el hombre,
sobre el viejo y el joven (Jer. 6:11). El Señor derramaría como agua su ira sobre los príncipes de
Judá (Ose.5:10).

Es muy interesante que tanto el fuego cómo el agua, en la Biblia, son símbolos que se usan para
describir la obra y la persona del Espíritu Santo. El Espíritu Santo puede ser derramado como un
fuego vivificante sobre los hombres y las mujeres, sobre los jóvenes y los ancianos (Joel 2:28 cf.
Hch.2:1-4) pero también puede ser derramado como un fuego destructor sobre los hombres y las
mujeres y sobre los jóvenes y los ancianos (Jer.6:11). Es un pensamiento muy terrible y solemne el
que, por la rebeldía de nuestro corazón y la corrupción de nuestras vidas, terminemos siendo
enemigos del Espíritu Santo y Dios finalmente, lo derrame sobre nosotros para ira y destrucción
eterna.

La pregunta solemne y para que meditemos seria y sinceramente es: ¿Cuál de los dos tipos de
derramamientos deseamos recibir? ¿En cuál de los dos formatos estamos deseando que el
Espíritu Santo sea derramado sobre nosotros? ¿Queremos la bendición o estamos trabajando
para la maldición? Al final todos recibiremos un “derramamiento del Espíritu Santo”: Algunos
lo recibirán cómo “la lluvia tardía” y otros lo recibirán cómo “la ira de Dios” manifestada en las siete
últimas plagas. Mí querido amigo y hermano, el anhelo, deseo y promesa de Dios es llenarnos de
la maravillosa persona de su Espíritu y derramar sobre nosotros su más grande regalo cómo
nuestra más grande bendición. La promesa del Espíritu tiene fecha de caducidad, tiene fecha
de vencimiento. El llamado es a que vayamos hoy, ahora a Jesùs y nos apropiemos de su
maravillosa promesa, a que nos rindamos hoy a Jesùs y nos empapemos por completo con la
abundante lluvia de su Espíritu.

-amèn-

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