Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Mostrar y Ocultar Johannes Neurath
Mostrar y Ocultar Johannes Neurath
net/publication/354294400
Mostrar y ocultar
CITATIONS READS
0 497
2 authors, including:
Johannes Neurath
Museo Nacional de Antropología
43 PUBLICATIONS 183 CITATIONS
SEE PROFILE
All content following this page was uploaded by Johannes Neurath on 01 September 2021.
Rector
Enrique Graue Wiechers
Directora
Ana Carolina Ibarra González
Secretario Académico
José Enrique Covarrubias Velasco
Director
Renato González Mello
Secretaria Académica
Geneviève Lucet
Coordinador de Publicaciones
Jaime Soler Frost
Mostrar y ocultar en el arte
y en los rituales:
perspectivas comparativas
ISBN 978-607-02-8900-2
Introducción
Johannes Neurath y Guilhem Olivier 11
Primera parte
Mostrar y ocultar en el arte
Segunda parte
Mostrar y ocultar en los rituales
[7]
8 Mostrar y ocultar en el arte y en los rituales: perspectivas comparativas
Tercera parte
Presencia y ausencia de seres invisibles
Cuarta parte
Prácticas rituales del secreto
publicaciones: Olivia Kindl y Johannes Neurath (coords.), “Las formas expresivas del arte
ritual o la tensión vital de los gestos creativos”, Diario de campo, Suplemento n. 48, junio
2008; Margarita Valdovinos (coord.), “Dossier: ‘Ritual y reflexividad en las prácticas indí-
genas. Algunos ejemplos mexicanos”, Indiana, vol. 26, 2009; y Elizabeth Araiza (coord.),
Las artes del ritual. Nuevas propuestas para la antropología del arte desde el occidente de México,
[11]
12 Johannes Neurath y Guilhem Olivier
Zamora, El Colegio de Michoacán, 2010; “Perig Pitrou y Guilhem Oliver (coords.), Cahiers
d’Anthropologie Sociale, “Montrer, Occulter”, vol. II, 2015, París, L’Herne, Collège de France.”.
Introducción 13
los textos que abordan desde diversas perspectivas las relaciones entre los
vivos y los muertos, por ejemplo entre los coras (Margarita Valdovinos),
entre los huicholes (Ricardo Pacheco Bribiesca) y entre los habitantes de
las Islas Torres (Carlos Mondragón); también se analizan las estrategias
elaboradas en los Andes para entrar en contacto o para visualizar a los
seres sobrenaturales (David Lorente Fernández). En la última parte de
este libro, el lector encontrará diversos trabajos que se centran en obras
de arte (Ethelia Ruiz Medrano), prácticas rituales (Helios Figuerola
Pujol, Regina Lira) e incluso prácticas políticas (Paul Liffman), en las
cuales alternan de manera sutil procesos de ocultamiento y de secreto,
así como procesos de revelación controlado.
Ahora bien, en esta introducción nos interesa realizar una lectura
transversal de los textos reunidos, con el fin de destacar sus principales
aportaciones y sobre todo para reflexionar de manera comparativa acerca
de los actos de mostrar y de ocultar en el arte y en los rituales.
una contradicción con lo efímero que son las cosas creadas durante los
rituales (Neurath 2013).
En su ensayo sobre el arte mesoamericano, Octavio Paz (2006
[1977]: 81) habla de “la piedra y el movimiento” y caracteriza la religión
prehispánica con estas palabras: “Un panteón religioso regido por el prin-
cipio de la metamorfosis: el universo es tiempo, el tiempo es movimiento
y el movimiento es cambio, ballet de dioses enmascarados que danzan
la pantomima terrible de la creación y destrucción de los mundos y los
hombres”. Es una paradoja que se buscan los materiales más duros y las
formas más monumentales para representar momentos rituales efímeros
y seres que, aun cuando son hechos de piedra, no conocen la estabilidad.
De esta manera, la estética y el poder de muchas imágenes mesoa-
mericanas se fundamente en lo que el historiador del arte Aby Warburg
(1999) ha llamado Pathosformel. Las figuras de este arte son seres vivos
que, potencialmente pueden moverse, desaparecer, atacar; así que son un
buen caso para aplicar este concepto, que refiere a imágenes dotadas con
“fuerza explosiva interior” (innere Sprengkraft) (Settis 1997: 41) o “pathos
congelado” que en cualquier momento puede volverse a activar.
En el arte ritual también se producen personas. Lévi-Strauss (1955;
1958) —citado en el artículo de Lagrou— explica que “El grafismo
(kene) con jenipapo no enmascara ni transforma la identidad de su por-
tador, sino que la fabrica.” El diseño con jenipapo es una “segunda piel”,
una “piel social”. Lo mismo pasa en el Alto Xingú, donde podemos
notar que el grafismo marca la etapa final de la fabricación del cuerpo.
Según Lévi-Strauss, todas las pinturas corporales amerindias obedecen
a esta lógica de la máscara. El interior se vuelve exterior y viceversa.
Retomando nuevamente el trabajo de Lagrou, vemos que “Se trata de
una estructura que recuerda la botella de Klein, mencionada por Lévi-
Strauss (1985) en La alfarera celosa, donde el interior se desdobla al
exterior y viceversa.”
Otras imágenes rituales son quiméricas, es decir, personifican o
expresan relaciones contradictorias (Severi 2007). Por ejemplo, Ethelia
Ruiz Medrano reporta bulas papales que fueron pegadas sobre códices
prehispánicos y coloniales —un caso excepcional es el del Códice de
Madrid, manuscrito maya prehispánico. También menciona el caso de
un libro de coro de cantos gregorianos del año de 1600 procedente del
pueblo zapoteco de San Bartolo Yautepec, que tenía como forro un
fragmento de códice prehispánico. De esta manera, algunos pueblos indí-
genas recreaban un vínculo entre el poder cristiano y el de sus ancestros.
Percibimos también con estos ejemplos que lo invisible es importante para
Introducción 19
el ritual se esfuerza en dar vida a las imágenes pero, una vez que están
dotadas de agentividad, resultan difíciles, cuando no imposibles, de controlar.
Durante las ceremonias, a final de cuentas, siempre lo más importante
será protegerse de los seres no-humanos que el propio ritual moviliza.
Muchas veces las imágenes como agentes de poderes especiales protegen
a los humanos de las entidades no-humanas presentes en ellas mismas.
Las imágenes evocan y movilizan poderes al mismo tiempo que los limitan
y ocultan.
unen a los vivos y sus territorios con los de sus contrapartes ancestrales.
En efecto, nePene se percibe como el mundo ‘real’, el mundo verdadero
dentro del cual se pone de manifiesto el orden correcto del universo.”
En el caso de los nahuas de Guerrero estudiados por Aline Hémond,
encontramos un espacio asociado con los orígenes del pueblo pero tam-
bién considerado como “matriz de la abundancia terrestre”. Se trata del
impresionante Pozo de Oztotempa donde se desarrolla un ciclo de peti-
ciones de lluvia durante el cual los pobladores nahuas arrojan ofrendas
de comida y hacen ritos propiciatorios del temporal venidero. Como lo
explica la antropóloga,
El culto gira en torno a una gran incógnita, a un “misterio” […], hay pro-
hibiciones comunitarias muy fuertes que impiden a los humanos conocer
este lugar sagrado por experiencia directa así como representarlo. De este
modo, entendemos que la multivocalidad que encontramos sobre la causa
de los rituales a este lugar, topologiza presente y pasado, mito historiciza-
do —en su paso hacia una memoria de fundación de las relaciones con el
pueblo y su abismo/cueva tutelar— y presente imanente del mito. En este
episodio, Oztotempan (o Ostotenco) es la caja fuerte que permite al pueblo
mantener a salvo los bienes importantes (imágenes de deidades y documen-
tos de fundación) apartándoles de la codicia ajena o del furor iconoclasta.
Bibliografía
Settis, Salvatore
1997 “Pathos und Ethos, Morphologie und Funktion”, Vorträge
aus dem Warburg-Haus 1, Berlín, Akademie Verlag, pp.
33-73.
Severi, Carlo
2007 Le principe de la chimère. Une anthropologie de la mémoi-
re. Aesthetica, París, Editions Rue d’Ulm, Musée du quai
Branly.
Severi, Carlo y Julien Bonhomme (coords.)
2009 Paroles en actes. Cahiers d’anthropologie sociale, vol. 5, París,
L’Herne.
Taylor, Anne Christine
2003 “Les masques de la mémoire. Essai sur la fonction des
peintures corporelles jivaro”, L’Homme. Revue française
d’anthropologie, vol. 165, pp. 223-248.
2010 “Voir comme un autre: figurations amazoniennes de l’âme
et des corps”, en Philippe Descola (coord.), La Fabrique
des Images, París, Musée du quai Branly, Somogy editions
d’art, pp. 41-50.
Valdovinos, Margarita (coord.)
2009 “Dossier: ‘Ritual y reflexividad en las prácticas indígenas.
Algunos ejemplos mexicanos”, Indiana, vol. 26.
Warburg, Aby
1999 The Renewal of Pagan Antiquity. Contributions to the
Cultural History of the European Renaissance, Los Ángeles,
The Getty Research Institute.
Primera Parte
Els Lagrou
Universidade Federal do Rio de Janeiro
Introducción
[29]
30 Els Lagrou
4 Para los shipibo-conibo véanse Roe (1975), Gebhart-Sayer (1986), Illius (1987),
Belaunde (2009). Para los asurini véase Müller (1991), para los waiãpi véase Gallois (2002)
y para los kadiwéu véase Lévi-Strauss (1955).
32 Els Lagrou
pinturas que cubren todo el cuerpo con motivos entrelazados. Este con-
junto de pinturas corporales contrasta con aquellas que, al imprimir el
cuerpo con pequeños diseños aislados unos de los otros, no cubren toda
la superficie del soporte; como sucede entre los ashaninka (Beysen 2008);
los ashuar (Taylor 2003), los culina y otros grupos que habitan la misma
región de Amazonia Occidental que los “pueblos con diseño”.
A través del análisis del uso del grafismo kaxinawá en tres contextos
rituales distintos fue posible comprender el sentido de la agentividad del
kene —estilo gráfico kaxinawá— como instrumento de transformación
de la percepción (Lagrou 1998, 2007, 2009b). El primero de estos con-
textos es el nixpupima, rito de paso para niños y niñas en edad de mudar
los dientes de leche por dientes permanentes. En este rito, los cuerpos
de los niños son remodelados, los dientes fortalecidos con nixpu y los
huesos estimulados para crecer a través de la dieta del maíz y por medio
del “pulo forzado” (ixtiu). Aquí, el diseño desempeña un papel importante
al hacer de la piel un mediador entre el exterior y el interior del cuerpo.
El segundo es un rito de fertilidad, donde los participantes se pintan de
achiote (urucum, Bixa arborea), enmascarándose. El tercer contexto es la
ingestión ritual de la ayahuasca por los hombres cazadores. En este caso, el
diseño es evocado en un canto y, de esta manera, visualizado por el parti-
cipante; de tal modo que el diseño produce una mediación entre el espacio
perceptible de la vida cotidiana y el espacio visionario de la ayahuasca.
En dos de los casos examinados —el rito de paso de los niños (con
diseños elaborados en el cuerpo) y el uso ritual de la ayahuasca (con dise-
ños evocados en el canto)—, un diseño abstracto opera el pasaje entre
lo visible y lo invisible. Solo en el ritual de fertilidad, la pintura opera
como máscara.
Costa Noroeste y de la pintura facial de los kadiwéu, señalaron la relación intrínseca entre
El grafismo indígena como técnica de alteración de la mirada 33
cuerpo y grafismo. Lévi-Strauss relata el caso de una mujer kadiwéu que, para representar la
pintura facial sobre papel, diseña un rostro en forma de corazón, como si fuera necesario, para
representar el grafismo en una superficie plana, retirar la piel y estirarla. De la misma forma,
Boas muestra que es posible ver los mantos heráldicos de los pueblos de la Costa Noroeste
como “animales disecados” y que al unir las partes del cuerpo, diseñadas en el manto, sobre
la superficie de una caja, se obtiene un ‘cuerpo’ cubierto por una piel.
6 Si para los kaxinawá la pintura participa en el proceso de transformación, esta lógica
no se verifica entre los piro y los xinguanos, donde el cuerpo en reclusión, y por tanto, en
proceso de fabricación, está desnudo. Según Gow la pintura corporal de los piro es conside-
rada el resultado de “los pensamientos de las mujeres”. La belleza compulsiva de los diseños
destaca la perfección de las formas de la joven mujer recién salida de la reclusión. De la
misma manera que los kaxinawá, los piro también afirman que los humanos comparten con
el jaguar y la anaconda la calidad de “poseer diseño” (keneya, en kaxinawá). Así como entre los
kaxinawá (Lagrou 1995, 2007) y los ashaninka, el resultado paradoxal del arte de las mujeres
es de producir un ser cuya belleza se asemeje al de un ser peligroso, al jaguar, en el caso piro,
a la anaconda, en el caso ashaninka y kaxinawá. Los piro no se pintan en la vida cotidiana,
mientras están entre los suyos, esto ocurre solamente cuando se encuentran con aquellos
con los cuales no viven bien (Gow 2001: 103-129). Lo mismo pasa en el Alto Xingú, donde
podemos notar que el grafismo marca la etapa final de la fabricación del cuerpo (un proceso
34 Els Lagrou
ocultado a los ojos del público); así como el encuentro con semejantes distantes, a los cuales
se quiere impresionar e intimidar mediante una belleza feroz.
El grafismo indígena como técnica de alteración de la mirada 35
ropa con diseño” (tadi keneya), esto es, una larga túnica (cushma) sobre
la cual son bordados sus dau, atavíos-hechizos, plantas olorosas y plumas,
que completan la indumentaria. Así, el líder presentifica (hace presente)
al enemigo prototípico, dios de la muerte y destino futuro de los huma-
nos. De esta forma, vestimentas, pinturas y hojas de jarina constituyen
recursos diversos para accionar perspectivas-otras.
Los diferentes usos de la pintura, especialmente la del jenipapo,
que o bien cierra la piel entera, la cubre con una filigrana fina, o la abre
gracias al uso de trazos gruesos para la intervención ritual (figs. 1-3), nos
permiten deducir que la piel pintada es como un tejido o un trenzado. La
piel se muestra como el lugar de contacto y de pasaje entre el interior y
el exterior, entre contenido y continente. Así, es la piel lo que posibilita
la creación de un “cuerpo” susceptible de esconder una interioridad.
Ligando la piel a la placenta, en su introducción a Wrapping in
images, Gell (1993) propone reflexiones interesantes sobre lo que podría
constituir una antropología de la piel. Se trata de una estructura que
recuerda la botella de Klein, mencionada por Lévi-Strauss (1985) en La
alfarera celosa, donde el interior se desdobla al exterior y viceversa, y
donde no hay ruptura explícita entre interior y exterior. La relación entre
piel y placenta también es importante para los piro, quienes consideran
que la placenta, cuya superficie está cubierta por un tejido prominente
de venas, es “el primer diseño” (Gow 1999, 2011). También llamado su
“gemelo”, este “primer diseño” o placenta, debe ser enterrado para que el
niño pueda vivir. Así, el niño queda temporalmente sin diseño, hasta que
las mujeres lo pintan por primera vez (fig. 4). Entre los kaxinawá, “para
que el niño pueda nacer fácilmente”, el canto ritual menciona sus “ropas
viejas que se están quemando”. Todo indica que esta “ropa vieja”, que el
niño tendrá que cambiar por un nuevo tejido con el cual será cubierto
al nacer, es su placenta (Lagrou 1998, 2007).
Analizando conjuntamente la fabricación de artefactos y de perso-
nas, podemos seguir con esta antropología de la piel por un camino que
aún no ha sido explorado por Gell y Gow. Van Velthem (2003) explora
el paralelo entre artefactos y cuerpos, registrando cómo los wayana uti-
lizan los mismos términos técnicos para hablar de la producción y la
decoración de artefactos humanos. El mito de origen de la mujer wayana
muestra que ella es fabricada para actuar: la primera tentativa de fabri-
cación probó que la arcilla era demasiado pesada para crear una mujer, la
segunda que la cera se derretía bajo el calor del sol, finalmente “la mujer
cesta” fue declarada apta para ejecutar las tareas femeninas. El cuerpo
de la mujer wayana fue trenzado, tal como el cuerpo de la anaconda
36 Els Lagrou
entre los kaxinawá y entre los wauja. Los asurini priorizan también el
trenzado, pues de ahí aprendieron sus motivos gráficos (Müller 1990).
La asociación entre trenzado, tejido, diseño y el cuerpo de la anaconda
es extremamente recurrente en Amazonia (Lagrou 1991, 1996, 2009 y
2011; Barcelos 2008: 231).7
También en el mito kaxinawá aparece la idea de piel como tejido. El
origen de la anaconda —dueño(a) de los diseños y de todas las imágenes
virtuales posibles, así como dueño(a) del flujo de sangre— se da en el
mito del gran diluvio. Debido a este acontecimiento, diversos artefactos
se transformaron en animales: la cerbatana (bina), arma indígena, se volvió
un tipo de pez eléctrico (poraquê), el huso en mantaraya, la cesta con dise-
ño (kakan keneya) se transformó en la cabeza de la anaconda, y la pareja
Sidika y Yube —que en el momento del diluvio estaban acostados en una
hamaca con diseños (disi keneya)— se transformó en anaconda. Por ello,
en el interior de esta anaconda, ser sobrenatural andrógino, se encuentran
las agencias femeninas y masculinas combinadas, y su piel es la hamaca
con diseño. En el fondo del río, sus diseños no son visibles y, entonces,
se le llama anaconda blanca. Los diseños solo aparecen al contacto con el
sol, cuando la boa sube a la tierra para mostrar sus diseños a los huma-
nos. Para los kaxinawá, la boa y la anaconda son transformaciones una
de la otra. Cuando es joven, la boa vive en la tierra para enseñar a los
humanos, cuando se cansa porque está envejeciendo, se refugia en el agua,
donde reina “como gran jefe, como el presidente”. Fue el espíritu de la
boa quien enseñó a las mujeres el arte del diseño (kene), mientras que
la anaconda (Yube, dueño del mundo acuático) instruyó a los hombres, a
través de la experiencia con la ayahuasca, sobre el mundo de las imágenes
(dami) y de los espíritus (yuxin). La ayahuasca (nawan huni) es la sangre
o la orina de la anaconda (duanuan himi, duanuam isun) Yube, dueña(o)
del mundo acuático. Es en este último contexto ritual de ingestión de la
ayahuasca donde podemos encontrar un discurso explícito sobre el paso
de la abstracción a la figuración, particularmente, en la percepción de
aquellos que tomaron la bebida y sintieron sus efectos.
palabra ‘línea’ y sugiere que la relación entre la línea trazada y la línea tejida se encuentra en la
historia del Occidente pre-moderno, como también en contextos culturales no-occidentales.
Para este autor la línea remite a los movimientos del cuerpo y quedó recta a partir del invento
de la imprenta; el cual alejó el trazo del movimiento del brazo que escribía. Sin embargo, lo
que nos interesa aquí, es otro tipo de movimiento, aquel de la percepción mental que opera
el pasaje entre lo que es visible y lo que todavía no lo es.
El grafismo indígena como técnica de alteración de la mirada 39
verbal, como lo demostró Severi para el caso cuna, los grafismos amazónicos están, en la
mayoría de los casos, asociados con conceptos de persona y corporalidad. Donde encontramos
figuraciones iconográficas, como en la cestería de los wayana y de los yekuana en la región
de Guyanas, notamos una producción de imágenes minimalistas de los grandes predadores
sobrenaturales; los cuales han sido trenzados por los hombres en contextos asociados a la
transmisión de conocimientos esotéricos y míticos (Van Velthem 2003; Guss 1989). En el
caso yekuana, sin embargo, Guss hace notar una mayor valorización de la abstracción que de
la figuración. A medida que el aprendiz avanza en su iniciación en el arte del trenzado y de la
narración de mitos, los motivos utilizados se vuelven cada vez más abstractos.
42 Els Lagrou
considerados como casi cuerpos. A pesar de que, muchas veces, las indi-
caciones de su especificidad corporal se limitan a indicios extremamente
sutiles, la figuración completa también es una posibilidad.9
Para Lévi-Strauss el conocimiento estético del mundo implica el
poder de actuar sobre el mundo. La fabricación del modelo reducido, un
método privilegiado del arte para hacer frente a la complejidad cogni-
tiva del mundo, es al mismo tiempo un modo de obtener la capacidad
para actuar sobre este mismo mundo. El banco utilizado por los niños
kaxinawá es un ejemplo de esta lógica, donde los artefactos son conside-
rados como modelos reducidos de cuerpos. La fabricación de este banco
reproduce la fabricación del cuerpo del niño; el cual es un artefacto tanto
cuanto el banco. El canto ritual designa al banco con la fórmula “dos
piernas con un hoyo en medio”, figurando así la base del cuerpo que lo
sostiene. El banco está hecho con las raíces tubulares de la lupuna, con-
siderado como el “árbol de la vida” (Lagrou 2002b, 2007b); es esculpido
por el padre, tal como el feto en el vientre de la madre, y pintado con
jenipapo por la madre como, posteriormente y durante el rito de paso,
también lo será el niño. La imagen sintetiza los elementos mínimos que
caracterizan la manera de actuar del modelo y es por esta razón que ella
es un índice antes que un símbolo o un ícono del modelo (Gell 1998;
Lagrou 2003a). Encontramos otro ejemplo de modelo reducido entre
los wajana. Entre los últimos, el tipiti es un artefacto para exprimir la
mandioca que comparte con la boa esta capacidad de compresión y,
precisamente, es eso lo que se quiere que el objeto haga con la pasta de
mandioca. Sin embargo, el tipiti no tiene cabeza ni cola. Es necesario
que el artefacto sea incompleto para no correr el riesgo de su posible
transformación en boa: su modelo, un ser independiente que devora a
los seres humanos (Van Velthem 2003: 130; Lagrou 2009a).
El mismo entrelazamiento entre técnicas de producción de seres
vivos y artefactos se encuentra entre los pirahã, quienes en sus ejercicios
permanentes de inventar cosas nuevas afirman imitar las técnicas que
Igagai, dios creador, utilizó para crear a los animales y los artefactos en
los niveles celestes. Así como él, los pirahã primero fabrican miniaturas
que serán retomadas en escala mayor cuando estén bien hechas. Por otro
9 Nótese que las artes indígenas producidas para el exterior, tanto en el contexto
educativo como para el de venta se vuelven más figurativas y alegóricas. Por otro lado, en un
estudio sobre los vasos funerarios amazónicos, Cristiana Barreto (2008), arqueóloga, señala
que los vasos arqueológicos de la región amazónica presentan mucho más figuración que la
cerámica indígena contemporánea.
El grafismo indígena como técnica de alteración de la mirada 43
lado, los accidentes sufridos por los humanos, como consecuencia de las
agresiones predatorias de animales o de plantas, producen los Abaixi,
seres celestes caracterizados por las deformaciones sufridas en los cuer-
pos humanos (Gonçalves 2011). Así, el origen de los seres celestes es el
resultado de una fabricación invertida, una suerte de anti-producción que
tiene como motor el acontecimiento y su imprevisibilidad.
Abstraccionismo
10 Roe (1975); Gow (1989, 1999, 2001); Gebhart-Sayer (1986); Illius (1987); Guss
(1989); Lagrou (1991, 1995, 1998, 2000c, 2002c, 2005, 2007, 2009b); Taylor (2003, 2009).
11 Véase Lagrou (2012) para un análisis de las raíces del paradigma presentacionalista
12 Para una discusión crítica de la distinción entre los términos icónico y anicónico
el tejido y el trenzado como origen de los motivos (véanse los mitos citados
arriba). Si en el caso de los tejedores, la dinámica de la inversión entre
figura y contra-figura es más desestabilizante, en el caso de los ceramistas
la relación asimétrica entre dos tipos de líneas tiene como efecto la pro-
ducción de una mayor profundidad perceptiva; así como de una mayor
transparencia del soporte (Lagrou 2010, 2012; Belaunde en prensa).
La intercambiabilidad entre figura y fondo tiene por objetivo des-
hacer la posibilidad de delimitar una figura sobre un fondo antes que
confirmarla. David Guss, para los yekuana, y Peter Roe, para los shipi
bo-conibo, fueron los primeros en señalar, en el universo de los grafismos
amerindios, una afinidad entre un estilo de ver y un estilo de pensar. De
tal manera que para ellos existía una afinidad entre la inversión de la
figura y el fondo, consecuencia de una simetría cinética de los motivos,
y una percepción indígena de simultaneidad entre los lados visibles e
invisibles de la realidad (Guss 1989); así como entre una ambigüedad
estilística y una “ambigüedad mental” (Roe 1975). En su análisis sobre
la relación entre el ver y el pensar, los autores no van más allá de estas
observaciones (Lagrou 1998, 2002, 2007). Sin embargo, el resultado de
este juego entre figura y contra-forma en los grafismos amerindios, sí
va más allá; ya que proyectan al espectador hacia el interior del espacio
gráfico delineado por el propio grafismo.
El grafismo indígena como técnica de alteración de la mirada 49
Alfred Gell (1998: 66-95) observó este aspecto actuante en los gra-
fismos laberínticos. De los laberintos griegos al kolam de la India, este
autor indicó que estos laberintos gráficos capturan la mirada y hacen
que la persona o el espíritu que los mira se pierda en ellos. El aspecto
de trampa del kene, vinculado a una estructura laberíntica, aparece de
manera explícita en la lengua kaxinawá: comenzando por la palabra
kene. “Kene” designa diseño, escritura, cercado (el recinto donde la joven
púber está reclusa durante su primera menstruación) y trampa (Montag
1981: 183). Si la idea de encerramiento del kene remite a la capacidad del
diseño de delimitar y de esta manera crear un espacio, la idea de trampa
refiere al aspecto animado del diseño. Por esta razón, un enfermo no
podría dormir en una hamaca cubierta por diseños; ya que su bedu yuxin
(espíritu del ojo) podría ser capturado por tales diseños y su espíritu no
conseguiría volver a su cuerpo (Keifenheim 1996; Lagrou 1998, 2007).
Otro aspecto señalado por Gell es la “viscosidad” (stickiness) de este
tipo de ornamentación; la cual serviría para amarrar al propietario a su
objeto. Un objeto con diseños es animado, adquiere agencia propia por
el dinamismo interno al grafismo (Gell 1998).
Cuando el punctum, el detalle asimétrico, llega a ser demasiado visi-
ble, se convierte en el punto de partida para la producción de un nuevo
motivo dentro del mismo tejido (Lagrou 1998, 2007). Un mismo motivo
50 Els Lagrou
13 Wauja (Barcelos Neto 2008); Waiãpi (Gallois 2002); Sharanahua (Déléage 2007).
El grafismo indígena como técnica de alteración de la mirada 51
Fig. 11. Falda femenina con motivos de nawan kene (diseño del
enemigo). Colección Shultx, mae. Sao Paulo, 1950-1951.
52 Els Lagrou
La quimera
Sin embargo, está claro que la quimera hopi ofrece a los ojos mucho menos
detalles, ella simplifica su estructura. Es sobre la base de esta convencio-
nalización […] que provoca una proyección que es realizada por los ojos
y que, de esta manera, hace surgir activamente su imagen al completarla.
Tenemos aquí que observar dos puntos: no solamente la imagen se divide
en dos partes, una material y la otra mental, sino que el espacio en el cual la
imagen se completa es totalmente mental. En la cerámica hopi, solamente
el soporte de la vasija, plana o convexa, da a los ojos alguna indicación
sobre el espacio en el cual situar la imagen. Cualquier otra indicación es
el fruto de un acto de la mirada que está hecho simultáneamente de pro-
yección y de asociación. Descubrimos de esta manera una diferencia crucial
entre la quimera griega y la quimera hopi. No son iguales ni en su relación
con lo invisible, ni en su manera de engendrar un espacio mental. Como
resultado de una convencionalización iconográfica, la quimera hopi es
56 Els Lagrou
14 La chute du ciel de Davi Kopenawa y Bruce Albert (2010) y A floresta de cristal de
Viveiros de Castro (2006) apuntan en la misma dirección: hacía una ontología chamanística,
El grafismo indígena como técnica de alteración de la mirada 57
De la abstracción a la figuración
Espero que los ejemplos expuestos hayan convencido el lector del interés
de hacer dialogar los grafismos amerindios con lo que he definido como
“quimera abstracta”. Pasemos ahora al examen de un aspecto del carác-
ter quimérico de estos grafismos: la posibilidad, sugerida en muchos de
ellos, de pasar de la imagen abstracta a la imagen figurativa por medio de
índices sutiles.
Sugiero la hipótesis de que para los amerindios existen continui-
dades, sobre todo en Amazonia, entre los modos de figuración y los del
grafismo. Por ello, abordaré paralelamente las diferencias (conceptua-
les y fenomenológicas) y las relaciones entre figuraciones y grafismos.
Propongo pues que, en el marco de una cosmología transformacional
amazónica, el vínculo entre grafismo y figura es también, y en sí misma,
una relación de “transformabilidad”; donde el grafismo resulta ser un
camino para la visualización de las imágenes virtuales. Por esta razón, los
diseños no representan otra cosa que el propio acto de ver mismo, que
se enfoca en la superficie para pasar más allá de ella. “El diseño es un
camino”, dicen los kaxinawá, así como sus vecinos pano,15 una “puerta de
entrada”. El diseño hace referencia a otras imágenes, todas en movimien-
to. Son las exegesis explícitas, proporcionadas por los kaxinawá sobre sus
esquemas visuales, que me permiten formular esta hipótesis del diseño
como pasaje a la figuración virtual; pero pienso que se puede extender
esta hipótesis a otros sistemas gráficos.
Los asurini ofrecen una ilustración paradigmática al respecto. En
lugar de distinguir conceptualmente grafismo y figuración —como lo
hacen los kaxinawá, los piro, los wayana, los wauja y otros pueblos—, los
asurini perciben la figuración de lo invisible como parte integrante de
la “unidad mínima de significación” por medio del motivo tayngava (un
ángulo de noventa grados), el cual aparece en la mayoría de las pinturas
corporales (fig. 17). Por tanto, aquí toda abstracción indica a la figura-
ción.16 La imagen surge de entre las líneas del grafismo que se adhiere
donde si el espíritu es imagen (los dos conceptos son usados de modo indistinto por Davi)
nunca existirá la verdadera o la única imagen para representar el espíritu. Véase también
Lagrou (1998, 2012). La intensidad va acompañada de multiplicidad.
15 Para los yaminahua, véase Townsley (1993: 449-468), para los shipibo véase
Belaunde (2009).
16 Parece que el mismo fenómeno se encuentra en otros grupos de lengua tupi estre-
chamente emparentados con los asurini (Fabiola Silva, antropóloga y arqueóloga especialista
58 Els Lagrou
al cuerpo. Sin embargo, ésta llega a ser una verdadera figura, solamente
cuando se fabrica una efigie, esto es, una muñeca minimalista que repre-
senta el alma en los rituales chamanísticos.
En este caso, para los asurini el grafismo se transforma claramente
en una figuración virtual, permitiéndoles, a partir de índices mínimos,
completar mentalmente la imagen del tayngava en la imagen virtual de
los espíritus A’anga. Cito a Müller (1990: 250):
…en la mitología, los héroes creadores son humanos: los animales tienen
la forma humana y los espíritus actuales son antropomorfos. Los asurini
dicen que estos seres eran todos avá (personas) en el pasado mítico. El
hombre se encuentra, de esta manera, en el centro del pensamiento asurini:
el hombre es la imagen del ser, tayngava.
los shipibo-conibo (Colpron 2004, Belaunde 2009), entre los yaminahua, katuquina (Cofacci
2000, Lagrou 2007), yawanawa (Pérez 1999, Lagrou 2007), y sharanahua (Déléage 2009).
60 Els Lagrou
19 Véase Langdon (1992), sobre cómo los sinoa distinguen los “diseños de verdad” de
los “diseños hechos a lo tonto”, a partir de la obediencia de algunas reglas precisas de com-
posición. En el caso siona, la capacidad perceptiva del aprendiz depende de su experiencia
chamanística con ayahuasca (yagé). Solamente los verdaderos chamanes, aquellos que de
hecho vieron espíritus, son capaces de generar los diseños que se refieren a ellos, estos ‘diseños
de yagé’ siguen una lógica estilística precisa que consiste en una relación precisa entre las
líneas (no se puede hacer cualquier tipo de ángulo, estos deben ser rectos y no curvos, etc).
62 Els Lagrou
final del proceso, diseño que además responderá a las exigencias estilísti-
cas de la alternancia entre figura y fondo. El resultado es una percepción
laberíntica que no revela de inmediato las figuras posibles (figs. 21-22).
Recientemente, Déléage (2007: 100-101) constató un procedimien-
to similar entre los sharanahua, vecinos pano de los kaxinawá:
Fig. 24. Técnica sharanahua para diseñar una cruz o un cuadro (diseño a
partir de Déléage).
Conclusión
Fig. 25b. Yaminahua kene (benimai kene: diseños para alegrar) a partir de los
diseños yaminahua utilizados por los kaxinawá en los rituales de caza.
68 Els Lagrou
Fig. 26. Pintura facial kadiwéu. Colección del Museo del Indio,
Río de Janeiro. Foto: Darcy Ribeiro.
Bibliografía
Illius, Bruno
1987 Ani Shinan: Schamanismus bei den Shipibo-Conibo (Ost-
Peru), Tübingen, Verlag (Tesis de Doctorado).
Ingold, Tim
2007 Lines. A brief History, London, Routledge.
Keifenheim, Barbara
1996 “Snake Spirit and Pattern Art. Ornamental Visual
Experience among the Cashinahua Indians of Eastern
Peru”, manuscrito.
Keifenheim, Barbara
1998 Untersuchungen zu den Wechelbeziehungen von Blick und Bild.
Die Kashinawa-Indianer und ihre Ornamentik (Ost-Peru),
Berlin, Freien Universität in Berlin (Tesis de Licenciatura).
Kopenawa, Davi y Albert, Bruce
2010 La chute du ciel. Paroles d’un chaman yanomami, París, Terre
Humain, Plon.
Lagrou, Els
1991 Uma Etnografia da Cultura Kaxinawá: entre a Cobra e o Inca,
Florianópolis, Universidade Federal de Santa Catarina
(Tesis de Maestría).
1995 “Compulsão Visual. Resenha do artigo Visual compul-
sion de Peter Gow”, en Antropologia em primeira mão,
Florianópolis, Programa de Pós Grado em Aantropologia
Social, Universidade Federal de Santa Catarina.
1996 “Xamanismo e Representação entre os Kaxinawá”, en
Esther Jean Langdon (coord.), Xamanismo no Brasil. Novas
Perspectivas, Florianópolis, Editora Universidade Federal
de Santa Catarina, pp. 197-231.
1998a Cashinahua Cosmovision: a perspectival approach to iden-
tity and alterity, PhD. St. Andrews: University of St.
Andrews. http://research-repository.st-andrews.ac.uk/
handle/10023/281
1998b Caminhos, duplos e corpos. Uma abordagem perspectivista
da identidade e alteridade entre os Kaxinawá, São Paulo,
Universidade de São Paulo (Tesis de Doctorado).
2002a “O que nos diz a arte kaxinawá sobre a relação entre iden-
tidade alteridade?”, Mana. Estudos de Antropologia Social,
vol. 8, n. 1, pp. 29-62.
2002b “Kenan, the ritual stool: a reduced model of the Cashinhua
person during the Nixpupima rite of passage”, en Thomas
72 Els Lagrou
Montag, Susan
1981 Diccionario Cashinahua. Yarinacocha, Ministério de
Educacion, Instituto Lingüístico de verano.
Müller, Regina Pólo
1990 Os Asuriní do Xingu. História e Arte, Campinas, Unicamp.
Roe, Peter
1975 “Comparing Panoan Design Systems through Componential
Analysis”, manuscrito.
Severi, Carlo
2007 Le principe de la chimère. Une Anthropologie de la mémoire,
París, éditions rue d’Ulm-musée du quai Branly.
2009 “L’univers des arts de la mémoire. Anthropologie d’un
artefact mental”, Annales. Histoire, Sciences Sociales, 64e
année, n. 2, mars-avril, pp. 463-493.
2012 “A ideia, a série e a forma : desafios da imagem no pen-
samento de Claude Lévi-Strauss”, Revista de Sociologia e
Antropologia, Rio de Janeiro, Programa de Pós Grado em
Aantropologia Social, Universidade Federal de Rio de
Janeiro, Sette Letras, pp. 54-75.
Strathern, Marilyn
2004 Partial Connections, Oxford, Altamira Press.
Taylor, Anne-Christine
2003 “Les masques de la mémoire. Essai sur la fonction des
peintures corporelles jívaro”, L’Homme, vol. 165, pp. 223-
248.
2010 “Voir comme un autre: figurations amazoniennes de l’âme
et des corps”, en Descola (coord.), pp. 41-50.
Townsley, Graham
1993 “Song Paths. The Ways and Means of Yaminahua Chamanic
Knowledge”, L’Homme, vols. 126-128, pp. 449-468.
Van Velthem, Lúcia Hussak
2003 O Belo é a Fera. A estética da produção e da predação entre os
Wayana, Lisbona, Assírio & Alvim-Museu Nacional de
Etnologia.
Viveiros de Castro, Eduardo
1996 “Os pronomes cosmológicos e o perspectivismo amerín-
dio”, Mana, vol. 2, Rio de Janeiro, Museu Nacional, Contra
Capa, pp. 115-144.
Mostrar y ocultar. La caza en el arte
rupestre paleolítico 1
Roberto Martínez
Instituto de Investigaciones Históricas, unam
Larissa Mendoza
Universidad de Leiden
Aun si, desde hace casi cien años, se ha planteado una estrecha relación
entre el arte rupestre paleolítico europeo (antes llamado francocantábri-
co) y la imaginería de la caza (Bégouën 1939: 202-216; Breuil 1955), no
deja de ser sorprendente el hecho de que, en pueblos que definitivamen-
te debían su pervivencia a estrategias de apropiación, no se hubiera repre-
sentado la actividad cinegética (Institute for Cultural Research 1998: 6).
Existen imágenes de personajes armados, animales ‘heridos’ asociados
a posibles armas e incluso antropomorfos con lanzas acompañados de
cuadrúpedos —en los grabados de Addaura, Palermo; pero, hasta donde
sabemos, no se ha registrado el preciso momento en que el hombre hiere
a su presa (figs. 1 y 2). En cambio, en el llamado arte levantino español
—cuyos creadores, al menos, en algún momento compartieron su espacio
con sociedades neolíticas—, encontramos con relativa frecuencia escenas
de caza tan explícitas que incluso es posible reconocer las estrategias que
se empleaban para emboscar o despeñar a las presas (fig. 3).2
1 Una versión preliminar de este trabajo fue publicada en “¿Por qué los agricultores
mobiliares, se ha estimado que dicho estilo tiene su origen alrededor del 12 000 a.p. Las data-
ciones sobre oxalato cálcico alrededor de las pinturas proporcionaron las siguientes fechas:
6 180 a.p., 5 855 a.p. y 2 800 a.p. (Olària 2008: 181-190; Ripoll Perello 1990: 76, 89, 91).
[75]
76 Roberto Martínez y Larissa Mendoza
3 A ello se suman las ‘puntas clovis’ de obsidiana que se encontraron en el Volcán de
las Tres Vírgenes, un tipo de artefactos que, tipológicamente, se vincula a la caza de mega-
fauna (Rodríguez Tomp 2002: 22).
Mostrar y ocultar. La caza en el arte rupestre paleolítico 77
Fig. 2. Grabados de
Addaura, Palermo.
Dibujo: Elba Domínguez
Covarrubias.
78 Roberto Martínez y Larissa Mendoza
Fig. 4. Cueva Flechas, Sierra de San Francisco (según dibujo de Ramón Viñas
redibujado por Elba Domínguez Covarrubias).
de las rocas en que se plasmó un uro se alcanzan a percibir los restos de una figura femenina
bastante difíciles de fechar ( Jacobson 2001: 280-282; Tsevendorj 2000: 124).
Mostrar y ocultar. La caza en el arte rupestre paleolítico 83
Fig. 12. Pinturas de Arnhem Land, Australia (según fotografía de Paul Taçon
dibujo de Elba Domínguez Covarrubias).
5 No pretendemos haber encontrado una ley o siquiera una tendencia general; pues,
además de faltarnos datos para llegar a ese tipo de conclusiones, contamos con contraejem-
plos —como el de la Serra da Capivara, Brasil, o la Cueva de las Manos, Argentina. Lo que
queremos subrayar es que, en algunas ocasiones, existe esta correlación.
Mostrar y ocultar. La caza en el arte rupestre paleolítico 87
La socialización de la animalidad
Tomando como ejemplo a los mbuti del Congo, los batek de Malasia y,
sobre todo, los nayaka de la India, Bird-David (1990: 189-194) sostiene
que, para algunos pueblos cazadores-recolectores de ambientes tropicales,
el medio en que habitan se presenta como un padre que comparte sus
recursos con aquellos humanos que, metafóricamente, serían sus hijos.8
Notamos, en cambio que, para algunos grupos como los cree, los inuit y
los pueblos siberianos en general, la obtención de carne se presenta más
6 En este sentido, nos parece absurdo sostener, como hace Tsevendorj con el arte
rupestre mongol, que una escena corresponde a uno u otro horizonte temporal a partir de
las actividades económicas que en ella se representan (Tsevendorj 2000: 124).
7 Incluso, entre los mongoles contemporáneos es común que, cualquiera que haya
sido el oficio del difunto, sus deudos modifiquen su retrato con Photoshop para presentarlo
como si hubiera sido un cazador (Delaplace 2009).
8 Tal como los progenitores reprenden a sus vástagos cuando desobedecen, el bosque
puede castigar a los hombres que infringen las normas con diversas clases de padecimientos
(Mohd Salleh 1993: 435).
88 Roberto Martínez y Larissa Mendoza
9 Por ejemplo, los hoaorani de Ecuador, practican dos diferentes tipos de cacería; la
de monos y aves, que se realiza en solitario con cerbatana, por un lado, y la de los pecaríes,
que se hace cuerpo a cuerpo, en grupo y con lanza. Lo interesante es que, en el discurso
indígena, ninguna de ellas aparece como un acto deliberado de apropiación; pues, así como la
matanza de jabalíes es descrita como una guerra provocada por la invasión de su territorio
—un acto de legítima defensa—, con los animales arborícolas, se suele argumentar que es el
veneno quien los mata y ellos se limitan a recoger la carne como si se tratara de una suerte
de fruto (Rival 1996: 145-164). Algo semejante sucede con la caza de puercos y dugong
entre los kiwai de Nueva Guinea (Stasch 1996: 369).
10 Una consecuencia inmediata de esta distinción es que, mientras el alma se separa
del cuerpo tras la muerte, el espíritu siempre se vincula a animales vivos; pues no corresponde
a un ser singular sino a la totalidad de la especie (Hamayon 2011; Rane 2004: 633). Para
mayor información sobre los dueños de los animales véase Ivar y Auer (1964: 202-219).
11 Bird-David (1990) dice que un componente cultural importante en los grupos
cazadores recolectores es la idea de que el ambiente está poblado por seres similares a los
Mostrar y ocultar. La caza en el arte rupestre paleolítico 89
humanos que comparten los alimentos con la gente del mismo modo que las personas lo
hacen entre sí.
12 Para los cree, puede ser que un humano tenga ‘amistad’ con un animal de una
cadáver del plantígrado a enviarles animales el año siguiente (Hamayon 2011; Alonso de la
Fuente 2004: 21; Tanner 1970: 146). Pero más explícito aun es el ejemplo de la caza y sacri-
ficio del oso de los ainu de Japón (Coon 1971: 342; Iwasaki-Goodman y Nomoto 2001: 28).
14 Rasmussen (1929: 58) y Sharp (1991: 183-191) sobre el animal que se ‘entrega’ a
15 Un rito kiwai establecía que, para tener éxito, un cazador debía tener sexo antes de
ir a arponear dugong; el cuerpo de la mujer, según Stasch (1996: 361-362), sería análogo al
de la presa y el pene al arma que se emplea. Mientras que, cuando el marido se encuentra de
cacería, su mujer se presenta ante los demás como sexualmente disponible. La concepción
de la cacería en esta región es mucho más compleja; de momento, sólo nos detendremos en
este punto que nos interesa subrayar.
16 Una vez que hieren un animal, los aleutes de Alaska evitan tener contacto con
mujeres hasta que muera (Institute for Cultural Research 1998: 8).
17 Inversamente tenemos que, durante el rito de iniciación femenino, las jóvenes
hadza son cubiertas con grasa animal mientras que los muchachos las ‘cazan’ y “tratan de
golpearlas con sus varas de la fertilidad” (Marlowe 2002: 250). Este último pueblo, junto
con los makonde trata a las jóvenes iniciadas o las que han de contraer matrimonio como si
fuesen animales de presa capturados. Entre los khoisan del sur de África, los ritos femeninos
de iniciación incluyen atuendos y danzas que simulan el comportamiento sexual del antílope.
Mostrar y ocultar. La caza en el arte rupestre paleolítico 91
Estas actitudes son consideradas altamente eróticas y al mismo tiempo muy peligrosas
para los cazadores y sus armas. Los khoisan, los hadza y los makonde también se apegan a
estrictas observancias que prohíben a los cazadores o a sus instrumentos de caza entrar en
contacto con mujeres menstruantes, ya que la sangre menstrual equivale simbólicamente a
la sangre de la presa y se dice que su presencia afectaría el éxito en la cacería (Power 1999:
93-112; 2004: 75-103).
18 Cabe aclarar que en otro canto se dice explícitamente que se le va a disparar al
animal con una cerbatana pero al hacerlo se le compara con un fruto (Brown 1984: 545-
546, 549, 552).
19 Aun en el caso del padre-entorno se supone que los hombres deben respetar un
cierto código para poder seguir disfrutando de los beneficios que les brinda la naturaleza.
20 Entre los palikur existe la idea de que, una vez que se recurre a un ‘remedio’ [para
la caza], se establece una cuota de animales para matar, misma que, si se sobrepasa, acarreará
numerosos peligros al cazador. Se consideran que “no se debe utilizar un ‘remedio’ más que
para restablecer el equilibrio. No se puede esperar tener más suerte cuando ya se es suertudo
sin ponerse en peligro, en cambio es posible utilizar un ‘remedio’ para ‘tirar el panem’, es decir
restablecer el equilibrio” (Berlin et al. 2001: 10-11).
92 Roberto Martínez y Larissa Mendoza
circula entre el plano animal y el de los hombres del mismo modo que
lo hacen las mujeres entre las mitades exogámicas de su sociedad. El
alma o espíritu, radicado en el hueso, es inmortal y permanente tal como
permanece la adhesión al patrilinaje a través de la descendencia. Así, para
asegurar la renovación de los animales, los hombres deben consumir la
carne y devolver al bosque sus huesos suspendiéndolos de manera seme-
jante a como se hace con las plataformas funerarias para los humanos.
Con una intención equivalente, los cuerpos humanos tras la muerte
—muchas veces provocada por los seres del bosque— son ofrecidos a
los animales para que se nutran de su fuerza vital y devuelvan sus almas
para que renazcan en el mismo grupo (Hamayon 2011).21
Así como los inuit llevan consigo los restos de los animales caza-
dos y, después de un tiempo, devuelven sus almas al mar bajo la forma
de vejigas infladas, se supone que, a excepción de la gente notable y las
víctimas de violencia, los hombres que mueren van a parar a los dominios
de Sedna, llamados Adlivum, para, después de su purificación, renacer
en un infante del mismo grupo; el hecho de que se conceda a los recién
nacidos el nombre de un difunto para “que la identidad de su antiguo
propietario se personifique en el infante” parece confirmar este modelo
(Alonso de la Fuente 2004: 17-30, 26, 33; Coon 1971: 344). Entre los
cree, la cacería es presentada como una transacción entre el cazador “y un
grupo de entidades del que se dice que están asociadas a los animales pre-
sa”. Para impedir la desaparición de sus socios, “el cazador debe observar
reglas relativas a la disposición de las partes no consumibles del animal,
reglas que se usan con el propósito de regenerar más animales […] Los
huesos de las presas terrestres y las aves son colocados en plataformas
elevadas, mientras que los de los animales acuáticos son regresados al
lago” (Tanner 1979: 148, 153, 172). El aspecto regenerativo de dichas
prácticas aparece claramente en el relato de un joven que se casa con una
bella muchacha-caribú y, a partir de entonces, empieza a ver el mundo
como estos animales; las manadas son tribus que habitan campamentos
semejantes a los de su propio pueblo. Es así que descubre lo que ‘verda-
deramente’ sucede durante la cacería; mientras los otros humanos ven a
un hombre que dispara y un caribú que cae muerto, él ve a una persona
que sale corriendo con una capa blanca y, al momento del disparo, la deja
caer para que los otros la recojan como cadáver (Tanner 1979: 137). Algo
semejante sucede en el mito de los indios del Río Thompson sobre el
21 Sobre las concepciones de la caza como intercambio entre los kluane de Yukon
22 Aunque en otros casos la idea del intercambio de esencias vitales es menos evidente,
los aspectos depredatorios del medio nos dejan entrever concepciones equivalentes. Entre los
chewong de Malasia la relación con el bosque es vista como una larga cadena de intercambio
con los espíritus; si no se observan las reglas establecidas por estos seres, los humanos pueden
ser castigados con la enfermedad e incluso la muerte. Los semalai hablan de entidades del
bosque, como Pakre’, que se valen de grandes depredadores para atacar a los humanos (Mohd
Salleh 1993: 451, 455). Mientras que, para los pahang, se refiere la existencia de seres de
los ríos que se alimentan de sangre humana (Tuck-Po 2002: 12). En los mitos selk’nam
se dice que las mujeres que antes detentaban el poder fueron transformadas en piedras y
animales; ahora, Xalpen, la tierra, recibe presas como ofrenda pero sólo se conforma con la
carne humana que come de los varones durante su rito de iniciación (Chapman 1972: 153-
154). Entre los semai, se supone que los guniik que ayudan a los cazadores a encontrar sus
presas también se encuentran facultados para provocar enfermedad y muerte a los hombres.
Estas relaciones “confrontan a humanos masculinos-cazadores/presas con mujeres-espíritu-
animales-cazadoras/presas. El uno domina al otro, dándole tramposamente pociones de
amor” (Dentan 2002: 163-165).
23 Los inuit, por ejemplo, “cada vez que matan a un animal, apartan un trocito de
carne o de grasa para arrojarlo al mar o depositarlo sobre el hielo o en la tierra […] Están
persuadidos de que la omisión de esta práctica les traería mala suerte y haría que la caza no
se pusiera a tiro” (Alonso de la Fuente 2004: 17).
94 Roberto Martínez y Larissa Mendoza
24 Es tal vez por eso que, para ser un buen ritualista, los cree consideran que es
25 “El origen último del shamán se encuentra, cómo no, en el hambre. En una ocasión
Sedna procuró tal castigo a los hombres por sus cacerías descontroladas, que finalmente el
hombre más valiente de la comunidad bajó hasta las profundidades del mar para hablar con
esta terrible divinidad. Desde entonces, y cada vez que el pueblo esquimal sufre un periodo
largo y duro de hambre, el shamán simula visitar a Sedna y encontrar una solución al pro-
blema” (Alonso de la Fuente 2004: 25). Para los cree, “el chamán, o el hombre con poder
espiritual, es como un cazador, salvo que requiere ir adentro [de la montaña] para obtener
los animales (o comida) y llevarlos fuera. Más que tomar los animales como un regalo des-
interesado, éste debe tomarlo por coerción” (Tanner 1970: 176).
26 En el ritual llamado shaking tent, “se oyen conversaciones entre los espíritus y el
chamán” que anuncian a los asistentes cómo ha de ser la caza (Tanner 1970: 112).
27 Es interesante notar, en el caso siberiano, que cuando el cazador se representó a sí
mismo a través de una estatuilla de madera, éste aparecía como mitad animal y mitad humano.
(Willerslev 2004: 644). Cabe, sin embargo, aclarar que, cuando el chamán se animaliza a
través del uso de un traje con atributos animales, éste también marca su diferencia con los
verdaderos animales; usa astas de reno de metal en lugar de una cornamenta de verdad, la
piel de alce se porta con el pelo hacia adentro, etc. (Stépanoff 2009).
96 Roberto Martínez y Larissa Mendoza
La animalización de la sociedad
28 Mitos parecidos fueron recogido entre los cheyenne, los skidi-pawanee, los omaha,
aquí se trata al cultivo en términos cinegéticos o si, por el contrario, los animales son tratados
como frutos cuyas semillas son replantadas para producir nueva vida.
Mostrar y ocultar. La caza en el arte rupestre paleolítico 101
Fig. 19. Hombres-toro del Maestrazgo (según dibujo de Ramón Viñas redibujado
por Elba Domínguez Covarrubias).
31 También entre los wik-munkan se supone que los daños infligidos sobre el ser
32 En los relatos totémicos de los kammu se suele contar el modo en que un ancestro
muere a manos del tótem; es a través de un acto cinegético que el animal termina por usurpar
el lugar del antepasado (Lindell 1984: 6-7).
33 Recordemos que los espartanos hacían sacrificios a Artemisa, diosa de la caza, antes
A manera de epílogo
Bibliografía
Jacobson, Esther
2001 “Shamans, shamanism, and anthropomorphizing imagery
in prehistoric rock art of the Mongolian Altay”, en Henri-
Paul Francfort y Roberte N. Hamayon (eds.), The concept
of shamanism: uses and abuses, International Society for
Shamanistic Research, Budapest, Akadémiai Kiadó, pp.
277-294.
Journet-Diallo, Odile
1998 “Un monde diffracté. Théories joola du double animal”,
en Alfred Adler (comp.), Totemismes. Systèmes de pensée
en Afrique noire, vol. 15, París, Ecole Pratique des Hautes
Etudes, Centre National de la Recherche Scientifique, pp.
203-230.
Kwon, Heonik
1998 “The Saddle and the Sledge: Hunting as Comparative
Narrative in Siberia and Beyond”, The Journal of the Royal
Anthropological Institute of Great Britain and Ireland, vol.
4, n. 1, pp. 115-127.
Lamrani, Maria Miriam
2008 “Nagualism and tonalism: an insight on human/non-
human relationships in Mesoamerica”, Master degree final
dissertation, Londres, University College of London.
Latsanopoulos Nicolas
2008 “Dent de loup et cœur de cerf: Observations sur la place
de l’animal dans l’ideologie de la guerre et du sacrifice à
Teotihuacan”, Journal de la Société des Américanistes, vol. 94,
n. 2, pp. 71-108.
Leroi-Gourhan, André
1994 Las religiones de la prehistoria, Barcelona, Laertes.
Lévi-Strauss, Claude
1993 História de lince, Beatriz Perrone-Moisés (trad.), São Paulo,
Companhia das Letras.
1997 Antropología estructural, México, Siglo XXI.
2002 Le totémisme aujourd’hui, Collection Mythes et Religions,
París, Presses Universitaires de France.
Lewis-Williams, J. David
1983 The Rock Art of Southern Africa: The imprint of man,
Cambridge, Cambridge University Press.
Lhote, Henri
2006 À la découverte des fresques du Tassili, París, Arthaud.
Mostrar y ocultar. La caza en el arte rupestre paleolítico 113
Linarès, Henri de
1972 “De la prehistoria a nuestros días”, en La caza en el arte,
Barcelona, Editorial Argos, pp. 15-221.
Lindell, Kristina
1984 “Kammu totem tales”, Asian Folklore Studies, vol. 43, n. 1,
pp. 3-13.
Lot-Falck, Elizabeth
1956 “Erotism and shamanism”, Sexology Magazine, January, pp.
378-383.
Marlowe, Frank
2002 “Why the Hadza are still hunter-gatherers”, en Sue
Kent (coord.), Ethnicity, hunter-gatherers, and the ‘Other’:
Association or assimilation in Africa, Washington D.C.,
Smithsonian Institution Press, pp. 247-275.
Martínez González, Roberto
2012 El nahualismo, México, unam, iih, iia.
Martínez González, Roberto, Ramón Viñas y Larissa Mendoza
2009 “Cueva de la Serpiente. Los ofidios con cuernos en la
iconografía rupestre de Mulegé, Baja California Sur”,
Arqueología, vol. 40, pp. 20-37.
McConnel, Ursula
1930 “The Wik-Munkan Tribe. Part II. Totemism”, Oceania, vol.
1, n. 2, pp. 181-205.
McNiven, Ian y Ricky Feldman
2003 “Ritually orchestrated seascapes: Hunting magic and
dugong bone mounds in Torres Strait, NE Australia”,
Cambridge Archaeological Journal, vol. 13, n. 2, pp. 169-194.
Messmacher, Miguel
1981 Las pinturas rupestres de la Pintada, Sonora. Un enfoque
metodológico, México, inah.
Millán, Saúl
s.f. “Hacia una mitología menor: introducción al animismo
nahua”, México, en prensa, mecanuscrito del autor.
Myers, Fred R.
1988 “Critical trenes in the study of hunter-gatherers”, Annual
Review of Anthropology, vol. 17, pp. 261-282.
Nadasdy, Paul
2007 “The gift in the animal: The ontology of hunting and
human-animal sociality”, American Ethnologist, vol. 34, n.
1, pp. 25-43.
114 Roberto Martínez y Larissa Mendoza
Olària, Carmé
2008 “Origen y desarrollo del grafismo rupestre naturalista
pospaleolítico en el Mediterráneo”, Espacio, tiempo y forma
(Nueva Época), vol. 1, pp. 181-190.
Olivier, Guilhem
2008 “Le cerf et le roi: modèle sacrificiel et rite d’intronisation
dans l’ancien Mexique”, Journal de la Société des Américanistes,
vol. 94, n. 1, pp. 191-230.
Paulson, Ivar y Nancy E. Auer
1964 “The Animal Guardian: A Critical and Synthetic Review”,
History of Religions, vol. 3, n. 2, pp. 202-219.
Powell, John Wesley
1902 “An american view of totemism”, Man, vol. 2, n. 75, pp.
101-106.
Power, Camilla
1999 “Beauty Magic: The origins of art”, en Robin Ian McDonald
Dunbar, Chris Knight y Camilla Power (coords.), The
Evolution of Culture: An interdisciplinary view, Edimburgo,
Edinburgh University Press, pp. 93-112.
2004 “ Women in prehistoric art ”, en Günter Berghaus
(coord.), New Perspectives on Prehistoric Art, Wesport, CT,
Greenwood Publishing Group, pp. 75-103.
Rasmussen, Knud
1929 “Intellectual culture of the Iglulik Eskimos”, en Report of
the Fifth Thule Expedition 1921-4, vol. 7, n. 1, Copenhagen,
Gyldendalske Boghandel, Nordisk Forlag.
Ripoll Perelló, Eduardo
1990 “Acerca de algunos problemas del arte rupestre pospaleo-
lítico en la Península Ibérica”, Espacio, tiempo y forma, vol.
3, pp. 71-104.
Rival, Laura
1996 “Blowpipes and spears: The social significance of Huaorani
technological choices”, en Philippe Descola y Gísli Pálsson
(coords.), Nature and society. Anthropological perspectives,
Londres, Routledge, pp. 145-164.
Rodríguez Tomp, Rosa Elba
2002 “La economía de los aborígenes de Baja California”,
en Dení Trejo Barajas, Edith González Cruz y Altable
Fernández Altable F. (coords.), Historia general de Baja
Mostrar y ocultar. La caza en el arte rupestre paleolítico 115
de los nahuas del altiplano central en el Posclásico Tardío, así como del imaginario y de
las prácticas que habían elaborado en relación con su entorno oloroso. Dicha investigación
se llevó a cabo gracias a una beca del Programa de Becas Posdoctorales de la Universidad
Nacional Autónoma de México. Agradezco a la Coordinación de Humanidades de la unam
por otorgarme dicha beca y al Instituto de Investigaciones Históricas por recibirme como
becaria. Agradezco asimismo a Guilhem Olivier, a Katarzyna Mikulska Dabrowska y a
Saeko Yanagisawa por sus comentarios, a Elbis Domínguez Covarrubias, Alfredo Rodríguez
y Arturo Barrera por su apoyo con el material iconográfico y a Ruth García Lago por su
revisión del texto.
2 Houston y Taube (2000: 265-273); Taube (2001: 107-108); Houston et al. (2006:
141-153).
[117]
118 Élodie Dupey García
3 Los códices del grupo Borgia cuya iconografía se analiza aquí son el Borgia, el Cospi,
coloniales, pero cabe subrayar que su iconografía y su estilo presentan pocos si no es que nin-
gún rastro de influencia europea. En cuanto a su procedencia, algunos especialistas consideran
que el Códice Borbónico fue creado en la cuenca de México —tal vez en la ciudad de Tenoch
titlan misma, al menos que haya sido en las ciudades vecinas de Colhuacan o Itztapallapan—
(Paso y Troncoso 1898: 14; Robertson 1959: 87; Nicholson 1988; Graulich 2008), mientras
que el Tonalámatl Aubin pudo ser originario de la región de Tlaxcala (Nicholson 1966: 151;
Nicholson 1967: 81-82; Glass y Robertson 1975: 91; Aguilera 1981: 12).
5 Los manuscritos citados incluyen material calendárico gracias al cual los especialistas
religiosos formulaban pronósticos, al igual que protocolos que les servían para llevar a cabo
los rituales (Nowotny 1977; Nowotny 2005; Boone 2007: 83-169).
6 En la sociedad náhuatl prehispánica, gran parte de las ofrendas eran realizadas por
especialistas rituales conocidos como tlamacazqui. Pury Toumi (1997: 54) subraya que su rol
consistía literalmente en nutrir a las divinidades con ofrendas de comida, incienso, sangre
humana obtenida por el sacrificio, etc. En efecto, en los dialectos modernos, el verbo maca,
120 Élodie Dupey García
“dar”, precedido del infinitivo tla- significa no sólo “servir a alguien” sino más específicamente
“darle de comer”.
7 Graulich y Olivier (2004: 123-125, 146); Taube (2001: 105); Stross (s.f.). El humo
del copal sigue teniendo propiedades alimenticias a ojos de varios grupos indígenas contem-
poráneos, como son los lacandones, los tzotziles, los chontales, los huicholes y los totonacos;
en tanto que la idea según la cual los dioses se alimentan de esencias sigue en vigor en
ciertas comunidades indígenas actuales, como los chamulas de Chiapas (Gossen 1980: 209;
Graulich y Olivier 2004: 146).
8 La planta conocida como yauhtli en náhuatl pertenece al género Tagetes, cuya espe-
cie nativa en Mesoamérica es la Tagetes lucida. El nombre más común que se le atribuye en
México es “pericón”. Su uso ritual entre los antiguos nahuas se describirá a continuación.
9 Además de alimentar a los dioses, los humos aromáticos eran y siguen siendo
a las ofrendas de perfumes florales, sabemos que durante los preparativos de la fiesta de
Xócotl Huetzi, el árbol destinado a estar en el centro de la actividad ritual era depositado
en un espacio llamado “el lugar donde come el xocotl”, en el cual se le ofrecía toda suerte
de ofrendas aromáticas, desde comida e incienso hasta flores (Durán 1995, 2: 269; Sahagún
1997: 61; Sahagún 2000: 223).
Mostrar lo invisible. Representaciones del olor en códices prehispánicos 121
11 En el arte olmeca, teotihuacano y maya del Clásico, así como en una lámina del
manuscrito mixteco conocido como Códice Bodley, las fragancias de las flores aparecen tam-
bién como vírgulas, pero, a diferencia de los ejemplos que se describen aquí, dichas formas
suelen aparecer como pares de vírgulas simétricas (Houston y Taube 2000: 270; Taube 2001:
107-108).
12 Para proporcionar mayor fluidez al texto, las referencias a los miembros del cor-
existía entre los mayas yucatecos del Posclásico, pues un fragmento de pintura mural de
Xcaret muestra pequeñas bolas de copal amarillo coronadas por una pluma (Stone 2002: 28).
14 Varios pasajes del Códice Florentino se refieren al gran valor de la pluma de quetzal
a ojos de los indígenas del Centro de México en el Posclásico Tardío (Sahagún 1953-1982,
III: 14; VI: 241; X: 187-188). Por otra parte, el prestigio conferido a esta pluma queda de
manifiesto a través del uso de su nombre náhuatl quetzalli para remitir a la pureza (ibid., VI:
113) o para calificar los discursos de las personas prudentes (ibid., IV: 66; VI: 80-81, 216, 252).
15 Esta propuesta se acerca a la interpretación de Seler (1963, 1: 163), según la cual
las plumas de quetzal insertas en las bolas de hule indican que se trata de una ofrenda des-
tinada a quemarse.
16 Me refiero a las bolsas de papel que colgaban de la vara cargada por la representante
17 Houston y Taube 2000: 271; Taube 2001: 105-106, 116, 118-119.
18 Además de que dos volutas surgen de la “boca” de la bola de hule antropomorfa
pintada en la lámina 29 del Códice Borgia (fig. 7), este elemento ostenta una espiral enredada
en su centro, la cual recuerda a las que decoran las bolas de hule en los códices mayas (Filloy
Nadal 2001: 29; Stone 2002). Si bien este motivo alude a la manera en que estos objetos
eran fabricados (ibid.; Filloy Nadal 1993: 16; Filloy Nadal 2001: 29), pudo sugerir también
las emanaciones aromáticas que se escapaban cuando las bolas de hule eran sometidas a la
acción del fuego.
126 Élodie Dupey García
son recipientes llenos de alimentos y bebidas (figs. 8, 9), así como cora-
zones humanos (fig. 10).19 Éstos al ser los contenedores de sangre por
excelencia, constituían uno de los manjares favoritos de los dioses meso-
americanos, ávidos del líquido vital y de sus emanaciones olorosas: vapor
de la sangre fresca y humo de la sangre quemada.20 En ciertas ocasiones,
las vírgulas y volutas recuerdan a su vez llamas o plumas (Borgia 1993:
19 Borgia (1993: 23); CFM (1994: 3); Laud (1994: 9, 11); CVB (1993: 3, 72).
20 En los códices de nuestro estudio aparecen a menudo dioses ingiriendo sangre
y flujos emanando de corazones (por ejemplo, fig. 10). Paralelamente, se menciona en los
Primeros Memoriales de Sahagún (1997: 79) que el ritual destinado a nutrir el Sol y el fuego
consistía en proyectar hacia arriba o en quemar la sangre que los devotos se habían extraído;
en tanto que Díaz del Castillo (1977, 1: 282) relata que se sahumaba a los “ídolos” con cora-
zones quemados en un ambiente que “hedía a carnicería”. Sobre el papel desempeñado por
Mostrar lo invisible. Representaciones del olor en códices prehispánicos 127
29, 30, 31, 22, 48) (figs. 11-12), al igual que los elementos ondulantes
que emergen de las flores.
En otros contextos, las vírgulas que servían para indicar olores
adoptan más bien la forma de serpientes. Es el caso en la lámina 29 del
Códice Laud, donde vislumbramos una espina ensangrentada hincada en
un atado de leña, del que se eleva una vírgula roja en forma de cola de ser-
piente (fig. 13). Esta parte del reptil bien pudo aludir al olor que despide
la sangre al quemarse, porque las serpientes se asocian con frecuencia a las
ofrendas aromáticas en la iconografía prehispánica del México central.
Como ilustración de lo anterior, hay que mencionar la serpiente verde
que asoma su cabeza fuera de la típica bolsa blanca utilizada para cargar
materias odoríferas en la lámina 16 del Códice Borbónico (fig. 14),21 así
como la presencia de cabezas, colas o cuerpos completos de serpientes
en imágenes que aluden a la combustión de bolas de hule, de manojos
de vegetales e incluso de un corazón humano (figs. 15-18). 22 El que
las cabezas de diferentes especies de serpientes rematen varios de los
sahumadores de barro pintados en nuestro corpus de códices (fig. 19),23
encontrados en contextos arqueológicos24 o descritos en las fuentes
el olor de la sangre en la atmósfera de los ritos nahuas, véase Cruz Rivera (2005: 114-125,
129-130, 133, 165).
21 Es difícil determinar qué representaba esta serpiente verde. En efecto, el nombre
náhuatl coatl xoxouhqui, “serpiente verde”, se aplicaba a la planta alucinógena conocida como
ololiuhqui en la taxonomía botánica prehispánica (Sahagún 1953-82, XI: 129; Hernández
1959, 3: 73; Heyden 1983: 21-22); mientras que en los rituales de curación, la palabra
xoxouhqui o su variante xoxohuic servían para construir los nombres esotéricos del tabaco,
como en xoxouhqui/xoxohuic cihuatl, xoxouhqui/xoxohuic tlamacazqui, xoxohuic tlatecapanil-
tzin, xoxohuic tlatetzohtzonaltzin o xoxohuic tzitzimitl (Ruiz de Alarcón 1984: 243-244).
Independientemente de que otros elementos permitan más adelante averiguar cuál era la
planta o la materia aromática simbolizada por la serpiente verde del Códice Borbónico, es
interesante apuntar que el dios Coatl Xoxouhqui, “Serpiente Verde”, era celebrado durante
Tlaxochimaco, la veintena del año náhuatl en la que se realizaba la máxima ofrenda de flores
(Sahagún 1953-82, II: 110; Dupey García 2013: 11-13).
22 Borgia (1993: 14, 48); CFM (1994: 2, 27, 30); Laud (1994: 28, 32); CVB (1993:
79, 88).
23 Borbónico (1991: 7, 12, 13, 22); Laud (1994: 2); TA (1900-1901: 7, 10, 12, 15).
Sahumadores con remates serpentiformes son representados también en una lápida esculpida
para conmemorar la inauguración del Templo Mayor (López Luján 2012: 125) y en varios
manuscritos pintados en la época colonial (por ejemplo, Códice Magliabechiano 1970: 87r.;
Códice Vaticano A 3738 1996: 7v.; Durán 1995, 2: 248v.; Tira de la peregrinación 2007: 8).
24 Seler (1990-1998, 2: 156-157); González López et al. (2012: 97, 104-105).
130 Élodie Dupey García
por este ejemplo, es interesante apuntar que la veintena de Tozoztontli durante la cual se
ofrendaban los primeros perfumes florales (Durán 1995, 2: 252; Sahagún 1953-1982, II: 57;
Dupey García 2013: 13-14), era la fiesta de los coateca —gente del calpulli de Coatlan, “El
lugar de la Serpiente”—, los cuales eran artesanos especializados en realizar adornos florales.
Durante esta fiesta, sus ofrendas de flores eran destinadas a su divinidad tutelar: Coatl Icue
o Coatl Tonan (Sahagún 2000: 139, 186; Motolinía 1971: 51). En los Primeros Memoriales
Mostrar lo invisible. Representaciones del olor en códices prehispánicos 135
de Sahagún (1997: 57) se especifica que los dones consistían no sólo en flores, sino también
en entregar serpientes vivas al fuego.
28 Respecto del rol del viento en la difusión de los humos aromáticos destinados a los
dioses, cabe mencionar que las ofrendas de banderas de papel pudieron funcionar siguiendo
el mismo principio, pues el olor de las materias, como el hule, con las que venían pintadas
se difundía al flotar estos estandartes en el aire. Además, según lo ilustra la descripción de la
fiesta de Etzalcualiztli en la obra de Sahagún (1953-1982, II: 89-90; 2000: 208), inciensos
y banderas gozaban de un estatus similar en ciertos rituales, pues éstas eran quemadas en
sahumadores.
29 Más allá del caso de las materias aromáticas, el hecho de quemar toda clase de
dones —desde piedras y plumas preciosas, adornos y vestimenta de papel, hasta los recipientes
en los que se colocaban los alimentos y las bebidas destinados a los dioses— parece haber
sido una forma de liberarlos de su materialidad para que sus respectivas esencias se elevaran
hacia las instancias divinas bajo forma de humo. De lo anterior, se deriva que los humos que
se desprendían de las piras donde se quemaban esta diversidad de materiales y artefactos
debieron de ser concebidos como emanaciones de naturaleza distinta.
136 Élodie Dupey García
combinan gris con blanco. En otras láminas, el humo aparece como dos volutas naranja y
amarilla, o ambas de color naranja-amarilla.
138 Élodie Dupey García
31 Borgia (1993: 9, 10, 13, 20, 23, 61, 63, 64, 68, 69); CVB (1993: 7).
32 Borgia (1993: 55); Nuttall (1992: 9, 10, 26, 60, 81, 84). El sahumador zoomorfo de
color amarillo-anaranjado de la lámina 9 del Códice Zouche-Nuttall (fig. 25) pudo representar
a un puma, porque este felino lleva, en zapoteco, un nombre que significa “animal amarillo”
(Seler 2004: 33). Además comparte con ciertas imágenes del jaguar, la cabeza redonda, el
hocico representado como un círculo en el que aparece un gancho negro y el borde de la oreja
que termina enredándose (ibid.: 33-40). No obstante, no se puede descartar que el animal del
Nuttall haya sido un cánido —aunque no ostenta la cabeza alargada que los caracteriza—
porque el color de su pelaje, y la banda amarilla que figura sus labios recuerdan al coyote de
la lámina 64 del Códice Borgia.
33 Las bolsas para el yauhtli confeccionadas con piel de jaguar o adornadas con este
motivo eran usadas durante la veintena de Etzalcualiztli, en la cual se llevaba a cabo la gran
fiesta de Tláloc. En esta ocasión, los nahuas llenaban también los templos con flores de yauhtli
(Costumbres, fiestas, enterramientos… 1945: 43); mientras que durante la veintena de Atemoztli
se realizaba una ofrenda de humo de yauhtli para llamar a los Tlaloque y atraer a las nubes
cargadas de lluvia (Sahagún 1953-1982, II: 151). Acerca de estos y otros usos rituales del
pericón, véanse Ortiz de Montellano (1980), Graulich (1999) y Sierra Carrillo (2007).
34 Sahagún (1953-1982, VI: 115); Ruiz de Alarcón (1984: 75, 77). Además de ser el
poseedor del yauhtli, hay que señalar que Tláloc sujeta una vara con bolsas para transportar
el yauhtli parecida a la que lleva la diosa de la sal Huixtocihuatl (cf. n. 16) en los Primeros
140 Élodie Dupey García
Memoriales (1993: 261v.) y los Códices Florentino (1979, I: 2r.), Tudela (2002: 16r., 26r.),
Magliabechiano (1970: 34r., 44r., 92r.) e Ixtlilxóchitl (1976: 96v., 101v.). Estas bolsas ostentan
a veces en su parte superior pequeñas flores amarillas que seguramente eran de yauhtli (Sierra
Carrillo 2007: 31, 69).
35 Sahagún (1953-1982, XI: 1); Seler (2004: 33-36); Olivier (1997: 114 s.); Olivier
(1998). Vale la pena subrayar que si el jaguar es un felino que los nahuas asociaban con la
noche y las cuevas donde se generan las nubes, mientras que veían en su pelaje una imagen del
cielo estrellado (CVB 1993 : 87; Beyer 1965: 177; Olivier 1997: 116; Olivier 1998), la palabra
yauhtli incluye la raíz yauh- que, en náhuatl, remite a un color oscuro (Ortiz Montellano 1980:
288-289; Dupey García 2003: 52; Sierra Carrillo 2007: 40; Dupey García 2010b: 287-292).
De lo anterior se deriva que la práctica que consistía en encerrar yauhtli en un contenedor
hecho de piel de jaguar pudo ser una manera de recalcar su naturaleza oscura.
36 En la lámina 23 del Códice Borgia (fig. 23), el humo cuyo diseño recuerda la piel
de jaguar se escapa de una bola de hule, otra materia estrechamente vinculada con Tláloc
(Sahagún 1953-1982, VI: 115; Carreón Blaine 2006; Dupey García 2010: 378-380; Dupey
García 2010b: 426-438). Esta bola de hule se encuentra además colocada frente a un persona-
je cuyos atavíos de papel salpicados de hule son característicos de Tláloc y de sus avatares los
Tlaloque, mientras que su pintura corporal recuerda a Quetzalcóatl-Ehécatl, el dios del viento
que barría los caminos para propiciar la llegada de las lluvias (Sahagún 1953-1982, I: 9).
142 Élodie Dupey García
Fig. 27. Códice Cospi, lám. 12, detalle (a partir de Cospi 1994).
Además de los flujos, las volutas y las vírgulas, el signo de la flor es otro
elemento que fue utilizado para dar visibilidad a lo aromático en el Códice
Borbónico, el Tonalámatl Aubin y los códices del grupo Borgia.
Lo comprobamos en los Códices Borgia (1993: 60) y Cospi (1994: 2,
8), donde el perfume intenso que se desprende de las guirnaldas y coronas
de flores se plasmó mediante el añadido de una a dos flores esquemá-
ticas sobre estos adornos (fig. 28). De la misma manera, los flujos, las
vírgulas y las volutas que se elevan encima de las ofrendas destinadas
a alimentar con efluvios a los dioses pueden ser sustituidos por flores.
Así, una o varias flores aparecen a veces coronando los platos llenos de
comida y los recipientes que contienen bebidas como el pulque o el cacao,
pero también rematando corazones, espinas y punzones ensangrentados
Mostrar lo invisible. Representaciones del olor en códices prehispánicos 143
37, 45-48, 56-64, 67, 69); Cospi (1994: 1, 3, 5, 6, 8); CFM (1994: 4, 24); Laud (1994: 1, 34,
35); CVB (1993: 6, 14, 56, 60, 64-66, 76, 87, 89); TA (1900-1901: 18, 20).
38 El recurso del signo de la flor para evocar el olor de los humos rituales se manifiesta
de calabaza del género Lagenaria siceraria (López Luján 2012: 130), colgados de la cintura
o de la espalda.
144 Élodie Dupey García
40 Además, ya hemos visto que los contenedores de yauhtli podían tener la forma de
flores. En cuanto a las calabazas para cargar el tabaco, se observan dos ejemplares “floridos”
en la lámina 76 del Códice Zouche Nuttall. De uno de éstos emerge una forma ondulante que
recuerda una pluma o una llama, reforzando lo que se expuso al inicio de este ensayo respecto
del uso de las vírgulas para dar visibilidad al olor desprendido por materias aromáticas.
41 Es por eso que en los códices que nos ocupan aparecen flores coronando las vírgulas
del sonido que salen de las bocas de los seres sobrenaturales o que les eran dirigidas, simbo-
lizando entonces plegarias y cantos (fig. 1). Acerca de los múltiples significados transmitidos
por la flor en el arte y la poesía de los antiguos nahuas, véanse Hill (1992), León-Portilla
(1999), Burkhart (1992), Sautron Chompré (2004), Sautron Chompré (2007), Alcántara
Rojas (2011), entre otros.
42 Tradicionalmente, las cruces que se encuentran caladas en los sahumadores o pin-
tadas en los contenedores de materias aromáticas han sido interpretadas como símbolos del
Mostrar lo invisible. Representaciones del olor en códices prehispánicos 145
fuego (González López, et al. 2012: 96). Sin embargo, no podemos ignorar la proximidad
formal entre los signos de la cruz y de la flor de cuatro pétalos mesoamericana, ni los indi-
cios que sugieren la existencia de un vínculo entre la cruz y el perfume floral: un sello de
Tlatilco, por ejemplo, muestra una flor de cuatro pétalos con una cruz pintada en su centro
(Taube 2001: 108, fig. 82), es decir, en el lugar del que emana su fragancia. Cabe precisar
que los nexos entre la cruz y la flor de cuatro pétalos, por un lado, pero también entre la cruz
y el fuego, por el otro, no son incompatibles, dado que los idiomas uto-aztecas recurrían a
la misma palabra para referirse a las acciones de florecer y de estallar en llamas (Hill 1992:
131-132). Por otra parte, hay que recordar que algunas de las volutas del olor que mencioné
al inicio de este ensayo se parecen a llamas.
43 De acuerdo con Hernández (1959, 2: 112), el liquidámbar se obtenía haciendo
incisiones en la corteza del árbol xochiocotzoquáhuitl, del cual manaba “el llamado por los
criollos liquidámbar de Indias y xochiocótzotl por los mexicanos, muy semejante al estoraque
en la suavidad del olor”. Añade el mismo autor que: “Destila del mismo árbol, espontánea-
mente o haciéndole incisiones, un aceite nada inferior al jugo antes dicho ni en lo agradable
del olor ni en los usos médicos”.
44 Matrícula de tributos (1991: 6, 7, 16, 17, 29); Códice Mendoza (1992: 23v., 25r., 36r.,
37r., 42r., 46r., 51r). Podrá llamar la atención que se incluya el papel entre las ofrendas aro-
máticas, pero hay que recordar que las banderas —especialmente las de papel salpicadas de
hule— se encontraban entre los dones que se entregaban regularmente a la acción del fuego,
probablemente con el fin de que el humo que despedía su combustión se elevara hacia los
dioses. Además, como ya se explicó (cf. nota 28), inciensos y banderas parecen haber gozado
de un estatus similar en ciertos rituales.
45 Borbónico (1991: 6, 8, 10, 15, 16, 19); Borgia (1993: 6, 60); CFM (1994: 1, 7, 43);
Laud (1994: 2, 9, 21, 22, 35); CVB (1993: 2, 3, 8, 28, 58, 64, 65, 67, 84, 85, 96); TA (1900-
1901: 4-6, 8, 11-20).
Mostrar lo invisible. Representaciones del olor en códices prehispánicos 149
46 Borgia (1993: 5, 13, 60, 62); CVB (1993: 1, 3, 5, 7, 50, 56, 62, 68, 70, 95).
47 En el caso de las joyas, el color de las bandas es azul o verde, según toda probabi-
lidad para remitir a la turquesa y al jade respectivamente. Agradezco a Katarzyna Mikulska
Dabrowska haber llamado mi atención sobre este diseño y su significado.
48 Acerca de la relación entre el perfume y la polinización de las flores, conviene seña-
lar que uno de los sahumadores de la ofrenda 130 descubierta al pie del Templo Mayor de
Tenochtitlan tiene un mango en forma de oruga con cabeza de mariposa (González López
et al. 2012: 101), un lepidóptero que juega un rol importante en la fertilización de las flores
al transportar el polen que succiona con su espiritrompa.
49 Borgia (1993: 8, 15, 17, 24-26, 30, 32, 39, 41, 48, 50, 53-57, 62, 64, 65, 67, 68, 70,
corazón de las flores, que sólo el dios Tezcatlipoca tenía el privilegio de respirar (Sahagún
1953-1982: 184; López Austin 1969: 67).
152 Élodie Dupey García
51 La iconografía mexica aludida aquí es, en realidad, la estela esculpida de Castillo
Reflexiones finales
atribuían a las ofrendas odoríferas con las que alimentaban a sus dioses.
Algo parecido sucedía con el recurso de la flor para dar visibilidad a lo
aromático, pues además de simbolizar lo precioso en la cultura náhuatl
prehispánica, el signo de la flor señalaba la presencia de toda clase de
olores en los códices del México central.
Debido a lo anterior, es indudable que las múltiples formas adop-
tadas por la flor en el corpus documental estudiado conformaron la
segunda categoría de elementos que transmitían la información del
“olor”. Además, todo apunta a que la flor fue un verdadero símbolo de lo
aromático en las sociedades prehispánicas del centro de México, pues mi
investigación ha revelado que los pintores de códices mostraban a veces
la presencia de olores tan sólo con dibujar ciertas partes de la anatomía
de las flores. Desde luego, eran las partes que se suelen asociar con el
perfume floral, es decir el pistilo y los estambres, los cuales sustituyen
ocasionalmente a la imagen integral de la flor para indicar que un objeto
desprende emanaciones odoríferas.
Paralelamente, el análisis de la iconografía de pistilos y estambres
de flores en los códices resultó interesante, porque puso en evidencia el
rol desempeñado por otros dos signos, el ojo-estrella y la hélice, en la
representación de olores. Al igual que en el caso de la voluta, el uso de
la forma helicoidal no tiene por qué sorprendernos, ya que se trata de
un motivo que los mesoamericanos asocian al viento, o sea al fenómeno
natural que contribuye a la difusión de efluvios. En cuanto al ojo-estrella,
su integración al grupo de elementos gráficos indicadores del olor resulta
más sorprendente, aunque se justifica por la proximidad, en el pensa-
miento mesoamericano, de la noche y del humo, importante vehículo
de aromas en las prácticas religiosas. No obstante, llama la atención que
el símbolo por excelencia de la visión —el ojo— se haya utilizado para
representar cosas que no se ven pero que se perciben mediante otros
sentidos. Esta paradoja manifiesta que las estrategias prehispánicas para
representar lo que es invisible a los ojos —para retomar la famosa frase
de Saint-Exupéry—, así como las ideas que motivaron dichas estrategias
iconográficas, tienen, todavía, secretos por revelar.
Mostrar lo invisible. Representaciones del olor en códices prehispánicos 157
Bibliografía
Aguilera, Carmen
1981 “El Tonalamatl de Aubin. Estudio introductorio”, en Códi
ces y manuscritos de Tlaxcala, vol. 1, Tlaxcala, Gobierno del
Estado de Tlaxcala.
1985 Flora y fauna mexicana. Mitología y tradiciones, México,
Editorial Everest Mexicana.
2001 “El simbolismo del quetzal en Mesoamérica”, en Yólotl
González Torres (coord.), Animales y plantas en la cosmo-
visión mesoamericana, México, Conaculta, Plaza y Valdés,
inah, Sociedad Mexicana para el Estudio de las Religiones.
Alcántara Rojas, Berenice
2011 “In Nepapan Xochitl: The Power of Flowers in the Works
of Sahagún”, en Gerhard Wolf, Joseph Connors y Louis
A. Waldman (coords.), Colors Between Two Worlds. The
Florentine Codex of Bernardino de Sahagún, Florencia,
Kunsthistorisches Institut in Florenz, Max-Planck-
Institut, Villa I Tatti, The Harvard University Center for
Italian Renaissance Studies, pp. 104-132.
Argüelles, Amaranta
“El hallazgo de la ofrenda 130 y su exploración arqueoló-
gica”, en López Luján (coord.), pp. 45-52.
Beyer, Hermann
1965 Obras Completas I. Mito y simbología del México antiguo,
Carmen Cook de Leonard (ed.), El México antiguo, vol.
10, México, Sociedad Alemana Mexicanista.
Boone, Elizabeth Hill
2007 Cycles of Time and Meaning in the Mexican Books of Fate,
Austin, University of Texas Press.
Broda, Johanna
1971 “Las fiestas aztecas de los dioses de la lluvia: una recons-
trucción según las fuentes del siglo xvi”, Revista Española
de Antropología Americana, vol. 6, pp. 245-327.
Burkhart, Louise
1992 “Flowery Heaven: The Aesthetic of Paradise in Nahuatl
Devotional Literature”, Res: Anthropology and Aesthetics,
vol. 21, pp. 89-109.
158 Élodie Dupey García
León-Portilla, Miguel
1999 “Universo de flores: la palabra de Mesoamérica”, Artes de
México, vol. 47, pp. 8-13.
López Austin, Alfredo
1997 “Ofrenda y comunicación en la tradición religiosa meso-
americana”, en Xavier Noguez y Alfredo López Austin
(coords.), De hombres y dioses, Zamora, El Colegio de
Michoacán, Toluca, El Colegio Mexiquense, pp. 209-227.
2012 [1994] El conejo en la cara de la luna. Ensayos sobre mitología de la
tradición mesoamericana, México, inah, Era, Conaculta.
López Luján, Leonardo
2006 La Casa de las Águilas. Un ejemplo de la arquitectura religiosa
de Tenochtitlan, México, Conaculta, inah, fce, Harvard
University.
2012 “La ‘ofrenda de fuego’: sus protagonistas y sus escenarios”,
en López Luján (coord.), pp. 123-134.
López Luján, Leonardo (coord.)
2012 Humo aromático para los dioses: una ofrenda de sahumadores
al pie del Templo Mayor de Tenochtitlan, México, inah.
Mikulska Dabrowska, Katarzyna
2008 “El concepto de ilhuicatl en la cosmovisión nahua y sus
representaciones gráficas en códices”, Revista Española de
Antropología Americana, vol. 38, n. 2, pp. 151-171.
Montúfar López, Aurora
2012 “El copal: producción, circulación y usos”, en López Luján
(ed.), pp. 109-120.
Motolinía o Benavente, Toribio (de)
1971 Memoriales o Libro de las cosas de la Nueva España y de
los naturales de ella, Edmundo O’Gorman (ed.), México,
Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de
Investigaciones Históricas.
Nicholson, Henry B.
1960 “ The Mixteca-Puebla Concept in Mesoamerican
Archeology: a Re-Examination”, en Selected Papers of the 5th
International Congress in Anthropological and Ehtnological
Sciences. Men and Cultures, Anthony F. C. Wallace (ed.),
Philadelphia, University of Pennsylvania Press, pp. 612-
617.
1966 “The Problem of the Provenience of the Members of the
‘Codex Borgia Group’: A Summary”, en Antonio Pompa
Mostrar lo invisible. Representaciones del olor en códices prehispánicos 163
Spranz, Bodo
1973 Los dioses en los códices mexicanos del grupo Borgia. Una
investigación iconográfica, México, fce.
Stone, Andrea
2002 “Spirals, Ropes, and Feathers. The Iconography of Rubber
Balls in Mesoamerican Art”, Ancient Mesoamerica, vol. 13,
pp. 21-39.
Stross, Brian
s.f. “Mesoamerican copal resins”, documento en línea:
http://www.utexas.edu/courses/stross/papers/copal.htm.
Tira de la peregrinación (Códice Boturini)
2007 Arqueología Mexicana. Edición Especial Códices, Patrick
Johansson (ed.), México, Editorial Raíces.
Tonalámatl Aubin
1900-1901 The Tonalamatl of the Aubin Collection: An Old Mexican
Picture Manuscript in the Paris National Library (manuscrits
mexicains no. 18-19), Eduard Seler (ed.), Berlín, Londres,
Hazell, Watson & Viney, ld.
Taube, Karl Andreas
2001 “The Breath of Life. The Symbolism of Wind in
Mesoamerica and the American Southwest”, en Virginia
M. Fields y Victor Zamudio-Taylor (coords.), The Road
to Aztlan: Art from a Mythic Homeland, Los Angeles, Los
Angeles County Museum of Art, pp. 102-123.
2002 “The Turquoise Hearth. Fire, Self Sacrifice, and the Central
Mexican Cult of War”, en Davíd Carrasco, Lindsay Jones
y Scott Sessions (coords.), Mesoamerica’s Classic Heritage.
From Teotihuacan to the Aztecs, Boulder, University Press
of Colorado, pp. 269-340.
Per visibilia ad invisibilia : las imágenes y sus
estrategias de visualización en la cultura
cristiana
1 “Scio hominem in Christo ante annos quattordecim, sive in corpore nescio, sive extra
corpus, Deus scit, raptum huiusmodi usque ad tertium caelum. Et scio huiusmodi hominem
sive in corpore, sive extra corpus nescio, Deus scit: quoniam raptus est in Paradisum: et
audivit arcana verba, quae non licet homini loqui.” (Biblia Sacra Vulgata, 2 Corintios, 12:2-4).
[167]
168 Linda Báez Rubí
I, 26 y ss.).
Per visibilia ad invisibilia: las imágenes y sus estrategias de visualización 169
3 Las estrategias retórico-visuales de las imágenes de la Edad Media han sido estu-
4 Sobre la significación de agencia y lo que implica para con los objetos, véase el
Quae in sacrosancto missae sacrificio toto anno leguntur, cum evangeliorum concordantia, historiae
integritati sufficienti 1594). El libro le fue encargado por Ignacio de Loyola mismo para rea-
lizar ejericios de meditación en los evangelios. Los grabados se produjeron con apoyo de la
casa editorial de Cristóforo Plantino quien contaba con un excelente equipo de grabadores,
dibujantes y pintores como Bernardino Passeri, Martín de Vos y los hermanos Gerónimo y
Antonio Wierix.
Per visibilia ad invisibilia: las imágenes y sus estrategias de visualización 171
7 En Tepotzotlán, población del norte del valle de México, la Compañía de Jesús fundó
el seminario de San Martín, un importante centro de enseñanza tanto para las poblaciones
indígenas de la región como para la instrucción de los novicios jesuitas en el siglo xvi. La
obra de construcción y renovaciones posteriores se prolongó hasta el siglo xviii (Bargellini
1992; Raacke 1973: 114-125; Maquívar 1974).
8 Para el cuadro de San Francisco, cfr. Pintura novohispana: Museo Nacional del Virreinato
(1992: núm. cat. PI/ 0523; núm. inv.10-426983) y para el de Santo Domingo (1992: núm.
cat. PI/ 0524; núm. inv.10-426984).
172 Linda Báez Rubí
9 Los objetivos, delectar, enseñar y mover (delectare, docere y movere) fueron tratados
ampliamente en los tratados de arte católicos, como en Gabriele Paleotti (Discorso intorno
alle imagini sacre et profane 1582: 227-229 y 229-233).
10 Para un ejemplo novohispano de interacción entre la imagen y el devoto con las
11 Tomás de Celano redactó dos escritos: Vita prima S. Francisci Asissiensis: et eiusdem
el siglo xiii en Italia. Sobre la estigmatización del santo seráfico véase Octavian Schmucki
(1991: 7-69).
Per visibilia ad invisibilia: las imágenes y sus estrategias de visualización 175
15 Esta propuesta sobre cómo las imágenes articulan un sentido proprio, distinto a los
Modelos de percepción
distribución de los ventrículos y sus diferentes funciones a lo largo de la historia véase Edwin
Clarke y Kenneth Dewhurst Berkeley (1972).
Per visibilia ad invisibilia: las imágenes y sus estrategias de visualización 179
Ahora bien, ¿qué es lo que sucede a su vez con el cuadro donde se repre-
senta a Sto. Domingo? El proceso es similar, con algunas variantes que
nos llevan a percibir el cuadro y los elementos icónico-visuales que inte-
ractúan en él de manera un poco distinta pero bajo los mismos principios,
a mi manera de ver. En Sto. Domingo la visualización de las imágenes de
la Virgen en las palmas de la manos, con el mismo el gesto de ostentación
hacia el devoto (palmas hacia el espectador), llevan a pensar también en
el proceso de intensa meditación sobre las imágenes interiores (que en
primera instancia son producto de las exteriores) y que mediante una
intensa voluntad afectiva se imprimen en el cuerpo mismo del santo. La
imagen de la Virgen que aparece del lado izquierdo, se sitúa claramente
sobre la sede del corazón. El ejercicio de meditación al que se alude a
través del calculado posicionamiento y constelación de los elementos
icónicos representados en el cuadro, se corrobora con el vehículo que lo
hace posible y lo conduce: el rosario que lleva “pendiente del cinturón o
del cuello”. Además de identificarlo como un atributo que se representa
para señalar la devoción a la Virgen del Rosario, habría que preguntarse
por las características funcionales que como instrumento le competen
y que modelan la actitud del individuo que lo emplea. Esto nos lleva a
recordar los usos que se le daban como aparato de edificación espiri-
tual.20 Brevemente sólo aludiremos a la zona táctil a la que le compete
todo rosario como instrumento, incitando, en su manipulación durante
la oración devocional, a una participación del cuerpo. Éste se convierte,
pues, en un vehículo evocador de imágenes mentales al interactuar con
el instrumento que tiene en sus manos: la característica material entra
en contacto con la superficie de los dedos (la piel que a la vez tiene un
número considerable de terminaciones nerviosas) ordenando la oración
en segmentos y, por lo tanto, en imágenes determinadas para cada seg-
mento. Las sensaciones corporales que se generan a su contacto pasan a
constaba de 15 Padres nuestros y 150 Aves Marías, tarea seguida por Jacobo Sprenger, prior
del convento de los dominicos en Colonia, Alemania. Para el siglo xvi ya se había desarrollado
la forma que conocemos actualmente y que consta de la contemplación de los misterios, el
Credo, Padre Nuestro y Ave María como oraciones principales, aunándose a ello las cuentas
o granos para llevar la oración. Para una historia sobre el desarrollo del rosario tanto en la
literatura como en las artes, véase Der Rosenkranz: Andacht, Geschichte, Kunst, Museum Bruder
Klaus Sachseln (2003).
180 Linda Báez Rubí
Bibliografía
Agustín, San
1845 De Genesi ad litteram, en Opera Omnia, PL 34, París, Migne,
cols. 245-486.
Baader, Hannah
2005 “Frühneuzeitliche Magie als Theorie der Ansteckung und
die Kraft der Imagination”, en Mirjam Schaub (coord.),
Ansteckung: zur Körperlichkeit eines ästhetischen Prinzips,
München, Fink, pp. 133-152.
Báez Rubí, Linda
2010 “Ecce homo: el cuerpo, los sentidos y la imaginación en
los ejercicios de meditación mística”, en Linda Báez Rubí,
Emilie Carreón y Deborah Dorotinsky (coords.), Los iti-
nerarios de la imagen: prácticas, usos y funciones, México,
Karlsruhe, unam, iie, Staatliche Hochshule für Gestaltung,
pp. 103-123.
Bargellini, Clara
1992 La arquitectura de la plata. Iglesias monumentales del centro-
norte de México, 1640-1750, Madrid, Turner.
Biblia Sacra Vulgata
http://www.biblegateway.com
Biernhoff, Suzannah
2002 Sight and embodiment in the Middle Ages, Nueva York,
Palgrave Macmillan.
Boehm, Gottfried
2007 Wie Bilder Sinn erzeugen: die Macht des Zeigens, Berlín,
University Press.
Buenaventura, San
1941 Legenda maior, en Analecta Franciscana, vol. 10.
Clarke, Edwin y Kenneth Dewhurst Berkeley
1972 An illustrated history of brain function, Berkeley, University
of California Press.
Conklin Akbari, Suzanne
2004 Seeing through the veil: optical theory and medieval allegory,
Toronto, University of Toronto Press.
Culianu, Ioan P.
2001 Eros und Magie in der Renaissance, Frankfurt am Main,
Leipzig, Insel-Verlag.
182 Linda Báez Rubí
Davidson, Arnold
1998 “Miracles of Bodily Transformation, or how St. Francis
Received the Stigmata”, en Caroline A. Jones y Peter
Galison (coords.), Picturing science, producing art, Nueva
York, Routledge, pp. 101-124.
Der Rosenkranz: Andacht, Geschichte, Kunst
2003 Urs-Beat Frei y Fredy Bühler (eds.), Bern, Benteli, Museum
Bruder Klaus Sachseln.
Ficino, Marsilio
2004 Theologia platonica de immortalitate animorum, James
Hankins y William Bowen (eds.), Cambridge, Harvard
Univiversity Press, vol. 4.
Frugoni, Chiara
1993 Francesco e l’invenzione delle stimmate, Turín.
Gell, Alfred
1998 Art and Agency. An Anthopological Theory, Oxford, Oxford
University Press.
Idea vitae Teresianae iconibus symbolicis expressa
1686 Amberes.
Lindberg, David C.
1976 Theories of vision from al-Kindi to Kepler, Chicago, University
of Chicago Press.
Maquívar, Consuelo
1974 Los retablos de Tepotzotlán, México, Museo Nacional del
Virreinato.
Mujica, Ramón
2005 Rosa Limensis. Mística, política e iconografía en torno a la
patrona de América, 2 ed., México, fce.
Nadal, Gerónimo
1594 Adnotationes et Meditationes in Evangelia: Quae in sacro-
sancto missae sacrificio toto anno leguntur, cum evangelio-
rum concordantia, historiae integritati sufficienti, Amberes,
Martinus Nutius.
Paleotti, Gabriele
1990 Discorso intorno alle imagini sacre et profane, reproducción
anastática de la ed. de Bologna, 1582, Sala Bolognese,
Forni.
Pintura novohispana: Museo Nacional del Virreinato
1992 y 1996 2 vols., Tepotzotlán.
Per visibilia ad invisibilia: las imágenes y sus estrategias de visualización 183
Raacke, Norbert
1973 “Tepotzotlan: retablo, façade and retablos”, Boletín del
Centro de Investigaciones Históricas y Estéticas, n. 15, pp.
114-125.
Rodríguez de la Flor, Fernando
2002 Barroco. Representación e ideología en el mundo hispánico
(1580-1680), Madrid, Cátedra.
1988 Teatro de la memoria: siete ensayos sobre mnemotecnia espa-
ñola de los siglos xvii y xviii, Salamanca, Junta de Castilla y
León, Consejería de Educación y Cultura.
Stoichita, Víctor
1996 El ojo mistico: pintura y visión religiosa en el siglo de oro
español, Anna Maria Coderch (trad.), Madrid, Alianza.
Simon, Gérard
2003 Archéologie de la vision: l’optique, le corps, la peinture, París,
Éd. du Seuil.
Schleusener-Eichholz, Gudrun
1985 Das Auge im Mittelalter, 2 vols., München, Fink.
Schmucki, Octavian
1991 The Stigmata of St. Francis of Assisi. A Critical Investigation
in the Light of Thirteenth-Century Sources, Nueva York,
Franciscan Institute Publications.
Tomás de Celano,
1926 Vita prima S. Francisci Asissiensis: et eiusdem legenda ad usum
chori (1229), Ad Claras Aquas (Quaracchi), ex Typographia
Collegii S. Bonaventurae.
1926b Vita secunda S. Francisci Assisienis (1247), en Legendae
S. Francisci Assisiensis, saeculis xiii et xiv conscriptae, Ad
Claras Aquas (Quaracchi), ex Typographia Collegii S.
Bonaventurae, vol. II, pp. 129 - 268.
Wenzel, Horst
2006 “Wahrnehmung und Deixis en Visualisierungsstrategien in
mittelalterlichen Beildern und Texten”, en Horst Wenzel
y C. Stephen Jaeger (coords.), Visualisierungsstrategien in
mittelalterlichen Bildern und Texten, Berlín, Erich Schmidt
Verlag, pp. 17-43.
Zambelli, Paola
1991 L’ ambigua natura della magia: filosofi, streghe, riti nel rinas-
cimento, Milano, Ed. Il Saggiatore.
Segunda parte
Pierre-Olivier Dittmar
École des Hautes Études en Sciences Sociales
* Al finalizar este artículo, me da gusto agradecer a Pascal Collomb y Benoit Brouns
que me sirvieron de Virgilio en el mundo tan complejo de la liturgia medieval.
1 Traducción de Danielle Zaslavsky.
[187]
188 Pierre-Olivier Dittmar
en primer lugar para conservar y promover los restos del santo y even-
tualmente, la representación de su historia (Migdal 2010; Mehu 2012).
Este tipo de dispositivo es frecuente en los siglos xi y xii, pero el
régimen de visibilidad cambia en el siglo xiii: nacen los relicarios que bus-
can la visibilidad de las reliquias, mediante aperturas y distintos sistemas
ópticos. La evolución resulta tan profunda que se actualizarán los viejos
relicarios para inscribirlos mejor en el nuevo dispositivo visual (fig. 2).
Tal es el caso de la majestas de Sainte Foy de Conques, a la que
harán en el siglo xiv una apertura en el torso, con la cual pueden acce-
der a verse las reliquias (fig. 1). Se trata de una innovación técnica que,
a pesar de su aparente modestia, vuelve a combinar las relaciones entre
los elementos humanos (el fiel) y los no humanos (la divinidad) de una
misma colectividad.
¿Cuál es la causa de la innovación técnica que corresponde más o
menos al surgimiento de un nuevo canon estético designado como góti-
co? Roland Recht (1999) escribió sobre el tema un libro importante, Le
croire et le voir al que vale la pena volver, a la luz de la antropología de
las técnicas (Latour y Lemonnier 1993).
Cambios de visibilidad en el contexto ritual de fines del Medioevo 191
Ostensión
Para captar la importancia del ritual, cabe recordar que antes del
Concilio Vaticano II, en la mayoría de los rituales occidentales, el sacer-
dote oficia dando la espalda al público (De Blaauw 2010), lo cual significa
que la elevación de la hostia constituye efectivamente una ostensión,
ya que mediante el gesto pasa de oculta a visible.
192 Pierre-Olivier Dittmar
Mostraciones
Fig. 5. Ibid.
Fig. 9. Bendición del cirio pascual, Rouleau d’Exlutet, bnf. Nueva adquisición
latina Ms. 710 (Italia, Fondi, 1136).
útil abordar el problema por la vía contraria y pensar las rupturas del
pacto de visibilidad que se conocen como “la humillación de los santos”.
En su famoso artículo epónimo publicado en los Annales, Patrick Geary
nos ofrece un caso ejemplar que permite abordar nuestro problema por
la vía contraria y ver lo que sucede cuando el dispositivo cojea (Geary
1979; Little 1993: 17-30).
Recordemos los lineamentos principales de los rituales descritos
por Geary. Las situaciones que describe atañen contextos de crisis en
una comunidad afectada por todo tipo de calamidad, sequía, invasión,
conflicto local, etc. y que acude a los santos para solicitar su intervención.
Al constatar la inactividad de sus santos protectores, los fieles alteran
voluntariamente las condiciones de visibilidad de las reliquias.
Tal es el caso en San Martín de Tours a principios del siglo xii, en
un dispositivo en el que el aspecto táctil resulta tan importante como
el visual. Ante la brutalidad del señor hacia los clérigos, estos deciden
humillar las reliquias de sus santos: ponen los relicarios y los crucifijos
en el piso, colocan espinas en el sepulcro del confesor Martín y alrededor
de las reliquias, ofician con los cirios apagados, y sobre todo mantienen
cerradas día y noche las puertas de la iglesia, negando la entrada a los
habitantes del castillo y abriéndolas exclusivamente a los peregrinos
para que cuenten a los demás lo que el señor, de ahora en adelante, ya
no podrá ver.
En este ritual, se cuestionan todas las condiciones de visibilidad que
garantizan la celebración ordinaria del culto y la devoción. Geary analizó
con mucha sutileza la razón de estos gestos, e insiste en que hay un des-
fase entre su explicación teórica (se pone a los santos en una situación de
“humillación”, es decir en el humus, el suelo, en una posición similar a
la de los hombres para que puedan rezarle juntos a la divinidad) y su
realización práctica, que invita a ver en él una coerción aplicada direc-
tamente a los santos. Por lo tanto esta práctica tiene que aprehenderse
dentro de una serie de obligaciones recíprocas que involucran también
elementos de visibilidad. Por un lado, los clérigos deben rendir home-
naje a los cuerpos de los santos, asegurarles todo el decorum impuesto
por su dignidad, sacarlos en un momento preciso del calendario para
que puedan ser venerados, besarlos, etc. Por otro lado, los santos tienen
la misión de proteger a la comunidad que los acoge. Cuando la última
obligación no se cumple, pueden intervenir los rituales de humillación,
provocando una ruptura voluntaria del pacto de visibilidad. En el centro
del diálogo (y de la relación de fuerzas) entre los distintos elementos
existentes, los objetos rituales funcionan como conectores, creadores de
204 Pierre-Olivier Dittmar
Bibliografía
Amiet, Robert
1999 La veillée pascale dans l’église latine. I. Le rite romain, París,
Cerf.
Arasse, Daniel
1978 L’homme en Perspective: Les Primitifs d ’Italie, Genève,
Éditions Famot.
Baschet, Jérôme
2008 L’iconographie médiévale, París, Gallimard.
Bonne Jean-Claude
1983 “Rituel de la couleur. Fonctionnement et usage des ima-
ges dans le Sacramentaire de Saint-Étienne de Limoges”,
en Dominique Ponnau (coord.), Images et significations.
Rencontres de l’École du Louvre, París, La Documentation
française, pp. 129-139.
Cambios de visibilidad en el contexto ritual de fines del Medioevo 205
Boulnois, Olivier
2008 Au-delà de l’image: une archéologie du visuel au Moyen Âge,
ve-xvie siècles, París, Seuil.
Ci nous dit,
1979 Ci nous dit. Recueil d’exemples moraux, Gérard Blangez (ed.),
París, Société des anciens textes français, t. 1.
De Blaauw, Sible
2010 “En vue de la lumière : un principe oublié dans l’orientation
de l’édifice de culte paléochrétien”, en Paolo Piva (coord.),
Art médiéval. Les voies de l’espace liturgique, París, Picard.
Didi-Huberman, Georges
2007 L’image ouverte. Motifs de l’incarnation dans les arts visuels,
París, Gallimard.
Dittmar Pierre-Olivier
2010 “Performances symboliques et non-symboliques des images
animales”, en Alain Dierkens, Gil Bartholeyns y Thomas
Golsenne (coords.), La performance des images, Bruselas,
Université Libre de Bruselas, pp. 59-70.
Dragomirescu Corneliu,
2007 “Le monument de 1543 : usages, transformations, enjeux”,
Etudes marnaises, vol. 123, pp. 253-279.
Fricke, Beate
2007 Ecce f ides. Die Statue von Conques, Götzendienst und
Bildkultur im Westen, Munich, Wilhelm Fink.
Geary, Patrick J.
1979 “L’humiliation des saints”, Annales ESC, vol. 34, pp. 22-42
Gell, Alfred
1998 Art and Agency: An Anthropological Theory, Oxford, New
York, Clarendon Press.
Golsenne, Thomas
2009 “L’Ornement est-il animiste?”, en Histoire de l’art et anthro-
pologie, París, coédition Institut National d’Histoire de
l’Art, Musée du quai Branly, http://actesbranly.revues.
org/282
Guastini, Daniele
2009 “Aux origines de l’art paléochrétien”, Images Re-vues, 7,
http://imagesrevues.revues.org/831
Haquin, André
1999 “Fête-Dieu : 1246-1996”, en André Haquin (coord.),
Actes du Colloque de Liège, 12-14 septembre 1996,
206 Pierre-Olivier Dittmar
Vasseur, Clara
2007 Altes neu entdesken, Die Reiche symbolik des osterkerze,
Beuron, Beuroner Kunstverlag.
Vincent, Catherine
2004 Fiat lux: lumière et luminaires dans la vie religieuse en
Occident du xiiie siècle au début du xvie siècle, París, Cerf.
Ocultar a los dioses y revelar a los reyes:
el t l at o ani y los bultos sagrados en los ritos
de entronización mexicas
Guilhem Olivier
Instituto de Investigaciones Históricas, unam
Motecuhzoma se reunía con altos dignatarios, “…en la dicha sala estaban sentados de un
parte y otra muy muchos grandes señores, ninguno de los cuales le osaban mirar la cara, todos
sus ojos bajos con muy gran silencio.” En cuanto a fray Juan de Torquemada (1975-1983:
I, 282), este cronista franciscano afirma acerca del “arrogante Motecuhzoma” que “…vino a
hacerse respetar tanto que ya casi no parecía hombre en la reverencia que le hacían, sino un
dios adorado; porque ningún plebeyo le había de mirar a la cara, y si lo hacía, moría por ello.”
[209]
210 Guilhem Olivier
Fig. 1. El tlatoani
Motecuhzoma II, rey de
los mexicas (Sahagún
1993: fol. 51v). Dibujo:
Elbis Domínguez.
2 Asimismo, en Acapiztla (Morelos) “…el señor que tenían, que los gobernaba, no
salía en pú[bli]co sino pocas veces, y, ésas, que no lo veían sino los que iban con él.” (Relación
de Acapiztla, en Relaciones geográficas del siglo xvi: México 1985: 217-218).
Ocultar a los dioses y revelar a los reyes 211
deidades, por ejemplo en Tlaxcala: “…y tenían un ídolo pequeño que decían haber venido
con los viejos primeros que poblaron esta tierra; este ídolo ponían junto a la gran estatua
de su dios Camaxtle, y teníanle tanta reverencia y temor, que no lo osaban mirar; aunque
delante de él sacrificaban codornices, no osaban levantar los ojos a le ver.” (Benavente o
Motolinía 1971: 78).
4 En las fuentes coloniales existen descripciones de estatuas o de “ídolos” de pequeña
dimensión que estaban envueltos en mantas o guardados en cestos —por ejemplo en los
actuales estados de Guerrero, de Morelos y de Oaxaca— que funcionaban como bultos
sagrados (Procesos por idolatría al cacique… 1999: 164, 173, 178, 181, 251; Ruiz de Alarcón
1987: 135-137, 144; Oudijk 2000: 165; Hermann Lejarazu 2008).
5 La traducción de este pasaje por Allen J. Christenson (en Popol Vuh 2007: 254-255)
reza: “This was the counsel they were given. Then they left behind the sign of existence of
212 Guilhem Olivier
Fig. 2. Representación de un
tlaquimilolli o bulto sagrado
en el Códice Borgia (1963: 35).
Dibujo: Rodolfo Ávila.
Balam Quitze: ‘This is the token of my memory that I shall leave with you. This is your glory.
These are my instructions, the result of what I have pondered,’ he said when he left behind
the sign of his existence. Bundled Glory, it was called. Its contents were not clear for it was
truly bundled. They did not unwrap it, nor was its stitching clear. No one had seen it when
it was bundled.”
Ocultar a los dioses y revelar a los reyes 213
Entonces, los bultos sagrados —así como la figura del rey— cons-
tituyen sin duda elementos privilegiados para estudiar las modalidades
complejas de los actos rituales de mostrar y de ocultar en Mesoamérica.
Analizarlos de manera conjunta nos fue sugerido por varios rituales don-
de los encontramos asociados; los ritos de entronización en primer lugar,
pero también otras celebraciones como la fiesta de la veintena de tóxcatl.
Antes de examinar estos rituales, cabe señalar que varios factores
dificultan el estudio de los bultos sagrados. Por una parte, estos bultos
eran manipulados por sacerdotes o por altos dignatarios durante rituales
secretos fuera de la vista de los profanos.6 Por otra parte, cuando los reli-
giosos recopilaban informaciones acerca del pasado prehispánico, algunos
bultos sagrados que habían escapado de la destrucción de los españoles
eran venerados clandestinamente por los indios, como ya vimos en el
caso de los tlaquimilolli mexicas; de allí la prudente discreción de los
informantes al ser interrogados por los religiosos y el carácter disperso
—y a veces confuso— de los datos disponibles. Ahora bien, un fraile
muy bien enterado de las tradiciones indígenas como Andrés de Olmos
no dudó en calificar a los bultos sagrados como “la principal devoción
de los indios” (en Mendieta 1980: 79-80).
6 Por ejemplo, algunas fuentes mencionan que los sacerdotes eran los únicos que
podían tener acceso a la representación divina: “Los ritos y adoraciones que tenían en su
gentilidad era un ídolo de piedra, el cual tenía en una casa de adoración […] el cual dicho
ídolo estaba en una petaquilla de caña cuadrada y pequeña, que es a manera de una cajuela,
con su tapadera. Y este ídolo era constitución entre ellos que no le viesen los indios gene-
ralmente, sino solos los sacerdotes, que eran guardas de la casa…” (Relación de Ameca, en
Relaciones geográficas del siglo xvi: Nueva Galicia 1988: 35).
Ocultar a los dioses y revelar a los reyes 215
7 La traducción de este pasaje por Allen J. Christenson (en Popol Vuh 2007: 201) reza:
“Their eyes were merely blurred by Heart of Sky. They were blinded like breath upon the
face of a mirror. Thus their eyes were blinded. They could see only nearby; things were clear
to them only where they were.”
8 Esta trágica separación visual después de una convivencia entre los hombres y los
dioses se encuentra en numerosas mitologías. Por ejemplo, para la antigua Grecia, Hesiodo
describe los banquetes durante los cuales los mortales y sus creadores convivían alegremente
antes de su separación (en Detienne 2007: 58-59). Asimismo, en la India un antiguo tratado
sobre el sacrificio (brahmana) explica que “Antaño los dioses y los hombres y también los
padres [antepasados] bebían juntos durante el sacrificio: era su banquete conjunto. Antaño
se podían ver [a los dioses] cuando asistían al banquete; hoy en día asisten también pero son
invisibles.” (Lévi 1898: 81; Malamoud 1989: 253).
9 Cabe agregar que Yohualli Ehécatl aparece también en relación con la divinidad
suprema (Sahagún 1950-1981: VI, 141). Para Miguel León-Portilla (1979: 166) —quien
Ocultar a los dioses y revelar a los reyes 217
señala que Yohualli Ehécatl era un atributo compartido por Tezcatlipoca y Quetzalcóatl (que
identifica con algunos aspectos de Ometéotl)— “Yohualli-Ehécatl es, pues, en resumen, la
determinación del carácter trascendente de Ometéotl.”
10 Cuando los dioses quichés Tohil, Auilix y Hacavitz explican a sus devotos cómo
iban a ser representados con bultos sagrados y venerados, precisan que “No nos mostréis ante
las tribus…” (Popol Vuh 1986: 125; 2007: 234).
11 Como lo señala Dorie Reents-Budets (2006: 108), “Throughout Mesoamerica, the
wrapping in cloth of sacred items served to maintain their purity by shielding them from
wordly contamination and also constraining their supernatural powers.”
218 Guilhem Olivier
12 Por lo anterior, nos parece sugerente la oposición entre imágenes cristianas y esta-
tuas indígenas que estableció Serge Gruzinski (1990: 64); según el historiador francés, en
el contexto de la Conquista, existía “…una divergencia profunda entre los dos mundos: el
cristianismo exhibe por doquier sus imágenes, mientras que las divinidades indígenas solían
estar escondidas en la oscuridad de los templos, lejos de las multitudes, siendo periódica su
exposición y sometida a reglas estrictas…”.
Ocultar a los dioses y revelar a los reyes 219
II, 66-71) (fig. 5). Cabe precisar que el personificador del “Señor del
Espejo Humeante” era elegido entre los cautivos de guerra de origen
noble. Este ixiptla, “representante” o “imagen” de Tezcatlipoca, paseaba
por las calles tocando una flauta y era objeto de la devoción de la gente
durante un año: “Se inclina [la gente] frente a él, la gente común come
tierra frente a él (ixpan nepechteco, ixpan ontlalqua in maceoaltzintli)”
(ibid.: 68). En Tezcoco —donde también se celebraba la veintena de
tóxcatl— el representante de Tezcatlipoca “…tenía por oficio, de media
noche para adelante, andar libremente por la ciudad […] y cuando era
cerca del día, se recogía, de manera que no le tomase la luz fuera del
templo, haciendo esto de continuo, sin faltar noche ninguna” (Pomar
1986: 55). En este último caso, la aparición pública del representante de
Tezcatlipoca obedece a una temporalidad nocturna, la cual corresponde al
nombre de Yohualli Ehécatl, “Viento Nocturno” y a la índole “misteriosa
y oculta” de esta deidad que hemos mencionado más arriba. De hecho,
fray Diego Durán (1995: II, 49) señala explícitamente invocaciones a
esta advocación del dios Tezcatlipoca cuando describe a su representante
tocando su flauta en las calles:
Acauado de tañer su flautilla açia las quatro partes del mundo todos los
que presentes estauan y todos los ausentes que lo oyan ponian el dedo en
el suelo y coxiendo tierra en el lo metian en la boca y comian aquella tierra
que con el dedo hauian coxido y postrandose todos lloravan llamando á
la escuridad de la noche y al biento rogandoles que no les desamparase
ni olvidase o que les acauase la bida y diese fin á tantos trabajos como en
la bida se padeçen.
Fig. 5. El representante de
Tezcatlipoca durante la fiesta
de la veintena de tóxcatl
(Sahagún 1979: Lib. II, fol. 30v).
Dibujo: Rodolfo Ávila.
…hacían unas como andas en las cuales le traían [el cautivo] con mucha
fiesta y solemnidad; llamábanle hijo del señor que lo había preso, y hacíanle
aquella honra que al mesmo señor […] y aquel preso delante, y toda la
cabalgada con él, venían los de la guerra muy regocijados, y los del pue-
blo salían a los recibir con trompetas y bocinas y bailes y cantos y nuevo
vencimiento. […] Allegada la fiesta, en que el prisionero había de ser
sacrificado, vestíanle de las insignias del dios del sol, y subido a lo alto del
templo, y puesto sobre aquella piedra, el ministro principal del demonio
le sacrificaba […] Todo el tiempo que el preso estaba en casa del señor
vivo, antes que le sacrificaban, ayunaba el señor (Benavente o Motolinía
1971: 350-351).
13 Traducción nuestra.
Ocultar a los dioses y revelar a los reyes 223
14 Uno recuerda los bultos sagrados venerados por los pawnees a principios del siglo
xx, en particular al “bulto del cráneo” que contenía el cráneo del antepasado primordial
(Wissler 1920). Por otra parte, en el contexto del culto a las reliquias de los santos en el
México novohispano, llama la atención el hecho de que los indios de Etzatlan ( Jalisco)
conserven el cráneo de fray Antonio de Cuéllar para su veneración (Rubial García 1998: 26).
224 Guilhem Olivier
Fig. 9. Estatua
en amaranto de
Huitzilopochtli, deidad
tutelar de los mexicas
(Sahagún 1979: Lib.
XII, fol. 30v). Dibujo:
Rodolfo Ávila.
Ocultar a los dioses y revelar a los reyes 225
[es decir, las cinco estatuas de los dioses]…” (Carrasco 1966: 135).15 Al
respecto, nos parece sugerente el uso ritual de prendas provenientes de
los bultos sagrados, que son venerados aún hoy día por los tzutuhiles
de Santiago Atitlán en Guatemala (Christenson 2006). Así, el bulto
llamado San Martín que contiene dos túnicas —una de piel de venado
y otra de piel de jaguar— se abre solamente una vez al año, el 12 de
noviembre, que es el cumpleaños del santo; se afirma que la apertura
del bulto en otra fecha provocaría un verdadero cataclismo. En una sala
oscura, el encargado del bulto reviste de manera solemne las túnicas,
una tras otra, y en seguida danza para solicitar la lluvia. Es más, se con-
sidera que por el poder del bulto el danzante llega a recrear el universo
durante el ritual.16
Regresemos al México central: las prendas con las cuales se cubría
el futuro tlatoani procedían de los atavíos de uno o de varios dioses.17
El hecho de que las mantas eran llevadas en la cabeza y tapaban la cara
conduce a plantear la posibilidad de que las personas así cubiertas eran
simbólicamente equiparadas con bultos sagrados. De manera significa-
tiva, para describir la cabeza cubierta del tlatoani, los colaboradores de
Sahagún utilizaron la expresión qujquaqujmjlo en la cual se encuentra el
verbo quimiloa que significa “liar o embolver algo en manta” y que forma
parte de la palabra tlaquimilolli. Además, el nexo entre la ceremonia de
entronización y los bultos sagrados se puede observar en una viñeta del
Códice Florentino (Sahagún 1979: VIII, fol. 46v) que nos revela de manera
15 Según Karl Taube (2004: 173), “The clothing and other articles in the tlaquimilolli
were used for deity impersonation, by which the deities were manifested temporarily in the
world of mortals”. Por otra parte, David Stuart (2006: 133) planteó la posibilidad de que
los bultos sagrados plasmados en los bajorrelieves de Yaxchilán contuvieran atavíos que los
gobernantes revestían en ocasión de ciertas danzas.
16 Los blackfoot de las Praderas de principios del siglo XX revestían las prendas con-
servadas en bultos sagrados durante ciertas ceremonias (Wissler 1921). Asimismo los indios
sac y fox en la misma época extraían ciertos atavíos y prendas especiales que conservaban
en bultos sagrados para ponérselos antes de ir a la guerra (Harrington 1914: 146-148, 174).
17 Es muy significativa la descripción por fray Francisco de Aguilar (1977: 81) del
cuidado que se tenía con las prendas que revestía el tlatoani: “…su ropa [de Motecuhzoma]
nadie la tomaba en las manos, sino con otras mantas la envolvían en otras y eran llevadas con
mucha reverencia y veneración.” Es decir que las vestimentas del soberano mexica eran trata-
das como si fuesen el contenido de un bulto sagrado, ya que se tenían que envolver en otras
mantas para conformar una suerte de tlaquimilolli. Sobre la importancia de las mantas que
cubrían los bultos sagrados, véanse Olivier (1995: 109-110) y Correa Valdivia (2013: 24-43).
226 Guilhem Olivier
18 Códice Zouche-Nuttall (1992: 52); Códice Bodley (1960: 9, 31); Códice Selden (1964:
bulto así compuesto, un sacerdote de los que llevaban los dioses a cuestas,
y poníanselo a las espaldas; y así lo llevaban a la sepultura donde […]
metían allí una tinaja, donde aquel sacerdote ponía aquel bulto, dentro de
la tinaja…”. Manipulado como si fuera un bulto sagrado, el rey difunto
—más bien, sus cenizas envueltas en un bulto— estaba cargado por un
equivalente purépecha de un teomama (“cargador de dios” en náhuatl que
llevaban los tlaquimilloli) para llegar a su última morada.
Volviendo al caso de los ritos mexicas de entronización, no sor-
prende que el edificio donde tenía lugar la reclusión del rey y de sus
compañeros haya sido precisamente el lugar en donde se conservaban
el bulto sagrado de Huitzilopochtli y el de Tezcatlipoca (Pomar 1986:
59, 78-79). Este hecho de gran relevancia confirma la relación entre las
mantas que revestían los candidatos y las que cubrían los tlaquimilolli
de estas dos deidades. Ahora bien, fue después de una estancia en el
interior de la tierra que los huesos de Huitzilopochtli y de Tezcatlipoca
fueron recuperados por los hombres para constituir sus bultos sagrados.
228 Guilhem Olivier
…el ala norte [de la Casa de las Águilas] Tlacochcalco sería la imagen
terrenal del Mictlan y, en consecuencia, el lugar indicado para la velación
del cuerpo y de la imagen funeraria del soberano solar. Sería, igualmen-
te, el ambiente adecuado para que el sucesor al trono hiciera el trayecto
metamórfico y metafórico a través del Mundo de los Muertos. […] en
el nivel más profundo del inframundo, haría el enlace del poder frente a
los restos de su predecesor, tomando legítimamente el relevo dinástico.
El nuevo tlatoani, después de su estancia penitencial en las entrañas de la
tierra, en el útero múltiple de los orígenes, renacería transfigurado en un
ser divino. Suponiendo que el ala norte-Tlacochcalco estuviera interconec-
tado con el ala este-Tlacatecco […] el soberano mexica transitaría por el
interior del edificio para reaparecer como sol del amanecer por el acceso
oriental (López Luján 2006: I, 293).
Looper (2006: 98) respecto a la finalidad de ciertos rituales mayas del periodo clásico: “In
the Classic period, caches, monuments, and humans, both living and dead, were treated in
similar ways because the process of wrapping (and eventually unwrapping) magically allowed
for the (re)birth of the enclosed entity.”
Ocultar a los dioses y revelar a los reyes 229
Ahora te has hecho dios, aunque seas humano como nosotros, aunque
seas nuestro amigo, aunque seas nuestro hijo, nuestro hermano menor,
nuestro hermano mayor, nunca más eres humano como nosotros, no te
vemos más como hombre. Ahora representas, sustituyes a uno, hablas en
una lengua extranjera con Dios, Tloque Nahuaque. En tu interior él te
habla, él está dentro de tí, él habla a través de tu boca… (ynaxcan ca otiteut,
maço titotlacapo, maço titocnjuh, maço titopiltzin, manoço titiccauh, titachcauh
ca aocmo titotlacapo ca amo timjtztlacaitta, ca ie titeviviti, ca titepatilloti, ca
ticnotza, ca ticpopolotza in teutl in tloque, naoaque: auh ca mjtic mjtznotza,
ca mjtic, ca mocamacpa oallatoa…) (Sahagún 1950-1981: VI, 52) (fig. 9).24
tapó la cara para no ver directamente a Dios (Éxodo III, 6). De hecho, más adelante Dios le
dijo: “No puedes ver mi cara, porque el hombre no puede verme y vivir” (ibid.: XXXIII, 20).
Se mencionan asimismo consecuencias letales después de la visión directa de la divinidad,
tanto en la Grecia antigua, en Hawaï en el siglo xviii, como entre los bugis de los Célebes
(Indonesia) hoy en día (Vernant 1986: 40; Sahlins 1989: 34; Detienne y Hamonic 1995: 66).
23 Al respecto el sistema sacrificial de la realeza sagrada mexica corresponde más
al modelo propuesto por Hocart (2005: 138-143), según el cual el sacrificio simbólico del
soberano tenía lugar durante la entronización que al modelo de Frazer (1981-1984: II, 29ss)
que subraya la importancia del sacrificio del rey al final de su reino (Scubla, en Hocart 2005:
38; Olivier 2008: 282-283).
24 Traducción nuestra.
Ocultar a los dioses y revelar a los reyes 231
sagradas en el mundo. Por ejemplo, Herodoto (Libro I, 99) afirma que los persas no tenían
derecho a ver a su rey, el cual se mantenía invisible en su palacio. Asimismo los súbditos
del rey de Siam se agachaban frente a él y no podían mirar su rostro (Frazer 1981-1984: I,
251). Entre los muiscas de la antigua Colombia se decía que ningún mortal aguantaba la
mirada del rey; es más, como castigo, obligaban a ciertos delincuentes a mirar al soberano
(Trimborn 1962: 128). Se han documentado casos semejantes entre distintas realezas sagra-
das africanas (Frazer 1981-1984: I, 553-555; Augé 1988: 81). Es muy llamativo el caso del
antiguo rey de Dahomey que tenía el privilegio de ver a los dioses pero que quedaba invisible
ante sus súbditos (Le Hérissé 1911: 10-11).
232 Guilhem Olivier
Bibliografía
Malamoud, Charles
1989 Cuire le monde. Rite et pensée dans l’Inde ancienne, París, La
Découverte.
Meeks, Dimitri y Christine Favard-Meeks
1993 Les dieux egyptiens, París, Hachette, La vie quotidienne.
Mendieta, fray Gerónimo de
1980 [1870] Historia eclesiástica indiana, Joaquín García Icazbalceta
(ed.), México, Porrúa.
Molina, fray Alonso de
1977 [1571] Vocabulario en lengua castellana y mexicana y mexicana y
castellana, Miguel León-Portilla (ed.), México, Porrúa.
Muñoz Camargo, Diego
1998 Historia de Tlaxcala. Ms. 210 de la Biblioteca Nacional de
París, Luis Reyes García (ed.), con la colaboración de Javier
Lira Toledo, México, Tlaxcala, Gobierno del Estado de
Tlaxcala, ciesas, Universidad Autónoma de Tlaxcala.
Olivier, Guilhem
1995 “Les paquets sacrés ou la mémoire cachée des Indiens du
Mexique central (xve-xvie siècles)”, Journal de la société des
américanistes, vol. 81, pp. 105-141.
2004 [1997] Tezcatlipoca. Burlas y metamorfosis de un dios azteca, Tatiana
Sule (trad.), México, fce.
2006 “The Sacred Bundles and the Coronation of the Aztec
King in Mexico-Tenochtitlan”, en Guernsey y Kent Reilly
III (coords.), pp. 199-225.
2007 “Sacred Bundles, Arrows and New Fire: Foundation and
Power in the Mapa de Cuauhtinchan n. 2”, en Davíd Carrasco
y Scott Sessions (coords.), Cave, City, and Eagle’s Nest: An
Interpretive Journey through the Mapa de Cuauhtinchan No.
2, Albuquerque, University of New Mexico Press, pp. 281-
313
2008 “Las tres muertes del nuevo tlatoani: una nueva interpre-
tación de los ritos de entronización mexica”, en Guilhem
Olivier (coord.), Símbolos de poder en Mesoamérica, México,
unam, iih, iia, pp. 263-291.
2010 “El simbolismo sacrificial de los Mimixcoa: cacería, gue-
rra, sacrificio e identidad entre los mexicas”, en Leonardo
López Luján y Guilhem Olivier (coords.), El sacrificio
humano en la tradición religiosa mesoamericana, México,
inah, unam, iih, pp. 453-482.
236 Guilhem Olivier
Oudijk, Michel
2000 Historiography of the Bènizàa. The postclassic and early colo-
nial periods (1000-1600 A.D.), Leiden, cnws.
Pomar, Juan Bautista de
1986 “Relación de Tezcoco”, en René Acuña (ed.), Relaciones
geográficas del siglo xvi: México, vol. 3, México, unam, iia,
pp. 23-113.
Popol Vuh
1986 Adrián Recinos (ed. y trad.), México, fce.
2007 Allen J. Christenson (ed. y trad.), Norman, University of
Oklahoma Press.
Procesos de indios idólatras y hechiceros
1912 Luis González Obregón (ed.), México, Secretaría de
Relaciones Exteriores, Publicaciones del agn, vol. 3.
Procesos por idolatría al cacique, gobernadores y sacerdotes de Yanhuitlán
(1544-1546)
1999 María Teresa Sepúlveda y Herrera (ed.), México, inah.
Ragot, Nathalie
2000 Les au-delàs aztèques, Oxford, bar International Series 881.
Reents-Budets, Dorie
2006 “Power Material in Ancient Mesoamerica: The Roles of
Cloth among Classic Maya”, en Guernsey y Kent Reilly
III (coords.), pp. 105-126.
Rubial García, Antonio
1998 “Cuerpos milagrosos. Creación y culto de las reliquias
novohispanas”, Estudios de Historia Novohispana, vol. 18,
pp. 13-30.
Sahagún, fray Bernardino de
1950-1981 Florentine Codex. General History of the Things of New Spain,
Fray Bernardino de Sahagún, Charles E. Dibble y Arthur J.
O. Anderson (trads. y eds.), Santa Fe, New Mexico, School
of American Research, University of Utah.
1961 Vida económica de Tenochtitlan. Pochtecayotl (arte de traficar),
Ángel M. Garibay K. (ed. y trad.), México, unam, iih.
1979 El manuscrito 218-220 de la colección Palatina de la Biblioteca
Medicea Laurenziana, facs., 3 vols., Florencia, Giunti
Barbéra, agn.
1993 Primeros Memoriales, ed. facsimilar, Norman, University of
Oklahoma Press.
Ocultar a los dioses y revelar a los reyes 237
Sahlins, Marshall
1989 Des îles dans l’histoire, Jacques Revel et al. (trad.), París,
Gallimard, Le Seuil.
Stuart, David
2006 “Jade and Chocolate: Bundles of Wealth in Classic Maya
Economics and Ritual”, en Guernsey y Kent Reilly III
(coords.), pp. 127-144.
Taube, Karl
2004 “Aztec Religion: Creation, Sacrifice, and Renewal”, en
Felipe Solís (coord.), The Aztec Empire, New York, inah,
The Salomon R. Guggenheim Foundation, pp. 168-177.
Torquemada, fray Juan de
1975-1983 Monarquía Indiana, 7 vols., Miguel León-Portilla et al.
(eds.), México, unam, iih.
Trimborn, Hermann
1962 “Religions du Sud de l’Amérique Centrale du Nord et
du Centre de la région andine”, en Walter Krickeberg,
Hermann Trimborn, Werner Müller y Otto Zerries, Les
religions amérindiennes, L. Jospin (trad.), París, Payot, pp.
121-211.
Vernant, Jean-Pierre
1986 “Corps obscur, corps éclatant”, en Charles Malamoud y
Jean-Pierre Vernant (coords.), Corps des dieux. Le temps de
la réflexion, VII, París, Gallimard, pp. 19-45.
Wissler, Clark
1920 “The Sacred Bundles of the Pawnee”, Natural History, vol.
20, pp. 569-571.
1921 “Ceremonial Bundles of the Blackfoot Indians”,
Anthropological papers of the American Museum of Natural
History, vol. 7, n. 2, pp. 65-289.
Complejidad relacional y modificaciones
de la visibilidad en el caso de los pozos
rituales huicholes 1
Johannes Neurath
Museo Nacional de Antropología
1 Agradezco las lecturas atentas de Perig Pitrou, Paul Liffman, Carlos Mondragón,
[239]
240 Johannes Neurath
Variantes morfológicas
encuentre otro disco sacrificial. Algunos teparipa son más formales que
otros. Los pozos de las milpas se llaman watuaripa (Lemaistre 2003:
323). Solamente se usan una vez, en la ceremonia de preparación de la
milpa, y normalmente carecen de tapadera y de estatuas. Sea como fuere,
los pozos indican que la milpa tiene el estatus de una vivienda. Así, la
milpa es la casa y el centro ceremonial del maíz.
Abrir y cerrar
Vimos que los seres adentro del pozo son peligrosos para los no-inicia
dos. Los que han obtenido nierika y ya son “personas-flecha”, equivalentes
2 En el Gran Nayar la cal para nixtamal se identifica con el fuego. Entre los tepe-
huanes del Sur de Durango una olla con cal se entierra en el centro de los patios de danza,
como equivalente de los que entre los huicholes son los pozos con estatuas del dios del fuego
(Reyes 2006: 67).
246 Johannes Neurath
a las estatuas dentro del pozo, sí pueden tratar sin grandes peligros con los
seres ancestrales. Los chamanes ya son parte del mundo de los ancestros.
Se identifican con los dioses del pozo por medio de las experiencias de
autosacrificio y transformación que comparten con ellos. Como los seres
humanos que aún son, su papel es el de intermediar, evitar que los dioses
ancestrales ataquen a la gente.
Lo que todo el mundo debe practicar, incluyendo los no-iniciados,
es la libación de sangre sacrificial. Estos rituales se entienden como
intercambios recíprocos. No se establece una relación tan directa, sino
una mediada por la dádiva depositada en la tapadera que separa a los
humanos de los dioses.
Un teparipa es un lugar donde chocan dos dinámicas rituales: ini-
ciación e intercambio. La coexistencia, a veces casi simultánea, de ritos
de sacrificio y de intercambio hace que el teparipa sea un lugar tan
especial. Todo el mundo desea asomarse al pozo abierto, pero esto no es
recomendado sino a los mara’akate experimentados. Lo que los legos sí
deben hacer es depositar ofrendas en el tepari cerrado.
En otras ocasiones hemos argumentado que la iniciación consiste en
obtener visiones y devenir los seres que se revelan en estas experiencias
(Neurath 2005, 2010a, 2011a, 2011b). Los iniciantes se convierten en sus
propios ancestros y, al obtener esta condición, adquieren la capacidad de
movilizar fuerzas rituales enormes, como crear el mundo. La cosmogonía
es casi un efecto colateral de la iniciación. Al identificarse con los seres
ancestrales, los iniciados son peligrosos para los legos. Por eso, la (re)
integración de personas iniciadas, como los peyoteros que regresan del
desierto a la comunidad es un proceso tan complicado. En estos ritos, los
no-iniciados tienden a negar el poder adquirido por los que han obte-
nido el “don de ver”. No se les agradece haber creado a los ancestros, lo
mismo que la luz, la lluvia y la vida. No se les muestra gratitud cuando
se disponen a repartir sus dones. Más bien se les obliga a renunciar a su
estatus especial y a volver a comportarse como seres humanos comunes y
corrientes, se les fuerza a aceptar contra-dones y a entrar, con ello, en una
dinámica de intercambio recíproco. Cuando los peyoteros reparten peyote
y semillas, se les obliga a aceptar un pago en forma de tamales y cigarros.3
Esta situación es comparable con lo que sucede en el teparipa. Al
cerrar el pozo, la comunicación directa con los ancestros queda práctica-
mente cancelada, aunque siempre se cuenta con el agujero en el centro
3 El artículo de Knut Rio, “Denying the gift” (2007) ofreció una muy buena pista
4 En Te’akata el etnólogo alemán Konrad Theodor Preuss (1998: 247) coleccionó una
escalera imumui en forma de una pequeña pirámide de madera y, a partir de este hallazgo,
desarrolló una teoría sobre la arquitectura de templos prehispánicos como escaleras del Sol.
250 Johannes Neurath
Cosmologías comparadas
Los teparite y tsunuarite huicholes han sido tratados con euforia compara-
tivista. En su reseña de la obra de Lumholtz, Eduard Seler (1998 [1901]:
71) comentó sobre el paralelismo entre los discos huicholes y las piedras
y recipientes sacrificiales aztecas del tipo cuauhxicalli, como la famosa
piedra de Tízoc.5 Estas versiones monumentales del tepari también se
usaron para depositar la sangre sacrificial ofrendada a los dioses.
cielo como el techo de una casa, pero se acaba lentamente, así que los
seres humanos tienen la tarea periódica de renovarlo (Neurath 2002:
275). Este motivo es muy importante en los rituales huicholes, pero no
existe en la mitología y en el ritual de los indios pueblo. Para la renova-
ción de las “velas de la vida” se tiene que practicar la iniciación, se tiene
que vivir el autosacrificio del niño que se convierte en el Padre Sol. Este
significado —el pozo como lugar de iniciación, autosacrificio y transfor-
mación— es algo que hasta ahora no se ha visto ni en Mesoamérica, ni
en el Suroeste de los Estados Unidos.
Bibliografía
Aedo, Ángel
2003 “Flores de lujuria e influjos siniestros: Fuentes nocturnas
del simbolismo huichol del cuerpo humano”, Anales de
Antropología, vol. 37, pp. 173-204.
Belting, Hans
1994 Likeness and Presence. A History of the Image before the Era
of Art, Chicago, Chicago University Press.
2001 Bild-Anthropologie. Entwürfe für eine Bildwissenschaft,
München, Fink Verlag.
Boehm, Gottfried (ed.)
1994 Was ist ein Bild?, Múnich, Fink Verlag.
Bredekamp, Horst
2010 Theorie des Bildakts, Fráncfort/Meno, Suhrkamp Verlag.
Descola, Philippe
2010 (ed.) La fabrique des images, París, Musée du Quai Branly,
Somogy Éditions d’Art.
Faba, Paulina
2006 “La matriz del mundo. El tepari huichol y el sipapu de los
indios pueblo”, en Carlo Bonfiglioli, Arturo Gutiérrez y
María Eugenia Olavaría (coords.), Las vías del noroeste:
recorridos analíticos en una macrorregión indígena americana,
México, Universidad Nacional Autónoma de México-
Instituto de Investigaciones Antropológicas, pp. 189-222.
Galinier, Jacques
2005 “¿Existe una ontología otomí? Las premisas mesoameri-
canas de una philosophia prima”, Alteridades, vol. 29, pp.
81-86.
Complejidad relacional y modificaciones de la visibilidad 253
Geertz, Armin
1984 “A Reed Pierced the Sky. Hopi Indian Cosmography on
Third Mesa. Arizona”, Numen. International Review for the
History of Religions, vol. 31, pp. 216-241.
1994 The Invention of Prophecy, Berkeley, University of California
Press.
Gell, Alfred
1998 Art and Agency. An Anthropological Theory, Oxford,
Clarendon Press.
Houseman, Michael y Carlo Severi
1998 Naven or the Other Self. A Relational Approach to Ritual
Action, Leyden, Brill.
Humphrey, Caroline y James Laidlaw
1994 The Archetypal Actions of Ritual. A Theory of Ritual Illustrated
by the Jain Rite of Worship, Oxford, Clarendon Press.
Jáuregui, Jesús y Juan Pablo Jáuregui
2005 “Ídolos desnudos e ídolos adornados: sacrificios y reno-
vación de las deidades en una comunidad huichola”, en
Patricia Fournier y Walpurga Wisheu (coords.), Arqueología
y antropología de las religiones, México, Escuela Nacional de
Antropología e Historia, pp. 149-184.
Kelley, J. Charles
1974 “Speculations on the Culture History of Northwestern
Mesoamerica”, en Betty Bell (coord.), The Archaeology of
West Mexico, Ajijic, Sociedad de Estudios Avanzados del
Occidente de México, pp. 19-39.
Kindl, Olivia S.
2007 Le Nierika des Huichol: un “art de voir”, Université Paris
X-Nanterre (tesis de doctorado en Etnología).
Lemaistre, Denis
2003 Le chamane et son chant : relations ethnographiques d’une expé-
rience parmi les Huicholes du Mexique, París, L’Harmattan.
Liffman, Paul M.
2005 “Fuegos, guías y raíces: estructuras cosmológicas y procesos
históricos en la territorialidad huichol”, Relaciones, vol. 26,
n. 101, pp. 51-79.
López-Austin, Alfredo
1985 “El dios enmascarado de fuego”, Anales de Antropología,
vol. 22, n. 1, pp. 251-285.
254 Johannes Neurath
Reyes, J. Antonio
2006 Los que están benditos. El mitote comunal de los tepehuanes de
Santa María de Ocotán, México, inah, Instituto de Cultura
del Estado de Durango, Durango.
Rio, Knut
2007 “Denying the Gift: Aspects of Ceremonial Exchange and
Sacrifice on Ambrym Island, Vanuatu”, Anthropological
Theory, vol. 7, n. 4, pp. 449-470.
Sachs-Hombach, Klaus
2009 Bildtheorien. Anthropologische und kulturelle Grundlagen des
Visualistic Turn, Francfort/Meno, Suhrkamp Taschenbusch
Wissenschaft, Suhrkamp Verlag.
Seler, Eduard
1998 [1901] “Indios huicholes del estado de Jalisco”, en Jáuregui y
Neurath (eds.), pp. 63-98.
Settis, Salvatore
1997 “Pathos und Ethos, Morphologie und Funktion”, Vorträge
aus dem Warburg-Haus 1, Berlín, Akademie Verlag, pp.
33-73.
Severi, Carlo
2008 “Autorités sans auteur. Formes de l’autorité dans les tra-
ditions orales”, en Antoine Compagnon (coord.), De
l’autorité, París, Odile Jacob, Collège de France, pp. 93-122.
2009 “La parole prêtée”, Cahiers d’anthropologie sociale, vol. 5, pp.
11-41.
Taube, Karl
2009 “The Womb of the World : The Cuauhxicalli and
Other Offering Bowls of Ancient and Contemporary
Mesoamerica” Maya Archaeology, vol. 1, pp. 1-27.
Weiner, Annette
1992 Inalienable Possessions: the Paradox of Keeping-while-Giving,
Berkeley, University of California Press.
¿Ocultar o mostrar?
Ritual y figuración de la riqueza en el ciclo
agrario de Atzahtzilistli
Aline Hémond
Universidad de Picardie-Jules Verne / Equipo de investigación “Habiter le monde”
Introducción
¿Qué es lo que se tiene que mostrar y qué es lo que se tiene que ocultar
cuando se trata de la representación de prácticas rituales? ¿Cuáles son las
relaciones de intertextualidad que se tejen entre los ritos ceremoniales,
los relatos orales y las imágenes de dichos ritos? En este capítulo, nos
proponemos desarrollar esta problemática tomando como ejemplo el ciclo
de peticiones de lluvia que se lleva a cabo en el abismo de Oztotempan
(estado de Guerrero, municipio de Tixtla) (fig. 1). En este lugar, los pobla-
dores nahuas arrojan ofrendas de comida y hacen ritos propiciatorios
del temporal venidero. El culto gira en torno a una gran incógnita, a un
“misterio”: tiene lugar en la orilla del abismo, localización del “paraíso”,
de la “matriz de la abundancia terrestre”; sin embargo existen prohibi-
ciones comunitarias muy fuertes que impiden a los humanos conocer
este lugar sagrado por experiencia directa, así como representarlo. Pese
a estas normas estrictas de conducta seguidas por los actores rituales y los
peregrinos, Oztotempan no es un “impensé” (no es impensable). Lo que
no se puede ver se imagina y se le da visibilidad a través de relatos orales,
cuentos, sueños, imágenes y pinturas, que expresan todo este imaginario
ritual. En este trabajo, proponemos analizar los patrones culturales regio-
nales en torno a este imaginario ligado al abismo, a sus peligros y a sus
riquezas. Haremos el análisis de los diferentes grupos territoriales que, sea
visibilizan el “misterio” por medio de la producción de imágenes mentales
y sonoras, o lo visibilizan mediante la creación de pinturas, creando de
esta forma una “memoria visible de lo no-visible”. Lo que nos remite a
otro caso con el cual tiene varias semejanzas: el de los hopis…
[257]
258 Aline Hémond
importantes, desde los años 1990 en particular, se acusó a algunos integrantes evangélicos
de haber arrojado las cruces de los pueblos en el fondo del abismo hace unos veinte años,
por el rehuso de la idolatria pagana.
2 Este trabajo de campo se ha emprendido en forma específica desde 2008, aunque
tuve varios acercamientos a la zona de Atliaca durante mis trabajos anteriores con los nahuas
vecinos del Alto Balsas, en particular sobre cuestiones de antropología del clima (Hémond
y Goloubinoff 2009). La semblanza visual y los datos que doy de la fiesta de la Santa Cruz
de mayo son de 2008 a raíz de mis observaciones directas. En cuanto a la fiesta de San
Marcos, tuve oportunidad de presenciarla acompañando a peregrinos nahuas de San Juan
Tetelcingo, municipio de Tepecoacuilco, en el Alto Balsas, en el año 2000. Los datos han
sido actualizados anualmente hasta la fecha mediante un trabajo de campo, discusiones y
co-residencia en Atliaca en diferentes meses. El último trabajo de campo ha sido posible
con el apoyo del ANR Fabriq’AM.
260 Aline Hémond
podido congregar hasta unas 2000 personas arriba del cerro, los cuales lle-
gan a causar daños ecológicos, pisando plantas y dejando mucha basura.
La angustia ligada al periodo de estiaje y a la sequía es quizá de la
más intensa que se pueda imaginar en el pueblo de Atliaca, implicando
un periodo de cuestionamiento de los errores personales y colectivas
que ya está muy marcado en la fiesta de San Salvador, santo patrón del
lugar, en el quinto viernes de Cuaresma en el corazón de la estación
seca y “puerta de entrada” a la temporada de lluvias. Esta preocupación
se desdobla en otra que es su inversa: que llueva demasiado fuerte con
tempestades ciclónicas, de tal modo que se lleguen a destruir las casas,
levantando el techo, derrumbando las paredes de adobe, y destruyendo las
jóvenes plantaciones. Desde el año 1995 en San Agustín Oapan, Balsas,
me había comentado Marcial Camilo, gran pintor de este pueblo —sin
haber presenciado los hechos— que,
…en Oztotempan, cuentan que vinieron evangelistas que tiraron las cruces
alrededor del pozo (porque cada pueblo ahí tiene su cruz) y las tiraron
¿Ocultar o mostrar? Ritual y figuración de la riqueza 261
Este doble sacrilegio (por ofender las cruces y el lugar sagrado) era
una “nota roja” de conocimiento común en toda la zona y me fue contada
a menudo durante los años noventa. En el año 2000, en mi primera visi-
ta al pueblo de Atliaca, en la víspera del día de San Marcos, antes de subir
al cerro al acompañar un grupo de peregrinos de San Juan Tetelcingo,
un joven integrante atliaquense de la “danza azteca” me volvió a recordar
el asunto pero con la versión opuesta imperante en Atliaca, el “lugar de
los hechos”: “hace algunos años, hubo una sequia muy fuerte, resultando
de que evangelistas habían arrojado las cruces de los pueblos al pozo.
Las sacaron y de ahí se empezó a ver una nube y llovió”. Cabe aclarar
que los grupos rituales de los distintos lugares de la zona náhuatl habían
depositado en torno al abismo una crucecita azul (o “cruz de agua”) per-
sonificando su pueblo y marcado al nombre del lugar, a la cual se dejaba
flores y velas, mientras otra cruz grande llevada del pueblo descansaba en
el altar adentro de la capilla (calzintli), elevada hace pocos años al rango
de iglesia consagrada (teopan). De tal modo que la fortuna, el destino de
los pueblos —bajo la forma de esta “brújula analógica”—3 quedaba atada
al destino de la cruz que lo materializaba como lugar. Esta información
se difundió muy rápidamente en el ámbito nahua guerrerense y generó
muchos relatos orales sobre las catástrofes ecológicas que resultaron de
eso, sea por falta o por exceso de agua (aguaceros, cosechas dañadas,
castigo divino hacia los culpables).
Lo que llamamos en forma general los rituales de petición de llu-
via cuentan con varios episodios rituales que fueron ya descritos en
parte en el caso de Oztotempan (Sepúlveda 1973; Good 2001; Flores
3 Hablo de “brújula analógica” por la función de mapa geocentrado que pudiera haber
desempeñado el abismo circular. No he podido comprobarlo a fondo ya que, con los años,
se ha borrado el nombre apuntado en las cruces, sin embargo es muy posible que el esque-
ma de organización espacial de las cruces de agua aldeanas alrededor del abismo se haga
en relación con las direcciones cardinales. Un ejemplo es la crucecita de San Agustín que
aún se reconoce, y donde van a rezar los oapanecos. Está situada en la parte septentrional
del hoyo, apuntando hacia la dirección cardinal del pueblo, situado en el norte de la región
nahua (véase fig. 2, lado Norte).
262 Aline Hémond
[…] se va a pedir allá las lluvias y demás cosas porque es el lugar propicio
para las peticiones a Dios. Con esa forma majestuosa realizada por Dios,
cualquiera diría que no fue casual la formación y presencia del pozo; sino
que fue a propósito para realizar ahí las peticiones porque es el ombligo
del mundo. Donde todos podemos conseguir las riquezas que queramos,
sólo es cuestión de proponerse. (Flores Limón 2001: 66).
(1973: 11) señala que: “También se piensa que en el fondo del pozo se encuentran los ídolos
(momoxtles) que los indígenas arrojaron al interior para que los evangelizadores agustinos,
que llegaron después de la conquista, no los destruyeran; así, cada año la gente acude a
realizarles una ofrenda”.
8 Al nivel agrario por ejemplo, con los conflictos de terreno entre agricultores indí-
genas y ganaderos criollos o mestizos de Tixtla o con personas de las aldeas circumvecinas
(Ruiz Medrano 2010: 232-235).
9 Se considera que Ostotempa es el centro del mundo, allí vive Dios guardando el
agua y la riqueza. Se cree que en el fondo del Pozo del cerro Oztotempan hay cuatro cuevas
¿Ocultar o mostrar? Ritual y figuración de la riqueza 265
en que crecen todo género de plantas, entre ellas el maíz de cuatro colores. Cada cueva está
resguardada por cuatro gigantes, enmascarados como los “tlacololeros” que producen los
truenos con sus látigos. Representan los cuatro vientos, cumpliendo funciones específicas.
María Teresa Sepúlveda señala esas particularidades, diciendo que: “el del oriente atrae las
nubes para hacer llover la lluvia buena; el del norte atrae el granizo, las heladas y la lluvia
mala; el del oeste aleja las nubes y provoca la sequía; y el del sur algunas veces atrae lluvia
buena y otras veces mala” (Sepúlveda 1973: 10-11).
10 Sobre estos aspectos del calendario agrícola ligado al calendario climático y religioso
mada, agua divina”) está basada en esta experiencia milenaria del ciclo del coamil, secuencia,
en sumo violenta, de elementos antagónicos: fuego y lluvia” (Neurath, 2005). Acerca del
calendario solar, véase también Gutiérrez del Ángel (2010).
12 Un trabajo sobre este tema está en preparación.
13 Good (2001) considera que el abismo es una imagen invertida de los cerros.
¿Ocultar o mostrar? Ritual y figuración de la riqueza 267
los humanos conocer este lugar sagrado por experiencia directa, así como
usar alguna “maquina” (cámara, celular u otro) para sacar foto. El sitio es
peligroso, se repite una y otra vez que es el mundo de los muertos, que
atraen a los vivos y que eso ocurre de noche cuando uno se acerca. De
manera repetida, se rumoran casos de gente que han querido bajar y han
muerto porque se adentraron en “okse lado”, el otro lado, el otro mundo,
de los muertos y de las entidades que personifican la realidad de un lugar
verde. Este mecanismo de impedimiento de la visibilidad y de la expe-
riencia directa es claramente parte de un sistema de defensa del territorio,
tierras que se encuentran bajo la custodia ritual del mayordomo y de su
comitiva, responsabilidad que puede llegar a ser instrumentalizada por
los grupos y los encargados rituales.
Para analizar esta situación, vamos a centrarnos ahora en orga-
nización ritual más importante: la mayordomía de la Santa Cruz de
Atliaca, grupo ritual que es responsable de llevar a cabo el atzahtzilistli.
Casi siempre, el mayordomo se escoge entre los agricultores del lugar,
pero su tarea es representar a toda la comunidad, muy pluralizada hoy
en día en términos de actividades económicas, preferencias políticas o
religiosas. Le ayuda el huehueyótl, operador ritual que conoce el protocolo
y la manera de arreglar la ofrenda y las palabras para presentarlas, con
todo el protocolo debido a las entidades mediadores que permitirán la
abundancia. Le siguen las cantoras con un rezandero, que cantan y rezan
diferentes alabanzas en español acompañando el proceso de ofrecimiento
y recibimiento de la ofrenda. Finalmente, los músicos son estratégicos
(violinista en particular, y flautista) y participan de pleno derecho grupos
de danzantes, sea de la comunidad (como de Atliaca) o “invitados’” como
los tlacololeros del barrio de San Mateo (Chilpancingo).
Se nombra un mayordomo por capilla barrial del pueblo, los cuales
se encargan de preparar la fiesta que les toca y a la vez de dejar ofren-
das en los diferentes pozos y manantiales del pueblo (en particular en
torno a los manantiales lugareños, Huey Atl y Pitentzin Atl).16 Pero,
indudablemente es sobre la mayordomía de la Cruz de Atliaca, grupo
organizador de todo el ritual de Atzahtzilisliti en Oztotempan, que recae
la responsabilidad más importante. También “invita” a participar a otros
grupos de la región, entre ellos a la Hermandad de la Cruz mestiza de
Tixtla (del barrio El Fortín en particular) o a los grupos de danzantes
de Chilpancingo (hijos de migrantes de Atliaca). Cabe destacar el com-
portamiento que se espera de todos los integrantes rituales, en particular
del primero entre todos: el mayordomo que debe respectar varias nor-
mas de comportamiento (haber tenido un buen comportamiento, no
maldecir, no tomar, no pelearse) y “hacer penitencia” (abstinencia sexual,
ayuno de día) durante la preparación y el desarrollo de la ceremonia.
Hasta de los danzantes, se espera que hagan penitencia por lo menos
ocho días antes, haciendo “medio ayuno” (ayuno de día) y abstinencia
sexual. Sobre los hombros del mayordomo recae la organización del
ritual, en particular la facultad de poder reunir una gran cantidad de
alimentos y de ofrendas con la ayuda de su parentela y red social. Por
otra parte, si el ritual no se ha ejecutado bien, o si las prohibiciones
acostumbradas (abstinencia sexual, hacer penitencia, no comer sal en sus
comida en particular la de la víspera) no han sido respetadas al pie de
la letra, será responsable ante toda la comunidad de las malas lluvias y
de las malas cosechas. También le pueden acusar si ocurren epidemias,
ciertas enfermedades o muertes en el año.17 Para no volver folklórico el
asunto, recordemos que en ninguna parte del mundo los dirigentes se
salvan cuando ocurren condiciones climáticas extremas y que las roga-
ciones a la lluvia, en caso de extrema sequía, son parte de los recursos
que se hacen en la liturgia católica.18
Regresando a nuestro punto, hay que recalcar que el protocolo
local y las prohibiciones comunitarias impiden por lo tanto que se pueda
acercar demasiado y se prohibe la bajada. Se le prohibe también a los
forasteros, inclusive a los servicios de ayuda estatales. Sin embargo casi
cada año, se cae por lo menos una persona al fondo, y se muere, y deben
los servicios estatales pedir a un equipo de rescate que baje al fondo.
Siempre se encuentra al muerto, y también se dice que los que participan
del pueblo a este tipo de rescate se mueren a los pocos meses. Algunos
testigos han podido sin embargo confirmar que se encontraba una cueva
abajo con una corriente de agua. Así lo relató Santiago Barrios, que fue
partícipe del equipo de rescate y que tuvo que bajarse a recoger unos
cuerpos caídos. A pesar de todas las amenazas y presiones colectivas
que predecían la enfermedad seguida de fallecimiento a los rescatistas,
21 Mediante una multa importante a veces. Fue el caso de un joven estudiante en
geología que fue encarcelado bajo el pretexto de haber querido llevarse unos fósiles del lugar.
Un texto está en preparación sobre estos aspectos jurídicos y políticos.
22 Dice Eustaquio Celestino Solis (2004) estudioso y a la vez oriundo de la cuenca
del río Balsas: “…la comunidad de Tetelcingo expresa su identidad en sentido más amplio, al
participar en los ritos agrícolas a nivel regional, llevando su ofrenda al Pozo de Oztotempan,
ubicado en la llamada Montaña de Guerrero. Y cuando deja de participar siempre hay alguien
272 Aline Hémond
que les reclama, posiblemente una deidad simbolizada en ‘un anciano’ desconocido que nadie
ve, pero que sí escuchan en algún sitio de la jurisdicción, obligándolos a continuar con el
ritual y no romper con algo que se remonta a quien sabe qué época del pasado.”
23 Sobre la descripción de la ofrenda del chitahtli, véanse Flores Limón (2001) y
Hémond (2013).
24 Nos parece que este tipo de ofrecimiento de comida no ha sido considerada dentro
figurativas y la relación con lo volante, me parece que podríamos establecer una relación
con los mensajes que se mandaron mediante las sondas espaciales de Pioneer 10 con ima-
genes del humano creadas por la NASA en 1972, considerado bajo la forma de la pareja
¿Ocultar o mostrar? Ritual y figuración de la riqueza 273
otros lugares de Guerrero, o de Michoacán, su estado vecino. Sobre este aspecto, véanse
Gutiérrez (2006); Calderón Mólgora (1994); y para Atliaca Tapia Gómez (2007).
¿Ocultar o mostrar? Ritual y figuración de la riqueza 275
Fig. 5. Abraham Mauricio, ca. 1979, Los que fueron a la cueva, tinta china
y acrílico sobre papel amate. (Fuente: Mauricio y Zaldívar 1979: 71).
amates were made for sale but the internal integrative purpose had been
accomplished through their creation; the act of painting the ceremony in
the first place facilitated the continued transmission of Nahua cosmology.
(Good 1996: 16).
una comadre.
31 Agradezco mucho a Dominique Raby por haberme comunicado esta versión del
32 El comercio de cera fue y sigue siendo, en menor medida, una de las formas de
enriquecerse. Por ejemplo, en Acatlán, pueblo de habla náhuatl de la Montaña baja, por el
lado oriental de Atliaca, eran gran comerciantes de cera y fue el origen de la notabilidad de
varias familias que subieron en la escala social. A tal punto que, a fines del siglo xix, una de
estas comerciantes acateca adinerada, siendo muy creyente, pudo pagarse el pasaje para ir a
Roma para ser bendecida por el Papa.
¿Ocultar o mostrar? Ritual y figuración de la riqueza 285
que se comparten entre diferentes grupos indígenas mexicanos de hoy (por citar sólo unas
referencias: las casas del sol huichol (Gutiérrez del Ángel 2010); la asimilación del astro solar
a una deidad, tipo padre-sol, en la Huasteca (Stresser-Péan 2005). Sin embargo el punto que
quisiera desarollar aquí no es la continuidad sino la reactivación de esquemas culturales en
contexto de necesidad de recursos, sean directamente économicos o de productores de un
elemento natural: el agua para regar y hacer crecer las plantas, o sus equivalentes modernos,
dinero para vivir, medios
35 El caballo blanco es también atributo de los cuerpos celestes deificados, como el
cometa llamado “caballero”, meteoros por ejemplo en el caso del apostol Santiago el Mayor,
personificación en clave católica de los rayos y del trueno (marcado por el brillo chispeante
de su espada). Los pintores de amate lo figuran también de este modo (Hémond 2003).
36 La llaman también Boca santa.
¿Ocultar o mostrar? Ritual y figuración de la riqueza 287
37 Perez (2012) opina que la “cosmo-ontología” de los hopis con sus mundos inferiores
y superiores en los cuales se pasa por una pequeña abertura circular, son un ejemplo más de
la botella de Klein, con referencia a las formas presente en los mitos que Lévi-Strauss (1985:
209-226) enunciaba en La potière jalouse. Recordémos que la discusión sobre los orificios del
cuerpo (boca-ano) en los mitos y sus interpretaciones lacanianas son parte de los debates de
la antropología con la psicoanálisis en los años 1960.
288 Aline Hémond
Conclusión
Bibliografía
Olivia Kindl
El Colegio de San Luis
Introducción
[293]
294 Olivia Kindl
1 Acerca de los objetos votivos nierikate, se pueden consultar, entre otros, los trabajos
2 Realizada a pie hasta por los años 1950, actualmente esta peregrinación por lo
(miembros del consejo de ancianos) les destapan los ojos y los presentan
ante los antepasados que moran en este lugar. Es significativo que sea
precisamente la parte del cuerpo donde se ubica el nierika, es decir los
ojos y los pómulos, la que debe taparse. Según las exégesis recolectadas
al respecto, es para que los rayos del sol levante, hacia donde se dirigen
los peregrinos, no afecten los ojos del principiante que aun están débiles,
pues su nierika aun está “blando”, es decir, no está consolidado. Además,
de no proceder así, es decir revelando poco a poco la presencia de los
matewame, las entidades que habitan Wirikuta podrían ofenderse al ver
gente desconocida penetrar en su territorio sin su previo permiso. Tal
error podría tener graves consecuencias, pues dichos seres tienen el poder
de causar daño, no sólo a los neófitos, sino a todo el grupo de peyoteros.
Una de las maneras de obtener el permiso de los antepasados para
recorrer sus moradas es “conectándose” con ellos por medio del depósi-
to de ofrendas en lugares estratégicos del paisaje sagrado: manantiales,
cuevas, rocas, etc. Según narraciones mitológicas (mito de origen del
nierika relatado por Tikima, María Nicolasa Carrillo Pisano, entrevista
grabada en 2004), cuando estos objetos se depositan en el lugar correcto,
donde pueda operar dicha conexión con los antepasados, éstos pueden
ver las ofrendas y así recibir los mensajes que contienen. Formas, colores,
figuras y materiales de dichas ofrendas constituyen indicaciones de por
302 Olivia Kindl
3 Dicha visión, según explicaciones que me fueron proporcionadas por diversos inter-
locutores wixaritari, consta generalmente de un mensaje dirigido a quien lo recibe, que puede
no ser siempre claro para los no-iniciados y en este caso tendrá que ser descifrado y explicado
por un mara‘akame. Como se ha mencionado, sus formas pueden ser de distintos tipos y con-
sisten generalmente, en el caso de la peregrinación a Wirikuta, de percepción de imágenes o
sonidos bajo el efecto del peyote (Lophophora williamsii), cactus con efectos psicotrópicos que
los peregrinos recolectan y consumen durante su recorrido. Estas “visiones” —o, mejor dicho,
percepciones— también pueden surgir a partir de las numerosas prácticas de auto-sacrificio
según conciben los wixaritari y que para ellos forman parte de los requisitos de este proceso
de iniciación: ayunos, vigilias, caminatas bajo el sol o en el frío, etc. Otra manera de recibir
mensajes del otro mundo es a través de los sueños, que por cierto juegan en esta sociedad
un papel decisivo tanto en el plano religioso como político, pues intervienen en el proceso
de elección de las autoridades tradicionales (véase Kindl 2010: 67-98).
Mostrar y ocultar ofrendas en el altiplano potosino 303
4 Ejemplos de ello son las lagartijas que abundan por estas tierras y el propio peyote,
el cual crece debajo de arbustos espinosos, al ras del suelo; puede confundirse con las piedras
y la tierra arenosa del desierto.
306 Olivia Kindl
5 Al respecto, se pueden consultar las páginas de la empresa en Internet. [En línea].
http://www.firstmajestic.com/s/Company.asp y http://salvemoswirikuta.blogspot.com/
(páginas consultadas en octubre de 2012)
Mostrar y ocultar ofrendas en el altiplano potosino 307
Los habitantes del desierto de San Luis Potosí son generalmente con-
siderados como “mestizos”, término que se refiere asimismo a la gran
mayoría de la población mexicana actual. En realidad, el término resulta
tan poco esclarecedor como el de “indio” o “indígena”. En efecto, otros
mestizos que se distinguen de los primeros por muchos aspectos —tan
solo por su modo de vida más urbano— recorren regularmente este
territorio. Proceden de estados vecinos (principalmente Nuevo León,
Coahuila y Zacatecas) y viajan anualmente a Real de Catorce en el marco
de peregrinaciones dedicadas a San Francisco de Asís, cuyo día es el 4 de
octubre (Alvarado 2008). Así, este término de mestizo —por ser dema-
siado englobante— carece de precisión, pues sirve tanto para designar
a los lugareños como a los peregrinos que llegan a Real de Catorce de
ciudades y estados aledaños (fig. 6).
Si bien se les denominan a todos “mestizos”, de ninguna manera
se puede confundir la población local del altiplano potosino con aquella
urbana que llega de ciudades aledañas, aunque muchos de los que acuden
a esta zona en el marco de peregrinaciones son emigrantes originarios
de la región. Para los fines de este análisis, dichos grupos se reúnen en
un mismo apartado porque tienen prácticas votivas comunes. En efecto,
tanto unos como otros van a visitar a la imagen de San Francisco de Asís
en Real de Catorce en el marco de peregrinaciones católicas y le dejan
ofrendas de tipos similares: velas, flores y milagritos, principalmente. En
cuanto a los exvotos o “retablos”,6 según los catorceños a los que entre-
visté al respecto, son más frecuentemente donados por gente que viene
del exterior.
De forma más específica, los habitantes de los municipios del alti-
plano a menudo se identifican a sí mismos a partir de sus actividades
de subsistencia: por ejemplo, ganadero, chivero, ranchero o minero, a
sabiendas de que una misma persona puede ejercer estas distintas acti-
vidades, ya sea simultáneamente o en diferentes momentos. Llama la
6 En este punto, es necesario hacer una aclaración de índole terminológica: “en el
medio popular, se utiliza ‘retablo’ y ‘retablito’ para referirse a una pintura votiva realizada en
hojalata. El término exvoto, muy popular en España y en Europa, sólo se utiliza en México
como término técnico” (Durand y Massey 2001: 15). A partir de esta precisión, me referiré
a las pinturas votivas en hojalata en su contexto etnográfico como retablos, mientras que el
término exvoto será utilizado con fines más analíticos y universales.
308 Olivia Kindl
atención que aunque los huicholes hayan mantenido contactos con esta
población local desde que realizan su peregrinación a la zona sagrada de
Wirikuta7 —según los wixaritari desde tiempos inmemoriales— poco
se sabe acerca de esta “gente del desierto”. En efecto, tanto desde un
ruta wixarika histórico cultural bajo la modalidad de Sitio Sagrado Natural de Huiricuta y
la Ruta Histórico Cultural del Pueblo Huichol. Esta área natural protegida se ubica en los
municipios de Catorce, Villa de la Paz, Matehuala, Villa de Guadalupe, Charcas, Salinas de
Hidalgo y Villa de Ramos del Estado de San Luis Potosí, con una superficie de 140,211.85
hectáreas, con una longitud de la ruta de 138.78 kilómetros (Plan de Manejo del Área
Natural Protegida, Periódico Oficial del Estado libre y soberano de San Luis Potosí, año XCI,
martes 10 de junio de 2008). El 6 de diciembre de 2004, la ruta huichola de la peregrinación
a Wirikuta ha sido sometida a la lista de la unesco de los bienes del patrimonio mundial
Mostrar y ocultar ofrendas en el altiplano potosino 309
de la humanidad, solicitud que aún está en espera de una resolución. [En línea]. http://whc.
unesco.org/en/tentativelists/1959 (página consultada en noviembre de 2012).
8 Cabe precisar que desde hace algunos años, sobre todo a partir del año 2000 cuando
se empezó a elaborar el Plan de Manejo para proteger el área de Wirikuta, han salido a la luz
numerosas quejas referentes al robo y al saqueo de las ofrendas huicholas. Las acusaciones
310 Olivia Kindl
la gente local iba a recoger las velas de las ofrendas huicholes y las usaban
para alumbrarse. Los niños, sobre todo los pastorcitos, también reco-
gían algunas ofrendas porque “les llamaban la atención”. Mencionó los
carritos y camioncitos de juguete que les gustaban para jugar. Comentó
que estaría bien poner ahí una “capillita” para resguardar las ofrendas.
Quise saber si de alguna manera el depósito de ofrendas podía estorbar
el ganado o las pasturas. El juez contesto que no, pues nada más “bajan
animales ahí al agua”. Lo que les encargan a los huicholes es que no dejen
basura, aclaró. Añadió que los peregrinos de ahí sólo se llevan una planta
que la gente local le llama “el agrito” (se trata de la raíz que los huicholes
llaman ‘uxa), que da bolitas coloradas. Comentó que con la raíz de esta
planta es con la que se pintan la cara los huicholes (diario de campo de
Olivia Kindl, julio de 2011).
En Real de Catorce, famoso “pueblo mágico” de San Luis Potosí,
anualmente se venera a San Francisco de Asís, cuya imagen es considera-
da como una de las más milagrosa de las regiones desérticas del norte de
México. Sin ser el santo patrón del lugar —pues su santuario se encuen-
tra hospedado en la iglesia de la Virgen de la Purísima Concepción de
Real de Catorce—, el culto que se le rinde es impresionante ya que
atrae multitudes e implica importantes gastos suntuarios. Desde hace
una década, las festividades en su honor han incrementado de tal forma
que, en lugar de limitarse a la fecha de su día, el 4 de octubre, duran de
mediados de septiembre a finales de octubre.9 En este contexto, lo que
más impacta es la intensidad de la relación que los devotos establecen
con la imagen de San Francisco. El culto se rinde a través de muy diver-
sas manifestaciones de afecto hacia el que con familiaridad nombran
Panchito o “el charrito”: lo visitan a través de peregrinaciones, le cantan
o le llevan mariachis y la mayoría de los grupos de peregrinos conforman
organizaciones religiosas que cuentan con su grupo de danzantes del tipo
matachín. Cabe mencionar que también algunos grupos de danzantes
concheros y además aquellos que conforman el movimiento de la nueva
mexicanidad (De la Peña 2002), suelen acudir en estas ocasiones festivas
católicas para ofrecer muestras de su arte a las entidades poderosas que,
según ellos, habitan el lugar. También llega a haber visitas y ofrendas
damente; se sintetizarán algunos de sus aspectos relacionados con el tema de este artículo.
Mostrar y ocultar ofrendas en el altiplano potosino 311
Cabe subrayar que los retablos, al igual que los milagritos y las ofren-
das en general que se llevan a este santo, terminan siendo mostradas al
público. La definición que Luque Agraz y Beltrán (2000: 39) proponen
del exvoto es interesante para nuestro propósito, por dos razones: lo con-
sideran como una acción y además alude a su función de dar a ver como
uno de sus aspectos característicos. Así, plantean que “un exvoto es un
acto de devoción personal, realizado para ser visto por los demás. Tiene
por objetivo comunicar a otros fieles cómo la intervención sobrenatural
favoreció a una persona; representa la relación privilegiada que unió a
ésta con Cristo, la Virgen o algún santo”.
Nótese que este acto de exhibición se produce después de haber
sido un asunto privado. Cada retablo fue colocado ahí por una persona
particular (a veces se hacen en familia, lo cual sigue siendo del domi-
nio íntimo) en agradecimiento a un favor concedido por el santo en
respuesta a una petición que se le dirigió directamente. En efecto, “el
retablo establece una relación directa entre el ente sobrenatural y el ser
humano” (Alberro 2000: 13), lo cual confiere su carácter íntimo a todo el
proceso anterior a su exhibición final. Generalmente se trata de agradecer
314 Olivia Kindl
“milagros” por medio de los cuales la imagen santa resolvió de forma que
“contradice o parece contradecir las leyes naturales” eventos traumáticos
ocurridos en la vida de las personas: enfermedades, accidentes, catástro-
fes naturales, guerras, robos, agresiones, crímenes diversos o encarcela-
ciones injustas, etc. (ibid.: 16-20).
Estos asuntos privados, delicados, aunque exhibidos finalmente
al público, conservan sin embargo algunas zonas ocultas. En efecto,
sobre todo en el caso de los exvotos que parecen ser los más explícitos,
a menudo la información queda incompleta. Por ejemplo no se indica el
lugar preciso donde tuvo lugar un evento, no se menciona o representa
en imágenes a la totalidad de las personas implicadas, o se omite indicar
el nombre del autor del exvoto. Al respecto, Gámez y López (2002: 50)
observan lo siguiente:
10 Al respecto, ver por ejemplo el artículo de prensa del periódico Milenio titulado
Ocultar Mostrar
colocar (en, sobre, dentro, atrás…) exponer
envolver desempacar
abandonar conservar
camuflaje exhibición
privado público
soporte prueba
Mostrar Ocultar
Mostrar ocultando Ocultar mostrando
Conclusiones
del “arte por el arte”, heredado en gran parte de la teoría del juicio
estético desinteresado planteado por Kant (1955 [1790]). Esta teoría se
fundamenta en el principio de la separación —la “gran partición”, diría
Descola (2005: 91-131)— entre campos del conocimiento humano que,
sin embargo y como se ha visto a través de los ejemplos mencionados,
presentan afinidades profundas como es el caso entre el arte y el ritual.
Bibliografía
Alberro, Solange
2000 “Retablos y religiosidad popular en el México del siglo xix”,
en Margarita de Orellana, Retablos y exvotos. Colección, uso
y estilo, México, Museo Franz Mayer, Artes de México,
pp. 9-31.
Avarado Solís, Neyra
2008 El laberinto de la fe. Peregrinaciones en el desierto mexicano,
San Luis Potosí, El Colegio de San Luis.
Andrée, Richard
1904 Votive und Weihegaben des katholischen Volks in Süddeutschland.
Ein Beitrag zur Volkskunde, Braunschweig, Friedrich Vieweg.
Barnett, Tracy L.
2011 “Huicholes en Pie de Guerra”, Esquire Latinoamerica,
agosto, pp. 117-125.
Basset, Vincent
2011 Du tourisme au néochamanisme. Exemple de la réserve naturelle sacrée
de Wirikuta au Mexique, París, L’Harmattan.
Baudez, Claude-François
1999 “Le sens caché des caches”, Journal de la Société suisse des
Américanistes, vol. 63, pp. 11-23.
Bautier, Anne-Marie
1977 “Typologie des ex-voto mentionnés dans des textes anté-
rieurs à 1200”, en Michel Mollat, et alii, La piété populaire
au Moyen Âge (Actes du 99e congrès national des socié-
tés savantes, Besançon, 1974), París, Comité des Travaux
Historiques et Scientifiques, pp. 237-282.
Belting, Hans
2007 [2002] Antropología de la imagen, Buenos Aires, Madrid, Katz
Editores.
334 Olivia Kindl
Liffman, Paul M.
2000 “Gourdvines, Fires, and Wixárika Territoriality”, Journal
of the Southwest, vol. 42, n. 1, pp. 129-165.
2002 “Huichol Territoriality. Land Conflict and Cultural
Representation in Western Mexico”, tesis de doctorado,
Chicago, University of Chicago.
2005 “Fuegos, guías y raíces: estructuras cosmológicas y procesos
históricos en la territorialidad huichol”, Relaciones, vol. 26,
n. 101, pp. 51-79.
López Luján, Leonardo
1993 Las ofrendas del Templo Mayor de Tenochtitlán, México,
inah.
Luque Agraz, Elin y Michele Beltrán
2000 “Imágenes poderosas: exvotos mexicanos”, en Retablos y
exvotos. Colección, uso y estilo, México, Museo Franz Mayer,
Artes de México, pp. 32-53.
Molinie, Antoinette
2012 “Ethnogenèse du New Age andin. À la recherche de l’Inca
global”, Journal de la société des américanistes, vol. 98, n. 1,
pp. 171-199.
Neff, Françoise
2001 “Le visage de l’idole” en Aline Hémond y Pierre Ragon
(coords.), L’image au Mexique. Usages, appropriations et
transgressions, París, cemca, L’Harmattan, pp. 71-86.
Neurath, Johannes
2013 “Objetos votivos huicholes. Las perspectivas teóricas de
Konrad Theodor Preuss y de Carl Lumholtz a la luz de
las investigaciones recientes sobre intercambio y sacrificio
rituales en el Gran Nayar”, en Johanna Broda (coord.),
Convocar a los dioses: ofrendas mesoamericanas. Estudios
históricos, antropológicos y comparativos, Xalapa, Instituto
Veracruzano de Cultura, pp. 523-601.
2000 “‘El don de ver’: el proceso de iniciación y sus implicaciones
para la cosmovisión huichola”, Desacatos, vol. 5, pp. 57-78.
Pellizzi, Francesco
2009 “Further comments on ‘Absconding’”, res, vol. 55/56, pp.
347-360.
338 Olivia Kindl
Peña, Francisco de la
2002 Los hijos del sexto sol, México, inah.
Pérez Taylor, Rafael, Miguel Olmos Aguilera, y Hernán Salas Quintanal
(coords.)
2007 Antropología del desierto. Paisaje, naturaleza y sociedad,
México, unam, iia, El Colegio de la Frontera Norte.
Salas Quintanal, Hernán, y Pérez Taylor, Rafael (coords.)
2004 Desierto y fronteras. El norte de México y otros contextos cul-
turales, México, Plaza y Valdés.
Sigal, Pierre-André
1983 “L’ex-voto au Moyen Âge dans les régions du Nord-Ouest
de la Méditerranée, (xiie-xve siècles)”, Provence historique,
vol. 33, pp. 24-27.
Schlosser, Julius von
1997 [1911] Histoire du portrait en cire (trad. Édouard Pommier), París,
Macula.
Vidal, Denis
2003 “La migration des images. Histoire de l’art et cinéma docu-
mentaire”, en Severi, Carlo (ed.), “Image et Anthropologie”,
L’Homme, vol. 165 (número especial), pp. 249-266.
Warburg, Aby
1998 [1932] “Die Erneuerung der heidnischen Antike. Kulturwis
senschaftliche Beiträge zur Geschichte der europäischen
Renaissance”, Gesammelte Schriften. Studienausgabe, tomo
I.1, 2, Berlín, Akademie Verlag.
2011 [2001 y 2008] Miroirs de faille à Rome avec Giordano Bruno et
Édouard Manet, 1928-29, Dijon, Les presses du réel.
Zamora, Héctor
2010 El simbolismo no indígena del peyote en el altiplano potosino,
tesis de licenciatura en Antropología, San Luis Potosí,
Universidad Autónoma de San Luis Potosí.
Tercera parte
los aymaras de Bolivia; de Baud (2005: 27-31) sobre los quechuas de Cuzco, y de Millones
(1997: 64) sobre los quechuas de Cuzco y Ayacucho.
2 Principalmente, pero no sólo. Dependiendo de las regiones, el maestro ceremonial es
capaz de convocar a la Pachamama, los dueños de los lugares sagrados, el ánimu de individuos
vivos o difuntos, ciertos santos de la tradición católica y entidades sobrenaturales de toda
condición. El presente capítulo, sin embargo, se concentra en las entidades más frecuente-
mente invocadas en las sesiones nocturnas: los espíritus de los cerros tutelares.
[341]
342 David Lorente Fernández
3 Sí las documentaron de primera mano, entre otros, Platt (1997), Fernández Juárez
(2004: 42-44) y Rösing (1996: 28-31). Arguedas señala: “El Personero de la comunidad de
Pichqachuri, un caballero de Puquio, nos hizo el relato de una experiencia personal, muy
interesante, acerca de los wamanis [cerros tutelares] y de su siervo y sacerdote: el Pongo”
(1956: 198). Tschopik escribe: “Lamentablemente en la única oportunidad en la que el autor
pudo presenciar una sesión (si así puede decirse de observar un rito realizado de noche
en un cuarto oscuro) no contó con ningún intérprete. […] La siguiente descripción de la
sesión de Chucuito se basa en los relatos de los informantes” (1968: 281). Y Ricard Lanata,
refiriéndose a las sesiones oficiadas en la cordillera del Ausangate y en Sicuani, indica: “el
etnólogo tiene pocas posibilidades de escucharlos [a los apus]: ¡se concibe mal que pueda
argüir de su investigación para interrogar al apu! El altomisayuq, por temor a exponerse a
la mirada acerva y crítica de un no creyente, prefiere eludir las preguntas y solicitaciones
del etnólogo, cuando éste lo presiona insistentemente para que convoque, para él, a sus apu
auxiliares” (2007: 162-163).
4 Sicuani significa probablemente en quechua “el lugar o pueblo de la paja brava”
(Ruiz Bravo 1986: 24). Está situado a 118 kilómetros al sureste de Cuzco, a 3.531 msnm y
a los pies del cerro Jururu. Con sus 41.352 habitantes, es la capital de la provincia cuzqueña
de Canchis (inei 2008). Sus pobladores prehispánicos pertenecían a los grupos étnicos de
origen aymara conocidos como los “canas-canchis” (Ruiz Bravo 1986: 24). Sicuani ha sido
siempre un “punto de convergencia de la producción y de los hombres de las diferentes
áreas geográficas que la circundan”, y “muchas de las funciones de articulación que cumple
hoy en día la ciudad encuentran en el periodo incaico sus antecedentes y características más
notables” (Ruiz Bravo 1986: 24). Un breve panorama de las tensiones políticas registradas
recientemente en Sicuani figura en Lorente (2011).
Pájaros en la oscuridad. Entre lo nocturno y lo diurno 343
A plena luz del día, los apus son percibidos como los cerros tutelares de
mayor o menor altura que circundan la ciudad de Sicuani. Carecen de
vegetación densa y presentan un color pardo amarillento que delinea sus
5 La investigación en que se basa este artículo fue realizada gracias a la Beca Mixta
6 El término quechua apu puede traducirse al castellano como “señor” o “jefe”. El
diccionario de González Holguín recoge los significados de “Señor grande o juez superior,
o Curaca principal, çapay apu, Rey” (1989 [1952]: 31). Los apus son concebidos como cerros
tutelares y ancestros míticos de las comunidades, y se les considera dotados de atributos,
caracteres, sentimientos y formas de conducta pertenecientes al dominio humano (Casaverde
1970: 141; Núñez del Prado 1970: 76-82; Reinhard 2005; Mariscotti 1978: 78-79, entre
otros). Escribe Marzal sobre Urcos, pueblo cercano a Sicuani: “Los apus deben cuidar a los
comuneros ‘como a sus hijos’ y así les proporcionan el alimento por medio de la agricultura y
la ganadería. Además deben vigilarlos y así ‘ven todas las cosas que nosotros hacemos’ […].
Pero también pueden castigarlos” (1971a: 250-251).
7 Según Luisa T., una altomisayoq de Sicuani, “Juru significa ‘hipnotizador’. Jururo es
el apu que hipnotiza, el más poderoso, el cerro más elevado. En aymara significa ‘gusano’”.
El Vocabulario aymara de Bertonio no recoge estos términos, pero sí el Diccionario kkechuwa-
español del padre Lira, donde aparece khúrukk como “hipnotizador, que hipnotiza o sugestiona.
Lo relativo al hipnotismo, o a la hipnosis, hipnótico”, y también khúruy como “hipnotización,
acción de hipnotizar. Hipnotizar, provocar mediante un influjo mental o psíquico sobre cosas
o personas, sugestiones y aletargar” (1982 [1941]: 154). La información etnográfica relativa
al cerro Jururu es sumamente escasa; únicamente existen breves menciones en las obras
de Orlove (1979: 91), Ricard Lanata (2007: 197) y Marzal (1971a: 251). Para un estudio
monográfico sobre el simbolismo y los rituales realizados en este cerro, véase Lorente (2013).
8 Sobre esta concepción antropomorfa y orgánica de la montaña, véase el estudio de
Bastien (1996).
Pájaros en la oscuridad. Entre lo nocturno y lo diurno 345
9 Traducido como “castillo o fortaleza” por González Holguín (1989 [1952]: 292) y
que destacan el hecho de “hacer llegar algo a la misma divinidad o a los ámbitos en los que
ésta reside”. La voz “pago”, una de las más utilizadas, aclara la lógica de la ofrenda: se entrega
un don como contraparte por un servicio o bien de origen divino que el oferente solicita,
y que vendrá a continuación. Las ofrendas contienen distintos ingredientes: grasa de llama
o alpaca (untu), hojas de coca, semillas —arroz, garbanzos, pallar, kuka muqllu o semillas
de coca, wairurus—, incienso y mirra, galletas y caramelos, figuritas de estaño y láminas de
papel metálico, hilos brillantes, algodón, una mazorca (sara) y un feto (sullu) de camélido,
que se combinan de diferentes formas y se disponen en capas estratificadas sobre un papel
que sirve después para envolver y contener la ofrenda como un paquete antes de incinerarse
en los lugares rituales apropiados (Marzal 1970a, 1970b; Dalle 1969; Fernández Juárez 1997,
2004). Un análisis pormenorizado de los “despachos” o “pagos” realizados en la región figura
en Lorente (2010).
Pájaros en la oscuridad. Entre lo nocturno y lo diurno 347
11 Los quechuas de Sicuani explican esta identidad entre apus y aves arguyendo que
“las rapaces son animales que comen carne”. También los apus devoran fetos de camélidos y
degustan las libaciones de vino, concebido como un sucedáneo de la sangre. En la fiesta de
carnaval, en febrero, reciben sacrificios de ovejas (wilanchas) y humeantes guisos de carne
de cordero o de pollo, con cuyos vapores consumen el sami o sustancia espiritual y nutriti-
va de la carne. Apus y aves de presa se tienen, pues, por seres carnívoros y al mismo tiempo,
depredadores.
12 La concepción de que los cerros tutelares se manifiestan transfigurados en aves de
presa ha sido registrada en la región andina por diferentes autores (Arguedas 1956: 199; Roel
1966: 26; Mariscotti de Görlitz 1978: 203; Millones 1997: 64, entre otros). Anota Cayón en
su ensayo sobre los animales en la cultura quechua de Apurimac: “Halcón: Se llama waman,
y al verlo se alza la piska [bolsa] de coca al igual que en el caso del cóndor” (1971: 147). Y
sobre el cóndor: “Representa al apu cuando sobrevuela una comunidad, y la gente saca su piska
con coca y soplando la alza en la dirección en que viene, a manera de ofrenda” (1971: 144).
348 David Lorente Fernández
13 Mesa o misa hace referencia al altar del altomisayoq, que presenta efectivamente
la forma de una “mesa”, y que es “alto” porque con él puede convocar a los seres superiores,
los apus; misa o mesa también puede designar, por separado, algún elemento de su equipo
ritual, como por ejemplo las piedras-khuyas entregadas por el apu. A lo largo del texto, ambos
aparecen como sinónimos. El altomisayoq se contrapone al especialista ceremonial de jerar-
quía inferior, el pampamisayoq, “el de la misa o mesa baja”. El pampamisayoq, que también
dispone de una mesa o altar, se dedica principalmente a la adivinación “mirando” la suerte
del cliente en las hojas de coca y es también un técnico en la realización de ofrendas rituales
destinadas a lograr prosperidad en diferentes ámbitos de la vida, y especialmente dirigidas
a la Pachamama y los apus, pero no puede convocar ni comunicarse directamente hic et nunc
con las entidades tutelares.
14 Descripciones de los reclutamientos, instrumentos rituales y actividades de los
y poder de los apus auxiliares con los que cuente y a los que pueda convocar en las sesiones.
16 El número tres rige la vida ritual y aparece, de forma recurrente, en diferentes
contextos ceremoniales para indicar que cierta acción ha quedado adecuadamente concluida
(se verá en distintas ocasiones más adelante). Además, el tres es el número ritual para alu-
dir y simbolizar a los apus en las ofrendas (Lorente 2010). También entre los aymaras “la
investidura completa precisa de un ciclo de tres visitas a los centros de poder. El número
tres aparece con frecuencia en la parafernalia ceremonial aymara e incluso fundamente la
eficacia de un ciclo ritual completo” (Fernández Juárez 2004: 110, nota 86). Según Tschopik
(1968: 257), “el tres es el número ceremonial de los aymara. […] Para que un rito alcance su
máxima eficacia debe ejecutarse tres veces”.
17 Significativamente, el atomisayoq denomina “compadre” al rayo (entendido como
una emanación del apu), e inversamente los clientes denominan “compadre” al altomisayoq.
350 David Lorente Fernández
Fig. 2. Detalle del altar con la unkhuña doblada que contiene la altomisa.
18 “Hasta tres años nomás es el plazo; dentro de tres años vuelta, otra vez tengo que
que se dispone sobre un papel de color negro, cuyo propósito es “retornar” o “devolver” el
mal a la persona que lo causó.
352 David Lorente Fernández
Entonces pide los k’intus. “¿Su tierra cómo se llama?” La mujer dice
el lugar; el altomisayoq lo repite al k’intu y lo deja en el despacho. “Ya,
354 David Lorente Fernández
¿en qué calle vive?”. Hace lo mismo con otro k’intu. “¿Su nombre?” “¿Su
trabajo?” “¿Sus papás cómo se llaman?” “¿Sus hijos?” Coloca un k’intu
tras otro cubriendo la superficie. Reza en voz alta: “Apu Wayna Jururu,
Waman Jururu, Laramani, Vilcanota, Sarasani, Okepuño… todos los
apus… para que nos ayuden a estar bien. Pa’ que salgan bien. Pa’ que
termine todo bien el trabajo, te ayude en todo lo que haces. Que tengas
plata [dinero]. Pa’ que tu salud esté bien. Éste es plato servicio. Kay wawa
masiypaq alkansamushayki huq platu [Les hago dice a los apus un alcanzo
de un plato para mi hija hermana]”. Pliega el papel formando un paquete
que encierra los ingredientes, lo ata con hilo y dibuja con lápiz una estre-
lla en cada extremo para distinguir la “cabeza” de los “pies” (la cabeza debe
mirar hacia el Este al quemarlo). Sopla tres veces sobre él y se lo pasa a
la mujer, que se frota la cabeza y repite los soplidos para imprimirle su
“firma”. La ofrenda queda así personalizada y los apus sabrán quién les
ha pedido permiso enviándoles, además, un sustancioso banquete.
El altomisayoq coge una botella de vino, fósforos, bostas de vaca, reza
un Padrenuestro en castellano y un Credo en quechua, y sale al patio
Pájaros en la oscuridad. Entre lo nocturno y lo diurno 355
(La Riva 2004; Allen 2008: 66; Ricard Lanata 2007: 78-90). El término aparece más adelante
en los testimonios de los informantes.
356 David Lorente Fernández
22 Las oraciones y los diálogos anteriores pertenecen a la sesión que presencié y grabé
jala [la bobina], se atascan, se enredan; el hilo Tobino bota rápido y jala
rápido. [El ánimu llega a la mesa atado, enrollado en el hilo]. De pronto
te empieza a hablar. “¿Para qué cosa me has hecho traer?” Te insulta
con grosería y media. [Y el altomisayoq] le pega con el chicote para que
hable, pues. Y le lleva al calabozo. Y si tú quieres le dices [al altomisayoq]:
“Enciérramelo a la cárcel”. Se lleva su ánimu [a un cerro, y lo confina allí],
o lo hace llevar al volcán para que se queme, donde sea: al barranco, a la
catarata… Y su ánimu está pues ahí. Y a la persona le da sueño, se queda
sin ganas de hacer nada, no tiene fuerzas [y así se neutraliza al enemigo].23
Es el apu Waman Jururu el que viene a esa mesa [al palashio de un alto-
misayoq]. Primero tienes que pagar 25 soles para licencia misa, para que
puedas entrar por primera vez a llamar. Licencia misa quiere decir que estás
pidiendo autorización para que puedas entrar a la mesa; de ahí se paga
10 soles la bebida que estamos ofreciendo, y de lo que llama [el despacho
para convocar], aparte tienes que poner 20 soles. La licencia misa se hace
pasar [quemar] en la mañana, porque está saliendo a las seis o siete de la
mañana el que lleva [el despacho] al Wayna Jururu; hay otro que lleva [no
el altomisayoq, un ayudante]. Cuando vas ahí, siempre hay infinidad de
despachos pasados. Ese lugar es para hacer pasar despacho, en ese Wayna
Jururu [la primera de las lomas del cerro Jururu, la más cercana a Sicuani].
Después, cuando ya pidió permiso el altomisayoq, ya vienes de frente
[al palashio] por la noche para llamar. Tienes que dormir allí, no sales has-
ta las cinco de la mañana, hasta que esté bien clarito, a esa horita recién
te suelta. No puedes salir. Él atiende, cuando está lleno, atiende a partir
de las once de la noche. Y ahí te dice si estás mal: “Estás mal, te tengo
que operar, te tengo que hacer limpieza”. Te hace limpieza primero. Se
llama pichaq’a: hacer limpieza, es en quechua. Entonces, si de algún mal
estás mal, entonces operación te dice. A los ocho días tienes que ir para
la primera operación, son tres operaciones. O si no, puedes suplicar para
que en la misma noche puedas pasar dos operaciones. De una sola vez
vienes, entonces dos operaciones pasa, y al día siguiente termina. Puedes
quedarte dos días. Un día miércoles vienes, entras y te quedas ahí: te hace
dos operaciones, dos operaciones esa noche, y el jueves en la noche pasas
otra; pues ya son las tres: cumpliste […].
Muchos [clientes] van ahí. El apu Waman Jururu es médico. Su
enfermera es el pucara. Hay varios de ésos [pucaras]. Él ordena. [A mí] me
ha puesto la inyección Saylla Pucara, [un pucara] de acá. […] ¡Y sí duele!
Como que te hincan así. Sí duele. Pues tienes que esperar calato [desnudo],
con ropa interior nomás. Tienes que llevar algodón, alcohol. Como igualito
que ponen inyectable [se refiere al hospital]. [Y añade acerca de las mar-
cas que deja la inyección]. No sé. Nunca me he visto. Porque es hasta acá.
Acá me ha puesto, en el cogote, por ahí [detrás del cuello]. Y ahora me va a
poner acá, a la altura de los riñones. Y otro me va a terminar de poner por
acá [en los tobillos, se remanga el pantalón; las inyecciones van de arri-
ba hacia abajo]. Para que salga toda la enfermedad. Como que te está
poniendo vitaminas, algo así, para mí. Como defensa me está poniendo. Y
para que me hagan limpieza, me están limpiando: “¡Acércate!”, me dijo.
Entonces pues yo no me debí acercar bien, no. “¡Acércate!” Unas manos
calientes, grandes, me agarró así. Me agarró así. “Acércate”… pa’ que me
Pájaros en la oscuridad. Entre lo nocturno y lo diurno 363
El relato explica las fases del proceso de curación. Tras pedir per-
miso con la licencia misa en una de las lomas del cerro Jururu, donde se
queman los despachos para la salud, el cliente es diagnosticado de noche
y puede ser tratado de inmediato. En tres sesiones sucesivas — “limpia” y
“operación” se equiparan en este contexto—, el Waman Jururu recurre
a una “enfermera pucara” para aplicarle inyecciones invisibles al pacien-
te, despojarle de la enfermedad, suministrarle “vitaminas”, limpiarlo
con algodón y alcohol y recetarle una dieta. Como ocurría al impartir
justicia, también aquí el apu “doctor” delega atribuciones en un pucara
25 Explica Lira (1969: 38): “Como su propio nombre indica el cambio de suerte con-
siste en revertir el estado de cosas, la mala suerte en buena suerte”. “El cambio de la suerte
se hace a pedido expreso de la persona interesada, cuyos negocios, trabajo, asuntos sociales,
familiares, financieros, salud y otros sufren falencia a pesar de los mayores esfuerzos y
empeño por mejorar. Asimismo en asunto de amores, en casos de hechicerías, envidias,
malas voluntades, cuando se es blanco de críticas, malevolencias, murmuraciones de propios
y extraños, cuando se vive en zozobras mil y las cosas marchan de mal en peor, siendo todo
obstáculo, intriga, incomprensión, se soportan vejámenes, sin hallar justicia por más razones
que sobren” (1969: 30).
26 Testimonio narrado en castellano y grabado el 19/1/2009. Los diálogos que la
informante mantuvo con el altomisayoq tuvieron lugar en quechua, pero la narración que
efectuó de la sesión fue en castellano.
364 David Lorente Fernández
27 Sobre las complejas relaciones entre la biomedicina occidental y los sistemas médi-
29 Véase, por ejemplo, Allen (2008: 161-164) sobre el rito de coca qhaway o “mirar
la coca”.
30 Allen (2008: 56-57) traduce sami como “esencia animada” o “esencia que anima”
(animating essence), y también como “espíritu vital”. “La esencia nutritiva de los alimentos
—escribe— es compartida a través del aroma [o sami] que éstos emanan cuando son coci-
nados”. En el caso de la coca, “una ofrenda de sami, llamada samincha, es arrancada de las
hojas mediante el soplo ritual del phutuy. También se transmite cuando se derraman unas
gotas de las bebidas alcohólicas sobre la tierra o se asperjan en el aire. Uno dirige el samincha
al destinatario adecuado, cuando lo llama por su nombre” (2008: 56). “Este flujo de espíritu
vital [o sami], inherente a todo lo material, mantiene similitud con nuestra concepción de
Pájaros en la oscuridad. Entre lo nocturno y lo diurno 367
energía y gracia divina. Los rituales andinos trabajan para mantener, controlar y dirigir el
flujo de sami” (2008: 67-58).
Pájaros en la oscuridad. Entre lo nocturno y lo diurno 369
31 Sin embargo, en los sueños los apus se manifiestan generalmente como seres por
quechuas (Lorente 2011: 551). Una altomisayoq de Sicuani, tras sostener una entrevista acerca
del cerro Jururu, me recriminó preocupada al día siguiente: “Esta noche me soñé con un
hombre alto medio narizón. Ese hombre era el apu Jururu. Ha dicho: ‘¡Estás hablando de
mí!, ¡estás hablando de mí!’” (véase Lorente 2013: 310-311).
372 David Lorente Fernández
Bibliografía
Allen, Catherine
2008 La coca sabe. Coca e identidad cultural en una comunidad
andina, Cuzco, Centro de Estudios Regionales Andinos
“Bartolomé de las Casas”.
Arguedas, José María
1956 “Puquio, una cultura en proceso de cambio”, Revista del
Museo Nacional (Lima), vol. 25, pp. 184-232.
Bastien, Joseph
1996 [1978] La montaña del cóndor: metáfora y ritual en un ayllu andino,
La Paz, Hisbol.
Baud, Sébastien
2005 “Esprits sauvages, citadins et maladie, quand la nature
s’en mêle”, Société Suisse des Américanistes, Schweizerische
Amerikanisten-Gesellschaft, vol. 69, pp. 21-33.
Bertonio, Ludovico
2006 [1612] Vocabulario de la lengua aymara, Arequipa, Ediciones El
Lector.
Bolin, Inge
1998 Rituals of respect, Austin, Texas University Press.
374 David Lorente Fernández
Casaverde, Juvenal
1970 “El mundo sobrenatural en una comunidad”, Allpanchis
Phuturinqa, vol. 2, pp. 121-240.
Cayón Armelia, Edgardo
1971 “El hombre y los animales en la cultura quechua”, Allpanchis
Phuturinqa, vol. 3, pp. 135-162.
Dalle, Luis
1969 “El despacho”, Allpanchis Phuturinqa, vol. 1, pp. 139-154.
Fernández Juárez, Gerardo
1997 Entre la repugnancia y la seducción. Ofrendas complejas en
los Andes del Sur, Cuzco, Centro de Estudios Regionales
Andinos “Bartolomé de las Casas”.
2004 Yatiris y ch’amakanis del altiplano aymara. Sueños, testimonios
y prácticas ceremoniales, Quito, Abya-Yala.
2008 Kharisiris en acción. Cuerpo, persona y sistemas médicos
en el Altiplano de Bolivia, La Paz, Madrid, Centro de
Investigación y Promoción del Campesinado, Fundación
para la Cooperación y Salud Internacional Carlos III.
Flores Ochoa, Jorge
1973 “La viuda y el hijo de la Soq’a Machu”, Allpanchis
Phuturinqa, vol. 5, pp. 45-56.
Gade, Daniel
1983 “Lightning in the Folklife and Religion of the Central
Andes”, Anthropos, vol. 78, pp. 770-788.
Galinier, Jacques
1990 “El depredador celeste. Notas acerca del sacrificio entre los
mazahuas”, Anales de Antropología, vol. 27, pp. 251-267.
Gillin, John
1947 Moche. A Peruvian coastal community, Washington,
Smithsonian Institution, Institute of Social Anthropology,
n. 3.
González Holguín, Diego
1989 Vocabulario de la lengua general de todo el Perú llamada lengua
qquichua o del Inca [1952], Lima, Universidad Nacional
Mayor de San Marcos.
Instituto Nacional de Estadística e Informática (inei)
2008 Cusco: Resultados definitivos de los censos nacionales 2007,
Dirección Nacional de Censos y Encuestas, Lima, inei,
CD Rom.
Pájaros en la oscuridad. Entre lo nocturno y lo diurno 375
Severi, Carlo
1996 La memoria ritual. Locura e imagen del blanco en una tradi-
ción chamánica amerindia, Quito, Abya-Yala.
Tschopik, Harry
1968 [1951] Magia en Chuchito. Los aymara del Perú, México, Instituto
Indigenista Interamericano.
Urton, Gary
2006 [1981] En el cruce de rumbos de la tierra y el cielo, Cuzco, Centro de
Estudios Regionales Andinos “Bartolomé de las Casas”.
Presencias de un muerto ausente.
Mostrar y ocultar como dispositivos
de interacción en las prácticas
funerarias náayeri
Margarita Valdovinos
Instituto de Investigaciones Filológicas-unam
Introducción
1 Pude ver esta obra de ciencia ficción dirigida por Jay Scheib en el teatro Maison des
Arts de Creteil en el marco del Festival d’Automne - 41ème Édition (París, 2012). Agradezco a
Anoutschka Trocker por su gentil invitación.
[379]
380 Margarita Valdovinos
2 Los coras o náayeri —como ellos mismos se denominan— son uno de los grupos
indígenas que habitan en las montañas de la Sierra Madre Occidental ubicadas en el estado
de Nayarit. Su población cuenta con aproximadamente 25,000 personas que hablan una de
las ocho variantes de la lengua cora hasta ahora identificadas por el Inali (2008).
3 En cada familia, la posición de especialista ritual es atribuida al hombre de mayor
edad en el grupo. Esta persona se ocupará de guiar los rezos de las ceremonias domésticas y
la preparación de las ofrendas. Para eventos de mayor relevancia, como las ceremonias fune-
rarias llamadas ra’achwé’ebe que se describirán más tarde, se invitan a especialistas rituales de
más experiencia fuera del grupo de parentesco.
4 En este trabajo me concentraré en las prácticas ceremoniales de los náayeri de
del difunto en el que el primero hará muchas preguntas a los segundos hasta encontrar una
posible explicación para la muerte del difunto. Las muertes se atribuyen generalmente al
descuido de los parientes ante cierta obligación ritual adquirida en el pasado por alguno de
los miembros del grupo. El diagnóstico se considera atinado si ninguna otra tragedia ocurre
a la familia en los meses a venir.
Presencias de un muerto ausente 383
6 Las ceremonias que aquí llamamos ra’ach wé’ebe tienen equivalentes entre los otros
pueblos de la región del Gran Nayar: huicholes (Gutiérrez del Ángel 2010: 115), tepehuanes
(Reyes, en prensa) y mexicaneros (Alvarado 2004: 265-284). Ceremonias similares se han
descrito también entre los tarahumaras (Pintado 2006: 134-145), por lo que puede pensarse
en un complejo ritual que se extiende en una amplia región del Noroeste mexicano.
7 Por lo general, los ra’achwé’ebe postergados se celebran para los especialistas rituales o
para alguien que logró acumular gran cantidad de bienes, cuya herencia puede estar en disputa.
384 Margarita Valdovinos
El entierro
8 Las descripciones que aquí incluyo corresponden a mis notas de campo. Por priva-
cidad, evitaré mencionar los nombres de los participantes de estos rituales que son siempre
muy íntimos.
Presencias de un muerto ausente 385
9 Meses después, cuando estos hechos me fueron narrados por las nueras, podía
sentirse aún en sus voces la repulsión de haber tenido que verse obligadas a realizar estas
acciones. Tales sentimientos son compartidos por los demás miembros de la familia que,
además de considerar la manipulación de un cuerpo inerte como algo extraño, ven con
desagrado que sean las nueras quienes tengan que encargarse del cuerpo de su suegro en los
rituales funerarios.
10 La prescripción de ocuparse del cuerpo de un difunto dirigida hacia personas que
mantuvieron con este último relaciones de respeto y de distanciamiento físico se observa tam-
bién tras la muerte de los niños. Serán los padrinos quienes remplazarán a los padres en estas
difíciles tareas. La relación entre padrinos y ahijados se caracteriza por estar basada en tabúes
sobre el contacto físico muy semejantes a los de la relación entre las nueras y sus suegros.
11 Es portando esta nueva vestimenta que los náayeri entierran a sus muertos. Por
depósito es ejecutado sin excepción alguna: en el pozo que se excava, se realiza un depósito
lateral en el que se coloca el cuerpo. Este aspecto de las costumbres funerarias náayeri llama
la atención por su semejanza con las prácticas funerarias ligadas a las tumbas de tiro, tan
populares en la época prehispánica en la región occidental del país.
Presencias de un muerto ausente 387
El ayuno
Los cinco días que siguen al entierro de una persona fallecida, los miem-
bros de su grupo residencial permanecen reunidos en la casa del difunto
alrededor de un especialista ritual. Bajo la guía de este último se celebra
una serie de ayunos cotidianos; se espera que todos los miembros del
grupo doméstico participen ayunando cada día hasta que el sol alcance
su punto más alto y asistiendo a los ritos oratorios que encabeza el espe-
cialista frente al altar familiar en la mañana, a medio día y en la noche.
En esta fase del ciclo funerario, a falta de materialidad, la presencia
del difunto será expresada a través de un uso particular del lenguaje. En
sus rezos a las divinidades y espíritus, el especialista se referirá al difunto
en tercera persona. Este tipo de enunciados ofrecerá a los participantes
del ritual una evidencia indirecta de la presencia del difunto entre ellos.
Durante este ayuno se establece además una práctica discursiva muy
peculiar entre los miembros del grupo residencial del difunto: se deberá
evitar mencionar en voz alta el nombre de este último para evitar llamar
su atención. Así, toda referencia al difunto deberá realizarse mencio-
nándolo indirectamente o remplazando su nombre por otros términos.
Para entender la dinámica que se establece a partir de este punto es
importante analizar cómo los náayeri conciben la muerte. Para ellos, la
muerte es entendida como un proceso irreversible que transforma para
siempre la existencia de una persona y las relaciones que ella mantenía
con su mundo social. Sin embargo, morir no equivale a desaparecer; tras
la muerte, se cree que otros componentes de la persona seguirán presentes
en el entramado de sus relaciones sociales.
El rúuri es uno de estos componentes que permanecen socialmente
activos. El rúuri es generalmente traducido como “alma”, aunque puede
388 Margarita Valdovinos
también ser entendida como “vida” o “fuerza vital”, pues tiene una pre-
sencia física en el cuerpo que puede dejarse ver a través de la respiración
o en los latidos que produce la circulación de la sangre en las venas.12
Así, cuando una persona muere, su cuerpo se degrada pero su rúuri no.
Este último permanece activo independientemente de la ausencia de
su contraparte material en el mundo de sus relaciones sociales y de los
afectos que lo animaban.
Debido a la emotividad que se le atribuye, se considera normal que
el rúuri de un difunto quiera acercarse a sus familiares y permanecer entre
ellos. Sin embargo, esta existencia irregular no debe ser prolongada por
mucho tiempo, ya que la proximidad entre el rúuri de un difunto y los
miembros de su familia puede atraer hacia estos últimos la presencia de
entidades inmateriales como el rúuri, pero consideradas como peligrosas
para las personas vivas.
Los peligros relacionados con la cercanía de un rúuri no deben ser
considerados como ataques del difunto hacia su familia. El rúuri de un
difunto es caracterizado más por un estado de melancolía que por el de
un ánimo violento. Sin embargo, la familia debe procurar que el rúuri
del difunto continúe su camino al mundo de los muertos en vez de per-
manecer entre ellos. Con este fin, deben tomarse ciertas precauciones
para proteger a los miembros de la familia de cualquier contratiempo
provocado por la presencia prolongada del rúuri del difunto entre los
vivos. Muchas familias náayeri, por ejemplo, atan una pulsera de hilo de
algodón en la muñeca de cada uno de los parientes del difunto al inicio
de los días de ayuno.13 Este gesto tiene la intención de mantenerlos uni-
dos y de evitar que alguno se deje llevar por las emociones que genera
el difunto.14
12 Como los náayeri, los huicholes, los tepehuanes y los tarahumaras reconocen que
cada persona posee un atributo similar al alma que, a diferencia de ésta, cuenta con eviden-
cias físicamente observables (cf. Gutiérrez del Ángel 2010: 115; Reyes, en prensa y Pintado
2006: 134-145). Por esta razón, debe pensársele mejor como fuerza vital. Estos otros grupos
coinciden en que una persona posee más de un componente de este tipo. Entre los náayeri,
no he escuchado de esta existencia de componentes de la persona más allá del rúuri.
13 En las ceremonias equivalentes de los tepehuanes y los mexicaneros, los vivos se
atan a una representación del difunto con ayuda de un hilo de algodón blanco. La tarea del
especialista ritual consiste justamente en romper este lazo para marcar una separación entre
ambos bandos (Reyes, en prensa; Alvarado 2004: 278-280).
14 Los náayeri sostienen que los bebés son los más expuestos en este tipo de situacio-
nes, pues el rúuri de un bebé no dispone aún de la capacidad para controlar sus emociones y
Presencias de un muerto ausente 389
triste debe estar! ¡Cuánto debe extrañarnos! ¡Qué pena sentirá de partir!
¡Cuántas ganas de vernos tendrá!15
Si bien las referencias al difunto tienden a ser evitadas, existe un
contexto privilegiado para hablar de él: la narración de los sueños. Es
sólo en dicho contexto que los familiares podrán referirse abiertamente al
difunto y mencionar su nombre. De hecho, soñar con alguien que acaba
de morir resulta muy común. La narración de estos sueños se realiza
temprano en la mañana y, generalmente, frente al mayor número posible
de miembros del grupo doméstico, ya que todos los presentes serán invi-
tados a dar su opinión sobre la interpretación que debe dársele al sueño.
La presencia del difunto en los sueños es vista como algo natural,
ya que los sueños son considerados como el contexto de acción ordinario
del rúuri de una persona. Así, la presencia de un difunto en un sueño se
toma simplemente como la evidencia de que el rúuri del difunto sigue
cerca de los miembros de su familia y no ha logrado comenzar su camino
al mundo de los muertos.
El punto central de esta etapa del ciclo ritual funerario ya no con-
siste en concebir el cuerpo del difunto como la prueba de su presencia,
sino de concebir una presencia para él basada en nuevos elementos, esta
vez inmateriales. Los comportamientos lingüísticos aquí expuestos logran
justamente generar entre los familiares de un difunto una existencia par-
ticular para este último. Al omitir la mención del nombre del difunto,
por ejemplo, se busca evitar explícitamente llamar la atención de su rúuri.
Sin embargo, esta prohibición también trae consigo una consecuencia
implícita: el común acuerdo de que el difunto sigue siendo palpable en
el mundo de los vivos a pesar de contar con una existencia inmaterial.
Cabe señalar aquí que el rúuri es considerado el centro de los esta-
dos anímicos de un individuo. Así, es justamente en el ámbito de las
emociones en donde la presencia del rúuri de una persona se expresa más
claramente tras su muerte. La tristeza que sienten sus familiares, y que
atribuyen a lo que el rúuri del difunto debe estar sintiendo, aparece tam-
bién como una prueba fehaciente de la proximidad del rúuri del difunto
con respecto a sus familiares. La manera en la que se hará mención del
difunto de este punto en adelante muestra igualmente la importancia
una pérdida. Ante mis preguntas insistentes se me ha repetido que se hacen las cosas así
pues, en caso de sentir pena por la muerte de un difunto, éste reconocería de inmediato
el sufrimiento de sus seres queridos y le costaría más trabajo dejar el mundo de los vivos
sabiendo que su partida genera tanto dolor en aquellos que lo quieren.
Presencias de un muerto ausente 391
atribuida a esta emotividad. Con el término tiwamí (‘El que está muerto’)
se hace referencia al difunto con sus distintas propiedades. Sin embargo,
es con un término que subraya el estado emocional que se hace referencia
al rúuri del difunto: tïwákwi (‘El que sufre/El que está herido’).
Para concluir esta sección, es importante leer lo que estas prácticas
discursivas dicen entre líneas. Ocultar el nombre del difunto para no
llamar su atención y exponer las emociones propias como si se tratara de
una reacción ante las emociones del difunto son dos distintas maneras
con las que los náayeri buscan evitar llamar la atención del difunto. Al
mismo tiempo, ambos comportamientos conducen desde la perspectiva
de los participantes a recordar continuamente la presencia del difun-
to entre los vivos y a atribuirle una existencia ostensiva a pesar de su
ausencia física. Así, más allá de su materialidad ausente, el difunto sigue
ocupando hasta aquí una posición a partir de la cuál puede seguírsele
considerando como miembro activo de su grupo de parentesco y, en
particular, de su grupo residencial.
El ra ’ach w é’ebe
conoce con la expresión “Corrida del alma”. Este nombre le ha sido atribuido debido al
último episodio del ritual, en el que los participantes exigen al rúuri del difunto que se vaya
de su casa golpeándolo simbólicamente con varas de follaje. Un nombre más preciso para
esta ceremonia es, sin embargo, “Ceremonia de la espera”, como la traducción literal de su
nombre en lengua náayeri lo indica. En efecto, el objetivo central de este ritual es esperar
que el rúuri del difunto llegue hasta donde se encuentran reunidos sus parientes.
17 El término ra’ach wé’ebe se traduce como ‘esperándolo’ y hace referencia a lo que la
del altar en donde tiene lugar la ceremonia. En este ritual puede obser-
varse además un nuevo comportamiento lingüístico: el especialista se
dirige al difunto usando su nombre y en segunda persona, es decir, de
manera directa. El especialista pide al difunto que se aproxime al lugar
en donde se encuentran reunidos todos sus familiares. Una vez que el
especialista considere que el rúuri del difunto está allí, le hablará y le hará
ciertas recomendaciones. En particular, le pedirá que se dé cuenta de su
nuevo estado y le exigirá que se aleje definitivamente de los miembros
de su familia aunque quiera seguir estando cerca de ellos.
La descripción de un ra’ach wé’ebe que presencié hace varios años
tras la muerte de una vieja amiga puede ilustrar mejor esta secuencia
de acciones rituales. Cabe recordar aquí que todo primer ra’achwé’ebe da
inicio en la noche del quinto día de ayuno.
18 Todos los rituales náayeri comienzan con este rito en el que el especialista convoca
a los espíritus de los diversos rumbos cardinales. Para ello, girando sobre el eje de su cuerpo,
va deteniéndose en cada uno de los rumbos cardinales siguiendo un orden fijo. Comienza
siempre por el oriente, seguido del poniente, el norte y el sur. Luego, de cara al oriente, inclina
su mirada hacia abajo y luego la eleva al cielo. Para concluir, hace referencia a las deidades
del mundo entero, que simbólicamente se sitúan en los puntos intercardinales.
Presencias de un muerto ausente 393
19 Hasta donde he alcanzado a ver, el objeto mostrado se parece a un pequeño cristal
o a un grano de café.
394 Margarita Valdovinos
20 Cada ra’achwe’ebe concluye con un gran festín, para el que se prescribe matar una res.
Este gesto recuerda mucho los sacrificios que celebran otros grupos indígenas de la región
para estas mismas ocasiones.
Presencias de un muerto ausente 395
El duelo
21 Ambos rituales forman parte del subciclo ceremonial de transición estacional cele-
brado por el Gobierno Tradicional de cada comunidad náayeri. Al mismo tiempo, estos dos
rituales ocupan un lugar muy importante en las celebraciones de un número considerable
de grupos de parentesco.
396 Margarita Valdovinos
la casa se coloca un altar con comida, velas y flores que se ofrecen a los
muertos y antepasados de la familia. Al final del ritual, se entregarán
las ofrendas a los difuntos de la familia, para lo que se mencionan en
una oración los nombres de todos los muertos que se conocen. Aquí, la
omisión del nombre del difunto reciente es siempre particularmente sor-
prendente para los miembros de la familia del difunto que se encuentran
reunidos de nueva cuenta en casa de este último. Esto se debe a que la
asistencia está acostumbrada a escuchar en este momento del ritual los
nombres de todos los parientes que han muerto y resulta extraño que el
único difunto que no se mencione sea justamente el difunto de la casa
en la que se realiza la ceremonia.
Esta omisión, con la que se pretende ignorar la existencia de este
ser que no es considerado ni del mundo de los vivos ni del de los muer-
tos, va de la mano con otro hecho. Por lo general, en la misma pieza en
donde se coloca la ofrenda para los muertos se encuentran también las
posesiones empacadas del difunto por el que se está en duelo. Si bien el
contenido de los paquetes permanece fuera del alcance de la vista de los
presentes, los paquetes mismos están allí, a la vista de todos, exponiendo
ostensivamente una vez más la existencia de un ser que se encuentra aún
entre dos mundos.
La fiesta que se celebra en honor a la Santa Cruz es también una
importante ocasión en los procesos rituales del ciclo funerario. De hecho,
es durante esta celebración cuando se manipula otro tipo de posesiones
del difunto que hasta aquí no se han mencionado: los objetos rituales.
Cuando el difunto es un hombre mayor, es común que se trate del espe-
cialista ritual de su grupo doméstico. Esta posición le otorga, además de
responsabilidades para con los miembros de su grupo, el cuidado de los
objetos rituales que utiliza a lo largo de su vida en sus tareas ceremoniales.
Tras la muerte de un especialista de este tipo, los objetos rituales
que le fueron asignados deberán seguir siendo utilizados para los rituales
de su grupo hasta que se considere que su rúuri se encuentre definitiva-
mente en el mundo de los muertos. Sin embargo, puesto que el dueño
de los objetos ya no puede preceder los rituales, algún otro hombre del
grupo deberá sustituir al especialista difunto haciendo uso de sus objetos
hasta que se dé por concluido el periodo de duelo.22 Cabe mencionar que
dicho suplente no podrá tomar posesión de los objetos; sólo los usará en
nombre del difunto. Así, las oraciones y los gestos que realice el sustituto
utilizando los objetos rituales del difunto serán considerados como gestos
del difunto mismo.
Esta situación se mantendrá así hasta la celebración del ra’achwé’ebe
final que marca el término del duelo y que asegura a los miembros del
grupo que el rúuri del difunto ha completado su recorrido hasta el mundo
de los muertos. Es justamente en el ritual de la Santa Cruz posterior
a tal ceremonia que los objetos rituales del difunto serán finalmente
depositados en una cueva y nuevos objetos rituales serán elaborados para
quien ocupe permanentemente la nueva posición de especialista ritual
del grupo.
El comportamiento que observamos en estos rituales no debe
entenderse simplemente como una forma de ignorar la presencia del
rúuri del difunto, sino más bien como una manera de señalar la existencia
problemática que se atribuye al difunto durante el periodo de duelo y
la dificultad que se tiene para definir su existencia inmaterial entre los
vivos. Es justamente para resolver esta situación que se celebra el segundo
ra’achwé’ebe.
De igual forma que en el primer ra’achwé’ebe, en la segunda cele-
bración de este ritual, los parientes se reúnen en casa del difunto bajo la
guía de un especialista ritual a esperar la llegada del rúuri del difunto.
Aquí debo narrar un último evento que tiene lugar al concluir la espera
del rúuri que, por motivos de practicidad, abreviaré utilizando la des-
cripción del primer ra’achwé’ebe.
Conclusión
determinan antes de la realización del segundo ra’achwé’ebe si éste debe tener lugar o si es
mejor esperar y realizarlo cuatro años más tarde. Sin embargo, en algunas ocasiones se llegan
a celebrar dos ra’achwé’ebe de clausura, uno luego de un año y otro más luego de cinco años
de la muerte del individuo en cuestión. Los terceros ra’achwé’ebe se celebran cuando existen
conflictos en la razón atribuida a la muerte del difunto, cuando alguno de los miembros de su
familia presenta alguna enfermedad grave o ha sido víctima de algún accidente, pero también
cuando hay conflictos en la manera en la que serán repartidos los bienes del difunto. En
todo caso, si el especialista determina que el muerto no está listo para partir, se pospondrá
la repartición de los bienes del difunto que volverán a ser ocultados y mantenidos fuera del
alcance de los parientes del difunto hasta la celebración del tercer ra’ach wé’ebe. De cualquier
modo, la celebración de un tercer ra’achwé’ebe es poco común debido a los costos que implica
un ritual de este tipo.
Presencias de un muerto ausente 399
Bibliografía
Alvarado, Neira
2004 Atar la vida, trozar la muerte. El sistema ritual de los mexi-
caneros de Durango, Morelia, Universidad Michoacana de
San Nicolás de Hidalgo, exconvento de Tiripetío.
Gutiérrez del Ángel, Arturo
2010 Las danzas del padre sol: ritualidad y procesos narrativos
en un pueblo del occidente mexicano, México, unam, iia,
Universidad Autónoma Metropolitana (Iztapalapa), El
Colegio de San Luis A.C., Porrúa.
Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (Inali)
2008 “Catálogo de las lenguas indígenas nacionales: Variantes
lingüísticas de México con sus autodeterminaciones y
referencias geoestadísticas”, Diario Oficial de la Federación
(Primera sección), 14 de enero, México, pp. 31-112.
Pintado, Ana Paula
2006 “Nutelia: la fiesta para alimentar a los muertos. Una cele-
bración en una comunidad tarahumara”, Día de Muertos en
México, México, Patrimonio cultural y turismo, Cuaderno
16, cnca, pp. 134-145.
402 Margarita Valdovinos
Reyes, Antonio
s. f. “De la ambivalencia al tabú. Las transformaciones del con-
cepto de persona en el noroeste de México”, en Catherine
Good y Marina Alonso Bolaños (coords.), Cosmovisión y
mitología. Etnografía de las regiones indígenas de México en
el nuevo milenio, México, inah, en prensa.
Scheib, Jay
2012 World of Wires, adaptada y dirigida por Jay Scheib de la
película “Welt am Draht” de Rainer Werner Fassbinder,
Libreto basado en la novela “Simulacron-3” de Daniel
Galouye, Simulated Cities/Simulated Systems Part 3,
Première en The Kitchen, Nueva York.
Valdovinos, Margarita
2002 Los cargos del pueblo de Jesús María (Chuísete’e): una réplica
de la cosmovisión cora, México, inah (Tesis de Licenciatura
en Etnología).
2008 Les chants de mitote náyeri. Une pratique discursive au sein
de l’action rituelle, Universidad de París X, Nanterre (Tesis
de Doctorado en Etnología).
Volverse invisible ante los muertos:
el uso de pintura corporal negra en los ritos
funerarios wixaritari (huichol) 1
mente esta investigación se encuentra en una nueva fase en mis estudios de doctorado en
donde continúo tratando de conocer acerca de la noción de persona entre los huicholes, a
partir del tratamiento ritual que reciben los cuerpos y en especial el uso pintura corporal. Sin
embargo en esta ocasión no sólo me limito al estudio de los rituales mortuorios en donde
prevalece el uso de pintura corporal de color negro sino a otros rituales en dónde se emplean
pigmentos de otros colores como son el rojo y el amarillo.
[403]
404 Ricardo C. Pacheco Bribiesca
estudios con los aspectos pragmáticos del ritual, pues estos nos permiten
comprender de una mejor manera que es lo que la gente hace en el ritual
para transformarse, para ser otro, o como el otro, un hecho mediante el
cual es posible establecer relaciones sociales relativamente más seguras
con distintos seres existentes.
Para nosotros saber el simbolismo de tal o cuál diseño pintado en
el cuerpo de una persona subyace al ritual, y puede ser de utilidad si se le
contextualiza, ya que el uso de pintura corporal por parte de los asistentes
a un ritual no sólo es una expresión estética o simbólica, sino también un
acto que permite poner en juego ciertas dinámicas de interacción entre
distintos agentes sociales involucrados.
Pintarse el cuerpo permite a los seres humanos tomar transitoria-
mente las características ontológicas de seres existentes como los muertos
o los ancestros míticos, es decir, volverse temporalmente como ellos y
contar con capacidades especiales con las que no se cuenta, como por
ejemplo la de poderse dejar ver u ocultarse ante otros a voluntad, una
característica con la que los dioses y los muertos si cuentan.
Volverse invisible ante los muertos 405
a la función que cada una de estas pinturas tiene es necesario analizarlas de forma vinculada,
incluso en sus oposiciones estructurales, como sucede en el caso de la pintura amarilla y la
negra, la primera asociada con la luz y la segunda con la oscuridad, las cuales pueden utilizarse
de forma simultanea en un mismo ritual, en episodios distintos.
406 Ricardo C. Pacheco Bribiesca
Si bien el ritual mortuorio wixarika se preocupa tanto por los vivos como
por los muertos, y busca proteger de muy diversas maneras a los vivos de
los muertos, como por ejemplo al apartar a estos últimos, encaminán-
dolos a nuevas moradas en donde en un futuro residirán confinados, los
Volverse invisible ante los muertos 407
más de cien años sus postulados y mucho menos repetir acríticamente sus
planteamientos, interpretaciones que al menos nosotros no compartimos,
pues en base a nuestra propia experiencia etnográfica, son los participan-
tes en este ritual los que experimentan verdaderas emociones de pánico,
terror y miedo. ¿Cómo podría ser posible espantar a un muerto, cuando
quienes experimentan exacerbados sentimientos de temor son los deudos?
Para nosotros medios rituales como: cruces con espinas, infusiones
de plantas como el tuxu, o cruces pintadas de color negro, ya sea tanto
en los dinteles y puertas de las casas, como en las piedras de las orillas
del rancho o sobre la piel de las personas, son medios mágicos para que
el muerto no pueda seguir observándoles y por ende con la oportunidad
de “tocarlos”. Es por ello, que las entradas y las personas son ocultadas
mediante el negro, un color que brinda a las personas las propiedades de
los seres oscuros, los cuales tienen por característica principal el no poder
ser vistos o el ser invisibles.
Los trabajos etnográficos sobre huicholes que tocan directa o indi-
rectamente el tema de la muerte y los rituales fúnebres, han entendido a
éstos como rituales de paso, un paradigma que ha servido como ejemplo
o modelo una y otra vez, de ahí que las temáticas desarrolladas al respecto
traten, por ejemplo, sobre la ruta que el muerto recorre después de morir
(Leal 1992; García y Leal 1997; Preuss 1998: 286), o los destinos post
mórtem a donde los muertos van a vivir (Diguet 1992: 148; García y
Weigand 1992; Lumholtz 1945: 235; Zingg 1982).
Quizá la evidencia más clara, sobre lo dicho, sea una cita del antro-
pólogo norteamericano Zingg, quien llegó al extremo de decir que eran
los propios indígenas quienes consideraban que sus ceremonias de muerte
eran ritos de iniciación y pasaje; este autor, cotejando sus observaciones
con el trabajo de uno de sus antecesores, se apoya y consolida el para-
digma del ritual mortuorio, como ritual de paso: “He presenciado las
ceremonias de este tipo que se realizan en ambas tribus 4 y he notado
que en lo que ellas se dice y las ofrendas y los gestos, revelan tal como
lo señalara Lumholtz respecto de los tarahumaras, el propósito de la
ceremonia es conseguir que la persona se marche al otro mundo” (Zingg
1982 [1938]: 294-295. Tomo I).
Nuestro trabajo en un principio ha seguido esta tónica, sin embargo,
como lo hemos sugerido antes, los funerales se ocupan de los muertos,
en relación a los vivos, de esta manera si bien son rituales de paso, que
tienen dentro de sus propósitos marcar la transición de una fase de la
4 Huicholes y tarahumaras.
Volverse invisible ante los muertos 409
El canto
Una revisión más detallada del trabajo traducido por Preuss, nos
permitió establecer similitudes, entre su canto, en su versión de 1906,
con el ritual que nosotros presenciamos en el año de 2007, del cual que-
remos destacar algunas de las observaciones en relación a los diálogos de
los existentes involucrados y la interpretación que éste dio a las prácticas
mágicas ejecutadas y por ende la finalidad del ritual. En el canto, el
regreso del muerto al rancho, una vez que Kauyumarie lo ha encontrado,
es descrito de la siguiente manera:
7 Que como hemos dicho antes, es elaborado con madera carbonizada de pino, tizones
¿cómo le pasó acá y más allá?, ¿y cómo regresó?, ¿qué le dijeron allá?, ¿por
qué regresó?, ¿por qué no la quisieron?, ¿por qué no quisieron que pasara
adelante?
— ¡Voy, voy, corriendo, regreso a donde está Virgen de Guadalupe,
Tuapurie, Plateros!
— Tiene que andar por todas partes.
— ¡Yo no dije que te murieras, o sí, te voy a recibir, o no, te voy a
recibir, aquí te presentaste y te regresas, donde te caíste!
— La estaban castigando, donde la castigaron y le preguntaban
¿por qué?
— ¡Aquí fuiste, así te portaste, yo no quería que hicieras esto, te
portaste mal con tu papá, con tu mamá!
— Toda la verdad.
— Sale si mi papá me cuereó, mi papá, toda, la despedida.
— De acá se va a otro mundo.
— Los que se van a vivir a la costa allá en Nayarit, es ya otra, oscuro,
negro allá, ahí no se ve bien, acá si se ve bien, en Wirikuta, con Nuestro
Padre Sol, allá es como Nuestra Madre Tierra, casi oscuro, como haz de
cuenta que todo el día y la noche está oscuro, allí, como abajo del agua,
como que andan las personas ahí, uno cuando, tu si vas, si está oscuro,
ahí te asustan. Allá es como cuando hacemos la fiesta, tambores, Hikuri
Neixa, mitote, Namawita Neixa, cualquier fiesta así, allá estamos haciendo
allá abajo fiesta, allá hay animales, lobos, si te agarran los lobos, te castigan
los kam+kite, como lobos, tigres, todos los animales, víboras, coralillos,
otros animales, donde hay animales te pasas para que te persigan, para
que te agarren, te azoten, por eso hay mucha gente que se porta bien” (Las
Latas, junio 2007).
llegó hacia mí. Mis madres, ustedes están aquí ustedes sostenían mi vida,
ustedes la soltaron, y está marchitó [se refiere al tauka]. —Ahora morí,
mis compañeros, para que lo sepan. Que no están tristes sus corazones. Ya
no puedo hablar con ustedes. Como veo, aquí están todas mis posesiones
[éstas se extienden en el patio]. Me deshago de ellas, para qué me sirven.
Qué me bañen [se le esparce agua con una vara emplumada]. Mi comida,
aquí está, la veo, pero no puedo comer. Mis hijos, los dejé atrás, porque
me morí, después de vivir un día. —¿Cómo te vas a alimentar, ahora que
me morí? [Las últimas palabras se dirigen a la viuda] (Preuss 1926).
Noción de persona
La noción de persona wixarika implica escisión, para ello nos fue de gran
utilidad teórica el concepto de “dividuo” propuesto por Marilyn Strathern
(1988) para los estudios melanesistas, retomado por los amazonistas
Viveiros de Castro (2004) y Vilaça (2005), e introducido al caso huichol
por Neurath (2008).
Dicho concepto define a la persona viviente como un compuesto,
constituido por una doble polaridad, si mismo/otro, o consanguíneo/afín.
Entidad que es descompuesta por la muerte, la cual separa un principio
de alteridad afín, el alma, de un principio de identidad consanguíneo,
dicho de otra manera, el alma es un aire que le da vida a un cuerpo y
valga la redundancia, permanece en su interior durante todo el tiempo
que ese cuerpo conserva la vida, pero cuya perdida o abandono total del
cuerpo, conlleva la muerte.
Para los huicholes, la hechura o fabricación de los cuerpos, es una
tarea que involucra a los seres humanos, en este caso el padre y la madre
(consanguíneos), quienes mediante la mezcla de fluidos, sangre y semen
dan por producto un cuerpo. Sin embargo la vida como tal, es dada por
el alma, venida del exterior, constituida por los alientos de madres y
padres míticos (afines), que depositan la vida en el cuerpo del ser que
esta por nacer.
La siguiente exegesis explica lo dicho antes: “cuando uno nace, la
humanidad lo que hace nada más, es que el hombre engendra a la mujer,
pero ya darte la vida, ya no, quien te pudiera dar la vida es a quien no
vemos, únicamente uno da la sangre, pero que te haga vivir ya así, que
actúes, ya no. Pero bueno allá adentro, ya mi padre Dios mismo o la mis-
ma madre diosa ya te dio la vida a la hora de nacer, no sólo es la acción
del hombre y la mujer, si así fuera yo haría miles de niños, si hubiera
Volverse invisible ante los muertos 421
8 Pitarch (1996: 55; 2000: 13) en su etnografía sobre los tzeltales en Chiapas, ha
empleado el concepto de “gaseiformes”, para conciliar la idea de que las almas son algo
gaseoso y que a la vez poseen una forma dada, “imaginadas como un gas denso, pero con
forma”, este principio puede ser aplicado al caso huichol, para quienes las almas, son aire,
equiparadas con una composición parecida a la de las nubes, las cuales son imaginadas, des-
critas y percibidas, como invisibles, pero con un perfil idéntico al cuerpo de la persona que
habitaban, en suma una réplica gaseiforme de la persona, que mantiene el aspecto externo y
las propiedades del cuerpo contenedor.
422 Ricardo C. Pacheco Bribiesca
partir del simbolismo como lo hemos hecho antes con el quincunce, pero
también como un acción pictórica creativa, mediante la cuál se posibilita
la relación con un muerto, relación que se materializa en forma de pintura
corporal y representa un conjunto de relaciones rituales que se establecen
entre seres diferentes, a los que no se puede ver pero sí percibir.
Sin que nuestro trabajo pretenda buscar reminiscencias prehispá-
nicas para justificar una tradición interrumpida que ligue el pasado con
el presente sobre el uso de pintura corporal por los grupos indígenas del
Gran Nayar, y en específico el caso de los huicholes, es relevante decir
que los grafismos corporales en donde se representan cruces que remitan
a la estructura del quincunce al parecer forman parte de una tradición
intelectual amerindia mesoamericano cuya extensión puede encontrarse
en muy diversas culturas, regiones y temporalidades, ejemplo de ello los
podemos hallar en el altiplano central, el occidente o la costa del Golfo,
con esculturas arqueológicas del clásico en Veracruz, figurillas del preclá-
sico tardío procedentes de Chupícuaro, Guanajuato, del clásico temprano
procedentes de Colima, o del posclásico tardío, de la cultura mexica, en
el altiplano central (cabeza de Coyolxauhqui), entre otras.
El diseño de la cruz como pintura corporal en la región del Gran
Nayar, se vuelve interesante en la medida del contexto etnográfico par-
ticular en el que se encuentre y puede abrir muchas vetas futuras de
investigación, por ejemplo entre sus vecinos occidentales de los huicholes,
los coras, el símbolo de la cruz sobre los cuerpos a manera de pintura
corporal, pone en juego los aspectos de visibilidad e invisibilidad tan
recurrentes en las tradiciones intelectuales indígenas de la región, mez-
cladas con rituales de cierta raigambre católica, un ejemplo claro de ello
son estos personajes famosos de la Semana Santa, los borrados, seres
oscuros, cuya pintura corporal clásica de color negra, puede servir como
soporte para una cruz de color blanco o viceversa, cruces negras sobre
fondos blancos, interpretadas por algunos como estrellas matutinas o ves-
pertinas, esto es diurnas o nocturnas, sobre cielos claros u oscuro, de ahí
la decoración de negro sobre fondo blanco, o blanco sobre fondo negro.
En cuanto al caso wixarika, es evidente que la aplicación de pin-
tura negra únicamente en el lado derecho segmenta de forma vertical
el cuerpo en dos, poniendo al descubierto la ambivalencia de la noción
de persona que los huicholes manejan. Esta operación ritual se refuerza
nuevamente días después, una vez que el mara’akame ha traído al muerto
para conversar con él y lo ha despedido finalmente. ¿Pero por qué es el
lado derecho el único que se pinta y por que hay lugares específicos en
el cuerpo dónde el tuxari es aplicado?
428 Ricardo C. Pacheco Bribiesca
Ambivalencia
Centros anímicos
De entre muchas cosas, este mito nos sirve para saber que las tsarixi
engañan a Watakame, pues ellas en ningún momento utilizaban las cenizas
como medio de intercambio, ya que hurtaban el maíz, pues a diferencia
de otras culturas, en donde las hormigas son clasificadas positivamente
y utilizadas como ejemplo de una buena moral por su predisposición al
trabajo, para los huicholes las hormigas son seres deleznables relaciona-
das con la destrucción de cosechas y el robo de todo tipo de alimentos.
Por lo señalado, no es complicado inferir de dicho mito que el
papel de las cenizas no implica un valor de cambio, pues su valor como
moneda de cambio simplemente es nulo, sin embargo no su valor ritual
para oscurecer y ocultar los cuerpos, como pintura corporal, de esta
manera las hormigas se mimetizaron con la oscuridad de la noche, para
robarle sus granos de maíz, a la madre mítica Ut+’eanaka, mediante el
camuflaje del tizne negro.
Conclusiones
Como se subrayó a lo largo del texto para los huicholes los muertos
son peligrosos y su cercanía potencializa la posibilidad de enfermarse o
morir. Prueba fehaciente de ello es que a pesar de que la gente cumplió
Volverse invisible ante los muertos 431
Bibliografía
Anguiano, Marina
1996 “Muuqui Cuevixa: Time to bid the dead farewell”, en
Stacey B. Schaefer y Peter T. Furst (eds.), People of the peyote.
Huichol Indian history, religión, and survival, Alburquerque,
University of New Mexico Press, pp. 377-388.
Diguet, León
1992 Por tierras occidentales. Entre sierras y barrancas ( Jesús
Jáuregui y Jean Meyer, eds.). México, cemca-ini.
432 Ricardo C. Pacheco Bribiesca
Fikes, Jay C.
1993 “To be or not to be. Suicide and sexuality in huichol indian
funeral-ritual oratory”, en Arnold Krupat (ed.), New voices
in native american literary criticism, Washington, D.C.,
Smithsonian Institution Press, pp. 120-148.
García Muñoz, Pedro Haim+wie y Silvia Leal Carretero
1997 “Una versión del mito huichol de la ruta de los muertos”,
Tlalocan, vol. 12, pp. 27-70.
García de Weigand, Acelia y Phil C., Weigand
1992 “Muerte y luto entre los huicholes del Occidente de
México”, en: Phil C. Weigand (ed.), Ensayos del Gran
Nayar. Entre coras, huicholes y tepehuanos. México, cemca-
ini y El Colegio de Michoacán, pp. 215-233.
Geist, Ingrid
1991 “El espacio tiempo huichol”, México indígena, vol. 16-17,
pp. 63-67.
Leal, Carretero Silvia
1992 “Xurawe o la ruta de los muertos (mito huichol en tres
actos)”, México, Universidad de Guadalajara.
Lumholtz, Carl
1945 México desconocido. Tomo II. México. Ediciones Culturales
de Publicaciones Herrerías.
Neurath, Johannes
2000 “El don de ver: el proceso de iniciación y sus implicaciones
para la cosmovisión huichola”, Desacatos, vol. 5, pp. 55-77.
2002 Las fiestas de la Casa Grande. Procesos rituales, cosmovisión y
estructura social en una comunidad huichola, México, inah,
Universidad de Guadalajara.
2006 “Time as a Process of Creation. A 17th Century Cora
Calendar as Compared to Contemporary Huichol and
Cora Practices”, ponencia presentada en el Symposium
Mesoamerican Time before and after the Spanish Invasion,
Berkeley.
2008 “Alteridad constituyente y relaciones de tránsito en el ritual
huichol: iniciación, anti-iniciación y alianza”, Cuicuilco,
nueva época, vol. 15, n. 42, enero-abril, pp. 29-44.
Pacheco Bribiesca, Ricardo Claudio
2008 “Indígenas huicholes, agua y paisajes marinos”, en Agua y
diversidad cultural en México, México, Unesco.
Volverse invisible ante los muertos 433
Glosario
hayari semen
iya respiración, aire que entra y sale por la boca o la
nariz.
Iyari alma, espíritu, vida, fuerza vital, corazón.
Jutaimari termino dado al ritual mortuorio
kakai huarache, centro anímico ubicado en los tobillos
Keruwit+a “abajo del cerro keuruwi”, ranchería y tukipa de la
comunidad tuapurie; español: La(s) Lata(s); nom-
bre esotérico: yukaimuta
k+puri centro anímico que encuentra su asiento en la
cabeza
mara’akame “soñador”, chamán, curandero, cantador
matsiwa pulso, pulsera, centro anímico ubicado en las muñe-
cas
mukikuewixa terminado dado al ritual mortuorio
muki muerto
nierika cara, mejilla, “instrumento para ver”, “escudo”,
espejo, cuadro de estambre, tipo de ofrenda circular
elaborado de varitas y estambre, “el donde ver”,
centro anímico ubicado en los pómulos
Tatei Ut+’eanaka nuestra madre diosa del pez bagre
tepali piedra circular de sacrificio, centro anímico ubicado
en el área umbilical
tukari lo luminoso, luz, mediodía, luz solar, vida solar
t+kari lo oscuro, oscuridad, vida nocturna, la medianoche,
la oscuridad
tuxari pasta o pintura de color negro, resultante de mez-
clar salvia con cenizas, utilizada en los rituales
mortuorios
Volverse invisible ante los muertos 435
Carlos Mondragón
Centro de Estudios de Asia y África
El Colegio de México
Introducción
Incertidumbre y orden sociocósmico en el estudio
del Pacífico occidental
1 Véase en particular el volúmen colectivo editado por James Fox (1997), en el cual
[437]
438 Carlos Mondragón
también a Lane (1965); Jolly (1991); Scott (2007) y Taylor (2008), en relación con variantes
topogénicas propias de la región de Melanesia insular en la cual se ubican las sociedades
que discuto en este capítulo.
2 En otros trabajos (Mondragón 2015) he discutido el equívoco que resulta de la
utilización del concepto de ‘disputa’ en este contexto, toda vez que el usufructo de la tierra
en Melanesia es un derecho que cambia constantemente de manos de acuerdo con los ritmos
propios del intercambio ritual, las alianzas matrimoniales y los desplazamientos territoriales
mediantes los cuales se organizan las relaciones sociales en esta parte del mundo.
Ocultamiento y revelación en un cosmos especular 439
cualidades visuales y materiales que surgen durante los actos rituales que
aquí analizo.
He estructurado la siguiente discusión en torno a tres conceptos
que resultan clave para comprender la constitución del contexto ritual
en cuestión. Éstos son: el dualismo, el reconocimiento existencial, y la
condición de verdad del mundo de los espíritus. A partir de este conjun-
to conceptual emprendo un abordaje analítico de actos de visibilidad e
invisibilidad, de presencia y ausencia, que sirven para reiterar y producir
un sentido de estabilidad espaciotemporal entre la comunidad de perso-
nas y presencias espirituales propias del cosmos relacional de Islas Torres.
Desde finales del siglo diecinueve las discusiones sobre la forma que
asumen las relaciones socio-territoriales en Vanuatu han dado cuenta de
la persistencia de una cierta complementariedad cosmológica que parece
caracterizar el ordenamiento de los mundos sociales y espirituales de
casi todas las sociedades del centro y norte de este extenso archipiélago
melanesio (Codrington 1890; Deacon 1934; Layard 1942). Este prin-
cipio de complementariedad opuesta se hace particularmente evidente
en los ámbitos del intercambio mutuamente nutricio mediante el cual
se configuran los sistemas matrilineales de parentesco y territoriali-
dad de esta región. Un buen ejemplo reciente se encuentra en el estudio
de John Taylor sobre Raga, una de las grandes islas del centro-norte de
Vanuatu, comúnmente conocida como Pentecost. Taylor (2008: 96-97)
observa que en la comunidad sociolingüística de los Sia Raga, en el norte
de aquella isla, este patrón de dualismo cosmológico constituye “una
complementariedad ambivalente pero productiva” que actúa como “la
característica arquitectónica fundamental del universo […] cosmológico,
metafísico y social”.
Un breve repaso a la etnografía de Melanesia revela que desde hace
más de un siglo se ha generado un volumen considerable de investiga-
ciones en relación con el dualismo, lo que, en la anterior cita, Taylor
denomina el universo “social” de las islas —especialmente en relación
con el ordenamiento de sistemas de parentesco y ciclos de intercambio
ritual (Leach y Leach 1983). En contraste, ha sido marginal el número de
estudios dedicados a la exploración del mismo fenómeno en los ámbitos
“cosmológico” y “metafísico”, los cuales incluyen de manera prominente
aquellas esferas propias de las presencias ancestrales y espirituales del
Ocultamiento y revelación en un cosmos especular 441
5 En mi estudio monográfico sobre Islas Torres (Mondragón 2015) me refiero al todo
del “otro lado” acerca del cual se dice que los vivos somos meras “som-
bras”. En efecto, los espíritus llevan a cabo los mismos actos cotidianos
que los vivos: pescan, crían cerdos, atienden sus huertos y viven en aldeas
espectrales; incluso practican danzas rituales y tienen su propia versión
de la economía monetaria, dentro de la cual se afirma que comercian con
la copra, manejan lanchas de motor y realizan transacciones en efectivo
con fantasmales barcos de carga, idénticos a los que dan servicio hoy día
a las islas de Vanuatu. Estas asociaciones no son fácilmente perceptibles
desde nuestro mundo, pero se pueden atisbar de vez en cuando a través de
pistas sutiles y fantasmagóricas: ruidos inexplicables, huellas extrañas
en los caminos boscosos, repentinos cambios en el medio ambiente cir-
cundante. Los marcadores por excelencia de la presencia de las cosas de
nePene en nuestro mundo son los topónimos, los cuales casi siempre car-
gan significados ocultos detrás de sus nombres públicos, de manera que
el término común para cualquier sitio o rasgo dado del paisaje cultural
tiene el potencial de revelar una asociación semi-oculta con los paisajes
propios del “otro lado”.
En medio de estas asociaciones especulares los habitantes de Islas
Torres mantienen siempre el énfasis en el hecho de que nuestra condición
de “mundo sombra” en relación con el “mundo verdadero” sirve como un
recordatorio prescriptivo para la manutención de ideales de estabilidad
ontológica e incluso moral. Sobre todo, esta relación especular no es
estática, dado que el universo mismo nunca lo es; necesita (re)activarse
de manera constante, a partir de actos de reconocimiento y comporta-
miento correcto.
A estas formas de correcto comportamiento comúnmente se les
denomina rispek en bislama (el lenguaje neo-melanesio que sirve de lin-
gua franca en todo Vanuatu), pero su etimología indica algo mucho más
trascendental que lo que traducimos fácilmente los euroamericanos por
actos de “respeto”, en tanto actitudes cotidianas de reserva o de pudor.
Tal y como lo practican los ni-Vanuatu, incluyendo los habitantes de
Islas Torres, el término rispek es un indicador verbal de la necesidad
percibida que tenemos los humanos de luchar por emular y reconocer el
“espíritu” (temet en lo-toga), es decir, la verdad subyaciente de todas las
cosas en el mundo.
NePene representa el sitio en donde reside el “espíritu” de todas las
cosas, y por tanto es el espacio privilegiado hacia el cual está dirigido, en
última instancia, todo acto de rispek. En este sentido es que constituye lo
que Debbora Battaglia ha descrito como el “espectro ambivalente pero
valioso del Otro que ronda los textos de la vida humana —textos que
444 Carlos Mondragón
Conclusión
Bibliografía
Battaglia, Debbora
1992 “The body in the gift: Memory and forgetting in Sabarl
mortuary exchange”, American Ethnologist, vol. 19, pp.
3-18.
Campbell, Shirley
2001 “The captivating agency of art: many ways of seeing”, en
Christopher Pinney y Nicholas Thomas (coords.), Beyond
aesthetics: Art and the technologies of enchantment, Oxford,
Berg, pp. 117-135.
Codrington, Robert Henry
1891 The Melanesians. Studies in their Anthropology and Folk-Lore,
Oxford, Clarendon Press.
Deacon, Bernard
1934 Malekula. A Vanishing People in the New Hebrides, Londres,
Routledge & Keegan Paul.
Demian, Melissa
2004 “Seeing, knowing, owning: Property claims as revela-
tory acts”, en Eric Hirsch y Marilyn Strathern (coords.),
Transactions and creations: Property debates and the stimulus
of Melanesia, Oxford, Berghahn, pp. 60-82.
Fox, James
1997 “Place and Landscape in Comparative Austronesian
Perspective”, en James Fox (coord.), The Poetic Power
of Place. Comparative Perspectives on Austronesian Ideas of
Locality, Canberra, ANU E Press, pp. 8-12.
Jolly, Margaret
1992 “Foucault goes Troppo”, Review of Knowledge and Power
in a South Pacific Society by L. Lindstrom”, The Journal of
Pacific History, vol. 27, n. 2 pp. 237-243.
Lane, Robert B.
1977 “The New Hebrides: Land tenure without land policy”,
en Ronald Crocombe (coord.), Land Tenure in the Pacific,
Melbourne, Oxford University Press, pp. 248-255.
Lattas, Andrew
1994 Cultures Of Secrecy: Reinventing Race In Bush Kaliai Cargo
Cults, Madison, University of Wisconsin Press.
Ocultamiento y revelación en un cosmos especular 451
Layard, John
1942 Stone Men of Malekula: The Small Island of Vao, London,
Chatto & Windus.
Leach, Edmund and Jerry W. Leach (coords.)
1983 The Kula: New perspectives on Massim exchange, Cambridge,
Cambridge University Press.
Leach, James
2003 Creative Land: Place and Procreation on the Rai Coast of
Papua New Guinea, Oxford, Berg.
2004 “Modes of Creativity”, en Eric Hirsch y Marilyn Strathern
(coords.), Transactions and Creations. Property Debates and
the Stimulus of Melanesia, Oxford, Berg, pp. 151-175.
Lindstrom, Lamont
1990 Knowledge and Power in a South Pacific Society, Londres y
Washington, Smithsonian Institution Press.
Mondragón, Carlos
2012 “Entre Islas y Montañas: Movimiento y geografía cultu-
ral en Melanesia y el Tibet”, en Patricia Fournier, Carlos
Mondragón y Walburga Wiesheu (coords.), Peregrinaciones
Ayer y Hoy. Antropología y Arqueología de las Religiones,
México, El Colegio de México, pp. 427-463.
2015 Un Entramado de Islas. Persona, medio ambiente y cambio
climático en el Pacífico occidental, México, El Colegio de
México.
Scott, Michael
2007 The Severed Snake: Matrilineages, Making Place and a
Melanesian Christianity in Southeast Solomon Islands,
Durham, Carolina Academic Press.
Strathern, Marilyn
2013 “Learning to see in Melanesia”, Lectures given in the
Department of Social Anthropology, Cambridge University,
1993-2008, Master Class Series, vol. 2, hau, Manchester,
University of Manchester.
Taylor, John
2008 The Other Side. Ways of Being and Place in Vanuatu, Honolulu,
University of Hawaii Press.
Young, Michael
1987 “The tusk, the flute and the serpent: Disguise and reve-
lation in Goodenough mythology”, en Marilyn Strathern
(coord.), Dealing with inequality: Analysing gender relations
452 Carlos Mondragón
1 Más información acerca del uso político y simbólico de códices y títulos primor-
diales después de 1531 a la época actual en México en Ruiz Medrano (2011). Agradezco
enormemente los comentarios a este capítulo al Dr. William Taylor, profesor emérito de
la Universidad de Berkeley, generoso maestro y admirado humanista. Asimismo, agradez-
co los generosos comentarios de los doctores Guilhem Olivier profesor investigador del
Instituto de Investigaciones Históricas de la unam y David Tavárez, profesor investigador
del Departamento de Antropología, Vassar College. Naturalmente los errores son todos míos.
[455]
456 Ethelia Ruiz Medrano
con un gran trabajo de crítica de fuente véanse Hanke (1977; 1988) y Bataillon y Saint-
Lu (1976). Para una visión sugerente y bien escrita, aunque utilizando sólo las fuentes ya
conocidas véase Padgen (1988).
Códices, bulas y conventos 457
5 Véase también Durán (1995: 79). Sobre el sacrificio humano, véase Zorita (1999),
Libro primero, capítulo décimo. Sobre la obediencia de los indios a sus dioses, también en
el Libro Primero, capítulo once.
6 Burrus (1976); Sempat Assadourian (1988); Ruiz Medrano (1999).
7 Sin duda un trabajo pionero en estos asuntos es Sempat Assadourian (1988); tam-
bién es notable el trabajo de Rand Parish y Weidman (1992); por mi parte he trabajado en
458 Ethelia Ruiz Medrano
su contexto este tema siguiendo en gran medida los trabajos al respecto de: Carlos Sempat
Assadourin, John Murra y Antonio Acosta (Ruiz Medrano 1999; 2001; 2002; 2007; 2008;
2010; 2012).
8 Hay que tener en cuenta la importante reforma a las órdenes religiosas en Castilla
10 Sin duda el interés de los frailes en la nobleza indígena queda clara en su tarea
educadora y política a través del Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, así como en diversas
cartas y memoriales. La abundancia de material, tanto el editado como el inédito tomaría
mucho espacio, algunos buenos ejemplos se encuentran en García Icazbalceta (1941; 1947),
Baudot (1983) y Zorita (1999).
460 Ethelia Ruiz Medrano
11. Una transcripción del documento se encuentra en el Apéndice tercero, año de 1684.
“Criminal, contra Nicolás de la Cruz Contreras y socios, de San Francisco Caxonos, por
idolatría”, pp. 123-130 (Gillow 1990: 123). Agradezco a David Tavárez su explicación de la
naturaleza material del yaguichi.
13 Museo Nacional de Antropología, Bóveda de Códice, inah (en adelante bmna),
A II 8-2, Documento de la Magdalena Mixuhca. Al parecer habitantes de este lugar entrega-
ron en época reciente a la Biblioteca este expediente junto con un mapa que no corresponde
al de la descripción ya que es probablemente del siglo xviii.
Códices, bulas y conventos 463
14 bmna 35-64, Códice de los señores de San Luis Huexotlan y San Lorenzo Axotlan, San
Luis Obispo Huexotla, Estado de México, Circa 1672 (Glass 1964: 116-117). Tira de papel
europeo completado con una tira de papel indígena en el margen inferior. Se dobla en forma
de biombo de seis hojas, 29 × 111.5 centímetros. El reverso del códice está reforzado por
una bula papal de la Santa Cruzada con la fecha de 1700, la correspondencia del códice está
en el Archivo General de la Nación, México, en adelante agn, Ramo de Tierras vol.1520,
expediente 6; en el agn estos títulos a siguen un testamento relacionado con fecha de 1672.
Aunque los títulos llevan la fecha de 1531 [en una parte que no está en el códice actualmente]
Glass considera que el códice es de la misma fecha aproximadamente.
15 Archivo General de la Nación, Títulos Primordiales, caja 20, expediente 5. El hecho
de que los pueblos indígenas utilicen como parte de los papeles de las tierras del “pueblo”
genealogías y documentos pertenecientes a su nobleza local es bastante común, incluso no
sólo en la época colonial pero a lo largo del siglo xix, xx y aún hoy en día, sin duda el terri-
torio indígena ha estado desde la antigüedad simbólicamente y efectivamente traslapado con
el poder de las jefaturas étnicas (Ruiz Medrano 2011).
464 Ethelia Ruiz Medrano
Quai Branly, París, su generosidad para compartir conmigo las bellas imágenes de los dos
códices testerianos que aquí menciono, así como su impresionante conocimiento acerca de
estos materiales; BNF Fond Mexicain 399, 30 folios, imagen n. 2, fol. 28v; imagen n. 3,
fol.1r; imagen n. 3, fol. 28v., imagen n. 4, fol. 29v., imagen n. 5, fol. 29bis., imagen n. 6, fol.
30r. Actualmente los profesores Elizabeth Hill Boone, Louise Burkhart y David Távarez
escriben un estudio acerca de este importante manuscrito indígena, identificando que fue
de los descendientes de Moctezuma Xocoyotzin. Agradezo a David Táverez que me haya
compartido esta interesante información.
18 Este códice Testeriano se encuentra en la Bibliothèque nationale de France (en
adelante BnF), Fond Mexicain n. 77, 36 folios. La Bula está al inicio del códice.
466 Ethelia Ruiz Medrano
Fig. 5. Biblioteca
Nacional de Francia,
Colección Manuscrito
Mexicano núm. 399
©Biblioteca Nacional
de Francia.
468 Ethelia Ruiz Medrano
Sebastián. En cuero desde 27 de mayo de 1669 hasta 3 de marzo de 1681”. Fojas con rotu-
ras en el margen, letra siglo xvii. Colección particular, agradezco al Sr. Filiberto Flores el
haberme dado a conocer este libro.
470 Ethelia Ruiz Medrano
22 En su trabajo William Taylor tradujo al inglés las citas de los expedientes coloniales
que analizó pero siempre en notas transcribe el texto en la lengua original, en este caso el
castellano. Este párrafo proviene directamente de la cita número 12 de su excelente ensayo.
23 Realizó sin interrupción temporadas de campo en la Mixteca Alta desde el año
de 2004 hasta el día de hoy, en el texto únicamente me refiero a las fechas en que algunos
amigos y autoridades mixtecos de Cuquila me contaron, entre otras cosas, sobre
472 Ethelia Ruiz Medrano
curar con el libro, explicándole que consideraba que tenía facilidad para
ello. Fue así como don Domingo se interesó en el libro “Oráculo Libro
de los Destinos” y a partir de ahí aprendió a “sacar la suerte”. Resulta
interesante que don Domingo al inicio de su aprendizaje como curandero
copió de su propio puño y letra la totalidad del libro del “Oráculo…”24
Por otra parte, Maarten Jansen y Aurora Pérez Jiménez ya habían
reportado con anterioridad para San Miguel el Grande, Mixteca Alta,
a un adivinador y curandero que utiliza también el mismo libro del
“Oráculo Libro de los Destinos.” Más aún, Marteen Jansen ubica la
proveniencia de este libro. Se trata de una conocida edición europea del
año de 1801, traducida al castellano en el siglo xix y que se titula:
Oráculo novísimo o sea el Libro de los destinos, el cual fue propiedad exclusiva
del emperador Napoleón. Traducido al castellano de la vigésima segunda edición
inglesa; vertido antes al alemán de un antiguo manuscrito egipcio encontrado
en el año de 1801 por M. Sonnini, en una de las tumbas faraónicas del Alto
Egipto, cerca del Monte Líbico. Con prólogo del traductor inglés, Herman
confianza de mis amigos de Cuquila para observar cómo hacia la lectura de este libro don
Domingo Melchor en diversas ocasiones.
Códices, bulas y conventos 473
de Wisconsin, durante la visita que realizó conmigo al pueblo de Santa María Cuquila,
Mixteca Alta en junio de 2010, junto con su esposa, la Dra. Mercedes Niño-Murcia,
Universidad de Iowa. Cabe recordar que las campañas de extirpación de idolatría no sólo
ocurrieron en América; la Corona Castellana emprendió estas campañas de manera global en
todos sus reinos europeos y de ultramar en el siglo xvii. Acerca de las políticas de extirpación
de idolatría en los Andes se pueden consultar los trabajos clásicos de Flores Galindo (1993);
Griffiths (1996) y especialmente de Estenssoro Fuchs (2003).
474 Ethelia Ruiz Medrano
pariente había logrado cruzar con bien la frontera y entrar sin peligro a
los Estados Unidos.
De ser así existieron y existen probables variantes tradicionales de
este complejo proceso en la misma región. En el caso del curandero
de San Miguel el Grande, Marteen Jansen y Aurora Pérez Jiménez (en
Códice Fejérváry-Mayer 1994: 99) mencionan que éste deja caer granos
de maíz o en ocasiones un frijol, sobre su libro para efectuar su ritual:
26 Entrevista con don Camilo Coronel en Santa María Cuquila en julio de 2009.
Códices, bulas y conventos 475
Por otra parte, don Domingo Melchor también solía utilizar para
limpiar y curar a la gente su libro físicamente pasándoselos él mismo por
el cuerpo del enfermo, mientras rezaba en mixteco.27 John Monaghan y
Byron Hamann (2000: 486-487) han señalado que la posibilidad de leer
es una extensión de mirar para algunos pueblos mesoamericanos, así la
habilidad de ver se considera una muestra de sabiduría. De hecho, ambos
autores nos recuerdan que los chamanes tienen el don de ver a los dioses
y existe un vínculo ritual muy estrecho entre ver o mirar y leer.
Sin embargo, este don también puede causar daño aun a quienes
los saben utilizar, debido a la fuerza misma que la mirada y la lectura
poseen. En este sentido, don Domingo Melchor cayó enfermo hace dos
años y culpó al libro de ello, por lo que decidió quemarlo. Sin embargo,
su nieto Misael Melchor me ha comentado que limpiando una casita
de sus bisabuelos, hecha de troncos de madera que está en su terreno,
encontró entre ollas de barro, latas de sopa china que fueron donadas
hace 15 años por el gobierno del estado, ropa, y apeos de labranza el
citado libro. Extrañado por este hallazgo le preguntó a su abuelo si lo
había quemado y don Domingo le aseguró que lo había hecho. Nadie en
la familia le dijo que lo habían encontrado para no asustarle y lo escon-
dieron, pero sus familiares consideran que la debilidad y enfermedad
que actualmente aqueja a don Domingo en sus piernas y brazos se debe
a que durante muchos años realizó el ritual de adivinación con el libro,
lo que lo debilitó y fue consumiendo.
Por último, debo mencionar que actualmente en un pueblo ngii-
gua (chocho, Mixteca Alta, Oaxaca) llamado Santa María Nativitas,
perteneciente al ex distrito de Coixtlahuaca, también en la región
de la Mixteca Alta, tuve también la extraordinaria oportunidad de
que a petición mía generosamente realizó el joven Misael Melchor, nieto de don Domingo
Melchor, y que ambos donamos al Museo Comunitario de Santa María Cuquila, en donde
actualmente se exhibe.
476 Ethelia Ruiz Medrano
a donde caigan va uno al libro y cae y coincide con la pregunta que uno
está haciendo… [Sólo] se llama “el oráculo” [y]… se compra en México.28
28 Entrevista a don Gil Heriberto Cruz, Santa María Nativitas, 19 de octubre de 2013.
29 Ibid.
478 Ethelia Ruiz Medrano
sidad de Leiden que no sólo este dato pero copia también de esta rara e importante referencia.
La obra en mixteco: “Rosario Dzeque iyya dzehe Sancta Ma. “Rosario, Joya de la Virgen Santa
María” es una traducción anónima de 1584 de una obra de un fraile catalán, Jerónimo Taix,
quien escribió un libro en castellano sobre el rosario. Marteen Jansen (1998) escribió con
agudeza acerca de la traducción de conceptos al mixteco utilizando este manuscrito: Jansen,
“El ‘Rosario’ de Taix y la Literatura Mixteca” Acervos, núms. 8/9, abril-septiembre 1998, pp.
24-32. Jansen señala que hay un ejemplar o copia en la Sociedad Mexicana de Geografía y
Estadística y otro en la Biblioteca Burgoa en la ciudad de Oaxaca.
31 Tuve la oportunidad de observar este excepcional ejemplo en el año de 2009 en el
Artes, México) conocido experto en música colonial indígena, México, febrero de 2010 (Pérez
García 2013; Apoyo al Desarrollo de Archivos y Bibliotecas de México, A.C. http://www.
adabi.org.mx/ Boletín n. 14, septiembre 2012); Cecilia Winter (2012).
33 Comunicación personal del maestro Luis Reyes García (q.p.d), conocido especia-
lista en la historia de los pueblos indígenas de México y el mismo nahua hablante, mayo de
2000; un artículo póstumo al respecto en Reyes García (2009). Actualmente la Dra. Lidia
Gómez de la Universidad Autónoma de Puebla coordina un amplio grupo de estudiantes que
han corroborado este contexto a través de la realización de más de una decena de tesis cuyo
tema central es el resguardo de códices, títulos de tierras, mapas de tradición indígena en
sacristías de iglesias de más de una veintena de pueblos en el estado de Puebla. Asimismo, en
un contexto más amplio logran encontrar el papel político y de liderazgo local de numerosos
especialistas rituales que tienen simultáneamente a su cargo, como sacristanes y mayordomos,
el culto y las celebraciones de las iglesias de sus pueblos.
34 Entre otros trabajos sobre estos pequeños adoratorios, véase Noguera (1973: 111).
Agradezco al reconocido fotógrafo Felipe Falcón, experto en arte colonial indígena, por pro-
porcionarme no sólo este dato excepcional pero también la fotografía que tomó en el lugar.
Códices, bulas y conventos 481
hayan mostrado su amplia base de datos referente a su proyecto, y que con su acostumbrada
generosidad me hayan otorgado permiso de publicar una imagen: “La Mazorca y el niño
Dios: Arte, historia y riqueza viva del Mezquital”. Proyecto papiit IN401209, Instituto de
Investigaciones Estéticas, Universidad Nacional Autónoma de México, fotos 2009. Acerca
de estas originales capillas otomíes en Querétaro únicamente se ha publicado un libro de
Heidi Chemín Bässler (1993).
482 Ethelia Ruiz Medrano
Fig. 10. Astas de venado en una capilla familiar, Olvera Yonte Chico, Hidalgo
© Cortesía Proyecto La Mazorca y el niño Dios: Arte, historia y riqueza viva
del Mezquital. Proyecto papiit in401209, Instituto de Investigaciones Estéticas,
Universidad Nacional Autónoma de México, 2009.
36 El profesor William B. Taylor es quien únicamente había notado este sobresa-
liente caso (Taylor 1996: 61-62, 2001: 286-287). Actualmente el códice se encuentra en
el Museo Nacional de Antropología de México, se le conoce como “Códice del Cristo de
Mexicaltzingo.”
Códices, bulas y conventos 483
un cristo del siglo xvi hecho en caña de maíz por artesanos indígenas.
Afortunadamente, el restaurador Carrillo trabajaba en la iglesia en ese
momento rescató la obra religiosa de tan triste fin y la restauró. Mientras
realizaba este trabajo el restaurador encontró al interior del cristo varios
fragmentos de códices indígenas del siglo xvi. Los fragmentos fueron
encontrados adentro del armazón o estructura del cristo de caña y fue-
ron entregados al Museo Nacional de Antropología de México en 1964.
Consisten en siete fragmentos de papel indígena de diversos tamaños con
dibujos concernientes a tributos que parecen pertenecer a tres manuscri-
tos pictográficos distintos, catorce fragmentos tienen textos alfabéticos
en náhuatl y además había junto con ellos tres pinturas religiosas del
siglo xvi.37
Inclusive algunos de estos cristos de caña con códices en su interior
se enviaron desde el siglo xvi a la Península ibérica. En 2009 se descubrió
en la Parroquia de Bornos (Cádiz) un cristo de caña llevado de Nueva
España a mediados del siglo xvi que tiene un paño en la cadera revestido
de fragmentos de códices indígenas de esa misma época. Estos fragmen-
tos del códice representan una matrícula de tributos donde se representó
a personajes indígenas con sus nombres alfabéticos (Romero 2010). Pese
a que casos similares están documentados los expertos restauradores
que trabajan en la restauración del cristo y las pictografías indígenas
consideran que los códices tributarios se encontraba en el Cristo porque
Pero por el material del que estaban hechos estos cristos de caña
no fueron bien vistos durante la etapa de la contrarreforma y se sugirió
prohibir que se fabricaran por parte del Segundo Concilio mexicano ya
que por ser de pasta de maíz y no de madera duraban poco tiempo eran
engañosos por su acabado para quien los compraba, además de que los
artesanos indígenas no tienen un “conocimiento” para ello (Manuscritos
37 Biblioteca del Museo Nacional de Antropología, México (inah) 35-127; Códice del
39
http://www.eluniversal.com.mx/notas/561963.html.
40 Calderón Ruiz (2004: 19-37) y Mateos Minos (2007). Agradezco al erudito cronista
de Tlaquiltenango, Maestro Agur Arredondo que de manera generosa me proporcionó estas
muy raras ediciones para su consulta.
Códices, bulas y conventos 485
Agapito Minos. De hecho, este cura fue bastante cercano a los hacenda-
dos, tan es así que poco antes de que iniciara el levantamiento zapatista
en la región y so pretexto de una repentina enfermedad, el padre Minos
salió huyendo lo más aprisa que pudo de su feligresía indígena con rumbo
a la ciudad de México, de donde no regresó jamás.41
En el año de 2011, durante mi primera visita al lugar, el cronista
de Tlaquiltenango el maestro Agur Arredondo Torres, me comentó que
los muros del claustro conventual donde se encontraban los códices
fueron probablemente cubiertos de cal poco antes de 1700. Don Agur
Arredondo atinadamente considera esta fecha porque ha notado que en
los fragmentos pictográficos resguardados en el Museo de Antropología
se observa el topónimo (o nombre de lugar) de pueblos o lugares que no
existen en la actualidad pero que él ha podido localizar históricamente
hasta el siglo xviii, como es el caso de Atzompa, un sitio que nadie en
estos días recuerda donde solía estar.42
Asimismo en el año de 2009 una especialista en restauración —Dra.
Laura Hinojosa— publicó un libro acerca de los documentos colonia-
les referentes a los problemas jurisdiccionales entre los franciscanos y
dominicos por el control del convento de Tlaquiltenango, especialmen-
te durante la segunda mitad del siglo xvi. Lamentablemente la autora
no hace ninguna referencia en este trabajo a los fragmentos de códices
adheridos a los muros del claustro de este convento (Hinojosa 2009).
Aunque recientemente reprodujo en formato digital los fragmentos de
códices, con una útil descripción técnica de los glifos (Hinojosa 2013).
Por otra parte, el presbítero Gabriel Calderón Ruiz (2004) mencio-
na con mayor detalle respecto al contexto de estos códices en el claustro,
cómo el convento de Tlaquiltenango fue construido hacia mediados del
siglo xvi bajo el auspicio de los frailes franciscanos, siendo uno de los
más antiguos conventos del actual estado de Morelos (imágenes). En el
estudio el presbítero comenta que en el año de 1584 este convento pasó
a manos de los frailes dominicos por lo que los indígenas del pueblo
reclamaron a las autoridades coloniales el inmediato regreso de los frailes
franciscanos. Al parecer, fue tal la presión que ejerció Tlaquiltenango en
contra de los dominicos que durante un breve lapso lograron exiliarlos
del pueblo. Sin embargo, los franciscanos no pudieron reinstalarse nue-
vamente en ese pueblo en gran parte debido a que el arzobispo Antonio
43 Hinojosa (2009). La Dra. Laura Elena Hinojosa también hizo un facsímil digital
descriptivo de los glifos encontrados en los códices (Hinojosa 2013). El conflicto entre frailes
y dominicos se encuentra bien documentado en Calderón Ruiz (2004: 19-37). Sin embargo,
aunque es más claro en lo relativo al conflicto entre ambas órdenes, tiene algunos errores
históricos, por ejemplo el presbítero confunde al segundo arzobispo de México, Alonso de
Montufar, con Pedro Moya de Contreras quien le sucedió como arzobispo.
44 En el caso de los fragmentos del Museo Nacional de Antropología se encuentran
adheridas en el siglo xvi como parte de los programas pictóricos de los frailes de las tres
órdenes. Por ejemplo, en el claustro alto de Ixmiquilpan (Hidalgo) se encuentran adheridas
pinturas indígenas coloniales con soporte de papel amate (Reyes Valerio 1967). Asimismo
las célebres pinturas del nahua Juan Gerson en el sotacoro de la iglesia de Tecamachalco están
pintadas sobre papel amate y también fueron adheridas a techos y muros. Recientemente
el historiador Melchor Soto realizó un importante hallazgo detrás del altar del siglo xvi
de la iglesia de Xochimilco, que documentó en una bella exposición en 2011, referente a la
existencia de grandes pinturas indígenas elaboradas sobre papeles amate del siglo xvi y que
representan frailes franciscanos. Con referencia concreta a los códices de tributo del siglo
xvi en el interior de los cristos de caña hay otros ejemplos: un cristo de caña que contiene
fragmentos de un códice de tributos del siglo xvi se encontró en una ermita de Badajoz
(Notimex, “Localizan raro códice colonial sobre aspectos tributarios de la Nueva España”,
La Jornada, lunes 6 de junio de 2011, p.42, http://www.jornada.unam.mx/2011/06/06/
sociedad/042n1soc); otro caso similar se encuentra en la Isla de Gran Canarias y es el llamado
Cristo de Telde (Amador Marrero y Besora Sánchez 2000; Amador Marrero 2002). Hay
Códices, bulas y conventos 493
otro Cristo de caña con su códice de tributos al interior en Totolapan, estado de Morelos;
el hecho es mencionado muy brevemente por Jennifer Scheper Hughes (2010: 35, 117);
gracias al estudio de Javier Otaola Mointagne (2008: 38, n. 44) conocemos que los especia-
listas rituales toman hongos para sus rituales en las fechas de celebración del Cristo e incluso
a los alucinógenos que consumen en estas fechas les dicen “ los clavitos del Señor”. Asimismo
en el llamado “Cristo de Churubusco”, también un Cristo de caña del siglo xvi, se hallaron
durante los trabajos para su restauración tres fragmentos de códices de tributo indígena del
siglo xvi (véase página de Conaculta, viernes 30 de abril de 2010, http://www.inah.gob.mx/
boletines/12-restauracion/4312-vuelve-el-cristo-de-churubusco, consultada el 26 de marzo
de 2012). En todos los casos los códices hallados son de estilo nahua y del centro de México.
Un caso muy interesante es el que analiza de manera original la especialista Alessia Frassani
(2013: 158); en efecto, dentro del Cristo de Yanhuitlan (Mixteca Alta de Oaxaca), llamado
Divino Señor de Ayuxi —un cristo hecho de caña en el siglo xvi— “…se encontró en la
cabeza del Cristo un documento escrito en lengua mixteca […] El texto, de contenido reli-
gioso y litúrgico, no sólo menciona a la Santa Iglesia, sino los días festivos de la Cuaresma,
el Viernes Santo y los domingos. Parte de un documento más extenso del cual fue extraído
con mucho cuidado, el escrito mixteco puede ser una plegaria o una invocación, por el uso
reiterado de paralelismos y repeticiones, elementos típicos del lenguaje ceremonial mesoame-
ricano…” Véase también el reporte publicado por los restauradores de este hallazgo (Noval
Vilar y Salazar Herrera 2001: 223-235). Por su parte, Elizabeth Ávila Figueroa (2011: 5,
nota 33, 96-98) reporta algunos casos muy interesantes en este mismo sentido, por ejemplo
menciona que en 1944, en el Convento del Carmen, se encontró roto accidentalmente un
Cristo de caña que en su interior contenía fragmentos de códice en papel amate. Asimismo
la autora muestra que los cristos de caña novohispanos no sólo fueron elaborados en la región
purépecha, como se ha sostenido, sino que también existían importantes talleres en Oaxaca
y en la ciudad de México.
494 Ethelia Ruiz Medrano
46 John V. Murra (1968: 135) explica: “What was the ‘reciprocal’ relationship between
the community and its lords? In the case of the work done occasionally, by the whole com-
munity, one can say that the lord provided the hospitality and festive atmosphere”.
Códices, bulas y conventos 495
documentar otros casos de este tipo que quizá están asociados a una
elaboración indígena consciente entre los símbolos de poder tradicional
y los cristianos. Es probable incluso avanzar de que se trata de una diná-
mica síntesis cultural que los indígenas de varios pueblos realizaron —y
continúan realizando. Por ejemplo, en un vocabulario y doctrina colonial
de la lengua otomí a la castellana se encuentra inserto un fragmento de
una cédula de la audiencia de México, en donde se aprobó en 1785 “la
última matricula de tributarios de la jurisdicción de Tenancingo del Valle
y por lo que mira a la cabecera de Santa Ana Xilocingo47 se halló tener
líquidos de paga trecientos siete tributarios enteros lo pedido por el fiscal
de su majestad…” Sin duda, no es una casualidad que se guardara en
un libro, quizá por parte de las autoridades de la cabecera de Santa Ana
Xilocingo la cuenta de tributarios (fig. 21).
En esta línea de ideas, el códice inédito de Coacalco —resguardado
en la Latin American Library de la Universidad de Tulane— contiene
láminas y un largo texto histórico en náhuatl. Considero que este códice
47 Santa Ana Jilotzingo, en el estado de México, es uno de los pueblos más antiguos
REFLEXIONES FINALES
Bibliografía
Birkinbine, John
1909 The Mixteca Country in the State of Oaxaca, Mexico,
Reprinted from the Journal of the Franklin Institute,
September, pp. 201-2016.
Burkhart, Louise
1989 The Slippery Earth: Nahua-Christian Moral Dialogue in
Sixteenth-Century Mexico, Tucson, University of Arizona
Press.
Burrus, Ernest J. (ed. y trad.)
1976 The Writings of Alonso de la Veracruz. Defense of the indians:
Their Privileges, Roma, Jesuit Historical Institute, vol. IV.
Calderón Ruiz, Gabriel
2004 Tlaquiltenango una memoria olvidada, México, Diseños
Gráficos.
Carrillo y Gariel, Abelardo
1949 El Cristo de Mexicaltzingo. Técnicas de las esculturas en caña,
México, inah.
Carrasco, Pedro
1960 Pagan Rituals and Beliefs among the Chontal Indians of
Oaxaca, México, Berkeley y Los Angeles, University of
California Press, Anthropological Records, vol. 20, n. 3.
Casas, Bartolomé de las
1967 Apologética historia sumaria cuanto a las cualidades, dispu-
sición, descripción, cielo y suelo destas tierras, y condiciones
naturales, policías, repúblicas, manera de vivir e costumbres
de las gentes destas Indias Occidentales y Meridionales, cuyo
imperio soberano pertenece a los Reyes de Castilla, 2 vols.,
Edmundo O’Gorman (ed.), México, unam, iih.
Cunill, Caroline
2015 “Siete cartas inéditas de Yucatán: comunicación privada
entre mayas y españoles y explotación ilegal del añil en el
siglo xvi”, Estudios de Cultura Maya, vol. 45, pp. 91-120.
Chemín Bässler, Heidi
1993 Las capillas oratorio otomíes de San Miguel Tolimán,
Querétaro, cnca, Gobierno del Estado de Querétaro.
Christensen, Mark Z.
2010 “The Tales of Two Cultures: Ecclesiastical Texts and
Nahua and Maya Catholicisms”, The Americas, vol. 66, n.
3, pp. 353-377.
Códices, bulas y conventos 503
Chuchiak, John F.
2004 “Papal Bulls, Extirpators, and the Madrid Codex: The
Content and Probable Provenience of the M.56 Patch”,
en Gabrielle Vail y Anthony Aveni (coords.), The Madrid
Codex. New Approaches to understanding an Ancient Maya
Manuscript, Boulder, University Press of Colorado, pp.
57-88.
Códice Fejérváry Mayer
1994 El libro de Tezcatlipoca, señor del tiempo libro explicativo
del llamado Códice Fejérváry-Mayer, Ferdinand Anders,
Maarten Jansen y Luis Reyes García (eds.), Graz, adeva,
México, fce.
Dakin, Karen y Christopher H. Lutz (ed. y trad.)
1996 Nuestro pesar, nuestra aflicción: Tunetuliniliz, tucucuca,
memorias en lengua náhuatl enviadas a Felipe II por indí-
genas del Valle de Guatemala hacia 1572, México, Antigua,
Guatemala, unam, iih, Centro de Investigaciones Regionales
de Mesoamérica, South Woodstock, Vermont, Plumsock
Mesoamerican Studies.
Durán, fray Diego
1995 Historia de las Indias de Nueva España e islas de Tierra
Firme, 2 vols., José Rubén Romero y Rosa Camelo (eds.),
México, Cien de México, cnca.
Edmonson, Munro S. (ed. y trad.)
1986 Heaven born Merida and its destiny The Book of Chilam
Balam of Chumayel, Austin, University of Texas Press.
Estenssoro Fuchs, Juan Carlos
2003 Del paganismo a la santidad. La incorporación de los indios
del Perú al catolicismo (1532-1750), Lima, Instituto Francés
de Estudios Andinos, Instituto Riva-Agüero.
Flores Galindo, Alberto
1993 Buscando un inca. Identidad y Utopía en los Andes, México,
Conaculta, Grijalbo.
Frassani, Alessia
2013 “El centro monumental de Yanhuitlán y su arquitectura
proceso histórico y ritual”, Desacatos, vol. 42, pp. 145-160.
García Icazbalceta, Joaquín
1947 Don fray Juan de Zumárraga, primer obispo y arzobispo de
México, México, Porrúa.
504 Ethelia Ruiz Medrano
León, Nicolás
1902 “Lo que se encuentra en las pastas de los viejos libros
de México”, Boletín del Instituto Bibliográfico Mexicano,
núm. 3.
MacLachlan, Colin M.
1984 Spain Empire in the New World. The Role of Ideas in
Institutional and Social Change, Berkeley, University of
California Press.
Manuscritos del Concilio Tercero Provincial Mexicano (1585)
2006-2009 Mexican Manuscripts 268, The Bancroft Library, 4 vols.,
Alberto Carrillo Cázares (ed. y trad.), Zamora, México,
El Colegio de Michoacán A.C., Universidad Pontificia de
México.
Martini, Mónica Patricia
1993 El indio y los sacramentos en Hispanamerica colonial.
Circunstancias adversas y malas interpretaciones, Buenos
Aires, prhisco-Conicet.
Mateos Minos, Agapito
2007 Apuntaciones históricas de Xoxutla a Tlaquiltenango, edición
facsimilar de la de 1926, con comentarios de Jesús Zavaleta
Castro, Jojutla, Biblioteca de Jojutla.
Mazari, Manuel
1926 “Códice Mauricio de la Arena”, Anales del Museo Nacional
de Arqueología, Historia y Etnografía, tomo IV, 4ª época,
pp. 273-278.
Mena, Ramón
1923 “La colección arqueológica de Boturini ejemplares desco-
nocidos existentes en la Biblioteca Nacional”, Anales del
Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía, tomo
II, 4ª época, pp. 35-70.
Mendieta, fray Gerónimo de
1980 Historia eclesiástica indiana. Obra escrita a fines de siglo xv,
México, Porrúa.
Monaghan, John y Byron Harmann
2000 “La construcción cultural de la lectura en Mesoamérica”,
en Constanza Vega Sosa (coord.), Códices y documentos
sobre México. Tercer Simposio Internacional, México, inah,
pp. 485-505.
506 Ethelia Ruiz Medrano
Morera, Jaime
2001 Pinturas coloniales de ánimas del purgatorio, México, unam,
iie.
Murra, John V.
1968 “An Aymara Kingdom in 1567”, Ethnohistory, vol. 15, n. 2,
pp. 115-151.
Noguera, Eduardo
1973 “Las funciones del momoztli”, Anales de Antropología, vol.
10, pp. 111-122.
Noval Vilar, Blanca y Francisco Javier Salazar Herrera
2001 “La restauración de dos Cristos de pasta de caña como
parte de los trabajos del proyecto de conservación inte-
gral en Santo Domingo Yanhuitlán, Oaxaca”, en Antonio
F. García-Abasolo, Gabriela García Lascuráin y Joaquín
Sánchez Ruiz (eds.), Imaginería indígena mexicana: una
catequesis en caña de maíz, Córdoba, España, Publicaciones
Obra Social y Cultural CajaSur, pp. 223-235.
O’Gorman, Edmundo
1976 La idea del descubrimiento de América, México, unam.
Olivier, Guilhem
2003 Mockeries and Metamorphoses of an Aztec God. Tezcatlipoca,
“Lord of the Smoking Mirror,” Boulder, University Press of
Colorado.
2015 Cacería, sacrificio y poder en Mesoamérica. Tras las huellas de
Mixcóatl, “Serpiente de Nube”, México, fce, unam, iih.
Otaola Mointagne, Javier
2008 “El caso del Cristo de Totolapan. Interpretaciones y rein
terpretaciones de un milagro”, Estudios de Historia Novo
hispana, vol. 38, pp. 19-38.
Padgen, Anthony
1988 La caída del hombre. El indio americano y los orígenes de la
etnología comparativa, Madrid, Alianza Editorial.
1990 Spanish Imperialism and the Political Imagination, New
Haven y Londres, Yale University Press.
Paso y Troncoso, Francisco del
1939-1942 Epistolario de Nueva España (1505-1818), 16 vols., México,
Antigua Librería Robredo, José Porrúa e Hijos.
Pérez García, Carina
2013 “Reciben habitantes de Yautepec su Archivo Musical”, in
Noticias.net.mx, viernes 22 de agosto de 2013, http://www.
Códices, bulas y conventos 507
noticiasnet.mx/portal/oaxaca/166846-reciben-habitantes-
yautepec-su-archivo-musical.
Pérez Rocha, Emma y Rafael Tena
2000 La nobleza indígena del centro de México después de la con-
quista, México, inah.
Rand Parish, Helen y Harold E. Weidman
1992 Las Casas en México. Historia y obras desconocidas, México,
fce.
Reyes García, Luis
2009 “Producción literaria tlaxcalteca en los archivos coloniales
de los fiscales”, Tlahcuilo (homenaje Huey Tlamatini Luis
Reyes García. La historia de los pueblos indígenas a través
de sus fuentes), Boletín del Archivo Histórico del Estado de
Tlaxcala, vol. 2, n. 8-9, Nueva Época, pp. 105-113.
Reyes Valerio, Constantino
1967 “Las pinturas en papel de amate de Ixmiquilpan, Hidalgo”,
Boletin del inah, vol. 27, pp. 25-28.
Ricard, Robert
1995 La Conquista espiritual de México, México, fce.
Romero, Laura
2010 “Expertos de Estéticas analizan el códice hallado en Andalucía”,
Gaceta unam, México, Ciudad Universitaria, 16 de Marzo
de 2010, n. 4231, pp. 14-15.
Rubial, Antonio
1990 Una monarquía criolla: la provincia agustina de México en el
siglo xvii, México, cnca.
Ruiz Medrano, Ethelia
1999 “Proyecto político de Alonso de Zorita, oidor en México”,
en Zorita, pp. 59-92.
2001 “La compra de la Encomienda por parte de los indios de
Nueva España”, en Nora Jiménez Hernández, Águeda
Jiménez y José Román Gutiérrez (coords.), Felipe II y el ofi-
cio del Rey: La fragua de un Imperio, México, Madrid, inah,
Universidad Autónoma de Zacatecas, Universidad de Gua
dalajara, Sociedad Estatal para la conmemoración de los
Centenarios de Felipe II y Carlos V, pp. 835-869.
2002 “Poder e iglesia en Nueva España: la disputa por el diez-
mo”, en Francisco González Hermosillo Adams (coord.),
Gobierno y economía en los pueblos indios de la Nueva España,
México, inah, pp. 97-112.
508 Ethelia Ruiz Medrano
Taylor B. William
1996 Magistrates of the Sacred: Priests and Parishioners in
Eighteenth-Century Mexico, Palo Alto Cal., Stanford
University Press
1999 Ministros de lo sagrado: sacerdotes y feligreses en el México
del siglo xviii, Zamora, Mich., El Colegio de Michoacán,
México, Secretaría de Gobernación-Subsecretaría de Asun
tos Religiosos, El Colegio de México, 1999.
2003 Entre el proceso global y el conocimiento local. Ensayos sobre
el Estado, la sociedad y la cultura en el México del siglo xviii,
México, Universidad Autónoma Metropolitana, Consejo
Nacional de Ciencia y Tecnología, Miguel Ángel Porrúa, ed.
2001 “Cristo de Caña”, en David Carrasco (coord.), The Oxford
Encyclopedia of Mesoamerican Cultures. The Civilization of
Mexico and Central America, Oxford University Press, 3
vols., vol. 1, pp. 286-287.
2012 “Introduction”, en Ilona Katzew (coord.), Contested Visions
in the Spanish Colonial World, Los Ángeles, Cal., Los Ange
les County Museum of Art, pp. 15-27.
Ulloa, Daniel
1977 Los predicadores divididos. Los dominicos en Nueva España,
siglo xvi, México, El Colegio de México.
Villa Rojas, Alfonso
1947 “Kinship and Nagualism in a Tzeltal Community.
Southeastern Mexico”, American Anthropologist, vol. 49,
pp. 578-587.
Whited Norman, Anne
1985 Testerian codices: hieroglyphic catechisms for native conversion
in New Spain, Nueva Orleans, Universidad de Tulane, Tesis
de Doctorado.
Winter Cecilia
2012 “Los baúles de San Bartolo Yautepec: historia y presente
entorno al patrimonio musical de una comunidad zapo-
teca”, El Comején (Boletín de las Bibliotecas y Salas de
Lectura del estado de Oaxaca), Segunda Época, número
seis, julio-septiembre.
Zorita, Alonso de
2011 2ª ed., Relación de la Nueva España, 2 vols., Ethelia Ruiz
Medrano, José Mariano Leyva y Wiebke Ahrndt (eds.),
México, cnca, Cien de México.
De los secretos y escondites del hombre
y de algunos de sus rituales entre los tzeltales
de San Juan Evangelista Cancuc, Chiapas
[511]
512 Helios Figuerola Pujol
2 Ch’ulel ta k’otantik (ch’ulel del corazón), ch’ulel nojketal (ch’ulel sombra) y ch’ulel ta
informa (comunicación personal) que entre los mayas yucatecos, el término ch’iibal designa
el linaje ancestral.
518 Helios Figuerola Pujol
vientos, arcoíris, etc.). Las madres vegetal (me’ wamal de frijol, de maíz,
etc.) se esconden cerca de los campesinos y sus milpas, y lejos del centro
dónde vive San Juan. Grutas diseminadas en todo el territorio comu-
nitario albergan en las profundidades terrestres especies diferentes de
madre animal (me’-chanbalam). En las cuevas cercanas a ciertos ríos,
se disimula una gran variedad de bichos de agua (chanul-ja’). Y de este
curioso hábitat subterráneo y semi-clandestino, no se sustrae tampoco el
propio santo patrón San Juan, que, para vigilar que no se aparten de la
fe los cancuqueros y haciendo prueba de su omnipotencia y ostentación
—después de haber dejado al interior de la iglesia central su imagen y
la de una treintena de santos subalternos—, él se ha instalado en pleno
centro, en las profundidades de su propio ajaw.
La distribución espacial de estos entes define sobre el territorio
comunitario una geografía sagrada, ontológica, que es semi-pública, ya
que cada ajaw considerado importante, los ch’abajom lo marcan con una o
varias cruces, aunque la identidad de sus ocupantes a menudo sea incierta
y para los ancestros siempre secreta.14
Es a estos entes y a esta geografía que el ch’abajom va a referirse en
ciertos rituales para proteger a los cancuqueros, escondiendo sus ch’ulel
y sus lab detrás de un curioso corral (makte’).
La acción de esconder los ch’ulel y lab con la finalidad de protegerlos
se encuentra netamente marcada en ciertos rituales. Es la finalidad que le
dan los ch’abajom a ciertos rituales profilácticos, como en el kuxlejal, en el
bik’tal ch’ab, y en algunas plegarias terapéuticas. Coherentes con ello, los
brujos implementando la técnica contraria muestran, exponen los ch’ulel
y lab del enemigo, con la finalidad de dañarlo.
Recordemos que tanto los ch’ulel como los lab están sometidos a la
acción depredadora de sus enemigos y de un sinnúmero de criaturas que,
ocultos en el fondo de las montañas y en el cosmos en general, los vigilan
y acosan en permanencia. Entre las más importantes se encuentran los
lab-carnívoros (ti’awal-lab), las madres-enfermedad (me’-chamel) y la
Tierra (Balumilal). En tanto que los ajwalil, escondidos en las cavernas,
capturan a los ch’ulel y lab de la gente para someterlos a la esclavitud.
La eficacia de la técnica de esconder y de mostrar que implementa
el ch’abajom y el brujo reposa en un principio, inspirado de la ganadería,
en el que asimilando los ch’ulel y los lab de un individuo a los animales
14 Uno de los ajaw más conocido, es el que alberga uno de los personajes más popu-
lares, no sólo de Cancuc, sino de toda la región: se trata de Juan López, rebelde victorioso
de los españoles y al que los ch’abajom rezan plegarias pidiéndole que ayude a los hombres.
De los secretos y escondites del hombre 519
15 No es pues sorprendente que las dos operaciones, complementándose en sus obje-
17 Caliente la cabeza.
18 Caliente el corazón.
De los secretos y escondites del hombre 521
19 Lajinel chonel ta Juan Ortega (LP, 2001). Para evitar todo malentendido, decidimos
Para evitar que el ch’abajom pueda encontrar lo que el brujo dijo, éste
pide que no le puedan encontrar su palabra, lo que dijo en el hechizo:25
anchukxanix tup’ilukix
m que de por ti sea borrado solo
ta sbi’il su nombre,
yu’un stukel
tup’il lisensia stukel mach’a que borre la licencia quién tenga
yich’oj lista la lista,
mach’a yich’oj este sbiil quién tenga su nombre…
O también:29
los hombres, para evitar ser dañados por las madre-enfermedad, deben
esconderse para no ser expuestos a su mirada y mostrarse sordos a sus
llamados.
Pero así como se busca ocultar para proteger, se trata también de
mostrar, a veces ostensiblemente, por ejemplo, para hacer el bien. Así,
intentando que las divinidades madre-frijol (me’-chenek’) y madre-maíz
(me’-ixim) ejerzan el poder con sus miradas, el ch’abajom en los versos de
una plegaria de fertilidad agraria (mixel k’altik)32 le implorará que miren
su terreno para que, gracias a ella, hagan crecer en él el frijol y el maíz.
No es pues sorprendente que tanto los ch’abajom, como los brujos,
hablen en sus plegarias de los sentidos —en particular de la vista, el olfato
y el tacto—, para ser ayudados, como sanar a un enfermo o causar daño a su
enemigo. Qué la madre enfermedad sea encerrada, ocultada a la vista, para
evitar el contagio de la población. O bien, en los rezos profilácticos, qué
una divinidad, no sólo muestre que dirige la mirada hacia un lugar, sino
que, para que gane en eficacia, tenga que hacer ostentación de ello.
Intentaremos ahora reflexionar sobre el tema de mostrar y ocultar,
no tanto respecto a los resultados obtenidos en el ritual y sobre el valor
ontológico de la palabra, sino desde el punto de vista del ch’abajom, de la
36 Le Guen (comunicación personal), nos señala que existen otros criterios impor-
horas), dan una indicación cuantitativa a lo largo de la cual se distribuye una actividad ritual
heterogénea, puntuada, por momentos, de una intensa significación.
41 La reflexion de los ch’abajom sobre los rituales —decidiendo de sus finalidades,
determinado para cada una de sus partes un lenguaje propio, especificando los versos exactos
de cada plegaria, delimitando el espacio de realización, precisando la cantidad de la paraferna-
lia y su manipulación, etc.—, revela claramente un conocimiento tanto teórico como práctico.
532 Helios Figuerola Pujol
Bibliografía
1 Este trabajo se basa en una parte del análisis sobre el canto ritual wixárika desarro-
llado en mi tesis doctoral bajo la dirección del Dr. Carlos Sever (École des hautes études en
sciences sociales (Lira 2014) que se llevó a cabo gracias al programa Becas en el Extranjero
del Conacyt.
2 Las sociedades wixaritari o huicholas viven en los estados de Jalisco, Nayarit,
Durango y Zacatecas, entre la costa del Pacífico, los márgenes del río Santiago y el sur de
la Sierra Madre Occidental, territorio que habitan desde tiempos prehispánicos. Las comu-
nidades agrarias conforman aproximadamente 400 mil hectáreas y se organizan en cinco
gobernancias, además de los ejidos adyacentes, las poblaciones desplazadas y los territorios
en disputa. El huichol o wixárika pertenece a la familia lingüística yuto-azteca, dentro del
cuál forma un sub-grupo con el cora. Tiene 13 morfemas consonánticos y 10 vocálicos (5
vocales pronunciadas en su forma breve y larga), de las cuáles la /i/ se pronuncia “central
cerrada”. Entre sus principales características es polisintética y centralizante cuyo núcleo es
prototípicamente verbal y cuya técnica predominante es la aglutinación (Iturrioz, Gómez y
Ramírez de la Cruz 2004).
[537]
538 Regina Lira Larios
5 El registro y análisis de cantos rituales es un tema delicado entre las comuni-
dades wixaritari por su carácter sagrado y el peligro que este conlleva. Para fines de mi
investigación doctoral, obtuve el permiso de traducir solamente una parte del canto (de
un total de 5 partes) durante mi estancia de campo en la comunidad de Santa Catarina
Cuexcomatitlán ( Jalisco) en el 2008. Por respeto, me abstendré de dar los nombres y los
detalles de las personas que apoyaron mi proceso de investigación y a las que les tengo un
profundo agradecimiento.
6 La primera etapa de traducción fue realizada por los lingüistas Gabriel Pacheco
Salvador y Angélica Ortiz López, ciertos pasajes fueron revisados por un especialista ritual
y los pasajes que aquí reproducimos fueron revisados y corregidos por Totupica Candelario
Robles. Como decisión de los traductores, se conservó la ortografía según la pronunciación
original en el canto que tiende a desplazar los alófonos (/r/ a /s/ y /r/ a /l/). Agradezco a la
Dra. Lilián Guerrero del Instituto de Investigaciones Filológicas de la unam por sus comen-
tarios y críticas generosas sobre las descripciones lingüísticas y aspectos de la traducción del
wixárika al castellano.
540 Regina Lira Larios
Indicadores espaciales 7
Seg. 2
Tiranita ‘uwa kuta maukewetiya a Tiranita allá ya se dirige
Seg. 76
Harita neniuyenekaku a Harita voy llegando
nes, sufijos nominales y prefijos dentro del verbo (Iturrioz, Gómez y Ramírez de la Cruz
2004: 194).
8 En cada uno de estos topónimos mora la deidad que lleva su mismo nombre. A
este respecto, Konrad Preuss (1998: 372-73) había ya señalado la tendencia, aparentemente
característica de los huicholes (a diferencia de los otros grupos visitados), hacia la especiali-
zación e individuación de las deidades. Para Preuss, esto dio origen a un estilo literario muy
particular compuesto de diálogos dramáticos que distingue los cantos huicholes de los coras.
Caminando en el lugar de la noche (tikaripa) 541
una serie de deidades con las que el cantador dialoga de manera colectiva
—a través de Kauyumarie, el Venado Azul que toma su voz— y con quie-
nes negocia recurrentemente el permiso para continuar con su camino.9
Seg. 107
sika tsi ri se’uta’ieni si ya lograron el respiro
yutserieta se’uta’ieni si a su derecha lograron el respiro
yu’utata se’uta’ieni si a su izquierda lograron el respiro
Paritsutia se’uta’ieni si en el Templo del Origen lograron el respiro
yuhisiata se’uta’ieni si por su oriente lograron el respiro
yutsutia se’uta’ieni si en su poniente lograron el respiro
‘usa’a walie tahekiare en un futuro saldrá a la luz
sika tsi ri neteteima si así lo permiten mis Madres
Seg. 26
ta kutá ri te’utawiyani así pues enlacémonos
nemuutama tepitawiyani mis hermanos [menores] enlacémonos
yutserieta yu’utata tepitawiyani a su derecha a su izquierda enlacémonos
Paritsutia tepitawiyani en el Templo del Origen enlacémonos en
yuhisiapa yuhisiapa tepitawiyani su Centro, en su Centro enlacémonos
9 En este ejemplo vale notar el uso del reflexivo yu-. Con esto no se presupone que
el cuerpo es la única base para el pensamiento sobre el espacio (Levinson 2003), puesto
que existen referencias espaciales de tipo alocéntricas, que sin el prefijo reflexivo designan
la orientación cardinal: tserieta Sur y ‘utata Norte, como veremos más adelante. Sólo una
investigación centrada en este problema podrá determinar cuál de las dos prevalece.
542 Regina Lira Larios
Seg. 147
‘ani’iwari kemirane de dónde habrá surgido tu nacimiento
Tikaripa pemitini en el Lugar de la noche los concluiste
Tikaripa ‘ani’iwari…10 en el Lugar de la noche es tu nacimiento
Seg. 76
ke tsi tekiata hekiaripa niutayiraxi a la luz de la cima ha retoñado
Tukaripa niutayiraxi en el Lugar del día ha retoñado
10 Se emplean los puntos suspensivos (…) para indicar los casos en los que la calidad
de la grabación dificulta la comprensión del audio y los guiones cortos (---) cuando lo que
dice el cantador es expresamente incomprensible por la manipulación que hace de su voz.
Caminando en el lugar de la noche (tikaripa) 543
Seg. 73
‘Aixurita meyuwí en ‘Aixurita se enlazó
kiekari mipai retiwí el mundo así se enlazó
pariyaya mipai reyuwí su templo así quedó enlazado
yukimu’utsita yukimu’utsita… en la cima del techo, en la cima del techo…
Una vez presentadas las distintas categorías con las que se representa
el espacio, desde su dimensión individuada hasta la englobante, vamos
a describir cómo los actores del canto se mueven dentro de él. Para el
lector o escucha resulta desconcertante no siempre entender los cambios
de identidad de los personajes del canto. Este cambio de voz es distin-
guible por el cambio de posición que el hablante adopta en este espacio,
posición o ubicación que es lexicalizada de diversas maneras.
Tenemos los movimientos que se dan en un plano horizontal, ya
sea porque los términos tserieta y ‘utata se traducen como Sur y Norte
respectivamente y en cuyo caso indican referencia espacial de tipo alo-
céntrica, o si están acompañados del reflexivo yu- (yutserieta ‘su derecha’
o yu’utata ‘su izquierda’) en cuyo caso indican referencia espacial ego-
centrada (Levinson 2003):
Seg. 134
xika ‘uwa tayune Tserieta ya ‘Utata no se si se desplazará por el Sur o por
el Norte
Seg. 1
yutserieta ranuwetiya a su derecha se desplegó [se fue]
takuta ri ranuwesime así ya se ha desplegado [se fue]
‘uwa kueri heweneka allá así se desplegó [cambio de rumbo]
yu’utata mautawesime a su izquierda se desplegó [se fue]
Seg. 68
tiutiyuati ‘ena tiutiyunisi escuchándose así por aquí subió
Seg. 68
Tukaripa mekahapa del Lugar del día los ha bajado
kuka sule kuka tasa nakahapani collar rojo collar amarillo los bajó
544 Regina Lira Larios
Seg. 108
sika ‘ahetía ri neyemare si llego a colocarme bajo tus pies
nehetía ri neyemare ya se colocó bajo mis pies
Seg. 51
hiki ri meitisila ahora ya lo desplaza
tayeetá nanu’eni escúchalo arriba de nosotros
Y también tenemos los adverbios ‘ena ‘aquí’, mana ‘ahí’ y ‘uwa ‘allá’
que nos indican la locación del que toma la voz con respecto a la acción
descrita como en los siguientes casos:
Seg. 28
Teteimama mana matiné sus Madres de ahí salieron
yemeki seyu’enieka Paritsutia ta en verdad entendiéndose en el Templo
kutá ri hatineka--- del Origen así ha ascendido---
Seg. 29
tukari pai tinenakeni ta kutá ri en la vida así cabe a ver qué han de
ke’utiyuane anunciar
Wawatsari semeye’uwa Yirata Wawatsari allá yacen mirando abajo
meukaniereti hacia Yirata
11 Los prefijos y los adverbios espaciales están conectados con otras funciones como
Seg. 125
hutié memikaniere ‘arí ‘atewatsi allá abajo vive tu Abuelo Fuego
Seg. 26
Paritsutia tepitawiyani en el Templo del Origen enlacémonos,
yuhisiapa yuhisiapa tepitawiyani en su Centro, en su Centro, enlacémonos
Seg. 52
yuhisiapa yuwetuaripa meikuwima en su Centro y en su coamil, lo acoge en
su manto
Seg. 166
tikari hisiapa hatikateti las plumas del poder en medio de la noche
Turi hisiapa miirikia mitiuyi tsi ri oh, ya sucedió a la vista de todos en el
Centro de Turi
neuxuya ri tikaripa neuxuya ri ya hay espinas en medio de la noche
Hisiapa ri hatikateti ya están en el Centro de la noche
Indicadores temporales
Seg. 42
masa kikii haulieya yuyemawani… vela de venado, kikii su vela se ofrendará…
Caminando en el lugar de la noche (tikaripa) 547
Seg. 95
tikari hauli mana kutá neneiyewí… ya puse ahí la vela noche
ye memuyi, mana tsi ri --- neniwenieka así actuaron, ahí se --- le ofrendó
Seg. 91
ye ‘aneme ta kutá ri newawenieti… eso que ha quedado ya así yo lo estoy
ofrendando…
Seg. 105
hairiekatsie sia kauka tsi ri a la tercera pienso que ya lo entregarán
seneitatua [ofrendarán]
Seg. 112
wa’ati pai ‘aneti retiwenisi wana ta como que así se han ofrendado y allá
metinesiaka han surgido
Seg. 86
… ‘ena tari neyeyeikati … aquí voy caminando
neyeyeikati nierikatsie ‘ítari caminando sobre el rostro, el tapete,
pemineyukutua tú mismo te entregaste
Seg. 108
mana kutá yuyemawane ahí ya se está ofrendando [él mismo]
12 El traductor de la primera versión del canto optó por esta versión, argumentando
que el gerundio está codificado en el wixárika con -ti. Trabajos especializados habrían que
confirmarlo.
548 Regina Lira Larios
Seg. 124
‘unehatiweti kenetinekuwena estando yo ahí presente me estoy
ofrendando
kenetinekuwena me estoy ofrendando
Seg.11
naurieka hutarieka naurieka a la cuarta, otra vez, a la cuarta
hutarieka maye’a a la segunda llegó el momento
mi naurieka mana paiti muwieli hasta allá a la cuarta donde asoma la pluma
mananeniele
‘alí kulusi, kulusi tetehakasina… oh la cruz, la cruz lo vamos a descolgar
[liberar]…
kulusi -- hutarieka --- la cruz--- a la segunda---
O en el siguiente ejemplo:
Seg. 20
‘iirí kitsie meuyewielisi en la punta de la flecha quedaron colgando
muyewielisi hutarieka a la segunda quedaron colgando
hutarieka, hutarieka, autsuwirieka a la segunda, a la segunda, a la quinta
muyepalisi… desapareció [se desvaneció]…
Seg.71
heiwarieka yutsutia meikawimaxi a la primera en su poniente la acogió
hutarieka mihairieka ‘ena memuyene a la segunda, a la tercera por aquí
salieron
minaurieka ausuwirieka ‘uwa yeweni a la cuarta, a la quinta, aquí retoñó
13 Carlo Severi (2009) defiende este punto al explicar que este planteamiento es dis-
tinto al que propondría un análisis puramente pragmático que consideraría la identidad del
locutor como la variable principal que afectaría la naturaleza de lo que se dice.
14 Esto es lo que Michael Houseman (2002) llama disimulación en el primer caso y
simulación en el segundo, con el que explora formas de reflexividad ritual a partir del análisis
550 Regina Lira Larios
de rituales de iniciación africanos. Uno de los puntos que destaca y que resulta esencial para
el análisis de los artefactos rituales, es que estos fungen como el soporte material de las
trayectorias recursivas de los participantes, a pesar de la indeterminación conceptual de las
acciones que su manipulación supone.
15 Cabe mencionar que las dos trayectorias pudieran ser analizadas desde el enfoque
se realiza con los primeros rayos del amanecer. En el plano del canto, la
cacería de venado —que ya sucedió en el plano de la escena ritual— y el
sacrificio de la vaca —que en el canto se describe como el sacrificio de una
flor-xuturi— se fusionan como un mismo acontecimiento, fusionando
de la misma manera ambos planos espacio-temporales.
Seg. 57
Nenu’enieni niawari miya rekawiere escuché el canto que llegó al Lugar
Tukaripa del día
Neheiyehiati Tikaripa ta kutá ri necesitándolo me encuentro en el
neyeyeika Lugar de la noche
cuadro de estambre del artista huichol José Benítez Sánchez. Se inspira de la propuesta de
reflexividad ritual desarrollada por Carlo Severi (2002).
552 Regina Lira Larios
Seg. 48
heriepa ‘uwa Tukaripa neyeniune a la vista acá en el Lugar de la luz estoy
hablando
Tikaripa nemiyeniune me veo hablando en el Lugar de la noche
xika rieti neteteima Nekakaima si mis madres así lo aceptan si mis
netsiu’enieni Ancestros así me escuchan [aceptan]
Seg. 135
--mana makanesia --de allá han bajado
mana memutine por allá subieron
mana mutihukai por allá subían
‘arí nekipili mana meutihukai ya mi rocío de vida, por allá iban subiendo
mana meutihukai ketiyusi… allá los que subieron eran dioses…
mana makanesia ‘arí tahetia allá cuando bajaron, ya al pie de nosotros
ri ye niuyini así quedó
ye ta niuyineni ‘alí ‘akamieni-- así sucede mientras baja Nuestra Madre
Tatei Masa Hiri Venado Montaña
‘arí tahetia ri… ya al pie de nosotros…
ye memuyi ye temutiyi así actuaron ellos y así venimos actuando
Seg. 79
neyeiyá Tetsipana… mi caminar en la Orilla…
Seg. 124
‘uwa nehayeweti netiseiyarie… ahí presente [de este lado] soy observado
‘alí nemuwieli ‘amautimie oh mi pluma se elevó
‘alí nenierika ‘amautimie… oh mi rostro se elevó…
‘ena temanaki de allá pasamos a este lado [aquí]
De la oscuridad, nace la luz, y con ello, no sólo sale el sol, sino que
se descubren los rostros de los ancestros. Como lo explica Rafael López
de la Torre (2006: 17), en el inicio de los tiempos los dioses más sabios
“buscaron que sus rostros fueran descubiertos porque no se los podían
ver” . Este pasaje del mito del nacimiento del sol alude a las prácticas
visionarias inducidas por el consumo ritual de peyote, donde además de
generar una particular sensibilidad a la luz, la salida del sol puede ser
experimentada “como si fuera su primer amanecer” (Neurath 2010: 107).
Nos remite igualmente a ciertas secuencias de los rituales de iniciación
554 Regina Lira Larios
Seg. 76
hekía kutá rekaniere están a la vista de todo
herie ta kutá ri neniuyune he llegado ya a la superficie
kepaimeki ye kutá petiyini con cuanto sacrificio lo harás
hekía nerehieweti hutie estando a la vista los dejé colgando allá
meiyawitia abajo
Seg. 136
‘uwa memeyekiki ye tiuyi tsi ri --- porque aquí tienen su templo así sucedió
‘arí Haiyirata oh Haiyirata
‘arí tahekia ri ‘arí peka’iyatini oh ya es visible, no lo vayas a apagar
Seg. 134
peyahaneni Hilipa mauyahaneni que así sea en el lugar de la Montaña, que
así sea
… sika tsikere heukaniere … si es que él puede mirar
18 Esta idea está también presente en los cantos analizados por Denis Lemaistre
(1997: 130, 136) donde el sol es nombrado con el término “« aviexüqui » (de « ‘aviesika »,
esconder), y traducido como “aquel que camina escondido”.
Caminando en el lugar de la noche (tikaripa) 555
Y los efectos secundarios que tiene la luz sobre lo que alumbra que
finalmente permiten que se “descubran” los rostros de los ancestros está
presente en la siguiente cita:
Seg. 174
‘uwa pita tenati’uka estamos colocados abajo en este lado
Haiyirata tatsi ri mewatimane es Haiyirata donde se encuentran
tehati’uti ye tatikuwena estando allá así abajo nos ofrendamos
ye ‘ane tukari memeyeniune así hablan durante el día
Tukaripa memeyeniune hablan en el Lugar del día
Tukaripa pemeyeyeika caminas en el Lugar del día
19 En 1938 Robert Zingg también registró este pasaje mitológico publicado en su
“Mitología de los huicholes” editada por Fikes, García y Weigand (Colegio de Michoacán,
1992).
Caminando en el lugar de la noche (tikaripa) 557
Conclusiones
Bibliografía
Bakhtin, Mikhail
1981[1937-38] “Forms of time of the chronotope in the novel. Notes
toward a Historical Poetics”, The dialogic imagination. Four
essays, Austin, University of Texas Press (Slavic Series), pp.
84-259.
Geist, Ingrid
1996 “‘Espacialización del tiempo’ como categoría de análisis en
el estudio de contextos rituales”, Cuicuilco, vol. 2, n. 6, pp.
87-101.
Houseman, Michael,
2002 “Dissimulation and simulation as forms of religious reflexi-
vity”, Social Anthropology, vol. 10, n. 1, pp. 77-89.
Iturrioz, José Luis, Paula Gómez y Xitákame Ramírez de la Cruz
2004 “La morfología verbal”, en José Luis Iturrioz (coord.),
Lenguas y literaturas indígenas de Jalisco, Guadalajara,
Secretaría de Cultura, Gobierno de Jalisco, pp. 171-203.
Kindl, Olivia
2007 Le Nierika des Huichol: un “art de voir”, Université Paris
X-Nanterre (Tesis de Doctorado en Etnología).
Lemaistre, Denis
1997 La parole qui lie, París, École des Hautes Études en Sciences
Sociales (Tesis de Doctorado en Antropología Social y
Etnología).
Levinson, Stephen
2003 Space in language and cognition. Explorations in cognitive
diversity, Cambridge, Cambridge University Press.
Liffman, Paul
2011 Huichol territory and the Mexican nation. Indigenous ritual,
land conflict and sovereignity claims, Tucson, University of
Arziona Press.
560 Regina Lira Larios
Lira, Regina
2014 L’alliance entre la Mère Maïs et le Frêre Aîné Cerf : action,
chant et image dans un rituel wixárika (huichol) du Mexique,
París, École des Hautes Études en Sciences Sociales (Tesis
de Doctorado en Antropología Social y Etnología).
López Austin, Alfredo
1998 Los mitos del tlacuache, México, unam, iia.
López de la Torre, Rafael
2006 El respeto a la naturaleza. Legado de los antepasados Wixarika,
Guadalajara, Acento editores.
Lupo, Alessandro
1995 La tierra no escucha: la cosmología de los nahuas a través de
sus súplicas rituales. México, Conaculta.
Navarrete, Federico
2004 “¿Dónde queda el pasado? Reflexiones sobre los cronoto-
pos históricos”, en Virginia Guedea (coord.), El historia-
dor frente a la historia. El tiempo en Mesoamérica, México,
unam, iih, pp. 29-52.
Negrín Juan
1985 Acercamiento histórico y subjetivo al huichol, Guadalajara,
edug, Universidad de Guadalajara.
Neurath, Johannes
2005 “Ancestros que nacen”, Artes de México, vol. 75, pp. 12-23.
2009 “Reflexividad ritual y visiones múltiples en un cuadro de
José Benítez Sánchez”, Indiana, vol. 26, pp. 29-45.
2010 “Anacronismo, pathos y fantasma en los medios de expre-
sión huicholes”, en Elizabeth Araiza (coord.), Las artes del
ritual, Zamora, El Colegio de Michoacán, pp. 99-125.
Preuss, Konrad T.
1998 Fiesta, literatura y magia en el Nayarit. Ensayos sobre coras,
huicholes y mexicaneros de Konrad Theodor Preuss, Jesús
Jáuregui y Johannes Neurath (eds.), México, ini, cemca.
Severi, Carlo
2002 “Memory, reflexivity and belief. Reflections on the ritual
use of languaje”, Social Anthropology, vol. 10, n. 1, pp. 23-40.
2008 “Autorités sans auteur. Formes de l’autorité dans les tra-
ditions orales”, en Antoine Compagnon (coord.), De
l’autorité, París, Odile Jacob, Collège de France, pp. 93-122.
2009 “La parole prêtée”, Cahiers d’anthropologie sociale, vol. 5, pp.
11-41.
Caminando en el lugar de la noche (tikaripa) 561
Valdovinos, Margarita
2009 “La multiempatía en perspectiva”, Suplemento Diario de
Campo “Las formas expresivas del arte ritual o la tensión vital
de los gestos creativos”, pp. 85-93.
El agua de nuestros hermanos mayores:
La cosmopolítica antiminera de los wixaritari
y sus aliados 1
Paul Liffman
El Colegio de Michoacán
Rice University
[563]
564 Paul Liffman
2 Cabe agregar que una facción importante de wixaritari desconfía esta estrategia y
las expresiones religiosas cada vez más activas (pero aún bastante controvertidas) de n(e)
o-indios en las ceremonias de la Semana Santa en las comunidades wixaritari de la Sierra
Madre Occidental (Durin y Aguilar 2008).
568 Paul Liffman
5 A veces los wixaritari utilizan la frase en español esencias de la vida como glosa
6 Como ejemplo de la identidad emergente, véase Guerra 2012, que destaca una
(entification) —“la fabricación de ‘entidades’ o cosas de lo que habían sido categorías implícitas
o contingentes”— (Ernst 2001). Este concepto se distingue teóricamente de la noción más
crítica de reificación/cosificación, que connota un error epistemológico o la consciencia falsa.
El agua de nuestros hermanos mayores 575
concretas que conectan Wirikuta con el resto del kiekari. Estas relaciones
territoriales se basan en el control sobre ’ut+arika o escritura, pintura e
inscripción que las encarna y las hace vigentes y que no sólo las ilustran
o representan (Liffman 2012: 106-109). También ya habíamos visto el
ocultamiento en el intento de parte de ongeros y autoridades wixari-
tari de limitar la producción de representaciones visuales durante los
momentos claves del ritual en Paritek+a. Pues la estructura virtual del
territorio o cosmos que los wixaritari llaman kiekari depende de la con-
tinua renovación o recreación de las relaciones entre lugares por medio
de la reinscripción ritual en un sentido bastante gráfica. Hasta la fecha
sólo unos cuantos están permitidos a leer estas inscripciones y según los
chamanes nadie debería copiarlas frívolamente con una cámara, para no
diluir su eficacia.
Fig. 12. Jerarquía de organización espacial wixarika, que debe ser constantemente renovada por medio de inscripción
ritual (’ut+arika). Reproducida de Liffman (2012: 92).
El agua de nuestros hermanos mayores 583
Bibliografía
Emergencia.mx
2012 “Declaración de Wirikuta 7 de febrero 2012”. www.you-
tube.com/watch?v=p0WiYCMdY6o&feature=youtu.be
(última consulta 03.04.2014)
Ernst, Tom
2001 “Land, stories and resources: some impacts of large-scale
resource exploitation on Onabasulu lifeworlds”, en Alan
Rumsey y James Weiner, (coords.), Mining and Indigenous
Lifeworlds in Australia and Papua New Guinea, Adelaide,
Crawford House, pp. 125-144.
Gell, Alfred
1998 Art and agency: an anthropological theory, Oxford, Nueva
York, Clarendon Press, Oxford University Press.
Guerra, Héctor (Pachamama Crew) & MPC Familia
2012 Del barrio pa’ Wirikuta. www.youtube.com/watch?v=
XBotcsiVrYo (última consulta 30.03.2014).
Hviding, Edvard y Knut M. Rio (coords.)
2011 Made in Oceania: Social movements, cultural heritage and the
state in the Pacific, Wantage, Sean Kingston Publishing.
Keane, Webb (vs Holbraad)
2009 On multiple ontologies and the temporality of things.
Material World blog. www.materialworldblog.com/2009/07/
on-multiple-ontologies-and-the-temporality-of-things/
(última consulta 31.03.2014).
Latour, Bruno
1987 Science in action: How to follow scientists and engineers
through society, Cambridge, Harvard University Press.
2004a Politics of nature: How to bring the sciences into democracy,
Cambridge, Harvard University Press.
2004b “Whose cosmos, whose cosmopolitics? Comments on the
peace terms of Ulrich Beck”, Common Knowledge, vol. 10,
n. 3, pp. 450-492.
Lazos, Elena y Luisa Paré
2000 Miradas indígenas sobre una naturaleza “entristecida”: Per
cepciones del deterioro ambiental entre Nahuas del sur de Vera
cruz, México, Plaza y Valdés, Instituto de Investigaciones
Sociales, unam.
Li, Fabiana
2011 “Engineering responsibility: Environmental mitiga-
tion and the limits of commensuration in a Chilean
586 Paul Liffman
Nakassis, Constantine
2012 “Citing ontology. Paper presented at the panel Shifting
ontologies and contingent agencies”, easa Biennial
Conference “Uncertainty and Disquiet”, Nanterre, France
10-13 de julio.
Neurath, Johannes
2012 “Wirikuta y la búsqueda colectiva de visiones”, Venado mes-
tizo en la Sierra de Catorce, 29 abril. http://networkedblogs.
com/x2ECq (última consulta 03.04.2014)
2012a “Complejidad relacional y modificaciones de la visibilidad
en el caso de los pozos rituales huicholes”, Ponencia pre-
sentada en el simposio Mostrar y Ocultar en el Arte y en los
Rituales: Perspectivas Comparativas, unam-iih, 28-29 mayo
2012
2012b “Ritual complexity and ambivalent figuration in Huichol
art”, Ponencia presentada en la mesa Shifting ontologies and
contingent agencies, easa Biennial Conference “Uncertainty
and Disquiet”, Nanterre, Francia, 10-13 julio.
2013 La vida de los imágenes. Arte huichol. México: Artes de
México, Conaculta.
Peguero, José
2012 “El pueblo wixárika se encuentra unido. Peritaje Tradi
cional”, Tamatsima Wahaa. Frente en Defensa de Wirikuta.
www.frenteendefensadewirikuta.org/?p=2567 (última con-
sulta 30.03.2014)
2012a “El Mensaje de las Deidades. Peritaje Tradicional Wixárika
en Wirikuta”, www.youtube.com/watch?feature=player_
embedded&v=xKttZJYPPWo# (última consulta
30.03.2014)
Rancière, Jacques
1999 Disagreement: Politics and philosophy, Minneapolis,
University of Minnesota Press.
Rio, Knut M
2011 “High chief, waetman and the codification of ritual objects
in Vanuatu”, en Hviding y Rio (coords.), pp. 223-252.
Scott, Michael W
2011 “The Makiran underground army. Kastom mysticism and
ontology politics in south-east Solomon Islands”, en
Hviding y Rio (coords.), pp. 195-222.
588 Paul Liffman
[589]
590 Mostrar y ocultar en el arte y en los rituales: perspectivas comparativas
México, y desde 2007 en comunidades quechuas del centro y del sur del
Perú.
iifl-unam, cemca, 2011 (en colaboración con Perig Pitrou y María del
Carmen Valverde).
Els Lagrou
[597]
598 Mostrar y ocultar en el arte y en los rituales: perspectivas comparativas
Fig. 22. Diseño sobre papel de Francisco Filó Kaxinawa donde indica el
paso de kene (grafismo) al dami (figura).
Figs. 23a-b. Diseño donde se reproduce la constitución progresiva de dos moti-
vos kaxinawá: el isu meken (mano de mono) y el xamanti (colocar
en medio) (Lagrou, 1991: 142; 2007).
Fig. 24. Técnica sharanahua para diseñar una cruz o un cuadro (diseño a
partir de Déléage).
Fig. 25a. Foto de mujer con yaminahua kene en las mejillas. Foto: Els Lagrou,
1995.
Fig. 25b. Yaminahua kene (benimai kene: diseños para alegrar) a partir de los
diseños yaminahua utilizados por los kaxinawá en los rituales de
caza.
Fig. 26. Pintura facial kadiwéu. Colección del Museo del Indio, Río de
Janeiro. Foto: Darcy Ribeiro.
Fig. 11. Escena de pesca en Bimbetka (según dibujo de Chien Zhao Fue
redibujado por Elba Domínguez Covarrubias).
Fig. 12. Pinturas de Arnhem Land, Australia (según fotografía de Paul
Taçon, dibujo de Elba Domínguez Covarrubias).
Fig. 13. Relieve de Tot Anj-Amon en escena de cacería. Dibujo: Elba
Domínguez Covarrubias.
Fig. 14. Relieve de Asurbanipal cazando leones. British Museum. Dibujo:
Elba Domínguez Covarrubias.
Fig. 15. Hombres-bóvido y hombre cérvido en el arte paleolítico europeo
(según dibujo de Ramón Viñas redibujado por Elba Domínguez
Covarrubias).
Fig. 16. Signos en el arte paleolítico. Tomado de Léroi-Gourhan, Las
religiones de la prehistoria redibujado por Elba Domínguez
Covarrubias.
Fig. 17. Propulsor de Bruniquel. Tomado de http://paleoscenic.es.tl/
Productos/kat-2-6.htm, redibujado por Elba Domínguez
Covarrubias.
Fig. 18. Bastón fálico de El Pendo. Dibujo: Elba Domínguez Covarrubias.
Fig. 19. Hombres-toro del Maestrazgo (según dibujo de Ramón Viñas
redibujado por Elba Domínguez Covarrubias).
Fig. 20. Pintura mural de Tetitla (según dibujo de Nicolás Latsanopoulus
redibujado por Elba Domínguez Covarrubias).
Fig. 7. Códice Borgia, lám 29, detalle. British Museum, Londres. © 2017
Trustees of the British Museum, cc by-nc-sa 4.0
Fig. 8. Códice Laud, lám. 9, detalle. Bodleian Library, Óxford.
Fig. 9. Códice Vaticano B 3773, lám. 72, detalle. Tomado de Seler, archive.
org. / c.c.0. 1.0 Public Domain.
Fig. 10. Códice Borgia, lám. 23, detalle. British Museum, Londres. © 2017
Trustees of the British Museum, cc by-nc-sa 4.0
Fig. 11. Códice Borgia, lám. 29, detalle. British Museum, Londres. © 2017
Trustees of the British Museum, cc by-nc-sa 4.0
Fig. 12. Códice Borgia, lám. 22, detalle. British Museum, Londres. © 2017
Trustees of the British Museum, cc by-nc-sa 4.0
Fig. 13. Códice Laud, lám. 29, detalle. Bodleian Library, Óxford.
Fig. 14. Códice Borbónico, lám. 16, detalle. Asamblea Nacional de Francia.
Fig. 15. Códice Borgia, lám. 48, detalle. British Museum, Londres. © 2017
Trustees of the British Museum, cc by-nc-sa 4.0
Fig. 16. Códice Vaticano B 3773, lám. 88, detalle. Tomado de Seler, archive.
org./c.c.0. 1.0 Public Domain.
Fig. 17. Códice Fejérváry-Mayer, lám. 2, detalle. British Museum, Londres.
© 2017 Trustees of the British Museum, cc by-nc-sa 4.0
Fig. 18. Códice Fejérváry-Mayer, lám. 27, detalle. British Museum, Londres.
© 2017 Trustees of the British Museum, cc by-nc-sa 4.0
Fig. 19. Códice Borbónico, lám. 7, detalle. Asamblea Nacional de Francia.
Fig. 20. Códice Vaticano B 3773, láms. 7-8, detalle. Tomado de Seler, archive.
org./c.c.0. 1.0 Public Domain.
Fig. 21. Códice Borbónico, lám. 10, detalle. Asamblea Nacional de Francia.
Fig. 22. Tonalámatl Aubin, lám 6, detalle.
Fig. 23. Códice Borgia, lám. 47, detalle. British Museum, Londres. © 2017
Trustees of the British Museum, cc by-nc-sa 4.0
Fig. 24. Códice Borgia, lám. 23, detalle. British Museum, Londres. © 2017
Trustees of the British Museum, cc by-nc-sa 4.0
Fig. 25. Códice Zouche-Nuttall, lám. 9, detalle. British Museum, Londres.
© 2017 Trustees of the British Museum, cc by-nc-sa 4.0
Fig. 26. Códice Zouche-Nuttall, lám. 81, detalle. British Museum, Londres.
© 2017 Trustees of the British Museum, cc by-nc-sa 4.0
Fig. 27. Códice Cospi, lám. 12, detalle. British Museum, Londres. © 2017
Trustees of the British Museum, cc by-nc-sa 4.0
Fig. 28. Códice Cospi, lám. 8, detalle. British Museum, Londres. © 2017
Trustees of the British Museum, cc by-nc-sa 4.0
Fig. 29. Códice Borgia, lám. 4, detalle. British Museum, Londres. © 2017
Trustees of the British Museum, cc by-nc-sa 4.0
Lista de ilustraciones 601
Pierre-Olivier Dittmar
Guilhem Olivier
Fig. 1. El tlatoani Motecuhzoma II, rey de los mexicas (Sahagún 1993:
fol. 51v).
Lista de ilustraciones 603
Aline Hémond
Olivia Kindl
Fig. 5.
Q uema del despacho cristal misa en el horno pucara.
L a mesa de adivinación con los implementos rituales y los
Fig. 6.
pétalos de clavel.
Una juya o khuya, también llamada mesa, piedra ceremonial
Fig. 7.
entregada por el apu.
Estado de la mesa de adivinación, con las pisadas de las aves,
Fig. 8.
después de la sesión.
Margarita Valdovinos
Tabla 1.
Momentos rituales del ciclo funerario.
Ocultar y mostrar durante los rituales del ciclo funerario.
Tabla 2.
Fig. 1.
Cadáver con rostro tiznado, Tuxpan, Jalisco, 1934. Robert M.
Zingg.
Puerta pintada con tuxari, Las Latas, Jalisco, 2007. Ricardo
Fig. 2.
Pachecho Bribiesca.
El mara’akame Marcos Torres, pintado con tuxari, Las Latas,
Fig. 3.
Jalisco, 1971. John Lilly.
Segundo refuerzo con pintura tuxari y altar al fondo, Las Latas,
Fig. 4.
Jalisco, 1971. John Lilly.
Lista de ilustraciones 607
Fig. 16.
Códice Tlaquiltenango. © Cortesía American Museum of Natural
History, Nueva York. Fotos: Ethelia Ruiz Medrano.
Códice Tlaquiltenango. © Cortesía American Museum of Natural
Fig. 17.
History, Nueva York. Fotos: Ethelia Ruiz Medrano.
Códice Tlaquiltenango. © Cortesía American Museum of Natural
Fig. 18.
History, Nueva York. Fotos: Ethelia Ruiz Medrano.
Códice Tlaquiltenango. © Cortesía American Museum of Natural
Fig. 19.
History, Nueva York. Fotos: Ethelia Ruiz Medrano.
Lámina mna Códice Mauricio de la Arena. Secretaría de Cultura-
Fig. 20.
inah-Méx. “Reproducción autorizada por el Instituto Nacional
de Antropología e Historia”.
Foja manuscrito, “Lengua otomí y su traducción al castellano”,
Fig. 21.
Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, referencia
ca 826. Secretaría de Cultura-inah-Méx. “Reproducción auto-
rizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia”.
Foto: Ethelia Ruiz Medrano.
Códice Coacalco, ff. 2 y 10. © Cortesía The Latin American
Fig. 22.
Library, Tulane University.
Códice Coacalco, ff. 2 y 10. © Cortesía The Latin American
Fig. 23.
Library, Tulane University.
Fig. 1.
Imagen de San Lorenzo con el lápiz en la mano derecha y la
libretita en la izquierda (iglesia del centro de Cancuc, 2008).
Doña Marux cortando las candelas. Sobre la mesa los chiles,
Fig. 2.
un paquete con incienso. En el suelo una botella con trago
(Cancuc, 2008).
El especialista ritual ayudado por la persona que encargó el
Fig. 3.
ritual (Cancuc, 2008).
Don Mikel confeccionando los paquetes. A su lado la víctima
Fig. 4.
sacrificial (Cancuc, 2008).
Detalle del contenido de un paquete, en las manos, un trozo de
Fig. 5.
incienso (Cancuc, 2008).
Lista de ilustraciones 609
Fig. 6.
Doña Marux virtiendo trago a los paquetes enterrados (Cancuc,
2008).
Fig. 1.
Comunión en Wirikuta, Juan Ríos Martínez, 1973, 122 × 81 cm,
núm. 13 de una serie de 14 cuadros por el artista representan-
do La Peregrinación de Nuestro Hermano Mayor Hermano
Azul. Colección de George H. y Laurie Howell. Explicación y
traducción por Juan Negrín Fetter según la grabación con Juan
Ríos Martínez. Foto y texto © Juan Negrín Fetter 1974-2013.
Derechos digitales e impresos reservados.
Paul Liffman