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FORMAS DE ORGANIZACIÓN DE COLOMBIA

Provincias Unidas de la Nueva Granada (1811 -


1816).
Capital: Tunja y Bogotá.
Gentilicio: Neogranadino.
Población: 2’000.000 habitantes.

Estado Libre de Cundinamarca (1810 - 1816).


Capital: Bogotá.
Gentilicio: Cundinamarqués.
Población: 2‘000.000 habitantes.

La Gran Colombia (1819 - 1831).


Capital: Bogotá.
Gentilicio: Grancolombiano.
Población: 2’469.000 habitantes.

República de la Nueva Granada (1831 - 1858).


Capital: Bogotá.
Gentilicio: Neogranadino.
Población: 2’240.054 habitantes.
Confederación Granadina (1858- 1863).
Capital: Bogotá.
Gentilicio: Granadino.
Población: 2’600.000 habitantes.

Estados Unidos de Colombia (1863 - 1886).


Capital: Bogotá.
Gentilicio: Colombiano.
Población: 3’250.000 habitantes

República de Colombia (1886 - Hoy).


Capital: Bogotá.
Gentilicio: Colombiano.
Población: 51’609.474 habitantes.
Entre yeguas y caballos

En las miradas cansadas de Lilia y de Leonor se pueden observar la sabiduría y la experiencia de


una vida recorrida, estas dos mujeres cuentan, con sus ojos llorosos, los recuerdos que tienen de la
época de La Violencia.

Lilia era una muchacha rebelde y desinteresada por esos temas de la política, poco le importaba ser
conservadora y tenía serios problemas con su papá por esta cuestión. Mantenía buenas relaciones
con amigos y amigas liberales, y en múltiples ocasiones, amenazó a su padre con que algún día se
volvería liberal, eso a él le dolería. Aunque siempre se lo decía molestando, hubo un día en que su
mamá sí se molestó, casi le pega, pero eso para Lilia no eran penas, aún con los años que tiene, se
ríe y recuerda con alegría las bromas que alguna vez le hacía a su padre, como esa que al evocarla
le produce mirada pícara y sonrisa sarcástica.

—Laureano Gómez es todo un santo— dijo su padre.

—Hum… papacito, santo que caga y mea, no sé qué santo sea— contesta ella entre risas.

Aunque siempre Lilia molestaba a


su papá con el tema de la política,
él confiaba muchísimo en ella y le
pedía ayuda en las labores de la
finca. En una de esas veces,
acababan de ganar las elecciones
los conservadores, y ella, junto a su
hermano, debían subir por una
carretera al llano. Esta vez se
tenían que encargar de arrear las
yeguas para darles sal,
desnucharlas y desgarrapatarlas.
Hacía calor. Cuando estaban
terminando la labor, debían pasar Ilustración 1 Machete del asesino: la época de La Violencia contó con muchos aliados, pero su
por un camino angosto, en el que cómplice más cercano fue el machete, que cegó miles de vidas. (Foto: Juan Sebastián Gómez)
cabía, a duras penas, un caballo.
De un momento a otro, la bestia frenó en seco y no quiso avanzar más. Al frente pudo observar un
hombre con un machete grande y afilado, el cual era golpeado y rastrillado contra las piedras como
signo de amenaza.

—Aquí era donde quería encontrarla, conservadora— dijo el hombre liberal mirándola a los ojos
fijamente.

—No se me arrime porque no respondo— increpó Lilia con un tono amenazante.

En cuestión de segundos, Lilia quiso dar la vuelta, pero el camino era tan angosto que era imposible
que el caballo atendiera la rienda; los pensamientos de miedo y muerte se apoderaron de ella, se
imaginó al hombre asesinando su caballo, e incluso, cortándole sus piernas. Los sentimientos de
impotencia y debilidad incrementaron súbitamente, pero no se dejó afectar por eso, pensó
rápidamente cómo salir de esa situación. Taloneó al caballo, templó las riendas y este se paró en
dos patas, dio la vuelta y salió galopando.
Otro día, Lilia volvió a su labor de arriar las yeguas, y en una de las tantas hondonadas que tenía el
valle, se volvió a encontrar con el liberal, pero en esta ocasión no se sentía tan desprotegida y
acorralada como la primera vez que la amenazó, así que con provocaciones quiso atraerlo.

—Venga, venga— decía Lilia con tono desafiante y retador.

El hombre se acercaba con cautela y trataba de arrimarse, pero ella le daba vueltas con el caballo, y
en lo que daba las vueltas, aprovechaba para zafar el rejo de la montura y atraparlo con la lazada. El
primer intento fue fallido porque él estaba preparado y pudo cortar parte del rejo. Ella sabía que el
proceso se repetiría una y otra vez, así que su plan fue amagarle y luego lanzarlo en serio, plan que
tuvo efecto al enlazar al hombre de las manos y dejarlo sin defensa. Luego espoleó su caballo, y
teniendo al hombre, aún amarrado, corrió hasta hacerlo caer.

—Suelte el machete— ordenó Lilia con voz dominante y superior.

—No lo suelto— gritó el hombre hincado en el suelo.

—¿Se rinde?— preguntó Lilia.

—No me rindo— volvió a gritar el hombre con dificultad.

Después de seguir en la disputa con el hombre, Lilia condujo su caballo por la hondonada, el viento
arremetía fuertemente contra su cara, su caballo ganaba cada vez más velocidad, y el hombre,
todavía amarrado, daba traspiés y tropezones.

—Me rindo— afirmó con cansancio.

—Suelte el machete— exigió Lilia.

El hombre soltó el machete y el arma quedó levantada entre unos matorrales, Lilia, aun sosteniendo
el rejo con el hombre amarrado, pasó con su caballo cerca al machete y lo recogió con una habilidad
semejante a la que tienen los vaqueros de rodeo. Decidió cabalgar hasta la alcaldía del pueblo, y
entre tropiezos, vueltas y arrastradas, llevó al hombre con su ropa hecha jirones. Lilia no quiso
imputar cargos, pues prefería “tener un enemigo suelto que tener varios enemigos tapados”.

Tomado de https://www.utadeo.edu.co/es/articulo/crossmedialab/277626/la-
plata-huila-tres-historias-de-violencia-bipartidista
Primera Estrofa
Segunda Estrofa
I
II
Coro
¡Cesó la horrible noche!
«¡Independencia!» grita
La libertad sublime
¡Oh, gloria inmarcesible! El mundo americano;
Derrama las auroras
¡Oh, júbilo inmortal! Se baña en sangre de
De su invencible luz.
¡En surcos de dolores héroes
La humanidad entera,
El bien germina ya! La tierra de Colón.
Que entre cadenas gime,
Pero este gran principio:
Comprende las palabras
«El rey no es soberano»,
Del que murió en la cruz.
Resuena, y los que sufren
Bendicen su pasión.
Cuarta Estrofa
Tercera Estrofa Quinta Estrofa
IV
III V
A orillas del Caribe
Del Orinoco el cauce De Boyacá en los campos
Hambriento un pueblo
Se colma de despojos; El genio de la gloria
lucha,
De sangre y llanto y un río Con cada espiga un héroe
Horrores prefiriendo
Se mira allí correr. Invicto coronó.
A pérfida salud.
En Bárbula no saben Soldados sin coraza
¡Oh sí! de Cartagena
Las almas ni los ojos Ganaron la victoria;
La abnegación es mucha,
Si admiración o espanto Su varonil aliento
Y escombros de la muerte
Sentir o padecer. De escudo les sirvió.
Desprecian su virtud.
Sexta Estrofa Séptima Estrofa Octava Estrofa
VI VII VIII

Bolívar cruza el Ande La tropa victoriosa La Virgen sus cabellos


Que riega dos océanos; Que en Ayacucho truena, Arranca en agonía
Espadas cual centellas En cada triunfo crece Y de su amor viuda
Fulguran en Junín. Su formidable son. Los cuelga del ciprés.
Centauros indomables En su expansivo empuje Lamenta su esperanza
Descienden a los llanos, La libertad se estrena, Que cubre losa fría,
Y empieza a presentirse Del cielo americano Pero glorioso orgullo
De la epopeya el fin. Formando un pabellón. Circunda su alba tez.
Novena Estrofa Décima Estrofa Undécima Estrofa
IX X XI

La Patria así se forma, Mas no es completa gloria Del hombre los derechos
termópilas brotando; Vencer en la batalla, Nariño predicando,
Constelación de cíclopes Que al brazo que combate El alma de la lucha
Su noche iluminó. Lo anima la verdad. Profético enseñó.
La flor estremecida, La independencia sola Ricaurte en San Mateo
Mortal el viento hallando, El gran clamor no acalla; En átomos volando,
Debajo los laureles Si el sol alumbra a todos, «Deber antes que vida»,
Seguridad buscó. Justicia es libertad. Con llamas escribió.

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