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Con flores

a María
Fray Alejandro Ferreirós

Con flores
a María
Contemplación poética para adentrarse en el misterio
de María madre de Dios y madre nuestra

Dedico estas páginas a mis padres, Nora y Rodolfo


que decidieron bautizarme en la basílica de la Virgen de Luján,
a mis abuelas: María, nacida el día de la Natividad de la Virgen
y Pilar que celebraba su cumpleaños en la fiesta de la Virgen del pilar.
En ellas mi agradecimiento a todas las abuelas y madres
que son capaces de transmitir a sus nietos e hijos
el amor a la Madre de Dios.
Ferreirós, Alejandro, Fray
Con flores a María: contemplacion poética para adentrarse en el misterio
de María, Madre de Dios y Madre nuestra - 1a ed. - Ciudad Autónoma de
Buenos Aires: Misiones Franciscanas Conventuales, 2013.
224 p. ; 14x20 cm.

ISBN 978-987-1995-02-8

1. Espiritualidad Cristiana.
CDD 248.5

Consultas a:
Misiones Franciscanas Conventuales
misionesfranciscanas@yahoo.com.ar
Tel: +54 11 49183673
Fray Alejandro Ferreirós
frayalejandro1@yahoo.com.ar
Tel: +54 11 47291578

Diseño y producción gráfica:


Sergio Buso / sergiobuso@ciudad.com.ar

ISBN: 978-987-1995-02-8

Hecho el depósito que marca la ley 11.723


Impreso en la Argentina
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El Autor
Fray Alejandro R. Ferreirós OFMConv, fraile y sacer-
dote franciscano, nacido en Buenos Aires, Argentina. Luego
de realizar licenciaturas en Teología espiritual e Historia de
la Iglesia en la Universidad Gregoriana de Roma, se ha des-
empeñado como docente de teología e historia en distintos
institutos.
Desde hace años trabaja a nivel internacional aseso-
rando grupos y comunidades de la Renovación Carismática,
dedicándose a la enseñanza, la predicación y el ministerio
radial y mediático.
Es autor de diversos poemarios como: “Loado seas mi
Señor”, “San Francisco en versos”, “Te amo, Espíritu Santo”,
“Amor y Exilio”, ”San Francisco de Asís, Camino Místico”,
“Un instante Contigo”, “Canto trinitario”, “Aliento de las Cum-
bres”, “Canto del corazón”, “Fuente de pureza”, “Nostalgia
de tu cielo”, “Te adoro, Señor mío”, “Poemas sanadores”,
“Descubrir el Amor”, “Unirse al Amor”, “Sanar con poemas”,
y escritos de teología espiritual como: “Caminar como discí-
pulos”, “El Don del Espíritu”, “El sello del Espíritu” y “La vida
renovada”.
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En la Renovación Carismática, muchos discípulos de
Jesús han recibido dones diferentes para bendecir a Dios
con cánticos de admiración, alabanza y estupor.
Pero quizás ninguno de los que conozco lo haga con
el entusiasmo y la fecundidad del padre Alejandro. Sus poe-
mas son una bendición y sus libros son un cantar nuevo, un
salterio renovado en pleno siglo XXI.
P. Diego Jaramillo, cjm (Minuto de Dios)
Asesor Nacional RCC Colombia

Al leer estas páginas, sintamos al “Amado” (Jesús)


hablándonos de corazón a corazón. El mejor fruto de este
libro podrá ser despertar en algún lector el descubrimiento
de su vocación mística. Como quien dice: ¡una declaración
de amor!
P. Alberto Ibáñez Padilla SJ
Fundador de la Comunidad de Convivencias con Dios

“No puedo dejar de alabarte y elogiarte por esta obra


que es, sin duda, una inspiración del buen Dios. Las poe-
sías, no se sabe cuál es más bella una de otra... Sigue escri-
biendo para la gloria de Dios, exaltación de la santa Iglesia
y beneficio de muchas almas”.
P. Darío Betancourt
Predicador internacional RCC

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A modo de prólogo

Estos son algunos comentarios en mi perfil de Face-


book acerca de los poemas orantes, especialmente los de-
dicados a la Santa Madre de Dios.
Ulina Fadul: Padre Alejandro Ferreirós, soy Ulina Fadul
Gómez, y vivo en Barinas, Estado Barinas, Venezuela. Perte-
nezco a la Renovación Carismática Católica, Zona Barinas y
formo parte de la comunidad carismática de Alianza, llamada
“María Madre. Estuve leyendo algunos de sus poemas, her-
mosísimos!!! Verdaderas obras poéticas inspiradas, sin du-
da, por el Espíritu Santo de Dios, para su gloria y alabanza.
Cada uno de ellos es un CANTO DE AMOR nacido de su co-
razón para el Dios Uno y Trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo!!!
Y también, para la amadísima Madre del Cielo. Dios lo bendi-
ga, padre y que continúe regalándole, a ese Dios maravilloso,
bueno y tres veces Santo, los bellísimos poemas que usted
le escribe, inspirados por Él mismo, para su gloria y para,
no solamente deleite espiritual de todos cuantos tenemos el
privilegio de leerlos, sino también como enseñanza y reflexión
que en cada uno de ellos nos regala. A veces, yo también es-
cribo poemas al Señor (no tan lindos como los suyos, padre),
pero poemas al fin, para Él. Tengo unos cuantos (guardados
en una carpeta), pues no me atrevo a enseñarlos a casi na-
die. Que Dios lo bendiga, ilumine y guíe, para que continúe su
trabajo por la extensión de su Reino de Amor, Paz y Justicia
en este mundo tan necesitado de Él.
Ángel Ricardo Urrutia: SON VERSOS DE ALABAN-
ZA, INSPIRADOS POR ELLA MISMA PARA DELEITARNOS
CON SU PRESENCIA DIVINA. FELICITACIONES PADRE
FRAY ALEJANDRO.
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Carmen Carmelina: ¡Cómo siempre, cada poema es
una rosa a nuestra Madre Celestial! Gracias, Fray Alejandro
Ferreirós Rcc porque nos hace partícipes de su amor a Cris-
to y a su Santísima Madre!
Parroquia Sagrada Eucaristía: María, María, María,
Bendita eres entre todas las mujeres, dulce Madre de no-
sotros nunca te apartes. Fray Alejandro lo felicito y me llena
de gozo ver sus escritos dedicados a la reina y madre del
universo, ojala todos los demás tomen su ejemplo, su amor
a la Santísima Virgen lo llevara a valles y verdes pastizales,
Ella en su corazón Inmaculado y puro, alberga el corazón
de sus hijos predilectos, El Santo Padre, a los sacerdotes, y
religiosos. Dios lo siga bendiciendo.
Ángel Francisco Domínguez: Dios mío!!!! Qué zar-
pado lo que leí che!!!! Eso sólo lo pudo haberlo inspirado
Dios!!!!! Me retocó!!!!
María Encarnación: “Amén, gracias hermano del
alma. En nuestro Dios y Señor, día a día vamos recibien-
do sus mensajes que nos van preparando profundamente
para recibir a Nuestro Dios y Señor, a nuestro Jesús de
Nazaret. Meditando cada palabra que nace de su alma,
su espíritu, con el don del Espíritu Santo, llenándolo de
su puro amor y obrando maravillosamente, para que po-
damos compartirlo nosotros, sus hermanos en Jesús, que
lo leemos constantemente. Gracias hermano, Dios siga
derramando su plenitud en usted misionando sobre todas
las almitas. ¡Amén!
Claudia Cane: Alabado sea Jesucristo y Alabada sea
su santísima madre!!!! Gracias Dios trino de amor eterno por
darle al alma de Fray Alejandro este don de poeta para ala-
barte con todo su corazón y su vida. Bendice a este hijo tuyo
que nos has regalado Señor, cuídalo siempre es un tesoro
para nuestras vidas- Como nos quiere el Padre bueno del
cielo a través de este siervo suyo que nos ha dado. Te lo
pedimos y te damos Gracias Señor.
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Sarai Xaca Solabac: ¡Que hermosa, exquisita ora-
ción, viene del alma, viene del corazón! Dios lo bendiga y le
siga dando esta bella forma de expresar el amor a nuestra
amada Señora.
Florentín Marecos Marecos: Qué bella poesía para
un amanecer dichoso, como transmite dicha la agreste me-
lodía, o el recordarte Hermana Aurora cada día, cuando la
aurora despliega su brillo más hermoso!!!
Teresa Sena de Cacciavillani: qué hermoso Fray Ale-
jandro!! Que el Señor continúe poniendo en su mente, pa-
labras tan bellas para homenajear a Ntra. Querida Madre!!
Bendiciones
María Del Carmen Domato: Bello! inmensamente her-
moso.... suena como una melodía que nos susurra al oído.
Que Dios lo siga bendiciendo para expresar todo el amor
que tenemos a nuestra Madre.
Marta Larrechea: “¡¡Estas palabras llenan el alma,
fray Alejandro!! ¡¡Gracias!!”
Amalia Molina Burmester: Sus palabras me llegan con
el candor de un canto, se mete dentro de mi alma y me su-
surra al oído es la presencia de Dios y de María en nuestra
vida, es música de versos que llega a lo más hondo, ya no
es verso, es la vos del Señor que me habla, y produce en mí
un encuentro del alma que sacude mi vida.
Nora Ángela Ottaviano Pasquarelli: muy muy bello
Alejandroooooooooooooo Que alegre debe estar Mami-
ta que tú le ofreces esta bellísima Alabanza!!! Gracias por
compartir
Ricardo Romero: GRACIAS QUERIDO ALEJANDRO!!
PURA INSPIRACIÓN. QUE DIOS TE BENDIGA AHORA Y
SIEMPRE PATER!!
Fernando Arévalo: aaaahhhh María!!! Siempre aten-
ta a nuestras necesidades!!! de María decía San Bernardo
“Nunquam satis” nunca diremos suficientes elogios a la Rei-
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na del Cielo!! Su prima Isabel la reconoce como Madre del
Salvador y la honra.....POR QUE, DICE LA PALABRA, QUE
ESTABA LLENA DEL ESPÍRITU SANTO.
Elsa Eulalia: Gracias a Dios y a María, que bendijeron
el Retiro de Rosario. Gracias Espíritu Santo por derramarte.
Nunca nos deja el Señor sin respuestas, cuando oramos por
causas tan Santas. GRACIAS FRAY ALEJANDRO por com-
partirlo así como el bellísimo poema que lo acompaña A LA
ESPOSA DEL ESPÍRITU SANTO. AMÉN
Hugo Mario Decima: en FE doy testimonio de esa llu-
via de bendiciones Padre, porque te pedí oración por mi hija
Daniela que estaba internada y gracias Dios esa lluvia de
bendiciones también toco a mi hija que hoy está en casa
nuevamente que el Señor Jesús te bendiga y derrame en
mucha sabiduría y amor gracias.
Mary Mendoza de López: tus bellas palabras son flo-
res que lanzas a la Madre Santísima, Dios te bendiga.
Marcela Maruyama: hola Padre, quería decirte que
me encanto tus poesías, que al leerlas mi corazón se llenó
de luz y de la belleza de Dios. Tanto así, que puedo ver la
belleza de tu corazón que ha sido y va siendo moldeado por
Dios cada vez más profundo.... qué bello es el Espíritu de
Dios.... paz en tu corazón padre.
Helena Gamboa: que hermoso poema, gracias por
compartir ese gran privilegio que Dios le regala de compo-
ner bellas poesías en su nombre que la santísima virgen ma-
ría lo cubra con su manto virginal y por favor encomiénde-
me en sus oraciones ya que tengo una gran dificultad pero
tengo puesta la confianza puesta en el señor y en mi madre
celestial y que obtendré el gran favor que estoy pidiendo.
María Elena Tinirello: Sus poesías me sirven como
meditación las leo y releo mucho. ¡Qué hermosas son!! Ten-
go algunos de sus libros y ahora copio las nuevas poesías.-
Que Dios le dé toda la Gracia para seguir poniendo en letras
tantas bellezas!! Gracias Padre!!
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Nora Cristina Ponti: ¡¡¡¡¡Maravillosa poesía, El Señor
ilumina su corazón para que broten así ,tan bonitas sus pala-
bras Fray Alejandro que el Santo Espíritu lo siga iluminando.
Silvana Antonini: FRAY ALEJANDRO SUS PALABRAS
MOVIDAS POR EL ESPÍRITU SANTO, RESALTAN AMORO-
SAMENTE LA VENERACIÓN DE AQUELLA QUE ES LA MA-
DRE AMADA DE TODOS. DIOS LO BENDIGA.
Gladys beatríz Ramírez: GRANDE, HNO ALEJAN-
DRO...!!!!! BENDITAS PALABRAS, GRACIAS PORQUE ES
UNA CARICIA PARA MI ALMA...!!!!!!!!!! BENDICIONES.
Gianina Fantasía: que maravilloso don poder expre-
sar con palabras lo que está en el corazón, gracias Fray.
Alicia Simonetti: gracias padre hoy me levante con
una tristeza tan grande que no tiene definición pero al leer
estas palabras tuya me levantare y seguirá en mi lucha to-
mada de la mano de Dios que Él está para que no nos cai-
gamos sin volvernos a levantar, amén padre
Carmen Petersen: Se bendecirán por Ti todos los
pueblos, te proclamaran feliz porque has creído... AMÉN,
AMÉN, AMÉN. Gracias Fray Alejandro por estas caricias pa-
ra el alma, bendiciones!!!!!!!!!!!!!
Elvita Polo: La fragancia y profundidad de estos poe-
mas producen vuelo en el espíritu y deseos de abrazarse
eternamente al Amado. Gracias Fray, bendiciones.
Vasca de la Sota: Te proclamaran feliz porque has
creído que el Esposo de Israel el prometido abriría la puerta
de los cielos!!!!! Ay Padre siempre comento a Gloria que
estoy enamorada de sus poesías que en verdad son oración
Mi madre escribía y quizás llevo en la sangre su amor por
escribir todas relacionadas con El CREADOR Gracias por
compartir tanta belleza!!!! DIOS lo bendiga!!!!
Layda Esperanza Moran: BUENOS DÍAS DESDE
VENEZUELA, FRAY ALEJANDRO, QUIERO DARLE LAS
GRACIAS POR ESAS ORACIONES TAN HERMOSAS QUE
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NOS HABLAN DE CÓMO ACERCARNOS A DIOS. QUEDO
CON USTED UNIDA EN ORACIÓN, GRACIAS, DIOS LE PA-
GUE!!!!!!!
Poli Giudice gracias: FRAY ALEJANDRO, por estos ma-
ravillosos poemas que nos compartís, que DIOS te bendiga
Dora Marina Garzón Correal: Muy bello Fray sólo
quien ama tanto, ve la belleza y se inspira tan celestialmente.
Que Mamita María lo cubra y lo proteja con su Santo Manto.
Selva Mallo: Qué bellos son sus poemas Fray. Mil
gracias por compartirlos. Realmente los disfruto en mi alma.
Bendiciones.
Nelly Garzón: CÓMO HABLA EL ESPÍRITU SAN-
TO DE TAN BELLA ESPOSA. BENDICIONES PADRE DIOS
CONSERVE PURO ESTE DON QUE DEL CIELO RECIBIO.
Solo quien te ama mama linda puede hablarte así. TU MA-
RAVILLOSO ESPOSO EL ESPÍRITU SANTO EN TU HIJO SA-
CERDOTE.
Luisa Canales Flores: protege a tu hijo Fray Alejan-
dro Virgencita, y que te siga dedicando bellas palabras de
Amor a ti Reina del Cielo, Soberana y Capitana, así como te
Ama Alejandro también nosotros te amamos mucho madre
nuestra. AMÉN
Rosa Espinelli: DEMASIADO TALENTO. DEMASIADA
INSPIRACIÓN DEL ESPÍRITU SANTO. SALUDOS DESDE
PUERTO RICO, FRAY ALEJANDRO.
Ana María Gutierrez García: Es muy hermoso el poe-
ma, que el Espíritu Santo siga derramando sus dones sobre
ti y sigas compartiéndolos con nosotros
Mirta Molina: sin dudas hermano del alma, estas ben-
dito por el Señor, no me canso de leer tus poemas que lle-
nan el alma, bendito seas y gracias por compartirlo, AMÉN.
Celia De Dios: “HERMOSO COMO TODOS LOS POE-
MAS SUYOS QUE ESTÀN INSPIRADOS POR EL MISMO ES-
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PÍRITU SANTO, QUE NOS TRANSMITE A NUESTRAS AL-
MAS Y NOS LLENA DE ESA SED CADA DÍA ES MÁS GRAN-
DE PORQUE NECESITAMOS SIEMPRE MÁS DE NUESTRO
ADORADÍSIMO SEÑOR JESUCRISTO QUE ES NUESTRO
REFUGIO, NUESTRA FORTALEZA, SIN ÉL NO SOMOS NA-
DA, CON ÉL TODO LO PODEMOS, COMO DIJO SAN PA-
BLO: TODO LO PUEDO EN MI SEÑOR QUE ME SOSTIENE.
GRACIAS SEÑOR JESÚS Y GRACIAS A USTED, FRAY ALE-
JANDRO, SIGA MARAVILLÁNDONOS Y NUTRIÉNDONOS
CON ESTE TIPO DE POEMAS TAN ENRIQUECEDORES PA-
RA NUESTRO CORAZÓN, ALMA, ESPÍRITU Y TODO NUES-
TRO SER. DIOS LO BENDIGA Y LO SIGA ILUMINANDO
POR SIEMPRE GUIADO Y ACOMPAÑADO DE JESÚS Y DE
MARÍA SANTÍSIMA. AMÉN, AMÉN, Y AMÉN!!!!!!”
Grupo Hinneni: Sólo quien conoce el “VERDADERO
AMOR” puede plasmar con la pluma lo que siente su cora-
zón. Fray Alejandro, sigues tan enamorado como cuando te
conocimos. Gracias porque nos haces anhelar “perdernos
en su mirada y conocerlo”... Gracias porque lo que “mi po-
bre corazón” desea, tú, amado Pastor, lo traduces en pala-
bras bellas. Que pueda yo decirle al “Señor y Salvador”: “MI
SER TE AMA, quiero grabarte, Amor, en mi memoria” y que
jamás olvide que el “Rey de mi historia”, estuvo, está y es-
tará a mi lado porque VIVE y está RESUCITADO... Gracias.
PAZ y BIEN.
Domingo Méndez Armas: Fray Alejandro Ferreirós,
Me gustan mucho sus cantos de alabanza al Rey de la
Creación, nuestro Señor Todopoderoso, a Su Hijo Unigéni-
to, nuestro Salvador Jesucristo, al Espíritu Santo, a nuestra
madre la Virgen María. Sus poemas están llenos de amor y
pasión, con un ritmo que podría decir, cantarín. Le doy las
gracias por repartir su inspiración y le deseo lo mejor. Y que
Dios nos ayude en el Camino de Salvación. Así lo pido.

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Introducción mariana

Dios, eligió un camino concreto para salvarnos: el


camino del encuentro.
Desde el comienzo de la historia de la salvación sa-
lió al encuentro del hombre de múltiples maneras. Siempre
quiso mantener con nosotros una relación de intimidad amo-
rosa y familiar que pudiese hacernos experimentar su amor
concreto, puro, en cada cosa y en cada acontecimiento.
Dios es encuentro personal profundo y trinitario, todo
lo que hace, su modo de actuar, refleja esta esencia relacio-
nal y amorosa.
En la plenitud de los tiempos, la salvación definitiva
que se coronó con la encarnación del Verbo eterno, su Hijo
amado, también escogió ese camino misterioso.
Él salió al encuentro de una simple muchacha pales-
tina que representaba a todos los pobres de Yahvé, esos
creyentes humildes confiados totalmente en el Señor y su fi-
delidad, su capacidad para cumplir sus promesas del modo
más inesperado, una joven llamada María.
La propuesta hecha por medio de un ángel mensajero
era inaudita: ser madre del Salvador-Mesías esperado. No
le pidió que entendiera sus designios sino que los aceptara
con total entrega.
Y debido a esta entrega incondicional, de la que María
es el mejor ejemplo que encontramos en las Escrituras, la
salvación entró en nuestra historia de modo definitivo y total
haciéndose Alianza Nueva para siempre.
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Desde siempre Dios la había predestinado para ser
la Madre del Redentor. Y ese pesebre magnífico debía ser
preparado. El Verbo eterno no podía hacerse carne, historia
en cualquier mujer. La cuna debía ser especial. No se tra-
taba de oro o plata, de poder o nobleza ya que Él venía a
revelar los valores verdaderos que asemejan al hombre a su
creador.
El pesebre debía ser especialmente santo, sin man-
cha de pecado, debía ser inmaculado. Dios podía hacerlo, y
porque era conveniente que así lo hiciera, lo hizo. Es por eso
que María, en atención a los méritos de su Hijo en la cruz
fue preservada del pecado del que Él, con su sacrificio y su
sangre, nos libró a los que nacimos con él.
María es inmaculada porque desde la profundidad
de su intimidad nunca determinó su libertad en oposición a
Dios. El sí que dio en la encarnación era simplemente la ex-
presión del sí de toda su vida. Su deseo más profundo siem-
pre fue que se realizara en ella la voluntad de Dios, aquella
voluntad que tiene para cada uno de nosotros, o sea, la san-
tidad. Sí, quiero vivir en santidad, quiero ser la sede de la
santidad misma que se derrama en mí por tu Palabra, que
ahora ha decidido hacerse carne en mí.
Ninguna persona vivió una unión más plena con el Es-
píritu Santo, fuera de Jesús, como María.
San Francisco la llamaba “Esposa del Espíritu Santo”.
Nosotros proclamamos a María siempre virgen. Co-
múnmente la llamamos simplemente: “La Virgen”. Ella es la
virgen por antonomasia. La virginidad es un don que expre-
sa su total consagración a Dios. No creo que esto estuviera
en sus planes. Del mismo modo que no estaba en sus pla-
nes ser la madre del Mesías. Como toda muchacha normal
de su pueblo deseaba casarse y tener hijos para contribuir
a la grandeza del pueblo de Dios y realizar su vocación a la
maternidad.
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Pero cuando Dios irrumpe en la vida de una persona
con el poder con el que irrumpió en ella, las cosas cambian
y los planes también. El horizonte de nuestros pensamientos
se ensancha no en una medida humana sino en la medida
de Dios. Cambian totalmente las perspectivas, las motiva-
ciones. Se descubren nuevas dimensiones de la existencia.
¿Puede ser que Dios irrumpa en la vida de una perso-
na o de un pueblo y todo siga igual?
En ese caso habría que dudar de que ese haya sido
realmente un encuentro con el Dios vivo y pensar más pro-
piamente en una alucinación o un autoengaño.
Las alucinaciones no les cambian las vidas a las per-
sonas, Dios sí.
Es por esto que en ese momento, como Moisés des-
pués de bajar del Sinaí, o Jeremías al descubrir su misión
María comprendió que todo su ser y su cuerpo como expre-
sión exterior del mismo debía estar consagrado íntegramen-
te a Yahvé. También José, su esposo legal participará de
esta vocación, de este llamado a una santidad particular en
función de su dedicación total y exclusiva al salvador.
El que llega a lo más no puede conformarse con lo
menos, es simplemente un absurdo.
La experiencia culmen, única y absolutamente insu-
perable de ser la Madre del Mesías, del Verbo eterno hecho
carne en ella, vuelve simplemente absurda la necesidad de
otra maternidad para sentirse realizada como mujer y como
madre. María llegó a lo máximo. Y el que llega a lo máximo
no puede conformarse ni necesitar lo menos para ser feliz o
realizarse como persona.
Lamentablemente en una época hipersexualizada co-
mo la nuestra la valoración de la virginidad y de la castidad
han perdido rating.
Es interesante saber que en la antigüedad, el templo
más grande, el Partenón de Atenas, estaba consagrado a la
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diosa de la virginidad y atendido por mil sacerdotisas vírge-
nes. Y esto en el mundo griego.
La virginidad perpetua de María es expresión de la
omnipotencia de Dios. Si pudo crear el universo de la nada
y lo mantiene con su palabra, cuánto más no puede hacer
que una mujer tenga un hijo sin dejar de ser virgen. Negar-
lo es simplemente negar la omnipotencia divina y hacer de
Dios un fantoche.
Pero hay algo más. La virginidad posterior de María in-
dica justamente la dimensión espiritual de su consagración
y amor exclusivos en relación con su propia corporalidad.
Al que se le ha entregado la vida y lo más se le entrega
también el instrumento del amor que es el cuerpo. María no
puede vivir un amor dividido.
Desde la elección divina su esposo es el Espíritu San-
to. Su misión ya pasó a ser otra. Sus horizontes se ampliaron
a la historia entera y su maternidad se extiende ahora a to-
dos los hombres.
Es cierto que María seguirá teniendo hijos pero no se-
rán los hijos limitados que pueda producir su vientre sino los
hijos de la humanidad entera a los que acogerá en su cora-
zón ensanchado a la medida del corazón de Dios.
María es siempre virgen porque Dios la transformó y le
cambió la vida y los proyectos en el mismo momento de la
anunciación cuando ella, libremente, aceptó lo inaudito, ser
la Madre de Dios y permitir que la Palabra eterna se haga
carne en ella.
Una de las tradiciones más antiguas de la iglesia la
proclama asunta a los cielos. Porque no tuvo pecado, la
muerte no tenía poder sobre ella. Es la primera en la que
podemos contemplar la fuerza poderosa de la resurrección
de su Hijo. María asunta en la plenitud de la gloria de Dios
es la muestra acabada de la dicha y la felicidad perdurables
que nos espera.
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Homenaje
Estos poemas escritos en los últimos años en momen-
tos de oración, adoración y retiro, son el fruto de la contem-
plación enamorada de estos misterios.
Te los presento simplemente como una ayuda para tu
oración y contemplación.
Surgieron de la oración y deben llevar a la oración.
Simplemente son flores espirituales, simples y senci-
llas que coloco a los pies de aquella que me acompañó y
me acompaña como madre y modelo de discípula del Señor
a lo largo de mi vida.
Nunca me han faltado su ayuda, su intercesión y su
impulso para poder vivir mi consagración a su Hijo Jesús.
Comparto contigo esta experiencia deseándote que
puedas descubrirla como madre, maestra de discipulado y
compañera de camino.
Que el Señor te bendiga y María te cubra con su man-
to maternal.

¿Cómo orar con un poema?


Para orar con los poemas te recomiendo el mismo mé-
todo que usamos para hacer una lectura orante siguiendo
estos pasos:
1) Expectativa
2) Lectura pausada (más de una vez)
3) Entender lo que dice el poema
4) Decirle algo a Dios a partir del poema
5) Silencio contemplativo para gustar su presencia
6) Confrontación
7) Compartir comunitario
8) Puede surgir algún propósito
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1) Expectativa
En primer lugar, importa esperar algo de la oración. La
oración es un encuentro con alguien que te está esperando.
La expectativa prepara este encuentro amoroso con ese al-
guien a quien le importas mucho.
Expectativa no significa ansiedad sino disposición
amorosa y abierta a la novedad de Dios.
Ten en cuenta que el Señor siempre tiene cosas bellas
preparadas para ti.
La mejor disposición es la de Samuel: “Habla, Señor,
que tu siervo escucha”.
Para esto debes saber que la oración no se hace sola-
mente con los labios sino con el corazón.
Se hace con los oídos del alma atenta y deseosa de
amor.

2) Lectura pausada
Es importante tener en cuenta que un poema no se
puede leer como cualquier otra cosa y menos un poema
orante o profético.
Es necesario encontrar el ritmo del poema, dejarse lle-
var por su musicalidad, gustar su simbología y dejar que la
belleza hable al alma.
San Basilio definía la Belleza como la “armonía que
da paz al alma”. La Belleza es uno de los aspectos trascen-
dentales de Dios, Dios es Belleza, por eso no nos podemos
imaginar a Dios sin armonía o sin paz pero tampoco nos
podemos imaginar a una persona entrar en contacto con Él
sin que su alma sea transformada en profundidad con todas
las repercusiones que esto tiene para el psiquismo y para el
cuerpo consiguientemente.
San Pablo lo expresa maravillosamente cuando habla
de los frutos del Espíritu:
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“El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia,
afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de
sí…”(Gálatas 5:22-23).
La Belleza, la Armonía y la Pureza de Dios se conta-
gian al alma que entra en contacto con Él.

3) Meditación, entender lo que dice el poema


Es importante leer el texto más de una vez como para
poder entender de qué se trata. Algunos son oraciones de
petición, o de acción de gracias, otros piden perdón o ala-
ban. Otros son de adoración y nos llevan a la admiración fren-
te al misterio. En otros debemos escuchar la vos del Altísimo
que usará este texto para hablar directamente a tu corazón.
En este punto hay una regla de oro que no debemos
olvidar y es qué, cuando leyendo pausadamente y de ma-
nera orante el texto, en alguno de sus símbolos, versos o
estrofas sentimos consolación, gusto o iluminación de parte
de Dios, no debemos seguir adelante. Simplemente hay que
quedarse allí, orando y gustando el misterio en el que hemos
entrado. Pretender seguir nos hará perder la unción.
Es por esto que ya te dije que hay que orar con tiem-
po, tranquilidad, calma y sosiego. El tiempo con Dios es un
tiempo dedicado al Amor y no debe ser desperdiciado con
apuros o con una mentalidad mercantilista espiritual.
Seguir de largo cuando se siente la unción lleva a per-
derla. En cambio, cuando ya esa frase no me da gusto, sigo
adelante pausadamente buscando siempre al Señor que es-
tá detrás de los textos, pero sin ansiedad.
Es más importante estar abiertos a lo que Dios quiera
darnos que lo que nosotros le queremos pedir.

4) Oración ¿Qué le digo yo a Dios a partir del poema?


El entrar pausadamente en la presencia de Dios pro-
vocará movimientos en tu alma. Pueden surgir exclamacio-
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nes, peticiones, sentimientos de gozo, admiración, compa-
sión, pedidos de perdón, que debes dejar fluir serenamente
hacia Aquel que los provoca.
El poema orante es un detonante que hará surgir en ti
sentimientos similares y este es el momento de dejar el tex-
to de lado para continuar tu coloquio amoroso con el Señor.
Puede ser que te vengan ganas de escribir algo parecido, de
pintar, de componer una melodía, una canción, o simplemen-
te entrar en un profundo diálogo amoroso con Aquel que usó
estos instrumentos para traerte a su presencia. No desper-
dicies el momento volviendo al libro. Es la hora de quedarse
con el Señor. Por eso el siguiente paso es el silencio.

5) Silencio contemplativo para gustar su presencia


Es de desear que el Señor te regale momentos de pro-
fundo silencio con el corazón lleno de su presencia. Sólo
hay que disfrutar el momento.
Deja que el tiempo fluya junto a Él y por el tiempo que
Él lo desee. Déjate amar por tu Dios. Puedo asegurarte que
nunca habrás probado algo igual.

6) Confrontación
Trato de distinguir la voluntad de Dios a partir de lo
que Él mismo me va revelando. Es importante tener en cuen-
ta que la oración no es un ejercicio intelectual sino un abrir el
corazón a la acción de Dios. Es Él el que te debe revelar tu
situación. Por esto la actitud de escucha amorosa y confiada
es determinante. El centro de tu oración no es decirle a Dios
lo que sientes, te parece, opinas o te gustaría hacer, que Él
ya lo conoce sino poder descubrir lo que Él tiene para decir-
te, mostrarte y revelarte. Él debe ser el protagonista.

7) Compartir comunitario
Si oras con los poemas comunitariamente, puede tam-
bién haber un momento de compartir comunitario, pero es
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importante que lo hagas en forma de oración para no dismi-
nuir el nivel de la oración y la unción de la misma. Cuando
expreses tu sentir lo deberás hacer hablando con Dios, no
opinando para que el grupo de oración no se vuelva una
experiencia de polémica o discusión.

8) Acción. Puede surgir algún propósito


Es posible que durante la oración el Señor te haya mo-
vido a realizar alguna acción, cambiar algo en tu vida, o te
haya revelado e iluminado alguna situación particular. Si es
así, es el momento de realizar algún propósito realista como
para ir adecuando tu vida a lo que el Espíritu Santo te va
revelando.
Irás aprendiendo, de a poco, a dejarte guiar por Él.
Te deseo de todo corazón que disfrutes cada una de
estas páginas y que puedan ser un instrumento para crecer
cada día más en tu unión con Dios que es Amor, que ha ma-
nifestado ese Amor y lo ha derramado en tu corazón por el
Espíritu Santo que te ha regalado (Rm 5,5).
Fray Alejandro

22
Madre

“En esa región acampaban unos pastores, que vigi-


laban por turno sus rebaños durante la noche. De pronto,
se les apareció el Ángel del Señor y la gloria del Señor los
envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el Án-
gel les dijo: «No teman, porque les traigo una buena noticia,
una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de
David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Se-
ñor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién
nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre». Y
junto con el Ángel, apareció de pronto una multitud del ejér-
cito celestial, que alababa a Dios, diciendo:
«¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los
hombres amados por él!».
Después que los ángeles volvieron al cielo, los pasto-
res se decían unos a otros: «Vayamos a Belén, y veamos lo
que ha sucedido y que el Señor nos ha anunciado». Fueron
rápidamente y encontraron a María, a José, y al recién naci-
do acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que habían
oído decir sobre este niño, y todos los que los escuchaban
quedaron admirados de lo que decían los pastores.
Mientras tanto, María conservaba estas cosas y las
meditaba en su corazón. Y los pastores volvieron, alabando
y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído,
conforme al anuncio que habían recibido.
Ocho días después, llegó el tiempo de circuncidar al
niño y se le puso el nombre de Jesús, nombre que le había
sido dado por el Ángel antes de su concepción. (Lc 2,8-21)
23
Santa María, Madre de Dios
Dios ha querido entrar en las entrañas de la misma
humanidad.
Ha querido humanarse y lo hizo eligiendo, desde siem-
pre una simple mujer, fiel como todos los pobres de Yahvé,
aquella que se definiría en la anunciación como la servidora,
la esclava del Señor.
Por eso con este título celebramos la asombrosa cer-
canía de lo humano y lo divino, tal como se dio en esta mujer
sencilla; no tanto en su vientre, sino en todo su espíritu. No
es la carne y la sangre lo que importa, sino la mente y el
corazón.
Dios se hizo entrañable en María, y María quedó total-
mente entrañada o impregnada o preñada de Dios. A la vez
que la madre alimentaba al hijo que llevaba en las entrañas,
estaba siendo ella alimentada por el Espíritu del propio Hijo.
María preparaba al hijo un vestido de carne, pero el
hijo le bordaba a ella un vestido de divinidad.
Lo importante del misterio de la maternidad divina, mi-
rándolo desde el lado de la madre, es que se produce una
simbiosis entre Dios y ella; simbiosis progresiva que no dura
sólo nueve meses sino toda su vida. María no fue madre de
Dios por los meses de gestación y lactancia, sino que se
fue haciendo madre de Dios según se iba alimentando de la
palabra y del Espíritu de su hijo.

Nuestra esperanza
Como todos los misterios de María, también éste es
motivo de esperanza para nosotros. Ella es anuncio de otras
posibles maternidades divinas.
La maternidad divina de María no es gracia exclusiva
sino gracia eclesial.
24
La maternidad de María se vuelve, para nosotros, un
llamado a la fecundidad espiritual, una verdadera vocación
que todo discípulo auténtico puede y debería realizar en su
vida.
También nosotros podemos llegar a esa misteriosa
cercanía, a esa maravillosa simbiosis con Dios.
También nosotros podemos llegar a ser «Madre de
Dios». Lo dijo el mismo Jesús: «Mi madre y mis hermanos
son los que oyen la palabra de Dios y la hacen» (Lc 8,21).
Podemos ser «Madre de Dios», si escuchamos y aco-
gemos su palabra, si la hacemos carne en nosotros y la con-
sustanciamos, si la hacemos crecer y la vivimos, si ofrece-
mos los frutos que vaya produciendo. Es toda una gestación
y alumbramiento de la Palabra.
Podemos llegar a ser «Madre de Dios», si acogemos
su Espíritu y nos dejamos impregnar por él, si llegamos a
sintonizar con sus deseos y mociones, si nos comunicamos
íntimamente con él.
Podemos llegar a ser «Madre de Dios», si ponemos
nuestra voluntad y todo nuestro ser a su disposición y servicio.
Santa María, Madre de Dios, enséñanos a «concebir»
a Dios1.

Doble concepción de María


A nadie -nos referimos a los cristianos- le extraña que
llamemos a María «Madre de Dios» o «Madre de Jesús».
Desde niños, en el rezo del Avemaría nos hemos acostum-
brado a esta fórmula.
¿Por qué fue madre y en qué sentido? ¿Qué papel jugó
María al lado de su hijo? ¿Qué sentido tiene hoy el culto y la

1 Cfr. Caritas, La mano amiga de Dios, 1989, Págs. 142s.

25
devoción a María? Muchas son las preguntas que nos po-
dríamos hacer. Sin embargo, todo lo que pudiéramos decir
o meditar sobre María reposa sobre una base fundamental:
fue la madre de Jesús.
El evangelista que sigue todas las alternativas de es-
ta maternidad es san Lucas, quien presenta a María como
modelo de fe.
Fue la fe y no la carne lo que engendró en ella a Jesús.
Es evidente que María fue madre en el sentido común
y corriente de la palabra: gestó el feto, dio a luz al niño, lo
amamantó y crió, etc.
Pero Lucas nos invita a ir un poco más al fondo de la
cuestión: gestar a Jesús no es un simple proceso biológico.
Es también un proceso de fe, para que el hijo sea realmente
reconocido como «Jesús», el Salvador, tal como el ángel lo
anunciara; es decir, tal como estaba en los designios de Dios.
Como dice san Ambrosio: «Por eso concibió doble-
mente a su hijo: por la fe en su alma y por la maternidad
en su seno.» Quizá a alguno le extrañe que hablemos de
la fe de María, por cierta imagen un tanto mitificada que te-
nemos de ella, como si hubiese sido un agente pasivo que
recibió determinada visión divina, que comprendió todo en
un instante sin necesitar, como nosotros, crecer en su fe, ni
meditar, ni orar para descubrir el sentido de su misión de
madre.
Plantear así las cosas es negar lo que dicen los evan-
gelios, por un lado; y por otro, es negarle a María una au-
téntica personalidad y humanidad. María es grande y, co-
mo solemos decir, santísima, no porque todo lo recibió de
arriba y sin mayor esfuerzo, sino porque a través de un
oscuro camino -lleno de lágrimas e incomprensiones- fue
describiendo y aceptando su específico papel en la obra
salvadora, asumiendo hasta la cruz el proceso redentor de
su hijo.
26
El «Hágase en mí según tu palabra» es el resumen
de las actitudes de María; es la manifestación de su gran
pobreza de espíritu, de su disponibilidad, de su ofrenda, de
su amor maduro. Por todo esto decimos que «engendró en
la fe a su hijo Jesús». Siguiendo a los evangelistas podemos
descubrir algunos elementos o pasos de esa fe.

Fe en un camino oscuro
Un primer elemento lo tenemos en la Anunciación del
ángel Gabriel. María se estaba preparando para su casa-
miento con José según las normas hebreas. De pronto, Dios
irrumpe en su vida y le revela un plan: engendrar, por obra
del Espíritu a un niño, el Salvador. María se turba, se inquie-
ta, se pregunta cómo podría ser tal cosa. Luego da su sí.
Pero un Sí que debe transitar por un camino oscuro. San
Mateo nos habla de la situación que se le planteará a José
al ver a su esposa embarazada.
Nadie puede dudar de la intención de Lucas: poner de
manifiesto la disponibilidad de María, pero también la com-
plicada situación en la que se vio envuelta, caminando casi
a ciegas bajo la guía del Espíritu, que la orientaba hacia una
empresa cuyos alcances aún no vislumbraba.
María, en aquella época una joven casi adolescente,
acepta con responsabilidad su misión, y como le dirá Isabel:
«Feliz eres porque has creído que se cumplirán las cosas
que te fueron dichas». Dios le pide una total entrega y con-
fianza, le exige fe, y la fe más difícil; una fe que debe superar
problemas de relación con José, con sus padres, con los
vecinos...
Lo que nos llama la atención en esta fe es su transpa-
rencia, su total ausencia de cálculos y especulaciones, su
espera confiada, su desinterés absoluto.
Creyó que «nada es imposible para Dios»: por eso
creyó en su maternidad y en la de Isabel, la anciana estéril.
27
Si para nosotros es un acto de fe descubrir en cada
hombre el rostro de Cristo, fue acto de fe en María descubrir
que lo gestado en ella era Jesús, el Salvador de Israel. Otro
momento de fe lo encontramos en el nacimiento de Jesús,
cuando los pastores cuentan todo lo que han visto y oído:
María calla, acopia elementos y los medita.
Lo mismo sucede ante el anuncio de Simeón y cuando
el niño, ya adolescente, luego de haber sido buscado an-
gustiosamente por tres días, da aquella misteriosa respues-
ta: «¿No saben que yo debo ocuparme en las cosas de mi
Padre?» Y Lucas agrega: «Pero ellos no comprendieron la
respuesta que les dio». Lucas nos deja así entrever el revés
de la trama: la oscuridad en la que se movió María a lo lar-
go de los años de Jesús, oscuridad de la que no la libró el
mismo Jesús.
María no se desalienta y, al poco tiempo, la vemos
acompañando a Jesús en sus predicaciones.
Fue la primera oyente de su hijo y la primera creyen-
te, como asimismo la primera testigo de sus milagros; así
lo señala Juan en el capítulo segundo de su evangelio al
referirse al primer signo de Jesús en Caná de Galilea. Allí
recibió cierta respuesta de Jesús que la debió dejar azora-
da, como cuando quiso apartar a Jesús de la multitud ante
la presión de los parientes, que lo consideraban loco, y
recibió aquella otra respuesta: «Mi madre y mis hermanos
son aquellos que escuchan la palabra de Dios y la practi-
can» (Lc 8,19-21).
El mismo Lucas consigna otro significativo dato: cuan-
do Jesús escucha cierta alabanza que una mujer hizo de
su madre, él replica: «Felices más bien los que escuchan la
palabra de Dios y la ponen en práctica» (Lc 11,27-28).
Todos estos datos condensados crudamente en los
evangelios, lejos de aminorar la figura de María, le confie-
ren toda su grandeza: si toda madre es grande a los ojos
de sus hijos por el proceso de gestación y crianza, cuanto
28
más grande es María por su fe al escuchar a su propio hijo y
aprender de él mismo el lugar que le correspondía ocupar a
su lado: lugar de discreción y de búsqueda.
En otras palabras: María recibe en su seno la Palabra
de Dios que irá gestando en ella la figura de su hijo: el hijo
de la fe.
Descubrimos así otra faceta de este proceso: la misma
María es engendrada a la fe por su propio hijo, a quien es-
cucha y sigue, y a quien se asocia al pie de la cruz. Por eso
los cristianos descubrimos en ella a la primera creyente y al
modelo de todo creyente. Finalmente, como parte integrante
de la comunidad cristiana y casi como símbolo de la misma,
la vemos en Pentecostés, junto a los demás apóstoles y dis-
cípulos, esperando al Espíritu Santo, quien según la prome-
sa de Jesús “les enseñaría todas las cosas”.

Comunidad y fe
Puedes ahora comprender mejor el texto de Pablo en
su Carta a los Gálatas que es el más antiguo que habla de
la Virgen en el Nuevo Testamento.
“Pero cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios
envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la Ley, para
redimir a los que estaban sometidos a la Ley y hacernos hi-
jos adoptivos. Y la prueba de que ustedes son hijos, es que
Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que
clama a Dios llamándolo: ¡Abba!, es decir, ¡Padre! Así, ya
no eres más esclavo, sino hijo, y por lo tanto, heredero por la
gracia de Dios” (Gal 4,4-7).
Jesús nace de una mujer y está sujeto a la ley. Es su
nacimiento carnal por el que se transforma en hombre. Y
continúa Pablo: «para rescatar a los que estaban bajo la ley
y para que recibiéramos el ser hijos por adopción».
Y somos hijos porque «envió a nuestros corazones el
Espíritu de su Hijo que clama: ¡Padre!».
29
San Pablo nos hace descubrir que, a partir de la resu-
rrección de Cristo, ya no tienen valor los antiguos esquemas
basados en la sangre, el parentesco o la raza, pues todos
sin excepción renacemos a la fe en Cristo por el mismo y
único nacimiento del Espíritu.
La comunidad cristiana, cuyo símbolo es María, es el
nuevo seno que engendra a los nuevos hijos adoptivos de
Dios por obra del Espíritu Santo. Así todo lo acontecido en
María es figura simbólica de un proceso mucho más univer-
sal: todos somos los cristos nacidos a impulsos de la acción
del Espíritu.
María, la primera creyente, la primera redimida por la
fe, es el modelo de la comunidad cristiana que, haciendo
suyos los sentimientos de María, puede también ella dar a
luz al hombre nuevo, al hombre liberado de la ley, de la san-
gre, de la raza y del pecado.
A veces escuchamos a gente que dice: “A María le
fue fácil creer, pues estaba muy cerca de Jesús; en cambio,
cuánto nos cuesta a nosotros...” Hemos visto con datos de
los mismos evangelios que los hechos contradicen tal afir-
mación.
Para ella, Jesús fue como una espada de dolor y un
signo de contradicción: en el dolor descubrió que ese cuer-
po colgado en la cruz y abandonado por todos, era no sola-
mente su hijo sino el Salvador del mundo.
Hoy los cristianos debemos rescatar esa imagen de
María, tal como la presenta la Palabra de Dios. Descubrir en
María el modelo más cercano a nosotros y más accesible
para nuestro camino de fe. María no es la semidiosa ni la
figura etérea que en nuestra imaginación hemos elaborado
y que cierta teología ha difundido.
María es la creyente que, como en dos oportunidades
lo dijo el mismo Jesús, «escuchó la Palabra de Dios y la
puso en práctica»; o como dijo ella misma: «Esta es la ser-
vidora del Señor: que se cumpla en mí según tu Palabra”.
30
María, en su escucha atenta, en su recogimiento, en
su meditación, en su espera y confianza, en su entrega ge-
nerosa, en su dolor asumido valientemente..., hoy nos dice:
«Mi alma canta al Señor, porque ha puesto los ojos en la
humildad de su servidora...» (Lc 1,46)2.

2 Cfr. S. Benetti, Cruzar la Frontera, Ciclo A. 1º, 1977. Págs. 138s.

31
Siempre virgen

Hay un puñado de misterios divinamente entrelaza-


dos: el misterio de la Santísima Trinidad, el misterio de la
Encarnación del Verbo, el misterio de la maternidad humana
y divina de María.
Es Madre desde que dice «fiat» al Emmanuel, Dios
con nosotros, nacido del Padre antes de todos los siglos,
y concebido por Ella; fecundada por la omnipotencia crea-
dora del Espíritu Santo, resultando así el Dios perfecto ser
también perfecto hombre.
La maternidad divina de María es el principal y más
grande misterio que se refiere a su persona y con vista a
ese prodigio inmenso que se realizará unos años después,
María ha sido concebida sin mancha alguna de pecado, lle-
na de gracia; y llamada a permanecer virgen para siempre.
Maternidad y virginidad: son alternativas de la mujer, exclu-
yentes por naturaleza, que Dios quiere reunir milagrosamen-
te en su Madre.
Los que no creen en Dios todopoderoso, es lógico que
no puedan entender cómo podría suceder que una mujer
sea a la vez virgen y madre. Pero ése no debería ser su pro-
blema, ni arma arrojadiza contra la fe católica, puesto que,
contra la lógica de la razón, suponen que Dios no existe, o
que no es el Creador libre y todopoderoso de cuanto es.
Advirtamos que la fe católica afirma la virginidad cor-
poral de María. La espiritual, entendida como fidelidad, san-
tidad, etc., que también la afirma, no presentaría mayor di-
ficultad a la razón. Lo que choca es la virginidad en sentido
físico corporal, material de una madre. Lo que desconcierta
32
a la razón es que la Iglesia, desde los inicios, afirme que Ma-
ría es Madre de Jesús en este sentido: Jesús fue concebido
sin elemento humano, por obra del Espíritu Santo3.
Uno de los Credos que rezamos en ocasiones en la
Misa, resume lo más nuclear de la fe católica, y dice así:
«Creo en Jesucristo (...) Nuestro Señor, que fue concebido
por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María
Virgen», es decir, no sólo «en» María, sino «de» María, de
su ser, de su carne. «Ella --dice Juan Pablo II--, en su huma-
na y virginal substancia, queda fecundada con la potencia
del Altísimo. Gracias a esta potencia y en virtud del Espíritu
Santo, Ella se conviene en Madre del Hijo de Dios, aun per-
maneciendo Virgen»4.
Por si fuera poco, no se afirma solamente que Jesús
fue concebido virginalmente, sino que también nació de mo-
do virginal. Lejos de menoscabar la integridad del cuerpo
de su Madre, Jesús la dejó intacta al nacer. Y la Iglesia, ade-
más, proclama con san Agustín: María «fue Virgen al con-
cebir a su Hijo, Virgen al parir, Virgen durante el embarazo,
Virgen después del parto, Virgen siempre»5. Los términos
son inequívocos y la extensión del dogma de la virginidad
de María no admite duda: María es la siempre virgen, en
todos los sentidos de la palabra.
¿No choca esta afirmación a la consideración racional
del asunto? Es indudable que sí. Precisamente, los relatos
evangélicos6 presentan la concepción virginal como una
obra divina que sobrepasa toda comprensión y toda posi-
bilidad humanas: «Lo concebido en ella viene del Espíritu
Santo», dice el Ángel a José a propósito de María, su despo-
sada [cfr Mt 1,20]. La Iglesia ve en ello el cumplimiento de la

3 C. De Letrán, año 649; DS 503; CEC, 496.


4 Juan Pablo II, Homilía en el Santuario de Pompeya, 21-X-1979.
5 San Agustín, Serm. 186, 1; CEC, 510.
6 cfr Mt 1,18-25; Lc 1,26-38.

33
promesa divina hecha por el profeta Isaías: «He aquí que la
virgen concebirá y dará a luz un Hijo»7. Y la Liturgia celebra
a María como la «Aeiparthenos», la «siempre-virgen»8.
El escapismo de quienes pretenden interpretar la re-
velación divina en términos espiritualistas o parciales, se
disuelve ante tan contundentes y autorizadas definiciones.

Sagrada Escritura
Estaba escrito en el Libro de Isaías 7, 14. El profe-
ta contempla el hecho prodigioso que significa y traerá la
salvación al pueblo de Dios: «La virgen ha concebido y ha
dado a luz un hijo, que será llamado [es decir, «será»] Inm-
manu-El, esto es, Dios-con-nosotros». En resumen, el con-
texto de Is 7, 14, exige el significado de concepción y parto
virginales de la doncella-virgen y las formas verbales «ha
concebido» y «ha dado a luz», tienen valor de perfecto y,
por consiguiente, se refieren también a la condición virginal
persistente después de la concepción y del parto.

El Evangelio de Mateo
Mateo 1,18-25 nos da hecha la interpretación auténti-
ca de Is 7,14. El Evangelista viene a decir: el Emmanuel es
Jesucristo; la Virgen grávida y que da a luz es Santa María.
La profecía de Is 7,14 tiene su cumplimiento en la con-
cepción y parto virginales de María. Su Hijo, Jesús, es el
Emmanuel que salvará a su pueblo de sus pecados. Pío VI
en el año 1779, condenó la interpretación de Is 7,14 opuesta
al sentido mesiánico que hemos indicado9.

7 Is 7,14; Mt 1,23; cfr CEC, 497 y DS 291, 294, 427, 442, 503, 571,
1880.
8 cfr LG, 52; CEC, 499.
9 cfr Enchir. Biblicum, 4ª ed., nº 74.

34
El mismo Evangelista, Mateo, afirma que el Ángel del
Señor reveló a José que «lo concebido en Ella (María) es del
Espíritu Santo».
También lo afirma indirectamente el Evangelio de
Mateo al presentar la genealogía de Jesús, que arranca
de Abraham: «Abraham engendró a Isaac; Isaac engen-
dró a Jacob; Jacob engendró a Judá y a sus hermanos...».
Así hasta llegar a José, de quien dice: «Jacob engendró
a José, el esposo de María, de la cual nació Cristo». Des-
pués de una larga lista de varones que engendraron hijos,
el Evangelista hace un quiebro literariamente espectacular
y en lugar de decir que “José engendró a Jesús”, contra
toda lógica literaria, dice: «José, Esposo de María, de la
cual nació Jesús, que es llamado Cristo» [Mt 1,1-17]. La
intención, en el contexto es clara: excluir la intervención de
José en la concepción de Jesús; pero le menciona, para
dejar claro el cumplimiento de una profecía: el Mesías sería
de la casa de David y José es quien sirve a la verdad de
la profecía, siendo padre legal de Jesús, aunque no lo es
según la sangre.

El Evangelio de Lucas
La primera noticia que Lucas nos da de María es
que se trata de «una virgen desposada con un hombre
llamado José, de la casa de David; el nombre de la Virgen
era María» [Lc 1,26-27]. No es de extrañar que el evange-
lista nos hable de una «virgen desposada». La costum-
bre judaica establecía dos etapas. «En primer lugar, se
contraía el matrimonio propiamente dicho. Pero los jóve-
nes esposos no pasaban a cohabitar inmediatamente. Se-
guían viviendo durante un cierto tiempo en el seno de las
familias respectivas, y sólo al cabo de algunas semanas
o de algunos meses (según las costumbres locales) se
celebraba la segunda fase. Entonces iba el joven a buscar
solemnemente a su esposa a la casa de sus padres con el
35
fin de introducirla en su propio hogar. Únicamente a partir
de este momento podían los esposos mantener relaciones
íntimas»10.
Cuando Lucas nos presenta a la Virgen desposada,
indica que estaba ya desposada, pero aún no vivía con
José bajo el mismo techo [cfr. Lc 1,26-38]. Las primeras
palabras de María suenan a una rotunda afirmación de su
virginidad física. La pregunta « ¿cómo se hará esto?» plan-
tea muchos interrogantes acerca de su significación. Sin
embargo la continuación de la frase «pues no conozco va-
rón», es inequívoca: equivale a decir exactamente: «pues
yo soy virgen».
Otro dato incuestionable, si nos atenemos al texto de
Lucas, es que el Ángel confirma a María en su virginidad
(cosa insólita en su contexto cultural religioso) y la escla-
rece con el anuncio de su maternidad extraordinaria: «El
Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cu-
brirá con su sombra; porque el que nacerá santo (quizá =
“santamente”, según el concepto levítico) será llamado (=
será) Hijo de Dios». María concebirá en su seno un hijo por
obra del Espíritu Santo, sin intervención alguna de varón.
La actual exégesis bíblica confirma que la expresión «Por
lo cual, lo que nacerá santo...», puede muy bien significar
textualmente que el nacimiento de Jesús será también vir-
ginal, es decir, sin lesión alguna para la madre y, por con-
siguiente sin pérdida de sangre, no de la sangre, dirá más
tarde san Juan11. El Mesías anunciado sería no ya un hom-
bre extraordinario, sino Dios en Persona, el Hijo Unigénito
del Padre, que por obra del Espíritu Santo, sería también
Hijo del hombre, por serlo de Ella, pero sin concurso de
varón12.

10 I. de la Potterie, María en el misterio de la Alianza, 1993, p. 54.


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cfr I de la Potterie, o.c., pp. 62-63.
12 Respecto al “silencio” de Marcos, ver CEC, 498.

36
Evangelio de Juan
Entre líneas puede leerse la concepción virginal en el
Evangelio de san Juan, cuando en el prólogo, que arranca
de la consideración del Verbo de Dios, explica que los que
creen en su nombre (del Hijo de Dios, Verbo eterno del Pa-
dre) «no han nacido de la voluntad de la carne, ni del querer
de hombre, sino de Dios». Acto seguido proclama: «Y el
Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros» [Jn 1,13-14].

Una objeción inconsistente


Una objeción a la virginidad perpetua de María, que
persiste a pesar de su inconsistencia (entre personas que
desconocen la cultura bíblica) es la alusión que los Evan-
gelistas hacen a los «hermanos de Jesús»13. Es bien sabi-
do que en los idiomas antiguos hebreo, árabe, arameo (la
lengua hablada por Jesús), etc., no había palabras con-
cretas para indicar los grados de parentesco que existen
en otros idiomas más modernos. En general, todos los per-
tenecientes a una misma familia, clan, incluso tribu, eran
«hermanos». «Hermanos» se llamaba a los sobrinos, los
primos hermanos y los parientes en general. Así, por ejem-
plo, en Gen 13,8 y 14,14.16 se llama a Lot hermano de
Abraham, mientras que por Gen 12,5 y 14,12 sabemos que
era sobrino, hijo de Aram, hermano de Abraham. En Gen
29,15 se llama a Labán hermano de Jacob, cuando era
hermano de su madre (Gen 29,10). Esta confusión se debe
a la pobreza del lenguaje hebreo y arameo: carecen de tér-
minos distintos y usan una misma palabra, hermano, para
designar grados diversos de parentesco. Mc 6,3, da una
lista de hermanos de Jesús, entre ellos Santiago y José,
quienes por Mc 15,40 y Jn 19,25, sabemos eran hijos de
María de Cleofás.

13 cfr Mt 12,46-47; 13,55; Mc 3,31-32; Jn 7,3-10.

37
Enseñanza de los Padres y del Magisterio
Los Padres de la Iglesia están de acuerdo en afirmar
la perpetua virginidad de María. Ya hemos visto algunos
ejemplos: san Agustín, san Ignacio de Antioquía, a los que
podríamos añadir una interminable lista. Sobre todo, a partir
del siglo IV, utilizan con mucha frecuencia el título de «siem-
pre Virgen», y son muchas las obras dedicadas a la perpe-
tua virginidad de Santa María.
El hecho de la virginidad de María está asegurado por
una larga serie de decisiones de la Iglesia. Desde el Sím-
bolo apostólico, al Símbolo de Constantinopla (a. 381) y el
Concilio de Letrán (a. 649)14.
También la Lumen gentium se refiere a este misterio
cuando dice que María «presentó a los pastores y a los Ma-
gos a su Hijo primogénito, que lejos de menoscabar consa-
gró su integridad virginal» [LG, 57].

La razón ante el misterio de la maternidad virginal de


María
El «escándalo» intelectual sólo podría sobrevenir a
quienes niegan a Dios o su omnipotencia. ¿Acaso Dios no
ha creado el universo, no ha sido el causante de lo que hoy
suele llamarse «big-bang» que dio lugar al cosmos que hoy
conocemos? ¿No ha sido Dios el creador de la vida? ¿No ha
sido Él quien infundió en una materia preexistente, el «alien-
to de vida» que llamamos «alma», resultando así la criatura
que llamamos «hombre»? ¿El Creador de la inmensidad del
cosmos, con toda su prodigiosa gama de perfecciones, no
puede fecundar con su «sombra» (su poder todopoderoso)
una célula del seno virginal de María haciendo que «de Ella»
(no sólo «en Ella») sea concebido un hijo?

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Canon 3; DS 504; 1880.

38
La respuesta negativa es la que resultaría ininteligible.
Sería la negación del poder creador de Dios y, en conse-
cuencia, de Dios mismo. Lo absurdo, para quien reconoce
a Dios como Causa primera trascendente de cuanto existe,
sería negar la posibilidad de fecundar a una mujer, sin inter-
vención de un varón.

Motivos de Dios para querer a su Madre virgen


El Catecismo de la Iglesia Católica se ocupa de pre-
sentar en síntesis las misteriosas razones que la mirada de
la fe, unida al conjunto de la Revelación, puede descubrir
en los designios salvíficos de Dios sobre la maternidad vir-
ginal de María Santísima. «Estas razones --dice-- se refie-
ren tanto a la persona y a la misión redentora de Cristo co-
mo a la aceptación por María de esta misión para con los
hombres»15. Baste destacar aquí la armonía con las demás
verdades reveladas.
Autores de los siglos III-IV consideran el tema de la
virginidad en la concepción como un signo y manifestación
del Verbo Divino, concluyendo que Dios no podía nacer sino
de una Virgen y que sólo una Virgen podía concebir a Dios.
«Tal es el parto que a Dios convenía», dice san Ambrosio.
Y santo Tomás, resumiendo la sustancia de esta tradición,
concluye que «la generación humana de Cristo había de ser
reflejo de la divina, que se produce sin corrupción alguna»16.
Ciertamente se ven razones de conveniencia para que el
Hijo Unigénito del Padre, tenga Madre, pero no otro padre.
Y que la concepción no sea por querer de hombre [cfr Jn
1], puesto que su encarnación tiene como finalidad elevar al
hombre a una filiación nueva, no natural, sino sobrenatural,
divina.

15 CEC, 502-506; cfr LG, 63.


16 S. Th. Q. 28, a. 1-3; CG IV, 45.

39
Significado de la virginidad
Por lo demás, la maternidad virginal es sin duda una
revelación sobre el valor que tiene a los ojos de Dios la virgi-
nidad de alma y cuerpo, superior incluso a la del gran sacra-
mento del matrimonio, al que están llamados, con vocación
verdaderamente divina, la gran mayoría de los fieles. Lejos
de dejar incompleta a la persona, la virginidad asumida, co-
mo es el caso de María, como entrega y dedicación total a
Dios, en cuerpo y alma, la perfecciona con una fecundidad
insospechada.
«Aun habiendo renunciado a la fecundidad física --di-
ce Juan Pablo II--, la persona virgen se hace espiritualmente
fecunda, padre y madre de muchos, cooperando a la rea-
lización de la familia según el designio de Dios»17. La vir-
ginidad perpetua hace de María el símbolo vivo del orden
nuevo instaurado por el Espíritu Santo, el símbolo excelso
del Reino de Dios y de la existencia escatológica, «pues en
la resurrección, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, sino
que serán como ángeles en el cielo» [Mt 22,30]. Ciertamen-
te, «no todos entienden este lenguaje --dice el Señor--, sino
aquellos a quienes se les ha concedido (...) Quien pueda
entender, que entienda» [Mt 19,12].
Sin embargo, ¿no bastará un poco de buena voluntad
para recibir la luz de Dios?18

17 Juan Pablo II, Familiaris consortio, 22-XII-1981, nº 16.


18 Cfr. A. Orozco, Madre de Dios y Madre nuestra, cap. III. 2008.

40
Indigno siervo…
Indigno siervo tuyo,
con amor te venero,
¡oh Madre del Señor resucitado!
El orbe es todo suyo,
su victoria yo espero,
un mundo para siempre rescatado.

Servidor caminante
del mundo peregrino
en una historia incierta y mancillada,
hoy vengo, simplemente,
Señora del camino,
porque quiero una vida restaurada.

Esposa del Esposo


que levanta huracanes,
que es vertiente de luz en mi mañana,
pura fuente de gozo,
te pido que derrames
la lluvia de tu Amor sobre mi grama.

Te bendigo y venero,
¡Oh Reina inmaculada!
Tu sí le ha abierto al mundo el paraíso,
si Aquel en quién espero
ha puesto su morada
en el templo sublime que se hizo.

41
Eres Arca de Dios…
Eres Arca de Dios, la nueva aurora
despunta para siempre,
una luz amanece
y el horizonte brilla, en su fuego, encendido,
su presencia estremece,
invita a que me adentre
en el fuego divino que enamora.

Vas sobre las montañas escarpadas,


tu ser es el anuncio
y tu vientre el sagrario
del tesoro más puro que yo quiero adorar,
¡Oh templo trinitario!
Si tu nombre pronuncio
descubro en tu misterio mis moradas.

Madre de Dios bendita, llevas dentro


al amor de mi vida,
al Salvador soñado,
a Aquel que por mi amor carne se ha hecho,
Mesías esperado,
refugio sin medida,
Amor de los amores hecho encuentro.

Yo quiero recibirte sin demora,


hospedarte en mi casa,
ser tu hijo querido,
abrazar en mi entraña al Sol naciente,
a tu Hijo venido,
si su fuego me abrasa
y habitar, para siempre, donde Él mora.

42
Madre del Sol
Madre del Sol, madre de luz, madre de Vida,
aurora que en su día no halla ocaso,
Madre del tiempo herido en el abrazo
de la noche fundiéndose en el día.

Río de Amor, de sueño y de misterio


que entrega su caudal al mar sereno
de la luz que me habla del Dios bueno
quebrando, paternal, mi cautiverio.

Madre del Bien encarnado y de su aurora,


de la caricia en la brisa matutina,
de la Belleza del sol que me ilumina,
del jardín perfumado que enamora.

Madre del tiempo que orante se levanta


del ritmo de las horas en que fluye,
del corazón amante que te intuye,
del huerto de las flores que te canta.

Suba mi canto ardiente y mi plegaria


hasta el altar del cielo entre tus manos
oración que en el alba me hace hermano
de una Iglesia que surge trinitaria.

43
Corazón eucarístico…
Mi corazón sangrante
herido está de Amor y sin consuelo,
es fuego palpitante,
es volcán sin desvelo,
ardor abrasador que arde y palpita,
y místico arroyuelo
de un Amor penetrante
que en una llama amante te inhabita.

Mi corazón ardiente
como el rojo que viste el horizonte
que hoy enciende el poniente
en llamas sobre el monte
te invita a sumergirte en mi amor puro,
allí donde se esconde
la divina vertiente
del amor más sublime y más oscuro.

Mi corazón sediento
está de tu plegaria sosegada,
soy banquete e intento
de entrega renovada
que toca tus entrañas con mi fuego
y deja enamorada
tu alma en un momento
cuando en ardor divino, allí me entrego.

44
Divina Eucaristía
en que, hecho pan, me dono,
soy fuente de alegría,
manjar en que perdono
tus pecados, miserias y fracasos,
herido estoy de encono,
aunque mi sangre ansía
el hombre, en su dolor, hecho pedazos.

Corazón que restaura


tu vida, de la muerte rescatada,
y en el Amor instaura
la vida renovada
que refleja, en el mundo, mi justicia,
mi llaga ensangrentada
es la fuente que embriaga
el alma que allí bebe mi primicia.

Mi corazón te llama
al altar de la ofrenda nueva y pura,
el que tu pecho inflama
con amor cautivante
hecho impulso y misión que se hace canto,
soy torrente embriagante
que se hace voz, proclama,
que cambia en alabanza todo llanto.

45
Madre del Verbo
Madre del Verbo que resuena ardiendo
en lo profundo del corazón abierto.
Madre del bosque que nace en el desierto
y en la savia de tu hijo va creciendo.

Tú me has traído palabras inauditas


el canto de un Amor inconcebible,
la fe en el llamado irresistible
de Aquel que en lo profundo me inhabita.

Madre de la Palabra desatada


del ígneo vendaval que al viento quema,
del canto que el Amor desencadena;
y el alma se queda cautivada.

Madre del Sol que viene de lo alto,


de la luz que rompe mis cadenas,
del grito libertario que resuena
en las entrañas en que yo te exalto.

Madre del Bien, María Inmaculada,


ruega por mi y el pueblo que te invoca,
es tu fe inconmovible que provoca
la respuesta del cielo a mi llamada.

46
Bendito el vientre...
Bendito el vientre que te abrió sus puertas
el corazón que te acoge con fe viva,
la mujer que creyó la palabra recibida
y entregó su voluntad sin comprenderla.

Benditos los pechos que te amamantaron,


y en la fe de tu pueblo te nutrieron,
el silencio orante en que te concibieron,
los brazos que en las escrituras te acunaron.

Benditos, más que nada, los que escuchan


la Palabra de Dios y la practican,
los que en sus corazones la meditan
y en ella, sus vidas se fecundan.

Eres bendita María, más que nadie,


porque en Ti se cumplió la profecía,
te transformaste en el templo de la vida,
la zarza que sin quemarse, siempre arde.

47
Como un sol escondido
Como un sol escondido,
como estrella radiante en la mañana,
un niño recogido
y el cielo se derrama,
la gloria en una cuna de heno y grama.

Como un rey humillado,


como un astro en mi tierra sumergido,
el Dios anonadado,
el Eterno, el Ungido,
envuelto entre pañales y hace frío.

De una virgen nacido,


del tronco de Jesé, Salvador santo,
profeta incomprendido
que cargas en tu manto
el dolor de la muerte, el mal y el llanto.

Eres el Bien pedido,


Emmanuel recostado en tu morada,
simple niño dormido
en noche iluminada,
los ojos de tu madre en la mirada.

48
La belleza se hizo carne
La belleza se hizo carne,
la armonía se hizo encuentro,
la paz llovió de los cielos
y una Virgen fue su madre.

La Trinidad toda santa


trocó en milagro su cuerpo,
se hizo sagrario del cielo
y Arca de la eterna Alianza.

El Espíritu de Vida
puso en ella su morada,
su faz quedó iluminada
y cumplió la profecía.

En un segundo el Misterio
por los siglos ocultado,
se hizo misterio encarnado
en el seno de su pueblo.

El Verbo se hizo Palabra


y se entretejió en el tiempo,
su voz se bajó del trueno
y se volvió voz humana.

Y es su voz la que proclama


el tiempo definitivo,
porque su luz se ha encendido
y no se puede ocultarla.

49
La bendición se hace carne,
la gracia se hace mirada,
la salvación añorada,
unos ojos que se abren.

De sus manos fluye vida,


de su corazón el tiempo,
de su voz el alimento
del que sediento lo ansía.

Lleva una cruz en la frente


y una estrella la ilumina,
en su pecho hay una herida
de la que brota un torrente.

Y el torrente es agua viva,


Espíritu y fuego Santo,
Amor donado y el canto
del pueblo que se bautiza.

50
Un rayito de luz...
Un rayito de luz se volvió carne
y en él, el sol tomó nuestro destino,
de María la Virgen, mi Dios vino,
niñito se volvió para salvarme.

Vino a la noche, al frío, a la inclemencia,


soportó persecución, oprobio, exilio,
los ángeles vinieron en su auxilio,
y el Padre, en Él, mostró su complacencia.

Sus padres lo envolvieron en cuidados,


José fue protección, sustento, alivio,
figura paternal y ejemplo vivo,
de trabajo, oración y hombre entregado.

María que en el tiempo transcurría


su vocación materna meditaba
y al niño absorta contemplaba,
que en estatura y gracia ya crecía.

Fue escondido, por años, el misterio,


ese sol que en Él resplandecía,
en la carne humana no quería
cegarnos en la sed de conocerlo.

Ojos nuevos se abrían para verlo,


una Fe que el mundo no tenía,
esperanza que no se conocía,
un Amor que ve al reconocerlo.

51
Los pastores hemos visto en la pobreza,
los magos caminamos desde Oriente,
y su Amor se volvió resplandeciente
y causa de nuestra única riqueza.

52
Se alumbra un sol…
Se alumbra un sol en el templo,
mi luz divina lo llena,
y en él se desencadena
la salvación en el tiempo.

Un profeta lo comprende,
Simeón, el fiel testigo,
su espíritu está conmigo
y en él mi llama se enciende.

Se abre su boca y anuncia


la salvación que ha llegado,
mi Verbo que se ha humanado
en pobreza y en renuncia.

Es luz para las naciones,


palabra del indigente,
es gracia y amor fulgente
entre rezos y canciones.

Ana estalla de alegría,


profetiza consagrada,
mujer a Dios entregada
que anuncia la luz del día.

El templo purificado
y en los brazos de María
el niño que protegía
José y es luz que ha llegado.

53
En la noche una estrella…
En la noche una estrella
alumbra la posada
y quiebra, su fulgor, la oscuridad.
Es la luz que destella,
señala tu morada,
un pesebre en pobreza y soledad.

Se acercan los pastores,


los pobres e indigentes,
los ángeles anuncian tu llegada
y estallan sus ardores
pregonando a las gentes
que la noche se ha abierto a la alborada.

Se terminó la espera,
tu promesa cumplida,
la luz en la materia entretejida,
es ya tu nueva era,
la historia redimida
en tu amor y tu gloria sumergida.

Ha nacido el Mesías,
el Verbo se ha humanado,
y es un altar la cuna en que se ofrece,
cumplió las profecías,
Salvador encarnado,
tu mirada cautiva que estremece.

54
Un niño nos ha nacido…
Un niño nos ha nacido
y es Salvador anunciado,
el Mesías esperado
que por mi bien ha venido.

Un niño entre paja y oro


en una cuna se queda,
en unos brazos de seda
trayendo la paz que imploro.

La Palabra acurrucada
en un pesebre escondida,
el Dios que me da la vida
en una noche estrellada.

El creador, el providente,
sostenedor de los cielos,
Padre de todo consuelo
se ha hecho pan entre su gente.

Anhelo de los profetas,


deseo de los vencidos,
refugio de los caídos,
impulso de almas inquietas.

Un niño al mundo ha llegado,


el Salvador prometido,
está por Amor herido
y en una cruz recostado.

55
Eres Madre de Dios
Eres Madre de Dios,
mujer hecha pesebre,
hondura de amor puro al que ha venido,
escuchaste su voz
y en ti el divino orfebre
prepararle una cuna ha querido.

Hay en tu vientre un sol,


diminuto y ardiente,
que vino a calentar un mundo frío,
pintando en arrebol
las nubes al poniente
ha traído la paz que tanto ansío.

Es poder y es unción,
fragilidad y amor,
es don, presencia y canto soberano,
es música y canción,
será cruz y dolor,
y niño al que tu llevas de la mano.

Eres Madre en verdad


y eres canción de cuna
que envuelve su misterio en armonía,
eres arca y bondad
con vestido de luna,
por tu “Sí” llega al mundo la alegría.

56
Noche buena
En la noche cerrada,
en el silencio oscuro,
suena un anuncio nítido y sublime,
la Virgen consagrada
en un instante puro
ha dado a luz al Dios que me redime.

En la noche serena,
en el tiempo oportuno,
el Señor de la gloria se ha humanado,
el Sol sobre mi arena
su Amor como ninguno,
sobre mi humilde playa recostado.

En una noche fría,


solitaria y profunda,
el Verbo ha pronunciado mi lamento,
lo cambió en alegría,
y en sonrisa fecunda,
que trasciende las márgenes del tiempo.

En la Noche Sagrada,
entre José y María
te ofreces a mis ojos, amoroso,
la salvación soñada
ahora siento que es mía,
mi humanidad fundida en tu reposo.

57
De la paz anunciada
De la paz anunciada,
de la paz prometida,
eres Madre, eres cofre, eres cobijo,
de la paz esperada
que ansío, yo, en mi vida
y llega hasta mi casa en tu Hijo.

De la paz encarnada
que sonríe y me llama,
de la que tiene sed mi tierra ardiente,
y es lluvia regalada
como aliento que inflama
eres Tú quien la entregas dulcemente.

De esa paz que rebosa


en los ojos que brillan
en un pobre pesebre humilde y puro,
eres Tú dulce esposa,
en sus manos, la arcilla,
que de la guerra infame quiebra el muro.

Esa paz yo te pido


¡Oh Madre de la aurora!
que ofreces al errante tu camino,
porque ya ha hecho su nido
en el pecho en que mora
y marca con su fuego mi destino.

58
María, madre de Dios
Ardiendo sin consumirte
en un fuego de Amor puro
cambiaste la historia al mundo
con el sí que respondiste.

Sos la zarza en que se enciende


el Espíritu divino,
el Hijo vuelto Camino
para que el hombre lo encuentre.

Sos la lámpara encendida


en la noche de los tiempos,
en que la luz se hace encuentro
y fuente de Amor y Vida.

Sos el monte de la Alianza


en el que Dios inhabita,
el Arca en la que palpita
el Sol de nuestra esperanza.

Como rocío en la noche


te cubrió Dios con su gloria
y, en Ti, fecundo la historia,
cuando el Hijo se hizo hombre.

Madre de Dios, Madre nuestra,


del discípulo en camino,
del hombre que es peregrino,
Madre de toda la Iglesia.

59
Niño Frágil
La fragilidad del universo en un pesebre;
el fragor de un volcán entre pañales;
escondida, en sus ojos, la furia de los mares,
y el resplandor de la nieve entre sus dientes.

El canto de las estrellas en sus ojos, un balido


de corderito inocente y puro que enternece,
y al despertar, la aurora del mundo se estremece,
porque escucha el palpitar de Dios en sus latidos.

Se ha escondido en lienzos de pergamino suave


la Palabra que da vida al hombre muerto,
un oasis de luz en el inhóspito desierto
donde se puede beber paz hasta saciarse.

El Espíritu que, raudo, entre las aguas primordiales


aleteaba arrancando del sino a las criaturas,
se esconde ahora en el aliento lleno de ternura
de un retoño frágil en los brazos de su madre.

El Verbo, que desde más allá del tiempo nos amaba,


se hace historia de clamores y de sangre,
respuesta fiel, amor, pobreza, exilio y hambre,
y al final, una cruz apuñalando la montaña.

Al margen del poder de los que cuentan,


por vos y por mí, Dios se ha hecho hombre,
para ser El Señor de nuestra historia y, en su Nombre,
ofrecernos la verdad del Amor que nos libera.

60
¡Oh Emmanuel!
En medio del desierto,
en aridez y noche tenebrosa,
cuando todo está muerto,
la esperanza reposa
en el alma del lirio y de la rosa.

En medio de la ausencia,
del clamor y la noche más cerrada,
tu voz se hizo presencia
y Palabra encarnada,
se hizo fuego y pasión acrisolada.

Te haces Dios con nosotros,


esperanza, en la carne de María,
un Dios que tiene rostro,
promesa y profecía,
que es fuente de confianza y de alegría.

Te haces Dios encarnado,


justicia que se ofrece al decaído,
amor al desterrado
y pan al oprimido,
el Amor en un cáliz ofrecido.

Emmanuel de ternura,
un niño que sonríe, un alma clara,
entrega su luz pura
la que tu cielo ampara,
unción de la victoria que declara.

61
Hay una perla preciosa...
Hay una perla preciosa
en una cuna escondida,
envuelta en paños de nácar
en el mar de mi alegría.

Por esa perla preciosa


yo todo lo dejaría:
pueblo, casa, padre, hermanos
por esa perla daría.

En esa perla hay un Reino


por el que pobre me haría,
un Reino de Amor perfecto
que muriendo se obtendría.

Esa perla tiene un nombre:


Jesús, hijo de María,
en Él se cumplen los sueños
de Israel las profecías.

Es el tesoro escondido
en el campo de la vida,
por el que perdiendo todo
comprándolo ganaría.

En el mar de mi esperanza
hay una perla escondida,
es Jesús, el Sol de soles
que ya se alumbra en María.

62
En la noche una luz…
En la noche una luz
iluminó mi cielo,
una estrella radiante, blanca y pura,
la madre de Jesús,
nuestro consuelo,
el Rey que la victoria me asegura.

En la noche del mal,


del odio y la tristeza,
del cansancio del tiempo y de la vida,
su voz angelical
exalta la realeza
del sol que en sus entrañas ya se anida.

En la noche fugaz
que espera la mañana
con la luna a sus pies, radiante y bella,
es madre de la paz
que llega, soberana
en el rostro nupcial de una doncella.

En la noche del Amor,


se hizo carne en su seno,
Iglesia peregrina y fuego ardiente,
redención y dolor,
el cántico sereno
del que mece una cuna, simplemente.

63
El seno de tu madre…
El seno de tu Madre
es el cofre precioso
que elegiste por mí, para salvarme,
es puerta que se abre
al don más primoroso
por el que Tú has querido rescatarme.

Es templo y es cobijo,
es altar de la ofrenda
que en el tiempo se queda y se hace mía,
sagrario en que te elijo,
cuando quieres que aprenda
a entregarme como Ella lo hacía.

María es tu elegida,
pureza inmaculada,
es nido del Amor que se ha hecho carne,
discípula escogida
como ciudad sagrada,
en Ella Tú has querido rescatarme.

Con Ella te bendigo,


con Ella yo te exalto,
refleja su belleza tu hermosura,
como Ella te sigo
y subo hasta lo alto
con impulsos de amor hecho ternura.

64
Te estrecha suavemente
Te estrecha suavemente,
sus brazos amorosos
envuelven tu hermosura entre pañales,
te acuna dulcemente
y vela tu reposo
con ánimo y en paz angelicales.

Estás en su regazo,
Salvador prometido,
has querido esconderte en esa cuna,
con mis ojos te abrazo,
pues hasta mí has venido,
todo el sol escondido en esa luna.

Caricia es su mejilla,
si te tiene abrazado,
amor puro y entrega que se ofrece,
tu luz en ella brilla
¡Oh Dios anonadado!
Tu gran condescendencia me estremece!

También quiero abrazarte


y en mi amor envolverte,
aquí estoy y soy obra de tu hechura,
he venido a adorarte,
mi alma quiere verte,
me enamora la luz de tu figura.

65
Hermosa, te contiene…
Hermosa, te contiene
el Arca santa y pura,
y te envuelve en sus brazos amorosos,
su mano te sostiene,
misterio que asegura
la cuna que protege al Dios-Esposo.

¡Tan bella y silenciosa!


Radiante la ha dejado
tu gracia penetrando su pobreza,
la has vuelto Iglesia-Esposa,
y es el cofre preciado
en el que se ha escondido tu realeza.

Es Madre del viviente,


Amor de los amores,
Mesías anunciado y prometido,
te cuida tiernamente
y te rinden honores
unos magos de Oriente que han venido.

María, la elegida,
tu Amor la ha preparado,
es don de Virgen fiel e intercesora,
en Ti está sumergida,
es madre y es cuidado
y es nota de tu paz arrobadora.

66
Soy madre de la aurora…
Soy madre de la aurora,
del Sol que te ha nacido,
del Mesías bendito y esperado,
soy la Virgen que implora
y que nunca me he ido
y al Padre de la vida me he entregado.

Conozco la tristeza
el dolor y el olvido,
conozco tus pesares, son los míos,
y aliento tu firmeza
porque, firme, yo he sido,
los hombres son mis hijos, tan queridos.

Te cubro con mi manto


si la noche está fría,
si el camino te cansa y te doblega,
me conmueve tu llanto,
porque tu angustia es mía,
Yo conozco de luchas y de entrega.

Soy tu madre y te amo,


por ti oro, intercedo,
mil gracias a ti llegan de mis manos,
porque el Dios soberano,
el que te amó primero,
te lleva nuevamente de la mano.

67
San José
Custodio del Amor,
de la luz encarnada,
de la Virgen feliz porque ha creído,
sostienes una flor
de blancura sagrada,
la pureza que el mal nunca ha vencido.

Silencioso cantor
de la paz añorada,
varón puro y veraz que en Dios confías,
conoces el dolor
y la noche cerrada,
peregrino de rutas escondidas.

Acunaste en tus brazos


al Amor que ha llegado
para salvar al mundo de la muerte,
y ha seguido tus pasos
el Amor humanado
que su vida ha querido concederte.

Hombre justo y sincero,


Abraham de la promesa,
José de la bondad, padre y creyente,
es tu fe, en la que creo;
tu única riqueza,
fue custodiar al Hijo, humildemente.

68
Abres el seno…
Abres el seno de tu vida en fiesta
a la Palabra que renueva el mundo
y acoges sin titubear en un segundo
al Señor de los cielos que en ti gestas.

Tu sí fue la apertura del misterio


del alma que se ofrece al sol naciente
y su luz te invade plenamente
dejando el corazón en cautiverio.

Ala luz le ofreces su morada


al fuego del Espíritu su leño
le das un cuerpo al Hijo de tus sueños
y eres madre que despierta a su alborada.

Su bendición penetra tus entrañas


y libera tu historia peregrina
te vuelves madre de todo el que camina
y anhela al Dios que truena en la montaña.

Madre de Dios, María y madre nuestra


fuente de luz en la mañana nueva
pues en la luz de tu vientre se recrea
la semilla que nos da la vida eterna.

69
Balido de cordero…
Balido de cordero
que, por fidelidad, ya se ha encarnado
y anuncia, al mundo entero,
que hay un Dios humanado
que sana las heridas y el pecado.

Tus manos de querube


sostienen una cruz cual sonajero,
y un canto al cielo sube,
alegre y lisonjero,
que se vuelve mensaje y mensajero.

Tus ojos son de estrella,


de luna, tu sonrisa iluminada,
en la noche más bella,
serena y sosegada,
la humanidad ha sido desposada.

Es tu aliento la brisa,
que se ha vuelto el susurro de la aurora,
que el dolor cauteriza
y el ánimo enamora,

Alianza en el hogar que la atesora.


Y entibia, tu mirada,
el frío de la ausencia más profunda,
del alma que, llagada,
en lágrimas abunda
y siente que tu vida la circunda.

70
La noche en su silencio
La noche, en su silencio…
La ha quebrado la música de un llanto,
con aroma de incienso,
las notas de tu canto,
me invitan a adorar y me levanto.

Hay sonrisa de fiesta,


el desierto, en tu aurora, reverdece,
el cielo es una orquesta,
el campo ya florece,

Emmanuel es tu nombre y me enternece.


Se ha acabado la espera,
la noche ya, en tus ojos, se ilumina,
es una nueva era
que todo determina,
mi vida, hacia la tuya, se encamina.

Bendición encarnada,
pesebre de amapolas quiero darte:
un alma enamorada
que te besa al mirarte
postrada ante tus pies para adorarte.

Eres bien esperado,


el Salvador del mundo tan cercano,
eres mi Dios amado
que, niño y soberano,
ha venido a tomarme de la mano.

71
Navidad
La navidad nevada,
la gruta en la montaña del encuentro,
su música dorada,
cautivo el sentimiento
en Aquel que ha escuchado su lamento.

El asno, el buey, la luna,


los pastores que buscan su consuelo,
su voz es de aceituna,
de almendro tempranero
que ofrece, florecido, amor al cielo.

El niño está en sus ojos


en su mente de niño ilusionado,
se abrieron los cerrojos
del cielo huracanado
y el Rey del universo se ha humanado.

Pesebre y transparencia
de la luz que la altura concebía,
Jesús toda su ciencia,
la santa Eucaristía,
el niño que en sus brazos se dormía.

Celebración y fiesta,
altar que se hace cuna y profecía,
adora la foresta
al Dios que da la vida
y en el pan consagrado se escondía.

72
Los ángeles…
Los ángeles te adoran,
en un pesebre nace la inocencia,
y pastores imploran,
del cielo, la clemencia
que transforme en encuentro tanta ausencia.

La espera ha terminado
y el fruto de los tiempos se hizo carne,
es el Dios humanado
que vino por salvarme
y quiere, con sus ojos, abrazarme,

El momento ha llegado
y, adornado con perlas de rocío,
el Verbo se ha encarnado
en el pesebre mío,
en medio de la noche y hace frío.

La salvación que llega


en humilde caverna, estrella y luna,
es un Dios hecho entrega,
simpleza de aceituna,
entre cerros de piedra, arena y tuna.

Todo bien has traído,


la luz de tu presencia me ilumina,
y quedo sumergido
en la fe que reanima,
mi caminar errante se encamina.

73
Noche buena
La noche sea bendita,
la noche que nos dio tanta alegría,
la aurora que la habita,
como la luz del día,
anuncia, en un portal, tu cercanía.

La luz que se hace carne,


balido y sencillez de frío y lana,
viniste para darme
la flor que, en una rama
del árbol de Jesé, se hizo mañana.

Escondido, quisiste
venir entre la paja de un pesebre,
y en pobreza trajiste
el oro del orfebre
que bordó, en nuestra historia, un canto alegre.

Soberano escondido
entre lienzos de luna, gruta y heno,
el Dios amanecido,
el don del Padre bueno,
de la roca ha brotado un crisantemo.

Es mi paz tu sonrisa,
es tu aliento de olivo mi diadema,
en tus ojos, la brisa,
que en esta noche buena
acaricia el dolor del alma en pena.

74
Estoy buscando…
Estoy buscando aquel pesebre puro,
el seno que me acoja plenamente,
la cuna que me abrace dulcemente,
que se allane el camino y caiga el muro.

Estoy buscando el corazón dispuesto


a recibir mi paz y mi ternura,
la sonrisa de luz de un alma pura,
la mano que me acoge con un gesto.

Estoy buscando sencillez y ausencia,


pobreza hecha dolor y desamparo,
abandono y nostalgia de cuidado,
orfandad, soledades e indigencia.

He venido a llenar tu cuenco roto


con un amor que llueve desde el cielo.
Soy bálsamo de vida y de consuelo
y la caricia de tu hogar remoto.

He venido a traerte la alegría,


mi música en la noche más profunda,
la luz si la tiniebla te circunda,
Yo te traigo la aurora que hace el día.

He venido en pobreza a bendecirte


en una simple gruta y escondido.
Soy el Verbo que está de Amor herido
y miro tu miseria para ungirte.

75
Y te envolvió en pañales…
Y te envolvió en pañales,
los lienzos del amor y del cuidado,
caricias celestiales
que dan a su hijo amado
las manos del amor que te ha encarnado.

Te acostó en una cuna,


pesebre elemental sin luz ni gloria,
y te alumbró la luna
que se encendió en la historia
de un amor con aroma de magnolia.

Estrellas repicaron
como campanas nuevas de luz clara,
y su canto entregaron
a la madre que ampara
al niño que la noche le entregara.

Pastores, a lo lejos,
con júbilo de niño peregrinan,
y los guía el reflejo
del sol con que iluminan
la esperanza del cielo al que se arriman.

Niño santo nacido


que en el vientre más puro te encarnaste,
la unción nos has traído
del cielo que dejaste
la noche en la que el mundo iluminaste.

76
El Verbo se ha humanado…
El Verbo se ha humanado,
entre aridez y roca se ha escondido,
es el Dios encarnado
que pobreza ha elegido
para dejar al hombre redimido.

Misterio inconcebible
en que, Espíritu, carne ha desposado,
y en unión increíble
la vida nos ha dado,
el don de eternidad que ya ha llegado.

Hoy yo quiero adorarte,


rendirme ante tus pies agradecido,
bendecir y alabarte
porque luz has traído,
en medio de la noche ha amanecido.

Hoy quiero agradecerte


la humillación del cielo anonadado,
y quiero retenerte
en el campo sagrado
que hay en el corazón que has conquistado.

Quiero glorificarte
con canto, palma y música escogida,
sinceramente amarte
y ofrecerte la vida
en la que tu oblación se ha hecho acogida.

77
Vengo en la noche…
Vengo en la noche más pura,
cuando el cielo encendido está de estrellas,
soy bálsamo que asegura
el don de las cosas bellas,
el cántaro de agua pura,
la unción que pone fin a las querellas.

Vengo a traerte la Vida


que mana eternamente de mi seno,
soy alimento y bebida,
soy el rostro del Dios bueno,
soy anfitrión y comida
y rocío del cielo azul sereno.

Vengo a traerte victoria


sobre el mal que te oprime y que te acecha
y vengo a cambiar la historia
que el bien rechaza y deshecha,
a quedarme en tu memoria
y a buscar quien me ayude en la cosecha.

Traigo la alegre noticia


al hombre sumergido en su pecado.
Soy del cielo la primicia
para el hombre rescatado,
conmigo tu cielo inicia,
soy el Amor eterno anonadado.

78
¿A quién han visto pastores?
¿A quién han visto, pastores
que bajaba de los cielos?
- Al Rey de reyes sentado
en una cuna de incienso.

Al Señor de los señores


entre pañales envuelto
como un jazmín perfumado
en una noche de invierno.

Los ángeles le cantaban


la gloria que hay en el cielo.
Serafines lo adoraban
ardiendo de Amor sincero.

Las estrellas le brindaban


la luz que brota en su seno
y la luna señalaba
un sol envuelto en misterio.

La salvación anunciada,
el Mesías verdadero,
la fuente de toda gracia,
la luz de todo sendero.

De rodillas lo adoramos,
vengan ustedes a verlo
y postrados le entregamos
el corazón en un rezo.

79
Porque Él es nuestra alegría
hoy le canta el universo,
ante el altar del pesebre
en que se ofrece el incienso.

80
Entre la fronda helada…
Entre la fronda helada
de la noche más larga de la historia,
una luna plateada
se cuela en la memoria
como un rayo finísimo de gloria.

En él viaja la Vida
que desciende al pesebre, anonadada,
y encuentra su guarida
en la Madre entregada,
de estrellas y de luna iluminada.

Hay un frío sagrado


que cobija la música del cielo,
y un serafín dorado,
ardiendo de consuelo,
derramando sus cantos en mi suelo.

Navidad se hace llanto


en un niño pequeño que ha traído,
al desierto, su encanto,
y ahora está dormido,
en los brazos de un padre sumergido.

Noche maravillosa
de fogatas ardientes, de pastores,
el cielo se desposa,
sumergido en amores,
en una carne frágil y en dolores.

81
Hay un niño que llega...
Hay un niño que llega, hay un gemido,
el viento se desliza en tu desierto
es clamor de la tarde que se ha muerto
esperanza de un mundo dolorido.

Una canción de amor surge en la estepa


un susurro de luz en primavera
ha terminado el tiempo de la espera
y la noche, cándida, se inquieta.

Una brisa melódica que enhebra


el canto del Amor que emana el cielo,
unción de su rocío y tu cosuelo
besando la frescura de tu hierba.

Hay un ángel que llega y te sorprende


absorta en la memoria de la Vida
se desgrana en tu mente la osadía
de un Dios que se hace historia entre su gente.

Un ángel te pregunta de repente


si aceptas ser la Madre de su dueño
cobijar al Altísimo pequeño
en la trama bendita de tu vientre.

82
Nacimiento
Un niño que ha nacido,
una rosa en el hielo se ha encendido
y el niño está dormido,
del todo sumergido,
en los brazos del alba estremecido.

El Dios del universo


a una cuna, en pobreza, se ha bajado
y su llanto es el verso
de un Dios enamorado
en tus brazos de Madre, recostado.

Un buey está admirado


el sol en un pesebre se ha encendido,
el asno arrodillado
adora convencido
al niño Dios del cielo descendido.

¡Oh mujer entregada


que a Dios tu cuerpo has dado sin reservas
Oh madre consagrada
que en tu seno conservas
la Palabra de vida en que me integras!

Tu fe nos da la vida:
el Hijo en la Palabra que ha venido,
el Verbo-Eucaristía,
el Hijo empobrecido,
en la humana mansión entretejido.

83
Inocentes
El Amor te ha dejado encadenado
a una historia de cruz y sufrimiento
resuena en el desierto su lamento
es Raquel que llora al pueblo amado.

Bebe sangre el jordán y se enlutece


bebe amor derramado en un instante
corre un grito inocente y palpitante
y sus aguas de vida se enmudecen.

Llora el cielo de horror, no se consuela


sus hijos ya no existen y la espada
de la mentira cruel que ensangrentada
se clava en la virtud que la revela.

Martirio de inocencia silenciosa


un coro que del cielo ya es el eco
el pozo de Jacob se encuentra seco
y la unción del Amor en ti rebosa.

Un coro de inocencia te proclama


escrita en sangre y miel su partitura
ofrece su canción y te asegura
la adoración del pueblo que te ama.

84
La Adoración de los Magos
Una estrella en Oriente
anuncia un mundo nuevo a los paganos,
se encarna un Dios clemente
en un mundo de hermanos
donando vida nueva a los humanos.

Los magos peregrinos


comienzan del Amor la travesía,
desierto es su camino
y una estrella los guía,
tu luz desde lo alto presidía.

Su búsqueda segura,
tenaz, en el camino recorrido,
búsqueda en alma pura
y aliento contenido,
detrás está el desierto recorrido.

El niño está dormido;


asombro, adoración en su conciencia,
postrados, sumergidos
en misterio y presencia,
te ofrecen oro, incienso y permanencia.

El mundo peregrino,
adorando, a tus pies se ofrece todo,
a Ti lleva el camino
que recorro a mi modo
y en el camino hermanos codo a codo.

85
Epifanía
El sol brilla en la noche,
la madre entre sus brazos sostenía
al rey que en un derroche
de Amor permanecía
envuelto entre pañales y dormía.

La Virgen lo ofrecía
y en Él la vida eterna se entregaba
y el sol que lo envolvía
al mundo proclamaba
que la luz en la carne se anidaba.

Francisco está extasiado


porque en su noche el sol resplandecía;
contempla enamorado
al niño que venía
a calmarle la sed que padecía.

Tabor y epifanía
el cielo que se abre con su encanto
y el bosque le ofrecía
incienso y óleo santo,
perfume, ardor, regalos, mirra y canto.

Las estrellas cautivas


lo miran y sonríen encantadas
la luna reina altiva
le entrega luz dorada
y queda en sus cabellos recostada.

86
Desde el Oriente...
Desde el Oriente una luz,
un astro primordial resplandeciente,
es el Nombre de Jesús
como una estrella naciente
y que enciende la alborada plenamente.

Es llama de sangre y cruz


el Nombre que se humilla totalmente,
es el Nombre de Jesús
que alivia al alma doliente
y la envuelve en su manto suavemente.

Un nombre que es bendición,


rocío, eternidad y mansedumbre,
el nombre de la oración
que es la llama de mi lumbre
y ahuyenta desazón y pesadumbre.

El que alumbra mi razón


y es brisa y suavidad de la mañana,
el que enciende mi canción
con su música temprana
y en gotas de ternura se derrama.

Es tu nombre mi pasión,
dulzura que en pecho se derrama,
fundirme en él mi ilusión,
la que en el alma se inflama
y orante en la mañana te proclama.

87
Es el Señor...
Es el Señor que el templo purifica
que lava en su verdad la vieja herida,
y deja su morada embellecida,
su Espíritu que todo santifica.

El príncipe de paz que pacifica,


el guerrero radiante en su victoria,
Aquel que se queda en la memoria
la ternura del Bien que dulcifica.

Entra en su templo el Dios que se me ofrece,


enciende el fuego, la llama en que me quemo,
holocausto de Amor, ya nada temo
en el Amor divino que engrandece.

La Virgen Madre en el altar te ofrece


es la fe acrisolada que se entrega,
la fe del pueblo santo que congrega
con Amor redimido que florece.

Es la Virgen orante que consagra


el fruto de su entraña redimida,
entraña en el altar enaltecida,
oblación de un Amor que todo embarga.

88
Exilio...
Egipto, trigo amargo y desarraigo
el pan de la nostalgia y el exilio
un ángel que habla en sueños y el auxilio
de un camino de entrega trinitario.

Peregrinos de Dios y de abandono


confianza ilimitada y sinsabores
sufrimiento sutil hecho de amores
Herodes y un martirio hecho de encono.

Egipto, esclavitud hecha refugio


el éxodo y la cruz que ya se juntan
y unos ojos de niño se preguntan
por el poder del mal en su artilugio.

El Nilo te recibe, Dios de vida


ofreciendo sus aguas ancestrales
y purifican tus ojos celestiales
la corriente besándote en la orilla.

Escuchan tus palabras sus papiros


bañados en la luz del sol naciente
te ofrecen su frescura permanente
heraldos de tu voz en un suspiro.

89
El Niño Jesús hallado en el templo
El niño se ha perdido,
tu búsqueda callada no lo encuentra
está en el templo, ungido
y su vida se centra
en la casa del Padre que lo engendra.

Él es sabiduría
sorprende la oquedad de los doctores,
es fuente de agua viva
que apaga los ardores
la sed de un saber nuevo en sus albores.

El templo es acogida
es la casa del Padre que lo ha enviado
es gracia recibida
del Amor que ha entregado
la ley al corazón que ha transformado.

Lo encuentras y comprendes
que la misión del Verbo ha comenzado
y en sus ojos adviertes
el fuego desatado
la Palabra de vida se ha encarnado.

La casa de mi Padre:
el Templo queda al fin purificado
en la Palabra que arde,
en Amor proclamado
ungüento del Espíritu donado.

90
Hay llanto y alarido…
Hay llanto y alarido,
cristales que se rompen, grito y fuego,
un niño perseguido
y por el mundo entero
el clamor que reclama un justiciero.

La luz en la penumbra,
el rechazo del mal, muerte y gemido,
inocencia que alumbra
en martirio sufrido
por la vida sin culpa que se ha ido.

Hay puñal de ignominia


y el justo rechazado es combatido,
comienza la vendimia
en el lagar dolido,
que deja al mundo en sangre redimido.

Navidad y esperanza,
se han teñido de rojo y escarlata,
y siento la añoranza
del amor que rescata
en medio de la noche que te mata.

Te has hecho niño herido,


manojo de dolor que clama al cielo,
y en tu unción has traído
la fuente del consuelo
que implora salvación en su desvelo.

91
Alumbra la mañana
Alumbra la mañana inesperada
en tu seno la luz ha hecho su nido
y el mundo permanece, aún, dormido
vela sólo una estrella enamorada.

Una aurora despierta, inusitada


oculta en las entrañas de tu tierra
es la Vida de Dios al que se aferra
mi esperanza que queda confirmada.

En tus seno el Amor, queda cautivo


se hace esclavo del tiempo que ha creado
fragilidad de un Dios que se ha humanado
en la entraña del mundo sumergido.

Tú le dices que Sí y queda herido


el vientre en que consuma sus entregas
una rosa en invierno es primavera
del mundo que se esconde en sus latidos.

Tú le dices que sí, cambia la historia


mujer que de la entrega has hecho Vida
tu nombre es protección que en Él confía
el pueblo que te lleva en su memoria.

92
En tu pecho
En tu pecho el Amor se hizo presencia
su llama se ha encendido suavemente
la hoguera trinitaria, de repente,
encendida en la fe de tu inocencia.

María del Amor que se ha encarnado


tu seno es la custodia del Dios Santo,
María, que proteges con tu manto
al Hijo que se siente abandonado.

Mujer de sol, mujer de luz, Madre de vida


antorcha en que se enciende su morada,
mujer en que se alumbra la alborada
eres fuente de luz y de alegría.

Mujer de fe, discípula elegida


la entrega se ha hecho en tu, fuego constante
hoguera del Altísimo anhelante
que enciende a los que ansían su venida.

Bendice mi batalla cotidiana


María del Amor que se ha hecho hombre
si proclamo la gloria de tu nombre
¡Oh reina de la vida soberana!

93
Eres la estrella...
Eres la estrella que enciende la mañana
y anuncia la venida de un Sol nuevo
del Salvador que gestas en tu seno
acogiendo con confianza su Palabra.

Eres la luz que acaricia mi ventana


e invita a despertarme a nueva vida,
la Madre del banquete al que convida
el Rey en su clemencia soberana.

Madre del Sol que invitas a adorarlo


en su fuerza, en su potencia, en su justicia,
Madre de los que quieren alabarlo.

Camino que enseña cómo amarlo,


cómo ofrecerle el corazón y su primicia,
cómo salir al mundo a proclamarlo.

94
Hoy se renueva el día
Hoy se renueva el día,
hoy canta la mañana un canto nuevo
y saltan de alegría
el prado y el cordero
danzando los cipreses del otero.

Hoy cantan a María


las dalias señoriales en el huerto
le ofrecen su armonía
al cielo que se ha abierto:
el alba de la vida a que despierto.

Su música te ofrecen
los gorriones humildes en el campo
y en notas se estremecen
cantándote su canto
golondrinas bordadas en tu manto.

La aurora se levanta
alabanza de un mundo renovado
a ti madre te canta,
en el Dios encarnado
destellos de su bien resucitado.

Invoca tu presencia
el manto de la luz que nos envuelve
divina transparencia
la vida que devuelve
la paz al corazón en que se pierde.

95
La mañana...
La mañana percibe tu presencia
los grillos se despiertan a tu paso,
le cantan a la luz en el abrazo
que en la noche se funde en tu clemencia.

Serena aurora, diáfana armonía


presencia pura y clara de indulgencia,
comienza el día , surge la inocencia
y en el cielo el manto de María.

Tocan ángeles arpas en el cielo


el címbalo armonioso entrega el canto
tu música celeste borda el manto
que la paciencia enhebra de consuelo.

Despierta el alma, angélica presencia,


anunciación del tiempo que me invita
a entregarme al Amor en que palpita
tu corazón de Madre por esencia.

Por eso yo te canto un canto nuevo


humilde la oblación que va en mis notas
y es música de aurora en la que brota
la dicha esperanzada que te entrego.

96
María te contempla
María te contempla
en silencio y dolor transfigurada
tu Soplo la sustenta
la esperanza probada
de la Madre en tu cruz crucificada.

La espada se ha clavado
sangra su corazón de Virgen Madre
tu rostro se ha ocultado
calla la voz del Padre
fortaleza y dolor, brasa que arde.

Mujer hecha silencio


la piedra del sepulcro es de granito
y el corazón es lienzo
en que se envuelve el grito
del mundo desgarrado en el que habito.

María en sus dolores


ha bajado al sepulcro en la plegaria
y allí lleva sus flores
fragancia trinitaria
María, madre fiel y solidaria.

97
La Anunciación del Señor

La señal
Si Dios nos invitara a pedir una señal que nos llevara
a saber que realmente Dios camina con nosotros, aún en los
momentos más difíciles, y que no dejáramos de confiar en
Él, evitando afianzarnos en nuestras visiones personales o
en la ayuda de los poderosos, ¿realmente pediríamos esa
señal? Quien llegara a hacerlo sabría que se estaría com-
prometiendo a caminar a la luz del Señor, aún en momentos
en que todo pareciera tan oscuro como una media noche
sin estrellas que pudieran marcarle a uno el rumbo. Dios
nos ha dado a su propio Hijo, concebido por obra del Es-
píritu Santo y nacido de María Virgen. La Vida, la Muerte y
la Resurrección de Cristo nos hablan de que tiene sentido
creer en Dios. Quien acepta esa Señal del amor de Dios se
compromete a caminar, no bajo los propios caprichos, sino
dentro de la voluntad de Dios. Entonces se convierte uno en
un barro tierno, recién amasado, puesto en manos de Dios
para que Él haga su obra de salvación en nosotros. Enton-
ces, aun cuando pasemos por pruebas demasiado difíci-
les, continuaremos confiando que Dios nos sigue amando y
conduciendo hacia la perfección a la que, en Cristo, todos
estamos llamados.
“Una vez más, el Señor habló a Ajaz en estos términos:
“Pide para ti un signo de parte del Señor, en lo profundo del
Abismo, o arriba, en las alturas”. Pero Ajaz respondió: “No lo
pediré ni tentaré al Señor”. Isaías dijo: “Escuchen, entonces,
casa de David: ¿Acaso no les basta cansar a los hombres,
que cansan también a mi Dios? Por eso el Señor mismo les
98
dará un signo. Miren, la joven está embarazada y dará a luz
un hijo, y lo llamará con el nombre de Emanuel” (Is. 7, 10-14).

Con nosotros
El Hijo de Dios se ha hecho carne, en el seno de María
Virgen, por obra del Espíritu Santo. Dios viene, no sólo a vi-
sitar a su Pueblo; viene a redimirlo de su pecado y a elevarlo
a la misma dignidad del Hijo de Dios. La obra de salvación
en nosotros es la obra de Dios y no la obra del hombre. A
nosotros sólo corresponde el decir, junto con María: Hágase
en mí según tu Palabra. Nosotros hemos de definir nuestra
vida desde nuestra relación con Dios: sus siervos; aquellos
que están dispuestos a hacer en todo la voluntad del Señor.
Fue la desobediencia de Adán la que nos apartó de Dios; es
la obediencia de Cristo la que nos hacer volver, ya no como
siervos, ya no como simples criaturas, sino como hijos en el
Hijo, a la casa paterna. Por eso debemos procurar caminar
en la fidelidad a la voluntad de Dios. No podemos decir sólo
con los labios: Hágase tu voluntad así en la tierra como en
el cielo. Nuestra vida toda debe manifestar nuestra fidelidad
al Señor. Sólo entonces podrá, realmente, tomar cuerpo en
nuestra propia vida, en la vida de la Iglesia, el Verbo eterno
para continuar, por medio nuestro, su obra salvadora en el
mundo y su historia.
El Hijo de Dios e Hijo de María se ha convertido para
nosotros en el Pan de Vida. Él viene a nosotros como alimen-
to para impulsar nuestra vida en la fidelidad a la voluntad
del Padre Dios. Él nos pide que tomemos nuestra cruz de
cada día y vayamos tras sus huellas. Por eso al reunirnos
para celebrar la Eucaristía venimos para que el Señor nos
transforme cada día en una imagen más clara de su amor
en medio de nuestros hermanos. A nosotros corresponderá
continuar su obra. Pero no podemos ir al mundo a procla-
mar el Nombre del Señor si antes no hemos hecho nuestra
la Palabra de Dios; mientras esa Palabra no tome cuerpo
en nosotros podremos, tal vez, anunciar el Nombre del Se-
99
ñor con los labios, pero lo denigraremos con nuestras ma-
las obras. Seamos fieles en nuestro servicio a la Palabra de
Dios. Dejemos que el Espíritu Santo transforme nuestra vida
para que también nosotros nos convirtamos en pan de vida
para nuestros hermanos, no por obra nuestra, sino por obra
de Dios, que nos quiere enviar como testigos suyos para
que el mundo tenga vida.
Somos hijos en el Hijo. Por medio del Bautismo, por
medio del agua y del Espíritu Santo, hemos renacido como
hijos de Dios. Y el Señor nos envía para que colaboremos
en el renacer de toda la humanidad, unida a Cristo y partici-
pando de su ser de Hijo de Dios. Es el Espíritu Santo el que
guía nuestros pasos y nuestras obras. Así, en el seno de la
Iglesia, por obra del Espíritu Santo, serán engendrados los
nuevos hijos de Dios. Siendo conscientes de nuestro ser de
hijos de Dios demos testimonio de la Verdad con una vida ín-
tegra. De nada nos aprovecharía el sabernos redimidos por
Cristo, de haber recibido su Vida y su Espíritu, si después
vivimos como si no conociéramos a Dios. Que nuestro tes-
timonio sea la mejor forma de trabajar para que el Reino de
Dios llegue a todos, hasta lograr que todos juntos podamos
alabar a nuestro único Dios y Padre.
Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísi-
ma Virgen María, nuestra Madre, la gracia de saber poner
confiadamente nuestra vida en sus manos para que Él lleve
a cabo en nosotros su obra de salvación, y nos convierta en
testigos de su Evangelio para salvación de todos.
“En el sexto mes, el Ángel Gabriel fue enviado por
Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen
que estaba comprometida con un hombre perteneciente a
la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen
era María. El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo:
« ¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo». Al oír
estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba
qué podía significar ese saludo. Pero el Ángel le dijo: «No
temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y
100
darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él se-
rá grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le
dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de
Jacob para siempre y su reino no tendrá fin». María dijo al
Ángel: « ¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones
con ningún hombre?». El Ángel le respondió: «El Espíritu
Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá
con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado
Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a
pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se
encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible
para Dios». María dijo entonces: «Yo soy la servidora del
Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho». Y el Ángel se
alejó” (Lc 1,26-38).

Aprendiendo a querer
Dios mío, quisiera escucharte yo también, con mi oído
interior atento, sin filtros de prejuicios. No vaya a ser que
casi sólo oiga lo de siempre: lo mío, mis palabras, muy razo-
nadas –eso sí–, pero no las tuyas. Necesito librarme de ese
monólogo, casi permanente, aunque pierda la tranquilidad y
la seguridad de no tener quien se me oponga.
María, que es la misma inocencia y no desea otra cosa
sino agradar a su Dios, alienta sin cesar su disposición de
servir a su Señor. Vive todos los días de la ilusión por com-
placerle en cada detalle, poniendo todo su ser en amarle.
Se siente contemplada por su Creador y a la vez segura, sa-
biendo que Él conoce hasta el más delicado movimiento de
su espíritu, mientras ella, llena de paz y alegre como nadie,
va plasmando en sus obras el amor que le tiene.
María se turbó, dice el evangelista. Acababa de es-
cuchar un singular saludo, que era la más grande alaban-
za jamás pronunciada. Con su clarísima inteligencia había
entendido bien: era un saludo de parte de Dios, un saludo
afectuoso a Ella de parte del Creador. Las palabras que es-
101
cucha indican que el mensajero viene de parte del Altísimo,
que conoce la intimidad habitual entre Dios y Ella; por eso
se dirige a María, pero no por su nombre. En María, lo más
propio, más aún que su nombre, es su plenitud de Gracia.
Así la llama el Ángel: Llena de Gracia. Es la criatura que tie-
ne más de Dios, a quien el Creador más ha amado. Y María
correspondió siempre, del todo y libremente, con su amor al
amor divino.
A partir de la disposición de María el Ángel le transmite
su mensaje. Como afirma Juan Pablo II, Dios “busca al hom-
bre movido por su corazón de Padre”: no debemos temer a
Dios. Las palabras de Gabriel –tan intensas– y lo inesperado
del mensaje, posiblemente sobrecogieron a Nuestra Madre,
pero no tenía por qué temer, le dice el Ángel. Su presencia
ante ella, por el contrario, era motivo de gran gozo: el Señor
la había escogido entre todas las mujeres, entre todas las
que habían existido y las que existirían: el Verbo Eterno iba
a nacer como Hombre, para redimir a la humanidad, y Ella
sería su Madre.
¿Tienes miedo a Dios? De Él sólo podemos esperar
bondades, aunque nos supongan una cierta exigencia. ¿Te-
memos preguntarnos si nuestras conductas son de su agra-
do, no sea que debamos rectificar? Queramos mirar al Se-
ñor cara a cara, francamente, como mira un niño ilusionado
el rostro de su padre, esperando siempre cariño, compren-
sión, consuelo, ayuda...
No se puede pensar en la respuesta de María como en
algo independiente de sus disposiciones habituales. Su sí a
Dios cuando contesta a Gabriel, vino a ser la formalización
actual de lo que siempre había querido.
Señor, que vea; te pido como Bartimeo, aquel ciego al
que curaste. Que Te vea. Que vea qué esperas de mí. Quie-
ro escuchar tu llamada, en cada circunstancia de mi vida y,
como María, para mi vida entera... Entiendo que conoces los
detalles de mi andar terreno y prevés lo que llamo bueno y lo
que llamo malo y que todo es ocasión de amarte. Ayúdame
102
a intentarlo sinceramente, de verdad. Enséñame a hacer tu
voluntad, porque eres mi Dios, te pido con el Salmista. Ensé-
ñame a confiar en tu Bondad omnipotente.
No temas, María –le dice Gabriel, antes incluso de ma-
nifestarle en detalle la Voluntad del Señor. Y, luego, el men-
saje mismo incluye los motivos de seguridad y optimismo:
que cuenta con todo el favor de Dios y que será obra del
Espíritu Santo la concepción y mantendrá su virginidad... Fi-
nalmente, recibe también una prueba de otra acción pode-
rosa de Dios: la fecundidad de Isabel, porque para Dios no
hay nada imposible, concluye el arcángel.
Cuando nos habituamos a contemplar a Dios –Señor
de la historia: de la mía– presente en los sucesos de cada
jornada, tenemos paz. Lo sentimos como un Padre inspi-
rando y protegiendo cada paso nuestro: queriéndonos. Por-
que nos comprende y nos sonríe con el cariño afectuoso de
siempre. También cuando, quizá sin darnos mucha cuenta,
intentamos rebajar la exigencia sin verdadero motivo, “escu-
rrir el bulto”. Es que no es obligación, discurrimos. Y le escu-
chamos en el fondo del alma: “¿Me quieres?” Y ya sabemos
que a la pregunta por el amor se responde con la vida: “que
obras son amores...”
Ayúdame, Señor, a decirte siempre que sí. Auménta-
me la fe para ver más claramente qué esperas de mí cada
mañana y cada tarde. El “sí” de María, el día de la Anun-
ciación, fue a ser Madre de Dios. El Verbo se hizo humano
en sus entrañas, por el Espíritu Santo y su consentimiento.
Nuestros “sí” a Dios de todos los días, se parecen a los que
Nuestra Madre pronunciaba de continuo, amando a Dios
en cada momento y circunstancia de la vida. Eran en Ma-
ría enamoradas afirmaciones –silenciosas casi siempre– de
una conversación que no termina, como no terminan nunca
las palabras de afecto en los enamorados, aunque sólo se
contemplen. Madre mía enséñame a querer19.

19 Fluvium 2004.

103
Cree a quien yo he creído
“Tanto a Zacarías como a María se les promete un hijo,
y ella repite casi las mismas palabras que Zacarías ¿Qué
había dicho Zacarías?
¿De dónde me viene esto a mí? Yo soy anciano, y mi
mujer entrada en años (Lc 1,18) ¿Qué dijo también santa
María? ¿Cómo sucederá esto? Parecidas las palabras, pero
muy distinto el corazón. Escuchemos las expresiones seme-
jantes al oído, pero averigüemos la distinta disposición del
corazón ante las palabras del ángel. Pecó David y, corregido
por el profeta, confesó: He pecado, e inmediatamente se le
dijo: Se te ha perdonado el pecado (2 Re 12,13). Pecó Saúl,
y, reprendido por el profeta, dijo: He pecado, pero no se le
perdonó el pecado, sino que la ira del Señor quedó sobre él.
¿Qué vemos aquí, sino que a palabras iguales corresponde
un corazón distinto? El hombre oye las palabras, pero Dios
escruta el corazón. Al quitarle el habla condenando su incre-
dulidad, el ángel vio que en aquellas palabras de Zacarías
no había fe, sino duda y desesperación.
En cambio, María dijo: ¿Cómo sucederá eso, pues, no
conozco varón? (Lc 1,34). Reconoce aquí el propósito de la
virgen. Si hubiese pensado yacer con varón, ¿hubiese dicho:
Cómo sucederá esto? No hubiese dicho esas palabras en el
caso de nacer su hijo como suelen hacerlo los demás niños.
Pero ella se acordaba de su propósito y era conscien-
te de su voto. Porque sabía lo que había prometido y porque
sabía que los niños les nacen a las mujeres casadas que ya-
cen con sus maridos, cosa que estaba fuera de su intención,
su pregunta ¿cómo sucederá eso?, se refería al modo, sin
que incluyese duda alguna sobre la omnipotencia de Dios.
¿Cómo sucederá eso? ¿De qué manera tendrá lugar
tal acontecimiento? Me anuncias un hijo, y me dejas en vilo;
dime, pues, el modo. Pudo, en efecto, la virgen santa temer
o ignorar los designios de Dios, como si el querer que tuvie-
se un hijo significase desaprobar su voto de virginidad.
104
¿Qué pasaría si le hubiese dicho: «Cásate y únete con
tu esposo»? Dios no hablaría nunca así, pues en cuanto Dios
había aceptado el voto de la virgen, y recibió de ella lo que
él le había donado. Dime, pues, mensajero de Dios: ¿Cómo
sucederá eso? Ella advierte que el ángel lo sabe y le pre-
gunta sin dudar lo más mínimo. Como vio que ella pregunta-
ba sin dudar del hecho, no rehusó instruirla. Escucha cómo:
«Tu virginidad se mantendrá; tú no tienes más que creer la
verdad; guarda la virginidad y recibe la integridad, puesto
que tu fe es íntegra, quedará intacta también tu integridad.
Finalmente, escucha cómo sucederá eso: El Espíritu
Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con
su sombra, porque concibes mediante la fe, creyendo, no
yaciendo con varón, quedarás encinta:
Por eso lo que nacerá de ti será santo y será llamado
Hijo de Dios» (Lc 1,35).
¿Qué es lo que vas a dar a luz? ¿Cómo lo has mereci-
do? ¿De quién lo recibiste? ¿Cómo va a formarse en ti quien
te hizo a ti?
¿De dónde, repito, te ha llegado tan gran bien? Eres
virgen, eres santa, has hecho un voto; pero es muy grande
lo que has merecido; mejor, lo que has recibido. ¿Cómo lo
has merecido? Se forma en ti quien te hizo a ti; se hace en
ti Aquel por quien fuiste hecha tú; más aún, Aquel por quien
fue hecho el cielo y la tierra, por quien fueron hechas todas
las cosas; en ti la Palabra se hace carne recibiendo la carne,
sin perder la divinidad. Hasta la Palabra se junta y une con la
carne, y tu seno es el tálamo de tan gran matrimonio; vuelvo
a repetirlo: tu seno es el tálamo de tan gran matrimonio, es
decir, de la unión de la Palabra y de la carne; de él sale el
mismo Esposo como de su lecho nupcial (Sal 18,6). Al ser
concebido te encontró virgen, y, una vez nacido, te deja vir-
gen. Te otorga la fecundidad, sin privarte de la integridad.
¿De dónde te ha venido? ¿Quizá parezca insolente al
interrogar así a una virgen y pulsar como inoportunamente
105
con estas mis palabras a sus castos oídos. Mas veo que
ella llena de rubor, me responde y me alecciona: « ¿Me pre-
guntas de dónde me ha venido todo esto? Me ruborizo al
responderte acerca de mi bien; escucha el saludo del ángel
y reconoce en mí tu salvación. Cree a quien yo he creído.
Me preguntas de dónde me ha venido eso. Que el ángel te
dé la respuesta».
- Dime ángel, ¿de dónde le ha venido eso a María?
- Ya lo dije cuando la saludé: Salve, llena de gracia (Lc
1,28)”. (San Agustín, Sermón 291, 4-6).

106
La Anunciación
Mensajero de Dios, Ángel bendito
pregonero del Santo y su Palabra
a tu anuncio la virgen se consagra
y toma carne humana el infinito.

Sumerge en el misterio su inocencia


la Virgen Madre Santa que da vida
y pone en tu Evangelio su alegría
sagrario del Amor y la clemencia.

Del Hijo se hace simple transparencia


del Espíritu Esposa humilde y fuerte
que guarda en su interior su trascendencia.

Vence en ella las fauces de la muerte


el Verbo en sinigual condescendencia
Un ángel, de emoción, solloza al verte.

107
Anunciación
La noche de los tiempos
llegaba a su final frente a tu aurora,
un designio tremendo
se abre paso en tu hora
la propuesta del Dios que te enamora.

Un ángel en su vuelo
llega hasta Ti radiante y premuroso
y su voz corre el velo
al rayo luminoso
que quiere, en tus entrañas, ser tu esposo.

El Hijo de la Vida
eterna procesión del Padre Bueno
sanando la caída
del hombre en su terreno
haciéndose en tu prado crisantemo.

El Sí brota en tu seno
la fe en su gracia única te envuelve
su Espíritu de trueno
en brisa se resuelve
y el Dios del universo en Ti se pierde.

Misterio de inocencia
Inmaculada Madre y Virgen Santa
que acoges la clemencia
del cielo que le canta
al niño Dios su gloria sacrosanta.

108
La Visitación
Recorre el Arca de la Nueva Alianza
las montañas sedientas de Judea
Israel y su hijo, dulce espera
se alumbra ya en sus ojos la esperanza.

Grita de júbilo Israel postrado


baila David, el arca resplandece,
el canto de las aves lo estremece
en presencia del Dios que se ha encarnado.

Cantas, María, tu canto de alabanza


engrandeces al Santo en su designio
y contemplas tu historia con confianza.

En un brote de Amor, lo aclama un niño


profeta de la paz y la bonanza
que recibe en el seno tu cariño.

109
Feliz me llamarán
Feliz me llamarán,
bendecida y dichosa,
los siglos cantarán mis alabanzas
y me bendecirán
como a una flor hermosa
que aroma las más bellas esperanzas.

Yo soy la que ha creído


la Palabra que llega
con poder y ha creado el Universo,
soy aquella que ha sido
elegida en la entrega
del Dios que me perfuma con un verso.

Yo soy la que ha soñado


la tierra liberada
de la muerte, del odio y la derrota,
y por eso he entregado
mi vida consagrada
al Dios que se hace salmo en una nota.

Soy feliz porque he sido


entrega sin razones,
confianza que se ofrece por entero,
y el Verbo a Mí ha venido
a salvar corazones,
por eso en Él confío, en Él espero.

110
Visitación
Allá por las montañas
el Arca de la Alianza peregrina
y lleva en sus entrañas
el brote que germina
del tronco de Jesé que ya ilumina.

Tu gozo se hace anuncio


María, profetiza de los vientos
y en tu nombre pronuncio
la paz en el aliento
del rezo que se eleva en el lamento.

Israel ya te espera
la aridez de su desierto ha fecundado
su canto es primavera
del gozo renovado
del hijo que es profeta consumado.

San Juan salta de gozo


la presencia del hijo lo conmueve
amigo del Esposo
profeta que remueve
el corazón del pueblo en el que muere.

Te proclaman dichosa
la madre, el hijo, el cielo y las estrellas
mujer maravillosa
belleza en la doncella
mujer de luz, del cielo la más bella.

111
Meditabas...
Meditabas, paciente, la Escritura
espera y salvación, pueblo elegido;
un Dios que, te parece, se ha dormido
y habita en tu paciencia, Virgen pura.

Él habla al corazón y te asegura


que su presencia es íntima y serena
que Él es la roca firme en tus arenas
morada y salvación, ruta segura.

Él habla desde el pozo y las estrellas


en el silbo del viento en el desierto
en el silencio frío de los muertos
en la agonía del cielo en que destella.

Él te dice que es fiel a su promesa


que es Padre providente, Esposo cierto,
rocío fecundante de tu huerto
la luz que te consagra en su realeza.

Él es tu origen, fuente de la Vida


Amor y eternidad, unción y brisa
Él rompe las cadenas y suaviza
el dolor que en la espera se hace herida.

112
El nacimiento
La noche está de fiesta, canta el cielo
un pesebre de paja y una madre
el designio infinito del Dios Padre
y la tierra se llena de consuelo.

Nace el Amor, tu carne, sin albergue


envuelto está en pañales y cuidado
es el Verbo de Dios enamorado
recostado en los brazos de un pesebre.

Es Palabra de Amor que acuna el alma


susurro de la brisa del Dios Santo
que vence al enemigo y me da calma.

El maestro de milagroso manto


la luz en las tinieblas de las almas
perfume de los lirios y su encanto.

113
Presentación en el templo
Llega el Señor, el templo se estremece
llena de luz la casa de la Alianza
es cumplimiento de anuncio y esperanza
el Sol que da la vida en Él se mece.

Luz eterna que viene de lo alto


que alumbra a los paganos el camino
ilumina a su pueblo peregrino
y llena las estrofas de mi canto.

Los profetas te estrechan en sus brazos


Ana y Simeón, profetas de la Vida,
cosiendo, de la historia los retazos.

Los corazones cantan de alegría


y el profeta vislumbra en el ocaso
la espada que lacera el de María.

114
Jesús perdido y hallado en el templo
Pascua de niño, padres peregrinos
Jerusalén de fiesta y multitudes
en el Templo trompetas y laúdes
Jesús que reconoce su camino.

Pérdida y llanto, búsqueda y encuentro


y Jesús en la Casa de su Padre
preocupación y llanto de una Madre
que descubre el misterio de los tiempos.

El Verbo se encarnó, Sabiduría


boquiabiertos escuchan los doctores
Jesús, Palabra y fuente de la Vida.

No se puede amar a dos Señores


el tiempo ya ha llegado y es el día
de darle al Dios bendito sus honores.

115
María del Espíritu...
María del Espíritu donado,
del pueblo que ha nacido a nueva vida
Oh Madre de la paz y la alegría
tu Sí, del sino, al pueblo ha rescatado.

Tu gracia en las naciones se derrama


puerta del cielo, Madre de los pobres,
tu manto protector sobre los hombres
es la defensa de la raza humana.

Esclava fiel, orante y servidora


mujer de Dios, forjada en el silencio,
hoguera en que se quema nuestro incienso,
llama de amor ardiente, adoradora.

La Iglesia te proclama su Señora


Reina del cielo, fuerza del que lucha,
discípula paciente que en la escucha
es arca de la Alianza salvadora.

Eres estrella del pueblo que camina,


custodia de la gracia y su misterio
mujer de fe que rompe el cautiverio
del pueblo que hacia el cielo peregrina.

116
Arca de salvación...
Arca de salvación sobre los montes,
tu paso lento todo lo ilumina.
En tus entrañas, un cielo que germina,
el Reino ha comenzado, en Ti se esconde.

Rayo de sol del tiempo renovado,


transparencia de hondad que se hizo Madre
predilecta creatura de tu Padre
recibes al Amor que se ha encarnado.

En Ti su plenitud se hizo Palabra,


en Ti su compasión se volvió llanto,
envuelto en el cuidado de tu manto
en la ternura materna que te embarga.

La Alianza en Israel abre sus brazos


porque espera el reino prometido
el niño que en tu vientre le has traído
la esperanza se funde en un abrazo.

Arca de Dios esclava y peregrina


los montes de Judá son tu cortejo
en Ti brilla la luz, místico espejo
del Sol que en tus entrañas ilumina.

117
Aroma del paso del Altísimo...
Aroma del paso del Altísimo
fragancia del huerto que plantó su mano
el jardín en que se recrea, soberano
la imagen más bella de su mismo.

Aposento en que reposa su presencia


la hondura receptiva de su gracia
la acogida que le da una casa
y manifiesta en Ti su complacencia.

Eres el trono de David en fiesta


y la sede de su misericordia
el Pueblo que mantiene la memoria
de la Alianza salvadora que se gesta.

Respuesta de Israel y de su espera


a la gracia de un Amor sin condiciones
el Si que se da sin objeciones
el comienzo de una nueva era.

Se bendecirán por Ti todos los pueblos


te proclamarán feliz porque haz creído
que el esposo de Israel, el prometido
abriría la puerta de los cielos.

Nos bendiga tu fe que en Dios reposa


tu esperanza que sostiene inquebrantable
el Amor que te ha dado para amarle
y te vuelve en su luz maravillosa.

118
Camelia angelical...
Camelia angelical es tu figura
estás envuelta en ráfagas de cielo
amparo es tu mirada de consuelo
destellas en tus ojos su hermosura.

Eres cuna del sol y su belleza


perfume del jazmín que se ha encarnado
aroma de un olivo enamorado
y corona que enciende la realeza.

Eres templo en un monte de pureza


arroyo cristalino de virtudes
blancura que en un bosque de abedules
abraza la inocencia y la nobleza.

Eres magnolia de aroma siempre nuevo


azucena de luz , paloma estiva.
la cuna en que el Amor hace guarida
Mujer nueva en un mundo prisionero.

Madre de Dios, escucha ahora mi ruego


soy un hijo que invoca y que se ofrece
al Hijo que en tu seno se enaltece
y bautiza en las llamas de su fuego.

119
De la Iglesia naciente...
De la Iglesia naciente en su costado
eres Madre en Amor y unción del cielo
y pecho acogedor en desconsuelo
cuando el hijo creyente está cansado.

Eres escucha fiel y acogedora


hacia Ti se dirige el pobre orante
Oh Virgen que recibe al suplicante
con corazón de Madre intercesora.

Bajo tu manto la Iglesia se reúne


bajo tu manto ríe, canta y llora
escucha la Palabra y se enamora
en la llama de Amor que la consume.

Tu entraña engendra hoy misericordia


en aquel corazón que se abre al verte
que recibe a tu Hijo al acogerte
grabando tu sonrisa en su memoria.

Madre de Dios, María, Madre nuestra


somos la iglesia en marcha, suplicante
el pueblo que en la historia está anhelante
espera la victoria que ya es nuestra.

120
El manto del Señor
El manto del Señor cubre tu vida
Mujer de entrega fiel y enamorada
ha sido tu palabra acrisolada
la que trocó la historia en acogida.

El manto del Amor cubre tu encanto


resplandece en tu rostro su semblante
es la luz del Altísimo, brillante,
la que alumbra en tu seno su Amor Santo.

Eres tienda adorable del encuentro


morada de la luz en su presencia
resplandece su gloria en tu inocencia
tu seno ya se ha vuelto su aposento.

Envuelve su mirada tu hermosura


Madre del Sumo Bien que se ha encarnado
en tu seno de carne transformado
en sagrario adorable de ternura.

Bendice Madre amada mi camino


si tropiezo, a Ti extiendo yo mi mano
y entregado a tu Hijo soberano
te ofrezco mi oración de peregrino.

121
El triunfo de la vida
El triunfo de la vida
se manifiesta en ti porque has creído,
te ruego, Madre mía
inclina el oído
al pueblo por tu Hijo redimido.

Asciende la Victoria
en tu cuerpo, de cielo atravesado
haciéndose memoria
del triunfo proclamado
sobre el hades, la muerte y el pecado.

Tu fe nos ha salvado
bendita siempre Tú, hoy te proclamo
tu Amor me ha rescatado
llevándome en tus manos
al reino de tu Hijo soberano.

Envuélveme en tu manto
Esposa del Espíritu de vida
y te alabe mi canto
primera redimida
Esposa del Amor que me cautiva.

María, Reina y Madre


del Amor encarnado y obediente
a los brazos del Padre
conduces tiernamente
al hijo que a Ti clama humildemente.

122
María, Madre y Reina
María, Madre y Reina
de los frailes menores que te imploran
tu dicha ya es eterna
magnífica Señora
tu trono está en las luces de la aurora.

Esposa siempre virgen


del Santo, del Altísimo donado,
escucha a los que eligen
a Dios como legado
y sirven al Señor resucitado.

Esclava que ahora reinas


vencidas las tinieblas del pecado
son ya tus manos tiernas
el toque perfumado
el bálsamo del Padre y su cuidado.

Discípula perfecta
eres hija del hijo que has formado
creatura predilecta
del Padre que te ha dado
la luz que ha prevenido tu pecado.

El astro de su cielo
que refleja la gracia en su pureza
su amparo y su consuelo
espejo de nobleza
vestida con su luz y su realeza.

123
Pentecostés
Mi Espíritu les doy, les doy mi Vida
reciban este Soplo Santo y Puro
los llevará a la Verdad, es don seguro
es mi Madre su esposa y preferida.

Los llenará de carismas y alegría


profecías, Virtudes, sanaciones
proclamarán mi Nombre a las naciones
y anunciarán al mundo mi venida.

Una alabanza nueva habrá en sus labios


un gozo que ese mundo no conoce
un aroma melifluo y trinitario.

La Santidad que irradia será el goce


de aquellos en que habita el septenario
pues sólo en Él el hombre me conoce.

124
Bautismo del Señor
Desciende al río milenario y santo
el Hijo Amado, su misión comienza
purifica las aguas su inocencia
y María lo acuna con su canto.

El cielo abierto, el Padre lo bendice


sopla el fuego que Dios ha prometido
el Hijo predilecto, concebido
en el Sí que le entrega sus raíces.

Comienza su misión, tu Hijo querido


el Cordero que quita los pecados
y nos deja en su Espíritu encendidos.

Tú lo contemplas, al Padre se ha entregado


María del Amor, tu Hijo ha partido
a liberar un pueblo esclavizado.

125
Las Bodas de Caná
Abres Tú el milagro de las bodas
María del Amor y del buen vino
el del Hijo que marcha su camino
y el pueblo rescatado está en su hora.

Es el Esposo que llama y enamora


que a las bodas eternas nos invita
que enciende el corazón en que palpita
el canto del Espíritu que adora.

Es el Esposo que embriaga con su vida


preñado el corazón en su Palabra
encuentra su solaz y su alegría.

Tu Hijo es el Esposo que consagra


una Iglesia que al Padre es ofrecida
en la cruz de tu hora más amarga.

126
El Anuncio del Reino
La voz del huracán, truena el desierto
Palabra poderosa lo inhabita
el fuego del Espíritu palpita
el cielo del Eterno ya está abierto.

Es tu Hijo Palabra de profeta


cumplimiento, Mesías anunciado
la voz en el desierto desolado
que al pueblo salva y lleva hacia su meta.

Es tu Hijo, María, el Evangelio


Buena Noticia de vida y alegría
libertad del postrado en cautiverio.

Es tu Hijo, el niño que dormía


en tus brazos de Iglesia sin saberlo
y al Padre en el Espíritu ofrecías.

127
Transfiguración
La luz se hizo materia que en tu seno
acampó para salvarnos de la muerte
encarnada en tu Sí para encenderte
en la esencia divina del Dios bueno.

Tu Hijo es esa luz que está escondida


en un rostro de niño cautivante
en el profeta de Dios desconcertante
en la voz del Señor que enciende el día.

En el Tabor su esencia resplandece


y se revela el Hijo de María
su ser se hace milagro que enceguece.

Él es la luz y el Sol del nuevo día


que al mundo en sus tinieblas estremece
y quiebra para siempre su porfía.

128
Eucaristía
Jueves Santo, la cena, el pan bendito,
tu Hijo se hace Pascua anticipada
una Vida en sus dones entregada
y se escucha en su boca lo inaudito.

Tu Hijo se hace pan y vino nuevo


embriagadora bebida palpitante
el pan de un Amor desconcertante
se hace presencia y Cristo verdadero.

-Este es mi Cuerpo, dice y no lo entiendo


-Esta es mi Sangre, viva, embriagadora,
manantial de la Vida, está fluyendo.

-Esta es la copa que sacia y enamora


la cena que les dejo concluyendo
mi misión en la tierra en esta hora.

129
Mujer de eternidad
Mujer de eternidad, del tiempo nuevo
en Ti se ha hecho carne mi Camino
Él es el que consagra tu destino
el Salvador triunfante en el que espero.

En ti su plenitud ha hecho morada


mujer de la acogida sin reserva
en ti la fe del pueblo se conserva
intacta, primigenia, ilusionada.

En ti la historia se abre esperanzada


al Reino que en tu hijo ya ha llegado
en ti el hombre queda renovado
porque de Dios estás embarazada.

En ti la historia queda renovada


nueva creación, nuevo comienzo, nuevo rumbo
la eternidad en la historia de este mundo
el Verbo en ti ya ha puesto su morada.

Mujer y santidad en ti son una


María que eres madre y fiel esposa
florece en nuestro invierno ya la rosa
María, mujer fiel como ninguna.

130
¿Qué es el hombre?
¿Qué es el hombre, tan frágil como el polvo?
para que mires, benigno, su figura.
Has dejado tu huella y hermosura
derramada en la hondura de su rostro.

Y en la chispa del bien que enciende el día


la luz de tu misterio has derramado
aliento de tu vida le has donado
el soplo de tu Amor que es su alegría.

Y entre las flores se exalta una doncella


que perfuma en el huerto de tu encanto
los ángeles la alegran con su canto
y en sus ojos se encienden las estrellas.

Su nombre de virtud es desafío


del bien que la ha llamado por su nombre
María, la mujer en quien el hombre
encuentra la canción que vence el frío.

La humanidad en tu vida se renueva


el Sí definitivo de la historia
restauras en tus ojos la memoria
del Pueblo que te llama Nueva Eva.

131
Rosa Mística
Rosa Mística, fragancia del Eterno
que perfumas mi templo en tu presencia
aroma suave de su complacencia
que floreces en el frío del invierno.

Eres la flor que adorna mi plegaria


el pensamiento que bendice mi conciencia
la suavidad y el color de la paciencia
la faz de una inocencia legendaria.

Alabo en la mañana tu belleza


la armonía que la gracia te regala
y el cándido fulgor de tu pureza.

Resplandece inmaculada la realeza


pues la luz que de Ti brota no se iguala
y proclama al universo tu grandeza.

132
Rocío del alba
Rocío del alba, fresco y puro
suavidad de una mañana refrescante
María, que despiertas el levante
Rosa de sol cromático y seguro.

Tú guías mi camino a su futuro


y recreas la vida en la esperanza
de alzarme en la mañana en su alabanza
superando la noche y su conjuro.

Madre del Sol naciente, luz del día


Madre de Aquél que enciende en ilusiones
la lira en que se templa la alegría.

Ruega por mí que el alma te confía


su suave claridad, sus emociones,
te reza en su serena melodía.

133
Rumias...
Rumias tu vocación y tu destino
tu seno acuna auroras sin ocaso
en él imprime el tiempo con su paso
el luz que enciende el Norte en mi camino.

Tu seno es el crisol de mi esperanza


tu vientre la canción del Universo
la rima de la noche de mis versos
la cuna en que se mece la confianza.

Engendras los latidos del Eterno


gestación es tu silencio de amapola,
ya brota tu desierto y estás sola
¡Tan lejos se han quedado tus inviernos!

María del Amor que se ha escondido


Pesebre de candor, jardín precioso,
azucena en el soplo de tu Esposo;
el mar en tus entrañas sumergido.

Gracias te doy, tu Sí me ha renovado


tu abandono es semilla y pueblo nuevo
Tú representas todo lo que creo
Madre de Dios, tu fe nos ha salvado.

134
Señora de la paz
Señora de la paz y la armonía
hay un pueblo en dolor que a Ti suplica
la Iglesia que la historia crucifica
el cuerpo de tu Hijo en carne viva.

Siguen sus llagas por amor sangrando


abiertas por la guerra que desgarra
la que el dolor al cielo le consagra
y en un salmo de luz se está entregando.

Tu amor es una rosa matutina


aroma de la calma que derrama
unción de fuego santo que proclama
el tiempo en que la gracia se avecina.

Tu entrega es la fragancia del desierto


abierto a la virtud que llueve al verte
la aridez desaparece con su muerte
y acercas un futuro que ya es nuestro.

Bendice nuestra súplica confiada


Oh Madre del Amor que permanece
María de la paz que ya se ofrece
y se queda en el alma dibujada.

135
Tabernáculo del cielo
Tabernáculo del cielo anonadado
cofre de bendición arca del tiempo
acoges en tu seno el firmamento
y el lamento de un mundo atormentado.

Mujer de fe que alumbras la inocencia


fragua de la esperanza que no cede
bastión inexpugnable del que cree
humildad, mansedumbre y transparencia.

Eres, fuente genuina de clemencia


discípula del Sol que peregrina
orientación del hombre que camina
eres ternura, bálsamo y paciencia.

Madre de Dios tan Virgen como el cielo


lugar de bendición son tus pisadas
perfumas con la unción de tu mirada
y bendices el trébol de mi suelo.

A ti me acojo, manto de alegría


y te consagro el tiempo en el que vivo
en tu regazo un Dios me es ofrecido
Palabra eterna, unción, Sabiduría.

136
Todo es bendición
Porque todo es bendición
te alabo con el sol de la alborada
y te canto mi canción
con la música dorada
del campo en que se extiende mi mirada.

Te canto con emoción


Padre Santo de vida regalada
y es mi canción la oración
con que el alma enamorada
en tu rostro se queda cautivada.

Y se vuelve adoración
el aliento que sube a tu presencia
que brota del corazón
y se vuelve permanencia
del alma cobijada en tu clemencia.

Y la Hija de Sión
estrella en la misión del peregrino
es arca de salvación
que me señala el camino
del Hijo que ha marcado mi destino.

Es la Mujer de la Unción,
perfume del Espíritu divino
y mi música y canción,
con el canto matutino,
le entrego si me caigo y si camino.

137
Tú eres la montaña…
Tú eres la montaña del encuentro santo
en que el cielo se abraza con la tierra
es la magnolia que perfuma el canto
ardiente y milenario que el Amor encierra.

Tú eres la fragancia de la tierra en fiesta


vida fecundada por el don divino
eres la noche pidiendo que amanezca
trébol fresco que tapiza mi camino.

Madre de la gracia y causa de alegría


fuente de la dicha , manantial de afecto
eres la estrella en que el Sol se concebía
creyente que da a luz al predilecto.

Causa de esperanza en la historia comenzada


fidelidad a las promesas que ha cumplido
aquel que te cautiva enamorada
Santo Espíritu del Hijo que ha nacido.

Ruega por nosotros que somos caminantes


peregrinos del Amor que nos has dado
fortalece los pasos vacilantes
bajo tu manto, el cielo ha comenzado.

138
Tú quemas en su Amor...
Tú quemas en su Amor sin consumirte
y eres la zarza de la Alianza nueva
que se enciende en el tiempo de la espera
de la Iglesia que quiere bendecirte.

Y es por eso que yo puedo decirte


en un verso mi amor agradecido
porque el Amor en tu vientre concebido
nos destino a su presencia al elegirte.

El que puso en tu seno su morada


y acampó entre nosotros aquel día
es el Sol que ilumina la alborada.

Aquel que te eligió por Madre amada


nos consagró como Iglesia que quería
fuera esposa en su gracia iluminada.

139
Tu seno unificado
Tu seno unificado
por la Palabra viva que te habita
está purificado
y en él con fuerza grita
el Verbo que hecho carne allí palpita.

Su canto te ha entregado
y en música y perfume glorifica
el seno consagrado
que en el tiempo me invita
a ser unción de Dios que santifica.

Anida su frescura
en el valle sagrado del encuentro
y llena de hermosura
te deja en el silencio
contemplando su historia desde el centro.

María de la gracia
bendecida mujer porque has creído
tu esperanza se sacia
en el Dios que ha querido
encarnar al Mesías en tu nido.

140
Un ángel de oro
Un ángel de oro azul llegó a tu casa
y en el acorde melodioso de una lira
con la voz de la dulzura dijo un nombre:
María.

Resplandeció en sus ojos el desborde


del corazón espiritual en su alegría
y en su mirada un canto de alabanza
repetía.

Tú eres bendita por haber creído


que la promesa de Dios se cumpliría
y eres dichosa pues tu vida ha sido
profecía.

Canto de gratitud al que ha elegido


tu pobreza disponible y ofrecida
la decisión de decir que sí al que todo
te pedía.

141
Visitación
Por las colinas del mundo
va un arca de Alianza Nueva
porque el tiempo de la espera
se ha demostrado fecundo.

Es María que va encinta


a una ciudad de Judea
y lleva la primavera
a la madre del Bautista.

Concibe la tierra estéril


se alegra el páramo en fiesta
porque el rocío refresca
la aridez que vuelve fértil.

Salta de gozo el profeta


el precursor del Cordero
y alaba al Dios verdadero
que ha inhabitado su tienda.

Porque acampó entre nosotros


la luz que origina el mundo
e ilumina en lo profundo
de un corazón generoso.

¡Bendita la que ha creído!


Canta Isabel exaltada
y bendita la morada
del Salvador concebido.

142
Pues se cumplen las promesas
de Dios que es fiel y que escucha
el clamor de los que luchan
confiados en su realeza.

Baila Juan en su alegría


como David frente al Arca
lleno de Espíritu en danza
cumplidas las profecías.

La novedad ha llegado
en el centro de la historia
a iluminar la memoria
del Mesías anunciado.

Unge el Espíritu Santo


la alabanza de María
que le canta agradecida
al que la cubre en su manto.

Pentecostés de alabanza
Isabel, Juan y María
por Jesús que es la alegría
y razón de su esperanza.

143
Aparición…
Se alza el sol en la noche
su luz resplandeciente todo llena,
la luz en su derroche,
su Amor desencadena
Resurrección y la Pascua se hace plena.

El tiempo se ha cumplido
el viviente está al fin resucitado,
en carne aparecido,
María lo ha contado,
el Hijo en sus entrañas encarnado.

Presentas a tu Madre
las llagas de tu cuerpo atravesado
porque te vas al Padre,
Amor resucitado
y María se vuelve tu legado.

María te contempla,
corazón doloroso traspasado
estás vivo, y se templa
el discípulo amado
en la fe que la Madre ha conservado.

Resucitó el Amado,
Esposo de la Iglesia peregrina,
el tiempo ha comenzado
y el mundo se encamina,
la estrella de tu Madre lo ilumina.

144
Asunción de maría

El triunfo de la Madre de Jesús es un poco nuestro


propio triunfo y el de toda la humanidad.
Precisamente porque estamos viviendo tiempos difíci-
les, en que no abundan las buenas noticias, y la humanidad
puede decirse que anda desorientada y desanimada, los
cristianos hacemos bien en celebrar esta fiesta de la Virgen,
como un acto positivo de reafirmación de nuestra esperan-
za, dejándonos contagiar de su alegría. Una fiesta de las
más populares y consoladoras que la comunidad cristiana
dedica a la Virgen María.

Las victorias de María


a) Es la victoria de Cristo Jesús: la resurrección de
Jesucristo es el punto culminante del plan salvador de Dios.
Él es el primero que triunfa plenamente de la muerte y del
mal, pasando a la nueva existencia. El segundo y definitivo
Adán que corrige el fallo del primero.
b) Es la victoria de la Virgen María, que, como prime-
ra seguidora de Jesús y fiel discípula es la primera salvada
por su Pascua, participa ya de la victoria de su Hijo, elevada
también ella a la gloria definitiva en cuerpo y alma. Ella, que
supo decir un “sí” radical a Dios, que creyó en él y le fue
plenamente obediente en su vida (“Hágase en mí según tu
Palabra”), es ahora glorificada y asociada a la victoria de su
Hijo.
145
En verdad “ha hecho obras grandes” en ella el Señor.
c) Pero es también nuestra victoria, porque el triunfo
de Cristo y de su Madre se proyecta a la Iglesia y a toda la
humanidad.
En María se retrata y condensa nuestro destino. A1
igual que su “sí” fue como representante del nuestro, tam-
bién el “sí” de Dios a ella, glorificándola, es también un sí
a nosotros: nos señala el destino que Dios quiere para to-
dos. La comunidad eclesial es una comunidad en marcha,
en lucha constante contra el mal. La Mujer del Apocalipsis
que simboliza a la Iglesia misma, y dentro de ella de modo
eminente la Virgen María, nos garantizan nuestra victoria fi-
nal. La Virgen es “figura y primicia de la Iglesia, que un día
será glorificada; ella es consuelo y esperanza de tu pueblo,
todavía peregrino en la tierra”.

La esperanza es real
Celebrar este misterio debería contagiarnos esperanza.
La Asunción es un grito de fe en que es posible la
salvación y la felicidad: que va en serio el programa salva-
dor de Dios. Es una respuesta a los pesimistas, que todo lo
ven negro. Es una respuesta al hombre materialista, que no
ve más que los factores económicos o sensuales: algo está
presente en nuestro mundo que trasciende nuestras fuer-
zas y que lleva más allá. Es la prueba de que el destino del
hombre no es la muerte, sino la vida. Y además, que es toda
la persona humana, alma y cuerpo, la que está destinada a
la vida total, subrayando también la dignidad y el futuro de
nuestra corporeidad.
En María ya ha sucedido. En nosotros no sabemos có-
mo y cuándo sucederá. Pero tenemos plena confianza en
Dios: lo que ha hecho en ella quiere hacerlo también en no-
sotros. La historia “tiene final feliz”.
146
La Eucaristía nos eleva
Cada vez que participamos en la Eucaristía, elevamos
a Dios nuestro canto de alabanza, como hizo María con su
Magníficat. La plegaria eucarística que el presidente procla-
ma en nombre de todos es como un Magníficat prolonga-
do por la historia de amor y salvación que va construyendo
Dios.
Cada vez que participamos en la Eucaristía recibimos
como alimento el Cuerpo y la Sangre del Señor Resucitado:
y él nos aseguró: “Quien come mi Carne y bebe mi Sangre,
tiene vida eterna y yo le resucitaré el último día”. La Eucaris-
tía es como la semilla y la garantía de la vida inmortal para
los seguidores de Jesús. Por tanto, de alguna manera, tam-
bién nosotros estamos recorriendo el camino hacia la glo-
rificación definitiva, como la que ya ha conseguido María,
nuestra Madre.
Cada Eucaristía nos sitúa en la línea y el camino de la
Asunción. Si la celebramos bien, vamos por buen camino20.

La reina
“En ese momento se abrió el Templo de Dios que está
en el cielo y quedó a la vista el Arca de su Alianza, y hubo
rayos, voces, truenos y un temblor de tierra, y cayó una fuer-
te granizada.
Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer re-
vestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de
doce estrellas en su cabeza. Estaba embarazada y grita-
ba de dolor porque iba a dar a luz. Y apareció en el cielo
otro signo: un enorme Dragón rojo como el fuego, con siete
cabezas y diez cuernos, y en cada cabeza tenía una dia-
dema. Su cola arrastraba una tercera parte de las estrellas

20 Cfr. J. Aldazábal, Misa Dominical, 2000, 10, 41-42.

147
del cielo, y las precipitó sobre la tierra. El Dragón se puso
delante de la Mujer que iba a dar a luz, para devorar a su
hijo en cuanto naciera. La Mujer tuvo un hijo varón que de-
bía regir a todas las naciones con un cetro de hierro. Pero
el hijo fue elevado hasta Dios y hasta su trono, y la Mujer
huyó al desierto, donde Dios le había preparado un refugio
para que allí fuera alimentada durante mil doscientos se-
senta días.
Entonces se libró una batalla en el cielo: Miguel y sus
Ángeles combatieron contra el Dragón, y este contraatacó
con sus ángeles, pero fueron vencidos y expulsados del cie-
lo. Y así fue precipitado el enorme Dragón, la antigua Ser-
piente, llamada Diablo o Satanás, y el seductor del mundo
entero fue arrojado sobre la tierra con todos sus ángeles. Y
escuché una voz potente que resonó en el cielo:
«Ya llegó la salvación,
el poder y el Reino de nuestro Dios
y la soberanía de su Mesías,
porque ha sido precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que día y noche los acusaba delante de nuestro
Dios” (Ap 11,19-12,10).
El Apocalipsis es un libro simbólico muy sugerente.
Fue escrito para dar consuelo a una comunidad persegui-
da por el poder establecido. La visión que nos presenta es
un notable cuadro plástico. En medio del cielo aparece una
mujer vestida del sol, con la luna bajo los pies y una corona
de doce estrellas. Es la mujer que ha dado a luz un hijo que
el dragón quiere devorar. La escena se hace sonora: “Ya lle-
ga la victoria, el poder y el reino de nuestro Dios, y el mando
de su Mesías”.
Los cristianos siempre han aplicado este texto a María,
la que ha engendrado al Verbo de Dios, el Mesías Salvador,
el que muerto y resucitado reina y obra poderosamente. To-
do desde un trasfondo de Antiguo Testamento referido al
148
pueblo de Dios que, en Moisés aparece radiante de luz y
coronado con la diadema de las doce tribus. Es un texto
que podemos aplicar a María con mucha propiedad. Ella,
en la gracia primero y en la gloria después, es la mujer llena
de Dios. Es Reina y Señora. Y su corona son los hijos de la
Iglesia, simbolizados en los doce patriarcas del Nuevo Tes-
tamento, los apóstoles.
El misterio de María asunta es el de la resurrección
que, en Cristo ha vencido a la muerte. La Virgen habita, re-
sucitada, en la gloria de Dios. De modo que la Asunción es
la Pascua de María, realidad del triunfo de la redención y
prenda de la plenitud que nos espera. Por eso sabemos que
“llega la victoria de nuestro Dios”.
Es la hora oportuna para poner todo nuestro interés en
la victoria definitiva que nos espera y que alcanzaremos con
la imitación de Cristo.
La Pascua de María es una promesa para nosotros.
Los hijos nos alegramos al ver el triunfo de la madre. Una
solemnidad destinada a aumentar la esperanza en nuestros
corazones. Por eso, en la Asunción, levantamos los ojos y
suspiramos por el cielo. Sabemos que el mundo pasa y que
hacemos camino hacia la Tierra Prometida, el cielo. La fe se
convertirá en visión. Visión de la Trinidad. Visión de María.
Visión de los santos. Alegría, alegría inmensa.
No obstante, el misterio de la elevación no nos aleja
para nada de la tierra. Sino que, como María, sabemos que
todo depende de la respuesta de ahora, de la caridad y el
servicio, de la disponibilidad y la diligencia, de la capacidad
de alabanza de Dios y de amor a la humildad del reconoci-
miento de la gracia.
Nuestra tarea es la asunción transformadora del mun-
do aportando la presencia salvadora y gozosa de Cristo21.

21 Cfr. J. Guiteras, Misa Dominical, 1990, 16.

149
Canto de Amor
Escucha, hija, mira: inclina el oído, olvida tu pueblo y
la casa paterna.
Prendado está el rey de tu belleza;póstrate ante él,
que él es tu señor.
Las traen entre alegría y algazara, van entrando en el
palacio real. (Sal 44,11. 12ab. 16).
Romance de un rey y una reina, esponsales de un prín-
cipe y una princesa, alianza entre Dios y su Pueblo, unión de
Cristo con su Iglesia.
Este es un poema de amor entre tú y yo, Señor; es
nuestro cántico privado, nuestra fiesta de amor espiritual,
nuestra intimidad mística. No es extraño que me sienta ins-
pirado y las palabras fluyan de mi pluma.
«Me brota del corazón un poema bello, recito mis ver-
sos a un rey: mi lengua es ágil pluma de escribano».
¡Qué bello eres, príncipe de mis sueños! Eres el más
bello de los hombres, en tus labios se derrama la gracia, el
Señor te bendice eternamente. Dios te ha ungido con aceite
de júbilo. A mirra, áloe y acacia huelen tus vestidos, desde
los palacios de marfiles te deleitan las arpas.
Y te oigo decir de tu escogida: « ¡Qué bella eres, hija
del rey, princesa de Tiro, vestida de perlas y brocado, enjo-
yada con oro de Ofir, con séquito de vírgenes. Entre alegría
y algazara!».
El corazón de la religión es el amor. Estudio, investiga-
ción, saber y discusiones ayudan, sin duda, pero me dejan
frío. Deseo conocerte, Señor, pero a veces el conocimiento
se queda en puro conocimiento, y al estudiarte a ti me olvido
de ti. Por eso hoy quiero dejarlo todo a un lado y decirte, pu-
ra y simplemente, que eres maravilloso, que llenas mi vida,
que sé que me amas, y que yo te amo más que a ninguna
otra cosa o persona sobre la tierra. Eres lo más atractivo que
150
existe, Señor, y tu belleza me fascina con el encanto infinito
que sólo tú posees. Te amo, Señor.
Te amo desde mi niñez. Descubrí tu amistad en mi ju-
ventud, me enamoré de tus evangelios y aprendí a soñar
cada día con el momento de encontrarte en la Eucaristía. Si
alguna vez ha habido un idilio en la vida de un joven, ¡éste lo
fue! Para mí la fe es enamorarse de ti, la vocación religiosa
es sostener tu mirada, y el cielo eres tú. Esa es mi teología y
ése es mi dogma. Tu persona, tu rostro, tu voz. Orar es estar
contigo, y contemplar es verte. La religión es experiencia.
«Vengan y vean» es el resumen de los cuatro evangelios
y de toda la escritura. Verte es amarte, Señor, y amarte es
gozo perpetuo en esta vida y en la otra.
Mi amor ha madurado con la vida. No tiene ahora la
impetuosidad del primer encuentro, pero ha ganado en pro-
fundidad y entender y sentir. He aprendido a callar en tu pre-
sencia, a confiar en ti, a saber que tú estás en el andar de
mis días y en el esperar de mis noches, contentándome con
pronunciar tu nombre sagrado para sellar con fe la confian-
za mutua que tantos años juntos han creado entre nosotros.
Te voy conociendo mejor y amando más según vivo mi vida
contigo en feliz compañía.
Tú has hablado de una boda, de esponsales, de espo-
so y esposa, de príncipe y princesa; tú mismo has escogido
una terminología que yo no me hubiera atrevido a usar por
mí mismo, y te lo agradezco y hago míos los vocablos del
amor en la valentía de tus expresiones. Has escogido lo me-
jor del lenguaje humano, las expresiones más intensas, más
íntimas, más expresivas, para describir nuestra relación; y
ahora yo me apropio ese vocabulario con reverencia y ale-
gría. El amante sabe escoger palabras, acariciarlas, llenar-
las de sentido y pronunciarlas con ternura. De ti he recibido
esas palabras, y a ti te las devuelvo reforzadas con mi de-
voción y mi amor. ¡Bendito seas para siempre, Príncipe de
mis sueños!
151
«Quiero hacer memorable tu nombre por generacio-
nes y generaciones, y los pueblos te alabarán por los siglos
de los siglos»22.

El triunfo
“En aquellos días, María partió y fue sin demora a un
pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías
y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño
saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo,
exclamó: « ¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito
es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de
mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño sal-
tó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se
cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor».
María dijo entonces:
«Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se
estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque él miró con
bondad la pequeñez de su servidora.
En adelante todas las generaciones me llamarán feliz,
porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su
Nombre es santo!
Su misericordia se extiende de generación en genera-
ción sobre aquellos que lo temen.
Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los sober-
bios de corazón.
Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los hu-
mildes.
Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los
ricos con las manos vacías.

22 Cfr. Carlos G. Vallés, Busco tu rostro, Orar los Salmos, 1989,


pg. 89.

152
Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su mi-
sericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en
favor de Abraham y de su descendencia para siempre».
María permaneció con Isabel unos tres meses y luego
regresó a su casa” (Lc 1,39-56).
El triunfo de María es el triunfo de la vida sobre todas
las fuerzas de la muerte que hay en el mundo. Es la Pascua
de María: en la desembocadura de la peripecia humana que
fue la vida de Jesús estaba el Padre y la vida plena de la
resurrección; la vida plena, gracias a Cristo, es también la
desembocadura de aquella mujer de Nazaret, María, la ma-
dre de Jesús. “¡Dichosa tú, que has creído!”, podemos re-
petir con Isabel; lo que te ha dicho el Señor se ha cumplido.
¡Dichosos los que hemos creído! Al contemplar cómo
el triunfo de Jesús rebosa y se derrama sobre su madre,
primera de “todos los cristianos”, el corazón se nos llena de
gozo y de esperanza. Este movimiento no se detiene: des-
pués de Jesús, María; después de María, nosotros.
La vida plena es la perspectiva del pequeño rebaño a
quien el Padre ha tenido a bien dar el Reino.
El Reino -la vida de Dios en nosotros- no se reduce a
las perspectivas de espacio y tiempo que enmarcan ahora
nuestra vida, sino que nos abre a las perspectivas de Dios,
a sus horizontes de plenitud y eternidad. Creer es edificar
nuestra existencia sobre una esperanza que nos hace mi-
rar hacia arriba y seguir adelante: está anclada donde está
Cristo con el Padre. Todos somos de Adán, de tierra; por
eso todos morimos. Pero los creyentes llevamos en nosotros
una semilla que ha nacido de arriba; por eso viviremos con
Cristo y con María.
El Poderoso es quien obra estas maravillas, quien
es capaz de destruir la Muerte. Los hombres buscamos la
plenitud, pero sin conseguirla. La buscamos donde no se
encuentra. El Señor “dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humil-
153
des; a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos
los despide vacíos”. El cántico de María es revolucionario:
celebra un vuelco; “todo principado, poder y fuerza” deben
ser destituidos, no son ellos los que construyen el Reino. El
Padre “mira la humillación de su esclava” y da el Reino gra-
tuitamente, generosamente, a los que creen, como María, a
los que se fían de su Palabra y edifican sobre ella su vida.
La Madre de mi Señor ha venido a visitarme. La llena
de gracia se va decididamente a casa de Isabel. Su grande-
za no la aleja de nosotros, sino que la acerca: porque no se
trata de “principado, poder y fuerza” que se imponen, sino
de amor que se comunica.
El pueblo cristiano ha recurrido a María y la ha venera-
do en miles de santuarios, la ha representado y vestido de
mil modos, le ha cantado mil himnos y tonadas de la tierra.
Podemos confiar en ella. Podemos recurrir a ella. No
para que nos salve “milagrosamente”, sino para que nos
transforme el corazón, para que realice en nosotros aquel
vuelco que ella cantó23.

23 Cfr. J. Totosaus, Misa Dominical, 1980, 16.

154
Asunción de María
La muerte anonadada en su victoria
ya no tiene poder sobre tu pecho
hay perfume de azahares en tu lecho
María, que te elevas a la gloria.

Te contemplo y eres la memoria


de la vida que espero y que yo anhelo
¡Oh María del Amor y del consuelo!
Es la Vida en la luz tu trayectoria.

La luna está a tus pies, el Sol te viste


los ángeles te aclaman con su canto
tu vestido es la luz que tú nos diste.

¡Protégenos debajo de tu manto!


Oh Madre que al Hijo prometiste
cuidar de los que sufren pena y llanto.

155
El cielo te recibe…
El cielo te recibe, Inmaculada,
se alegra en tu pureza,
la muerte ya vencida,
hay cantos de alegría y de victoria,
primera redimida,
humilde tu grandeza,
hoy subes a los cielos, rescatada.

Hoy su luz te penetra y te envuelve,


es la luz del Amado,
del Hijo que ha vencido,
del que murió en la cruz y está triunfante
en el trono y ha sido
de poder coronado,
la vida que le diste te devuelve.

Madre santa, de estrellas coronada,


de luna y de magnolia,
con perfume de cielo,
de pradera silvestre florecida,
es tu Nombre consuelo,
que sana mi memoria
y la deja, de tu Hijo, enamorada.

María, la dichosa, la más pura,


eres virgen clemente,
eres rosa elegida,
amapola de frágil hermosura,
en gracia concebida,
hoy entras plenamente
a la dicha que el Padre me asegura.

156
Eres Iglesia…
Eres Iglesia en carne
que al Amor se ha entregado,
que en el Amor ardiente no te quemas,
y para consolarme
cuando estoy apenado
me miras con ternura y de Él me llenas.

Eres pura y preciosa,


María Inmaculada,
eres virgen de tálamo precioso,
discípula dichosa
viviendo enamorada
del Dios que quiso en vientre hacerse Esposo.

Contemplo tu hermosura,
tu cándida pureza,
tu tersura, tu casta lozanía,
¡Oh virgen fiel y pura!
Se exalta tu realeza
cuando tu gloria, en fe, se vuelve mía.

Alienta mi esperanza
el triunfo que te envuelve,
de luz estás radiante y coronada,
me brota una alabanza
que el gozo me devuelve
¡Oh Madre del Amor, inmaculada!

157
Coronación
Te corona de luz, de paz, de estrellas
de piedad y de sol, de luna y brisa
Él enciende en tus labios su sonrisa
Tú la Madre, la Esposa, la más bella.

Reina y Madre de todo lo creado


Señora de la paz y de las flores,
eres Madre de luz y sus colores
reflejan a Jesús resucitado.

Te corona de gracia y de ternura


Misericordia brota de tu seno
y ciñen los cometas tu cintura.

Vestida estás de Sol, de luna y cielo


Él resplandece todo en tu figura
eres Madre de Dios y del consuelo.

158
Toda vestida de Sol
Toda vestida de sol
con la luna a tus pies,
coronada de estrellas:
las tribus de Israel.

Preñada del Hombre Nuevo,


Ciudad Santa de Dios,
Arca del Testamento,
Madre del Redentor.

Jerusalén esperada,
Monte de salvaci6n,
Madre de los vivientes,
Hija de Sión.

Virgen Inmaculada,
Asunta en plenitud,
Mediadora de gracia,
Bendición y Salud.

Hagan los que Él les diga


nos dijiste en Caná
les dará en vino bueno:
su Palabra y su paz.

Te recibo por Madre


a los pies de la cruz:
la Madre del hombre nuevo,
del que sigue a Jesús.

159
Del Espíritu Esposa,
eres Madre de Dios,
Predilecta del Padre,
Templo del Salvador.

Puerta abierta del cielo,


refugio del pecador,
trae la paz a los hombres:
a Jesús el Señor.

160
Asunción de María
Los ángeles te llevan
con alas de victoria
al encuentro del Dios que te ha elegido
y se desencadenan
los destellos de gloria
con los que en sus bondades Él te ha ungido.

Asciendes a los cielos,


te sostiene su mano,
su Soplo primordial en tus vestidos,
te envuelven sus consuelos,
su Aliento soberano
en que esperan sus hijos elegidos.

Su amor te ha sumergido
en la presencia pura
que vence las cadenas de la muerte
pues en Él te has dormido
y su Don te asegura
que en su luz más preciosa ha de envolverte.

Hoy es nuestro tu gozo,


María, vencedora
de la muerte en el canto de la vida
y es tu cielo reposo,
y gracia acogedora,
esperanza de todo el que te admira.

161
Dormición
Espera tu venida
la mística presencia de tu encanto
orante sumergida
en el arroyo santo
del cielo entretejido con su manto.

Y se queda dormida
la Madre del Señor del Universo
su cándida armonía
se enlaza con el verso
del ángel en la luz de un cielo inmenso.

Asciende a la morada
del Santo de los Santos que te ha dado,
María Inmaculada,
la herida en su costado,
como muestra de Amor crucificado.

De cielo coronada
de santidad perfecta revestida
de sol atravesada
de luna embellecida
como Reina de paz constituida.

María, Madre nuestra


liberada del trance de la muerte
en ti el Amor se muestra
y el mundo quiere verte
coronada de gloria, mujer fuerte.

162
Dormición II
Y la rosa más pura
tan blanca como luna en primavera,
tan cándida y segura,
culmina ya su entrega
y en éxtasis se va la nueva Eva.

Se duerme entre los brazos


del Hijo en los profetas anunciado
y entrega en el abrazo,
del Amor encarnado,
el aliento de un Dios resucitado.

No hay muerte ni victoria


del mundo peregrino todavía,
y queda en la memoria
el paso de María
a la Vida que el Hijo le ofrecía.

Tu Espíritu la envuelve,
llena de gracia, de paz y de armonía,
y el cielo le devuelve
su cuerpo en lejanía
radiante de tu angélica alegría.

María se ha dormido
y en los brazos del Verbo rescatado
su cuerpo envejecido
ya está resucitado
y en un carro de fuego se ha elevado.

163
Estás brillando en el cielo...
Estás brillando en el cielo,
la Reina de las estrellas,
Madre de Dios, la más bella
mujer que habitó este suelo.

Coronada de virtudes,
Reina de sabiduría,
causa de nuestra alegría,
hacia el Rey del cielo sube.

A tus pies la luna clara


magnífica en su pureza,
proclama ya tu realeza
y tu santidad declara.

El sol tu cuerpo reviste,


luz de tu seno entregado
al Salvador anunciado
que, amando, al mundo le diste.

Te acoge un reino de gloria


Oh Virgen Inmaculada,
Madre de Dios consagrada
la muestra de su victoria.

Los ángeles a tu lado


cantan el triunfo divino
que ha sembrado tu camino
de un Amor inusitado.

164
El Amor que se hizo carne
y por tu fe te bendijo,
habitó tu seno el Hijo
que te eligió como madre.

Llena de Espíritu y vida,


Discípula y peregrina
como Iglesia que camina
hacia el Dios de su alegría.

Madre del Amor hermoso


bendices al peregrino
que te invoca en su camino
y clama al Dios poderoso.

Arca de la Nueva Alianza


que se selló en Amor puro
y nos liberó del muro
de la muerte en la esperanza.

Eres imagen del pueblo


que peregrina en la historia
que tiene el Amor por gloria
y el corazón en el cielo.

Tú, discípula perfecta


del Dios Padre providente,
del Hijo que es sol ardiente,
del Santo la predilecta.

Rosa mística de gracia


estrella de la mañana
tu bendición se derrama
y entre tus hijos descansa.
165
Asunción y Coronación
Los ángeles te llevan
en cortejo nupcial hacia el levante
y sus bocas se llenan
de cantos exultantes
la Esposa del Espíritu radiante.

No conoce la muerte
aquella en que la muerte se ha vencido,
y el mundo quiere verte
el cielo enardecido
en fuego del Amor que se ha encendido.

Subes en cuerpo y alma


la mano de tu Hijo te sostiene
noche de paz y calma
la vida se contiene
y en un instante el tiempo se detiene.

Radiante, esplendorosa,
coronada en el Sol de la justicia,
Madre de Dios gloriosa
que anuncia la noticia
del cielo victorioso, la primicia.

De gracia mediadora,
Madre de Dios, María Inmaculada,
potente intercesora,
esposa enamorada,
de justicia divina coronada.

166
Ya bajan…
Ya bajan desde el monte
los pies del mensajero
que anuncia Buenas Nuevas al caído,
y el cielo le responde
que el divino alfarero
entre esteras y paja ya ha venido.

¡Proclama la alegría
y que tu voz invada
los valles y collados como un trueno!
porque ha llegado el día
de la luz más soñada
en que se ha hecho un pequeño mi Dios bueno.

¡Proclama la victoria
de la Palabra eterna
que derrota la muerte en una cuna!
y queda, en la memoria,
la luz que, en la caverna,
ha brillado en Amor como ninguna.

Anuncia que ha llegado


el Salvador del mundo
y en un pesebre frágil se hizo abrazo,
está mi Dios Amado
en silencio profundo,
de Madre virginal en su regazo.

167
En las fuentes del Nilo…
En las fuentes del Nilo
encontraste el refugio que buscabas,
y el hombre perseguido,
que solo se encontraba,
ha sentido que el cielo lo escuchaba.

Jacob en el exilio,
por los suyos herido y rechazado,
clamor que pide auxilio
al cielo que ha mandado
un Salvador inerme, anonadado.

Hay odio y prepotencia,


hay tierra ensangrentada de martirio,
y un niño, en su inocencia,
perfuma como un lirio
en medio del dolor y del delirio.

La cruz ignominiosa,
desconcertante y cruel, está en tus manos,
regalo de la esposa
del Amor soberano,
que se ha vuelto Emmanuel y Dios cercano.

Yo sigo tus pisadas


en medio del desierto del olvido,
vas por sendas llagadas
porque siempre has querido
cargar sobre tu hombro al abatido.

168
Mi madre y mis hermanos
(Mc 3,31-35)

Mi madre y mis hermanos son aquellos


que se dejan atrapar por mi Palabra,
los que la escuchan sin querer acomodarla,
los que la viven con el amor primero.

Son aquellos que todo lo han dejado


y caminan en libertad por mi camino,
los que ponen en mis manos su destino
y me siguen, aunque esté crucificado.

Son aquellos que no se escandalizan


cuando propongo con franqueza mi doctrina,
porque viven la verdad que la ilumina
y en el fuego de mi Palabra se bautizan.

Son aquellos que muestran, con sus obras,


la confianza y la fe con la que viven,
los discípulos que, el Espíritu, me piden,
y viven en su Soplo que enamora.

Los que viven, del Amor, la profecía,


y me siguen paso a paso en todo tiempo,
los que han dejado las quejas y lamentos
pues mi presencia los llena de alegría.

Son aquellos de la fiesta anticipada,


del Reino prometido ya presente,
los que se van transfigurando lentamente
porque viven una vida iluminada.

169
Son aquellos que se entregan sin reserva
y experimentan, del Amor, su providencia,
los que lavan, en mi fuente, su conciencia,
y en la pureza de mi Palabra se conservan.

Mi madre y mis hermanos son aquellos


que se entregan al Amor sin condiciones,
que del Espíritu siguen sus mociones
y al Padre adoran con culto verdadero.

Los que renuevan, en el agua del Bautismo,


la existencia que renace a vida nueva,
aquellos que en la lucha no se entregan,
porque viven su fe con heroísmo.

Los que viven la vida en la esperanza


de que se cumplan las cosas prometidas,
los que reciben la gracias concedidas
como anticipo de la gloria en alabanza.

Pues mi madre y hermanos son aquellos


que el Padre, en su Amor, me ha regalado,
las primicias de un pueblo consagrado
que refleja, de su gloria, los destellos.

170
La Madre del Amor…
La Madre del Amor, mi Amor te entrega,
pues, en su pecho, arde Amor primero,
el fuego que enciendo en tu brasero
en las horas sencillas de la espera.

La Madre del Amor, Amor te ofrece,


con sus manos abiertas, extendidas,
con su sonrisa cálida encendida,
te da su amor de Madre que enternece.

La Madre del Amor, unción de Amor derrama,


el divino Perfume en ella habita
y en su vientre materno ya te invita
a nacer de lo alto y de su llama.

La Madre del Amor, perfuma el viento,


es una flor perenne de fragancia,
un cántaro de mirra, aloe y acacia
que deja embelezado el firmamento.

La Madre del Amor, mi Amor custodia


como un cofre precioso y escogido,
tabernáculo que Yo siempre he elegido
para avivar, en tu vida, mi memoria.

La Madre del Amor mi Soplo entrega


porque en Ella Yo habito en mi santuario,
y el Amor trascendente y trinitario
se hace en ella holocausto, ofrenda entera.

171
Mi canto glorifica
Mi canto glorifica
tu misterio insondable
de pureza que exalta la gracia de creer,
y el mundo magnifica
la gloria incomparable
del Soplo de la vida que ha llenado tu ser.

Inmaculada esposa
del Santo que ha querido
elevarte a ser Madre del Hijo redentor
y en amor te desposa,
el cielo a Ti venido,
para darle tu sangre a Jesús salvador.

Misterio de confianza,
de celo y abandono,
tu vida le entregaste con un sí sin igual
y llena de esperanza
has llegado a su trono
como Reina y Señora de un mundo angelical.

Alabo al Padre eterno


por tan grande elección,
María inmaculada, morada de su luz,
ha vencido al infierno
en su amor y pasión
el Hijo de tu vientre que se entregó en la cruz.

172
Un vientre puro y santo
Un vientre puro y santo
el Señor ha elegido
para traer al mundo la gracia de su Amor,
y te envolvió en su manto
la gloria del Ungido
que te dio la pureza de la azucena en flor.

Un sí sin condiciones
buscó en tu carne pura,
un místico pesebre para anidar su luz
y allí sin dilaciones
el cielo me asegura
la gracia de la vida que es victoria en la cruz.

Preparó desde siempre


tu acogida sincera,
tu pureza absoluta para poder nacer,
en tu impecable vientre
como flor que recrea
en una nueva aurora el mundo que ha de ser.

Y Tú le has respondido
con un sí inigualable,
con el don de tu vida entregada en amor,
Él hizo en Ti su nido,
el Dios inabarcable
se hizo niño en tus brazos, pequeñez y Señor.

173
Tu sí…
Tu sí fue la canción de un alma pura,
la entrega radical que te ennoblece
y el sol de la justicia ya amanece
en medio de la noche más oscura.

Tu sí fue donación sin condiciones,


entrega de un abismo de grandeza,
porque anida en tu seno su nobleza
le diste tu morada sin razones.

Tu sí fue amor ungido y dicha santa,


fue ilusión, donación, gozo y afecto,
fue canto de alabanza y don perfecto
y Soplo que a los cielos te levanta.

Tu sí fue melodía de violines


que embelesó los cielos expectantes,
plenitud amorosa en un instante
del ardor que encendió los serafines.

Porque en tu sí renovaron las estrellas


su razón de existir y sus fulgores,
es condición fontal de los amores
que alumbran de color las cosas bellas.

Porque tu sí, María, es don primero,


es respuesta al Amor que te ha elegido,
al Espíritu divino que te ha ungido
y en Ti se ha revelado al mundo entero.

174
En el cielo…
En el cielo hay un trono
que Dios se ha reservado
para una Madre pura, para una Virgen fiel,
no hay odio ni abandono,
se ha vencido al malvado
y su gracia ha rendido al enemigo cruel.

Hoy el cielo se goza


por un don sin igual,
sin pecado ha venido la Madre del Señor,
pues en Ella reposa
el favor celestial,
María es la elegida como cuna de Amor.

Sin mancha y sombra alguna,


inmaculada y santa,
concepción de una vida hecha entrega total
como tú no hay ninguna
y hoy el mundo te canta
por tu Amor entregado que es gracia primordial.

La luz es tu corona,
su gracia tu virtud,
en Ti al mundo se asoma el cielo en su fulgor,
eres rosa y aroma
melódico laúd
que al ungido le entrega su gracia y su candor.

175
La Inmaculada Concepción

Marcados por el pecado


El misterio que celebramos cuando hablamos de la
Inmaculada concepción de María nos invita, ante todo, a fi-
jarnos en aquella narración tan antigua y tan conocida, la
historia de los primeros padres, del primer pecado, de este
pecado que se transmite de persona a persona y que llama-
mos pecado original.
Todos sabemos ya que esta explicación del árbol
prohibido, el fruto, la serpiente... más que una historia pro-
piamente dicha es más bien eso: una explicación sobre los
principios de la vida humana sobre la tierra, y sobre todo,
una manera de explicar también el porqué de los grandes
problemas, las grandes limitaciones que tenemos los hom-
bres: el pecado, el mal, la muerte. Y esta explicación quiere
hacernos caer en la cuenta -y para eso precisamente fue
escrita, para que el pueblo de Israel también se diera cuenta
de ello- de que desde el principio, desde que el hombre es
hombre, esa tendencia de ir cada uno a lo suyo, la tenden-
cia a buscar el interés propio sin pensar en nada más, la
tendencia a creer que somos lo más importante del mundo
y que lo que es bueno para nosotros es bueno para todos...,
esa tendencia nos ha marcado, y ha roto la armonía y la paz
y la felicidad que los hombres estaban llamados a vivir, y
ha convertido la vida humana en tristeza, en limitación, en
muerte.
“Al oír la voz del Señor Dios que se paseaba por el jar-
dín, a la hora en que sopla la brisa, se ocultaron de él, entre
los árboles del jardín. Pero el Señor Dios llamó al hombre y
176
le dijo: “¿Dónde estás?”. “Oí tus pasos por el jardín, respon-
dió él, y tuve miedo porque estaba desnudo. Por eso me
escondí”. Él replicó: “¿Y quién te dijo que estabas desnudo?
¿Acaso has comido del árbol que yo te prohibí?”. El hombre
respondió: “La mujer que pusiste a mi lado me dio el fruto y
yo comí de él”. El Señor Dios dijo a la mujer: “¿Cómo hicis-
te semejante cosa?”. La mujer respondió: “La serpiente me
sedujo y comí”.
Y el Señor Dios dijo a la serpiente: “Por haber hecho
esto, maldita seas entre todos los animales domésticos y
entre todos los animales del campo.
Te arrastrarás sobre tu vientre, y comerás polvo todos
los días de tu vida.
Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y
el suyo.
Él te aplastará la cabeza y tú le acecharás el talón”.
Y el Señor Dios dijo a la mujer: “Multiplicaré los sufri-
mientos de tus embarazos; darás a luz a tus hijos con dolor.
Sentirás atracción por tu marido, y él te dominará”.
Y dijo al hombre: “Porque hiciste caso a tu mujer y co-
miste del árbol que yo te prohibí, maldito sea el suelo por tu
culpa. Con fatiga sacarás de él tu alimento todos los días de
tu vida. Él te producirá cardos y espinas y comerás la hierba
del campo. Ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta
que vuelvas a la tierra, de donde fuiste sacado. ¡Porque eres
polvo y al polvo volverás!”.
El hombre dio a su mujer el nombre de Eva, por ser ella
la madre de todos los vivientes. El Señor Dios hizo al hombre
y a su mujer unas túnicas de pieles y los vistió. (Gn 3,8-20).
Eso nos quiere revelar el libro del Génesis: Adán y Eva,
los primeros padres, pensaron que comiendo de aquel fruto
serían como dioses. Es decir, creyeron, eligieron y desearon
ser ellos los dueños de todo, el criterio último de todo.
177
Quisieron tener el poder de dictaminar lo que era bue-
no y lo que era malo. Quisieron ser ellos los que impusieran
para siempre lo que había que hacer y lo que no, y no qui-
sieron prestar atención al plan de Dios, a los proyectos de
Dios.
Cuando el Génesis nos narra que Dios prohibió comer
del árbol de la ciencia del bien y del mal, nos quiere decir
eso: que Dios no quería que los hombres se considerasen
los propietarios particulares del bien y del mal; no quería que
este o aquel hombre llegara a decir: “eso es bueno, y eso es
malo, porque lo digo yo, porque es lo que yo quiero, porque
es lo que a mí me va bien, y los demás que se aguanten”. El
plan de Dios, el proyecto de Dios, era otro, y no andaba por
los caminos de la autosuficiencia y la insolidaridad sino por
los caminos del amor, de la paz, de la armonía.
Y los hombres, desde el principio, rompieron este
proyecto de Dios, y así estropearon toda la historia huma-
na. Y esta ruptura, esta marca que desde el principio los
hombres pusieron en la historia, ha llegado hasta nosotros.
Es eso que llamamos “pecado original”. Porque también
nosotros venimos marcados por esa ruptura, ese mal, ese
pecado.

Liberados por Jesucristo


Pero no se trata tampoco ahora de quedarnos así, la-
mentándonos por estar marcados de ese modo. Porque pre-
cisamente nuestra fe nos dice que esta marca, esta ruptura,
Dios no la ha querido para siempre; Dios no ha permitido
que los hombres estuviéramos para siempre condenados a
no poder levantarnos del mal que desde el principio nos ata.
Y por eso, al final de la misma lectura que nos hablaba de
la condena de los primeros padres, hemos oído el anuncio
que Dios hacía: de la estirpe de la mujer, iba a surgir alguien
capaz de destruir el mal y la muerte, y de rehacer la vida de
los hombres.
178
Alguien, un hombre como nosotros, Jesucristo. Al-
guien, Jesucristo, el que esperamos que iba a deshacer es-
tas cadenas de mal y de muerte que inmovilizan a los hom-
bres, e iba a abrir de nuevo el camino que Dios quería para
todos: el camino del amor, el camino de la paz, el camino de
la unidad entre los hombres.
Él, Jesucristo, un hombre como nosotros, un hombre
que es el Hijo de Dios, reconstruyó ese camino: amando
totalmente, hasta dar la vida. Y así ahora los hombres, si lo
seguimos -empezando desde el momento en que recibimos
el bautismo que nos une a él- podemos aprender de nuevo
a amar, podemos liberarnos de las ansias de dominio que
llevamos dentro, podemos caminar de nuevo hacia el Reino
de Vida que Dios tiene preparado.

María.
Por Jesucristo, que es el hijo de María.
Por Jesucristo, que se hizo presente en este mundo
gracias al amor, a la fidelidad, a la generosidad de aquella
muchacha de Nazaret que se llamaba María. Porque Dios
quiso que María, la que tenía que traer a Jesucristo al mun-
do, la que tenía que ser el camino por donde entrase el que
liberaría a los hombres del mal y del pecado, fuera totalmen-
te, ya desde el principio, un camino limpio, un camino libre
del mal y del pecado que Jesús venía a borrar.
Por eso decimos que María es inmaculada: ella, por
gracia de Dios, nació libre de la marca del pecado. Y eso,
por encima de todo, es para nosotros un estímulo para ano-
tarnos de verdad, convencidamente, en la senda que Jesu-
cristo ha abierto. Es decir, para incorporarnos en la senda
del amor, que es capaz de deshacer y borrar el desbarajus-
te de nuestra historia24.

24 Cfr. J. Lligadas, Misa Dominical, 980, 23.

179
La llena de Gracia
Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo. Dios
ha querido una atmósfera acogedora, libre de pecado, para
su Hijo, y pensando en esta misión importantísima ha hecho
lo que parece imposible, excluir a María del pecado que
se transmite y heredamos en la historia del mundo. La que
iba a ser Madre de Jesús, Salvador, fue ella misma salvada
desde el momento de su concepción. Llena de gracia, el Se-
ñor sólo estaba con ella. Para Dios no hay nada imposible,
y cuando llama para una tarea concede el don. Nosotros,
cuando recibimos un encargo, medimos nuestras fuerzas.
Cuando es Dios quien tiene un plan, sólo cabe medir las
fuerzas de Dios.
Por eso, nuestra primera actitud ha de ser de asom-
bro, alabanza y gozo. Bendita tú entre las mujeres. Nada
esclaviza ni aparta a María de su fidelidad a Dios. Con plena
conciencia puede decir: Yo soy la esclava del Señor. Jesús
va a encontrar en María la acogida de un ser totalmente dis-
ponible al plan de Dios, generoso, lleno de cariño, abierto
hacia los demás, dispuesto al sacrificio que pide toda tarea
que tiene que ver con el Reino de Dios.
En vistas a su vocación de Madre de Jesús, Dios no
ha querido que participara como todos los hombres de la
herencia del pecado que ha ido cristalizando en el pecado
del mundo.

Acoger a Jesús
Pero nuestra alegría se convierte en perplejidad cuan-
do nos damos cuenta de que se ha encomendado a la co-
munidad cristiana hacer hoy presente a Jesús en el mundo.
Mundo en que existe pecado y hombres no exentos de ese
condicionamiento hereditario del pecado.
Quizá habrá que concluir que lo que a María se le con-
cedió como don, a nosotros se nos pide como tarea. Un
180
esfuerzo por liberar al mundo del pecado, por crear una at-
mósfera acogedora a la presencia de aquél que no puede
ser concebido en tierra de pecado.
Si Dios creyó necesario librar a María de la cadena
hereditaria del pecado en vistas al nacimiento de Jesús, la
comunidad cristiana debe esforzarse por luchar contra el
pecado para ofrecer un hogar digno al Salvador.
No se trata del pecado personal solamente. María
no tenía pecado personal, pero Dios consideró necesario
librarla de su parte en el pecado del mundo en vistas a la
salvación de Cristo. Tampoco la comunidad cristiana debe
contentarse con evitar el pecado personal, sino que debe
acumular sus esfuerzos en combatir los pecados del mundo
que impiden que Jesús se haga hoy presencia sentida en-
tre los hombres. Por eso no tiene sentido oponer el pecado
personal y el pecado estructural, el pecado de que nos sen-
timos culpables y el pecado acumulado en el mundo. Dios
mostró en María cómo para Jesús quería un lugar libre del
pecado personal y del pecado heredado y respirado como
una atmósfera en el mundo.
No tiene sentido decir que la comunidad cristiana sólo
debe esforzarse en la santificación personal, y que lo que
ocurra en las estructuras del mundo no es de su incumben-
cia. Buscar la justicia, la paz, la libertad, acompañar a los
marginados, curar a los enfermos, dar esperanza a los so-
litarios, desterrar de la vida económica las explotaciones,
ayudar al hombre a respirar a pleno pulmón en medio de
nuestra historia, es hacer retroceder ese pecado del mundo
incompatible con la presencia de Jesús. Ella fue liberada de
toda mancha de pecado para recibir a Jesús. Un don que
nos alegra. En su vida creó una atmósfera de gracia en la
que Jesús pudo cumplir su misión. La comunidad cristiana
recibe la misión de ganar terreno a la atmósfera de pecado,
el gran pecado del mundo que vamos heredando de gene-
ración en generación, para hacer posible la actuación de
Jesús.
181
¿Cómo será posible esto, a nosotros, hombres peca-
dores, débiles, que no podemos pretender contar con la
prerrogativa de María concedida una vez por todas en orden
a su maternidad divina? No nos faltará la gracia. Dichosos
nosotros, como ella, si creemos, porque aquello a que nos
ha llamado se cumplirá. Todo esfuerzo cristiano por hacer
vivir a los hombres en una atmósfera de amor, de esperanza,
de generosidad, de felicidad, en lugar de egoísmo, odio,
guerra, olvido, paro, es preparar hoy a Jesús una acogida, si
no igual, sí más cercana a la que María le ofreció por gracia.
Dios quiso liberar a María de toda herencia de peca-
do para ser Madre de Jesús. Y Dios quiere que hoy luche-
mos por hacer retroceder el pecado del mundo para que la
Iglesia alumbre a Jesús, el Salvador. Anunciamos la Buena
Noticia desde una postura de resistencia al pecado cristali-
zado ya en la historia, a la vez que evitamos aumentarlo con
nuestra propia vida25.
“Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucris-
to, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes
espirituales en el cielo, y nos ha elegido en él, antes de la
creación del mundo, para que fuéramos santos e irreprocha-
bles en su presencia, por el amor.
Él nos predestinó a ser sus hijos adoptivos por medio
de Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad, para
alabanza de la gloria de su gracia, que nos dio en su Hijo
muy querido.
En él hemos sido redimidos por su sangre y hemos
recibido el perdón de los pecados, según la riqueza de su
gracia, que Dios derramó sobre nosotros, dándonos toda
sabiduría y entendimiento.
Él nos hizo conocer el misterio de su voluntad, confor-
me al designio misericordioso que estableció de antemano
en Cristo, para que se cumpliera en la plenitud de los tiem-

25 Cfr. Dabar, 1985, 2.

182
pos: reunir todas las cosas, las del cielo y las de la tierra,
bajo un solo jefe, que es Cristo.
En él hemos sido constituidos herederos, y destinados
de antemano –según el previo designio del que realiza todas
las cosas conforme a su voluntad– a ser aquellos que han
puesto su esperanza en Cristo, para alabanza de su gloria.
En él, ustedes, los que escucharon la Palabra de la
verdad, la Buena Noticia de la salvación, y creyeron en ella,
también han sido marcados con un sello por el Espíritu San-
to prometido.
Ese Espíritu es el anticipo de nuestra herencia y pre-
para la redención del pueblo que Dios adquirió para sí, para
alabanza de su gloria” (Ef 1,3-14).

La Virgen de las tres manos


Las Iglesias orientales tienen múltiples y muy bellas
representaciones de María. Una de ellas, muy peculiar, es la
de «la Virgen de las tres manos». La historia de este curioso
icono parece remontarse al siglo VIII, época en que en el
Imperio de Constantinopla hubo una fuerte polémica entre
los defensores y los detractores de los iconos.
En esta lucha se distinguió un gran defensor de los
iconos, Juan, natural de Damasco. El emperador León Isáu-
rico, que se oponía a los iconos, le cortó la mano derecha y
la expuso en público. Cuenta la leyenda que Juan, durante
la noche oró ante un icono de María, prometiendo que usa-
ría siempre la mano derecha en servicio de la Virgen si la
recuperaba.
Así sucedió y, en agradecimiento, aquel Juan Damas-
ceno, además de componer muchos himnos y homilías en
honor de María, hizo colgar como exvoto sobre el icono ante
el que había orado, una mano de plata. De ahí surgió ese
peculiar icono que se conserva en el monte Athos y del que
existen numerosas copias.
183
La historia es bonita, como tantas otras leyendas y tra-
diciones del pasado que muestran la devoción del pueblo
cristiano hacia la madre de Dios. Como ya saben, los dos
últimos dogmas marianos: el de la Inmaculada y el de la
Asunción de María, han brotado, de una forma muy impor-
tante, de la fe del pueblo cristiano.
Incluso en el dogma de la Inmaculada concepción,
hubo grandes santos que consideraban que la Virgen María
no necesitaba este título.
Especialmente representativo es san Bernardo, un
hombre que se distinguió por su gran fervor mariano y que
insistía en que María no necesitaba de este título que los
fieles querían atribuirle. La gran dificultad de los teólogos
medievales para admitir la concepción inmaculada de María
era la necesidad universal de la redención de Cristo: todos
los hombres, también María, necesitaba esa redención.
Fue la piedad popular la que intuyó que esa mujer, a
la que el libro del Génesis presentaba estableciendo hostili-
dades con la serpiente, era un primer evangelio, una primera
buena noticia, de la que iba a ser madre de Dios y, también, in-
maculada. El pueblo cristiano intuyó aquello que luego formu-
laría académicamente la teología con la pluma del franciscano
Duns Scoto: “Potuit, decuit, ergo fecit» («Dios tenía poder para
hacerla inmaculada; era conveniente que así lo fuese la que
iba a ser madre de Dios y, por tanto, así lo hizo Dios”.
Es un argumento, que parece frío e intelectual en su
formulación, pero que expresa la valoración del pueblo sen-
cillo hacia la madre en general y, en concreto, hacia la des-
tinada a ser madre de Dios.
En la Carta a los efesios se presenta el destino final
al que están llamados los cristianos. Hay un término que se
repite hasta tres veces: “En la persona de Cristo”. Porque es
“en la persona de Cristo” en la que los cristianos nos sen-
timos llamados, elegidos y destinados a la plenitud de los
hijos de Dios.
184
Vendrá un día en que todo seguidor de Cristo llegará
a esa plenitud. Mientras tanto, proclamar a María Inmacula-
da es afirmar que, «en la persona de Cristo», ella fue ben-
decida plenamente con toda clase de bienes espirituales y
celestiales; fue elegida para ser santa e irreprochable por el
amor; fue destinada a la plenitud de la gracia.
Por eso es, sin esperar al fin de los tiempos y desde
su concepción, inmaculada, la sin pecado. Y todo ello, «en
la persona de Cristo», por los méritos de Cristo, por el que
nos viene la redención universal. Lo que Dios podía hacer
-potuit-; lo que era oportuno que hiciese -decuit-; realmente
lo hizo en María -fecit- «en la persona de Cristo».
La iconografía de la Iglesia occidental no es menos
bella que la oriental en la representación de María. Y uno tie-
ne que pensar en las maravillosas Anunciaciones de aquel
fraile dominico, el beato Angélico de Fiesole, que según la
tradición pintaba de rodillas. No son representaciones de la
Inmaculada -como las famosas Purísimas de Murillo-, pero
están reflejando la pureza, la inocencia de María.
Fue precisamente al recibir el mensaje del ángel cuan-
do María escuchó una alabanza, que es otra forma de lla-
marla inmaculada: kecharitomene, la «llena de gracia». Y se
dio ese título no a una muchacha vestida como las damas
florentinas, ni en los bellos jardines de la Toscana que pin-
taba Fray Angélico. Fue en una pobre gruta, como la de la
cripta de la Basílica de la Anunciación en Nazaret, donde
María recibió ese título de «llena de gracia», que es otra
forma de llamarla -ahora de manera positiva- inmaculada.
Hoy confesamos a María «Inmaculada», de la misma
forma que el pueblo cristiano español la llamó «Purísima». Y
ese nombre suscita resonancias profundas en nosotros: nos
sentimos atraídos por la limpieza, la frescura, la inocencia
y la verdad de aquella mujer en que se hizo realidad ple-
na esa santidad a la que lo mejor del corazón humano se
siente elegido y destinado. Cuando hay en nosotros tanta
ambigüedad, tanto deseo inconfesado, tanta hipocresía y
185
falsedad, tanto barro y miseria..., sentimos la atracción por
la verdad pura de la que fue Inmaculada, Purísima.
Pero María no sólo fue negativamente inmaculada, la
sin-mancha, la sin-pecado.
María, como dice la Carta a los efesios, fue santa e
irreprochable en el amor. María fue mucho más que inconta-
minación, pureza o inocencia. María fue sobre todo «irrepro-
chable en el amor», y el amor es mucho más que la inconta-
minación, que la falta de pecado. Amor es entregarse a uno
mismo, es volcar la propia vida en los otros. Si Jesús llega
a afirmar que a María no le habría valido para nada haberle
llevado en su vientre, si no hubiese cumplido la voluntad de
Dios, creo que también podemos decir que de nada le hu-
biese valido haber sido la «sin-mancha», si no hubiese sido
irreprochable en el amor, si no hubiese vivido positivamente
todo lo que el amor significa. Por eso el mismo evangelio
de la anunciación, que la llama «llena de gracia», continúa
con el relato del viaje apresurado de María a servir y a dar
alegría a su prima Isabel en la montaña de Judea. Eso es ser
“irreprochable en el amor”.
Es lo que refleja la contemplación de las manos de
María: manos cálidas y fuertes de María que acariciaron y
sostuvieron a su Hijo..., «pero manos callosas, endurecidas
por el voltear de la piedra que muele el trigo, o por el partir
de la leña del fuego. Manos ásperas y cortadas del agua
fría del río. Manos manchadas de grasa y de hollín. Manos
temblorosas cerrando los ojos del esposo querido. Manos
que desearon ser de pluma y algodón para recibir el cuerpo
llagado del hijo bajado de la cruz». Así fueron también las
manos de María y no sólo las que pintaron Murillo o el beato
Angélico de Fiesole.
Podríamos hoy decir que, ya que estamos lejos de la
inocencia, de la verdad, de la limpieza de María Inmacula-
da, intentemos luchar para imitarla en el amor; un amor que
tendrá ciertamente ambigüedades, incoherencias, miserias.
186
Porque no podemos imitar a las manos inmaculadas
y sin mancha que pintaban Murillo o Fray Angélico, pero sí
podemos luchar por vivir en el amor con las manos mancha-
das de grasa o tierra, de ambigüedad e intereses propios,
abiertas por nuestras resistencias y luchas interiores ante
las exigencias del amor.
Desde ahí adquiere un nuevo símbolo aquel icono de
la Virgen de las Tres Manos de Juan de Damasco. Algunos
la han interpretado como la mano protectora de la madre de
Dios que nos ayuda en nuestras necesidades, como hizo
con san Juan Damasceno.
Esa mano puede ser hoy también nuestra propia ma-
no; una mano no de plata sino manchada de ceniza y grasa,
que no es santa e irreprochable en el amor, pero que intenta
ser una mano fuerte, una mano amiga, una mano que sirve,
una mano que ama26.

26 Cfr. J. Gafo, Dios a la vista, 1994. Pág. 396 ss.

187
Nombre de María
Es tan dulce y tan suave,
tan tierno y poderoso,
tan cristalino como el agua pura,
como el vuelo de un ave,
pronuncio silencioso
tu nombre que la vida me asegura.

Nombre de virgen bella,


de aurora reluciente,
de noche en luna llena iluminada,
de fulgor y de estrellas,
de amor resplandeciente,
que deja la montaña sonrojada.

Nombre de prado herido


en la luz de la aurora,
de arroyo cantarino, fresco y puro,
de bosque enmudecido,
o de rosa sonora
que canta en su color al valle oscuro.

Nombre de Madre y tierra


que protege y sustenta,
que nutre la canción del mar salado,
que la virtud encierra
y el anhelo alimenta
de entrañas de un amor apasionado.

188
Proclaman tu pureza
Proclaman tu pureza
la luna y la frescura
de la brisa que llega tan fresca desde el mar
y exalta la grandeza
de toda la hermosura
el Aliento del cielo que me invita a alabar.

Sin mancha y sin pecado


mi Dios te ha concebido
para ser Virgen-Madre de su Verbo ancestral
que en carne anonadado
por salvarme ha venido
y escondió en un pesebre su gloria celestial.

Tan pura como el cielo


de una noche estrellada
o como el agua limpia de un claro manantial,
eres tú mi consuelo,
mujer glorificada,
reflejo de la gloria del mundo celestial.

Ruega por siempre, Madre,


por los que aún caminamos
y somos peregrinos en busca de tu paz,
si al Hijo con el Padre,
en su Soplo adoramos
y tan sólo anhelamos nos revele su faz.

189
Salve “Palacio de Dios”
Salve “Palacio de Dios”
creatura primordial, divinizada,
hoy te consagro mi voz
¡Oh María inmaculada!
¡Oh Madre de la gracia regalada!

Tabernáculo del Rey,


del Pastor de Israel humanizado.
Protectora de su grey,
del pueblo fiel rescatado
en la llaga bautismal de su costado.

Primogénito vergel,
virgen pura en la luz de su mirada.
¡Salve madre de Israel!
de la nación consagrada
en la sangre del Hijo edificada.

¡Salve, hija de Sión!


¡Salve, templo de Dios y lugar santo!
¡Salve, alabanza y canción!
del Espíritu, su encanto;
¡Protégeme al amparo de tu manto!

Iglesia en su fiel misión,


Arca de la Alianza realizada
en la cruz de la Pasión,
en Espíritu sellada,
Tierra Virgen y mística morada.

190
Inmaculada
Con la luna a tus pies,
con el Sol de justicia en tus entrañas,
eres flor de la mies,
del Dios de las montañas,
de Aquel que con su Amor
ha vencido la muerte y el dolor.

Coronada de luz,
estrellas te rodean y embelezan,
la Madre de Jesús
a tus pies ya florecen
los campos y trigales
regados con tus ojos celestiales.

Esposa del Amor,


del Soplo, del viviente que unge el templo,
del único Señor
que enciende el firmamento,
dador y don de vida,
manantial de carismas y alegría.

Inmaculada y fiel,
Señora del que reina soberano
en tus ojos la miel
del Dios que se hizo humano,
de Jesús Salvador,
que proclamo, en victoria, mi Señor.

191
Corazón inmaculado
Tu corazón me invita
a amar de un modo nuevo,
María madre y virgen consagrada,
pues dios en él habita,
de Jesé es el renuevo,
su Espíritu te deja transformada.

Presencia inmaculada,
sin mancha, en su pureza,
el Verbo de la Vida hecho presencia,
eres cuna sagrada
para su fiel realeza,
pues Él quiso habitar mi contingencia.

Feliz porque has creído


con tu fe firme y pura,
la Palabra en tu seno renovada,
para mi vida has sido
la madre que asegura
la luz que la mantiene iluminada.

¡Tan casto, inmaculado!


Tu corazón se ofrece
y es abrazo, acogida, paz, ternura,
y es el templo sagrado
de un Amor que estremece
y la vida, por siempre, me asegura.

192
Amando tu inocencia
Amando tu inocencia
se clavó su mirada en tu figura
y se hizo permanencia
de gracia y de ternura
encendiendo en tu rostro su hermosura.

Te acuna su clemencia
y sus brazos sostienen tu misterio
Él llena tu indigencia
de Amor en cautiverio
¡Oh rosa florecida de su imperio!

Tu Dios te ha bendecido
desde el eterno arcano de la historia
en ella te ha elegido
forjando tu memoria
en la alabanza plena de su gloria.

Tu seno ha concebido
por obra de su dedo victorioso
a Aquél que ha decidido
ser el divino Esposo
del alma que se entrega y es su gozo.

193
Predestinación
Predestinada en Amor,
preservada de la culpa del pecado,
acrisolada en dolor
por el Dios que se ha humanado
Aquel que está en tus brazos entregado.

En tus labios el color


del ámbar matutino entrelazado
en pétalos de una flor
de rojo fuego encarnado
el fuego que en tu seno se ha quedado.

Santa por tu concepción;


Espíritu que envuelve en su presencia,
Inmaculada canción
que se vuelve permanencia
del Dios que se ha entregado en su clemencia.

La paz en tu corazón
palpita con el ritmo de la ausencia
y serena, la creación
que contemplas con tu ciencia
penetrando los misterios de su esencia.

María, es tu condición,
ser consuelo en la indigencia
abrirnos el corazón
en tiempo de contingencia
envueltos en tu manto de indulgencia.

194
Esposa del Esposo...
Esposa del Esposo,
del Espíritu Santo prometido
su cántaro y su gozo
transformado tu vino
en la sangre del hombre redimido.

María Inmaculada
Esposa del Espíritu donado
Iglesia engalanada
de perlas y brocado
del don desde los cielo derramado.

Esclava y siempre Madre


ungida con la unción que hace los santos
predilecta del Padre
alegría y encanto
de Aquel que te ha cubierto con su manto.

Sagrario en el que mora


el Cristo en los profetas anunciado
Iglesia que atesora
su don resucitado
Espíritu a los hombres entregado.

Cortejo de virtudes
los ángeles en coro te proclaman
te cantan multitudes
seráficos , te aclaman,
los astros que en tu cielo se engalanan.

195
Hoy, Madre…
Hoy, Madre, yo te entrego
el amor que me has dado,
el Hijo que engendraste con tu cuidado fiel,
y libre del apego,
estoy aquí postrado,
ofreciéndote el mundo que permanece infiel.

En tu manto me envuelves
de estrellas azuladas,
de plegarias ingentes e intercesión fontal,
y con él me devuelves
las horas devanadas
en los atrios del templo del Amor celestial.

Eres Virgen fecunda


que en tu pasión y entrega
ofreces al Mesías, divino Salvador,
tu mirada profunda
en mis ojos se queda
anidando la dicha que ha vencido el dolor.

Te consagro mi vida,
María Inmaculada,
eres perla preciosa del mar de mi Señor,
tú has sido preferida
y del mal preservada
para ser Madre pura consagrada en su honor.

196
Soy esclava y señora
Soy esclava y señora,
Virgen pura y doncella,
un vaso que ha elegido y consagrado
el Dios que me enamora
y me ha hecho tan bella,
mi Señor y mi Esposo bien amado.

De su gracia estoy llena,


en su Amor encendida,
soy lámpara que alumbra en la tiniebla,
y su Don me hace plena,
ante Él quedo rendida,
hacia Él camino en medio de la niebla.

Su Don me hizo preciosa,


me libró del pecado,
me entregó la pureza de la aurora,
y soy la flor hermosa
del jardín del Amado,
que a los hombres cautiva y enamora.

Soy Madre y soy Esposa,


soy canto y alabanza,
mi ser es adorarlo eternamente,
su Don, en Mí, reboza,
y animo tu esperanza
bendiciendo tus pasos, simplemente.

197
Te pensó inmaculada
Te pensó inmaculada,
sin mancha ni pecado
el Dios que te hizo madre desde siempre,
de luz engalanada,
y el sol hecho brocado
adornando tu seno de repente.

Más pura y más hermosa


que la luna en el cielo,
que canta, por la noche, tu inocencia,
eres la flor preciosa
que aroma de consuelo
y nos trajo, del Padre, su clemencia.

Mujer apasionada
de un pueblo consagrado
a adorar al Viviente en cada cosa,
eres niña elevada
en el Don del Amado
con el candor sublime de una rosa.

Inmaculada Reina,
eres Tú la elegida,
arca sublime de la Nueva Alianza,
y la canción más tierna
que fuera concebida
en la cuna que acoge la Esperanza.

198
Predestinación
Rosa de sol, aurora que, encendida,
en la fuente de Unción y de Belleza
engendra en el tiempo la realeza
de Aquel que te ha amado sin medida.

Flor del Amor eterno y encarnado


ha elegido tu vientre matutino
para entrar en la historia peregrino
y quedarse, en tus brazos, acunado.

Madre del Sol, bendita primavera,


Esposa del Espíritu Divino
Virgen de luz que enciendes el camino
del hombre que en tu gloria te venera.

Elegida en la cumbre de los tiempos


en la noche de la tierra serenada
en tu vientre de niña hizo morada
el Señor de señores en tu templo.

Ruega por mí, aurora enaltecida


intercede ante el rey que en tu regazo
ha querido desposar en un abrazo
la humanidad doliente y mal herida,.

199
Predestinada
Antes que el sol naciera en su hermosura
y que el valle en su vida floreciera
Antes que el alba en su fulgor te viera
y el cielo recortara tu figura.

Antes que el cielo te cante con su luna


y las estrellas brillen en la noche
antes que el aguacero en su derroche
llene los ríos que su voz acuna.

Desde siempre y para siempre la elegida


para ser madre y templo de justicia
para darle al que aguarda la noticia;
de la espera consumada, prometida.

Resplandece tu Nombre y nace un nuevo día


y susurra la brisa tu inocencia
en tu seno se acuna la clemencia
y los ángeles te cantan, Oh María.

Predestinada en Amor y consagrada


para ser Madre del Verbo de la vida
de la Palabra en tu carne entretejida
de la Victoria, por siempre pronunciada.

200
Nacimiento de María
Envuelta con pañales de ternura
dos jazmines perfuman tu misterio
pues ha llegado el fin del cautiverio
y aroma la mañana tu frescura.

Adornada con gotas de roció


con pétalos de sol te envuelve el alba
con frescura de abetos y de malva
te vistes con la luz que ya ha vencido.

La noche se retira y deja al día


la misión de cuidar tu cuerpo frágil
los ángeles te acunan y es muy fácil
descubrir en la rosa su alegría.

Ha nacido en el huerto una azucena


perfumada en la brisa de la aurora
cultivada por Dios, ya se enamora
de Aquel que ha preservado su alma buena.

María de la luz inmaculada


estrella de Sión, luz del camino
la gloria entretejida en tu destino
te deja, con su beso, iluminada.

201
Antes...
Antes de que el tiempo te diera la existencia
antes que en la vida cuajara tu hermosura,
antes que en la luna brillara tu figura,
Dios ya te conocía, Mujer, en su clemencia.

Antes que las flores te dieran su perfume


y la mañana envuelta en perlas de rocío
tejiera su rosario en rosas florecido,
un ángel te envolvía en fuego que consume.

Eternamente amada, oh Madre de la vida


y en el Amor soñada, oh perla sin mansilla,
las olas del Inmenso besando tus orillas
Oh Madre del viviente que esperas su venida.

Desgranas en tus manos, horas y destino,


en tus ojos destella el fuego de la noche
no hay en tus labios duda, queja ni reproche,
recorres entregada y silente tu camino.

María de la vida, tu fe me ha renovado,


tu esperanza sin duda, tan fuerte y silenciosa
mujer en que se enhebran la espina con la rosa
a tus pies agradece el mundo restaurado.

202
María inmaculada
María inmaculada,
la camelia más pura,
madre del sol, destello de la luna,
eres virgen amada,
de adorable ternura,
resplandeces de luz como ninguna.

Discípula de amor,
y arca preparada
que contiene la Alianza nueva y santa,
conoces el dolor,
la bondad desgarrada
y por eso mi alma a Ti te canta.

Esclava del Señor


que llevaste en tu seno,
de Aquel que en el Amor me ha rescatado,
eres aroma y flor
del Santo, del Dios bueno,
del Espíritu Santo que te ha dado.

Te canta el ruiseñor
su música primera,
el zorzal te engalana con sus notas,
y te ofrece su ardor
la nueva primavera
que surge cuando el mal en Él derrotas.

203
La llama del Amor
La llama del Amor arde en tu seno
maría la más pura, Inmaculada
La Virgen desde siempre consagrada
por el designio divino del Dios bueno.

La llama de su luz arde en tu pecho


la antorcha trinitaria que me enciende
es el fuego del Dios que me trasciende
y ahuyenta al enemigo con su acecho.

Madre de Dios, María, Esposa Santa


fidelidad de mujer acrisolada
en gracia del Altísimo colmada
la creación en los ángeles te canta.

Madre de luz, Madre del Bien, Madre de fuego


bendice mi existencia atribulada
a ti vengo, María, madre amada
quiero ser, de tu Amor, el pregonero.

Bendice mi camino, hoy te ruego


Mujer que me has traído el Pan de Vida
eres Madre de Vida y alegría
bendición que se entrega al mundo entero.

204
Los grillos, los violines...
Los grillos, los violines y su encanto
la mañana tranquila al sol despierta
y la puerta del huerto queda abierta
al paso de la luz del cielo santo.

Acaricie tu dedo mi semblante


y el roce de tu rayo se haga herida
del Amor que en el alba es llama viva
y huella de tu paso palpitante.

Consuelo matinal de aurora nueva


un Soplo angelical, puro misterio
revelando la herida del cauterio
que, amoroso, en tu herencia me recrea.

Son voces de tu Aurora en primavera


que despierta al Amor en tu camino,
desposorio que marca mi destino
volviéndose en tu mano pura entrega.

Bendito seas Señor, Dios de la gloria


fidelidad de un canto en luz del alba
la sílaba de un salmo que me salva
y se queda impregnada en mi memoria.

205
Tus horas de silencio…
(Jesús encarcelado)
Tus horas de silencio,
una cárcel a oscuras,
tu madre que te busca, llanto ahogado,
ensangrentado el lienzo,
y el dolor desfigura
la belleza en tu rostro atormentado.

Hay dolor y plegaria,


dispersión y fracaso,
el miedo, a tus discípulos, agota,
es pasión trinitaria,
mañana con ocaso,
sentimiento de muerte y de derrota.

Estás encarcelado
y mi luz ya vacila,
intento comprender pero no puedo,
mi amor desfigurado
y una noche tranquila
se volvió la penumbra en que me quedo.

Tiniebla y tempestades,
huracán silencioso
y mi pecho oprimido en su congoja,
mañana en soledades,
torturado el Esposo,
y mi rostro en tus lágrimas se moja.

206
Corre sangre en el río...
Corre sangre en el río de la vida,
es Raquel que llora a sus pequeños,
la mano del tirano hirió su sueño,
maternidad en lágrimas hundida.

Pura inocencia en sangre derramada,


llora Raquel, sus hijos ha perdido,
el príncipe del mal ha perseguido
al Hijo de la luz con cruel espada.

Huyen José y María con su Hijo,


el exilio atenaza su camino,
la cruz del desamparo en su destino
y en Egipto se encuentra su cobijo.

Sangre inocente, cruel, la espada vierte,


martirio y luz se toman de la mano,
y un Mesías se yergue soberano
sobre las fauces negras de la muerte.

Sangre inocente y santa que proclama


la santidad de Aquel que vence el tiempo,
Amor vertido en ríos de lamento,
es Raquel que consagra a los que ama.

207
Tu Madre, en soledad
Tu Madre, en soledad,
contempla, traspasada,
la cruz en que la única verdad,
en llagas de impiedad,
está crucificada;
se anonada tu eterna potestad.

En tu dolor ungida,
la Madre del Amor,
se arrodilla a tus pies y está clavada,
tu llaga y tus heridas
le ofrecen el sabor
de la vida que queda anonadada.

Silencio y soledad,
calvario y beatitud,
su corazón, de Madre dolorosa,
hoy sufre la crueldad
que quiebra mi laúd,
sangrantes las espinas en la rosa.

Ungida en sangre y miel,


a los pies de tu herida, silenciosa,
la Madre del Amor y de la entrega,
lleva la espada cruel,
la herida en que reposa,
la razón de la fe que en Dios espera.

208
Me pregunto, María…
Me pregunto, María, si su cuerpo en tus manos,
de pan blanco y cocido,
silencioso y callado,
te acaricia realmente o te mira en silencio,
es cuerpo de tu amado,
de Aquel que ha padecido,
para salvar al mundo, a ti y a tus hermanos.

Me pregunto, María, si el niño se ha dormido


en tus brazos de madre,
en tu regazo ardiente,
si en tu pecho alimenta el cuerpo en que ha venido,
para sufrir doliente,
para servir al Padre,
para ofrecer su sangre de corderito herido.

Me pregunto, María, qué se siente abrazado,


ya muerto desangrado,
suspendido en tus brazos,
ya no es un niño frágil y fue crucificado,
allí está hecho pedazos,
mi Amor, amortajado,
hoy vengo a tu presencia, al altar a adorarlo.

Me pregunto, María, cuando ves en tus manos


el cuerpo silencioso
del niño que ha vencido,
de ese blanco cordero que está resucitado,
si escuchas su balido,
si ya ves el Esposo
de la Iglesia triunfante y es mi fiel soberano.

209
María
A los pies del madero
la Madre se deshace en dolor tierno,
redime al mundo entero
el Hijo en el invierno
de un Amor que desciende a los infiernos.

La cruz de la ignominia
se yergue como mástil de esperanza,
comienza la vendimia
que traerá la alabanza
del mundo que le entrega su confianza.

Espíritu esperado
del que nace la Iglesia, Madre mía;
soy discípulo amado
que vida nueva ansía,
que está de pie y espera tu alegría.

Yo recibo a tu Madre
como legado fiel y testamento,
ella, el cielo, me abre,
y del abatimiento
me levanta y cuál madre da sustento.

Es Iglesia que acoge,


esposa del Espíritu que aviva
y mujer que recoge
el deseo de vida
del pobre que, en Ti, clama y que te ansía.

210
Descendimiento
Está tibio tu cuerpo,
te bajan de la cruz que nos has dado,
el Espíritu cierto
del Amor entregado
que en esa cruz gloriosa has espirado.

Tu Madre te recibe
a los pies de tu cruz está doliente,
y en ella se percibe
el Amor trascendente
que en sus ojos se entrega totalmente.

El discípulo amado
la recibe en su vida y la hace suya,
está justo a su lado,
deja que el Amor fluya,
renacido en tu sangre, es obra tuya.

Son la Iglesia naciente


que tiene en esa cruz árbol de vida
y bebe ávidamente
tu vino y agua viva
que brotan de la hondura de tu herida.

Pentecostés ungido,
Espíritu en tu Soplo entregado,
tu cuerpo descendido
y huracán desatado,
el mundo ya en tus llamas inflamado.

211
La oración de Jesús en el huerto
Suplicante, tu rostro ensangrentado,
la cruz al horizonte, en el silencio
el monte del olivo y del incienso
y el Padre de la Vida está callado.

Tu Madre, el corazón atravesado


la espada del dolor abre su pecho
misterio de pasión y luz te has hecho
tu voluntad, al Padre, has entregado.

Cadenas y prisión, silencio y muerte


mordiente la tiniebla y el pecado
el príncipe del mal quiere perderte.

Tu corazón ya está crucificado


la indómita pasión quiere vencerte
el Verbo, en la tiniebla, está encerrado.

212
La flagelación
El flagelo del mal, tu pecho herido
asumes la injusticia de los hombres
al juicio de Pilato corresponde
la victoria de un Dios que se ha escondido.

Los ojos de tu Madre lloran sangre


firmeza y compasión, dolor y pena
fecunda con sus lágrimas la arena
martirio virginal al contemplarte.

Los surcos en tu cuerpo que se abren


la Palabra callada, negro el cielo
el hierro abre las venas que te arden.

Los esputos del hombre y el consuelo


de los ojos heridos de tu Madre
que, henchidos de dolor, gritan al cielo.

213
La Corona de espinas
Rey de gloria, de espinas tu corona
clavado está en tu mente mi pecado
te contemplo reinando ensangrentado
y el dolor, en tu herida, se aprisiona.

La Virgen que te mira, erguida y firme.


Compadece su alma tu figura
tu sangre la bendice, es agua pura.
El tentador que quiere confundirme.

Coronada de espinas, tu realeza


tu rostro tan sereno destrozado
marchita está la fuente de belleza.

El siervo de Yahvé, desfigurado


sólo Ella comprende tu grandeza
y reinas con un manto de granado.

214
El Camino de la Cruz
Camino de la cruz hacia el calvario
tu Madre que te sigue, destrozada,
sin palabras, sin voz, anonadada,
contempla el sufrimiento solitario.

Les dejas tu semblante en un sudario


el Amor te acompaña y no te deja
sin aliento, sin llantos y sin queja
recorres un camino milenario.

La cruz de la injusticia que te oprime


los vicios y pecados que cargaste
fueron los míos, tu sangre los redime.

En un árbol de vida los clavaste


tu Amor transfigurado los suprime
y al Padre un mundo salvo le entregaste.

215
La crucifixión
Clavado en una cruz nos perdonaste
primicia fue un ladrón arrepentido
tu corazón de luz estaba herido
y en un suspiro, Vida le entregaste.

Tu Madre está a tus pies, amor sublime


bautizada en la sangre de tu pecho
el suyo, en el amor, está deshecho,
en la savia del Hijo que redime.

Tu Espíritu le entregas, tierra Santa,


Iglesia que a tus pies nace fecunda,
y en la cruz de la vida se levanta.

Un discípulo fiel que la secunda


su Amor no te abandona ni se espanta
tu gracia lo transforma y ya lo inunda.

216
La Resurrección
Truena el sepulcro, vencida ya la muerte
el Padre, su victoria, es ya la Vida
estalla como luz de mediodía
el alba del Cordero y quiere verte.

Quiere mirarte y decirte: -¡Estoy con vida!


Quiere abrazarte, Madre, y consolarte
de luz y de su gloria coronarte
y plasmar en tu rostro su alegría.

A Magdalena, Iglesia esposa, quiere hablarle


enviarla a los discípulos perdidos
enjugar su dolor y consolarle.

Quiere a Pedro abrazar arrepentido,


sus llagas luminosas regalarle
y mostrarles que el Maestro ya está vivo.

217
La Ascensión
Al Padre Yo me vuelvo y los envío.
Vayan al mundo, anuncien lo ocurrido
lo que el Hijo del hombre ha redimido
que está resucitado y está vivo.

Levanten al humilde y abatido


prediquen a los pobres mi Evangelio
liberen al que sufre cautiverio
al esclavo, al pecador, al oprimido.

Bendigan y perdonen los pecados


en mi nombre bauticen, sanen, sufran,
Yo les dejo a mi Madre en fiel legado.

Que el Soplo de la Vida los conduzca


son los enviados del Resucitado
me encontrarán en la cena si me buscan.

218
Indice

El Autor ........................................................................... 5
A modo de prólogo ........................................................ 7
Introducción mariana . ................................................... 14
Madre . ............................................................................ 23
Siempre virgen ............................................................... 32
Indigno siervo… .............................................................. 41
Eres Arca de Dios… . ...................................................... 42
Madre del Sol .................................................................. 43
Corazón eucarístico... ..................................................... 44
Madre del Verbo . ............................................................ 46
Bendito el vientre... ......................................................... 47
Como un sol escondido .................................................. 48
La belleza se hizo carne ................................................. 49
Un rayito de luz... ............................................................ 51
Se alumbra un sol… ........................................................ 53
En la noche una estrella… .............................................. 54
Un niño nos ha nacido… . ............................................... 55
Eres Madre de Dios . ....................................................... 56
Noche buena . ................................................................. 57
De la paz anunciada ....................................................... 58
María, madre de Dios . .................................................... 59
Niño Frágil ....................................................................... 60
¡Oh Emmanuel! ............................................................... 61
Hay una perla preciosa... ................................................ 62
En la noche una luz… ..................................................... 63
El seno de tu madre… .................................................... 64
Te estrecha suavemente ................................................. 65
Hermosa, te contiene… .................................................. 66
219
Soy madre de la aurora… ............................................... 67
San José . ........................................................................ 68
Abres el seno… . ............................................................. 69
Balido de cordero… ........................................................ 70
La noche en su silencio .................................................. 71
Navidad ........................................................................... 72
Los ángeles… ................................................................. 73
Noche buena . ................................................................. 74
Estoy buscando… ........................................................... 75
Y te envolvió en pañales… . ............................................ 76
El Verbo se ha humanado… ........................................... 77
Vengo en la noche… ....................................................... 78
¿A quién han visto pastores? .......................................... 79
Entre la fronda helada… ................................................. 81
Hay un niño que llega... .................................................. 82
Nacimiento ...................................................................... 83
Inocentes . ....................................................................... 84
La Adoración de los Magos ............................................ 85
Epifanía ........................................................................... 86
Desde el Oriente... .......................................................... 87
Es el Señor... . .................................................................. 88
Exilio... ............................................................................. 89
El Niño Jesús hallado en el templo ................................. 90
Hay llanto y alarido… ...................................................... 91
Alumbra la mañana ......................................................... 92
En tu pecho ..................................................................... 93
Eres la estrella... .............................................................. 94
Hoy se renueva el día ..................................................... 95
La mañana... ................................................................... 96
María te contempla ......................................................... 97
La anunciación del Señor .............................................. 98
La Anunciación ............................................................... 107
Anunciación .................................................................... 108
La Visitación .................................................................... 109
220
Feliz me llamarán ............................................................ 110
Visitación ......................................................................... 111
Meditabas... .................................................................... 112
El nacimiento ................................................................... 113
Presentación en el templo . ............................................. 114
Jesús perdido y hallado en el templo ............................. 115
María del Espíritu... ......................................................... 116
Arca de salvación... ........................................................ 117
Aroma del paso del Altísimo... ........................................ 118
Camelia angelical... . ....................................................... 119
De la Iglesia naciente... . ................................................. 120
El manto del Señor .......................................................... 121
El triunfo de la vida . ........................................................ 122
María, Madre y Reina ...................................................... 123
Pentecostés . ................................................................... 124
Bautismo del Señor ......................................................... 125
Las Bodas de Caná ........................................................ 126
El Anuncio del Reino ....................................................... 127
Transfiguración . .............................................................. 128
Eucaristía . ....................................................................... 129
Mujer de eternidad . ........................................................ 130
¿Qué es el hombre? ........................................................ 131
Rosa Mística .................................................................... 132
Rocío del alba ................................................................. 133
Rumias... ......................................................................... 134
Señora de la paz ............................................................. 135
Tabernáculo del cielo ...................................................... 136
Todo es bendición ........................................................... 137
Tú eres la montaña… ...................................................... 138
Tú quemas en su Amor... . ............................................... 139
Tu seno unificado ............................................................ 140
Un ángel de oro .............................................................. 141
Visitación ......................................................................... 142
Aparición… ..................................................................... 144
221
Asunción de María ......................................................... 145
Asunción de María .......................................................... 155
El cielo te recibe… .......................................................... 156
Eres Iglesia… .................................................................. 157
Coronación ...................................................................... 158
Toda vestida de Sol ......................................................... 159
Asunción de María .......................................................... 161
Dormición ........................................................................ 162
Dormición II ..................................................................... 163
Estás brillando en el cielo... ............................................ 164
Asunción y Coronación ................................................... 166
Ya bajan… ....................................................................... 167
En las fuentes del Nilo… ................................................. 168
Mi madre y mis hermanos (Mc 3,31-35) ......................... 169
La Madre del Amor… ...................................................... 171
Mi canto glorifica ............................................................. 172
Un vientre puro y santo ................................................... 173
Tu sí… . ............................................................................ 174
En el cielo… .................................................................... 175
La Inmaculada Concepción ........................................... 176
Nombre de María ............................................................ 188
Proclaman tu pureza ....................................................... 189
Salve “Palacio de Dios” . ................................................. 190
Inmaculada ..................................................................... 191
Corazón inmaculado ....................................................... 192
Amando tu inocencia ...................................................... 193
Predestinación ................................................................ 194
Esposa del Esposo... ...................................................... 195
Hoy, Madre… .................................................................. 196
Soy esclava y señora ...................................................... 197
Te pensó inmaculada ...................................................... 198
Predestinación ................................................................ 199
Predestinada ................................................................... 200
Nacimiento de María ....................................................... 201
222
Antes... ............................................................................ 202
María inmaculada . .......................................................... 203
La llama del Amor ........................................................... 204
Los grillos, los violines... ................................................. 205
Tus horas de silencio… (Jesús encarcelado) ................. 206
Corre sangre en el río... . ................................................. 207
Tu Madre, en soledad ..................................................... 208
Me pregunto, María… ..................................................... 209
María ............................................................................... 210
Descendimiento .............................................................. 211
La oración de Jesús en el huerto . .................................. 212
La flagelación .................................................................. 213
La Corona de espinas ..................................................... 214
El Camino de la Cruz ...................................................... 215
La crucifixión ................................................................... 216
La Resurrección .............................................................. 217
La Ascensión . ................................................................. 218

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Este libro se terminó de imprimir en el mes de septiembre de 2013,
en Mundo Gráfico S.R.L., Buenos Aires, Argentina.

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