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Había una vez una princesa que vivía en un palacio. Su juguete preferido
era una bola de oro que el rey le había regalado. Todos los días iba a jugar con su
juguete junto a un pozo del jardín. Un día, la bola se le cayó dentro del pozo.
-¿Qué te pasa bella princesa? ¿Por qué lloras?- Ella miró por todas partes,
pero no vio a nadie.
-¡Aquí abajo, en el agua!- dijo la voz. La princesa miró dentro del pozo y vio
a un sapo que salía del agua.
-Yo te lo puedo sacar – dijo el sapo. Pero, prométeme que siempre estaré a
tu lado. A la princesa no le gustó la idea, pero impaciente aceptó la propuesta:
¡No quiero tu ropa, ni tus joyas ni tu corona! Solo quiero estar junto a ti. El
sapo se metió en el agua y al poco tiempo trajo el juguete y lo dejó a los pies de la
princesa. Ella la recogió y sin darle las gracias se fue corriendo al castillo.
-¡Espera! – dijo el sapo ¡No puedo correr tan rápido! Pero la princesa no lo
escuchó.