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Narrador:
(Al son de una musiquita característica, el príncipe mira lo que aparece, una mariposa, que
revolotea, primero es una forma y luego cerca de él)
Sukimuki: ¡Qué linda maliposa! –(murmuró Sukimuki)
Mariposa: ¡Hola Príncipe! ¡Cómo me gustaría jugar a la mancha con usted!
Príncipe: No puelo hacedlo.
Mariposa: ¡Cómo me gustaría jugar a la pelota con usted, Príncipe!
Príncipe: Eso tampoco puelo hacedlo.
Mariposa: ¿Por qué usted no puede hacer nada?
Príncipe: Porque mi papá, el Emperador, dice que, si no hago lo que todo príncipe debe
hacer, en el imperio habrá un chi pun leta.
Mariposa: ¿Y eso por qué?
Príncipe: Polque sí, polque los plíncipes del Japón pón debemos estal pleparados pala la
guerra. Si no, no selíamos Plíncipes, seríamos maestlos, profesoles, bailalines o dentistas,
¿entiendes?
Mariposa: Si, un poquito, entiendo, pero escápese un ratito y juguemos. He venido
volando de muy lejos nada más que para jugar con usted. En mi isla, todo el mundo me
hablaba de Ud. y me dio curiosidad.
Es solo por un ratito nomas, nadie se dará cuenta y vera lo divertido que es.
(Al príncipe le gustó la idea y decidió, por una vez, desobedecer a su papá. Salió a correr y
bailar por el jardín con la Mariposa, en eso se asomó el Emperador al balcón y al no ver a
su hijo armó un escándalo de mil demonios.
Emperador: ¡Dónde está el príncipe! (chilló. Y llamo todos sus sirvientes, sus soldados, sus
vigilantes, sus cocineros, sus lustrabotas y sus tías para ver qué le pasaba)
-Llamen a mis sirvientes, soldados, guardias reales, tías reales y funcionarios imperiales,
, Vengan todos aquí!, … ¡No, no vengan para aquí, sino vayan todos a buscar al príncipe!
(rugió el Emperador con voz de trueno y ojos de relámpago. Y allá salieron todos
corriendo y el Emperador se quedó solo en el salón)
Emperador: ¡Dónde está el príncipe que no está practicando! (repitió una y otra vez hasta
que oyó una voz que respondía a sus espaldas:
Mariposa: El príncipe esta de jarana donde se le da la gana.
(El Emperador se dio vuelta furioso y no vio a nadie)
Miró un poquito mejor, y no vio tampoco.
Se puso sus anteojos y entonces sí vio a alguien.
Vio a una mariposota sentada en su propio trono)
Emperador: ¿Quién eres? (rugió el Emperador con voz de trueno y ojos de relámpago
Y agarró un matamoscas, dispuesto a aplastar a la insolente Mariposa)
(Pero no pudo. ¿Por qué? Porque la Mariposa tuvo la ocurrencia de transformarse
inmediatamente en una princesa. Un Príncipe hermosa, simpática, inteligente, juguetona,
valiente y con gorrito. El Emperador casi se desmaya de rabia y de susto)
Emperador: ¿Qué quieres? (le preguntó con voz de trueno y ojos de relámpago)
Princesa Mariposa: que dejes jugar al príncipe.
Emperador: ¿Pero de dónde diablos has salido con esas pretensiones?
Princesa Mariposa: Me metí en tu jardín en forma de mariposa, y el príncipe jugó y bailó
conmigo. Fue feliz por primera vez en su vida y ahora queremos seguir siendo amigos.
Emperador: ¡No lo permitiré! (rugió el Emperador con voz de trueno y ojos de relámpago)
Mariposa: Si no lo permites, tendrás que vencerme.
(dijo la princesa transformándose de nuevo en mariposa)
Emperador: ¡Servidores, vigilantes, tías, vengan a ver!
(llamó el Emperador. Pero todos se habían ido en búsqueda del príncipe y él estaba solo,
a todo esto, el príncipe Sukimuki espiaba por una ventana)
¡Echen a esta mariposa que se transforma en princesa insolente de mi palacio!
(ordenó el Emperador con voz de trueno y ojos de relámpago)
Príncipe: ¿Que pasa aquí? (dijo el Príncipe que había estado oyendo todo lo que pasaba)
Emperador: ¡Aquí estas, hijo mío, ve y enfréntate con esa bestia, digo insecto, digo la
princesa!
Príncipe: No padre, la princesa es mi amiga, y vine aquí para decirte una cosa
(El rey se queda quieto, pasmado, nunca había oído hablar así a su hijo, casi estaba
orgulloso de sentirlo, pero no lo dijo porque)
Príncipe: No quise contradecir tus enseñanzas, pero feliz como nunca, ¡Yo me quiero casar
con la princesa!
Emperador: Bueno hijo, esto no estaba en mis planes, pero está bien, cásate, siempre que
la Princesa no se oponga.
(El Príncipe fue hasta la ventana y preguntó a la Princesa)
Príncipe: ¿Princesa Kinoto Fukasuka, quieres casarte conmigo?
Princesa mariposa: Sí, me quiero casar, pero con una condición
¿Cual? (dijeron los dos Emperador y Príncipe)
Princesa Mariposa: Que, de aquí en más en el imperio del Japón, pon, se termine de
guerrear y se pongan a jugar
Emperador: Y ahora a preparar la gran boda
Princesa mariposa: Vamos en monopatín
Príncipe: ¡Y demos la fiesta en el jardín!
Emperador: ¡Una fiesta que dure cien días, una enorme torta con forma de chupetín!
Así acaba, como ves, este cuento japonés.
Sobre un cuento de María Elena Walsh. “La princesa Sukimuki”. Manukosos 2018