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Unidad 4

1 //Escenario
Escenario27
Lectura fundamental
Fundamental

Las instituciones
Etapas de un plansociales
de comunicación
y su
estratégicadentro del proyecto
influencia
civilizatorio

Contenido

1 Contextualización

2 Narrativas e infancias: perspectivas sociohistóricas desde la sociedad occidental europea

3 Cambio de paradigma: según mitad del siglo XX

Palabras clave: esencialismo cultural, tendencia naturalista-determinista (biologicista), tendencia


socioconstructivista, antropología feminista.
1. Contextualización

Los primeros estudios antropológicos sobre las infancias tuvieron una fuerte incidencia de elementos
relacionados con el biologicismo y el esencialismo cultural. Así, aportes como los de Malinowsky
(1929), Franz Boas (1911), Hirshfeld (2002) y Heather Montgomery y (2009) y David Lancy (2012)
pusieron en juego sus análisis a partir de este referente, con el propósito de avanzar en sus estudios a
partir de la reproducción de esta visión o, por lo contrario, para distanciarse de ella.

Así mismo, otro referente que incidió en los estudios antropológicos y en las ciencias sociales tuvo
que ver con su responsabilidad social (influencia académica) para adelantar sus indagaciones. Así, el
“conjunto de las ciencias sociales, entendidas como productos históricos, respondieron durante esta
época a unas agendas académicas y a unos intereses de investigación en los cuales los niños no podían
ser pensados como el centro de investigación” (Aristizábal García, 2018, p. 188).

La antropología centrada en el niño o en el campo de la antropología de la infancia, como se define al


final de la década del ochenta del siglo XX:

es producto de una acumulado de conocimiento previo y de unos debates académicos y políticos que
hicieron posible que la infancia se desplazara desde los márgenes de la literatura antropológica y se
situara en el centro de los proyectos de investigación. (Aristizábal García, 2018, p. 190)

Ahora bien, a pesar de que la observación sobre los niños, sus imaginarios y sus prácticas cotidianas
no se configuraron como el centro de atención y de los análisis antropológicos, ni mucho menos los
niños fueron considerados los principales informantes durante el siglo XIX y parte del XX, “varios
antropólogos piones como Boas y Malinowski describieron informes valiosos, aunque fragmentarios
sobre la vida de los niños en diferentes contextos culturales” (Aristizábal García, 2018, p. 188).

Diana Marcela Aristizábal García (2018), citando a Heather Montgomery (2000), señala que: “no
significó centrarse sólo en los niños, ni construir una subcultura de la sociedad donde los niños existiesen
aparte de las familias y comunidades” (p. 189). Lo que implicó para la investigación los abordajes teóricos
sobre las infancias, se centró en su aporte al proceso de comprensión sobre los estudios que establecían
los grupos familiares, esto es, a través del análisis sobre los vínculos y sus perspectivas.

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2. Narrativas e infancias: perspectivas sociohistóricas desde la sociedad
occidental europea

La tradición occidental europea tuvo, particularmente en tres pensadores, una gran influencia frente a
la comprensión de las infancias durante los siglos XIX y XX. Aristizábal García (2018) describe las tesis
de dichos pensadores y hace una relación frente a su aporte para los estudios sociales sobre los niños,
a saber, Thomas Hobbes (1992), Jacques Rousseau (1762) y Jhon Locke (1999).

Thomas Hobbes (1992), en su texto el Leviatán, plantea a lo largo de su narración que los hombres son
esencialmente malos: “es hombre es un lobo para el hombre”. En el marco del estado de naturaleza, el
cual es entendido como el estado de guerra de todos contra todos, los hombres luchan por conservar
su vida y bienestar; para ello, dado la oportunidad que tienen los mismos hombres para hacerse a los
bienes naturales, estos deben luchar para garantizar su reproductividad conservando su vida: “por
consiguiente siendo necesario, para la conservación de un hombre, aumentar su dominio sobre los
semejantes [por el cual quien tiene ataca a quien no tiene con el propósito de anticipar la posible
agresión], se le debe permitir” (Hobbes, 1992, p. 101).

Bajo esta afirmación, se hace extensiva la tesis para la comprensión de los niños; de allí, que sea
necesario establecer un conjunto de normas y una figura social y política legítima que las haga
cumplir: “los niños nacían en un estado anárquico y sin reglas, por lo que era responsabilidad de los
padres controlar los instintos, a través de la disciplina, las reglas y el control estricto” (Aristizábal García,
2018, p. 189). Ello refleja un imaginario de los niños desde una perspectiva que se puede asociar con
un referente salvaje en tanto que los niños debían estar sometidos a un régimen que les permitiera
educarse para luego integrarse al grupo social.

Desde la figura de análisis social, el símbolo que asume Tomas Hobbes para representar su idea sobre
las necesidades sociales y políticas que fuesen necesarias para garantizar el gobierno de las pasiones
de los hombres es el Leviatán, el cual es tomado del Antiguo Testamento, del libro de Job “sobre los
hijos del orgullo, y nosotros los humanos somos antes que nada movidos por nuestra vanidad, por la
vana noción que tenemos de nuestro valor; es esta, por cierto, la terca causa de la guerra generalizada
entre los hombres“ (Ribeiro, 2007, p. 25), de la “guerra de todos contra todos” (Hobbes).

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En el otro margen de las teorías sociológicas (sociología política) y su referencia a los niños se
encuentra el pensador inglés Jhon Locke (1632-1704), quien es considerado como el fundador
del empirismo moderno y el primer gran autor del liberalismo. En sus obras Ensayo sobre el
entendimiento humano de 1690 y La conducta del entendimiento de 1693, cuestionó la tesis de
Thomas Hobbes y de René Descartes; en particular indicó que el argumento de las ideas innatas
como la maldad (Thomas Hobbes) o la bondad era improcedente, en tanto que los niños nacían
como una tabula rasa, y que gracias a la educación e instrucción estos podían convertirse en seres
humanos completos y racionales, es decir, adultos.

La base del conocimiento son las ideas simples que proceden de la experiencia sensible, mientras que las
ideas complejas no son más que fusiones y combinaciones anteriores. Locke rechazó los puntos de vista
metafísicos afirmando que nada podemos saber con certeza acerca de la naturaleza esencia de las cosas
ni de la finalidad del universo (Várnagy, 2007, p. 42).

A diferencia de Thomas Hobbes, Jhon Locke (1985) sitúa el centro del poder social y político que
garantiza el contrato social en la comunidad, o en otras palabras, en la sociedad política o sociedad
civil “la sociedad se dará allí y solo allí donde cada uno de sus miembros se haya despojado de ese
poder natural, renunciando a él y poniéndolo en manos de la comunidad […] que se convierte en
arbitro” (p. 87), sobre las cuestiones que surgen en medio de las interrelaciones sociales.

Por otra parte, Jean Jacques Rousseau (1712-1778) planteó que los niños nacían inocentes, puros y
buenos, pero a partir de su relación con la sociedad y su experiencia en el mundo que los humanos
aprendían la maldad y eran corrompidos (Aristizábal García, 2018).

Cuatro textos de Rosseau, El discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres de 1755,
El contrato social o los principios del derecho político de 1999, Emilio, o De la educación de 1972 y
Confesiones de 1719, plantean un análisis sociológico sobre el tema del estado de naturaleza, pero a
su vez, proyecta la visión sobre el hombre que vive en proceso contractual. Como lo indica Rousseau
(1762) no basta con hacer un paso social hacia un pacto social desde la visión institucional-legal, sino
que se debe educar al hombre para que consolide y reproduzca la visión contractual que garantice la
conversación de la comunidad política y social, o en términos como lo entiende Rousseau: el pueblo.
Siendo así, Alejandra Ciriza (2007) afirma:

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El acto por el cual un pueblo es un pueblo no solo implica el transito del estadio de la guerra de
todos contra todos a la constitución de la sociedad, sino una operación que transforma al hombre
en ciudadano. Del mismo modo que por la aceptación del orden de la ley el niño ingresa en el orden
humano, el orden del contrato implica un conjunto de operaciones a través de las cuales el sujeto
renuncia al instinto, a la posesión producto de la fuerza, a sus intereses particulares, en beneficio de
la racionalidad, el derecho, la propiedad, la libertad general, y no solo el apetito como límite de lo que
pudiera desear. (p. 91)

Desde este contexto, Hobbes (1992), Locke (1999) y Rousseau (1762) ilustran la forma como la
sociedad occidental europea durante los siglos XVII y XVIII empieza a percibir a los niños. Estos
iniciaron un proceso de comprensión desde una postura diferenciadora en relación con los adultos,
es decir, se planteó la niñez como una etapa distinta a la adultez; ante ello, comenzaron a pensarse las
características de los niños teniendo en cuenta lo físico, emocional, intelectual y lo moral.

A lo largo de los siglos XIX y XX hubo un cambio significativo frente a los estudios de las infancias, a
saber: el Estado redefinió su interés frente a los niños. Esto tuvo como causa directa la emergencia
de diversos estudios sobre los niños de múltiples ciencias, disciplinas y campos temáticos: el
mercado, la economía, el mercado, las políticas públicas, la psicología, la pedagogía, la medicina y la
antropología. Esta situación se explica a partir de referentes de coyuntura sociohistórica: la lucha
contra la reducción de la mortalidad infantil efecto de la desnutrición y las enfermedades, la oposición
para eliminar el trabajo infantil, creación de lugares de educación y cuidado de las infancias (auspicios,
escuelas y hogares) y, en particular, la Declaración de los Derechos de los Niños en 1924 con toda su
influencia en el marco del periodo entreguerras (Aristizábal García, 2018).

En medio de este contexto de efervescencia por el impulso social y político para abordar los
estudios de los niños, la antropología ocupó un lugar relevante. Aristizábal García (2018), citando a
Charles Darwin, describe cómo los primeros referentes sobre las infancias provinieron de la biología
y la psicología:

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A finales del siglo XIX, la antropología como naciente disciplina, estuvo fuertemente influenciada
por varios saberes, especialmente la biología y la psicología, que se convirtieron en la base para sus
posteriores desarrollos teóricos sobre la infancia. La teoría evolucionista de Charles Darwin (1859) y sus
estudios científicos sobre la infancia impulsaron el interés de otros científicos y médicos en estudiar el
desarrollo físico, intelectual y moral de los niños. En su libro “Bosquejo biográfico de un niño” (1877),
Darwin reflexionó sobre sus postulados evolucionistas con relación a la observación sistemática de sus
propios hijos y planteó varias ideas sobre los patrones de crecimiento físico, en términos de una serie
de categorías en conexión con la edad: acciones reflejo, visión, movimiento, afección, razón y sentido
moral. Un ejemplo de sus observaciones es la siguiente: “es sorprendente cómo lentamente él adquiere
el poder de seguir con sus ojos un objeto que se mueve, esto no lo podía hacer bien a los siete meses y
medio de nacido. (p. 190)

Estudios complementarios entre biología (visión evolucionista) y psicología (desarrollo emocional y personal)
permitieron a la antropología no solo avanzar en los análisis sobre la infancia, sino que proporcionaron
herramientas conceptuales y prácticas para entender la dinámica cultural en el espacio social y la
propia evolución de la especie humana.

A su vez, Aristizábal García (2018), citando a Montgomery y Woodhead (2003), indica que psicólogos
como Wilhelm Preyer, Stanley Hall y Arnold Gesell utilizan como método de investigación la
observación sistemática de los niños, para lograr así profundizar los conocimientos sobre el
comportamiento infantil, sus patrones y formas de relacionamiento entre sí mismos y con los
adultos. En un contexto básicamente urbano, mediado por los procesos de industrialización, las
exigencias sociales frente al estudio de los niños se centró en la búsqueda de evidencias científicas
que soportaran los debates legislativos frente a las etapas de la infancia y sus posibilidades de trabajo
(en fábricas), las edades de escolarización y permanencia en la escuela, los vínculos sociales como los
matrimonios, la responsabilidad penal civil y las posibilidades como ciudadano, en particular, bajo la
referencia al voto (Kehily, 2008).

En síntesis, bajo este condicionamiento las ciencias sociales en general orientadas por la preminencia
del paradigma positivista asumieron la comprensión de la sociedad desde elementos empíricos. A su
vez, en lo que respecta al caso de la antropología desde sus estudios sobre la infancia, esta perspectiva
centró su análisis desde estudios centrados desde la perspectiva relacional, esto es, desde las
relaciones de parentesco, las pautas de crianza, el juego y la construcción de vínculos con los adultos.
Todo esto estaba determinado, como se indicó anteriormente, bajo la figura de los niños y su nuevo
lugar dentro de los procesos históricos matizados por el desarrollo-consolidación del capitalismo y la
configuración de la sociedad occidental.

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3. Cambio de paradigma: según mitad del siglo XX

Varios de los temas que son objeto de indagación por medio de las investigaciones etnográficas y
que han superado los referentes conceptuales vinculados con la familia, la crianza, el parentesco
y la vida primitiva, han influido directamente en el robustecimiento de los estudios antropológicos
dirigidos sobre las infancias. Así, la agenda de la antropología se cierne sobre asuntos asociados con
las prácticas escolares, consumo, trabajo infantil, enfermedad infantil, niños en la guerra, entre otros
(Aristizábal García, 2018).

Así, los niños son apreciados por los antropólogos como primeros informantes sobre las dinámicas
propias de la realidad social. Los acercamientos ya no pasan por los análisis relacionales (familia,
pautas de crianza, etc.), como lo fueron durante la primera fase de los estudios de la infancia en el
paradigma de la sociedad occidental; ahora, la nueva mirada permite observar a los niños como
fuente directa de información; ello se origina frente a la visión que se tiene sobre los niños
desde los procesos de agenciamiento y reconocimiento social de los cuales gozan los niños,
particularmente, a partir del siglo XX.

Aristizábal García (2018), citando a Goodman (1957), frente a sus investigaciones con método
comparado logró determinar que ellos (los niños) logran decirnos de forma directa y sin retrospectiva:

lo que es su cultura a través de sus ojos, o lo que la niñez es a través de sus percepciones sobre la
sociedad y la cultura. El concepto de niño como informante no es nuevo, aunque rara vez se ha
explicitado y se ha utilizado mínimamente. (p. 197)

A su vez, la antropóloga británica Charlotte Hardman (1973) plantea una fuerte crítica a la nueva
visión, en tanto que, según lo argumenta en sus indagaciones, las visiones sobre las infancias seguían
siendo excesivamente adultocéntricas; si bien, la información que se originaba como producto de las
investigaciones tenía como protagonista a los niños, los estudios reproducían la excesiva dependencia
de los infantes sobre los adultos.

Este renovado interés y potencia que sufrieron los estudios antropológicos tuvieron como factores de
incidencia: “disciplina histórica a través del trabajo inaugural de Phillipe Ariès, los estudios feministas,
el nuevo paradigma de la sociología de la infancia y, por supuesto, los debates políticos, producto de la
Convención de los Derechos del Niño en 1989” (Aristizábal García, 2018, p. 196).

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Los estudios de Phillipe Ariès (1987) evidenciaron que la infancia no podía ser entendida
exclusivamente desde un referente biológico. Por lo contario, era necesario ampliar la visión y situar
los análisis desde la perspectiva sociohistórica, lo que permitía hacer análisis de larga duración. Phillipe
Ariès afirmó que, si bien existían elementos naturales que podían explicar el desarrollo de las infancias,
estos no podían ser los únicos fundamentos tanto epistemológicos como metodológicos para
observar a los niños. Era necesario así plantear un análisis vinculado con la sociedad y la historia.

Por otra parte, los estudios antropológicos sobre las infancias recibieron una influencia especial de las
tendencias feministas, las cuales desde distintas ópticas y enfoques provocaron análisis significativos.
Kelly Hardman (1973), citada por Aristizábal García (2018), explica que:

Para llamar la atención sobre los modos en que las mujeres y los niños habían sido construidos y
entendidos de manera similar en la antropología y cómo el estudio de los mundos femeninos y las
relaciones de género podían ayudar a comprender las experiencias de los niños. Para Hardman, las
discusiones que se dieron desde la antropología feminista durante las décadas de los sesenta y setenta
en las que se argumentaba la necesidad de incluir a las mujeres y a sus voces en las descripciones
etnográficas y en la teoría antropológica, se estaban produciendo de manera similar en los setenta y
ochenta con respecto a los niños. (p. 199)

A diferencia de estos primeros enfoques, la antropología feminista que se desarrolló luego de la


década de los ochenta del siglo XX mantuvo un compromiso más amplio con las indagaciones sobre
las infancias desde ópticas diversas superando así las visiones asociadas únicamente con la maternidad.
Así mismo, la antropología de la infancia ha llevado a proponer la infancia como una categoría
fundamental también para los estudios feministas, pues “si bien el género es para la mayoría de los
individuos una identidad y la infancia es por definición un estado temporal y de transición, reconocer
que es temporal no significa devaluarlo” (Woodhead, 2009, citado por Aristizábal García, 2018, p. 200).

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Referencias
Aristizábal García, D. M. (2018). Perspectivas y trayectorias teóricas de la Antropología de la infancia.
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v5n9

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Várnagy, T. (2007). El pensamiento político de John Locke y el surgimiento del liberalismo. En


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Latinoamericano de Ciencias Sociales; Departamento de Ciencias Politicas, Faculdade de Filosofia
Letras e Ciencias Humanas.

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INFORMACIÓN TÉCNICA

Módulo: Estudios sociales de la infancia


Unidad 4: Los estudios antropológicos y su aporte a la
comprensión de las infancias durante los siglos XIX y XX
Escenario 7: Redes de significado, prácticas y rituales en las
infancias

Autor: Camilo Arturo Contreras Tiguaque

Asesor Pedagógico: Jessica Katherin Pinzón Arias


Diseñador Gráfico: Carlos Enrique Bermúdez Andrade

Este material pertenece al Politécnico Grancolombiano.


Prohibida su reproducción total o parcial.

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