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Acontecimiento, XVII, 33-34 (2007), pp. 123-131.

La filosofía como repetición creativa 1

por Alain Badiou

Deberé empezar refiriéndome a uno de mis maestros, el gran filósofo marxista, Louis
Althusser. Para Althusser, el nacimiento del marxismo no fue una cosa simple. Estuvo compuesto
por dos revoluciones, dos acontecimientos intelectuales principales. Primero, uno científico. Este
acontecimiento fue la creación por parte de Marx de una ciencia de la historia, cuyo nombre es
“materialismo histórico”. El segundo acontecimiento fue de naturaleza filosófica. Se trató de la
creación, a cargo de Marx y otros, de una nueva tendencia, cuyo nombre es “materialismo
dialéctico”. Podemos decir que se requiere de una nueva filosofía para clarificar y asistir el
nacimiento de una nueva ciencia. La filosofía de Platón fue requerida, asimismo, por el comienzo
de las matemáticas, o la filosofía de Kant por la física newtoniana. Después de todo no hay
dificultad en todo esto. En este marco es posible decir dos cosas sobre el desarrollo de la filosofía.
Este desarrollo dependió de nuevos hechos en algunos campos que no poseen una naturaleza
filosófica inmediata. Particularmente, de hechos en el campo de la ciencia. Como las matemáticas
para Platón, Descartes o Leibniz, la física para Kant, Whitehead o Popper, la historia para Hegel o
Marx, la biología para Nietzsche, Bergson o Deleuze.
Por lo que a mí respecta, estoy bastante de acuerdo en que la filosofía depende de algunos
campos no filosóficos. Y he llamado a estos campos las “condiciones” de la filosofía. Simplemente
querría decir que no limito las condiciones de la filosofía al progreso de la ciencia. Propongo un
conjunto más grande de condiciones, bajo cuatro tipos posibles: ciencia, pero también, política, arte
y amor. Así que mi propio trabajo depende, por ejemplo, de un nuevo concepto matemático del
infinito, pero al mismo tiempo de nuevas formas de la política revolucionaria, de los grandes
poemas de Mallarmé, Rimbaud, Pessoa, Mandelstam o Wallace Stevens, de la prosa de Samuel
Beckett, de las nuevas maneras del amor que han emergido en el contexto del psicoanálisis y la
completa transformación de todas las cuestiones en relación con la sexuación y el género.
Por lo tanto, sería posible que yo dijera que el desarrollo de la filosofía es su propia
adaptación gradual al cambio en sus condiciones. Entonces ustedes podrían decir: ¡La filosofía está
siempre por detrás! ¡La filosofía está siempre tratando de alcanzar las novedades no filosóficas! Y
yo debería decir: ¡Correcto! Esa fue de hecho la conclusión de Hegel. La filosofía es el pájaro de la
sabiduría, y el pájaro de la sabiduría es el búho. Pero el búho alza vuelo cuando el día ha terminado.
La filosofía es la disciplina que viene después del día del conocimiento, el día de las experiencias,
al comienzo de la noche. Y, aparentemente, nuestro problema, el problema del desarrollo de la
filosofía, queda resuelto.
Hay dos casos. Primer caso: una nueva mañana de experiencias creativas en ciencia, política
arte o amor está llegando. Y deberemos tener una nueva noche para la filosofía. Segundo caso:
nuestra civilización está exhausta, y el único futuro que podemos imaginar es oscuro, un futuro de
perpetuo crepúsculo. Entonces el futuro de la filosofía será su muerte lenta, su muerte lenta en la
noche. La filosofía será reducida a lo que podemos leer en el inicio de un bello texto de Samuel
Beckett, Company: “Una voz está hablando en la oscuridad”. Una voz sin significado, sin destino.
Y de hecho, desde Hegel y Auguste Comte hasta Nietzsche, Heidegger o Derrida –para no
mencionar a Wittgenstein y Carnap– podemos encontrar la idea filosófica de una probable muerte
de la filosofía, en todo caso en su forma clásica, la metafísica.
Podría detener mi lectura aquí, y decir con el pelo parado sobre mi cabeza como un cantante
punk: ¡No hay futuro! Después de eso beberíamos el alcohol del nihilismo.
Pero restan algunas pequeñas dificultades.

1
Texto aparecido en inglés bajo el título “Philosophy as Creative Repetition” en The Symptom. “Online Journal for
Lacan.com” - Issue 8 - Winter 2007.
1
La primera, que es quizá demasiado formal, quizá un sofisma, es que la idea del final de la
filosofía ha sido una idea típica durante mucho tiempo. Lo que es más, suele ser una idea positiva.
Para Hegel, la filosofía está en su final pues ella puede finalmente entender lo que es un
conocimiento absoluto. Para Marx, la filosofía como una interpretación del mundo puede ser
reemplazada por una transformación concreta de este mismo mundo. Para Nietzsche, la abstracción
negativa de la vieja filosofía debe ser destruida para liberar una verdadera afirmación vital, un gran
“¡Sí!” a todo lo que existe. Y para la corriente analítica, las sentencias metafísicas, que son un puro
disparate, deben ser desconstruidas en favor de proposiciones y argumentos claros bajo el
paradigma de la lógica moderna.
En todos estos casos vemos que las grandes declaraciones en relación con la muerte de la
filosofía en general, y con la de la metafísica en particular, son probablemente un medio retórico de
introducir una nueva manera, o un nuevo objetivo, dentro de la filosofía misma. La mejor manera
de decir. “Soy un nuevo filósofo”, es quizá decir: “La filosofía está terminada, la filosofía está
muerta”. Así que yo propongo empezar algo absolutamente nuevo. ¡No la filosofía, sino el
pensamiento! ¡No la filosofía sino la potencia vital! ¡No la filosofía, pero sí un nuevo lenguaje
racional! En realidad: no la vieja filosofía sino mi propia nueva filosofía.
Entonces existe una posibilidad de que el desarrollo de la filosofía se dé siempre bajo la
forma de la resurrección. La vieja filosofía, como el viejo hombre, está muerta. Pero esta muerte es
de hecho el nacimiento de un nuevo hombre, el nuevo filósofo.
Pero como ustedes saben, existe una relación cercana entre resurrección e inmortalidad,
entre el cambio más grande que podemos imaginarnos, el cambio de la muerte por la vida, y la más
completa ausencia de cambio que podemos pensar, cuando estamos en la alegría de la salvación.
Tal vez la repetición del tema del final de la metafísica y la correlativa repetición del tema
de un nuevo comienzo del pensamiento es el signo de una inmovilidad fundamental de la filosofía
como tal. Tal vez la filosofía tiene que colocar su continuidad, su naturaleza repetitiva, bajo la
forma de la pareja dramática de la muerte y el nacimiento.
En este punto podemos retornar al trabajo de Louis Althusser. Porque Althusser, que
sostiene que la filosofía depende de la ciencia, también afirma algo muy extraño, que es que la
filosofía es siempre la misma cosa. En este caso, el problema del desarrollo de la filosofía es
simple: el futuro de la filosofía es su pasado.
Suena casi como una broma ver al gran marxista Althusser como el último defensor de la
vieja concepción escolástica de una philosophia perennis, de la filosofía como pura repetición de lo
mismo; la filosofía al estilo nietzscheano como eterno retorno de lo mismo.
¿Pero qué es este “lo mismo”? ¿Qué es la mismidad de lo mismo, que retorna en el destino
ahistórico de la filosofía? Detrás de esta pregunta encontramos ciertamente una vieja discusión
sobre la verdadera naturaleza de la filosofía. Hay, toscamente, dos tendencias principales. Para la
primera, la filosofía es esencialmente un conocimiento reflexivo. El conocimiento de la verdad en
los ámbitos teoréticos, el conocimiento de los valores en los ámbitos prácticos. Y la forma
apropiada de la filosofía es la de una escuela. El filósofo es un profesor, como Kant, Hegel, Husserl,
Heidegger y tantos otros, incluyéndome a mí, cuando ustedes me llaman bajo el nombre de
“Profesor Badiou”.
La segunda posibilidad es que la filosofía no sea realmente un conocimiento, ni teorético ni
práctico. Estriba en la transformación directa de un sujeto, es un modo de conversión radical, un
cambio completo de vida. Y, consecuentemente, se encuentra muy cerca de la religión, pero
exclusivamente a través de medios racionales; muy cerca del amor, pero sin el violento soporte del
deseo; muy cerca del compromiso político, pero sin la restricción de una organización centralizada;
muy cerca de la potencia de la creación artística, pero sin los medios físicos del arte; muy cerca del
conocimiento científico, pero sin el formalismo de las matemáticas y sin los medios empíricos y
técnicos de la física. Para esta segunda tendencia, la filosofía no es necesariamente una cuestión de
escuela, aprendizaje, transmisión y profesores. Es una dirección libre desde nadie hacia todos.
Como Sócrates hablando a los jóvenes en las calles de Atenas; como Descartes escribiendo cartas a
la princesa Elizabeth; como Jean-Jacques Rousseau escribiendo sus confesiones; o las obras de
Sartre; o como, si me disculpan el toque narcisista, mis propias novelas y obras. La diferencia es
2
que la filosofía ya no es conocimiento, o conocimiento del conocimiento. Es una acción. Uno podría
decir que lo que identifica a la filosofía no son las reglas de un discurso, sino la singularidad de un
acto. Es este acto el que los enemigos de Sócrates llamaron “la corrupción de los jóvenes”. Y a
causa de eso, como ustedes saben, Sócrates fue sentenciado a muerte. “Corromper a los jóvenes” no
es, después de todo, un mal nombre para el acto filosófico. Si ustedes entienden adecuadamente el
“corromper”. Aquí “corromper” significa enseñar la posibilidad de rechazar cualquier sumisión
ciega a las opiniones establecidas. Corromper es dar a los jóvenes algunos medios para cambiar sus
mentes acerca de todas las normas sociales; corromper es sustituir la imitación por la discusión y la
crítica racional, e incluso, si la cuestión es una cuestión de principios, sustituir la obediencia por la
revuelta. Pero esta revuelta no es ni espontánea ni agresiva considerando que es una consecuencia
de principios y críticas racionales. En los poemas del gran poeta francés Arthur Rimbaud
encontramos la extraña expresión: “Revueltas lógicas”. Esa es probablemente una buena definición
del acto filosófico. “Revueltas lógicas”. No es casual que mi amigo, el muy buen filósofo Jacques
Rancière haya creado una importante revista en los setenta cuyo título era precisamente Revueltas
lógicas.
Pero si la esencia de la filosofía es una esencia activa, podemos entender mejor la razón por
la cual, para Louis Althusser, no existe una real historia de la filosofía. En su propio trabajo
Althusser mismo propone decir que la función de la filosofía es introducir una división dentro de las
opiniones. Y más precisamente, dentro de las opiniones sobre el conocimiento científico o, más
generalmente, dentro de las actividades teoréticas. ¿Qué tipo de división? En última instancia, la
división entre materialismo e idealismo. Y dado que él era un marxista, pensó que el materialismo
es el marco revolucionario para las actividades teoréticas, y que el idealismo es el marco
conservador. Entonces su definición final fue: la filosofía es como una lucha política en el campo
teorético.
Pero aparte de la conclusión marxista, podemos observar dos puntos:
Primero. El acto filosófico está siempre en la forma de una decisión, una separación, una
distinción clara. Entre el conocimiento y la opinión, entre opiniones correctas y opiniones falsas,
entre la verdad y la falsedad, entre el Bien y el Mal, entre sabiduría y locura, etc.
Segundo. El acto filosófico siempre tiene una dimensión normativa. La división es también
una jerarquía. En el caso marxista el materialismo es el término “bueno” y el idealismo el “malo”.
Pero más generalmente, siempre aparece que la división de conceptos o la división de experiencias
es de hecho el acto de imponer, quizá, sobre la gente joven, una nueva jerarquía. Y negativamente,
el resultado del acto es el reverso de un orden establecido, o de una vieja jerarquía. Así que tenemos
efectivamente algo invariante en la filosofía, algo como una repetición compulsiva, o como el
eterno retorno de lo mismo. Podemos resumir esta matriz, la cual no deja de estar relacionada con la
bien conocida serie de películas Matrix.
La filosofía es el acto de reorganizar todas las experiencias teoréticas y prácticas,
proponiendo una nueva gran división normativa que invierte un orden intelectual establecido y
promueve nuevos valores más allá de los comunes. La forma de todo esto es, más o menos, dirigirse
libremente a todos, pero primero y principalmente a los jóvenes, pues un filósofo sabe
perfectamente bien que los jóvenes tienen que tomar decisiones sobre sus vidas, y que ellos están
generalmente mejor dispuestos a aceptar los riesgos de una revuelta lógica.
Todo esto explica por qué la filosofía es, en algún sentido, siempre la misma cosa.
Naturalmente, cada filósofo piensa que su trabajo es completamente nuevo. Eso es sólo humano. Y
muchos historiadores de la filosofía han introducido rupturas absolutas. Por ejemplo, después de
Kant, la metafísica clásica se dijo imposible. O, después de Wittgenstein, no fue posible olvidar que
el estudio del lenguaje es el núcleo de la filosofía. Entonces tenemos un giro racionalista, un giro
crítico, un giro lingüístico... Pero, de hecho, nada es irreversible en filosofía. No hay giro absoluto.
Muchos filósofos pueden encontrar hoy, en Platón o en Leibniz, algunos puntos que son para ellos
más interesantes, más activos que puntos similares en Heidegger o Wittgenstein. Y esto es porque
su propia matriz es en gran parte idéntica a aquellas de Platón o Leibniz. El hecho de que la
filosofía sea principalmente una repetición de sus actos clarifica las afinidades inmanentes entre
filósofos. Deleuze con Leibniz y Spinoza; Sartre con Descartes y Hegel; Merleau-Ponty con
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Bergson y Aristóteles; yo mismo con Platón y Hegel; Slavoj Žižek con Kant y Schelling...Y quizá,
por casi tres mil años, todos con todos.
Pero si el acto filosófico es formalmente el mismo, y el retorno de lo mismo, debemos tener
en cuenta el cambio del contexto histórico. Porque el acto tiene lugar bajo algunas condiciones.
Cuando un filósofo propone una nueva división y una nueva jerarquía para las experiencias de su
tiempo, se debe a que una nueva creación intelectual, una nueva verdad, acaba de aparecer. En
realidad, es porque, en sus ojos, debemos asumir las consecuencias de un nuevo acontecimiento en
las condiciones reales de la filosofía.
Por ejemplo, Platón propuso la división entre lo sensible y lo inteligible bajo la condición de
la geometría y de un concepto post-pitagórico de número y medida. Hegel introdujo la historia y el
devenir dentro de la Idea Absoluta, a causa de la deslumbrante novedad de la revolución francesa.
Nietzsche desarrolló una relación dialéctica entre la tragedia griega y el nacimiento de la filosofía
en el contexto de la tumultuosa sensación generada por el descubrimiento del drama musical de
Richard Wagner. Y Derrida transformó el enfoque de las rígidas oposiciones metafísicas, en parte
debido a la creciente e irreductible importancia, en nuestras experiencias, de la dimensión femenina
que les pertenece.
Esa es la razón por la cual podemos finalmente hablar de una repetición creativa. Hay algo
invariable en la forma de un gesto, un gesto de división. Y hay, con la presión de algunos
acontecimientos y sus consecuencias, la necesidad de transformar algunos aspectos del gesto
filosófico. De modo que tenemos una forma, y tenemos la forma variable de la forma única. Por eso
podemos reconocer claramente a la filosofía y los filósofos, a pesar de sus enormes diferencias y
sus violentos conflictos. Kant dijo que la historia de la filosofía era un campo de batalla. ¡Sí, lo es!
Pero es también la repetición de la misma batalla, en el mismo campo. Quizá una imagen musical
pueda ayudar. El desarrollo de la filosofía está dado en la forma clásica de tema y variaciones.
Repetición, el tema, y novedad constante, las variaciones.
Pero ambos llegan después de algunos acontecimientos en política, arte, ciencia, amor.
Acontecimientos que proveen la necesidad de una nueva variación para el mismo tema. Entonces
nosotros, los filósofos, estamos trabajando durante la noche, después del día del devenir real de una
nueva verdad. Recuerdo un bello poema de Wallace Stevens, Man carrying thing. Stevens escribe:
“Debemos hacer durar nuestros pensamientos toda la noche”. ¡Por supuesto! Ese es el destino de los
filósofos y la filosofía. Y Stevens continúa: “Hasta que el brillo evidente se pare inmóvil en el frío”.
Sí, esperamos, creemos, que un día, el “brillo evidente” se hallará “parado inmóvil”.
El “brillo evidente” de la Idea se parará como una estrella fijada en el cielo, “inmóvil en el
frío”. Será el paso final de la filosofía, la idea absoluta, la revelación completa... Pero eso nunca
sucederá. Por el contrario, cuando algo pasa en el día de las verdades vivas, tenemos que repetir el
acto filosófico, y crear una nueva variación.
Así que el futuro de la filosofía es, como su pasado, una repetición creativa. Debemos hacer
durar nuestros pensamientos toda la noche para siempre.
El filósofo es útil, porque él (o ella) tiene la tarea de observar la mañana de una verdad, e
interpretar esta nueva verdad contra las viejas opiniones. Si “debemos hacer durar nuestros
pensamientos toda la noche”, es porque debemos corromper correctamente a los jóvenes. Cuando
sentimos que un acontecimiento-verdad interrumpe la continuidad de la vida ordinaria, tenemos que
decir a los demás: “¡Despierten! ¡El tiempo del nuevo pensamiento y de la nueva acción está aquí!”
Pero para eso, nosotros mismos debemos estar despiertos. Nosotros, los filósofos, no tenemos
permitido dormir. Un filósofo es un pobre vigilante nocturno.

Traducción: Leandro García Ponzo

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