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SISMOLOGÍA Y EL INTERIO DE LA TIERRA

Mario E. Arias Salguero


marioa@geologia.ucr.ac.cr

Los terremotos tectónicos y volcánicos

La comprensión moderna de los terremotos atribuye la sacudida del terreno al efecto del
movimiento súbito sobre fallas geológicas asociado con el movimiento de la corteza terrestre.
Esta clase de sismos se conocen como terremotos tectónicos; cuando un sismo es producido
directamente por el movimiento de magma dentro de un volcán se denomina como un terremoto
volcánico. En 1850, C. F. Neumann distinguió el origen volcánico y el origen tectónico, (Beles et
al, 1975). En 1873, Eduardo Suess estableció la teoría tectónica, y dividió los terremotos en
volcánicos y de dislocación; los segundos producidos por movimientos de los bloques de una
falla que resbalan uno con respecto a otro. Suess estableció la relación entre fenómenos
sísmicos y orogénicos, y relacionó claramente el origen de los terremotos con el movimiento de
las fallas, (Udías, 1985). La comprensión del mecanismo se profundizó con el terremoto de
Mino-Owari en la isla de Honshu, Japón, el 28 de octubre de 1891, que causo extensos daños,
dejando 7.000 muertos y más de 142.000 casas destruidas. El terremoto también dejo huellas
alarmantes en el terreno, incluyendo más de 10.000 deslizamientos de tierra y una línea de
grietas espectaculares en la superficie que se podía seguir claramente por casi 80 kilómetros a
través del campo. El desplazamiento máximo en las grietas era de 8 metros en el sentido
horizontal y hasta 3 metros verticalmente. El geólogo japonés, Bunjiro Koto, estudió
cuidadosamente las características de estas grietas y llegó a una conclusión que en aquel
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entonces fue revolucionaria. En ese tiempo todavía se creía generalmente que los grandes
terremotos superficiales eran causados por explosiones subterráneas o movimientos de
magma, y que las fallas observadas en la superficie en algunos casos, eran causadas por los
terremotos. Koto propuso que la falla que se manifestó en Honshu no había sido un efecto, sino
la causa del terremoto, de manera que al fracturarse la falla a lo largo de unos 80 kilómetros en
el valle de Neo, liberó una enorme cantidad de energía que fue transmitida en forma de ondas
sísmicas (Bolt, 1982). A principios de siglo XX estas ideas eran desarrolladas por Ferdinand
Montessus de Ballore y A. Sieberg, quienes afirmaron que en la génesis de los sismos las
fracturas y fallas desempeñaban el papel principal.

El mecanismo de la generación de los sismos por fallas geológicas fue establecido por H. F.
Reid en 1910 en su teoría del rebote elástico, que se explica en el siguiente apartado. Al final
de la presentación de las afirmaciones de su teoría, Reid (1911) añadió, “Estas afirmaciones
son llamadas la teoría de rebote elástico de los terremotos tectónicos; ellas no comienzan a
hablar de la causa original de los terremotos, que reside en la fuente de los movimientos lentos
que producen acumulación de la energía elástica, sino que meramente dan el modus operandi
de la acumulación y la liberación de esta energía”, (Kasahara, 1981). En general se refería a los
procesos que causaban los movimientos de las fallas como la tectónica de bloques, (p.ej.),
Gutenberg y Richter, 1954. La explicación del movimiento ha sido encontrada en la teoría de la
tectónica de placas, que explica el movimiento de la corteza terrestre generando deformaciones
en los márgenes de las placas que dan lugar a rupturas sobre fallas geológicas.

En Centro América ha habido mucho debate acerca del problema sobre el origen de los
terremotos que coinciden con la cadena volcánica, y si se encuentra en procesos tectónicos o
volcánicos, (p.ej., Lomnitz y Schulz, 1966), además ha habido una tendencia de minimizar la
importancia de la distinción. En su informe sobre el terremoto de Jucuapa- Chinameca de mayo
de 1951, Meyer- Abich escribió, “No tiene sentido insistir más en el problema del origen
“magmático” o “tectónico”, porque después de todo las dislocaciones tectónicas y los procesos
magmáticos, en regiones volcánicas, son fenómenos complementarios de los procesos
epirogenéticos”, (Meyer- Abich, 1952). Sin embargo, las características de los dos tipos de
sismos son diferentes, y la mayoría de los sismos asociados con la cadena volcánica,
incluyendo casi todos los destructores (los volcánicos no logran magnitudes superiores a 5.5),
son de origen tectónico, (White, 1991).

El mecanismo de los terremotos

En esta sección se explica el mecanismo de los terremotos en términos de la ruptura de fallas


geológicas, que es de importancia fundamental para el estudio de la sismología.

La teoría del rebote elástico

El terremoto de San Francisco ocurrió en la madrugada del 18 de abril de 1906 en el norte de


California. El sismo causó la pérdida de 700 vidas aunque la mayor parte de la destrucción se
debió al gran incendio que se desató casi inmediatamente después del terremoto y continuó
por tres días. La sacudida fue percibida en un área de aproximadamente un millón de
kilómetros cuadrados, desde el estado de Oregón al norte y hasta Los Ángeles al sur, pero la
zona de mayores daños se limitó a una franja de unas docenas de kilómetros de ancho a lo
largo de la falla de San Andrés, que se ve en la Figura 3.4. Las autoridades del estado de
California encargaron a un equipo de científicos llevar a cabo un estudio detallada de los
efectos del terremoto. Uno de los grupos de investigadores, bajo la dirección de Harry Fielding
Reid, investigó la ruptura de la falla de San Andrés que se extendió por unos 430 km,
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manifestándose en el desplazamiento de caminos, arroyos y cercas. El sentido del
deslizamiento fue consistente a lo largo de la fractura en la superficie, con el lado de la costa
del Pacífico moviéndose hacia el noroeste y el lado interior hacia el sureste. El deslizamiento en
la superficie a lo largo de la fractura, desde San Juan Bautista en el sur hasta Punta Arena en
el norte, donde la falla entra al océano Pacífico, se muestra en la Figura 3.5; en algunos lugares
el movimiento horizontal alcanzó más de seis metros. El máximo desplazamiento vertical fue
menor de un metro.
Con el fin de explicar el mecanismo de la rotura, Reid también estudió tres grupos de medidas
de triangulación hechas de la región atravesada por la falla de San Andrés, el primero de 1851-
1865, el segundo de 1874-1892, y el tercero hecho justo después del terremoto. Reid pudo
establecer a partir de estas medidas que puntos distantes en las orillas opuestas de la falla se
habían movido 3.2 metros durante los 50 años anteriores al terremoto, con el lado oeste
moviéndose hacia el norte. Este movimiento acumulado durante medio siglo era del mismo
tamaño y el mismo sentido que el deslizamiento que acompañó al terremoto y esto llevó a Reid
a publicar en 1911 su tesis sobre el mecanismo de los sismos a la cual dio nombre de “rebote
elástico”, (Bolt, 1982).

La idea es bastante simple: debido a las fuerzas que actúan sobre la corteza –que ahora se
sabe que son las fuerzas tectónicas- esta se deforma acumulando esfuerzo dentro de las rocas,
de la misma manera que almacena esfuerzo un resorte cuando se extiende o se comprime.
Cuando el esfuerzo, de igual manera que el resorte vuelve a su estado libre de esfuerzos.
Puede ser interesante citar el texto original (Reid, 1911):

1. “La fractura de la roca, que causa un terremoto tectónico, es el resultado de


deformaciones elásticas, mayores a la máxima fuerza que puede resistir la roca,
producidas por el desplazamiento relativo de secciones vecinas de la corteza terrestre.
2. Estos desplazamientos relativos no son producidos súbitamente en el momento de la
fractura, sino que alcanzan sus cantidades de máximas durante un período más o
menos largo de tiempo.
3. Los únicos movimientos de masa que ocurren en el momento del terremoto son los
repentinos rebotes elásticos de los lados de la fractura hacia posiciones sin deformación
elástica; y estos movimientos, amortiguándose gradualmente, se extienden hasta
distancias de sólo unas millas desde la fractura.
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4. Las vibraciones se originan en la superficie de la fractura: la superficie donde comienzan
tiene al principio un área muy pequeña y puede hacerse muy grande con bastante
rapidez, pero no más rápidamente que la velocidad de las ondas elásticas de
compresión en la roca.
5. Inmediatamente antes de la ruptura, la energía que se libera en el momento del
terremoto tiene la forma de energía de deformación elástica en la roca”, (Kasahara,
1981).

El mecanismo del rebote elástico se ilustra en la Figura 3.6. Según la mecánica de materiales,
en roca sana, homogénea e isótropo, sin fracturas ni meteorización, la ruptura debería ocurrir
en el plano de mayor esfuerzo cortante a 45° a la dirección del máximo esfuerzo principal, que
dependerá del estado de esfuerzo triaxial en la corteza . Sin embargo, la corteza contiene
muchas fracturas en las rocas, que se denominan fallas, y casi siempre los terremotos ocurren
en estos planos débiles aunque no necesariamente coincidan con el plano de mayor esfuerzo
cortante.
La ruptura de fallas

La ruptura de la falla no es instantánea: comienza en un punto y se propaga en una dirección


(unilateral) o dos (bilateral), con una velocidad promedio que va de entre 1 y 4 𝑘𝑚. 𝑠 −1 , pero que
normalmente es de 2 a 3 𝑘𝑚. 𝑠 −1; la velocidad de ruptura es cercana pero siempre menor a la
velocidad de las ondas de corte.

La propagación no es uniforme debido a la irregularidad de la superficie de la falla. Dos


modelos distintos de la heterogeneidad de la falla han sido propuestos: en el primero,
denominado modelo de barreras (Das y Aki, 1977), el esfuerzo que existe sobre la falla antes
del terremoto es homogéneo, pero existen barreras en la superficie de la falla que impiden la
propagación de la ruptura. La ruptura sólo puede propagarse en determinadas regiones, siendo
detenida por las barreras y reiniciándose después de ellas. Después del terremoto la
distribución de esfuerzos es heterogénea, habiéndose relajado en las zonas que se han roto, y
concentrándose en las barreras que quedan sin romperse. Estas barreras pueden fracturarse
después del terremoto principal, causando réplicas del terremoto, Figura 3.7.

En el segundo modelo (Kanamori y Stewart, 1978) antes del terremoto, la distribución de


esfuerzos en la falla es heterogénea debido a la presencia de asperezas en la superficie, donde
los esfuerzos son más altos. Donde no hay asperezas los esfuerzos son más débiles, y
previamente al terremoto estas zonas se van rompiendo, produciendo pequeños terremotos que
se llaman premonitores mientras las asperezas van acumulando esfuerzos hasta que se
rompen, produciendo el terremoto principal. Después del terremoto se quedan liberados todos
los esfuerzos en la superficie de la falla, Figura 3.8. Como los terremotos normalmente están
acompañados por premonitores y réplicas, la situación debe de ser una combinación de los
modelos.
Una característica de la ruptura de la falla es la caída de esfuerzos, Δσ, que se define como la
diferencia entre los esfuerzos cortantes operando sobre la superficie de la falla antes y después
del terremoto, y se mide en bars (1bar = 100kPa). La caída de esfuerzo es una medida de la
brusquedad de la ruptura.

Existe un consenso general de que el valor de Δσ es bastante estable dentro de un rango


amplio de magnitudes: Kanamori (1977) encontró que para terremotos grandes los valores
típicos de Δσ están entre 20 y 60 bars, y Kasahara (1981) sugiere que todos los valores
determinados a partir de ondas sísmicas caen en el rango de 10 a 100 bars. Kanamori y
Anderson (1975) encontraron que valores de Δσ en zonas entre- placas son generalmente del
orden de 30 bars, y en zonas intraplacas, 100 bars.

La ruptura de falla asociada con un terremoto puede extenderse por centenares de kilómetros:
la relación aproximada entre la longitud de la ruptura de la falla y la magnitud del terremoto es
ilustrada en la Figura 3.9. Existen muchas relaciones empíricas entre la longitud de la ruptura,
L, y la magnitud, M. Por ejemplo,

Para terremotos de magnitud mayor a 6, la siguiente relación ha sido derivada para la región del
Mediterráneo y el Oriente Medio (Ambraseys y Melville, 1982), con L en kilómetros:

Log (L) = 0.7𝑀𝑠 − 3.24

Si se conoce también el máximo deslizamiento en la superficie, R, entonces se puede utilizar


otra relación:
𝑀𝑠 = 1.1 + 0.4. log (𝐿1.58 . 𝑅 2 )

Donde R y L están en centímetros. El máximo deslizamiento a lo largo de una ruptura suele ser
entre dos y cuatro veces mayor que el deslizamiento promedio, que es aproximadamente del
orden de un 10−4 de la longitud de la falla para terremotos grandes.

Otra relación, basada en datos mundiales, es:

log(𝐿) = 1.32 − 7.99


Con L en kilómetros, (Iida, 1965). En términos solamente del máximo deslizamiento observado,
𝑅𝑚 (en metros), existe la relación:

𝑙𝑜𝑔(R 𝑚 ) = 0.57𝑀 − 3.19

En muchos casos las fuerzas tectónicas producen un movimiento continuo en las fallas de tal
manera que no se acumula esfuerzo y la energía se libera sin ruptura brusca. Esto se debe a la
naturaleza de las rocas en la zona de las fallas. Durante el curso de millones de años, los
movimientos diferenciales intermitentes pero frecuentes a lo largo de la falla han roto y triturado
las rocas en la superficie de la falla en forma de finos granos y polvos. Este material, que puede
ocupar una banda de unos metros de anchura en algunos lugares, es alterado por filtraje de
agua para producir arcilla y arenas que se conocen como relleno de falla. El relleno húmedo
tiene características plásticas y se comporta más como un líquido viscoso que como un sólido
elástico y quebradizo, y ofrece poca resistencia al deslizamiento, permitiendo el resbalamiento
asísmico de la falla. Este deslizamiento, aunque evita que las fuerzas tectónicas produzcan
terremotos, puede causar daños considerables. En algunos lugares, la mayor parte del
movimiento tectónico ocurre por deslizamiento asísmico, como en el sistema de montañas de
los Alpes y los Himalayas, donde la ruptura co-sísmica representa menos de la mitad del
movimiento de las placas de India y África hacia la placa Euroasiática.

Modelos de ocurrencia de terremotos

En los apartados anteriores de esta sección, se considerado la falla geológica como un sistema
aislado. La ruptura de la fallas es generada por el proceso global de los movimientos
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tectónicos, y dentro de este marco es posible formula un modelo para la ocurrencia de los
sismos. Scholz (1990) ha propuesto que el ciclo sísmico (el tiempo entre terremotos sucesivos)
tiene cuatro fases, aunque es raro que se observen las cuatro en un solo lugar; las fases son
pre-sísmica, co-sísmica, post-sísmica e inter-sísmica. La fase co-sísmica corresponde a la
dislocación dinámica de la falla, y la fase inter-sísmica corresponde a la acumulación lenta de
deformación debido a los movimientos tectónicos.

Las fases pre- y post-sísmicas corresponden al período relativamente corto antes y después de
la ruptura. La velocidad de deformación de la corteza es casi constante durante la fase inter-
sísmica; la fase post-sísmica representa una transición de la fase co-sísmica a la fase inter-
sísmica durante la cual se reduce la velocidad de deformación. Las fases son ilustradas en la
Figura 3.16.
La existencia de la fase post- sísmica indica que la respuesta de la litosfera es visco- elástica
(como un resorte amortiguado), y Scholz presenta un nuevo modelo del proceso de ruptura de
fallas que es consistente con esta característica, mostrado en la Figura 3.17. En este modelo se
divide la litosfera elástica en una capa superior que experimenta deslizamiento sísmico: la
esquizosfera, y una capa inferior, que experimenta deslizamiento asísmico: la platosfera.

No obstante los detalles de la generación de los sismos, el proceso fundamental es de


acumulación de deformación y de relajación en la corteza. El ciclo sísmico corresponde al
período durante el cual la carga sobre la falla alcanza su resistencia máxima. Tres modelos del
ciclo sísmico son representados en la Figura 3.18.

El primer modelo es una interpretación literal de la teoría del rebote elástico e implicaría que los
terremotos tengan una periodicidad perfecta. En el segundo modelo, la ocurrencia de los
sismos es controlada por el nivel de esfuerzo, pero la caída de esfuerzos y el deslizamiento
cambian de un terremoto a otro. En el último modelo, los terremotos ocurren a diferentes niveles
de esfuerzo pero el esfuerzo final es siempre igual. Estos modelos tienen implicaciones
importantes para la predicción de los terremotos.

La discusión del ciclo sísmico se refiere a terremotos grandes. La ocurrencia de réplicas


después de un terremoto se debe a procesos más complicados, pero se han formulado
modelos para su distribución en el tiempo. Omori encontró una relación para la frecuencia de
réplicas, n, en función del tiempo, t, desde el evento principal:
𝑎
𝑛=
(𝑏 + 𝑡)

Donde a y b son constantes, (Bullen y Bolt, 1985). A la ocurrencia de una secuencia de sismos
de menor magnitud, sin un evento que se destaque de los demás para identificar premonitores
o réplicas se le conoce como un enjambre; los enjambres son más comunes en zonas
volcánicas.

Ondas sísmicas y su propagación

Uno de los pasos más importantes en la evolución de la sismología fue la asociación de los
terremotos con ondas en la tierra. Durante los temblores ocurridos en Boston, Massachusetts, al
final de 1755, el astrónomo y catedrático de la Universidad de Harvard, John Winthrop, observó
que los ladrillos de su hogar parecían levantarse en secuencia, uno tras otro, y rápidamente
volver a caer un su lugar. Winthrop explicó que “no era un movimiento de toda el hogar junto, ni
de un lado a otro ni arriba y abajo, sino de cada ladrillo solo y por su cuenta”, y que el
movimiento era como “una onda pequeña del terreno avanzando”, (Walker,1982), Winthrop
había tocado lo que iba a ser la clave para el estudio científico de los sismos. Pocos años
después, el astrónomo y profesor de la Universidad de Cambridge, John Michell fue inspirado a
estudiar los terremotos por unos temblores en Londres en 1750 y después por el terremoto de
Lisboa en 1755. Michell profundizó estas observaciones y en 1760 publicó su estudio de los
sismos, en el cual afirmó que “los terremotos son ondas establecidas por el movimiento de
masas de roca a millas debajo de la superficie de la tierra”, (Walker, 1982). Michell identificó dos
tipos de onda, la primera trémula, seguida por un movimiento ondulante de la superficie
terrestre. Afirmó que era posible medir la de estas ondas registrando la hora de su llegada a
distintos puntos, y también propuso dos métodos para ubicar los terremotos, métodos que
fueron olvidados y reinventados más tarde. Pasó tiempo durante el cual los trabajos de
Winthrop y Michell no recibieron mayor atención de la comunidad científica, hasta un siglo
después cuando creció el interés en estas ondas y se hicieron los primeros esfuerzos en
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medirlas. Sin embargo, la trascendencia de sus trabajos consistió en identificar los terremotos
como el paso de ondas en la tierra.

Ondas sísmicas

Las ondas generadas por los terremotos son ondas elásticas, mencionadas por primera vez en
el trabajo del físico inglés Thomas Young, 1807, (Udías, 1985). En 1828, los matemáticos
franceses Agustín Cauchy y Poisson determinaron las ecuaciones de movimiento de ondas en
un medio elástico, y Poisson mostró que podría haber dos tipos distintos de ondas con
velocidades diferentes. Green estudió la reflexión y refracción de ondas elásticas, (Bullen y
Bolt,1985).

Existen dos tipos de ondas sísmicas, que son llamadas P y S. La P (primarias) son ondas
longitudinales o compresionales, y se propagan por el mismo mecanismo que las ondas de
sonido; el movimiento de las partículas coincide con la dirección de propagación. Las ondas S
(secundarias) son ondas transversales o de corte en las cuales el movimiento de partículas es
perpendicular a la dirección de propagación. El mecanismo de propagación de las ondas P y S
se muestra en la Figura 4.1.
Las velocidades de las ondas dependen de las propiedades elásticas del medio que atraviesan.
La velocidad de las ondas P, 𝑉𝑝 , en un medio isótropo, viene dada por:

𝜆 + 2µ
𝑉𝑝 = �
𝜌
Y la velocidad de las ondas S, 𝑉𝑠 :

𝑉𝑠 = �
µ
𝜌
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Donde ρ es la densidad del material y λ y µ son las constantes de Lamé. Se puede combinar las
dos expresiones para encontrar la relación de Poisson en términos de las velocidades:

𝑉𝑝
1 ( )2 −2
V= [� 𝑉𝑉𝑝𝑠 ]
2 ( )2 −1
𝑉𝑠

La relación de Poisson ha de tener un valor menor de 0.5 y esto impone límites en la relación
entre las dos velocidades. Un valor típico que se cumple para la tierra es v = 0.25, en cuyo
caso:

𝑉𝑝 = �3𝑉𝑠

Las ondas P siempre viajan más rápidamente que las ondas S. En el manto un valor típico de
𝑉𝑝 es 9 𝑘𝑚. 𝑠 −1 y de 𝑉𝑠 unos 5 𝑘𝑚. 𝑠 −1 , lo cual implica un valor de 0.28 para la relación de
Poisson. En depósitos superficiales las velocidades de las ondas son mucho más pequeñas:
en suelos, 𝑉𝑠 típicamente tiene un valor entre 60𝑚. 𝑠 −1 y 500𝑚. 𝑠 −1. La compactación de un
suelo puede aumentar la velocidad de las ondas S dos veces; por esto las medidas de 𝑉𝑠 son
utilizadas para confirmar la eficacia de compactación, por ejemplo en la construcción de presas
de tierra.
Debido al hecho de que todos los fluidos no pueden transmitir esfuerzos de corte, las ondas S
no puede propagarse en fluidos; este hecho ha revelado la naturaleza líquida del núcleo de la
Tierra. Las ondas P, sin embargo, sí pueden propagarse dentro de un líquido. Cuando ocurre
un terremoto debajo del mar, las ondas P se propagan en el agua con la velocidad del sonido,
que en el agua es aproximadamente igual a 1.5 𝑘𝑚. 𝑠 −1. Ha habido muchos casos en que se
han sentido sismos dentro de barcos y por lo menos un caso de daño estructural a un buque
causado por ondas sísmicas que atravesaron el agua. La sensación de un sismo dentro de un
buque es parecida a la de cuando un buque encalla, y estos han sido responsables de muchos
arrecifes y bancos de arena ficticios en cartas de navegación primitivas, (Ambraseys, 1985 a).
La percepción de un sismo dentro de un barco se conoce por el término inglés “seaquake”,
cuya traducción literal al español sería maremoto, pero son dos fenómenos completamente
distintos; los maremotos y los tsunamis.

Es común en la sismología considerar las ondas S en dos componentes. Si una onda S se


propaga en una cierta dirección, el movimiento de partículas es perpendicular a la dirección de
propagación, y este movimiento puede ser polarizado en el plano vertical y el plano horizontal;
las componentes se conocen como SV y SH respectivamente.

Fases del interior de la Tierra

Cuando una onda atraviesa al interior de la Tierra, está sujeta a la refracción debido al aumento
de la velocidad con la profundidad, y después de encontrar el ángulo crítico, puede volver a la
superficie. Los rayos también pueden ser reflejados en la superficie de la Tierra y en límite del

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núcleo; las fases principales que se originan de estos efectos son ilustrados en la Figura 4.10.
Las fases que suben de un foco sísmico hasta la superficie de la Tierra donde son reflejadas se
conocen como fases de la profundidad, y son ilustradas en la Figura 4.11. Otras fases se
originan en la refracción causada por el núcleo, como se ve en la Figura 4.12; un resultado de
esta refracción es una “zona de sombra” a distancias epicentrales de entre de entre 103° y
144°, donde las ondas P son registradas débilmente.

Es posible construir curvas dromocrónicas para las fases del interior de la Tierra de la misma
manera que para las fases de la corteza.
Ondas superficiales

La interacción de las ondas internas, P y S, con la superficie libre de la Tierra genera una
segunda clase de ondas que se conocen como ondas superficiales. Las ondas superficiales se
propagan a lo largo de la superficie de la Tierra, llevan la mayor parte de la energía liberada en
sismos superficiales e intermedios, y normalmente son la causa principal de la destrucción
ocasionada por los terremotos. La amplitud de las ondas P y S decrece con la distancia
propagada, mientras las ondas sólo decrecen en amplitud con la raíz cuadrada de la distancia
corrida.

Existen dos tipos de ondas superficiales, conocidas como ondas Rayleigh y Love, en honor a
los científicos ingleses que las descubrieron. En 1855, Lord Rayleigh mostró que en la
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superficie de un medio elástico y homogéneo se pueden propagar ondas cuyo movimiento es
polarizado verticalmente y elíptico. Si el valor de la relación de Poisson en 0.25, la velocidad de
propagación de las ondas Rayleigh es igual a 0.92V; el valor promedio es 3.97𝑘𝑚. 𝑠 −1 . Las
ondas Rayleigh normalmente se representan por el símbolo LR.

En 1911, A.E.H. Love investigó el problema de la propagación de ondas en una capa delgada
encima de la superficie de un medio homogéneo y elástico. Love identificó otro tipo de onda
superficial, polarizada horizontalmente, que ha recibido su nombre, ondas Love, y estas ondas
normalmente son representadas por LQ, del nombre alemán para esta clase de ondas,
Querwellen. El valor medio de la velocidad de las ondas LQ es 4.43𝑘𝑚. 𝑠 −1 , (Bullen y Bolt, 1985;
Kulhánek, 1990). El mecanismo de propagación de las ondas LR y LQ es ilustrado en la Figura
4.13.
Las ondas LR y LQ muestran una característica que se conoce como dispersión, o más
completamente, dispersión de velocidad. La velocidad de las ondas P y S depende solamente
de las propiedades elásticas del medio, pero para las ondas superficiales la velocidad también
depende del período (o frecuencia) de la onda. Generalmente la velocidad aumenta con el
período; los gráficos de la velocidad de propagación en función del período se conocen como
curvas de dispersión. La dispersión lleva a considerar dos diferentes tipos de velocidad: la
velocidad de fase, que es la velocidad de propagación de una sola frecuencia; y la velocidad del
grupo que es la velocidad con que se propaga la energía del tren de ondas o la envolvente
moduladora.

Las ondas superficiales de los sismos pueden generar una especie de marea en lagos y
pantanos hasta muy lejos de la fuente sísmica. Las oscilaciones rítmicas de un lago son
conocidas por el nombre alemán “seiche” y fueron descubiertas por un científico suizo, F. A.
Forel, quien detectó que el lago de Ginebra tiene un período de marea de 72 minutos. En 1955,
Anders Kvale identificó seiches de mares en lagos de Inglaterra y Noruega después del
terremoto de Assam, India, en agosto de 1950, y los nombró seiches sísmicos en Escocia y
Suecia, y el terremoto de Alaska de 1964 generó oscilaciones en pozos situados a una
distancia de 4.000 kilómetros en el Golfo de México, (Bolt, 1981; van Rose, 1983).

Los terremotos más grandes también pueden generar ondas superficiales que en lugar de
propagarse son estacionarias y representad oscilaciones libres de la Tierra. Después del gran
terremoto de Chile en mayo de 1960, varias estaciones sismográficas identificaron oscilaciones
de la Tierra de muy largo período que duraron por varios días. Con la puesta en
funcionamiento de sismógrafos sensibles de período largo y sismógrafos de deformación se ha
hecho posible la observación de estas oscilaciones libres de la Tierra, lo cual ha profundizado el
conocimiento de la estructura de su interior. Los períodos de estas oscilaciones son de varios
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minutos y algunas tienen un período de más de una hora. En 1829, Poisson discutió el
problema de las oscilaciones libres de una esfera elástica, y en 1911, Love calculó el período
del modo fundamental de vibración de una esfera homogénea con las dimensiones de la Tierra,
obteniendo un valor de cerca de 60 minutos, (Bullen y Bolt, 1985). Se han identificados muchos
modos de oscilación, pero fundamentalmente son de dos tipos, esferoides y torsionales, como
son ilustrados en la Figura 4.15.
Intensidad

Antes de que fueran introducidos los primeros sismógrafos, los terremotos eran evaluados por
la fuerza con que se habían sentido en términos de intensidad. La existencia de redes de
sismógrafos no resta valor al concepto de Intensidad que sigue siendo muy útil, especialmente
para el estudio de terremotos ocurridos antes del comienzo de la época instrumental.

Definición de Intensidad sísmica

La intensidad sísmica, en general, se refiere a la severidad del movimiento del terreno en


cualquier punto causado por un terremoto. Más específicamente en sismología, Intensidad
normalmente se refiere a la fuerza con que se siente el terremoto en dicho punto. En este
sentido la Intensidad no es una medida obtenida de registros instrumentales, sino de la
apreciación cualitativa de una serie de fenómenos que se observan en el campo. Estos efectos
incluyen, el cómo es percibido el movimiento por personas, el movimiento de objetos, los daños
a estructuras y los efectos sobre el terreno. Existen varias escalas que asignan un grado de
Intensidad a un sitio particular en base a los efectos observados en el lugar.

Normalmente se expresa la Intensidad en números romanos. Las escalas no son contínuas y la


Intensidad en un lugar dado sólo se puede expresar con un grado que corresponde a los
efectos observados. No sería correcto expresar la Intensidad con un número real, como 7.3 o
6.5, porque es más bien un índice. En caso de que los efectos observados indiquen que la
Intensidad en un lugar se ubica entre dos grados se puede expresar como VII- VIII o como VII+.

Obviamente hay un elemento de subjetividad en la evaluación de la Intensidad y es improbable


que dos mapas de la distribución de Intensidad de un terremoto preparados por diferentes
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equipos coincidan. Esto se debe en parte al hecho de que, aunque ha habido muchos
esfuerzos para mejorar las escalas de Intensidad, no se ha elaborado aún una metodología
estándar para su evaluación. Un error común es la asignación de un valor a un lugar que
corresponde a la máxima Intensidad observada.

Otro problema que se encuentra en la evaluación de Intensidad es la dificultad de distinguir


entre los daños causados por el terremoto principal y los que se deben a las réplicas. Además,
como la evaluación de ciertos grados depende de la clasificación de la estructura, cuando hay
colapso total esto puede resultar imposible sin acceso a planes estructurales u otra información
sobre la estructura.

Otro punto importante que se debe recordar es que el número de víctimas no es una medida de
la Intensidad.

Escalas de Intensidad

El primer trabajo que presentó una escala de Intensidad fue hecho por el italiano Paordi, quien
representó la Intensidad de un terremoto ocurrido en el sur de Italia el 30 de julio de 1637 a
base de cuatro grados. El primero que intentó la sistematización de la medida de Intensidad fue
el matemático alemán P.N.P. Egen, quien presentó una escala de cinco grados para medir los
efectos destructivos del terremoto en la región del Rin, Alemania, en febrero de 1828. Desde
entonces se han propuesto por diversos investigadores más de cincuenta escalas de
Intensidad; aquí se nombrarán solamente las más importantes.
En base a observaciones de terremotos italianos, L.S. de Rossi estableció en 1873 una escala
con 10 grados de Intensidad. Simultáneamente en Suiza, S.A Forel propuso otra escala algo
más precisa, también con 10 grados. Después estos trabajaron conjuntamente, y en 1883
publicaron la escala Rossi- Forel, que se extendió por todo el mundo, (Beles et al,1975).

También en1883, G.Mercalli formuló una nueva escala que fue adoptada y revisada por el
Instituto de Sismología en Roma en 1902. En 1904, Cancani publicó una escala basada en la
de Mercalli, pero extendida de 10 a 12 grados.

En 1923, A. Sieberg mejoró la escala Mercalli con descripciones más amplias y precisas de los
efectos correspondientes a cada grado.

En 1931, en los Estados Unidos, H.O. Wood y F. Neumann recopilaron los trabajos de Mercalli,
Cancani y Sieberg, y publicaron la escala que se ha llegado a conocer como Mercalli
Modificada (MM). Una nueva versión de la escala MM fue presentada por C.F. Richter en 1956.

En mayo de 1963, S. Medvedev, W. Sponheuer y V. Karnik propusieron una nueva escala que
también tiene 12 grados, que son equivalentes a los 12 grados de la escala MM. Esta escala,
que se conoce MSK. La escala MM es la más utilizada en las Américas, mientras la escala MSK
ha sido ampliamente adoptada en Europa. En Japón se usa una escala nacional desarrollada
por la agencia meteorológica, que se conoce como la escala JMA.

Hay que interpretar con cuidado las descripciones que se refieren a efectos del terreno porque
estos dependen muchísimo de las características locales y en que diferentes clases de
construcción porque los suelos son mucho más heterogéneos. Sin embargo, estas
descripciones pueden ser útiles para evaluar la Intensidad donde no hay edificios o sólo hay
14
edificios de adobe que no pueden definir Intensidades más altas de IX.

Mapas de isosistas

La forma más común de representar observaciones de Intensidad es en un mapa de isosistas


que representan curvas de igual nivel de Intensidad. Hace un tiempo había una tendencia de
dibujar las isosistas por medio de los puntos de las observaciones de cierto grado de Intensidad
y asignar este grado a la curva, de igual manera que se dibujan las curvas de nivel en los
mapas topográficos. La práctica correcta es dibujar las curvas para que encierren todas (o casi
todas) las observaciones de un cierto nivel, y asignar el número al espacio entre dos curvas,
como se muestra en la Figura 5.1.
Es común que informes en la prensa se refieran a la Intensidad de un terremoto, dando un solo
valor. La Intensidad epicentral es una indicación del tamaño de un terremoto epicentral, si por
ejemplo el epicentro se encuentra mar adentro. Si el epicentro es en un área muy poco poblada
o donde no hay estructuras, puede ser también que la Intensidad máxima será mayor que la
máxima observada.

Es posible deducir bastante información acerca de las características de un terremoto a partir


de un mapa de isosistas. En primer lugar proporciona una indicación de la ubicación de la
fuente sismogenética, que se conoce como el epicentro macrosísmico. Si el sismo es grande,
las isosistas para Intensidades mayores serán elongadas en la dirección de la falla. De interés
particular es la isosista de intensidad III, pues para valores más bajos el sismo es sentido
solamente por personas en posiciones favorables; este se conoce como el límite de
perceptibilidad.

Si otros factores son iguales, la atenuación de Intensidad con la distancia desde el centro del
área perturbada es menor cuando el sismo tiene mayor profundidad, (Howell y Schultz, 1975).
En base a este criterio es posible estimar la profundidad del sismo partiendo del espacio entre
isosistas consecutivas, como se ve en la Figura 5.2. La distribución general de la Intensidad
para isosistas circulares puede ser escrita de la siguiente forma:
1
𝑟2 2
𝑎(𝐼0 − 𝐼) = 𝑙𝑜𝑔 �1 − 2 �
𝑏

Donde 𝐼0 es la Intensidad epicentral, e 𝐼 es la Intensidad a una distancia 𝑟 del epicentro; 𝑎 y 𝑏


son constantes, y 𝑏 puede ser interpretado como la profundidad focal, (Bullen y Bolt, 1985).
15
Este modelo solamente considera la atenuación que se debe a la expansión geométrica del
frente de ondas; si se incluye también la atenuación anelástica, la relación tiene la siguiente
forma:
𝑟2 𝑟2
𝐼 = 𝐼0 − 𝛼. 𝑙𝑜𝑔� − 1 − 𝛽. ℎ. � � + 1 − 1�
ℎ2 ℎ2

Donde 𝛼 𝑦 𝛽 son las constantes, y ℎ es la profundidad focal, (Udías, 1989).


Utilización de sismogramas

En esta sección se presenta la utilización de los registros sismográficos para determinar la


ubicación y el mecanismo focal de los terremotos.

Ubicación de hipocentros

El origen de un terremoto se defina por su ubicación en el espacio y en el tiempo. En el espacio,


el sismo se fija por las coordenadas de latitud, ∅, y de longitud, 𝜆, del epicentro, medidas en
grados respecto al ecuador y al meridiano de Greenwich, respectivamente, y por la
profundidad focal, h, medida en kilómetros desde la superficie de la Tierra. En el tiempo, el
sismo se fija por la hora de origen, 𝑡0 , que es el momento en que comienza la ruptura, o sea, el
momento en que las primeras ondas sísmicas salen de la fuente sísmica. La hora de origen se
expresa siempre en Tiempo Universal Coordinado (UTC), que es equivalente a la hora GTM
(Greenwich Mean Time).

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El primer paso en la determinación de un hipocentro es obtener datos sobre los registros en
varias estaciones sismográficas y determinar la distancia entre cada estación y el foco del
sismo. En la figura 5.13 se ve un sismograma y la identificación de las primeras llegadas de las
ondas P y S; las horas de sus llegadas son 𝑡𝑝 𝑦 𝑡𝑠 respectivamente, y el intervalo entre sus
llegadas es:
𝛿𝑇 = 𝑡𝑠 − 𝑡𝑝

Las ondas P tardan un tiempo 𝑇𝑝 en viajar del foco hasta el sismógrafo y las ondas S tardan un
tiempo 𝑇𝑠 ; si la distancia desde el foco es D:

𝑉𝑝 𝑉𝑠 𝑉𝑠
𝐷= = =
𝑇𝑝 𝑇𝑠 𝑇𝑝 + 𝛿𝑇

Eliminando 𝑇𝑝 de la ecuación (5.5) se puede llegar a la siguiente expresión:

𝑉𝑝 𝑉𝑠
𝐷=� � 𝛿𝑇
𝑉𝑝 − 𝑉𝑠

Si 𝑉𝑝 y 𝑉𝑠 son conocidas se mide el intervalo entre las llegadas, 𝛿𝑇, y se puede calcular la
distancia D. Después, a partir de la ecuación se puede calcular 𝑇𝑝 .
Este método supone que las velocidades de las ondas P y S son constantes, o sea, que el
medio es homogéneo, y entonces es solamente aplicable para sismos superficiales registrados
a distancias relativamente cortas. Una determinación más rigurosa puede ser lograda haciendo
uso de curvas dromocrónicas. El primer paso es marcar las diferencias entre las llegadas de las
distintas fases misma escala de tiempo que tienen las curvas dromocrónicas, y después se
ajustan estas llegadas para coincidir con la curva que corresponde a cada fase, como se ve en
la Figura 5.14, para determinar la distancia desde el epicentro, y es necesario asumir un valor
de la profundidad focal para seleccionar las curvas dromocrónicas.

17
Una vez determinar la distancia entre la estación y la fuente sísmica se puede localizar el
epicentro con un método gráfico. Se determina la distancia del epicentro de cada estación y se
dibuja un arco con un radio igual a esta distancia centrado en la estación, como en la Figura
5.15. Se ve que se necesitan un mínimo de tres estaciones para una ubicación inequívoca. Si
los tres arcos no coinciden se puede variar la profundidad focal para encontrar, por prueba y
error, una mejor solución. La fiabilidad de la determinación aumenta con el número de
estaciones empleado, pero depende también de la distribución acimutal de las mismas con
respecto al origen del terremoto.
Determinación del mecanismo focal

El mecanismo focal de un terremoto corresponde a la geometría de la ruptura que lo produce, y


puede ser definido por tres ángulos: el azimut de la traza, 𝜙, el buzamiento del plano de la falla,
𝛿, y el deslizamiento, 𝜆. Cuando una ruptura de falla se extiende hasta la superficie se puede
determinar el mecanismo en base a los desplazamientos observados, pero es bastante raro que
ocurra la ruptura de la superficie; cuando no hay ruptura superficial, el mecanismo puede ser
determinado a partir de los registros de las ondas P.

El método para la determinación del mecanismo focal en base a registros sismográficos asume
que el sistema de fuerzas en la fuente sísmica es un doble par de fuerzas, los desplazamientos
de las ondas P producidas por este modelo están formados en cuatro cuadrantes alternantes en
signo, o zonas de dilatación y comprensión. En un sismograma vertical, si el primer pulso es
hacia abajo representa dilatación y hacia arriba comprensión, y en un sismograma horizontal un
pulso hacia el epicentro representa dilatación, y en el sentido contrario compresión. La
apariencia del primer pulso de ondas P en cuatro sismógrafos verticales en los alrededores de
una falla dextral se ilustra en la Figura 5.18.

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Si se puede determinar el sentido del primer pulso en un número de estaciones sismográficas


(siempre con una buena distribución azimutal), se puede determinar el mecanismo del
terremoto utilizando el concepto de una esfera focal. La esfera focal es una esfera con un radio
unitario, cuyo centro es el foco del sismo. Se supone también que el material de la esfera en
homogéneo y que por lo tanto la trayectoria del rayo dentro de la esfera es recta, como en la
Figura 5.19. El rayo que corresponde a la primera llegada en cada estación pasa por un punto
único sobre la superficie de la esfera. Este punto es definido por dos ángulos: el azimut de la
estación son respecto al epicentro, Z, y el ángulo de salida, 𝑖ℎ .
El primer paso es dibujar sobre la plantilla el punto que corresponde a cada estación, midiendo
Z desde el norte en sentido horario e 𝑖ℎ desde el centro de la plantilla, que representa la vertical.
Los puntos son representados con símbolos que corresponden a la polaridad del primer pulso
en cada estación que es normalmente siendo un círculo en blanco para dilatación y un círculo
negro para comprensión, como en la Figura 5.22. De acuerdo con el modelo del doble par de
fuerzas, cuando se han dibujado todas las observaciones sobre la plantilla, se pueden encontrar
dos curvas (círculos máximos) que separan las zonas de dilatación y comprensión, como en la
Figura 5.22. Estas curvas han de representar dos planos perpendiculares que pasan por el foco
del sismo (y por ello también por el centro de la esfera) y que describen dos círculos máximos
en la superficie de la esfera. Uno de estos planos es el plano de la falla y el otro se conoce
como el plano auxiliar.

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La actualidad, y normalmente es necesario utilizar datos adicionales, como la orientación de
fallas conocidas en la zona epicentral y la distribución de réplicas, para distinguir cuál es el
plano correcto.

Es una práctica común rellenar las zonas de compresión en las proyecciones, lo que permite el
fácil reconocimiento del tipo de falla; la forma general de la proyección que corresponde a cada
clasificación se ilustra en la Figura 5.23.
La fiabilidad de la determinación de los posibles planos de la falla por este método puede ser
evaluada por el número de aciertos, o sea, el porcentaje de observaciones sismográficas que
se encuentran en la zona apropiada, es decir, observaciones de dilatación en zonas de
dilatación y observaciones de comprensión en zonas de comprensión.

Cuantificación de terremotos

En esta Sección se define la magnitud de los sismos y se presenta la determinación de la


misma.

Magnitud local

La magnitud es una medida del tamaño de un terremoto en términos de la energía liberada por
la fuente sísmica en forma de ondas elásticas. El término magnitud fue adoptado de la
astronomía, con la diferencia de que en la astronomía mayores valores de magnitud
corresponden a estrellas menos brillantes. La magnitud sísmica es equivalente a la Intensidad
sísmica.

El concepto de magnitud fue introducido por C. F. Richter (1935). En 1931, el observatorio


sismológico de Pasadena estaba preparando su primer catálogo de sismos en el sur de
California. Había hasta 3.000 eventos cada año y los sismólogos querían clasificar los sismos
en tamaño, por lo menos en relación de uno a otro. No era factible utilizar la Intensidad
epicentral porque muchos de los eventos tenían eventos mar adentro o en zonas muy poco
pobladas. Richter definió su escala de magnitud en base a registros en los sismógrafos que se
utilizaban en las siete estaciones de su red. Este instrumento fue el sismógrafo Wood-
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Anderson, con un período de 0.8 segundos, amortiguamiento del 80% del valor crítico y una
amplificación estática de 2.800.

Richter estudió registros de sismos en California del mes de enero de 1932 y midió la máxima
amplitud de cada uno. Después, gráfico los logaritmos de estas amplitudes en función de la
distancia epicentral y notó que las curvas que correspondían a diferentes sismos eran
aproximadamente paralelas, como se ve en la Figura 5.26.
Si este paralelismo fuera exacto la diferencia entre los logaritmos de las amplitudes sería
independiente de la distancia y la relación entre el nivel de dos curvas sería una medida del
tamaño relativo de los eventos. Richter definió un nivel al que llamó 𝐴0 , que corresponde a una
magnitud de cero, de tal manera que un sismo de magnitud cero produzca una amplitud
máxima de 0.001 mm (1 µm) en un sismógrafo Wood-Anderson a una distancia de 100 km.
Entonces, 𝐴0 es la amplitud de la traza producida por un evento de magnitud cero, y la
magnitud de cualquier otro evento puede ser calculado en la siguiente manera. Se mide la
máxima amplitud del registro, A, en milímetros, y se encuentra el valor de 𝐴0 que corresponde a
la misma distancia epicentral; Richter presentó tablas con valores de log (𝐴0 ) en función de la
distancia epicentral. Entonces, la magnitud viene dada por:

𝑀𝐿 = 𝑙𝑜𝑔(𝐴) − 𝑙𝑜𝑔(𝐴0 )

La escala 𝑀𝐿 , que se conoce como magnitud local o magnitud Richter, es sólo aplicable para
distancias relativamente cortas, (<1000km). En una región definida es posible calibrar la
distancia epicentral en función del intervalo entre las llegadas de P y S, y construir un
nomograma como en la Figura 5.27 que permita la determinación directa de 𝑀𝐿 .

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La escala de magnitud local como la define Richter, conlleva varias desventajas. En primer
lugar, sólo es estrictamente válida para el sur de California donde fue calibrada, por lo que en
otras regiones con distinta estructura de la corteza y diferentes profundidades focales, no será
aplicable; varios estudios han establecido escalas semejantes para otras regiones. En segundo
lugar, la escala 𝑀𝐿 tiene la desventaja de depender de un modelo específico de sismógrafo;
cuando se usan otros instrumentos hay que determinar la traza a partir del registro, el
movimiento del terreno y después determinar la traza que representa la respuesta que se
esperaría en un sismógrafo Wood-Anderson.

Una variación del concepto que se emplea en algunas redes es la magnitud de duración, 𝑀𝑝 . Es
común que en redes locales se usen instrumentos con una respuesta máxima de entre 10 y 20
Hz con el propósito principal de ubicar terremotos pequeños, y frecuentemente el registro sale
del papel registrador cuando operan con alta amplificación, (Adams,1982). En tales casos no se
puede medir la amplitud y se define la magnitud en base a la duración de la señal, 𝜏:

𝑀𝑝 = 𝑎. 𝑙𝑜𝑔(𝜏) − 𝑏 + 𝑐. ∆°

Donde ∆ es la distancia epicentral, y a, b y c son coeficientes determinados para la región para


que 𝑀𝑝 corresponda a 𝑀𝐿 .

En nuestro país, Usted debe investigar cual es la ecuación de magnitud utilizada por la Red
Sismológica Nacional.

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