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Maria Antonieta con sus hijos presenta una composición triangular, separando el hijo varón a
la derecha de la composición con las dos manos alzadas y separado de los demás personajes,
resaltando su condición de heredero al trono. Con una de las manos señala hacia atrás a la
cuna vacía donde debería ir su hermana, la cual falleció a la hora de pintarse el cuadro. Con la
otra mano, señala a su madre y sus dos hermanos. Situada casi en el centro se encuentra la
reina, con un lujoso y sobrio vestido rojo de terciopelo que hace destacar su piel pálida y al
bebé que mantiene en brazos. La figura que aparece a la izquierda del todo es su hija
primogénita, la cual agarra a la reina del brazo y la mira con ternura. La iluminación viene del
lado izquierdo de la composición, en donde se puede destacar también en el fondo la sala de
los espejos del palacio y, al contrario, a la derecha, un tocador del estilo de la época, símbolo
de la monarquía francesa. En la obra se resaltan los colores rojo, blanco y azul principalmente,
los cuales se combinan para hacer destacar a los personajes importantes, la reina y el heredero
al trono.
Este cuadro fue encargado personalmente por la reina para limpiar su imagen tras el escándalo
del collar robado y así, retratarse junto a sus hijos en su condición tanto de madre como de
reina del imperio.
Esta obra de Marie-Louise-Élisabeth Vigée-Lebrun se consolida como uno de los encargos más
importantes que le hizo la reina, a pesar de no conseguir gran popularidad. Este, tiene
influencias claras en cuanto la composición del artista Rafael, además de buscar consejos en su
amigo David Jacques-Louis David