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un ‘angelito’
por Diario El Bono30 de mayo de 20210259
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Este individuo, luego de intentar ultrajarlo y no conseguirlo, lo degolló en una solitaria casa
en construcción, en la urbanización Apolo, en la cuadra 11 de la avenida Aviación. Todo
sucedió el 30 de agosto de 1963.
LA HISTORIA
La historia de ‘Pichuzo’ cuenta no solo cómo ultrajó al niño, sino que terminó matándolo.
Guillermo Lavalle se ganaba la vida de intermediario en la comisaría de Apolo donde se
dice, era querido. Él hacía de nexo entre los familiares de los detenidos y estos para llevar
el desayuno o los alimentos.
El 30 de agosto Lavalle Vásquez, después de haber bebido grandes cantidades de
alcohol, se dirigió a la cuadra 17 del jirón Sebastián Barranca en La Victoria. Ahí le siguió
los pasos a un niño de 4 años de nombre Américo Chihuán Cuba.
Después de espiarlo por unos minutos, ‘Pichuzo’ cogió de la mano al pequeño y lo llevó a
la urbanización Apolo en la av. Aviación en medio de unas construcciones. Ingresó y quiso
violar al niño, y ante la resistencia, sacó un cuchillo y entre los gritos del menor terminó por
degollarlo completamente.
¡CULPABLE!
Con las huellas de sangre en su ropa, su cínica confesión del hecho y un cúmulo de
pruebas adicionales, Lavalle Vásquez fue juzgado y sentenciado, el 13 de enero de 1966,
a 25 años de prisión. “Pichuzo” se había salvado de la pena capital.
Sin embargo, la medida fue apelada por el fiscal ante la Corte Suprema, y el 8 de octubre
fue condenado a morir ante un pelotón de fusilamiento.
FUSILADO AL AMANECER
Lavalle Vásquez, que lloraba a ratos en su celda, se negó a comer la ración especial que
le sirvieron hasta en dos oportunidades. Solo pidió gaseosa a su celador. A la hora
indicada, el sacerdote Gaspari lo acompañó en la lancha que lo trasladó hacia la Isla San
Lorenzo.
Era la madrugada del 11 de octubre de 1966, y todo estaba listo para cumplir con la
sentencia. El pelotón estuvo conformado por seis miembros de la Guardia Republicana,
todos armados con fusiles, de los cuales uno no se encontraba cargado. El grupo
obedecía a un oficial, quien daría cumplimiento a la condena aplicada por los tribunales.
Bajo una ligera llovizna Lavalle Vásquez, reconfortado por el religioso Gaspari, caminó
hasta el lugar que le indicaron. Mientras los fotógrafos de prensa registraban desde varios
cientos de metros la corta peregrinación de ‘Pichuzo’ hacia la muerte.
De esta manera, la justicia peruana acabó con la vida de otro acusado de violación de un
menor de edad seguida de la muerte de la víctima. Era el segundo condenado a morir en
el paredón, por el mismo tipo de delito.
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Este individuo, luego de intentar ultrajarlo y no conseguirlo, lo degolló en una solitaria casa
en construcción, en la urbanización Apolo, en la cuadra 11 de la avenida Aviación. Todo
sucedió el 30 de agosto de 1963.
LA HISTORIA
La historia de ‘Pichuzo’ cuenta no solo cómo ultrajó al niño, sino que terminó matándolo.
Guillermo Lavalle se ganaba la vida de intermediario en la comisaría de Apolo donde se
dice, era querido. Él hacía de nexo entre los familiares de los detenidos y estos para llevar
el desayuno o los alimentos.
Después de espiarlo por unos minutos, ‘Pichuzo’ cogió de la mano al pequeño y lo llevó a
la urbanización Apolo en la av. Aviación en medio de unas construcciones. Ingresó y quiso
violar al niño, y ante la resistencia, sacó un cuchillo y entre los gritos del menor terminó por
degollarlo completamente.
La policía capturó al ejecutor en un operativo relámpago, luego que el propietario de la
construcción encontrara el cuerpo del niño sin vida, lo hallaron completamente borracho y
drogado. Él dijo que sí, que no podía negarlo porque tenía todas las evidencias en su
contra. Aún se encontraba con la sangre del menor entre las uñas y su ropa.
¡CULPABLE!
Con las huellas de sangre en su ropa, su cínica confesión del hecho y un cúmulo de
pruebas adicionales, Lavalle Vásquez fue juzgado y sentenciado, el 13 de enero de 1966,
a 25 años de prisión. “Pichuzo” se había salvado de la pena capital.
Sin embargo, la medida fue apelada por el fiscal ante la Corte Suprema, y el 8 de octubre
fue condenado a morir ante un pelotón de fusilamiento.
FUSILADO AL AMANECER
Lavalle Vásquez, que lloraba a ratos en su celda, se negó a comer la ración especial que
le sirvieron hasta en dos oportunidades. Solo pidió gaseosa a su celador. A la hora
indicada, el sacerdote Gaspari lo acompañó en la lancha que lo trasladó hacia la Isla San
Lorenzo.
Era la madrugada del 11 de octubre de 1966, y todo estaba listo para cumplir con la
sentencia. El pelotón estuvo conformado por seis miembros de la Guardia Republicana,
todos armados con fusiles, de los cuales uno no se encontraba cargado. El grupo
obedecía a un oficial, quien daría cumplimiento a la condena aplicada por los tribunales.
Bajo una ligera llovizna Lavalle Vásquez, reconfortado por el religioso Gaspari, caminó
hasta el lugar que le indicaron. Mientras los fotógrafos de prensa registraban desde varios
cientos de metros la corta peregrinación de ‘Pichuzo’ hacia la muerte.
De esta manera, la justicia peruana acabó con la vida de otro acusado de violación de un
menor de edad seguida de la muerte de la víctima. Era el segundo condenado a morir en
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