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Todos los cuerpos perseveran en su estado de reposo o de movimiento uniforme en línea recta,
salvo que se vean forzados a cambiar ese estado por fuerzas impresas.
Lederman y Hill afirman: «… la ciencia moderna, incluso el mundo moderno, arranca de este
principio. Es la ley de la naturaleza más importante de todas las que conocemos. Se trata de la
afirmación más básica que podemos hacer sobre el movimiento.»
En esencia esta ley significa:
Entonces, tenemos un criterio para reconocer, cualitativamente, la presencia de una fuerza. Sin
embargo, esta ley no proporciona la magnitud de la fuerza ni su origen.
El rozamiento, siempre presente, es un gran obstáculo al movimiento de los cuerpos y ocasiona
que surja la idea intuitiva de que es necesaria una fuerza para mantener los cuerpos en movi-
miento.
Imaginemos una situación sin rozamiento. La aplicación de una fuerza sobre un cuerpo provo-
cará una aceleración que será menor si se trata de mover un cuerpo cada vez más grande. Dire-
mos que los cuerpos materiales son reacios a cualquier cambio,
1
Por tanto, aceptaremos simplemente, que los cuerpos materiales están caracterizados, no sólo
por su volumen, composición química, etcétera, sino también por su inercia.
La constante así definida es una medida de la inercia del cuerpo, la representaremos por m y la
llamaremos masa. Entonces, podemos escribir la segunda ley del movimiento en la forma
F
=m o F = ma (2)
a
2
La ecuación (2) nos permite, en principio, asignar valores numéricos a una fuerza midiendo la
aceleración que produce a un cuerpo de masa conocida, o inversamente, obtener valores numé-
ricos para la masa a partir de la aceleración y de la fuerza. El círculo vicioso es evidente,
Para toda acción hay siempre una reacción opuesta e igual. Las acciones recíprocas de dos cuer-
pos entre sí son siempre iguales y dirigidas hacia partes contrarias.
Podemos llamar a una de las fuerzas acción y a la otra reacción, pero el orden de nombrarlas es
totalmente arbitrario. No es que una de las fuerzas aparezca primero y cause la otra. Ambas son
causa simultánea una de otra, en pocas palabras
Para poner de manifiesto todos estos puntos podemos enunciar la tercera ley del movimiento
de Newton como:
Siempre que dos cuerpos A y B interaccionan, de tal modo que el cuerpo A experimenta una
fuerza (por contacto, por interacción gravitatoria o por cualquier otra), el cuerpo B experi-
menta, simultáneamente, una fuerza de igual magnitud y dirección opuesta.
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Ahora consideremos la dificultad de definir fuerza y masa que se expresó después de enunciar
la segunda ley: ¿Cómo podemos saber qué fuerza actúa sobre un cuerpo dado? Podemos inten-
tar los siguientes procedimientos:
Apliquemos un tiro o empuje al cuerpo hasta que su aceleración se reduzca a cero. El tiro o
empuje que ocasione esto será igual, en magnitud y dirección opuesta, a la fuerza original que
actuaba sobre el cuerpo.
Sin embargo, el problema se desplaza al de medir el tiro o empuje. Además, un tiro o empuje se
aplica siempre a través de un medio material y toda medición deberá hacerse en términos de
las propiedades observadas en tales medios. Entonces, este método no es satisfactorio.
Otro procedimiento para salvar esta falla sería mediante el uso de la gravedad. Es decir, podría-
mos equilibrar todo tiro o empuje mediante el peso de algún cuerpo y expresar toda fuerza en
términos del peso. Pero de nuevo surgen problemas ya que los pesos varían de un punto a otro
de la Tierra de una manera nada sencilla.
El intento de definir fuerza a partir de la segunda ley se presenta tan lleno de dificultades que
parecería que no vale la pena insistir, o que tal vez sea suficiente decir que la interpretación
habitual de la segunda ley de Newton deja dudas pendientes.
Mientras tanto pasemos a la definición de masa. Todavía existen textos de mecánica donde se
dice que la masa es la cantidad de materia contenida en un cuerpo o que masa es, simplemente,
el cuerpo mismo o la materia de que está compuesto. Es pertinente aclarar este concepto.
Antes definimos la masa como inercia. Esta definición tiene por lo menos el mérito de propor-
cionar una noción cualitativa. Pero la definición de una cantidad física no tiene ningún valor si
no describe un procedimiento que permita medir esa cantidad.
Desde el punto de vista práctico bastaría con aceptar que la masa de un cuerpo puede determi-
narse también mediante una balanza: Elegiríamos un cierto cuerpo como masa patrón y com-
pararíamos todos los demás con él equilibrándolos con fracciones conocidas o múltiplos del
patrón. Pero esta definición depende del postulado de que la masa es directamente proporcio-
nal al peso, y por lo tanto, a definir masa en términos de fuerza. Esto nos hace retroceder a la
situación de tener que dar una definición de fuerza independientemente de la masa y de la se-
gunda ley de Newton. El dilema es evidente. Además, ésta no es una definición satisfactoria, no
contiene la característica primordial contenida en la masa: la idea de inercia.
La dificultad debida a la interdependencia de las definiciones de masa y fuerza que comentamos
antes fue resuelta hasta hace relativamente poco tiempo, digamos hasta la fecha de aparición
de la famosa obra de Ernst Mach (1838-1916), «La ciencia de la mecánica», publicada por pri-
mera vez en 1883.
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Concepto de masa
Supongamos dos cuerpos muy alejados de los demás cuerpos del universo, de tal manera que
podemos considerar que realmente están aislados.
Consideremos que los dos cuerpos se influyen mutuamente y que esta acción provoca un mo-
vimiento acelerado.
a1
= constante = m21 (3)
a2
Estas aceleraciones varían de caso en caso y en función del tiempo. Lo esencial y notable es que el
cociente de sus módulos se mantiene constante para los dos cuerpos. Esta constante que
caracteriza al par de cuerpos es el resultado experimental más importante de toda la mecánica.
Si ahora tomamos un tercer, cuarto, ..., n-ésimo cuerpo y los ponemos en interacción mutua con el
cuerpo 1, tendremos, cualquiera que sea el mecanismo de interacción:
a1 a1 a1
= m31 , = m41 , ⋯ , = mn1 ,
a3 a4 an
obteniendo así las masas inerciales de esos cuerpos en unidades del cuerpo 1.
Intentando dar una interpretación a la constante m21 tomemos otra partícula 3 y hagámosla
interactuar, primero con 1 y luego con 2. Obtenemos relaciones análogas con (3)
a1 a2
= m31 = m32
a3 a3
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Es concebible imaginar que las constantes m21 , m31 , m32 sean independientes. Sin embargo, los
experimentos indican que esto sería un mal supuesto, ya que si ahora ponemos al cuerpo 3 en
interacción con el 2 observamos experimentalmente
a2 m31
= m32 = (4)
a3 m21
La última igualdad es un resultado nuevo que no se puede deducir de los anteriores. Nos indica
que la masa de un cuerpo la podemos expresar en términos de una masa m1 .
Si por «decreto» adoptamos de una vez por todas al cuerpo 1 como «unidad de masa inercial», po-
demos suprimir el índice 1 y llamar al cociente
a1
= mn (5)
an
«masa inercial del cuerpo n» (entendiéndose que es en unidades del cuerpo 1).
Obsérvese que así definida, el valor de la masa de un cuerpo es el número que mide cuantas veces
más aceleración tiene el cuerpo unidad cuando es puesto en interacción con el cuerpo dado. Ese
número dependerá por lo tanto del cuerpo unidad.
Concepto de fuerza
Ahora nos proponemos encontrar un ente que sea representativo, desde el punto de vista físico,
del proceso de interacción.
A primera vista podría tomarse directamente a la aceleración como «intensidad de interacción»,
ya que parece natural calificar una interacción como más «fuerte» cuánto mayor aceleración se
produzca en las masas interactuantes. Pero esto no sirve desde el punto de vista cuantitativo,
porque en general las aceleraciones de los cuerpos interactuantes serán diferentes entre sí y no
sabríamos cuál elegir de las dos como ente representativo.
Para resolver esta cuestión Mach procedió (en una versión moderna) como sigue: Dados dos
cuerpos que interactúan i y k, el hecho de que las aceleraciones sean de sentido opuesto y de que
para sus módulos valga ai /ak = mk /mi puede expresarse vectorialmente en la igualdad
mi 𝐚i = −mk 𝐚k (6)
Esta expresión nos permite introducir un ente que es representativo de lo que intuitivamente
entendemos por «intensidad de una interacción»; mi 𝐚i o mk 𝐚k contienen a la aceleración y es el
mismo (excepto el sentido) para las dos masas interactuantes. Este ente nos permite por lo tanto
representar en forma cuantitativa unívoca lo que entendemos por «intensidad» de la interacción.
Llamaremos al ente mi 𝐚i = 𝐅i , fuerza sobre el cuerpo i y a mk 𝐚k = 𝐅k , fuerza sobre el cuerpo k en
su interacción con el cuerpo i. Según (6) tenemos
𝐅i = −𝐅k (7)
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Observamos que cuando dos cuerpos ejercen acciones mutuas entre sí: La fuerza que actúa sobre
uno de ellos es igual y de sentido contrario a la fuerza que actúa sobre el otro. O más concisamente
como expresamos antes: las fuerzas nacen mellizas.
De inmediato se ve que ésta es la formulación matemática de la tercera ley de Newton, que
surge como consecuencia lógica de los supuestos previos y de las definiciones de masa y fuerza.
La definición de fuerza propuesta aquí permite introducir una ecuación que se puede usar en el
estudio de todos los problemas mecánicos. Para cualquier partícula de masa m podemos escri-
bir m𝐚 = 𝐅 en la forma de una ecuación vectorial diferencial de segundo orden
m𝐫̈ = 𝐅 (8)
donde 𝐅 debe ser considerada ahora como la fuerza resultante que actúa sobre la partícula, es
decir, la suma vectorial de todas las fuerzas individuales.
Este último paso constituye un supuesto adicional que se justifica por su éxito en la práctica.
Expresa la sensación de que cada fuerza actúa independientemente de las otras.
Lo anterior es un ejemplo del principio general llamado principio de superposición. Este prin-
cipio está sustentado en las observaciones experimentales. Para el caso de las masas inerciales
y las fuerzas, lo expresamos así:
Un cuerpo compuesto por varios cuerpos puntuales unidos rígidamente entre sí se comporta co-
mo un solo cuerpo de masa
m = m1 + m2 + ⋯ + mn (9)
Si un cuerpo puntual está sujeto simultáneamente a varias interacciones, cada una de intensidades
𝐅1 , 𝐅2 , ⋯ , 𝐅n , la aceleración del cuerpo será igual a la que le imprimiría una sola interacción de
intensidad
𝐅 = 𝐅1 + 𝐅2 + ⋯ + 𝐅n (10)
En particular, la acción simultánea de varias interacciones puede resultar en un efecto total nulo,
𝐅 = 𝐅1 + 𝐅2 + ⋯ + 𝐅n = 0 (11)
Esta es la condición de equilibrio para un cuerpo puntual. En este caso, el cuerpo se mantendrá con
movimiento uniforme rectilíneo o permanecerá en reposo según las condiciones iniciales.
La adición vectorial de las intensidades de interacción permite determinar la fuerza de una inte-
racción desconocida oponiéndole la fuerza de una interacción conocida hasta lograr el equilibrio.
Concluimos: Cada vez que observemos que un cuerpo está acelerado, éste necesariamente debe
estar en interacción con otro u otros cuerpos. En cambio, un cuerpo que se mueva con movimiento
rectilíneo uniforme se encontrará libre de interacciones o sujeto a varias interacciones cuya acción
resultante se anula.
La ecuación (8) se llama «ecuación de movimiento» de la partícula. La sustitución de 𝐅 en (8),
por una función particular, proporciona una ecuación vectorial diferencial.
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Si estas ecuaciones son solubles, se pueden encontrar la posición y la velocidad de la partícula
en cualquier instante respecto del sistema de referencia dado y sujetas a la existencia de ciertas
condiciones iniciales.
La relación entre masa y peso fluye fácilmente de (8). En cualquier lugar de la superficie terrestre
la aceleración de caída libre en el vacío es aproximadamente la misma para todos los cuerpos. Por
lo tanto, para dos partículas de masa m1 y m2 respectivamente obtenemos
m1 w1
= (12)
m2 w2
donde w1 y w2 son las magnitudes de los respectivos pesos. Esto justifica el uso de una balanza
para la medición de la masa. Una variante interesante de este método para demostrar la igualdad
de las masas de dos partículas es la que proporciona la máquina de Atwood.
Otra aplicación importante de la tercera ley que también se encuentra en la Mecánica de Mach es
la conservación del momentum. Consideremos el caso muy simple de dos esferas de masas
m1 y m2 que chocan con velocidades colineales iniciales 𝐮1 y 𝐮2 respectivamente. Sean 𝐯1 y 𝐯2 las
velocidades después del impacto. Designemos por el tiempo que dura el impacto y por 𝐅 (en
general variable) la fuerza con que la masa m2 actúa sobre la masa m1 en cualquier instante t de
τ
este periodo. El impulso de la fuerza durante este intervalo es ∫0 𝐅 dt y se puede demostrar
fácilmente, a partir de la ecuación (8), que el impulso es igual al cambio de momentum del cuerpo
sobre el que actúa la fuerza. Para la masa 1, tenemos
τ
∫ 𝐅 dt = m1 (𝐯1 − 𝐮1 ).
0
Ahora bien, de la tercera ley resulta que la fuerza con que m1 actúa sobre m2 durante el impacto
es −𝐅. Tenemos por lo tanto para la masa 2
τ
− ∫ 𝐅 dt = m2 (𝐯2 − 𝐮2 ).
0
8
Comparando estas dos ecuaciones se obtiene
m1 𝐮1 + m2 𝐮2 = m1 𝐯1 + m2 𝐯2 ,
el momentum total del sistema (las dos esferas) permanece constante durante el impacto.
MPQ