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LA POSADA

Alguien pasea por las calles de su ciudad. Todo le parece familiar aquí, y una sensación de
seguridad lo acompaña, y también de leve tristeza. Porque muchas cosas mantuvieron su
secreto ante él, y una y otra vez se encontró con puertas cerradas. A veces hubiera querido
dejarlo todo y marcharse, lejos de aquí. Pero algo lo sujetaba, como si estuviera luchando
contra un desconocido y no pudiera separarse de él antes de conseguir su bendición. Y así
se siente prisionero entre ir hacia adelante e ir hacia atrás, entre marcharse o permanecer.
El hombre llega a un parque y se sienta en un banco. Se apoya contra el respaldo, respira
profundamente y cierra los ojos. Deja estar la larga lucha, se fía de su fuerza interior, siente
que se va calmando y entregando, como una caña al aire, en armonía con la variedad, el
vasto espacio, el largo tiempo.
Se ve a sí mismo como una casa abierta. Quien quiera entrar, puede venir; y todo el que
llega, trae algo, se queda un rato y luego se va. De esta manera, en esta casa hay un
continuo venir, traer, permanecer y partir. El que llega nuevo y trae algo nuevo, envejece
mientras permanece, y finalmente vendrá el tiempo de su partida. También llegan muchos
desconocidos a su casa, que durante mucho tiempo estaban olvidados o excluidos, y
también ellos traen algo, se quedan un rato y luego se van. Y también llegan los gamberros,
a quienes preferiría prohibirles la entrada, y también ellos aportan algo, encuentran su
lugar, se quedan un rato y vuelven a partir. Todo el que tiene su lugar, también tiene su
límite. Todo el que quiera algo, también tiene que acomodarse. Todo el que haya venido,
puede desarrollarse mientras permanezca. Él llegó porque otros se fueron, y se irán cuando
otros vengan. Así en esta casa hay tiempo y espacio suficiente para todos.
Estando así sentado, se siente a gusto en su casa, sabiéndose unido a todos los que vinieron
y vienen, aportaron y aportan, permanecieron y permanecen, partieron y parten. Aquello
que antes estaba inacabado, ahora le parece completo; percibe que una lucha se termina y
que se hace posible la despedida. Aun espera el momento justo. Después, abre los ojos,
echa una última mirada a su alrededor, se levanta y se va.

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