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La elegía romana se caracteriza por la exaltación de los sentimientos personales del autor.

El tema del amor resulta uno de los más recurrentes, se ensalza la experiencia de compartir

con el amante y se sufre intensamente cuando la relación acaba. Es por esta razón que, tanto

la dicha como la desgracia del amor, son expresados por el poeta.

En este apartado teórico se recopilan elementos sobre el origen y características de

la poesía elegíaca latina, ya que será fundamental para el desarrollo del artículo comprender

qué es y cuáles tópicos se desarrollan en ella. 

Según Pestano-Fariña (2005) en su artículo La elegía latina. Origen y

caracterización, “la elegía representa especialmente el período clásico de la Literatura

Latina porque ilustra la originalidad literaria de Roma” (p. 233); a pesar la innovación que

representa esta literatura, es evidente la influencia del mundo griego. 

Resulta interesante el hecho de que los elegíacos romanos no ocultaron este vínculo,

ya que -a pesar de que siguieron modelos helenísticos-, no copiaron sus temas ni

perspectivas al abordar la poesía:

Sin duda, la elegía latina, desde un punto de vista retórico, recoge el testigo de la alejandrina y emula
su esquema, su arquitectura. [...] Pero aun así la elegía latina se diferencia claramente y se
singulariza respecto a aquélla. Mientras la elegía alejandrina poseía, en general, carácter etiológico y
erudito, y asumía, en definitiva, una perspectiva objetiva, la elegía latina, en cambio, se vinculaba
especialmente al componente subjetivo, a la expresión de los sentimientos individuales. (Pestano-
Fariña, 2005, p. 233)

Como se evidencia en la cita, la originalidad de los poetas romanos reside en que,

lejos de demostrar objetividad y erudición en sus versos, se enfocaron en exteriorizar

elementos completamente subjetivos como las emociones y las pasiones producto de una

vida de disfrute. Esta inclinación por lo subjetividad es, sin duda, la característica más

determinante de la elegía latina. Sin embargo, posee otras particularidades, que,

igualmente siguen el estilo alejandrino:

La elegía latina asume, sin duda, su especial carácter a partir de la inserción y ampliación de temas
epigramáticos. [...] la estructura de la elegía latina responde a la combinación de distintos géneros
literarios —epigrama, epilio, elegía helenística, comedia, tragedia...— y a los influjos literarios más
dispares. (Pestano-Fariña, 2005, p. 234)

Este rasgo dota de gran riqueza y diversidad la poesía latina. Por otra parte, resulta

importante rescatar que las elegías también heredan características de la poesía neotérica,

especialmente de Catulo (su mayor representante), como se evidencia a continuación:

La influencia neotérica determinante es la de Catulo, que refleja en su obra elementos formales y


estructurales típicos de la elegía augústea. Catulo, sin duda, había elaborado una considerable
producción epigramática en dísticos elegíacos, que, en muchos aspectos, continuaba la tradición del
epigrama erótico alejandrino.  (Pestano-Fariña, 2005, p. 234)

Según Cardigni (2005) en su artículo Recursos cómicos en la elegía erótica

romana la elegía romana “tradicionalmente ha sido leída como la expresión del lamento

del amor, y así se han tomado literalmente las quejas y dolores de los elegiaco” (p.2). La

elegía latina se caracteriza por mostrar de manera muy explícita las experiencias de los

elegíacos, principalmente hombres que profundizaban en cada uno de los aspectos

emocionales de sus vidas.

         Con el pasar de los años este género fue objeto de conceptualizaciones muy

variadas, esto debido a la gran diversidad temática. Como ejemplo de ello se presenta la

concepción oscura que se le atribuye debido a su origen fúnebre, sin embargo, los

elegíacos se han encargado de redefinir el género a través del recorrido por cada uno de

los efectos del amor:

La naturaleza de los versos que escribían y la visión de mundo que proponían no era considerada
respetable por muchos de sus contemporáneos, puesto que el tema principal de la elegía no era la
guerra, ni la política, ni la religión, sino el amor. Esto último llevó a que el poeta realizara, al
comenzar sus poemas, la recusiato, o en forma más leve la apologia, sección en la cual se disculpaba
y se justificaba por escribir sobre un tema banal como era el amor. (Cardigni, 2005, p. 3)

         Esta falta de prestigio que atravesó la elegía se debe a que en ella no se desarrollan

temas sociales, no se describen las injusticias ni se fomentan lo valores de la Roma del

momento, sino que en muchos casos se rompe con esa idealización, mediante la narración

y exaltación de comportamientos contrarios a los esperados: “en la elegía, la mujer es el


verdadero y oficial poder reinante al cual el elegíaco se somete” (Cardigni, 2005, p. 4).

Como se demuestra en esta cita, la elegía plantea una realidad alterna a la que el poeta está

expuesto, en ella la mujer desempeña un papel muy distinto al que ejerce en la sociedad.

No es sometida al hombre, más bien, en los poemas es el centro de la creación, es gracias a

ella que los poetas pueden expresar su condición desesperada.

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Este himno se caracteriza por relatar de forma muy explícita la dualidad del

campo/ciudad, a través de esta comparación se evidencia la exaltación de la vida en el

campo y el privilegio de la riqueza natural. Ya desde las primeras líneas el autor muestra

una pintura de este lugar idealizado:  “Costa Rica es mi patria querida, vergel bello de

aromas y flores cuyo suelo de verdes colores densos ramos de flores vertió” (Gutiérrez,

1862). En ellas se hace una descripción de la naturaleza encantadora, de ese espacio

paradisíaco que amerita toda la apreciación.

         Es mediante esta detallada narración que el himno profundiza en la capacidad del

campo para despertar los sentidos y la vivacidad de quien habite en él:” Desde el exterior,

junto a una patina de exotismo, el mundo rural es visto como una realidad positiva para el

hombre, dado que permite no solo subsistir, sino solo disfrutar de la belleza del paisaje, de

lo peculiar de su clima, vivir en paz y alejado de tráfago...” (Acín, 2011, p. 94). El campo

es la representación de la vitalidad, del único lugar donde el hombre puede ser realmente

feliz, comúnmente se desarrolla la realidad del hombre dichoso que escapa del bullicio de

la ciudad para adentrarse en las maravillas de la naturaleza que lo rodea, es por esto que

constantemente se glorifica mediante el detalle colorido: “Yo no envidio los goces de

Europa, la grandeza que en ella se encierra; es mil veces más bella mi tierra con su palma,
su brisa y su sol” (Gutiérrez, 1862). En este fragmento se plasma la condición de ese

hombre pleno que disfruta su día a día y que no desea nada más que la fascinante realidad

que vive. De igual forma, rechaza la imagen de la ciudad perfecta, que es más grande y

evolucionada para muchos, y toma esas características y las ubica en el contexto rural, en

donde la grandeza tiene otro significado. 

Este himno posee una un carácter emocional marcado, su letra constantemente hace

referencia a la gracia que produce el campo en el hombre. Es importante apuntar los

distintos saltos en el tiempo que se relatan de forma breve pero penetrante: “A la sombra

nací de tu palma, tu sabana corrí siendo niño, y por eso mi tierno cariño cultivaste por

siempre mejor.  La defiendo, la quiero la adoro, y por ella mi vida daría, siempre libre

ostentando alegría de sus hijos será la ilusión” (Gutiérrez, 1862). En este fragmento se

demuestra el impacto que produce el campo, la vida que se ensalza está impregnada de

recuerdos ligados al disfrute de la naturaleza. Una etapa donde el hombre generó un

vínculo inmortal que hasta el presente llena sus días de gratitud:

Anteriormente se señalaba un poco implícitamente que la nostalgia por la patria sólo


se puede sentir estando distante (bien sea en tiempo o en espacio) de ella, pues si
estando en ella se sintiese el influjo de la nostalgia se puede asegurar que ésta no es
propiamente de la patria, sino de un momento particular vivido en ella y que por una
u otra razón no se puede volver a vivir, es decir, simbólicamente es una nostalgia de
otra patria diferente a la del momento actual que ha devenido diferente por el paso
del tiempo. (Muñoz-Ocampo, 2013, p. 27)

Esas dos narraciones del presente y del pasado se relatan de forma afectuosa, no hay

una evasión o crítica del presente, sino que este se utiliza como muestra de que el espacio

rural siempre es y será formidable. Esa Patria que se describe está repleta de buenos

momentos, en donde el entorno desempeña el papel más importante en la integridad del

hombre. Esta idea de perfección sugiere una visión del campo como el único lugar donde

cada una de las horas ofrece la posibilidad de una existencia inmejorable.

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