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Puede haber mujeres que están en prostitución y que se autoperciben libres, pero eso no

cambia la naturaleza del consentimiento.

La prostitución jamás se da en condiciones de libertad; nunca es objeto de un contrato de

compraventa entre personas iguales en derechos y libertades. No se vende la actividad o el

producto, como el cualquier trabajo, sino el propio cuerpo sin intermediarios. Y el cuerpo no se

puede separar de la personalidad. Además, sólo alguna afortunada podrá poner «límites»,
pero la mayoría tendrán que satisfacer a los prostituidores porque pagan (un «cliente» a quien
una prostituta le negara un acto sexual particular o una relación sin preservativo, podrá
siempre alquilar a otra mujer más necesitada que accederá a su demanda).

El punto de vista según el cual las intrusiones repetidas en el cuerpo y los actos sexuales

tolerados, pero no deseados, pueden ser vividos sin perjuicio es, por lo menos, dudoso. Las

mujeres han referido en numerosas ocasiones sus estrategias para terminar rápidamente con

el cliente, porque si las prostitutas necesitan y desean el dinero de la prostitución, no desean la

sexualidad prostitucional que, en tanto que tal, es una forma de «violación remunerada».

Sonia Sánchez sobreviviente de la prostitución y la trata

La prostitución es una performance violenta y cotidiana en la vida de introyectada en el


neoliberalismo como un trabajo autónomo y libre Nos han enseñado a aceptar, tolerar,
naturalizar y reglamentar la prostitución como un trabajo es aceptar como un derecho
inalienable en las mujeres y la violación de los derechos humanos de las ujeres y su
descendencia

“Todas las mujeres en situación de prostitución son víctimas. El tema de la libre elección es
una falacia”, afirma la vicepresidenta de MdM en Castilla-La Mancha quien asegura que la
mayoría de estas mujeres son migrantes.
CRISTINA DOMINGO PÉREZ La sociedad rechaza a las mujeres prostituidas, las estigmatiza, las
señala, las condena, la discrimina, la responsable de los males, las vulnera, porque está en el imaginario
social la idea de que por tener sexo a cambio de dinero, renuncian a todos sus derechos como seres
humanos, y las tratan como tal, por otra parte, hay una gran comprensión a los “clientes” que es como los
llaman, poniéndolo en la misma categoría de cualquier persona que va a comprar un chicle o, un
pantalón, una cosa, cuando es un tipo particular de persona, porque el compra sexo, alquila un cuerpo,
mujeres para su exclusiva satisfacción, primando su deseo y poniéndolo en una condición superior a la de
la mujer a quien le paga por el servicio y decidiendo con el poder que le dio su dinero que va soportar
para satisfacerlo, a esa persona no lo llamaremos cliente, lo llamaremos varón prostituyente o como bien
lo llama Sonia Sanchez (sobreviviente a la prostitución y la trata) torturadores prostituyentes que es lo que
más encaja con la descripción, teniendo clara la descripción volvamos a la gran tolerancia y comprensión
hacia ellos, asumiendo

Control dominación y poder


Relación de inequidad, la usan a su placer, como objeto, eso es deshumanizacion

Se habla incluso de la función social de la prostitución: prostitutas para hombres tímidos,


enfermos, acomplejados, para hombres inmaduros que no quieren complicarse la vida con
relaciones reales, para maridos que no saben tirar una canita al aire si no es pagando...
También hay mujeres tímidas, enfermas, acomplejadas, inmaduras, solitarias... pero ellas
gestionan sus frustraciones e incapacidades sin comprar personas por horas.
Por otro lado, en esta sociedad tan mercantilizada, el
acuerdo entre dos personas
mayores de edad parece que legitima cualquier transacción. Pero
¿reglamentaríamos acaso la venta de órganos entre adultos? Precisamente está prohibida para
proteger a los más débiles, a los más pobres. ¿Y por qué no considerar que las relaciones
prostitucionales también se dan entre una persona que se ha visto obligada a prostituirse y otra
que se aprovecha de esa situación de necesidad para vulnerar, aunque sea con dinero por
medio, su integridad física?
Esta lacra no debería existir en una sociedad que se reclama humanista y reivindica el respeto
a las personas y la protección a los más desfavorecidos. Si queremos relaciones libres e
igualitarias no podemos permitir que los hombres aún compren el cuerpo de las mujeres, y más
aún que otros hombres (los proxenetas) y empresas formadas por hombres (los clubes de
alterne) se lucren con este comercio. La sexualidad debería ser una forma de comunicación
interpersonal libremente aceptada.
Por eso, la reglamentación de la prostitución genera tanto rechazo, porque supone legitimar, e
incluso banalizar, la vejación sistemática de miles de mujeres. Considerar a las mujeres
prostituidas trabajadoras sexuales y darles un carné supondría que la sociedad no sólo permite
la prostitución, como pasa ahora, sino que no la considera denigrante. De hecho, Anela
(Asociación de Clubes de Alterne) quiere que se cree la rama de las trabajadoras sexuales,
porque «es necesario ofrecer al cliente una mercancía limpia, sana y siempre renovada».
Querrían que aquí se siguieran los ejemplos alemán y holandés, donde los estudios
demuestran que la regulación condujo al aumento explosivo de la industria del sexo, a una
mayor participación del crimen organizado en sus empresas, a un dramático aumento en la
prostitución infantil y a un incremento de la violencia contra las mujeres.
No nos engañemos: igual que la solución al sufrimiento de los esclavos no fue que los amos los
trataran bien sino que el esclavismo dejara de existir, la erradicación del sistema prostitucional
tendría que ser uno de los grandes objetivos del milenio, y no sólo para acabar con la trata de
mujeres y el proxenetismo, sino también porque permite que algunos hombres se aprovechen
de la situación de necesidad de muchas mujeres. Y la sociedad no debe ser comprensiva ni
permisiva con estos señores: son el último elemento de la cadena prostitucional y ya es hora de
que su responsabilidad comience a ser visible.
Por eso tenemos que empezar a estudiar el caso sueco, donde en 1999 se aprobó una ley que
castiga la compra de servicios sexuales y despenaliza la venta de éstos. La prostitución se
considera un problema social, una parte de la desigualdad de género, otro aspecto de la
violencia y una forma de explotación masculina contra mujeres, niñas y niños. El Estado
destinó fondos para ayudar a las prostitutas que querían salir de la industria y en pocos años la
cantidad de prostitutas se redujo en dos tercios y la de clientes, en el 80%. Además, es nula la
cantidad de extranjeras que ahora intentan ser introducidas ilegalmente para comercio sexual.
Hay que empezar a llamar a las cosas por su nombre y reconocer que la prostitución es otra
forma de violencia, ancestral y devastadora. Por esto, ya va siendo hora de que empecemos a
cambiar de rumbo y pasemos de la banalización y la tolerancia social al rechazo de esta forma
de violencia y a la búsqueda de soluciones, que tendrán que ser una combinación de medidas
sociales de reinserción y apoyo, educativas, y también jurídicas que empezaran a ponerlo difícil
a los proxenetas y a los clientes.

* Psicopedagoga y psicoterapeuta.

En una época de libertad sexual como la actual, los hombres acuden a la prostitución
como un ejercicio de poder y sumisión sobre otra persona con la que no tienen que tener
ninguna consideración porque la pagan y debe estar a su servicio, convirtiéndola en un
objeto de su consumo (Gutiérrez, 2009).

La prostitución es una forma de explotación que debe ser abolida y no una profesión que hay
que reglamentar. Es una forma de violencia de género: «lo que las mujeres prostituidas tienen
que soportar equivale a lo que en otros contextos correspondería a la definición aceptada de
acoso y abuso sexual. ¿El hecho de que se pague una cantidad de dinero puede transformar
ese abuso en un «empleo»?, al que se le quiere dar el nombre de "trabajo sexual comercial".

Regular la prostitución legitima implícitamente las relaciones patriarcales: equivale a aceptar


un modelo de relaciones asimétricas entre hombres y mujeres, establecer y organizar un
sistema de subordinación y dominación de las mujeres, anulando la labor de varios decenios
para mejorar la lucha por la igualdad de las mujeres.

La “libertad” de ejercer la prostitución

La prostitución jamás se da en condiciones de libertad; nunca es objeto de un contrato de

compraventa entre personas iguales en derechos y libertades. No se vende la actividad o el

producto, como el cualquier trabajo, sino el propio cuerpo sin intermediarios. Y el cuerpo no se

puede separar de la personalidad. Además, sólo alguna afortunada podrá poner «límites»,
pero

la mayoría tendrán que satisfacer a los prostituidores porque pagan (un «cliente» a quien una

prostituta le negara un acto sexual particular o una relación sin preservativo, podrá siempre

alquilar a otra mujer más necesitada que accederá a su demanda).

El punto de vista según el cual las intrusiones repetidas en el cuerpo y los actos sexuales

tolerados, pero no deseados, pueden ser vividos sin perjuicio es, por lo menos, dudoso. Las

mujeres han referido en numerosas ocasiones sus estrategias para terminar rápidamente con

el cliente, porque si las prostitutas necesitan y desean el dinero de la prostitución, no desean la

sexualidad prostitucional que, en tanto que tal, es una forma de «violación remunerada».

Incluso si alguien dice que elige la prostitución de forma libre, ¿podemos considerar una

elección libre la explotación y la violencia de género? En nombre de una concepción del ser

humano como persona, del bien común y del respeto a los derechos humanos, la colectividad

ha juzgado necesario con frecuencia poner límites a la libertad individual (venta de órganos,

esclavitud, uso abusivo de drogas, etc.), estableciendo que hay prácticas, por muy libremente

que se quiera decir que se han asumido, que van en contra de los derechos humanos más

elementales. No obstante, conviene recordar que los usuarios masculinos de la prostitución no

se preocupan de saber si la prostituta consiente y es libre, cuestión que no les inquieta lo más

mínimo. En este sentido, no se puede desvincular el tráfico de mujeres con la legalización


de la prostitución, porque el tráfico es una consecuencia de la oferta y la demanda que

rige el negocio de la prostitución.

Alternativas Pedimos que, de entrada, se aplique la ley. Que se persiga a los proxenetas que
están campando por sus fueros, los clubes, los burdeles de carretera, que todo el mundo
conoce. El modelo de sociedad que presentamos a los jóvenes, encubierto bajo un manto de
silencio cómplice, contradice profundamente los mensajes que pronunciamos sobre la
educación para la igualdad. Nuestro silencio nos hace cómplices de esta nueva forma de
esclavitud y violencia de género. Si queremos construir realmente una sociedad en igualdad
hemos de centrar las medidas en la erradicación de la demanda, a través de la denuncia,
persecución y penalización del prostituidor (cliente) y del proxeneta: Suecia penaliza a los
hombres que compran a mujeres o niños con fines de comercio sexual, con penas de cárcel de
hasta 6 meses o multa, porque tipifica este delito como «violencia remunerada». En ningún
caso se dirige contra las mujeres prostituidas, ni pretende su penalización o sanción. La
novedosa lógica detrás de esta legislación se estipula claramente en la literatura del gobierno
sobre la ley: «En Suecia la prostitución es considerada como un aspecto de la violencia
masculina contra mujeres, niñas y niños. Es reconocida oficialmente como una forma de
explotación de mujeres, niñas y niños, y constituye un problema social significativo.., la
igualdad de género continuará siendo inalcanzable mientras los hombres compren, vendan y
exploten a mujeres, niñas y niños prostituyéndoles». Además otro elemento esencial de la ley
sueca provee amplios fondos para servicios sociales integrales sean dirigidos a cualquier
prostituta que desee dejar esa ocupación; también provee fondos adicionales para educar al
público para contrarrestar el histórico sesgo masculino. La prostitución siempre ha existido,
dicen. También las guerras, la tortura, la esclavitud infantil, la muerte de miles de personas por
hambre. Pero esto no es prueba de legitimidad ni validez. Tenemos el deber de imaginar un
mundo sin prostitución, lo mismo que hemos aprendido a imaginar un mundo sin esclavitud,
sin apartheid, sin violencia de género, sin infanticidio ni mutilación de órganos genitales
femeninos. Sólo así podremos mantener una coherencia entre nuestros discursos de igualdad
en la escuela y en la sociedad y las prácticas reales que mantenemos y fomentamos. Educar
para la igualdad exige romper nuestro silencio cómplice y comprometernos activamente en la
erradicación de toda violencia de género

Díez Gutiérrez, Enrique Javier

PROSTITUCIÓN Y VIOLENCIA DE GÉNERO

Nómadas. Critical Journal of Social and Juridical Sciences, vol. 24, núm. 4, juliodiciembre, 2009

Euro-Mediterranean University Institute

Roma, Italia

En la prostitución una mujer no dispone de su propio cuerpo, quien dispone de su cuerpo es el


prostituyente que pago y que tendrá derecho a decidir como, en que momento

on  tratadas como objetos, como mercancías, tanto para la industria del
sexo, como para los proxenetas, ¿Qué consentimiento puede existir entre
dos partes en la que una de ellas tiene una posición de poder y la otra de
extrema  precariedad? Cuando existe una desigualdad tan marcada no hay
legitimidad en el contrato prostitucional. Puede haber mujeres que están en
prostitución y que se autoperciben libres, pero eso no cambia la naturaleza
del consentimiento.

La sexualidad masculina ¿Por qué los hombres acuden a la prostitución actualmente en una
sociedad como la española donde no hay tal nivel de represión sexual como había hace 40
años? En una época de libertad sexual como la actual, acuden a la prostitución como un
ejercicio de poder y sumisión sobre otra persona con la que no tienen que tener ninguna
consideración porque la pagan y debe estar a su servicio, convirtiéndola en un objeto de su
consumo. Muchos hombres, en las relaciones sociales y personales, experimentan una pérdida
de poder y de masculinidad, y no consiguen crear relaciones de reciprocidad y respeto. Son
éstos los hombres que acuden a la prostitución, porque lo que buscan en realidad es una
experiencia de total dominio y control. Este grupo de hombres parecen tener problemas con
su sexualidad y la forma de relacionarse con el 50% del género humano, que creen que debe
de estar a su servicio. Presuponer que la necesidad sexual masculina es una necesidad
biológica que no puede ser puesta en cuestión, similar a las necesidades de nutrición,
contradice manifiestamente el hecho comprobado de que las personas, mujeres y hombres,
pasan largos periodos de sus vidas sin relaciones sexuales ¡y sin llegar al fatal desenlace que
habría tenido la privación de alimento! Los hombres debemos resolver nuestros problemas de
socialización para aprender a vivir sin servidoras sexuales y domésticas.

Según la organización internacional, lejos del estereotipo de putero tan inculcado en nuestra
sociedad, actualmente los hombres que consumen prostitución son “de todo tipo, de todos los
niveles culturales y de todas las profesiones. La única cosa que los une es que son hombres.”

Yailyn Alvarado no duda en afirmar que “a nivel práctico, como en todo negocio, existen sitios
acondicionados para cada gama de hombres.” Así, los espacios en los que se perpetúa esta
forma de explotación van “desde el típico club más modesto, más empobrecido; hasta lugares
con más lujos para el que se puede permitir pagar cierta cantidad de dinero”.

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