Está en la página 1de 2

Cuántas veces lo tengo que repetir.

Victor Bosque Gómez


Encargado Convivencia Escolar

Cuántas veces he visto repetir, a los profesores, decir “cuántas veces lo tengo que
repetir”. Pareciera ser un mantra que recorre y atraviesa las experiencias escolares, un
automatismo más dentro la fauna del lenguaje escolar. “Cuantas veces tengo que repetir
que guardes el celular” “cuantas veces tengo que repetir que no vengas con piercing”
“cuántas veces tengo que repetir que bajes los pies de la mesa” “cuántas veces tengo que
repetir que estés en silencio” “cuántas veces tengo que repetir que no te cambies de
puesto” “cuántas veces tengo que repetir que entres a la sala” “cuántas veces tengo que
repetir que saques tu cuaderno”.
Pareciera ser uno de los horrocrux del lenguaje escolar, es decir un objeto-dispositivo muy
poderoso en el que ha ocultado un fragmento de su alma (escolar) con el propósito de
alcanzar la inmortalidad. Tal como en la saga Harry Potter, una de las maneras de
preservar el poder es esconder parte de tu cuerpo, por medio de un objeto fuera del
cuerpo, entonces; incluso si el cuerpo de alguien es atacado o destruido, no puede morir
ya que parte de su alma permanece intacta. Así funciona el lenguaje escolar, con
dispositivos que han sobrevivido a generaciones y que guardan el la tradición o el alma de
lo escolar.
El “cuántas veces tengo que repetir” esconde una relación asimétrica de
adulto-niño/profesor-estudiante, es una imposición que se deberá acatar, aunque surja la
resistencia, aunque haya que repetirlo las veces que sea necesario, es un recordatorio
constante que insiste en preservar las relaciones y las formas históricamente instituidas.
La semana pasada, caminaba de pasada y escuché nuevamente el mantra “cuántas veces
te tengo que decir” era un inspector que regañaba a un estudiante por el corte de pelo,
me paré a pensar y me pregunté ¿cuántas veces tendremos que seguir desobedeciendo?

También podría gustarte