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El 26 de enero de 2021, la Sala de Reconocimiento de la Jurisdicción Especial

para la Paz (JEP) les imputó a ochos miembros del antiguo Secretariado de las
extintas Farc-EP crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra dentro del
caso 01.
La JEP determinó que los ocho miembros del máximo órgano de decisión de la
guerrilla tienen "responsabilidad de mando" por los abusos y horrores que
sufrieron los secuestrados. Los acusados son Rodrigo Londoño (alias
Timochenko), último jefe de la antigua guerrilla y actual presidente del partido
Comunes, surgido de la desmovilización de las FARC; los senadores Julián Gallo
Cubillos y Pablo Catatumbo Victoria; y los también exjefes guerrilleros Jaime
Alberto Parra, Milton de Jesús Toncel, Juan Hermildo Cabrera, Pastor Lisandro
Alape Lascarro y Rodrigo Granda. La responsabilidad individual varía según los
cargos de mando asumidos durante el conflicto armado.
Privar a las personas de su libertad, y condicionar su liberación, así como su
bienestar, su integridad y su vida, fue un crimen de guerra, específicamente el de
toma de rehenes. Como producto de este crimen, la Sala de Reconocimiento
también les imputó a los antiguos miembros del Secretariado otros crímenes de
guerra relacionados con el trato a los secuestrados, como homicidio, tortura, tratos
crueles, atentados a la dignidad personal, violencia sexual y desplazamiento
forzado.
La guerra en Colombia, que para algunos no ha terminado, dejó un total de
262.000 muertos, 80.000 desaparecidos, 8 millones de desplazados y 37.000
secuestros entre 1958 y 2016, según datos del Centro Nacional de Memoria
Histórica.
HECHOS Y ANTECEDENTES
La guerrilla campesina utilizó el secuestro como arma de guerra desde sus inicios,
pero con el tiempo la razón política fue remplazada por una forma de
financiación y extorsión, además de ser un mecanismo de ordenamiento
territorial dentro de su estructura militar.
Por lo menos 11,39 billones de pesos estuvieron en manos de las Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia a través de sus diferentes formas de
generación de ingresos. Con el paso de los años, la que fue la guerrilla más
grande del continente, sofisticó los mecanismos para obtener ingresos y así
mantener a sus filas y luchar contra el Estado.
El informe sobre “Fuentes y mecanismos de financiación de las Farc” entregado a
la JEP por parte de la Fiscalía General de la Nación detalla cómo este grupo
accedió a ese dinero producto del secuestro, el narcotráfico y la minería ilegal, ya
que los recursos provenientes de la extorsión no fueron calculados.
La dirigencia de las FARC-EP tuvo la intención de financiar sus operaciones, por
lo menos en una parte importante, a través de pagos por liberación hechos por las
familias de civiles plagiados. Esta intención se manifiesta en numerosos planes,
tanto en las estrategias generales de las FARC-EP, como las que se adoptan en
Conferencias Nacionales Guerrilleras (CNG), como en planes operacionales y
tácticos de las distintas unidades militares. En estos documentos allegados a la
JEP se ordena privar de la libertad a ciertos civiles para financiar las operaciones
de las unidades militares a través del pago por la libertad de estas personas. Estas
órdenes no mencionan el asesinato o la desaparición de las víctimas, e indican
que la privación de la libertad sería de “enemigos” de la organización, sean de
clase o político, y debían estar precedidas de labores de “inteligencia”
La política consistía en la privación de la libertad indiscriminada en búsqueda de
dinero para financiar la organización armada, y el asesinato y la desaparición
forzada como la consecuencia posible por la falta de pago. Esta política de facto
se materializa en el patrón de hechos, en particular en lo que concierne al modus
operandi (la privación de la libertad tanto discriminada como indiscriminada) como
a la caracterización de las víctimas (de diferentes edades y grados de riqueza.)
En 1966, la extinta guerrilla estableció que una parte de su financiación debía
correr “por cuenta de los enemigos más recalcitrantes del pueblo y la revolución
(…) buscando a las masas, buscando la ayuda de amigos y realizando trabajos
castigando a los ricos enemigos del movimiento”. La JEP infiere que estos trabajos
de castigo incluyen la privación de la libertad para cobrar por las liberaciones y así
financiar a la organización armada.
Previo a 1982 la Fiscalía señaló haber conocido solo ocho secuestros extorsivos
cometidos por las FARC, el primero de 1977. Sin embargo, se encontró
privaciones anteriores como de la que fue víctima el industrial Harold Eder, dueño
y gerente del ingenio Manuelita (1965) y el hecho reconocido por el compareciente
Pablo Catatumbo Torres en el que fue privado de la libertad el entonces cónsul
honorario de los Países Bajos, Eric Leupin, en 1971.
Las decisiones concretas sobre las víctimas concretas las tomaban los
comandantes de los frentes y no el nivel central de la organización armada. Desde
el inicio la guerrilla planteó que cada frente obtenía sus propios recursos, y
además un excedente para aportar al Secretariado, y cada frente también debía
encontrar la manera de procurarlos, con guerrilleros especializados en esta labor.
Así, los documentos rectores de la organización armada en su origen, confirman
que a partir 1974 se definió la creación de comisiones de finanzas por cada Frente
y Columna, con encargados específicos que tenían a su cargo orientar la
búsqueda de dinero y rendir cuentas al nivel central. Este sistema se mantuvo, con
algunas modificaciones, en especial con una creciente centralización del poder
para tomar decisiones sobre el gasto, hasta la firma de la paz, como lo reconocen
diversos comparecientes en sus versiones voluntarias.
El recurso a la privación de la libertad como forma de financiación, si bien fue una
posibilidad para obtener recursos, por lo menos desde los años setenta, también
enfrentó resistencias al interior de la organización. Así, hubo comandantes que se
opusieron a esta práctica y la consideraban inmoral. Algunos comparecientes
manifestaron haber estado ellos personalmente en desacuerdo, o han reportado
que algunos comandantes, en especial Alfonso Cano, la rechazaban y se habían
opuesto a ella en espacios colegiados de decisión. Estas manifestaciones sin
embargo fueron minoritarias y, en todo caso, quienes se opusieron implementaron
la política. Durante este periodo, anterior a 1993, y debido a las divisiones
internas, las FARC-EP hicieron manifestaciones públicas de rechazo al secuestro
incluso cuando la dirigencia nacional sabe que ya hay Frente que se financian con
esta práctica.
Los documentos rectores allegados a la JEP confirman que, en el Pleno del
Estado Mayor en 1983 fue especialmente debatido el punto, dados los secuestros
realizados por el Frente 11 en el Magdalena Medio y la reacción en contra por
parte de algunos ganaderos que se arman en lo que parecen ser las primeras
autodefensas campesinas contra la guerrilla. Esto genera en el Secretariado una
gran preocupación, por lo cual este emite una directriz allegada que dice: “sería
imperioso que los frentes y otras comisiones especiales de finanzas adelantaran
trabajos de inteligencia y evaluación muy completos para no equivocarnos en
materia tan delicada. Se dijo, además, que esa política no podía durar por mucho
tiempo ya que es un factor de desprestigio, que no hay en materia de recolectar
finanzas nada más repugnante y por lo tanto impolítico ”
A pesar de la negativa de algunos secretarios estos hechos considerados
inmorales y repugnantes, la JEP logró determinar que durante la década de los
ochenta aumentó en la organización la aceptación de la práctica del secuestro
como forma de financiación, así como la centralización de las ganancias en el
Secretariado, que empezó a proyectar su expansión (la del Plan Estratégico) en
parte con base en los ingresos que provienen de los pagos por liberación. Las
comisiones de finanzas de cada frente debían rendir reporte cada tres meses
directamente al Secretariado. En 1993, los dirigentes de la organización armada
consolidaron las privaciones de la libertad como una forma de financiar el Plan
Estratégico y señalaron que, a pesar de diversas iniciativas, muchos no habían
logrado cumplir con las cuotas asignadas y que esperaban que con la
reorganización de las estructuras por bloques hubiera una mejor coordinación de
las finanzas de cada frente, así como mayor “inteligencia” (recopilación de
información) para escoger a las víctimas.
Estas decisiones y lineamientos adoptadas por las FARC se materializaron en un
incremento notable de los secuestros para financiar a la extinta guerrilla. Este
aumento lo reflejaron los sistemas misionales de la Fiscalía que entre 1982 y 1993
solo reportaron 426 secuestros por parte de las FARC-EP. Esta cifra se
cuadruplicó en los siguientes seis años, entre 1994 y el año 2000, en donde la
Fiscalía reportó 1.846 hechos. El incremento en los secuestros financió por lo
menos en parte, el crecimiento de las FARC-EP en la década del noventa y en
especial entre 1993 y el 2001. Tanto la Fiscalía como los comparecientes en su
versión colectiva presentada ante la JEP reportaron que eso fue así y que en esos
siete años la guerrilla duplicó su tamaño, y que para el año 2000 las FARC-EP
alcanzó su punto más alto en términos de crecimiento militar, presencia territorial y
sobre todo capacidad para atacar al Estado y sectores civiles.
Este crecimiento estuvo financiado en parte por los pagos por las liberaciones
hechas por las familias de los civiles secuestrados. Es decir, que el aumento de
los secuestros en los años noventa corresponde directamente a la expansión
militar de la guerrilla, es su causa y su consecuencia también, ya que, a mayor
presencia territorial, mayor posibilidad de secuestrar.
La selección de víctimas no siempre correspondió a un proceso previo de
identificación. En cambio, el secuestro indiscriminado fue una práctica usual en
todos los bloques de las FARC-EP. La contrastación de las fuentes, incluyendo los
relatos de las víctimas acreditadas, muestra que en muchas ocasiones las
víctimas eran seleccionadas de manera indiscriminada, a partir de un encuentro
fortuito, especialmente en retenes en las vías. Otra modalidad menos conocida de
plagio indiscriminado fue la compra de la víctima a una banda criminal de víctimas
que la misma banda seleccionaba. En estos casos, dice la Fiscalía, los frentes
“compraban” los cautivos por un margen de ganancia que oscilaba entre el 50% y
el 80%, y se practicaba en especial para los secuestros urbanos
A partir de la fuentes compartidas por la JEP se puede determinar, que, si bien la
mayor parte de las víctimas fueron hombres adultos, las FARC-EP secuestró en
todo el país a niños, niñas, adultos mayores incluso mujeres en estado de
gravidez, como se describe en los hechos por los cuales se acreditaron las
víctimas y otras personas vulnerables en una magnitud tal, que también se puede
decir que era parte de la política de facto.
Las principales zonas de campamentos de personas privadas de la libertad, según
los comparecientes fueron:
 Bloque Noroccidental (a veces llamado Bloque Efraín Guzmán) los límites
entre Antioquia y Chocó o la frontera con Panamá.
 Bloque Sur y el Occidental, las zonas seguras eran la zona del andén
pacífico de los departamentos de Cauca y Nariño y la cuenca del Río Patía,
especialmente los municipios de Guapi, Iscuandé y Magüi Payán.
 Bloque Caribe, la Serranía del Perijá fue la principal zona segura. Según los
comparecientes si bien como se describe abajo la Sala tiene reportes de
personas plagiadas que permanecían en los Montes de María.
 Bloque Oriental, los comparecientes refirieron que la zona segura varió en el
tiempo. En su periodo de máximo control territorial, la zona segura para
tener personas secuestradas fue la Cordillera Oriental, hacia el Meta,
especialmente la misma Zona de Distensión, donde reconocieron que
funcionaban varios campamentos. Muchos cautivos fueron trasladados de
San Vicente del Caguán, hasta “las profundidades del Río Tunia en el
Chiribiquete”. En etapas posteriores del conflicto, la zona de seguridad del
Bloque Oriental fue aún más lejana, en el territorio entre los ríos Inírida,
Vaupés y Apaporis
En el año 2000 se imparten dos órdenes sobre este punto a sus unidades
militares: las llamadas “Leyes” 002 y 003. La primera orden planteaba el
redireccionamiento del cobro del “impuesto a la paz” para poner como rasero el
patrimonio superior a un millón de dólares. Estas personas, debían presentarse
ante las FARC--EP a pagar, so pena de ser privados de su libertad.
Sin embargo durante el año de 2001, hubo una reducción dramática de las
privaciones de la libertad. Para la Fiscalía ello se debe a la pérdida de control del
territorio, conclusión que es reafirmada por fuentes abiertas y reconocido en las
versiones voluntarias. Así, ante la ofensiva de la Fuerza Pública, el grupo armado
se replegó a zonas de poca presencia institucional, donde esta práctica era mucho
más difícil de llevar a cabo por ser también zonas escasamente pobladas y con
poblaciones empobrecidas . Sin embargo, en este periodo hay excepciones a esta
tendencia de reducción, como son los secuestros masivos de Neiva en Altos de
Manzanillo y Condominio Casablanca el 24 de febrero de 2004.
En conclusión, se puede determinar según los autos proferidos por la JEP y los
informes allegados a este que las FARC-EP adoptó entre 1982 y 2012 la política
de privar de la libertad a civiles para financiar sus operaciones a través del pago
para obtener su libertad.
Sin embargo, de los documentos rectores y comunicaciones internas aportadas
por la Fiscalía a la JEP se puede concluir que a partir del 2007 no volvieron a
plantear desde el nivel central el tema de las cuotas de “retenciones financieras”
que debían pagar los frentes, principalmente porque el Estado Mayor Central no
se reunió después del año 2003. Sino hasta las negociaciones de paz. A partir de
entonces, y en especial después de la muerte de Manuel Marulanda en el 2008,
se hizo claro el cambio estratégico de la guerrilla, que pasaba del accionar
ofensivo al defensivo. Esto también hizo que disminuyera la capacidad de privar
de la libertad e incluso la necesidad de hacerlo, tanto por el ingreso proveniente
del tráfico, como porque la organización se redujo significativamente en tamaño.
En el 2012, como reconocieron los comparecientes, después de múltiples debates
en el interior de la organización y consultas con las diferentes estructuras,
concluyeron que “las privaciones de la libertad habían dejado de ser parte de las
prácticas de las FARC-EP”.
¿Cuál es la magnitud de los hechos?
En su labor de contrastación, la Sala de Reconocimiento unificó seis bases de
datos distintas, tres de la Fiscalía, una de FONDELIBERTAD, una de País Libre y
una del Centro Nacional de Memoria Histórica, usando para unificarlas los
números de cédula; también otras listas pequeñas aportadas por informes de
sociedad civil, como la aportada por Las Voces del Secuestro. Al unificar las listas
y eliminar los registros repetidos, la Sala de Reconocimiento de la JEP encontró
que se atribuyen a las Farc-EP las siguientes cifras:
 21.396 víctimas de secuestro fueron identificadas con nombre y cédula.
 9% corresponden a hombres y el 21% a mujeres.
 De los datos que reportan la edad de la víctima (55% de los datos), el 95%
corresponden a mayores de edad y 5% eran niños, niñas o adolescentes.
 Entre los niños, niñas o adolescentes, el 47% eran niñas.
 De los mayores de edad, el 19% tenían más de 55 años.
 Al contrastar este listado con el listado de reportados como muertos y
desaparecidos en el RUV (Registro Único de Víctimas), la Sala identificó
que el 8,7% de las víctimas de secuestro fueron desaparecidas y el 2,9%
asesinadas con entrega de cuerpo.
 En cuanto a la investigación penal, en lo que se refiere a la impunidad, en la
gran mayoría de los hechos (72% y 81% de las denuncias según si los
hechos se cometieron antes o después del 2000) nunca se logró identificar
a los autores individuales.
 En cuanto a los datos territoriales, la Sala de Reconocimiento logró
identificar que la mayor parte de los secuestros registrados se realizaron
entre 1998 y 2001, coincidiendo con la Zona de Distensión.
 14 años fue el máximo de tiempo en que una persona estuvo en cautiverio.
 Los territorios más afectados, en términos per cápita, fueron los
departamentos de las zonas geográficas de la Orinoquía y la Amazonía, en
particular los departamentos de Guaviare, Vaupés, Caquetá, Meta,
Vichada, Arauca y Casanare, área de operación del extinto Bloque Oriental.
 En términos numéricos absolutos, el departamento más afectado es
Antioquia.
 Para entender cómo cometieron los hechos de secuestro, en su máximo
periodo de expansión, la guerrilla de las Farc-EP reportó 60 estructuras en
operación organizadas en cinco bloques de frentes y dos comandos
conjuntos. De estos bloques y comandos conjuntos, el Bloque Oriental fue
el más grande de todos. También existieron el Bloque Sur, el Bloque
Magdalena Medio, el bloque Noroccidental, Occidental, Caribe y Central.
 En 1998 las Farc-EP decidieron forzar el intercambio de guerrilleros presos
por los militares y policías en su poder. El Informe No 2 de la Fiscalía
menciona a 245 militares y policías cuya libertad fue condicionada a un
eventual intercambio de prisioneros.
Sin embargo, la Sala de Reconocimiento anota que la elaboración de estos
listados se vio limitada por las dinámicas propias del conflicto armado, que
resultaron tanto en subregistros (casos que nunca aparecieron en las listas) como
en sobreregistros (la atribución falsa de secuestros a las Farc-EP.) Aun así, la
Sala de Reconocimiento estableció que estos datos son suficientes para concluir
que los secuestros fueron sistemáticos y masivos, que es la calificación necesaria,
junto con la intención de atacar a la población civil, para que se trate de un crimen
de lesa humanidad.
Los relatos de las víctimas acreditadas sobre su vida después del secuestro
ilustran el daño causado a la salud mental por el sufrimiento físico, emocional y
moral al que estuvieron sometidos. Las víctimas reportaron síntomas asociados
con afectaciones a la salud mental, como episodios de ansiedad, temor y tristeza
persistente años después de los hechos. Para muchas víctimas el miedo es un
compañero constante, incluso años y décadas después de recobrar la libertad
física. Las víctimas también sufren incluso después de haber sido liberadas por la
estigmatización que de manera injusta lo acompaña, con frecuencia por rumores
infundados de que la víctima se “merecía” lo sucedido.
Algunas víctimas estaban en condiciones especiales de vulnerabilidad que
intensificaron el sufrimiento. Las mujeres cautivas estaban en una situación
adicional de vulnerabilidad y desprotección en un contexto masculino y militar,
acentuando el temor por su vida y su integridad. La ausencia de intimidad para
asearse y para defecar y orinar creó un sufrimiento diferencial a las mujeres, como
incluso reconocen los comparecientes y como fue presentado por otras víctimas
que observaban esta especial vulnerabilidad.

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