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VERGÜENZA – GABRIELA MISTRAL

Si tú me miras, yo me vuelvo hermosa


como la hierba a que bajó el rocío,
y desconocerán mi faz gloriosa
las altas cañas cuando baje al río.

Tengo vergüenza de mi boca triste,


de mi voz rota y mis rodillas rudas;
ahora que me miraste y que viniste,
me encontré pobre y me palpé desnuda.

Ninguna piedra en el camino hallaste


más desnuda de luz en la alborada
que esta mujer a la que levantaste,
porque oíste su canto, la mirada.

Yo callaré para que no conozcan


mi dicha los que pasan por el llano,
en el fulgor que da a mi frente tosca
en la tremolación que hay en mi mano...

Es noche y baja a la hierba el rocío;


mírame largo y habla con ternura,
¡que ya mañana al descender al río
lo que besaste llevará hermosura!
LA LLUVIA LENTA – GABRIELA MISTRAL
Esta agua medrosa y triste,
como un niño que padece,
antes de tocar la tierra
desfallece.

Quieto el árbol, quieto el viento,


¡y en el silencio estupendo,
este fino llanto amargo
cayendo!

El cielo es como un inmenso


corazón que se abre, amargo.
No llueve: es un sangrar lento
y largo.

Dentro del hogar, los hombres


no sienten esta amargura,
este envío de agua triste
de la altura.

Este largo y fatigante


descender de aguas vencidas,
hacia la Tierra yacente
y transida.

Llueve…, y como un chacal trágico


la noche acecha en la sierra.
¿Qué va a surgir, en la sombra,
de la Tierra?

¿Dormiréis, mientras afuera


cae, sufriendo, esta agua inerte,
esta agua letal, hermana
de la Muerte?
ROMANCE DEL PRISIONERO - ANÓNIMO

Que por mayo era, por mayo,


cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor,
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados
van a servir al amor;
sino yo, triste, cuitado,
que vivo en esta prisión;
que ni sé cuándo es de día
ni cuándo las noches son,
sino por una avecilla
que me cantaba al albor.
Me la mató un ballestero;
dele Dios mal galardón.

EL OTRO – OCTAVIO PAZ

Se inventó una cara.


Detrás de ella
vivió, murió y resucitó
muchas veces.
Su cara
hoy tiene las arrugas de esa cara.
Sus arrugas no tienen cara.
ODA A LA ALEGRÍA – PABLO NERUDA

Alegría, hoja verde caída en la ventana,


minúscula claridad
recién nacida,
elefante sonoro,
deslumbrante moneda,
a veces ráfaga quebradiza,
pero más bien pan permanente,
esperanza cumplida,
deber desarrollado.

Te desdeñé, alegría.
Fui mal aconsejado.
La luna me llevó por sus caminos.
Los antiguos poetas
me prestaron anteojos
y junto a cada cosa
un nimbo oscuro puse,
sobre la flor una corona negra,
sobre la boca amada un triste beso.

Aún es temprano.
Déjame arrepentirme.
Pensé que solamente si quemaba
mi corazón la zarza del tormento,
si mojaba la lluvia
mi vestido en la comarca cárdena del luto,
si cerraba los ojos a la rosa
y tocaba la herida,
si compartía todos los dolores,
yo ayudaba a los hombres.
No fui justo.
Equivoqué mis pasos
y hoy te llamo, alegría.
Como la tierra eres necesaria.
Como el fuego sustentas los hogares.

Como el pan eres pura.


Como el agua de un río eres sonora.
Como una abeja repartes miel volando.

Alegría,
fui un joven taciturno,
hallé tu cabellera escandalosa.

No era verdad,
lo supe cuando en mi pecho desató su cascada.
Hoy, alegría,
encontrada en la calle,
lejos de todo libro,
acompáñame: contigo,
quiero ir de casa en casa,
quiero ir de pueblo en pueblo,
de bandera en bandera.

No eres para mí solo.

A las islas iremos, a los mares.


A las minas iremos, a los bosques.
No sólo leñadores solitarios,
pobres lavanderas o erizados,
augustos picapedreros,
me van a recibir con tus racimos,
sino los congregados,
los reunidos,
los sindicatos de mar o madera,
los valientes muchachos en su lucha.
Contigo por el mundo!
Con mi canto!
Con el vuelo entreabierto de la estrella,
y con el regocijo de la espuma!

Voy a cumplir con todos


porque debo a todos mi alegría.
No se sorprenda nadie
porque quiero entregar
a los hombres los dones de la tierra,
porque aprendí luchando que
es mi deber terrestre propagar la alegría.
Y cumplo mi destino con mi canto.

LA ARAÑA CUELGA DEMASIADO LEJOS DE LA TIERRA


– ANTONIO CISNEROS

La araña cuelga demasiado lejos de la tierra,


tiene ocho patas peludas y rápidas como las mías
y tiene mal humor y puede ser grosera como yo
y tiene un sexo y una hembra -o macho, es difícil
saberlo en las arañas- y dos o tres amigos,
desde hace algunos años
almuerza todo lo que se enreda en su tela
y su apetito es casi como el mío, aunque yo pelo
los animales antes de morderlos y soy desordenado,
la araña cuelga demasiado lejos de la tierra
y ha de morir en su redonda casa de saliva,
y yo cuelgo demasiado lejos de la tierra
pero eso me preocupa: quisiera caminar alegremente
unos cuantos kilómetros sobre los gordos pastos
antes de que me entierren,
y ésa será mi habilidad.
ODA AL CALDILLO DE CONGRIO - PABLO NERUDA
En el mar tormentoso de Chile
vive el rosado congrio,
gigante anguila de nevada carne.

Y en las ollas chilenas,


en la costa,
nació el caldillo
grávido y suculento,
provechoso.

Lleven a la cocina
el congrio desollado,
su piel manchada cede
como un guante
y al descubierto
queda entonces
el racimo del mar,
el congrio tierno
reluce ya desnudo,
preparado para nuestro apetito.

Ahora recoges ajos,


acaricia primero ese marfil precioso,
huele su fragancia iracunda,
entonces
deja el ajo picado caer con la cebolla
y el tomate
hasta que la cebolla
tenga color de oro.

Mientras tanto se cuecen


con el vapor
los regios camarones marinos
y cuando ya llegaron a su punto,
cuando cuajó el sabor
en una salsa formada
por el jugo del océano y por el agua clara
que desprendió la luz de la cebolla,
entonces
que entre el congrio y se sumerja en gloria,
que en la olla se aceite,
se contraiga y se impregne.

Ya sólo es necesario
dejar en el manjar caer la crema
como una rosa espesa,
y al fuego
lentamente entregar el tesoro
hasta que en el caldillo
se calienten las esencias de Chile,
y a la mesa lleguen
recién casados
los sabores del mar y de la tierra
para que en ese plato tú conozcas el cielo.
EL DÍA QUE ME QUIERAS – AMADO NERVO
El día que me quieras tendrá más luz que junio;
la noche que me quieras será de plenilunio,
con notas de Beethoven vibrando en cada rayo
sus inefables cosas, y habrá juntas más rosas
que en todo el mes de mayo.

Las fuentes cristalinas irán por las laderas


saltando cristalinas el día que me quieras.

El día que me quieras, los sotos escondidos


resonarán arpegios nunca jamás oídos.
Éxtasis de tus ojos, todas las primaveras
que hubo y habrá en el mundo serán cuando me quieras.

Cogidas de la mano cual rubias hermanitas,


luciendo golas cándidas, irán las margaritas
por montes y praderas,
delante de tus pasos, el día que me quieras...
Y si deshojas una, te dirá su inocente
postrer pétalo blanco: ¡Apasionadamente!

Al reventar el alba del día que me quieras,


tendrán todos los tréboles cuatro hojas agoreras,
y en el estanque, nido de gérmenes ignotos,
florecerán las místicas corolas de los lotos.

El día que me quieras será cada celaje


ala maravillosa; cada arrebol, miraje
de "Las Mil y una Noches"; cada brisa un cantar,
cada árbol una lira, cada monte un altar.

El día que me quieras, para nosotros dos


cabrá en un solo beso la beatitud de Dios.
EL MUNDO AL REVÉS - MANUEL GALLARDO
Qué pintor tan primoroso
Que pintó el mundo al revés
La niña enamora al mozo
y el ladrón detrás de juez;
para arriba van los pies,
con la cabeza, pisando,
el fuego al agua apagando,
un mundo enseñando letras;
los bueyes en la carretera
y el carretero tirando.
En el gran tiempo de invierno,
la pared sobré la barda,
los hombres llevan carga
y los machos van de arrieros;
de cuerdo,
el muy majadero,
agua nadando en el pato,
el ratón siguiendo al gato,
la aprendiz caza al halcón;
de día claro,
el chonchón,
el más amante e ingrato.

Qué joven que se ve el anciano,


qué viejo se ve el moderno,
con paraguas en verano,
quitasol en invierno;
cómo será ese portento,
el trigo moliendo piedra;
la nieve se puso negra,
y el pasto comiendo reses;
doce años traen los meses,
y sin tarros,
la conserva.
Cómo será esa jorná
de lo que nunca se vido,
los animales tendidos
y las culebras parás
con la lengua desolla
es un cardón de quesillos;
mamándole al corderillo,
Siendo la oveja, la madre
Se ha de llegar que la carne
Ha de cortar al cuchillo.

POEMA DE HUA MULÁN – ANÓNIMO


Los insectos celebran con su canto la tarde.
Mulán está tejiendo ante la puerta.
No se oye girar la lanzadera,
tan sólo los lamentos de la niña.
Preguntan dónde está su corazón.
Preguntan dónde está su pensamiento.
En nada está pensando,
si no es en el rey Kong, su bello amado.
La lista del ejército ocupa doce rollos
y el nombre de su padre figura en todos ellos.
No hay un hijo mayor para el padre,
un hermano mayor que Mulán.
«Yo iré a comprar caballo y una silla,
yo acudiré a luchar por nuestro padre.»
Ha comprado en oriente un caballo de porte,
ha comprado en poniente una silla y cojín,
ha comprado en el sur una brida
ha comprado en el norte un buen látigo.
Al alba se despide de su padre y su madre;
cuando anochece, acampa junto al Río Amarillo.
Ya no escucha el llamado de su padre y su madre,
tan sólo el chapoteo del caballo en el agua.
Al alba abandona el Río Amarillo;
cuando anochece, llega a la Montaña Negra.
Ya no escucha el llamado de su padre y su madre,
tan sólo a los caballos relinchando en el monte.
Cruzó miles de millas en busca de la guerra,
corrió como volando por pasos y montañas,
las ráfagas del cierzo traían son de hierro,
a la luz de la luna brillaban armaduras.
Allí los generales luchando en cien batallas
morían, y después de haber dado diez años
volvían a su casa, valientes, los soldados.
De vuelta, es recibida por el Hijo del Sol,
que se sienta en la Sala de los Resplandores.
Le concede medallas por sus méritos muchos,
le ofrece alas de pato crujientes por millares.
El Khan le ha preguntado qué quiere hacer ahora.
«Mulán no necesita honores oficiales,
dame un burro robusto de cascos bien ligeros
y envíame de vuelta a casa de mis padres.»
Cuando escuchan sus padres que su hija se acerca,
los dos salen a verla, dándose de codazos.
Cuando escucha su hermana que su hermana se acerca,
se arregla y se coloca delante de la puerta.
Cuando escucha su hermano que su hermana se acerca,
saca filo al cuchillo, sacrifica un cordero.
«He abierto la puerta de mi cuarto oriental,
y en el occidental me he sentado en la cama.
Me quité la armadura que llevaba en la guerra
y me he puesto la ropa que llevé en otro tiempo.
Delante del espejo, cerca de la ventana
me he peinado el cabello enmarañado
y he adornado mi frente con pétalos dorados.»
Cuando Mulán salió ante sus camaradas,
todos se sorprendieron, quedáronse perplejos.
Doce años estuvieron con ella en el ejército
y ninguno sabía que era una muchacha.
Las patas del conejo saltan más,
los ojos de la hembra son algo más pequeños,
mas cuando ves un par corriendo por el campo,
¿quién logra distinguir la liebre del conejo?

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