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Joaquin Vial
Central Bank of Chile
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All content following this page was uploaded by Joaquin Vial on 22 September 2015.
TRANSICIÓN DEMOGRÁFICA Y
SUS DESAFÍOS PARA AMÉRICA
LATINA.
Joaquín Vial
www.politicaspublicas.udp.cl
Transición
demográfica
y
sus
desafíos
para
América
Latina
Joaquín Vial1
Septiembre 2013
Resumen
Este
artículo
analiza
el
impacto
de
la
transición
demográfica
en
los
principales
países
de
América
Latina,
a
partir
de
las
proyecciones
de
población
de
Naciones
Unidas,
concentrándose
en
los
impactos
sobre
crecimiento
económico
y
sobre
los
sistemas
de
protección
social.
En
el
diagnóstico
inicial
se
agrupan
los
países
de
la
región
de
acuerdo
al
grado
de
avance
en
la
Transición
Demográfica
y
la
velocidad
a
la
que
está
dando
de
acuerdo
a
las
proyecciones
de
Naciones
Unidas.
Posteriormente
se
analizan
los
impactos
sobre
el
crecimiento
potencial
y
los
desafíos
que
plantea
la
transición
desde
crecimiento
basado
en
abundancia
de
recursos
naturales
con
abundante
mano
de
obra
a
uno
en
que
esta
última
comienza
a
ser
cada
vez
más
escasa.
Dado
que
los
países
más
grandes
de
la
región
son
los
que
van
más
avanzados
en
la
transición
demográfica
esto
plantea
desafíos
urgentes
para
mejorar
el
capital
humano
de
manera
significativa,
así
como
para
crear
condiciones
que
permitan
atraer
inversiones
y
aumentar
la
intensidad
de
capital
de
estas
economías.
Finalmente
se
analiza
el
impacto
sobre
los
sistemas
de
seguridad
social,
con
un
foco
en
pensiones
y
sanidad,
lo
que
deja
en
claro
que
en
la
mayoría
de
los
países
hay
severas
deficiencias,
ya
sea
en
cobertura,
riesgos
de
insolvencia
fiscal
o
ambos,
con
muy
pocas
excepciones.
Dado
el
rezago
con
que
operan
los
cambios
en
estos
sistemas,
el
estudio
plantea
la
urgencia
de
enfrentar
a
la
brevedad
estos
desafíos,
mientras
aún
queda
tiempo
para
hacerlo.
1
Miembro
del
Consejo
del
Banco
Central
de
Chile.
Este
artículo
refleja
opiniones
personales
y
en
ningún
modo
compromete
al
Banco
Central.
Agradezco
la
eficiente
colaboración
de
Roberto
Gillmore.
Algunas
de
las
ideas
de
este
artículo
fueron
desarrolladas
en
Vial,
Barrabés
y
Moreno,
2012.
1
Contenidos Página
1. Introducción
3
2. Antecedentes
sobre
la
Transición
Demográfica
en
América
Latina
4
3. Envejecimiento
y
competitividad.
Desafíos
para
América
Latina
13
a. Movilizar
mejor
los
recursos
humanos
disponibles
17
b. Compensar
menor
cantidad
con
mayor
calidad
19
c. Inversión
y
productividad
como
motores
del
crecimiento
21
4. Envejecimiento
y
seguridad
social
en
América
Latina
24
a. Informalidad
y
protección
social
29
b. Longevidad
y
riesgos
económicos
en
la
vejez
31
c. Envejecimiento
y
desafíos
para
la
salud
pública
33
5. Comentarios
finales
34
Referencias
bibliográficas
35
2
Transición
demográfica
y
sus
desafíos
para
América
Latina
Joaquín
Vial
1. Introducción
América
Latina
está
muy
avanzada
en
su
transición
demográfica
lo
que
acarrea
importantes
desafíos
para
las
próximas
décadas,
tanto
en
el
ámbito
del
crecimiento
económico
como
de
la
equidad.
Esta
región
se
ha
caracterizado
por
la
abundancia
de
recursos
naturales
y
de
mano
de
obra,
lo
que
ha
sido
determinante
para
su
patrón
de
especialización
económica
e
inserción
en
la
economía
global,
así
como
para
su
distribución
de
ingresos.
Sin
embargo,
en
poco
más
de
una
década,
las
principales
economías
de
la
región
(Brasil
y
México),
así
como
algunas
más
pequeñas
(Chile)
habrán
llegado
al
momento
en
que
la
población
en
edad
de
trabajar
deja
de
aumentar
y
comienza
a
disminuir
en
términos
absolutos,
con
lo
que
comienza
a
desaparecer
la
segunda
de
las
características
mencionadas.
Con
pocos
años
de
diferencia,
dichos
países
serán
seguidos
por
el
resto
de
aquellos
que
están
en
la
categoría
de
ingresos
medios
en
la
región.
Por
otra
parte,
prácticamente
todos
estos
países
se
encuentran
en
torno
al
punto
de
inflexión
a
partir
del
cual
la
tasa
de
dependencia
de
vejez,
es
decir
la
relación
entre
la
población
mayor
de
65
años
y
aquellos
en
edad
de
trabajar,
comienza
a
aumentar
en
forma
exponencial.
Ello
plantea
grandes
desafíos
para
los
sistemas
de
seguridad
social,
así
como
para
el
funcionamiento
de
los
sistemas
de
salud,
educación,
provisión
de
vivienda,
transporte
y
desarrollo
urbano
en
general,
entre
otras
dimensiones.
La
llegada
a
esta
etapa
del
desarrollo
demográfico
es
una
clara
señal
del
éxito
en
mejorar
las
condiciones
materiales
de
vida,
pero
generalmente
se
asocia
con
efectos
negativos
sobre
el
desarrollo
económico.
El
gran
desafío
para
la
región
es
evitar
que
esto
se
convierta
en
una
trampa
que
termine
convirtiendo
el
progreso
económico
en
un
“juego
de
suma
cero”,
donde
las
ganancias
de
unos
se
convierten
en
pérdidas
de
otros.
Por
el
contrario,
el
principal
mensaje
de
esta
nota
es
que
la
entrada
en
esta
nueva
etapa
brinda
oportunidades
únicas
para
reducir
la
pobreza
y
la
desigualdad
económica,
que
requieren
de
acciones
públicas
y
privadas
para
materializarlas.
Los
países
que
tengan
éxito
en
este
empeño
podrán
aspirar
a
entrar
a
la
categoría
de
desarrollados
en
pocas
décadas,
dejando
atrás
parte
de
los
problemas
que
han
afligido
a
la
región
desde
la
Colonia
hasta
nuestros
días.
El
artículo
está
organizado
de
la
siguiente
manera.
En
la
sección
2
se
explica
en
qué
consiste
la
transición
demográfica
y
la
forma
como
está
afectando
a
las
economías
más
3
grandes
de
América
Latina.
En
la
que
sigue
se
aborda
el
impacto
que
tendrá
el
menor
crecimiento
de
la
población
en
edad
de
trabajar
sobre
las
tasas
de
crecimiento
económico
de
la
región,
los
desafíos
que
ello
plantea
y
se
sugieren
temas
en
los
que
debe
enfocarse
la
atención
para
enfrentar
con
éxito
esta
etapa
nueva,
que
marca
el
fin
de
una
larga
historia
en
que
la
mano
de
obra
era
abundante
y
barata
en
la
región.
La
sección
4
se
enfoca
en
los
desafíos
que
plantea
el
envejecimiento
de
la
población
a
los
sistemas
de
seguridad
social,
con
un
foco
en
los
temas
de
asegurar
ingresos
suficientes
en
la
etapa
de
retiro,
sin
poner
en
peligro
la
duramente
ganada
solvencia
de
los
gobiernos.
También
se
incluye
antecedentes
sobre
las
necesidades
de
ajuste
de
los
sistemas
de
salud.
Finalmente
el
artículo
concluye
con
algunas
reflexiones
sobre
los
desafíos
para
la
región
derivados
de
estos
temas,
los
riesgos
que
ellos
plantean
y
las
oportunidades
que
se
abren
para
aquellas
sociedades
que
los
enfrenten
con
éxito.
2. Antecedentes
sobre
la
Transición
Demográfica
en
América
Latina
Técnicamente
la
transición
demográfica
(TD)
se
define
como
el
paso
de
un
estado
en
que
la
población
crece
a
una
tasa
muy
baja
o
nula,
caracterizada
tanto
por
altas
tasas
de
natalidad
como
de
mortalidad,
a
otro
estado,
también
con
tasas
de
crecimiento
poblacional
bajas
o
nulas,
pero
en
el
que
tanto
las
tasas
de
natalidad
como
de
mortalidad
son
bajas
(Livi-‐Bacci,
2012).
La
transición
demográfica
es
un
fenómeno
global,
con
tremendos
impactos
demográficos,
tanto
en
la
cantidad
como
en
la
composición
de
la
población
de
los
países
y
el
mundo,
así
como
sociales,
económicos
e
incluso
políticos
(Ver
Livi-‐Bacci,
2012;
Jackson
y
Howe,
2008;
Goldstone
et
al.,
2012,
entre
otros).
La
dinámica
de
la
TD
tiene
su
origen
en
la
falta
de
sincronización
en
los
ajustes
de
las
tasas
de
mortalidad
y
natalidad.
La
experiencia
mundial
ha
sido
clara:
en
algún
momento,
que
suele
coincidir
con
el
inicio
de
un
período
de
progreso
material
sostenido,
creciente
urbanización
y
mejora
en
condiciones
sanitarias
y
de
alimentación,
la
tasa
de
mortalidad
comienza
a
descender
dramáticamente,
especialmente
entre
los
recién
nacidos
y
los
niños.
El
resultado
automático
de
ello
es
el
aumento
de
la
población,
especialmente
de
los
jóvenes,
que
se
propaga
exponencialmente
una
vez
que
esos
niños
y
niñas
que
sobreviven
alcanzan
la
edad
reproductiva.
Posteriormente,
en
una
segunda
etapa,
al
aumentar
el
tamaño
de
las
familias,
en
coincidencia
con
fenómenos
como
mayor
urbanización,
creciente
participación
de
las
mujeres
en
la
fuerza
de
trabajo,
aumentos
en
la
educación
y
mayor
acceso
a
técnicas
de
control
de
natalidad,
comienza
a
observarse
una
reducción
en
las
tasas
de
natalidad.
Durante
esta
etapa
la
población
todavía
sigue
creciendo,
liderada
por
los
niños
y
jóvenes,
hasta
que
la
tasa
de
natalidad
cae
lo
suficiente
como
para
que
la
tasa
de
fecundidad
(número
de
hijos
que
una
mujer
tiene
en
promedio
a
lo
largo
de
su
vida)
cae
a
números
cercanos
a
2.
En
esta
tercera
etapa
se
reduce
drásticamente
el
número
de
nacimientos
al
punto
que
el
número
de
niños
y
jóvenes
4
comienza
a
decrecer
respecto
de
las
cohortes
previas.
Entonces
la
pirámide
poblacional
comienza
a
ver
reducida
su
base
y
a
“engordar”
en
su
cintura,
para
luego
transformarse
en
algo
más
parecido
a
un
rectángulo
que
a
una
pirámide.
Gráfico
1.
Determinantes
de
la
Transición
Demográfica
Fuente:
Livi-‐Bacci,
2012.
A
nivel
global,
la
TD
se
ha
dado
en
todas
las
regiones
del
planeta,
pero
iniciándose
en
momentos
distintos
y
con
intensidad
diferente.
Hay
dos
aspectos
importantes
de
destacar
a
partir
de
lo
que
se
observa
en
los
datos:
Por
una
parte,
se
aprecia
una
fuerte
asociación
entre
la
TD
y
los
procesos
de
desarrollo
económico.
De
hecho,
mientras
la
mayoría
de
los
países
desarrollados
ya
está
en
las
etapas
finales
de
dicho
proceso,
en
los
países
más
pobres,
este
se
encuentra
en
sus
inicios.
La
gran
mayoría
de
la
población
mundial,
que
vive
en
países
en
desarrollo
que
no
son
extremadamente
pobres,
se
encuentra
en
una
etapa
intermedia,
acercándose
rápidamente
a
la
última
etapa
de
la
TD,
tal
como
se
puede
apreciar
en
el
Gráfico
2,
construido
a
partir
de
los
datos
históricos
de
Nacionaes
Unidas
y
de
su
proyección
base.
5
Gráfico
2.
Transición
demográfica
según
niveles
de
desarrollo
de
los
países
Fuente:
Naciones
Unidas
2011
El
segundo
factor
a
destacar,
que
se
aprecia
más
nítidamente
cuando
se
analizan
datos
desagregados
a
nivel
de
países,
es
que
las
transiciones
demográficas
más
recientes
son
más
rápidas
que
las
observadas
en
los
países
que
actualmente
se
clasifican
como
Desarrollados2.
Ello
puede
ser
consecuencia
de
cambios
tecnológicos
(disponibilidad
de
medios
anticonceptivos),
de
procesos
más
rápidos
de
urbanización,
incorporación
de
mujeres
al
mercado
de
trabajo
o
avances
sanitarios,
de
políticas
públicas
de
control
de
natalidad
(el
caso
más
extremo
es
la
de
“un
hijo
por
familia”
iniciada
en
China
en
los
años
70
y
formalizada
en
1980).
Es
interesante
notar
que
las
proyecciones
más
recientes
de
Naciones
Unidas
suponen
que
ello
no
va
a
ocurrir
en
el
caso
de
los
países
que
son
clasificados
como
más
pobres.
Esta
transición
demográfica
“escalonada”
según
niveles
de
desarrollo
ha
producido
la
llamada
“explosión
demográfica”
que
ha
llevado
la
población
mundial
desde
cifras
del
orden
de
1.000
millones
de
habitantes
a
comienzos
del
S
XIX
(Maddison,
1995)
a
algo
más
de
7.000
millones
en
apenas
dos
siglos.
Pero
además
esto
repercute
en
que
el
crecimiento
de
la
población
en
el
siglo
actual
se
concentrará
en
los
países
extremadamente
pobres
y,
secundariamente,
en
el
resto
de
los
países
en
desarrollo,
de
acuerdo
al
escenario
base
de
las
proyecciones
demográficas
de
Naciones
Unidas
(Naciones
Unidas,
2011).
2
Volveremos
sobre
este
punto
más
adelante,
en
el
contexto
del
análisis
de
la
TD
de
los
países
de
América
Latina.
6
Gráfico
3.
Proyecciones
de
población
mundial
según
nivel
de
desarrollo
de
los
países
Fuente:
Naciones
Unidas
2011.
Dentro
de
este
panorama
general,
los
países
de
América
Latina
se
ubican
claramente
en
el
grupo
de
países
en
desarrollo
que
excluye
a
los
países
más
pobres.
Sin
embargo,
dentro
de
esa
categoría,
los
países
de
la
región
tienden
a
comportarse
de
manera
más
parecida
a
los
países
de
desarrollo
más
similar.
Es
así
como
Argentina
y
Uruguay,
por
ejemplo,
que
a
mediados
del
S
XX
eran
los
más
desarrollados
de
la
región,
exhiben
una
TD
más
suave
y
temprana
que
el
resto
de
los
países,
mientras
que
aquellos
que
estaban
en
el
extremo
opuesto
en
esa
época,
su
TD
se
parece
más
a
las
de
los
países
extremadamente
pobres.
A
continuación
se
analizan
las
TD
de
los
países
de
América
Latina
agrupados
en
4
categorías,
dependiendo
de
su
TD.
Para
ello
nos
concentraremos
en
tres
variables:
la
tasa
de
crecimiento
de
la
población
en
edad
de
trabajar,
que
resume
impactos
sobre
el
mercado
de
trabajo
y,
por
esa
vía,
anticipa
desafíos
en
el
ámbito
de
la
competitividad
de
las
economías;
en
segundo
lugar
en
las
tasas
de
dependencia
juvenil
(TDJ)
(proporción
de
niños
y
jóvenes
respecto
de
la
población
en
edad
de
trabajar)
y,
finalmente,
las
tasas
de
dependencia
de
vejez
(TDV
(proporción
de
mayores
de
65
años
sobre
aquellos
en
edad
de
trabajar).
1. Los
precursores
de
la
TD
en
LATAM:
Estos
son
claramente
Argentina
y
Uruguay.
Ambos
países
muestran
patrones
de
una
TD
más
temprana
y
más
suave
que
el
resto
de
la
región,
tal
como
se
aprecia
en
los
Gráficos
4.1
a
4.3
en
ellos
el
crecimiento
de
la
fuerza
de
trabajo
fue
menor
en
la
etapa
expansiva,
comenzó
a
desacelerar
antes
y
la
entrada
en
la
última
etapa
ha
sido
más
gradual.
Rasgos
similares
se
observan
al
7
comparar
la
evolución
de
las
Tasas
de
Dependencia,
tanto
juvenil
como
de
vejez.
Argentina
y
Uruguay,
junto
a
Venezuela,
eran
los
países
con
ingreso
per
cápita
más
elevado
en
la
región
a
mediados
del
siglo
XX
y
tenían
los
indicadores
de
urbanización
y
de
desarrollo
social
más
elevados.
Por
otra
parte,
ambos
países
se
caracterizaban
por
una
elevada
proporción
de
inmigrantes
europeos,
razón
por
la
cual
no
es
de
extrañar
que
su
transición
demográfica
sea
más
parecida
a
la
de
países
desarrollados.
Gráficos
4.
Transición
demográfica
en
los
países
precursores
de
América
Latina
Gráfico
4.1
Población
Edad
de
Trabajar
Gráfico
4.2
T.
Dependencia
Juvenil
(TDJ)
Gráfico
4.3
T.
Dependencia
de
Vejez
8
Fuente:
Naciones
Unidas
2011
Ambos
países,
pero
especialmente
Uruguay,
ya
han
agotado
aquel
componente
del
llamado
“bono
demográfico”
asociado
a
la
disminución
de
las
TDJ.
Esto
es
especialmente
preocupante
en
Argentina,
que
en
las
últimas
décadas
ha
visto
caer
significativamente
indicadores
de
desempeño
de
su
sistema
educacional,
justamente
cuando
la
caída
en
el
peso
absoluto
y
relativo
de
los
jóvenes
podría
haber
ayudado
a
focalizar
recursos
en
mejorar
calidad.
Las
TDV
parten
desde
niveles
significativamente
superiores
a
los
del
resto
de
la
región,
pero
su
aumento
es
mucho
más
gradual.
En
principio
esto
debería
ayudar
a
construir
sistemas
de
seguridad
social
inclusivos
y
solventes.
En
el
caso
de
Uruguay
al
menos
los
temas
de
cobertura
están
relativamente
bien
resueltos,
siendo
el
país
que
presenta
los
mejores
indicadores
de
cobertura
de
pensiones
en
la
región.
Argentina
en
cambio
presenta
problemas
tanto
en
cobertura
como
en
solvencia,
como
veremos
más
adelante.
2. Los
países
de
transición
tardía:
Bolivia
y
Paraguay
son
los
dos
países
de
la
región
que
históricamente
han
ido
más
retrasados
en
el
proceso
de
desarrollo
económico
de
la
región
y
coincidentemente,
es
en
ellos
donde
la
transición
demográfica
ha
comenzado
más
tarde
y
donde
va
más
retrasada.
Esto
representa
una
oportunidad,
porque
todavía
les
queda
un
período
importante
donde
podrían
conseguir
ahorros
de
recursos
por
reducción
en
las
TDJ
y
el
aumento
de
las
TDV
todavía
están
más
lejanos.
Todo
ello
mientras
la
población
en
edad
de
trabajar
todavía
muestra
tasas
de
crecimiento
positivas.
En
términos
socioeconómicos,
Paraguay
tenía
los
niveles
de
ingreso
per
cápita
más
bajos
de
Sudamérica
a
mediados
del
S
XX,
mientras
Bolivia
se
ubicaba
en
un
rango
intermedio,
aunque
con
tasas
de
urbanización
más
bajas
que
el
resto.
9
Gráficos
5.
Transición
demográfica
más
tardía
en
América
Latina
Gráfico
5.1
Población
edad
de
trabajar
Gráfico
5.2
T.
dependencia
juvenil
Gráfico
5.3.
T.
dependencia
de
vejez
Fuente:
Naciones
Unidas
2011
3. Países
“promedio”
de
América
Latina:
hay
un
conjunto
grande
de
países
de
tamaño
intermedio
y
de
nivel
de
desarrollo
intermedio
dentro
de
la
región,
que
comparten
procesos
similares
de
TD,
muy
parecidos
al
promedio.
Entre
ellos
están
Colombia,
Ecuador,
Perú,
República
Dominicana
y
Venezuela.
Todos
tienen
algún
recorrido
de
reducción
en
las
TDJ,
todavía
tienen
un
par
de
décadas
de
crecimiento
positivo
de
la
población
en
edad
de
trabajar
y
poco
más
de
una
década
antes
de
que
comience
a
aumentar
la
TDV
en
forma
exponencial.
Ellos
tienen
tiempo
para
construir
instituciones
e
implementar
políticas
que
les
permitan
adaptarse
de
mejor
forma
al
envejecimiento
de
su
población,
pero
este
es
limitado.
Varios
de
estos
países
han
hecho
transformaciones
profundas
de
sus
sistemas
de
pensiones
(Colombia
y
Perú)
lo
que
les
brinda
mayor
flexibilidad
para
enfrentar
los
desafíos
de
esta
etapa,
pero
todos
presentan
serios
déficits
de
cobertura
de
la
seguridad
social,
explicados
principalmente
por
elevados
indicadores
de
informalidad
en
los
mercados
laborales.
10
Atacar
esos
problemas
a
la
brevedad
es
prioritario
para
poder
construir
ahora
la
base
de
recursos
que
hará
viable
la
seguridad
social
cuando
aumente
la
TDV.
Todos
estos
países
se
ubicaban
en
un
rango
intermedio
de
desarrollo
en
la
región
a
mediados
del
S
XX,
salvo
Venezuela,
que
tenía
el
ingreso
per
cápita
más
elevado
de
la
región
y
República
Dominicana.
Su
desempeño
sin
embargo
fue
muy
disímil:
mientras
República
Dominicana
registra
la
tasa
promedio
de
crecimiento
del
ingreso
per
cápita
más
elevada
de
la
región,
Venezuela
muestra
la
más
baja,
por
lo
que
al
final
del
período
todo
el
grupo
converge
al
centro
de
la
distribución
de
ingresos
medios
regionales.
Gráficos
6.
Transición
demográfica
promedio
en
América
Latina
Gráfico
6.1
Población
edad
de
trabajar
Gráficos
6.2.
T.
dependencia
juvenil
11
Gráfico
6.3
T.
dependencia
de
vejez
Fuente:
Naciones
Unidas
2011
4. Los
países
con
TD
acelerada
en
LATAM:
Finalmente
hay
un
cuarto
grupo,
que
es
especialmente
importante
porque
incluye
a
los
dos
países
más
grandes
de
la
región
(Brasil
y
México),
además
de
Chile,
donde
la
TD
ha
avanzado
particularmente
rápido,
al
punto
que
a
mediados
del
siglo
deberían
presentar
las
mayores
TDV
de
la
región
junto
con
Uruguay.
Ellos
tienen
en
común
que
están
en
la
última
década
de
crecimiento
positivo
de
la
población
en
edad
de
trabajar,
prácticamente
han
agotado
las
ganancias
por
disminuciones
de
la
TDJ
y
ya
se
encuentran
en
el
punto
de
inflexión
del
crecimiento
de
la
TDV.
Estos
países
cuentan
con
sistemas
de
seguridad
social
muy
diferentes
y
enfrentan
gran
diversidad
en
términos
de
indicadores
de
informalidad
laboral,
así
como
de
cobertura
y
desempeño
de
sus
sistemas
educacionales.
Tienen
en
común
que
el
tiempo
para
hacer
cambios
se
les
agota
y
por
la
importancia
de
Brasil
y
México,
es
previsible
que
lo
que
ocurra
en
ellos
tenga
profundas
implicancias
sobre
lo
que
ocurra
en
el
resto
de
la
región.
Cuando
se
examinan
los
indicadores
socioeconómicos
de
estos
países
es
difícil
encontrar
un
patrón
común
que
ayude
a
entender
el
por
qué
de
esta
TD
tan
rápida:
Brasil
y
Chile
están
entre
los
países
que
lideran
el
crecimiento
dentro
de
la
región,
sin
embargo
Brasil
parte
con
un
ingreso
per
cápita
bastante
inferior
al
de
los
otros
dos
países,
que
a
su
vez
tenían
niveles
muy
parecidos
y
algo
por
encima
de
la
media
regional.
12
Gráficos
7.
Transición
demográfica
acelerada
en
América
Latina
Gráfico
7.1
Población
edad
de
trabajar
Gráfico
7.2
T.
dependencia
juvenil
Gráfico
7.3
T.
dependencia
de
vejez
Fuente:
Naciones
Unidas
2011
Si
bien
todos
los
países
de
la
región
están
llegando
a
la
etapa
final
de
la
TD,
hay
claras
diferencias
al
interior
de
la
región,
las
que
están
muy
correlacionadas
con
el
nivel
de
13
desarrollo
relativo.
Casi
se
podría
decir
que
aquellos
países
que
van
más
retrasados
en
su
desarrollo
económico
tienen
una
“ventaja”
porque
todavía
enfrentan
una
situación
demográfica
que
les
facilita
un
el
crecimiento,
al
mismo
tiempo
que
comienza
a
disminuir
la
presión
para
aumentar
la
cobertura
educacional
y
todavía
tienen
tiempo
para
diseñar
y
poner
en
marcha
instituciones
adecuadas
y
solventes
para
proveer
de
seguridad
social.
Ese
no
es
el
caso
de
los
países
que
van
más
avanzados
en
este
proceso,
ni
de
aquellos
que
para
los
que
la
TD
ha
sido
mucho
más
rápida.
Su
gran
desafío
será
permanecer
competitivos
y
solventes
en
las
próximas
décadas,
algo
que
no
ha
resultado
fácil
para
las
economías
más
desarrolladas
del
planeta,
que
han
seguido
un
camino
que
difícilmente
podrá
ser
transitado
con
éxito
por
países
que
llegan
a
la
última
etapa
de
la
TD
con
niveles
de
desarrollo
relativo
mucho
más
bajo
y
que
además
presentan
grandes
diferencias
socio-‐
económicas
a
su
interior.
3. Envejecimiento
y
competitividad.
Desafíos
para
América
Latina
Si
adoptamos
un
modelo
simple
de
contabilidad
del
crecimiento
a
la
Solow
y
lo
aplicamos
de
manera
mecánica,
podríamos
inferir
que
América
Latina
enfrenta
un
problema
grave
de
crecimiento
a
futuro,
debido
a
que
como
resultado
de
la
transición
demográfica
varios
países
–
entre
ellos
los
más
grandes
de
la
región
-‐
enfrentan
una
fuerte
desaceleración
y
posterior
caída
de
la
población
en
edad
de
trabajar.
Una
evaluación
más
precisa
del
desafío
que
impone
la
desaceleración
del
crecimiento
de
la
población
en
edad
de
trabajar
y
su
eventual
disminución,
requiere
contar
con
estimaciones
del
aporte
del
factor
trabajo
al
crecimiento
del
PIB
para
los
diversos
países.
Desgraciadamente
la
evidencia
que
surge
de
los
trabajos
publicados
sobre
la
materia
difiere
bastante
en
cuanto
a
ello.
El
Cuadro
N°
1
presenta
un
resumen
de
sus
resultados,
que
cubren
aproximadamente
el
período
1960-‐2000
para
un
conjunto
de
países
de
la
región.
En
algunos
casos
las
diferencias
se
explican
por
la
consideración
o
no
de
los
efectos
de
la
educación
en
el
aporte
del
trabajo
al
crecimiento,
lo
que
se
identifica
en
el
cuadro.
14
Cuadro
N°
1.
Contribución
del
trabajo
al
crecimiento
(porcentaje
del
total)3
Loayza
e t
al. Hofman De
Gregorio,
Lee Solimano,
Soto Gutiérrez Elías
Bruto Corr.
Ed. Corr.
Ed. Bruto Corr.
Ed. Bruto Corr.
Ed.
(60-‐00) (1950-‐98) (60-‐90) (60-‐00) (61-‐02) (40-‐80)
Argentina 37,2% 66,6% 17,0% 40,0% 22,0% 9,0% 18,9% 19,5% 30,4%
Bolivia 60,3% 60,5% 39,0% 34,6% 46,3%
Brasil 37,4% 46,2% 39,0% 32,9% 40,0% 13,5% 39,1% 22,7% 30,8%
Chile 23,8% 33,5% 16,3% 39,0% 34,1% 10,8% 31,0% 27,5% 32,2%
Colombia 44,7% 58,3% 25,7% 33,1% 40,2% 11,5% 35,8% 24,4% 34,5%
Ecuador 47,1% 67,0% 29,9% 37,1%
México 38,4% 59,6% 28,7% 34,2% 39,8% 12,4% 31,6% 14,5% 14,5%
Paraguay 40,7% 54,3% 34,2%
Perú 53,9% 85,3% 33,3% 52,2% 54,7% 20,8% 23,1%
Uruguay 19,7% 42,7% 19,5% 20,0%
Venezuela 75,7% 109,4% 68,4% 72,1% 25,5% 74,9% 25,3% 29,1%
Los
trabajos
de
Gutiérrez
y
Hofman
ponen
el
principal
acento
en
la
medición
del
capital
y
su
aporte
y
están
en
la
parte
más
baja
del
rango
de
estimaciones
del
aporte
del
trabajo.
De
Gregorio
y
Lee,
Solimano
y
Soto
y
las
estimaciones
de
Loayza
et
al.
que
no
incorporan
el
aporte
de
la
educación
están
en
un
rango
intermedio
con
valores
que
se
ubican
entre
30
y
50%
del
total.
Mientras
que
la
estimación
de
estos
últimos
autores,
que
incorpora
el
aporte
de
la
educación
está
en
la
parte
más
elevada
del
rango
de
estimaciones.
Cabe
hacer
presente
que
la
gran
mayoría
de
los
estudios
separa
diversos
sub-‐períodos
y
uno
de
los
resultados
que
se
puede
apreciar
es
que
el
aporte
del
trabajo
tiende
a
ser
bastante
más
estable
que
el
de
las
otras
fuentes
de
crecimiento,
especialmente
de
la
productividad
de
factores
(PTF).
Esto
incide
en
que
el
aporte
del
trabajo,
como
porcentaje
del
PIB
adquiere
valores
muy
elevados
(incluso
superiores
a
100%)
en
la
década
de
los
80s
que
para
la
gran
mayoría
de
los
países
de
la
región
fue
de
crecimiento
económico
muy
bajo
o
incluso
negativo4.
Tomando
todo
esto
en
cuenta,
y
dejando
constancia
que
hay
variaciones
importantes
entre
países
y
al
interior
de
estos
entre
períodos,
se
ha
realizado
un
ejercicio
ilustrativo
para
el
caso
de
Chile,
tomando
como
base
la
estimación
econométrica
de
la
ecuación
para
el
PIB
de
tendencia
y
las
bases
de
datos
respectivas,
que
son
utilizadas
en
el
marco
de
la
determinación
de
los
ingresos
fiscales
cíclicamente
ajustados.
La
única
diferencia
importante
es
que
en
esta
ocasión
no
se
han
filtrado
las
series,
dado
que
se
están
usando
datos
promedios
para
diversas
décadas.
El
ejercicio
consiste
en
descomponer
las
fuentes
del
crecimiento
económico
chileno
entre
1980
y
2010
y
compararlas
con
una
proyección
del
crecimiento
en
las
próximas
tres
décadas,
que
toma
como
base
las
proyecciones
de
3
Los
trabajos
referidos
son
Loayza,
Fajnzylber
y
Calderón
(2004),
Hofman
(1999),
De
Gregorio
y
Lee,
(1999),
Solimano
y
Soto
(2005),
Gutiérrez
(2005),
Elías
(1992)
4
Ver
Anexo
1.
15
población
en
edad
de
trabajar
de
Naciones
Unidas
(2011),
combinadas
con
supuestos
de
mantención
de
las
tasas
de
participación,
escolaridad
y
desempleo,
así
como
una
estabilización
en
las
horas
promedio
trabajadas.
Los
principales
resultados
aparecen
en
el
Cuadro
N°
2
y
los
supuestos
detrás
de
dichas
proyecciones
se
encuentran
en
el
Anexo
1.
Cuadro
N°
2.
Evolución
y
proyección
de
inercia
del
crecimiento
del
PIB
y
la
contribución
de
los
factores
de
producción
en
Chile,
1980
-‐
2040
Contribuciones al crecimiento (% PIB) Var. % PIB
PTF Capital Trabajo
1981-90 0,01% 1,96% 1,10% 3,07%
1991-00 2,06% 3,48% 0,28% 5,82%
2001-10 -0,07% 3,72% 0,49% 4,15%
16
capital
pasan
a
ser
más
importantes
a
medida
que
se
reduce
la
disponibilidad
de
trabajadores.
Nos
referiremos
a
estos
dos
elementos
más
adelante.
Con
respecto
a
la
merma
del
aporte
del
trabajo
al
crecimiento,
los
países
pueden
actuar
en
tres
frentes:
en
primer
lugar
pueden
aumentar
la
cantidad
de
trabajo
con
los
recursos
humanos
disponibles,
en
segundo
lugar
pueden
compensar
bajas
en
cantidad
con
aumentos
en
calidad
de
los
trabajadores
y,
tercero,
apoyar
aumentos
de
productividad.
Estos
tres
caminos
no
son
excluyentes
entre
sí
y,
de
hecho,
algunos
se
potencian
entre
ellos
como
veremos
en
seguida.
a. Movilizar
mejor
los
recursos
humanos
disponibles:
Al
examinar
la
información
sobre
mercado
del
trabajo
en
los
países
de
América
Latina
se
observa
cierta
incapacidad
para
aprovechar
plenamente
los
recursos
humanos:
en
primer
lugar
destacan
los
elevados
niveles
de
informalidad
en
las
relaciones
laborales.
La
medida
que
usamos
para
este
indicador
es
el
complemento
de
la
tasa
de
cobertura
de
cotizantes
a
la
Seguridad
Social
y
sólo
Uruguay
se
ubica
en
rangos
cercano
a
los
de
países
avanzados.
Cuando
se
examinan
las
tasas
de
participación
en
la
fuerza
de
trabajo
ellas
son
parecidas,
aunque
algo
más
bajas,
a
las
de
países
desarrollados
y
la
mayor
parte
de
la
diferencia
se
explica
por
menores
tasas
de
participación
laboral
femenina
en
algunos
países
de
América
Latina.
Cabe
mencionar,
sin
embargo,
que
existen
grandes
diferencias
entre
países
de
la
región
y
tiende
a
coincidir
que
las
mayores
tasas
de
participación
se
dan
en
países
con
mayores
niveles
de
informalidad
(casos
de
Bolivia,
Paraguay
y
Perú),
por
lo
que
el
promedio
de
tasas
de
participación
excluyendo
a
los
países
con
más
informalidad
es
aún
más
bajo.
Por
otra
parte,
esto
sugiere
que
parte
de
la
explicación
de
las
elevadas
tasas
de
participación
en
algunos
países
podría
ser
una
respuesta
a
la
dificultad
de
encontrar
empleos
estables
y
bien
remunerados.
Las
tasas
de
empleo
juvenil
más
altas
se
dan
también
en
aquellos
países
en
que
los
niveles
de
informalidad
son
más
elevados
y
donde
las
proporciones
de
jóvenes
enrolados
en
la
educación
secundaria
son
más
bajas,
lo
que
tampoco
puede
ser
considerado
como
algo
positivo.
Si
bien
las
diferencias
con
otros
países
emergentes
son
menores,
la
evidencia
sugiere
que
se
podría
hacer
algunas
cosas
para
mejorar
la
tasa
de
utilización
de
los
recursos
humanos
del
país.
En
este
sentido,
la
primera
prioridad
parece
ser
reducir
los
incentivos
a
la
informalidad,
lo
que
supone
actuar
tanto
sobre
los
requisitos
(costos)
de
la
formalidad,
así
como
en
mejorar
la
empleabilidad
de
los
jóvenes
y
de
los
que
se
han
retirado
de
la
fuerza
de
trabajo.
17
Cuadro
N°
3.
Indicadores
de
utilización
de
Recursos
Humanos
en
países
seleccionados
Participación
e n
Fuerza
de
Trabajo Tasa
de
e mpleo
juvenil Enrolados
e n
Informalidad
Total Mujeres Hombres Total Mujeres Hombres Educación
Sec. laboral
(1) (1) (1) (1) (1) (1) (1) (2)
AMÉRICA
LATINA
Argentina 68 54 82 34 25 43 54
Bolivia 74 66 82 49 44 55 88
Brasil 75 65 85 53 43 63 45
Chile 66 52 79 31 24 38 84 40
Colombia 70 59 82 35 26 43 74 69
México 65 47 84 43 30 56 71 73
Paraguay 75 60 89 57 42 72 61 88
Perú 78 70 87 55 49 61 78 78
Uruguay 76 67 85 44 35 53 72 22
Venezuela,
RB 69 55 83 40 27 52 72 66
DESARROLLADOS
Alemania 77 71 83 47 45 49 13
Australia 76 70 83 61 60 62 85 9
Canadá 78 74 81 55 56 53 33
Dinamarca 79 76 83 58 59 57 90 7
España 74 66 81 25 25 26 95 31
Estados
Unidos 73 67 78 42 42 42 89 8
Finlandia 75 73 77 40 40 40 94 10
Francia 71 66 75 31 28 34 98 13
Grecia 69 58 79 21 17 26 98 14
Italia 62 51 74 20 16 24 94 10
Japón 74 63 85 39 40 38 100 5
New
Zealand 78 72 84 50 48 52 95 n.d.
Poland 66 59 72 27 23 31 19
Portugal 74 70 78 29 27 31 8
Reino
Unido 75 69 81 48 47 48 98 7
EMERGENTES
AVANZADOS
Corea
del
sur 65 54 75 24 27 21 96 51
Israel 65 61 69 27 30 25 98 n.d.
Rusia 73 68 78 36 32 40 33
Singapur 73 63 83 34 31 36 38
EMERGENTES
SELECCIONADOS
China 80 75 85 57 59 54 73
Egipto 52 25 78 25 11 39 45
Filipinas 66 51 81 39 29 48 75
India 58 30 83 34 17 49 30
Indonesia 70 53 86 40 31 49 67 93
Malasia 63 46 79 35 29 41 51
Tailandia 77 70 85 46 38 54 72 77
Turquía 53 30 76 32 21 42 79 41
Fuente:
(1)
World
development
Indicators;
(2)
Infromalidad
=
100
-‐
Porcentaje
cotizantes
respecto
FdeT,
Miralles-‐Paralles
e t
al.
(2012)
Un
segundo
tema
a
abordar
dice
relación
con
la
creación
de
ambientes
de
trabajo
que
faciliten
la
integración
de
mujeres,
ancianos
y
jóvenes
al
mercado
de
trabajo,
lo
que
posiblemente
pasa
por
flexibilizar
jornadas
de
trabajo
y
contratos,
así
como
mejorar
variables
como
el
transporte
público,
el
cuidado
de
niños
fuera
de
casa
y
las
posibilidades
de
trabajo
remoto.
En
el
caso
particular
de
Chile,
la
informalidad
es
menos
aguda
que
en
el
resto
de
la
región,
con
excepción
de
Uruguay,
y,
en
cambio,
se
observan
tasas
de
participación
muy
bajas
entre
las
mujeres
y
algo
más
bajas
también
entre
los
hombres.
Las
tasas
de
18
empleo
juvenil
son
también
las
más
bajas
entre
los
países
de
la
región
y
una
de
las
más
bajas
en
comparación
con
los
países
desarrollados.
Esto
apunta
a
la
necesidad
de
estudiar
y
remover
obstáculos
institucionales
que
desalientan
el
trabajo,
especialmente
entre
las
mujeres
y
los
jóvenes.
Un
ejercicio
con
datos
para
Chile,
similar
al
que
se
presenta
en
el
Cuadro
N°2,
pero
ajustando
el
supuesto
sobre
tasa
de
participación
laboral,
que
en
dicho
ejercicio
permanecía
constante
al
nivel
de
2011,
de
manera
de
ir
subiendo
en
0,2
pp
al
año
para
aumentar
en
7
pp
en
30
años,
algo
que
la
llevaría
niveles
parecidos
a
los
de
los
países
desarrollados,
permite
estabilizar
el
aporte
del
trabajo
al
crecimiento
en
torno
al
8%
del
total,
agregando
una
décima
de
crecimiento
al
año.
Claramente
ayuda,
pero
no
es
suficiente.
b. Compensar
menor
cantidad
con
mayor
calidad:
Uno
de
los
resultados
más
llamativos
de
los
estudios
de
Loayza
et
al.
(2004)
y
de
Gutiérrez
(2005)
que
aparecen
en
el
Cuadro
N°
1
y
que
computan
el
impacto
del
trabajo
en
el
crecimiento
con
y
sin
tomar
en
cuenta
el
efecto
de
la
educación,
es
que
esta
última
tiene
un
impacto
muy
elevado.
Por
otra
parte,
las
cifras
del
Cuadro
N°
3
muestran
que
la
cobertura
educacional
a
nivel
de
la
Enseñanza
Media
está
todavía
bastante
por
debajo
de
aquella
lograda
en
los
países
desarrollados.
Lo
mismo
se
observa
en
los
indicadores
disponibles
en
bases
de
datos
como
las
del
Banco
Mundial
respecto
de
la
educación
universitaria
y
pre-‐
escolar.
Por
otra
parte,
la
evidencia
muestra
que
los
progresos
en
cobertura
educacional
han
sido
significativamente
superiores
en
zonas
urbanas
que
en
rurales
(Arellano,
2002).
Esto
sugiere
que
un
segundo
mecanismo
de
compensación
del
menor
aumento
de
la
población
en
edad
de
trabajar,
es
mejorar
su
calidad
por
la
vía
de
la
educación.
En
aquellos
países
que
han
avanzado
más
en
términos
de
cobertura,
debería
aumentar
la
prioridad
en
mejorar
la
calidad
y
pertinencia
de
la
educación,
donde
las
brechas
son
mucho
mayores
que
en
cobertura,
como
queda
en
evidencia
en
diversas
pruebas
internacionales
sobre
la
materia.
Sin
embargo,
esto
tampoco
es
suficiente,
al
menos
en
un
ejercicio
simple
como
el
presentado
en
el
Cuadro
N°
2.
Si
usamos
como
indicador
el
enrolamiento
en
la
educación
secundaria,
llevar
las
cifras
de
Chile
a
las
de
países
desarrollados
aportaría
una
cantidad
similar
a
la
del
aumento
en
7
pp.
en
las
tasas
de
participación,
es
decir,
del
orden
de
0,1%
de
crecimiento
adicional
al
año.
19
Si
bien
los
espacios
para
aumentar
cobertura
educacional
son
ahora
más
limitados5,
gracias
en
gran
medida
a
los
grandes
progresos
realizados
en
las
últimas
décadas
en
este
plano,
queda
aún
un
gran
camino
por
recorrer
en
mejorar
la
calidad
de
la
educación,
tal
como
se
puede
apreciar
en
el
Cuadro
N°
4,
donde
aparece
el
porcentaje
de
estudiantes
que
estaban
en
el
nivel
de
aprendizaje
más
bajo
(1
entre
6
niveles)
en
las
pruebas
PISA
2009
de
Lectura,
Matemáticas
y
Ciencias.
Allí
se
aprecia
que
en
cerca
de
la
mitad
de
los
países
más
de
un
40%
de
los
estudiantes
de
la
región
no
dominan
aspectos
básicos
en
el
manejo
del
lenguaje,
cerca
del
80%
no
son
capaces
de
hacer
operaciones
matemáticas
elementales
y
un
porcentaje
casi
tan
alto,
desconocen
aspectos
básicos
de
ciencias.
Estas
cifras
están
muy
por
debajo
de
las
de
países
desarrollados,
e
incluso
de
aquellos
países
en
desarrollo
que
han
formado
parte
de
estos
estudios.
Cuadro
N°
4.
Indicadores
de
niveles
de
aprendizaje
en
pruebas
PISA
para
países
seleccionados
Porcentaje
alumnos
e n
nivel
más
bajo
de
conocimientos
Lectura Matemáticas Ciencias
AMÉRICA
LATINA
Argentina 51,6 84,4 83,9
Brasil 49,6 88,1 83,0
Chile 30,6 78,4 67,5
Colombia 47,1 90,7 84,3
México 40,1 79,1 80,9
Perú 64,8 90,4 90,0
Uruguay 41,9 72,6 71,9
DESARROLLADOS
Alemania 18,5 37,4 34,9
Australia 14,3 36,2 32,6
Canadá 10,3 30,2 30,4
España 19,5 47,6 46,1
Estados
Unidos 17,7 47,8 43,1
Finlandia 8,1 23,4 21,3
Francia 19,7 42,5 41,4
Japón 13,6 29,9 27,0
New
Zealand 14,3 34,6 31,5
EMERGENTES
AVANZADOS
Corea
del
sur 5,8 23,7 24,8
Israel 26,6 61,9 59,1
Rusia 27,4 57,0 52,7
Singapur 12,2 22,9 29,0
EMERGENTES
SELECCIONADOS
Indonesia 53,4 91,5 92,6
Tailandia 42,8 79,8 77,5
Turquía
24,5 67,4 64,4
20
ejemplo,
Chile
muestra
una
reducción
de
más
de
17
puntos
porcentuales
en
el
porcentaje
de
alumnos
en
Nivel
1
entre
2000
y
2009,
la
más
alta
entre
el
grupo
encuestado.
Le
sigue
Perú
con
una
rebaja
de
casi
11
pp.
En
Ciencias
la
comparación
es
para
un
período
más
corto
(2009
vs.
2006)
pero
también
se
ven
avances
importantes
en
Chile
(7,4
pp),
Brasil
(6,8
pp)
y
Colombia
(6,1
pp).
En
Matemáticas
hay
sólo
dos
países
que
rindieron
las
pruebas
en
2003
y
2009
y
ambos
muestran
avances
muy
significativos:
México
mejora
15,1
pp
y
Brasil
6,1
pp.
Los
niveles
de
los
cuales
se
parte
son
aún
muy
bajos,
pero
hay
progresos
significativos
en
casi
todos
los
casos.
El
efecto
de
estas
mejoras
en
calidad
son
difíciles
de
incorporar
en
modelos
simples
como
el
que
hemos
usado
hasta
ahora.
Sin
embargo
ello
no
significa
que
no
sean
importantes.
Es
muy
difícil
que
los
países
puedan
avanzar
en
aumentar
su
intensidad
de
capital
si
los
trabajadores
no
tienen
la
capacidad
para
comprender
cabalmente
los
manuales
de
instrucción
que
acompañan
a
las
máquinas,
para
poner
el
ejemplo
más
burdo.
Temas
como
lenguaje
y
matemáticas
son
esenciales
para
la
comprensión
de
temas
financieros,
que
a
su
vez
son
cruciales
para
que
las
personas
puedan
tomar
decisiones
informadas
en
cuestiones
tan
básicas
como
la
compra
de
un
bien
durable
o
una
negociación
salarial.
Sin
duda
estos
son
aspectos
fundamentales
que
deben
ser
priorizados
para
mejorar
la
capacidad
de
los
trabajadores
para
realizar
un
aporte
relevante
en
un
mundo
más
complejo
y
donde
la
interacción
con
máquinas
cada
vez
más
sofisticadas
es
crucial
para
el
desempeño
laboral.
En
este
contexto
entonces
es
donde
debemos
reexaminar
el
rol
de
la
inversión
y
la
PTF
como
nuevos
soportes
del
crecimiento
económico
en
las
décadas
venideras.
c. Inversión
y
productividad
como
motores
del
crecimiento:
Las
cifras
del
Cuadro
N°
2
ilustran
muy
claramente
como
en
el
caso
de
Chile,
el
crecimiento
se
ha
ido
sosteniendo
cada
vez
más
en
el
aporte
de
la
inversión
en
capital
fijo
y,
con
vaivenes,
en
aumentos
en
la
productividad
total
de
factores.
Los
cálculos
de
la
sección
anterior
muestran
además
que
esa
tendencia
debería
acentuarse
a
futuro,
en
un
contexto
de
creciente
escasez
de
mano
de
obra.
Para
que
ello
ocurra
es
crucial
que
se
den
condiciones
que
hagan
propicio
el
aumento
de
las
inversiones,
lo
cual
requiere
instituciones
fuertes,
una
resolución
expedita,
transparente
y
confiable
de
los
inevitables
conflictos
que
surgen
y
seguirán
apareciendo
por
el
uso
de
recursos,
que
incluyen
agua,
energía,
y
cada
vez
más,
las
condiciones
ambientales.
También
esto
incluye
un
marco
tributario
estable
que
no
penalice
el
ahorro
y
la
inversión,
así
como
condiciones
macroeconómicas
que
promuevan
la
estabilidad.
Sin
perjuicio
de
todo
lo
anterior,
es
importante
destacar
dos
elementos
que
en
el
caso
de
Chile
y,
posiblemente,
de
la
mayoría
de
los
países
de
la
región
puede
ser
un
factor
limitante
y
que
debe
ser
analizado
y
enfrentado:
la
adecuación
de
la
mano
de
obra
21
para
operar
en
un
ambiente
de
mayor
intensidad
de
capital.
Los
economistas
suelen
enfatizar
la
sustitución
entre
factores
en
sus
análisis.
Sin
embargo,
lo
que
predomina
en
la
relación
entre
ellos
es
la
complementariedad
y
ella
no
es
algo
que
ocurra
espontáneamente,
especialmente
cuando
se
trata
de
maquinarias
y
trabajos
más
especializados.
Las
nuevas
inversiones
son
cada
vez
más
sofisticadas
y
traen
incorporadas
tecnologías
que
requieren
menos
trabajadores,
pero
cada
vez
dotados
de
más
capacidades,
incluida
la
de
aprender
a
coexistir
con
tecnologías
más
avanzadas.
Esto
vale
para
los
operadores
de
camiones
y
otros
equipos
cada
vez
sofisticados
en
la
minería,
hasta
trabajadores
de
oficina
que
deben
reaprender
a
usar
equipos
y
programas
computacionales
más
complejos
cada
3
o
4
años,
y
así
con
prácticamente
todas
las
ocupaciones.
Para
esto
no
basta
con
más
años
de
escolaridad.
Se
requiere
una
actitud
de
adaptación
e
incluso
de
promoción
del
cambio
que
debe
permear
a
toda
la
fuerza
de
trabajo,
así
como
de
capacidades
de
aprendizaje,
incluido
el
dominio
de
idiomas.
Esto
no
se
mide
en
las
pruebas
de
rendimiento
escolar
o
universitario
y
parece
poco
probable
que
nuestras
escuelas
y
universidades
tengan
las
capacidades
para
desarrollar
estas
habilidades.
Los
sistemas
de
capacitación
laboral
son
muy
precarios
y
tampoco
parecen
adecuados
a
este
desafío.
Una
economía
cuya
intensidad
de
uso
de
capital
va
aumentando,
es
una
economía
que
necesariamente
va
a
aumentar
su
uso
de
energía.
La
experiencia
de
la
última
década
en
la
región
muestra
que
este
no
es
un
desafío
fácil
de
superar,
especialmente
en
lo
que
concierne
a
la
energía
eléctrica.
Paradojalmente,
este
problema
parece
afectar
por
igual
a
países
con
gobiernos
de
muy
distintos
signos
ideológicos
y
enfoques
de
política
económica,
lo
que
da
cuenta
que
hay
razones
más
profundas
que
dificultan
este
proceso.
Parte
del
problema
parece
provenir
de
las
dificultades
de
aprendizaje,
tanto
de
las
instituciones
públicas,
las
empresas
(públicas
y
privadas)
y
diversos
grupos
de
interés
(ambientalistas,
comunidades
locales,
etc.)
respecto
de
cómo
enfrentar
conflictos,
respetando
legítimos
intereses
particulares,
pero
sin
dejar
de
lado
el
interés
público.
En
este
plano,
el
tema
de
los
costos
y
la
seguridad
de
abastecimiento
de
energía
serán
críticos
para
el
desempeño
económico
futuro
de
estos
países.
La
readecuación
desde
una
economía
más
intensiva
en
trabajo
hacia
una
que
dependerá
cada
vez
más
del
aumento
del
capital
y
de
las
ganancias
de
productividad
para
conseguir
mejoras
en
las
condiciones
económicas
es
de
suyo
difícil
y
tropiezos
en
el
proceso
de
dotarla
de
energía
suficiente
y
a
costos
competitivos
puede
fácilmente
llevarla
a
un
equilibrio
de
menor
crecimiento
a
mediano
plazo,
incluso
si
es
capaz
de
resolver
los
desafíos
de
readecuación
de
sus
recursos
humanos.
Por
otra
parte,
una
de
las
principales
fuentes
de
aumento
de
productividad
total
de
los
factores
es
mediante
los
aumentos
de
eficiencia
global
derivados
del
traslado
de
recursos
(humanos
y
de
capital)
desde
actividades
de
baja
productividad
y
potencial
de
crecimiento
hacia
otras
de
mayor
productividad
y
potencial.
Esto
no
es
ninguna
22
novedad
y
ya
estaba
presente
en
los
escritos
de
Smith
y
Ricardo,
pero
es
algo
que
tampoco
se
da
automáticamente
y
sin
padecimientos:
los
trabajadores
deben
estar
dispuestos
a
cambiar
de
actividad
y
muchas
veces
de
lugar
de
residencia,
deben
existir
las
infraestructuras
que
faciliten
esta
movilidad
y
conecten
a
demandantes
y
oferentes
en
un
mundo
real
con
limitantes
físicas,
geográficas
y
culturales.
Las
actividades
menguantes
verán
encarecerse
la
mano
de
obra
y
deteriorarse
su
competitividad
y,
como
es
habitual,
su
primera
reacción
será
culpar
a
la
competencia
–
siempre
“desleal”
–
y
presionar
por
subsidios
y
ayudas
estatales
para
seguir
haciendo
lo
mismo,
sin
renovarse.
En
un
ambiente
de
amplia
disponibilidad
de
mano
de
obra,
muchos
de
estos
problemas
se
pueden
enfrentar
retardando
el
aumento
de
salarios
asociado
a
las
ganancias
de
productividad.
En
un
mundo
en
que
el
trabajo
escasea
estas
tensiones
se
tornan
mucho
más
fuertes.
Es
importante
que
los
gobiernos
y
la
sociedad
civil
entiendan
que
el
paso
hacia
una
sociedad
más
igualitaria,
donde
los
trabajadores
son
más
escasos
y
más
capacitados
no
es
un
proceso
indoloro
donde
todos
ganan:
habrá
perdedores
que
harán
todo
lo
posible
por
retardar
este
proceso.
Finalmente
cabe
hacer
una
consideración
importante
relacionada
con
el
tipo
de
estructura
productiva
de
los
países
de
América
Latina:
muchos
de
ellos
son
muy
dependientes
de
recursos
no
renovables
como
minerales
(cobre
en
Chile;
oro
y
cobre
en
Perú,
por
ejemplo)
y
combustibles
fósiles
(petróleo
en
Venezuela,
Ecuador
y
Colombia,
gas
en
Bolivia,
carbón
en
Colombia).
En
estos
casos,
la
caída
en
las
reservas
y
el
aumento
en
los
costos
de
extracción
asociados
a
ella
se
refleja
en
una
caída
absoluta
en
la
Productividad
Total
de
Factores6
.
En
estas
circunstancias,
simplemente
para
mantener
el
nivel
de
PIB
se
requiere
una
combinación
de
más
capital
y
trabajo,
así
como
de
exploración
e
innovación
tecnológica
para
ampliar
las
reservas
económicamente
viables
de
explotar.
En
el
corto
plazo
este
efecto
es
pequeño,
pero
en
horizontes
más
largo
puede
ser
muy
importante.
Un
ejemplo
de
ello
es
lo
que
ha
ocurrido
con
la
minería
del
cobre
de
Chile,
donde
el
envejecimiento
de
los
yacimientos
históricos
de
cobre,
así
como
el
paso
de
la
etapa
más
productiva
de
los
nuevos
yacimientos
que
se
comenzaron
a
explotar
a
fines
de
los
80
y
en
los
90,
se
ha
traducido
en
caídas
de
leyes
promedio
y
alzas
de
costos
muy
significativos7.
Frente
a
esto
hay
dos
escenarios
extremos
posibles
(y
muchos
intermedios):
en
el
escenario
“progresista”
se
da
un
ambiente
favorable
a
la
inversión
y
a
la
movilidad
y
adaptación
de
los
trabajadores
en
el
que
los
aumentos
de
salarios
tienen
como
6
Excepto
que
distingamos
y
midamos
capital
artificial
y
natural,
e
incorporemos
a
ambos
en
la
estimación
de
la
función
de
producción
agregada.
7
A
estos
efectos
endógenos
a
la
minería,
hay
que
agregar
además
las
alzas
del
costo
de
la
energía
y
de
la
mano
de
obra
en
Chile.
23
contrapartida
aumentos
de
productividad
y
la
economía
crece
y
converge
hacia
los
niveles
de
ingreso
de
los
países
más
desarrollados.
Las
brechas
de
ingreso
al
interior
de
la
sociedad
se
reducen
a
medida
que
las
ganancias
de
productividad
de
los
trabajadores
se
traducen
en
mejoras
significativas
en
los
salarios
reales.
En
el
otro
extremo
se
ubica
un
escenario
de
“estancamiento”
en
el
que
los
trabajadores
no
son
capaces
de
adaptarse
al
cambio
y
trabajar
con
capital
cada
vez
más
sofisticado,
cuesta
mucho
cambiar
de
actividad
y
se
protege
el
inmovilismo,
lo
que
es
especialmente
grave
en
el
caso
de
actividades
mineras
que
agotan
sus
reservas
económicamente
viables,
y
los
aumentos
de
salarios
terminan
por
desalentar
la
inversión
al
sobrepasar
los
posibles
aumentos
de
productividad.
La
sociedad
evoluciona
hacia
un
“juego
de
suma
cero”,
caracterizado
por
el
estancamiento
económico
y
creciente
inestabilidad.
Las
distancias
con
el
mundo
desarrollado
se
amplían
en
vez
de
reducirse
y
las
desigualdades
internas
se
mantienen
o
exacerban8.
Uno
de
los
factores
que
puede
incidir
con
más
fuerza
para
que
finalmente
predomine
una
situación
más
parecida
a
la
del
escenario
de
estancamiento,
es
la
presión
por
aumentar
los
gastos
públicos
para
brindar
mayor
protección
social
a
una
población
más
envejecida.
El
diseño
de
los
sistemas
de
protección
social
para
la
vejez
en
áreas
como
salud
y,
especialmente,
pensiones,
debe
tomar
en
cuenta
los
incentivos
para
trabajar
y
ahorrar
en
la
etapa
activa
de
la
vida
laboral,
así
como
limitar
las
presiones
fiscales
y
competencia
por
recursos
entre
consumo
y
ahorro
a
nivel
nacional.
La
cantidad
de
recursos
involucrados
(públicos
y
privados)
es
de
tal
magnitud
que
resultan
fundamentales
para
que
predomine
uno
u
otro
escenario.
Este
es
el
tema
que
se
aborda
en
la
próxima
sección.
4. ENVEJECIMIENTO
Y
SEGURIDAD
SOCIAL
EN
AMERICA
LATINA9
La
Seguridad
Social
como
la
conocemos
hoy
es
un
invento
reciente,
que
data
de
fines
del
siglo
XIX,
cuando
Alemania
introdujo
un
sistema
obligatorio
de
contribuciones
a
los
trabajadores
para
pagar
pensiones
una
vez
que
alcanzaran
la
edad
de
70
años.
En
esa
época,
la
esperanza
de
vida
al
nacer
en
los
países
desarrollados
era
del
orden
de
50
años,
afectada
todavía
por
las
elevadas
tasas
de
mortalidad
infantil.
Esta
idea
de
gravar
a
los
trabajadores
con
un
impuesto
y
a
cambio
proveer
de
un
ingreso
seguro
en
la
vejez,
una
vez
que
dejaran
de
trabajar,
además
de
revolucionaria
parecía
8
La
llamada
“trampa
del
ingreso
medio”
ilustra
las
dificultades
que
enfrentan
los
países
al
alcanzar
el
umbral
en
que
el
trabajo
comienza
a
escasear
para
generar
las
condiciones
del
“escenario
progresista”.
Para
una
discusión
reciente
aplicada
al
ámbito
latinoamericano,
véase
Foxley,
2012.
9
Partes
de
esta
sección
están
tomadas
de
Vial,
Barrabés
y
Moreno
(2012).
24
muy
razonable,
y
no
demasiado
onerosa,
en
momentos
en
que
la
fuerza
de
trabajo
y
los
salarios
crecían
rápidamente
y
la
población
mayor
de
65
años
(la
edad
de
jubilación
que
adoptaron
la
mayoría
de
los
países,
incluyendo
Alemania
que
la
rebajó
a
ese
nivel
en
1916)
era
una
fracción
pequeña
de
la
población
total.
Durante
el
siglo
XX
estos
sistemas
brindaron
seguridad
de
ingresos
y
condiciones
materiales
de
vida
en
la
vejez
sin
precedentes
en
la
historia
de
la
humanidad,
al
menos
para
la
población
de
los
países
desarrollados
y
a
unas
minorías
privilegiadas
en
países
en
desarrollo,
pero
era
claramente
el
paradigma
a
imitar.
La
pesadilla
de
una
ancianidad
donde
las
personas
debían
trabajar
hasta
morir,
o
vivir
a
merced
del
apoyo
que
les
podían
brindar
su
familiares
más
cercanos,
fue
reemplazado
por
el
sueño
de
una
“vejez
dorada”
que
antes
sólo
estaba
reservada
para
los
muy
ricos.
La
cobertura
de
los
sistemas
de
pensiones
en
los
países
desarrollados,
medida
por
el
porcentaje
de
la
fuerza
de
trabajo
que
contribuye
regularmente
a
ellos
supera
el
80%
en
la
mayoría
de
ellos
alcanzando
a
95%
en
Japón.
España
está
en
el
extremo
inferior,
con
un
69%
(Pallares-‐Millares,
et
al,
2012).
Sin
embargo,
las
condiciones
demográficas
subyacentes
que
dieron
origen
a
las
normas
sobre
las
que
se
fundó
estos
sistemas
cambiaron
radicalmente
a
lo
largo
del
siglo
XX,
y
al
finalizar
éste
la
esperanza
de
vida
a
los
65
años
había
aumentado
alrededor
de
50%,
mientras
la
proporción
de
ancianos
respecto
de
aquellos
en
edad
de
trabajar
casi
se
duplicó.
Sin
embargo,
los
parámetros
fundamentales
como
edad
de
jubilación,
tasas
de
aportación
o
los
valores
de
reemplazo
de
las
pensiones
no
habían
cambiado
significativamente.
Al
final
del
siglo
la
aritmética
básica
del
financiamiento
de
esa
seguridad
de
ingresos
no
cuadraba
y
la
contraparte
de
esta
cobertura
es
el
elevado
compromiso
de
recursos
fiscales,
que
alcanzaba
8,8%
del
PIB
en
Japón
y
8,0%
en
España
en
2007
(Pallares-‐Miralles
et
al,
2012).
En
la
práctica,
los
países
desarrollados
se
han
movido
para
ajustar
los
parámetros
claves
de
la
Seguridad
Social,
por
una
parte,
y
por
otra,
han
introducido
mecanismos
complementarios
de
ahorro
para
la
vejez.
En
los
países
en
desarrollo
la
cobertura
de
los
sistemas
de
reparto
estuvo
mucho
más
limitada
por
la
extensión
de
la
informalidad
en
los
mercados
de
trabajo,
lo
que
además
se
complicó
por
problemas
de
diseño
que
se
tradujeron
en
una
fragmentación
de
los
sistemas,
dependiendo
del
tipo
de
trabajo,
sector
de
actividad,
etc.
Debido
a
lo
anterior
se
generaron
grandes
diferencias
e
inequidades
entre
la
gran
masa
de
trabajadores
no
calificados,
y
pequeños
grupos
de
trabajadores
privilegiados.
Estos
últimos
aprovechando
poder
económico
e
influencia
política,
se
agruparon
en
cajas
que
consiguieron
condiciones
muy
ventajosas
de
jubilación
(Favre
et
al.
2006).
En
el
caso
de
Chile
esa
percepción
de
inequidad,
así
como
los
crecientes
compromisos
fiscales
para
el
financiamiento
del
sistema
de
reparto,
llevaron
a
múltiples
intentos
fallidos
de
reforma
desde
los
años
60.
Finalmente
en
1981
se
llevó
a
cabo
un
cambio
radical,
que
reemplazó
el
mecanismo
tradicional
de
reparto
con
beneficios
definidos
a
uno
basado
en
contribuciones
definidas
en
cuentas
de
capitalización
individual,
administradas
por
gestores
privados
con
fuerte
supervisión
estatal.
Si
bien
desde
su
origen
el
sistema
implantado
en
Chile
contemplaba
un
pilar
solidario
para
proteger
a
los
contribuyentes
de
bajos
ingresos
con
una
pensión
mínima
financiada
por
el
Estado,
los
requisitos
para
acceder
a
él
resultaron
muy
exigentes
para
los
niveles
de
25
informalidad
laboral,
así
como
por
los
tránsitos
entre
la
inactividad
y
la
participación
laboral
formal,
especialmente
entre
las
mujeres
y
los
pobres.
Ello
dio
un
origen
a
una
segunda
reforma
en
2006,
que
reforzó
significativamente
el
llamado
pilar
solidario,
incorporando
un
derecho
a
una
pensión
básica
solidaria
no
contributiva,
financiada
con
recursos
públicos
incluso
a
los
pobres
que
no
registran
contribuciones
al
sistema.
El
nuevo
modelo
de
sistema
de
pensiones
implantado
en
Chile
en
1981
fue
adoptado,
con
diversas
variantes,
por
varios
países
de
América
Latina
(Argentina,
Bolivia,
Colombia,
México
y
Perú
entre
otros)
y
varios
países
de
Europa
Oriental10.
Aquellos
países
que
mantuvieron
sistemas
de
pensiones
basados
en
esquemas
de
reparto
han
podido
solventar
hasta
ahora
el
deterioro
de
su
situación
financiera
gracias
en
parte
a
que
la
demografía
está
recién
comenzando
a
empeorar,
y
también
a
la
devaluación
de
los
beneficios,
principalmente
a
través
de
la
inflación.
En
este
último
caso,
la
“solución
privada”
ha
sido
sacar
los
ahorros
personales
fuera
del
país,
lo
que
sólo
está
al
alcance
de
los
grupos
de
ingresos
medios
y
altos.
Sin
embargo,
la
creciente
intolerancia
de
la
población
a
las
alzas
de
precios
está
dificultando
cada
vez
más
esta
opción
y
es
muy
probable
que
la
situación
empeore
drásticamente
en
las
próximas
décadas,
a
media
que
aumenten
las
tasas
de
dependencia
de
vejez,
como
se
espera
que
ocurra
en
las
próximas
décadas
de
acuerdo
a
las
proyecciones
de
Naciones
Unidas,
que
aparecen
en
el
Cuadro
N°5
para
un
grupo
seleccionado
de
países.
Cuadro N° 5. Sistemas de pensiones y demografía en países seleccionados de América Latina
Descripción
general Tasas
de
Dependencia
de
vejez
(Mayores
65/Pob
15-‐64)
Vigente Opcional Complem. Integrado 1950 1980 2010 2040
Argentina BD,
E,
R No No No 6,4% 13,1% 16,4% 24,1%
Brasil BD,
E,
R No No M,
FP,
FFAA 5,4% 6,9% 10,4% 26,6%
Chile CD No E,
F
Si,
FFAA 7,2% 9,2% 13,5% 33,5%
Colombia CD Si
BD,
E,R No No 6,3% 7,1% 8,6% 22,6%
Costa
Rica BD,
E,
R No CD No 9,0% 8,4% 9,5% 26,8%
Cuba BD,
E,
R No No M,
Coops 7,4% 12,7% 17,6% 54,8%
México CD BD,
E,
R No M,
FFAA,
PEMEX 6,4% 7,4% 9,8% 24,8%
Nicaragua BD,
E,
R No No Si 5,2% 5,6% 7,6% 16,2%
Perú CD BD,
E,
R No M,
FFAA,
Pescadores 6,3% 6,8% 9,5% 20,0%
Uruguay BD,
E,
R No CD No 12,9% 16,7% 21,6% 30,4%
10
Varios
de
ellos
posteriormente
han
abandonado
las
reformas,
motivados
principalmente
por
apremios
fiscales.
26
Es
así
como
hoy
en
América
Latina
vemos
que
los
países
se
acercan
al
final
de
la
transición
demográfica
con
sistemas
de
seguridad
social
muy
diferentes,
lo
que
se
traduce
en
impactos
fiscales
muy
heterogéneos.
Un
estudio
reciente
del
Banco
Mundial
deja
esto
en
evidencia,
al
proyectar
los
impactos
fiscales
a
mediano
y
largo
plazo
del
envejecimiento
de
la
población
derivados
de
los
compromisos
institucionales
existentes
hoy
en
salud
y
pensiones
(D.
Cotlear,
2011).
Junto
con
constatar
una
gran
heterogeneidad,
dicho
estudio
deja
en
evidencia
el
riesgo
de
un
fuerte
aumento
en
compromisos
fiscales,
especialmente
en
pensiones,
si
no
se
hacen
ajustes
significativos
en
los
sistemas
de
algunos
países,
especialmente
de
aquellos
que
no
han
reformado
sus
sistemas
de
reparto
(Miller
at
al.,
2011).
Cotlear,
en
el
capítulo
inicial
de
ese
volumen
(Cotlear,
2011,
a)
destaca
también
las
dificultades
políticas
para
hacer
reformas
que
den
viabilidad
fiscal
a
los
sistemas
de
seguridad
en
aquellos
países
en
que
la
transición
demográfica
está
ya
muy
avanzada
y
enfrentan
un
rápido
envejecimiento
de
la
población
y,
por
ende,
de
los
votantes.
Los
principales
resultados
de
ese
estudio
se
resumen
en
los
gráficos
8.1
y
8.2.
Ellos
se
construyeron
bajo
el
escenario
de
que
los
sistemas
y
sus
parámetros
se
mantenían
inalterados
a
lo
largo
de
todo
el
horizonte
de
previsión11.
Gráfico 8.1 Gastos públicos pensiones 2005 y 2050 (% PIB) Gráfico 8.2 Gastos públicos en salud 2005 y 2050 (% PIB)
11
Miller
et
al.
(2011)
también
estiman
un
escenario
de
ajuste
en
beneficios
y
contribuciones
al
promedio
de
la
OECD
(ajustados
por
el
nivel
del
PIB
per
cápita)
para
dar
una
dimensión
del
ajuste
requerido.
Cabe
señalar,
sin
embargo,
que
un
gran
número
de
países
de
la
OECD
enfrentan
un
serio
desafío
para
financiar
sus
compromisos
fiscales
futuros
en
estos
ámbitos
(European
Commission,
2005,
2012;
.
OCDE
2012).
27
Las
proyecciones
realizadas
por
el
equipo
del
Banco
Mundial
dejan
en
evidencia
que
de
no
mediar
cambios
profundos,
aquellos
países
con
sistemas
de
pensiones
basadas
en
esquemas
de
reparto
con
beneficios
definidos
y
que
“fijaron”
parámetros
muy
generosos
para
el
cálculo
de
los
derechos
de
pensión,
enfrentarán
una
crisis
fiscal
aguda
en
las
próximas
décadas,
derivada
de
esos
diseños
y
del
rápido
envejecimiento
de
sus
respectivas
poblaciones.
Ese
es
el
caso
de
Cuba,
Brasil
y
Costa
Rica.
El
gráfico
8.2
muestra
que
la
región
también
deberá
enfrentar
aumentos
significativos
en
sus
compromisos
fiscales
de
salud,
como
consecuencia
del
envejecimiento
de
la
población,
aunque
esta
amenaza
parece
ser
menos
extrema
que
en
el
caso
de
las
pensiones.
De
nuevo
Cuba
y
Costa
Rica
aparecen
entre
aquellos
países
con
una
situación
financiera
de
los
gobiernos
más
comprometida,
a
los
que
se
debe
agregar
Colombia.
Lo
que
parece
bastante
evidente
de
todo
este
análisis
es
que
los
cambios
demográficos
imponen
límites
importantes
a
la
capacidad
de
las
sociedades
para
brindar
seguridad
de
ingresos
en
la
vejez.
Los
sistemas
de
reparto
apuntaban
a
“asegurar”
ingresos
relativamente
altos
en
la
vejez,
lo
que
con
el
paso
del
tiempo
ha
tropezado
con
los
límites
de
la
capacidad
de
sostener
transferencias
fiscales
crecientes.
Este
problema
se
ha
enfrentado
mediante
dos
estrategias
que
no
son
excluyentes
entre
sí:
reducir
el
ámbito
de
aplicación
de
los
esquemas
de
reparto
con
beneficios
definidos,
de
manera
de
asegurar
un
piso
básico,
muchas
veces
focalizados
en
los
más
pobres,
y
simultáneamente
ampliando
el
ámbito
de
sistemas
de
contribución
definida
obligatorios,
muchas
veces
con
gestión
privada
de
los
fondos.
La
otra
alternativa
ha
sido
introducir
ajustes,
muchas
veces
automáticos,
en
los
diversos
parámetros
de
los
sistemas
de
reparto,
para
mantener
su
solvencia.
Entre
ellos
cabe
mencionar,
edades
mínimas
para
jubilar,
aumentos
de
las
tasas
de
contribución
y
de
los
años
de
contribuciones
usados
para
el
cómputo
de
beneficios,
etc.12.
En
los
sistemas
de
contribución
definida
los
ingresos
de
las
familias
en
la
vejez
tienen
un
mayor
componente
de
riesgo
financiero,
así
como
de
solvencia,
ya
sea
porque
agotan
sus
ahorros
antes
de
morir,
o
porque
pueden
perder
parte
de
éstos
por
malas
decisiones
de
inversión.
Una
duda
legítima
es
la
capacidad
de
la
gran
mayoría
de
la
población
de
entender
y
gestionar
estos
riesgos
y
el
consiguiente
rol
del
Estado
como
regulador
y
asegurador
de
última
instancia.
Es
en
este
contexto
que
debemos
analizar
los
desafíos
que
plantea
el
envejecimiento
de
la
población
para
los
sistemas
de
pensiones.
Si
bien
hemos
mencionado
los
problemas
fiscales
que
inevitablemente
enfrentan
los
sistemas
de
reparto
con
beneficios
definidos,
reducir
las
consecuencias
del
envejecimiento
exclusivamente
a
esta
dimensión
es
un
error.
En
el
caso
de
sistemas
de
reparto
ellos
finalmente
se
reflejan
allí
porque
el
Fisco
es
el
garante
de
los
compromisos
de
la
Seguridad
Social
en
dichos
sistemas,
en
la
medida
que
él
recauda
los
aportes
de
los
trabajadores
activos
y
financia
las
pensiones.
Pero
incluso
en
ellos,
esto
tiene
una
dimensión
mucho
más
profunda,
ya
que
hay
un
contrato
implícito
entre
generaciones
que
está
12
Esto
se
encuentra
documentado
en
la
serie
“Pensions
at
a
Glance”
de
la
OCDE,
que
se
inició
en
2005.
28
reflejado
en
estas
garantías,
y
su
quiebre
pone
en
tela
de
juicio
aspectos
muy
fundamentales
para
la
legitimidad
de
sus
sistemas
políticos
y
económicos
(Ferguson,
2013).
En
los
sistemas
de
capitalización
individual
y
contribución
definida
también
hay
problemas,
pero
ellos
se
reflejan
sólo
parcialmente
en
las
finanzas
públicas,
ya
que
una
parte
es
absorbida
directamente
por
los
pensionados.
A
diferencia
del
anterior,
aquí
los
compromisos
del
Estado
son
algo
más
limitados,
y
generalmente
consisten
en
asegurar
niveles
mínimos
de
ingreso
para
los
ancianos
más
pobres,
así
como
proveer
de
regulaciones,
controles
y
garantías
limitadas
(por
ejemplo
en
caso
de
quiebra
de
una
compañía
de
seguros
de
vida),
de
manera
de
acotar
limiten
los
riesgos
a
que
están
sometidos
los
ahorros
obligatorios
para
financiar
el
retiro.
Más
allá
de
la
los
problemas
de
solvencia
y
de
los
riesgos
financieros
asociados
al
envejecimiento
de
la
población,
hay
otros
factores
que
también
inciden
de
manera
muy
significativa
en
la
operación
de
los
diversos
sistemas
de
seguridad
social,
algunos
de
los
cuales
son
especialmente
relevantes
en
América
Latina.
A
continuación
se
analizan
aquellos
que
parecen
más
importantes
para
la
región.
a. Informalidad
laboral
y
protección
social:
América
Latina
es
una
región
que
se
caracteriza
por
la
elevada
informalidad
en
sus
mercados
de
trabajo.
Desgraciadamente,
más
allá
de
sus
causas,
esto
tiene
consecuencias
muy
severas
sobre
los
sistemas
de
seguridad
social,
sean
estos
de
cualquier
tipo.
En
el
caso
de
los
sistemas
de
reparto
esto
se
reflejará
en
que
una
proporción
relativamente
alta
de
trabajadores
no
va
a
alcanzar
a
cumplir
los
requisitos
de
aportes
para
obtener
una
jubilación.
Además
ello
agrava
los
riesgos
de
solvencia
financiera
del
sistema
al
erosionar
su
base
de
ingresos.
En
el
caso
de
sistemas
de
contribución
definida
esto
se
reflejará
al
momento
de
jubilar
en
que
los
ahorros
acumulados
no
son
suficientes
para
tener
una
tasa
de
reemplazo
acorde
con
los
ingresos
percibidos
en
la
etapa
activa.
En
teoría
los
sistemas
de
reparto
tradicionales
generan
mayores
incentivos
a
la
informalidad,
ya
que
en
casi
todos
los
países,
los
beneficios
de
pensión
se
calculan
sobre
las
contribuciones
en
los
últimos
años
antes
del
retiro,
por
lo
que
no
hay
vínculos
estrechos
entre
los
montos
de
los
beneficios
y
los
aportes
a
lo
largo
de
toda
la
vida
laboral,
de
manera
que
a
los
trabajadores
que
tienen
la
opción,
sólo
les
conviene
cotizar
lo
mínimo
necesario
para
acceder
al
beneficio,
excepto
durante
el
período
relevante
para
el
cálculo
del
monto
de
la
pensión13.
En
principio,
un
sistema
de
contribución
definida
no
genera
este
tipo
de
desincentivos
a
cotizar.
Sin
embargo,
la
experiencia
de
Chile,
que
es
el
país
con
más
información
y
estudios
sobre
la
materia,
sugiere
que
los
trabajadores
tienden
a
considerar
cualquier
descuento
de
su
13
Los
sistemas
de
reparto
basados
en
cuentas
nocionales,
que
se
inspiran
en
el
sistema
instaurado
en
Suecia
en
los
años
90
no
sufren
este
problema
(Holzman
y
Palmer
eds.,
2006).
29
sueldo
como
un
impuesto,
ya
sea
porque
su
tasa
de
descuento
es
muy
elevada
o
bien
por
simple
ignorancia
de
las
características
del
sistema
de
pensiones.
La
evidencia
de
Chile
muestra
que
los
trabajadores
se
mueven
frecuentemente
entre
el
mercado
formal
e
informal
de
trabajo,
realizando
cotizaciones
en
forma
esporádica.
La
prueba
más
clara
de
ello
es
que
el
número
de
trabajadores
afiliados
al
sistema
de
pensiones
que
ha
realizado
una
o
más
cotizaciones
supera
con
creces
al
número
de
personas
en
la
fuerza
de
trabajo,
lo
que
sugiere
que
incluso
hay
tránsito
entre
la
inactividad
y
el
empleo
formal
en
diversas
etapas
de
la
vida14.
Esto
parece
ser
más
fuerte
en
el
caso
de
las
mujeres
que
en
los
hombres.
Una
segunda
manifestación
de
la
informalidad
se
da
en
el
hecho
que
los
empleadores
y
los
trabajadores
acuerdan
una
cotización
por
un
sueldo
inferior
al
efectivo,
muchas
veces
simulando
contratos
pactados
a
valores
cercanos
al
salario
mínimo.
En
el
caso
de
sistemas
de
reparto
esto
facilita
el
acceso
a
los
beneficios
de
pensión,
sin
reducir
el
monto
del
derecho,
en
la
medida
que
el
trabajador
se
“formalice”
cuando
se
acerca
a
la
edad
de
jubilar.
En
el
caso
de
sistemas
de
contribución
definida
esto
incide
directamente
en
el
monto
de
la
pensión.
El
Cuadro
N°
6
que
se
presenta
más
abajo
muestra
diversos
indicadores
que
describen
los
sistemas
de
pensiones
de
10
países
de
la
región.
Allí
se
aprecia
que
las
tasas
de
cobertura
son
relativamente
bajas
y
que
existe
una
correlación
importante
entre
dichas
tasas
y
las
de
informalidad.
Cuadro
N°
6.
Sistemas
de
pensiones
en
países
seleccionados
de
América
Latina
14
En
sus
orígenes
el
sistema
chileno
consideraba
una
pensión
mínima
garantizada
por
el
Estado
a
todos
los
trabajadores
que
tuviesen
20
años
de
cotizaciones
o
más,
manteniendo
el
criterio
vigente
en
el
sistema
de
reparto
anterior
para
el
caso
de
los
afiliados
al
Seguro
Social.
Sin
embargo,
la
evidencia
de
las
Encuesta
de
Historias
Laborales
y
Protección
Social
mostró
que
en
el
caso
de
los
trabajadores
de
bajos
ingresos
ese
criterio
resultaba
demasiado
exigente,
razón
por
la
cual
en
la
reforma
de
2006
se
cambió
radicalmente
el
diseño
del
pilar
solidario
(Consejo,
2006)
30
Sistema
de
pensiones Cobertura Informalidad
Descripción
general Pensiones
no
Tasas
de
Condiciones
jubilación Activos Pasivos
Vigente Opcional Complem. Integrado contributivas Contribución Edad Años
aportes (%
FT) (%
65
o
+) (%
FT)
Argentina BD,
E,
R No No No F,
B 21,2 65 30 42 76 45,5
Brasil BD,
E,
R No No M,
FP,
FFAA F 27,7 65 35 55 92 47,6
Chile CD No E,
F
Si,
FFAA F 11,0 65 no 60 55 37
Colombia CD Si
BD,
E,R No No F 16,0 62 26 31 26 67,5
Costa
Rica BD,
E,
R No CD No F 12,0 62 38,5 56 21 41,5
Cuba BD,
E,
R No No M,
Coops No
14,0 60 25 n.d. n.d. n.d.
México CD BD,
E,
R No M,
FFAA,
PEMEX B 8,6 65 25 27 18 47,8
Nicaragua BD,
E,
R No No Si F 10,0 60 15 22 19 n.d.
Perú CD BD,
E,
R No M,
FFAA,
Pescadores No 11,9 60 20 22 29 59,3
Uruguay BD,
E,
R No CD No F 22,5 60 30 78 17 42,4
31
en
aquellos
países
con
este
sistema
hay
también
un
riesgo
fiscal
por
la
mayor
longevidad,
en
la
medida
que
existan
resguardos
públicos,
ya
sea
garantías
fiscales
para
las
rentas
vitalicias,
en
el
evento
de
una
quiebra
de
una
compañía
de
seguros
de
vida,
o
simplemente
garantías
de
pensiones
mínimas
para
quienes
opten
por
retiros
programados.
Tal
como
se
puede
apreciar
en
los
Gráficos
9.1
y
9.2,
la
esperanza
de
vida
a
los
65
años
se
ubica
en
torno
a
los
20
años
para
los
habitantes
en
países
desarrollados,
con
una
diferencia
del
orden
de
3,3
años
a
favor
de
las
mujeres.
En
el
caso
de
Chile
dicho
indicador
era
de
17
años
para
los
hombres
y
20
para
las
mujeres
en
2009,
prácticamente
en
el
promedio
de
la
OECD.
Además
estos
datos
muestran
un
aumento
promedio
para
los
países
de
la
OECD
del
orden
de
5
años
en
dicha
esperanza
de
vida,
en
los
últimos
40
años,
con
4,4
años
para
los
hombres
y
5,6
las
mujeres.
Gráfico
9.1
Esperanza
de
vida
a
los
65
años,
hombres
Gráfico
9.2
Esperanza
de
vida
a
los
65
años,
mujeres
Fuente:
OECD,
2011
Este
es
un
tema
que
ha
recibido
relativamente
poca
atención
en
aquellos
países
que
reformaron
sus
sistemas
de
pensiones,
en
parte
porque
ellos
todavía
están
en
una
etapa
de
transición,
donde
la
gran
mayoría
de
las
pensiones
corresponden
a
afiliados
al
sistema
antiguo.
Sin
embargo,
en
países
como
Chile
donde
el
sistema
de
capitalización
individual
ya
lleva
más
de
30
años
de
operación,
ya
se
está
entrando
a
la
etapa
de
madurez
del
sistema,
con
un
número
creciente
afiliados
que
se
comienzan
a
jubilar.
La
constatación
de
estos
cambios
ha
llevado
a
actualizar
y
32
modificar
las
tablas
de
supervivencia
aplicadas
para
los
cálculos
de
pensiones,
así
como
los
procedimientos
y
frecuencia
de
actualización
de
ellas.
En
todo
caso,
persisten
riesgos
a
nivel
global
asociados
a
potenciales
sorpresas
en
la
evolución
futura
de
la
esperanza
de
vida
al
jubilar,
así
como
por
la
exclusión
en
el
cálculo
de
factores
distintos
del
género
que
también
influyen
en
la
longevidad.
Ello
plantea
desafíos
sistémicos
asociados
a
los
riesgos
que
enfrentan
las
compañías
de
seguros,
así
como
individuales,
en
el
caso
de
quienes
opten
por
retiros
programados.
Es
por
ello
que
en
países
que
han
optado
por
sistemas
obligatorios
de
contribución
definida
es
urgente
evaluar
bien
los
riesgos
y
vulnerabilidades
asociados
a
la
mayor
longevidad,
de
manera
de
tomar
a
tiempo
las
medidas
que
se
requieren
para
limitar
la
exposición
a
riesgos
excesivos
por
parte
de
la
gran
mayoría
de
la
población,
que
no
está
consciente
de
ellos,
ni
en
condiciones
de
gestionarlos
adecuadamente.
c. Envejecimiento
y
desafíos
en
salud:
El
envejecimiento
de
la
población
también
plantea
desafíos
importantes
para
los
sistemas
de
salud
de
los
países
de
América
Latina.
Por
una
parte,
hay
un
cambio
importante
en
la
estructura
de
la
demanda
por
servicios
de
salud,
que
obliga
a
una
readecuación
de
las
capacidades
de
estos
sistemas:
el
tipo
de
problemas
de
salud
que
enfrentan
los
ancianos
son
muy
distintos
a
los
de
los
niños,
jóvenes
y
personas
en
edad
de
trabajar.
Por
otra
parte,
el
tratamiento
de
estas
dolencias
suele
ser
más
caro.
En
un
estudio
reciente
para
Chile,
donde
se
estima
el
impacto
financiero
del
envejecimiento
de
la
población
del
uso
del
llamado
Plan
Auge
(Canals,
2013),
se
estima
que
el
37%
de
los
gastos
y
el
31%
de
las
atenciones
del
Auge
fueron
a
adultos
mayores
de
60
años
en
2011.
En
la
proyección
allí
realizada,
dicha
proporción
de
los
gastos
aumenta
a
46%
del
gasto
en
Auge
en
2050.
Parte
importante
de
este
mayor
gasto
de
salud
en
la
vejez
se
origina
en
el
hecho
de
que
con
el
paso
de
los
años
la
salud
se
deteriora,
al
punto
que
en
los
últimos
años
de
vejez,
una
elevada
proporción
de
los
ancianos
debe
vivir
bajo
sistemas
de
vida
asistida,
con
atenciones
permanentes
de
salud.
Las
estadísticas
de
la
OECD
(2011)
muestran
que
de
los
casi
20
años
de
esperanza
de
vida
a
los
65
años
de
edad,
en
promedio
más
de
la
mitad
de
ellos
se
viven
bajo
condiciones
de
salud
deteriorada,
que
requieren
algún
tipo
de
atención
más
o
menos
regular
en
el
sistema
de
salud.
Estas
preocupaciones
se
ven
confirmadas
por
las
proyecciones
realizadas
por
el
estudio
del
Banco
Mundial
(Miller
et
al.,
2011)
que
aparecen
en
el
Gráfico
8.2.
33
5. Comentarios
finales
A
lo
largo
de
este
trabajo
se
ha
mostrado
como
América
Latina
se
encuentra
a
las
puertas
de
profundos
cambios
demográficos,
que
van
a
afectar
muy
profundamente
nuestras
concepciones
respecto
de
las
ventajas
comparativas
de
nuestros
países,
obligando
a
enfrentar
nuevos
desafíos,
especialmente
en
el
ámbito
de
la
inversión
en
capital
físico
y
humano,
para
preservar
la
competitividad
y
permitir
sostener
un
ritmo
de
crecimiento
que
permita
cerrar
las
brechas
de
ingreso
con
países
desarrollados
en
las
próximas
décadas.
Si
bien
un
fracaso
en
este
plano
representaría
una
nueva
frustración
de
las
expectativas
de
progreso
de
la
región,
hay
también
una
oportunidad
en
esta
encrucijada:
por
primera
vez
desde
la
colonización
del
continente,
el
trabajo
abundante
y
barato
dejará
de
ser
una
de
las
principales
fuentes
de
competitividad
de
estas
economías.
Si
conseguimos
atraer
inversiones
y
dotar
nuestros
futuros
trabajadores
de
mayores
capacidades
para
lograr
aumentos
sostenidos
en
su
productividad,
este
cambio
demográfico
representa
la
mejor
oportunidad
para
una
reducción
sistemática
en
las
desigualdades
de
ingreso
que
han
plagado
a
esta
región.
Sin
embargo,
esto
no
será
fácil,
ya
que
el
envejecimiento
también
plantea
desafíos
muy
importantes
en
otros
ámbitos,
entre
los
que
hemos
destacado
la
Seguridad
Social.
El
aumento
de
la
población
mayor
de
65
años
va
a
significar
necesariamente
un
mayor
esfuerzo
fiscal
y
de
ahorro
privado,
por
una
parte,
así
como
una
readecuación
de
la
oferta
de
servicios
de
salud
e
incluso
financieros
(seguros
de
rentas
vitalicias,
por
ejemplo)
que
van
a
poner
a
prueba
la
capacidad
de
innovación
y
ajuste
las
instituciones
públicas
y
privadas
que
operan
en
estos
ámbitos.
La
presión
por
canalizar
recursos
hacia
estas
actividades,
acompañada
por
el
creciente
peso
político
de
la
población
de
mayor
edad
es
una
combinación
que
puede
terminar
distrayendo
esfuerzos
y
dinero
desde
área
claves,
como
el
fortalecimiento
de
la
educación,
por
ejemplo.
Las
décadas
que
vienen
van
a
ser
muy
demandantes
de
capacidades
políticas
y
de
liderazgo,
para
conducir
a
estos
países
a
una
senda
de
crecimiento
sostenido
y
de
reducción
de
desigualdades.
Si
las
cosas
se
hacen
bien
la
recompensa
será
grande:
sociedades
más
dinámicas,
prósperas
y
justas,
plenamente
integradas
al
mundo.
Si
fallan,
en
cambio,
casi
con
seguridad
veremos
el
retorno
a
juegos
redistributivos
de
suma
cero,
con
grandes
tensiones
y
un
clima
muy
poco
propicio
para
el
desarrollo.
En
un
mundo
más
integrado
y
con
mucha
movilidad,
esto
posiblemente
se
reflejará
en
una
agudización
de
la
fuga
de
talentos,
dificultando
aún
más
el
desarrollo
futuro.
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