Está en la página 1de 6

Editorial

En el reino del revés: infancias y adolescencias

A Sara, que transita de un reino a otro

El reino del revés

Me dijeron que en el Reino del Revés


nada el pájaro y vuela el pez,
que los gatos no hacen miau y dicen yes
porque estudian mucho inglés.

Me dijeron que en el Reino del Revés


nadie baila con los pies,
que un ladrón es vigilante y otro es juez
y que dos y dos son tres.

Me dijeron que en el Reino del Revés


cabe un oso en una nuez,
que usan barbas y bigotes los bebés
y que un año dura un mes.

Me dijeron que en el Reino del Revés


hay un perro pekinés
que se cae para arriba y una vez
no pudo bajar después.

Me dijeron que en el Reino del Revés


un señor llamado Andrés
tiene 1.530 chimpancés
que si miras no los ves.

Me dijeron que en el Reino del Revés


una araña y un ciempiés
van montados al palacio del marqués
en caballos de ajedrez.

Vamos a ver cómo es


el Reino del Revés.

María Elena Walsh

Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 60, mayo-agosto, 2011 5


Editorial

«IT

Fuente: Tonucci (2007:117).

"El país de la infancia", como dice María Elena Walsh, escritora argentina
fallecida a principios de 2011, es una buena forma de iniciar este edito-
rial, esta apertura a una temática que fascina por lo actual, lo múltiple, y
preocupa por lo común, lo gastada, lo compleja. El país de la infancia y la
adolescencia tiene, en este número, unas fronteras marcadas: 8 artículos
que nombran las infancias y las adolescencias, 11 autores y autoras que
marcan rutas, ponen señales, dan indicaciones, que prestan sus palabras
para que, como lupas, miremos a través de ellas a los y las habitantes de
este terruño, a esos habitantes temporales que, a veces, tienen prisa por
abandonar el país; 13 ilustraciones que pasean nuestra vista por paisajes
inciertos, olvidados, conocidos, con un cierto aire de nostalgia. Este país de
la infancia, hecho de letras y preguntas, de reflexiones y afirmaciones, de
constataciones y temores, se declara dependiente de los sujetos que nom-
bra; y, por ello, se afirma en la mirada a niños, niñas y jóvenes. Este país
de la infancia tiene los sonidos que ponen esas letras ordenadas y rigurosas,
esas letras que definen tonos, melodías, susurros o carcajadas sobre las imá-
genes, los imaginarios, las relaciones, las difusiones, las diluciones, las mi-
radas, las formas de nombrar y ver a infantes y adolescentes. Este país de
la infancia, que no es el país de origen, del nuestro, es un país declarado
para permitirnos comprender, hoy, de qué hablamos y qué decimos con
estas palabras: infancia y adolescencia.

Hay infantes y adolescentes famosos que copan las páginas de los libros;
niños, niñas y jóvenes cuentan, a través de las voces de sus autores y auto-

6 Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 60, mayo-agosto, 2011


Nuevas infancias y adolescencias

ras, las aventuras de su crecimiento, las vicisitudes de la construcción de su


yo, las relaciones con el mundo, los apuros de su deseo, las preguntas por
las instituciones, los dilemas del mundo adulto. Tom Sawyer, Huckleberry
Finn, Oliver Twist, Heidi, Pipi Calzaslargas, Harry Potter, el lazarillo de Tor-
mes, la candida Eréndira, Peter Pan, Alicia, Ana Frank, Ana la de las tejas
verdes, Bastian Baltazar Bux, e incluso Momo. Nils Holgersson (héroe in-
fantil de Karl Popper), Josephine March, el sufrido Pelo de Zanahoria, o el
intrépido Mowgli. El mar trae ecos de piratas, capitanes y ayudantes: Jim,
en La isla del Tesoro; Dick Sand, un capitán de quince años. También está
Meggie, la hija de Lengua de brujo, que vive con el don de dar vida a los
personajes de los cuentos que lee en voz alta; y está Paloma, de La elegancia
del erizo, consciente de su inteligencia y dispuesta a pasar desapercibida:

Hay quien podría pensar que resulta fácil hacerse pasar por alguien
con una inteligencia normal [...] Hay que esforzarse mucho por pa-
recer más tonto de lo que se es (Barbery, 2007: 19).

Incluyo a los infantes y adolescentes de Roal Dahl: Matilda, Jorge y su me-


dicina, Charlie y el chocolate, Jim y el melocotón.

Imposible mencionarlos a todos, dar cuenta de la riqueza de las letras o de


los perfiles y los modos de ser de infantes y adolescentes. Esos nombres
que he recuperado, son mi pasaporte a este país de la infancia, a esta revis-
ta temática que recoge producciones, investigaciones, reflexiones sobre ni-
ños, niñas y jóvenes, sobre su condición o lugar. Esos nombres que habitan
las líneas de este país, me conducen a una calle poblada de seres marcados
por la vida constante que se desplaza en una línea de tiempo que transfor-
ma la ciudad en un paisaje interior habitado por recuerdos. Esos nombres
de novela están plenos de realidad, pues como dice Millas: "A veces, en las
novelas se filtran fragmentos de realidad que dejan manchas de humedad,
como una gotera en la pared de una habitación" (2007: 136).

También recupero infantes y adolescentes de la pedagogía, aquellos que,


bajo diversas formas, aparecen en Juan Amos Comenio, Johann Heinrich
Pestalozzi, Jean Jacques Rousseau, Friedrich Froebel o Johann Friedrich Her-
bart. Eloísa, Emilio, los hijos de Gertrudis, los que aparecen veladamente
en cartas, indicaciones o sugerencias. Incluyo a niños, niñas y adolescen-
tes que llegan al escenario metódico con la escuela nueva, que ocupan el
lugar de la realeza, el espacio de las centralidades, las preocupaciones y
las propuestas. La infancia que preconiza María Montessori con su mente
absorbente, la que aprende a partir de sus intereses con Ovide Decroly, la
que se organiza en grupos a partir de Roger Cousineto Gustav Wyneken.
Infantes y adolescentes que recuperan el juego de la mano de las hermanas
Olga y Leticia Cossettini, se vinculan con el arte en la clase de la señorita Olga,
aprenden con la imprenta Freinet o se descubren en Summerhill.

Aquellos niños, niñas y adolescentes, al igual que los de carne y hueso que
transitan este mundo en busca de sí mismos, cargan con gran cantidad

Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, num. 60, mayo-agosto, 2011 7


Editorial

de calificativos: indiferentes, perezosos/as, desorientados/as, superficiales,


desmotivados/as, distraídos/as. También reciben otros apelativos, ¿más ge-
nerosos?: angelicales, el futuro de la humanidad.

¿Eso serán ellos y ellas? ¿O estas palabras son la manera como las personas
adultas les miramos? ¿O son sus modos de estar en el mundo? Difícil saber-
lo o pensarlo. Ahora somos otros, adultos, diferentes de los y las adolescen-
tes que fuimos. Hemos escapado de esa época, hemos salido (¿triunfantes?)
de allí y no recordamos, muy bien, cómo es eso de ser, de estar construyén-
donos. Por eso, como dice Walter Benjamín:

¿Qué ha experimentado ese adulto? ¿Qué quiere demostrarnos?


Ante todo, una cosa: él también ha sido joven, también él quería lo
que queremos nosotros; él tampoco quería a sus padres, pero la vida
le ha enseñado que los padres tenían razón. Y muestra su sonrisa de
superioridad, pues a nosotros nos sucederá lo mismo. De antemano
desvaloriza nuestros años, los convierte en una época de simpáticas
necedades, en una infantil embriaguez que precede a la larga sobrie-
dad de la vida formal (1989: 41).

La forma como miramos a infantes y adolescentes parece estar en extre-


mos: idealización o satanización; imágenes que se contraponen, que no se
equilibran, extrapolan las ideas, los ideales, y, quizá, las esperanzas. Ex-
tremos que no se encuentran y marcan polos de las acciones sobre estas
poblaciones.

Las ciudades de papel, esas de los libros y los autores, parecen, a veces, un
espejo de la realidad. En ocasiones, un espejo fiel; en otras, uno de esos que
deforman las imágenes, que presentan una suerte de monstruos o engen-
dros que no reconocemos. Algo así como una imagen grotesca de infantes
y adolescentes que, confrontada con la realidad, a veces parece coincidir, ya
sea por la distorsión exagerada o por la idealización absoluta. Cualquiera
de estos dos estados desconoce, no reconoce, las infancias y las adolescen-
cias por lo que son, sino por lo que el sentido común instala en los discursos
e imágenes que circulan de manera absoluta en cada época, borrando las
particularidades de cada una de ellas. Esto lo muestra el escritor argentino
Martín Kohan en Ciencias morales (2008), cuando regresa al Colegio Nacio-
nal de Buenos Aires, mismo en que Miguel Cañé (2005) describe la vida
de Juvenilia. Cañé en 1884 y Kohan en 2007, dan cuenta de una juventud
irreverente, entristecida, que sufre los dolores de la vida, que participa de
las actividades escolares de diversas maneras: entusiasta, resignada, disci-
plinada.

Los artículos que marcan las fronteras de este país de las infancias y las
adolescencias, muestran el quiebre de las concepciones románticas o fa-
talistas, dan cuenta del agotamiento de las metáforas para nombrar estas
edades, así como de las consecuencias de las intervenciones y las regulacio-
nes que provienen del Estado, de otros organismos o de las familias. Estas

8 Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 60, mayo-agosto, 2011


N u e v a s infancias y adolescencias

fronteras indican los lugares oscuros, olvidados de niños, niñas y jóvenes educa-
dos/as, protegidos/as, judicializados/as, lanzados/as hacia el cumplimiento
de mandatos y leyes de la calle para ser expulsados/as de las instituciones,
marginados/as de las políticas o beneficiarios/as de planes y programas.

Esta revista, como país de infancias y adolescencias, brinda un pasaporte


a maestros y maestras para mostrar las posibilidades pedagógicas de una
relación que desmarque, acoja, mire, escuche a niños, niñas y adolescentes,
para abrir el saber que los quiere unificar, totalizar, petrificar en explicacio-
nes o formas de ser que producen infantes y adolescentes sobreexpuestos
a las consideraciones. El pasaporte para maestros y maestras ofrece espa-
cios, herramientas, encuentros, silencios para mirar a, hablar con, e invitar
a habitar otros escenarios, a limitar las intervenciones y las acciones de los
adultos.

El país de la infancia, este país, es una patria: una que nos da el origen, que
nos constituye; de la que emigramos, en algún momento, para dar cuenta
de lo que fuimos, de lo que conservamos, de lo que somos. A ella regresa-
mos a través de nuestros recuerdos o de la infancia de otros. Pensamos en
nuestra patria.

A veces la vida es así, como Las mil y una noches, o como Los cuatrocien-
tos golpes del diablo, una obra de magia que había visto en el Chátelet,
pero también y cada vez con más frecuencia, como los cuentos de
Andersen más tristes, los menos agradables, y mi padre, cuando nos
llevaba al Bois, hacía sonriendo alusiones a Pulgarcito: "y sobre todo
no olvidéis los guijarros blancos". Para tranquilizarnos, agregaba que
era posible también, que al llegar, y como por obra de magia, encon-
tráramos sobre la mesa una comida mágica y pantagruélica, servida
sobre un mantel bordado en oro y que se podía vender enseguida
(Prévert, 1979: 38).

Hilda Mar Rodríguez Gómez


Directora

Referencias bibliográficas

Barbery, Muriel, 2007, La elegancia del erizo, Madrid, Seix Barral.

Benjamín, Walter, 1989, Escritos. La literatura infantil, los niños y los jóvenes, Bue-
nos Aires, Nueva Visión.

Cañé, Miguel, 2005, "Juvenilia", Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, [en línea],
disponible en: http://www.cervantesvirtual.com/obra/juvenilia-l/, consulta: 9
de agosto de 2011.

Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 60, mayo-agosto, 2011


Editorial

Kohan, Martín, 2008, Ciencias morales, Barcelona, Anagrama.

Millas, Juan José, 2007, El mundo, Barcelona, Planeta.

Preévert, Jacques, 1979, Infancia, Barcelona, Lumen.

Tonucci, Francesco, 2007, Fratto, 40 años con ojos de niño, Barcelona, Grao.

Walsh, María Elena, 1979, "Desventuras en el País-Jardín-de-Infantes", Biblio-


teca Virtual Universal, [en línea], disponible en: http://www.biblioteca.org.ar/
libros/1297.pdf, consulta: 17 de abril de 2011.

10 Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 60, mayo-agosto, 2011

También podría gustarte