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Ceremonia secreta, la segunda novela del autor argentino Marco Denevi, ganó en 1960 el
en rigor, o “cuento largo” para el jurado) relata las consecuencias del encuentro fortuito
entre Leonides Arrufat, una arpía de barrio, y Cecilia Engelhard, una muchacha huérfana de
veintitrés años por demás aniñada y supuestamente trastornada por la muerte de su madre
(una tal Guirlanda Santos), a quien cree ver en la otra. No son, claro está, Leonides y
Cecilia los únicos personajes de esta obra. Están Encarnación y Mercedes, dos viejas
amigas de la madre muerta, está la prima Belena y están los delincuentes secuaces de esta
última. En Ceremonia secreta hay misterio, hay locura, hay traición, perfidia, crimen y
Con los méritos suficientes para ser catalogada como novela negra, Ceremonia
secreta posee una excelencia narrativa que le destinó un lugar reservado entre los textos
fue publicada por primera vez en 1961 en un volumen titulado Ceremonia secreta y otros
contenía los cuentos (cuento largo o novela corta en el caso de la obra de Denevi) de los
tres primeros puestos y aquellos ocho que habían obtenido una mención honorífica,
incluido uno del ya por entonces reconocido Juan Carlos Onetti y otro del todavía ignoto
Haroldo Conti.
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Se supone que el punto de inspiración para la escritura de Ceremonia Secreta fue una
casona del siglo XIX ubicada sobre la calle Suipacha, frente al lateral de la iglesia de San
propiedad, hoy ha sido borrada de la arquitectura urbana y reemplazada por otra. Denevi la
veía a diario, y no dejaba de preguntarse quién podría vivir en un lugar así. Para su novela
eligió como habitantes a la familia de un tal Jan Engelhard, fallecido Rosacruz y esoterista,
El premio del concurso de la revista Life ascendía a 5.000 dólares y, además de los
derechos de autor por las ventas periódicas aseguradas que terminaría teniendo Ceremonia
primera paga por venta de derechos para adaptación cinematográfica. Narciso Ibáñez Menta
quería convertir Ceremonia secreta en una miniserie de tres episodios para televisión. El
encargado de volverla guión por primera vez fue su hijo, “Chicho” Ibáñez Serrador. No
tardaría este último en partir hacia España y terminar inmerso, en 1976, en otra adaptación
Esta miniserie de Ceremonia secreta sería dirigida por Edgardo Borda y tendría en
mismísima casona del número 78 de la calle Suipacha. Denevi finalmente pudo descubrir
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cómo era por dentro la misteriosa casa que había detonado su inspiración. “Resultó ser más
Los tres episodios de la Ceremonia secreta de Narciso Ibáñez Menta fueron emitidos
Dore Schary, guionista y productor norteamericano de cine y teatro, quien compró los
derechos para filmar un largometraje. El proyecto, por motivos inescrutables, fue archivado
hasta 1967, cuando Schary convocó a un viejo protegido para que lo concretara. El
protegido era nada más ni nada menos que el marxista Joseph Losey. Este, también
norteamericano, gracias a las listas negras del senador McCarthy había terminado exiliado
Asumiendo, para simplificar, que Ceremonia secreta posee dosis similares de novela
negra y novela gótica, puede decirse que para entonces Losey tenía en su carrera
profesional las credenciales necesarias para llevar adelante la tarea. Para empezar, y si de
buenas adaptaciones se trataba, había filmado en 1962 Eva, basada en la novela del maestro
del policial James Hadley Chase. Pero para entonces ya tenía en su haber un buen puñado
de films noir: The Lawless (1950), The Prowler (1951, con guión no acreditado de otro
perseguido por la derecha norteamericana, Dalton Trumbo), The Big Night (1951), The
Sleeping Tiger (1954, bajo el seudónimo antimacarthysta Victor Hanbury), The Intimate
Stranger (1956, con el seudónimo Alec C. Snowden), Blind Date (1959), o la carcelaria
clásico de Fritz Lang sobre un asesino serial de niños, realizada en 1951, y The Damned, de
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Sin duda la película menos (re)conocida de un autor muy prolífico —más de treinta
largometraje de Joseph Losey respetando el título original, se filmó entre marzo y junio de
1968. El encargado de adaptarla a la pantalla grande había sido George Tabori, guionista
condena). Tabori había escrito el primer borrador del guión en marzo de 1967, con Ingrid
Bergman en la mente de Losey para el papel de Leonides, pero ella había insistido en que la
película fuera filmada en Sudamérica, siendo fieles a la novela original, y ante la negativa
La Ceremonia secreta de Joseph Losey fue estrenada por Universal primero en los
Estados Unidos, en diciembre de 1968. En el Reino Unido tuvo su llegada a cines recién en
junio de 1969. El trailer oficial tenía como slogan “DE SU CEREMONIA SECRETA
maduras”. Otra publicidad oraba: “Debido al inusual final, (en los cines) no será admitido
Durante los primeros tres cuartos de hora la película sigue casi al pie de la letra el
Arrufat, que en esta oportunidad se llamará Leonora Grabowski. Por entonces Taylor
contaba con 35 años de edad y una belleza irrefutable, en clara contraposición con los 58 y
pulposo de la actriz inglesa. Pero Taylor, que venía de filmar con Losey y su marido
Richard Burton un par de meses atrás Boom! (una adaptación de El tren de la leche ya no se
detiene aquí, de Tennessee Williams), cumple a la perfección con su rol, quizás también
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por la conjunción, insólita, inesperada y en apariencia imposible, que el guión realiza de los
Leonides Arrufat. La nouvelle se inicia con un paseo por la mañana temprano, antes de que
todos se levanten, dejando flores y rezando delante de las puertas de las casas de aquellas
personas menesterosas que despiertan su piedad. Aunque, si se trata de alguien que merece
el castigo de Dios, Leonides no deja una flor sino una rama de ortiga. Objeto de su
desaprobación es, claro está, Natividad González. Que en estas primeras páginas abre la
profesión de Leonora, que es, vale la aclaración, una prostituta. Profesión que no llevó
durante toda su vida, sino que adoptó a consecuencia de la pérdida de una hija, a modo de
expiación por considerarse culpable por omisión, por no cumplir de manera adecuada con
sus deberes como madre. La niña murió ahogada, a los diez años.
empieza un día más en su vida yendo hacia el cementerio a dejar flores en la tumba de su
niña, y se sube a un clásico double decker bus inglés (esto es, un colectivo de dos pisos), el
número 27, con el barrio londinense de Highgate como destino. Es en ese colectivo donde
Cenci se acerca por primera vez a Leonora, confundiéndola, en su trastorno mental, con su
madre muerta.
cambio innecesario, tiene 22 y no 23 años —aunque, como dirá más adelante otro
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personaje, “Los locos nunca aparentan su edad”—. Quien se puso en la piel de Cenci fue
una Mia Farrow de 23 años, en una actuación sobrecogedora, que quita el aliento, y que le
depararía una nominación como Mejor Actriz en los premios BAFTA (los de la Academia
Británica de Cine, la versión inglesa de los Oscars). Mia, que por entonces tenía la misma
Roman Polanski, Rosemary's Baby, y había sido elegida por Losey después de haber
rechazado a dieciocho postulantes. Por entonces, y tal como se la ve en esa película, llevaba
el pelo muy corto, y para Secret Ceremony le exigieron usar una peluca negra, lacia y larga
Engelhard, característica física, esta, que, en forma inversa al caso de Elizabeth Taylor con
Leonides, tampoco cumplía Mia Farrow, siempre dotada de una contextura casi tísica.
Cenci sigue a Leonora, como Cecilia a Leonides. Después de una visita al cementerio
y a la iglesia adyacente por parte de Leonora (la muy apropiada iglesia de Santa María
Leonora termina en la casa de Cenci, una mansión que la deslumbra. El lugar elegido para
filmar esas escenas resultó ser la llamada Casa Debenham (Debenham House), construida
por encargo del magnate comercial Ernest Debenham a principio de siglo sobre la calle
Londres. No es menor el dato que tanto los títulos finales como el propio director en una
entrevista confirman: tan pronto terminó la filmación, hasta entonces abandonada desde
hacía años, fue convertida en un asilo para enfermos mentales. Ken Russell volvería a
película hace que las escenas adquieran matices más teatrales que cinematográficos,
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propios más bien de un teatro de cámara. Lo cual resulta de alguna manera enfatizado por
el uso de melodías de cajas musicales como banda sonora. Y no solo se trata de cajas que
forman parte de la utilería, también están las emuladas por el inglés Richard Rodney
Asquith a la Mejor Música en los BAFTA de 1970. Incluso una melodía afín es tocada por
señorita Leonides”, dice Denevi en su novela. Mia Farrow había, un par de meses atrás,
parecido con la madre de Cecilia/Cenci, que en la película de Losey no es, claro está,
Guirlanda Santos, sino Margareth. Pero recibe tales cuidados por parte de la muchacha a la
que cree una niña en plena pubertad, que decide quedarse. Esos cuidados son, claro está, los
mismos que aquella le prodigaba a su madre antes de morir, durante una convalecencia de
escondida, observa como concurren a la casa con la excusa de visitar a la huérfana pero
aprovechan cada distracción de esta para robar adornos o chucherías. Mientras Mercedes y
Encarnación solo son dos solteronas amigas de la difunta Guirlanda Santos, Hanna e Hilda
son las cuñadas de Margareth, las hermanas de Gustaf (pronúnciese como Gustave), la
versión inglesa del también fallecido Jan Engelhard. Gustaf (de apellido Engelhard,
también) murió cuando Cenci tenía nueve años, y sus dos máscaras mortuorias (una en la
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casa de Cenci, otra en la de Hanna e Hilda) terminan por funcionar casi como un personaje
vivo más.
Mientras que Mercedes y Encarnación viven en una casa del barrio porteño de
Constitución y cuidan de una madre paralítica, Hanna e Hilda son dueñas de un negocio de
nombre cuando dice ser una prima de Margareth, a diferencia de Leonides, que dice
sepulcro junto al mar en el poema de Edgar Allan Poe que Cecilia siempre le lee, Annabel
Es un poco antes del encuentro entre Leonora y Hanna e Hilda que los argumentos de
encarnado por Robert Mitchum, después de tocar el timbre y aporrear la puerta en vano,
deja por el buzón una flor de jazmín con una nota de amor pictórica (un corazón cruzado
por una flecha). Si bien es el momento equivalente a ese en que Leonides, fisgoneando,
encuentra en un cajón una nota romántica firmada por un tal “Fabián”, en esta ocasión
cinematográfica tenemos al supuesto amante —porque así lo ven tanto Leonides como
amigo de Belena que, después de seducir a Cecilia, la embosca con sus secuaces.
Como la cuestión del acento de los actores no era un tema menor, en una charla de
preproducción, Elizabeth Taylor y Joseph Losey, por entonces muy amigos, deliberaron
bastante sobre el correcto elenco de una película como esta, con pocos personajes. Taylor
sugirió a Mitchum. Losey, que en sus días pasados en Hollywood había coincidido con el
actor en algún que otro lugar, le tenía afecto y decidió contratarlo. Cuando le preguntó si
podría hacer un acento inglés, el otro respondió: “Carajo, sí, podría. ¿Qué querés? ¿Del
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norte del país? ¿Lancashire? ¿Cockney?” Losey le pidió que fuera nada más que un acento
genérico, y eso es lo que Mitchum les dio. “Después leí una reseña preguntando qué carajo
estaba intentando hacer Mitchum si pensaba que eso era un acento inglés”, contaría el actor
en una entrevista brindada a Roger Ebert en 1969 (“Mi corazón vuela donde los gansos
salvajes vuelan”). “Deberían escribir las instrucciones del director al borde de la pantalla”.
Margareth se casó con Albert. Un matrimonio que duró hasta que ella lo encontró en la
cocina manoseando a Cenci. Belena, que en la novela de Denevi, hasta la escena final, no
aparece más que mencionada por otros, en la película brilla por su ausencia. Su lugar, y el
Joseph Losey concentrados y reemplazados de alguna manera por Albert, el padrastro que
no deja de seducirla desde los catorce años, inexistente a su vez en la novela original.
rivaliza con los previos en The Night of the Hunter (1955) y Cape Fear (1962). Albert logra
volver a meterse en la casa de Cenci, y, con palabras y bruscas caricias, vuelve a intentar
incesto: “(...) el incesto es un síntoma bastante aburrido del sistema de la propiedad privada.
¿Te das cuenta de que en todos los montes de Australia los padres están dándoles a sus
hijas como si no hubiera un mañana? (...) Me estoy quedando en el (hotel) Cadogan. Ahí es
No fue fácil para el director lidiar con Mitchum, pese a que lo consideraba un viejo
amigo y que solo fue contratado por diez días. Después de veinte años sin verlo, se
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encontró con alguien imposible. Hostil, desagradable y “a la defensiva”, fue como lo
definió Losey. Para Mitchum, la experiencia tampoco parece haber sido buena.
citada. “Aparentemente, después de que se terminaron mis diez días sacaron dos escenas en
la bañera? En el guión, yo estaba en la bañera con Mia. La escena donde ella estaba
Justo después de que la hicimos, vino el lesbianismo. Quizás por eso volvieron a grabar la
escena de la bañera. No soy bueno como lesbiana. Actúo de cualquier otra cosa, pero no de
eso”.
Y las quejas seguirían de su parte. “Estuvimos filmando en esa casa inmunda todo el
primero: cuando Leonora y Cenci se van de vacaciones a una playa holandesa, Albert se
aparece y termina por consumar el acto sexual con la muchacha, con el consentimiento de
esta después de que se pelea con su madre adoptada. Esta última había descubierto que el
embarazo de Cenci, producto de una violación de Albert que antes ha fingido, no es más
que un muñeco de trapo puesto bajo la ropa. Respecto al fetichismo del director, las
palabras del mismo, explicando por qué quiso incluir tomas de la casa vacía al comienzo de
la película, rechazadas por los productores, bastan para confirmarlo: “Creo que los lugares
son actores”.
violación, porque no está embarazada de verdad como Cecilia. En Secret Ceremony Cenci
cambia el sujeto de la venganza que perpetra Leonides. Leonora, en vez de matar a Belena,
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mata, también junto al ataúd de la muchacha, al padrastro Albert. Cambia el sujeto, no el
objeto: ambos, Belena y Albert, le robaron tanto la inocencia como la vida a Cenci/Cecilia.
Se supone, o ese es el dato que quedó para la posteridad, que a Denevi no le agradó
algunos “retoques” a la película. Empezaron con los tradicionales cortes en escenas que
pudieran llegar a ser consideradas obscenas, lo cual incluyó no solo la de la bañera, sino
también al menos la mitad de las participaciones de Mitchum. Lograron de esa forma, por
pelucas. Se agregaron además escenas, como el arresto de Leonora luego del asesinato,
aunque sin la participación de Elizabeth Taylor. Para volver coherente una trama mutilada,
claro está), teniendo una charla moralizadora que de manera solapada rellena con palabras
los blancos en el argumento, explicándolo. Ni esas escenas ni las insertadas fueron filmadas
por Joseph Losey, que, furioso, se negó a hacerlo e incluso interpuso una queja en un
Fuera como fuese, los productores de Secret Ceremony obtuvieron una ganancia de un
millón y medio de dólares por los derechos de exhibición en TV; y la intención de seguir
facturando con un producto que no había resultado demasiado taquillero ni había cosechado
precisamente elogios de parte de la crítica los llevó a encargarle a un tal William Hughes la
novelización de la película. Esta artimaña comercial que estaba poniéndose de moda por
el mismo argumento.
Dada la cercanía que hay para un escritor entre un trabajo así y ser un ghost writer,
William Hughes no era el verdadero nombre del encargado de novelizar Secret Ceremony.
William Hughes se supone que se llamaba Hugh Williams. Lo cual, teniendo en cuenta la
cantidad de homónimos que ambas denominaciones (similares incluso entre sí) han poseído
a lo largo del último siglo, no es de mucha ayuda a la hora de encontrar mayores datos
sobre su vida. No solo existen al menos otros doce autores de libros de todo tipo con el
seudónimo de don Hugh, sino que, como es de esperar en un caso así, las baratas ediciones
de libros de bolsillo o “en rústica” que lo publicaban no incluían tampoco una biografía
suya. Se supone, eso sí, que, con el nombre William Hughes, Hugh Williams jamás publicó
La pregunta necesaria ahora sería: ¿para qué novelizar algo que en su origen ya era
coinciden con exactitud, pero ¿se cumplió con el respeto por los derechos del autor original
en el Reino Unido en 1968 tanto por Sphere Books como por Tandem Books y en los
Estados Unidos por Award Books, ambos sellos, estos dos últimos, propiedad de sendas
siguiente de las primeras ediciones. En España, Secret Ceremony fue traducida como
Ceremonia secreta y publicada en tapa dura y con sobrecubierta por Grijalbo en octubre de
1969.
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Los problemas empiezan en la portada de la edición norteamericana, donde se
consigna que es “El libro que habla de las cosas no dichas... Ahora una gran película... Más
atrapante que en Rosemary’s Baby”. “Ahora una gran película”. Antes, el libro de William
Denevi (“Una superproducción de Universal Picture, dirigida por Joseph Losey, con guión
de Joseph Tabori, basado en una narración original de Marco Denevi, novelizada por
William Hughes”). Por el otro, el libro viene con cuatro hojas de fotografías en blanco y
negro tomadas de la película. Se anuncia junto a la primera: “Las 15 fotografías que siguen
son otras tantas escenas de la película que, basada en el argumento de esta obra, ha
argumento de” la novela de William Hughes. Contradicción a cargo de los editores, claro
está.
explícito que en la película, aunque sin llegar a la obscenidad. Todo indica que la novela no
se está limitando a ser una mera reescritura del guión cinematográfico, sino que hay una
de su sentir y de su espíritu.
Hasta acá, el primer capítulo. El lector no sabe todavía, claro está, si William Hughes
leyó previamente la novela de Marco Denevi o si para hacer su trabajo se limitó a tomar
contacto con el guión y/o la película terminada, pero resulta un indicio cómo, mientras en la
novela inglesa Leonora se pone para salir en esa primera mañana “un sombrero (...) negro
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(...) y tenía forma de turbante”. Es más, “Una vez encajado en su lugar le daba un aire de
sacerdotisa”, mientras que a Leonides “Se la hubiera podido confundir con un pope que (...)
corría a oficiar sus ritos”. Es decir, Hughes no se limita a describir eso que lleva Elizabeth
Taylor en la cabeza, sino que usa palabras idénticas a las de Denevi (turbante), o casi
términos extraídos del guión, que a su vez fueran extraídos de o inspirados por la lectura
que de la novela sí tiene que haber hecho, con toda necesidad y obviedad, George Tabori.
Pero, apenas razonemos un poco, y habiendo solo leído este primer capítulo de la
novela —dicho sea de paso, la Ceremonia secreta argentina no tiene capítulos numerados o
los títulos iniciales de la película, se deja en claro que en el mismo está basada aquella,
agregando incluso el dato de que fue ganador del concurso “Life en Espagnol” [sic]. Lo
cual nos llevaría a pensar en la buena fe que hubiera implicado para el todavía —solo
tomarse la molestia de leer la novela original, o ponerse en contacto con su autor —hecho
este último que, de haber tenido lugar, desconocemos—, para no hablar de lisa y
llanamente rechazar un trabajo que ya había hecho otro. Negarse a escribir una novela
llamada Ceremonia secreta con un argumento similar al de la película a la que otra novela
Lo que llegó a mis manos es, vale recordar, la traducción al castellano de un texto
escrito en un idioma que, si bien práctico y bello al oído, no parece haber sido utilizado por
Hughes con la intención de emular la riqueza lingüística con que Denevi, corriendo con la
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ventaja del castellano, dotó a su prosa. Esta, —llamémosla— exquisita, por supuesto, ya no
está. Podría, de hecho, haber existido la casualidad de que la narración plasmada por
Hughes estuviera —siempre con una traducción de por medio— a la altura de la de Denevi,
presencia.
parcialmente, se dice “Se la hubiera podido confundir con un pope que (...) corría a oficiar
sus ritos”. En la otra Ceremonia secreta, escrita ocho años más tarde, Leonora camina “más
bien al estilo de un sacerdote apresurándose para oficiar en algún rito solemne”. Y además:
“Iba tan de prisa que el borde inferior de su falda le golpeaba audiblemente en la rodillas”.
Mientras que en la versión original, se dice al respecto: “Marchaba tan de prisa que las
rodillas, filosas y puntiagudas, golpeteaban en la falda del vestido”. Nada de esto, claro
está, es deducible de la breve caminata que realiza hasta la parada del colectivo Leonora en
para dejar en el escalón soldaditos de juguetes y le pide en voz alta al Señor que lo cure. En
la novela de Marco Denevi, Leonides deja una flor de pasionaria. La cosa se pone algo más
mimética cuando esta señora se detiene frente a la siguiente casa. Incluso ambas versiones
de este personaje dicen lo mismo antes de dejar en la entrada sendas ofrendas vegetales:
Otro problema, ahora para el lector, surge cuando Leonora se acerca al último portal
de su itinerario. ¿Qué va a pasar, si nuestra Leonides inglesa es, además, prostituta como
un poquito xenófoba. La mujer india, como lo hace Natividad, la insulta, pero además la
escupe y la agarra del hombro para golpearla, ante lo cual Leonora saca un cuchillo de su
cartera —no olvidemos que ejercía la prostitución, tarea harto riesgosa— y pone en retirada
a la ofendida.
Asistimos así a todo un fragmento de la historia original que, o bien George Tabori
omitió en el guión, o bien Joseph Losey descartó del guión o de la edición final del metraje
también. ¿Y de dónde lo tomó? ¿De una versión desactualizada del guión o de la novela
original de Denevi? Lo primero puede ser factible. Los lectores de las novelizaciones de
Performance (Donald Cammell, Nicolas Roeg, 1970, con Mick Jagger en uno de los roles
protagónicos) y de Lust for a Vampire (Hammer Films, 1971), ambas también de la pluma
de Hughes, se encontrarían con la misma situación. El hecho de que haya sido eliminada la
escena en que Leonora revive en una pesadilla la tarde en que ella tuvo sexo con su marido
en la playa mientras su hija jugaba en el mar y se ahogaba —el momento en que despierta
puede verse en el trailer— y de que estos detalles de esa muerte, ausentes en la edición
final, figuren en el libro, parecería confirmarlo. De ser así, entonces, no habría, hasta
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entonces canallada alguna. En todo caso, la canallada es de aquellos editores que ignoraron
¿Pero qué hay de aquellos detalles que no podrían estar jamás en un guión técnico,
Valen este par de ejemplos tomados del primer encuentro entre Leonides/Leonora y
Cecilia/Cenci, en el transporte público: “Fue como virar en redondo y chocar con la punta
de un cuchillo” (Ceremonia secreta, 1960) y “Aquello fue como tropezarse con la punta de
creaba entre ambas un misterioso vínculo que las separaba de los demás y las colocaba
juntas y aparte” (Ceremonia secreta, 1960) y “El que ambas apareciesen vestidas de luto
daba la impresión de crear un lazo inmediato entre las dos” (Ceremonia secreta, 1969).
Traducciones mediante.
Pero no es esto un acápite de una demanda judicial por plagio, así que es hora de
dejar de ser tan puntillosos y resumir un poco el accionar del señor Hugh Williams —a ese
nombre y no al de William Hughes le iría dirigida una eventual notificación legal, ¿verdad?
La novela avanza sin mayores copias directas de la obra original, con excepciones
Denevi como para que ya no haya necesidad de que se abreve en el texto original. Ciertos
capítulos de esta mitad, leídos en forma aislada, ni siquiera podrían insinuar que en el
estos a toda narración coherente, con claridad ajenos a un guión cuyas textuales palabras no
Hughes no vuelve a verse inspirado por las expresiones de Denevi, al menos en forma
literal.
inglesa, con 226 páginas en la edición española, unas estimables 70.000. La Ceremonia
secreta de William Hughes terminó por convertirse en una especie de “Ceremonia secreta
4. Novelizar la novela
Fuera de la cuestión del plagio, la apropiación con o sin cesión de derechos o una
nuestro inescrupuloso William Hughes podría decirse que, considerada en forma aislada, en
un mundo paralelo, donde una novela llamada Ceremonia secreta y escrita por un autor
novela más que aceptable. Tampoco, es verdad, podría considerarse atinado lo que opinó un
reseñador del N.Y. Daily News, cuando dijo que “Hace que Virginia Woolf parezca
‘Mujercitas’”; pero, dentro de una amplia clasificación entre libros necesarios para la
literatura y libros que bien podrían nunca haber existido, la Ceremonia secreta de Hughes
(y del guionista Tabori, para ser justos y darle crédito), en ausencia de la otra, la original,
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quedaría englobada en el conjunto de los libros necesarios. Siempre, siempre, subrayando
Performance y Lust for a Vampire, de Too Late the Hero (1970, Robert Aldrich) y de See
No Evil en 1971 (casualmente también protagonizada por Mia Farrow), entre otras varias a
novelizó Aces High, una película de guerra (fuerza aérea, Primera Guerra Mundial) basada
tanto en Journey's End (El fin del viaje), la obra de teatro del escritor Robert Cedric
Sherriff, como en Sagittarius Rising (Sagitario elevándose), las memorias del aviador
mecánicamente por sus protagonistas en el marco de sus vidas privadas, no puede tener otra
denominación que la que este autor otorgó como adjetivo en el nombre de su novela. La
ceremonia de esta novela argentina es en esencia, vale insistir, la misma ceremonia que
apropiación y soslayo.
cultural, devino en un prisma ontológico tan irrepresentable como una moneda de tres
caras.
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