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Tabla de contenido

Relaciones especiales: el hogar de la culpa...............................................................................................3


Parte I - Introducción...........................................................................................................................4
Gráfico utilizado..................................................................................................................................5
Parte II - Introducción (cont.).............................................................................................................10
Parte III - Introducción (cont.)............................................................................................................14
Parte IV - Introducción (Conclusión)....................................................................................................20
Parte V - “Inocencia e invulnerabilidad”..............................................................................................26
Parte VI - “Inocencia e invulnerabilidad” (cont.)..................................................................................31
Parte VII - “El inocente Hijo de Dios” (T-13.II).......................................................................................35
Parte VIII - “El inocente Hijo de Dios” (T-13.II) (cont.)...........................................................................40
Parte IX - “El inocente Hijo de Dios” (T-13.II) (cont.).............................................................................46
Parte X - “La nube de culpabilidad” (T-13.IX).......................................................................................51
Parte XI - “La nube de culpabilidad” (T-13.IX) (cont.)............................................................................56
Parte XII - “La nube de culpabilidad” (T-13.IX) (cont.)...........................................................................63
Parte XIII - “Tu liberación de la culpabilidad” (T-13.X)..........................................................................67
Parte XIV - “Tu liberación de la culpabilidad” (T-13.X) (conclusión)........................................................73

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Relaciones especiales: el hogar de la culpa.
El tema de esta serie es "Relaciones especiales: el hogar de la culpa", del taller de octubre
de 2001. La discusión se centra en cómo las relaciones especiales se originan y se sustentan
en nuestra necesidad de defendernos contra el dolor de nuestra culpa proveniente de la
creencia de que existimos separados de Dios. Las dinámicas insidiosas y dolorosas del
especialismo se exploran a medida que se desarrollan a nivel interpersonal e
internacional. La eliminación de nuestra culpa mediante el perdón se explica en el contexto
de nuestro paso de los intereses separados a los intereses compartidos.

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Relaciones especiales: el hogar de la culpa.
Extractos del taller realizado en la
Fundación para Un Curso de Milagros
Temecula CA
Kenneth Wapnick, Ph.D.

Parte I
Introducción.

Tengo una linda historia sobre el título de este taller, "Relaciones especiales: el hogar de
la culpa". Durante muchos años siempre me referí al Curso diciendo que la relación especial
es el hogar de la culpa. Hace varios años recibí una llamada de una amiga nuestra que iba a
dar un taller con ese título y me preguntó en qué parte del Curso se encontraba. Bueno, no
pude encontrarlo. Ahora bien, esto fue antes de que tuviéramos una concordancia y un
programa de búsqueda electrónica. Revisé todas las secciones de relaciones especiales y no
pude encontrarlo. Revisé las versiones que había editado con Helen y no pude
encontrarlo. Final-mente me di cuenta de que no fue Jesús quien lo dijo; yo fui quien lo
dijo. Independientemente de quién lo haya dicho, es una buena frase; y de eso es de lo que
hablaremos hoy.
Permítanme comenzar leyendo un breve pasaje que es la inspiración para el tipo de
presentación que daré. Deja muy claro cómo la relación especial es una defensa. Es del
Capítulo 17 del texto, la sección llamada "Los dos cuadros":

(T-17.IV.3:1-2) Has entablado relaciones muy reales incluso en este mundo. Sin
embargo, no las reconoces porque has hecho que sus substitutos predominen de tal
manera que cuando la verdad te llama – como constantemente lo hace – contestas con
un substituto.

De lo que Jesús está hablando aquí es de la relación especial, que es el substituto de la


relación real o la relación santa.

(T-17.IV.3:3-4:3) El propósito fundamental de cada relación que has entablado es


mantener a tu mente tan ocupada que no puedas oír la llamada de la verdad.
En cierto sentido, la relación especial fue la respuesta del ego a la creación del
Espíritu Santo, Quien a su vez fue la Respuesta de Dios a la separación. Pues aunque el
ego no entendía lo que había sido creado, era consciente de una amenaza. Todo el
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sistema defensivo que el ego desarrolló para proteger la separación de los avances del
Espíritu Santo, fue en respuesta al regalo con el que Dios la bendijo, Quien, mediante Su
bendición, permitió que se subsanase.

El gráfico describe cómo la relación especial es la respuesta del ego al Espíritu Santo,
como explican estos pasajes. Eso resume muy sucintamente todo el proceso de defensa, pero
lo que me gustaría hacer es desarrollarlo. Nosotros, como tomadores de decisiones
(representados en el gráfico por el punto negro en el centro superior de la mente dividida)
elegimos el ego en lugar del Espíritu Santo. Hicimos esa elección porque nos gustó la idea de
estar solos, ser libres con una identidad individual separada y distinta de la Identidad como el
único Hijo de Dios. Elegimos el ego en lugar del principio de Expiación del Espíritu Santo
porque ese principio de Expiación significaría que la separación nunca sucedió, lo que
significaría que este yo individual que apreciamos y adoramos es una ilusión.

Gráfico utilizado.

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Una vez que hicimos esa elección, el ego se dio cuenta de la amenaza. Y como este pasaje
explica brevemente, el ego no comprende al Espíritu Santo, el amor o cualquier otra cosa
que, de alguna manera, con o sin forma tenga que ver con Dios o la verdad. Entonces, él si
comprende la amenaza, una amenaza a su propia existencia. Sin embargo, la amenaza a su
existencia no es el Espíritu Santo. La amenaza es que el Hijo de Dios que eligió el ego, se dé
cuenta de que cometió un error, corrija ese error y elija al Espíritu Santo. Una vez más, no es
el Espíritu Santo el que constituye una amenaza para el ego; es nuestra elección del Espíritu
Santo. Esa es la clave para descubrir todos los secretos de Un Curso de Milagros. Se trata de
recordarnos que tenemos una opción. El miedo del ego es el poder de nuestra mente para
elegir, porque es ese poder al que el ego debe su propia existencia; y es ese poder (nuestra
creencia en el ego) el que podría desvanecerlo.
Entonces, en este punto, el ego necesita una defensa contra la mente. Una vez más, en
realidad no es tanto una defensa contra el Espíritu Santo, al cual el ego no comprende ni
reconoce. Es una defensa contra nuestra elección de retirar nuestra creencia en el ego,
porque una vez que retiramos nuestra creencia en el ego, automáticamente significa que
ponemos nuestra creencia en el Espíritu Santo. Así es como funciona la mente dividida. Es
uno u otro. El ego no comprende lo que elegiremos, pero comprende que podemos optar por
hacerlo; y cuando elegimos contra el ego, el ego debe desaparecer, porque sólo lo sustenta
nuestra creencia en él. No tiene realidad o sustancia fuera de nuestra creencia en él. Cuando
se retira esa creencia, el ego desaparece.
El sistema defensivo que el ego necesita ahora y está a punto de desarrollar está
orientado a garantizar que nunca cambiemos nuestras mentes. Es la mente, o más
específicamente, la parte de nuestra mente tomadora de decisiones la que es el enemigo. Por
lo tanto, el primer paso en su defensa se describe en el libro de ejercicios como el doble
escudo del olvido (L-pI.136.3-5). El primer escudo es la culpa – parte de la tríada de pecado,
culpa y miedo en el centro del recuadro del gráfico – porque la culpa dice que la separación
ha ocurrido, que es un hecho. Pero es un hecho tan terrible, y una experiencia tan
abrumadora de auto-desprecio por el pecado contra Dios y la destrucción de Su Amor y del
Cielo, que el ego dice que merecemos ser castigados por esto. Ese castigo vendrá a nuestra
mente porque ahí es donde estamos, y será infligido por nada menos que un agente de Dios
Mismo, Quien de alguna manera se levantará de la tumba en la que Lo pusimos y vendrá en
pos de nosotros y nos destruirá. Ese es el origen de todo nuestro miedo.
Es por este miedo que nace de nuestra culpa que se produce el segundo escudo de
defensa. En este nivel, el ego nos dice que la única forma en que podemos estar seguros es
dejar nuestra mente, lo que psicológicamente se conoce como proyección. Proyectamos el
sistema de pensamiento que está dentro de la mente, el yo separado que ahora es un yo

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culpable y separado. Proyectamos eso desde la mente y fabricamos un mundo y un cuerpo en
el que podemos escondernos.
Estos son los dos escudos o niveles de defensa que usa el ego para evitarnos la conciencia
de que tenemos una mente que puede elegir. Ese es siempre el resultado final del sistema del
ego. El primer nivel es la culpa, porque la culpa dice que hemos pecado, que de hecho nos
hemos separado, lo cual por su sola presencia en nuestra mente como un pensamiento dice
que el pensamiento de la Expiación debe ser una mentira. El pensamiento de la Expiación
dice que no hay pecado, por lo tanto, no hay culpa, porque no hubo separación – no pasó
nada. Por tanto, el pensamiento de culpa se convierte en la primera defensa contra el
pensamiento de la Expiación porque ambos no pueden ser verdaderos; son mutuamente
excluyentes. Ahora ambos pueden coexistir en nuestras mentes a través de la dinámica
de disociación, que es que podemos mantener separados dos pensamientos separados, pero
uno no es consciente del otro.
El pensamiento de la Expiación aún permanece en nuestra mente, pero ahora está
sepultado por este velo de culpa. La culpa dice que la separación ha sucedido, lo que significa
que el principio de la Expiación – la separación no sucedió – no puede ser cierto. Ese es el
primer paso en el proceso defensivo de dos pasos del ego. El siguiente paso, una vez más, es
que el ego nos aleja de nuestra mente. Literal y figurativamente nos volvemos locos. La culpa
ya no se experimenta en nuestra mente; ahora se experimenta en el mundo o en nuestro
cuerpo. Por supuesto, lo que hacemos entonces, porque esto es inherente al segundo nivel
de defensa, es decir que la culpa no está en mí; está en otra persona. Es en ese momento que
nace la relación especial. La primera parte de esta clase será sobre cómo la culpa logra eso.
Ahora, la culpa ya no está en mí; está en esta otra persona. Por eso se fabricó el mundo de
los detalles. Si voy a deshacerme de mi culpa, tiene que haber alguien a quien pueda dársela,
alguien a quien pueda proyectársela. Por lo tanto, debo fabricar un mundo en el que haya
una multitud de cuerpos separados, aparentemente fuera de mí, sobre los que pueda
depositar esta culpa. Esa es la naturaleza y el propósito de la relación especial. Cuando
hablamos de la relación especial como "el hogar de la culpa", es porque es allí donde la culpa
encuentra su lugar de descanso final. Ahí es donde está segura. Cuando nos sentimos como
en casa, ya sea un lugar real al que llamamos nuestro hogar, una relación, un concepto,
donde sea que esté, estamos expresando la idea de que nos sentimos cómodos allí, que nos
sentimos segu-ros. Bien, la culpa está muy segura y cómoda en la relación especial; allí está
muy bien cuidada.
La relación especial, en realidad, es el hogar del ego lejos del hogar, porque el verdadero
hogar de la culpa está en nuestras mentes. Además, una de las cosas desagradables de la
proyección es que, en última instancia, no funciona, porque el propósito de toda proyección

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es tomar la culpa que hemos hecho real en nuestra mente, como una defensa contra el Amor
de Dios, y luego colocarla fuera de nosotros con la mágica esperanza de que, al regalarla,
poniéndola en otros y atacándolos por ello, seremos libres de ella. Ese es todo el propósito:
que crea que puedo deshacerme de la culpa y estar en paz encontrando al malo fuera de mí.
Más adelante veremos cómo esto se presenta básicamente en dos formas, a lo que el
Curso se refiere como la relación de odio especial y la relación de amor especial.  Ahora, la
relación de amor especial es claramente un nombre inapropiado porque no hay amor allí en
absoluto. La relación de amor especial es un velo delgado sobre lo que realmente es, que es
un odio especial, pero parecen ser diferentes. En nuestro mundo parece haber personas que
juzgamos como nuestros amigos y personas que juzgamos como nuestros enemigos. Los
gobiernos hacen esto porque la gente lo hace. Sin embargo, en verdad, cada relación en este
mundo se forja a partir del odio, porque su propósito es que este sea el hogar para la culpa
que no queremos aceptar dentro de nosotros mismos.
Lo triste es que la proyección no funciona, porque la culpa de la que creo que me estoy
deshaciendo simplemente se queda en mi mente. No va a ninguna parte. Y estando en mi
mente, se regenera continuamente y continuamente me obliga a proyectarla. Lo que la hace
aún más fuerte es que cuanto más proyecto mi culpa sobre ti, más culpable me vuelvo,
porque en algún nivel soy consciente de que te estoy atacando con falsas pretensiones. De
alguna manera soy consciente de que no eres tú el responsable de mi falta de paz, de que no
sea feliz. Y así, cuanto más proyecto mi culpa sobre ti, que es lo que es un ataque, más
culpable me siento; y luego esto pone en movimiento todo el ciclo de culpa-ataque. Esto es lo
que hace girar este mundo; ciertamente no es el amor. Cuanto más culpable me siento, más
necesito deshacerme de la culpa mediante el ataque. Cuanto más ataque cuanto más
culpable me siento, y simplemente damos vueltas y vueltas y vueltas. Por tanto, la relación
especial es el hogar lejos del hogar. El verdadero hogar de la culpa está en nuestra mente,
pero luego buscamos desplazarla hacia un cuerpo, o una relación. Eso, entonces, se convierte
en nuestro hogar lejos del hogar.
La imagen que les acabo de dar de esta defensa de dos niveles se puede resumir en una
declaración que tampoco está en el Curso. Yo también inventé esta, pero está claro de dónde
viene: que la culpa es ciega y también es cegadora. Es ciega porque no conoce al Espíritu
Santo ni al amor. También es cegadora porque la culpa se encarga de que no sepamos nada
acerca del amor. Esa es la primera parte del aspecto cegador de la culpa. La segunda parte es
la que la convierte en una defensa tan poderosa e insidiosa y tan exitosa: la culpa nos ciega a
sí misma. La culpa no solo nos ciega al principio de la Expiación en nuestra mente, sino que
también nos ciega a su presencia en nuestra mente. Lo que hace la culpa es llevarnos fuera
de nuestra mente a los brazos de la relación especial, y una vez que estamos en los brazos del

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especialismo, no tenemos una pista, un recuerdo, o ninguna cosa que nos insinúe levemente
que la culpa es realmente nuestra. No es nuestra, eso creemos, debido a este yo personal en
este cuerpo, psique o personalidad. La culpa es ciega, una vez más, porque no tiene
conciencia del amor ni del Espíritu Santo. También es cegadora porque mantiene ese amor y
a la culpa misma fuera de nuestra conciencia en nuestra mente.

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Relaciones especiales: el hogar de la culpa.
Extractos del taller realizado en la
Fundación para Un Curso de Milagros
Temecula CA
Kenneth Wapnick, Ph.D.

Parte II
Introducción (cont.)

Una de las declaraciones más claras del Curso acerca de cómo la culpa mantiene al amor
y a sí misma fuera de nuestra conciencia aparece en la sección "Los dos mundos" cerca del
final del Capítulo 18. Este es un pasaje difícil de entender debido al uso de pronombres, por lo
que cuando la palabra aparece, voy a suministrar el sustantivo al que se refiere, que casi
siempre es la culpa.

(T-18.IX.4:1) El círculo de temor yace justo debajo del nivel que los ojos del cuerpo
perciben …

El círculo del miedo está en la mente. En última instancia, es el temor de lo que Dios nos
hará en venganza por lo que creemos que le hicimos a Él. Por supuesto, es muy importante
tener en cuenta que la culpa es totalmente inventada. No hay culpa – es totalmente
inventada como parte de la estrategia del ego. Es una táctica defensiva hacer que le temamos
a la mente para que finalmente dejemos la mente a través de la proyección. La parte de
nuestra mente tomadora de decisiones nos es completamente desconocida. Si no somos
conscientes de que tenemos una mente, no hay forma de que podamos ejercitar la dinámica
de la elección, porque es sólo la mente la que puede elegir. Cualquier elección que parezca
que hacemos aquí es simplemente la sombra de una decisión que toma la mente. Estos
próximos párrafos discutirán eso.
El propósito de la estrategia del ego, una vez más, es hacernos existir en un estado de
ausencia de la mente. Eso es lo que significa estar en el mundo y en el cuerpo. Parece que
estamos gobernados por nuestro cerebro, nuestra herencia genética, la influencia de otros
cuerpos sobre nosotros, etc. Todo eso es simplemente un subterfugio, una defensa contra el
hecho real, la verdad real, de que todo lo que hacemos proviene de una decisión realizada en
nuestra mente. Pero no somos conscientes de que tenemos una mente y, por lo tanto, no
tenemos forma de ejercer una elección significativa o cambiar nada. Es solo volviendo a la
mente – que es lo que hace el milagro, y por qué esto se llama Un Curso de Milagros – que hay
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alguna esperanza de lograr un cambio significativo. Lo que nos ayuda a elegir un milagro, en
última instancia, es comprender por qué es necesario. Por eso Jesús pasa tanto tiempo en el
Curso hablando de la dinámica del ego. Tiene que exponernos la dinámica del sistema de
pensamiento del ego – específicamente la de la culpa, la proyección y la relación especial –
como una forma de ayudarnos a comprender por qué nuestro mundo personal es un
desastre, al igual que el mundo en general. Esto nos ayuda a comprender por qué la gente
hace las cosas despiadadamente crueles y brutales que hace, tanto en el ámbito
internacional como en el personal.

(T-18.IX.4:1) El círculo de temor [la mente] yace justo debajo del nivel que los ojos del
cuerpo perciben, y aparenta ser la base sobre la que el mundo descansa.

Jesús usa la palabra "aparenta" aquí porque el mundo es una ilusión. Por tanto, el mundo
no existe realmente, porque "el círculo de temor" es la base del mundo.

(T-18.IX.4:2) Ahí [en el círculo de temor, que es el ciclo del pecado, la culpa y el miedo de
la mente, la "trinidad impía"] se encuentran todas las ilusiones, todos los pensamientos
distorsionados, todos los ataques dementes, la furia, la venganza y la traición que se
concibieron con el propósito de conservar la culpabilidad, de modo que el mundo
pudiese alzarse desde ella [culpa] y mantenerla oculta [culpa].

La constelación del pecado, la culpa y el miedo está compuesta por el ego. Es el primer
nivel de defensa del ego. Ahí es donde se encuentran todas las ilusiones, todos los
"pensamientos distorsionados" de separación, el pecado y todas las ideas de Dios que
buscan vengarse de nosotros debido a nuestra traición a Él. De ahí surge el mundo. El mundo
surge de la culpa para mantener oculta la culpa. En el gráfico hay una línea negra continua
justo encima del recuadro del mundo; esa línea está etiquetada como "el velo del olvido
(negación)". Una vez que ocurre la proyección – y la proyección ocurre inconscientemente –
no tenemos conciencia de que lo hemos hecho. Todo lo que somos conscientes es de lo que
hemos proyectado: a saber, el mundo y el cuerpo, sin memoria de que los hemos proyectado.
Así es como funciona la mente dividida.
Así como funciona la ley de la gravedad – agarras algo, lo dejas caer y caerá – estas
mismas leyes son igualmente inmutables dentro del mundo de la ilusión, el mundo que
hemos fabricado. Esa culpa es inconsciente y está reprimida, porque es un pensamiento
abominable, inaceptable, intolerable. Por tanto, lo proyectamos, sin darnos cuenta de que lo
hemos hecho; y en cierto sentido, abrimos los ojos y nos encontramos en este "nuevo

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mundo" sin absolutamente ningún recuerdo de cómo llegamos aquí (el "velo del olvido" en
el gráfico). Entonces uno puede comprender la idea de que el propósito del mundo es
mantener oculta la culpa.

(T-18.IX.4:3) Su sombra [de culpa] se eleva hasta la superficie lo suficiente como para


conservar sus manifestaciones más externas [de culpa], en la oscuridad ...

Para los propósitos de este taller, podemos pensar en esas "manifestaciones más
externas" como la relación especial. Ese concepto se puede ampliar para incluir cualquier
cosa en este mundo con el que nos relacionamos, ya sea un objeto, una sustancia u otra
persona. Todo es algún aspecto del especialismo, algún aspecto de ver la salvación fuera de
nosotros, ya sea a través de lo que pensamos como amor, en el sentido de que esta persona
nos dará lo que necesitamos, o como una sustancia, cosa, posesión u objeto que nos dará lo
que necesitamos. También podemos verlo como la salvación en el sentido de que finalmente
encontré quién es el enemigo: ¡tú! Y cuando pueda demostrar que eres culpable, me
convertiré en el inocente. Ya que es uno u otro, si tú eres culpable, entonces yo soy inocente,
porque dentro del sistema del ego no podemos ser iguales. Si soy culpable, significa que tú
no tienes culpa. Por lo tanto, si puedo demostrar que eres culpable, me libero del problema.
El verdadero germen de todas las relaciones amorosas especiales – germen es la palabra
correcta para usar – es el deseo secreto, la trama secreta que este objeto especial de amor,
esta persona que veneramos, adoramos, amamos y apreciamos, cruzará la "línea en la arena"
que hemos trazado. George Bush, Sr., no fue el primer presidente ni la primera persona en
trazar una línea en la arena. Todos hacemos esto. Desde el principio hemos trazado líneas en
la arena, no desafiando a la otra persona a cruzarla, sino suplicándole a la otra persona que la
cruce. Solo estamos esperando, porque una vez que esa persona la cruza, el amor
rápidamente se convierte en lo que siempre fue, odio.
Por lo tanto, todo amor especial es simplemente una trampa cuidadosamente urdida. Y el
ego es muy, muy paciente. No me importa si tengo que esperar diez minutos, diez horas, diez
días, diez años o diez décadas, esperaré porque sé que en algún momento me
traicionarás. Te olvidarás de mi cumpleaños o no me darás ese cálido y cariñoso "Buenos
días" que siempre me gusta recibir. O quemarás mi tostada o algo más. No importa si es
trivial o algo de magnitud; cruzarás la línea y ahora te tengo. Eso es realmente a lo que se
refieren las "manifestaciones más externas".

(T-18.IX.4: 3) Su sombra [de culpa] se eleva hasta la superficie lo suficiente como para


conservar sus manifestaciones más externas [de culpa] en la obscuridad, y para

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causarles desesperación y mantenerlas en la soledad [que es nuestra experiencia en el
mundo] y [el mundo] en la más profunda tristeza. [Y lo que es más importante,
mantenemos nuestras relaciones especiales en la más profunda tristeza].

Esta es la razón por la que nada en este mundo nos da alegría permanente. Ciertamente,
las cosas nos dan un gozo temporal, ahí es cuando funciona el especialismo. En una sección
anterior, eso es a lo que Jesús se refiere como "el triunfo" (T-16.V.5:5; 10:1). Obtengo lo que
quiero. Obtengo lo que necesitaba de ti. Te he seducido, manipulado, he conseguido que me
des el amor, el afecto, la atención, el elogio, el dinero, las posesiones – todo lo que quería de
ti. Cuando lo consigo, llega ese momentáneo estremecimiento de júbilo, regocijo y
triunfo. Pero obviamente es de corta duración, porque en cierto nivel dentro de mi propia
mente, sé que lo que he recibido de ti, te lo he robado. Por lo tanto, tú me devolverás
exactamente lo que creo que te hice. Puede que hoy tenga lo que necesito de ti, pero ¿quién
sabe si lo tendré mañana? Así que tengo que seguir haciendo lo mismo una y otra vez.

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Relaciones especiales: el hogar de la culpa.
Extractos del taller realizado en la
Fundación para Un Curso de Milagros
Temecula CA
Kenneth Wapnick, Ph.D.

Parte III
Introducción (cont.)

(T-18.IX.4:4) Su intensidad [de la culpa], no obstante, está velada tras pesados


cortinajes [de la culpa, el cuerpo, y luego las relaciones especiales entre los cuerpos], y [la
culpa] se mantiene aparte de [el cuerpo] lo que se concibió para ocultarla [la culpa].

Esto significa que la culpa en nuestra mente se mantiene para siempre separada del
cuerpo, en el que ahora se expresa la culpa. Permítanme leer eso de nuevo porque esta es
una oración muy importante. "Su intensidad [de la culpa], no obstante ...": la culpa es un
pensamiento bastante intenso. La conclusión sobre la culpa es que destruí a Dios; usurpé el
papel de Dios; robé el poder de Dios; crucifiqué a Su Hijo; destruí el amor y la unidad del
Cielo. Yo lo hice. Bueno, ese es un pensamiento bastante horrendo. Todas las cosas triviales
por las que nos sentimos culpables en nuestra vida diaria son simplemente fragmentos
delgados y sombríos de esta abrumadora sensación de odio a uno mismo que es la culpa. Esa
es la "intensidad" de la que habla Jesús, pero nadie está en contacto con eso. Estamos en
contacto con todas las pequeñas cosas de las que nos sentimos culpables. La culpa se
"mantiene aparte" porque la culpa está en la mente, se mantiene aparte y separada del
cuerpo que "se concibió para ocultarla [la culpa]".
Lo que también estamos viendo aquí es el propósito dinámico dado al mundo y al cuerpo,
y aún más específicamente a la relación especial. Hay una razón para ello. Hay una razón por
la que se fabricó el mundo – no fue un accidente. Se fabricó para ocultar la culpa en nuestra
mente y, por supuesto, la conclusión de todo esto es que la culpa en nuestra mente es
inexistente. Por eso todo esto termina siendo muy, muy tonto. Como he dicho muchas otras
veces, el mundo es una solución mal-adaptativa a un problema inexistente, o de acuerdo con
el tema de hoy, podemos decir que la relación especial es una solución mal-adaptativa al
problema inexistente de nuestra culpa. No es malo; no es perverso; y no es pecado. Es
tonto. Nos tomamos todas estas molestias para resolver un problema, y lo resolvemos muy
mal. Las relaciones especiales son terribles. Tienen sus buenos momentos, pero siempre
terminan mal. De todos modos, lo hicimos muy mal, porque lo hicimos para resolver un
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problema que no existe. Eso no es muy inteligente. El plan funciona porque ya no tenemos
los medios a nuestra disposición para ver el hecho de que la culpa es inexistente. La culpa
que hemos hecho realidad – que en realidad no es real – y que luego hemos tratado de
resolver construyendo este mundo entero, está enterrada. Está enterrada en la mente de la
que ya no somos conscientes de que ni siquiera existe.
Cada vez que la gente habla sobre la mente en estos días, con muy pocas excepciones,
realmente está hablando del cerebro. La gente habla del cerebro como básicamente el
órgano físico externo que podemos estudiar y ver, y la mente de alguna manera es la
actividad del cerebro que no se puede estudiar como tal y no se puede ver. Todo esto encaja
muy bien en la estrategia del ego. Seguimos estudiando el cuerpo, sin saber de dónde vienen
el cuerpo y el cerebro. Uno de los temas clave del Curso, como la mayoría de ustedes saben,
es el propósito. Siempre se nos pide en este curso que preguntemos acerca de todo, ¿para
qué sirve? Es comprender el propósito de algo lo que nos ayudará a comprender su
significado. Así, el propósito de que haya un mundo, un cuerpo, un cerebro, una vida
individual que todos pensamos que tenemos no es ni más ni menos que el de ocultar la culpa
en nuestra mente y mantenernos sin mente.
Lo que impulsa todo esto, lo que hace que este mundo funcione continuamente, es el
miedo a la culpa que hay en nuestra mente. Y es solo a través del milagro que podemos volver
a nuestra mente y luego finalmente mirar con el Espíritu Santo o Jesús a nuestro lado (en
nuestra mente) y ver que no hay nada allí. Pero la resistencia a hacer esto es enorme porque
toda nuestra existencia física y psicológica se basa en el pensamiento: ¡No vayas hacia
adentro! Por eso no es suficiente que las enseñanzas religiosas o espirituales nos digan que
meditemos y vayamos hacia adentro. Por muy bien intencionados que seamos todos, existe
ese pensamiento que dice: ¡No vayas allí! No es que la meditación no funcione en principio,
pero la razón por la que generalmente no funciona, en términos de deshacer esto, es que
existe ese sólido muro de resistencia.
Si ni siquiera somos conscientes de que existe un sólido muro de resistencia, pensaremos
que estamos meditando, teniendo estas maravillosas experiencias del Amor de Dios, el amor
de Jesús, o el amor de Buda, o el de él o el de aquel. Y eso no nos impide juzgar, atacar,
matar, justificar el asesinato, el robo, la deshonestidad, etc., porque la culpa sigue
firmemente arraigada. Por eso necesitamos algo como esto, un camino espiritual como Un
Curso de Milagros que viene con la sofisticación psicológica que nos ayuda a entender la
resistencia, que nos ayuda a entender qué es la culpa y, sobre todo, nos ayuda a entender
cómo funciona la proyección. Por eso he estado diciendo durante mucho, mucho tiempo que
sin Freud no tendríamos Un Curso de Milagros. Él fue quien primero le dio al mundo estos
conceptos y los medios para entenderlos y cómo funcionan.

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La siguiente oración:

(T-18.IX.4:5) El cuerpo es incapaz de ver esto [la culpa], pues surgió de ello [la


culpa] para ofrecerle protección [de la culpa], la cual depende de eso [la culpa] no se vea.

Esta es solo otra forma de decir exactamente lo mismo. Son frases muy significativas,
llenas de un significado muy importante. El cuerpo no puede ver la culpa. ¿Por qué? Porque la
culpa está en la mente. En el gráfico, debajo del "velo del olvido" está la "ausencia de la
mente". El mundo de la ausencia de la mente es el mundo del cuerpo; "ausencia de la mente"
está en la columna de la izquierda bajo "efecto". El cuerpo fue hecho específicamente con
órganos sensoriales para lo que es externo. Te informan solo sobre el cuerpo, ya sea que
vayan fuera del cuerpo e informen sobre otros cuerpos y otras formas en el mundo, o vayan
dentro de tu cuerpo. También tenemos un aparato sensorial que nos dice lo que sucede en
nuestro cuerpo. De eso se trata la biorretroalimentación. De eso se tratan los receptores del
dolor. Sin embargo, ya sea que vayamos hacia afuera o hacia adentro, todavía estamos
afuera, porque todo está fuera de la mente. Por eso el cuerpo se fabricó de esa manera. Fue
construido astutamente y a propósito, pero no por Dios, sino por el sistema de pensamiento
del ego que buscaba protegerse a sí mismo negándonos el poder de nuestra mente.
El cuerpo no puede ver la culpa porque no puede ver la mente. El cuerpo surgió de la
culpa para protegerse de la culpa. Lo que protege la culpa es asegurarse de que nunca
elijamos contra ella. Más adelante veremos una de las enormes implicaciones prácticas de
estos principios. El primer paso es comprender lo que significa el principio, y luego ver cómo
vivimos esto una y otra vez en nuestra vida diaria, como gobiernos y naciones, así como
individuos. El cuerpo surgió de la culpa a través de la proyección para la protección de la
culpa. Si mi cuerpo me asegura que permaneceré para siempre en un estado de ausencia de
la mente, nunca podré volver a una mente, la cual no sé que existe, para elegir contra la
culpa, lo que significa que la elección original por la culpa permanece intacta.
Como se nos enseña en el Curso, el tiempo lineal es una ilusión. Por lo tanto, esto no
sucedió hace mucho tiempo; está sucediendo ahora mismo, una y otra vez. Continuamente
elegimos la culpa sin darnos cuenta de que la elegimos. Es por eso que al principio del texto
Jesús dice que el sistema de pensamiento del ego es "a prueba de todo" (T-5.VI.10:6). Dentro
del propio sistema, que incluye al mundo, no hay salida. Luego dice que no es "a prueba de
Dios", porque la salida es finalmente obtener acceso a ese pensamiento de la Expiación que
está en nuestra mente. Llegaremos a eso más adelante.
Nuevamente:

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(T-18.IX.4:5) El cuerpo es incapaz de ver esto [la culpa], pues surgió de ello [la
culpa] para ofrecerle protección [de la culpa], la cual depende de eso [la culpa] no se vea.

La culpa está protegida para que no se vea. Mientras no pueda ver la culpa; mientras no


sea consciente de la culpa, la protección de la culpa está asegurada. Una vez más, este es un
sistema brillantemente ideado, y debes terminar dándote cuenta de cómo esta brillantez se
manifiesta y se efectúa en tu vida diaria. Todos somos parte de este sistema.

(T-18.IX.4:6-7) Los ojos del cuerpo nunca lo verán [la culpa]. Pero verán lo


que dicta [la culpa].

Los ojos, los oídos, el cerebro del cuerpo – todo el cuerpo, lo que significa también la
psique, nunca verá la culpa. Sin embargo, siempre veremos lo que la culpa nos dice que
debemos ver. La culpa dice siempre: "Mírame; mira siempre la culpa. Pero no la veas en la
mente; mírala a tu alrededor". En el siguiente capítulo, bajo el primer obstáculo a la paz, hay
una sección perfectamente horrenda llamada "La atracción de la culpabilidad" en la que
Jesús habla sobre los mensajeros del miedo (T-19.IV-A.12-13). Ese es el círculo de miedo justo
debajo del nivel que ve el cuerpo. Los mensajeros del miedo se mantienen hambrientos y a la
intemperie, como perros hambrientos del miedo, enviados a abalanzarse sobre cualquier
aspecto de la culpa o del pecado – ahí está esa frase maravillosa, "y en su despiadada
búsqueda de pecados" (T-19.IV-A.12:7) – para encontrar pecado y culpa en todos los demás, y
luego regresar con las gargantas llenas de carne y hueso de su presa. Es una sección muy
poderosa y descrita gráficamente para representar la maldad y la crueldad de la que todos
participamos, buscando encontrar la culpa en todos y en todo excepto en nosotros mismos.
Incluso cuando podemos admitir la culpa en nosotros mismos en este cuerpo, todavía
existe la voz acusadora que dice a quienquiera que sea, generalmente a nuestros padres: "Tú
me hiciste de esta manera. Sí, puedo ser un monstruo, pero no nací de esta manera. Tú me
hiciste de esta manera. Y, de hecho, si nací de esta manera, fueron los genes que me
diste". Así que no importa si te estás despreciando a ti mismo o a otra persona, la culpa
siempre será lo que quieras ver. Eso es lo que dicta la culpa. La culpa nos dice, mira un
mundo de separación, mira un mundo de culpa e inocencia, y mira la culpa a tu alrededor, lo
que significa que conservas tu inocencia. Ese es el mundo que fabricamos.

(T-18.IX.5:1) El cuerpo seguirá siendo el mensajero de la culpabilidad y actuará tal


como ella le dicte [la culpa] mientras tú sigas creyendo que la culpabilidad es real.

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Mientras creamos que la culpa es real, debemos estar en línea con las leyes del ego. Estas
son leyes sacrosantas. Una vez que tomamos la decisión por el ego, estamos sujetos a las
leyes del ego. Una vez que tomamos la decisión de ser un cuerpo, estamos sujetos a las leyes
del cuerpo. Y la única forma en que se puede cambiar es cambiando nuestra identificación
del ego al Espíritu Santo. Pero una vez que creemos que la culpa es real, la negaremos y la
reprimiremos por nuestro miedo; y luego la proyectaremos y veremos el mundo que dicta la
culpa, en el que hay maldad, perversidad, pecado y culpa, pero no en nosotros mismos. Una
vez más, si encontramos esos aspectos en nosotros mismos, diremos que alguien nos hizo de
esa manera, que no fue culpa nuestra, lo que significa que seguimos siendo inocentes.

(T-18.IX.5:2) Pues la supuesta realidad de la culpabilidad es la ilusión que hace que


ésta parezca ser algo denso, opaco [lo que significa, que hace que ésta parezca real]
e impenetrable y la verdadera base del sistema de pensamiento del ego.

En cierto sentido, se podría decir realmente que la culpa es la piedra fundamental o la


piedra angular del ego. Es real y no hay forma de evitarla. Todo lo que podemos hacer es
esperar mágicamente que podamos deshacernos de ella. Esa es la fuente de toda nuestra ira,
arrogancia y juicios – la necesidad de proyectar continuamente la culpa para alejarla de
nosotros, esperando mágicamente que descanse en todos los demás.

(T-18.IX.5:3-4) Su delgadez y transparencia no se vuelven evidentes hasta que ves la


luz que yace tras ella. Y ahí, ante la luz, la ves como el frágil velo que es.

Eso solo sucede cuando finalmente reconocemos que hay algo muy mal en esta imagen
que hemos hecho de nosotros mismos y de este mundo, y que debe haber otra
manera. Luego, a través del proceso de mirar continuamente hacia adentro, verdaderamente
hacia adentro, y darnos cuenta de que lo que estamos viendo afuera es una proyección o una
imagen externa de la condición interna de nuestra culpa, lo que significa que hemos elegido
la culpa – solo entonces podemos comenzar de manera significativa. el proceso de hacer otra
elección. Empe-zamos a comprender que la culpa no es una entidad real, un diablo real
dentro de nosotros, o una sustancia real "densa y opaca" que no se puede penetrar. En otra
parte, Jesús habla del pecado como si fuera un bloque de granito (T-22.III.5:6). Solo cuando
empezamos a mirarlo, empezamos a ver que no tiene el poder de cegarnos de la luz de la
Expiación que brilla en nuestra mente. Y lo que nos permite reconocer finalmente que se trata
de un "frágil velo" y no de una pieza sólida de granito, es mirarlo.

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Relaciones especiales: el hogar de la culpa.
Extractos del taller realizado en la
Fundación para Un Curso de Milagros
Temecula CA
Kenneth Wapnick, Ph.D.

Parte IV
Introducción (Conclusión)

Lo que mantiene la culpa en su lugar, lo que hace que el ego siga y siga, es que no lo
miremos. Esto se debe a que desde el principio el ego nos dijo que no miráramos porque,
para citar otra línea del texto, si miras dentro "tus ojos se posarán sobre el pecado y Dios te
cegará" (T-21.IV.2:3), que es una forma eufemística de decir que Dios te destruirá. El ego dice
que no miremos hacia adentro, y por eso no lo hacemos. Recuerda, en este punto de nuestra
historia ya hemos desterrado al Espíritu Santo, por lo que no estamos escuchando Su Voz. La
única voz que escuchamos es la del ego, y como es la única voz, pensamos que es Dios. Es la
única voz autorizada; de hecho, es la única voz que escuchamos – así como los niños
pequeños tienden a creer todo lo que sus padres les dicen porque son sus padres y no
conocen a nadie más; y al igual que cuando crecemos, todavía somos niños pequeños con
cuerpos de niño y niña grandes y creemos todo lo que nos dice nuestro presidente. La historia
reciente debería mostrarnos que ese no es el caso.
La necesidad de creer en la autoridad es la misma necesidad que tenemos de escuchar al
ego: el ego me mantendrá a salvo; el ego me ayudará a mantener mi identidad. Por eso
elegimos el ego en primer lugar. Todos queremos nuestra seguridad y nuestra identidad, ya
sea la identidad como Judíos, Cristianos, Musulmanes; como blanco o negro; como
Estadouni-denses, Paquistaníes, Afganos – no importa. Todos queremos que nuestra
identidad se mantenga intacta. Por supuesto, el grupo externo con el que nos identificamos
es solo una expresión, una proyección, de esta identidad interna, y por eso queremos que la
autoridad nos diga la verdad; e incluso si sabemos que la autoridad nos miente, la creemos
de todos modos.
Todo esto tiene su base en lo que sucedió al principio. Pero al principio no había otras
voces, lo que no es del todo cierto. Había otra Voz, pero decidimos no escuchar esa Voz,
porque esa Voz del Espíritu Santo nos robaría nuestra identidad. Es muy difícil para muchos
Estadounidenses escuchar una voz crítica de los Estados Unidos, porque nuestra identidad
nacionalista no es más que una expresión en una forma más amplia de nuestra identidad
individual. No quiero saber que soy parte de un solo Hijo, el único Hijo de Dios. Quiero saber
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que soy Estadounidense y que estoy en el lado bueno, o en cualquier otro lado – no
importa. Pero como somos Estadounidenses, lo uso como ejemplo. De ahí viene ese fervor
nacionalista. Es la necesidad de proteger la identidad propia.
Es por eso que desde el principio no elegimos escuchar la Voz de la cordura, la Voz que
decía: "No tienes una identidad individual; todos son uno con Dios". Eso no fue suficiente
para nosotros, así que desterramos esa Voz, y desde ese momento decidimos no
escucharla. La única voz que quedaba era la voz que hablaba de la realidad de la
culpa. Nunca la cuestionamos. Esa voz nos dijo que la culpa es real, y que nos destruirá, así
que lárgate rápido. Y así lo hicimos. Recuerda, el tiempo es una ilusión. Hay esa maravillosa
línea en la sección "El pequeño obstáculo" que dice: "Cada día, y cada minuto de cada día, y
cada instante de cada minuto, no haces sino revivir ese instante en el que la hora del terror
ocupó el lugar del amor" (T-26.V.13:1).
Cada momento de nuestra vida de vigilia simplemente estamos recreando, eligiendo de
nuevo, pero siempre es la misma elección: la elección de hacer que el ego sea real y
verdadero, y el Espíritu Santo ilusorio y falso. Una vez que tomamos esa decisión, estaremos
sujetos a ella. Hasta que cambiemos nuestra mente, estaremos sujetos a ella, lo que significa
que hacemos que la culpa sea real, pesada, opaca, sólida y atemorizante. Entonces tenemos
que huir de ella y fabricar un mundo y escondernos en él. A partir de ese momento, no
tenemos la oportunidad de decir, "tal vez haya algo mal en esto", porque no hay una mente
en nuestra conciencia. Nada cambiará nunca a nivel personal o colectivo hasta que
regresemos y miremos hacia adentro y digamos: "Sabes, hay una mente, y esa mente
cometió un error. No cometió un pecado; cometió un error. Y todo lo horrible, las cosas
horribles que los cuerpos han hecho desde entonces, no eran más que sombras
fragmentarias de ese error original. Pero es un error, gracias a Dios, que puedo cambiar,
ahora que sé que lo cometí. Y hay una mente, un instrumento, dentro de mí que puede
efectuar un cambio significativo". Por supuesto, ese es el único propósito y el único papel que
Jesús o el Espíritu Santo tienen para nosotros – no como figuras externas, no como cuerpos,
sino como un Pensamiento viviente y una Presencia de Amor en nuestra mente que dice:
"Puedes hacer otra elección. Hay una mente; ahí es donde yo existo; ahí es donde tú existes; y
ahí es donde se cometió el error. Por lo tanto, ahí es donde se puede deshacer el error”.
Entonces comenzamos a ver que la culpa no es un regalo de Dios para nosotros. La culpa no
es nada. La culpa es algo que inventamos, y el Curso nos ayuda a comprender por qué la
inventamos.
Entonces comenzamos a mirar nuestra vida cotidiana y nos damos cuenta de que
realmente somos adictos a la culpa, y por eso somos adictos al odio, al juicio, al especialismo
y al uno u otro. Comenzamos a ver cómo estos principios abstractos se manifiestan de

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manera muy específica en nuestras vidas. Miramos a nuestro alrededor – en los periódicos o
en las noticias, y decimos: "Dios mío, todos hacemos lo mismo. Todos somos adictos a la
culpa. Todos somos adictos a ese terrible fenómeno de la necesidad de tener razón en lugar
de ser felices" y tener razón significa que la culpa está viva y en buen estado y no está en
mí". A eso es a lo que nos dedicamos todos: a demostrar que la culpa es real y que está en
"ellos". Por eso siempre tiene que haber un "ellos". Vivimos en un mundo de "nosotros-
ellos". Siempre tiene que haber alguien fuera de nosotros que sea el depositario de esta
culpa. Por lo tanto, el hogar lejos del hogar de la culpa está en la relación especial – esa
persona o grupo que elegimos para ser el malo. El pecado no está en mí, está en ellos.

Inocencia e invulnerabilidad.

Pasemos ahora al Capítulo 13 del texto, y durante el resto de esta clase veremos este
capítulo. El Capítulo 13 es el primer lugar importante en Un Curso de Milagros donde se
encuentra una discusión sobre la culpa. Hay una sección muy importante en el Capítulo 5
llamada "El uso que el ego hace de la culpabilidad" (T-5.V), que es útil, pero es realmente en
este capítulo donde obtenemos la primera presentación detallada de la culpa. Además, es el
capítulo más largo del texto. Comenzaremos con la Sección I, "Inocencia e invulnerabilidad".

(T-13.I.1:1) Dije anteriormente que el Espíritu Santo comparte el objetivo de todos


los buenos maestros, cuya meta final es hacerse innecesarios al enseñarle a sus alumnos
todo lo que ellos saben.

Este es un punto que Jesús hace antes sobre sí mismo y sobre el Espíritu Santo, que el
propósito de cualquier maestro no es que él o ella sea glorificado, exaltado y "guruficado",
sino básicamente enseñar todo lo que él o ella tiene que enseñar, y luego dejar de ser
necesario como un maestro externo. El propósito de este curso es que todos los estudiantes
se pongan en contacto con su maestro interior. Cualquier maestro externo debe ser
temporal, alguien que simplemente te indique la dirección interna del Espíritu Santo, y puede
o no ayudarte a superar los diversos obstáculos e interferencias que hay dentro de ti que le
impedirían comenzar a ponerte en contacto con el Espíritu Santo o con Jesús. Esa es la idea
de un maestro.

(T-13.I.1:2) Eso es lo único que el Espíritu Santo desea, pues dado que comparte el
Amor del Padre por Su Hijo, intenta eliminar de la mente de éste toda traza de
culpabilidad para que así pueda recordar a su Padre en paz.
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Ese es el propósito de cualquier maestro. Y así, a veces puede haber figuras externas que
luego representan esa función del Espíritu Santo. Una forma específica sería la del
psicoterapeuta, razón por la cual hay un folleto específico que le fue dictado a Helen para
psicoterapeutas. Evidentemente, esto no tiene nada que ver con la profesión ni con la
forma. Esto significa que a medida que aprendemos este curso; a medida que comenzamos a
abrazar la Expiación más que a la culpa, a medida que comenzamos a abrazar a Jesús como
nuestro maestro en lugar del ego, el mismo proceso mediante el cual hacemos esto asegura
que esa presencia de amor vendrá a través de nosotros. Es esa presencia de amor que llega a
través de nosotros la que enseña que hay un sistema de pensamiento en nuestra mente más
allá de la culpa.

(T-13.I.1:3) La paz y la culpabilidad son conceptos antitéticos …

Es uno u otro. No se puede hacer que la luz y la oscuridad coexistan a menos que, como
mencioné antes, se emplee la dinámica de la disociación, que es lo que todos hemos hecho –
esto es lo que es la mente dividida. La mente dividida no solo representa separarse del Cielo,
también significa separarse dentro de sí misma. Así como el Amor de Dios simplemente ama y
ama, extendiéndose constantemente, así la mente separada o dividida hace lo que es. Su
esencia no es el amor; es la separación; por lo que sigue separando y separando y separando,
dividiendo y dividiendo y dividiendo. Su primera división después de que parece haberse
separado de Dios es dividirse dentro de sí misma. Existe la mente errada y la mente
correcta. Ahora bien, lo que permite que ambas partes de la mente dividida coexistan es que
las disociamos. Separamos el ego del Espíritu Santo. El Espíritu Santo entonces es enterrado,
pero todavía está presente, aunque no somos conscientes de Él.
Lo que sucede es que continuamente tenemos que gastar lo que Freud llamó "energía
psíquica". Continuamente tenemos que gastar energía para reprimir al Espíritu Santo. Para
retener al Espíritu Santo, primero inventamos la culpa y luego inventamos el mundo, que
pesan como dos toneladas. No es una tonelada de acero mantener enterrado al Espíritu
Santo; ahora hay dos toneladas: la culpa y el mundo de la culpa. Pero eso requiere una
tremenda energía. El Curso dice en diferentes momentos que no tienes idea de cuánta
energía y tiempo estás perdiendo haciendo esto (por ejemplo, T-9.I.11). Por eso siempre estás
cansado. En cierto sentido, ese es el motivo por el que los cuerpos tienen que
dormir. Siempre estamos cansados, no por lo que hace el cuerpo – los cuerpos no se
cansan; los cuerpos son nada. La nada no se cansa. La razón por la que el cuerpo parece
cansarse y experimentamos fatiga es por toda la energía que estamos gastando en nuestra

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mente para mantener a Dios alejado, lo que requiere una enorme cantidad de trabajo – se
necesita mucho trabajo para decir una mentira.
Decir la verdad es muy fácil: simplemente dices la verdad. Una vez que dices una mentira,
como todo presidente sabe, tienes que gastar una energía tremenda para encubrirla. Si
simplemente dices la verdad desde el principio, todo se acaba, termina y no pasa nada
terrible. Suceden cosas terribles debido al encubrimiento, como descubrió Nixon, como
descubrió Clinton, como todo el mundo. Pero es por eso que toda nuestra vida es un
encubrimiento. Todo es un intento de mantener una mentira. Eso requiere un gran ingenio y
esfuerzo. Nuevamente, imagínense lo que tenemos que hacer en nuestra vida diaria si
queremos mantener una mentira. Mira lo que tienen que hacer las figuras públicas. Es
increíble. Todo el mundo tiene que hacer esto. La conclusión es que todos lo hicimos al
principio. Tuvimos que inventar una mentira y luego encubrirla con el mundo.
La gran mentira en la que todos tenemos que trabajar muy duro, y en la que desafortuna-
damente todos somos expertos, es señalar con el dedo acusador a la gente y decir: "Tú eres el
culpable. Tú eres el malhechor. Tú eres el que tiene que ser llevado ante la justicia y ser
castigado". La razón por la que se requiere tanto esfuerzo es que en algún lugar de nuestro
interior sabemos que estamos mintiendo. En el fondo sabemos que somos el malhechor, el
culpable, el malvado pecador. Esto se debe a que somos nosotros quienes elegimos, y aún
elegimos, negar a Dios y destruir Su Amor. Esa es la culpa. Tenemos que hacer un esfuerzo
enorme para proyectarla y justificar la proyección. Por eso amamos la guerra. Amamos las
guerras justificadas. Y, por supuesto, toda guerra está justificada – no importa de qué lado
estés. La guerra hace que sea muy fácil señalar con el dedo a un Adolf Hitler – él es el
malo. Eso alivia la carga de negar la mentira y el encubrimiento. Cuando encuentras a una
persona malvada y todos están de acuerdo en que es una persona malvada, entonces tu ego
descansa mucho más fácilmente. El mundo entero es así.
Nuevamente, lo que estamos haciendo es gastar todo este esfuerzo para mantener la
disociación, escindir lo que no queremos, que es el Amor de Dios, porque en el Amor de Dios
este yo, ya no existe, y luego mantener la defensa de que el sistema de pensamiento del ego
es el verdadero. Como hemos visto, para asegurarnos de que ese sistema de pensamiento
nunca cambie, fabricamos un mundo. Ese es uno de los conceptos del Curso que es tan, tan
difícil. Hay personas que luchan contra él intelectualmente y tratarían de poner el Curso de
cabeza, tratando de demostrar que el Curso no dice que el mundo es una ilusión.
Como si la aceptación intelectual de esto no fuera lo suficientemente difícil de aceptar,
la experiencia de esa ilusión es mucho más difícil, porque podríamos separarnos del intelecto
y decir: "Claro, el mundo es una ilusión; fue hecho como un ataque a Dios; ni siquiera estamos
aquí", y entonces podríamos seguir con nuestro negocio porque lo hemos separado. Es

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mucho más difícil tomar esa comprensión intelectual e integrarla, porque lo que significa esa
integración es que podemos caminar a través de nuestro mundo cotidiano y no ser afectados
por nada – no porque seamos buenos negando, que es lo que la mayoría de la gente hace
para superar algo, sino porque realmente sabemos que esto no está sucediendo. Y esto no es
solo porque un libro nos lo diga, sino porque realmente sabemos dentro de nosotros mismos
que la paz y el Amor de Dios que sentimos dentro no pueden ser cambiados por nada que
parezca suceder afuera. Eso es lo que Jesús quiere decir al comienzo de la Lección 155
cuando dice que cuando haces esto bien, te ves como todos los demás, pero sonríes mucho
más a menudo y tu frente está serena – hay paz y dulzura en ti porque sabes que nada en este
mundo tiene el poder de quitarte el Amor de Dios. Pero eso requiere mucho trabajo,
especialmente con los eventos recientes, así como con todos los eventos que suceden en
nuestra vida diaria.

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Relaciones especiales: el hogar de la culpa.
Extractos del taller realizado en la
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Parte V
“Inocencia e invulnerabilidad”

(T-13.I.1:3) La paz y la culpabilidad son conceptos antitéticos, y al Padre sólo se le


puede recordar estando en paz.

Aquí, por supuesto, radica el problema. No quiero recordar al Padre, porque si recuerdo al
Padre, recordaré a Su Hijo. Y recordaré que Su Hijo es totalmente uno con su Padre, lo que
significa que la separación nunca sucedió, lo que significa que mi yo nunca sucedió. No me
gusta eso. Y si la paz es la única manera en que puedo recordar a Dios – como dice la sección
posterior, "El recuerdo de Dios aflora en la mente que está serena" (T-23.I.1:1) – entonces
estoy seguro de que no seré pacífico y ni estaré sereno. A eso se refiere el Curso como los
chillidos estridentes del ego (L-pI.49.4:3). Preferiría estar en un perpetuo estado de
conflicto. Es por eso que la palabra "campo de batalla" está en el cuadro del ego del gráfico,
así como en el cuadro del mundo. Siempre vivimos en estado de guerra. ¿Por qué? – Porque
creemos que siempre estamos en guerra con nosotros mismos. Siempre estamos en guerra
contra este principio de Expiación. Luego, como defensa contra esa guerra, creemos que
estamos en guerra con Dios, porque Él "cree" que está en guerra con nosotros. Proyectamos
todo, y ahora nacemos en este mundo y estamos en guerra con nuestros propios cuerpos
porque siempre nos fallan. Siempre tenemos que planificar para que se atiendan las
necesidades de nuestro cuerpo. Como bebés indefensos no podemos hacer esto por nosotros
mismos, por lo que aprendemos muy rápidamente cómo manipular a nuestros padres o
sustitutos de los padres que se ocuparán de nosotros. Estas son las semillas del especialismo
que obviamente nacieron en la mente original.
Por lo tanto, siempre estamos librando una guerra, y la guerra es "¿cómo puedo preservar
este yo?" Así como en una guerra internacional un país está tratando de preservar su propia
identidad e ideales tal como los ve, nosotros siempre estamos en guerra tratando de
preservar este yo corporal y psicológico. Luego, a medida que comenzamos a crecer, nos
damos cuenta de por qué nacimos. Nacimos para poder ganar claramente la guerra contra
todos nuestros enemigos de afuera. ¿Qué nos permite ganar la guerra? No necesariamente
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derrotar al enemigo, sino ser victimizado. Ganamos la guerra al ser tratados injustamente,
porque eso asegurará que Dios encontrará al pecador, no en nosotros mismos, sino en todas
estas personas terribles que nos abusaron, nos abandonaron o nos rechazaron; los que no
nos amaban, los insensibles con nosotros, los que no estaban cuando los necesitábamos, los
que invadieron nuestro espacio, quien hizo esto y aquello y lo otro. Disfrutamos, apreciamos
y adoramos nuestro abuso. Así es como ganamos la guerra. Es una locura, muy inadaptada y
muy dolorosa, pero funciona. Dentro de la locura de nuestras mentes perversas, funciona. De
hecho, creemos que Dios está observando todo esto, incluso si somos ateos – no
importa. Creemos que Dios está observando y que Él verá nuestro sufrimiento y sacará la
conclusión que queremos que saque: ¿Cómo podría este pobre desgraciado ser el
pecador? Él no es quien destruyó el Cielo – son todos estos abusadores, todos estos
victimarios, etc. Así es como ganamos la guerra. Ese es el propósito de todas las relaciones
especiales. Hacemos que la culpa sea real, la conservamos en nuestra mente y luego nos
deshacemos de ella poniéndola en otra persona.

(T-13.I.1:4) El amor y la paz no pueden coexistir y aceptar uno supone negar el otro.

Es uno u otro, de modo que, si elijo el Amor de Dios, si elijo decir que todavía soy parte de
Él y que la separación nunca sucedió, entonces este yo individual desaparecerá. Evidente-
mente, entonces no hay culpa. La culpa proviene de la separación, pero si elijo la culpa,
entonces tengo que negar el amor. Ese es el verdadero secreto, la culpa secreta – que
siempre estoy negando el Amor de Dios. Siempre estoy alejando el amor de Jesús. Siempre
estoy rechazando su mensaje. ¿Por qué? – Porque si lo acepto y lo acepto a él, entonces no
puedo aceptar este yo.

(T-13.I.1:5) La culpabilidad te impide ver a Cristo …

Lo que vamos a ver aquí, y en todo lo demás que discutiremos en esta clase, es alguna
expresión del principio de que la culpa es ciega y es cegadora. La culpa no conoce el amor de
Dios y no conoce a Cristo. También se asegurará que nunca lo sepamos. Y para asegurarse de
que nunca sepamos sobre el Amor de Cristo, el ego se encarga de que nunca sepamos acerca
de la culpa, porque no podemos regresar de nuestra experiencia en este mundo a nuestro Ser
real sin pasar por la culpa. No regresamos a la luz sin volver sobre nuestros pasos a través de
la oscuridad.

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(T-13.I.1:5) La culpabilidad te impide ver a Cristo, pues es la negación de la
irreprocha-bilidad del Hijo de Dios.

"Irreprochabilidad" es solo otra palabra para "impecabilidad", que es otra palabra para
"inocencia". No quiero que el Hijo de Dios sea irreprochable; quiero que sea un pecador. Si él
se encuentra sin pecado, sin culpa y sin reproches, la separación nunca sucedió. Entonces
siempre volvemos a la misma idea, porque siempre es la misma idea: la separación nunca
sucedió; yo nunca he sucedido.
Por eso siempre nos aferramos al nacionalismo y a nuestra identificación con ciertos
grupos – raciales, políticos, sociales, religiosos, étnicos; no importa. Siempre nos aferramos a
ellos porque se convierten en un símbolo de quiénes somos. Es muy difícil imaginar un
mundo sin fronteras, sin identidades específicas. La Unión Europea es un concepto tan difícil
porque eventualmente la gente entenderá que lo que van a tener que hacer los distintos
estados nacionales de Europa es renunciar a su identidad. Primero tienen que renunciar a su
moneda. Eso es muy difícil. Y, finalmente, la idea sería que desaparecieran todas las
fronteras. No creo que vivamos para ver eso. El peligro desde el punto de vista del ego es que,
si pierdo mi identidad cultural y nacional, perderé este yo. Este yo está ligado a lo que soy
como Estadounidense, como blanco, como negro, como Indio, como Francés, como Judío,
como Cristiano, como Musulmán, como Católico, como Protestante. Eso es lo que somos. Por
eso todos nos aferramos a ellos y por eso todos están dispuestos a ir a la guerra para
protegerlos. Nuestro ir a la guerra para proteger nuestra soberanía nacional, pureza racial o
identidad religiosa, no es nada más – literalmente nada más – que una sombra fragmentaria
de nuestra elección original de ir a la guerra con Dios para proteger este yo
individual. Recuer-da una vez más, no hay tiempo lineal. En cada momento simplemente
estamos recreando y eligiendo volver a experimentar ese momento original en el que
elegimos el terror en lugar del amor, cuando elegimos la guerra en lugar de la paz. Nuestra
decisión de ir a la guerra con Dios y el Espíritu Santo para mantener nuestra pureza e
identidad individual es el germen, la semilla, de donde provienen todas las guerras, tanto a
escala internacional como a escala personal. Siempre nos esforzamos por proteger este yo y
los símbolos de este yo. Por eso, le decimos a un vecino: "Tu árbol está creciendo en mi
jardín. Tus raíces están debajo de mi cerca". ¿Por qué despierta tanta emoción en
nosotros? Porque nuestra identidad individual está siendo amenazada por los símbolos que
hemos creado para expresar esa identidad individual. Por eso nunca se resolverá nada, ya sea
que hablemos de una disputa entre vecinos o de una guerra mundial. Nada se resolverá
nunca a menos que la gente vuelva al pensamiento original que dio lugar a esto. Recuerda,
este mundo surgió para mantener la culpa oculta y protegida. Y es la culpa la que dice que he

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pecado contra Dios, que he hecho la guerra contra Él, pero no quiero ser visto como el
culpable. Quiero que alguien más pague el precio. 

(T-13.I.2:1-3) En el extraño mundo que has fabricado el Hijo de Dios ha pecado.


¿Cómo, entonces, ibas a poder verlo? Al hacerlo invisible, surgió el mundo del castigo
procedente de la tenebrosa nube de culpabilidad que aceptaste, y que en tanta estima
tienes.

Hacer invisible al Hijo de Dios es lo que hicimos cuando elegimos el ego en lugar del
Espíritu Santo desde el principio, porque el Espíritu Santo es ese recuerdo de Quiénes somos
como el verdadero Hijo de Dios, como Cristo y como espíritu. "Hacerlo invisible" – es lo que
hacen el pecado y la culpa. "El mundo del castigo procedente de la tenebrosa nube de
culpabilidad que aceptaste, y que en tanta estima tienes". Eso es exactamente lo que vimos
al final del Capítulo 18 que leímos al principio de esta clase [Parte II de esta serie].  Esta es
exactamente la misma idea, y esto es cinco capítulos antes. El "mundo del castigo" es el
mundo de la represalia, el mundo de la venganza. ¿Por qué tengo que fabricar un mundo de
venganza y castigo? Porque los malos, los malhechores, tienen que ser castigados para que
yo me salga del apuro. Es siempre uno u otro. Hay amor y hay culpa. Ambos no pueden
coexistir. Es uno u otro. Si la culpa está en ti, entonces la inocencia está en mí, y luego querré
que te castiguen, lo que significa que tomaré el castigo de Dios en mis propias manos. Me
convertiré en el símbolo de la ira de Dios. Eso es lo que han hecho los Cristianos durante dos
mil años. Se convierten en agentes de la ira de Dios y castigan a las personas en Su
Nombre. Sostenemos, aceptamos y apreciamos esa tenebrosa nube de culpabilidad.

(T-13.I.2:4-5) Pues la irreprochabilidad de Cristo es la prueba de que el ego jamás


existió, ni jamás podrá existir. Sin culpabilidad, el ego no tiene vida, y el Hijo de Dios
está libre de toda culpa.

Dado que muchos de ustedes han leído estas líneas muy, muy a menudo, ¿en qué piensan
cuando las leen? Lo que Jesús te está diciendo es que no existes. Eso es lo que te está
diciendo. El hecho de que no quieras oírlo es la razón por la que no te das cuenta de que
eso es lo que te está diciendo. Este mundo entero se fabricó debido a la culpa. Bueno, todos
somos parte integral de este mundo. Nacemos en este mundo como cuerpos, una parte
intrínseca de lo que es este mundo. Si no hubiera culpa, no habría mundo. Este es un mundo
de culpa.

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El segundo párrafo de la Introducción a este capítulo, que no leí, trata de eso. Es una
declaración muy poderosa. Ahí es donde Jesús dice: "El mundo que ves es el sistema ilusorio
de aquellos a quienes la culpabilidad ha enloquecido. Contempla detenidamente este mundo
y te darás cuenta de que es así" (T-13.in.2:2-3). Sin culpa no habría mundo, lo que significa
que sin culpa no habría yo. Bueno, Jesús solo me está diciendo que no hay culpa, lo que
significa que no hay un yo con el cual me identifico a mí mismo – este yo psicológico, físico,
que tiene un nombre, una historia, etc. Por eso hay tanta resistencia a lo que este curso
dice. Es por eso que existe una necesidad tan fuerte de cambiar lo que dice este curso.
Todos queremos llevar la luz de la Expiación al sueño de la oscuridad, en lugar de llevar el
sueño de la oscuridad a la luz de la Expiación, momento en el que el sueño desapare-
cería. Todos queremos que el amor y la culpa coexistan uno al lado del otro, y en el mundo
del ego es así. Pero no es el Amor de Dios; es un amor especial. Es por eso que hacemos
ideales tan increíbles sobre el amor – amor romántico, amor de los padres, amor nacional,
todo tipo de amor. Lo hacemos porque todo esto es amor especial, y este es el amor que es el
hogar de la culpa. En este sentido, el amor y la culpa conviven muy felizmente hasta que,
como explica Jesús en otro pasaje, el odio atraviesa las barricadas y de repente nos damos
cuenta de que el amor no era lo que pensábamos – realmente era odio todo el tiempo. (T-
16.IV.4:10).

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Relaciones especiales: el hogar de la culpa.
Extractos del taller realizado en la
Fundación para Un Curso de Milagros
Temecula CA
Kenneth Wapnick, Ph.D.

Parte VI
“Inocencia e invulnerabilidad” (cont.)

Permanezcamos en la Sección I del Capítulo 13, y pasemos al párrafo 8. Este párrafo es un


buen resumen sucinto de lo que logra la culpa y por qué es tan importante para el ego y, por
lo tanto, por qué es tan importante para nosotros.

(T-13.I.8:1) Eres invulnerable porque estás libre de toda culpa.

Esto significa que cuando hagas que la culpa sea real y te sientas culpable, te sentirás
vulnerable. La culpa dice que has hecho algo terrible en el pasado por lo que tendrás que ser
castigado en el futuro. Entonces tendrás miedo del castigo que tu culpa dice que es inevitable
y, por lo tanto, te sentirás vulnerable. Eso significa que esperarás un castigo, y ya sea que
llegue o no, tu ego exigirá que te castiguen. Y así verás castigo y venganza incluso cuando no
existan. Eso no quiere decir que ellos no puedan estar allí, pero los verás incluso si no están
allí, porque tu culpa te dirá que mereces ser castigado. Si alguien dice algo que te critica, por
ejemplo, lo tomarás inmediatamente como castigo. Incluso si la persona – un padre, un
amigo, un jefe o cualquier otra persona – puede ser objetivamente correcta, lo tomarás como
un castigo, ya sea de esa manera o no, porque tu culpa exige que te castiguen.
Una cosa sobre el sistema de pensamiento del ego es que es todo una pieza, así como el
sistema de pensamiento del Espíritu Santo es una pieza. Si crees en un aspecto de lo que hay
en el cuadro de la mentalidad-errada del ego (en el gráfico), debes creerlo todo, porque todo
va unido. Existe una lógica que interconecta todas las piezas, y si crees en un aspecto de ese
sistema, debes comprar el paquete completo. Entonces, cualquier pensamiento que tengas
del ego, cualquier pensamiento de separación, cualquier pensamiento de especialismo,
cualquier pensamiento de uno u otro, automáticamente significa que te sientes culpable y
mereces un castigo.
Por otro lado, si no hay culpa, significa que estás rechazando todo ese sistema de
pensamiento, lo que significa que en ese momento en el que has elegido la inocencia en lugar
de la culpa, no hay pecado, ni culpa, ni miedo a la culpa. Es por eso que experimentarás
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invulnerabilidad, sin importar lo que le pueda pasar o no a tu cuerpo. Esto significa que el
origen de todo miedo no tiene nada que ver con lo externo. Tiene que ver con esa sensación
interior: he sido malo y merezco ser castigado por ello.

(T-13.I.8:2-3) Sólo mediante la culpabilidad puedes aferrarte al pasado. Pues la


culpabilidad determina que serás castigado por lo que has hecho, y, por lo tanto,
depende del tiempo unidimensional, que comienza en el pasado y se extiende hasta el
futuro.

El "tiempo unidimensional" es lo que llamamos tiempo lineal. Va en una dirección: hay un


pasado, un presente y un futuro. Nuestro mundo entero se basa en eso. La solidez o
la aparente solidez de nuestra existencia se basa en la creencia de que existe un tiempo
lineal. El mundo fue hecho para demostrar eso. Todos tenemos un pasado; todos tenemos
recuerdos; todos tenemos experiencias de lo que consideramos el presente; y todos tenemos
anticipaciones del futuro basadas en lo que lo ha precedido en el pasado. Nuestra existencia
y este mundo serían impensables sin un tiempo lineal o unidimensional. Y lo que el Curso nos
ayuda a reconocer es que el tiempo unidimensional – pasado, presente y futuro – no es ni
más ni menos que la proyección de los pensamientos de la mente del pecado, la culpa y el
miedo. Por lo tanto, teniendo en mente el pensamiento de que hemos pecado en el pasado,
experimentamos la culpa ahora mismo por el horror de lo que creemos haber hecho, y
tenemos miedo del anticipado castigo en el futuro. Cuando toda esa constelación se proyecta
en un mundo de formas, fabricando un mundo de tiempo y espacio, el pecado se convierte en
pasado, la culpa se convierte en presente y el miedo en futuro. Eso es de lo que Jesús está
hablando ahora, y está haciendo un paralelo muy claro entre los sentimientos de culpa y
pecado y el miedo al futuro que son concomitantes de eso dentro del mundo del tiempo.
Una vez más, una de las principales premisas metafísicas de Un Curso de Milagros es que
el tiempo no solo es ilusorio, sino que todo pareció haber sucedido en un instante. En la
sección "El pequeño obstáculo" que cité antes, Jesús habla del "brevísimo lapso de tiempo"
(T-26.V.3:5), y explica que todo el tiempo, todo el mundo del tiempo y el espacio, ocurrió
dentro de ese "brevísimo lapso de tiempo". También explica que todo el mundo de la
Corrección, la Expiación, también ocurrió en ese "brevísimo lapso de tiempo". Es como si en
el instante en que el mundo pareció haber sucedido y se desplegó como una gran alfombra –
una imagen que Jesús usa una vez en el Curso (T-13.I.3:5) – y en ese mismo instante fue
enrollada nueva-mente y desapareció. Así que ya pasó todo, y la verdad, por supuesto, es que
no pasó nada.

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Lo que mantiene en marcha toda esta mascarada y farsa es la culpa, porque el ego nos
dice que somos culpables por lo que sucedió en el pasado, y seremos castigados por ello en
el futuro. Ese es nuestro mundo. Ese es el mundo del pecado, la culpa y el miedo en nuestra
mente, ahora tomando forma en un mundo temporal de pasado, presente y futuro.

(T-13.I.8.4-6) Nadie que crea esto puede entender lo que significa “siempre”, y de
este modo la culpabilidad le impide apreciar la eternidad. Eres inmortal porque eres
eterno, y “siempre” no puede sino ser ahora. La culpabilidad, pues, es una forma de
conservar el pasado y el futuro en tu mente para asegurar de este modo la continuidad
del ego.

Esta es otra forma de decir que la culpa es lo que asegura que el ego continúe y continúe y
continúe. Y hemos visto exactamente cómo funciona. La culpa dice que debes dejar tu mente
instantáneamente, y lo hacemos, fabricando un mundo de tiempo, fabricando un mundo de
pasado, presente y futuro. Todo esto asegura que permaneceremos para siempre en un
estado de ausencia de la mente, lo que significa que no podemos cambiar nuestra mente y
retirar nuestra creencia en el ego.

(T-13.I.8:7) Pues si se castiga el pasado, la continuidad del ego queda garantizada.

Es por eso que el libro del mundo Occidental, la Biblia, comienza con la historia de Adán y
Eva. La muerte llega al mundo como castigo por el pecado de Adán y Eva. Esto es un mito,
pero como todos los mitos, representa en la forma lo que está en la mente inconsciente, lo
que Jung llamó el inconsciente colectivo. Todos tenemos este pensamiento de pecado, culpa
y miedo. Por lo tanto, somos castigados en este mundo a través de la muerte debido a
nuestro pecado. La muerte es una realidad. Todo cuerpo, ya sea animado o inanimado,
eventualmente se deteriorará, descompondrá y morirá. En la vida humana pueden ser
cincuenta, sesenta, cien o ciento diez años. En la "vida" de una roca pueden pasar millones
de años. Todo en el nivel de la forma cambiará, se descompondrá y dejará de existir. En el
sistema de pensamiento del ego, ese es el castigo máximo por nuestro pecado – excepto que
lo que hace el ego es inventar la idea de una vida después de la muerte. Necesitamos una
vida después de la muerte ya que todos morimos, pero la gente sin pecado irá a la otra vida
del Cielo y la gente pecadora irá a la otra vida del infierno. Por eso existen las doctrinas del
Cielo y el infierno.
Como explica Jesús en la apertura del Capítulo 27, cada vez que elegimos sufrir, estamos
señalando con el dedo acusador a alguien diciéndole: "Mírame hermano, por tu culpa muero"

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(T-27.I.4:6). Pero te digo también que no te sientas muy culpable, aunque eso obviamente nos
gustaría, sino que lo decimos para que Dios lo escuche. En esa misma sección, Jesús habla de
cómo los pecados de nuestro hermano entonces "están escritos en el Cielo" (T-27.I.3:2). Dios
sabe que has pecado y lo sabe por lo que me has hecho. Ahora resulta que has pecado contra
mí en el pasado, el pecado es real, estoy sufriendo en el presente, pero tú vas a tener tu
merecido castigo en el futuro. Puedo morir, pero Dios me llevará de regreso con Él al
Cielo. Tú, en cambio, vas a ir con Él al otro lugar. Lo que asegura que eso sucederá es la
proyección de mi culpa en ti. Mi sufrimiento prueba que tú eres el culpable y que tú eres el
que será castigado. Así es como esperamos engañar a Dios.
La respuesta implícita aquí en términos de la idea de "siempre" es el instante santo, el
cual no aparece realmente hasta el Capítulo 15, el primer lugar en Un Curso de Milagros donde
se habla un poco del instante santo. El instante santo es simplemente ese punto al que nos
lleva el milagro cuando elegimos que los milagros reemplacen todos mis resentimientos,
como dice el libro de ejercicios (L-pI.78), cuando elegimos al Espíritu Santo como nuestro
maestro en lugar del ego. Y en ese instante santo hemos elegido contra el sistema de
pensamiento del ego, el cual es todo de una pieza, como acabamos de ver. Entonces, cuando
elegimos al Espíritu Santo, el sistema de pensamiento del ego desaparece en ese instante, lo
que significa que el mundo del pecado, la culpa y el miedo también desaparece. Si no hay
separación ni hay culpa, entonces no hay miedo al castigo, no hay experiencia de
vulnerabilidad. Todo lo que hay es ese recuerdo del Amor de Dios. Eso es lo que significa
"siempre" aquí. Por eso podríamos decir que el instante santo en cierto sentido es un reflejo
de la eternidad. No es la eternidad, porque todavía somos libres de elegir contra el instante
santo e ir y venir. Pero en ese instante en que hemos elegido la Expiación como nuestro
principio en lugar de la separación, obtenemos un reflejo de la eternidad, porque es la
ausencia de todo el sistema de pensamiento del ego.
Entonces, por supuesto, esa vocecita nos susurra al oído que, si seguimos así,
desapareceremos. Y esa es la vocecita que siempre está con nosotros, así como la Voz del
Espíritu Santo también está siempre con nosotros. Es esa voz la que es una advertencia
constante que dice que no se tomen demasiado en serio estas cosas del perdón: "Puedes
perdonar un poquito si quieres, pero no te dejes llevar, porque si lo haces te desaparecerás
en el olvido". Luego volvemos, como dice el Curso, a nuestros antiguos "amigos" de la culpa,
el pecado, el miedo, el ataque, la muerte, y estamos a salvo de nuevo (T-19.IV-D.6:2-3). Lo que
es seguro es este yo individual. Pero, por supuesto, donde nos sentimos seguros es en todo el
mundo del ego: odio, juicio, culpa, incluidas las pausas momentáneas cuando todo es mara-
villoso, cuando el especialismo funciona; y poco después volvemos de nuevo al juego del ego.

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Relaciones especiales: el hogar de la culpa.
Extractos del taller realizado en la
Fundación para Un Curso de Milagros
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Kenneth Wapnick, Ph.D.

Parte VII
“El inocente Hijo de Dios” (T-13.II)

Pasemos ahora a la siguiente sección del Capítulo 13, "El inocente Hijo de Dios", y
veremos los primeros cinco párrafos. Todos los pasajes que veamos nos ayudarán a
comprender mejor la idea central de que la culpa es ciega y también es cegadora. La culpa no
conoce el amor, lo que significa que cuando elegimos la culpa no conocemos el amor. Al
mismo tiempo, la culpa es cegadora: no solo nos ciega para amar, sino que termina
cegándonos a la culpa misma a través de la proyección de la misma en la relación
especial. Así comienza esto.

(T-13.II.1:1) El propósito fundamental de la proyección es siempre deshacerse de la


culpabilidad.

Juzgo la culpa como real. La considero totalmente inaceptable en mí mismo, porque


justo detrás de la culpa está este dios iracundo y maníaco que me destruirá, así que tengo
que deshacerme de ella. Eso es lo que nos impulsa continuamente en todos y cada uno de los
momentos a proyectar el mundo, proyectarnos a nosotros mismos en el mundo y luego
proyectar esta culpa inconsciente sobre todos los demás.

(T-13.II.1:2) Pero el ego, como de costumbre, trata de deshacerse de la culpabilidad


exclusivamente desde su punto de vista …

El ego nos miente. Nos dice que la manera de liberarnos de la culpa es deshacernos de


ella y ponerla en otra persona y odiar a esa persona, y luego encontrar tantos aliados como
podamos para que nos acompañen. Si no nos acompañan, págales. Los gobiernos lo
hacen; los individuos lo hacen. Te pagaré de alguna forma por ser mi amigo. Estaré contigo
todo el tiempo; te llamaré; seré amable contigo; te compraré regalos – pero sé mi amigo, lo
que siempre significa ser mi amigo frente a los demás. A veces eso es evidente, a veces
sutil. Nosotros lo hacemos y, por lo tanto, lo hacen nuestros gobiernos.
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(T-13.II.1:2-3) … pues por mucho que él quiera conservar la culpabilidad, a ti te
resulta intolerable, toda vez que la culpa te impide recordar a Dios, Cuya atracción es
tan fuerte que te es irresistible. En este punto, pues, se produce la más profunda de las
divisiones, pues si has de conservar la culpabilidad, tal como insiste el ego, tú no puedes
ser tú mismo.

Esto es una referencia al feliz hecho de que, si bien hemos hecho que todo nuestro
mundo se base en la culpa – nuestro hogar lejos del hogar – no obstante, tenemos una mente
dividida, y todavía hay una parte de nosotros que en algún lugar sabe que todo esto es
inventado. Esa es la parte a la que se refiere Jesús aquí. Aunque elegimos el ego y nos
identificamos con él, todavía hay una parte de nosotros que continuamente tratamos de
mantener enterrada porque sabe que todo esto es una ilusión y una mentira. Esa es la parte a
la que apela el Curso. Esa es la parte a la que apela cualquier maestro espiritual, cualquier
camino espiritual: la parte de nosotros que aún conserva incluso un ligero grado de
cordura. Esa es la parte tomadora de decisiones de nuestra mente a la que Jesús siempre se
dirige, tratando de reforzar la decisión que tomamos de estudiar este curso – solo para usar
esto como un ejemplo.
El Curso nos enseña que es solo una forma entre muchos miles de otras espiritualidades
(M-1.4:1-2). Este no es el único camino espiritual. Pero simplemente manteniéndonos dentro
del contexto de este camino, la parte de nosotros que eligió este camino y que se ha dedicado
razonablemente a él – como todos ustedes lo hacen – es la parte a la que Jesús se está
dirigiendo. Esa es la parte que dice que debe haber otra manera. A pesar de que existe esa
parte de nuestro ego a la que le gusta nuestro especialismo, la cual de alguna manera quiere
traer el Curso a él, todavía existe esa parte de nosotros que quiere ser quienes realmente
somos y sabe que cuando jugamos este juego de culpa y especialismo, no somos quienes
somos. Eso, de nuevo, es a lo que apela Jesús.

(T-13.II.1:4) Sólo persuadiéndote de que tú eres él podría el ego inducirte a proyectar


la culpabilidad y de ese modo conservarla en tu mente.

Ésta es una muy bonita y clara declaración de lo que hemos estado hablando – que el ego
nos dice que la forma en que nos deshacemos de la culpa es proyectándola y satisfaciendo
todas nuestras necesidades especiales y nuestras relaciones especiales. Todo lo que hace,
por supuesto, es proteger la culpa en nuestra mente. La relación especial es solo nuestro
hogar lejos del hogar. El verdadero hogar del ego, el verdadero hogar de la culpa, está en

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nuestra mente. El ego nunca quiere que nos demos cuenta de eso porque entonces
reconoceríamos claramente que fue una muy mala elección la que hicimos. Todos apostamos
por el caballo equivocado, y estamos tan locos que ni siquiera sabemos que el caballo por el
que apostamos está muerto. Seguimos ejerciendo la negación una y otra vez, fingiendo que
este caballo está vivo y en buen estado y que va a ganar la carrera, sin comprender realmente
que este caballo nunca vivió en primer lugar. Cayó muerto en la puerta de salida. Ponemos
todo nuestro dinero, toda nuestra inversión, todo nuestro tiempo y esfuerzo en este caballo
que está totalmente muerto. El tremendo esfuerzo que todos ponemos en negar esto, que es
de lo que se trata todo este mundo y todas nuestras relaciones especiales, es
verdaderamente extraordinario.
En un momento, Helen se estaba quejando con Jesús de que este curso era demasiado
difícil – que no había forma de que pudiera aprenderlo. Como respuesta, Jesús le dijo: ¿Cómo
puedes decirme que no puedes aprender este curso tan simple? mira lo que has
aprendido. No me digas que tu mente es tan impotente que no puede aprender. Mira lo que
te has enseñado a ti mismo. Esta respuesta a Helen en realidad se encuentra al final del texto
al comienzo del Capítulo 31 ("La simplicidad de la salvación"). Al principio estaba destinado a
Helen, pero obviamente lo está también para todos nosotros.
Nos hemos enseñado a nosotros mismos que lo imposible es verdad, que este caballo
está vivo y en buen estado y que se está esforzando poderosamente por llegar a la línea de
meta, y que vamos a ganar. Esto es tan loco como cualquier líder mundial o nacional que crea
que ganará una guerra. Nadie gana una guerra, porque la guerra en sí misma es derrota y
debilidad, razón por la cual ninguna guerra termina nunca nada – simplemente siembra las
semillas para la próxima guerra y la próxima guerra después de esa. El caballo está
muerto; no va a ir a ninguna parte; no va a ganar ninguna carrera. Pero, de nuevo, esto te da
respeto por la enormidad del poder de tu mente, la cual podría aprender que algo que está
muerto, está realmente vivo y es valioso. Eso es lo que todos hemos hecho. El problema es
que no queremos creerlo. Prácticamente todas las líneas de este curso dicen eso de una
forma u otra.
Lo que tiene que hacer el ego, que es otra forma de hacer lo mismo, es convencernos de
que somos quienes no somos, y que quienes no somos es quienes somos. Eso requiere una
habilidad de enseñanza extraordinaria de parte del ego y una habilidad de aprendizaje
extraor-dinaria de nuestra parte. Básicamente, el ego somos nosotros, por lo que somos
maestros y aprendices. Lo que hemos logrado es increíble: hemos convertido lo que es cierto
sobre nosotros en una mentira y lo que es una mentira sobre nosotros en verdad. Luego
construimos un sistema de pensamiento completo y un mundo para demostrar que la
mentira es verdad. Lo que es tan difícil de aprender y aceptar es la resistencia que nace del

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hecho de que, si eso es cierto, entonces todo esto es una mentira, y nosotros también somos
una mentira.
Recuerda, esa fue la motivación desde el principio – que todos como un solo Hijo,
tomamos la decisión colectiva de hacer real el ego, lo que significa convertir la verdad en una
mentira. Nuestras vidas y todos los aparentes problemas en nuestras vidas son ontológica-
mente inventados, totalmente inventados. Pero sobre todo, lo que pensamos que nos
molesta no es lo que realmente nos molesta en absoluto. Es solo otro testimonio de nuestro
ingenio y habilidad. Y, por supuesto, conseguimos que mucha gente, probablemente todo el
mundo, esté de acuerdo, especialmente nuestros enemigos o nuestros socios, todos los que
están involucrados con nosotros. Todos bailamos el mismo baile, y el propósito final que
todos compartimos en el nivel del ego es demostrar que la mentira es verdad. Por eso
siempre amamos las peleas; nos encanta tener un problema y discutir o pelear con la
gente. Ese es el oxígeno que mantiene en marcha todo este loco sistema de pensamiento. La
idea de que la vida es un campo de batalla – la cual es parte de la mentira.

(T-13.II.2:1-2) Observa, sin embargo, cuán extraña es la solución que el ego ha


urdido. Proyectas la culpabilidad para deshacerte de ella, pero en realidad estás
simplemente ocultándola.

Aquí Jesús está exponiendo la mentira, y eso es lo que hace durante todo este curso. Una
de las razones por las que pasa tanto tiempo hablando del ego es porque está exponiendo la
mentira, descubriendo el encubrimiento. Él está diciendo, mira lo que realmente está
sucediendo aquí. Eso realmente explica por qué pasa tanto tiempo en este elevado camino
espiritual hablando sobre el ego. Es la única espiritualidad que conozco que pasa tanto
tiempo hablando de la ilusión. Y lo hace porque no queremos hablar de ella y no queremos
verla. Así que tiene que explicárnoslo todo muy minuciosamente en treinta y un
capítulos. Proyectamos la culpa para deshacernos de ella, pero realmente la estamos
ocultando.
Él quiere que entendamos esto primero en el nivel en el que él lo está enseñando, pero
luego que tomemos esa comprensión y la apliquemos de manera muy directa y específica a
nuestras vidas personales. Es por eso que hay un libro de ejercicios, lo cual es lo que el libro
de ejercicios nos pide que hagamos – ver cómo hacemos lo que dice, lo que significa ver
cómo nuestras relaciones especiales no funcionan. Ahora bien, eso no significa que
descartemos la relación, como el Curso de hecho dice dos veces (T-15.V.4,5; T-17.IV.2). El
Espíritu Santo no te quita tus relaciones especiales. Las transforma. No significa que dejes de
tener relaciones. No está diciendo que dejes de tener un cuerpo. No está diciendo que dejes

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de respirar, que dejes de comer o que dejes de relacionarte. No está diciendo nada de
eso. Simplemente nos está enseñando a cambiar el propósito. No tires al bebé con el agua
del baño. No es la relación a nivel del comportamiento o de la forma la que es el problema. Es
el propósito de la culpa al que están sirviendo. Ese es el problema.
Por lo tanto, Jesús está descubriendo el conjunto de dinámicas ingeniosas, aunque
desagradables y viciosas, que alimentan todo nuestro mundo. Solo al ver las dinámicas por lo
que son, podremos decir de manera significativa que esto es una locura y que ya no
queremos hacer esto. Al entrar en otra relación, observa lo que haces. Observa todos los
juegos sutiles, todas las formas en que usas tu cuerpo, como dice el Curso en un momento,
para pescar a otro pez (T-24.VII.4:6). Solo mira lo que haces. No necesariamente tienes que
dejar de hacerlo, sino que simplemente observa lo que haces y comprende por qué lo estás
haciendo. Y finalmente, comprender por qué lo estás haciendo te dará la motivación para
cambiar el propósito de la relación.
Este curso no está diciendo que dejes de vivir en un cuerpo solo porque el cuerpo es una
ilusión. Todavía creemos que el cuerpo es real, pero Jesús quiere que entendamos la forma
en que vivimos y que usemos el cuerpo de una manera diferente, lo que significa que
tenemos que elegir un maestro diferente. Nuestro nuevo maestro, el Espíritu Santo o Jesús,
nos enseña no diciéndonos que cambiemos nuestro comportamiento, sino ayudándonos a
darnos cuenta de que tenemos una mente que ha usado mal su poder – que nuestra mente
nos ha metido en muchos problemas sin siquiera saber que estamos metidos en muchos
problemas. Nuestro nuevo Maestro nos dice: "Permítanme ayudarlos a ver lo que han hecho,
para que se sientan motivados a tomar otra decisión".

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Relaciones especiales: el hogar de la culpa.
Extractos del taller realizado en la
Fundación para Un Curso de Milagros
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Kenneth Wapnick, Ph.D.

Parte VIII
“El inocente Hijo de Dios” (T-13.II) (cont.)

(T-13.II.2:3-4) Experimentas culpabilidad, pero no sabes por qué. [Todos experimen-


tamos el odio hacia nosotros mismos y la culpa, pero no sabemos de dónde vienen, así que
Jesús lo va a explicar]. Al contrario, la asocias [la culpa] con un extraño surtido de "ideales
del ego", en los que, según él, le has fallado.

Los "ideales del ego" son los "debería", como, debería sacar una A en la escuela. Este es
un ideal que el ego establece para que fracasemos. Siempre nos gusta culpar a nuestros
padres por eso, pero no tiene nada que ver con nuestros padres. Otro ideal es cuando
decimos, por ejemplo, he sido estudiante de Un Curso de Milagros durante cinco años, cinco
minutos, cinco días o cinco décadas y ya debería saberlo mejor. No debería estar
juzgando. No debería involucrarme en relaciones especiales. No debería ir al médico cuando
estoy enfermo. Estos son los ideales del ego de los que habla Jesús. Establecemos algo para
que fracasemos o para que nos sintamos culpables. Creemos que la razón por la que somos
culpables es que no cumplimos con las expectativas de los padres, o las expectativas de
Jesús, o las expectativas de esta persona, o las expectativas del gobierno, sea lo que sea. Lo
que Jesús está diciendo es que eso no es lo que está sucediendo.

(T-13.II.2:5-6) Sin embargo, no te das cuenta de que a quien le estás fallando es al


Hijo de Dios al considerarlo culpable. Al creer que tú ya no eres tú, no te das cuenta de
que te estás fallando a ti mismo.

De ahí es de donde viene la culpa. El ego es tan inteligente – nos lleva al mundo (el
recuadro inferior del gráfico) y dice aquí está el por qué eres culpable: fallaste aquí en el
mundo; tienes treinta y cinco o cincuenta y cinco años, y deberías tener todo este dinero y
todas las cosas que el mundo dice que deberías tener; no es así, por lo tanto, eres un fracaso.
Todo esto simplemente se convierte en la forma en que el ego nos dice que el problema
está en el mundo y que por eso somos culpables. No tenemos ni idea de que la razón por la
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que somos culpables es que nos hemos acusado de traicionar al Hijo de Dios al elegir el ego
en lugar del Espíritu Santo. Ese es el problema. Eso es lo que Jesús quiere decir a principios
del libro de ejercicios cuando dice que nunca nos disgustados por la razón por la que
creemos (L-pI.5). Nos está enseñando que nunca somos culpables por la razón que
creemos; nunca estamos enojados por la razón que creemos; nunca estamos tristes por la
razón que creemos. Todo está muy, muy cuidadosamente orquestado por el ego.
Esto es también lo que quiere decir en el Capítulo 27 cuando dice que, de entre las
numerosas causas que percibíamos como responsables de nuestro dolor y sufrimiento, la
culpabilidad no era una de ellas (T-27.VII.7:4). La culpa de la que está hablando es la culpa en
nuestra mente. Somos muy buenos como individuos y como sociedad para identificar las
fuentes del dolor y el sufrimiento, ya sea que lo hagamos a través de la medicina, la
psicología, la economía, la política, la religión o lo que sea. Somos muy buenos aislando la
causa. Todos podemos diferir, pero todos tenemos teorías sobre por qué estamos molestos,
por qué el mundo está en un estado terrible, por qué ha sucedido esto, por qué ha sucedido
eso. Nunca pensamos que la culpa sea la causa, porque el ego es muy inteligente. Hizo el
mundo – como vimos al comienzo de nuestra clase – como una tapadera para la culpa, de
modo que el cuerpo nunca vería la culpa, pero cumpliría los dictados de la culpa. Los
dictados de la culpa, una vez más, es ver las causas del dolor y el sufrimiento, y las causas de
la alegría y la felicidad como externas a nosotros mismos, como externas a la mente.
Ese es el significado de esa sección importantísima "No busques fuera de ti mismo" (T-
29.VII) cerca del final del texto. Hay un punto que se analiza en su totalidad. Vemos la causa
tanto de nuestra felicidad como de nuestra infelicidad como algo externo. El cuerpo también
está fuera, porque está fuera de la mente. Y, en última instancia, ni siquiera la culpa es la
causa; la decisión de hacer real la culpa es la causa. La causa última de todos nuestros
problemas radica en ese punto al principio del cuadro de mente dividida en el gráfico,
porque la culpa no es nada. La creencia en la culpa es el problema. Aún más al grano, es
la decisión ser culpable en lugar de inocente lo que es el problema. Cuando tomamos la
decisión de ser culpables, con la misma rapidez negamos toda responsabilidad por eso y
proyectamos la culpa sobre todos los demás. Una vez más, es por eso que tuvimos que hacer
el mundo. Eso es lo que significa el libro de ejercicios cuando dice: "Así fue cómo surgió lo
concreto" (L-pI.161.3:1). El odio necesita un objeto, algo concreto en lo que pueda aterrizar
cuando lo proyectamos. Por eso nacemos en familias. Como siempre me gusta recordarle a la
gente, si todo esto es un sueño, todo es inventado, como nos dice el Curso, y somos los
soñadores del sueño, entonces somos responsables de ello. Como explicó Freud hace más de
cien años, los sueños tienen un propósito y cumplen deseos, como también diría el Curso,
pero por una razón diferente. Enton-ces, ¿por qué hicimos el mundo como lo hicimos? ¿Por

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qué hicimos el cuerpo de la forma en que lo hicimos? ¿Por qué tuvimos que nacer indefensos
en familias? No tenía por qué ser así. Podríamos haber nacido como Atenea de la cabeza de
Zeus, completamente desarro-llados. Lo hicimos de esta manera para tener objetos sobre los
que proyectar.
Y todo el mundo sabe, como todos hemos sido niños y todos tenemos familia, que el
primer objeto de nuestro odio son siempre nuestros padres. Son los objetos de nuestro amor
especial y de nuestro odio especial. Ese es el verdadero significado del complejo de Edipo de
Freud. Nuestros padres forman relaciones especiales de amor y odio con nosotros, y nosotros
con ellos, obviamente. Por eso tenemos familias, para que tengamos un lugar donde poner la
culpa que no queremos guardar dentro.

(T-13.II.3:1-2) La más tenebrosa de las piedras angulares que ocultas, mantiene tu


creencia en la culpabilidad fuera de tu conciencia, pues en ese lugar tenebroso y secreto
yace el reconocimiento de que has traicionado al Hijo de Dios al haberlo condenado a
muerte.

Por eso, cuando el mundo escribió la historia de Jesús, la escribió como la crucifixión del
Hijo de Dios. Nadie sabe realmente lo que sucedió en su vida, pero se nos dice que el Hijo de
Dios, totalmente inocente, fue crucificado. Nuestra culpa recayó sobre sus hombros y fue
asesinado a causa de ella. Eso es a lo que esto es una referencia. Por eso las palabras son así,
basadas en la famosa declaración que supuestamente Jesús le dijo a Judas: "... ¿con un beso
entregas al hijo del hombre?" (Lucas 22:48). Todo es una historia de traición. Bueno, ¿quién
es el verdadero traidor del Hijo de Dios con el beso de un amor especial? Nosotros lo
somos. Ese es el secreto. Eso es lo que queremos mantener enterrado. Nunca sucedió, pero el
ego nos dijo que sí sucedió. Y una vez que nos dijo que sucedió y lo creímos, se aseguró de
que nunca volviéramos a cuestionar esa creencia. Para eso está el mundo. El mundo nos dejó
sin mentes para que nunca pudiéramos cuestionar la fuente de la creencia.
Entonces, una de las cosas que hizo el ego en su especialismo, muy inteligente y muy
brillante, fue hacer una teología que enseñara exactamente lo mismo, pero hizo que todo
fuera externo. Así vemos el drama de la separación, la traición y la crucifixión del Hijo de Dios
que se presenta fuera de nosotros. Entonces todos son culpados y castigados. Nadie tiene ni
idea de que el drama externo es ni más ni menos que la proyección en la forma del
pensamiento original que también es inventado y es un mito, nada más que un mito cósmico
que aparece en muchas otras religiones del mundo. Pero que traicionamos al Hijo de Dios,
todos creemos que es verdad. Creemos que matamos a su Padre y crucificamos a Su Hijo. Y
sobre ese cadáver asesinado erigimos este yo "glorioso". Todo está hecho para ocultar el

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hecho de que nada de eso sucedió. Recuerda, la culpa nos ciega a la realidad del principio de
Expiación que dice que la separación nunca sucedió. Luego nos ciega a la aparente realidad
de la culpa al fabricar un mundo. De eso se trata todo esto.

(T-13.II.3:3-5) Tú ni siquiera sospechas que esta idea asesina, aunque demente, yace
ahí oculta, pues las ansias destructivas del ego son tan intensas que sólo la crucifixión
del Hijo de Dios puede, en última instancia, satisfacerle. No sabe quien es el Hijo de Dios
porque es ciego [No sabe de amor; no sabe acerca del Hijo de Dios]. Mas permítele percibir
inocencia en cualquier parte, y tratará de destruirla debido a su miedo.

Posteriormente, como veremos, esto se convierte en una referencia a Jesús – que


obviamente era el epítome y el símbolo de la inocencia del Hijo de Dios, del Amor de Dios
Mismo, y por eso el ego tuvo que destruirlo. Como dice más tarde, "Para el ego, el ego es Dios,
y la inocencia tiene que ser interpretada como la máxima expresión de culpabilidad que
justifica plenamente el asesinato" (T-13.II.6:3). Y como veremos en el siguiente párrafo, "Para
el ego, los inocentes son culpables" (T-13.II.4:2). El ego necesita culpa. Sin culpa no hay ego.
Así, en la extraña religión del ego, la falta de culpabilidad es pecaminosa. Es por eso que uno
no puede imaginar las religiones bíblicas sin la doctrina del pecado. De hecho, la Biblia
básicamente comienza con lo que se conoce como pecado original. Necesitamos el pecado, y
lo peor que se puede decir a la gente es que no tienen pecado. Y aún si somos pecadores y
queremos liberarnos del pecado, tenemos que pagar por ello, lo que por supuesto hace real
el pecado, y luego hace que el Dios Que exige pago esté tan loco como aquellos que creen
que han pecado contra Él. Todo es sólo un desastre podrido. Pero una vez que esto se eleva a
la palabra de Dios Mismo, nunca puede ser cuestionada, que es lo que el ego siempre quiere –
que nunca cuestionemos al ego mismo, que nunca cuestionamos la aparente realidad y
validez de su sistema de pensamiento. Y todo se basa en la creencia sacrosanta de que el
pecado y la culpa son reales. Sin ellos, no tienes un sistema del ego. Sin ellos no tienes una
existencia individual. Por lo tanto, el ego defenderá hasta la muerte a aquellos que dicen que
el pecado no es una ilusión, que el pecado es real. El ego quiere hacer que el pecado sea real,
y solo entonces se puede alcanzar el estado de impecabilidad, pero solo haciendo que el
pecado sea real y pagando por él.
Es por eso que el Cristianismo se convirtió en una fuerza religiosa, política y social tan
dominante en el mundo – le dio verdad al sistema de pensamiento del ego. Por eso es tan
poderosa y atractiva hasta el día de hoy. Es por eso que el Islam está creciendo de la forma en
que está creciendo y se está convirtiendo en la religión de más rápido crecimiento en el
mundo – también habla de un Dios Que reconoce el pecado y reconoce el sacrificio como el

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precio que debe pagarse para volver a casa. Todo es una locura; todas las religiones formales
son una locura. Decir que una está más cuerda o es mejor que otra es la arrogancia típica del
ego. Todas nacen del mismo sistema de pensamiento, y el amor que abrazan es un amor
especial porque no incluye a todos. Siempre se basa en que haya buenos y malos, o personas
que serán recompensadas y personas que serán castigadas. Están los infieles, los paganos, y
luego están los verdaderos creyentes.
Nuevamente, lo que dice el párrafo 3 es que no queremos ver la verdadera fuente de
nuestra culpa. Esto explica por qué estamos tan impulsados a proyectarla de una manera tan
ciega y así no volver a verla nunca – porque este es un pensamiento muy espantoso.  No es un
pensamiento que todos tuvimos una vez; este es un pensamiento que continuamente
resucitamos y hacemos realidad, una y otra vez. Lo hacemos cada vez que emitimos un juicio,
cada vez que tenemos una idea de especialismo. Cada vez que pensamos que nuestra
identidad individual se ve amenazada y hay que preservarla. Todos nos hemos vuelto tan
malditamente civilizados la mayor parte del tiempo que nadie sabe qué hay debajo. En lo que
nos hemos vuelto muy buenos es en encubrir el homicidio que se encuentra dentro de cada
uno de nosotros, y eso es lo que esto está diciendo. "Tú ni siquiera sospechas que esta idea
asesina, aunque demente, yace ahí oculta". Nada menos que la crucifixión del Hijo de Dios
puede satisfacer al ego, y la forma en que crucificamos al Hijo de Dios es convirtiéndolo en
algo que no es. Lo que realmente es, es espíritu puro, totalmente uno con su Creador y
Fuente, un resplandeciente ser de luz que no tiene nada que ver con la iluminación en el
sentido físico. Y crucificamos ese Ser cada vez que glorificamos la individualidad, la
singularidad, la autonomía personal, la libertad personal o el especialismo. No hay una
persona en este mundo que no haga eso, dice Jesús, por eso este no es un libro muy popular. 
Como he dicho muchas, muchas veces, la razón por la que Un Curso de Milagros parece
ser tan popular es que nadie sabe lo que dice. Es obvio. Hay más de un millón y medio de
copias y se ha traducido a muchos, muchos idiomas, y aún quedan más por venir, pero la
mayoría de la gente no tiene ni idea de lo que dice. Si lo supieran, lo dejarían a un lado, pero
creen que dice algo más. Creen que dice algo agradable. Esto no es agradable. Revela lo
desagradable que es el mundo. Ahí es donde se encuentra la "bondad" del Curso – que
descubre lo desagra-dable. Nuevamente, lo que Jesús hace es quitar el velo para que
podamos mirar dentro del pozo negro. Solo cuando lo miramos sin juzgar, el pozo negro
desaparece.
Todo nuestro mundo está construido sobre este pozo negro para mantener oculto el
hedor de nuestro odio y nuestro homicidio. Por eso el ego inventó el perfume y el
desodorante y todas las demás cosas, lo que no significa que no debas usarlos. Simplemente
significa que debes entender lo que realmente se esconde detrás de todo esto. No queremos

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mirar, oler y ver el hedor de nuestro odio a nosotros mismos. Pero cuando finalmente lo
descubrimos, nos damos cuenta de que no hay nada allí. Lo que mantiene el mundo en
marcha es la creencia de que hay algo allí y es feo, horrible, y tiene que ser ocultado. Y de lo
que se trata este curso es de sacar la tapa y mirar hacia adentro. Pero estamos aterrorizados
de hacerlo.
Por eso necesitamos una relación con el Maestro interior. Es por eso que necesitamos un
Jesús o un Espíritu Santo o cualquier otro nombre que usemos para esa Presencia. No
podemos hacer esto por nosotros mismos, lo que significa que no podemos hacerlo con
nuestro ego. Necesitamos algo fuera de nuestro loco sistema de pensamiento que pueda
ayudarnos muy lenta y suavemente a acumular la fuerza y la fe para finalmente llegar al
punto en el que levantamos la tapa y miramos hacia adentro, y luego vemos que no había
nada. El miedo es que lo que vamos a encontrar allí es algo terrible, un terrible dragón, el
terrible monstruo de nuestro odio a nosotros mismos, culpa y pecado. Debemos entrar ahí. Si
no lo hacemos, se queda ahí y toda nuestra vida se ve impulsada a no mirar nunca. Cuando
finalmente miramos, nos damos cuenta de que no había nada allí. Eso es lo que significa la
línea que cité antes: "Te pide imperiosamente que no mires dentro de ti, pues si lo haces tus
ojos se posarán sobre el pecado y Dios te cegará” (T-21.IV.2:3). A ella le sigue la declaración,
¿Qué pasaría si mirases en tu interior y no vieses ningún pecado? (T-21.IV.3:1). Ese es el
verdadero miedo del ego, que destapemos el pozo negro y nos demos cuenta de que no hay
pozo negro; no hay hedor de maldad; no hay cadáveres podridos. No hay nada. Eso es lo que
tenemos que examinar.

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Relaciones especiales: el hogar de la culpa.
Extractos del taller realizado en la
Fundación para Un Curso de Milagros
Temecula CA
Kenneth Wapnick, Ph.D.

Parte IX
“El inocente Hijo de Dios” (T-13.II) (cont.)

(T-13.II.4:1-4) Gran parte del extraño comportamiento del ego se puede atribuir
direc-tamente a su definición de la culpabilidad. Para el ego, los inocentes son
culpables.  [Ellos son los que tienen que ser castigados]. Los que no atacan son sus
"enemigos" porque, al no aceptar su interpretación de la salvación, se encuentran en
una posición excelente para poder abandonarla. [Y si lo abandonan, todo el sistema de
pensamiento desaparece, lo que significa que tu yo individual también desaparece, ese es el
miedo]. Se han aproximado a la piedra angular más recóndita y tenebrosa de los
cimientos del ego, y si bien el ego puede tolerar que pongas en duda todo lo demás, este
secreto lo guarda con su vida, pues su existencia depende de que él siga guardando
dicho secreto.

La siguiente sección, "El miedo a la redención", enseña que el verdadero secreto es que
no hay nada allí. Lo que el ego nos dice es que el secreto que debe mantenerse en secreto es
la culpa por la creencia de que hemos crucificado al Hijo de Dios. Es por eso que hay esa línea
en la siguiente sección que dice que nuestro verdadero temor no es la crucifixión sino la
redención: "No es de la crucifixión de lo que realmente tienes miedo. Lo que verdaderamente
te aterra es la redención" (T-13.III.1:10-11). Cuando finalmente nos adentramos en la mente y
miramos, vemos la luz de la Expiación, no el pozo negro de la culpa o el pecado. Ese es el
miedo – que en algún momento tomemos esa decisión.
Por lo tanto, el ego sigue diciéndonos que somos personas espantosas y
miserables. Nuestra existencia individual nos dice eso, porque ¿cómo llegamos aquí como
entidades separadas? Debemos haber llegado aquí destruyendo a Dios y crucificando a
Cristo. Ese recuerdo está ahí cada vez que respiramos, así que seguimos empujándolo hacia
abajo; y cuando empujamos la culpa hacia abajo, ella empuja hacia arriba a través de la
proyección y aterriza en otra persona. Por eso es tan difícil, casi imposible renunciar al juicio
– porque el juicio es lo que mantiene en marcha todo este miserable lío. Es por eso que a

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todos les encanta subirse al carro cuando encuentran al enemigo. Una vez más decimos: ah,
estoy fuera de peligro; el pecado es real, pero no está en mí.

(T-13.II.4:5) Por lo tanto, es este secreto el que tenemos que examinar, pues el ego
no puede protegerte de la verdad, y en presencia de ésta el ego se desvanece.

Ese es nuestro gran miedo: en presencia de la verdad el ego desaparece. Por eso le


tenemos tanto miedo a la verdad.

(T-13.II.5:1-2) En la serena luz de la verdad, reconozcamos que crees haber


crucificado al Hijo de Dios. No has admitido este "terrible" secreto ["terrible" está entre
comillas porque para nosotros es terrible, mientras que en realidad no es nada] porque
todavía desearías crucificarlo si pudieses encontrarlo.

De lo que se hablará en el párrafo 6, que no vamos a ver, es que cuando el mundo lo


encuentra – y Jesús no es la única persona sin ego que ha estado aquí – siempre tiene que ser
crucificado, porque el verdadero miedo es a la luz de la verdad.

(T-13.II.5:3) No obstante, este deseo ha hecho que el Hijo de Dios se mantenga oculto
de ti, ya que es un deseo aterrante, y, por lo tanto, temes encontrarlo.

Nunca queremos encontrar a alguien o algo que represente la verdad, porque ese es el
final de nuestro ego. Todos tenemos mentes divididas, por lo que hay una parte de nosotros
que quiere encontrar a esa persona, sistema de pensamiento o enseñanza que lo represente,
pero debemos ser conscientes de que tenemos una mente dividida. Hay una parte de
nosotros que quiere esto, que quiere que el Niño pequeño dentro de nosotros crezca, el Niño
pequeño del que habla la Lección 182. Sin embargo, existe la otra parte de nosotros que está
aterro-rizada. Esa es la ambivalencia que siempre se encuentra en el camino
espiritual. Somos muy ingenuos si pensamos que no vamos a ser parte de esa
ambivalencia. Todo el mundo la tiene.
Todos queremos despertar del sueño e irnos a casa porque, en algún nivel, nos damos
cuenta de que esto es una pesadilla y es terrible. Por otro lado, hay una parte de nosotros,
esa vocecita que susurra: "Si haces esto, desaparecerás". Esa es la ambivalencia que se
aparece en cualquier verdadero aspirante espiritual. Hay una parte de nosotros que quiere
irse a casa y una parte que está aterrorizada de volver a casa. Una parte de nosotros quiere
tomar la mano de Jesús y la otra parte quiere matarlo. Dado que tenemos una mente

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dividida, ambos pensamientos coexisten, pero están separados. Por lo general, lo que
hacemos es separarnos del odio, pero si el odio sigue ahí, entonces el verdadero amor que
sentimos por esta figura – quedémonos con Jesús – se contamina rápidamente con el odio y
se convierte en un amor especial. Y ¡voila!, tenemos la Biblia y el Cristianismo.
Una persona que representa solo el amor se convierte en alguien que representa un amor
especial, y la razón por la que eso sucede es que no tomamos ese amor genuino y lo usamos
como un faro de luz que nos acompañaría a la oscuridad del ego y haría brillar su luz en la
oscuridad. La razón por la que necesitamos a alguien como Jesús – ya no una persona o un
cuerpo, sino una presencia o símbolo de amor en nuestra mente – es que necesitamos una
presencia llena de luz que vaya a la oscuridad con nosotros y la haga brillar. Pero debemos
mirar la oscuridad. Eso es lo que Jesús está diciendo aquí. Si no hacemos esto, y en cambio
usamos a Jesús de alguna otra manera, lo convertiremos en una figura mágica más, un
símbolo más de amor especial. Haremos lo mismo que todos los demás han hecho, y una vez
más nos acusaremos de haber crucificado al Hijo de Dios.
Es por eso que la crucifixión de Jesús, tal como se la trata en los evangelios, ha sido un
símbolo tan importante: recrea para todos nosotros lo que todos hemos hecho. Al adorarlo y
convertirlo en un acto de salvación, el mundo hizo exactamente lo que el ego quiere. Trajo la
verdad a la ilusión y luego la ilusión se tragó a la verdad. Esto no tiene ningún efecto sobre la
verdad, la cual no está en la ilusión de todos modos. Pero el mundo ahora creerá que ha
afirmado la verdad y que la conoce, pero todo lo que ha hecho es vestirse con la ropa de la
ilusión. Entonces adoramos la ropa y pensamos que es la verdad, pero no lo es, porque no
hay amor allí. No puede haber amor allí hasta que se exponga la culpa en la mente. Debemos
mirar hacia adentro.
Una vez más, el propósito de un maestro espiritual o un símbolo espiritual es ayudarnos a
ir hacia adentro y mirar nuestro ego sin juzgar, sin miedo y sin culpa – pero debemos
mirarlo. Solo entonces su apariencia de granito sólido cambia a un velo frágil y la luz brilla a
través suyo.

(T-13.II.5:3-6) No obstante, este deseo ha hecho que el Hijo de Dios se mantenga


oculto de ti, ya que es un deseo aterrante, y, por lo tanto, temes encontrarlo. La manera
en que has lidiado con este deseo de matarte es desconociendo tu identidad e
identificándote con lo que no eres [el ego]. Has proyectado la culpabilidad ciega e
indiscriminadamente, pero no has podido descubrir su fuente. Pues el ego quiere
destruirte, y si te identificas con él no podrás sino creer que su objetivo es también el
tuyo.

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El ego quiere matarnos, es decir, matar a nuestro verdadero Ser, el Cristo en nosotros, el
Hijo de Dios. Y si nos identificamos con ese pensamiento del ego, algo que obviamente todos
hemos hecho, entonces siempre buscaremos matar al Hijo de Dios en todos. Cada vez que los
juzgo, cada vez que trato de tejer una red y atraparlos en esa red de especialismo, lo que
estoy haciendo es crucificar al Hijo de Dios. Digo que tú no eres inocente; que tú no eres parte
de la Filiación; que tú eres culpable. Así es como re-creamos el momento de la separación
una y otra vez. Cada vez que hacemos un juicio, estamos crucificando al Hijo de Dios. 
Y quiero crucificar al Hijo de Dios en ti porque no quiero mirar lo que creo haber hecho de
mí realmente. Quiero verte como el malo. Entonces siempre trato de justificar el crucificarte,
mi odio hacia ti. Intento justificar mi amor especial por ti. Eso no hace ninguna
diferencia. Trato de justificarlo y luego conseguir que tantas personas como pueda, estén de
acuerdo conmigo para evitar la verdadera culpa interior, que es que soy yo quien le hizo esto
al Hijo de Dios. Intento tomar esa culpa y arrojarla sobre ti, y como creo que soy un
estudiante sincero de espiritualidad, de Un Curso de Milagros o de cualquier otro camino, no
seré consciente de lo que estoy haciendo realmente. Pensaré que mi juicio sobre ti está
justificado; creeré que mi amor especial por ti está justificado; que mi odio especial por ti está
justificado. Y nunca me daré cuenta de que lo que realmente estoy haciendo es tratar de
escapar del castigo de mi propio pecado.
Una vez más, es por eso que necesitamos personas en el mundo – para poder tener
objetos sobre los que proyectar. No hay forma de salir de esto hasta que finalmente
reconozcamos que hay algo muy mal en este cuadro. Eso es lo que Jesús quiere decir en la
sección "Los dos cuadros" (T-17.IV), que leí al principio, cuando nos dice que no miremos el
marco, que es la relación especial, sino que miremos la imagen. La imagen en el contexto de
esta sección es la imagen de la muerte. Para nuestros propósitos en esta discusión diremos
que la imagen es la culpa. Jesús nos está diciendo que miremos el propósito del ego para la
relación, que sería cualquier cosa que nos impida ir hacia adentro para descubrir la culpa, y
detrás de la culpa para ver la luz de Cristo que está en nosotros. No necesitamos nada fuera
de nosotros para eso; todo está dentro de nosotros. Esto es muy, muy difícil, porque creemos
que si estamos solos seremos destruidos – que si estamos solos es solo un salto volver a la
mente y encontrar el horror que está allí.
El ego fabrica todos estos cuerpos separados y dice que necesitamos cuerpos – hay algo
que falta, algo que nos falta, y por eso existe esta otra persona, esta otra cosa o esta otra
sustancia que nos traerá paz y nos hará sentir bien internamente. Una vez más, esto no
significa que no debamos tener relaciones; solo significa que tenemos que mirar el propósito,
la imagen, y luego pedirle ayuda a nuestro Maestro para cambiar la imagen. No tenemos que
cambiar el marco (la forma), solo la imagen (el contenido). Cuando cambiamos la imagen, el

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marco cambiará automáticamente. En lugar de tener como finalidad ser oscuro e imponente,
atrayéndonos para que la imagen se mantenga oculta, el marco ahora se volverá muy claro
para dejar que la imagen, ahora de luz, brille intensamente.

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Relaciones especiales: el hogar de la culpa.
Extractos del taller realizado en la
Fundación para Un Curso de Milagros
Temecula CA
Kenneth Wapnick, Ph.D.

Parte X
“La nube de culpabilidad” (T-13.IX)

"Vamos a ir ahora a La nube de culpabilidad".

(T-13.IX.1:1) La culpabilidad sigue siendo lo único que oculta al Padre, pues la


culpabi-lidad es el ataque que se comete contra Su Hijo.

Ya hemos visto esta idea, y decir que la culpabilidad sigue siendo lo único que oculta al
Padre es decir que todo aquí es simplemente una expresión de nuestra culpabilidad.

(T-13.IX.1:2) Los que se sienten culpables siempre condenan, y una vez que han
conde-nado lo siguen haciendo, vinculando el futuro al pasado tal como estipula la ley
del ego.

Esto es lo mismo que decir que la culpa siempre tendrá que proyectarse. Eso es solo una
perogrullada psicológica. Al ser juzgado como totalmente inaceptable, la culpa se reprime en
el inconsciente y todo lo que se reprime automáticamente se proyecta. Así es como es – ese
es el nombre del juego del ego. Cuando proyectamos culpa, obviamente estamos atacando:
no soy yo el culpable, tú lo eres. Eso es lo que significa esta sentencia, que los que se sienten
culpables siempre condenan y lo seguirán haciendo. Vinculan el pasado, que es donde se
origina su culpa, con el presente. Por lo tanto, mi pecado en el pasado me lleva a
experimentar la culpa automáticamente, lo que me lleva a proyectarla. Otra forma de
entender esto sería a través del ciclo de culpa-ataque que describí anteriormente: cuando
negamos nuestra culpa a través de la proyección y atacamos a otras personas, una parte de
nosotros se sentirá culpable, porque recordará el ataque original por el que nos sentimos
culpables, así que seguimos dando vueltas y vueltas y vueltas.

(T-13.IX.1:3) Guardarle fidelidad a esta ley impide el paso de la luz, pues exige que se
le guarde fidelidad a la obscuridad y prohíbe el despertar.
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Eso, por supuesto, es exactamente lo que queremos. La decisión de ser especial,
individual y separado, y continuar de esa manera, es la decisión de vivir una vida en la
oscuridad. Vivir una vida en la oscuridad, un símbolo común en el contexto del Curso y en
realidad muchos otros caminos espirituales, significa permanecer dormido. Al comienzo del
texto, Jesús cita el versículo de la Biblia que dice que sobre Adán se abatió un sueño
profundo, mas no se hace referencia en ninguna parte a que haya despertado (T-2.I.3:6). Mary
Baker Eddy, fundadora de la Ciencia Cristiana, usó eso como una metáfora para enseñar que
todo lo que sucedió desde el momento del pecado de Adán y Eva es un sueño.
En Un Curso de Milagros, Jesús básicamente diría lo mismo. Desde que comenzamos la
creencia e invertimos en nuestra creencia en la separación, hemos estado dormidos, y todo lo
que sigue de eso es un sueño. Más adelante en el texto del Capítulo 27, Jesús habla de dos
tipos de sueños (T-27.VII). Ahí está el sueño secreto (en el gráfico, el sueño en el cuadro del
pecado, la culpa y el miedo del ego). Luego está el sueño del mundo, que no es más que la
proyección del sueño secreto. Ese es el sueño del pecado, la culpa y el miedo en el
mundo. Ambos son el mismo sueño. Pero nos olvidamos del sueño secreto, así que de lo que
somos conscientes es de lo que está "aquí afuera", y como no sabemos que estamos
dormidos, pensamos que todo esto es real. Convenientemente hemos olvidado que el sueño
del mundo es simplemente el efecto del sueño del dormir, el sueño secreto del pecado, la
culpa y el miedo.

(T-13.IX.1:4) Las leyes del ego son estrictas y cualquier violación se castiga severa-
mente.

Al principio del texto, Jesús dice que cuando comenzamos a tomar como verdadera la
evaluación que el Espíritu Santo hace de nosotros como los santos Hijos de Dios, el ego se
vuelve cruel (T-9.VII.4). Ahora bien, estrictamente hablando, el ego no se vuelve cruel. El ego
no es una cosa; no es una persona. El ego es un pensamiento, pero es nuestro
pensamiento. Es decir, que tan pronto como comenzamos a dar pasos hacia la mente
correcta, hacia el Espíritu Santo, y comenzamos a perdonar – a renunciar al juicio y a mirar al
ego – esa vocecita comienza a susurrar nuevamente y a decir que, si seguimos así, seremos
destruidos, pero lo que nos salvará es la culpa y el ataque. En ese punto comenzamos a
sentirnos culpables y empezamos a atacar, ya sea que lo hagamos de manera abierta, que es
lo que es el odio especial, o lo hagamos de manera encubierta, que es lo que es el amor
especial. Eso es realmente lo que dice esta declaración – que el ego castiga las violaciones de

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su ley. El castigo es simplemente lo que hacemos: continuamente proyectamos y
proyectamos y proyectamos.

(T-13.IX.1:5-6) Por lo tanto, no obedezcas sus leyes, pues son las leyes del castigo. Y
aquellos que las acatan creen que son culpables y, por lo tanto, no pueden sino
condenar.

Lo que estamos viendo es realmente el mismo principio articulado una y otra vez,
comenzando desde el principio del capítulo y aquí nuevamente al final. Como mencioné
otras veces, el Curso está escrito como una sinfonía y sus temas se repiten continuamente, y
cada vez ligeramente diferente de la declaración anterior del mismo. El mismo material se
presenta una y otra vez debido a nuestra resistencia y nuestro miedo. Una vez que
entendamos cómo funcionan el pecado, la culpa y el miedo, todo aquí tendrá perfecto
sentido; todo en nuestras vidas tendrá perfecto sentido, o tanto sentido como la locura total
podría tenerlo. El simple hecho de estar aquí nos hace culpables, y una vez que somos
culpables debemos proyectarnos y buscar castigar a otras personas. Entonces creeremos que
seremos castigados a cambio.
Otro ciclo del que se habla en Un Curso de Milagros específicamente en el libro de
ejercicios, es el ciclo de ataque-defensa, que por supuesto a las naciones les encanta jugar
todo el tiempo. Atacamos y luego creemos que nos volverán a atacar, así que tenemos que
defendernos. Convenientemente olvidamos que somos los primeros atacantes, porque en
nuestra mente siempre somos los primeros atacantes. Sin embargo, todo lo que sabemos es
que otras personas nos van a atacar y nos olvidamos de la causa. De hecho, todo el Curso
puede verse como un intento de ayudarnos a recordar la causa. La causa de cada ataque, la
causa de cada dolor, de cada sufrimiento, de cada malestar, es una decisión de ser culpable.

(T-13.IX.1:7) Las leyes de Dios tienen que intervenir entre el futuro y el pasado para
que puedas liberarte.

Estas leyes nos liberan a través del instante santo, del cual no se habla realmente hasta el
capítulo quince, pero está implícito aquí – ya que dejar ir el futuro y el pasado significa que
vivimos sólo en el presente.

(T-13.IX.1:8) La Expiación se alza entre ellos, como una lámpara que resplandece con
tal fulgor, que la cadena de obscuridad a la que te ataste a ti mismo desaparece.

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En el instante en que elegimos a Jesús como nuestro maestro, no vemos los intereses de
otras personas como algo separado de los nuestros. No es lo uno ni lo otro; son ambos; esto
es todo. En ese instante, somos libres de la creencia en la separación, y somos nosotros los
que nos hemos liberado. Si no hay separación no hay pecado, no hay culpa, no hay miedo y
no hay nada que defender. No tenemos que defendernos de la Expiación porque en este
instante santo la hemos elegido y todo lo demás simplemente desaparece.

(T-13.IX.2:1-2) Librarse uno de la culpabilidad es lo que deshace completamente al


ego. No hagas de nadie un ser temible, pues su culpabilidad es la tuya, y al obedecer las
severas órdenes del ego, atraerás su condena sobre ti mismo y no podrás escapar del
castigo que él inflige a los que las obedecen.

Ahora estamos empezando a ver las aplicaciones prácticas de esto en términos de cómo
debemos ser en nuestras relaciones. La forma en que nos liberamos de la culpa es no
proyectarla sobre otras personas; en otras palabras, perdonar. Específicamente, lo que esto
significa no es que no proyectemos – no podemos evitarlo. Primero proyectamos, luego nos
damos cuenta de que algo anda mal y luego invertimos la proyección. Eso es lo que hace el
perdón; eso es lo que hace el milagro. (Imagínate decirle a un jefe de estado "no hagas de
nadie un ser temible"). La forma en que hacemos temer a otras personas, por supuesto, es
atacándolos. ¿Y por qué los atacamos? Los atacamos porque no queremos ver nuestra propia
culpa, así que negamos nuestra culpa, la proyectamos, y atacamos. Eso refuerza el mismo
sistema de pensamiento loco de pecado, culpa y miedo en la otra persona que lo refuerza en
nosotros. Todos compartimos la misma locura, y todos queremos que la otra persona
refuerce nuestro sistema de pensamiento.
Nos encanta involucrar a la gente en esta danza de muerte, ataque, defensa y especia-
lismo. Nos encanta y siempre invitamos tácitamente a la gente a unirse a nosotros. Sabemos
cómo ponerlos en marcha. Sabemos decir exactamente lo que garantizará una respuesta. Es
como si estuviéramos solos en una pista de baile, por lo que invitamos a todas estas personas
a ser nuestras parejas. Por supuesto, ellos también creen que están solos en la pista de baile,
así que les gusta que los inviten. Hacemos lo mismo entre nosotros todo el tiempo. De eso se
tratan la mayoría de las relaciones. Son invitaciones a un baile. Algunos de ustedes pueden
conocer la pieza de Von Weber, "Invitación al baile", que es deliciosa y encantadora. Esta no
lo es – es una invitación a un baile que es letal, aunque es un baile en el que todos
participamos.
Lo vemos con los estados nacionales – lo hacen todo el tiempo, no solo lo que vemos que
está sucediendo en este momento. Lo hacen todo el tiempo porque sus ciudadanos lo hacen

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todo el tiempo. Nos encanta que la gente quede atrapada en esta red de especialismo, en
este baile de la muerte, intercambiando la culpa y haciendo que los demás se sientan
temerosos. Lo interesante de las relaciones especiales es que ambos miembros de la relación
se están haciendo exactamente lo mismo, tratando desesperadamente de demostrar que no
es así. Y, sin embargo, todos estamos haciendo lo mismo. A veces, una persona será la
víctima; otras veces la otra persona será la víctima. Eso no importa; siempre es lo mismo.
El punto que Jesús está señalando es que cuando haces que otras personas sientan
miedo mediante un ataque, estás reforzando tu propia culpa, porque si no fueras culpable,
no tendrías que atacar a otras personas. El mero hecho de que estés atacando a otros te dice
que hay algo en ti que necesita protección, algo contra lo que tienes que defenderte. Eso es lo
que está detrás de la línea muy importante que viene más adelante en el texto, "las
defensas dan lugar a lo que quieren defender" (T-17.IV.7:1). Está en la misma sección de la
que he estado citando en esta clase, "Los dos cuadros". El propósito de una defensa es
protegernos de nuestro miedo, pero el mismo hecho de que nos estamos defendiendo
significa que hay algo en nosotros que debe ser protegido. Por lo tanto, estamos reforzando
el hecho de que tenemos miedo cada vez que buscamos protegernos y defendernos contra él.
Las defensas están diseñadas para protegernos de nuestro miedo, pero lo único que hacen es
reforzarlo. "Las defensas dan lugar a lo que quieren defender". El propósito es defendernos
del miedo, pero las defensas solo nos hacen más miedosos.
Este es un ejemplo de esa dinámica. Que te ataque, que te juzgue, que te critique, que te
condene, es un intento de defenderme del miedo a mirar mi propia culpa. Sin embargo, todo
lo que hago al atacarte es, primero, hacerme aún más culpable porque te estoy atacando; en
segundo lugar, el mero hecho de que te esté atacando es un testimonio del hecho de que hay
algo en mí a lo que temo; de lo contrario, no invertiría en una defensa. Este es un ciclo muy
insidioso, y el problema es que no somos conscientes de cómo nos metimos en él. No somos
conscientes de su comienzo. Es como entrar todo el tiempo al final de la película. Olvidamos
todos los pasos que condujeron a ella, y simplemente re-creamos el final de la película, que
siempre es ataque, sufrimiento y muerte, sin darnos cuenta de cómo comenzó.

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Relaciones especiales: el hogar de la culpa.
Extractos del taller realizado en la
Fundación para Un Curso de Milagros
Temecula CA
Kenneth Wapnick, Ph.D.

Parte XI
“La nube de culpabilidad” (T-13.IX) (cont.)

(T-13.IX.5:1) No lo condenes por su culpabilidad [la culpabilidad sobre él], pues su


culpabilidad reside en el pensamiento secreto de que él te ha hecho lo mismo a ti.

Todos caminan por este mundo cargados de culpa, así que al atacar a los demás les estás
diciendo que tienen razón – que este es un lugar de ataque y defensa, de culpa y
ataque. Cuan-do atacamos a otros, los criticamos, reforzamos su culpa o les hacemos
temerosos, les estamos diciendo que el sistema de pensamiento del ego está vivo y en buen
estado en ellos y en nosotros, lo que implícitamente significa que no hay nada más. Como
explica Jesús en un par de lugares al principio del texto, no podemos hacer culpables a otros
porque esa es su decisión; pero si podemos reforzar la decisión que otros han tomado. De eso
es de lo que está hablando aquí. No somos responsables de los egos de otras personas o de lo
que hacen sus egos, pero ciertamente somos responsables de fortalecer nuestros propios
egos.
Cuando retiro mi inversión en el ego, entonces les estoy dando un mensaje que dice que
yo elegí al Espíritu Santo, y que ustedes pueden tomar la misma decisión. No digo eso con
palabras, sino con la paz dentro de mí que de alguna manera llegará a ti, y esa paz lo dice
todo. Dice que hay otra elección que podrías hacer. Sin embargo, cuando te ataco y me uno a
ti en la pista de baile de la muerte, estoy diciendo que ambos estamos locos y que ambos
estamos condenados a morir. La única pregunta es ¿quién será visto como la víctima? Y cada
uno de nosotros, por supuesto, intentará ser visto como la víctima. Todos nos sentimos
justificados al hacer lo que hacemos.

(T-13.IX.5:2-4) ¿Le enseñarías entonces que su desvarío es real? La idea de que el


inocente Hijo de Dios puede atacarse a sí mismo y declararse culpable es una locura. No
creas esto de nadie, en ninguna forma.

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Lo que subyace a toda esta discusión es que Jesús nos dice que tenemos otra opción:
"Has elegido la locura, y déjame mostrarte, como lo estoy haciendo ahora, lo loco que es este
sistema de pensamiento. ¿Es esto realmente lo que quieres? ¿Y puedes fingir que esta es la
Voluntad de Dios? Déjame mostrarte que todo esto es una defensa contra la verdad que hay
en ti, y la forma en que empezaré a mostrarte esto es ayudándote a aprender a mirar a esta
otra persona de manera diferente." Eso es lo que termina siendo el eje central del Curso:
ayudarnos a ver las relaciones de una manera diferente.

(T-13.IX.5:5-6) Pues la condenación y el pecado son lo mismo, y creer en uno es tener


fe en el otro, lo cual invita al castigo en lugar de al amor. Nada puede justificar la
demencia, y pedir que se te castigue no puede sino ser una locura.

Jesús básicamente está diciendo lo mismo una y otra vez. La razón por la que el pecado y
la condenación son lo mismo es que, primero, el pecado por su misma naturaleza es una
condenación del Hijo de Dios y de Dios. El pecado dice que podemos destruir la unidad y la
integridad de Dios, y que podemos crucificar a Su Hijo. En segundo lugar, el pecado y la
condenación terminan siendo lo mismo porque una vez que creemos en el pecado, nuestra
culpa exigirá que lo proyectemos y condenemos a los demás.
Como decía antes, todo el sistema de pensamiento del ego es una pieza. Si creemos en
una parte, debemos creerlo todo. Todas las piezas se suceden lógicamente unas a otras.

(T-13.IX.6:1) Por consiguiente, no consideres a nadie culpable y te estarás afirmando


a ti mismo la verdad de tu inocencia.

La forma en que te veo me muestra la forma en que me veo a mí mismo. No entendemos


esto – nadie en este mundo lo comprende. No podemos entenderlo hasta que seamos
capaces de decir que hay algo radicalmente incorrecto en la forma en que percibimos y
siempre hemos percibido todas nuestras relaciones – desde que éramos niños hasta
ahora. En todo esto somos miserables y siempre culpamos a otra persona. Y entonces,
desesperados, decimos que debe haber otra manera. La otra manera es mirar la relación no
como una prisión de la que ninguna de las partes saldrá o un campo de batalla en el que
ambas partes terminarán muertas, sino más bien como un aula. Ahora tenemos un nuevo
maestro con un nuevo par de ojos que nos pide que le dejemos ayudarnos a ver que lo que
estamos percibiendo y haciendo real en la otra persona es una proyección de lo que primero
hemos elegido y hecho real en nosotros mismos. Eso cambia todo el asunto. Ahora, en lugar
de ser un baile de muerte, la relación se convierte en un aula de aprendizaje, y ahora tenemos

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un maestro, Jesús, que nos muestra que la forma en que estamos percibiendo a la otra
persona es realmente una percepción errónea, a pesar de lo que esa persona haya
hecho. Esto no tiene nada que ver con el comportamiento del otro; tiene que ver con nuestra
respuesta a lo que hizo. Nuestra respuesta nunca es causada por lo que hacen los
demás. Nuestra respuesta a lo que hacen los demás siempre es causada por la decisión que
tomamos en nuestra mente, y eso es lo que se nos debe enseñar. 
Eso es lo que Jesús nos dice en el Curso. Él está diciendo: "No puedo enseñarte el
significado del amor porque no hay forma de que lo entiendas. Además, no se puede
entender; solo se puede experimentar. Pero puedo enseñarte cómo perdonar, y eso significa
que puedo enseñarte cómo deshacer lo que tu ego ha hecho real: primero, la culpa en ti
mismo, y luego el pecado y la culpa que has hecho real en otra persona". Eso se nos puede
enseñar, pero requiere mucha voluntad de nuestra parte. Jesús menciona "la pequeña dosis
de buena voluntad" que necesitamos la mayor parte del tiempo, pero cuando comienzas a
hacer esto, te das cuenta de que para hacer esto bien se requiere un compromiso, un
compromiso de practicar esto tan a menudo como puedas día tras día.
Eso es lo que Jesús está diciendo en la oración: "Por consiguiente, no consideres a nadie
culpable, y te estarás afirmando a ti mismo la verdad de tu inocencia". Por lo tanto, primero
te hago culpable; me pongo enfermo y me siento cansado por lo que te estoy haciendo; y
luego pido ayuda. Entonces Jesús dice que mire a esta persona, que me escuche a mí mismo
condenarlo, y luego use esas mismas palabras conmigo mismo porque eso es lo que
realmente estoy haciendo. Eso es lo que significan las líneas en el libro de ejercicios que dicen
que cuando te sientas tentado de acusar a alguien de algún pecado, no permitas que tu
mente se detenga a pensar en lo que esa persona hizo, y pregúntate, en cambio si te
acusarías a ti mismo de hacer eso (L-pI.134.9). No siempre tiene la misma forma, pero el
contenido siempre será el mismo.

(T-13.IX.6:2) Cada vez que condenas al Hijo de Dios te convences a ti mismo de tu


propia culpabilidad.

Jesús está tratando de hacernos reconocer que cada vez que hacemos un juicio sobre
alguien, somos nosotros los que vamos a sufrir por ello. No es así como piensa el mundo ni
como solemos operar. Cada vez que condenamos a alguien – incluso si condenamos
levemente a una persona o lo hacemos con ferocidad – lo que realmente estamos haciendo
es sellar nuestro propio destino. Estamos diciendo que yo soy el culpable; me estoy
atrapando y trato de atraparte en esta pista de baile de la muerte. Lo único que aún está en

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juego es quién será la víctima. Si cada uno de nosotros está tratando desesperadamente de
ser la víctima, ambos creemos que somos la víctima.
Jesús está tratando de entrenarnos para que nos demos cuenta de que cada vez que
tenemos un pensamiento o una palabra dura sobre alguien, esto no está lastimando a esa
persona, sino que nos está lastimando a nosotros: y que voy a sufrir por mis críticas. Voy a
sufrir por mi especialismo. Voy a sufrir por mi juicio. ¿Y por qué quiero hacer eso
continuamente? Por lo tanto, está suplicando en nombre de nuestro propio interés que nos
sentiremos mejor si podemos comenzar a ver los efectos de lo que estamos haciendo, porque
es ver los efectos de nuestro hacer lo que finalmente nos motivará a dejarlo ir.

(T-13.IX.6:3-4) Si quieres que el Espíritu Santo te libere de ella [tu culpa], acepta Su


oferta de Expiación para todos tus hermanos. Pues así es como aprendes que es verdad
para ti.

Por supuesto, la palabra clave es "todos". No puedes perdonar algunas partes de la


Filiación y no a todas. Por eso la separación y las relaciones especiales son tan
insidiosas. Ellas siempre dicen con que partes de la Filiación nos relacionamos y con cuáles
no. No estamos hablando de forma; estamos hablando de contenido. No podemos estar con
todos de la misma manera a nivel de forma, pero a nivel de contenido no tenemos que excluir
a nadie de nuestro amor. Ese amor se expresará de muchas formas diferentes, dependiendo
de la naturaleza de la relación, pero el contenido seguirá siendo el mismo.
Si la gente se tomara esto en serio, no podríamos tener un mundo tal como es ahora; no
podríamos tener un mundo de alianzas. De hecho, no podríamos tener un mundo de países
separados e intereses separados porque el nacionalismo genera intereses especiales. Se trata
de mi país. Tengo que proteger mi país. Eso tiene mucho sentido históricamente, pero
recuerda que todo el curso de la historia es una locura. Se trata de justificar y reforzar un
sistema de pensamiento de separación y exclusión. Recuerda cómo empezó la separación:
excluimos a Dios. Entonces, ¿por qué debería sorprendernos que, desde ese momento,
hayamos excluido a todos menos a aquellas personas que fortalecen nuestra
posición? Enton-ces, ya sea que me encuentre entre personas en una oficina que se unen
contra otra persona o grupos de personas, o si es un jefe de estado que se une a ciertos
aliados y se alza contra otros países, siempre estamos involucrados en lo mismo. Hay gente
"buena" en la familia y gente "mala" en la familia, y cada uno habla del otro grupo. Este es
siempre el caso. Siempre hay una sensación de exclusión, pero esto no significa en la
forma. No significa que tengas que estar con todos todo el tiempo, o que todos en una oficina
o en tu familia tengan que ser tus mejores y más cercanos amigos. De lo que te proteges, de lo

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que estás atento, es de tu intento de excluirlos – los pensamientos de exclusión, los
pensamientos de especialismo, los pensa-mientos de ataque, los pensamientos de encontrar
fallas. Eso es lo que observas.

(T-13.IX.6:5) Nunca te olvides de que es imposible condenar al Hijo de Dios parcial-


mente.

Este principio es muy, muy difícil. No tiene la intención de hacernos sentir culpables
porque condenemos a algunas personas. Está destinado a ayudarnos a ver lo que
hacemos. Si no lo vemos es porque no queremos verlo, lo que significa que la culpa nos está
cegando a lo que estamos haciendo. Es mucho mejor decir: por supuesto que no quiero estar
con todos. Por supuesto que no quiero que me gusten todos. Por supuesto que me encanta
odiar a ciertas personas o ciertos grupos. Si pudieras ver eso en ti mismo sin juzgarte, habrás
dado un gran, gran paso.
Una muy buena definición operativa del perdón es que perdonar es mirarte a ti mismo sin
juzgarte. Si te miras a ti mismo sin juzgarte, también debes mirar a los demás sin juzgarlos,
porque primero miras hacia adentro y luego hacia afuera. La proyección da lugar a la
percepción. Primero miras hacia adentro, eliges el ego o el Espíritu Santo, la inocencia o la
culpa, y luego proyectas el pensamiento con el que te has identificado. Esto no quiere decir
que tengas que ser perfecto, amoroso y amable con todos. Simplemente no lo justifiques
cuando no lo seas, eso es todo. Ten en cuenta de dónde viene. Cuanto más puedas ver de
dónde viene, más náuseas te dará, hasta que finalmente te cansas tanto de correr al baño
que dirás que tiene que haber otra manera.

(T-13.IX.6:6-7) Los que consideras culpables se convierten en los testigos de tu culpa-


bilidad, y es en ti donde la verás, pues estará ahí hasta que sea des-hecha. La
culpabilidad se encuentra siempre en tu mente, la cual se ha condenado a sí misma.

Esa es una línea maravillosa. La culpa no está afuera. No hay bastardos culpables por
ahí. Los malhechores no están ahí fuera. El malhechor está en ti. La culpa está solo en tu
mente, y una forma muy útil de recordar eso es recordar la metafísica fundamental del Curso
– que no hay nadie ahí fuera. No hay mundo. No hay nadie. Todo es una proyección de
pensamientos en la mente. Entonces, ¿cómo podría haber culpa ahí fuera? ¿Cómo podría
haber un enemigo ahí fuera? Solo podría haber un enemigo ahí fuera si pusiésemos al
enemigo ahí. Todo el mundo conoce la famosa frase de Pogo: "Nos hemos encontrado con el
enemigo y somos nosotros". Es una línea muy astuta.

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Imagínense las implicaciones si la gente realmente creyera eso, no solo en la escena
mundial, sino en sus vidas personales. Sería consciente de lo rápido que saltamos al juicio. Es
habitual, como si estuviera integrado en nuestros genes, y de hecho lo está. Es el gen de la
culpa. Ese es el bloque de construcción del universo. No es amor; no es inocencia. Es
culpa. Por lo tanto, la idea no es sentirme culpable por ser culpable y por hacer juicios todo el
tiempo, sino mirarlo y decir que esto es lo que he hecho. Ahora entiendo lo que hago, por qué
lo he hecho y que hay una parte de mí al menos que ya no quiere hacerlo. Ese es un gran, gran
paso.

(T-13.IX.6:7-8) La culpabilidad se encuentra siempre en tu mente [de nuevo], la cual


se ha condenado a sí misma. No sigas proyectando culpabilidad, pues mientras lo hagas
no podrá ser deshecha.

Esa es una línea muy, muy importante. Mientras proyectes la culpa y veas el problema
fuera de ti, la culpa nunca se deshará en tu propia mente, razón por la cual nunca ha habido
paz mundial y nunca la habrá, a menos que la gente empiece a mirar hacia dentro. No vamos
a tener paz mundial hasta que comencemos a tener paz interior.
Jung y Freud, que no estaban de acuerdo en muchas cosas, sí estuvieron de acuerdo en
este punto y ambos dijeron lo mismo una y otra vez. Ambos estaban muy involucrados con lo
que estaba sucediendo en el mundo, y ambos vivieron la Primera Guerra Mundial. Freud
murió en 1939, pero vio las semillas del nazismo. De hecho, tuvo que huir de Viena. Jung, por
supuesto, la vivió. Eran personas sabias y ambos escribieron una y otra vez que nunca habría
ningún cambio en el mundo a menos que el cambio comenzara con los individuos. Ambos
vieron los horrores de lo que estaba sucediendo. La Primera Guerra Mundial fue
probablemente lo más devastador que sucedió porque rompió todas las ilusiones. La
Segunda Guerra Mundial fue terrible, y lo que está sucediendo ahora es terrible, pero la
Primera Guerra Mundial hizo añicos todas las ilusiones que alguien había tenido. Fue una
guerra cruel que hizo añicos todas las ilusiones que todos tenían sobre la paz. Lo que ambos
escribieron muy claramente, y obviamente no fueron los únicos en decirlo, es que nada
cambiará a menos que las personas cambien sus mentes individualmente.
Jung y Freud vieron el psicoanálisis como una de las principales formas de librar a las
personas de su culpa y el odio de su sombra. El mundo no puede cambiarse a menos que la
gente primero cambie su mente. Eso es lo que es muy importante. Primero debes mirar hacia
adentro y darte cuenta de cómo sigues proyectando y entender por qué lo haces. No lo haces
porque seas malo; no lo haces porque sea un mal estudiante de Un Curso de Milagros. Lo
haces porque te aterroriza el amor que se esconde detrás de la culpa, porque en ese amor,

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¿adivina qué? Tú no estás allí. Entonces, para mantenerte allí, debes mantener la culpa allí. Y
para evitar el dolor de la culpa, al menos conscientemente, o sus efectos, lo que haces es
proyectarla. Así es como crece el mundo, y por eso están aquí estas líneas.

(T-13.IX.6:9) Cada vez que liberas a un hermano de su culpabilidad, grande es el


júbilo en el Cielo, donde los testigos de tu paternidad se regocijan.

Obviamente esto es una metáfora. Los testigos de nuestra paternidad son lo que el Curso
llama nuestras creaciones (T-13.VIII.9:1). Y básicamente lo que obtienes aquí y en otros
lugares es una especie de lindo símbolo de estas pequeñas cosas peludas, cálidas y cursis
para animarnos y decir ¡sí, sí! Pero básicamente lo que hay detrás es la idea de que cada vez
que dejamos ir la culpa nos acercamos más a aceptar la luz del Cielo.

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Relaciones especiales: el hogar de la culpa.
Extractos del taller realizado en la
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Kenneth Wapnick, Ph.D.

Parte XII
“La nube de culpabilidad” (T-13.IX) (cont.)

(T-13.IX.7:1) La culpabilidad te ciega, pues no podrás ver la luz mientras sigas viendo
una sola mancha de culpabilidad dentro de ti.

La primera forma en que vemos la culpa como cegadora es que mientras seamos
culpables estaremos envueltos en esta oscuridad y no veremos la luz. La segunda forma es la
que vamos a ver en la siguiente oración:

(T-13.IX.7:2-3) Y al proyectarla [la culpa], el mundo te parecerá tenebroso y estar


envuelto en ella. Arrojas un obscuro velo sobre él, y así no lo puedes ver porque no
puedes mirar en tu interior.

Esto es exactamente de lo que hemos estado hablando. Primero hacemos que la culpa


sea real porque le tenemos miedo a la luz. La individualidad no existe en la luz; solo existe y
prospera en la oscuridad. Entonces nos aterroriza tanto la culpa en nuestras mentes que la
proyectamos, y ahora vivimos en un mundo oscurecido. Para negar la oscuridad hacemos un
sol, entonces el sol nos da luz, y luego inventamos bombillas y tenemos electricidad. Todo
esto es luz artificial. Esta no es la luz de Cristo o la luz que brilla desde los Grandes
Rayos. Todos estos son intentos de ocultar la oscuridad de nuestra vida aquí. Eso es el amor
especial: un intento de ocultar el dolor de lo que realmente significa vivir fuera del Cielo. La
negación se expresa en estar con otra persona, en esta sustancia o cualquier otra cosa que
nos haga sentir bien. Eso es lo que le dice a Dios, no necesito tu Amor, porque tengo
esto. Tengo un cálido cuerpo a mi lado. Tengo una cálida botella a mi lado. Tengo una cálida
droga en mí. Tengo una cálida tarta de manzana dentro de mí. No importa lo que sea,
siempre que sea reconfortante. Lo que estamos haciendo es burlarnos del rostro de Dios,
diciéndole que no lo necesitamos. También le decimos a Jesús que no lo necesitamos,
porque tenemos lo que necesitamos. Hay una línea en Hamlet donde Hamlet dice: "Aquí hay

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un imán más atrayente". Le decimos a Dios y a Jesús: "Encontré algo más atractivo que el
amor que me estás ofreciendo".
Eso solo nos hace sentir aún más culpables, y la culpa se vuelve cada vez más pesada en
nosotros, lo que significa que tenemos que negarla cada vez más, lo que significa que
necesitamos más especialismo, más cosas, más objetos y más cuerpos cálidos. Seguimos y
seguimos, y no hay fin. El deseo del ego por la culpa y el especialismo es insaciable. Nunca se
saciará. Lo único que lo acabará es elegir contra el ego; entonces todo se detiene. El ego es
como una gran boca: solo quiere ser llenado y llenado y llenado, y nunca es suficiente. Una
vez más, lo que pone fin a este loco, loco ciclo es simplemente darse cuenta de que es una
locura, después decir que hay algo más y luego tomar la otra decisión.

(T-13.IX.7:4) Tienes miedo de lo que verías [El ego nos dice, como cité antes, "no mires
dentro de ti, pues si lo haces tus ojos se posarán sobre el pecado" (T-21.IV.2:3). Aquí Jesús
está hablando de la culpa], pero lo que temes ver no está ahí.

Este es el otro lado. Esta es la Voz de la Expiación que dice: "¿Por qué estás tan molesto?
No pasó nada. No abandonaste a Dios; esto es solo una pesadilla. No pasó nada". Pero,
nuevamente, debemos entender y reconocer nuestra resistencia a escuchar esa Voz, porque
si no pasó nada, no estamos aquí. Entonces, para preservar nuestra identidad aquí, tenemos
que dejar de lado esa luz. Lo que Jesús está tratando de decirnos es que lo que hemos
elegido es terrible y lo que nos ofrece es maravilloso. Ahí es donde se encuentra la verdadera
paz.

(T-13.IX.7:5-6) Aquello de lo que tienes miedo ha desaparecido. Si mirases en tu


interior, verías solamente la Expiación, resplandeciendo serenamente y en paz sobre el
altar de tu Padre.

El "altar" es siempre la mente, la parte de nuestra mente que elige. Jesús está diciendo
que invirtamos nuestra elección original. Cometimos un error cuando elegimos la culpa en
lugar de la Expiación, y ahora podemos cambiar nuestra mente. Él nos promete que cuando
miremos hacia adentro no veremos la culpa; simplemente veremos la luz de la Expiación
brillando, la cual nos recuerda gentilmente que nada sucedió: "En Dios estás en tu hogar,
[todavía] soñando con el exilio ..." (T-10.1.2:1). Y el sueño ya se acabó.

(T-13.IX.8:1-2) No tengas miedo de mirar en tu interior. El ego te dice que lo único


que hay dentro de ti es la negrura de la culpabilidad, y te exhorta a que no mires.

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Esa es la misma idea que abre la Lección 93: "Crees ser la morada del mal, de las tinieblas
y del pecado". De nuevo, es este pensamiento – no mires hacia adentro – el que escuchamos
al principio, el que nos llevó a mirar hacia afuera. Pero no había un "afuera", así que tuvimos
que inventar uno. Ese es el mundo.

(T-13.IX.8:3-4) En lugar de eso [el ego], te insta a que contemples a tus hermanos y
veas la culpabilidad en ellos. Mas no puedes hacer eso sin condenarte a seguir estando
ciego.

Podemos ver con qué sencillez y claridad se afirma todo esto. Lo que debes poder hacer
es recordar esto a medida que avanzas en tu vida diaria y comienzas a emitir juicios, ya sea
que lo estés haciendo en términos de eventos mundiales actuales o en términos de eventos
actuales en tu hogar o lugar de trabajo.

(T-13.IX.8:5) Pues aquellos que ven a sus hermanos en las tinieblas, y los declaran
culpables en las tinieblas que los envuelven, tienen demasiado miedo de mirar a la luz
interna.

Tenemos miedo de la luz interna. La cubrimos con la culpa, y luego tomamos la culpa y la
ponemos fuera de nosotros. Y volvemos a representar esto una y otra y otra vez.

(T-13.IX.8:6) Dentro de ti no se encuentra lo que crees que está ahí, y en lo que has
depositado tu fe.

Ponemos nuestra fe, el poder de la creencia de nuestra mente, en el ego y luego en la


historia del pecado, la culpa y el miedo del ego.

(T-13.IX.8:7-10) Dentro de ti está la santa señal de la perfecta fe que tu Padre tiene en


ti. Tu Padre no te evalúa como tú te evalúas a ti mismo. Él se conoce a Sí Mismo, y conoce
la verdad que mora en ti. Sabe que no hay diferencia alguna entre Él y dicha verdad,
pues Él no sabe de diferencias.

Ese es el problema. Dios no sabe de diferencias, lo que significa que no tenemos una


identidad diferente. No estamos separados de Él; no somos distintos de Él. Una de las cosas
que la gente siempre ha encontrado muy reconfortante acerca de la Biblia es, por ejemplo,

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que en la Biblia, Dios sabe de nosotros como individuos. A la gente le gusta escuchar eso, y
obviamente nos hace sentir muy especiales si Dios nos ama más que a los lirios del campo o
los gorriones. ¡Qué maravilloso que Dios cuente cada cabello de nuestra cabeza! Es
maravilloso creer que Dios se preocupa personalmente por nosotros. Ese no es el Dios del
Curso. Ese no es el Dios real. No queremos que nos digan que Dios no sabe de nosotros. De
eso se trata el miedo a la Expiación.

(T-13.IX.8:11-12) ¿Puedes acaso ver la culpabilidad allí donde Dios sabe que hay
perfecta inocencia? Puedes negar Su conocimiento, pero no lo puedes alterar.

Este tema se repite una y otra vez en Un Curso de Milagros. Dentro de la ilusión tenemos el
poder de alejar el conocimiento, alejar el Cielo, alejar a Dios. Pero eso no tiene ningún efecto
sobre Dios. Y nuestra relación con Él como Su único Hijo, totalmente unificado dentro de Él,
nunca ha cambiado.

(T-13.IX.8:13) Contempla, pues, la luz que Él puso dentro de ti, y date cuenta de que
lo que temías encontrar ahí, ha sido reemplazado por el amor.

Lo que nos permite hacer eso es primero proyectar nuestra culpa y miedo en otras
personas, y luego acudir a Jesús en busca de ayuda. La ayuda viene para hacernos ver de
manera diferente lo que hemos percibido erróneamente. Jesús está diciendo que debes
mirar, con su guía amorosa, lo que ves en la otra persona, lo que estás condenando en la otra
persona, lo que estás codiciando en la otra persona, y lo verás como una proyección de lo que
primero has hecho realidad en ti mismo: la culpa, la creencia en la escasez, la creencia en la
pérdida.
Entonces, lo que hace es traer nuestra atención del mundo hacia adentro. Si miras en
el gráfico, verás que eso es lo que hace el milagro. La línea del lado derecho lleva desde el
mundo hasta el punto negro. Ese es el milagro. Comienza donde creemos que estamos, que
es en el mundo, en relaciones que están llenas de victimización, uno u otro, mata o te
matarán – todas nuestras relaciones especiales.
La manera en que Jesús nos ayuda es que miremos a través de sus ojos y lo escuchemos
decir: "No hay nada aquí afuera: lo que estás viendo es un sueño. Déjame ayudarte a
entender el origen del sueño. Comenzó cuando elegiste en contra del Amor de Dios y elegiste
la culpa en su lugar". Entonces, él pasa con nosotros por todo lo que acabamos de pasar. De
eso se trata todo este Curso. Esa es la única esperanza.

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Relaciones especiales: el hogar de la culpa.
Extractos del taller realizado en la
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Parte XIII
“Tu liberación de la culpabilidad” (T-13.X)

Pasemos ahora a la siguiente sección, "Tu liberación de la culpabilidad". Veremos aquí,


aunque Jesús no usa el término "relaciones especiales", que está comenzando su discusión
al respecto. La discusión en profundidad sobre las relaciones especiales no comienza hasta la
mitad del Capítulo 15, pero él ya se dirige a ella, como veremos en un momento.

(T-13.X.1:1) Estás acostumbrado a la noción de que la mente puede ver la fuente del
dolor donde ésta no está.

De eso se trata todo este mundo. La fuente del dolor está en la decisión de nuestra mente
de ser culpables, pero estamos acostumbrados, entrenados condicionalmente – porque para
eso fabricamos el mundo – para ver la fuente de la culpa y el dolor en algún lugar del
mundo. Anteriormente me referí a una línea del Capítulo 27 que dice que, de entre las
numerosas causas que percibías como responsables de tu dolor y sufrimiento, tu
culpabilidad no era una de ellas (T-27.VII.7:4). Eso es lo que Jesús está diciendo aquí.

(T-13.X.1:2) El dudoso servicio de tal desplazamiento es ocultar la verdadera fuente


de la culpabilidad y mantener fuera de tu conciencia la percepción plena de que dicha
noción es demente.

El ego no quiere que veamos que la culpa es una locura. Es por eso que nunca quiere que
volvamos a nuestras mentes, porque si lo hiciéramos y miráramos por segunda vez nuestra
decisión de hacer que la culpa sea real, diríamos que esto es una locura. Para asegurarse de
que eso nunca vuelva a suceder, el ego ideó esta brillante estrategia de dejarnos sin
mentes. Nuevamente, es por eso que existe un universo físico. El propósito lo es todo. El
propósito del mundo es ocultarnos la fuente de nuestra incomodidad, que no es realmente
nuestra culpa, sino nuestra decisión de ser culpables.

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(T-13.X.1:3) El desplazamiento siempre se perpetúa mediante la ilusión de que la
fuente de la culpabilidad, de la cual se desvía la atención [la mente], tiene que ser
verdad; y no puede sino ser temible, o, de lo contrario, no habrías desplazado la
culpabilidad hacia lo que creíste que era menos temible.

Esto, en cierto sentido, es lo mismo que decía antes, "las defensas dan lugar a lo que
quieren defender" (T-17.IV.7:1). El mismo hecho de que tenga que defender mi culpa proyec-
tándola sobre ti me dice que esta culpa dentro de mí es horrible, es terriblemente aterradora
y debe evitarse a toda costa. Refuerza precisamente aquello de lo que estoy tratando de
protegerme.

(T-13.X.1:4) Estás dispuesto, por consiguiente, a mirar toda clase de “fuentes” …

Y "fuentes" se pone entre comillas porque las fuentes que estamos dispuestos a examinar
no son las fuentes. Siempre se considera que las fuentes están en el mundo: por lo tanto,
estamos enfermos no por la culpa, sino por una enfermedad, por un germen; no estoy
molesto por mi culpa, sino por lo que él me acaba de decir.

(T-13.X.1:4) Estás dispuesto, por consiguiente, a mirar toda clase de “fuentes”,


siempre y cuando no sea la fuente que yace más adentro con la que no guardan relación
alguna.

El ego sonríe con gran aprobación y otorga muchas subvenciones para todo tipo de
personas en todos los ámbitos de la vida y para que el gobierno y la ciencia estudien este
mundo en todas las formas posibles, y encuentren todas las fuentes de nuestra desarmonía,
descontento, enfermedad, disgusto, malestar, etc., y la razón es que todos estos efectos, y
aún más el ego, nos mantienen lejos de la verdadera fuente de nuestra culpa y nuestro dolor,
que, una vez más, es la decisión de la mente de  ser culpable.

(T-13.X.2:1-2) Las ideas dementes no guardan ninguna relación real, pues por eso es
por lo que son dementes. Ninguna relación real puede estar basada en la culpabilidad ni
contener una sola mancha de culpabilidad que mancille su pureza.

Lo que Jesús está contrastando ahora son las relaciones reales — más adelante llamadas
relaciones santas — y las relaciones irreales, que son las relaciones especiales. Una relación
especial es irreal porque no existe una relación real entre las dos personas. Las personas son

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vistas como separadas y como existiendo en un campo de batalla – puede que en realidad no
se las vea de esa manera, pero ciertamente eso es lo que Jesús quiere decir: yo tengo lo que
tú quieres y tú tienes lo que yo quiero, así que sentémonos y negociemos y veamos quién
puede sacar más provecho renunciando a lo mínimo posible. Eso es lo que son las
relaciones. En el Capítulo 16 de la sección "La decisión de alcanzar la compleción", Jesús
describe este altar donde las personas se sientan y negocian entre sí, tratando de apoderarse
del yo del otro. ¡Es horrible! De hecho, tú sabes que eso es lo que son todas las negociaciones
en los negocios y en la política. Todos son un intento de ceder lo menos posible y obtener
tanto como sea posible a cambio. Hay personas que son muy buenas en esto y otras que no,
pero siempre es lo mismo. Eso es lo que es el especialismo.
Básicamente, lo que sucede en todas las relaciones especiales, independientemente de
su forma, es que quiero deshacerme de mi culpa, que es lo que guardo en lo más profundo de
mí mismo, y la única forma en que puedo deshacerme de ella es dándotela. Y cuando te lo
doy, te vuelves culpable, y como ya hemos visto, entonces yo me vuelvo inocente, porque es
uno u otro. La palabra "igual" no existe en el vocabulario del ego – la palabra "diferente" sí,
así como en el vocabulario del Espíritu Santo la palabra "diferente" no aparece, pero sí
"igual". En el mundo del ego no somos iguales. Tú lo tienes o yo lo tengo, pero los dos no lo
tenemos, porque los dos no podemos tenerlo. Tiene que ser que tú lo tienes y yo no, o yo lo
tengo y tú no. El tesoro secreto – la "perla de inestimable valor", ese es el término bíblico que
se usa en la sección "Las leyes del caos" del Capítulo 23 – es la "inocencia" o especialismo,
porque no es inocencia real. Quiero la inocencia, pero ¿cómo puedo ser inocente cuando soy
culpable? Por lo tanto, proyecto la culpa sobre ti y, al hacerlo, tomo tu inocencia. Ahora tú
eres culpable y yo soy inocente. Y, por supuesto, lo que hace que las relaciones sean
fascinantes es que tú me estás haciendo lo mismo. Puede haber ocasiones en las que ambos
pensemos que hemos ganado, pero no hay relación entre dos personas. Ese es el punto que
Jesús está haciendo aquí, porque no estamos compartiendo nada.
La relación santa sólo tiene que existir en la mente de una de las dos personas porque no
existe entre dos cuerpos – no existen dos cuerpos. Está solo en la mente. En la relación santa,
la relación se percibe como entre dos personas que comparten el mismo interés. En la
relación especial, irreal o impía, se percibe que las dos personas tienen los mismos intereses
opuestos. Es lo mismo, pero se expresa como opuesto; los dos queremos lo mismo, pero los
dos no podemos tenerlo: quiero tu inocencia; quieres mi inocencia, lo que significa que
siempre somos percibidos como diferentes. En la relación santa, se nos percibe como
deseando lo mismo: la verdadera inocencia de Cristo que no ve separación.

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(T-13.X.2:3) Pues todas las relaciones en las que la culpabilidad ha dejado impresa su
huella se usan únicamente para evitar a la persona y evadir la culpabilidad.

No estoy interesado en ti como mi hermano o hermana en Cristo; solo me interesa darte


mi culpa para que tú la tengas y yo no. Ese es el propósito. Por eso hicimos el mundo como lo
hicimos. Desde el principio, la vida física comienza con nuestro nacimiento absolutamente
puro e inocente, al menos eso es lo que dice la mitología, y luego somos hechos para ser
miserables. Estamos hechos para ser mezquinos, egoístas, codiciosos, manipuladores, y así
sucesivamente – todas esas cosas "maravillosas". Pero nos convencemos de que el mundo
nos hizo así porque creemos que nacimos angelicales e inocentes; alguien más nos ha hecho
culpables. Ahora estamos justificados para devolver esa culpa y reclamar nuestra
inocencia. De eso se trata el mundo entero. De eso se trata la "vida", siempre que sigamos lo
que dice el ego.

(T-13.X.2:4-5) ¡Qué relaciones tan extrañas has entablado para apoyar este extraño
propósito! Y te olvidaste que las relaciones reales son santas, y de que no te puedes
valer de ellas en absoluto.

La verdadera relación es simplemente la aceptación de la Santidad de Cristo en ti y la


Santidad de Cristo en mí. Lo que viene primero, por supuesto, es que acepto el ego loco en ti
y el ego loco en mí – y es el mismo ego loco. Por lo tanto, ambos compartimos la misma
locura y ambos compartimos la misma necesidad de despertar del sueño de la locura. Solo
entonces nos daremos cuenta de que todos compartimos el mismo Cristo, la misma
naturaleza como espíritu.

(T-13.X.2:6) Son para el uso exclusivo del Espíritu Santo, y esto es lo que las hace que
sean puras.

El Espíritu Santo las usa como aulas. En las relaciones especiales, te estoy usando: quiero
obtener algo de ti y pagar lo menos posible por ello. La relación santa ocurre cuando le pido
ayuda al Espíritu Santo para transformar mi relación especial. Él usa eso como el salón de
clases para ayudarme a darme cuenta de que lo que estoy percibiendo en ti es una
proyección de lo que primero hice real en mí.

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(T-13.X.2:7-8) Si descargas tu culpabilidad sobre ellas, el Espíritu Santo no puede
entonces usarlas. Pues al apropiarte para tus propios fines de lo que deberías haberle
entregado a Él, Él no podrá valerse de ello para liberarte.

Esta es una súplica de Jesús a todos nosotros: "Por favor, pídeme que te ayude con tus
relaciones porque no puedo ayudarte de otra manera". Todas las relaciones son horribles y
las hacemos cada vez más horribles. Entonces él está diciendo: "Por favor, ven a mí y déjame
ayudarte a usarlas como aulas en las que puedes aprender a ser curado por ti mismo, lo que
también actuará como un instrumento de curación para la otra persona. Permíteme ayudarte
a ver la situación y la relación de manera diferente". Todo este curso es una expresión de lo
que quiere enseñarnos. Quiere que cada uno de nosotros estudie lo que él da aquí,
comprenda cuáles son los principios y luego le pida que nos ayude a usar e implementar
estos principios en nuestras relaciones diarias. De lo contrario, no significa absolutamente
nada.

(T-13.X.2:9-10) Nadie que en cualquier forma que sea quiera unirse a otro para
salvarse él solo, hallará la salvación en esa extraña relación. No es una relación que se
comparta, y, por consiguiente, no es real.

En otras palabras, la salvación no es individual. Como dice el libro de ejercicios, "Cuando


me curo, no soy el único que se cura" (L-pI.137). Sea lo que sea de lo que quiero ser salvado
en mí mismo, debe ser algo compartido por todos. Ahora, de lo que quiero ser salvado, desde
el punto de vista de mi ego, es de mi dolor – el dolor de mi soledad, mi enfermedad, mi
depresión, lo que sea. Y entonces te uso a ti, y el "tú" podría ser una persona, un animal, una
cosa, una sustancia o cualquier cosa en el mundo. Te utilizo como medio para lograr esta
salvación individual de mi dolor. No estoy interesado en ti; solo me interesa lo que puedes
hacer por mí. Ahora bien, a veces esto es muy sutil; otras veces está a la vista. Lo que Jesús
está diciendo es que esto nunca funcionará, y no puede ayudarnos con esto. Él puede
ayudarnos solo a través de nuestra disposición, comprensión, y aceptación del hecho de que
los intereses deben ser compartidos; de lo contrario, nunca nos harán felices. Todos
compartimos la misma necesidad – la liberación de la culpabilidad – de despertar de este
loco sueño de dolor.
Debemos darnos cuenta de que esto debe hacerse sin atacar a los demás. La relación no
se resuelve entre dos personas distintas. Esto no es consejería matrimonial o terapia de
pareja ni nada por el estilo. Se resuelve entre cada uno de nosotros y el Espíritu Santo o
Jesús. Ahí es donde se resuelve en el contexto de una relación con otra persona. Eso es lo que

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nos permitirá generalizar muy rápidamente desde la curación de una relación hasta donde
todas las relaciones se curarán porque nos daremos cuenta de que todo es el mismo
problema. Traemos ese mismo problema al mismo Maestro interno y Su respuesta es siempre
la misma. No veas el interés de la otra persona como algo separado del tuyo.
Un Curso de Milagros nos ayuda a tener un contexto teórico de por qué esto es así. Todo el
sistema de pensamiento del ego comenzó con la creencia en intereses separados. Puede que
sea lo mejor para Dios que me quede con Él, pero lo mejor para mí es no quedarme con Él. Es
uno u otro: como no me preocupo por Él, sólo me preocupo por mí, voy a cuidar de mí, y así lo
hago, y comienzo todo este horrible y espantoso sueño. Eso es lo que lo inició y eso es lo que
mantiene todo en marcha. Siempre es uno u otro.
Entonces, cuando Jesús dice, es "juntos, o no en absoluto" (T-19.IV-D.12:8), o “la
salvación es una empresa de colaboración" (T-4.VI.8:2), o "al arca de la paz se entra de dos en
dos" (T-20.IV.6:5), no está hablando literalmente de tener que tener a otra persona contigo.
Lo que quiere decir es que tu mente no puede recordar el Cielo a expensas de otra persona.
No puedes encontrar la paz golpeando a otra persona o usando o manipulando a alguien. En
tu mente, debes ir con tu hermano. No hay forma de que puedas encontrar la paz de Dios y
recordar Quién eres como Hijo de Dios si excluyes a alguien, porque excluir una parte de la
Filiación es excluir al todo, eso es muy lindo de decir, y es un sentimiento encantador, pero es
muy difícil, como todos sabemos, vivir eso realmente.
Y la idea, una vez más, no es sentirse culpable cuando no lo vives, sino ser muy consciente
de que no lo estás viviendo. El Curso te da la comprensión de por qué no lo estás viviendo – es
el miedo a lo que significa estar de vuelta en la luz. Cuando estás en la luz, nadie está
excluido. El círculo de la Expiación abarca a todas las personas, no solo a las buenas. Tiene
que abarcar a todas las personas si es verdaderamente correctivo y curativo.

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Relaciones especiales: el hogar de la culpa.
Extractos del taller realizado en la
Fundación para Un Curso de Milagros
Temecula CA
Kenneth Wapnick, Ph.D.

Parte XIV
“Tu liberación de la culpabilidad” (T-13.X) (conclusión)

(T-13.X.3:1) En cualquier unión con un hermano en la que procures descargar tu


culpabilidad sobre él, compartirla con él o percibir su culpabilidad, te sentirás culpable.

Puedes ver que Jesús está apelando a la base de todos los motivos humanos – intereses
egoístas – diciendo que te sentirás mejor si dejas de proyectar tu culpa en otras
personas. Parte del proceso de aprendizaje de este curso es comenzar a sentir lo cierto que es
y lo miserable que se siente al condenar, criticar o juzgar a otras personas. Si no sientes el
dolor de eso, significa que todavía te estás defendiendo, así que no te fuerces y no te
juzgues; simplemente reconoce que todavía tienes demasiado miedo de la verdad de la
Expiación, de lo que significa ser un verdadero Niño de Dios, y de que todos somos
uno. Reconoce que todavía te encanta odiar; todavía te encanta enfadarte; y todavía quieres
castigar a las personas "malvadas" que están ahí afuera o en tu propia vida. Y no sientes que
haya nada malo en eso. Solo ten en cuenta que eso es un hecho en este momento; que
todavía eres capaz de hacer juicios, criticar a la gente y que tú estás bien.
Cuando empieces a darte cuenta de que no estás bien, estarás motivado para hacer el
cambio. Al menos puedes ser consciente de lo que es el proceso y saber a dónde te lleva el
viaje, que te está ayudando a comenzar a darte cuenta de lo horrible que se siente cuando te
enojas con alguien. Parece sentirse bien, pero al final se siente horrible. Realmente se siente
horrible cuando te sales con la tuya manipulando y seduciendo a alguien para que te dé lo
que quieres. Existe ese triunfo momentáneo, por ejemplo, si logras un negocio inteligente,
obteniendo de los demás y haciendo un gran negocio para ti. Estás triunfante. Gastas todo el
dinero, invitas a cenar a tu cónyuge, etc. Es genial, pero ten en cuenta que en algún lugar de
tu interior sabes que has hecho trampa. Puede que no hayas hecho trampa en términos de lo
que dice la ley, pero engañaste porque obtuviste lo que querías y no te importaba la otra
persona.
En otras ocasiones he mencionado que en la década de 1920 Freud dijo que la razón por
la que el Marxismo fracasará es que Marx no entendía el egoísmo que es inherente a todo ser
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humano. La idea de compartir por igual sin intereses separados, dijo, fracasará debido al odio
y la codicia que están enterrados en todos. Nunca funcionará. Freud no estaba interesado en
el sistema económico como tal; estaba diciendo que el ideal de que todas las personas
tuvieran lo que necesitasen y compartiesen de la manera equitativa nunca funcionaría. En-
tonces, no te sientas mal cuando te pongas en contacto con esto en ti mismo. Sin embargo,
ten en cuenta que es imposible criticar a otra persona sin sentir dolor en ti mismo.  Y si no
sientes el dolor es porque todavía te estás defendiendo muy bien, pero al menos has
aprendido algo. Por encima de todo, este curso requiere una gran honestidad, para que
realmente puedas estar consciente de lo que está sucediendo en ti mismo. La idea de ser
honesto contigo mismo es mirar, pero sin condenarte y sin intentar justificar lo que estás
haciendo. Simplemente di que todavía no ha llegado ese momento. Todavía tienes
demasiado miedo como para soltar la defensa contra tu culpa, y es por eso que todavía te
sientes bien cuando obtienes lo que quieres, ya sea en una relación de amor especial o
golpeando al otro chico y sintiéndote justificado al hacerlo.

(T-13.X.3:2-3) No hallarás tampoco satisfacción ni paz con él porque tu unión con él


no es real. Verás culpabilidad en esa relación porque tú mismo la sembraste en ella.

Esto no tiene nada que ver con lo que haces, sino solo con lo que hago contigo. Si percibo
culpa en ti, eso no tiene nada que ver con tu comportamiento – tiene que ver solo con mi
percepción. Veo culpa allí porque la puse allí, porque si estuviera en mi mente correcta, vería
tu ataque como una llamada de amor, no digna de juicio, sino de amor. Si no veo eso y veo la
culpa y el pecado en su lugar, es porque lo puse allí. Quiero verlo ahí. Recuerda, la proyección
da lugar a la percepción. Lo que percibo en el exterior proviene de lo que primero percibí e
hice real por dentro.

(T-13.X.3:4-5) Es inevitable que quienes experimentan culpabilidad traten de despla-


zarla, pues creen en ella.

Estamos viendo lo mismo una y otra vez, así que si te lo perdiste la primera o la décima
vez, lo obtendrás la vigésima vez, con suerte. Todos en este mundo sufren. Este es un lugar de
sufrimiento. La Introducción a este capítulo, que no leí, lo deja muy, muy claro. Cualquiera
que no crea que este es un lugar de sufrimiento no está prestando atención. Este no es un
lugar feliz. Incluso podríamos decir que uno de los propósitos de Jesús como nuestro
maestro es convencernos de que este mundo no es un lugar feliz. Esa es la motivación para
querer dejarlo, no a través de la muerte, sino cambiando nuestra mente al respecto. 

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(T-13.X.3:6-7) No pueden saber que aman, ni pueden entender lo que es amar. Su
mayor preocupación es percibir la fuente de la culpabilidad fuera de sí mismos, más allá
de su propio control.

Lo mismo una vez más. Nuestra preocupación en todas las relaciones es que tengamos un
objeto sobre el cual proyectar nuestra culpa, que podamos desplazar o proyectar nuestra
culpa de nuestra mente y ponerla en otra persona. Una vez que está ahí, lo que sucede no es
culpa nuestra. Nuevamente, en este nivel no somos responsables de lo que hacen los demás,
pero siempre somos responsables de la forma en que percibimos lo que hacen los
demás. Jesús deja muy claro en el Curso que la percepción, un término que usa en todo
momento, es interpretación. La percepción no es lo que nuestros ojos físicos ven o nuestros
oídos oyen. Es la forma en que interpretamos lo que ven nuestros ojos y oyen nuestros
oídos. Es el significado que le damos. O lo vemos como un medio para demostrar que todos
somos iguales, que todos dejamos este sueño como uno solo, o lo vemos como un medio
para demostrar que todos somos diferentes, y dejamos este mundo sin nadie más: es uno u
otro.
Pasamos ahora al párrafo 11 de esta misma sección, "Tu liberación de la culpabilidad".

(T-13.X.11:1-4) No puedes entablar ninguna relación real con ninguno de los Hijos de
Dios a menos que los ames a todos, y que los ames por igual. El amor no hace
excepciones. Si otorgas tu amor a una sola parte de la Filiación exclusivamente, estarás
sembrando culpabilidad en todas tus relaciones y haciendo que sean irreales. Sólo
puedes amar tal como Dios ama.

Esta es una afirmación extrema, pero debe ser cierta si consideras lo que está
involucrado. Si amo a todos menos a una persona, lo que estoy haciendo es hacer que la
culpa sea real primero en mí – lo que significa que estoy haciendo que la separación sea real
primero en mí mismo – y luego la proyecto y la veo en otra persona. Incluso si amo a todos los
demás o creo que amo a todos los demás, no amo a ninguno de ellos porque he hecho que la
separación sea real. La separación, como el amor, es total. Recuerda, siempre es uno u otro, y
cada uno de ellos es un sistema de pensamiento total. O la separación es real o el amor es
real, y el amor significa unidad.
Esto es lo que Jesús quiere decir justo al final del texto, en la gloriosa visión final, cuando
dice que "ni queda una sola mota de obscuridad que pudiese ocultarle a nadie la faz de
Cristo" (T-31.VIII.12:5). Entonces, lo que está diciendo es que no se puede amar

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verdaderamente como Dios ama a menos que su amor lo abarque todo. Si abarca a todos
menos uno, entonces los ha excluido a todos. Una vez más, esto no tiene la intención de traer
culpa a tu vida; está destinado a decir: "Ya has traído la culpa a tu vida, así que déjame
ayudarte a descubrir todas las raíces de esta y ver exactamente dónde está y cuán insidiosa
es. Y déjame ayudarte a hacer esto mostrándote cómo ver tu culpa y tu necesidad de excluir,
sin juzgarte a ti mismo y sin sentirte culpable por haber elegido la culpa. Permíteme ayudarte
a explorar contigo todas las relaciones que tienes, y déjame ayudarte a descubrir todas las
pequeñas semillas de culpa, todas las semillas de odio que están allí. Déjame ayudarte a
purificarte de la ilusión de que puedes amar verdaderamente a algunas personas sin amar a
otras".
Una vez más, no estamos hablando de forma; estamos hablando de contenido. Ese es
también el problema del nacionalismo, y de identificarse con un grupo o secta específico –
racial, económico, social, político, religioso, etc. – porque siempre abrazarás a las personas
que están de acuerdo contigo, a las personas que forman parte de tu grupo, sin preocuparte
por nadie más. Una de las críticas que los Europeos hacen a los Estadounidenses es que no
tenemos conocimiento de nada de lo que sucede en ningún otro lugar del mundo. Por lo
general, no nos importa lo que sucede en cualquier otro lugar del mundo porque solo nos
preocupamos por nosotros mismos, excepto en lo que respecta a nuestros intereses
nacionales. Ese no es el caso en otros países, pero ciertamente es el caso aquí. Eso es solo un
ejemplo. Por lo general, nos preocupamos por lo que sucede en nuestra propia familia y no
por las familias de los demás. Queremos que nuestra propia familia tenga lo suficiente para
comer, pero si otra familia no lo tiene, ¡es muy duro! ¡Pero es su sueño! Ese es el tipo de
distorsión de Un Curso de Milagros que continúa con los estudiantes del Curso.
Lo que esto está diciendo es que, a nivel de forma, obviamente tenemos que prestar más
atención a nuestra familia que a las familias de otros, pero eso no significa que tengamos que
excluir a las familias de otras personas de nuestra preocupación. "Preocupación" no significa
"preocuparnos", sino más bien darnos cuenta de que todos estamos en este mismo barco
demente como uno solo. En nuestras mentes, no podemos escapar de este barco a menos que
nos vayamos todos juntos. No puedo tomar la decisión por ti, sino que la decisión que tome
debe ser una decisión que abarque a todos. Por tanto, eso es lo que hacemos. Practicamos
con relaciones que son específicas e importantes para nosotros – las relaciones más cercanas
a nosotros. Sin embargo, el propósito de practicar con estas relaciones es aprender a
generalizar. Hay una buena declaración sobre la generalización en la introducción al libro de
ejercicios. Todo el propósito del aprendizaje es generalizar. Aprendemos ciertas lecciones
específicas y luego las generalizamos. Cuando estudiamos aritmética, aprendimos ciertas
operaciones específicas: cómo dividir, sumar, restar y multiplicar. Una vez que aprendimos

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esos principios, podemos generalizar y multiplicar, sumar, restar y dividir cualquier número
del universo. No tuvimos que hacerlo con todos los números del universo; aprendimos los
principales, y luego podríamos hacer eso con cualquier número que nos dieran.
Bueno, en cierto sentido eso es lo que hacemos con nuestro trabajo con el Curso:
aprendemos los principios del perdón en relaciones específicas, en todas las relaciones
obvias en nuestra vida. A partir de ahí, si realmente hacemos esto con el Espíritu Santo o con
Jesús, esas lecciones de revertir la proyección y reclamar la responsabilidad por la culpa que
ponemos en la relación se generalizarán a todas las relaciones. Luego, cada vez que una
nueva persona llega a nuestra vida, o leemos sobre una persona en las noticias, aplicaremos
las mismas lecciones y observaremos la forma en que reaccionamos. Ya sea que estemos
hablando de un presidente, un primer ministro o la persona que acaba de mudarse a la casa
de al lado, aplicaremos exactamente los mismos principios que aprendimos con nuestro
cónyuge, hijos, padres, colegas, amigos, amantes, etc., así lo aprendido con ellos podremos
utilizarlo con todos. Luego miramos para ver cómo no queremos hacer eso. La idea es
simplemente llevar esa resistencia al amor de Jesús y pedirle que nos ayude a ver esto y
entender por qué tenemos tanto miedo, etc.

(T-13.X.11:5-6) No intentes de forma diferente de cómo Él lo hace, pues no hay amor


aparte del Suyo. Hasta que no reconozcas que esto es verdad, no tendrás idea de lo que
es el amor.

El hecho es que no queremos amar como Dios ama, porque Dios no ama a las personas, Él
no ama a los individuos, simplemente ama, y esa debe ser la meta. Una de las cargas que
Jesús tiene como nuestro maestro es convencernos de que lo mejor para nosotros es
aprender a amar como él ama. Eso es muy difícil, especialmente cuando no queremos hacer
eso. La idea, una vez más, es poder mirar esa resistencia en nosotros mismos sin culpa, juicio
o miedo, y decir: "Sí, todavía no he llegado. Ahí es donde quiero estar, pero sé que no quiero
estar ahí todavía". Solo sé consciente de la contradicción en ti mismo y vive con ella. No
intentes resolverla o arreglarla. Vive con ella. Entonces, de repente, vendrá la respuesta y la
resistencia desaparecerá, porque en algún nivel del que quizás no seas consciente, tomaste
la decisión de dejar ir la resistencia y el miedo. Debes al menos reconocer a qué te resistes: no
quieres amar como Dios ama.

(T-13.X.11:7) Nadie que condena a un hermano puede considerarse inocente o que


mora en la paz de Dios.

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Como no quiero verme "inocente y que moro en la paz de Dios", lo que hago es
condenar. Ahora entiendo por qué lo hago, porque en la paz de Dios no existo. Tengo que
dejar mi especialismo y singularidad del lado de afuera de la puerta.

(T-13.X.11:8) Si es inocente y está en paz, pero no lo ve, se está engañando


[delirando], y ello significa que no se ha contemplado a sí mismo.

Muy a menudo en el Curso, como en este pasaje, Jesús usa específicamente términos
psiquiátricos. El delirio es un estado psicótico. La diferencia entre alucinaciones, una palabra
que también usa, y delirios, es que las alucinaciones son perceptivas: escuchas, ves y hueles
cosas que no existen. Esas son alucinaciones. El pensamiento delirante es cuando tienes
pensamientos locos, como creer que alguien está dispuesto a matarte: escuchas un ruido
afuera – el viento silba entre los árboles – e inmediatamente piensas que hay gente afuera de
la casa conspirando para destruirte. Ese es un pensamiento delirante.
Aquí Jesús está diciendo que como la verdad es que eres inocente y estás en paz como
Hijo de Dios, el hecho de que no lo reconozcas, que no lo veas, es una ilusión, porque estás
negando lo que hay e inventando una realidad para ti que no es verdad. Aunque en este curso
Jesús nunca usa las palabras psicótico y esquizofrénico, sí usa la palabra loco.  El nunca usa la
palabra paranoico, pero nos describe a todos a través de la dinámica de un esquizofrénico
paranoico. Dice que literalmente somos psicóticos, que vemos cosas que no existen, es decir,
un mundo. Escuchamos voces de otras personas que no están allí, y creemos que todos
quieren atraparnos, incluido Dios. No se podría pedir una mejor descripción de la
esquizofrenia paranoide.

(T-13.X.11:9-11) A él [a la persona que niega quién es] le digo:

Contempla al Hijo de Dios, observa su pureza y permanece muy quedo.


Contempla serenamente su santidad, y dale gracias a su Padre por el hecho de que
la culpabilidad jamás haya dejado huella alguna en él.

El Hijo de Dios al que está diciendo que "contemplemos" es el Hijo de Dios en la persona
con la que estamos en una relación, así como en nosotros mismos. No podemos mirar la
santidad en nuestro hermano hasta que primero veamos el hecho de que lo hemos vuelto no
santo. Esto es realmente un atractivo para nosotros: esto es lo que quieres; y si quieres verte
libre de culpa y en paz, entonces debes estar dispuesto a ver eso en tus hermanos. La forma
en que lo verás en otras personas es primero ser consciente de cuánto  no quieres verlo en

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otras personas. Nuevamente, todo lo que hemos estado discutiendo explica por qué es
así. No queremos verlo en otras personas porque queremos mantener viva la separación.

(T-13.X.12:1) Ni una sola de las ilusiones que has albergado contra él ha mancillado
en forma alguna su inocencia.

En otras palabras, no se ha perdido ni una sola nota del himno Celestial de inocencia. No
pasó nada. El Hijo de Dios es tan inocente como lo era antes de la separación, como lo es
ahora y como lo será después de la separación. Nada ha cambiado.

(T-13.X.12:2-6) Su radiante pureza, que no se ve afectada en modo alguno por la


culpabilidad y es completamente amorosa, brilla dentro de ti. Contemplémosle juntos y
amémosle, pues en tu amor por él radica tu inocencia. Y sólo con que te contemples a ti
mismo, la alegría y el aprecio que sentirás por lo que veas erradicará la culpabilidad para
siempre. Gracias, Padre, por la pureza de Tu santísimo Hijo, a quien creaste libre de toda
culpa para siempre.

Esa es una oración que también dice al final del texto. La conclusión de todo esto es que
debemos ser conscientes de que primero tomamos la decisión por la culpa; necesitamos
entender por qué tomamos la decisión por la culpa y lo que esa decisión por la culpa ha
producido en nosotros – los terribles efectos de hacernos totalmente infelices, miserables y
enfermos. Finalmente, debemos reconocer que esto no es lo que queremos y recordar
Quiénes somos como verdaderos hijos de la inocencia y la paz. Lo que nos ayuda a lograrlo es
mirar a otras personas primero y ser conscientes de cuánto las hemos envuelto en la
oscuridad de nuestra propia culpa. Ahora deseamos quitar ese velo, no tanto de ellos, sino de
nosotros mismos, reconociendo al final que es el único e inocente Hijo de Dios, no muchos, y
que la inocencia abraza a todas las personas, no solo algunas de ellas. No puede ser a muchos
hijos; debe ser a todos los hijos.

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