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LA FE DE JESÚS

-Jorge L. Peralta-
“…La paciencia de los santos, los que guardan [gr. tereo: mantienen, retienen, preservan, conservan ] los mandamientos de
Dios y la fe de Jesús”
(Apo. 14:12 cf. 13:10, 12:17)

El texto de Apo.14:12 es la conclusión del mensaje de los tres ángeles y debemos estudiarlo en el
contexto de la gran crisis final. El capítulo 14 en general trata de por lo menos cuatro temas
principales:

 Los mensajeros: los 144,000 (vers. 1-5)


 El mensaje: el mensaje de los tres ángeles (vers.6-11)
 Las características de los mensajeros (vers. 12; 1, 4-5):
a) La paciencia de los santos (Apo.14:12; 13:10)
a) La paciencia de Jesús (2 Tes.3:5)
b) La fe de los santos (Apo.13:10)
b) La fe de Jesús (Apo.14:12)
c) La obediencia de los santos (Apo.14:12)
c) La obediencia de Jesús (Jun.15:10)
 La venida de Jesús: el centro del mensaje (vers.14-20)

LA PACIENCIA DE LOS SANTOS: LA PACIENCIA DE JESÚS (Apo.13:10 cf. 2 Tes.3:5)


La palabra paciencia aparece siete veces en todo el libro de Apocalipsis (1:9; 2:2; 2:3; 2:19; 3:10;
13:10; 14:12) y es la traducción del término griego “hupomoné”. Es una palabra compuesta que
deriva de hupo: “debajo” y meno: “resistir”, “soportar”, “aguantar”, “permanecer”, “perseverar”. La
paciencia de los santos, la hupomoné de los santos es permanecer debajo, o bajo presión sin
desistir, aguantar hasta el final aun en las circunstancias más difíciles. Es una resistencia activa, no
pasiva. Es la respuesta del pueblo de Dios cuando ve amenazada su fe. Aquí está la resistencia,
aquí está el aguante, la firmeza, la perseverancia de los santos. ¿Tú aguantas mucho? ¿Resistes
mucho? ¿Tienes la hupomoné de los santos? No somos muy dados a aguantar mucho. Pero aquí
está un selecto grupo de personas que al final serán los únicos que estarán de pie porque
perseveraron, resistieron, aguantaron, soportaron, permanecieron leales a la Palabra de Dios. Es
muy interesante que en Romanos 15:4 se nos diga que las Escrituras dan paciencia (hupomoné).

“Aquí está la paciencia [perseverancia, resistencia, el aguante] de los santos, los que guardan [gr. tereo: mantienen,
retienen, preservan, conservan ] los mandamientos de Dios y la fe de Jesús”.

LA OBEDIENCIA DE LOS SANTOS: LA OBEDIENCIA DE JESÚS (Apo.12:17 cf. Jun.15:10)


La obediencia a los mandamientos de Dios (incluyendo la fiel observancia del sábado) en el
contexto de la terrible crisis final, cuando toda la atención del mundo y toda la presión del mundo
estará sobre el pequeño remanente, requerirá toda la fe y toda la perseverancia que hayamos
desarrollado durante toda nuestra experiencia cristiana. Los que tengan la paciencia y la fe de Jesús
únicamente esos obedecerán y sobrevivirán. Y me parece muy interesante que en Mat. 24:13 (cf.
Mat. 10:22) el Señor Jesús nos diga que el que persevere (hupomoné) hasta el fin, éste será salvo.

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LA FE DE DE LOS SANTOS: LA FE DE JESÚS (Apo.13:10 cf. 14:12)

UNA DEFINICIÓN DE FE:


En Hebreos 11:2 encontramos la definición clásica y más detallada de lo que es la fe. Pero en
Gálatas 5:22 encontramos la definición primaria de la fe…

UN DON DEL ESPÍRITU:


La fe es un fruto del Espíritu. ¿Qué significa eso? Si tú tienes fe es porque vino, es porque la
recibiste de Dios como un regalo. Porque en ti y en mi inherentemente, naturalmente no hay fe, no
nacemos con fe, la fe no viene incorporada en nuestro ADN, no venimos de fábrica con la fe
incorporada a nuestra naturaleza. Biológicamente nuestra naturaleza caída nos lleva a la
incredulidad. No podemos fabricar la fe, la fe no se origina en nosotros, la fe tiene su origen en el
Espíritu. La fe es un fruto, un don, un regalo, un obsequio del Espíritu Santo.

Permítanme compartir algunas citas del Espíritu de Profecía dónde la sierva de Dios, Ellen G. White,
nos habla precisamente de esto:

(MS 56, 1899 [CBA 7-A 1 Pedro 1:22]): “El apóstol Pedro, bajo la inspiración del Espíritu, describe a
los cristianos como los que han purificado sus almas obedeciendo a la verdad. En proporción con la
fe y el amor que pongamos en nuestra obra, será el poder que se pondrá en ella. Ningún hombre
puede crear fe. El Espíritu que opera en la mente humana y la ilumina, crea fe en Dios. Se
declara en las Escrituras que la fe es don de Dios poderoso para salvación, que ilumina los
corazones de los que buscan la verdad como un tesoro escondido”.
3MS 223.3: “No podemos hacer nada para generar fe, pues la fe es el don de Dios”. PP 459: “La
fe es el don de Dios, pero el poder para ejercitarla es nuestro. La fe es la mano de la cual se vale el
alma para asir los ofrecimientos divinos de gracia y misericordia”.

La Biblia tiene mucho que decir sobre la fe:


 La fe tiene como único FUNDAMENTO la Palabra de Dios (Rom.10:17; Mat.4:4; 2 Tim.3:15)
 La fe es indispensable para agradar a Dios (Heb.11:6)
 La fe es por lo que vivirá el justo (Hab.2:4; Rom.1:7; Gál.3:11; Heb.10:38)
 La fe es por lo que andamos, no por vista (2 Cor.5:7)
 La fe: todo lo que no proviene de ella es pecado (Rom.14:23)
 La fe es lo que nos permite obtener la justificación (Rom.5:1, 3:22, Gál.2:16, 3:24, Fil.3:9)
 La fe es el medio por el cual Cristo habita en nosotros (Efe.3:17)
 La fe genuina obra por amor (Gál.5:6)
 La fe es lo que nos permite ser hechos hijos de Dios (Gál.3:26)
 La fe es la batalla que debemos pelear (1Tim.6:12): La batalla de la fe nos preparará para la batalla de Armagedón.
 La fe guardada es lo único que nos permitirá acabar la carrera (2 Tim.4:7)
 La fe es lo que nos permite ser salvos por gracia (Efe.2:8) cf. (Luc.21:19: hupomoné)
 La fe es el escudo que nos ayuda a apagar todos los dardos de fuego del maligno (Efe.6:16)
 La fe es lo único que nos permite heredar las promesas (Heb.6:12)
 La fe es la victoria que vence al mundo (1 Jun.5:4)
 La fe es lo único que nos permitirá estar de pie (Rom.11:20; 2 Cor.1:24 cf. Apo.6:17)
 La fe será abandonada por muchos, multitudes apostatarán (1 Tim.4:1, 6:10, 21)
 La fe no es de todos (2 Tes.3:2 u.p.)
 La fe es también referida cómo un sistema de creencias (1 Tim.1:2)
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 La fe es una características distintiva de los Santos de los últimos días (Apo.14:12)
 La fe tiene cómo autor y perfeccionador a Jesús (Heb.12:2)

COMPLETAR:
La fe es para ser depositada única y exclusivamente en Dios.
La fe solamente puede ejercerse sobre la Palabra de Dios.
La fe es de naturaleza sobrenatural.
La fe crece cualitativamente (calidad) no cuantitativamente (cantidad).
La fe incrementa mientras más se ejercita.
La fe es dada a cada hombre en principio (Rom.12:3 cf. Jun.1:9).
La fe tiene diferentes grados:
La fe no es una garantía de que Dios responderá nuestras oraciones siempre.
La fe es un fruto de Espíritu pero debe ser cultivada por nosotros.
La fe no crece en forma mágica ni milagrosa.
La fe es “un producto” que mientras más se utiliza más aumenta.
La fe es “un capital” que mientras más se gasta (al utilizarlo) más aumenta.
La fe -el capital inicial- no crece sola
La falta de fe en la Palabra de Dios en una primera ocasión, la segunda vez requiera más fe.
La fe en la Palabra de Dios contra la Palabra de Dios

La fe es caminar de tal manera con Jesús y conocer de tal modo a Jesús que estaremos dispuestos
a hacer todo lo que él dice de manera incondicional e inquebrantable. Pero es imposible, imposible,
imposible caminar con Jesús, no se puede tener fe en y la fe de Jesús si no conocemos a Jesús, y
no podemos conocer a Jesús si no pasamos tiempo con Jesús y no podemos pasar tiempo con
Jesús si dedicamos casi todo el tiempo a Facebook, Youtube, Instagram, Snapchat, Twitter, etc.,
etc., etc. sin mencionar la televisión.
La fe es intransferible, es un asunto personal. La fe no se obtiene por herencia, no se descarga de Youtube o se
busca en Google, no está en un mensaje de Whatsapp o se compra en Amazon, no se copia de Facebook, no
se toma de Instagram, no se pasa por Bluetooh, no depende de si tienes o no señal de Wifi. No depende del
número de “likes” que tengas. No depende del número de “followers” que tengas. No depende de la cantidad
de mensajes que recibas en tu “email”, no depende de la cantidad de “tweets” que envíes. No depende de las
encuestas. No depende de la opinión pública. No depende del consenso de la mayoría. La fe depende única y
exclusivamente de la Palabra de Dios. La fe se desarrolla pasando tiempo de calidad con Dios, conociendo a
Dios por medio de la oración y el estudio de su Palabra y dedicando tiempo de calidad a otros por medio de la
testificación y el servicio. La fe es el fruto del Espíritu Santo y el ejercicio por parte del creyente de una
confianza inquebrantable en la Palabra de Dios.

LA FE DE JESÚS:

La expresión “la fe de Jesús” que aparece en Apo.14:12 en griego puede interpretarse ya sea en un
sentido objetivo o como un genitivo subjetivo y puede ser traducida de, por lo menos, dos maneras
básicas:

-La fe depositada en Jesús (Hch.3:16; Rom.3:25)


-La fe que tenía Jesús (Mat.4:3-4 cf. 3:17; 27:41-46; Mar.15:34; Luc.23:46; Rom.3:24-26)

 En la primera explicación se puede interpretar que los santos tienen fe en Jesús.


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 En la segunda se puede [interpretar] que los santos tienen la fe de Jesús.

¿La fe en Jesús o la fe de Jesús? Ambas cosas. Es imposible que yo tenga la fe de Jesús sin tener
o ejercer [la] fe en Jesús. Estos dos conceptos son inseparables. Las dos interpretaciones se
relacionan y complementan de manera armoniosa y perfecta. Pero queremos detenernos en la
segunda interpretación, la fe de Jesús como la clase de fe que tenía Jesús. ¿Qué tipo de fe tenía
Jesús? Hay una fe que es indispensable para poder subsistir en la crisis final que nos espera. Y esa
fe es la misma clase de fe que tenía Jesús y que tendrán los santos [los 144,000].

El Señor Jesús desarrolló una fe inquebrantable. ¿Qué significa la palabra inquebrantable? Que no
se rompe, que no se quiebra, que no se parte, una fe inquebrantable es una confianza firme,
constante, incondicional, una confianza que depende, que descansa, únicamente en las promesas y
en la Palabra de Dios. La última generación, los fieles, el pequeño remanente tendrá una fe así. No
solo tendrán “fe en Jesús”, sino que tendrán la “fe de Jesús”. Ahora bien ¿Qué tipo de fe tenía
Jesús? Para responder esta pregunta vamos a tomar los dos escenarios que, a mi entender, fueron
los más decisivos y trascendentales en la vida de Jesús: el desierto y la cruz. El primero al principiar
su ministerio público y el último al finalizarlo.

LA FE DE JESÚS EN EL DESIERTO:

 La insinuación de Satanás (Mateo 4:1-3)


 La declaración del Padre (Mateo 3:16-17)

LA FE DEL HIJO DE DIOS fue severamente probada en el horno del desierto, al inicio de su
ministerio público y después de cuarenta días sin comer ni beber (Mat.4:1-3). Jesús se encontraba
débil, sediento, la temperatura extrema del desierto era insoportable y se encontraba solo. En esto
vino el tentador y le dijo: “…Si eres el hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan”
(Mat.4:3). Era una terrible tentación para alguien que tenía cuarenta días sin comer ni beber
absolutamente nada. Cada célula, cada nervio, todo el ser de Cristo pedía una sola cosa: comida.
Pero Jesús no dependía de la comida, su fe no estaba cimentada en el estómago. Su fe estaba
arraigada en una sola cosa: LA PALABRA DE DIOS. Y a pesar de lo terrible que era la tentación, a
pesar del desierto, del hambre, del cansancio, de las circunstancias él dependió de la Palabra. Y la
palabra del Padre había sido: “Tu eres mi Hijo amado, en ti tengo complacencia” (Luc.3:22 cf.
Mat.3:17). La mayoría de nosotros tiene una fe sensorial: una fe basada en y que depende de la
información que recogen los sentidos, una fe que depende de los sentimientos, de las emociones, de
las circunstancias, del estado de ánimo. La fe de Jesús no era una fe sensorial. No dependía de las
circunstancias. No dependía de la respuesta inmediata a la oración. La fe de Jesús descansaba
únicamente en la Palabra y en las promesas del Padre.

LA FE DE JESÚS EN LA CRUZ:

 La insinuación de Satanás (Mateo 27:39, 40-43, 46)


 La declaración del Hijo (Lucas 23:46)
LA FE DEL CORDERO DE DIOS fue terriblemente probada en la Cruz en la conclusión de su
ministerio terrenal y después de toda una noche sin comer ni dormir y luego de ser cruelmente
maltratado y golpeado por hombres impíos. Los mismos a los que vino a salvar le injuriaban y se
burlaban de él diciendo: “Si eres el Hijo de Dios, desciende de la cruz” (Mat.27:40). Las mismas
palabras con las cuales Satanás le tentó en el desierto: ¿Dónde está tu Padre? Desconfía de su
palabra, no vale la pena seguir creyendo. El Padre te ha abandonado, solo mira a tu alrededor, todos
te han abandonado.
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Y, por más espantoso que parezca, en un sentido el enemigo tenía razón; porque más adelante
Jesús exclama: Dios mío, Dios mío ¿Por qué me has desamparado? Es decir: Padre ¿Dónde estás?
No te siento. No te veo, no te escucho. Estoy aquí porque tú me enviaste. Estoy aquí haciendo tu
voluntad. Y Satanás le decía… si eres el Hijo de Dios, si eres el escogido de Dios, si tú eres el
Rey de los judíos, si tú eres el Rey de Israel, si tú eres el Cristo…Sálvate a ti mismo y desciende de
la cruz. O sea, desconfía de la palabra de tú Padre y haz tu propia voluntad.

La única persona, el único ser en todo el universo en el cual Cristo confiaba perfectamente era el
Padre; pero ahora siente que el Padre lo abandona: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
desamparado? (Mat.27:46 cf. Jun.16:32; 8:29). ¿Abandonó el Padre a su único Hijo? Si, lo
abandonó para no tener que abandonarte a ti (Isa.53:4-6, 10; DTG cap.74 (Getsemaní) y 78 (El
Calvario).

Pero ni siquiera el terrible sufrimiento físico, ni la extrema agonía mental, ni las burlas grotescas de
los miserables espectadores inspirados por Satanás, ni la experiencia de la muerte segunda, ni aun
el misterioso abandono y la dolorosa separación de su Padre hicieron quebrantar la fe de Jesús,
porque sus últimas palabras antes de morir mostraron de qué material estaba compuesta su fe, qué
tipo de fe tenía: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Luc.53:46). En otras palabras,
Padre: aunque no te veo, aunque no te siento, aunque estoy aquí desnudo, muriendo cómo un vil
criminal, hambriento, maltratado, herido, sufriendo, aunque mis más íntimos amigos me acaban de
abandonar y el pueblo que vine a salvar terminó rechazándome, a pesar de que no puedo verte ni
escuchar tu dulce voz, aunque humanamente ni siquiera estoy seguro de que volveré a ver tu rostro
y que según toda la data que recogen mis sentidos no tengo esperanza de levantarme de la tumba,
a pesar de que estoy aquí cumpliendo tu voluntad y me abandonas, aun así EN TUS MANOS
ENCOMIENDO MI ESPÍRITU. Yo he creído, creo y seguiré creyendo en tu Palabra, me aferraré a
tus promesas, no dudaré jamás de tu amor, moriré creyendo en ti. Mis sentidos me dicen que no
tengo esperanza, no te siento, no te veo, no te escucho, no puedo tocarte, pero donde quiera que
estés e independientemente de lo que hagas, YO DEPOSITO MI VIDA EN TUS MANOS. Esto es lo
que significa LA FE DE JESÚS. ¿Tienes ese tipo de fe? ¿Necesitas ese tipo de fe?

La fe de Jesús, la fe inquebrantable se aferra a las promesa de Dios, obedece la Palabra de Dios,


espera en Dios aun cuando las evidencias, las multitudes, las circunstancias, las estadísticas, la
ciencia, la historia, los expertos, nuestros sentidos, nuestra experiencia, el tiempo, la enfermedad, la
crisis, el coronavirus, nuestros amigos o enemigos y nuestra propia lógica nos digan que no hay más
razón para esperar.

Una fe madura no depende de señales, ni espera señales para avanzar. Una fe robusta solo
espera la Palabra y la orden de Dios. La Palabra es más segura que los milagros, es más segura
que las visiones, es más segura que los sueños, es más segura que las impresiones, es más segura
que la experiencia, más segura que lo que podemos ver, oír e incluso tocar, es más segura que lo
que podemos experimentar (cf. 2 Ped.1:16-19). La Palabra es: estable, permanente, absoluta,
segura; lo único absolutamente confiable. La norma, el estándar, la referencia, la única garantía es
LA PALABRA DE DIOS.

Un verdadero acercamiento a Dios no se logra por medio de una experiencia sensorial; sino por
medio de una comunión íntima basada en la fe (Heb.11:6). Dios es espíritu (Jun.4:24) y, por lo tanto,
el ser humano solo puede acercarse a él y tocarlo mediante la experiencia de la fe, un producto del
Espíritu, algo enteramente espiritual. Un don que los sentidos jamás podrán generar.

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El SEÑOR ha provisto tantas razones para confiar, para mirar más allá de lo que podemos ver, tocar
o entender y captar la promesa de que por medio de Cristo tendremos cielo nuevo y tierra nueva.
Tendremos una vida tan eterna, tan maravillosa como para ni siquiera imaginarla. Cualesquiera que
sean los sufrimientos, las desilusiones, los temores que asechan a aquellos que vivimos sobre un
planeta contaminado y lleno de pecado, miseria y corrupción. La Palabra de Dios nos dice que esto
no lo es todo. Que más que lo que vemos, “cosa que ojo no vio, ni oído oyó ni ha subido a
pensamiento humano son las que Dios ha preparado para los que lo aman” (1 Cor.2:9). No importa
cuán cansados, cuán desanimados, cuan sufridos y adoloridos estemos.

El Señor Jesús nos dice: no te rindas, no pierdas tu esperanza, [dicen popularmente que es la
esperanza es lo último que se pierde, pero en realidad lo último que se debe perder es la fe] no dejes
de confiar, no dejes de creer, no te canses de esperar, no pierdas tu fe. Necesitamos la fe de Jesús,
una fe inquebrantable en la Palabra de Dios. Esa fe que obra por amor. Esa fe que resiste, que
soporta, que aguanta, que aprecia y se aferra a las promesas de Dios. Las circunstancias pueden
ser difíciles, casi insoportables, pero cómo el patriarca Job podemos declarar: ¡Yo sé que mi redentor
VIVE! (Job 19:25-27) Y aunque él me matare, EN ÉL ESPERARÉ (Job 13:15).

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