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David Garrido Navarro

LOS CAMINOS DE LA FUERZA

episodio 2º: LA FORJA DE UN SITH

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para ti, Miguel, que has sido mi Fuerza todos estos años

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Capítulo 18

Se mueve como un fantasma aparentemente a la deriva por el espacio. Sumergida

en la oscuridad cósmica, no hay ojo que pueda verla ni radar que pueda detectarla.

Viaja por la galaxia llevando en su interior una colonia entera de miles, incluso

millones de seres entregados a su cuidado y con el objetivo de fecundar nuevos

mundos donde crear nuevas colonias para esparcirse por el universo infinito, de un

planeta a otro, de una estrella a otra, de una galaxia a otra. Son los yuuzhan vong, que

en su extraña y gutural lengua significa literalmente “carne viva”; una carne viva que

ellos adoran como a un dios, a la que cultivan y de la que se alimentan. Una carne

viva a la que modelan para crear sus Koros-Strohna, “naves-madre”, que son en

realidad seres vivos en sí mismos, en cuyo interior nacerá una nueva generación

yuuzhun vong dispuestos a colonizar más mundos. Mundos donde poder cultivar el

vong, ese extraño tejido orgánico que regurgitan de unas glándulas situadas cerca del

estómago y que luego plantarán en un suelo fértil hasta que se desarrollen lo

necesario. Una vez maduro, el tejido se recolecta y se lleva a los moldeadores,

quienes construyen otro de esos seres vivos gigantes a los que los yuuzahn vong

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llaman madre y que una vez terminado, se elevara del suelo, saldrá de la atmósfera de

su planeta de origen y comenzará su eterna odisea, en busca de carne viva de la que

alimentarse y de mundos a los que “fecundar”.

Poco más se sabe en realidad de esta extraña especie descubierta en la Zona

Salvaje por un a flota mandaloriana durante la Guerra Civil Galáctica. Su carácter

virulento y su férrea estructura social en forma de colonias diseminadas por el

espacio -divididas éstas en diferentes castas: los cultivadores, los moldeadores, los

guerreros, los cazadores...- los acerca más a otras especies de animales poco

evolucionados de la galaxia que a cualquiera de las llamadas “razas inteligentes”. Por

esta razón resulta del todo imposible negociar o incluso dialogar con ellos, ya que

solo responden a un instinto fuertemente marcado en su código genético: crecer y

multiplicarse por el espacio.

Se entró en contacto con ellos muchos años antes de la caída del Imperio, pero no

resultaron un problema real hasta bien terminada la Guerra, cuando sus primeras

naves-madre arrasaron varios satélites y planetas cerca del borde exterior. Estas

Koros-Strohna, o “nidos” como las llaman los borg, crecen de tamaño al ser

alimentadas por la colonia con carne animal y, mientras lo hacen, de sus paredes van

surgiendo más y más vainas, dentro de las cuales se gestan nuevos individuos. Se han

llegado a documentar naves del tamaño de satélites o planetoides, e incluso más

grandes, en cuyo interior podrían albergar colonias de decenas y decenas de millones

de individuos. Sin embargo, y a pesar del descomunal tamaño que pueden llegar a

alcanzar, lo que hace que estas naves sean tan temidas y peligrosas es el hecho de que

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pasen inadvertidas ante cualquier tipo de radar o localizador espacial. Esto se debe en

parte a que en realidad estas naves son organismos vivos que se mueven por el

espacio como un depredador en busca de alimento, o de un lugar donde crear una

nueva colonia. Se desconoce que tipo de sensores utilizan estos organismos, pero lo

cierto es que son capaces de detectar planetas o lunas que albergan vida, “carne viva”

como ellos la llaman, y poner rumbo hacia ellos. El nido se detendrá justo en el límite

gravitacional del planeta o satélite que va a ser fecundado y a continuación soltarán

unos organismos vivos a los que llaman “dovin basal”, unas masas de tejido orgánico

de forma irregularmente esférica generadas en el interior de la nave-madre y cuyo

tamaño dependerá del tamaño de ésta. Su impacto es devastador, pues además de

causar estragos similares a los de una lluvia de asteorides, estos dovin basals generan

graves perturbaciones gravitatorias y electromagnéticas, dejando a los mundos que

sufren sus ataques completamente indefensos. Pasado un tiempo, los dovin basals

dejan paso a la invasión de los yorik-strohna, unos extraños vehículos voladores

hechos de coral de yorik en donde las hordas yuuzhan son transportadas desde la

“nave-madre” hasta el suelo del planeta a colonizar. Una vez en tierra, su objetivos

serán la contrucción de colonias y nidos y la caza de todo ser vivo que pueble dicho

planeta, que les servirá de alimento tanto ellos como a los nuevos koros-strohna que

moldearan con el vong cultivado en su nuevo mundo recién conquistado.

La conmoción de sus primeros ataques fue enorme, causando terror y repulsión a

partes iguales en todos y cada uno de los mundos vinculados a la Liga. Sin embargo,

lo que en un principio resultó la mayor baza de estos seres, el carácter biológico de

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sus “nidos” que los hacía virtualmente indetectables, se convirtió en su mayor

debilidad al encontrarse con los Jedis, quienes no tenían dificultad para captar las

alteraciones en la Fuerza que causaban estas naves al tratarse de organismos vivos.

Así pues, primero el maestro Skywalker y aún mas el maestro Solo, detuvieron su

avance destruyendo todos los nidos y colonias cercanos al borde exterior. Al mismo

tiempo, los antiguos esclavos cyborgs comenzaban a pujar por el control de los

Territorios Salvajes. Éstos, debido a su naturaleza mitad mecánica y mitad biológica,

representaban para los yuuzhan una repulsiva ofensa, pues les resultaba del todo

imposible alimentarse a sí mismos o a sus naves con ellos: sus “estómagos” no

podían procesar sus partes sintéticas o inorgánicas y al intentar digerirlas, tanto los

yuuzhan como sus “naves-madre” se envenenaban y morían. Esto, unido a la

limpieza de todo rastro yuuzhan vong llevada a cabo por los primeros Señores de la

Guerra borg, dio como resultado su casi completo exterminio en esta zona de la

galaxia, obligándolos a buscar alimento y mundos que “fecundar” en el espacio

profundo.

Sin embargo, alguien sensible a la Fuerza todavía podría encontrar el rastro de

alguno de sus nidos deambulando por los lugares más recónditos de la Zona Salvaje,

en los limites del universo conocido. Debería saber donde buscar y podría seguir ese

rastro, pero con suma cautela, pues de igual forma el nido podría también captar su

presencia y entonces lo engulliría, como un pez gigante engulle a uno más chico. Y

de esta forma todo ser vivo dentro de la nave capturada estaría condenado. ¿Todo ser

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vivo? Si, ¿o es que acaso alguien podría sobrevivir dentro de un nido yuuzhan vong?

Trey-Jeng Solo, junto con un pelotón de la Guardia de Endor, lo hizo una vez.

Mataron un nido desde dentro. Era un nido pequeño, no más grande que un crucero,

que cobijaba a una colonia de unos cien individuos. Y aún así no fue nada fácil. Pero

ahora el rastro es mucho más intenso. La perturbación en la Fuerza es grande, y el

Interceptor sigue su estela. Viaja solo y mientras lo hace calcula el tamaño de la nave

que persigue y el número de individuos que puede albergar en su interior. Debe de ser

un nido grande, aproximadamente del tamaño de un superdestructor, quizá más, lo

que significa miles y miles de individuos dentro. Es una maniobra arriesgada, pero no

tiene miedo. Nunca ha tenido miedo; no desde que el Padre Oscuro lo aceptó como

hijo suyo. Él le enseñó otro camino, el que lo convirtió en lo que es ahora. Por eso no

tiene miedo y sabe que nunca más en su vida volverá a tenerlo. Entonces recuerda...

Era una mañana clara de la estación cálida. Se había despertado al alba, como

todas las mañana, y tras desayunar un par de piezas de fruta había salido al jardín

trasero del Palacio, donde lo esperaba su tío. Éste se hallaba sentado en el suelo del

porche, con las piernas cruzadas y los ojos cerrados. Él lo acompañó y ambos

estuvieron así, sentados el uno al lado del otro y en completo silencio, durante más de

veinte minutos. Después, el Gran Maestro, se levantó y con una sonrisa le dijo

“Vamos”. Y ambos salieron al patio y comenzaron sus ejercicios rutinarios.

Las primeras dos horas estaban dedicadas al trabajo físico: elasticidad y

resistencia. Estiramiento, carreras, saltos y algunos ejercicios, los menos, destinados a

aumentar su fuerza física. Después había una parada para reponer fuerzas. Comían

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más fruta, bebían agua fresca y acto seguido comenzaban los ejercicios psíquicos. Él

los odiaba, se sentía frustrado al ver que era incapaz de mover los objetos que su tío

colocaba a su alrededor. Éste se armaba de paciencia y no dejaba de hablarle para

tranquilizarlo y para que se concentrara, pero todo era inútil: los objetos nunca se

movían ni lo más mínimo. Y así, después de algún que otro berrinche por su parte, la

siguiente hora terminaba con ambos sentados de nuevo en el suelo y meditando en

silencio. Luego, con él ya más calmado, el Gran Maestro volvía a ponerse en pie,

sacaba de una caja de madera un sable de color azul y se lo entregaba. Empezaban

entonces la clase de esgrima y lucha con sable. Era su clase favorita y ponía en ella

todo su esmero. Aún así, y a pesar de que nadie podía negar que tenía una voluntad de

hierro y un entusiasmo a prueba de bomba, sus habilidades eran limitadas y ciertos

movimientos le resultaban del todo imposibles. No obstante se esforzaba mucho y su

tío se lo agradecía siempre felicitándolo con una sonrisa.

Pero aquel día en concreto fue diferente. Durante los ejercicios mentales, se

hallaba inmerso en otra de sus habituales barraqueras al no poder mover unas piezas

de fruta que su tío había dispersado sobre la mesa del porche. Éste intentaba

consolarlo, pero él, hundiendo su cara entre sus manos, no dejaba de llorar y llorar.

Entonces ocurrió algo: de repente las frutas comenzaron a elevarse de la mesa. Y no

una, sino todas ellas a la vez. Y a continuación comenzaron a dar vueltas y vueltas

cada vez más rápido ante las miradas atónitas de ambos. Tras varios segundos

girando a toda velocidad, las frutas se quedaron suspendidas en el aire y tras reunirlas

todas, estas fueron de nuevo depositadas sobre la bandeja que había en la mesa. Su tío

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se levantó de la silla y salió al jardín. Allí estaba su hermano pequeño, de a penas

cuatro años, que lo miraba sonriendo.

-Hazlo otra vez, Trey-Jeng, pero esta vez intenta levantarme a mí.

Su hermano, sin dejar de sonreír, cerró los ojos y levantó su minúsculo brazo

derecho, y a continuación su tío comenzó a elevarse del suelo muy despacio.

Entonces recordó perfectamente su reacción: se puso de pie, volcó la mesa del porche

y salió corriendo a perderse entre los árboles del jardín mientras oía a su tío que le

gritaba: ¡Kaneyi, Kaneyi, Kaneyi!

Kaneyi, un nombre que ahora no significa nada para él. Un nombre que murió con

el niño miserable que era y que fue enterrado hacía ya muchos años. Del mismo

modo que su pasado, enterrando capítulo tras capítulo.

Aquella tarde fue su madre quien lo encontró subido a un árbol. Su padre estaba

fuera, dirigiendo un convoy comercial y llegaría al día siguiente. Él no le hubiera

consentido aquel desplante, y menos haber desaparecido durante todo el día,

ausentándose incluso durante la comida. Estuvo escondido en el jardín al menos una

hora y luego, cuando su tío fue a buscarlo, se escabulló y salió del Palacio para

perderse en el bosque. Y allí estuvo hasta casi la hora de la cena, deambulando sin

rumbo por caminos poco o nada transitados y escondiéndose de todos, en especial de

sí mismo. Fue un día aciago y muy triste, porque fue entonces cuando tuvo claro lo

que habría de pasar. Tuvo sentimientos encontrados hacia su hermano, sentimientos

de amor y de odio a partes iguales, y en ese momento su cabeza se bloqueó. Luego

estuvo llorando acurrucado entre la maleza y así se quedó dormido. Cuando despertó,

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la tarde estaba cayendo. Tenía hambre y sed, así que puso rumbo a casa de nuevo con

la sensación de que ya nada volvería a ser como antes. Se escurrió entre la guardia y

llegó al jardín trasero del Palacio. Buscó un árbol frondoso y se subió a una de sus

ramas a meditar. Fue allí donde lo encontró su madre. Lo andaban buscando todo el

día y por eso esperaba una fuerte regañina por su parte pero, sorprendentemente, no

la hubo. No, en absoluto, su madre se dirigió a él con tono tranquilo y pausado.

Todavía sus palabras resuenan en su cabeza:

-Vamos, hijo, baja de ahí, la cena está preparada.

-¿Estás enfadada, madre?

-Me he preocupado bastante, pero no, no estoy enfadada. Venga baja, todos te

estamos esperando.

Su madre, que ahora revivía en sus recuerdos pero que formaba parte también de

ese pasado muerto y enterrado. Se dijo a sí mismo que no, que nunca más volvería a

desenterrarla. Y entonces apretó con fuerza una trenza que colgaba de su mano

derecha y pensó en ella, en cuando la tuvo delante por última vez, hacía tan solo unos

días. El último de los soles que iluminaba Tatooine se ponía y ella miraba desde el

balcón los inmensos Bancos de Arena de B'omarr que se extendían bajo sus pies. Lo

había presentido y esperaba paciente que él la encontrara, como así fue. Él se deshizo

sin ninguna dificultad de los guardias que protegían el Monasterio, abrió la puerta y

subió las escaleras. Cuando salió al balcón, su madre le dijo sin tan siquiera girarse:

-Hola, hijo, te estaba esperando.

-Hola, madre, lo sé, sé que me esperabas.

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Entonces dio media vuelta y pudo ver su cara. Las arrugas marcaban un rostro

compungido que luchaba por controlar unos sentimientos que bullían en su interior.

Pero aún así seguía siendo hermosa, y demostraba una entereza admirable.

-¿Estás enfadada, madre?

-No, estoy casi muerta por dentro pero no, no estoy enfadada. He vuelto a sentir

ese viejo dolor que enterré hace mucho, ese dolor que me atravesó cuando te perdí,

hace tantos y tantos años... Pero no, no estoy enfadada.

Los ojos de su madre se inundaron de lagrimas y estás comenzaron a caer por sus

mejillas. Él encendió su sable de luz y caminó hacia ella.

-Antes de que termines con ésto, quiero pedirte una cosa: por favor déjame ver tu

cara.

Entonces él se quitó la mascara y mostró su rostro bajo la luz de las estrellas.

-Kaneyi, mi hijo -su madre se acercó a él y tocó su mejilla con su mano derecha-

es cierto que eres tú...

Y a continuación él cerró los ojos y le atravesó el abdomen con su sable de luz.

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1ª Parte:

La ciudad entre ceniza

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Capítulo 19

Despertó sumergido en un charco de sudor, con las sábanas amarillentas y

empapadas pegadas a su cuerpo. Se incorporó para quedar sentado con los pies

colgando del borde del colchón. Se sentía desorientado y la cabeza, aunque no le

dolía, le pesaba como si su cráneo estuviera hecho de granito. Respiró hondo y tras

medio minuto intentando ordenar su mente, decidió ponerse de pie. Sintió entonces

mareo e incluso náuseas, pero logró mantenerse erguido en todo momento. Pasados

unos segundos, el dormitorio dejó de girar a su alrededor y entonces echó a andar

despacio hacia la puerta.

Cuando llegó al salón, se encontró con la figura del maestro Luke Skywalker que,

de espaladas a él y recortada sobre el gran ventanal que ocupaba casi toda la pared de

en frente, observaba la ciudad en ruinas bajo los primeros rayos del Ibleam. Éste,

nada más sentir su presencia, dio media vuelta y saludó a Dirk.

-Buenos días, comandante, ¿te encuentras mejor?

Dirk Calrissian pudo ver entonces que el viejo maestro jedi llevaba lo que parecía

una trenza de pelo humano colgando de su mano derecha. Luke, a su vez, se dio

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cuenta que aquello había llamado la atención de su amigo y se lo mostró:

-Es una trenza de mi hermana, Leia. Se la cortó en su boda con Han, siguiendo

una vieja tradición de Alderaan. Una de las trenzas se la entregó a su esposo, la otra

me la entregó a mí. Según me dijo al dármela, en aquel momento eramos las dos

personas a las que más quería en el mundo. Siempre la he llevado conmigo desde

entonces y siempre lo haré.

-¿Has podido comunicarte con ella tras lo ocurrido?

-No, la última vez que hablé con mi hermana fue hace semanas, cuando visitó

Dagobah.

-Pues deberíamos hacerlo cuanto antes. Sé que se tuvo que marchar de Endor para

atender asuntos diplomáticos en Tatooine, así que debe de estar todavía allí. Esta

misma mañana pediré una conferencia holográfica y...

Luke hizo un gesto de negación con la cabeza:

-Es tarde, Dirk, mi hermana ha muerto.

-¿Cómo?

-La asesinaron. Días después del ataque.

-Pero eso no es posible, ¿estás seguro de lo que estás diciendo?

Luke bajó la cabeza y sus ojos se humedecieron. El dolor, a duras penas contenido

en el rostro del viejo maestro, fue una respuesta los suficientemente clarificadora para

Dirk, el cual, tras guardar silencio, caminó renqueante hasta una silla y se sentó en

ella completamente abatido. A continuación, con la mirada perdida en la pared que

tenía a su izquierda, llenó sus pulmones de aire y después de soltar el aire muy

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despacio, dijo en tono susurrante:

-Tengo que comunicarme con mi padre. Debe de estar muy preocupado.

-Es cierto, debe ser lo primero que hagas esta mañana. Pero piensa que las

comunicaciones están restringidas en toda la Luna Santuario y que el único satélite

que funciona está bajo control militar. Así que ten mucho cuidado cuando hables con

él, porque tu conversación estará siendo monitoreada.

-Lo sé. Me limitaré a decirle que estoy bien y que mi intención es visitar Bespin lo

antes posible, eso lo tranquilizará un poco. Después me vestiré y me personaré en la

Casa de la Gobernación. Tengo que hablar con Quayk cuanto antes.

-Si, debes entrevistarte con el Gobernador lo más pronto posible. Pero ten

cuidado, tu condición de Comandante en Jefe de la Defensa no te protegerá, sino más

bien todo lo contrario. Debes extraer toda la información que puedas, sobre todo en lo

referente a Gildren, pero Dimor no debe percibirte como una amenaza. Se cauto,

Dirk, y no te dejes arrastrar por tus sentimientos, ¿de acuerdo?

Calrissian asintió con la cabeza:

-De acuerdo, maestro... Uf, me pesa muchísimo la cabeza. Y tengo una sed y un

hambre atroces.

-No me extraña, llevas durmiendo dos días seguidos.

-¿Dos días?

-Desde que te saqué del hospital... Es el efecto del bacta.

-Pues se acabó, maldita sea: estoy harto de tanto dormir. Ha llegado el momento

de desentumecer los huesos -y tras sus palabras, Calrissian se puso de pie y caminó

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hacia su cuarto para vestirse.

Luke se quedó entonces solo en el salón. Agachó la cabeza y miró la trenza que

todavía sostenía entre sus dedos. Sintió dolor, mucho dolor, pero logró contener las

lágrimas. Si, ya había llorado todo lo que tenía que llorar, ahora era el momento de

mantenerse firme y despejar su mente y su corazón de esos sentimientos tan fuertes

que lo atenazaban. Si, era el momento actuar con serenidad y prudencia, de sentir la

Fuerza dentro y alrededor suyo en toda su plenitud; de ver la luz allí donde otros solo

veían oscuridad y de, en definitiva, volver a ser un jedi.

Cerca de lo que anteriormente había sido el la Torre de Control del Puerto Militar,

escuadrones de la Guardia seguían, ayudados por muchos voluntarios, trabajando día

y noche para limpiar la zona de escombros y desenterrar los cuerpos que todavía se

hallaban bajo ellos. Se trataba básicamente de cadáveres por identificar de endorianos

cuyas familias, sumidas en una espantosa incertidumbre, buscaban por toda la ciudad

desde hacía ya muchos días, cada vez con menos esperanzas de encontrarlos con

vida. Aún así, y aunque fueran realmente escasas, seguían habiendo posibilidades

todavía de hallar algún cuerpo enterrado vivo, razón por la cual las excavaciones se

realizaban lentamente y con extremo cuidado, intentando asegurar cada metro

cuadrado de desechos antes de moverlo hacia los vehículos de carga, que luego

debían transportarlos a las canteras y las fundiciones para su posterior re-utilización.

Durante este proceso, era bastante habitual también encontrarse con los restos de

androides literalmente aplastados por los cascotes. Entonces un miembro especialista

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en robótica lo examinaba, de igual modo que los oficiales médicos hacían con los

seres vivos, y dictaminaba si era posible reparararlo o si, por el contrario, estaba en

un estado tan deteriorado que no merecía la pena siquiera intentarlo. Si el robot podía

repararse, era transportado en aerodeslizador hasta el único taller de robótica

avanzada que todavía quedaba en pie en todo Leiascant, al otro lado de la Ciudadela.

Si por el contrario el dictamen era negativo, los restos del androide eran cargados con

la demás morralla en los reptadores excavadoras encargados en transportarlos luego

hasta la fundición más cercana.

En esa tesitura se encontraba el capitán arkaniano Dolvan Kerprin quien, rodeado

de tres androides de trabajo y de otros tantos miembros de la guardia, se hallaba

analizando el estado de un robot de protocolo muy dañado al cual le faltaban las dos

piernas y el brazo izquierdo. Kerprin lo estuvo observando durante unos segundos

para luego arrugar el entrecejo al tiempo que hacía un gesto de negación con la

cabeza:

-Está destrozado. Que lo fundan -y acto seguido uno de los miembros de la

guardia se lo echó al hombro y lo llevó hasta el reptador más cercano, el cual estaba a

punto de salir para la fundición de Graysah'un, a unos cincuenta kilómetros al sur de

la ciudad.

Una vez en marcha, el reptador no debía detenerse por nada del mundo hasta

llegar a la fundición, pero aquello rara vez ocurría así. Los conductores de dichos

transportes pesados se sacaban un sobresueldo deteniendo el vehículo a mitad de

camino, nada más entrar en la Gran Llanura del Sur, donde chatarreros y mecánicos

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de baja estofa se agrupaban para pujar por las piezas de desecho que pudieran

interesarles. Los microchips y unidades de memoria de los androides eran las más

valoradas, pues podían reutilizarse con los fines más diversos debido a su gran

capacidad de almacenaje y su enorme versatilidad. No obstante, estos negocios eran

del todo clandestinos pues, aunque la mayoría de los oficiales hacía la vista gorda al

respecto, estaban terminantemente prohibidos por el alto mando.

Aquella mañana, Ludram y Sherky, conductor y copiloto respectivamente del

reptador excavadora número B-126G, detuvieron su vehículo como de costumbre en

la cuneta de la vieja carretera del sur, que cruzaba la Gran Llanura de arriba a bajo

partiéndola en dos, en un lugar indeterminado a unos treinta kilómetros de Leiascant.

Allí los esperaban un humano, un advozse, un nothoiin y un bothan. Nada más bajar,

Sherky se sorprendió de la poca afluencia:

-La cosa está muy mál, cabo. Además, últimamente solo transportáis basura

inservible que no vale ni el esfuerzo de venir hasta aquí y esperaros bajo este Ibleam

de justicia -le replicó el advozse.

-No te quejes tanto, Niskif, a nosotros tampoco nos sale rentable detener el

reptador para que le echéis un vistazo a la carga y que luego no queráis rascaros el

bolsillo.

-Dejaros de reproches y abrid el portón trasero -intercedió el humano.

Sherky, Ludram y Niskif empujaron con fuerza y el portón trasero se abrió. A

continuación, Ludram encendió la luz y la montaña de desperdicios apareció ante sus

ojos.

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-Pasad dentro, vamos; no queremos que una patrulla perdida os vea ahí fuera a los

cuatro y luego nos fría a preguntas incómodas en el cuartel -insistió Ludram.

Estuvieron durante casi media hora revolviendo entre la basura, buscando algo que

pudiera interesarles, pero no parecía que aquella mañana la cosa fuese a resultar muy

fructífera para ninguna de las partes. El nothoiin encontró los restos de un robot

médico, pero no tenía la cabeza, donde estos androides guardaban sus microchips y

sus unidades de memoria, así que decidió no pujar por él y lo arrojó de nuevo al

montón chatarra de donde lo había sacado. A continuación el humano encontró un par

de baterías electromágneticas entre los restos de un aerodeslizador. Estaban muy

dañadas pero podrían servirle. Ofreció 3 datarios por las dos. Nadie subió la puja, así

que las baterías fueron para él. Los cuatro compradores siguieron escarbando entre

los desperdicios, pero manteniéndose poco receptivos ante lo que se iban

encontrando. Un brazo mecánico aquí, un par de bidones de combustible por allá, un

kilos de hierro, otro de acero, un blaster inservible, una rueda sacada del tren de

aterrizaje de un caza endoriano hecha un ocho... Nada parecía llamar la atención de

verdad de los cuatro chatarreros hasta que, de repente y tras mover un bloque de

piedra, el bothan quedó deslumbrado por un resplandor dorado.

-Rápido, Ludram, ayúdame, no puedo mover estos cascotes.

Ludram y Sherky acudieron en su ayuda.

-Aparta, bicho peludo, lo único que haces es estorbar -le increpó sherky.

-Ey, cuida tus modales, cabo Sherky, y no subestimes a un bothan. Puede que no

seamos la especie más fuerte de la galaxia, pero nos sobra para patearle el trasero a

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un humano.

Tras varios intentos infructuosos, los dos guardias consiguieron sacar de entre las

ruinas lo que sin duda era el torso, junto con la cabeza y el brazo derecho, de un

androide de protocolo que, aún cubierto de polvo, brillaba como un lingote de oro

entre la penumbra.

-¡Es un androide de protocolo! -gritó Niskif, el advozse- Aunque seguro que tiene

los chips fundidos... Puaj, está hecho una pena.

-No te creas, yo lo veo bastante bien comparado con otros que hemos desenterrado

hoy.

-Oh, vamos, Ludram, ese montón de chatarra no vale ni un datario -volvió a

recalcar Niskif.

-Doy 10 datarios por él -dijo el humano.

-¿Estás loco?

-Cierra el pico, Niskif.

-¡Subo a 15! -exclamó el nothoiin acercándose a ellos desde el fondo del

remolque.

-Sin duda se han vuelto locos. Yo me aparto de esta puja.

-16.

-17.

-20.

-Ludram, amigo mío, ¿puedes intentar encenderlo? -preguntó el bothan con tono

forzádamente cortés- No se si entrar en esta puja. Antes me gustaría ver que ocurre si

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lo enciendes.

-Está bien, pero este androide llevaba muchos días bajo tierra y además está

partido por la mitad. No creo que le quede demasiada energía en sus circuitos.

-Tú prueba, solo por curiosidad.

Ludram lo apagó y lo volvió a encender varias veces, pero el robot no dio señales

de vida.

-Lo veis, eso no es más que chatarra -les increpó el advozse- ¡20 datarios, madre

mía, si que os sobra la pasta, si!

Entonces, de golpe y porrazo, los ojos del androide se encendieron y su brazo

comenzó a convulsionar al tiempo que su metálica voz retumbaba por todo el

remolque:

-¡R2, R2, cuidado! ¡Cuidado, R2! ¡No, R2, R2! ¡No! -y tras varios chispazos

seguidos, los ojos del androide volvieron a apagarse, su brazo dejo de moverse y su

voz se extinguió lentamente.

-¡Vaya, ha funcionando! Doy por él 25 datarios.

-No decías que era un montón de chatarra, Niskif.

-50 datarios.

-¿Cómo? ¿Te has vuelto loco, Melan?

-Ya lo habéis oído.

-Demasiado para mí. No puedo superar eso -el humano dio media vuelta y se puso

a rebuscar de nuevo entre los escombros. El nothoiin se quedó pensativo durante unos

segundos, pero finalmente hizo un gesto de negación con la cabeza y a continuación

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se puso también a hurgar junto al humano.

-Oh, mierda, si que habéis venido fuertes hoy. No, no puedo superar eso, bothan.

El androide es todo tuyo.

Media hora mas tarde, los cuatro pujadores subían a sus respectivos

aerodeslizadores despidiéndose los unos de los otros y también de los guardias con

los que acababan de hacer negocios. Estos reanudaron la marcha con gesto serio:

-Buff, a penas nos han salido 50 datarios para cada uno -dijo Sherky tras contar el

dinero.

-Vaya miseria. Esto ya no merece la pena. Creo que esta es la última parada que

hacemos, por lo menos en unos días.

-Si, tienes razón, yo no me arriesgo a que me abran expediente por 50 cochinos

datarios.

Y, tras volver a la solitaria carretera, el reptador continuó su camino hacia la

fundición de Graysah'un envuelto en una nube de polvo.

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Capítulo 20

Entrar en un Koros-Strohna era como meterse en el estómago de un descomunal

animal, tan grande como un asteroide o incluso más. Dentro, las paredes y el suelo

estaban cubiertos por una sustancia viscosa que los propios yuuzhan vong

regurgitaban de sus gargantas, con el fin de mantener el interior de la nave húmedo

para así poder moldearlo con mayor facilidad. Habían tenues focos de luz

amarillenta, del tamaño de un puño humano, que a penas iluminaban un par de

metros a su alrededor y que emanaban de unas protuberancias que colgaban como

racimos aquí y allá, sin que pareciera haber ningún tipo de orden en su ubicación sino

que, más bien al contrario, crecían del techo como si se tratasen de algún tipo de

hongo o parásito extraño. A parte de estos pequeños haces de luz, el resto del nido

permanecía en la oscuridad más absoluta, lo que no impedía que los yuuzhan se

movieran en su interior con una total soltura ya que, al nacer con un plano del mismo

grabado en su adn, conocían por instinto hasta el más mínimo recoveco de la nave.

Era otra de las características que sorprendía en esta especie tan diferente a todo lo

que se había visto antes en la galaxia: esa “consciencia común” que hacía que el

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conocimiento de un solo yuuzhan se traspasase, como por arte de magia, no solo al

resto de los individuos de su colonia, sino a toda su especie. Por eso bastaba con que

un solo yuuzhan vong fuera atacado por otra raza para que el resto de ellos,

automáticamente, los percibiese como amenaza o, peor aún, como enemigos.

De ese modo, cuando el interceptor Tie fue capturado por el campo gravitario de

uno de los dovin basal que propulsaba el Koros-Strohna y, a continuación, engullido

por éste, toda la colonia yuuzhan sabía perfectamente que aquella pequeña nave,

hecha con “carne muerta”, pertenecía a un ser maligno con el que había que tener

sumo cuidado, pues aquellos diminutos cazas pilotados por esos seres perniciosos

habían infringido mucho daño a “sus madres” en otros lugares y en otras épocas. Y

era así como quedaba grabada su historia, no en libros ni holocrones sino en su propia

genética, la cual constituía la memoria colectiva de toda su especie.

Dentro del caza, él se limita a esperar pacientemente. En un momento

determinado, decide encender los focos reflectores de las alas y súbitamente su

campo de visión se ilumina. Entonces puede ver los cientos o incluso miles de

yuuzhan que rodean el interceptor y que, sin dejar de blandir sus cuchillos y garras

hechos de yorik -un tipo de coral que ellos mismos extraen y moldean del vong-, se

autolesionan rajándose la cara, el pecho, los brazos o el abdomen. Este tipo de

comportamiento es habitual en los yuuzhan vong y dependiendo del contexto puede

significar una cosa u otra: bien una demostración de fuerza, bien de odio, de dolor, de

asco o incluso afecto.

Él se mantiene inmóvil y los observa desde el interior de su nave. Cierra los ojos y

24
nota la Fuerza fluyendo en su interior. Cualquier otra persona estaría paralizada de

terror, pues la estampa que tiene frente a él es del todo impactante: los yuuzhan han

comenzado ya a golpear el fuselaje de su caza intentando abrir un boquete que les

permita llegar hasta él. Si lo capturan lo devoraran vivo. O, aún peor, lo llevarán

hasta “la caldera” y lo echarán en su interior para que sea la propia nave-madre quien

lo devore. Aunque también podrían mantenerlo con vida en “la despensa” y tenerlo

allí, pegado a las paredes por esa sustancia viscosa que ellos mismos generan llamada

vong, durante meses o incluso años, hasta que por fin decidieran comérselo.

Pero él sabe que todo eso no le ocurrirá, por eso no tiene miedo. Él sabe que hasta

los yuuzhan vong, la especie más salvaje e intratable de todas las que se han

descubierto en la galaxia, no son nada comparados con el poder de la Fuerza.

Entonces se pone su mascara, la mascara del Mandalore, abré la escotilla del caza y,

tras ponerse en pie, enciende su sable de luz.

La visión de aquella luz roja paraliza a los yuuzhan que, de repente y sin dejar de

gritar y automutilarse, se apartan del caza para quedar a varios metros de distancia.

-¿Dónde está vuestro yun-yamka?- grita él. Pero los vong solo castañetean sus

afilados dientes en señal de amenaza.

-¡Yun-yamka!- Vuelve a gritar, esta vez aún más fuerte. La única respuesta que

recibe es un coro de gruñidos y gimoteos a los que le siguen unos lentos movimientos

con los que los yuuzhan comienzan a acercarse de nuevo a la nave. Él sabe que lo

retarán y que no verá al yun-yamka, el guerrero más viejo toda de la colonia, hasta

que lo perciban como una amenaza real capaz de infringir un gran daño al nido. Por

25
esa razón espera a que ellos estén un poco más cerca. Entonces cierra los ojos y siente

como la Fuerza fluye a su alrededor, como lo atraviesa y lo desborda. Se concentra en

un punto justo delante de él y con sumo esfuerzo la hace girar sobre sí misma,

generando lo que los sith llaman “el maelstrom”, algo solo al alcance de los maestros

más poderosos. Al principio invisible, pronto la luz e incluso la materia se pliega

sobre el vórtice hasta que de repente estalla y todos los yuuzhan en un radio de veinte

metros son despedidos hacia atrás con suma violencia. Los demás quedan paralizados

al instante: no saben que ha ocurrido, pero adivinan que el guerrero al que acaban de

capturar es mucho más peligroso de lo que pensaban. Esos segundos de duda y

desconcierto en la horda vong son aprovechados por él para saltar justo en medio de

ellos y, acto seguido, hundir su sable de luz en el suelo hasta el fondo. La nave se

estremece. Sus paredes y su suelo vibran como si de un terremoto se tratara. Los

yuuzhan sienten el mismo dolor que siente el Koros-Strohna, y un alarido

pronunciado casi al unísono por todos ellos recorre hasta el último rincón de la

galería. Muchos de ellos se lanzan entonces contra el agresor, pero son repelidos por

varios empujones de la Fuerza. Después, el sable rojo comienza a moverse entre la

penumbra deteniendo los dardos envenenados que le lenzan y sesgando los cuerpos

de los yuuzhan, que caen al suelo horriblemente mutilados. En a penas unos

segundos, muchos yuuzhan son abatidos y sus heridas son tan graves en la mayoría

de los casos que ni siquiera su extraordinario poder de curación servirá para salvarlos,

un poder de curación, que los hace casi inmortales, basado en la ingesta de carne de

seres vivos que es metabolizada en su interior pasando a formar parte de su propio

26
cuerpo. Pero no hay sanación posible para un yuuzhan decapitado o partido en dos. Y

el resto lo saben, por eso los heridos más graves son rápidamente devorados por sus

compañeros, lo que sirve para que estos se recuperen más deprisa de sus propias

heridas. Y aunque este acto pudiera parecer una muestra del canibalismo más atroz y

salvaje, no es más que otra demostración de la aplastante lógica con la que se rige la

colonia en su inquebrantable voluntad de superviviencia.

Tras unos minutos de enfrentamiento desigual, uno contra cientos, contra miles, la

batalla termina y los yuuzhan cesan sus hostilidades. De repente se apartan, dejando

un pasillo para que uno de ellos se acerque caminado por él desde el fondo hasta

llegar a la altura del intruso. No hay duda, es el yun-yamka, lo más parecido a un jefe

militar que hay dentro de una colonia yuuzhan vong. Su tamaño es enorme, ya que

mientras está vivo y se alimenta, un vong nunca deja de crecer. Anda despacio, casi

con parsimonia, y al llegar frente al guerrero capturado, lo mira con cierto desprecio

buscando sus ojos por entre las rendijas de su máscara. Pero no los encuentra y

entonces, sin más preámbulos, comienza a hablar. No es nada fácil entender lo que

dice, pues su pronunciación es gutural y áspera, como si cada palabra saliera

arañando su garganta desde sus mismas entrañas. Aún así, él logra entender la mayor

parte de lo que le dice:

-¿Quien eres, guerrero, que vienes a matar yuuzhan en su propia casa?

-No he venido a matar yuuzhan. No quiero matar yuuzhan.

-Sin embargo son yuuzhan muertos los que estoy viendo a mi alrededor -tras sus

palabras muchos vong comienzan a gritar y a cortarse la cara y el pecho en señal de

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duelo y rabia.

-No he venido hasta aquí para matar o morir, aunque estoy dispuesto a ello -se

producen entonces una sucesión de amenazantes rugidos e incluso algunos yuuzhan

hacen amagos de ir a atacarle. No obstante, el yun-yamka los detiene y les manda

callar con solo un gesto de su brazo derecho:

-Habla, mandaloriano, ¿qué es lo que buscas pues?

-Os he traído un presente.

-¿Un presente? Tu carne viva es el único presente que puede interesarnos de ti

-tras estas palabras vuelven los rugidos, las automutilaciones y el castañetear de

dientes.

-Seguro que valoraréis esta carne muerta que os traigo mucho más que cualquier

carne viva que se precie. Incluso que la mía.

Entonces el mandaloriano levanta su túnica y, de una especie de bandolera que

cuelga a la izquierda de su cintura, saca un bulto envuelto en paños de bacta. Ante la

atenta mirada del yun-yamka y de toda la colonia vong, desenvuelve el bulto y lo

muestra a todos elevándolo por encima de sus hombros. Luego lo lanza con desprecio

a los pies de su interlocutor.

-Ahí lo tienes. Juzga tú su valor.

El bulto rueda hasta los pies del enorme yuuzhan, el cual se aparta por la

aprensión que siente, igual que todos los demás, ante la carne muerta. Cuando el

bulto se detiene, se acerca hasta él y, tras hincar su rodilla derecha en el suelo, lo

observa detenidamente. Por primera vez se produce dentro del nido un silencio

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sepulcral. Ni un gruñido, ni un gemido, nada, solo una quietud absoluta, como la que

deben sentir todos los hijos cuando aún están en el vientre de su madre.

-No, esto no es posible... No existe guerrero en el mundo que pueda derrotar al

Jedi. Esa no puede ser su cabeza. ¿Te burlas de nosotros, mandaloriano? -el silencio

se rompe de repente y los yuuzhan vuelven a proferir gritos y a levantar sus lanzas y

cuchillos de yorik.

-Míralo bien, yun-yamka. Tú lo conoces, llevas su imagen grabada en tu adn.

Como el resto de vosotros. Esa es su cabeza, la cabeza del Maestro Jedi Trey-Jeng

Solo; y es eso lo único que queda del que un día fue el guerrero más poderoso de toda

la galaxia.

-¿Pero quién? ¿Quién lo mató? ¿Quien mató al asesino de tantos y tantos

yuuzhan?

-Lo tienes delante, vong.

-¿Cómo? ¿Tú? Mientes... No puede ser, ningún guerrero mandaloriano es tan

fuerte... No, mientes, tú mientes a los yuuzhan...

-Yo nunca miento, yun-yamka. Y junto con su cabeza os traigo además buenos

augurios. Una nueva era se abre para todos nosotros, habitantes de la Zona Salvaje, y

en especial para vosotros, yuuzhan vong, pues sin el Jedi ya nada podrá detener

vuestro avance. He diezmado a los borg, aniquilando a casi todos los Señores de la

Guerra, y ahora también ha caído ese al que llamaban el Gran Maestro y con él, todo

el sistema de Endor. Tenéis paso franco hasta el mismísimo núcleo, donde la carne

viva abunda como en ningún otro lugar en todo el cosmos. Ya no tenéis por qué

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ocultaros más, ya no tenéis nada que temer. Ahora están a vuestra disposición miles

de mundos a los que fecundar y de los que alimentaros. Comunicárselo a vuestros

hermanos y al resto de colonias esparcidas por universo profundo. Este, yun-yamka,

es mi regalo; y ahora eres tú quien debe juzgar si es o no más valioso que mi propia

carne.

De nuevo se hizo el silencio, aún más hondo y pesado que el anterior. A

continuación, el enorme yun-yamka dio media vuelta y, tras dudar unos segundos, se

agachó para agarrar por el cabello la cabeza decapitada que había a sus pies. Luego

levantó su brazo y la mostró al resto de yuuzhan vong al tiempo que dejaba escapar

un alarido brutal e ininteligible que el guerrero mandaloriano no pudo descifrar. La

horda rompió entonces a bramar y a rugir en un estado de absoluto delirio. Se

practicaron cortes y más cortes, en la cara, el torso, el estómago, los brazos...

Parecían estar celebrando una gran victoria, una gran victoria que un extraño les

había servido en bandeja. Tras un par de minutos, el yun-yamka pidió silencio con un

gesto de su mano. Después se giró de nuevo hacia el extraño guerrero:

-Aceptamos tu regalo, mandaloriano, y ten por seguro que los yuuzhan vong no lo

olvidaremos. Tienes libertad para marchar cuando desees, pero antes debes decirnos

tu nombre, pues hemos de memorizarlo.

El mandaloriano tomo aire y luego contestó con tono sereno:

-Nerpheus, ese es mi nombre.

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Capítulo 21

Antes de que Dirk Calrissian saliera por la puerta de su casa, Luke volvió a hacer

hincapié en la cautela que debía mostrar en su reunión con el gobernador. La

prioridad absoluta era ahora encontrar a Gildren Dedel, quien sin duda estaba recluida

en algún lugar de la ciudad. En primera instancia, Dirk mostró sus dudas: tal vez ya

era tarde y el gobernador había decidido hacer con ella lo mismo que con otros

opositores a su mandato, quitarla de en medio. Pero Luke estaba convencido de que

esto no era así, pues para Quayk, Gildren tenía de momento mucho más valor viva

que muerta. Era la viuda del Jedi, y su apoyo le serviría para ganarse a toda la opinión

ciudadana. Por otro lado, y esto era incluso más importante aún, Quayk debía

legitimar su gobierno de cara a la Liga Comercial Galáctica, y para ello necesitaba el

Sello de la Alianza tatuado en la palma de la mano de la Gran Dama. Ésta era la única

que, en ausencia del Gran Maestro, podía vetar cualquier ley con solo negarse a

estampar dicho sello en el edicto. Además, el Sello legitimaba cualquier decreto de

cara a una posible inspección por parte del Consejo de la Liga, que se mostraba del

todo intransigente con los gobiernos totalitarios, los cuales eran expulsados de

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inmediato de las rutas comerciales, perdían toda relación diplomática con el núcleo y

sus productos eran bloqueados en el mercado. Básicamente dejaban de ser parte de

La Liga y pasaban a ser considerados mundos de mas allá del Borde Exterior. Aquello

era algo que Dimor Quayk temía, ya que sin la ayuda de los mundos del núcleo,

Endor nunca se recuperaría, y esto era algo que cualquier político sabía

sobradamente. No, Luke tenía claro que Dimor Quayk estaba ganando tiempo,

manteniendo a Gildren al margen de todo e intentando conseguir su respaldo con el

que otorgar a su gobierno el manto de legalidad necesaria para no verse

comprometida su pertenencia a la Liga Comercial. Por esa razón, Gildren debía estar

de momento retenida en algún lugar secreto de Leiascant, tal vez, como el propio

comandante hacía tan solo unos días, drogada e inducida a dar su aprobación con el

Sello de la Alianza a todas esa leyes perversas que estaban convirtiendo la Luna

Santuario en un enorme campo de concentración.

Luke le entregó a Calrissian un intercomunicador que los tendría en contacto a

ambos. Dirk le dijo que no se preocupara, pero el maestro Skywalker tenía razones de

peso para ello. Él, por su parte, daría una vuelta por los bajos fondos, donde había

estado haciendo averiguaciones que debía concretar. Se encontrarían allí mismo a la

hora de comer y verían como se habían ido desarrollado los acontecimientos. Dirk y

Luke se dieron la mano en el quicio de la puerta antes de despedirse:

-Se le veía bien a tu padre -le dijo el viejo maestro.

-Si, pero temo que todo esto pueda pasarle factura.

-El gran Lando es un tipo duro, tanto como cualquier caballero Jedi. Hazme caso,

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está hecho del mismo material que Han Solo, un material diferente que los hace más

fuertes cuando las cosas están más difíciles. Estate tranquilo, pronto le haremos una

visita, ya lo verás... Si, tengo ganas de visitar Bespin otra vez para volver a estrechar

entre mis brazos a ese viejo rufián.

A partir de ese momento, Dirk Calrissian y Luke Skywalker tomaron caminos

diferentes aquella mañana. El primero utilizó los servicios de un aerotaxi para

desplazarse hasta el mismo corazón de Leiascant, donde se encontraba la Casa de la

Gobernación que, sorprendentemente, era el único edificio que aún se mantenía en

pie en la zona. Por su parte, el maestro Skywalker utilizó el viejo aerodeslizador

aparcado en la azotea para dirigirse al barrio portuario, el cual había sido arrasado

casi por completo y en donde esperaba seguir una pista que tal vez podría darle

algunas respuestas en lo referente al brutal ataque sufrido por la ciudad. Ambos se

despidieron hasta el medio día, recalcándole el uno al otro que, de verse alguno de los

dos inmerso en una situación comprometida, éste debía ponerse en contacto con el

otro inmediatamente a través del intercomunicador.

Media hora más tarde aproximadamente, Dirk llegaba a las puertas de la Casa de

la Gobernación donde era recibido por un pelotón de la Guardia. Estos lo

acompañaron hasta el interior del recinto y una vez dentro, lo escoltaron hasta una

sala ajardinada situada cerca del despacho del Gobernador. El trato recibido por Dirk

fue en todo momento cordial e incluso afable. Sin embargo, al comandante le llamó

poderosamente la atención la gran cantidad de centinelas con los que se cruzó en su

recorrido hasta la sala de espera. Habían guardias apostados en cada rincón,

33
flanqueando puertas, recorriendo pasillos o estableciendo puestos de control cada

pocos metros. Dirk reconoció a muchos de ellos, los cuales lo saludaron con visibles

muestras de alegría y respeto. Todos parecían contentos de ver de nuevo al

Comandante en Jefe de la Defensa paseándose por las estancias del edificio

gubernamental de una sola pieza, mostrando tan solo una leve cojera como única

secuela tras su hospitalización. El comandante le quitó importancia a sus heridas

cuando algunos le preguntaron por su estado. Todos sabían que había caído desde la

plataforma de las minas de Urtro, situada a unos sesenta metros sobre el nivel del

suelo, y que aún así, y gracias sobretodo a que las ramas de los blasé amortiguaron su

caída, Calrissian había conseguido salvar la vida milagrosamente. Algunos, como el

capitán Azak-Agul, lo llamaron héroe e insistieron en que merecía la Medalla del

Valor de la Vieja República, a lo que él respondió de forma tajante:

-Caer desde sesenta metros no es mérito suficiente para recibir tales honores. Y en

todo caso debería ser la gravedad la homenajeada, pues fue ella la que hizo todo el

trabajo.

Hubieron risas y gestos de complacencia tras las palabras del comandante y, justo

en ese instante, un androide de protocolo hizo acto de presencia en la estancia para

reclamar la atención de Calrissian:

-El Gobernador le espera, comandante.

Dirk, acompañado por cuatro guardias, siguió al androide hasta las puertas del

despacho de Quayk. El androide apretó entonces el botón de un intercomunicador,

situado a la derecha de la puerta, para anunciar la presencia de Calrissian y a

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continuación una voz metálica sonó por el altavoz:

-Adelante, que pase, que pase...

La puerta se abrió y los dos guardias apostados a ambos lados inclinaron su cabeza

en señal de respeto cuando el comandante pasó junto a ellos.

Dentro lo esperaba un hombre de unos cincuenta años, de complexión recia y pelo

canoso. Era Dimor Quayk, el cual, al ver a Dirk entrar en la sala, se levantó de su

sillón para salir a su encuentro y recibirlo con un efusivo abrazo.

-Comandante, ¡qué alegría! Había oído tantas y tantas cosas. Y luego, al

desaparecer del hospital, todos nos temíamos lo peor. Esos malditos asesinos borg

están por todas partes. Pero, bueno, todo quedó en un susto por lo que veo -el

Gobernador apretó el hombro de Dirk- La verdad es que por tu aspecto, nadie diría

que has estado al borde de la muerte hace tan solo unos días.

-Bueno, Dimor, ya sabes, los tanques de bacta hacen milagros. Además, la caída

tan poco fue para tanto, los árboles la amortiguaron bastante. En realidad fue casi

como caer en un colchón de plumas

-Ja ja ja... Eso de quitarle importancia a todo es muy típico en ti, comandante. Ven,

siéntate -Quayk acompañó a Dirk hasta una de las dos sillas que habían situadas

frente a un enorme ventanal desde donde se veían las fantasmales ruinas del barrio

gubernamental.

-Fíjate, Dirk, que imagen tan desoladora. Un montón de escombros, eso es todo lo

que queda del edificio consistorial, de los juzgados o de la Casa de la Moneda. Todo

barrido del mapa de la noche a la mañana, en a penas unas horas. Se me hace un nudo

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en el estómago cada vez que miro por esta ventana.

-Si, detenerse a contemplar esta ciudad hace que se nos hiele la sangre, sea a

través de la ventana que sea.

-Exacto. Supongo que en los alrededores de tu barrio residencial la cosa no estará

mucho mejor.

-No, la verdad es que no. Aunque allí las brigadas encargadas de limpiar la zona

no han avanzado tanto como aquí.

-Aún así vamos más despacio de lo que querríamos, Dirk. Nos faltan brazos. Por

eso estamos tardando tanto en restablecer las comunicaciones, ya sean internas como

externas. Y eso nos lleva a tener que cerrar nuestro espacio aéreo. Estamos peleando

en inferioridad de recursos contra el caos y la barbarie, y la verdad es que está

resultando una tarea titánica.

-¿Qué me dices de los borgs? Tal vez sean sus brazos los que nos faltan.

-Ah, esa idea la descartamos enseguida, comandante. No podemos confiar en

ellos. No, ya no.

-¿De verdad piensas que todos los borgs son culpables de alta traición?

-Las investigaciones llevadas a cabo hablan de una red amplísima, que llegaría

incluso a las estancias más altas. Por eso pudieron perpetrar el sabotaje de los escudos

de la ciudad. Su plan fue cocinado a fuego lento durante años, delante de nuestras

mismas narices. Pero el Gran Maestro era de naturaleza noble, y por eso confiado.

Esa es la razón principal por la que pudieron urdir este acto execrable sin levantar

nunca nuestras sospechas. Pero ahora todo va a cambiar. Si, ya lo creo: no

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volveremos a dejarnos engañar por esa raza artificial de criminales y asesinos.

-Pero, Dimor, fueron guerreros mandalorianos los que nos atacaron, no piratas

borg.

-Por supuesto, el ataque fue conjunto, fruto de una alianza borg-mandaloriana. Si

lo piensas bien, resulta de lo más lógico teniendo en cuenta que ambos son enemigos

declarados de la Liga y de los mundos del Núcleo, y que ambos ansían nuestras

reservas de gas. Muchos veníamos advirtiendo al Jedi desde hacía mucho tiempo de

que algo así podía ocurrir. Por eso yo intenté convencerle para aumentar el

presupuesto militar, pero nunca me hizo caso.

-No digo que no estés en lo cierto, Dimor, pero aún así se me hace difícil imaginar

una alianza semejante. Los borg siempre han profesado hacia los mandalorianos un

odio visceral e irreconciliable, lo que los llevó a enfrentarse durante años en una

guerra sin cuartel que obligó a estos últimos a tener que refugiarse en los confines de

la galaxia.

-Si, pero eso fue hace mucho tiempo. La guerra crea extrañas alianzas, Dirk, tu

deberías saber eso mejor que nadie.

Dirk agachó la cabeza y guardó silencio durante algunos segundos.

-Perdona, Dimor, no te he preguntado por tu familia, ¿cómo está Emirna y los

niños?

-Bien, muy bien. Fue una conmoción al principio pero ahora intentamos volver a

la normalidad entre las ruinas de esta ciudad, como cualquier otra familia. No

obstante hemos perdido muchas cosas en estos fatídicos días, amigos y familiares

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incluidos, y hay momentos en los que resulta muy duro.

-Ya, todos tenemos heridas que tendrán que cicatrizar con el tiempo.

-Así es. De momento, vamos a comenzar por hacerle a Trey-Jeng el funeral de

estado que se merece, y quiero contar contigo para eso.

-Me tienes a tu disposición.

-Quiero que tú lo organices, y que no repares en gastos. Algunos miembros de la

guardia, entre los que se encuentra el capitán Gergan, están de acuerdo en levantar un

monumento en Urtro en su honor. Creo que sería una buena forma de honrar al que ha

sido nuestro guía y protector durante todos estos años.

-De acuerdo, lo haré, me ocuparé de organizar los funerales del Gran Maestro...

Por cierto, ¿y la Gran Dama?

-¿Gildren? Ah, está bien, muy bien. Sufrió una conmoción muy fuerte tras el

ataque y ha estado recibiendo atención médica desde entonces. Pero, tranquilo, ya se

encuentra mejor. Estamos preparando su aparición pública cuando los médicos lo

consideren oportuno, que espero que sea pronto.

-Me gustaría hablar con ella.

-Por supuesto, me encargaré de ello.

-¿En qué hospital se encuentra?

-Desconozco su emplazamiento exacto, ya que fue trasladada hace un par de días,

pero te enviaré la información en cuanto la tenga.

-Por favor.

Ambos hombres se miraron a los ojos durante un breve instante:

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-¡Me alegro mucho de tenerle de vuelta de nuevo, comandante Calrissian! Siempre

has sido muy importante para esta ciudad, pero ahora todavía más.

-Gracias, Dimor. Yo también me alegro de estar de vuelta.

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Capítulo 22

A medida que avanzaba hacia el barrio portuario, por entre las montañas de

escombros podía distinguir los techos de improvisadas chabolas, construidas de

forma rudimentaria para protegerse de la intemperie por aquellos que habían perdido

sus hogares durante el bombardeo. Las labores de limpieza no habían ni tan siquiera

comenzado en esta deprimida zona de la ciudad, y solo esporádicamente los equipos

de rescate se dejaban caer por allí, cediendo la mayor parte de ese trabajo a

voluntarios y vecinos de la zona. Por esa razón, el ambiente que se respiraba aquí era

una mezcla de desidia, crispación y tristeza, lo que hizo que Luke decidiera aparcar

su speeder lo más alejado posible del lugar, aquello que una vez fueron los

alrededores del Puerto Comercial de Leiascant y que ahora había sido reducido a un

montón cascotes y esquirlas. Escondió su vehículo lo mejor que pudo y luego, tras

taparse la cabeza con la capucha de su túnica, comenzó a caminar por entre las ruinas.

Había estado visitando la zona con asiduidad durante la última semana, haciendo

preguntas sobre un viejo tripulante a quien conocía y con el que deseaba entrevistarse

lo más pronto posible. Por lo general, nadie sabía nada a cerca nadie, y cuando

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alguien tenía algún tipo de información, esta solía ser muy confusa. Además, si por

un casual conseguía recopilar datos de dos fuentes distintas, estos eran siempre

contradictorios. Así estuvo una semana, dando palos de ciego mientras se ocupaba de

vigilar a Dirk, primero en el hospital y luego en su casa, hasta que por fin dio con una

pista que parecía llevarle por el buen camino. Y eso era lo que estaba haciendo

aquella mañana, seguir su instinto que le decía que aquella era la senda correcta. Se

cruzó con varios niños que jugaban a dispararse con blasters que se habían fabricados

ellos mismos con restos metálicos y madera. Uno de ellos hizo ademán de sacar una

espada de luz y comenzó a batirse en duelo con otro, que lo esperaba blandiendo un

tubo de neón oxidado y partido por uno de sus lados. Luke los miró sin detenerse y

no pudo evitar preguntarse cual sería el futuro que les aguardaba a aquellos niños y

cual, también, el que le esperaba a su sobrino Mig-Wan. Sin duda, el destino de todos

ellos estaba entretejido de tal forma que le resultaba difícil imaginárselos por

separado: o avanzaban todos juntos hacia la luz o se hundirían para siempre en las

tinieblas. Giró por una calle donde los bloques de piedra se amontonaban a los lados

de la calzada. Allí ya no quedaba ni un solo edificio en pie. A continuación pasó por

delante de varias chabolas. Sus ocupantes se hallaban sentados en la entrada sobre

asientos improvisados hechos con trozos de ladrillo. Todos en silencio y con el

mismo gesto ausente, ni siquiera repararon en su presencia cuando tuvo que

esquivarlos para seguir su camino. Era como si allí el tiempo se hubiera detenido y

ellos, encorvados, con las manos cruzadas, los brazos apoyados en sus rodillas y la

mirada perdida, se limitasen a esperar, esperar y esperar.

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Pasados unos doscientos metros y unas cuantas chabolas más, el maestro dio por

fin con el lugar que estaba buscando. Era una especie de abrigo construido en un

agujero que había en el suelo, junto a una colina de desperdicios. Alguien había usado

un trozo del ala de un Tie junto con parte de su fuselaje para fabricar una techumbre

muy tosca, la cual se sujetaba gracias a una barra de acero que hacía las veces de

viga. El cubil era del tamaño justo para que durmiera una sola persona y Luke tuvo

que agacharse para poder mirar en su interior. Sin embargo, allí no había nadie, solo

unos cuantos harapos hechos un ovillo y un par de cajas de cartón dispuestas a modo

de colchón junto a varias botellas de cristal vacías. Entonces oyó algo a su espalda.

Aguzó el oído y pudo distinguir una voz masculina que cantaba una vieja canción de

guerra que él conocía muy bien. Siguió la procedencia de la voz, que venía del otro

lado del montículo de escombros, y finalmente encontró lo que andaba buscando.

-¡Me parece de muy mal gusto cantar esa vieja canción mandaloriana en un

momento como este!

El anciano, que desnudo de cintura para arriba se hallaba lavándose la cara en un

charco de agua sucia que había junto al montículo, se giró para mirar a la persona que

le había interpelado:

-¿Te conozco?

-Yo creo que si -le respondió Luke mientras avanzaba hacia él.

-Bueno, no importa, vete a a hacer gárgaras. ¡Qué sabrás tú de canciones de

guerra!

-Tanto o más que tú, Yiuklas.

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Al oír que el extraño lo llamaba por ese nombre, el anciano, que le había dado la

espalda para seguir con sus abluciones, dio media vuelta y comenzó a escudriñar a

Luke con su mirada:

-¿Quén eres?

-Alguien a quien conoces bien -tras sus palabras, el maestro Skywalker descubrió

su rostro.

-No puede ser, no puede ser...

-Tranquilo, Yiuklas, solo he venido a charlar contigo, nada más.

-¿Conmigo? Pero... ¿por qué, maestro? -la voz del anciano se había vuelto trémula

y su actitud había cambiado de forma notoria: ahora se mostraba temeroso y sumiso.

-No tienes nada que temer, solo quiero que me cuentes algunas cosas. Por

supuesto, si me mientes, lo sabré y eso no me gustará nada.

-Pero, maestro, solo soy un pobre viejo, débil y enfermo... ¿Qué podría saber

alguien como yo que ignorase un Gran Jedi como tú?

-Podrías empezar por aclararme una par de dudas sobre tu antigua secta guerrera.

-¿Te refieres a los mandalorianos?

-¿A quienes si no podría referirme?

-Pero, maestro, sabes que abandoné mi clan hace más de treinta años. No sé nada

de ellos desde entonces. Tu me capturaste y me diste la oportunidad de llevar una

vida digna aquí, como piloto mercante...

-No me mientas, Yiuklas Breibeng, te dije que no me gustaría.

De repente, un grupo de varios bothan aparecieron tras una esquina y se pusieron a

43
rebuscar entre la basura y los escombros, a un diez metros de donde ellos se

encontraban.

-Será mejor que vayamos a mi guarida, aquí hay ojos y orejas por todas partes.

Yiuklas Breibeng acompañó a Luke hasta la entrada de su madriguera y una vez

allí, ambos se sentaron en el suelo con las piernas cruzadas.

-Adelante, Yiuklas, te escucho.

-Yiuklas... Yiuklas... Hace tiempo, mucho tiempo que nadie me llama así. Aquí en

Leiascant todo el mundo me conoce como el viejo Toth. O el sargento Breibeng,

cuando consigo enrolarme en alguna fragata. Aunque la última vez que me aceptaron

fue hace seis o siete años por lo menos. Si, ya casi ni me acuerdo... Pero vayamos al

asunto. Yo sé lo que quieres saber, Jedi, quieres saber quien mató al Mas Grande,

quien atacó Endor y redujo Leiascant a un montón de ruinas...Yo no sé quien lo hizo,

pero puedo contarte una historia que quizá te ayude a echar luz en este asunto. Aún

así, antes de empezar me gustaría saber que pasará conmigo después.

-¿Qué quieres decir, viejo pirata?

-No soy tonto, jedi. Puede que no sea tan listo como tú, de eso estoy seguro, pero

no soy tan tonto como para no darme cuenta de que tramas algo. Te conozco bien,

fuimos enemigos durante algún tiempo y luego, puede decirse que hasta nos hicimos

íntimos. Como bien has dicho, yo no puedo engañarte a ti, maestro, pero tú a mí

tampoco.

-¿A dónde quieres ir a parar, Yiuklas?

-Dicen que se llevó al niño.

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-Dicen muchas cosas.

-Yo podría ayudarte. Todavía soy un excelente piloto.

-Escucha, Yiuklas, no sé qué es lo que quieres, pero si está en mi mano cuenta con

ello. Siempre y cuando esa historia que vas a contarme me ayude de verdad a

entender esta locura.

-Maestro, mírame: soy viejo, tengo ochenta años... Y ahora mira a tu alrededor.

Aquí no duraré ni una semana más. Escuadrones de la muerte deambulan por las

noches saqueando, apaleando y matando a todo aquel que se encuentran a su paso. La

guardia está demasiado ocupada protegiendo a los ricos y ha dejado de visitar esta

parte de la ciudad. No hay comida y el agua sucia la sacamos de las tubería rotas del

subsuelo. Pronto beberla será un suicidio. Solo te pido que me lleves contigo, quiero

enrolarme en tu nave, maestro.

-¿Enrolarte en mi nave? ¿Estás loco? Sabes de sobra que el cielo de la Luna

Santuario está cerrado. Ninguna nave puede entrar ni salir, es un mandato directo del

Gobernador.

-Ah, si... Y entonces, dime, ¿cómo has entrado tú, viejo?

Luke lo miró a los ojos durante unos segundos. Luego sonrió:

-Está bien, mandaloriano, si consigo hacerme con una nave en condiciones para

salir de aquí, te tendré en cuenta, ¿de acuerdo?

-Eso es lo que quería oír. Gracias, maestro Skywalker, no te arrepentirás. Y ahora

escúchame bien...

“Ocurrió en mi último viaje, a bordo de un carguero que cubría la Ruta Comercial

45
de Rimma, en el sector Elrood y, en concreto, en el sistema Derilyn. Ya sabes, el

Corredor Elrood-Derilyn, en el Borde Exterior. Pues bien, habíamos recorrido ya la

primera mitad de nuestro largo viaje, llevando un millón de toneladas de tibanna a la

capital, Derilysa, tras lo cual nuestro capitán, un nooriano con muy malas pulgas

llamado Grim-Ka Jihl, nos dio a toda la tripulación tres días de permiso después de

los cuales habría que ponerse de nuevo al tajo, pues debíamos llevar de vuelta a

Coruscant y otros mundos del núcleo unas tres mil toneladas de metales pesados que

tendríamos que cargar nosotros mismos en el menor tiempo posible. Así que todos

salimos disparados del carguero con una única cosa en mente: divertirnos.

Recorrimos los peores burdeles y tabernas de los bajos fondos. Perdimos buena parte

de nuestro dinero jugando al sabacc o al tregald. Bebimos los peores brebajes y

yacimos con las peores hembras. También nos vimos inmersos en peleas con algunos

de los peores elementos de la galaxia. En fin, las cosas típicas que suelen hacer las

tripulaciones mercantes en sus días libres. El caso es que la última noche, yo estaba

perdido en un barrio cercano al puerto comercial. Era una zona llena de traficantes de

especia del cual había oído hablar largo y tendido a otros navegantes. Se decía que

allí estaba una variedad de especia distinta a todas, mucho más potente que la que se

podía conseguir en cualquier mundo del núcleo. Yo y otros teníamos claro que

queríamos probarla y, si mereciese la pena, tal vez llevarnos unos cuantos kilos de

vuelta a Coruscant. El caso es que mientras esperábamos en un antrucho de mala

muerte a nuestro contacto, un nicto mestizo a quien varios de la tripulación conocían

de haber hecho negocios con él en viajes anteriores, un humano se me acercó

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mientras daba buena cuenta de una botella de caf. Me preguntó por qué bebía caf y yo

le contesté que porque me gustaba. Me recomendó que probara la membresía que

hacían allí mismo. “Te invito a una copa. Ya verás, cuando pegues un trago te darás

cuenta de que eso que estás bebiendo no es más que meado de bantha”, recuerdo que

me dijo. Yo llevaba dos días bebiendo de todo como un salvaje, pero en ese

momento, justo antes de probar la especia, prefería estar despejado. Así que decliné

su invitación, muy educadamente eso sí. Sin embargo el tipo insistió e insistió varias

veces hasta el punto de empezar a cargarme. Decidí levantarme de la barra y volver al

rincón donde me esperaban mis compañeros de la tripulación, pero entonces el tipo

me detuvo. “Sé por qué bebes caf”, me dijo entre susurros, “yo te conozco,

mandaloriano”. Aquella frase me dejó petrificado. No había vuelto a ver a nadie de

mis antiguos camaradas de guerra desde que dejé el credo, y en un instante un

montón de viejas imágenes inundaron mi cabeza. Le dije que me dejara en paz, que

no sabía de lo que estaba hablando, pero él no dejó de incidir en el tema. “Luché

contigo contra el ejército de Dengar cuando yo solo era un crío, cuando ese bastardo

borg nos derrotó y robó la máscara del Mandalore, ¿lo recuerdas, mandaloriano?” El

tipo iba bebido pero todo lo que decía tenía sentido. En realidad no me acordaba de él

pero era cierto, yo había estado en aquella batalla que se saldó con la derrota mayor y

más humillante que los mandalorianos habíamos sufrido hasta entonces. Después de

aquello, Boba Fett fue un líder permanentemente cuestionado, y los mandalorianos

fuimos relegados al lugar mas recóndito de la galaxia, convertidos en una estirpe de

guerreros en decadencia condenada a desaparecer. Sí, todavía recuerdo aquella

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matanza, muy parecida a esta por cierto... En fin, tras intercambiar varias frases y

viendo que aquel piloto embriagado de membresía no iba a dar su brazo a torcer,

finalmente no me quedó más remedio que reconocer mi turbulento pasado. Después

de eso la conversación se volvió más distendida, y el humano comenzó a contarme

las últimas noticias sobre el Gran Clan de Clanes que había oído de otros pilotos,

pues él había abandonado su clan hacía muchos años también. Y ahora es cuando

llegamos a la parte más interesante de esta historia, pues el tipo me habló de un nuevo

líder, alguien que al parecer había echado a Fett del trono y se había proclamado así

mismo Mandalore y Señor de Todos los Clanes. Yo le pregunté cómo era aquello

posible y él me dijo que muchos decían que aquel era un guerrero diferente a todos,

que era tan poderoso como un Jedi y que blandía un sable de luz de color rojo como

la sangre. También me contó que aquel guerrero había asaltado la guarida de Dengar

el Traidor y, sin ayuda ninguna, había sido capaz de recuperar la Máscara del

Mandalore, con la que se proclamó Lider de todos los mandalorianos”.

Luke levantó la palma de la mano y el viejo Breibeng detuvo su exposición. Hubo

un silencio que duró el tiempo que el viejo maestro jedi tardó en asimilar la

información que aquel anciano desarraigado le acababa de trasmitir.

-Dime, Yiuklas, aquel tripulante te dijo su nombre, el nombre de ese fabuloso

guerrero.

-Si, pero no lo recuerdo bien. Era algo como Erpeus, o Erbeus o Berteus, o algo

parecido. No sé, era un nombre que no había oído nunca antes en mi vida.

En ese instante unos gritos que procedían del otro lado del montículo detuvieron

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en seco la conversación. El maestro Skywalker se levantó de un salto y pudo ver

como los bothan corrían a toda velocidad para ponerse a cubierto. Después vio el

resplandor de varios disparos:

-¡Un escuadrón de la muerte, un escuadrón de la muerte, vamos, tenemos que

escondernos! -Gritó el anciano Yiuklas. Y a continuación se escurrió en su agujero.

-Vamos maestro, si le encuentran le matarán...

Luke dudó un instante para luego hacer caso al viejo y saltar también al interior

del cubil. Una vez dentro los dos, Breibeng le dijo al jedi que agachara bien la cabeza

para, seguidamente, empujar la barra de acero de una patada haciendo que el ala del

caza cayese de golpe y tapase por completo el escondrijo.

-Ahora solo queda rezar para que no nos encuentren.

-O para que no muramos asfixiados aquí dentro... Podías haber cavado un hoyo

más grande, viejo perezoso.

-Shhhh... Están aquí, ¿oyes sus pasos? -las palabras de ambos salían ahora entre

susurros.

-¿Quienes son exactamente?

-Trandoshanos. Buscan donantes de órganos para los heridos ricos que necesitan

un trasplante urgente. La guardia se lo permite porque el gobernador anda detrás de

esto. Ahora silencio, los tenemos encima.

Guardaron silencio y Luke pudo distinguir entonces unas voces que hablaban en

dosh, el extraño idioma de los trandoshanos. Ahora los pasos los tenían encima. Oyó

como hurgaban entre los escombros y como uno de ellos gritó algo a los otros. A

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continuación se escuchó una descarga de blasters y como, de repente, los pasos se

alejaban a toda carrera.

-Se van, se van... -repitió Yiuklas visiblemente contento.

-Por fin, aquí dentro no se puede respirar.

-Espera, maestro, todavía no... Hay que aguardar a que pasen un par de minutos

por lo menos.

Sin embargo en ese preciso momento un agudo chillido reverberó por todo el

páramo y la imagen de los niños jugando a ser soldados apareció como un flash de

luz en la mente del viejo maestro.

-Los niños... ¡Los niños!

-Maestro, ¿qué está haciendo? ¡Maestro, no, no haga eso!

Pero para Luke no había opción posible: no podía abandonar a aquellos niños a su

suerte. Cerró los ojos y con un empujón de la fuerza hizo que el ala del Tie que los

ocultaba saltara por los aires. Después salió del agujero de un salto y corrió entre las

ruinas hasta que por fin dio con los trandoshanos. Eran siete, tres de los cuales

llevaban a rastras a otros tantos niños, agarrados de los pelos, en dirección al speeder

que había aparcado por encima de sus cabezas. Hablaban en su idioma y soltaban

exclamaciones que a Luke le parecieron de jubilo, incluso le dio la impresión de que

reían. Entonces uno de los niños con los que forcejeaban se soltó de alguna manera y

mordió la mano de su captor. El trandoshano gimió de dolor y a continuación golpeó

el rostro de muchacho, que no debía de tener más de ocho años, con la culata de su

blaster. El chico perdió el conocimiento al instante y no sabemos como hubiese

50
terminado la cosa, pues el trandoshano lo tenía agarrado por el cuello cuando Luke

llamó su atención con un grito que el eco repitió varias veces:

-¡Tú, trandoshano, suéltalo ahora mismo!

Todos los miembros del escuadrón se miraron los unos a los otros un tanto

sorprendidos.

-Eres viejo, pero seguro que tienes algún órgano que todavía te funciona -dijo uno

de ellos con voz siseante.

-Ya lo creo que si... Vamos, ¿por qué no vienes a por él, miserable culebra con

patas?

Los trandoshanos descargaron sus blasters sin pensárselo dos veces pero todos los

disparos fueron repelidos uno tras otro por el sable azul del viejo maestro. Y mientras

tanto, Luke caminaba hacia ellos con paso lento pero decidido. Los reptilianos

rápidamente se dieron cuenta de que quien tenían en frente era un guerrero fuera de lo

común, y que quedarse allí para combatirlo significaba su muerte. Así pues, los siete

decidieron salvar sus vidas y tras soltar a los niños saltaron al speeder que tenían a su

derecha. Luke dejó que se alejaran lo suficiente y entonces cerró los ojos. Y cuando el

speeder estaba a punto de girar a la izquierda y desaparecer de su vista, la pared

entera de un edificio en ruinas que había frente a él se vino abajo sepultando el

vehículo por completo. El maestro cayó entonces de rodillas y sintió como la fuerza

se doblaba y retorcía a su alrededor. Los pensamientos comenzaron a sucederse a

gran velocidad dentro de su cabeza. Muchas voces le hablaban, la de Obi-Wan, la de

Yoda, la de Han, la de Leia, la de su padre... Una detrás de otra o todas a la vez... La

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de Trey-Jeng, la de Kaneyi, la de Mig-Wan...

-Señor, señor, ¿se encuentra bien?

Al abrir los ojos, Luke pudo ver el rostro de unos niños que lo miraban

asombrados:

-¿Es usted un Jedi, señor? -le preguntó uno de ellos.

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Capítulo 23

Desde la distancia, el viejo superdestructor imperial clase Ejecutor parecía flotar

inmóvil en el inabarcable vacío interestelar. Sin embargo, acababa de salir del

hiperespacio y la inercia de la propulsión con hipermateria lo lanzaba a través de la

galaxia a velocidades todavía próximas a la luz. Un par de horas más tarde, el efecto

de la hiperinercia había disminuido lo suficiente y entonces el general nicto Brak-

Dahm Skravian, líder del Clan Skirata, ordenó que la gigantesca nave pasara a

velocidad de crucero y que, a continuación, toda la tripulación se preparase para

recibir al Mandalore con todos los honores.

El interceptor Tie del Mandalore atracó una hora más tarde en el muelle 512,

donde un batallón de cuatrocientos guerreros lo esperaban formando en dos largas

filas para presentarle sus respetos. El Señor de Todos los Clanes pasó revista uno a

uno a todos los soldados que allí se encontraban, los cuales iban agachando su cabeza

en señal de reverencia ante la presencia de su líder. Y mientras el Mandalore

avanzaba parsimonioso, su máscara emitía brillantes destellos plateados cuando se

reflejaban sobre ella las luces del hangar. Era así siempre, como si no hubiera en todo

53
el cosmos sustancia capaz de mancillarla, como si hasta las partículas de polvo más

diminutas resbalaran por su pulida superficie antes de lograr posarse encima por

completo.

Veinte minutos más tarde, el general Skravian acompañaba al Gran Señor hasta

sus aposentos, seguidos ambos por los líderes de los otros tres clanes leales al

Mandalore: Gaush'al Beviin, líder del Clan Beviin; Ezban Bralor, líder del Clan

Bralor, y Tauk Wer-Akum, líder del Clan Ordo. Por su parte, el Clan Fett seguía sin

reconocer al nuevo Mandalore, manteniéndose fiel al antiguo Señor de Todos los

Clanes, Boba Fett, y declarándose por ello en rebeldía. Fueron perseguidos por las

otras facciones mandalorianas durante años hasta hacerlos desaparecer casi por

completo, lo que les obligó a huir a sistemas remotos poco o nada explorados de la

Zona Salvaje donde permanecían ocultos desde entonces.

Durante el trayecto hasta sus aposentos, el Mandalore fue informado de las bajas

definitivas de la contienda. Habían perdido alrededor de cinco mil hombres y la flota

se había reducido drásticamente. Ahora la conformaban un superdestructor, dos

destructores, tres cruceros y a penas unos doscientos cincuenta cazas. Para Ezban

Bralor era una flota insuficiente si pensaban realizar un ataque al núcleo. Gaush'aal

Beviin insistió en la situación de debilidad que la destrucción de Endor había

significado para los mundos de la Liga, y que, a su modo de ver, sería un error no

aprovechar la conmoción causada. Wer-Akum pidió luz verde al Mandalore para una

invasión de la Luna Santuario y hacer de Endor, con sus grandes reservas de tibanna,

el centro estratégico para un ataque porsterior a gran escala a todos los mundos de

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Borde Exterior. El líder Skirata, Bragdam Skravian, prefirió no opinar de momento y

se limitó a guardar silencio. Finalmente el Mandalore se detuvo, dio media vuelta y

les habló a sus lugartenientes con un tono marcadamente sobrio:

-No hará falta iniciar ninguna campaña. La Liga se plegara ante nosotros y nos

entregará el núcleo en bandeja. Ahora lo único que queda por hacer es esperar -dicho

esto, el Mandalore cruzo el umbral de su puerta y, tras hacer el saludo mandaloriano,

consistente en golpearse tenuemente con el puño el corazón y la frente para después

abrir la mano hacia sus interlocutores, el Gran Líder se encerró en su habitación

buscando cobijo en la soledad.

Una vez dentro se quitó la mascara y la dejó en la mesa que había al lado de su

cama. Luego tocó el intercomunicador para comunicarse con Skravian:

-General, ¿dónde está el joven Solo?

-Está aislado, Gran Señor, tal y como el Mandalore ordenó. ¿Quiere que lo

traigamos hasta su presencia?

-No, yo me encargaré de él. Que la flota ponga rumbo a Praatbah'tor

inmediatamente y que el puente esté preparado para recibir las coordenadas de la

hipervelocidad. ¿De acuerdo, general?

-Así se hará, Gran Señor.

A continuación, el Mandalore puso en marcha el proyector holográfico para

intentar comunicarse con el sistema Praatba, pero la distancia era demasiada y al final

solo pudo enviar un mensaje escueto que tardaría unos diez días en llegar a la capital

mandaloriana. El Mandalore hincó la rodilla en el suelo y a continuación puso en

55
marcha la máquina para registrar el mensaje:

-El Jedi ha sido aniquilado, la flota de Endor exterminada y los yuuzhan están en

camino. Nuestra victoria es total. Es hora, pues, de que el aprendiz regrese junto a su

maestro.

Tras estas breves palabras, el Mandalore apagó el proyector y se sentó al borde de

la cama. Luego repasó su sable de luz y acto seguido comenzó a desvestirse. Se quitó

su armadura mandaloriana y la colocó con sumo cuidado en un sarcófago que había

en la pared. Después caminó hasta el cuarto de baño y allí se dio una ducha

alternando agua caliente y fría. Finalmente, tras secarse bien, sacó una túnica de color

negro del armario que había frente a la cama y se vistió con ella.

En el otro extremo de la gigantesca nave, un niño se hallaba sentado en el suelo de

su hermética habitación con las piernas cruzadas y los ojos cerrados. A su izquierda,

sobre una pequeña mesa metálica, habían unos recipientes con comida y bebida que

parecían haber sido ignorados por completo. No, el niño, de unos once años de edad,

no había probado bocado desde hacía días. Tampoco había tenido contacto con nadie

más allá de sus carceleros, que le pasaban su avituallamiento diario por un pequeño

orificio situado a los pies de la puerta. Además se hallaba visiblemente desorientado,

pues encerrado allí dentro le resultaba del todo imposible distinguir el paso de unos

días que carecían de principio y de final. No había un Ibleam ni un Endor Prime que

marcara cada segundo, cada minuto o cada hora, con lo que tanto el espacio como el

tiempo parecían haberse detenido para siempre en el interior de aquellos muros

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infames. Esa era una de las razones por la que intentaba desesperadamente

comunicarse con su padre, para encontrar respuestas o, más aún, para ser capaz de

formular las preguntas correctas. Sabía que los jedis más poderosos eran capaces de,

una vez unidos a la Fuerza tras su muerte, comunicarse con aquellos que tenían una

mayor vinculación con el flujo de energía que marcaba el destino del cosmos.

Algunos los llamaban Fantasmas de la Fuerza, otros Proyecciónes Astrales o de Luz,

pero todos estaban de acuerdo en que el receptor era tan importante o más que el

emisor. El primero debía de tener un vínculo muy estrecho con la Fuerza y también

con el jedi con el que quería comunicarse, y cuando ambos conseguían conectar, el

receptor proyectaba la imagen del jedi muerto tal y como él la había grabado en su

mente mientras aquel todavía estaba vivo. Sin embargo, la energía para tal proyección

procedía de la Fuerza y era el emisor el que tenía la última palabra a la hora de

permitir que dicha comunicación tuviera lugar. Por esa razón, el joven iniciado,

prisionero entre aquellos asfixiantes muros metálicos, estaba empezando a perder la

fe y a sentirse frustrado y abatido. No entendía por qué no lograba conectar con su

padre a pesar de proyectar una imagen nítida de él en su cabeza, más aún cuando

ambos habían tenido siempre una conexión mental muy estrecha, capaz de

mantenerlos en contacto sin a penas esfuerzo. Pero eso había sido antes de su muerte.

Ahora sin embargo, y justo cuando más lo necesitaba, esa conexión parecía haberse

cortado por completo, lo que le hacía sentirse abandonado a su suerte, una suerte tan

trágica como angustiosa. Era entonces cuando se llevaba las manos a la cara y

lloraba, lloraba y lloraba lleno de rabia, desesperación y tristeza. Pero su llanto no

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duraba demasiado, y a penas pasados unos minutos, el joven padawan se concentraba

y volvía a intentarlo una vez más.

Así era como se encontraba, usando todas sus capacidades intentando comunicarse

con su padre, cuando la puerta se abrió de repente y un hombre vestido con una larga

túnica negra entró en la habitación. Pero el joven estaba tan concentrado que ni

siquiera aquella inesperada visita lo sacó de su trance. El hombre se colocó de pie

frente a niño, que seguía sentado en el suelo con las piernas cruzadas, y lo observó

durante un largo rato con media sonrisa tallada en su rostro. Finalmente, él también

cerró los ojos para, durante unos instantes, meterse en la mente del niño haciendo que

su voz resonara en su cabeza alta y clara: “Deja de intentarlo, tu padre no vendrá”.

Aquello hizo que, entonces sí, el muchacho despertara de su obnubilación y abriera

los ojos. A continuación dio un respingo y, tan asustado como desorientado, se puso a

caminar hacia atrás para apartarse del hombre que tenía delante.

-No tienes por qué asustarte, no voy a hacerte daño.

-No vuelvas a hacerlo. No vuelvas a meterte en mi cabeza.

-Impídemelo.

-Inténtalo.

El hombre volvió a sonreír y acto seguido de nuevo cerro sus ojos. El niño hizo lo

propio y ambos estuvieron así durante casi cinco minutos. Por fin, el hombre desistió

en su intento:

-Impresionante -dijo sin dejar de mirar al muchacho.

Éste, visiblemente mareado, apoyaba su espalda contra la pared para no perder el

58
equilibrio.

-Siéntate, Mig-Wan, prometo no volver a intentar colarme en tu cabeza -le insistió

el hombre. El muchacho, renqueante, caminó entonces hasta la cama y se sentó en el

borde.

-Siento tu confinamiento en esta celda, pero debía atender algunos asuntos

urgentes y con tus habilidades resultaba peligroso dejar que mis soldados tuvieran

contacto directo contigo. Supongo que lo entenderás.

-Estoy muy cansado, tío Kaneyi, muy muy cansado.

-Eso es porque todavía te aferras a tu pasado, un pasado convertido en un lastre

que te hunde hasta el fondo del océano. Debes soltar ese lastre, debes abrir los brazos

al presente y aceptar tu destino.

-¿Mi destino? ¿Y cual es mi destino, si puede saberse?

-Dominar el lado oscuro de la Fuerza hasta convertirte en un Lord Sith.

-Nunca haré tal cosa. Tendrás que matarme, como a mi padre.

-Si que lo harás, del mismo modo que yo lo hice, cuando descubras que ese es el

único camino.

-Te equivocas, yo jamás seré como tú. Jamás haré las cosas que tú has hecho.

-Por eso debes dejar que te muestre cual es la verdadera naturaleza de la Fuerza.

Ven, acércate -el hombre se sentó junto al muchacho-. Sé que te hallas perdido,

desorientado, confuso... Todo ha ocurrido tan de repente que todavía no has tenido

tiempo de asimilar lo sucedido. No te preocupes, poco a poco todo volverá a tener

sentido dentro de ti. Ahora estás cansado, así que duerme. Pero cuando despiertes, si

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todavía necesitas respuestas, entonces usa esto -le hombre le entregó al niño un

objeto con forma piramidal.

-¿Qué es esto?

-Es un holocrón sith.

-¿Y qué es eso?

-¿Cómo? ¿Tu padre nunca te mostró un holocrón?

El muchacho negó con la cabeza.

-Creo que él no confiaba en ti lo suficiente. Yo, sin embargo, jamás he dudado ni

dudaré de ti. Déjalo encima de la mesa y ahora duerme, debes tener la mente

despejada antes de usar un holocrón, pues la información que alberga es inabarcable.

Una vez lo hayas usado, ven a verme y hablaremos -el hombre se levantó entonces y

caminó lentamente hacia la puerta. Mientras tanto, absorto, Mig-Wan asentía con la

cabeza sin dejar de mirar aquel extraño objeto que tenía entre sus manos.

-Ah, se me olvidaba -el hombre se giró justo antes de salir de la habitación-: ahora

eres libre -y dicho esto, le lanzó al muchacho un objeto alargado que éste agarró en el

aire. Era un sable de luz, el mismo que su padre le regalara poco antes de morir. Lo

encendió y al hacerlo su color morado refulgió por toda la habitación.

-No es un sable sith, pero aún así es un arma excelente. De las mejores que he

visto nunca. ¿Te dijo tu padre a quién perteneció en su día?

Mig movió la cabeza en señal de negación.

-Al Gran Maestro Jedi Mace Windu.

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El pequeño bothan guiaba al viejo maestro caminado deprisa por entre los

escombros.

-¡Vamos, maestro, vamos, estamos ya muy cerca!

Aquel bothan se había presentado a Luke como Kublin Melan, justo después de su

enfrentamiento con los trandoshanos. El bothan lo había visto todo desde su escondite

y supo desde el principio que aquel era un hombre especial. Era una coincidencia

extraña, pero el destino había querido que él, un insignificante bothan, se cruzara con

los dos Grandes Maestros en menos de una semana. Y que además, tuviera en su

poder algo que sabía que les pertenecía. Por eso, tras ver como aquel hombre acababa

de un plumazo con el escuadrón de la muerte reptiliano, decidió salir a su encuentro y

hablarle del androide que tenía en su poder. Los datos que le dijo fueron lo

suficientemente precisos como para que el viejo maestro decidiera seguirle hasta su

guarida. Y en eso estaban, caminado furtivamente por las calles llenas de barro y

desperdicios de la parte más castigada de la ciudad.

-Por aquí, por aquí, maestro Skywalker -el bothan giró por una callejuela muy

extrecha y luego lo condujo hasta una puerta, que a penas se sujetaba, cerrada con

una cadena oxidada y un candado de seguridad cosido a golpes.

-Este candado es muy bueno. Siempre intentan romperlo pero sería más fácil tirar

la pared abajo. Vamos, ya está... Pase, maestro, pase...

Luke entró en una especie garaje donde los restos de chatarra estaban esparcidos

por todos los sitios. Piezas y partes de motores se agolpaban en estanterías llenas de

polvo. Habían también restos de fuselajes de cazas y aerodeslizadores desparramados

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por el suelo con los que, debido a la oscuridad reinante, resultaba difícil no chocarse.

-Cuidado, maestro, cuidado... Deje que encienda la lámpara para que podamos

vernos las caras aquí dentro -el bothan encendió una lámpara incandescente y

entonces ambos pudieron ver al menos por donde pisaban- Venga, venga por aquí,

tengo los robots ahí dentro -después empujó una puerta de madera, la cual emitió un

crujido que sonó al quejido de un animal viejo y enfermo-. Adelante, maestro pase,

pase... Ahí lo tiene, ese es el androide del que le hablé.

Luke le agarró la lampara de la mano al bothan y caminó deprisa hasta una mesa

de trabajo sobre la cual descansaba el tronco de un androide al que conocía muy bien.

Lo iluminó con la lámpara y, tras acercar su rostro, fue lentamente repasando cada

detalle de su fisonomía. Tras un par de minutos escudriñando en completo silencio

cada centímetro del androide, el maestro se giró hacia el bothan.

-¿Puedes encenderlo?

El bothan se acercó a la mesa:

-Creo que sí. Aunque dependerá de lo que aguanten las baterías de un viejo

aerodeslizador que estoy usando para recargarle las pilas. Apártese, maestro, a veces

saltan unas cuantas chispas.

El bothan apretó una palanca y los goznes de una batería situada bajo la mesa

comenzaron a chisporrotear. De esos goznes salían unos cables que comunicaban con

la espalda del androide. Hubieron varios pequeños estallidos y enseguida las chispas

comenzaron a saltar por toda la mesa.

-Esto es un poco bruto pero es lo que hay. Espero que su memoria no se dañe.

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Ahora voy a encenderlo -el bothan se puso unos guantes y apretó un botón situado en

la parte trasera del robot. Al instante el robot se encendió y comenzó a hablar

dirigiéndose a algo o a alguien que no estaba con ellos allí presente:

-Vamos, R2, esto no tiene sentido, debemos volver. El amo Trey-Jeng sabrá

perdonarte si no cumples con esa orden. Además, no sabes donde esta el joven Mig-

Wan.,,, ¡Cuidado! ¿Qué ha sido eso? Parecía una bomba... ¡Oh, si, son bombas, son

bombas! ¡Nos están bombardeando! ¡Cudado, R2, cuidado! ¡¡¡Oh, no, R2, R2!!! -tras

estas palabras hubo un estallido más fuerte y el androide se apagó por completo. A

continuación el bothan apagó las baterías.

-¿Qué le había dicho, maestro? Es exactamente lo mismo que le conté allí fuera...

R2, Mig-Wan, el amo Trey-Jeng...

-¿Qué quieres por él?

-¿Cómo?

-Aunque te advierto que aquí no tengo más que cien datarios.

-Oh, no, maestro, no es dinero lo que busco en ningún caso... No, en esta ciudad el

dinero vale cada vez menos. De qué me servirían un millón de datarios cuando esos

mandalorianos vuelvan a terminar su trabajo. No, lo que yo quiero es una nave que

me lleve lejos de aquí, a cualquier mundo del núcleo. Soy un buen mecánico, con las

herramientas adecuadas puedo arreglar casi cualquier cosa. Incluso ese androide.. Sin

duda sería de gran ayuda para cualquier tripulación que se precie.

Luke Skywalker guardó silencio unos segundos, luego dio media vuelta y mirando

a los ojos del bothan dijo:

63
-De acuerdo, Kublin Melan, cuando consiga esa nave, vendré a buscarte. Mantente

vivo hasta entonces.

El bothan sonrió:

-No se preocupe por eso, maestro, este bothan es un hueso duro de roer.

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Capítulo 24

La última parada de Luke aquella mañana antes de regresar a casa de Dirk, fue en

los bosques de blasé situados al norte del Puerto Comercial. A unos diez kilómetros

de los límites de la ciudad, cerca del Monte de la Alianza, se abría un claro en la

espesura que albergaba un estanque natural, formado por los numerosos riachuelos

que descendían de las montañas cercanas en la época del deshielo. Se le conocía

comúnmente como el Estanque de los Gaupas, aunque hacía mucho tiempo que estos

animales habían dejado de verse por allí. Para llegar hasta a él, Luke tubo que pasar

varios controles rutinarios, lo que no le resultó difícil dadas su habilidades. Aún así,

la situación le era altamente desagradable, pues la ciudad parecía estar sometida a un

perpetuo toque de queda, y la Guardia, creada por él en su momento con el objetivo

de defender los derechos de los ciudadanos de Leiascant y del resto de mundos

adscritos a la Liga, ahora se parecía más a un instrumento de represión, preocupado

sobretodo por vigilar a aquellos a quienes supuestamente debía proteger. Pensar en la

rapidez en la que el gobernador Quayk había pervertido el carácter las fuerzas del

orden de Endor le producía inquietud y asco.

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A un kilómetro aproximadamente del estanque, Luke se cruzó con varias motos

deslizadoras, las cuales le dieron el alto. El jedi les convenció de que solo estaba

dando un paseo y les invitó a seguir su camino. Los dos motoristas aceptaron la

invitación y se fueron. No obstante, Luke percibió cierto movimiento militar en las

cercanías, así que decidió ocultar el speeder y seguir el resto del camino a pie, al

abrigo de los árboles para no volver a ser visto. Se cruzó con un grupo de guardias

unos cuatrocientos metros más adelante, y luego, escondiéndose entre la maleza,

pudo observar como cerca de veinte hombres escoltaban una enorme grúa que se

dirigía hacia el estanque. Entonces lo tuvo claro: de alguna forma su viejo X-Wing,

con el que había viajado desde Dagobah hasta Endor y que había ocultado bajo las

aguas de aquel estanque, había sido encontrado. Y era de esperar, pues el Gobernador

había dado la orden de peinar los alrededores de la ciudad en busca de cazas

derribados, para evaluar sus daños e intentar su reparación en el caso que fuera

posible. Así se habían recuperado y reparado cerca de cien cazas, aunque la mayoría

de ellos aún no habían sido probados en el espacio exterior, limitándose dichas

pruebas a vuelos cortos dentro de la atmósfera de la Luna Santuario.

Luke decidió no perder más el tiempo y regresó a toda prisa al lugar donde había

escondido su viejo aerodeslizador. Se subió en él, encendió el motor y se encaminó

hacia la casa de Dirk Calrissian.

Media hora más tarde, el viejo maestro estacionaba el speeder en la azotea de uno

de los pocos rascacielos que aún se mantenían de pie, todos ellos ubicados en la zona

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rica de la ciudad. Encapuchado para evitar ser reconocido en caso de ser visto, tras

apearse del vehículo caminó deprisa hasta la entrada al apartamento del comandante.

Una vez dentro, el comandante lo recibió con cierta inquietud:

-Maestro, ¿cómo ha ido la mañana?

-Eso depende de como se mire. Veo que todavía estás vivo, así que debiste salir

airoso de tu entrevista con el Gobernador.

-Intenta ganar tiempo, aunque aún no sé qué es lo que pretende en realidad.

Ambos hombres caminaron por el pasillo hasta el salón.

-Controlar la Luna Santuario primero, luego enviar a los esclavos borg a trabajar

en Endor Prime para hacerse con todo el tibanna y, al mismo tiempo, mantener sus

relaciones comerciales con la Liga intactas.

Hubo un silencio que permitió que sus pasos reverberaran con total nitidez de un

extremo a otro del largo corredor:

-Verá, maestro, antes de entrar en el salón -Dirk y Luke se detuvieron junto a la

puerta-, me gustaría avisarle de que... tenemos visita.

El maestro Skywalker miró a los ojos de Calrissian.

-Lo siento, esto no ha sido idea mía -y acto seguido, el comandante abrió la puerta.

Allí los esperaban cuatro miembros de la guardia, entre los que se encontraba una

mujer: Deislin Jamerith. Los otros eran el teniente Rupard, el capitán Uzig y el

sargento Weekar.

Luke miró a Dirk de nuevo a los ojos:

-¿Qué significa esto, comandante? ¿Creí haber sido lo suficientemente claro al

67
respecto?

-Me estaban esperando, maestro. Todos ellos están dispuestos a dar su vida si

fuera necesario.

Uzig dio un paso adelante:

-Y hay muchos más como nosotros que se mantienen leales a la democracia. En

estos momentos la Guardia está dividida, y si supieran de su presencia, muchos otros

nos seguirían.

Luke hizo un gesto de negación con la cabeza:

-Pero no os dais cuenta que es eso precisamente lo que intento evitar a toda costa

-el maestro jedi caminó entonces de un lado para otro de la estancia intentando elegir

bien sus palabras antes de pronunciarlas-. Todos vosotros percibís tan bien como yo

la enorme traición que el Gobernador ha llevado a cabo. Y es cierto, no es equivocáis:

la sed de poder de Dimor Quayk nos ha condenado a todos. A él inclusive. Pero

aunque entiendo vuestras ansias de justicia, debéis comprender que si el poder del

Gobernador se viera amenazado, esa flota enemiga volvería y arrasaría con lo poco

que queda de la Luna Santuario. De momento, él es nuestra única garantía para evitar

otra matanza.

-Pero, maestro...

-Dirk, sabes tan bien como yo que lo que digo es cierto.

-¡No, me niego a aceptarlo! -bramó Weekar poniéndose en pie- ¡Debemos

rebelarnos contra el traidor! ¡Muchos estamos convencidos de su responsabilidad en

el sabotaje de los escudos!

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-Tu corazón es bravo, sargento, y esa es una noble cualidad. Pero podría también

condenarte. A ti y a muchos otros contigo. No, no he regresado a Leiascant para

iniciar una guerra suicida. Mis únicos propósitos son encontrar a la Gran Dama,

liberar a los borg y, de alguna forma que todavía no sé, rescatar al niño.

La joven muchacha dio un paso al frente:

-Maestro, estamos con usted. Déjenos ayudarlo.

Luke se giró para quedar frente a la muchacha. Sus ojos la atravesaron durante

varios segundos. Después la voz del maestro se coló en la mente de la joven aunque

éste ni siquiera necesitó mover sus labios. Al instante un escalofrío recorrió el cuerpo

de Deislin Jamerith y sus ojos estuvieron a punto de desbordarse. Finalmente, cruzó

los brazos sobre su vientre y se sentó encogida en una silla que había a su derecha.

Luke dio media vuelta:

-Encontrar a Gildren, liberar a los borg y rescatar al niño. Eso es lo que me

propongo hacer, y no voy a hablar nunca más de guerras civiles ni de levantamientos.

No, no acaudillaré ningún ejercito. Si es eso lo que buscáis, aquí tenéis al

Comandante Calrissian, él es vuestro hombre.

-Pero...

-Son muchas las batallas, muchas las vidas que cargo sobre mi conciencia. Ahora

soy viejo, y quizá por eso veo las cosas de otra manera. He estado en la parte baja de

la ciudad: todavía hay montañas de cadáveres apilados en las calles. La gente vive

rodeada de desolación, muerte y escombro. No dudaré poner mi vida en juego las

veces que haga falta, pero no arriesgaré la de más gente inocente. Ya han sufrido

69
demasiado. Si estáis conmigo, seréis bienvenidos. Si por el contrario ansiáis una

guerra, yo no soy ese líder que andáis buscando.

La estancia se sumió en un silencio denso y pesado mientras los miembros de la

Guardia cruzaban furtivamente sus miradas. El maestro Skywalker les había dado la

espalda y ahora observaba el desolador paisaje a través de la ventana del fondo.

Pasados varios segundos, pudo oír como la voz del teniente Keyran Rupard

llegaba clara hasta sus oídos:

-De acuerdo, entonces díganos qué debemos hacer.

Luke agachó la cabeza y soltó aire muy despacio. A continuación, sin girarse

todavía, levantó de nuevo la vista al frente y dijo:

-Acompañadme, hay algo en el maletero de mi aerodeslizador que quiero

enseñaros.

La niña observaba el cielo despejado de Leiascant desde el balcón de su cuarto. El

Ibleam brillaba con la rabia del mediodía y su luz había hecho retroceder todas las

sombras hasta hacerlas desaparecer por completo. Se preguntaba donde estaría su

amigo en aquel momento y, al tiempo, un nudo se le hacía en el estómago. Pensó

entonces en la noche anterior al ataque, cuando su padre les hizo dormir en el búnker

situado bajo el Palacio de la Gobernación. Todos se sorprendieron mucho a excepción

de Kalen, pero entonces no le dio mucha importancia ya que a su hermano mayor le

gustaba hacer creer a todo el mundo que nada le sorprendía. Ella le preguntó a su

padre varias veces el por qué de tener que pasar la noche en aquel agujero bajo el

70
suelo, oscuro y frío, pero su padre no le dio ninguna explicación y se limitó a meterle

prisa y a pedirle que no hiciera mas preguntas. Estuvieron casi cuatro días escondidos

en aquel lugar, sin salir prácticamente de sus habitaciones, de los cuales el primero

fue sin duda el peor. Recordaba perfectamente el sonido de las explosiones por

encima de sus cabezas y como el techo temblaba y, a veces, hasta la pintura se

desprendía de las paredes cayendo sobre la cama, las sillas, las mesas o sobre sus

propios hombros. Pasaron mucho miedo, pero allí dentro, acompañados por su padre

y por miembros de su escolta personal, se sentía relativamente a salvo. Sin embargo,

durante el bombardeo no pudo evitar pensar en todas esas personas de fuera que no

tenían un búnker donde esconderse: si ella y su familia pasaron miedo, aquellas

personas debían estar aterradas.

Un aerodeslizador de la guardia voló frente a ella, como de costumbre hacía cada

dos o tres minutos. A lo lejos se veían los reptadores-grúa retirando escombros de una

zona residencial totalmente derruida. Pensó entonces en todas las personas que

habrían muerto sepultadas bajo los techos de sus propias casas y un escalofrío le

recorrió el cuerpo: aquella le parecía una de las formas más horribles de morir.

Intentó entonces dejar de imaginar esas cosas, que siempre terminaban por ponerla

triste y por sumir su corazón en una profunda inquietud que solía durarle horas. Pero

aquel mediodía no podía evitarlo y esos amargos pensamientos se colaban furtivos en

su cabeza una y otra vez. ¿Dónde estaría Mig-Wan? ¿Quién sería aquel misterioso

guerrero tan poderoso que fue capaz de derrotar al jedi más grande de todos los

tiempos? Entonces su mente volvió a darle vueltas y más vueltas a la muerte del Gran

71
Maestro, la cual había sido relatada muchas veces entre los miembros de la guardia y

la escolta personal de su padre. ¿Sería cierto y aquel despiadado mandaloriano habría

matado a Trey-Jeng Solo delante de su mujer y de su hijo? ¿Qué debió sentir Mig-

Wan entonces? Fue en ese instante cuando tuvo claro que solo había una cosa peor

que la propia muerte: presenciar la de uno de tus seres queridos, como un padre, un

hijo o, incluso, un hermano.

-¡Phayne, vamos, la comida está en la mesa! -los gritos de la madre rescataron a

la niña de sus lúgubres reflexiones. Y para Phayne, a la que siempre solía molestarle

mucho que la llamaran para comer, aquellos gritos le parecieron la mejor música que

sus oídos podían escuchar en aquel momento. Sin más dilación, dio media vuelta y se

encaminó hacia el salón.

Después de comer, el niño se quedó mirando el extraño objeto piramidal que había

sobre la mesa al lado de la cama. Se limpió la boca, se puso de pie y caminó hasta él.

Lo agarró entre sus manos y le dio varias vueltas. “Un holocrón sith”, pensó. “¿Por

qué mi padre nunca me habló de la existencia de estos objetos? Tal vez sean objetos

peligrosos. No, no aceptaré nada que me ofrezca mi tío. Tengo que ganar tiempo

hasta encontrar la manera de escapar de aquí. Pero... un momento, él dijo que era

libre... ¿Será cierto? ¿Seré de verdad libre?”

Mig-Wan agarró su sable de luz y caminó despacio hasta la puerta. Había un

interruptor a la derecha y después de unos segundos, lo apretó sin estar muy

convencido de lo que hacía. Sin embargo, para su sorpresa, la puerta se abrió y él,

72
atónito, se quedó dudando unos instantes. No acababa de dar crédito a las palabras de

su tío Kaneyi, y tenía la sensación de que había algún tipo de trampa en todo aquello.

Finalmente se decidió a cruzar el umbral y, una vez fuera de la habitación, se puso a

andar por un largo pasillo sin saber a donde se dirigía en realidad. Se cruzó con varios

guerreros mandalorianos que, vestidos con sus irregulares e inconfundibles

armaduras, no le dedicaron demasiada atención. Tras girar una esquina, un robot

centinela lo escaneó y, acto seguido, se apartó para dejarlo pasar. Mas soldados, otro

robot centinela y una par de esquinas más, y Mig llegó hasta una amplia sala donde

un grupo de oficiales interactuaban con varios superordenadores. Frente a él habían

cuatro ascensores. Uno de ellos se abrió y tres soldados aparecieron antes su ojos. Al

pasar a su lado, uno de ellos se dirigió a él con un gesto de reverencia.

-Creo que le esperan en el hangar 75, mandalor'ad.

-¿Cómo? -preguntó Mig-Wan entre sorprendido y temeroso.

-Debe bajar hasta el piso cuarenta y, una vez allí, dirigirse hasta la estación F-31.

Allí tome uno de los aerotrenes que salen en dirección a los hangares de popa.

-De acuerdo -los soldados siguieron su camino mientras Mig los miraba

visiblemente desorientado.

Después de bajar al piso cuarente, caminó de un lado para otro durante casi media

hora hasta que por fin encontró la estación F-31. Los aerotrenes salían continuamente

en todas direcciones. Sin ambargo, muchos de aquellos soldados parecían conocerle

y, aunque a veces les costaba bastante expresarse en su mismo idioma, siempre se

mostraban muy amables con él a la hora de indicarle el camino. Le resultaba difícil

73
imaginar a aquellos hombres tranquilos y serviciales masacrando brutalmente a

civiles indefensos. Pero eso era exactamente lo que habían hecho en Leiascant hacía

poco más de una semana . Y no alcanzaba a comprender por qué. Por qué un grupo de

seres disparaban sus blasters contra otro grupo de seres a los que no conocían y que

no les habían hecho nada en absoluto. Pero la historia de la Galaxia se había escrito

así, con la sangre de todos los que habían muerto bajo el fuego de los turbolasers;

muertos como los de Kashyyyk, Alderaan, Yavin o, ahora, Leiascant.

Tras un tiempo deambulando por la estación, Mig decidió subir a ese tren que

debería trasportarlo hasta la zona de popa del superdestructor. Los vagones pasaron

delante de él completamente atestados de gente, así que decidió subir en el último, a

ver si allí al menos había hueco para poder agarrarse. Sin embargo, nada más verlo

entrar, un soldado que sujetaba su casco entre sus brazos se levantó y le ofreció su

sitio. Mig declinó la oferta, pero entonces otro soldado hizo lo propio. De repente,

todos los seres sentados que habían dentro de aquel vagón se levantaron invitando a

Mig-Wan a que ocupara su asiento. Mig se sintió incómodo al verse observado por

tantos ojos extraños, así que para dejar de ser el centro de atención, acabó por aceptar

la invitación de un joven guerrero que tenía a su izquierda. Y allí, sentado y con la

mirada clavada en el suelo, se pasó todo el viaje en el aerotren hasta que por fin éste

se detuvo en los hangares de popa.

Salió a toda prisa del vagón y siguió caminando sin detenerse hasta que encontró

la puerta de salida de la estación. Había un continuo ir y venir de tropas, pilotos y

mecánicos. El ambiente le resultó familiar, le recordaba a los hangares del Puerto

74
Militar. Pero allí las naves eran diferentes. Los cazas eran todos Tie, a los que solo

conocía de haber visto en hologramas y fotografías, y las lanzaderas eran como la

famosa Tydirium, un tipo de vehículo que no era el más común entre la flota militar y

comercial de Endor. Se acercó despacio a uno de los cazas. Uno equipo de mecánicos

lo estaban repasando. Un piloto se le acercó y, tras inclinar la cabeza, le habló en un

idioma que no conocía mientras le dedicaba un extraño saludo. Mig no supo qué decir

así que se limitó a asentir con una sonrisa forzada en el rostro. El piloto dio media

vuelta y Mig siguió observando la flota que había atracada en el hangar. Pasados unos

minutos, se oyó un revuelo a su espalda, lo que le hizo girarse. Todos, pilotos,

mecánicos y soldados habían dejado de hacer lo que estaban haciendo,

manteniéndose erguidos y con la cabeza agachada. Entre ellos, sin hacerles mucho

caso, caminaba un reptiliano que iba ataviado con unas ropas que parecían muy

lujosas. Cuando estuvo a su altura se detuvo, agachó su cabeza y se dirigió a él con

una sonrisa:

-Por fin le encuentro, mandalor'ad. El Líder de Todos los Clanes le espera al otro

lado del hangar.

-¿A mí?

-Por supuesto. Venga conmigo, le mostraré el camino -y ambos caminaron entre

las naves hasta llegar a una plataforma sobre la cual se elevaba un caza ligeramente

distinto al resto.

-Aquí es. Espere, iré a buscar al Mandalor -el nicto dio media vuelta y desapareció

tras una puerta.

75
Mig se puso entonces a observar a aquella nave. Si, la recordaba perfectamente:

era la misma nave que los había perseguido por los bosques de Urtro. La misma que

aterrizó en la plataforma y de donde salió aquel despiadado guerrero que sesgaría la

vida de su padre.

-Es un Interceptor, el modelo de caza Tie más rápido y avanzado. También es el

más difícil de pilotar.

Mig-Wan dio media vuelta. Su tío estaba frente a él.

-Si, ya lo había visto antes -le dijo mirándole a los ojos.

-Lo sé, pero seguro que no lo has visto por dentro. Ven, te lo mostraré.

El Mandalore caminó hacia el portón y, tras marcar un código, un escáner

comprobó su retina. A continuación el portón se abrió.

-Vamos, no existen muchas naves como esta en la galaxia -le insistió al muchacho.

Mig-Wan dudó unos instantes para, finalemente, acercarse lentamente a la entrada

del caza.

-Entra para que pueda enseñarte los controles.

Mig-Wan entró en el caza.

-Siéntate en los mandos, yo me quedaré agachado aquí detrás -el portón se cerró y

las luces de los controles se encendieron de repente.

-¡Vaya! -exclamó Mig-Wan.

-¿Habías visto alguna vez una de estas por dentro?

-No, antes solo había entrado en el X-Wing de mi padre y en el Halcón.

-El X-Wing es una nave excelente. Muy robusta y con una buena potencia de

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fuego, pero esto es otra cosa. Este caza supera a cualquier otro en velocidad,

maniobrabilidad y está armado con turbolasers que, en manos de un piloto

experimentado, podrían destruir incluso una fragata. ¿Quieres probarlo?

-¿Cómo?

-Dar una vuelta.

Mig hizo un gesto de negación con la cabeza:

-Pero yo no sé pilotar naves interestelares.

-¿Has pilotado un speeder?

-Bueno, sí, eso sí.

-Está bien, colócate aquí detrás. Yo sacaré la nave del hangar y luego, una vez en

el espacio, te dejaré a los mandos para que pruebes lo que es pilotar en el vacío. ¿De

acuerdo?

Mig no supo qué decir, y antes de que se diera cuenta, estaba a los mandos de una

de las naves más prodigiosas que se habían fabricado nunca en la galaxia.

-Tranquilo, tranquilo, mueve los controles más suavemente. Aquí no hay

rozamiento ni gravedad, así que tienes que intentar no ser muy brusco... Así, mucho

mejor... Ves, ¿a qué no es tan difícil?

Pero Mig estaba tan extasiado pilotando aquel fabuloso caza en medio de millones

y millones de estrellas, que ni siquiera oyó la pregunta de su tío. Pasados unos

minutos, éste alargó el brazo por encima del hombro de su sobrino y puso su mano

sobre la consola de mandos.

-Bien, ya estamos los suficientemente lejos. Ahora vamos a ver de qué eres capaz

77
-y a continuación apretó un botón y subió una palanca, lo que hizo que la velocidad

del caza se multiplicara por diez. Aun así, en medio de aquella vacua inmensidad, el

caza parecía suspendido e inmóvil, y solo cuando Mig-Wan realizaba algún giro no

demasiado ortodoxo, ambos podían sentir en sus propias carnes la extraordinaria

rapidez con la que la nave se movía en realidad.

-Mira, hacia allá es de donde venimos. Salimos hace unos días de la

hipervelocidad. A unos 700 pársecs se encuentran los límites de lo que vosotros

llamáis el Borde Exterior.

-Entonces estamos en...

-La Zona Salvaje. Camino de Praatba'tor.

-Nunca he oído hablar de ese lugar.

-El sistema Praatba es un lugar recóndito, escondido en el espacio profundo. Hasta

allí tuvimos que escondernos huyendo de los jedis y su Guardia Estelar, y también de

los Señores de la Guerra borgs. Pero eso se acabó.

-Creo que nos estamos alejando mucho del superdestructor.

-No te preocupes por eso... Ha llegado la hora de que pruebes la hipervelocidad.

Deja que marque las coordenadas y agárrate fuerte.

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Capítulo 25

Cuando salieron de la hipervelocidad, el caza se aproximaba a un pequeño

planetoide que orbitaba alrededor de una enana blanca y a muy poca distancia de ella.

-¿Y bien? ¿Qué te ha parecido?

-Siempre había creído que los Tie carecían de hiperpropulsión.

-Y así es. Pero esta es una nave distinta a todas.

-¿A dónde vamos?

-Vamos a estirar un poco las piernas en aquel pequeño planeta. Los mandalorianos

lo llamamos Du'Hur Kaul. Durante muchos años sirvió de hogar para los esclavos

borg que trabajaban extrayendo el diamante de la estrella que da nombre al sistema,

Du'Hur. Ahora el planeta es un desierto frío, pero todavía conserva su atmósfera.

Aterrizaremos a las afueras del complejo abandonado.

Mientras su tío hablaba, Mig-Wan pensó entonces en lo mucho que su voz le

recordaba a la de su padre. En general ambos se parecían bastante, su padre algo más

delgado y con un gesto siempre distendido en su rostro, que quedaba lejos de la

expresión hierática e impenetrable que exhibía su tío continuamente, pero en general

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ambos tenían un estar parecido que solo se captaba cuando estabas a solas con ellos.

-Levanta, ahora me haré cargo yo de los controles. El aterrizaje lo practicaremos

más adelante.

Minutos más tarde, el caza entraba en la atmósfera tormentosa de aquel pequeño

planeta y tras atravesar kilómetros y kilómetros de densas nubes amarillentas,

finalmente pudieron distinguir a lo lejos lo que parecían los restos de edificios y

construcciones abandonadas.

-Aterrizaremos a la derecha de aquellas cúpulas.

Un cuarto de hora más tarde, el interceptor tomaba tierra con suavidad en un

páramo desértico salpicado por enormes rocas de tonos amarillentos. En realidad todo

en aquel planeta tenía aquel pálido color pajizo: la tierra, las rocas y hasta el cielo.

-Bien, ya hemos llegado.

-Todo está muy oscuro.

-Es cierto, aunque a decir verdad es mediodía. La estrella que rige este diminuto

sistema esta apagándose poco a poco y su luz a penas llega ya a este planeta. Aún así,

su densa atmósfera retiene el calor lo suficiente como para que las temperaturas se

mantengan dentro de unos límites razonables. De todas formas debes ponerte esta

chaqueta térmica antes de salir ahí fuera, sin ella sufrirías hipotermia y podrías morir

en menos de veinte minutos... ¿Preparado?

El Mandalore abrió el portón y ambos salieron a la superficie.

Lo primero que sintió Mig-Wan fue el frío abofeteándole el rostro. Luego, su tío

se puso a caminar por entre las enormes rocas que desperdigadas sobre la llanura y él

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lo siguió no sin cierta dificultad.

-¿Hay seres vivos en este lugar?

-No, ya no. Durante algún tiempo fue un escondite para piratas y contrabandistas,

pero ahora hemos limpiado esta zona por completo. Pronto reabriremos las minas y

los campos de trabajo. Instalaremos pulsos electromagnéticos y traeremos aquí unos

cuantos miles de borgs para que hagan lo que nunca debieron dejar de hacer: trabajar

para nosotros.

-¿Haciendo qué?

-Extrayendo el diamante de esa estrella para nuestros turbolasers.

-Estás diciendo que pretendes traer de nuevo la esclavitud a la galaxia, ¿verdad?

-La esclavitud siempre ha existido y siempre existirá. Es algo inherente al cosmos,

a la vida e, incluso, a la propia Fuerza que nos rodea.

-Yo no lo creo así.

-Ya lo creerás. Cuidado con ese agujero.

-No veo nada.

-Eso es porque solo utilizas tus ojos. Hazme caso, aquí no te servirán de mucho.

-No entiendo muy bien qué es en realidad lo que buscas y de dónde sale todo ese

rencor que te consume.

-Desconoces demasiadas cosas, joven aprendiz, pero poco a poco todas ellas se te

irán revelando. Yo construiré un universo más justo y tu lo heredarás. Yo traeré el

orden a la galaxia y tu lo mantendrás. Nuestros destinos están unidos, como hijo y

como Padre Oscuro.

81
Tras oír las palabras de su tío, Mig-Wan se detuvo en seco.

-Tú no eres mi padre y nunca lo serás.

-No, tienes razón: yo seré mucho más de lo que tu padre fue jamás para ti.

-Hablas con el delirio de un demente.

-Te equivocas... Vamos, dime, ¿qué crees que te diría tu padre si pudieras verlo y

hablar con él ahora mismo? Te diría que permanecieras a mi lado porque a mi lado

nunca tendrás nada o a nadie a quien temer. Te diría que yo te protegeré mucho mejor

de lo que él lo hizo y que solo con mi ayuda lograrás al fin alcanzar tu destino.

-Mientes, él nunca diría eso.

-¿No? ¿Y qué diría entonces?

-Diría: “NO TE RINDAS” -y en ese instante, Mig levantó una enorme roca que

había a su derecha y la lanzó contra el Mandalore para, seguidamente, salir corriendo

a toda velocidad en dirección al caza que habían dejado a su espalda hacía tan solo

unos minutos. Sin embargo, aún no había recorrido ni cincuenta metros cuando la

tierra pareció abrirse bajo sus pies para engullirlo por completo.

Cuando despertó, se hallaba en el interior de una gruta y completamente a oscuras.

Recordó que llevaba su sable de luz colgando de su cintura y lo encendió al instante.

Una luz amoratada iluminó entonces la galería y Mig-Wan, tras ponerse en pie,

comenzó a caminar despacio en busca de una salida. Y entonces, cuando a penas

había avanzado unos diez pasos, tuvo la sensación de que algo delante de él se había

movido entre las sombras. Se detuvo y levantó su sable para intentar ver a través de la

densa negrura que lo rodeaba. Y justo en ese mismo instante, una intensa luz roja

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resplandeció frente a él cortándole el paso. La luz roja no dejó de avanzar y Mig fue

retrocediendo hasta que su espalda chocó con la pared de la gruta. Entonces supo que

estaba atrapado y que no le quedaba otra opción que la de pelear. Cuando el

resplandor escarlata estaba a unos cinco metros escasos, Mig-Wan pudo distinguir la

figura de su tío, con su armadura de combate y su máscara mandaloriana. Un

escalofrío le recorrió el cuerpo. Luego cerró los ojos y tras apretar con fuerza los

dientes, se lanzó a tumba abierta contra la figura que lo amenazaba. Hubo un

intercambió de golpes. Mig se movía rápido, usando todo lo que su padre le había

enseñado, pero también dejando que su instinto le guiara. El Mandalore repelía los

ataques sin que pudiera tomar la iniciativa en el combate. De repente, éste comenzó a

recular hacia atrás, lo que envalentonó más al muchacho. Hubo un giro, un salto y

una estocada precisa por parte de Mig-Wan y a continuación la cabeza de su

adversario rodó por el suelo de la galería. Su cuerpo se desplomó al instante. Mig se

quedó quieto, jadeando y mirando a su alrededor un tanto incrédulo. Después se

acercó al cuerpo que yacía sin vida a sus pies. Finalmente caminó unos metros hacia

su izquierda. Allí, separada de su cuerpo, estaba la cabeza enmascarada del

Mandalore. Se agachó para verla y entonces la mascara explotó delante de él y el

rostro de su padre apareció ante sus ojos. Los ojos de Mig-Wan se abrieron hasta casi

salirse de sus órbitas y a continuación, dio media vuelta de un salto y salió corriendo

a toda velocidad sin saber hacia donde se dirigía y dejándose engullir por la absoluta

oscuridad que lo envolvía. De repente, pasados un par de minutos, una luz

amarillenta apareció al final de una estrecho pasadizo y Mig corrió hacia ella sin

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mirar atrás. Y de pronto estaba de nuevo en el páramo. Y allí, a lo lejos, vio la nave

que lo había traído hasta aquel planeta del que ahora quería huir a toda costa, y siguió

corriendo hacia ella, esquivando y saltando por entre las enormes rocas que

salpicaban la explanada. Y al pasar junto a una de estas rocas, algo lo agarró

deteniendo en seco su carrera.

-¡Suéltame, suéltame! -gritaba Mig-Wan mientras no dejaba de patalear y

retorcerse intentando zafarse.

-Vamos, vamos, tranquilízate -le insistía la voz de su tío-, solo ha sido un sueño,

¿entiendes? Solo un sueño...

-¡He matado a mi padre! ¡He matado a mi padre!

-Cálmate, eso no es cierro -Nerpheus agarraba a su sobrino de los hombros con

fuerza para evitar que escapara de nuevo-, solo son tus miedos que han cobrado

forma en esa gruta. No es más que eso, no es más que eso...

-Iba vestido como tú, llevaba tu máscara, yo no podía saber que era él... No podía

saberlo... -el niño comenzó a llorar desconsoladamente y sus energías parecieron

apagarse de repente.

-Vamos, llora, llora... Libérate de la tristeza y del miedo.

Pasaron varios minutos hasta que las lágrimas del niño dejaron de fluir.

-¿Qué ha pasado ahí dentro, tío Kaneyi, dímelo? -preguntó Mig al fin.

-Eso solo tú lo sabes. Pero fuera lo que fuera no ha sido real. La Fuerza se te ha

manifestado con la forma de tus propios miedos. Esos miedos que debes vencer ya

que de lo contrario podrían destruirte. Pero no te preocupes, Mig-Wan, porque yo te

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enseñaré a derrotarlos. Y cuando lo hagas, serás invencible.

El Mandalore aflojó su brazo hasta liberar al joven, el cual ahora parecía no tener

fuerzas ni siquiera para dar un solo paso.

-Estoy agotado, me cuesta mantenerme en pie.

-Vayamos a la nave, la lección de hoy ha terminado.

DIARIO DE DIRK CALRISSIAN:

“Hoy he comenzado a dejar un registro de todos los acontecimientos que están

teniendo lugar en Endor tras la muerte de Trey-Jeng Solo. Sé que el maestro

Skywalker consideraría esto un riesgo innecesario ya que de caer en malas manos,

eso significaría la condena automática de toda esa gente que nos está ayudando desde

la clandestinidad. Sin embargo creo que, tal y como se están desarrollando las cosas,

es fundamental dejar constancia de los hechos. Ese es mi objetivo, que la historia no

nos borre de un plumazo a todos”.

“Ha sido un día complicado. Por la mañana unos cuantos hombres de confianza

intentamos convencer al maestro Luke Skywalker para que se alzara en armas contra

el tirano. No funcionó. El maestro tiene sus razones, nosotros las nuestras. Aún así,

creo que debemos confiar en él. Es todo lo que nos queda. Pero con cada minuto que

pasa, la desesperación se apodera de nuestros corazones y las posibilidades de

encontrar a la Gran Dama con vida se reducen. Esta tarde visité a unos cuantos

amigos, me entrevisté con ellos, hice averiguaciones, pero nadie sabe nada en

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absoluto. Es como si a Gildren se la hubiese tragado la tierra. Tal vez sea mejor así...

No quiero ni pensar en el infierno por el que debe estar pasando”.

“Al maestro y a Rupard les fue mejor la cosa que a mí. Hablaron con el teniente

Gruf, la mano derecha de Fynoon Les, y éste aceptó el reto de reparar a C-3PO en

solo dos días. Es un enorme riesgo para él, pues deberá trabajar en su propia casa sin

descanso todo ese tiempo y, además, robar las piezas que necesite del taller de

robótica militar. El caos que reina en toda la ciudad puede venirnos bien a ese

respecto”.

“Veo al maestro Luke Skywalker muy cansado, y sin embargo transmite algo que

Trey-Jeng no transmitía No sé bien como definirlo, pero es como si leyera cada

situación como si de un libro abierto se tratara. Nada le sorprende, nada le aterra... No

creo que, llegado el momento, pueda vencer a ese guerrero mandaloriano que derrotó

a Trey-Jeng aparentemente sin esfuerzo. Pero aún así, pase lo que pase, le seguiré

hasta la muerte. Él y el niño son nuestras únicas esperanzas”.

Luke Skywalker contemplaba como caía la noche sobre Leiascant desde el balcón

que daba al barrio alto de la ciudad, y mientras lo hacía, meditaba sobre los hechos

que habían tenido lugar durante aquel día. De repente, Dirk asomó la cabeza por el

quicio de la puerta:

-Maestro, voy a retirarme ya, estoy agotado y mis huesos no paran de crujir.

¿Necesitas algo?

-No, gracias, Dirk. Ve a descansar, yo me quedaré aquí fuera un rato.

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Al quedar solo, Luke se sentó en el suelo del balcón con las piernas cruzadas y los

ojos cerrados, sujetando entre sus dedos la trenza que su hermana Leia le entregara el

día de su boda. A continuación comenzó a llenar sus pulmones muy despacio,

sintiendo como el aire hinchaba su pecho poco a poco para, acto seguido, dejarlo salir

tan lentamente como había entrado. Así estuvo muchos minutos, sintiendo su propia

respiración y los latidos de su corazón y el flujo de la sangre por sus venas. Sintiendo

como la Fuerza vibraba alrededor suyo y como penetraba por cada uno de los poros

de su piel. Entonces una voz resonó en su cabeza:

-No vas a encontrarlo así.

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Capítulo 26

Luke abrió los ojos y miró a su derecha. Allí, sentada en un banco de piedra, se

encontró con la figura de Obi-Wan Kenobi rodeada por un aura de luz que la envolvía

por completo. Luke se puso de pie al instante:

-Maestro...

-Rastreando el flujo de la Fuerza no conseguirás encontrar al niño, Luke. Sin

embargo, tu enemigo si podría encontrarte a ti.

Luke agachó la cabeza:

-Soy consciente de ello... Pero no sé qué otra cosa puedo hacer. Aunque, como

bien dices, no me está sirviendo de mucho: la Fuerza discurre de forma confusa para

mí tras los últimos acontecimientos. Como un mar embravecido bajo una salvaje

tormenta. No encuentro el faro que me guíe en medio de todo este caos.

-Eso es porque tú eres ese faro, Luke. En realidad siempre lo has sido.

Luke miró a los ojos de Obi-Wan. Luego volvió a bajar la mirada:

-Lo siento, Ben, pero yo no lo creo así. Tú y el maestro Yoda fuisteis dos inmensas

estrellas para todos nosotros. Sin embargo yo a penas llego a alumbrar mi propio

88
camino.

-Te equivocas, Luke. Fue tu resplandor el que nos devolvió la esperanza a mi y a

Yoda cuando todo parecía perdido. Y durante todos estos años has seguido

iluminando a todos los que te rodeaban, haciendo frente a situaciones de una gran

exigencia que hubieran derrumbado a muchos de los mas grandes maestros de nuestra

orden. Te has enfrentado al dolor de la pérdida, la pérdida de seres queridos, y aún así

te has mantenido firme, fiel a ti mismo, a tu esencia como jedi y como persona. Esa

es tu luz, Luke. Y créeme: no existe ninguna más poderosa en toda la galaxia.

Luke Skywalker caminó despacio y se sentó en el banco de piedra que había frente

a Obi-Wan:

-Pero ahora soy mucho más viejo, maestro, y temo no estar a la altura de las

circunstancias.

-Tienes la misma edad que yo tenía cuando te tomé bajo mi tutela. La misma que

yo tenía cuando me enfrenté a tu padre. Solo debes confiar en ti mismo porque estoy

seguro de que, llegado el momento, estarás a la altura.

-Es demasiado poderoso... Solo hay una forma de derrotarle.

-Lo sé. Pero debes saber que eso es algo que nunca se ha hecho antes. Ni siquiera

Yoda fue capaz de realizar una hazaña semejante. Requerirá un esfuerzo tan grande

por tu parte que podría costarte la vida. Y aún así, no hay ninguna garantía de que al

final vaya a dar resultado.

-¿Acaso tengo otra opción?

-Eso es algo que debes decidir tú, Luke. Yo ya no puedo enseñarte mucho más.

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Ahora tú eres el maestro. Y más sabio y poderoso de lo que yo nunca fui.

-No digas eso. No es cierto...

-Lo es... Recuerdo que un día me preguntaste cuál había sido el maestro jedi al que

más había admirado en mi vida. En aquel momento no supe que contestarte. Ahora si

lo sé.

Los dos maestros se miraron a los ojos. El silenció se prolongó varios segundos.

Finalmente, Luke Skywalker bajo la mirada y prosiguió con la conversación:

-He sentido la ira en mi corazón esta mañana. La descargué sin necesidad alguna

contra un grupo de trandoshanos. Todos murieron.

-Sí, lo he percibido.

-Entonces, dime, ¿algo así es de verdad propio de ese Gran Maestro en el que

dices haberme yo convertido?

-Sabes que si, Luke. La diferencia entre un Sith y un Jedi no está en su esencia,

pues en ambos corazones habita tanto el bien como el mal. Lo que nos distingue de

ellos es que nosotros nos enfrentamos a ese mal que late en nuestro interior hasta

lograr controlarlo y, así, liberarnos de él... Sin duda, la que libramos cada día dentro

de cada uno de nosotros es la más dura de todas las batallas. Los sith lo saben, y son

capaces de ver nuestras debilidades y usarlas en su propio beneficio. Eso fue lo que le

ocurrió a tu padre. Sidious se aprovechó de su único punto débil, su amor desmedido

hacia Padme, y lo usó para enfrentarlo a mí. Sembró los celos en su corazón, y con

ellos el miedo, la ira, el odio y la venganza... Y casi sin darse cuenta fue alejándose de

la luz hasta ser devorado por completo por la oscuridad... Pero eso nunca te ocurrirá a

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ti, Luke.

-¿Cómo estás tan seguro?

-Porque eres mucho más fuerte que cualquier jedi que haya conocido nunca. Y tu

fortaleza está dentro de ti y no fuera. No son tus habilidades lo que te hacen fuerte

sino tu sentido imperturbable del bien y del mal... Aunque a veces ese sentido puede

resultar una carga demasiado pesada si no la compartimos. Libera parte de esa carga,

Luke, y tu camino se te hará menos arduo, sea cual sea el que al final decidas tomar.

Luke volvió a bajar la vista al suelo y un par de lágrimas cayeron por sus mejillas:

-¿Volveré a verte después de esta noche, maestro?

Obi-Wan sonrió:

-No, Luke. Ya te he mostrado todo lo que podía mostrarte. Ahora este capítulo

debes escribirlo tú. Pero recuerda: no estás solo. Debes confiar en ti y de esa manera

podrás confiar también en todos aquellos que decidan seguirte.

Luke levantó la mirada.

-Gracias, maestro.

Obi-Wan sonrió y luego se puso de pie:

-No, gracias a ti, maestro Skywalker.

Y tras sus palabras, la luz que emanaba del cuerpo intangible del maestro Kenobi

fue haciéndose más y más intensa hasta que terminó envolviendo por completo su

figura, la cual se fue elevando del suelo lentamente para, de repente, estallar en un

silencioso fogonazo cuyo resplandor iluminó la noche de Leiascant como un

relámpago en mitad de una tormenta.

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Entonces Luke miró su mano derecha. Todavía sujetaba la trenza de su hermana

Leia. Echó una mirada furtiva al cielo y, a continuación, cerró los ojos y la apretó con

fuerza contra su pecho.

Una mujer descansa entre tinieblas tumbada sobre la cama de un hospital. Sus ojos

miran al techo, un techo que parece vibrar, encogerse, expandirse, avanzar y

retroceder como las olas de un mar que acecha. Un techo que a veces parece venírsele

encima y otras estirarse hasta el infinito. Un techo que con la ausencia de luz

adquiere formas aún más caprichosas, moviéndose como un animal amorfo, como un

enjambre de insectos nerviosos defendiendo su colmena, o un banco de peces

huyendo de las fauces de un depredador. Un techo que es todo lo que puede ver, a

todo a lo que puede aspirar. Sin embargo, su mente, embotada casi siempre, confusa y

enmarañada, a veces logra descifrar una idea y en ese momento un pensamiento

aparece en su cerebro de forma nítida. Es entonces cuando se reconoce a sí misma.

Como ahora, que a pesar de no poder moverse y de esa maldita pared que intenta

distraerla bailando sobre su cabeza, tiene claro que debe levantarse y salir de allí

cuanto antes. Tiene claro que no está enferma. Que, en todo caso, son los otros los

que lo están: el Gobernador, los guardias, los médicos, las enfermeras, los androides

que le inyectan esa maldita especia que la mantiene como un vegetal pegada a aquel

colchón, a aquellas sábanas, a aquel techo que se burla de ella a cada instante. De

repente ahora, esas manchas que lo salpican se unen formando rostros que con gestos

sórdidos ríen, lloran, increpan, amenazan...”Quiero salir de aquí”, piensa. “Tengo que

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salir de aquí”, se repite una y otra vez. Pero no puede: está atrapada en un cuerpo

inerte. Intenta tranquilizarse. Cierra los ojos y se concentra. Pero nada, solo consigue

mover los párpados. Se desespera y llora. Después intenta volver a tranquilizarse.

Otra vez cierra los ojos y otra vez se concentra. Tras varios minutos así, parece que

por fin nota algo en su mano izquierda. Si, no hay duda: siente el roce de la sábana

contra la yema de sus dedos. Abre los ojos y mira hacia arriba. Las caras han

desaparecido: en su lugar solo hay manchas de humedad esparcidas por un techo

resquebrajado y pálido. Se concentra una vez más... Pasan los minutos y de repente,

¿qué ha sido eso? No, no puede ser... Lo intenta de nuevo y... si, si, lo ha conseguido:

ha movido su dedo anular. Si, siente perfectamente como se mueve, arriba y abajo,

arriba y abajo. Un poco más de tiempo y logrará mover también el índice y el

corazón. Y luego el pulgar y el meñique. Y cuando haya logrado mover todos los

dedos de su mano podrá arrancarse esos tubos que le están envenenando la sangre. Y

entonces estará mas cerca de escapar de allí. Y entonces estará mas cerca de encontrar

a su hijo. Su hijo, su hijo, su hijo... Esté donde esté, sabe que lo encontrará o morirá

en el intento. Su hijo... Pero entonces oye la puerta que hay a su derecha y aparece de

nuevo ese montón de chatarra con ruedas avanzando hacia ella. Quiere gritar pero la

voz no sale de su garganta. Quiere gritar: “¡No, no, no”! Pero sus cuerdas vocales no

le responden. El droide se acerca a la máquina que hay a los pies de la cama, la

manipula, rellena los émbolos y luego anota en su memoria las lecturas de la pantalla.

Después se acerca a la paciente, la observa durante un minuto escaso y, finalmente, se

marcha por donde ha venido, dejándola otra vez bajo ese techo inmisericorde que

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ahora brilla escamoso y se enrosca sobre sí mismo como el lomo de una descomunal

serpiente. Y la serpiente la va estrangulando poco a poco. Y poco a poco su mente se

evapora hasta que pierde del todo la consciencia.

El Capitan de la Guardia Alsid Gergan llegó a las ruinas del Puerto Militar a eso

de la media noche. Lo acompañaban dos de sus hombres de confianza. Allí lo estaban

esperando varios miembros del pelotón de limpieza junto a otros tantos guardias

urbanos.

-¿Qué diablos ocurre? -preguntó con gesto contrariado nada más salir de su

speeder.

-Estábamos en los túneles, abriéndonos paso con la maquinaria pesada, y de

repente apareció esa cosa y se lio a golpes con todo. Ha destrozado un reptador-

excavadora y ha herido a varios operarios.

-¿No habían guardias escoltando a los obreros?

-Si, señor, pero a duras penas lograron contenerlo con sus blasters... Es muy

grande y muy fuerte... Ni con veinte hombres hemos podido reducirlo.

El grupo caminó rápido entre montones de escombro hasta llegar a la entrada a los

túneles, las cuales se hallaban custodiadas por más miembros de la guardia.

-Está bien, abran voy a bajar.

-¿Usted solo señor?

-No, me acompañaran estos dos hombres que vienen conmigo.

-¿Está seguro, señor? No me parece suficiente garantía...

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-Tranquilícese, sargento, es un borg, y yo sé muy bien como tratar a esos malditos

bastardos. Abran las puertas.

Los guardias abrieron las puertas y Gergan y los dos hombres que lo escoltaban se

internaron en los túneles blandiendo cada uno de ellos sus respectivos blasters.

La oscuridad allí abajo era total y solo disponían del haz de luz de sus armas para

iluminar el camino. Después de recorrer unos treinta metros, llegaron a una amplia

galería donde los operarios habían establecido diversos puntos de luz para no tener

que trabajar a oscuras. Veinte metros más adelante, se encontraron con el reptador

que, como les habían advertido con anterioridad, estaba hecho añicos. A su alrededor

se encontraron con los cuerpos heridos y magullados de trabajadores y miembros de

la guardia, los cuales, tendidos en el suelo, balbuceaban quejumbrosos pidiendo

ayuda.

-Shhhh, tranquilos, ahora mismo os sacaremos de aquí.

-Está... ahí dentro, capitán... Tras esas... puertas -le susurró un guardia que se

hallaba inmóvil y con medio cuerpo enterrado bajo un montón de cascotes.

Los tres hombres avanzaron despacio hasta llegar a unas puertas metálicas

abolladas y parcialmente descolgadas, que perecían no funcionar en absoluto.

-Está bien, quedaros aquí -y tras sus palabras, Gergan sacó un instrumento

electrónico rectangular de unos veinticinco centímetros de largo, con un dial en el

centro y dos botones rojos a los lados. El capitán sujetó el aparato con su mano

derecha y comenzó a mover la rueda del dial. Al instante se oyó una voz ronca y

profunda que venía de detrás de la puerta:

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-Os oigo, sé que estáis ahí... Si habéis venido a por vuestros heridos, lleváoslos

rápido de aquí si no queréis que me enfurezca de nuevo. Os aviso: esta vez no tendré

piedad con ninguno de vosotros.

Uno de los hombres de Gergan lo miró visiblemente nervioso. El capitán sonrió:

-Ya casi lo tengo...

-¡¡¡No me habéis oído...!!! -bramó la voz desde el interior de la estancia contigua.

-Capitán, dese prisa...

-Ya casi está...

-¡¡¡...Coged a los heridos y largaos de aquí!!!

-Vamos, capitán...

-Tranquilos, lo tengo, solo necesito unos segundos más.

-¡¡¡Maldita sea, vosotros lo habéis querido!!!

-Capitán...

-Ya...

Se oyeron unos pasos.

-¡Viene hacia aquí!

-...Casi...

-Rápido, rápido...

-...Está...

Las puertas chirriaron de repente, abriéndose al ser empujadas desde dentro hacia

ambos lados y, a continuación, un enorme negnita borg apareció frente a ellos con

una expresión terrorífica en su rostro.

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Justo en ese momento, una luz roja se encendió en el aparato que Gergan sujetaba,

lo que significaba que por fin estaba listo para ser usado. Mientras, el negnita había

cruzado el umbral y caminaba decidido hacia ellos, que no dejaban de recular hacia

atrás visiblemente asustados. Pero entonces el capitán lo apuntó con el extraño

artilugio y, tras sonreír de soslayo, les dijo a sus hombres:

-Ahora veréis como esta montaña se derrumba -y acto seguido apretó los dos

botones rojos con el índice y el pulgar de su mano derecha.

Al instante, el gigante se desplomó y comenzó a convulsionar en el suelo,

retorciéndose sobre sí mismo al mismo tiempo que de su garganta salían espantosos

alaridos de dolor que reverberaban por toda la gruta.

Gergan se acercó a él sin dejar de apuntarlo con el dispositivo que seguía

sujetando con su mano derecha y lo miró con desprecio:

-Ahí lo tenéis: trescientos kilos de pura furia derrotados por un pulso

electromagnético de a penas cien gramos de peso... ¿Me oyes, borg? Ya no pareces

tan fuerte, ¿eh? Escúchame bien, maldita escoria pirata: no sé de donde has salido

pero no me importa. Has interferido en las labores de rescate y limpieza del Puerto

Militar, has destrozado un reptador-excavadora por valor de un millón de datarios y

has herido gravemente a operarios y a miembros de mi Guardia Urbana. Así que

ahora lo vas a pagar -Gergan dio media vuelta y le entregó el dispositivo a uno de sus

hombres- Programadlo para que trabaje picando piedra y quitando escombro hasta

que no quede un solo cascote por retirar en todo el puerto, ¿entendido? Después que

lo deporten a Ja'adral, con resto de los de su calaña.

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-De acuerdo, mi capitán.

-Y daros prisa, las baterías de este cachivache no durarán más de seis horas. Y no

hace falta que os diga lo que pasará cuando deje de funcionar. Así que ya sabéis lo

que hay que hacer... Andando -Gergan dio media vuelta y caminó hacia la salida

dejando allí a sus dos hombres de confianza. Éstos se miraron a los ojos y luego se

acercaron despacio a esa enorme mole que seguía contrayéndose de dolor en el suelo

de la gruta.

-Ahora no parece tan temible, ¿verdad? -dijo uno de ellos.

El otro hizo un gesto de negación con la cabeza:

-¿Me oyes, negnita? -le gritó- ¡Ahora no pareces tan temible, eh! -y a continuación

comenzó a darle patadas- ¡No, ya no nos das ningún miedo, borg! ¡Ningún miedo!

¡¡¡Ningún miedo!!!

Mig-Wan despertó empapado en sudor y sin saber muy bien donde estaba. No

recordaba nada del sueño que acababa de tener pero sabía que había sido cualquier

cosa menos agradable. No tenía nada de hambre pero sí mucha sed, así que agarró el

vaso con las dos manos y se lo bebió de un trago. Luego volvió a llenarlo vertiendo

agua de la jarra que había a su lado y de nuevo lo vació en su garganta de un solo

trago. Repitió esta operación una vez más y a continuación caminó hacia el cuarto de

baño que había al otro extremo de la habitación. Se dio una ducha rápida con agua

templada y a su regreso se vistió con una túnica oscura que encontró en el armario.

Luego, tras sentarse en la cama y batir la estancia varias veces con la mirada, su

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atención se detuvo en ese pequeño objeto con forma piramidal que su tío Kaneyi, el

Mandalore, le había entregado el día anterior. Se hallaba sobre una pequeña estantería

metálica que había colgada de la pared. No recordaba haberlo dejado allí. Lleno de

curiosidad, se levantó y caminó hacia él. Lo observó detenidamente durante casi un

minuto. Era un objeto verdaderamente extraño, cuya realización debía de haber

resultado extremadamente delicada y laboriosa. Estaba decorado en cada una de sus

caras con figuras geométricas talladas con gran maestría y precisión las cuales, sin

duda alguna, debían ocultar significados que un neófito como él jamás podría

descifrar. Agarró el objeto con sus dos manos y empezó a darle vueltas y más vueltas,

escudriñando hasta el más mínimo detalle labrado en cada una de sus cinco caras.

Finalmente, sujetó el objeto por su base con la palma de su mano izquierda y, a

continuación, levantó y extendió su brazo para observarlo detenidamente desde cierta

distancia. Fue entonces cuando el objeto pareció cobrar vida, emanando de él una

enorme energía que Mig-Wan pudo sentir al instante. A penas unos segundos después,

dicha energía se coló en su mente y de repente todas aquellas incógnitas que

rondaban por su cabeza desde hacía días comenzaron a ser reveladas. Pero no como

cuando leía un libro, escuchaba a sus padres o atendía a su profesor. No, esta vez la

historia comenzó a transcurrir con todo lujo de detalles dentro de su propio cerebro y

él, sin saber como o por qué, formaba parte de la misma.

Y de repente no había distancia entre el espacio y el tiempo. Y él volvía a estar de

nuevo en Leiascant mientras el pasado se hacía presente ante sus ojos.

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2ª Parte:

Memorias de la luna sumergida

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Capítulo 27

Todo estaba preparado en el Puerto Comercial para que el convoy Yavin iniciara

su viaje de quince días por el Rastro Bakura, una hiperruta que recorría los territorios

fronterizos encuadrados en los sectores Moddell y Bakura, y cuyo punto de partida se

situaba en la llamada Puerta de Endor, en el borde del sistema. Si bien en tiempos de

la República y el Imperio esta ruta era considerada una de las más peligrosas por su

cercanía a los territorios salvajes, con la fundación de Leiascant por parte del Gran

Maestro Luke Skywalker y la posterior concentración de la poderosa flota de Endor

en la Luna Santuario, los ataques de los piratas en los hiperpuntos se habían reducido

drásticamente hasta casi desaparecer por completo. Por su parte, los borg, aunque

hacía tiempo que se habían convertido en una seria amenaza para los convoys,

todavía estaban muy lejos de alcanzar el poderío militar que años después haría de

ellos el mayor quebradero de cabeza para los mundos de la Liga. Por el contrario, en

aquellos momentos eran los yuuzhan vong quienes estaban sembrando el terror en los

sistemas fronterizos, extendiendo el pánico hasta el mismo corazón del Núcleo. Por

esa razón se había acordado que sus colonias debían ser exterminadas y sus Koros-

101
Strohna aniquilados sin importar donde se detectase su rastro. Durante muchos años

esa fue la misión prioritaria encomendada al Gran Maestro Luke Skywalker: eliminar

cualquier atisbo de presencia yuuzhan en la galaxia, lo que suscitó sentimientos

contradictorios en su corazón. ¿Tenía él derecho a exterminar una raza solo por el

mero hecho de existir? Aunque, por otro lado, era innegable que la presencia de los

yuuzhan implicaba en sí la completa aniquilación de los mundos que colonizaban,

mundos a los que había jurado proteger como miembro de la Orden Jedi y

comandante en jefe de la Guardia Estelar.

Esta fue la razón principal por la que el Luke Skywalker acudió con gesto serio

aquella mañana al Puerto Militar para despedirse del hombre que iba a capitanear el

convoy, que no era otro que el marido de su hermana y su mejor amigo: Han Solo.

-¿Entonces lo que me dijo Leia es cierto, te llevas a Kaneyi? -le preguntó camino

del Halcón Milenario.

-Por supuesto, me está esperando en Halcón.

-No sé si es buena idea, Han...

-Escucha, Luke, ya sabes que para Kaneyi está resultando difícil aceptar que su

hermano menor haya acaparado tanta atención últimamente y estos viajes le están

devolviendo la confianza en sí mismo.

-He hablado con él muchas veces para que no deje lo que empezó, pero se cierra

en banda... Ni siquiera quiere hablar conmigo últimamente...

-No quiere oír hablar de nada que tenga que ver con la Orden Jedi ni con ese

extraño mundo en el que os movéis. Es su elección y debes respetarla.. Pero no te

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preocupes, se le pasará.

-Lo sé, pero como bien dices le ha afectado demasiado. Y yo me siento un poco

culpable...

-Es precisamente por esa razón por lo que estos viajes son tan importantes para él.

Créeme, es lo suyo: en tres o cuatro años será el mejor piloto interestelar de toda la

Galaxia.

-¿Mejor que tú?

-Ya lo creo, y que tú también, jedi engreído.

Luke soltó una carcajada. Luego fijó la vista al suelo.

-Me gustaría acompañaros.

-No puedes, tienes cosas más importantes que hacer. Muchas vidas dependen de ti

y de la flota de Endor... Debes salvar a esa gente, Luke, y necesitas las naves de

mayor tamaño de la flota porque no sabes con qué te vas a encontrar. La tuya si que

es una misión arriesgada.

-Lo sé, sé que es mi deber pero...

-Vamos, hombre, déjalo ya. Es la ruta comercial más tranquila y segura de este

lado de la Galaxia. No se han registrado ataques piratas desde hace más de seis años.

Me llevaré el Halcón, una fragata ligera y tres escuadrones de X-Wing. ¿Qué diablos

te pasa? ¡Eres peor que Leia! Además, yo no necesito de tu protección, jedi, sé cuidar

de mi mismo. Y en todo caso, si quieres que te diga la verdad, como guardaespaldas

me fío más de Chewie que de ti, Gran Maestro... Venga, y ahora despídete de tu

sobrino y lárgate con viento fresco.

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-Amo Luke, comandante Solo, esperen, esperen...

Han y Luke se giraron hacia la procedencia de la metálica voz que los había

detenido justo cuando iban a subir al Halcón Milenario.

-¿Qué haces tú aquí, lingote de oro? -preguntó el capitán Solo con el gesto torcido.

-La princesa me ha pedido que os acompañe en calidad de asistente personal del

amo Kaneyi.

-¿Acompañarnos? De eso nada.

-Pero la princesa...

-Sal de aquí antes de que te dé una patada en tu metálico trasero.

-Pero...

-Yo que tú no discutiría con mi hermana de estas cosas...

-Tú no te metas.

-Está bien... Pero piensa que tarde o temprano tendrás que volver y enfrentarte a

ella.

Han apretó los dientes y se puso a mascullar moviendo la cabeza de un lado para

otro:

-¡Maldita sea! ¡¡¡Maldita sea!!! Está bien, lingote de oro, entra. Pero una cosa te

voy a decir: mantén tu boca cerrada el mayor tiempo posible o haremos escala en

Tatooine y te regalaré a los primeros jawas con los que me encuentre. ¿Entendido?

-Oh, de acuerdo... Aunque no comprendo a qué viene tanta hostilidad...

El Halcón Milenario salió de la atmósfera de la Luna Santuario dos horas y quince

104
minutos más tarde, reuniéndose con el resto de naves del convoy justo a la entrada de

la hiperruta conocida como la Puerta de Endor. Además del Halcón, el convoy Yavin

lo conformaban tres cargueros de gran tamaño, una fragata médica y una fragata de

combate ligera que transportaba un total de tres escuadrones de cazas X-Wing.

Tras ponerse al frente de la flota, la nave pilotada por Han Solo y el último

wookiee conocido en la galaxia, Chewbacca, comenzó a tomar velocidad al tiempo

que el capitán Solo comprobaba que las comunicaciones con el resto de naves era

perfecta. Han marcó las coordenadas de la hiperruta hasta el siguiente hiperpunto,

lugar en el que deberían salir del hiperespacio para redireccionar su marcha marcando

unas nuevas coordenadas. Aquellas salidas del hiperespacio eran los momentos más

peligrosos de los viajes interestelares por las rutas comerciales, pues solía ser en esos

momentos cuando se registraban casi todos los ataques piratas perpetrados contra las

naves comerciales.

Han estableció las coordenadas. Chewbacca las comprobó y las compartió con el

resto de naves. Los otros capitanes cotejaron la información recibida. Todo estaba

correctamente: las seis naves estaban preparadas para el salto a la hipervelocidad. Y

mientra todo esto sucedía, un niño de a penas doce años, hijo de Han Solo y Leia

Organa, observaba a su padre y a su amigo Chewie sin perderse un solo detalle de

todo lo que estaban haciendo.

-¿Preparado, Chewie?

Chewbacca soltó un bramido.

-Está bien, allá vamos.

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Y de repente las estrellas se estiraron delante mismo de sus ojos, al tiempo que la

nave saltaba por encima de los límites de la velocidad de la luz para atravesar el

infinito en a penas un suspiro.

-Bueno, esto ya está -Han se levantó del cuadro de mandos y estiró los brazos.

Chewbacca le increpó con un alarido quejumbroso.

-Lo sé, lo sé, pero eso puedes hacerlo tú –luego se acercó a Kaneyi que no dejaba

de mirar al vacío que se extendía delante de ellos- Oye, has estado muy frío con tu tío

antes, cuando vino a despedirse.

Kaneyi miró a su padre sin decir nada.

-Vamos, ¿qué te ocurre? -continuó Han- ¿Estás enfadado con él?

El niño hizo un gesto de negación con la cabeza:

-No, es solo que... -la frase se quedó a medias.

-¿Qué? Venga, a tu padre puedes contárselo.

-No sé, papá, pero es que no me apetece mucho hablar con él.

-¿Ni tampoco con tu hermano? Trey-Jeng dice que ya nunca quieres jugar con él y

que cuando te pregunta algo le respondes siempre de muy mal humor.

-¡Eso no es verdad!

Chewbacca rugió sin dejar de mirar hacia delante.

-Eh, tú, felpudo con patas, estoy teniendo una conversación privada con mi hijo. Y

no es de mí de quien estamos hablando, ¿entendido? Además si tengo malas pulgas

será porque tú me las has pegado... Y ahora concéntrate en pilotar esta nave y mantén

106
tu hocico cerrado.

-Yo no estoy siempre enfadado, papá...

-Lo sé, lo sé, hijo mío, pero sí es cierto que últimamente te vemos un poco alicaído

y distante, y eso nos preocupa mucho a todos. A mí, a tu madre, a tu hermano y, por

supuesto, a tu tío Luke... Quizá sea a él a quien más.

-No sé lo que me pasa, papá... Es cierto que estoy un poco bajo de energía, pero,

bueno, supongo que se me pasará.

-Si, de eso no hay duda. De todas formas, tienes a tu familia para lo que nos

necesites, ya lo sabes. Y por encima de cualquier cosa, no dejes que nada te hunda,

hijo... Venga, y ahora vamos a repasar el protocolo de despegue. ¿Lo has

memorizado?

El rostro de Kaneyi se iluminó de repente:

-Lo tengo todo aquí dentro -el niño se toco la sien con su índice derecho.

-¿Ah, si? Bueno, pues vamos a ver si es verdad entonces, empecemos... Punto

uno...

Tres horas más tarde, Han se hallaba desmontando la turbina de un generador de

oxígeno mientras le enseñaba a su hijo cada una de las piezas, indicándole como

debía colocarlas y cuales eran las herramientas que debía utilizar para tal efecto,

cuando fue interrumpido por C-3PO:

-Capitán Solo, Chewbacca requiere su presencia en cabina, vamos a salir de la

hipervelocidad, creo.

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-¿Ya hemos llegado al primer hiperpunto?

-Al parecer, así es.

-Ese condenado wookiee ha puesto la nave a toda potencia. Así nos quedaremos

sin combustible antes de recorrer un tercio de nuestro trayecto -Han dejó todas las

piezas en el suelo y mientras se limpiaba las manos con un trapo viejo, comenzó a

caminar hacia la cabina refunfuñando-. Se lo advertí, no fuerces, tenemos que llegar

al Rastro Bakura con los depósitos de hipermateria a la mitad por lo menos.

Nada más llegar al habitáculo desde donde se pilotaba el viejo carguero,

Chewbacca lo recibió con varios bramidos que denotaban irritación.

-¡Qué quieres que haga! Le estaba enseñando a mi hijo a limpiar los filtros de

oxígeno.

Chewbacca le respondió con otro gruñido.

-Está bien, está bien, déjame ver... No, es imposible... Si no salimos de la

hipervelocidad no podremos descifrar esa señal...

-¿Señal? ¿Qué señal? -preguntó alertado C-3PO.

-Al parecer hemos captado algo que podría ser un mensaje cifrado. Pero también

una interferencia provocada por el rastro del fondo de microondas, por rayos

cósmicos de una estrella cercana o por el remanente de una supernova que haya

atravesado la hiperruta.

-¿Hay alguna forma de saberlo? -preguntó Kaneyi, rebosante de curiosidad.

-No hasta que salgamos de la hipervelocidad.

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-Oh, pero... ¿vamos a salir del hiperespacio en medio de la hiperruta? Eso podría

ser peligroso.

-Tranquilo, lingote de oro, no vamos a alterar nuestro trayecto por una mera

interferencia. Seguiremos hasta el hiperpunto prefijado, al que llegaremos en una

hora, aproximadamente. Entonces analizaremos esa señal y saldremos de dudas...

Una hora y cuarto más tarde, Han Solo y Chewbacca realizaban la lectura de las

coordenadas en la computadora del Halcón. Tras varios minutos cotejando la

información, ambos llegaron a la conclusión de que habían llegado por fin al primer

hiperpunto, en donde debían salir del hiperespacio para marcar las nuevas

coordenadas. Se comunicaron con el resto de naves con mensajes en clave muy

escuetos, ya que viajando a hipervelocidad las comunicaciones se volvían

extremadamente dificultosas. Tras la ronda de protocolo, y una vez que el capitán

Solo comprobó que todos los mensajes recibidos por el Halcón eran afirmativos, éste

procedió a ordenar la salida inmediata del hiperespacio, iniciando a continuación una

cuenta regresiva:

-...5... 4... 3... 2... 1... Motores fuera.

Chewbacca y Han accionaron las palancas y, como por arte de magia, las estrellas

volvieron a hacer acto de presencia frente a los cristales de la cabina.

-Guau -exclamó Kaneyi completamente absorto.

-Bueno, hijo, ya hemos recorrido la primera etapa de nuestro viaje... Chewie, ves a

revisar los tanques de combustible y comprueba los turbolasers... Yo veré si puedo

109
captar esa maldita señal otra vez.

Chewie soltó un gruñido y salió de la cabina estirando sus largos brazos.

-Espera, Chewie, te acompaño -le gritó Kaneyi al tiempo que se levantaba de su

silla y echaba a correr detrás del wookiee.

-Espero que no tengamos que esperar mucho tiempo aquí, en este lugar tan

apartado de la galaxia. Se cuentan muchas historias de ataques de piratas

mandalorianos a convoyes comerciales... Y también de ataques perpetrados por

miembros del Sol Negro...Y por esos descontrolados borg, de quienes se dice que

ahora están armando flotas muy poderosas... El amo Luke habló incluso de cruceros

imperiales de gran tamaño y...

-¡Lingote de oro!

-¿Si, señor?

-¡Cállate!

Sin perder ni un segundo más, Han se comunicó con la capitana Antilles,

responsable de la protección del convoy, para intercambiar información sobre la señal

que habían captado con anterioridad. Todas las naves habían recibido esa misma

señal y ahora peinaban la galaxia en busca de su procedencia. Se estableció un tiempo

máximo de 30 minutos, después de los cuales se iniciarían de nuevo la maniobras de

reentrada en el hiperespacio. Durante esos treinta minutos, los tres escuadrones de

cazas X-Wing estarían fuera de la fragata de combate para patrullar un perímetro de

seguridad alrededor del convoy. Y así los minutos fueron pasando y, con ellos, la idea

de que aquella señal no fuera más que una vulgar interferencia fue imponiéndose en

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el seno de todas la tripulaciones que conformaban aquella expedición.

Pero de repente, cuando los treinta minutos estaban a punto de expirar y los cazas

ya formaban en cuña preparados para entrar en el hangar de la fragata, Han captó

algo que parecía un código cifrado de procedencia desconocida. Rápidamente se

comunicó con Chewbacca y le pidió que se personara en cabina. Visiblemente

nervioso, C-3PO comenzó a hacer preguntas inoportunas que fueron cortadas de raíz

por Solo con un áspero “cierra la boca, o te apago”, que el androide captó a la

primera.

-Mira esto, Chewie -le dijo cuando el wookiee y su hijo Kaneyi se sentaban a su

lado- y dime qué opinas.

Chewie rascó su garganta un par de veces.

-Si, lo sé, es antigua pero parece válida. La capitana Antilles está analizando el

código con el superordenador militar de la fragata. En principio parece una llamada

de auxilio, aunque también podría ser una advertencia.

-¿Y qué vamos a hacer, papá?

-Bueno, eso depende, hijo. Una vez desencriptado el mensaje, veremos de qué se

trata y cual es su procedencia, y luego actuaremos en de acuerdo con lo que exija el

protocolo.

Pasados unos quince minutos, durante los cuales Han no dejó un solo instante de

dialogar con el resto de los capitanes del Yavin para cotejar datos, la capitana Antilles

se puso en contacto directo con el Halcón Milenario:

111
-¿Han? ¿Me escuchas?

-Alto y claro, Syal. Adelante...

-Nuestro superodenador ha descifrado la señal. Es un código de socorro. Pertenece

a una nave comercial corelliana desaparecida hace unos diez años llamada Bella

Vreni, que cubría los límites del Sector Moddell. Su rastro se perdió al otro lado del

Borde Exterior y nunca más se volvió a tener noticias de ella ni de su tripulación.

-¿Cuantos hombres iban dentro?

-Bien, se trata de un carguero de tamaño medio. Los datos hablan de 27

tripulantes, incluyendo al capitán y al oficial médico.

-¿Habéis podido localizar el origen de la señal? A mi me está resultando

imposible.

-Eso es porque la señal se pierde al otro lado del sector, hay demasiadas

interferencias causadas por el campo de asteroides de alta densidad de la Caldera

Stygian.

-¿La Caldera Stygian? ¿Ha dicho la Caldera Stygian?

-¡Cállate!

-¿Qué es la Caldera Stygian, 3PO?

-Oh, amo Kaneyi, es un lugar al que nadie debe acercarse por nada del mundo. Ni

siquiera los exploradores más intrépidos han logrado cartografiar por completo esa

parte de la galaxia debido a los innumerables peligros que acechan en su interior, los

cuales han terminado con gran cantidad de naves que han osado aventurarse más allá

del mortífero campo de asteroides que la rodean... Agujeros negros, magnetares,

112
estrellas de neutrones... Y eso no es todo, corre el rumor de que además la Caldera es

el escondite de... -las luces de C-3PO se apagaron de repente.

-Lo siento, hijo, pero estaba ya harto de oír sus lloriqueos -le dijo Han a su hijo

mientras accionaba una carta de navegación holográfica sobre el tablero de mandos

del Halcón.

A continuación, Chewbacca soltó un par de rugidos.

-Lo sé, pero no es tan fácil. Los cargueros y las fragatas se dañarían al intentar

atravesar el campo de asteroides, con lo que pondríamos en peligro a todo el convoy.

Por otro lado, la fragata médica posee una lanzadera ligera de rescate que podría

atravesar la Caldera perfectamente, pero solo serviría para transportar un máximo de

diez personas. Y ya oíste a Syal, si vamos a organizar un equipo de rescate,

necesitamos al menos capacidad para 27 tripulantes.

-¿Vamos a intentar rescatarlos, papá?

-Verás, Kaneyi, ya sabes que una de las Leyes más importantes de la navegación

interestelar es que siempre se ha de acudir a una llamada de socorro. Por eso cada

nave lleva un código cifrado único que envía en caso de que se active el protocolo de

emergencia, donde se da toda la información perteneciente a esa nave y a su

tripulación. Aunque a veces, no te voy a mentir, esos códigos han sido hackeados por

piratas y utilizados para realizar emboscadas. Sin embargo, no creo que este sea el

caso.

-¿Han? ¿Me escuchas?

-Adelante, Syal, te escucho.

113
-No hay duda, la señal viene del interior de la Caldera, pero resulta del todo

imposible ubicar su procedencia con exactitud debido a las interferencias. Una vez

atravesado el campo de asteroides debería resultar fácil su localización, no obstante...

-Vamos a cruzar el Borde...

-¿Estás seguro?

-Sabes que es nuestra obligación.

-Si, lo sé. Pero los cargueros no podrán atravesar ese campo. Ni siquiera las

fragatas. Tendrás que enviar una lanzadera y unos cuantos cazas.

-Iré con el Halcón, y me llevaré una lanzadera médica ligera para transportar a los

heridos graves y un escuadrón de X-Wing como escolta.

-Como quieras, Han, pero debes saber que una vez atraveséis el campo de

asteroides, os será muy complicado comunicaros con nosotros. Básicamente estaréis

solos.

-Lo sé. Pero será por poco tiempo -Han se giró hacia su hijo-. Bueno, Kaneyi, así

es la vida de un piloto interestelar: uno nunca sabe lo que le va a deparar el espacio

profundo.

Se tardó poco tiempo en tener preparada la expedición que cruzaría el Borde

Exterior del Sector Moddell, adentrándose en el campo de asteroides de alta densidad

que marcaba el inicio de aquella zona salvaje llamada la Caldera Stygian. Algunas de

las cosas que C-3PO le había contado a Kaneyi sobre aquel inhóspito lugar de la

galaxia eran del todo ciertas: aquella zona no había sido nunca cartografiada del todo,

114
en parte por lo complicado de su navegación, pero también por el hecho de que se

trataba de una zona del espacio completamente baldía, en donde no se había

descubierto nunca presencia de vida inteligente ni tampoco ninguna fuente de

recursos valiosos. Tan solo algunas minas de metales pesados habían surgido en

tiempos del Imperio, pero los costos de su mantenimiento superaban con creces su

productividad, con lo que dichas estaciones mineras fueron abandonadas

progresivamente. Como resultado de todo ello, la Caldera Stygian, al igual que

muchas otras zonas de más allá del Borde Exterior, se había mantenido salvaje e

inexplorada casi en su totalidad, sirviendo por ello como marco idóneo para todo tipo

de cuentos y leyendas sobre la presencia de despiadados piratas, monstruos arcanos o

civilizaciones olvidadas. La realidad era, no obstante, que navegar por el interior de

la Caldera resultaba peligroso por el carácter accidentado de los sistemas que la

conformaban, así como por la imposibilidad de establecer comunicación precisa con

naves del exterior debido a las interferencias electromagnéticas producidas por la

densa nube de asteroides y cometas que orbitaban en sus límites.

Pero todo esto lo sabía perfectamente Han Solo. Y también sabía que él había

cruzado la Caldera en innumerables ocasiones en su época de contrabandista. Incluso

se había llegado a esconder en su interior en más de una ocasión huyendo del

Imperio. En realidad, podría decirse que el capitán Solo era una de las personas que

mejor conocían los secretos de esta zona salvaje de la galaxia, si bien era cierto que

hacía ya mucho de todo aquello, con lo que debía ir con extrema precaución pues con

toda seguridad se iba a encontrar un lugar diferente al que él recordaba.

115
Capítulo 28

El Halcón Milenario, la lanzadera médica T-6 y los doce cazas X-Wing se

apartaron del resto del convoy Yavin encaminándose hacia los límites del Borde

Exterior, a donde llegaron unas tres horas y media más tarde. Los viajes fuera de la

hipervelocidad resultaban largos y tediosos, y por esa razón Han le recomendó a

Kaneyi que durmiera un poco. Por su parte, él y Chewbacca realizaron también

turnos de descanso. Primero se encargaría Han de los mandos del Halcón durante una

hora y luego le llegaría el turno al wookiee. La lanzadera médica iba justo detrás de

ellos, y el escuadrón de cazas se había desplegado a su alrededor. Y mientras

avanzaban hacía la frontera del espacio protegido, las naves expedicionarias

mantenían una comunicación fluida tanto entre ellas como con el resto de naves del

convoy que se habían quedado atrás.

A las dos horas y media de viaje, los sensores del Halcón comenzaron a captar la

presencia de cuerpos celestes no identificados en movimiento, lo que significaba que

se estaban acercando al campo de asteroides. Al principio fueron objetos pequeños,

de entre dos y quince metros, pero a medida que se acercaban a la Caldera, el tamaño

de los objetos fue haciéndose más y más grande, llegando a registrar asteroides de

116
más de cuatrocientos metros de diámetro. A partir de entonces tuvieron que mantener

los ojos muy abiertos y prestar mucha atención a las lecturas que realizaban los

ordenadores de abordo: estaban empezando a meterse en un campo minado en donde

un movimiento en falso podía significar acabar aplastado por millones de toneladas

de hierro macizo. Sin embargo, las distancias entre los asteroides, aún siendo un

campo de una altísima densidad, era suficientemente amplio como para avanzar por

él sin peligro, siempre y cuando los pilotos se mantuvieran alerta en todo momento.

-Bien, Chewie, ahora viene lo bueno -le dijo Han a su compañero cuando estaban

a punto de entrar en la Caldera. Chewbacca rezongó en su asiento- Tranquilo, ¿crees

que no me acuerdo? Fueron muchas las veces que cruzamos este anillo de rocas.

El capitán, ante la atenta mirada de su hijo, dio la orden al resto de naves de

reducir la velocidad: la expedición estaba cruzando la zona más densa del campo y

las lecturas hablaban ya de asteroides de más de cien kilómetros de diámetro. A partir

de ahí, y durante una hora y media aproximadamente, debían maniobrar con suma

cautela. De repente se hizo el silencio en la cabina del Halcón Milenario. Tampoco se

oía comentario alguno por parte de ninguno de los pilotos de los otros vehículos, tan

solo el ruido de su respiración que se colaba por los micrófonos de los

intercomunicadores. Y así fue durante la hora y cuarto que tardaron en atravesar esa

peligrosa zona de la galaxia. De vez en cuando, un enorme bloque de piedra se

cruzaba en su camino, pero el objeto había sido captado con suficiente antelación por

los sensores de cada una de las naves, las cuales habían iniciado el viraje para

esquivarlo antes de que la gigantesca mole pasara por su campo de visión. Fue una

117
hora y cuarto tensa en la que todos los pilotos dieron muestras de poseer una gran

pericia a los mandos de sus vehículos interestelares, además de unos nervios de acero.

Finalmente las lecturas de las computadoras de abordo fueron mostrando que la

densidad de objetos que orbitaban a su alrededor comenzaba a descender, y también

el tamaño de dichos objetos. A la hora y media, el peligro había pasado sin un solo

percance para la expedición de rescate, la cual, una vez atravesado el campo de

asteroides, reanudó el rastreo de la señal de auxilio enviada por el carguero Bella

Vrini para así ubicar su posición exacta.

-Bueno, ¿qué te ha parecido, Kaneyi? Ha sido divertido, ¿eh?

-He pasado un poco de miedo, la verdad. Hubo un asteroide que pasó muy cerca.

Chewbacca soltó un alarido.

-Vamos, después de tantos años y sigues sin confiar en tu capitán. Lo tenía

controlado.

-Papá, ¿puedo encender a 3PO, ahora que hemos pasado el peligro?

-Está bien, pero si vuelve a ponerse pesado lo apagaré lo que resta de viaje.

Kaneyi apretó el botón que encendía los circuitos del androide de protocolo y los

ojos de éste se iluminaron al instante:

-Oh, oh, mis circuitos, ¿dónde estamos? Oh, amo Kaneyi, ¿seguimos en el Halcón

Milenario? Creo que mi memoria se está recuperando de un cierre inesperado.

-Si, 3PO, mi padre te apagó.

-Ah, si, entiendo, muy propio del capitán Solo. ¿Y dónde estamos ahora?

-Dentro de la Caldera Stygian -respondió Han sin dejar de mirar al frente- y te

118
aviso que como vuelvas otra vez a darnos la tabarra con tus estúpidas historias de

fantasmas, te apagaré todo lo que queda de viaje.

-Oh, de acuerdo. Pero creo que estas amenazas están totalmente fuera de lugar.

Bastaría con pedir las cosas por favor.

-Cállate antes de que me arrepienta. ¡Lo tengo, lo tengo!

El wookiee soltó un par de bramidos.

-Si, no hay duda. Viene del sistema binario que tenemos en frente.

Han cotejó sus datos con los datos de las otras naves y todos estuvieron de

acuerdo: la señal procedía de una luna que orbitaba alrededor de un gigante gaseoso,

el cual orbitaba a su vez alrededor de un sistema binario de estrellas.

-Bien, ya lo tenemos. Vayamos pues hacia ese satélite... Chewie, quiero un rastreo

completo de atmósfera, gravedad y temperatura. Yo voy a buscar en los mapas a ver

si hay algo de información sobre ese sitema, aunque me extrañaría mucho... Kaneyi,

repasa los trajes extravehiculares, ya sabes como se hace.

-Si, papá -el muchacho saltó de la silla como un resorte y salió corriendo de la

cabina en dirección a la sala de equipamiento.

Tanto el oficial médico Wess'al Waz como la teniente Midra Jend, líder del

escuadrón azul, notificaron a Solo que las comunicaciones con el resto del convoy

eran nulas en ese momento. Han les respondió que era consciente de ello y a

continuación ordenó poner rumbo al satélite al tiempo que iniciaba el envío del

mensaje de respuesta cifrada, según marcaba el protocolo de emergencia. Si aún

quedaba vivo algún miembro de la tripulación del Bella Vreni, podrían establecer una

119
comunicación abierta con él en cuestión de minutos. Se marcó el rumbo y a

continuación la potencia de los motores se multiplicó por tres.

Pasada una hora, la expedición de rescate se acercaba a un gigante gaseoso que

duplicaba el tamaño de Endor Prime pero que, sin embargo, triplicaba su masa.

-¡Es enorme! -exclamó Kaneyi boquiabierto.

-Está bien, Midra, ¿me escuchas?

-Si, capitán.

-Envía un par de cazas de reconocimiento... En teoría, ese satélite debería estar

apunto de aparecer desde el lado opuesto del planeta. ¿Tenéis las coordenadas?

-Si, capitán.

-Entonces adelante.

Dos cazas del escuadrón azul pusieron rumbo a toda potencia hacia donde en

teoría debería estar la luna que buscaban. Las demás naves los siguieron desde la

distancia. En su camino se cruzaron con otros satélites que también orbitaban

alrededor del gigante. Algunos de estos satélites eran tan grandes como planetas

pequeños, aunque ninguno de ellos parecía habitable.

-¡Lo tenemos! ¡Capitán Solo, teniente Jend, hemos establecido contacto visual con

el satélite!

-De acuerdo, vamos para allá.

Resultó que la atmósfera de aquella pequeña luna, cuyo diámetro no llegaba ni a la

mitad del de la Luna Santuario, era respirable. También la temperatura resultaba

propicia para soportar la vida. Su superficie estaba cubierta de agua casi por

120
completo, y tan solo una isla de unos trescientos kilómetros cuadrados, situada en su

polo norte, emergía solitaria en medio de aquel vasto océano de agua dulce. Era justo

allí donde se dirigían, pues de esa isla era de donde partía la señal que los había

llevado hasta aquel remoto lugar de la galaxia.

La expedición tardó una hora en entrar en la atmósfera del satélite y otra para

atravesarla. Fue entonces cuando las catorce astronaves se vieron sobrevolando un

inmenso océano de agua verdosa que imperturbable parecía dormitar bajo sus pies.

Más que un océano, Han tuvo la sensación de estar cruzando por encima de un

gigantesco lago de aguas tranquilas, sobre cuya superficie la suave brisa apenas era

capaz de modelar un tenue manto de arrugas. No vieron ningún animal durante todo

el trayecto, pero aún así daba la sensación de que aquel era un lugar idóneo para la

vida, y que bajo esas aguas debía existir todo un ecosistema completo plagado de

seres nunca antes vistos en el universo conocido. La tripulación de la fragata médica,

como científicos que eran, estaban fascinados con el entorno y pidieron la posibilidad

de realizar una incursión submarina. Pero Han se negó en redondo, aduciendo que

resultaría un peligro innecesario y que su misión era única y exclusivamente acudir a

la llamada de socorro del Bella Vreni. Media hora más tarde, un X-Wing, a la vuelta

de un vuelo de reconocimiento, dio el aviso al resto de la flota de que había avistado

tierra a unos doscientos kilómetros al norte. Han marcó las coordenadas y la

expedición aceleró la marcha. Media hora más tarde aterrizaban sobre una meseta

desértica de roca que se elevaba como una atalaya por encima del vasto mar que la

rodeaba por completo. Frente a ellos, el gigante gaseoso brillaba azulado como una

121
presencia fantasmal sobre el firmamento. Al otro lado del cielo, hacia el este, las dos

estrellas que irradiaban luz y calor a todo el sistema parecían posarse sobre el

horizonte, brillando con fuerza como si fueran una sola.

-Bueno, Chewie, creo que ya va siendo hora de estirar las piernas.

Al oír las palabras de su padre, Kaneyi se puso de pie, dispuesto a acompañarlos.

-No, hijo, tú espera aquí.

-Pero, papá...

-No, de momento te quedarás con 3PO y guardarás el fuerte. Una vez asegurado el

terreno, podrás acompañarnos. ¿De acuerdo?

El muchacho respondió un tanto decepcionado:

-De acuerdo, padre.

La lanzadera médica T-6 había tomado tierra cerca del Halcón y dos de sus tres

tripulantes, entre los que se encontraba el capitán Waz, pisaban sobre el árido suelo

de aquella luna aparentemente inexplorada. También la teniente Jend y cuatro de sus

hombres habían aterrizado a unos cien metros de donde se encontraban el viejo

carguero, mientras que el resto del escuadrón seguían en el aire vigilando el

horizonte.

Una vez fuera del Halcón, Han y Chewbacca se reunieron con los demás

miembros de la expedición, algunos de los cuales aprovechaban aquellos momentos

para estirar los músculos. Se decidió enviar un grupo de cazas de reconocimiento

hacia el origen de la señal recibida, situado unos ochenta kilómetros más hacia el

norte. Una vez allí, y tras reconocer el terreno y evaluar la situación del carguero y de

122
la tripulación, en el poco probable caso de encontrar a alguno de sus miembros

todavía con vida, se procedería al envío de la lanzadera médica, y del Halcón

Milenario si fuera también necesario. Así pues, cinco X-Wing pusieron rumbo hacia

el interior de la isla mientras el resto de la expedición se mantenía a la escucha.

Durante toda la búsqueda, el teniente Rishuk, líder del grupo de reconocimiento, no

cesó en su empeño de intentar comunicarse con la nave siniestrada. Tras numerosos

intentos infructuosos, Han hizo saber al resto del grupo su opinión de que casi con

toda seguridad aquella era una señal de socorro fantasma y que, por tanto, lo más

probable era no encontrar a nadie del carguero con vida. El capitán Waz y la teniente

Midra Jend eran de la misma opinión. Un cuarto de hora más tarde, cuando

sobrevolaban una inmensa llanura yelma, el teniente Rishuk informaba del

avistamiento de lo que parecía una enorme nave comercial corelliana semienterrada

bajo las rojizas arenas del desierto. Cuatro de los cazas tomaron tierra mientras el

quinto se mantenían sobrevolando la zona atento a cualquier movimiento. La

temperatura era de unos 17 grados y el aire, aún siendo respirable, era pobre en

oxígeno con lo que los pilotos decidieron usar mascaras para evitar la fatiga

prematura. En todo momento se hallaban en contacto con el resto de la expedición

que escuchaba detenidamente todos sus movimientos en sus respectivos vehículos.

Después de varios minutos explorando los alrededores del Bella Vreni, el teniente

Rishuk informó a Han de que habían encontrado la puerta que daba entrada a uno de

los hangares de carga:

-Creo que lo mejor será volarla con un detonador termal -observó Rishuk.

123
-De acuerdo, teniente. Proceda con cuidado.

La explosión desintegró todo el portón y parte del fuselaje a su alrededor, dejando

un agujero de unos veinte metros de ancho y quince de alto que los cuatro pilotos

estelares aprovecharon para adentrarse en la nave corelliana con sus blasters

desenfundados y caminando con suma cautela.

-La nave está en muy mal estado. Hay daños graves tanto en el fuselaje como en

los motores, y parece haber agotado casi toda su energía -continuó Rishuk-. Desde

fuera se distinguía una enorme brecha que partía el carguero por la mitad y también

señales de deflagración. Da la impresión que la nave tuvo problemas e intentó un

aterrizaje forzoso. Cuesta creer que sobreviviera alguien a un accidente de estas

características.

-Teniente, utilice su unidad R2 para rastrear la memoria del ordenador de a bordo.

Es importante saber si se llegó a eyectar alguna de las capsulas de escape.

-De acuerdo, capitán.

-Ah, y otra cosa: tengan mucho cuidado. Si no lo ve claro, salgan de ahí,

¿entendido? No quiero heroicidades.

-No se preocupe, capitán, aquí todos tenemos la intención de regresar de una

pieza.

Justo en ese momento se oyó un crujido grave y profundo que atravesó el carguero

de punta a punta.

-¿Qué ha sido eso? -preguntó Midra Jend.

-Parece que a esta nave todavía le suenan las tripas -respondió Rishuk.

124
A continuación, los pilotos se internaron por un largo pasillo donde a penas

llegaba luz del exterior, lo que les obligó a encender las linternas de sus blasters. Tras

peinar minuciosamente las paredes del corredor, uno de ellos encontró un conector

que podría servir para que el R2-B3 que les acompañaba pudiera rastrear la memoria

del ordenador principal del carguero. Inmediatamente, la unidad R2 se conectó e

inició la comunicación con el cerebro de la nave mientras Han y los demás seguían

pegados a sus intercomunicadores. El droide tardó varios minutos en extraer la

información necesaria, pero cuando estaba a punto de cortar la conexión con el

ordenador del Bella Vreni, se produjo un cortocircuito que lo lanzó despedido hacia

atrás varios metros envuelto en chispas eléctricas, que recorrían espasmódicas su

pequeño cuerpo metálico, para caer en posición horizontal junto a las puertas

descolgadas de un montacargas visiblemente deteriorado.

-¿Qué ha ocurrido? -Preguntó Han desde el Halcón.

-Hemos tenido un problema con nuestra unidad R2 -respondió Rishuk.

-¿Cómo se encuentra?

-No muy bien. Los circuitos de esta nave están en pésimo estado y el droide se ha

chamuscado un poco.

-Está bien, teniente, salgan de ahí.

-No creo que estemos muy lejos del puente, capitán. Tal vez podríamos...

-Olvídalo, Rishuk, esa nave es una enorme tumba y no quiero que os entierre

también a vosotros. Regresen a sus cazas y vuelvan aquí: nos largamos de este

condenado lugar.

125
-De acuerdo, capitán... Adelante, ya lo habéis oído: nos vamos.

-¿Qué es eso que cuelga de las paredes? -preguntó uno de los pilotos enfocando

con su blaster hacia una especie de capullos amarillentos que, arracimados en el

techo, se descolgaban de éste como estalactitas en el interior de una cueva.

-Andando, Roylan, ya ha oído al capitán Solo: la misión de rescate ha terminado.

Antes del cortocicuitarse, la unidad R2 había enviado al Halcón las coordenadas

exactas del lugar donde habían sido eyectadas las capsulas de salvamento. En total

habían sido dos capsulas con capacidad para cuatro personas cada una que debían

haber caído en mitad del mar, a unos doscientos kilómetros al este de donde ahora se

encontraban.

-Está bien, capitán Waz -dijo Han Solo a través del intercomunicador-,

sobrevolaremos la zona con la lanzadera médica anfibia, por si fuera necesario

realizar un rescate submarino, cosa poco probable. Aún así, es nuestro deber intentar

encontrar esas capsulas. Yo iré con vosotros y nos acompañarán tres cazas más.

Midra, tú y el resto de la expedición esperaréis aquí. No creo que tardemos más de

una hora, pero aunque nos retrasemos, no quiero que nadie venga a buscarnos. Es una

orden.

Chewbacca soltó un largo alarido.

-Chewie, Chewie, no, debes quedarte aquí, en el Halcón. Tienes que cuidar de

Kaneyi, ¿entendido? Sé que contigo mi hijo estará en buenas manos, ¿de acuerdo,

compañero?

126
El wookiee pareció calmarse pero seguía sin gustarle la idea de que Han saliera

del Halcón y se adentrara en aquel océano aparentemente inerte.

-Si, tienes razón, a mi también me pone nervioso la tranquilidad que reina en este

lugar, pero será solo un momento -luego, tras dejar los mandos del carguero, se

dirigió a su hijo que, de pie tras él, lo observaba con gesto serio-. Bueno, hijo, voy a

dar una vuelta por ahí y en una hora hora estaré de regreso. No creo que encontremos

nada salvo un par de capsulas oxidadas con unos cuantos huesos dentro, pero es

nuestra obligación realizar al menos un vuelo de reconocimiento. Haz todo lo que

diga Chewie y no salgas de la nave bajo ningún concepto. ¿Has oído, lingote de oro?

Nada de salir por ahí a dar paseos...

-Oh, por supuesto, señor. Nos quedaremos dentro del Halcón Milenario hasta que

vuelva.

-Está bien... Los guardias se encargarán de establecer un perímetro de seguridad,

pero aún así dentro de esta nave es donde más seguro estaréis. ¿Ha quedado claro,

jovencito?

Kaneyi quiso pedirle entonces a su padre que no se fuera, que se quedara con él,

que se olvidara de aquella maldita señal de socorro y que regresaran todos con el

resto del convoy que los estaba esperando muy lejos de allí. Quiso decirle que había

sentido algo extraño nada más entrar en la atmósfera de aquella misteriosa luna, algo

que le inquietaba profundamente, que lo estremecía por dentro... Pero no se atrevió a

decirlo porque hacía meses que había perdido la confianza en sí mismo y ya ni

siquiera creía en sus propios sentimientos. En lugar de eso, agachó al cabeza y musitó

127
un “de acuerdo, papá” que a penas llegó a los oídos de Han.

-Está bien, hijo -respondió su padre mientras le ponía en la palma de la mano la

trenza hecha con el cabello de su madre-. Quiero que la tengas tú... Y no te

preocupes: volveré.

Han solo descendió por la rampa de carga del Halcón Milenario y se encaminó

hacia la lanzadera T-6 que lo esperaba con el portón abierto. Nada más subir abordo

saludó al capitán Waz y a los otros dos miembros de la tripulación. Después se sentó

junto a ellos y dijo con tono firme:

-De acuerdo, vámonos.

Y la lanzadera, levantando una considerable polvareda, se elevó del suelo ante la

atenta mirada de Kaneyi.

128
Capítulo 29

Mientras la lanzadera médica se encaminaba mar adentro escoltada por tres X-

Wing en la que iba a ser la última búsqueda antes de dar a la tripulación del Bella

Vreni por muerta definitivamente, el grupo liderado por Rishuk procedía a volver a la

orilla sur de la isla, donde los demás los esperaban. Una vez en el interior de su caza,

el teniente Arben Roylan se quitó su mascara de oxígeno, en la cabina no la

necesitaba, y se dispuso a encender los motores.

-Está bien, muchachos, motores encendidos -ordenó Rishuk- nos elevamos a la de

tres, dos, uno... ¡Arriba! -los cuatro cazas se elevaron del suelo para reunirse con su

compañero que seguía sobrevolando el cielo impoluto de aquella luna en la que el

tiempo parecía detenerse. Pero en realidad no se detenía, ya que por el oeste las dos

estrellas hermanas comenzaban ya a declinar, con lo que pronto dejarían de iluminar

un firmamento carente por completo de nubes.

-Es curioso... -dijo Roylan.

-¿A qué se refiere, teniente? -preguntó Rishuk.

-Todo ese agua, cubriendo el noventa por ciento de este satélite, y no hemos visto

ni una sola nube en el cielo todavía.

129
-Bueno, los climas de los planetas y los satélites son tan caprichosos como los

deseos de los dioses arcanos. Tal vez en el otro extremo de esta luna se hallen todas

esas nubes que aquí no vemos reunidas en una salvaje tormenta.

-Tal vez, teniente, tal vez...

Las comunicaciones entre la lanzadera T-6 y el resto de naves que los esperaban

en la isla comenzaron a fallar aproximadamente media hora más tarde. En un

principio, Han y los demás lo achacaron a perturbaciones electromagnéticas de la

atmósfera, pero cuando las comunicaciones se cortaron del todo y los motores

comenzaron a fallar, todos supieron que aquello era mucho más serio. También los

cazas que volaban a su alrededor daban muestras de estar pasando por dificultades,

pero Waz no lograba comunicarse con ellos.

-¡Es como si hubiéramos atravesado un campo de iones! -exclamó su copiloto.

Entonces Han pensó que habían pocos objetos capaces de generar campos de iones

lo suficientemente potentes como para bloquear motores hiperpropulsados, y la

mayoría de ellos no eran de origen natural. Fue entonces cuando los controles de las

naves dejaron totalmente de funcionar y éstas comenzaron a precipitarse contra el

mar a una velocidad constante.

-¿Qué está ocurriendo ahora?

-Los controles no responden, estamos descendiendo.

-Eso no lo hace un campo de iones...

-No, no es un campo de iones, es algo mucho peor...

130
Han miró hacia abajo a través de los cristales de la cabina y pudo ver bajo sus pies

como el mar se retorcía sobre sí mismo, generando enormes olas que chocaban entre

ellas como una manada de animales salvajes disputándose a la presa.

-Va a tragarnos... -dijo Han sin dejar de mirar hacia abajo.

-¿Cómo?

-El mar... Nos ha cazado.

Midra Jend estaba departiendo en tierra con dos de los pilotos que hacían guardia

cuando otro llegó a la carrera:

-Teniente, hemos perdido la comunicación con la lanzadera.

-¿Cómo?

-Se cortó de repente.

-Y el rastro...

-Llega hasta unos 150 kilómetros al este y luego es como si de golpe se hubieran

esfumado.

-Eso no es posible.

Midra se dirigió al Halcón Milenario para cotejar los datos con Chewbacca. El

wookiee se hallaba visiblemente preocupado ya que también él había perdido la señal

con Han y los otros.

-Está bien, saldremos varios cazas a buscarlos... Sé que es desobedecer una orden

directa, pero yo asumiré las consecuencias.

-Déjame acompañaros, Midra -intercedió Kaneyi antes de que la teniente saliera

131
por la puerta de la cabina del Halcón.

-De eso nada, jovencito. ¿Quieres que acabe mis días patrullando el hielo de Hott

a lomos de un tauntaun?

-Pero yo puedo encontrar a mi padre.

-Lo siento, Kaneyi, pero ni yo ni nadie permitirá que salgas de esta nave bajo

ningún concepto. Además no te preocupes, seguro que no es nada grave. Enseguida

estaremos todos de vuelta.

Pero aunque todos se esforzaron mucho en disimular su nerviosismo delante del

niño -hasta C-3PO, casi siempre pesimista y asustadizo, se mostraba cauto apelando a

los grandes recursos que ante la adversidad Han Solo había demostrado tener

siempre- esas palabras no sirvieron para tranquilizar el corazón de Kaneyi, el cual se

había mostrado desasosegado desde el momento mismo de entrar en la atmósfera de

aquella fantasmal luna. Entonces, como último asidero para no perder la fe en que

todo finalmente acabaría bien, Kaneyi se aferró a la promesa que le había hecho su

padre antes de marchar: “volveré, te lo prometo”. Y esa frase resonó en su cabeza una

y otra vez, una y otra vez, una y otra vez...

Bajo el mar, la lanzadera anfibia se mantenía en perfecto estado mientras seguía

descendiendo de forma impasible, alcanzando profundidades cada vez mayores. Waz

seguía intentando eyectar la cabina, diseñada para mantenerse a flote, pero no había

forma: hacía tiempo que los controles habían dejado de responder.

-Nada, no hay manera: hemos caído en un campo gravitatorio ionizado de gran

132
potencia que ha inutilizado por completo los mandos de todas las naves. Estamos

atrapados.

-¿Hasta cuánta profundidad puede aguantar esta nave? -preguntó Han.

-Por eso no se preocupe, capitán, es una lanzadera anfibia, está diseñada para

aguantar presiones abisales.

-¿Y los cazas?

Waz y los otros miembros de la tripulación intercambiaron miradas de

preocupación.

-No sabría decirle señor. En general, las lanzaderas, los cargueros y las naves

comerciales de tamaño medio y grande están fabricados para aguantar enormes

presiones atmosféricas, pero los cazas son naves ligeras y, bueno, no sé hasta cuanto

podrían aguantar...

-Deben intentar salir de la cabina cuanto antes...

-Son cristales blindados, ni con un detonador termal lograrían romperlos.

“Maldita sea -dijo Han para sus adentros- quién iba a pensar que en este viaje iba a

echar de menos a mi cuñado; y en especial su sable de luz”. Pero el maestro Luke

Skywalker no estaba allí para socorrerlos, y hasta ese momento, Han tampoco lo

había necesitado en ninguno de sus anteriores viajes capitaneando convoyes

comerciales.

-Tranquilo, capitán, esos cazas son muy duros: los X-Wing aguantarán.

-Eso espero... De verdad, eso espero.

A medida que descendían, el verdor de las aguas se iba oscureciendo más y más.

133
También en la superficie la oscuridad se iba adueñando lentamente del firmamento.

Han observaba la inmensidad del mar que los rodeaba a través de las ventanas de la

cabina, intentando mientras tanto encontrar la manera de escapar de aquella trampa

letal. Pero no la había y eso hacía que se sintiera como un insecto atrapado en la tela

de una araña. Y así, poco a poco, su frustración dejó paso a una resignación amarga.

Entonces Waz observó algo entre la negrura:

-¿Qué es eso que centellea allí abajo?

-¿Dónde? Yo no veo nada.

-Frente a nosotros, justo bajo nuestros pies.

-Es cierto, lo he visto, es como una luz que se enciende y se apaga.

-Parece algo artificial.

-Aunque también podría tratarse de una criatura abisal.

-No, es una baliza... O al menos una luz generada por seres inteligentes.

Han Solo, que no había dicho palabra todavía, clavó sus ojos en esa luz

intermitente que no dejaba de parpadear delante de ellos. La escrutó detenidamente

durante un buen rato y luego, tras ponerse de pie, exclamó apretando los dientes con

rabia:

-¡Maldita sea, hemos caído en una trampa pirata!

-Capitán, ¿cree usted que...?

-No, no lo creo: lo estoy afirmando... Pero no importa, sean quienes sean esos

miserables, que se preparen, porque esta presa les va a salir muy cara -Han

desenfundó su pistola y comprobó que estaba cargada-... Muy muy cara.

134
Lejos de allí, en el interior del Halcón Milenario, Kaneyi se disponía a comer algo

tras ceder a las insistencias obstinadas de C-3PO. Ambos estaban en la bodega

principal, mientras que Chewbacca seguía en cabina manteniendo contacto continuo

con el resto de los cazas.

-No esté preocupado, amo Kaneyi, su padre le prometió que volvería y estoy

seguro de que cumplirá su promesa -dijo el androide intentando calmar al muchacho.

Kaneyi se llevó al cuchara a la boca sin decir nada. Al cabo de unos segundos

rompió su silencio:

-Hay algo extraño aquí, en esta luna, algo que no me deja respirar...

-Ya le advertí a tu padre que la Caldera Stygian es un lugar de la galaxia al que es

mejor no acercarse. Pero en fin, los humanos sois impetuosos y a veces muy poco

razonables. No obstante, todo se resolverá de la mejor manera, estoy seguro de ello

-pero justo en ese instante, un crujido sordo retumbó en la lejanía como un trueno que

amenazara de una inminente tormenta.

-¿Qué ha sido eso? -exclamó Kaneyi levantándose de la mesa de un salto y

saliendo luego a toda carrera hacia la cabina del viejo carguero.

Chewbacca recibió al niño y al androide entre gemidos de alerta y preocupación.

-¿Un accidente? ¿Cómo que un accidente? -preguntó C-3PO visiblemente

nervioso.

El wookiee soltó otro largo bramido y, a continuación, las voces de los pilotos del

135
grupo de cazas que regresaba de explorar el interior se colaron por el

intercomunicador:

-¡¡¡Roylan!!! ¡¡¡Roylan!!! ¿Responde, Roylan? ¡¡¡Maldita sea!!!

-¿Pero cómo ha podido suceder, no lo entiendo?

-Ha sido un fallo mecánico, no hay otra explicación.

-¡¡¡Teniente Rishuk!!! ¿Me escucha?

-Si, jefe azul, la escucho.

-¿Qué ha pasado, hemos oído una explosión muy fuerte en el campamento base?

-El teniente Roylan se ha precipitado contra el suelo desde una altura de 300

metros y sin ningún motivo aparente... Su caza está humeando debajo de nosotros.

-¿Dijo algo antes de estrellarse?

-Lo cierto es que no... De repente dejamos de oír su voz y poco después su X-

Wing cayó en picado... Voy a descender, jefe azul.

-Está bien, Rishuk, pero dese mucha prisa, esa columna de humo no presagia nada

bueno, podría producirse una explosión en cuestión de minutos y no sobreviviría nada

en un radio de un par de kilómetro a la redonda.

-Lo sé, jefe azul, seré todo lo rápido que pueda.

Rishuk inició la maniobra de aterrizaje y, al instante, los otros tres cazas le

siguieron.

-¿Qué leches estáis haciendo?

-Descendemos con usted, teniente.

-De eso nada, ya estáis regresando al campamento base.

136
-Pero, teniente...

-No hay peros que valgan, os quiero lejos de aquí ahora mismo... Y no os

preocupéis, si Arben aún está vivo, lo sacaré de ahí y lo llevaré de vuelta al

campamento.

-De acuerdo, teniente...-y tras este cruce de palabras, los tres X-Wing dieron

media vuelta y se encaminaron hacia la costa sur de la isla.

Mientras tanto, Rishuk descendía para aterrizar a unos cincuenta metros de

distancia del caza accidentado de Roylan, que se había incrustado en la rojiza tierra

dejando escapar una columna de humo que se elevaba kilómetros y kilómetros hasta

el cielo. Los dos astros gemelos se ponían por el oeste y la caída de la noche era

inminente. Aún así, su pálida luz reflejada por el gigante gaseoso que seguía

presidiendo el firmamento era suficiente como para, al menos de momento, iluminar

el páramo con una claridad mortecina. Rishuk se acercó corriendo al caza de su

compañero. Las prisas le habían hecho saltar de la cabina de su nave sin tan siquiera

ponerse la máscara de oxígeno, con lo que aquella carrera lo dejó visiblemente

fatigado. Jadeante comenzó a llamar a gritos a Roylan, pero éste no contestaba. El

fuego salía de uno de los lanzatorpedos de protones y tras una inspección rápida,

Rishuk pudo constatar que los motores de hipermateria no estaban dañados. Así se lo

hizo saber al resto de la expedición, lo que dentro de la gravedad de la situación no

dejó de ser un alivio. A continuación, Rishuk se encaramó a una de las alas y de ahí

saltó a la cabina. Para abrirla tuvo que teclear el código de emergencia que solo los

pilotos de cada escuadrón y sus respectivos capitanes conocen. Desde fuera podía ver

137
entre la oscuridad el cuerpo inerte de Roylan apoyado contra los mandos del caza.

Tenía que darse prisa: los daños en el lanzatorpedos eran lo suficientemente graves

como para desintegrar la nave en cualquier momento.

-¡Arben, Arben! ¡¡¡Vamos, teniente!!! -pero Arben Roylan no se movía y Rishuk

empezaba a notar que la falta de oxígeno ralentizaba sus movimientos y minaba sus

energías. Con mucho esfuerzo logró echar su cuerpo hacia atrás y quitarle el arnés de

seguridad. Tenía sangre en el rostro y uno de sus brazos estaba roto por varios sitios.

Le tomó el pulso, pero no se lo encontró. Sin embargo, al poner el oído cerca de su

boca pudo notar que sí respiraba.

-Tranquilo, compañero, voy a sacarte de aquí -pero pesaba demasiado y sus

fuerzas le flaqueaban. Finalmente, con extrema dificultad, logró empujar el cuerpo de

su amigo fuera de la cabina. Aquel sobre esfuerzo lo dejó exhausto. Giró la cabeza y

se percató de que el cañón de protones había comenzado a vibrar. Saltó sin más

dilación y entonces supo que sin su máscara de oxígeno no lograría transportar el

cuerpo de Roylan hasta su X-Wing

-No te muevas -le susurró a su compañero malherido-, ahora vuelvo a por ti -y con

las últimas fuerzas que le quedaban se encaminó casi a rastras hasta su caza. Pero

justo cuando estaba ya trepando a su cabina el lanzatorpedos no pudo aguantar más y

estalló con fiereza. Fue una explosión sorda e intensa cuya honda expansiva volcó

literalmente la nave de Rishuk, y que, a unos quince kilómetro de allí, fue capaz de

sacudir al Halcón Milenario haciéndolo temblar como si estuviera siendo azotado por

un terremoto.

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-¡Oh, eso si que ha sido una explosión, no hay duda de ello! -exclamó aterrado C-

3PO.

Chewbacca miró al frente sin decir nada: algo centelleaba en el horizonte, en

medio de la ahora oscuridad reinante.

-¿Qué está pasando, qué está pasando? -se preguntó Kaneyi para sus adentros

mientras sentía como la angustia crecía en su interior estrangulándolo por dentro.

La explosión había desintegrado dos terceras partes del X-Wing, lanzando el

cuerpo de Roylan unos cien metros hacia delante, donde ahora yacía envuelto en

llamas. De repente, en mitad de aquel infierno, sus músculos comenzaron a sufrir

convulsiones y espasmos arrítmicos. Con la carne sanguinolenta retorciéndose sobre

sí misma y ardiendo como madera seca, Roylan dio media vuelta y se puso a gatear

arrastrándose sobre la arena de aquel yelmo en dirección al caza de Rishuk, el cual

había sido volteado por completo. Tras varios minutos de costoso avance, aquella

antorcha humana, que resplandecía como un una pira funeraria entre la negrura, logró

encontrarse con el cuerpo de Rishuk tumbado bocabajo y aparentemente sin vida. Fue

entonces cuando algo viscoso y rosáceo comenzó a salir de la boca del teniente Arben

Roylan. Era un gusano alargado de unos veinte centímetros que, por sus

movimientos, parecía querer huir del fuego. El gusano saltó, cayó al suelo, reptó a

toda prisa por la arena y luego trepó por el cuerpo de Rishuk. Serpenteó hasta que

encontró la cabeza del piloto y, a continuación, se introdujo por sus fosas nasales

hasta desaparecer por completo. Minutos más tarde, los músculos del teniente Rishuk

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comenzaban también a sufrir espasmos y convulsiones arrítmicas.

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Capítulo 30

Se hallaban rodeados de una oscuridad total tras casi una hora de descenso, siendo

aquella baliza que parpadeaba frente a ellos lo único visible fuera del habitáculo de la

lanzadera. De repente se encendieron más luces y Han se acercó a los cristales de la

cabina aguzando la vista:

-Se preparan para recibirnos. Nosotros también debemos hacerlo -y volvió a

comprobar que su pistola estaba cargada.

-Capitán, creo que lo mejor sería intentar dialogar con ellos. No sabemos si se

trata de piratas realmente y, lo cierto, es que todavía no han mostrado ningún

comportamiento hostil hacia nosotros.

-¿Hablas en serio, Waz? ¿Te parece poca hostilidad atraparnos como a ratones en

este océano inerte?

-¿Tal vez sean los miembros del Bella Vreni que andamos buscando?

Han se acercó de nuevo al cristal. Debajo, más y más luces seguían encendiéndose

y como consecuencia de ello podía distinguir parte de la silueta del gigantesco objeto

que yacía en el lecho marino.

141
-No, no lo creo. Fíjate en el tamaño y la forma de esa nave.

-¡Por las barbas de Am-Shak, es enorme!

-Y solo vemos una pequeña parte.

-¿Qué clase de nave es, un crucero de guerra?

-No, eso es mucho más grande que un crucero.

-Lo que está claro es que no es una nave comercial.

-Desde luego que no: es una nave militar y muy poderosa además.

-Un destructor, es un destructor...

-¿Un destructor? ¿Te refieres a un destructor imperial?

-¿A qué si no podría referirme?

-Pero eso no es posible. Capitán Waz, capitán Solo, díganle a este mentecato que

el Gran Maestro Skywalker capturó y neutralizó todos los destructores de la flota

imperial que vagaban por el espacio.

-Casi todos -dijo Han Solo sin dejar de mirar al frente-. Además, eso de ahí es

incluso más grande que un destructor.

Waz miró a Solo arrugando las cejas. Luego volvió a fijar ojiplático la vista en el

cristal para escrutar bien aquella mole que, a medida que iban descendiendo, se iba

volviendo más y más descomunal.

-Es difícil establecer una escala de medidas adecuada, pero lo cierto es que es una

astronave gigantesca -dijo finalmente, con un tono en la voz entre la desesperanza y

el desasosiego.

-Bueno, capitán Waz, a lo mejor tiene razón y resulta que lo que nos espera allá

142
abajo no son piratas. O al menos no de la clase que esperábamos.

La lanzadera continuó su descenso inexorable. A medida que se acercaban al

fondo marino, las dimensiones de la nave que los había atrapado en su campo

gravitatorio se iban haciendo más y más descomunales. También poco a poco podían

distinguir ciertos detalles en su fuselaje. Varios focos reflectores y un láser de baja

potencia iluminaba, como alfombras rojas tendidas a sus pies, el camino de cada nave

capturada hasta la entrada al enorme hangar que pacientemente esperaba para

recibirlas. Han Solo pudo distinguir entonces perfectamente el tipo de nave con la

que se estaban viendo las caras: era un superdestructor de más de diez kilómetros de

eslora.

-Nunca había vista nada semejante -dejó escapar Waz visiblemetne impresionado

por las dimensiones del leviatán.

-Fijaos, el portón se está abriendo.

-El monstruo se dispone a engullirnos. Pero lo que él no sabe es que esta comida

se le va a indigestar.

En ese momento, la tripulación de la lanzadera médica pudo ver los cazas X-Wing

justo delante de ellos, iluminados por los potentes focos del superdestructor varado.

-¿Ve lo que le dije, capitán? Los X-Wing han resistido.

-¿A cuánta profundidad debemos estar?

-No lo sé, Han, no recibimos lecturas de ningún tipo. Pero yo calculo que a varios

kilómetros...

-Es curioso que no hallamos visto nada con vida todavía.

143
-Debe haberla, pero es posible que a un nivel microscópico.

-Tal vez la unidad R2 que transporta uno de los cazas haya realizado un escaneo

positivo al respecto.

-Ahora no es momento para la zoología, caballeros -interrumpió Han lanzándole a

Waz su rifle blaster-. Recordad, intentaremos dialogar, pero al más mínimo gesto de

hostilidad, abriremos fuego, ¿entendido?

-Entendido, capitán.

-Los cazas están entrando en el hangar...

De repente se hizo el silencio dentro de la cabina de la lanzadera. Al cabo de unos

segundos, Han decidió romperlo:

-Preparaos, enseguida nos tocará el turno a nosotros y entonces sabremos por fin a

qué nos enfrentamos.

En la isla, las naves habían encendido sus luces reflectoras para establecer un

campo de visibilidad dentro de la densa oscuridad que las envolvía. Antes de salir en

busca de Han y los otros, Midra Jend había establecido el orden de las guardias en

turnos de dos en dos cada tres horas. Cuando la teniente y los otros dos pilotos que la

acompañaban en la búsqueda de sus compañeros desaparecidos regresasen, los turnos

se reducirían a dos horas.

El teniente Nirran Neheri, el piloto más joven de toda la expedición, miraba

impaciente el cronómetro que contaba el tiempo hacia atrás. Se había establecido un

perímetro de seguridad de unos doscientos cincuenta metros alrededor del Halcón

144
Milenario que los pilotos recorrían sin descanso durante las tres horas que duraba su

guardia. Neheri estaba caminado ahora por el lado norte, mientras que su compañero,

el veterano piloto sullustano Werom Weysiyik, patrullaba la zona sur. Además, una

unidad R2 se hallaba en tierra, cerca del Halcón, escaneando los alrededores en busca

de cualquier indicio de vida o movimiento. Fue esta unidad la que captó las lecturas

de un objeto de carácter biológico que se aproximaba por el noroeste cuando no

quedaba mucho ya para el relevo de guardia.

-Ya has oído Nirran, el androide ha captado movimiento en tu zona -indicó

Weysiyik a través de su intercomunicador.

-Acabo de recibir la posición exacta del objeto, voy a acercarme para inspeccionar

la zona -la voz de ambos sonaba metálica a través de sus máscaras de oxígeno.

-Ten cuidado, todo parece indicar que se trata de un animal salvaje.

-No te preocupes, si se acerca demasiado, lo freiré con mi blaster.

-¿Quieres que vaya hacia allá y te cubra las espaldas?

-No es necesario. Solo mantente a la escucha.

Dentro del Halcón, Kaneyi dormía desde hacía rato en su camarote un sueño

terriblemente inquieto, lleno de giros y cambios de posición sobre la cama. Mientras,

en la bodega principal, C-3PO repasaba los víveres que todavía les quedaban y, al

otro lado, en la cabina, Chewbacca se mantenía atento a las informaciones que le

llegaban por parte de la teniente Jend. De momento, la búsqueda estaba resultando

infructuosa y a medida que pasaba el tiempo, la preocupación se iba apoderando más

y más del corazón del wookiee. De hecho, estaba tan concentrado en las noticias que

145
le llegaban desde el aire, que no había prestado ninguna atención a la conversación

que, justo en ese preciso momento, estaba teniendo lugar en tierra por la otra línea.

Neheri había llegado al punto indicado por la unidad R2, justo en lo límites de la

luz reflectada por las naves apostadas en tierra. Más allá comenzaba una impenetrable

negrura. Neheri enfocó la linterna de su blaster contra ella, barriéndola muy

lentamente de derecha a izquierda y luego de izquierda a derecha.

-¿Ves algo, Nirran?

-No, nada de nada. Todo está en calma.

-Pues debería haber algo moviéndose frente a ti.

-A ese androide se le deben haber oxidado los micro-chips, aquí no hay nada.

Pero entonces, el teniente Neheri creyó oír algo justo delante de él:

-Shhhh -le dijo a su compañero y éste se calló de inmediato-, me parece que he

oído algo... Si, creo que son pisadas... Y vienen hacia aquí.

-Neheri, no te andes con tonterías, si no lo ves claro, dispara.

Pero justo cuando Nirran Neheri estaba a punto de apretar el gatillo, la luz de su

blaster iluminó el rostro demacrado y manchado de sangre de un hombre que,

arrastrando la pierna derecha, caminaba con extrema dificultad abriéndose paso a

través de la oscuridad mas absoluta.

-Oh... no... No puede ser...

-¿Qué ocurre, teniente?

-¡¡¡Es Rishuk!!! ¡Werom, es el teniente Rishuk!

-¡Maldita sea, voy para allá ahora mismo!

146
Nada mas reconocerlo, Neheri soltó su arma y se abalanzó hacia su compañero

para ayudarle a caminar. A continuación se quitó su máscara de oxígeno y la apretó

contra la boca de Rishuk. Pero Rishuk reaccionó de forma extraña, echando la cabeza

hacia atrás. Entonces Nirran pudo ver bien su rostro, ahora estaban ya bajo los focos

de uno de los X-Wing. Sus ojos lo miraban de forma extraña, como mirarían los ojos

de un animal salvaje, y a Neheri le dio la impresión de que no era capaz de

reconocerlo:

-Rishuk, soy yo, el teniente Neheri. ¿No me reconoces? Compartíamos litera en la

fragata militar.

Rishuk lo miró fijamente con los ojos muy abiertos.

-Vamos, vamos, ya ha pasado todo, la falta de oxígeno ha afectado a tu cerebro.

Deja que te ponga la máscara y verás como te sientes mucho mejor.

Pero cuando Neheri intentó de nuevo acercar la máscara al rostro de Rishuk, éste

se la quitó de encima dándole un golpe con su brazo izquierdo. Las máscara cayó al

suelo y Neheri se agachó a recogerla:

-Creo que habrá que sedarte, estás en estado de shock y lo mejor será que... -pero

antes de que Neheri pudiera terminar su frase, Rishuk se lanzó contra él con

violencia, agarrándolo del cuello con sus dos manos para estrangularlo con todas sus

fuerzas. Neheri intentó soltarse, pero fue inútil: a pesar de su aparente debilidad, las

manos de Rishuk se cerraron contra su cuello como dos gatos hidráulicos de los que

resultaba imposible desasirse. Pasados unos segundos, el teniente Neheri se desplomó

y comenzó al convulsionar. Rishuk seguía estrujando su cuello, pero ahora además

147
golpeaba su cabeza contra el suelo con una ira salvaje. Pasados unos segundos, el

cuerpo de Nirran Neheri dejó de moverse. Fue entonces cuando Rishuk le hincó sus

dientes en la garganta para arrancarle parte de su carne.

Esa turbadora escena fue la que se encontró el teniente Weysiyik cuando llegó al

lugar: Neheri tumbado en el suelo con los ojos en blanco mirando al cielo mientras

Rishuk, en cuclillas, extraía con sus propias manos trozos de su carne para llevárselos

a la boca y devorarlos. Enseguida se comunicó con los otros dos pilotos que estaban a

punto de relevarlos del puesto.

-¡¡¡Rápido, rápido, necesito que vengáis aquí, ha ocurrido algo espantoso!!! -no

dejaba de gritar a través de su intercomunicador. Su blaster apuntaba a la cabeza de

un Rishuk que se había girado y, todavía en cuclillas, lo observaba en silencio. Su

rostro estaba manchado con la sangre de Neheri y entre sus manos todavía sujetaba

restos de sus órganos internos.

-No sé quien eres, pero tú no eres Rishuk -le dijo el sullustano y, acto seguido,

disparó su blaster. Una descarga impactó entre los ojos de su antiguo compañero y

amigo lanzándolo hacia atrás como un fardo. Luego, sin dejar de apuntarle con su

rifle, se acercó despacio al cuerpo yacente que una vez hubiera pertenecido al

teniente Haal Rishuk y entonces pudo ver lo que parecía una culebra de unos veinte

centímetros que, serpenteando por el árido suelo, huyó a toda velocidad hasta

perderse en la densa negrura.

-¿Qué ha pasado? -le interrumpió una voz a su espalda. Weysiyik se giró y pudo

ver a sus dos compañeros, Troyd Car'das y Wend Amerni, que lo observaban con los

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ojos abiertos y visiblemente conmocionados.

-Algo ha salido del cuerpo de Rishuk. Debemos informar al jefe azul cuanto

antes... Este lugar no es seguro.

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Capítulo 31

Cuando se cerraron las puertas del muelle detrás de ellos, la oscuridad dentro de la

cabina de la lanzadera médica se volvió absoluta. Sin embargo, pasados unos

segundos, la nave pareció recuperar algo de energía y las luces de emergencia

iluminaron el habitáculo tenuemente.

-Tenemos algo de energía -subrayó el capitán Waz.

-¿Funcionan los controles? -le preguntó Han mirando el cuadro de mandos.

-La mayoría no. Pero hemos recuperado un quince por ciento del circuito eléctrico

interno. Deberíamos poder abrir ya las puertas.

-¿Qué es ese ruido?

-Parece agua.

-Si, están achicando el agua por los conductos de ventilación.

-¿Hemos recuperado la comunicación con los cazas?

-Negativo, capitán. Seguimos completamente incomunicados.

-En tierra deben estar muy preocupados por nosotros: hace horas que perdimos el

contacto con el resto de la expedición.

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Tras las palabras del capitán Waz, todas las luces del muelle se encendieron al

unísono y fue como si de repente se hubiera hecho de día en el interior de esa

astronave mastodóntica.

-Bueno, señores, creo que eso es una invitación para que salgamos -dijo Han Solo

poniéndose en pie mientras sus pupilas intentaban acostumbrarse a la claridad.

Segundos más tarde, los cuatro tripulantes de la lanzadera médica y los tres pilotos

de los cazas se hallaban caminando entre las naves imperiales -cazas Tie,

interceptores, caminates AT-ST y AT-AT, y lanzaderas T-4a Lambda- que se esparcían

por el muelle como tumbas y mausoleos en un cementerio. Algunas presentaban un

fuselaje visiblemente deteriorado, pero otras sin embargo parecían estar en perfecto

estado.

-Es una armada al completo -dijo uno de los pilotos.

-¿Sabes cuánto podría valer cada una de estas naves en el mercado negro?

-Puede que no funcionen. Tal vez no sea más que chatarra.

-Estas naves y vehículos están perfectamente aptos para el combate -interrumpió

Han mientras inspeccionaba uno de los cazas Tie-; solo necesitan una mano de

pintura y algo de combustible.

-Da miedo pensar lo que podría hacer una nave como esta vagando por el espacio

y con un arsenal así en su interior. Ni siquiera el Princesa Padme podría hacerle

frente.

-Por eso es nuestra obligación salir de aquí e informar al Gran Maestro de lo que

hemos encontrado. Esta superdestructor debe ser destruido lo antes posible.

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-¿Y cómo vamos a hacerlo, capitán? Nada puede escapar a ese campo de fuerza,

estamos atrapados aquí dentro.

-Estas naves sacan toda su energía de motores con núcleos de hipermateria. Si

inutilizamos esos motores, la nave no podrá generar ese campo de fuerza y entonces

podremos escapar.

-Si, teóricamente eso podría funcionar... Ahora falta encontrar ese núcleo...

-Eso es imposible. Este monstruo mide más de diez kilómetros.

-¿Cuántos puertos, hangares o muelles como este puede albergar?

-No lo sé, pero muchos...Demasiados... Escuchadme bien, esto ya no es una

misión de rescate. Nos hemos encontrado con una de las naves insignia del antiguo

Imperio... ¿Sabéis lo que podría suponer para la galaxia si una nave de estas

características llegase a estar operativa de nuevo? No debemos permitirlo. Hemos de

encontrar su núcleo de hipermateria y hacerlo saltar por los aires. Eso nos permitirá

escapar y avisar a la flota de Endor para que termine el trabajo.

-De acuerdo, Han. ¿Pero cómo vamos a encontrar ese núcleo?

-Que la unidad R2 se conecte e intente rastrear el ordenador principal.

-En una nave de estas características, eso podría llevarnos muchas horas... Puede

que días.

-Si se le ocurre una opción mejor, teniente, soy todo oídos...

El ruido de la apertura de uno de los portones que tenían al fondo cortó de golpe la

conversación.

-Al parecer, quieren que sigamos por ese pasillo.

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-¿Qué hacemos capitán?

-Nos dividiremos. Tú y el capitán Waz vendréis conmigo. El resto os quedaréis

para proteger a la unidad R2. ¿Funcionan los intercomunicadores?

-Aquí dentro deberían hacerlo.

Han probó el suyo.

-Perfecto. Recordad, si encontráis ese núcleo, mandadnos una señal, hacedlo

estallar y salid pitando de aquí sin esperar a nadie, ¿de acuerdo?

-De acuerdo, capitán.

-Bien, estamos en contacto... Waz, usted y Limbravan vengan conmigo. Y

manteneos alerta en todo momento.

Han, Waz y Limbravan cruzaron el umbral y al instante el portón se cerró tras

ellos. Las luces de emergencia iluminaban el pasillo dándole a la atmósfera un frío

tono azulado. Los tres hombres siguieron caminando muy despacio, con sus armas

apuntando al frente, cuando, de repente, una voz metálica sonó a través de unos

altavoces incrustados en la pared.

-Caminen recto hasta el final del corredor -les indicó la voz-; les esperan al otro

lado de la puerta.

-No sé si ha sido tan buena idea esto de separarnos.

-Si hubieran querido matarnos, teniente, ya lo habrían intentado

-Entonces... ¿qué rayos pretenden?

-Enseguida lo sabremos.

El pasillo era extraordinariamente largo, al final del cual, tal y como les había

153
señalado esa voz, se encontraron con una puerta cerrada. Entonces la voz volvió a

dirigirse a ellos:

-Bajen sus armas. No las necesitarán.

Los tres hombres intercambiaron miradas dubitativas. Finalmente, Han Solo

enfundó su pistola y sus compañeros se echaron sus blasters al hombro. Han miró

hacia el cielo, levantó las palmas de las manos y se encogió de hombros:

-¿Y bien?

Pero no hubo respuesta. En lugar de eso, la puerta se abrió y, frente a ellos,

apareció una enorme sala, esta vez bien iluminada, presidida por una larga mesa

sobre la cual se habían desplegado los más suculentos manjares que se podían

degustar a lo largo y ancho de la galaxia.

-Pasen, la cena está servida -anunció la robótica voz por encima de sus cabezas.

-¿Qué significa esto? -preguntó desconcertado Limbravan.

Tras unos instantes de duda, Waz caminó hacia la mesa y, tras observarla

detenidamente, agarró un barabel con sus mano derecha.

-No son hologramas... Esta comida es muy real.

Han y Limbravan intercambiaron miradas de nuevo. Luego se unieron a Waz y

comenzaron también a caminar alrededor de una mesa exquisitamente dispuesta,

inspeccionando minuciosamente cada plato y cada manjar que tenían delante.

-Ufff, no sé a ustedes, pero a mi se me está haciendo la boca agua.

-No se le ocurra meterse nada en la boca, teniente. Esta comida podría estar

envenenada.

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-Lo sé, pero llevo alimentándome a base de papillas de bactade desde que salimos

de Leiascant, y la tentación es grande... Muy grande...

-Conténgase, Limbravan.

Las puertas por las que los tres hombres habían entrado en esa sala se cerraron e,

inmediatamente, otras a su derecha se abrieron. Al cabo de unos segundos,

comenzaron a entrar por ellas un grupo de lo que parecían soldados ataviados con

cascos y uniformes de un intenso color rojo. Todos ellos llevaban algo parecido a

unas lanzas que sujetaban con la mano derecha.

Han Solo y Wess'al Waz se quedaron inmóviles. Limbravan, por el contrario,

intentó apuntar con su blaster hacia aquellos seres pero no tuvo oportunidad, ya que,

antes de que llegara a hacerlo, fue despedido hacia atrás por el impulso de la pica de

fuerza de uno de ellos. Han miró entonces a su alrededor y comprendió que estaban

rodeados y que no tenía mucho sentido enfrentarse a aquellos veinte seres enfundados

en sus trajes de color rojo sangre. El oficial médico, por su parte, corrió a tomar el

pulso de Limbravan, el cual yacía inmóvil junto a la pared que tenían detrás.

-¿Cómo se encuentra? -le preguntó Han sin dejar de mirar al pelotón que tenían

delante.

-Está bien. Solo se ha desmayado.

Los enmascarados, caminando como si de una silenciosa procesión se tratara,

rodearon la mesa estableciendo un perímetro de unos tres metros alrededor de ella.

Han y Waz no dejaban de observarlos mientras se movían como espectros por la sala.

-Esto no me gusta nada, capitán -le susurró Waz a Han apoyándose en la mesa.

155
-No pierda la calma...

A continuación, dos de ellos se apostaron a ambos lados de la puerta por la que

acababan de entrar e, instantes después, un ser ataviado con una túnica negra, que

cubría su cabeza, y sentado en una silla repulsora, hizo acto de presencia flanqueado

por otros dos guerreros carmesíes.

Conforme se fue acercando a la mesa, Han pudo ver los detalles de su porte. Tenía

solo un brazo, con el que manejaba los controles de la silla, y bajo su túnica tampoco

asomaba pie alguno, ni siquiera una prótesis cibernértica. Además, su rostro se

hallaba oculto parcialmente bajo una máscara de respiración, la cual solo dejaba ver

unos pequeños y penetrantes ojos amarillos rodeados por una arrugada piel de un

tono blanco mortecino. Uno de los enmascarados apartó la silla que presidía la larga

mesa para que él ocupara el lugar que le correspondía. Ahora que estaba a penas a un

par de metros de distancia suya, Han podía oír el ruido de su respiración, un ruido

que le resultaba escalofriantemente familiar. Entonces, sin mas preámbulos, el

anfitrión extendió su brazo con la palma de la mano hacia arriba y exclamó:

-Bienvenidos a los últimos vestigios del Imperio.

-¿Quién es usted y qué significa todo esto? -preguntó Han con aspereza.

-Oh, perdone, capitán Solo, es cierto, a veces olvido el lamentable estado en el que

me dejó mi encuentro hace más de diez años con el maestro Skywalker durante la

batalla de Endor -su voz sonaba artificial, como pronunciada por una máquina en

lugar de por un ser biológico-. Detrás de esta máscara es difícil que incluso un

excelente observador como usted me reconozca. Sin embargo, estoy seguro de que si

156
se toma unos segundos para reflexionar y se fija bien en mi, podrá deducir mi nombre

sin temor alguno a equivocarse.

Han lo miró entonces a los ojos y al cabo de unos segundos hizo un gesto de

negación con la cabeza:

-No es posible, esto no es más que un burdo teatro... Usted es un farsante.

El encapuchado comenzó a reír y sus risas enlatadas resonaron por toda la

estancia.

-Noto su miedo, capitán Solo. Sin embargo, si queremos que esta reunión llegue a

buen término, debe dejar al margen sus prejuicios y sus temores: la realidad es la que

es y está muy por encima de seres tan insignificantes como usted y sus hombres. No

me malinterprete, capitán, le admiro profundamente, es usted un excelente soldado,

un verdadero héroe... Y qué duda cabe que hubiera preferido tenerlo de mi parte. Pero

en fin, aquellos días ya pasaron y ahora es turno de que ambos afrontemos esta nueva

situación... Pero, por favor, siéntense...

Han le hizo un leve gesto con la cabeza al capitán Waz y ambos aceptaron la

invitación de su anfitrión.

-Antes que nada, siento lo de su compañero. Tenemos un escuadrón médico

androide al completo y un hospital muy cerca de aquí... Lo mantendremos en

observación durante el tiempo que sea preciso...

-Oh, gracias, pero no será necesario -intercedió Waz-; el golpe le hizo perder la

consciencia pero no es grave. En unos minutos estará como nuevo.

-Como deseen... En ese caso, ¿por dónde íbamos?

157
-Hablaba de la realidad tal y como es hoy en día -apuntó Han.

-Ah, sí, era eso... Como pueden observar, esta nave es todo lo que queda de la

otrora impresionante Flota Imperial... Pero no se equivoquen, porque aún siendo

apenas un botón de muestra de lo que en su día fue la flota más poderosa que haya

surcado nunca en el universo conocido, este superdestructor sigue siendo a día de hoy

la nave más poderosa de la Galaxia. Y es, además, lo último que queda en pie de mi

Imperio.

-¿Cómo sabe que no existen más naves como esta perdidas o encalladas en

mundos remotos y perdidos de la Zona Salvaje?

-Ustedes destruyeron todos los demás superdestructores. El caballero jedi Luke

Skywalker hizo un gran trabajo al respecto. Sin embargo se le escapó el premio

gordo... Antes de que la segunda Estrella de la Muerte estallara en mil pedazos,

miembros de mi Guardia Real liderados por mi fiel Kanos... -hizo entonces una leve

pausa para levantar la vista a su derecha y mirar a uno de los guardias que lo

flanqueaban. Éste movió levemente la cabeza hacia delante en un gesto de

reverencia- Como iba diciendo, miembros de mi Guardia Real me sacaron de aquel

infierno cuando estaba al borde de la muerte. La ciencia y la alquimia sith, pero

sobretodo el infinito poder del lado oscuro de la Fuerza me mantuvieron con vida.

Perseguidos primero por la flota rebelde, luego por la Guardia Estelar y finalmente

por los antiguos esclavos borg, no tuvimos más remedio que ocultarnos en este

recóndito paraje de una de las regiones más inhóspitas y baldías de todo el universo

conocido: la Caldera Stygian.

158
-Suponiendo que todo eso que nos cuenta fuese cierto, resulta cuanto menos

curioso que una nave tan poderosa como esta haya tenido que esconderse de unos

vulgares piratas al mando de unas cuantas fragatas dispersas.

-Los borg no son vulgares piratas. Técnicamente son el mejor ejército posible. De

hecho, mis generales tenían órdenes de poner en práctica el Protocolo 73, para la

reconversión de los trabajadores cibernetizados en un ejercito regular que debía ser

utilizado contra la Alianza. Pero los acontecimientos se precipitaron y el plan nunca

llegó a ponerse en práctica.

-Aún así, los borg no poseen ninguna nave capaz de hacer frente ni por asomo a

este superdestructor.

-No, es cierto... al menos de momento. Sin embargo, de poco sirve esta poderosa

fortaleza sin el combustible necesario para ponerla en funcionamiento y sin una vasta

tripulación para gobernarla... Pero estese tranquilo, el viejo Imperio no tiene a su

disposición ni una cosa ni la otra... Sin embargo, no podemos afirmar lo mismo de

esos “vulgares piratas”, como usted los llama. Ellos poseen reservas de tybanna y

hombres de sobra para armar esta nave, y tarde o temprano podrían encontrar este

lugar. Entonces, créame, las cosas cambiarían de forma drástica en el aparentemente

idílico cosmos que gobiernan usted junto con su esposa y el caballero jedi

Skywalker.

-Yo no gobierno nada...

-Oh, si que lo hace. Vive en su torre de marfil, como un rey, allí en esa nueva

ciudad de Endor... ¿Cómo la llaman...? Ah, si... Leiascant.

159
Han hizo una breve pausa antes de dar replica a su interlocutor:

-Se confunde usted. Creo que lleva demasiado tiempo encerrado en las tripas de

esta bestia submarina. Los tiempos han cambiado, ya no hay reyes ni emperadores

que controlen el universo con su poder militar. Ni siquiera cancilleres o senadores

corruptos que vendidos al mejor postor. Cada planeta se gestiona a sí mismo y usa los

corredores del hiperespacio para el libre comercio. Por primera vez desde hace

muchos años reina la paz en la Galaxia.

Tras las palabras de Han, Sidious soltó una larga y sonora carcajada mientras se

tocaba el pecho con la única mano que le quedaba, la derecha:

-Excelente interpretación, capitán Solo... Veo que tiene interiorizado el guión

como si de un dogma de fe se tratara. Aún así puede ahorrarse esas patrañas conmigo

porque ambos sabemos que no son verdad. Fuera de los dominios de la Liga, los

mundos se masacran los unos a los otros sin piedad. Borgs y mandalorianos se hallan

enzarzados en una encarnizada conflagración que ya se ha cobrado millones de vidas.

Por otro lado, los yuuzhan siguen arrasando civilización tras civilización sin que

nadie pueda detenerlos a este lado del Borde Exterior. Y mientras tanto, el honorable

Gran Maestro Luke Skywalker sigue aferrado al infantil sueño de desmilitarizar la

galaxia. Resulta cuanto menos grotesco hablar de paz en estos términos. Capitán

Solo, usted sabe tan bien como yo que tarde o temprano borgs, yuuzhan o cualquier

otro de los muchos peligros que se esconden en el espacio profundo del cosmos

irrumpirá en su frágil utopía de cristal y la hará añicos. Y entonces necesitará toda la

ayuda que pueda obtener, incluyendo esta nave... Incluyendo mis conocimientos.

160
-¿De qué está usted hablando?

-Capitán Solo, le estoy ofreciendo una tregua... Una tregua para que de una vez

por todas sith y jedis estrechen sus manos y trabajen juntos.

Han y Waz se miraron atónitos.

-¿Lo está diciendo en serio? -preguntó el oficial médico finalmente.

-Por supuesto... Mi oferta incluye esta nave con todo lo que contiene, junto con

siglos y siglos de conocimiento sith, como pueden suponer, de un valor incalculable.

-Entiendo -intercedió Han-; ¿y usted qué ganaría con ello?

-El amnisticio.

Hubo un tenso silencio que Wess'al Waz y Han Solo aprovecharon para volver a

intercambiar miradas. Tras varios segundos ordenando sus pensamientos, Han levantó

la vista al frente y con tono sereno afirmó si titubeos:

-Siento ser descortés, pero sus palabras suenan a los delirios de un loco... Esta

nave será capturada y desmantelada por la Guardia Estelar, y usted, si realmente es

quien afirma ser, encarcelado para ser juzgado por Crímenes Contra la Galaxia...

Todo lo demás es burda palabrería.

Sidious sonrió maliciosamente. Luego miró a Kanos, el jefe de la Guardia Roja, y

a continuación dijo casi entre susurros:

-Bien, si no piensan probar bocado, lo mejor es que se levanten de la mesa y me

acompañen, quiero enseñarles algo.

161
Capítulo 32

Midra Jend y los otros dos cazas que la acompañaban acababan de aterrizar en la

explanada desértica después de varias horas sobrevolando la zona en la que el rastro

del grupo de Han se había esfumado misteriosamente. No habían encontrado nada,

tampoco habían logrado establecer ningún tipo de comunicación y sus gestos abatidos

eran todo un poema. Además, durante el camino de regreso, habían recibido noticias

del campamento base alertándoles de que se habían producido disparos de blasters en

los alrededores, presumiblemente realizados por los miembros de la expedición ante

una amenaza desconocida. Minutos más tarde, las comunicaciones con el resto de los

pilotos en tierra se cortó, y a partir de aquí solo mantuvieron contacto con el androide

de protocolo C-3PO, que les informó de que Chewbacca había salido del Halcón para

inspeccionar el perímetro. Todo para ellos era desconcertante, y en la mente de la

teniente Jend la idea de que aquella señal de socorro había sido una trampa dejó de

ser un vago temor para, a medida que transcurrían los minutos, convertirse en una

realidad cada vez más palpable.

Cuando aterrizaron y vieron que tanto el Halcón Milenario como el resto de X-

162
Wing estaban en perfecto estado, se tranquilizaron, pero no demasiado. Agarraron sus

máscaras de oxígeno y salieron de las cabinas para inspeccionar la zona. Todo parecía

estar tranquilo, y los tres pilotos caminaban envueltos en oscuridad y silencio

mientras apuntaban a su alrededor con los haces de luz de sus blasters. A través de sus

intercomunicadores podían oír los bramidos de Chewbacca, que indicaban su

posición. Al mismo tiempo en el carguero, el androide escuchaba atentamente todo lo

que estaba ocurriendo. Fue entonces cuando Kaneyi entró en la cabina del Halcón,

sobresaltando a C-3PO:

-Vaya, amo Kaneyi, me ha dado un buen susto.

-¿Qué está ocurriendo, 3PO?

-No lo sabemos. Al parecer se han efectuado disparos contra algún animal salvaje.

-¿Y Chewie?

-Ha salido a inspeccionar.

-¿Que ha salido? No, no, dile que vuelva.

-¿Cómo?

-¡Dile que vuelva, dile que vuelva, vamos!

-Oh, está bien...

-¡¡¡No puede quedarse ahí fuera, tiene que volver cuanto antes!!!

-De acuerdo, aunque le advierto que ese wookiee es bastante testarudo.

Pero entonces el resplandor de los blasters volvió a iluminar el páramo, lo que

hizo que Kaneyi se acercara a los cristales de la cabina:

-Mas disparos... Hay algo ahí fuera que nos está atacando.

163
C-3PO no dijo nada, tan solo miró al niño para, seguidamente, intentar

desesperadamente comunicarse con Chewbacca a través del intercomunicador. Sin

embargo, Chewbacca no respondía. Hubieron varios disparos más y gritos, muchos

gritos, que se colaron a través de los altavoces del panel de mandos del carguero.

Entonces C-3PO cortó la comunicación apretando un botón rojo y un silencio

sepulcral inundó la cabina. Después giró su torso para mirar a Kaneyi:

-Parece, amo, que no hay manera de entablar comunicación con Chewbacca.

Kaneyi miraba fijamente los controles del Halcón Milenario. Y así estuvo durante

casi un minuto, en silencio y sin mover un solo músculo. Era como si todo lo que

estaba ocurriendo lo hubiera presentido con anterioridad y aquello lo hubiese dejado

petrificado:

-He tenido una pesadilla -dijo al fin.

-Oh, bueno, no me extraña...

-Desperté justo en el momento en el que iba a morir.

Las puertas se abrieron y Han, Waz y un Limbravan visiblemente desorientado,

escoltados por unos treinta guardias rojos, entraron en una amplia estancia llena de

extraños artilugios que daba la impresión de ser una especie de laboratorio. El ser

encapuchado movió su silla repulsora para guiarlos por el lugar:

-Esta nave posee un arsenal imponente, incluido un superlaser axial capaz de

partir por la mitad un destructor de un kilómetro de eslora. Pero todo eso no es nada

comparado con los siglos y siglos de sabiduría sith que hay almacenados entre estas

164
cuatro paredes.

-¿Qué es esto? -preguntó Limbravan señalando un pequeño artilugio piramidal que

había en una vitrina.

-Oh, eso no es más que un holocrón sith. ¿Nunca había visto uno con anterioridad?

Limbravan hizo un gesto de negación.

-¿Ni siquiera uno jedi?

-Creo que no.

Han estaba empezando a impacientarse. Echó un vistazo a su alrededor, luego

miró a Waz, que parecía fascinado, y a continuación dijo secamente:

-Está bien, ¿para qué nos enseña todo esto exactamente?

El encapuchado detuvo su silla y dio media vuelta:

-Me da la sensación, capitán Solo, de que sigue obstinado en negar lo evidente.

Esto no es ninguna farsa: yo soy Darth Sidious... He sido Canciller Supremo,

Emperador y ahora proscrito, pero por encima de todo un lord sith. Y estoy poniendo

a su disposición todos mis conocimientos en ciencia y alquimia. ¿Cree que es un

asunto baladí, capitán? ¿Acaso le parece baladí el desarrollo de motores de energía

oscura capaces de triplicar la velocidad de la hipermateria? ¿O los códigos fuente

para desarrollar pulsos electromagnéticos con los que aniquilar a los borg con solo

apretar un botón? ¿Y la manipulación de midiclorianos? ¿Y el triunfo sobre la

muerte? ¿Le parecen también una perdida de tiempo todos esos conocimientos?

Han puso cara de no haber entendido bien las palabras de Sidious:

-Perdón, ¿ha dicho “triunfo sobre la muerte”?

165
Sidious dejó escapar a través de su máscara de oxígeno media carcajada

contenida:

-Si, eso he dicho, capitán Solo... -luego dio media vuelta y avanzó con su silla

seguido por Han y los otros-. Mi maestro, Darth Plagueis el Sabio, dedicó a ello casi

toda su vida. A ello y a la manipulación de midiclorianos, y en ambos terrenos su

éxito fue absoluto. Consiguió desarrollar formulas para aumentar la presencia de

midiclorianos en seres sensibles a la Fuerza, pero también logró manipular

geneticamente fetos de seres “normales” para gestar criaturas extraordinarias -y

entonces se detuvo frente a una de las vitrinas que había a su izquierda. Han la miró y

vio que dentro se hallaban un sable de luz y la prótesis cibernética de una mano

sesgada por el antebrazo enfundada en un guante negro.

-Así que, en cierto modo, puede decirse que Darth Plagueis fue el padre de

Annakin Skywalker y, por lo tanto, también el abuelo de Luke y Leia.

-No veo donde quiere ir a parar...

-Acompáñeme -Sidious los llevó hasta el otro extremo de la enorme sala. Allí

habían lo que parecían dos tanques de bacta unidos a media altura por un conducto

circular de unos quince centímetros de diámetro. Los tanques estaban llenos de

sensores, tubos y cables, y rodeados por pantallas, ordenadores y escáneres.

-Mire bien lo que tiene delante, capitán Solo, porque ante usted se alza la cumbre

de la sabiduría sith, o lo que es lo mismo: la victoria definitiva de la vida sobre la

muerte.

-Me está diciendo que esa máquina...

166
-Puede devolver la vida a un organismo muerto, sí... Mi maestro lo llamó

transferidor de esencia, y se basa en la transferencia de midiclorianos de un cuerpo

vivo a otro muerto, dicho de una forma extraordinariamente simplista.

Waz se acercó al cristal del tanque y se puso a observarlo detenidamente:

-Fascinante...

-Desde luego que lo es... Esa máquina representa la supremacía del lado oscuro de

la Fuerza sobre todo lo que hay en el cosmos.

Han intentó asimilar las palabras de Sidious durante unos segundos, aunque no le

resultó nada fácil. Después sacudió la cabeza levemente y continuó la conversación:

-De acuerdo, acepto lo que me cuenta como cierto... Pero aún así, lo que me pide

está fuera de mi alcance. Yo no puedo unilateralmente garantizarle la amnistía sin la

aprobación de Luke y el Consejo de la Liga...

-Oh, usted puede convencer al Consejo, de eso no me cabe la menor duda. Y en

cuanto al jedi, él me perdonará... De hecho lo hizo desde el mismo momento en el

que abrazó abiertamente las enseñanzas del viejo Yoda... Capitán, no soy más que un

anciano ahora. Tengo ochenta y dos años y aunque la Fuerza sigue fluyendo como un

poderoso río dentro de mi, me noto cada vez más débil... Quiero ver Naboo de nuevo

y terminar allí mis días, en paz conmigo mismo y con el resto de la galaxia. Poner a

disposición de la Liga este laboratorio y esta nave es mi manera de pedir perdón por

los errores que cometí en el pasado.

Han no supo qué decir. Miró hacia un lado y hacia otro mientras intentaba

encontrar unas palabras que parecían resbalarse por su lengua y caer de sus labios

167
antes de ser pronunciadas. Entonces Sidious se dirigió de nuevo a él con un tono

sereno:

-Creo que lo mejor será que les dejemos solos... Kanos, lleva a nuestros invitados

a sus camarotes para que descansen... Y ustedes, tienen tres horas para deliberar;

después serán libres para marcharse si así lo desean.

Uno de los guardias rojos se acercó a los tres hombres y los condujo, junto con

varios guardias más, hasta la puerta. El sonido de sus pasos reverberó por toda la

estancia.

Kaneyi se hallaba en una de las bodegas del Halcón Milenario, completamente a

oscuras y sentado en el suelo con las piernas cruzadas. Lo último que le había dicho a

C-3PO era que iba a encontrar a su padre, y que por esa razón no quería que lo

molestase durante algún tiempo. El androide estuvo de acuerdo, aunque no entendía

muy bien lo que el muchacho pretendía. De todas formas eso no le sorprendía, ya que

después de tantos y tantos años sirviéndoles, el comportamiento humano seguía

siendo un misterio indescifrable para él. El robot se quedó en la cabina de mando e

intentó comunicarse de nuevo con Chewbacca y los demás pilotos. Sin embargo, era

como si se los hubiera tragado la tierra. La situación le resultaba del todo

desconcertante y sus circuitos no dejaban de transmitir a su núcleo de memoria una

extraña sensación de inquietud que iba haciéndose más y más grande.

-Nunca debimos haber respondido a aquella señal de socorro -se decía a sí mismo-

Esto tiene muy mala pinta. Creo que nos han tendido una trampa... Ójala vuelva

168
pronto el capitán Solo... Chewbacca, ¿por qué no respondes? Tampoco consigo

comunicarme con el resto de los miembros de la Guardia Estelar... Al menos ya no

hay disparos... Oh, estamos atrapados, atrapados en este horrible lugar... Te advertí

que no salieras, te lo advertí, pero eres un wookiee testarudo y no me hiciste caso...

¿Ahora quien pilotará esta nave? Oh, espero que el capitán Solo esté bien, él es el

único que puede sacarnos de aquí...

Fue entonces cuando se oyeron unos golpes en el portón de carga.

-¿Golpes, golpes en la puerta?

Los golpes se repitieron de nuevo.

-Si, están llamando a la puerta -inmediatamente, el androide encendió una de las

cámaras para ver de quien se trataba.

-¡Es la teniente Midra Jend junto con uno de sus hombres! ¡Oh, estamos salvados,

estamos salvados! -y entre palabras de alegría y exclamaciones de júbilo, C-3PO se

levantó de la silla y corrió a abrirles la puerta.

En la bodega, Kaneyi seguía concentrado intentando captar la presencia de su

padre por los alrededores de la isla. Sabía que estaba vivo y que no andaba muy lejos,

sin embargo encontrar su emplazamiento exacto era una tarea extremadamente

dificultosa. Entonces recordó todas las enseñanzas de su tío, sus trucos para eliminar

cualquier pensamiento, por simple que fuera, capaz de distraer su mente. Ralentizó

sus pulsaciones y entró en un extraño trance. Había logrado llegar a ese estado en

muchas ocasiones bajo la tutela de su tío Luke, pero a partir de aquí su cabeza se

169
distraía cortando en seco su diálogo con la Fuerza. Sin embargo a partir de entonces

sintió algo distinto, algo que no había experimentado nunca antes. Noto una

oscuridad absoluta y una luz que crecía en el centro, haciéndose más y mas intensa

hasta deslumbrarlo por completo. Seguidamente, de la luz comenzaron a surgir

formas difusas que fueron haciéndose más y más nítidas. Pero justo en ese instante,

los gritos de C-3PO acompañados de unos fuertes golpes metálicos lo sacaron de su

trance de forma abrupta. Kaneyi se levantó y aguzó el oído. Los golpes venían de

dentro del Halcón. Salió de la bodega y caminó por el pasillo que llevaba hasta el

portón de carga. No llevaba recorrido de cinco metros cuando Midra Jend y uno de

los pilotos del escuadrón azul le cortaron el paso. Los dos lo miraban con el rostro

desencajado, como dos animales salvajes a punto de caer sobre su presa. Kaneyi

pronunció unas cuantas frases inconexas que no tuvieron contestación. Al tiempo,

Midra y el piloto avanzaban por el estrecho corredor arrastrando los pies mientras él

reculaba despacio. Los observó detenidamente. Tenían el rostro manchado de sangre

y los ojos abiertos de par en par mientras sus músculos parecían moverse de forma

automática a base de espasmos. El niño levantó su mano derecha intentando usar un

truco jedi para controlar la psique de animales salvajes. Pero era un truco que nunca

le había funcionado y aquella vez no fue una excepción. De repente su espalda chocó

contra una pared y supo que ya no podía hacer mucho más. Miró a su alrededor, pero

no había ningún arma cerca. En ese instante Midra Jend abrió su boca en señal de

amenaza y acto seguid saltó hacia él extendiendo las manos como garras. Pero ni

siquiera llegó a rozar el cuerpo del muchacho, pues estando aún en el aire se vieron

170
varios destellos a su espalda y tanto Midra como su acompañante cayeron al suelo

llenos de humeantes agujeros de blaster. El muchacho levantó la vista y pudo ver

entonces a Chewbacca caminado con dificultad hacia él mientras arrastraba con su

mano izquierda el torso de C-3PO y sujetaba su ballesta con la derecha.

-¡¡¡¡Chewie, Chewie, estás vivo!!! -exclamó Kaneyi lleno de alegría. El wookiee

le contestó con un par de quejidos cortos y agudos. Cuando llegó a su altura, el joven

lo miró a los ojos:

-Chewie, debes ponerte a los mandos del Halcón... Creo que sé donde encontrar a

mi padre.

Era un camarote confortable, amplio y con todo lujo de detalles donde Han, Waz y

Limbravan habían sido confinados, seguramente reservado en el pasado para altos

mandatarios. En realidad eran tres habitaciones unidas por un espacio común, una

sala de estar de unos seis metros cuadrados, alrededor de la cual se vertebraba toda la

estancia. Lo primero que hizo Limbravan fue quitarse las botas y tumbarse en una de

las camas. Mientras, los capitanes Wess'al Waz y Han Solo se sentaron en sendos

butacones emplazados uno al lado del otro a la izquierda de la entrada. Ambos

hombres guardaron silencio durante un largo rato mientras trataban de asimilar y

analizar los hechos acontecidos en las últimas horas y las palabras escuchadas en los

últimos minutos. Al tiempo, Waz intentaba comunicarse con el resto del grupo sin

conseguirlo. De repente Han se levantó como un resorte y se puso a caminar de un

lado a otro de la habitación:

171
-No tiene sentido, nada de esto tiene sentido. Nos está mintiendo...

-¿Estás seguro de ello? No creo que nadie pudiera hacer una representación tan

convincente -le replicó Waz.

-En ese caso, razón de más para pensar que miente.

-No te entiendo...

-Escucha, Waz, soy un experto jugador de sabacc. Huelo la mentira a kilómetros

de distancia...

-Creo que esta vez te equivocas, Han. Si quisiera matarnos ya lo habría hecho. A

mi me parece que nos ha dicho la verdad en todo. Debe llevar exiliado en este lugar

más de diez años, escondido como un proscrito en el vientre de este monstruo, que

sin combustible no es más que un enorme y decadente museo sumergido, y rodeado

por unos cuantos adeptos fanáticos y nostálgicos de glorias pasadas. Se siente viejo y

débil, y también amenazado. Sabe que su tiempo se acaba y que tarde o temprano

alguien encontrará este lugar, y puede que ese alguien no sea tan magnánimo como

nosotros. Es lógico que busque un acercamiento... Además piensa en todo lo que

significaría para los mundos del núcleo. En esta nave se guardan tesoros de un valor

incalculable para la ciencia. Sabes las vidas que se podrían salvar... Sinceramente,

Han, creo que deberíamos plantearnos seriamente la opción del amnisticio.

-¿Hablas en serio? Ese hombre es un asesino, un criminal y un genocida. ¿Te has

tragado de verdad el numerito del viejo melancólico que extraña su planeta natal?

Creo que no sabes de lo que estás hablando, Waz. Yo me pasé muchos años luchando

contra él y contra todo lo que él representaba. Contra una crueldad y una violencia

172
que extendía sin compasión por todo el universo. ¿Sabes a cuantos amigos he

llorado? Son tantos, tantos los mundos arrasados, tanto el sufrimiento provocado...

-Yo también perdí muchos amigos y familiares en la Guerra, pero no dejo que me

ciegue el dolor y ni la venganza...

-¿Dolor y venganza dices? Dolor sí, pero no venganza. Lo único que quiero es que

algo así no vuelva a repetirse.

-¡Oh, vamos, Han, pero si no es más que un viejo tullido! ¿Crees de verdad que en

el estado en el que se encuentra sigue siendo un peligro? ¿Es que temes que derrote al

Gran Maestro, dé otro golpe de estado y se adueñe de los mundos de la Liga? ¿Es eso

lo que te da miedo?

-Lo subestimas. Subestimas su poder y sus ambiciones. Tal vez porque eres

demasiado joven...

-Venga, ya, capitán... El Imperio se acabó y no volverá nunca más. Es parte de la

historia de la galaxia, una historia triste y sombría, pero que pertenece al pasado. Yo

estoy hablando del futuro, de salvar vidas humanas; él puede enseñarnos a ello, y así,

aunque sea en parte, expiar sus pecados.

-Waz, un Lord Sith es siempre un Lord Sith. Y este ha sido el peor de todos.

-Eso no es cierto y lo sabes. ¿Acaso no vio Darth Vader la luz al final de su vida?

-Pero Sidious es diferente. Su alma está demasiado podrida. No hay redención

posible para él.

-Entonces, ¿para qué nos ha traído aquí, dime?

Han guardó silencio. Seguía apretando los botones de su intercomunicador pero

173
aunque éste parecía funcionar bien, no obtenía respuesta alguna.

-Nada, no responden. Y eso no me gusta... No, no me gusta en absoluto...

-Te he hecho una pregunta, Han... Si no está siendo honesto con nosotros,

entonces... ¿qué es lo que pretende con todo esto?

Han se quedó pensativo, con la mirada perdida en el suelo de la estancia, mientra

su cabeza daba vueltas y vuelta. Entonces cerró los ojos y la imagen de su hijo

llamándolo con desesperación apareció nítida en su mente.

-¡¡Kaneyi!! -exclamó al fin.

-¿Cómo?

Pero justo en ese instante la conversación fue cortada en seco por un desgarrador

grito que llegó del dormitorio de Limbravan. Han Solo y Wess'al Waz se giraron y allí

se encontraron con su compañero, de pie en frente a ellos y mirándolos con los ojos

inyectados en sangre.

174
Capítulo 33

-¿Limbravan, qué le ocurre?

-¿Se encuentra bien, teniente?

Pero el piloto no contestó. En lugar de ello, dejo escapar un sordo gruñido para,

segundos después, saltar sobre el capitán Waz haciendo que ambos rodaron por el

piso de la habitación. Han Solo desenfundó su pistola y apuntó a Limbravan con ella.

-¡¡¡Teniente, qué está haciendo!!! ¡¡¡Deténgase, es una orden!!! -pero el joven

piloto no reaccionaba a las palabras de su capitán, y continuó golpeando la cabeza de

Waz contra el suelo con todas sus fuerzas. Han acercó entonces su pistola a la cabeza

de Limbravan y tras una segunda advertencia le disparó en la sien. El piloto de la

Guardia Estelar se desmoronó al instante sobre el inconsciente oficial médico. Pero

entonces, ante los ojos de Han, ocurrió algo extraño. Una especie de gusano de unos

veinte centímetros comenzó a salir por uno de los orificios nasales del teniente

Limbravan para, a continuación, introducirse por la nariz de Wess'al Waz.

-Un gusano cerebral -musitó Solo estupefacto. Pasados unos instantes, Wess'al

Waz abrió los ojos de par en par mostrando unos globos oculares manchados de

175
sangre. Han apuntó su pistola contra el oficial médico mientras éste empezaba a

convulsionar. Finalmente, el capitán Waz, tras un gemido largo y lánguido, se quitó

de encima el cuerpo de Limbravan y, acto seguido, saltó sobre él y comenzó a

morderle el cuello con la fiereza de un rancor hambriento. Han observaba la escena

horrorizado. Tenía encañonado a Waz pero no se atrevía a disparar. Él sabía que con

pulsos electromagnéticos de alta frecuencia se podían extraer los gusanos cerebrales

de las cabezas de sus huéspedes, aunque a veces las secuelas que dejaban eran

gravísimas e irreversibles. Pero aún así, un disparo en la cabeza con su blaster

significaría la muerte de su compañero, como lo había significado para Limbravan.

Caminó hacia la puerta e intentó abrirla pero, tal y como esperaba, la puerta estaba

cerrada por fuera. Entonces supo que no era más que un insecto atrapado en la tela de

una araña, y era muy posible que la araña lo hubiera mantenido con vida para

devorarlo más tarde. Sin pensarlo dos veces, Han agarró un de las silla que habían

alrededor de la mesa que presidía la sala y golpeó la puerta una y otra vez... A su vez,

Waz seguía inmerso en un sangriento éxtasis mientras se daba un festín con el cuerpo

muerto del joven piloto. Han, angustiado, disparó su blaster contra el interruptor que

habría y cerraba la puerta desde dentro y se puso a hurgar en los cables. Estuvo allí un

rato, intentando todo tipo de combinaciones, pero la maldita puerta no se abría. De

repente oyó un ruido a sus espaldas. Se giró y allí estaba Waz, caminando hacia el

con chorritones de sangre cayéndole por el cuello. Había leído muchas cosas sobre

esas criaturas parasitarias, y aunque existían diversas subespecies repartidas por la

galaxia, todas convertían a sus huéspedes en insaciables depredadores carnívoros,

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pues se alimentaban sintetizando las proteínas de la carne y los órganos blandos. Han

supo que le había llegado el turno, y que aunque Waz seguía estando ahí, era ahora el

gusano el que controlaba su cuerpo. También sabía que si le disparaba en la cabeza,

tenía muchas posibilidades de alcanzar al parásito y matarlo, pero sería el fin para su

compañero. Tampoco dispararle en una pierna serviría para detenerlo, ya que el

gusano controlaba todos los centros neurálgicos del cerebro de su huesped,

segregándole a la vez una solución de dopamina y adrenalina que lo hacía inmune al

dolor completamente. Han levantó su pistola y apuntó a Waz, quien seguía avanzando

hacia él lentamente, como un cazador a punto de abalanzarse sobre la presa.

-¡Wess'al, detente! -le advirtió Han. Pero Waz no reaccionó a sus palabras y

después un segundo aviso, Solo soltó una descarga de su blaster contra su rodilla

derecha. El oficial médico se derrumbó, pero al instante volvió a levantarse y

comenzó de nuevo a caminar hacia él arrastrando su pierna como una ristra de carne

muerta.

-Vamos, se que estás ahí y que puedes oírme. Puedes luchar contra él, puedes

dominar al gusano. Vamos, Waz, no me obligues a tener que matarte. Vamos, tú eres

el dueño de tu mente...

El capitán Waz se detuvo entonces y, tras caer de rodillas, se estrujó el pelo con las

dos manos, intentando así detener los virulentos espasmos de su cabeza. Sin duda se

estaba llevándo a cabo una lucha terrible en su interior. Pasados unos segundos

levantó la mirada. Tenía los ojos en blanco, su boca babeaba y apretaba tanto la

mandíbula inferior contra la superior, que parecían ir a desencajársele en cualquier

177
momento. Aún así, y con extrema dificultad, pudo pronunciar unas palabras

arrastradas que parecieron salir de lo mas profundo de su ser:

-Mmmátame... V-v-vamossss... D-d-dispárame a la cabeza... Porrr favorrr...

Haaan...

Han apuntó entonces su pistola blaster a la cabeza de Waz, lo miró a los ojos,

cogió aire y, al tiempo que lo soltaba, le disparó en la frente. El impacto lanzó al

oficial médico hacia atrás y al instante, Han sintió como su estómago se

descomponía. Tuvo que correr hacia el cuarto de baño, situado al lado de la puerta de

entrada, para vomitar en el inodoro. Después agarró su intercomunicador y volvió a

intentar contactar con el resto de los pilotos de los que se habían separado a la salida

del hangar. Al principio no hubo respuesta y Han se temió lo peor, pero segundos más

tarde recibió un mensaje cifrado. Procedía de la unidad R2 y constaba de dos partes.

En la primera parte del mensaje enviaba los planos del sector del superdestructor con

la disposición de los núcleos de hipermateria. En la segunda informaba de que el

grupo había sido neutralizado. En ese momento fue consciente de que estaba solo allí

dentro. Aún así no dudo la un instante: reventaría ese núcleo y luego escaparía en la

primera nave que encontrase en su camino. Pero, ¿cómo? Se oyó un timbre y una voz

comenzó a hablarle por unos los altavoces situados sobre la enorme bañera que había

detrás de él.

-Ha sido una exhibición extraordinaria, capitán Solo. Digna sin duda de un héroe

de su talla. Antes que nada me gustaría informarle de que el resto de su pelotón ha

sido capturado y ejecutado, así que de su grupo tan solo queda usted... Aunque tal vez

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le tranquilice saber que su hijo viene en su busca.

-No, Kaneyi, no... -se dijo para sí mismo.

-Pero no se preocupe, he enviado un pelotón de mi Guardia Roja para que lo

traigan al puente C y así pueda recibirlo usted mismo.

La comunicación se cortó y Han se puso a caminar por el cuarto de baño como un

animal enjaulado:

-Vamos piensa, maldito estúpido, piensa... Tú los has metido a todos en esto, tú

eres el responsable de lo ocurrido, no puedes dejar que tu hijo caiga también en la

trampa... No, debo salir de aquí, debo salir de esta cochina celda... Pero, ¿cómo?

Piensa, Han, piensa...

Se alzó subiéndose a la bañera e intentó romper a golpes la rejilla del conducto de

ventilación. Sin embargo no hubo forma, ni siquiera disparando con su blaster: esa

rejilla parecía estar hecha de beskar. Entonces echó la vista al suelo y se quedó

mirando la taza del inodoro, hecha con mármol de Selonia al igual que la bañera, que

brillaba como pulido oro blanco. Después se llevó la mano a la hebilla de su cinturón

y susurró para sí mismo:

-Si, tal vez funcione.

Fuera, un pelotón de miembros de la Guardia Roja caminaban por el pasillo que

conducía hasta la entrada del camarote. Al llegar frente a la puerta, marcaron un

código y la puerta se abrió. Nada más entrar en la habitación, se toparon con los

cuerpos tumbados boca abajo de Waz y Limbravan:

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-Lleváoslos de aquí y quemadlos -ordenó el que parecía el jefe a dos de sus

hombres- Pero tened cuidado al trasportarlos, todavía podrían contener gusanos vivos

en su interior.

Los guardias agarraron de los pies los cadáveres y los sacaron a rastras de la

estancia mientras el resto, moviéndose con prudencia pero también con

determinación, comenzaron a buscar a Han por los dormitorios.

-Debe estar en el cuarto de baño -insinuó uno de ellos. Un par de guardias se

colocaron entonces a ambos lados de la puerta mientras los demás, apuntando con sus

picas de fuerza, esperaban la orden de su superior.

-Capitán Solo, el Maestro Oscuro lo reclama en el puente C. Debe acompañarnos.

Pero no obtuvieron respuesta.

-Capitán Solo, no nos obligue a usar la violencia.

De nuevo se hizo el silencio. El jefe del pelotón hizo un leve gesto afirmativo con

la cabeza y y varios guardias entraron en el amplio cuarto de baño. Fue entonces

cuando se encontraron con un cuerpo de espaldas a ellos y colgado del techo. Había

usado la rejilla de ventilación para enganchar su cinturón y ahorcarse. Llevaba el

rostro manchado de sangre.

-Debió haber sentido como el gusano se le metía dentro y prefirió suicidarse -dijo

uno de ellos mientras lo descolgaban con cuidado para luego depositarlo en el suelo y

comprobar sus constantes vitales.

-No respira. Hemos llegado tarde.

-Al Padre Oscuro no le va a gustar esto. Él lo quería bajo control pero vivo...

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-No os quedéis ahí mirando y llevadlo al Puente C, ¡deprisa! Esperad, esperad un

momento... Ese de ahí no es Han Solo...

-¿Está seguro de ello, señor?

-Completamente... Lleva puestas sus ropas pero... no, ese no es el capitán Solo.

-Pues si este no es él, entonces... ¿dónde está?

Pero antes de que nadie pudiera responder a esa pregunta lanzada al aire por uno

de los guardias, los metálicos crujidos de unos disparos de blaster, llegados desde el

otro extremo del largo corredor, se colaron por la puerta abierta custodiada por varios

guerreros carmesíes para, a continuación, reverberar de forma insolente por toda la

estancia.

-¡Maldita sea! -exclamó el jefe de la guardia.

Han, mientras tanto, corría a toda velocidad por un laberinto de pasillos y

corredores que serpenteaban y giraban sobre sí mismos para, de repente, abrirse en

amplias galerías que conducían a mas pasillos, más corredores y mas amplias

galerías. De pronto se daba de bruces con una puerta sellada que le cortaba el paso y

entonces no le quedaba más remedio que desandar parte del camino. Oía los gritos y

las voces de la Guardia Roja pisándole los talones, y sabía que lo primero que debía

hacer era despistarlos para tener así más margen de maniobra. No era ni mucho

menos una tarea imposible, pues aquella inmensa mole de más de diez kilómetros de

eslora hubiera resultado inabarcable incluso para un batallón de mil soldados. Aún

así, para lograrlo debía mantener la cabeza fría y pensar detenidamente cual era la

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dirección que debía tomar. Una puerta se abrió sin previo aviso frente a él y un robot

rastreador se cruzó en su camino. Han le disparó inmediatamente con su blaster a

máxima potencia y el pequeño androide saltó en mil pedazos. A continuación

encendió la grabadora holográfica de su intercomunicador y visualizó de nuevo los

planos del sector C enviados por la unidad R2 neutralizada. El sector se extendía a lo

largo y ancho de cinco kilómetros cuadrados, divididos en ochenta y cuatro pisos que

sumaban en total unos doscientos cincuenta metros de altura. Contenía en su interior

un puente de mando, un puerto militar, un hospital, dos hangares y seis muelles de

carga, además de infinidad de habitaciones tanto para la tripulación como para

invitados de alto rango, estas últimas situadas en la parte superior del cuadrante. En la

parte baja se hallaban los comedores, las bodegas, los almacenes de logística y las

zonas de esparcimiento para las tropas. En un lugar estratégico, situado en la parte

central del sector se hallaba uno compartimento de unos sesenta metros cuadrados

completamente aislado del resto del complejo. Aquí las paredes tenían un grosor de

más de dos metros y estaban hechas de beskar macizo. Sin duda era ese el lugar

donde se encontraba el núcleo de hipermateria que nutría de energía a la totalidad de

ese sector y que, casi con absoluta seguridad, debía ser el único que se hallaba en

funcionamiento en toda la nave. Pero había un problema: la expedición habían traído

consigo un solo detonador termal, el cual había quedado en posesión del grupo

capturado. Han pensó en desviarse hacía los depósitos de armas situados unos sesenta

pisos más abajo y buscar allí algún tipo de artefacto explosivo que pudiera servirle.

Sin embargo resultaba arriesgado y el tiempo apremiaba: su objetivo era inutilizar ese

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núcleo antes de que su hijo y el resto de naves que iban en su busca quedasen

atrapados también en el mismo campo gravitatorio que los había atrapado a ellos.

Mientras caminaba despacio por una zona de dependencias para oficiales se percató

de que las voces de los guardias habían dejado de oírse. Aún así debía tener cuidado,

pues era lógico que hubieran cámaras y detectores de movimiento dispuestos a lo

largo y ancho de toda la nave, muchos de los cuales estarían todavía en

funcionamiento y serían capaces de delatar su posición al puente de mando en

cuestión de segundos. Fue entonces cuando cayó en la cuenta de que llevaba puesto el

mono de piloto de Limbravan. Se detuvo frente a la puerta de un enorme ascensor de

carga y comenzó a hurgarse en los bolsillos. Encontró un intercomunicador, varios

cargadores para un fusil blaster y algo con forma esférica que a Han le pareció en un

principio una granada, pero que resultó ser un jogan mordido. “Estúpido -pensó-, te

dije que no te llevaras nada a la boca”. Por último miró en el bolsillo de la manga

izquierda y allí encontró algo que podía servirle. Se trataba de una granada de

fragmentación de corto alcance, lo que sin duda no era suficiente para destruir un

núcleo de hipermateria pero que, si se usaba bien, podría servir para inutilizarlo al

menos durante el tiempo necesario para escapar de allí. De repente oyó el sonido de

una puerta que se abría al otro lado de pasillo. Han intentó abrir el portón del

ascensor, pero éste parecía no estar en funcionamiento. Aguzó el oído mientras

aguantaba la respiración y pudo captar los pasos de varios hombres que se acercaban

desde el otro extremo del corredor. Se decantó entonces por la bifurcación de la

izquierda y caminó a toda prisa hasta encontrarse con a unas escaleras que bajaban

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girando sobre sí mismas hasta los pisos de abajo, donde se encontró con lo que

parecía un bar para oficiales. La estancia se hallaba iluminada por luces de

emergencia, lo que demostraba que la energía que recibía aquella zona era mínima.

Aún así, y a pesar de la penumbra azulada que lo envolvía todo, Han pudo percibir el

acabado lujoso de las mesas, las sillas y los sillones que se desparramaban por la

estancia. No obstante, aquel lujo trasnochado, junto con la atmósfera de abandono

imperante, no hacía más que acentuar el tono decadente de la estampa. Caminó

despacio por aquel salón, esquivando objetos que por su disposición parecían haber

sido usados hacía tan solo unos minutos pero que, al observarlos de cerca, uno podía

distinguir un blanquecino tegumento que los cubría por completo, signo inequívoco

de un largo tiempo de desatención. Era el polvo acumulado en los filtros del oxígeno

que, al no haber sido limpiados en años, caía por los conductos de ventilación para

disiparse luego a su antojo por toda la sala, palideciendo el color de las maderas y

apagando el brillo de los mármoles. De repente oyó unos pasos tras él, lo que

significaba que alguien estaba bajando por las escaleras. Han no lo dudó un momento

y saltó tras la la lujosa barra situada a su derecha, en la que en su día debían haberse

servido los brebajes más exquisitos y preciados de todo el sector. Enseguida las

figuras de dos togas rojas que avanzaban despacio aparecieron recortadas en la

entrada. Han se asomó por encima de la barra y con movimientos muy lentos apunto

con su blaster a los guardias. Era un disparo fácil, pero prefería no hacerlo si podía

evitarlo y dejar que se fueran del allí con el convencimiento de que el salón estaba

vacío. Los enmascarados inspeccionaron la zona. Llevaba sus picas de fuerza en

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posición de ataque, preparadas para lanzar una descarga al más mínimo movimiento.

Tras dar una vuelta por la habitación, uno le dijo al otro:

-Aquí no hay nadie -será mejor que volvamos con el resto.

-Espera... -el otro se quitó el casco y luego se acercó hacia la barra con paso firme.

Apoyó el pecho sobre ella y se puso a hurgar entre las botellas que habían frente a él,

en las estanterías.

-¿Qué haces? Si el Protector Soberano Kanos te ve, te corta el cuello.

Su compañero agarró por fin una botella y se la mostró al darse la vuelta:

-¿Un trago de flamingero?

-Oh, está bien...

Ambos dieron unos cuantos tragos y después la dejaron sobre la barra, sin mostrar

excesivo cuidado. Luego se pusieron sus cascos de nuevo y se marcharon por donde

habían venido.

Han suspiró aliviado y esperó a que pasaran unos minutos antes sacar la cabeza de

nuevo por encima de la barra. Lo primero que vio al hacerlo fue la botella de

flamingero, y entonces decidió que también a él le vendría bien un trago de su licor

favorito. Se limpió con las mangas de la camisa y cuando se disponía echar un nuevo

vistazo a los planos del cuadrante, algo lo empujó con violencia contra el lujoso

mobiliario del fondo.

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Capítulo 34

Mesas y sillas volaron por los aires y, tras caer sobre ellas, Han Solo rodó varios

metros hasta golpearse la espalda contra la pared. Dolorido y desorientado, se levantó

como un resorte y comenzó, con su pistola desenfundada, a barrer la habitación con

la mirada. Sin embargo allí no parecía haber nadie. Avanzó con la espalda apoyada

contra la pared en dirección a una de las puertas de emergencia, que parecía

bloqueada, y probó suerte. Como era de esperar, la puerta no se abrió. Y al instante,

otra sacudida lo lanzó, con más virulencia si cabe, en dirección a la barra donde se

había escondido segundos antes. Chocó contra ella y el blaster se le escapó de entre

los dedos. Rápidamente se dio la vuelta y medio inconsciente, mientras se llevaba la

mano izquierda a la brecha que acababa de abrírsele en la frente, comenzó a buscarla

tanteando el suelo con su mano derecha. Hubo otro fogonazo y Han salió despedido

hecho un ovillo, dando vueltas y más vueltas hasta chocar contra unos butacones de

piel de nerf que estaban anclados al suelo con remaches de acero. Solo comenzó a

retorcerse en el suelo como una culebra malherida. Entonces, materializándose de la

nada, apareció ante él la figura de un ser uniformado con una armadura de soldado

186
imperial de color negro, propias de los llamados soldados sombra, las unidades de

élite utilizadas en su día por el Imperio en misiones encubiertas, de espionaje o en

asesinatos selectivos. El soldado se quitó el casco y entonces pudo ver el rostro de

alguien que parecía humano. Tenía el pelo castaño claro y una tupida barba cubría

parte de su rostro.

-Capitán Solo, he de reconocer que estoy algo decepcionado... Tratándose de uno

de los héroes más legendarios de la Rebelión, esperaba algo más de batalla por su

parte... Es una lástima que no haya traído consigo a su amigo el jedi, estoy seguro de

que con él me hubiera divertido mucho más.

-A él no le durarías ni cinco segundos, papanatas engreído.

-Es posible, pero haría que esos cinco segundos fueran los más duros de toda su

existencia... -tras sus palabras, el soldado sombra pateó la pistola bláster de Han

lanzándola lejos, justo hacia la entrada del salón. Luego usó el intercomunicador de

su muñeca izquierda para avisar al Puente C-. Soy el comandante Kir Kanos, tengo a

Solo. Envíen un pelotón a la cantina de oficiales 12-C.

-Si no es mucha indiscreción, ¿qué es exactamente lo que piensan hacer conmigo?

-El Padre Oscuro lo quiere vivo para futuros experimentos, así que prepárese a

otra larga hibernación en carbonita.

-Oh, eso sí que no... Lo siento, comandante, pero no puedo permitirlo -tras sus

palabras, Han, con un movimiento rápido de su mano derecha, sacó de un bolsillo de

su pantalón la granada de fragmentación que había encontrado minutos antes y apretó

el pulsador del seguro.

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-¿Qué está haciendo? -preguntó Kanos apuntándole inmediatamente con su pica

de fuerza.

-Será mejor que baje ese arma, comandante -dijo Han mientras se ponía en pie-,

porque ambos sabemos que no va a disparar. Si lo hace yo moriré, y usted puede que

también. Esa armadura que lleva puesta posee un dispositivo de camuflaje increíble,

pero a penas ofrece protección. Sí, a esta distancia puedo afirmar que si lanza otra de

sus descargas contra mí, los dos acabaremos convertidos en carne picada.

Los ojos de Kanos miraban a Solo llenos de ira y su mandíbula se tensaba por

momentos.

-Así que si me perdona, voy a coger mi pistola -Han se agachó y agarró su

blaster-, y luego voy a salir por esta puerta... Pero antes permítame que le deje aquí

este regalo -después se encorvó levemente y lanzó el objeto que llevaba en su mano

rodando hacia su captor, el cual saltó de inmediato tras la barra de la cantina para

protegerse de una inminente deflagración. Sin embargo, al pasar los segundos y la

granada no hacer explosión, Kanos decidió asomarse por un lateral y buscarla con la

mirada. El objeto esférico estaba entre penumbra a unos tres metros de donde él se

encontraba. Dio entonces órdenes a sus hombres de que no entraran en la cantina y

mientras lo hacía, lo observó detenidamente. No había duda de que había algo raro en

su forma. Tras un par de minutos de angustiosa espera, Kanos se puso su casco y

salió decidido caminando hacia el objeto. Y no fue hasta que no lo tuvo a sus pies que

no se dio cuenta de que aquello no era una granada de fragmentación, sino un vulgar

jogan al que le habían arrancado un trozo de un mordisco.

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Han corría como un poseso atravesando la red interminable de pasillos que

supuestamente deberían llevarlo hacia el reactor de hipermateria. Sabía que debía

darse prisa, pues a cada minuto que pasaba las posibilidades de que su hijo fuera

capturado por Sidious crecían. Aún así se sentía tranquilo sabiendo que Chewie

estaba con él en el Halcón. Sin embargo, ahora sabían que llevaba encima una

granada de fragmentación, con lo que a cualquiera le resultaría fácil deducir sus

intenciones. Se limpió la sangre que caía por su frente y se detuvo delante de un

montacargas. Había entrado en una zona bien iluminada y eso le hizo pensar que tal

vez el montacargas estuviera operativo. Apretó el botón y el montacargas comenzó a

subir. Entonces fue lanzado hacia delante por otra descarga y chocó contra el portón

todavía cerrado. Han disparó su blaster y uno de los tres guardias rojos cayó al

instante. Después rodó hacia su izquierda sin dejar de disparar mientras las descargas

de las picas pasaban rozándole y, tras varios intentos, los otros dos guardias rojos

fueron alcanzados. Han se sentó apoyando la espalda contra la pared. Tenía el cuerpo

dolorido y lleno de contusiones, y sus articulaciones crujían cada vez que se movía.

Cambió el cargador de su blaster. Era el último. Entonces las puertas del montacargas

se abrieron y Han las miró de reojo.

Unos niveles más abajo, Kir Kanos, junto con seis guardias rojos más, esperaban

apuntando con sus picas hacia el portón del montacargas.

-Recordad -incidió el jefe de la guardia roja-, lleva una granada de fragmentación,

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así que no quiero descargas hasta que yo lo desarme, ¿entendido? Luego podréis

divertiros con él un rato.

En el visor se iban descontando los pisos : sesenta y tres... sesenta y dos... sesenta

y uno... Kanos encendió el dispositivo mimético de su armadura y su figura se

disolvió en el entorno de repente. Al instante, el portón se abrió, pero allí dentro no

había nadie. Entonces el comandante de la guardia volvió a hacerse visible al tiempo

que dejaba escapar un gruñido gutural e ininteligible a través de su casco.

-¡Adelante, todos adentro! -exclamó al fin.

Sus hombres obedecieron la orden de forma instantánea entrando la totalidad del

grupo en el amplio habitáculo para, acto seguido, ascender hasta el nivel sesenta y

seis.

Nada más salir del montacargas se encontraron con la estampa de sus tres

compañeros caídos.

-¡Maldita sea! -gritó Kanos con rabia mientras se descubría el rostro. A

continuación se acercó uno de ellos y, metiendo la mano por debajo de su casco,

comprobó si todavía tenía pulso.

-Está muerto... -dijo secamente. Luego se acercó al otro e hizo lo propio. También

estaba muerto. Y cuando se encontraba al lado del tercero, que yacía varios metros

más alejado de los otros dos, vio algo al fondo que le pareció un cuerpo semidesnudo.

Estiró el cuello e intentó agudizar la vista, pero antes de que pudiera reaccionar, el

metálico tacto del cañón de un blaster contra su mentón lo dejó mudo y paralizado.

-Está bien, ahora nos vamos levantar los dos muy despacio y mientras lo hacemos,

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usted le va a decir a sus amiguetes que se queden muy quietos, o de lo contrario

estucaremos con sus sesos estas paredes decoradas tan sosamente. ¿Ha quedado claro,

capitán de la guardia?

Kanos hizo un gesto de afirmación con la cabeza casi imperceptible y ambos se

pusieron de pie. Han, bajo un casco y una toga roja, apuntaba a la cabeza del

comandante de la Guardia Real del Emperador, parapetándose a su vez tras su

cuerpo.

-No disparen, no disparen... -repetía Kir Kanos sintiendo ahora en su sien el cálido

cañón de la pistola. Mientras tanto, inmóviles, sus hombres apuntaban con sus picas

de fuerza sin saber muy bien qué hacer.

-Señor, Kanos, recoja su casco -le susurro Han al oído. Kir Kanos, manteniendo su

mano derecha levantada, flexionó sus rodillas lentamente y agarró el casco con la

izquierda.

-Bien, amigos -la voz de Solo salía amortiguada a través de la máscara carmesí

que cubría por completo su rostro-, esta fiesta es la repera, lo confieso, pero aquí

vuestro jefe y un servidor nos retiramos. Quédense donde están y no se les ocurra

seguirnos, o de lo contrario ya saben lo que ocurrirá... ¿Ha quedado lo

suficientemente claro? -Hubo un silencio seco y pesado como respuesta a lo que Han

añadió- Si, ha quedado más que claro.

Caminando de espaldas, Han y su rehén se perdieron tras una esquina. Han apretó

un botón y una puerta se cerró delante de ellos cortando el paso de los posibles

perseguidores

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-Vamos, bloquea esta puerta -le ordenó a su prisionero. Kir Kanos marcó un

código y, a continuación, Han comprobó que la puerta estuviera realmente bloqueada.

-Ahora desconecta la baliza de seguimiento de tu armadura -el guardia imperial,

moviéndose muy lentamente, apretó un botón situado en su cinturón y, a

continuación, Han rastreó su armadura con su intercomunicador para cerciorarse de

que no emitía ningún tipo de señal electromagnética.

-Perfecto... Y ahora camina delante de mí y no se te ocurra hacer ningún

movimiento extraño; como te habrás dado cuenta, soy un especialista en los juegos de

manos así que créeme, lo único que conseguirías es que agujereara esa enorme

cabeza hueca que llevas sobre los hombros... -Han acercó entonces los labios a la

oreja del jefe de la guardia roja y le susurró con un tono marcadamente jocoso en la

voz- ¿Qué, sigues decepcionado con la batalla que te estoy dando? -tras sus palabras,

Kir Kanos se detuvo en seco para mirar por encima de su hombro a su captor. La ira

que rezumaba podía palparse en el aire.

-¡Venga, andando! -le instigó Han empujándole por la espalda con el cañón de su

bláster.

Recorrieron unos cincuenta metros y entraron en una sala bien iluminada llena de

superordenadores que parecían funcionar solo al cincuenta por ciento de su

rendimiento. Allí, Han arrinconó a Kanos y le ordenó que se quitara su armadura.

-Bueno, capitán Kanos -le dijo cuando su prisionero terminó-, he de reconocer que

su compañía ha sido estimulante y divertida, pero aquí se separan nuestros caminos

-y, tras sus palabras, el antiguo contrabandista corelliano golpeó con toda su fuerza la

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cabeza del jefe de la guardia roja, haciendo que éste quedara inconsciente al instante.

Un pelotón de unos quince togas rojas custodiaban la única entrada a la enorme

sala del reactor de hipermateria, estableciendo un perímetro de seguridad que solo

podían franquear los androides de mantenimiento cuando llevaban a cabo sus

revisiones rutinarias cada hora exacta. Realizaban lecturas de la temperatura, la

estabilidad en el núcleo o los niveles de radiación y, a su vez, repasaban

minuciosamente todos los protocolos de seguridad controlados a través de nueve

superordenadores distribuidos por la amplia estancia acorazada. Normalmente, la

inspección no solía llevarles más de quince minutos, pero si detectaban una anomalía,

por pequeña que ésta fuera, no salían de allí hasta hacer un diagnóstico y solucionar

el problema, en el caso de que lo hubiera.

Avanzando deprisa por el corredor, los tres androides mecánicos giraron por una

esquina y luego cubrieron los quince metros que les llevaban hasta el ascensor que

bajaba a la sala del reactor. Los togas rojas, nerviosos por las noticias que les habían

llegado a cerca de la captura del capitán Kanos, comprobaron sus códigos y los

escanearon para, seguidamente, abrirles el portón acorazado. Los androides entraron

en la sala del reactor y el portón volvió a cerrarse herméticamente. Dos de ellos se

engancharon de inmediato a los superordenadores mientras que el tercero avanzó

hasta el final de una estrecha pasarela, que se adentraba en el vacío, por donde se

asomó para establecer contacto visual con el núcleo, situado unos veinte metros más

abajo. Tomó fotografías e hizo todo tipo de lecturas de campo, archivando la

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información en su memoria. Los otros dos comprobaron a su vez el funcionamiento

interno en el corazón del núcleo, revisaron todos lo potenciómetros y comprobando el

correcto funcionamiento de los protocolos de seguridad. En a penas diez minutos, la

revisión había terminado sin novedad y los tres androides se dispusieron a salir de la

sala.

Fuera, los guardias seguían un tanto alterados ya que acababan de recibir una

advertencia por parte de Sidious: “Solo debía ser capturado vivo por encima de

cualquier otra consideración, incluyendo la defensa de sus propias vidas”. Y mientras

recibían estas nuevas directrices a través de sus intercomunicadores, los droides

pasaron por su lado y avanzaron directos hacia el ascensor por donde habían bajado

anteriormente, desapareciendo tras sus puertas.

Dentro de las sala del reactor había una quietud sepulcral que solo se quebró

cuando, de repente, al final de la estrecha pasarela que terminaba en el centro de la

fosa del núcleo, hubieron unos chispazos eléctricos que concluyeron con la

materialización de una armadura de color azabache. Han se quitó entonces el casco y

comprobó los medidores de energía del cinturón: la armadura sombra estaba a punto

de quedarse sin su capacidad mimética. Luego se asomó por la barandilla de la

pasarela y miró hacia abajo. El núcleo de hipermateria vibraba e implosionaba a sus

pies como una gigante blanca en miniatura y, de igual forma, contemplarlo era como

contemplar el hermoso y violento espectáculo de la lucha de una estrella contra sí

misma. Han notó entonces una ráfaga de aire caliente azotándole el rostro y apartó su

mirada. A pesar del calor que irradiaba el núcleo, la sala se mantenía a una

194
temperatura relativamente fresca gracias a varios aparatos refrigeradores gigantescos

que evitaban que dicho calor derritiera los circuitos de computadoras y androides de

mantenimiento. Sin esperar un segundo más, Solo agarró su granada de

fragmentación, quitó el seguro y la dejó caer. La cegadora bola de energía la engulló

sin más y Han se vino abajo al pensar que su plan había resultado un completo

fracaso. Abatido, caminó despacio por la pasarela hasta que el sentimiento de derrota

se apoderó del todo de su cuerpo y no le quedó más remedio que sentarse en el suelo,

mareado por una extraña combinación de cansancio, dolor físico y desesperanza. Sin

embargo, pasados unos minutos, los superordenadores comenzaron ha acelerar su

actividad: habían captado una variación de temperatura inexplicable en el corazón del

núcleo. Han corrió por la pasarela y observó las pantallas de las computadoras. No

entendía gran cosa, pero sintió que un rayo de esperanza volvía a insuflarle energía:

los golpes recibidos ya no le dolían y el cansancio se esfumaba por momentos. Se

encendieron unas luces rojas y al cabo de unos minutos los protocolos de seguridad

se pusieron en marcha, lo que significaba que, como medida de prevención para

evitar una explosión a gran escala en la nave, el sector dejaba de utilizar la energía

generada por el reactor hasta que se realizara una nueva inspección y se diagnosticara

la anomalía. Definitivamente el plan había funcionado: ahora debía darse más prisa

que nunca.

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Capítulo 35

De repente la energía regresó por completo al Halcón Milenario y tanto los

motores como los turbolasers recuperaron toda su potencia. Chewbacca soltó un

alarido y Kaneyi dio un respingo en la silla de copiloto:

-¿Tenemos energía? ¡Tenemos energía!

Unos diez togas rojas rodeaban la nave, atrapada en el mismo hangar donde había

sido capturado el grupo de Han horas antes. De hecho, desde la cabina del Halcón

Kaneyi podía ver la lanzadera médica y los X-Wing situados a unos treinta metros a

su izquierda.

-No queremos hacerles daño -insistía una voz que salía de unos enormes altavoces

colgados de las paredes- Por favor, desciendan del carguero y dejen que les

escoltemos hasta el salón donde les están esperando...

-¿Descender? Oh, no, eso ni pensarlo. Vamos, Chewbacca, arranca los motores y

vámonos de este horrible lugar cuanto antes -azuzó C-3PO; cuyo tronco, cabeza y

brazos se hallaban aposentados en una de las silla de la cabina, mientras que sus

piernas estaban apoyadas al lado de la puerta.

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-Hemos venido en busca de mi padre, 3PO, y no nos iremos de aquí sin él.

La metálica voz que les llegaba desde fuera volvió a instigarles:

-Por favor, no nos obliguen derribar la puerta. No tienen nada que temer, serán

tratados como invitados.

-No se protegen... Es posible que todavía crean que estamos desarmados...

El wookiee le respondió con un par de gruñidos largos.

-Sean quienes sean, lo que puedo asegurar es que sus intenciones no son buenas.

Algo oscuro y maligno impregna la atmósfera de este lugar.

Los togas rojas comenzaron a acercarse a la nave muy despacio, cerrando el

círculo que habían trazado a su alrededor, pero antes de que pudieran reaccionar, un

turbolaser descendió de la panza del Halcón Milenario y abrió fuego a discreción

contra ellos, derribándolos a todos en segundos. Tras el tiroteo, el wookiee soltó un

rugido que parecía un aviso a cualquiera que decidiera acercarse demasiado a su

nave. Luego miró a Kaneyi y éste, tras respirar profundamente, le devolvió la mirada:

-Vamos -le dijo el niño-, tenemos que encontrar a mi padre.

-Ey, ¿dónde vais? ¿No pensaréis dejarme aquí solo?

-No podemos cargar contigo, 3PO, así que lo mejor es que te quedes al mando de

la nave hasta que volvamos... Mantente a la escucha y no dejes que nadie se acerque

demasiado.

-Oh, ¿me está pidiendo que dispare contra esos guardias rojos si vuelven a

aparecer por aquí?

-Así es.

197
-Pero yo soy un androide de protocolo, yo nunca...

-Es una orden.

Chewbacca y Kaneyi descendieron de la nave por la rampa de carga. Una vez

abajo, la rampa volvió a cerrarse y ambos comenzaron a caminar por lo que parecía

un cementerio de animales colosales, plagado de cazas Tie, lanzaderas T-4 y

caminantes AT-AT's, que parecían enormes bestias congeladas en el tiempo. El

wookiee iba armado con su ballesta y Kaneyi llevaba una pistola bláster de pequeño

calibre que le habían sustraído a la teniente Jend antes de lanzarla al vacío por una de

las escotillas de Halcón. Había tenido que pelear con Chewbacca para que éste dejara

que lo acompañara, pero al final lo había convencido aduciendo que estaría mucho

más seguro a su lado que con C-3PO, algo que había quedado de manifiesto unas

horas antes. Revisaron la lanzadera anfibia y también los cazas de la Guardia Estelar,

pero no encontraron ninguna pista. Y mientras deambulaban por el hangar y sus pasos

reverberaban bajo un techo de más de cincuenta metros de alto, tuvieron la extraña

sensación de que tanto el tiempo como el espacio se hallaban detenidos allí dentro, y

de que, del mismo modo, ahora también ellos formaban parte de ese extraño bucle

espacio-temporal.

Chewbacca hizo un gesto de negación con la cabeza y luego gimió un par de veces

mientras descendía de la cabina de uno de los X-Wing. Kaneyi estuvo de acuerdo con

él: debían encontrar alguna pista antes de ponerse a buscar sin más dentro de las

entrañas de aquel inmenso leviatán que superaba los diez kilómetros de eslora.

-Espera un momento, no hemos comprobado las lecturas del transpondedor ni de

198
la radio subespacial. Si hemos recuperado la potencia de nuestros motores y nuestras

defensas funcionan de nuevo, es posible que nuestro centro de comunicaciones

también vuelva a estar operativo -Kaneyi sacó su intercomunicador para comunicarse

con C-3PO-. 3PO, ¿me oyes? Necesitamos que nos envíes todas las lecturas del

transpondedor y de la Chedak a nuestros intercomunicadores, y necesitamos que lo

hagas lo más... -pero antes de que Kaneyi pudiera terminar la frase, una potente

descarga de bláster impactó contra el X-Wing que tenía detrás haciéndole un boquete

considerable en el fuselaje. El muchacho y el wookiee intentaron ponerse a cubierto

rápidamente, protegiéndose tras la lanzadera médica mientras, una tras otra, las

descargas impactaban en las naves cercanas.

-¿Desde dónde nos disparan? -preguntó Kaneyi mientras recuperaba el resuello.

Chewbacca cargó su ballesta y tras asomarse abrió fuego contra un caminante AT-ST

que avanzaba hacia ellos desde el fondo del hangar. Sin detenerse, el AT-ST volvió a

dispararles y su descarga destrozó por completo el ala izquierda de la lanzadera

anfibia.

-No aguantaremos mucho aquí, tenemos que llegar al Halcón.

Chewbacca soltó un par de alaridos y, al instante, otra descarga pasó muy cerca

del wookiee, haciendo trizas una máquina elevadora situada solo un par de metros

detrás de él.

-¡¡¡3PO, 3PO!!! ¿Me escuchas, 3PO?

-Si, le escucho, amo Kaneyi... Aún no he podido enviar esas lecturas, el

transpondedor sigue cotejando datos...

199
-Déjate ahora de lecturas, tienes que derribar ese AT-ST.

-Pero, amo Kaneyi, no lo tengo a tiro... y aunque lo tuviera, no creo que fuera

capaz de...

Sin esperar un solo segundo más, Chewbacca salió corriendo en dirección al

carguero mientras disparaba su ballesta contra el caminante. El AT-ST se detuvo en

seco y giró su cabeza siguiendo la carrera del wookiee mientras le apuntaba con sus

cañones bláster. Tras un par de segundos centrando su objetivo, los cañones abrieron

fuego destrozando la lanzadera tras la que, justo a tiempo, se había ocultado

Chewbacca. El AT-ST se puso entonces a caminar hacia allí y el wookiee comprendió

que debía volver a salir a campo abierto si quería que su plan funcionase. Así que, sin

más dilación, volvió a jugarse el cuello saliendo de la protección que le brindaba la

lanzadera para continuar corriendo a toda velocidad hacia su nave, girándose cada

pocos metros para disparar a sus perseguidores. El AT-ST mordió el anzuelo y salió

disparado tras él. Las explosiones se sucedían cuando, de repente, Chewbacca se dio

cuenta que tenía el Halcón Milenario justo delante de él, a unos escasos diez metros.

El wookiee soltó entonces un rugido que atronó por todo el hangar y, casi al mismo

tiempo, Kaneyi le ordenó a C-3PO que abriera fuego inmediatamente. El androide

hizo caso y soltó una descarga de turbolaser a máxima potencia, pero sin apuntar

demasiado. Afortunadamente, Chewbacca decidió saltar a un lado en ese preciso

instante y la descarga del Halcón, aunque le pasó muy cerca, logró impactar de lleno

en la cabina del caminante, haciendo que ésta estallara en mil pedazos.

-¡¡¡Bien, bien, bien!!! -gritaba Kaneyi mientras corría hacia el wookiee- Buen

200
disparo, 3PO... Ves como no era tan difícil -le dijo al robot a través de su

intercomunicador.

Cuando llegó a su lado, Chewbacca ya se había puesto de pie y estaba recargando

su ballesta. El muchacho le dio un abrazo y el wookiee dejó escapar un gemido de

agradecimiento. Entonces de repente, en medio de un enorme estruendo, el portón del

fondo se abrió y otros dos caminantes aparecieron en el hangar, pero esta vez de un

tamaño mucho mayor que el anterior. Kaneyi y Chewbacca se quedaron petrificados

mientras veían esas dos moles acercarse hacia ellos con unos pasos largos y lentos

que hacían que el suelo y las paredes temblaran como sacudidos por un terremoto.

-Oh, estáis viendo eso... Creo que deberíais entrar en el Halcón inmediatamente

-les advirtió C-3PO.

El niño y el wookiee no se lo pensaron dos veces y salieron corriendo hacia el

carguero, el cual había empezado ya a bajar la rampa de abordo. Enseguida

Chewbacca se puso a los mandos de la nave, preparando toda su artillería y

comprobando el funcionamiento de los escudos deflectores. No había ningún

problema, los escudos funcionaban a pleno rendimiento.

-¿Estás seguro de ello, Chewbacca, -preguntó algo inquieto C-3PO- esos

caminantes vienen hacia nosotros muy decididos?

Pero no había duda de que la nave había recuperado todas sus funciones, incluidas

las defensivas, y ahora su blindaje les protegería de cualquier ataque, incluyendo el

de esos AT-AT's que ahora avanzaban inexorablemente hacia ellos.

-Derríbalos, Chewie, derríbalos cuanto antes -le apremió el muchacho presa de

201
una inquietud cada vez mayor. Pero antes de que el wookiee apretara el botón que

liberaba una descarga de su turbolaser, un destello plateado refulgió de las

mandíbulas de uno de los caminantes y, acto seguido, el suelo, las paredes y el techo

del carguero temblaron como azotados por el impacto de un asteroide.

-¡Nos han dado, nos han dado! -exclamó histérico C-3PO. A continuación,

Chewbacca intentó fijar el objetivo para realizar un único disparo a máxima potencia,

sin embargo los controles parecían no funcionar muy bien. De repente, el visor del

turbolaser comenzó a dar lecturas erróneas y los ordenadores de abordo comenzaron

a dar fallos en todos los sistemas de la nave.

-¿Qué ocurre, Chewbacca? -preguntó Kaneyi sin dejar de mirar a las dos bestias

que se acercaban hacia ellos con paso lento pero firme.

Chewbacca le respondió con varios gemidos de preocupación y entonces el

muchacho tuvo la certeza de que habían sido alcanzados por un cañón de iones de

gran calibre, capaz de inutilizar por completo todas las funciones del Halcón

Milenario, incluyendo sus escudos deflectores.

-¿Que no funcionan los escudos? ¿Qué significa que no funcionan los escudos?

¿Quiere decir que estamos expuestos?

Chewbacca rugió para mandar callar C-3PO, y seguidamente intentó elevar la

nave para iniciar una arriesgada maniobra evasiva dentro del hangar. Pero fue del

todo inútil, al igual que cuando horas antes fueron atrapados en el campo gravitatorio

del superdestructor, los motores del Halcón Milenario no respondían.

-Nos han disparado con un cañón de iones, estoy seguro de ello.

202
-Creo que dadas las circunstancias, amo Kaneyi, la rendición es una opción a

considerar. La actitud de esos guardias rojos no parecía hostil en absoluto y sus

palabras parecían indicar que... -Kaneyi se giró y con un movimiento rápido de su

mano derecha apagó al androide. Cuando volvió a mirar al frente, los AT-AT's se

habían detenido a apenas cinco metros de distancia y les apuntaban con toda su

artillería.

Pasados unos segundos, una pequeña escotilla situada en la parte superior de la

cabeza de uno de los caminantes se abrió y por ella salieron varios soldados ataviados

con el uniforme imperial de piloto de transporte acorazado. A continuación se abrió

otra compuerta, esta vez en la parte lateral del cuerpo del coloso, y un aerotransporte

de tropas comenzó a descender los alrededor de cuarenta metros de altura que lo

separaban del suelo. Nada más tocar el piso, y en a penas unos segundos, las puertas

del speeder se abrieron y un pelotón de soldados se desplegó para rodear y apuntar

con sus blásters hacia el carguero. Entonces el comandante del vehículo caminó sobre

la cabeza del AT-AT hasta los límites de la cabina, y desde allá arriba se dirigió a ellos

usando un procesador de voz para que ésta les llegara alta y clara a los tripulantes del

Halcón Milenario.

-Su blindaje está inutilizado así que no tiene sentido que sigan resistiéndose. Si

quieren ver al capitán Solo, salgan y diríjanse muy despacio hacia el aerodeslizador.

Los soldados los acompañaran hasta sus aposentos.

-¿Crees que dice la verdad? ¿Nos llevarán hasta mi padre?

Chewbacca respondió con un ronquido suspicaz.

203
-No, yo tampoco me fío... Pero ahora no tenemos muchas más opciones. Además,

con esa descaga de iones hemos vuelto a perder las lecturas del transpondedor. Y no

creo que volvamos a recuperar el control de la nave hasta dentro de media hora por lo

menos.

La voz del comandante del AT-AT volvió a insistir y finalmente, Chewbacca, de

muy mala gana, aceptó la rendición. El niño y el wookiee abrieron una escotilla

manualmente y, tras lanzar sus armas al suelo, salieron por ella caminando muy

despacio y manteniendo en todo momento las manos cruzadas en la nuca. Doce rifles

bláster los apuntaban a la cabeza, así que debían tener mucho cuidado de no hacer

ningún movimiento brusco.

-Ha sido una sabia decisión, sin duda. Ahora caminad hacia el aerotransporte.

Mientras se dirigían al speeder, los soldados comenzaron a acercarse a ellos muy

despacio, como si tampoco acabaran de fiarse del todo de su buena disposición.

Cuando llegaron a las puertas del vehículo, el pelotón había estrechado el círculo y no

se hallaban a más de cuatro pasos de distancia.

-Vamos, arriba -le azuzó uno de ellos con un gesto de su cabeza. Chewie y el niño

subieron los escalones y cruzaron el umbral; pero justo cuando el soldado se disponía

a seguirlos hacia el interior del vehículo, el portón cayó a plomo como una guillotina

derribándolo de un solo golpe y dejándolo inconsciente en el suelo. Al instante, y ante

la estupefacción general de todos, el transporte se elevó a toda velocidad y comenzó a

disparar contra el comandante y el resto de los tripulantes del AT-AT, quienes, sin

tiempo para ponerse a cubierto, fueron alcanzados precipitándose al vacío desde una

204
altura de más de cuarenta metros. Los soldados en tierra comenzaron a abrir fuego

con sus blásters. Mientras tanto, el segundo AT-AT había iniciado las maniobras

pertinentes para fijar el aerotransporte de tropas como su nuevo objetivo.

-¿Qué está pasando? -se gritaban los soldados unos a otros a través de sus

intercomunicadores. Pero en medio del caos reinante, el aerodeslizador blindado se

las ingenió para esquivar los disparos y llegar hasta el interior del AT-AT, de donde

había salido previamente. Fue entonces cuando la puerta de la cabina se abrió ante los

ojos de Chewbacca y Kaneyi, pero sin que nadie saliera de dentro. Kaneyi estiró el

cuello para asomarse levemente y pudo ver, al lado del asiento del conductor, el

cuerpo del piloto desparramado en el suelo. El muchacho frunció el ceño y, justo en

ese preciso instante, unos chispazos precedieron a la aparición, casi por arte de

magia, de un soldado vestido con una armadura sombra. Chewbacca no se lo pensó

dos veces y se abalanzó contra él lleno de ira.

-¡¡Chewie, Chewie, maldita sea, wookiee estúpido, soy yo, soy yo!! -gemía la voz

a través del casco. El wookiee, que lo tenía aprisionado contra la pared y agarrado por

el cuello, dudó un segundo. Luego soltó un bramido amenazante y con un único

mamporro de su brazo derecho hizo que su casco saltara por los aires.

-¡¡¡Papá!!! -gritó Kaneyi. Padre e hijo se fundieron en un abrazo mientras

Chewbacca no dejaba de gimotear emocionado. Pero entonces una fuerte descarga de

bláster hizo que el AT-AT se tambalease como un junco azotado por un torbellino.

-Vamos, acabemos primero con esto.

Los tres salieron corriendo en dirección a la cabina de mando, situada en la cabeza

205
del caminante. Nada más entras Han se sentó en el asiento del conductor:

-Chewbacca, tu ocupa el lugar del artillero -le indicó al wookiee mientras cerraba

todas las compuertas y escotillas del vehículo. Los impactos en el fuselaje se

sucedían y el caminante no dejaba de ser zarandeado, como un animal herido a punto

de ser derribado. Afortunadamente, el conductor había dejado encendido el blindaje

deflector, aunque llegados a ese punto se hallaba ya muy castigado. Han se quedó

mirando el cuadro de mandos sin saber muy bien qué hacer:

-Papá, ¿has pilotado alguna vez un bicho de estos?

-No... Pero Chewbacca sí. Chewie creo que será mejor que te ocupes tú de

conducir este trasto; yo haré de artillero.

Chewbacca dejó escapar un gemido en señal de protesta:

-Oh, vamos, fuiste capaz de manejar un AT-ST en la Batalla de Endor... Esto es lo

mismo pero más grande.

-Papá, papá, el otro caminante se esta moviendo... Viene por nuestro flanco

izquierdo.

-Quiere darnos en el cuello. Es uno de los pocos puntos débiles que tienen estas

bestias... Vamos, Chewie, sácanos de su línea de tiro y yo me ocuparé de despejar el

hangar -insistió Han mientras se sentaba en el asiento del artillero. Pero Chewbacca

tuvo una idea distinta, y en vez de iniciar una maniobra evasiva, decidió cargar contra

el AT-AT que los estaba asediando. Kaneyi vio enseguida las intenciones del wookiee,

así que se apretó el cinturón de seguridad y se agarró al asiento con fuerza.

-¿Qué demonios estás haciendo, Chewba,,,? -pero antes de que Han Solo

206
terminara la frase, Chewbacca había hecho que su AT-AT embistiera contra el cuerpo

del otro vehículo, arrastrándolo por el hangar mientras se llevaban por delante cazas,

lanzaderas, speeders y todo tipo de maquinaria pesada con la que se cruzó en su

camino.

-Condenado wookiee, ¿qué pasa contigo, te has vuelto loco? -le gritaba Han desde

su silla de artillero.

Chewbacca rugió varias veces dejando claro que, debido al mal estado del

blindaje, aquella era la mejor opción que tenían.

-¡Detente, maldito loco o saltaremos todos por los aires!

Tras recorrer unos cuarenta metros, los dos AT-AT se detuvieron al fin tras chocar

violentamente contra la pared. Sin duda, la peor parte se la llevó el otro AT-AT, que

quedó tendido en el suelo a los pies del caminante pilotado por Chewbacca. Aún

desde el suelo seguía disparando sus cañones bláster y una de sus descargas impactó

a escasos cinco metros del Halcón, abriendo una grita considerable en el portón de

entrada. Sin pensárselo dos veces, Chewbacca comenzó a pisotear la cabina del

vehículo enemigo con las imponentes patas delanteras de su AT-.AT, golpeándolo una

y otra vez hasta que éste dejó de moverse. Pasados unos segundos, Chewbacca hizo

que su bestia se girara para quedar frente al grupo de soldados que había presenciado

aquel duelo entre dos colosos, más cercano a una lucha entre dos animales salvajes

que a un enfrentamiento militar. Los soldados soltaron sus armas y levantaron sus

brazos.

-Bueno he de reconocer que no ha estado mal del todo -dijo al fin Han Solo-,

207
aunque acabo de descubrir que teníamos un cañón de iones.

Chewbacca soltó un par de alaridos enojados.

-Qué quieres, me he dado cuenta ahora mismo. Además, tu tampoco me lo has

preguntado -Han aún no se había acabado de levantar de su silla, cuando su hijo

volvió a fundirse con él en un abrazo, aprentándolo con todas sus fuerzas.

-¡Papá, papá, estás bien, estás bien...!

Y un par de segundos después, los peludos brazos de Chewbacca los rodeaban a

los dos.

208
Capítulo 36

Han Solo salió de por la escotilla superior del AT-AT para indicarle a los soldados

que salieran del hangar a toda prisa. Los miembros heridos del otro caminante

derribado les acompañaron y en a penas unos segundos, salvo por su presencia, el

hangar quedó desierto por completo. Luego, con la ayuda de Chebacca, ambos

intentaron hacer una derivación para bloquear el portón principal. Tras varios minutos

de discusión entre el wookiee y el antiguo contrabandista, al final lograron su

propósito y la puerta quedó atrancada desde dentro. Después corrieron hacia los otros

dos accesos e hicieron lo propio.

-Bueno -dijo Han- esto nos dará algo de tiempo para pensar como salir de aquí...

Por cierto, ¿dónde están Midra y los demás?

El wookiee hizo un gesto de negación con la cabeza.

-¿Quieres decir que están muertos? ¿Todos ellos?

Chewbacca dejo escapar un triste y gutural lamento.

-Entonces solo quedamos nosotros tres y el androide -sentenció Solo consternado

y ambos guardaron silencio durante varios segundos-. Venga, tenemos que salir de

209
aquí.

Chewbacca dio media vuelta mientras su compañero barría con la mirada el

hangar, y caminó a toda prisa hacia la enorme compuerta que daba acceso a la nave

desde el exterior. La examinó detenidamente y tras varios intentos infructuosos, se

giró para soltarle a Solo un par de gemidos llenos de frustración.

-¿De verdad pensabas que sería tan fácil? -le preguntó Han con tono irónico

mientras se acercaba.

-¿Qué ocurre, papá?

-Nada, hijo... Tú vuelve a meterte en el Halcón y mantennos informados. La nave

debería recuperar sus funciones en breve.

-De acuerdo, papá.

Han llegó al lado de Chewbacca que, con una rodilla hincada en tierra, estudiaba

la grieta que la descarga de bláster del AT-AT había causado en le portón. Cuando el

wookiee lo sintió a su espalda, gruñó varias veces explicando su parecer al corelliano.

-Tal vez podría funcionar, pero es muy arriesgado. El portón podría partirse en dos

y entonces el agua entraría con violencia en el hangar, llevándoselo todo por delante.

Y hay que recordar que la nave no es anfibia, no ha sido diseñada para moverse

dentro del agua. Puede aguantar la presión, pero dirigirla es otro cantar.

En ese momento se oyó un fuerte golpe que venía del otro lado del hangar.

-Están intentando abrir una de las puertas de emergencia. No tenemos mucho

tiempo.

Chewbacca gimió con insistencia.

210
-¿Estás loco? No pienso permitirte hacer eso.

El wookiee rugió de nuevo.

-Es un suicidio. Subiremos los tres de nuevo al AT-AT y les haremos frente.

De repente, la voz de Kaneyi sonó por el intercomunicador de Han Solo.

-Papá, hemos recuperado el ochenta por ciento de la potencia de los motores. Pero

aún no funciona el blindaje ni nuestros turbolasers.

Chewbacca miró a los ojos de Han y gruñó por enésima vez.

-No -respondió Han.

Entonces se oyó otra fuerte detonación al otro lado de una de las puertas de

emergencia, que daban al pasillo por donde Solo, Waz y Limbravan se habían

internado hacía tan solo unas horas. Chewie y Solo volvieron a mirarse fijamente a

los ojos.

-No -repitió Han. Y a continuación se produjo otra explosión y la puerta se curvó

hacia delante. Enfurecido, Chewbacca enseñó sus colmillos para, seguidamente y sin

dejar de mirar a los ojos de su compañero, soltar un largo bramido que asustó hasta al

propio Han Solo. Y tras otra explosión, el piloto corelliano no tuvo más remedio que

dar su brazo a torcer:

-Oh, está bien, maldito wookiee cabezota... Pero recuerda, espera a que la sala se

llene por completo de agua y luego abre una de las escotillas poco a poco. Intentaré

mantener al Halcón cerca del caminante... Ah, y una cosa más, si se te ocurre morir,

te mato.

Chewbacca soltó un par de gemidos lánguidos y arrastrados y a continuación

211
subió de nuevo al aerotransporte. Han se quedó mirando mientras el speeder se

elevaba del suelo y desaparecía de nuevo tras la compuerta situada en la parte

izquierda del cuerpo del AT-AT. Entonces dio media vuelta y corrió hacia el Halcón al

tiempo que se oían mas detonaciones al otro lado de la puerta de emergencia.

-¿Dónde está Chewie? -le preguntó su hijo cuando entró en la cabina de mando.

-Ahí dentro -le respondió Han señalando con la cabeza al frente.

En ese preciso instante, el gigantesco caminante comenzó de nuevo a moverse.

Lentamente giró sobre sus patas traseras y comenzó a caminar hacia la enorme

compuerta de entrada.

-Kaneyi, ponte el arnés de seguridad y agárrate fuerte -el niño obedeció sin hacer

ninguna pregunta más. Cuando estuvo a escasos metros del portón, el AT-AT se

detuvo y los cañones laser situados bajo el mentón de la cabina comenzaron a

moverse levemente. Tras realizar varias lecturas y comprobar que los motores del

Halcón Milenario habían recuperado casi toda su potencia, Han Solo se dirigió a su

hijo con una sonrisa en la boca:

-¿Preparado?

Kaneyi hizo un gesto afirmativo con la cabeza.

Se oyó una explosión y la puerta de emergencia saltó en mil pedazos.

-Adelante, Chewie, es hora de darnos un buen chapuzón.

Chewbacca realizó un doble disparó a máxima potencia contra la compuerta de

entrada a la nave, apuntando justo al centro de la grieta ocasionada por el disparo

fortuito realizado por el caminante derribado. La compuerta se dañó gravemente, en

212
parte por la detonación, pero también a causa de la enorme presión que ejercía el

agua contra el fuselaje del superdestructor, y en a penas unos segundos comenzó a

vencerse hacia dentro hasta que se partió en dos. Fue como abrir las compuertas de

una presa, el agua se lo llevó todo por delante en un abrir y cerrar de ojos, incluyendo

al grupo de togas rojas que acababan de entrar en el hangar. Las naves aparcadas

fueron empujadas con furia contra las paredes y mientras esto sucedía, Han intentaba

dirigir un Halcón Milenario que era volteado como una cascara de nuez en medio de

un huracán. Esquivó una lanzadera y un par de AT-ST, luego un caza chocó

violentamente contra ellos, pero sin causar daños en el fuselaje.

-¡Aguanta hijo! Solo un poco más y todo habrá terminado.

En el Puente C dieron la orden de sellar el complejo para luego comenzar a

achicar el agua y de repente la furia dio a paso a una extraña calma, en la que el

Halcón y el resto de vehículos del hangar dejaron de ser zarandeados y golpeados por

aquellas aguas que, tras una breve explosión de violencia, volvían a su habitual

estado de quietud. Ahora todos flotaban en el mismo caldo primordial una vez que el

océano había conquistado una parte de aquel gigante que hibernaba en su fondo.

-¿Estás bien, hijo? -le preguntó Han a Kaneyi tras lograr enderezar el rumbo de la

nave.

-Si, papá. Un poco mareado, pero estoy bien.

-Tenemos que colocarnos cerca del caminante... Chewie, Chewie, ¿me escuchas?

Pero Chewbacca no respondía.

-Maldita sea, no responde... Chewie, ¿estás ahí? ¿Puedes oírme, Chewie?

213
-Tranquilo, papá, Chewbacca está bien.

Han miró a Kaneyi y le sonrió con dulzura:

-Lo sé, hijo. Ese condenado wookiee es duro de roer.

En ese momento, la escotilla superior del AT-AT, que flotaba a uno veinte metros

de distancia, se abrió y Chewbacca apareció buceando. Han intentó llevar al carguero

lo mas cerca posible de él , esquivando restos de vehículos y naves que lentamente

iban cayendo por su propio hasta depositarse en el suelo del hangar.

-Quédate aquí y mantén la posición. Yo voy a abrirle la escotilla.

Mientras tanto, Chewbacca nadaba con rapidez hacia el Halcón, aguantando el

aire en sus grandes pulmones. A pesar de no ser su especialidad, el wookiee parecía

desenvolverse bien en el medio acuático. Sin embargo, cuando había alcanzado ya la

panza del carguero, algo lo lanzó con fuerza hacia abajo. Han asomó la cabeza por la

escotilla con una máscara de oxígeno puesta y otra en su mano derecha, y vio como

su compañero era arrastrado por una fuerza invisible hacia el fondo del hangar. Sin

pensárselo dos veces, salió de la nave y se puso a bucear hacia él: sabía que no debía

quedarle ya mucho oxígeno en sus pulmones. Mientras buceaba, Han pudo ver como

un moribundo guardia rojo, aprisionado bajo el ala partida de un Tie, apuntaba su

pica de fuerza hacia Chewbacca. Solo desenfundó su pistola, apuntó y disparó hasta

en tres ocasiones. Finalmente acertó y el toga roja dejó escapar su pica. Al instante

Chewbacca volvió a remontar, pero ahora nadaba mucho más despacio. Han supo

entonces que tenía problemas. Estaba a unos escasos veinte metros de distancia, pero

se hicieron eternos. Además, restos de fuselajes de naves seguían cruzándose en su

214
camino, haciendo que tuviera que detenerse y esquivarlos. De pronto apareció una

lanzadera partida en dos que hizo que Han perdiera de vista al wookiee. Cuando

volvió a aparecer ante sus ojos, Chewbacca había dejado de nadar y su cuerpo flotaba

a la deriva inerte. Han buceó todo la rápido que pudo hasta alcanzarlo y luego le

colocó la máscara de oxígeno. A continuación, y no con poca dificultad, tiró de él

hasta llevarlo de vuelta a la nave.

-¿Qué ha ocurrido, papá? -le preguntó Kaneyi cuando entraron en la bodega de

carga. Han, exhausto, giró el cuerpo de Chewbacca, que estaba tumbado en el suelo

bocabajo, y tras recuperar el aliento le dijo a su hijo:

-¿Recuerdas todo lo que te he enseñado? Bien, pues ha llegado el momento de

ponerlo en práctica, hijo: conduce el Halcón Milenario y sácanos de aquí. Yo tengo

que salvar la vida de este viejo amigo.

215
Capítulo 37

Hacía un par de horas que el Halcón Milenario había salido de la atmósfera de

aquella remota luna inundada por un único oceano, y ahora ponía rumbo al cinturón

de asteroides que marcaba los límites con la Caldera Stygian, deshaciendo así el

camino que habían trazado muchas horas antes. Han estaba extenuado, llevaba más

de cuarenta horas sin dormir, pero aún así insistía en no dejar la cabina, alternando el

mando de la nave con los cuidados de un Chewbacca que dormía profundamente en

uno de los camarotes de la tripulación, con una máscara de oxígeno y lleno de

sensores conectados a la computadora central del carguero que vigilaban sus

constantes vitales. Han había logrado reanimarlo, con mucha dificultad y con la

ayuda de C-3PO, y tras extraer el agua de sus pulmones, le había pinchado una

solución de bacta directamente en el corazón. Ahora se hallaba entubado y el droide

tenía orden de no quitarle ojo bajo ningún concepto. Aún así, Han Solo lo visitaba

cada media hora para comprobar su estado. Había salido ya del peligro, pero era

conveniente vigilar sus progresos y tampoco acababa de fiarse de los conocimientos

médicos del viejo androide de protocolo, quien a pesar de todo había demostrado

sólidas nociones en medicina de primeros auxilios durante la reanimación del

216
wookiee. Fue Kaneyi quien tuvo la idea de volver a conectarlo pensando que 3-PO

podría serles de gran ayuda en aquel difícil trance, como finalmente así fue.

-Papá, ¿por qué no te acuestas un rato? Llevas demasiadas horas sin dormir -le

dijo Kaneyi a su padre mientras este se tambaleaba sobre el cuadro de mandos

entornando sus hinchados ojos.

-Tranquilo, hijo, estoy bien, estoy bien...

-Papá, hemos marcado el rumbo y durante las próximas dos horas y media no hay

mucho más que hacer, solo comprobaciones rutinarias. Acuéstate, te despertaré

dentro de dos horas. Mientras tanto yo me encargaré de todo, estate tranquilo.

Han miró a los ojos de su hijo con los suyos, cansados, húmedos y enrojecidos, y

luego sonrió dulcemente:

-Lo sé, hijo mío, lo has demostrado en esa luna. Pilotaste el Halcón tan bien como

lo hubiéramos hecho Chewbacca o yo. Sin duda puedo estar tranquilo teniéndote a ti

al mando. Sí, tienes razón, voy a descansar un poco -y tras sus palabras, Han besó la

frente de Kaneyi para luego, arrastrando el paso, retirarse a su camarote con el

objetivo de poner fin a tantas horas de forzoso insomnio.

Han pasó las siguientes dos horas hundido en su camastro hasta casi fundirse con

él en un solo cuerpo. No oyó pues los primeros gemidos ni tampoco los primeros

golpes metálicos si no que, poco a poco, éstos fueron haciéndose más presentes en

sus sueños hasta casi dominarlos por completo. Entonces un alarido salvaje cruzó el

umbral de su duermevela haciendo que el capitán corelliano abriera por fin los ojos.

217
Con movimientos lentos se incorporó de la cama. Se sentía confuso, desorientado,

con una cabeza tan pesada empotrada entre sus flácidos hombros que parecía ir a

desprendérsele de su cuello al menor movimiento. En ese instante un grito llegó

desde el otro lado de la nave y la mente de Han Solo se puso en funcionamiento de

inmediato. Se levantó de un salto y entonces se dio cuenta de que no se había

molestado siquiera en quitarse las botas cuando, horas antes, se dejó caer en la cama

abatido por el cansancio. Se oyeron más golpes, seguidos de otro chillido agudo y,

finalmente, de un rugido áspero y amenazador. Han no se lo pensó dos veces: agarró

de la mesa auxiliar el cinturón del que pendía su bláster y a continuación salió a toda

velocidad de su camarote en dirección a la cabina del Halcón Milenario.

A penas había recorrido diez metros cuando se cruzó con C-3PO que, entre humo

y chispazos, avanzaba por el corredor arrastrándose con la única extremidad que aún

le quedaba unida a su tronco: su brazo derecho.

-¿Qué está ocurriendo? -le preguntó Han mientras notaba como su corazón se

aceleraba por momentos.

-Chew... Chew... ba... ca... -pero el androide no pudo decir mucho más, y terminó

cortocircuitándose tras varios calambrazos que refulgieron como relámpagos

quebrando el cielo nocturno.

El capitán corelliano desenfundó entonces su blaster y corrió dando largas

zancadas en dirección a la cabina del carguero mientras, una y otra vez, gritaba el

nombre de su hijo y el de su viejo amigo Chewbacca. Cuando llegó frente a la puerta

del habitáculo se la encontró abierta, así que entró sin ni siquiera aminorar el paso. Y

218
una vez dentro, Han quedó paralizado por completo ante una escena que de tan

horrible le resultaba irreal, como si hubiese sido sacada de la peor de sus pesadillas.

Chewbacca, con sus ojos inyectados en sangre y completamente fuera de si, agarraba

por el cuello a su hijo Kaneyi, el cual, con el cuerpo y el rostro lleno de contusiones,

parecía haber perdido la consciencia.

-¡¡¡Chewie, no!!!!- gritó Han con todas sus fuerzas. El wookiee se giró para

quedar frente a él mirándolo a los ojos con una expresión en el rostro de infinita furia.

Han tuvo entonces la sensación de que su viejo amigo Chewbacca había sido

engullido por una bestia salvaje y fuera de control a la que nunca había visto antes. Y,

en cierto modo, así era en realidad. La bestia mostró sus afilados colmillos y luego

gruñó en señal de amenaza. Han, que lo apuntaba directamente a la cabeza con su

blaster, intentó calmarlo:

-Chewie, vamos, mírame, soy yo, Han... Suelta a Kaneyi, por favor... Vamos,

Chewie, puedes hacerlo, sé que estás ahí, sé que me oyes... Puedes derrotar al

parásito, no le dejes controlar tu mente... Puedes hacerlo, Chewie, se que puedes

hacerlo... Vamos, viejo amigo, no te rindas...

Chewbacca se quedó entonces inmóvil, con la boca abierta y babeando a chorros

mientras su mirada se perdía en un punto indeterminado del piso. Parecía que las

palabras de Han habían surtido efecto y que estaba teniendo lugar una terrible lucha

en su interior, posiblemente la batalla más dura que el wookiee había librado jamás.

Solo recordó entonces a sus compañeros Waz y Limbravan, y sin dejar de hablarle fue

poco a poco bajando su arma.

219
-Vamos, eso es, Chewie, eso es, lo estás haciendo muy bien... Ahora abre tu mano,

despacio, y suelta a Kaneyi... Eso es, eso es...

Los músculos faciales de Chewbacca se iban relajando mientras sus dedos

aflojaban la tensión sobre el cuello del niño. Han, desde una distancia de un par de

metros, podía ver como el pecho de su hijo se llenaba de aire y se vaciaba al instante.

“Unos segundos más tarde y no hubiera llegado a tiempo”, pensó. Entonces el

wookiee abrió sus enormes manos y sujetó a Kaneyi por la cabeza mientras lo miraba

como si no entendiera muy bien lo que estaba haciendo.

-Eso es, Chewie, lo conoces, sabes quien es, es Kaneyi, es mi hijo... No quieres

hacerle daño... No, no quieres hacerle daño...

Chewbacca levantó la vista y otra vez miró a Han Solo a los ojos. Éste lo observa

expectante. Luego, tras varios segundos en silencio, el wookiee sacudió su cabeza un

par de veces antes de volver a alzar la mirada. Entonces, mostrando sus colmillos,

dejó escapar un breve rugido y, al instante, con un único y brusco movimiento de sus

poderosos brazos, giró la cabeza que sujetaba entre las manos partiéndole el cuello al

niño en el acto. El seco chasquido, como de madera quebrada, laceró el cuerpo de un

Han que se estremeció como azotado por un latigazo.

-¡¡¡No!!! -gritó con todas sus fuerzas, y a continuación descargó su blaster contra

su viejo compañero. Los impactos tumbaron a Chewbacca que quedó tendido en el

suelo mientras Han Solo, de rodillas, levantaba entre sus brazos el cuerpo sin vida de

su hijo.

-Hijo, hijo, no... Hijo, no, no, no... -repetía una y otra vez apretándolo con fuerza

220
contra su pecho, como queriéndole traspasar parte de su hálito mientras su cuerpo

delgado e inerte se le escurría entre los brazos. De repente oyó un gruñido a su

espalda y dio media vuelta. Chewbacca, aturdido, intentaba incorporarse de nuevo.

Entonces Han dejó el cuerpo de su hijo en tierra y, tras ponerse en pie, caminó hasta

el wookiee con la pistola en la mano. Cuando estuvo a su lado le apuntó a la cabeza;

pero antes de disparar sus ojos se llenaron de lágrimas y tuvo que enjugárselos con la

manga de su camisa. A continuación volvió a levantar su arma para apuntar de nuevo

con ella a la cabeza del wookiee yacente. Chewbacca alzó la vista en ese momento y

ambos, una vez más, se miraron cara a cara en absoluto silencio. Un par de lágrimas

cayeron por las mejillas de Han y, acto seguido, éste apretó el gatillo. Pero su bláster

estaba descargado. Tras un instante de duda, Han enfundó de nuevo su pistola, agarró

al wookiee por los pies y, no sin dificultad, lo arrastró hasta sacarlo de la cabina.

Luego bloqueó la puerta y volvió junto a su hijo. Su cuerpo seguía caliente, pero su

piel palidecía por momentos. Han notó entonces como la angustia crecía en su

interior y retorcía su estómago, como si su cuerpo quisiera liberarse de sí mismo

arrojando fuera todos esos sentimientos que lo estaban estrangulando por dentro.

Volvió a abrazar a su hijo y volvió a llorar, y a llorar, y a llorar... Se maldijo, se odió y

quiso morir él también... Pensó en Trey-Jeng y en Leia, también en Luke, y siguió

maldiciéndose. Pensó en aquella condenada señal de socorro y en como algunos

miembros del convoy le habían recomendado hacer oídos sordos. Y se maldijo de

nuevo. Y pensó en Chewbacca, su fiel compañero, y en como había arriesgado su

vida para salvarlos. Y en todo lo que habían pasado juntos después de tantos y tantos

221
años unidos por una amistad inquebrantable, para la cual no podía haberse rubricado

un final más atroz... Pensó también en Waz y en Limbravan, y en el resto de pilotos y

tripulantes que lo habían acompañado en su fatal incursión al corazón de la Caldera.

Y en los gusanos cerebrales, y en como habían contaminado su hasta entonces

inviolable templo, la que se decía que era la nave más segura de toda la Galaxia: el

Halcón Milenario... Por ultimo, pensó también en aquel ser tullido que se había

presentado a sí mismo como Lord Sidious; aquel maldito ser responsable de su

infinita desdicha. Aquel maldito ser que los atrajo hasta uno de los lugares más

remotos de la galaxia, atrapándolos en una tela de araña que se cobró la vida de todos

los miembros de su expedición, incluyendo la de su propio hijo... Pero justo entonces,

de repente, algo se encendió en su cabeza. Fue como un destello que iluminó su

mente y le hizo ponerse en pie de un salto. ¿Cómo, se estaba planteando esa opción

realmente o era solo fruto de una desesperación que trastornaba sus pensamientos y lo

empujaba más allá de los límites de la cordura? Si, parecía descabellado pero...

¿acaso no era obligación de un padre hacer todo lo posible para salvar la vida de su

hijo? Han se puso entonces a los mandos del Halcón Milenario y, tras virar

bruscamente 180 grados, fijó un nuevo rumbo en el panel de control. Comprobó los

niveles de energía de la nave y se dio cuenta de que si forzaba los motores, el viejo

carguero se quedaría sin combustible para poder saltar luego al hiperespacio. No le

importó en absoluto, aquel era un problema que resolvería llegado el momento.

Ahora lo único realmente importante era el tiempo, y no tenía demasiado. Así que, sin

más dilación, puso los motores a máxima potencia y dirigió la nave de nuevo hacia la

222
luna sumergida de la que habían huido tan solo unas horas antes.

223
Capítulo 38

La puerta se abrió y Han Solo, escoltado por varios togas rojas, apareció a

contraluz llevando el cuerpo de su hijo en brazos. Al otro lado de la amplia estancia,

cinco escalones sobre el nivel del suelo, la figura de Sidious, sentado en su silla

repulsora y dándole la espalda, se recortaba sobre la intensa e intermitente luz de la

baliza que resplandecía a través un ojo de buey de casi cuatro metros de diámetro.

Han, con la mirada fija en el rostro de su hijo, recorrió la sala hasta llegar a los pies

de la escalinata y fue entonces cuando Sidious, sin tan siquiera girarse, se dirigió a él

con su particular voz adulterada tras una máscara de respiración asistida

-Bienvenido de nuevo, capitán Solo -dijo con tono frío y sosegado. Han pudo

reconocer entonces a Kir Kanos, situado un par de metros a la derecha del viejo lord

sith, que tras mirarlo a los ojos lo saludó con un leve movimiento de cabeza.

-¿Puedes salvarlo? -preguntó Han sin más preámbulos.

-Sí, puede hacerse -respondió Sidious.

-Entonces hazlo... Hazlo, por favor; si de verdad eres quien dices ser, salva a mi

hijo -tras sus palabras, Han cayó de rodillas a los pies de la escalinata portando el

224
cuerpo de Kaneyi todavía en sus brazos. A continuación, mientras las lágrimas caían a

chorros por sus mejillas, lo abrazó con fuerza. Unos veinte Guardias Rojos

observaban la escena en completo silencio.

-Dentro de diez años este inmenso océano que nos protege y nos alimenta habrá

desaparecido por completo...

-¿Cómo?

-A medida que el satélite se aleja del gigante gaseoso en su órbita, la tensión de la

fuerza gravitatoria disminuye y las aguas bajan hasta desaparecer por completo.

Durante diez años la marea sube hasta llegar a su punto máximo y luego vuelve a

descender durante otros diez años más, hasta que el mar es tragado por la árida tierra

y el ciclo vuelve a repetirse. Estamos en el punto más cercano al gigante, a partir de

ahora se inicia el lento declive.

-¿Por qué me cuenta todo esto?

-Porque ni a usted ni a mi nos queda ya mucho tiempo, capitán Solo -Sidious dio

media vuelta. Sus ojos amarillentos se clavaron en las húmedas pupilas de Han:

-Antes que nada debe saber que si quiere salvar la vida de su hijo tendrá que pagar

un alto precio, ¿está dispuesto a hacerlo, capitán Solo?

Han asintió con la cabeza.

-Entonces que así sea. ¡Depositad el cuerpo del niño en una camilla y llevadlo a mi

laboratorio!

Diez minutos más tarde, el séquito, formado por Solo, Sidious, Kanos y veinte

guardias rojos más, entraba en el laboratorio del viejo lord sith. Cruzaron la estancia

225
en dirección al tranferidor de esencia, situado al otro extremo, en la pared opuesta,

pero se detuvieron a mitad camino, cuando Sidious giró su silla hacia la izquierda

para quedar frente a una especie de terrario de un metro y medio de alto y unos tres

de largo que, anclado al suelo, refulgía bañado por una tenue luz verdosa.

-Extraordinarias criaturas, ¿verdad, capitán?

Solo, estupefacto, miró al interior del terrario, en donde se reflejaban los

amarillentos ojos del sith, para a continuación girar su cabeza y mirarlos

directamente:

-Usted, ha sido usted... Ha infectado este satélite de parásitos cerebrales.

-Sí, en el nombre de la ciencia...

-¿De la ciencia? Mi hijo ha sido asesinado delante de mis propios ojos por mi más

fiel compañero. Toda mi expedición han perecido en este remoto lugar... ¿Y usted me

habla de ciencia? Está enfermo.

-Es posible... Enfermo de conocimiento. Pero antes de sacar conclusiones

precipitadas déjeme que le explique algo acerca de la asombrosa criatura que tiene

delante. Porque de ella depende en parte la vida de su hijo.

-¿De qué está hablando?

Sidious movió el mando de su silla y continuó avanzando en dirección al

transferidor de esencia situado unos diez metros a sus espaldas:

-Durante muchos años mi maestro trabajó en la manipulación de midiclorianos,

como usted bien sabe, y sin duda su mayor logro fue el de derrotar a la muerte. Pero

nunca lo hubiera logrado sin esas criaturas. Así, uniendo la ciencia sith y la

226
naturaleza, se logró lo imposible: traer de vuelta a los muertos. Pero no de la manera

en la que usted está pensando, galvanizando cuerpos sin vida como meros cascarones

vacíos. No, me refiero a la completa resurrección de un ser vivo, con sus recuerdos y

su esencia intactos. Darth Plagueis era mucho más listo y más preclaro que todos

nosotros. Él intuyó la relación que había entre los gusanos y los midiclorianos hasta

descubrir que su piel era capaz de absorber gran cantidad de ellos una vez el huésped

moría, y gracias a ello poder resucitarlo de nuevo. Sin embargo el problema era

mantener la esencia del ser que había muerto, resucitar también sus recuerdos, sus

vivencias y, en definitiva, su alma... A eso dedicó los últimos veinte años de su

existencia. Y al final logró dar con la solución al rompecabezas mezclando la

genética, la biología de los gusanos y la ciencia sith... Y así creo este ingenio -con un

ademán de su brazo derecho, Darth Sidious se detuvo en seco para admirar la

máquina que tenía delante.

-No necesito que me cuente la historia de este artefacto. Solo quiero saber si es

capaz de traer a mi hijo de vuelta.

-Por supuesto que es capaz, capitán. Este “artefacto” y mis conocimientos

devolverán la vida a su hijo... Siempre y cuando usted acepte pagar el precio que

conlleva.

-No se preocupe por eso, le daré lo que pida.

-¿Incluso su propia vida?

-¿Qué?

-Como le dije antes, tres son los elementos que interactúan para hacer el prodigio:

227
la ciencia sith, la naturaleza de los gusanos y la genética. Mi maestro descubrió al

final de su vida, y casi por casualidad en uno de sus muchos experimentos, que solo

la resurrección era efectiva con el traspaso de midiclorianos de un cuerpo vivo al

cuerpo muerto, y que ese traspaso solo funcionaba a largo plazo entre individuos que

compartían un altísimo porcentaje de material genético; hasta el punto de que cuanto

más alto era ese porcentaje, mayores eran las posibilidades de éxito.

-¿Me está diciendo...?

-Si, capitán, le estoy diciendo que su vida es el precio a pagar por traer de vuelta a

su hijo.

Han se quedó en silencio, inmóvil, con los ojos abiertos y sin pestañear mirando al

frente pero, al mismo tiempo, sin ver nada en absoluto. Nada excepto sus propios

pensamientos.

-Usted entrará en la máquina con su hijo -continuó el viejo sith- y le transferirá sus

midiclorianos. No es sensible a la Fuerza y eso es un handicap, pero su hijo sí, y

además comparten el mismo material genético. No tengo dudas al respecto:

funcionará. Pero para ello usted tendrá que morir. Es el orden de las cosas, capitán...

así funciona el universo, así fluye la Fuerza.

-Pero, ¿qué ocurrirá con mi hijo?

-Ese niño es un ser especial y el futuro que le aguarda es tan inmenso como lo es

toda esta Galaxia. Puede que incluso más. Pero todo depende de usted. Puede entrar

en esa máquina y permitir que su hijo vuelva y cumpla con su destino, o puede volver

a la Luna Santuario con su cadáver entre los brazos y avisar de mi presencia al Gran

228
Maestro Skywalker y al resto de la flota de Endor. La decisión es solo suya...-Sidious

hizo una breve pausa para mirar de soslayo a su interlocutor antes de proseguir- Y no

se preocupe por mi Guardia Real, nadie le impedirá marchar si eso es lo que desea.

Han se acercó entonces al sarcófago donde se encontraba el cuerpo sin vida de su

hijo, situado un par de metros a su derecha, y observó su rostro a través del cristal en

completo silencio. Observó cada rasgo trazado entre la penumbra, cada pliegue y

cada curva, cada imperfección y cada detalle por minúsculo o insignificante que éste

fuera, intentando grabarlo en su cabeza durante los siguientes minutos de su vida.

Cerró los ojos y comprobó que el rostro de su hijo se iluminaba vívido en su cabeza.

Entonces se acercó al cristal y, tras inclinarse levemente, apoyó su cabeza contra él:

-Yo confío en ti, hijo -susurró. Luego volvió a erguirse y las imágenes de Trey-

Jeng y Leia invadieron su mente de repente. Les pidió perdón. “Lo siento” repitió

hasta tres veces. Luego dio media vuelta y, mirando a los ojos amarillentos de

Sidious, dijo con voz serena y firme:

-Adelante, estoy preparado.

229
Capítulo 39

Cuando despertó, su cabeza parecía un yunque golpeado por un gigantesco

martillo inmisericorde. Estaba nadando en sudor y sentía que las sábanas se le

pagaban a la piel como alquitrán caliente. Dio un saltó y se puso de pie. Entonces

algo cayó al suelo y comenzó a rodar hasta perderse bajo una pequeña mesa situada

en el lado izquierdo de la cama. Intentó agacharse pero estuvo a punto de perder el

equilibrio: a su alrededor todo giraba y se movía como si aquella estancia estuviera

viajando a lomos de un inmenso bantha desbocado. Decidió sentarse en el borde del

catre y esperar a que el mareo fuera remitiendo. Poco a poco los recuerdos

comenzaron a fluir como un arroyo que fuera creciendo hasta convertirse en un

torrente, luego en un río y finalmente en todo un océano. ¿Había sido aquella

experiencia solamente un sueño? ¿Era posible? ¿Acaso podían algunos sueños ser tan

reales como la vida misma? ¿O habían sido mucho más que sueños; tal vez

recuerdos? Si, recuerdos... Recuerdos de un tiempo pasado, grabados en el fluir de la

Fuerza y en la mente de quienes los vivieron en primera persona, y así, de ese modo,

capturados en el tiempo para siempre... Eso es, ahora recordaba ese extraño objeto

con forma piramidal que le había entregado su tío; aquel objeto que había abierto una

230
brecha en el pasado y había inundado su mente de imágenes de otra época, de otras

vidas, pero que tenían mucho que ver con la suya propia. Aquel objeto capaz de

atrapar un instante y mostrarlo en la mente de unos pocos seres, sensibles a ese

inexorable flujo de la Fuerza donde todos los acontecimientos se escriben y allí por

siempre permanecen.

Se agachó y buscó el holocrón bajo la mesita. Encontró su sombra recortada junto

a la pared y fue entonces cuando, de rodillas, extendió su brazo hasta tocarlo con la

yema de sus dedos. Tuvo que apartar el liviano mueble para así hacerse con el

artificio sith; y una vez entre sus manos, la pirámide comenzó a emitir sombras

caprichosas que se proyectaban trémulas contra los diáfanos muros de la estancia.

Notó entonces una fulgurante energía que lo empujaba hasta la puerta de la

habitación. Tras dudar unos segundos, Mig decidió dejarse llevar y, con la pirámide

apoyada sobre las palmas de sus manos, cruzó el umbral de su dormitorio y continuó

caminando por el largo corredor que conducía a los enormes ascensores usados por la

tropa. Todo estaba desierto, como si de repente los mandalorianos hubieran salido a

librar la batalla definitiva que les llevaría a la gloria suprema o a su absoluta

extinción. Una vez dentro del elevador, apretó el número 29 -el número apareció en

su cabeza sin más- y el habitáculo tembló suavemente durante unos segundos hasta

que las puertas volvieron a abrirse. Dos filas de guerreros, con las cabezas agachadas

en señal de respeto, flanqueaban las paredes del corredor. El mandalorad caminó

entre los soldados y, siguiendo en todo momento las indicaciones del holocrón, se

perdió tras un portón que conducía a un laberinto de pasillos y galerías de difícil

231
ubicación. Al final del todo había una puerta. La puerta estaba protegida por otro

pelotón de guerreros. Cuando llegó a su altura, los guerreros se apartaron inclinando

la cabeza y la puerta se abrió.

Mig traspasó el umbral y allí se encontró con la estancia que acababa de soñar, tal

ver de revivir, en su febril viaje a los límites de su propio pasado. Todo estaba

exactamente tal y como lo había visto en su trance: cada extraño artilugio, cada

insólito mecanismo, cada grotesco ingenio, engullidos por la azulada y mortecina

penumbra, estaban colocados en el mismo lugar y siguiendo el mismo orden, lo que

hizo que Mig-Wan sintiera a pesar de todo un inusitado sosiego. Al fondo, su tío -no

lo veía con claridad pero sabía que era él- observaba detenidamente las lecturas de lo

que parecían unos tanques de bacta anclados a la pared. El holocrón dejó de emitir

energía y la puerta se cerró tras él.

-Adelante, pasa... Te estaba esperando.

Mig, sin dejar de escrutar a su alrededor, caminó despacio hasta llegar a la altura

del mandalore.

-Siento molestarte, tío Kaneyi, pero el holocrón me ha traído hasta aquí.

-Te equivocas, el holocrón solo ha iluminado tu camino. Has sido tú quien lo ha

recorrido eligiendo qué dirección tomar en cada una de las bifurcaciones.

El niño bajó la cabeza y guardó silencio durante unos segundos. Luego levantó la

mirada y volvió a retomar la conversación:

-Entonces... fue así como ocurrió todo, ¿no?

-Así fue como quedó grabado.

232
-Pero la Fuerza no miente.

-No, es cierto; a veces se muestra críptica a nuestro limitado entendimiento, pero

nunca miente.

-Lo que significa que todavía puedes salvarte.

Nerpheus giró la cabeza y, con una sonrisa condescendiente, miró a los ojos del

niño:

-¿Salvarme? ¿De qué, de quien?

-Yo también creo en ti.

El sith soltó media carcajada.

-Eres un muchacho excepcional sin duda, pero todavía estás contaminado de toda

esa cháchara jedi. Deberías sentir odio, odio contra el asesino de tu padre, y sin

embargo traicionas su memoria y te apiadas de mí. Tengo mucho trabajo que hacer

contigo, pero cuando termine no volverás a experimentar sentimientos tan desleales e

indignos -el mandalore hizo un gesto con la mano señalando la extraña máquina que

tenían delante- ¿Sabes para qué servía esto?

El niño negó con la cabeza.

-Aceleraba el crecimiento de los niños antes de cibernetizarlos. Se usó mucho

durante un tiempo, hasta que se llegó a la conclusión de que resultaba más barato

exterminarlos y esclavizar solo a los adultos.

-¿Piensas utilizar esa máquina conmigo, tío?

-No, joven aprendiz: yo creo en ti.

Aquella frase hizo que se erizaran todos los pelos de Mig-Wan. Se sentía estúpido

233
por haber sentido lástima de aquel ser despiadado y vil, incapaz de mostrar el más

mínimo gesto de misericordia. Del mismo modo sentía que, efectivamente, había

traicionado la memoria de su padre. Un asco profundo hacia sí mismo comenzó a

asfixiarlo, lo que le hizo extender su brazo para entregarle el holocrón a su legítimo

dueño.

-Quédatelo, todavía tienes mucho que aprender -insistió Nerpheus.

-No lo quiero.

-¿Estás seguro? ¿No quieres saber qué fue de Chewbacca? ¿O cómo llegó el

Halcón de nuevo a Endor?

El niño dejó caer el objeto y mirando a los ojos del sith movió la cabeza en señal

de negación:

-El Padre Oscuro hizo que la nave se vendiera a piratas borgs. Su baliza oculta

llevó al Gran Maestro Skywalker a encontrar su paradero años después; descargando

contra los pobres piratas toda su ira. Ya nunca más volvió a ser el mismo desde

entonces... Igual que Chewbacca, quien fue desinfectado y recluido para siempre en

una celda en el Gancho del Cielo de Pratba'tor, donde sería condenado a revivir en su

memoria su atroz crimen el resto de su existencia.

El niño miró a su tío con los ojos húmedos y una terrible expresión de pavor en el

rostro. El mandalore siguió hablando:

-El destino de cada uno está por encima de nociones tan ambiguas como la

amistad o el amor... Mi padre fue débil, igual que el tuyo, y su debilidad me convirtió

en lo que soy, igual que hará contigo. Dentro de unas horas llegaremos al Gancho del

234
Cielo y conocerás al Padre Oscuro. Allí comenzará de verdad tu entrenamiento y ya

nunca más volverás a ser el mismo.

-No funcionará conmigo... Lo sé, fracasarás.

-Eso lo veremos, joven aprendiz. Nuestro duelo ya ha comenzado. Confías en mí,

crees en mi redención; pero no podré alcanzarla solo. Del mismo modo, yo confío en

ti, y te necesito para gobernar la Galaxia. Solo uno de nosotros triunfará en su

empresa, y de él dependerá el destino del universo.

Por unos altavoces incrustados en las paredes se oyó una voz que les advertía que

en un par de horas comenzarían las maniobras de acercamiento a la fortaleza estelar

de Pratba'tor. Mig-Wan pensó en el tiempo que llevaba recluido en aquella

monstruosa nave y, acto seguido, intentó apartar de su cabeza el rostro de su madre:

temía que su tío leyera su mente y tomara represalias. Cabizbajo, se despidió de él

para dirigirse a continuación a su camarote. Se sentía cansado, dolorido, como si el

holocrón le hubiera vampirizado todas sus energías. De regreso a su cuarto se

encontró con una estancia presidida por un enorme ojo de buey. Lo recordaba de su

sueño. Subió los peldaños despacio y se acercó al cristal. Al otro lado se extendía una

infinita nada salpicada de estrellas que brillaban como diminutos diamantes. A su

derecha apareció un planeta solido cuya rojiza tierra reflectaba la luz de un sistema

binario de soles del color de la plata. Orbitando alrededor de él había una

mastodóntica estación espacial, de unos cien kilómetros de largo y sesenta de ancho.

Sin duda aquello era el Gancho del Cielo, la estación mandaloriana a la que se

dirigían. Respiró profundamente y luego intentó ordenar su mente cansada y caótica.

235
De repente el rostro de su madre apareció con todo lujo de detalles frente a él, entre

las luces de los astros, y todos sus pensamientos se tornaron nítidos y serenos. Tenía

claro lo que debía hacer y sabía como hacerlo. Entonces tuvo la certeza de que su

padre estaba allí con él, a su lado, susurrándole: “yo confío en ti, hijo”. Y también

tuvo la certeza entonces de que solo había un camino posible, y que todos los demás

no eran si no artimañas y señuelos en el vasto laberinto del dolor y la culpa.

DIARIO DE DIRK CALRISSIAN:

“Hoy ha sido un día extraño, bañado en una calma sofocante y pesada. Primero

recibí la llamada de Deislin Jamerith informandome de que un borg, retirando

escombros en el puerto militar, había encontrado los restos de un androide que

podría ser R2D2. Dijo que iba de camino hacia allí y ya no volví a hablar con ella

hasta la tarde. Luego, el maestro y yo nos dirigimos en mi speeder al lugar donde el

Halcón Milenario había sido derribado. Lo encontramos; estaba custodiado por

treinta guardias mientras media docena de mecánicos trabajaban azarosos en las

reparaciones. Entre ellos vimos a Fynoon Les, algo lógico pues era el único mecánico

verdaderamente capacitado para llevar a cabo la tarea. Escondidos entre maleza

236
observamos como el Gobernador en personas hacía acto de presencia acompañado de

su hijo Kalen y de un séquito de unas doce personas. Hablaron con el jefe del grupo

de astromecánicos, a quien no distinguíamos bien desde nuestra posición, y luego

caminaron alrededor de la nave observando sus progresos. Resultó chocante que no

se detuvieran a hablar con Les, quien tampoco en ningún momento levantó la vista

del trabajo que estaba desempeñando en los motores de hipermateria. Tras unos

veinte minutos, Dimor Quayk se despidió con gesto altivo y él, su hijo y el resto de

sus acompañantes volvieron al aerodeslizador de donde habían salido para

desaparecer luego en dirección a Leiascant. Fue entonces cuando ocurrió esa extraña

reacción del maestro sin que pareciese haber un motivo aparente. De repente alzó la

mirada al cielo con gesto de verdadero horror y, sin importarle mucho ser descubierto

por los guardias, se puso de pie. Sus ojos se abrieron y su respiración se aceleró. Yo le

pregunté qué ocurría pero él no contestó, solo me pidió que regresáramos a casa a

toda prisa. Y eso hicimos, recorrimos los cuatrocientos metros que nos separaban de

mi speeder, oculto entre la densa vegetación, y tras subirnos en él marchamos hacia

casa. El maestro no dijo una sola palabra en todo el trayecto, limitándose a observar

el cielo con estupor mientras el miedo crecía dentro de mi como un animal a punto de

desbocarse. Yo le insistí varias veces, pero él no contestó; y una vez en casa, salió al

balcón, se sentó en el suelo de cuclillas, cerró los ojos y así, inmóvil y ausente, ha

estado hasta ahora. Es como si solo su cuerpo estuviera aquí presente, manteniendo

su mente y su alma a millones y millones de kilómetros de distancia. Estoy muy

asustado, nunca lo había visto así antes. Hace un par de minutos me llamó Deislin

237
para informarme que estaba en el hospital por culpa de un absurdo accidente

retirando cascotes o algo parecido. La verdad es que no la entendí muy bien. Lo que

sí entendí es que al parecer llegó tarde y el androide que podría ser R2D2 ha sido

llevado a algún lugar, del que nadie supo darle ninguna indicación concreta, para ser

analizado en profundidad. No me dijo mucho más, iban a realizarle unas pruebas en

el hospital. Yo tampoco, no quería asustarla”.

“He intentado que coma algo, pero el maestro no responde a mis palabras, el

trance lo ha dejado mudo y sordo, enclaustrado dentro de sí mismo y aislado de todo

lo que le rodea. Y yo sigo instalado en una terrible incertidumbre que me devora por

dentro. No sé que ha podido percibir, desde luego nada bueno. Pero... ¿es que acaso

puede haber algo peor que la situación en la que nos hallamos ahora mismo? Lo

pienso detenidamente y la razón me dice que no, que lo peor ya ha pasado y que

ahora solo queda levantarse y mirar hacia adelante. Sin embargo, a cada minuto que

pasa mis tripas se anudan más y más en mi interior y, al mismo tiempo, una voz

sinuosa me martilla las sienes como un viento viciado que no cesa, repitiéndome una

y otra vez que esta pesadilla no ha hecho más que comenzar”.

238
3ª Parte:

Peones sobre un inmenso tablero

239
Capítulo 40

Era un hospital de campaña improvisado bajo las ruinas de la casa consistorial, en

el corazón de Leiascant. Se habían aprovechado los bunkers subterráneos, llenos de

pasadizos y galerías, para ubicar allí un número de camas difícil de determinar. Hasta

seis hospitales en similares condiciones se hallaban esparcidos por la ciudad, los

cuales seguían recibiendo heridos sin parar -últimamente casi todos miembros del

cuerpo de emergencias y de la Guardia- y en los que la falta de espacio, medios y

personal eran los principales problemas a los que se enfrentaba los miembros del

cuerpo médico. Aún así, la gravedad de la situación iba remitiendo poco a poco,

gracias sobretodo al trabajo de infinidad de voluntarios que se pasaban días y noches

en los atestados hospitales ayudando de la mejor manera que sabían o podían. Su

encomiable trabajo ayudó sin duda a mitigar los estragos causados por el brutal

ataque en la psique colectiva de los habitantes de Endor, sacando la mayoría de ellos

lo mejor de sí mismos en tan terribles circunstancias.

La joven teniente Deslin Jamerith esperaba en una sala oscura, casi sin

ventilación, en donde las camas, dispuestas en tres filas de seis, se hallaban ocupadas

240
por los heridos más graves mientras que unos cuantos, la mayoría con heridas leves o

que estaban a punto de recibir el alta médica, tenían que conformarse con permanecer

sentados en sillas no demasiado cómodas hasta que el oficial médico o el androide de

turno les dijera que podían marcharse a casa, entregándoles luego un frasco con el

fármaco que debía tomar hasta que se sintieran recuperados del todo. En esa tesitura

se encontraba la teniente Jamerith. Llevaba casi tres horas en el hospital y aunque los

mareos y las náuseas no habían remitido del todo, se sentía con energías más que

suficientes para volver de nuevo al trabajo, que últimamente se centraba en la

limpieza del puerto militar de Leiascant. Allí era donde aquella mañana había sentido

aquellos mareos y aquellas náuseas repentinas, hasta el punto de llegar casi a perder

el conocimiento. Lo de los mareos y las náuseas era algo tomado muy en serio tanto

por el personal de la Guardia como por el del Cuerpo de Emergencias de Leiascant,

ya que se estaban dando gran cantidad de casos de envenenamiento por la inhalación

de los gases tóxicos generados por el derribo de los edificios, que afectaban

fundamentalmente al aparato respiratorio, pero también al estómago y a la sangre.

Como consecuencia, estaban extendiéndose gran cantidad de dolencias graves

causadas por respirar aire contaminado de metales pesados, tales como el aluminio o

el mercurio. Por eso, cuando alguien que trabajaba en las labores de rescate o

limpieza de la ciudad comenzaba a sentir mareos repentinos, acompañados de ganas

de vomitar y de la sensación de que le abandonaban las fuerzas, inmediatamente era

remitido al hospital más próximo para ser sometido a un análisis en profundidad y, si

fuera necesario, a un tratamiento de desintoxicación con bacta.

241
Pero Deislin sabía que ese no era su caso. Simplemente había sufrido una bajada

de tensión, pues sus pulmones estaban perfectamente, y ahora notaba como poco a

poco estaba recuperando las fuerzas. Solo necesitaba comer algo y estaría de nuevo al

cien por cien, dispuesta a regresar donde tanto se la necesitaba. Pero hasta que el

oficial médico no regresara con el resultado de las pruebas y elaborara su diagnóstico

definitivo, la teniente no podía dejar aquella asfixiante sala subterránea, mas parecida

a una mazmorra que a un verdadero hospital. Un coro de quejidos, de diferente ritmo,

grado e intensidad, se desplegaba por el aire haciéndole aún más difícil su espera en

aquel lugar, en el que cada vez estaba más convencida de sobrar, pues le acompañaba

el sentimiento de estar robando un espacio que podía resultar vital a alguien que de

verdad lo necesitase. Una enfermera pasó entre las camas y ella se levantó y la

detuvo. La enfermera insistió en que no podía marcharse sin el consentimiento del

oficial de médico. Entonces ella le preguntó si podía al menos dar un paseo por el

complejo para poder así estirar las piernas. La enfermera no puso ningún

impedimento, siempre y cuando estuviese a las nueve en punto en su silla, pues solía

ser esa hora la elegida por el oficial para visitar a los heridos de la sala. Deislin le

respondió que lo tendría en cuenta y a continuación, tras caminar recto unos diez

metros, abandonó la estancia por la puerta principal.

Tan solo el tamaño o el número de camastros que había en cada una diferenciaba

las distintas habitaciones, siendo todas igualmente opresivas y tristes. El hormigón

gris, salvo por unos pequeños orificios enrejados que servían para ventilar y refrigerar

en la medida de lo posible cada habitación, se extendía ininterrumpidamente por el

242
suelo, las paredes y el techo. Esta ausencia absoluta de ventanas, unido a la pálida y

trémula luz procedente de unos tubos de neón colgados del techo, agudizaba el

aspecto moribundo y deprimente de todo el recinto. Deislin pensó que aquel ambiente

no debía de ayudar mucho a los pacientes y heridos que allí se hallaban, pero dada la

situación extrema en la que se encontraba la ciudad, aquel hospital improvisado en el

subsuelo del derruido ayuntamiento era, con mucho, lo mejor con lo que contaban de

momento. La teniente Jamerith recorrió varias de estas galerías rectangulares hasta

salir finalmente a un corredor muy ancho y muy largo que terminaba en los

ascensores que conducían al exterior del hospital. Fue entonces cuando se cruzó con

un droide quirúrjico 2-1B, lo que la sorprendió un poco, ya que estos androides,

debido a que fueron habitualmente usados por el Imperio en operaciones de

cibernetización y sesiones de tortura, habían quedado relegados casi exclusivamente

a las fragatas médicas interestelares, siendo los FX (series de la 7 hasta la 12) los más

utilizados en los hospitales de tierra firme. El androide caminó con paso ligero desde

los ascensores hasta el fondo del pasillo. En un principio, por pura curiosidad, la

teniente lo siguió con la mirada. El droide se detuvo frente a una pequeña puerta

oxidada que durante todo el rato había permanecido cerrada y que a Deilin le había

parecido la entrada a una sala de máquinas, donde debían controlarse los extractores

y los acondicionadores de aire. Por esa razón le extrañó que la puerta se abriera y que

por ella asomase la cabeza un miembro de la guardia. El androide pulsó un código en

un pequeño teclado portátil que le mostró el guardia y, a continuación, desapareció

tras dicha puerta metálica. La teniente decidió entonces esperar, sentándose en un

243
banco situado a unos diez metros de esa puerta, en la pared de en frente. A su lado, un

sarrish, con la cabeza vendada y el brazo en cabestrillo, dormitaba con la boca abierta

y la nuca apoyada contra la pared. El corredor estaba lleno de gente ociosa que

paseaba arriba y abajo. La mayoría de ellos eran visitantes que esperaban que se les

permitiera ver a familiares o amigos convalecientes, o que al menos se les diera

alguna información sobre su estado o el lugar exacto donde se hallaban. También

habían algunos pacientes o heridos leves en una situación similar a la de ella, que

cansados de esperar habían decidido ir a dar un paseo por las aquellas laberínticas

galerías. De vez en cuando, algún miembro del personal sanitario hacía acto de

presencia en el corredor y entonces recibía el acoso de aquellos que

desesperadamente buscaban información a cerca de sus seres queridos. Un par de

miembros del Cuerpo de Emergencias, que salían de las salas interiores con el alta

médica y una sonrisa de oreja a oreja, se cruzaron con una enfermera y ésta se detuvo

a hablar con ellos cordialmente. A continuación, un droide médico FX-7, que

empujaba un carrito lleno de frascos y material sanitario, pasó por delante tapándole

la vista durante un par de segundos. El droide avanzó hasta los ascensores y unos

instantes después, las puertas se abrieron permitiendo que par de miembros de la

guardia entraran en el corredor y se pusieran a andar hacia el fondo del mismo.

Cuando llegaron a la puerta metálica, uno de ellos marcó un código en su

intercomunicador y se pusieron a esperar. Enseguida la puerta se abrió y los guardias,

como hiciera media hora antes el droide quirúrjico, desaparecieron tras ella.

-Essssh el cambio de guarrrdia... -susurró el sarrish con ese típico acento suyo tan

244
sinuoso y arrastrado.

-¿Cómo?

-¿Usssted essh oficial de la Guarrrdia Essstelar, o essse uniforme lleno de

gironesssh esh solo un disssfraz? -el sarrish seguía con la cabeza apoyada contra la

pared y los ojos entornados.

-No, este uniforme no es ningún disfraz: soy teniente de la Guardia Urbana de

Leiascant.

-Puesss entoncesss debería saber lo que esss un cambio de guarrdia...

En ese instante la herrumbrosa puerta metálica volvió a abrirse y otros dos

guardias, distintos a los anteriores, aparecieron y se pusieron a caminar en dirección a

los ascensores.

-No se qué guarrrdan ahí dentro, pero lo vigggilan muy bieeen... Tal vezz tengan

ahí toda la essspecia de essste condenado sissstema. No me vendría maal un poco por

la vena ahora miismo, me duelen tanto loss huesssossh que no pueedo ni pensssar...

-Es una sala de máquinas. No creo que haya nada más que cables,

acondicionadores de aire y algunos viejos ordenadores llenos de moho.

-Yaaa... Si usted no fuerrra un agente de la ley, le contaría mi plaaan... Le contaría

que llevo aquí el tiempo suficieeente para ver como los droides entran y saaalen

trasportando frassscos de lo máaas sossspechosssso... Tambien le confessarrría que si

no estuvierrra tan machacado, me esscabulliría por losss conductoss de airre y

entrarría en esssa maldita habitación parta robaaarlos y venderrrlos en la calle... Pero

mi físsssico no me permite taaalesssh hazañaaasss ahorra mishmo... Me conforrrmo

245
con poderrr dorrrmirrr... Dorrrmirrr... Dorrrmirrr... -el sarrish cerró los ojos y

comenzó a respirar profundamente ante la atenta mirada de una Deislin Jamerith en la

que, sin quererlo, había plantado la semilla de la curiosidad. La teniente miró la hora

en su intercomunicador de muñeca: eran las nueve menos tres minutos. Se levantó y

tras despedirse del sarrish, quien ni siquiera se dio por aludido pues dormía ya

profundamente, se dirigió de nuevo a su sala a través de los pasadizos interiores del

hospital.

Tuvo que esperar en su sala alrededor de una media hora más hasta que por fin

apareció el capitán Ys'mer Oal acompañado de un par de enfermeras junto con un

droide médico que transportaba sus ficha en un ordenador holográfico instalado en su

memoria.

-Teniente -el oficial médico la saludó y Deislin le devolvió el saludo.

-¿Tiene ya mis resultados, capitán? -le preguntó la muchacha con cierta

impaciencia.

-Así es.

-¿Y bien?

-¿Por qué no nos avisó?

-¿Cómo?

-¿No irá a decirme que ignora por completo su estado?

-¿Mi estado? ¿Puede concretar un poco más, capitán?

-Teniente Jamerith, está usted embarazada de casi cuatro meses.

Deislin cerró los ojos y agachó la cabeza.

246
-Vaya, parece como si le acabara de diagnosticar un cáncer terminal... Dígame,

teniente, he de suponer entonces que el padre tampoco lo sabe, ¿no?

Deislin hizo un gesto de negación con la cabeza.

-Entonces debería avisarlo cuanto antes. Podemos ocuparnos nosotros si así lo

desea.

-No será necesario... Murió durante el asalto.

-Vaya, cuanto lo siento... -en medio de un incómodo silencio, el capitán Oal buscó

algo de apoyo en los ojos de las enfermeras que lo acompañaban.

-Bueno, entonces si eso es todo, puedo irme ya a casa...

-Eh... verá, teniente, en realidad no. El feto posee unas características peculiares

por lo que querríamos realizarle unos análisis tanto a él como a usted. Nos gustaría

tenerla en observación al menos durante un día completo. Si todo es correcto, mañana

le daremos el alta y podrá marcharse a casa.

-Pero, capitán, estoy bien... Le pediré el traslado a mi superiores para que me

asignen labores menos peligrosas y...

-Teniente, ya hemos hablado con su capitán. Está usted oficialmente de baja.

-¿De baja?

-Exacto... Ahora acompañará a las enfermeras al laboratorio D-6 para que le hagan

unas pruebas... No se preocupe, solo le realizarán unas lecturas del feto uno poco más

precisas, le extraerán unas muestras de líquido amniótico y puede que algo de sangre

y orina. Con eso de momento será suficiente. También le hemos preparado una cama

en un lugar apartado en donde seguro que estará mucho más cómoda que aquí...

247
Créame, siento las molestias, pero es mejor así, ¿de acuerdo, teniente?

Deislin asintió con la cabeza.

-Ah, una última cosa. ¿Podría decirnos el nombre del difunto padre de la niña para

poder así tener acceso a su historial médico y genético?

-¿Niña?

-Oh, si, perdone, no se lo había dicho... Si, es una niña, y extraordinariamente

desarrollada para tan solo cuatro meses de embarazo.

Deislin volvió a agachar la cabeza intentando ordenar una mente por la que, sin

previo aviso, acababa de pasar un tornado dejándola patas arriba.

-Lo siento, capitán, pero no puedo decirle el nombre del padre porque no lo

recuerdo...

-¿Cómo?

-El nombre de ese soldado; no, no lo recuerdo.

-Está bien, teniente, no se preocupe, ya hablaremos de esto en otro momento. Creo

que lo mejor es que vaya a laboratorio para que le hagan esas pruebas lo antes posible

y así pueda luego retirarse a descansar, porque de verdad lo necesita. Mañana por la

mañana pasaré por su habitación y le informaré de como han ido los análisis. ¿Le

parece bien?

-Si, capitán, me parece bien.

-De acuerdo, hasta mañana entonces.

El capitán Oal dio media vuelta para dirigirse a un camastro ocupado por un

sullustano que tenía quemaduras en el ochenta por ciento de su cuerpo y no dejaba de

248
proferir largos y lánguidos gemidos de dolor. Las dos enfermeras le indicaron

entonces a Deislin con una ademán que las siguiera y las tres caminaron hacia la

entrada principal.

Una hora más tarde, tras extraerle muestras de cada uno de los fluidos que

circulaban por su cuerpo y de realizarle varios escaneos del feto con diferentes

artilugios médicos, Deislin Jamerith fue conducida hasta una puerta oxidada que

parecía la entrada a una sala de máquinas. Un Guardia Urbano salió a recibirla a ella

y a la enfermera que la acompañaba. La enfermera tecleó un código en un teclado

portátil y el guardia las dejó pasar. El pasillo era estrecho, de un metro y medio de

ancho por dos de alto, y con una iluminación muy deficiente. Tras unos veinte

metros, llegaron a una sala mucho más amplia. Allí les recibió un oficial médico que

parecía tener instrucciones claras al respecto de lo que hacer con la nueva inquilina

de ese sector de hospital, que parecía reservado a pacientes que merecían un trato de

favor. El oficial junto con un droide FX-9, acompañó a Deislin, quien daba muestras

de un extraordinario cansancio físico y mental, hasta una pequeña habitación situada

al final de otro estrecho corredor por el que tuvieron que caminar encorvándose

levemente para no golpearse la cabeza con el techo. En la habitación había una cama

preparada para que la teniente descansara aquella noche y, a sus pies, un ordenador

con un escáner holográfico que debería vigilar sus constantes vitales hasta la mañana

siguiente.

-Esta habitación es perfecta, teniente -le dijo el oficial-; aquí no la molestará

nadie. Mañana pasará el capitán para hacerle un chequeo. Y no se preocupe, la

249
tenemos monitorizada en todo momento. Si detectásemos alguna anomalía,

acudiríamos en menos de un minuto. Usted dedíquese a partir de ahora unicamente a

descansar, ¿de acuerdo?

-De acuerdo, teniente... -balbució Deislin mientras se tumbaba en el camastro.

-Maestro, maestro, ¿me oye? -Dirk se había colocado delante de Luke e intentaba

llamar su atención sin conseguirlo-. Acabo de recibir una llamada del teniente Gruf...

Ha reparado al androide. ¿Me escucha, maestro? C-3PO está reparado, tenemos que ir

a por él -pero Luke Skywalker seguía en estado catatónico, sentado de cuclillas en el

balcón y con los ojos cerrados ajeno por completo a todo lo que le rodeaba.

-Está bien, no importa, yo iré a por él. Pero espero que cuando vuelva haya

regresado ya a este mundo y a esta luna o juro que yo mismo lo traeré de vuelta,

aunque para ello tenga que chapuzarlo en una bañera de agua helada.

250
Capítulo 41

Mig-Wan observaba a través del enorme ojo de buey como la nave se acercaba al

Gancho del Cielo de Praatba'tor, en el recóndito sistema de Praatba. Durante el

acercamiento, el líder del clan Skirata, el nicto Bragdam Skravian, había ido en su

busca ya que su tío, el Mandalore, requería su presencia en el puente. Sin embargo,

Mig no quiso acompañar al general mandaloriano y éste, tras consultar con el Líder

de Todos los Clanes, dejó en paz al muchacho. No obstante, antes de retirarse

también al puente de mando, Skravian y Mig tuvieron una interesante conversación

en la que el nicto le había contado al niño como los mandalorianos se habían hecho

con el control del último bastión de los otrora temibles piratas del Sol Negro. Tras un

exhaustivo entrenamiento en la Luna Sumergida, el Padre Oscuro, que mantenía

tratos con los mandalorianos del clan Skirata, entregó a éstos a su aprendiz

rebautizado con el nombre de Nerpheus. Los Skirata lo educaron en el arte de la

guerra y Grigam Skravian, padre de Bragdam, lo acogió en el seno de su familia

como si fuera su propio hijo. Así pues, Bragdam y el Mandalore se habían criado

juntos desde los catorce años como si fueran hermanos. Un buen día, Nerpheus

251
requirió de su mentor, el general Grigam, que le permitiera comandar un pelotón de

unos veinte hombres para realizar la primera de las misiones que el Padre Oscuro le

había encomendado y probar así su valía ante el Clan. De esa forma, veinte

mandalorianos junto con otros veinte Guardias Rojos, capitaneados por un joven de a

penas diecisiete años, rompieron las defensas del puerto pirata de Praatba'tor y

asaltaron la fortaleza. Los que tuvieron la fortuna de ver en acción a Nerpheus aquel

día -entre los que se encontraba un joven Bragdam que años después sería nombrado

líder del Clan Skirata- cuentan que habían asistido a la mayor exhibición de poder y

maestría en el combate jamás desplegada por un guerrero mandaloriano. En este

punto el nicto hizo una pausa y aseguró que fue entonces cuando tuvo la certeza de

que su hermanastro sería Mandalore algún día. Y así, en menos de diez horas, el

escuadrón irregular liderado por Nerpheus Skirata tomó el Gancho del Cielo y con él

las inmensas riquezas que todavía el Sol Negro allí atesoraba, acumuladas tras años y

años dedicados al crimen, al pillaje y al tráfico de especia. Tras su impresionante

victoria, Nerpheus se presentó en la sede Skirata para pedir el apoyo del Clan en su

nuevo cometido: recuperar la máscara del Mandalore y a continuación reclamar el

título para sí mismo. Tras semanas de intensas deliberaciones entre los generales,

finalmente se decidió apoyar al joven guerrero en su empresa aún sabiendo que

aquello podría acarrearles enfrentamientos con las demás familias, en especial con el

Clan Fett, quienes veían tan excesivas como peligrosas las ambiciones del joven

guerrero. Para Boba Fett, el Mandalore en aquellos días, resultaba una provocación

que un crío imberbe pretendiera recuperar la máscara que él mismo había perdido tras

252
una humillante derrota a manos de quien entonces era el mas poderoso de todos los

Señores de la Guerra borg: Dengar el Traidor. Por eso ninguna de las demás familias

apoyaron la campaña, lo cual no desanimó ni mucho menos al joven Nerpheus. Mas

bien todo lo contrario, pues era consciente de que aquel desplante cobarde de los

otros clanes engrandecería aún mas su victoria. Como así fue finalmente cuando,

cinco años más tarde, el entonces ya general Skirata comandó una impresionante

nave nunca vista desde los tiempos del Imperio y cargó con ella y con todo el clan

abordo contra los enclaves más importantes de Dengar el Traidor, haciéndole

retroceder batalla tras batalla en una victoriosa campaña que duró dos años y que

terminó con la absoluta aniquilación del temible Señor de la Guerra borg en su cuartel

general de Mirizaan. Entre los tesoros más preciados que custodiaba en su palacio se

encontraba un sable jedi de color amarillo, un sarlacc en un enorme patio interior que

alimentaba con los enemigos capturados y la máscara del Mandalore robada a Boba

Fett en su gran victoria contra los antaño temibles mandalorianos y que últimamente

se hallaban en franca decadencia. Por esta razón, la conocida decadencia que vivían

los mandalorianos en aquellos días, Dengar nunca pensó que un ejercito Skirata

pudiera ser capaz de destruir su poderosa flota, aplastándolo de igual forma que un

AT-AT aplastaría a un ewok.

La campaña convirtió a Nerpheus, con tan solo 23 años, en el guerrero más

poderoso y respetado de todos los Clanes, y sin a penas descanso marchó con todo su

ejército, cada vez más numeroso y entregado a su causa, hacia la fortaleza de Boba

Fett en Naush'an-Guun, para exigir allí su nombramiento como nuevo Mandalore. Sin

253
embargo, era consciente de que aquello no sería fácil, pues desconocía si en última

instancia recibiría el apoyo de los otros jefes. Si por el contrario éstos decidían apoyar

a Fett, no habría más remedio que embarcar a los Skirata en una guerra cruenta contra

las demás familias, algo que solo había ocurrido un par de veces en la larga y belicosa

historia de los mandalorianos. No obstante, su clan lo apoyaba con fe ciega y

absoluta, sin que nadie cuestionara nunca su liderazgo, pues había comenzado a

crearse a su alrededor una aureola de guerrero invencible cuyo destino era devolver a

los mandalorianos la grandeza perdida.

Hubo una tregua y se citó a Nerpheus para hablar en la sede del palacio de Boba

Fett, donde estarían también los líderes de las demás allits. Boba Fett acusó a

Nerpheus delante de los otros líderes de no ser un guerrero mandaloriano en realidad,

sino un guerrero sith, y que su causa no era la causa mandaloriana sino la causa sith.

Advirtió que estaba usando a los mandalorianos para sus propios fines y que su

verdadero objetivo eran los mundos del Núcleo, a quienes tarde o temprano atacaría

conduciéndolos a todos a una guerra suicida contra la Guardia Estelar comandada por

el único guerrero al que realmente temían: el Gran Maestro Jedi Luke Skywalker.

Nerpheus respondió sacando la máscara del Mandalore y mostrándola al resto de los

presentes. Después se giró y, mirando a los ojos de Boba Fett, dijo: “Mi misión es

devolver la grandeza a nuestros clanes, y si el Núcleo se interpone en mi camino, ten

por seguro que será aplastado... y ningún maestro jedi podrá impedirlo. Ahora

reclamo lo que en justicia me pertenece”. Entonces se puso la preciada máscara y retó

a Boba Fett de esta manera:”Líder del Clan Fett, arrodíllate ante tu Mandalore y jura

254
lealtad y obediencia ciega”. Pero Boba Fett negó con la cabeza y pidió el apoyo de

los otros generales. Éstos sin embargo, y contra todo pronóstico, se aliaron con el

joven guerrero y allí se produjo el cisma. A partir de entonces el Clan Fett fue

declarado proscrito y perseguido por los demás clanes, lo que les obligó a esconderse

en el espacio profundo, en la llamada Zona Desconocida, diezmados y despojados de

todo atisbo de la grandeza que tuvieron en el pasado.

La conversación entre el general Skravian y Mig-Wan se terminó en este punto de

forma un tanto abrupta, cuando el primero recibió una llamada desde el puente de

mando en la que se le instaba a acudir allí de inmediato.

-Tengo que retirarme, mandalor'ad; su tío, el Mandalore, me reclama -dijo

haciendo un gesto de reverencia con la cabeza.

-Al final Boba Fett tenía razón: mi tío ha atacado a la Liga.

-Así es, pero en todo caso cumpliendo sus propias palabras... Y ningún jedi podrá

jamás detenerlo... ¿De verdad que no quiere acompañarnos al puente?

-No, gracias, general Skravian... Prefiero estar solo ahora.

-Como desee, mandalor'ad. Recuerde que atracaremos en el puerto en unas dos

horas aproximadamente. Ahora, si me lo permite, he de retirarme -el nicto hizo otra

reverencia para, a continuación, dar media vuelta y desaparecer tras la puerta.

Entonces Mig se quedó de nuevo mirando a través del ojo de buey, pero esta vez su

cabeza no dejaba de pensar en su tío Kaneyi, a quien allí todos conocían como el

Mandalore o Nerpheus Skirata. ¿Era aquella la vida que le esperaba también a él?

¿Una vida consagrada en cuerpo y alma a una guerra eterna y sin sentido? Sin

255
sentido, sin ningún sentido... Porque, por mucho que insistiera el Mandalore, sus

generales o el resto de guerreros enfundados en sus armaduras de beskar con los que

se cruzaba continuamente dentro de aquella inmensa nave, para él la guerra no tenía

ningún sentido. Era lo que le había enseñado su padre, y también su tío Luke: que la

guerra nos derrota a todos, incluso a aquellos que en su infinita ignorancia creen

haber salido victoriosos en el campo de batalla.

Deislin estuvo dando vueltas sobre el camastro durante casi una hora hasta que

finalmente decidió incorporarse. Había logrado que le dejaran su intercomunicador de

muñeca argumentando que, debído a su estado, quería estar en contacto con sus

familiares en todo momento. Las enfermeras hicieron una excepción con ella y

Deislin era la única paciente de esa “zona especial” del hospital que mantenía

contacto con exterior. Se comunicó con Dirk Calrissian y también con Keyran

Rupard, informándoles de que donde se hallaba. A continuación instó al capitán Uzig

para que le consiguiera todos los códigos de acceso a las zonas restringidas del

hospital. Uzig era uno de los oficiales de mayor rango en el eventual centro de

comunicaciones de Leiascant, situado a unos doscientos metros de donde ella se

encontraba, pero aún así hizo hincapié en que conseguir esos códigos le llevaría su

tiempo, si es que al final lograba conseguirlos. La teniente insistió en que aquellos

códigos eran de vital importancia y el mon calamari dejó escapar un abúlico “veré

que puedo hacer”, que Deislin interpretó como un rotundo “no te preocupes, cuenta

con ello”. Luego, durante la siguiente media hora, el cansancio fue poco a poco

256
adueñándose de su voluntad hasta que no le quedó mas remedio que claudicar,

dejando que el sueño se llevara su consciencia como un torrente desatado barriendo la

ladera de una colina. La llamada de su intercomunicador la despertó cuatro horas más

tarde. Al ver la hora que era, nada más despertar, Deislin se maldijo por haber

dormido tanto y, a continuación, respondió a la llamada. Era Uzig, que intentaba

desesperadamente ponerse en contacto con ella desde hacía horas sin ningún

resultado positivo. Le dio los códigos de acceso y continuación le pidió que tuviera

cuidado. La teniente le dijo que no se preocupara, pero Uzig insistió:

-Algo raro pasa en ese hospital, teniente He tenido que recurrir a un viejo amigo

que me debía un favor para que se te permita la entrada en las zonas reservadas y aún

así, debes saber que hay una sala para la que me ha sido imposible conseguir los

códigos de acceso... Escucha bien, se están llevando a mucha gente a las minas por

alta traición, y no solo borgs, así que sea cual sea el asunto que te traes entre manos,

si no lo ves claro, olvídalo y ponte en contacto con el maestro, él sabrá que hacer.

Pero Deislin insistió en que le dijera el número y la ubicación exacta de esa

habitación para la cual le había sido imposible conseguir el acceso y, tras intentar

tranquilizar de nuevo al capitán, cortó la comunicación con él. Seguidamente agarró

su uniforme, que antes de acostarse había depositado en un pequeño taburete situado

a la derecha de la cama, se vistió y salió de la habitación.

El corredor era verdaderamente claustrofóbico, con un techo lleno de manchas de

humedad y unas paredes cuya pintura se desconchaba como la piel vieja de una

serpiente. Se oyó el ruido de una puerta detrás de ella y entonces se detuvo a escuchar

257
tras girar una esquina. Oyó unos pasos que se alejaban y entonces siguió su camino.

El silencio allí era absoluto, nada que ver con el alboroto y las voces quejumbrosas de

la zona del hospital de libre acceso. Siguió caminando siguiendo el plano que le había

enviado Uzig a través del intercomunicador. Ambos estaban arriesgando mucho, pues

todas las comunicaciones dentro de la Luna Santuario eran susceptibles de ser

interceptadas y monitorizadas por el recientemente instaurado Servicio de

Inteligencia Interna, que dirigía el propio comandante Alsid Gergan en persona, quien

se había convertido en la mano derecha del gobernador Quayk. Tal y como le

indicaba el plano holográfico, giró a la derecha y luego el siguiente pasillo a la

izquierda. Habían puertas cada pocos metros que sin duda conducían a habitaciones

como la suya, así que intentó caminar haciendo el menor ruido posible. No obstante

eran las tres y media de la madrugada, una hora en la que la mayoría de los pacientes

debían estar durmiendo, aunque era posible encontrarse con más de un insomne

deambulando como ella por aquellos pasillos. De repente una puerta se abrió y un

hombre enjuto y de tez blanquecina apareció tras el umbral:

-Señoria, señorita... Ejem, teniente, teniente...

Deislin se detuvo:

-Dígame, ¿qué le ocurre?

-Necesito otra dosis de especia. Me duele mucho la cabeza, creo que me va a

explotar.

-Lo siento, señor, pero me temo que eso es cosa de su médico...

-Oh, no me venga con pamplinas, teniente. ¿acaso no sabe quien soy yo? -Deislin

258
lo ignoraba por completo- Haga que uno de esos androides pase por esta habitación

antes de irse o de lo contrario daré parte a sus superiores, ¿ha quedado claro?

-No se preocupe, me ocuparé personalmente de ello.

-Eso espero -y tras sus palabras, el hombre cerró de un portazo.

Deislin continuó con su paseo, aunque ya estaba a punto de llegar a su destino.

Giró a la izquierda, luego de nuevo a la derecha y tras unos cinco pasos dio con la

entrada del conducto de aire que buscaba. Era la única con el tamaño lo

suficientemente grande como para que ella pudiera introducirse dentro y, una vez allí,

guiándose con los planos de su intercomunicador, burlar el control y entrar en la

habitación prohibida. Usando unas pequeñas tijeras que había robado del laboratorio,

la teniente desenroscó dos de los tornillos que sujetaban la reja metálica y, a

continuación, se escurrió como una culebra dentro de un tubo de acero de no más de

setenta centímetros de ancho.

Al otro lado de la ciudad, cerca del puerto militar, Dirk Calrissian y el teniente

sullustano Anaban Gruf cargaban furtivamente un bulto envuelto en una manta oscura

en la parte trasera del aerodeslizador del comandante. Habían decido que aquella hora

intempestiva, cuando la ciudad entera dormía, era la mejor para evitar las miradas de

los curiosos. Gruf le indicó a Dirk que el androide estaba completamente reparado,

aunque durante los primeros días y hasta que su memoria terminase de auto-

implantarse, el robot podía comportarse de una forma un tanto extraña. Dirk le dijo

que eso no le preocupaba en absoluto ya que conocía bien a C-3PO y sabía que

259
siempre había sido un droide un tanto peculiar. Seguidamente le dio las gracias por su

ayuda y, antes de subir a su speeder, le dijo mirándole directamente a los ojos:

-Gruf, esta mañana vi a Fynoon.

-¿Cómo, es cierto eso? ¿No lo han deportado a las minas de tybanna?

-Como a muchos otros cyborgs, le han asignado un trabajo aquí, en la Luna

Santuario. Él en concreto está llevando a cabo las reparaciones en el Halcón

Milenario.

-No podía ser de otra manera, ahora mismo él es el único capaz de entender el

funcionamiento de esa condenada nave... Dirk, mantenme informado de todo, ¿de

acuerdo?

-Por supuesto, no lo dudes -ambos amigos se dieron la mano y a continuación,

Dirk entró en su speeder, lo arrancó y marchó de regreso a casa.

260
Capítulo 42

Diez minutos más tarde, Dirk Calrissian aparcaba su speeder en la azotea del

edificio de ochenta y cinco plantas donde residía desde hacía más de seis años. A

continuación bajó quince pisos por el ascensor y caminó hasta la puerta de su

apartamento. Lo primero que hizo nada más entrar en casa fue dirigirse a la amplia

balconada en la que había dejado a Luke en estado de trance hacía tan solo media

hora. Mientras caminaba por el pasillo volvió a mirar su reloj. Eran casi las cuatro de

la madrugada. La puerta estaba abierta y una vivificante corriente de aire le golpeaba

suavemente el rostro mientras avanzaba a paso ligero.

-¡Maestro, maestro!- gritó nada más salir al balcón. Pero Luke Skywalker no

estaba allí. Giró la cabeza a un lado y a otro. Luego se acercó a la baranda para mirar

hacia abajo y, acto seguido, oteó un horizonte lleno de sombras derruidas que se

recortaban sobre el negro cielo moteado de estrellas. La noche era agradable, con una

brisa que parecía haber liberado en parte a la ciudad de su ponzoñoso estado.

-Estoy aquí, Dirk.

Dirk dio media vuelta y allí estaba el viejo maestro, vestido con su túnica y

secándose la cabeza con una toalla.

261
-Me he dado una ducha -continuó diciendo-; la necesitaba.

-Cuanto me alegro de que haya salido de ese extraño trance, maestro. Estaba

empezando a preocuparme de verdad.

-Lo siento, pero era necesario asegurarse de que mis sentidos no me estaban

traicionando.

-¿Sus sentidos?

-Esta mañana sentí una perturbación en la Fuerza; algo que no había sentido desde

hacía mucho, mucho tiempo.

-¿Algo grave, estamos en peligro?

-Antes no estaba del todo seguro, pero ahora sí. Esto lo cambia todo, Dirk, no

puedo ocultarme más, debo entrevistarme con el Gobernador mañana mismo.

-¿El Gobernador? Pero eso resultaría peligroso, maestro... Recuerde lo que dijo

sobre que era mejor mantenerse escondido de momento hasta...

-Dirk, una flota de koros-strohna se acerca a Endor. En un par de días estarán en

disposición de atacar la Luna Santuario. Debemos organizar la defensa cuanto antes o

de lo contrario estaremos condenados.

-¿Qué está diciendo? ¡Eso no es posible! Los yuuzhan vongs fueron exterminados

de esta parte de la galaxia. La flota de Endor los obligó a retirarse más allá del Borde

Exterior, y allí fueron masacrados por los borgs. No es posible, debes haberte

confundido, maestro.

-Ójala tuvieras razón, Dirk... Pero lo cierto es que debes creerme: corremos un

grave peligro, y no solo nosotros, todos los mundos del Núcleo están amenazados...

262
Pero esta vez no es una guerra, esta vez nos enfrentamos a nuestra propia extinción.

Debemos avisar al Gobernador lo más pronto posible y detener esas naves antes de

que lleguen a la órbita de la Luna Santuario.

Dirk, abatido, se dejó caer en una silla que había a su derecha con los brazos

colgando como dos ristras de carne muerta.

-No puede ser, esto no es posible -balbució-; estamos viviendo la peor de las

pesadillas imaginables...

-No te vengas abajo, todavía estamos a tiempo. Yo puedo detectar esas naves

orgánicas fácilmente y con un par de escuadrones de combate, no lo dudes, las

haremos retroceder.

Dirk levantó la vista. Después llenó sus pulmones de aire y los soltó en forma de

suspiro:

-De acuerdo... Lo siento, maestro, por un momento me vine abajo...

-No pidas perdón, entiendo tus sentimientos perfectamente, Dirk. Ahora vayamos

a por ese androide que guardas en tu speeder. Tengo ganas de volver a ver a ese viejo

lingote de oro.

Dirk y Luke entraron de nuevo en el apartamento y ambos caminaron directos

hacia la salida. Pero antes de que llegaran a cruzar el umbral de la puerta, Dirk

recibió una llamada a su intercomunicador de pulsera que les hizo detenerse justo

cuando tenían la mano en el picaporte. Calrissian apretó un diminuto botón y una voz

de mujer resonó por todo el pasillo:

-Dirk, soy yo, Deislin... Tenéis que venir, tenéis que venir cuanto antes... La he

263
encontrado, he encontrado a la Gran Dama... Está en el hospital de campaña bajo las

ruinas del viejo ayuntamiento... Te mando el plano holográfico... Avisa al maestro, sin

él será imposible sacarla del hospital, y no creo que ella aguante mucho más, están

machacando su cerebro con especia de medoxifidrina. Pronto habrán anulado su

personalidad por completo y para siempre... Lo siento, no puedo seguir hablando,

tengo que cortar... Por favor, daos mucha prisa...

-Deislin... ¿Deislin? ¡Teniente! ...La comunicación se ha cortado.

-Daba la impresión de que estaba en un lugar comprometido... Espérame aquí, voy

a por mi sable de luz -Luke dio media vuelta y caminó de nuevo en dirección al

salón. Y mientras lo observaba alejarse, Dirk pensó en las ganas que tenía de oír al

viejo maestro pronunciar aquella frase.

Un pelotón de soldados esperaba a las puertas del camarote de Mig-Wan para

acompañarlo hasta la lanzadera T-4a que debía llevarlos al muelle 42 del puerto

militar de Praatba'tor, la fortaleza espacial sede del Mandalore. Mig terminaba de

recoger todos sus bártulos, incluido su sable morado y su mochila propulsora, y tras

cerrar su maleta se giró hacia el teniente mandaloriano que lo esperaba inmóvil junto

a la pared:

-Ya está, podemos irnos.

El teniente hizo un gesto con la cabeza y uno de los soldados agarró a toda prisa la

maleta del muchacho. A continuación, y tras un gesto de reverencia, el oficial le pidió

al niño que los acompañara.

264
Quince minutos más tarde estaban caminado por uno de los muchos hangares

situados a estribor de aquella inmensa e inabarcable nave. El teniente le indicó a Mig

que delante de ellos, a unos cincuenta metros, se hallaba la lanzadera que les llevaría

al gancho del cielo. Caminaron entre cazas Tie y entre mas lanzaderas hasta que

finalmente llegaron a su destino. Allí les esperaba el Mandalore, pero en lugar de

estar sentado dentro con el pasaje, había tomado los mandos de la nave y Mig-Wan

fue conducido hasta la silla del copiloto:

-Siéntate, Mig, vamos a despegar en un par de minutos.

-¿Vas a pilotar tú la lanzadera?

-¿Acaso piensas que hay alguien mas capacitado que yo para hacerlo?

-Supongo que no.

-Mig, he decidido evitar en la medida de lo posible todos los actos grandilocuentes

y toda la parafernalia propia de mi regreso -mientras hablaba, el Mandalore iba

apretando botones en al cuadro de mandos y comprobando las lecturas del vehículo

espacial-; pero aún así hoy será un día muy ajetreado. Un escuadrón te acompañará a

tus aposentos en la Torre de la Victoria. Quiero que descanses y te mantengas allí

apartado de todo. Mañana conocerás al Padre Oscuro.

-¿Te refieres a Sidious?

-Si, mi maestro, el mismo que en su día fue proclamado Emperador y último de

los Darth Sith,

-No necesito conocerlo -dijo Mig-Wan con cierto desdén.

-Créeme, todos los seres vivos de esta vasta galaxia deberían conocerlo y acabarán

265
conociéndolo -el gigantesco portón se abrió frente a ellos, entonces Nerpheus giró

una palanca y al instante los motores de la lanzadera se pusieron en marcha-. Mañana

te llevaré ante él, está decidido -a continuación el Mandalore movió los controles y la

nave se elevó muy suavemente.

-¿Sabes una cosa? -dijo Mig-Wan mientras la lanzadera salía al espacio exterior

escoltada por varios escuadrones de cazas Tie- Mi padre era igual, siempre intentaba

evitar la pompa y los vítores que se sucedían tras cada una de sus victorias.

En ese momento una voz metálica salió por los altavoces situados en el techo de la

cabina:

-Aquí Torre de Control, código de entrada desencriptado y aceptado... Le esperan

en la pista 51... Bienvenido a casa, Mandalore.

-Gracias, almirante -respondió Nerpheus a través de su intercomunicador. Luego,

sin dejar de mirar hacia delante, continuó diciendo:

-No te confundas, Mig-Wan, tu padre era muy distinto a mí. Él nunca creyó de

verdad en lo que hacía.

Es una sala pequeña y opresiva, con las paredes pintadas de blanco y sin ninguna

abertura al exterior salvo una estrecha puerta metálica que permanece cerrada, situada

en una pared frente a la cual hay dispuesta una vieja mesa de madera -que no es más

que un astillado tablón rectangular con cuatro patas roídas- y dos sillas a cada lado,

una frente a la otra. En una está sentada la teniente Deislin Jamerith. No sabe qué

hora es ni qué hace allí. Un par de guardias entraron en su habitación media hora

266
antes y le pidieron que los acompañara. Primero le quitaron su intercomunicador, y

fue entonces cuando ella tuvo la certeza de que no le esperaba nada bueno.

La puerta se abrió y un Guardia Estelar, un teniente como ella pero del S.I.I, entró

en la angosta sala y cerró la puerta tras él. Era un hombre joven y recio, de menos de

treinta años y rostro incisivo. La miró inquisitivamente a los ojos desde la distancia y

luego caminó despacio hasta la mesa, para sentarse en la silla que había frente a ella.

-Bien, teniente Jamerith -el hombre no dejaba de atravesarla con su mirada-, ¿no

le advirtieron que está terminantemente prohibido el uso de intercomunicadores de

cualquier tipo dentro de las dependencias de este hospital?

-No, lo siento, no lo sabía -la voz de Deislin salía temblorosa y susurrante.

-Ya, bueno... El caso es que sabemos que se comunicó en dos ocasiones con el

exterior. Una de estas comunicaciones, la primera, fue con el capitán Uzig. Fue lo

suficientemente larga como para quedar registrada, y en ella usted recibió nada más y

nada menos que los planos y los códigos de acceso a las zonas restringidas del

hospital; algo para lo que ni siquiera el capitán Uzig tiene el acceso autorizado.

-Deislin cerró los ojos y agachó la cabeza: el mundo se le acababa de venir abajo.

-Dígame, teniente, ¿qué buscaba exactamente? Y no me diga que una habitación

con unas bonitas vistas porque de eso... aquí no hay.

Deislin tragó saliva e intentó tranquilizarse: su mente le iba a la velocidad de la

luz. Entonces tomó una amplia bocanada de aire, y tras soltarla levantó la mirada:

-Especia.

El oficial del Servicio de Inteligencia ladeó levemente la cabeza:

267
-¿Nada más, eso es todo? ¿Trataba de robar especia?

-Si... ¿Tanto le extraña? ¿Acaso hay algo más valioso dentro de este hospital?

El teniente del S.I.I sonrió de soslayo:

-No, desde luego... ¿Pero sabe qué...? No la creo... Si hubiera hecho esa sola

llamada, su mentira podría haber colado; pero aún no hemos hablado de su segunda

llamada. Fue muy corta, y por eso no pudimos registrarla, pero sabemos con quien se

comunicó y que también le envió a él dichos planos y códigos... Y, en fin, que

pretenda hacerme creer que usted y el capitán Uzig, un oficial con un historial

intachable, se hayan convertido de repente en traficantes de especia, bueno, en un

momento dado podría incluso haberlo dado por bueno. Pero con Dirk Calrissian

metido en el ajo, lo siento, teniente, pero no me lo trago.

Ahora a Deislin el mundo no solo se le había venido abajo, también se había

abierto bajo sus pies.

-Verá, al parecer está usted embarazada y por esa razón no podemos inyectarle

ninguna sustancia para hacerla hablar. Algunos altos mandos de este hospital quieren

estudiar a esa niña un tanto especial que lleva usted dentro. Ellos sabrán. Por esa

misma razón tampoco podemos usar vías menos sofisticadas pero igualmente

eficientes como la del dolor físico. Sin embargo no dijeron nada del dolor

psicológico... Teniente Jamerith, ahora mismo su padre, su madre y sus hermanos

están detenidos en una de nuestras comisarías, encerrados en una sala como esta y

con un par de agentes del S.I.I. frente a ellos esperando mis órdenes... Dígame, ¿qué

debería decirles?

268
Deislin levantó la mirada y sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas:

-No, por favor, mi familia no. Ellos no tienen nada que ver en esto. No les haga

daño por favor, por favor...

-Deislin, Deislin... No soy yo quien va a hacerles daño, sino usted y solo usted -en

ese momento, el intercomunicador de pulsera del agente del S.I.I. comenzó a sonar.

Éste le echó un vistazo rápido y luego volvió a dirigirse a la joven que tenía delante:

-Bien, parece que requieren de mi presencia ahí fuera. Le daré quince minutos

para que se lo piense. Después de esos quince minutos volveré a entrar y de su

respuesta dependerá lo que le ocurra a su familia. ¿Le ha quedado claro, teniente?

Deislin asintió con la cabeza mientras las lágrimas se desparramaban por sus

mejillas. El hombre se levantó, dio media vuelta y salió de la habitación.

Al quedar sola, la muchacha se puso en pie y se acercó a la puerta. Sobre el quicio,

casi al lado del techo, había un orificio pequeño de a penas diez centímetros de

ancho. Sin duda dentro había una cámara con la que la vigilaban. Estaba aturdida y

cansada. Miró al suelo; a su derecha, a su izquierda, al frente... Caminó hacia un lado

y hacia el otro, hacia delante, hacia atrás y hacia atrás y hacia delante... Se llevó las

manos a la cabeza, apoyó su espalda contra la pared y se dejó caer despacio hasta

sentarse en el suelo. Su mirada seguía perdida. Bajó las manos y las puso sobre su

vientre. La lágrimas comenzaron entonces a brotar con fuerza y su llanto se hizo

sonoro. Y así pasaron los minutos. Y ella siguió allí sentada, llevando las manos de su

vientre a su cabeza y de su cabeza a su vientre. Entonces oyó como la puerta volvía a

abrirse. ¿Habían pasado ya los quince minutos, era posible? Qué mas daba, tarde o

269
temprano ese escaso margen de tiempo tenía que consumirse. Hecha un ovillo, con la

cabeza entre las rodillas, ni siquiera levantó la mirada cuando oyó unos pasos que se

acercaban. Instantes después, los pasos se detuvieron y una voz masculina resonó de

repente dentro de su cerebro:

-Levántate, Deislin, nos vamos de aquí.

270
Capítulo 43

Dirk Calrissian esperaba fuera mientras un par de guardias y un oficial del S.I.I lo

observaban en silencio. Pasados un par de incómodos minutos, la puerta se abrió y

Luke Skywalker y Deislin Jamerith salieron por ella.

-De acuerdo -les dijo el viejo maestro-, ahora entregadme vuestros

intercomunicadores y entrad en esa habitación.

Los hombres siguieron las instrucciones del jedi y, como sonámbulos en mitad de

la fría noche, caminaron hacia el interior de la estancia, una estancia que en realidad

era una celda a todos los efectos. Luke tecleó a continuación un código que le había

sonsacado previamente a uno de los guardias y los tres hombres quedaron encerrados

allí dentro. A continuación, Dirk entró en la habitación contigua, donde se hallaban

los monitores de vídeo y holovigilancia y los apagó todos.

-Hay que darse prisa -dijo Luke cuando el comandante salió de nuevo al pasillo-,

tenemos diez minutos de tiempo, tal vez un cuarto de hora, hasta que esos tres

recuperen la consciencia y se pongan a aporrear la puerta como energúmenos -a

continuación, el maestro se giró y miró a Deislin:

271
-¿Te encuentras bien?

La muchacha asintió intentando mostrar una sonrisa que terminó siendo una

extraña mueca de desazón:

-Mi familia, tengo que encontrar a mi familia

-No te preocupes -continuó el jedi-, se donde los retienen. Ahora lo principal es

ponerte a salvo. Dirk, acompáñala hasta el speeder y esperadme allí los dos.

-Pero maestro...

-No tenemos tiempo para discusiones, comandante. Haga lo que le digo.

-De acuerdo... Aunque ese no era el plan.

Acostada en una camilla, una mujer duerme buceando en sudor. No importan

mucho los acondicionadores de aire ni el hecho de que la temperatura dentro del

cuarto no supere los veintiseis grados, el sudor sigue brotando a chorros por todos los

poros de su piel. Es uno de los efectos secundarios causados por el envenenamiento

de su sangre y su mente con medoxifidrina, sustancia que afecta radicalmente al

funcionamiento del cerebro, incluyendo el hipotálamo, región que coordina la

funciones esenciales para la supervivencia del individuo tales como la alimentación o

la temperatura. Durante la Guerra Civil galáctica, el Imperio trató a muchos presos

políticos con este tipo de especia, distinguiendo en los sujetos tres fases claramente

diferenciadas cuya duración variaba según cada individuo. La primera era una fase de

lucha y angustia en la que el cautivo intentaba mantener el control de su cuerpo y su

consciencia sin conseguirlo; la segunda, una fase de acinesia en la que el sujeto

272
quedaba en estado de coma pero manteniendo en todo momento sus constantes

vitales fuera de riesgo; y un tercer estado, el más peligroso, en el que la

administración continua de la ponzoñosa sustancia comenzaba a alterar el correcto

funcionamiento de diferentes partes de su cerebro. En esta fase, previa a la fractura

definitiva de su mente y a la socavación de su personalidad, los prisioneros

experimentaban cambios drásticos de temperatura, sudoración, perdidas de orina y

heces, vómitos, hemorragias, espasmos musculares, insuficiencia renal, hipertensión

o incluso paro cardíaco. Muchos de ellos morían en esta parte del tratamiento, antes

de haber sido sometidos a la voluntad de sus captores, pero los estudios realizados

por los oficiales médicos del Imperio lograron mitigar los efectos de esta fase hasta

casi eliminar por completo las defunciones de los reclusos, sometiéndolos eso sí a

una exhaustiva vigilancia durante los aproximadamente cinco días que duraba este

estado.

La mujer, completamente inmóvil, sigue sudando a cántaros mientras un robot

quirúrjico observa las lecturas de las pantallas de plasma que hay a la derecha de su

camilla repulsora. A parte del androide, no hay nadie más en la habitación. No

obstante, el oficial médico encargado de su tratamiento debería llegar en unos

minutos para marcar las nuevas directrices que el robot ha de seguir durante las

próximas cuatro horas. Éste no se ha apartado de ella ni un solo segundo desde que

relevó a su antecesor unas diez horas antes. Ambos son los mejores androides de todo

Leiascant para este tipo de trabajos; no en vano, y debido a su pasado como

miembros de la Armada Imperial, tienen mucha experiencia en el tratamiento de

273
prisioneros con medoxifidrina y otro tipo sustancias igualmente peligrosas. El droide

comprueba la hora y prepara una comunicación holográfica con el Centro de

Vigilancia Intensiva del hospital. Pero justo en ese preciso momento, la puerta de la

habitación se abre y el oficial médico aparece junto con un hombre, a quien nunca ha

visto antes, ataviado con una túnica cuya capucha le cubre la cabeza. Nada mas

entrar, la puerta se cierra a sus espaladas y los dos hombres caminan decididos hacia

la camilla repulsora donde yace la mujer.

-El tratamiento se ha terminado. La paciente ha de ser llevada a una habitación

fuera del sector restringido -ordena el oficial.

-Pero eso no es posible -responde el droide-, el tratamiento no puede detenerse

antes de tiempo o todo el trabajo habrá sido en vano.

-Lo siento, 2-1B, pero son órdenes del oficial de más alto rango del hospital.

-Tengo que ver esa orden y comprobar el código, capitán. Y también su

salvoconducto señor -el droide se gira para mirar a Luke. Pero antes de que pueda

reaccionar, el viejo jedi ya ha sacado su sable de entre las ropas para asestarle con él

un único golpe con el que lo parte por la mitad como si fuera una rebanada de queso

de eopie. El oficial se ha quedado mudo y, mientras los restos del androide

chisporroteaban aún en el suelo, comienza a pestañear muy rápido y a mover la

cabeza con leves espasmos, lo que era una señal inequívoca que está recuperando la

consciencia. El maestro Skywalker lo mira a los ojos entonces y comienza a hablarle

muy lentamente:

-Capitán, estás muy cansado, debes dormir... Duerme, capitán, duerme, vamos,

274
déjate caer en el suelo y duerme... Duerme... Duerme...

Y al instante el oficial médico se derrumba como si de repente sus huesos se

hubieran hecho gelatina.

Fuera, Dirk y la teniente Deislin esperaban junto a C-3PO en el speeder de

Calrissian:

-Tranquila, teniente -le dijo el comandante al darse cuenta que su pierna temblaba

descontrolada-, ahora nos encargaremos de rescatar a su familia.

-¿Dónde está el amo Trey-Jeng? Estoy buscando al amo Trey-Jeng... ¿R2? ¿R2?

¿R2, dónde estás?

-¿Qué le ocurre? -preguntó Deislin girándose para mirar a un C-3PO que parecía

estar reviviendo una agónica pesadilla.

-Todavía no ha actualizado su memoria y su comportamiento es inestable. Apágalo

para que se reinicie.

Deislin estiró su brazo y logró apagar al robot, que se hallaba sentado justo detrás

de ella. Mientras, Dirk, sentado en el lugar del conductor, comenzaba a

impacientarse. Un rayo de luz entró a través de los cristales de la cabina,

iluminándola por completo. Dirk alzó la vista y pudo ver como el Ibleam se alzaba ya

entre los edificios, la mayoría medio derruidos, del centro de la ciudad. Comprobó la

hora en el cuadro de mandos: no había duda, la ciudad comenzaba a desperezarse.

Entonces, tras girar una esquina a unos cincuenta metros frente a ellos, apareció

recortada contra el anaranjado cielo la figura de un hombre encapuchado que

275
empujaba una silla repulsora.

-¡Allí están! -exclamó Dirk apuntando con su indice hacia el fondo de la avenida.

-Lo ha conseguido.

-Si, pero sin ti no lo hubiéramos logrado, Deislin. Gildren te debe la vida.

La muchacha no dijo nada, solo agachó la mirada y se llevó las dos manos a su

vientre. Un minuto más tarde, Dirk abría el portón trasero para que Luke entrara con

la Gran Dama. Pero antes de entrar, el jedi llamó a Calrissian y éste salió de la cabina.

-¿Cómo se encuentra? -preguntó Dirk visiblemente preocupado.

-Está inconsciente y durante varios días necesitará cuidados las veinticuatro horas,

aunque lo normal es que se vaya recuperando a medida que su organismo elimine la

especia del torrente sanguíneo. Aún así, debemos ponernos en contacto con un oficial

médico de confianza lo más pronto posible. En cuanto a las secuelas que el

tratamiento haya dejado en su cuerpo y en su mente, todavía es pronto para saberlo...

Ambos hombres miraron a la mujer que seguía durmiendo y cuyo rostro había

adquirido un tono amarillento que marcaba aún mas su aspecto cadavérico. Al

instante los ojos de Calrissian se inundaron de lágrimas y al ser consciente de ello,

éste intentó disimularlo. Pero no hay secretos que puedan ocultarse durante mucho

tiempo a un hombre que es capaz de vislumbrar en cada ambiguo gesto y en cada

fugaz mirada el inabarcable torrente de sentimientos que los provocaban. Por esa

razón, el viejo maestro apretó con la palma de su mano el hombro de su amigo y le

dijo con voz pausada:

-No te preocupes, Dirk, Gildren es una mujer fuerte. Puede que mas fuerte que

276
todos nosotros. Y esa vil sustancia con la que la han estado envenenando no es nada

comparado con su anhelo por encontrar a su hijo. No tengo ninguna duda al respecto:

se recuperará. Lo importante ahora es llevarla a un lugar seguro, por eso quiero que

contactes con Rupard y vayáis a su casa. Yo me encargaré de la familia de la teniente.

-¡Ah, no, eso ni hablar!-exclamó Calrissian enjugándose las lágrimas con las

mangas de su camisa- Yo voy con usted maestro.

-Puede ser peligroso.

-Con el debido respeto, ¿con quien se cree que está hablando?

Hubo un silencio mientras los dos hombres se miraban a los ojos.

-Está bien, pregúntale a la muchacha si puede conducir.

Deislin respondió que se encontraba perfectamente y a continuación recibió la

orden de Dirk de llevar a Gildren Dedel y al droide a casa del teniente Rupard y

esperar allí nuevas órdenes.

-No te preocupes, Deislin, no nos hemos olvidado de tu familia, el maestro

registró la mente de ese oficial del S.I.I y por eso sabemos que están en un cuartel

muy cerca de aquí. Pronto podrás reunirte con ellos -le dijo el comandante antes de

despedirse de ella. Pero antes de que la muchacha pusiera en marcha el speeder, la

voz de Luke volvió a resonar en su cabeza:

-Has sido muy valiente y gracias a ti hemos podido encontrar a la Dama; pero

nunca mas debes volver a poner en riesgo tu vida. Tienes que empezar a ser

consciente de lo importante que eres, tú y el ser que llevas dentro. A partir de ahora

has de mantenerte siempre a salvo... Siempre, siempre a salvo ¿Has comprendido,

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Deislin? -Deislin Jamerith miró entonces a Luke con los ojos cansados y una

expresión en el rostro que mostraba una infinita fatiga psicológica. Y tras asentir con

la cabeza, encendió los motores repulsores del vehículo y éste comenzó lentamente a

elevarse del suelo.

Una vez que el aerodeslizador había emprendido el vuelo rumbo a la zona

residencial cercana al puerto militar, Luke Skywalker y Dirk Calrissian se pusieron

en camino hacia el cuarte 64 de la Guardia Urbana. Les llevó unos treinta minutos

liberar a la familia Jamerith. El carácter xenófobo con el que, por orden directa del

Gobernador de Endor, ahora se asignaban los puestos de responsabilidad dentro la

Guardia Estelar -los cuales eran ocupados casi exclusivamente por humanos-

permitió que Luke y Dirk no encontraran casi oposición en una empresa tan peligrosa

como era la liberación de presos políticos retenidos por el S.I.I. La razón era la

conocida debilidad del cerebro humano ante determinados trucos mentales jedi. No

obstante, el uso excesivo de la manipulación mental por parte del maestro Skywalker

lo había dejado sumamente debilitado, así que una vez dieron a sus padres y

hermanos la buena noticia de que Deislin estaba a salvo -encomendándoles la tarea de

ocultarse en viviendas de familiares o amigos durante las siguientes semanas-, Dirk y

Luke decidieron tomarse un respiro. Sentados el uno al lado del otro en el banco de

unos jardines, que antes eran los más hermosos de Leiascant pero que tras el

bombardeo habían sido reducidos a escombro y madera calcinada, ambos hombres

guardaban silencio. Finalmente, Dirk levantó la mirada y giró la cabeza para fijar sus

ojos en el viejo maestro:

278
-Va a entregarse, ¿verdad?

-No hay otra opción.

-Pero podría usar ese truco jedi del control mental y tal vez así...

-No es tan sencillo, Dirk. Estamos hablando de organizar la defensa de Endor.

Necesitamos que el Gobernador y resto de los miembros del Consejo y de la Guardia

Estelar estén de nuestra parte. Controlar su mente durante unos minutos no salvará a

la gentes de la Luna Santuario, ni del resto de mundos del Núcleo. Debemos re-

establecer las comunicaciones y avisar a Coruscant lo antes posible. Y para ello debo

entregarme y convencer a Quayk de que la invasión yuuzhan vong es tan real como

inminente.

-Tengo serias dudas de que lo logre.

-Y yo. Pero al menos debo intentarlo.

Dirk suspiró y luego se llevó las manos a las rodillas:

-De acuerdo, entonces cuando usted diga, maestro.

-Lo siento, Dirk, pero a partir de ahora es mejor que continúe solo.

-No insista, maestro Skywalker: soy un Calrissian, y no importa que se meta en mi

cabeza y me deje fuera de juego durante un tiempo, porque después me levantaré, lo

buscaré y lo encontraré. Estamos juntos en esto, ¿recuerda? Salvar a Gildren,

encontrar al niño, proteger la Galaxia... Usted y yo estamos juntos en todo esto.

Luke dejó escapar media sonrisa y un gesto de resignación antes de añadir:

-Eres tan testarudo como lo era mi sobrino Trey-Jeng... Está bien, comandante,

que así sea: estamos juntos en esto.

279
El Ayuntamiento había sido barrido del mapa durante el ataque mandaloriano, por

esa razón la casa consistorial se emplazaba ahora bajo tierra, como casi todos los

edificios importantes de la ciudad, y de forma momentánea hasta que se

reconstruyeran las defensas y los escudos deflectores. La entrada al búnker era

secreta pero Dirk, debido a su condición de comandante de la Guardia Estelar,

conocía perfectamente su ubicación a las afueras de la ciudad, casi en los límites del

bosque de blasés que se extendía por el nordeste a lo largo de kilómetros y kilómetros

donde tan solo unas cuantas aldeas de mineros y leñadores salpicaban el verde

paisaje. El trabajo en el búnker era continuo y agotador. Desde allí, el Gobernador

administraba con mano de hierro no solo la ciudad de Leiascant o la Luna Santuario,

sino todo el Sistema Endor, incluyendo las estaciones mineras que, orbitando a su

alrededor, extraían el tybanna de Endor Prime. Allí había deportado a la mayoría de

los borgs, acusados de alta traición y condenados si ningún tipo de juicio y sin una

mínima garantía de respeto por sus derechos. Desde hacía semanas se habían

convertido en las cabezas de turco y la mayoría de la población, manipulada por la

propaganda del Gobernador, descargaba contra ellos todo su odio.

Luke y Dirk cruzaron la ciudad en aerotaxi y al llegar al extrarradio decidieron

continuar a pie. Se dieron prisa, pues había un pleno a las nueve y querían llegar a

tiempo. La entrada al búnker estaba en un claro, rodeada de inmensos árboles de

troncos enormes y robustos que se alzaban hasta el cielo como un regimiento de

gigantes. En las cercanías, pelotones de guardias caminaban de un lado para otro

280
atentos al menor movimiento mientras que, desde el aire, varios aerodeslizadores

vigilaban la espesura.

Calrissian se presentó ante el primer puesto de control donde fue recibido con

saludos militares y reverencias. Él y Luke, que caminaba a su lado ocultando cabeza

y rostro bajo la capucha de su túnica, pasaron dicho control sin problemas. Tampoco

hubieron impedimentos en el segundo. En el tercero, los guardias pidieron la

identificación del acompañante del comandante, pero no insistieron demasiado, pues

Luke les convenció de que era un miembro del consejo que llegaba tarde al pleno.

Por supuesto no fue necesario identificarse. Así, gracias unas veces a los galones de

Dirk y otras a las habilidades telepáticas del viejo maestro, ambos atravesaron todos

los controles y se presentaron a las puertas del salón de actos, situado unos veinte

metros bajo tierra. Fue justo entonces cuando Luke sintió una fuerte conmoción en la

Fuerza cuyo estremecimiento le hizo plegarse sobre sí mismo hasta quedar sentado de

cuclillas junto al portón. Dirk acudió en su ayuda, pero el maestro jedi le hizo un

gesto con la mano para que no se acercara. Las imágenes se agolpaban en su mente

de forma caótica; imágenes del pasado, de su pasado, mezcladas con visiones del

presente y del futuro que, a pesar carecer de un orden aparente, eran tan vívidas como

la realidad que lo rodeaba. Se vio a él de niño, caminando con su tío por los páramos

desangelados que circundaban la granja; vio dos soles encendidos poniéndose sobre

el horizonte mientras él los observaba desde el mismo borde del precipicio; y oyó la

voz de su tía llamándolo para la cena; y sintió el gélido aliento del desierto

abofeteando su rostro; y vio al viejo Ben, y también los cuerpos de sus seres queridos

281
ardiendo como ascuas entre la ceniza... Y luego los vio a ellos, caminando impasibles

por la llanura, miles, millones de ellos, avanzando con sus lanzas, escupiendo su

veneno a través de sus cerbatanas, troceando, desgarrando, devorando carne viva... Y

mientras tanto los dovin basals caían como lluvia de meteoritos y la tierra ardía,

crujía y finalmente se abría bajo sus pies. Entonces Luke levantó la mirada buscando

a Calrissian y, con el cuerpo todavía encogido, dejo escapar una frase que a penas

tuvo fuerzas para salir de su garganta:

-Tatooine está siendo invadido.

282
Capítulo 44

Presentarse de esa manera en mitad de un pleno no era la forma más ortodoxa de

conseguir una audiencia con el Gobernador de Endor, pero tanto Luke como Dirk

querían asegurarse de que todos los miembros del consejo y el senado, y algún que

otro alto mandos de la Guardia Estelar -incluyendo a Alsid Gergan-, escucharan de

primera mano lo que el viejo maestro tenía que decirles. Una vez abierto el portón, un

par de guardias hicieron un amago de ir a cortarles el paso, pero los galones del

uniforme de Dirk los petrificaron. Janthe Urk'err, uno de los miembros más veteranos

del consejo, se encontraba en ese preciso instante subido al estrado, en mitad de una

larga y farragosa disertación sobre la necesidad de convertir las últimas reservas de

ewoks y duloks en terrenos explotables para la minería. Dirk y Luke -todavía con la

capucha de su túnica cubriéndole la cabeza- caminaron impasibles por el largo pasillo

hasta el centro de la sala. Tras irrumpir de forma abrupta en el salón de actos, las

miradas sorprendidas de los que se encontraban allí dentro se fueron concentrando en

ellos a medida que avanzaban. Un grupo de guardias indecisos intercambiaron

miradas con Dirk y con Gergan. Éste último, sentado a la derecha de Dimor Quayk,

283
les hizo un gesto para que les dejaran acercarse al estrado, ya que previamente así el

gobernador se lo había indicado. Mientras tanto, el discurso de Janthe Urk'err se iba

ralentizando poco a poco hasta que detenerse justo en el instante en el que Dirk

pasaba a su lado. Éste lo saludó con un ademán, pero el viejo senador se limitó a

seguirlo estupefacto con la mirada.

-Comandante Calrissian, ¿a qué se debe esta inusitada visita?

-Gobernador, Capitán Gergan -Dirk se dio la vuelta- miembros del Consejo de

Endor y del senado de Leiascant; siento profundamente haber interrumpido de esta

forma el pleno, pero la gravedad y urgencia de las noticias que traigo me han

obligado a ello...

En ese momento Luke descubrió su cabeza mostrando a todos su rostro, lo que

provocó que se desataran las exclamaciones de sorpresa e incredulidad entre la

concurrencia.

-¡Maestro Skywalker! -Exclamó el gobernador Quayk levantándose de su silla en

señal de respeto y haciendo que, al instante, la sala al completo se pusiera también en

pie-. Es una bendición sin duda que haya vuelto a Endor... Bienvenido de nuevo a

casa, Gran Maestro.

Se hizo el silencio en toda la amplia estancia y, acto seguido, Luke les pidió a los

presentes con un gesto de su mano que volvieran a sentarse.

-Mi presencia aquí no debiera ser motivo de alegría, Gobernador, ya que traigo

malas noticias... –el viejo maestro hizo una breve pausa mientras consejeros, guardias

y parlamentarios intercambiaban miradas de inquietud.

284
-Adelante, maestro jedi, el consejo le escucha.

-Estoy ante el consejo y el senado para advertiros de que Endor y el resto de

mundos del Núcleo se enfrentan a una inminente invasión yuuzhan vong a gran

escala. Cientos, puede que miles de koros-strohna avanzan impasibles por el

hiperespacio y pronto estarán a las puertas de este y otros sistemas de la Liga.

-Espera un momento -interrumpió el senador Urk'err, todavía desde el estrado-;

¿qué significa todo esto? Los yuuzhan fueron empujados hacia el espacio profundo

por la Guardia Estelar y por los borg. No hemos tenido noticias de ellos desde hace

años.

Se escucharon murmullos de fondo que fueron in crescendo hasta convertirse casi

en un tumulto

-Vamos, dejad que el jedi se explique -se oyó gritar a alguien desde los asientos

mas lejanos

-Es cierto, desparecieron de repente a este lado de la Galaxia, pero eso poco

importa ahora, Janthe. Lo principal es restablecer las comunicaciones con Coruscant

y el resto de sistemas de la Liga para iniciar un protocolo de defensa conjunta cuanto

antes. Mi presencia nos da ventaja, yo puedo detectar fácilmente sus movimientos y

con una escuadra de fragatas podría hacerles retroceder antes de que inicien la

invasión terrestre. Aunque, en realidad, dicha invasión ya a comenzado en algunos

planetas.

-¿Cómo?

-Los dovin basals ya están cayendo sobre el árido suelo de Tatooine.

285
El murmullo volvió a desencadenarse, esta vez acompañado de gritos y

exclamaciones de incredulidad:

-¡No es posible! Gobernador, ¿es eso cierto? ¿Tenemos alguna noticia al respecto?

-Si, Gobernador, si lo que el maestro Skywalker dice es cierto, nuestro centro de

comunicaciones debe haber recibido alguna señal de alarma procedente de los

sistemas de Arkanis.

Ante las interpelaciones de varios senadores y miembros del consejo

gubernamental, Dimor Quayk dejó el lugar que ocupaba y caminó con parsimonia

hasta el centro de la sala, para quedar al lado de Luke y Dirk.

-Antes que nada, quiero pedir tranquilidad al senado y al consejo. Es cierto que

esta mañana hemos recibido una señal un tanto ambigua procedente del sector

Arkanis. Sin embargo, debido al estado defectuoso en el que todavía se encuentran

nuestros sistemas de comunicaciones interestelares, no hemos podido determinar si

dicho escueto mensaje procede de Tatooine, Geonosis o cualquier otro mundo de ese

sector. De igual forma nos ha sido imposible por el momento determinar la naturaleza

del mismo, aunque nuestros técnicos están trabajando en ello sin descanso desde el

mismo momento en el que lo recibimos para desentrañar su contenido. Según me han

hecho saber, en un par de días el contenido del mensaje habrá sido descifrado por

completo.

-Dimor, Tatooine no dispone de tanto tiempo -intercedió Dirk.

-Y puede que nosotros tampoco -añadió Luke.

-De momento no se puede hacer mucho más caballeros, tan solo esperar. Pero no

286
hay motivo para tener miedo: el último jedi ha vuelto a casa, ¿verdad, maestro?

-No podemos esperar, Dimor, esos nidos yuuzhan deben estar a las puertas de

Endor. Debemos avanzar hacia ellos con un escuadrón de fragatas ahora mismo.

-Tal vez no se haya enterado de lo que ha ocurrido por aquí últimamente, maestro

Skywalker. Pero mientras usted estaba ocupado meditando sobre el origen del cosmos

y la naturaleza de la Fuerza, nosotros librábamos la batalla mas sangrienta que se

recuerda desde la caída del Imperio. Y fuimos derrotados sin paliativos. ¿Un

escuadrón de fragatas? A penas queda una operativa, y sus escudos deflectores

funcionan defectuosamente. El resto, incluida la nave insignia de la flota de Endor, el

nebulosa Padme, fueron barridos del mapa por una armada tan poderosa que nos hizo

revivir los tiempos más aciagos del Imperio Galáctico. El Gran Maestro Trey-Jeng

junto con muchos bravos soldados y pilotos murieron durante el asalto. También la

población civil fue masacrada vilmente bajo un bombardeo cobarde e inmisericorde,

después de que esos seres mitad mecánicos, mitad biológicos y del todo antinaturales

llamados borgs nos traicionaran. Sí, todo eso ocurrió aquí, en la Luna Santuario,

durante su ausencia. Y ahora aparece de repente para decirnos lo que debemos hacer.

Lo siento, maestro Skywalker, pero Endor ya no se someterá a los designios de

ningún jedi. Nuestra entereza y nuestro espíritu de sacrificio es nuestra mejor

defensa. La central nuclear subterránea estará terminada en una semana, con lo que

nuestros escudos volverán a funcionar. Poco a poco estamos rearmando nuestra flota.

Y las comunicaciones con el resto de mundos de la Liga volverán a restablecerse en

breve. No me malinterprete, maestro, siempre será bienvenido y su ayuda es

287
inestimable, pero ahora solo el senado y el Consejo de la Gobernación dictan las

órdenes y las leyes en Endor. Y hasta que no tengamos pruebas irrefutables de la

presencia cercana de esos nidos yuuzhan, los protocolos de defensa no se activarán.

Se oyeron algunos aplausos tras las efectivas y efectistas palabras de Dimor

Quayk, aunque menos efusivos de lo habitual. Tras unos segundos en silencio, Dirk

lo miró a los ojos:

-Estás cometiendo un grave error, Dimor, y lo sabes. Pero prefieres mantener el

control total y férreo de este sistema, aún a riesgo de condenarnos a todos a la

extinción, antes de pedir ayuda al Núcleo y darle el control militar al maestro

Skywalker... No son los yuuzhan sino tu ambición de poder lo que llevará a Endor a

la destrucción.

-Cuidado con lo que dices, Dirk. Esa es una acusación muy grave que podría

llevarte a dar explicaciones ante un tribunal.

-No me asustan tus tribunales corruptos ni tu Policía Secreta del S.I.I. A tu

dictadura le queda ya muy poco tiempo, Dimor... En realidad has firmado tu sentencia

de muerte.

-Comandante, sus palabras son del todo inadmisibles e impropias de un oficial de

su rango. Por esa razón me veo obligado a dar por zanjada esta conversación. Capitán

Gergan, acompañe al comandante y al maestro al salón azul, el pleno debe continuar

-y mientras varios guardias se los llevaban de la sala, la voz de Luke Skywalker

resonó dentro de la cabeza del gobernador.

-Dimor, él no acudirá en tu ayuda. Sé que piensas que sí, pero no lo hará. Te dejará

288
morir a ti y a tu familia; nos dejará morir a todos.

Quayk se estrujó el cabello con las manos y luego se giró para ver como Calrissian

y Skywalker eran escoltados por miembros de la guardia urbana hacia las puertas del

salón de actos.

-Así que eres tú el famoso Fynoon Les. Te hacía más alto y un poco más delgado...

En fin, no importa, el caso es que eres un puñetero borg. Y pensar que el Gran

Maestro confió su vida a ser vil y traidor como tú... Eso es, agacha la cabeza,

agáchala y no levantes la vista. Tienes miedo, eh, escoria... Tienes miedo a una

descarga eletromagnética. Todo un houk cibernetizado y tiembla de miedo al ver un

dispositivo del tamaño de un mando a distancia... Debes saber que si fuera por mi,

todos los de tu calaña habríais pasado por la trituradora. Me importa muy poco el

tybanna y todo lo demás... Sois basura, basura cósmica... ¿Me oyes, borg? Ya no eres

el ojito derecho del jedi, ahora estás en el campo de trabajo de Ka'al Jadet, lo que

significa que no vales nada... ¿Ves ese androide, basura? ¿Lo conoces, basura? Es una

unidad R2... El Gran Maestro poseía una como esa. El caso es que está muy

machacada, pero guarda algo dentro. Quiero que lo saques, ¿me oyes, basura?

Olvídate del Halcón, ese trasto ya está reparado; ahora quiero que saques el objeto

que guarda esa unidad astromecánica en su estómago de ojalata y me lo sirvas en una

bandeja intacto. ¿De acuerdo, basura? Algunos de arriba piensan que ese objeto

puede ser importante. Yo no lo creo. Yo creo que deberíamos volar en mil pedazos ese

androide... Y también a la chusma como tú. ¿Has oído lo que he dicho? Basura,

289
basura, basura... Las nuevas directrices están marcadas en tu configuración de

trabajo. No rechistes y puede que termines la faena sin ninguna descarga. Y ahora al

tajo, basura... Mañana pasaré a ver como andas... No quiero estupideces o reciclaré tu

parte mecánica... No me gustas, basura... Nunca me gustaste, basura... Me das asco,

basura... Y ahora a trabajar, ¿me oyes, basura? ¡¡¡A trabajar he dicho!!!

Cuando aquel grupo de Guardias Rojos fueron a sus aposentos, Mig-Wan estaba

terminando de vestirse. En un principio se había mantenido reacio a enfundarse esa

siniestra túnica de color negro garabateada con extraños símbolos bordados, pero tras

cerciorarse de que en su habitación no había otro tipo de prendas, accedió de mala

gana: al menos se trataba de ropa limpia. Se había pasado las últimas seis horas tirado

en la cama, intentando que su cuerpo recuperara las fuerzas mientras su mente no

paraba de darle vueltas a las cosas. También había dormido, pero a penas un par de

horas pues el sueño profundo le era del todo esquivo últimamente. Desde que se

separaran nada más llegar al Gancho del Cielo, Mig no había vuelto a ver a su tío

Kaneyi, a quien desde ahora en adelante debía acostumbrarse a llamar Nerpheus. Sin

duda había estado muy ocupado atendiendo a grandes fastos y protocolarias

celebraciones tras su nueva e impresionante victoria contra los únicos enemigos a los

que los mandalorianos temían de verdad: el Gran Maestro Jedi Trey-Jeng Solo y su

flota estelar de Endor. Tras este nuevo triunfo, los mandalorianos no solo habían

recuperado su antigua grandeza, sino que además estaban en disposición de gobernar

la Galaxia. Por esa razón Nerpheus fue recibido como un Dios, siendo a partir de ese

290
momento tratado como la reencarnación misma de El Gran Mandalore, el primer y

único Padre de Todos.

El sonido por segunda vez del timbre de la puerta hizo que Mig-Wan se levantara

de su silla y fuera a toda prisa a abrir. Al otro lado del umbral habían cuatro

encapuchados vestidos con túnicas rojas que sujetaban unas extrañas lanzas con la

mano derecha. Uno de estos túnicas rojas dio un paso al frente:

-Mandalor'ad; el Mandalore le espera junto al Padre Oscuro.

Mig no dijo nada, simplemente hizo un gesto de afirmación con la cabeza, luego

cerró la puerta tras él y finalmente se puso a caminar en medio de aquel

fantasmagórico grupo de guardias que iban a escoltarlo hasta un salón situado en

aquel mismo edificio, la Torre de la Victoria, pero unos cuantos pisos más arriba. Era

una construcción colosal, erigida en homenaje a los mandalorianos caídos en la

campaña contra Dengar el Traidor, que sobresalía como una atalaya unos trescientos

metros por encima de la base de la estación-fortaleza. Se ubicaba justo en el epicentro

del gancho celestial, y se podía ver desde cualquier punto de Praatba'tor. De igual

modo, desde los pisos superiores podía observarse la estación al completo, junto con

la inmensidad del espacio que los rodeaba.

Mig-Wan fue conducido por los guardias rojos a unos ascensores

electromagnéticos situados al final de un largo pasillo. Una vez dentro, uno de los

togas marcó un código en los botones situados en la pared y las puertas del ascensor

se cerraron. Unos diez segundos mas tarde, las puertas volvieron a abrirse y el

guardia le hizo un gesto a Mig con la mano invitándole a salir.

291
Durante casi un minuto caminaron bajo una tenue luz rojiza por un largo corredor

nacarado. Habían puertas a los lados que permanecieron en todo momento cerradas.

No se cruzaron con nadie durante todo el trayecto y el silencio absoluto solo era

violado por el sonido hueco de sus rítmicos pasos. Tras recorrer unos doscientos

metros llegaron a una enorme puerta flanqueada por otros dos togas rojas, los cuales

al verlos llegar movieron sus lanzas al unísono en un gesto que a Mig le pareció

algún tipo de saludo protocolario.

-Adelante, mandalor'ad: le están esperando -y tras las palabras de uno de los

guardias que lo habían acompañado hasta allí, la enorme puerta se abrió ante él como

por arte de magia. Mig miró entonces a los encapuchados que lo rodeaban con cierta

indecisión para, finalmente, decidirse a cruzar el umbral.

Al otro lado lo esperaba un salón tan amplio como mal iluminado; con una

alfombra roja que se extendía desde la puerta hasta una escalinata sobre la cual se

alzaba una silla repulsora que a Mig le pareció el trono de un rey. Había alguien

sentado en esa silla pero no lograba verlo bien desde la distancia, pues tapaba su

cabeza con la capucha de una túnica de color negro similar a la que llevaba puesta. A

su derecha, de pie, estaba su tío, vestido también con una túnica sith. Además de ellos

tres, grupos de guardias rojos se hallaban desperdigados por los diferentes rincones

del salón.

-Adelante, Mig-Wan, acércate -la voz de su tío sonó serena pero al mismo tiempo

tajante. Mig agachó la cabeza y se puso a caminar lentamente sobre la alfombra,

avanzando entre enormes columnas de más de cinco metros de altura que

292
proyectaban sombras amenazadoras sobre el marmóreo piso, hasta llegar a los pies de

la escalinata. Fue entonces cuando una voz marchita y metálica, que parecía apagarse

con cada palabra pronunciada, llegó hasta sus oídos:

-Acércate más, joven Solo... Déjame ver tu rostro.

Mig miró a su tío y éste le hizo un gesto afirmativo con la cabeza. A continuación

el niño subió los peldaños para quedar así cara a cara con Darth Sidious. Fue en ese

momento cuando pudo ver la máscara que le tapaba medio rostro, y también sus

amarillentos ojos y la piel blanca, casi verdosa, que los rodeaba. El sith extendió su

huesuda mano con el anillo del Emperador todavía colocado en su dedo anular para

que el niño se arrodillara ante él y lo besara en señal de respeto. Pero Mig no se dio

por aludido. Entonces su tío le ordenó que se arrodillara ante su Emperador, a lo que

Mig-Wan respondió con un gesto de negación con la cabeza. Su tío insistió un par de

veces más, pero Mig no se amilanó y siguió en sus trece. Hubo un silencio grave y

tenso que duró varios segundos hasta que, de repente, Sidious lo rompió con una

profunda y lánguida carcajada.

-Si, tiene carácter -dijo tras parar de reír-. No me extraña, a vida cuenta de la

sangre que corre por sus venas -luego, tras una breve pausa, clavó sus groseros ojos

amarillos en el niño para a continuación dirigirse a él con tono solemne:

-La Fuerza es intensa en ti, joven Solo... lo percibo. Por eso sé que el futuro que te

aguarda es inmenso, aunque también lo son los desafíos a los que tendrás que

enfrentarte. Haz caso a tu tío, él te mostrará el infinito poder del reverso tenebroso de

la Fuerza y sabrás que este es el único camino. Nada podrá ya separaros: vuestros

293
destinos se han unido en un mismo torrente que desde ahora fluye inexorable como

Hijo y Padre Oscuro... Que la sabiduría de los sith te guíe en esta noche infinita que

te espera; que haga desaparecer de tu corazón el temor y la duda para que, finalmente,

demuestres ser digno del don que se te ha otorgado... Eso es todo: puedes retirarte,

joven aprendiz.

Tras las palabras de Sidious, Mig-Wan miró otra vez a su tío. Éste dejó escapar

media sonrisa y movió levemente su cabeza indicándole al niño que podía irse. Mig

dio entonces un par de pasos cortos hacia atrás antes de dar media vuelta y bajar la

escalinata a toda prisa. Y mientras desandaba el camino que lo había llevado hasta

allí, caminando sobre la alfombra roja entre inmensas columnas de más de cinco

metros y esquivando sus tétricas sombras proyectadas sobre el reluciente suelo,

Nerpheus y Sidious lo observaban en silencio. Al cabo de unos segundos, el primero

dijo:

-¿Y bien? ¿Qué te ha parecido, Padre?

A lo que el segundo respondió:

-Formidable... Pero también peligroso.

294
Capítulo 45

-¿Peligroso?

-No lo subestimes, sería un error fatal que podría costarnos todo lo que hemos

logrado.

-Solo es un niño.

-Por eso precisamente debes permanecer siempre alerta y no dejar que tus

sentimientos te traicionen. Debes quebrarlo, someterlo y dominar su voluntad cuanto

antes... Y sin mostrar tibieza, piedad o cualquier otro gesto de debilidad que agriete tu

corazón de roca y pueda acabar partiéndolo en dos... Recuerda lo que le ocurrió a tu

abuelo. Fue mi mejor discípulo, mi más fiel lord sith, y sin embargo sus sentimientos

hacia su hijo lo fueron debilitando más y más hasta que terminó por traicionar todo

aquello en lo que creía. No debes dejar que eso también te ocurra a ti.

-No temas, Padre, eso nunca pasará... ¿Acaso lo dudas?

-No, hijo mío, en absoluto. Has sido mi mejor aprendiz, superando a todos los que

antes tuve bajo mi tutela. Has cumplido todos tus cometidos sin dudar y sin

retroceder lo más mínimo. El caos llega a su fin en esta Galaxia; pronto conocerá al

295
mejor Emperador que jamás haya existido... Gobernarás con puño de hierro y traerás

por fin el orden al universo.

Nerpheus se arrodilló ante Sidious, agarrando su mano mortecina para acariciarse

la frente con su dorso:

-Entonces, padre, ¿acaso merezco ya el título de Darth Sith?

-Sabes que no. Aún te falta una última cosa para que tu entrenamiento sea

completo. Debes cerrar el círculo y permitir así que la regla de dos se perpetúe. Y

debes hacerlo ahora...

-Pero, Padre, yo...

-Nada me queda por hacer aquí, mi misión ha terminado. Ahora el futuro de los

sith está en tus manos... Vamos, hijo mío, muéstrale a tu maestro todo tu poder y

conviértete así en el nuevo Padre Oscuro.

Nerpheus se puso de pie con los ojos humedecidos por las lágrimas pero no

titubeó, y tras agarrar con su mano derecha el cuello de Sidious, apretó con todas sus

fuerzas hasta que el viejo lord sith comenzó a quedarse sin oxígeno. Al mismo

tiempo, destellos de un intenso color azul comenzaron a fluir de un cuerpo a otro

como si estuviera teniendo lugar una lucha salvaje entre dos gigantescas tormentas

eléctricas. Pasado un minuto escaso, Darth Sidius dejó de moverse. Entonces

Nerpheus lo soltó y dio un paso hacia atrás. A continuación sacó su sable de luz, lo

encendió y de un solo golpe decapitó a quien había sido su mentor durante más de

veinte años. Mientras la cabeza rodaba por el suelo y caía escaleras abajo, el cuerpo

se escurrió de la silla repulsora y cayó a sus pies hecho un ovillo de carne muerta.

296
Nerpheus no dijo nada, solo guardó su sable y se quedó mirando los restos de su

maestro con gesto inexpresivo. No fue hasta que levantó la vista que no se dio cuenta

de que estaba rodeado por toda la guardia roja y que ésta había hincado una rodilla en

el suelo en señal de reverencia. Kir Kanos, quien se hallaba levemente mas

adelantado que el resto, levantó los brazos sin dejar de mirar al suelo, haciéndole

entrega del sable de luz que había pertenecido a Darth Sidious:

-La Guardia Real te saluda, Darth Nerpheus -dijo con solemnidad-, y te reconoce

como su único amo y señor. Te seguiremos hasta la muerte y te serviremos tanto en la

victoria como en la derrota, pues nuestros destinos se hallan para siempre unidos

desde ahora. Déjanos matar por ti, déjanos morir por ti... Larga vida al Padre Oscuro,

larga vida a Darth Nerpheus, larga vida a aquel que un día gobernará la Galaxia.

Es sabido que las palabras pueden doler más que los golpes más duros, cortar

carne como filo de navaja, atravesar corazones como punta de lanza o hacer añicos la

voluntad inquebrantable del más valeroso de los soldados. ¿Pero es posible que algo

así pueda ocurrirle también a un gran maestro jedi; y no a uno cualquiera, sino al que

muchos consideran el más grande de todos, el último de su orden, aquel que derrotó

al Emperador y trajo de nuevo el equilibrio a la Fuerza? ¿Acaso es posible que las

ladinas palabras de un vulgar político puedan socavar su entereza y triunfar allí donde

tiempo atrás el reverso tenebroso, con todo su inmenso poder, fracasó?

En una angosta habitación de cegadoras paredes metálicas, Luke Skywalker se

halla derrotado antes incluso de haber empezado la batalla. Aunque en realidad dicha

297
batalla se libra desde hace años en su corazón. Las palabras de Dimor Quayk lo han

devuelto a la desesperanza y a la culpa. ¿Dónde estaba él mientras Leiascant ardía

bajo el fuego enemigo? ¿Dónde, mientras su sobrino Trey-Jeng era asesinado delante

de su esposa y su hijo? ¿Dónde, mientras Han, Kaneyi y Chewbacca desaparecían

para siempre sin dejar rastro? ¿Dónde, dónde, donde...? Sentado en un diván espera

ante una potente luz amarillenta que es proyectada directamente contra sus ojos con

el fin de deslumbrarlo, de instigarlo, de desorientarlo... Es un lugar frío y

cuidadosamente calculado para parecer una pequeña estancia de un hospital, muy

similar a aquel cubil en el que encontraran a Deislin Jamerith esa misma mañana.

Pero él no es Deislin, y no necesita los ojos para vez ni los oídos para oír. Solo busca

relajarse para que a continuación la Fuerza se convierta en esos ojos y en esos oídos.

Así que baja los párpados e intenta encontrar algo que lo calme, algo que desenrede

esa maraña de sentimientos que lo ahogan por dentro. Entonces recuerda al niño, ve

su rostro y oye su risa. Su corazón se ralentiza y su respiración se vuelve profunda y

pausada. Y es en ese momento cuando escucha una cálida y entrecortada voz que le

susurra:

-Injusto es que la clemencia que con tus enemigos mostraste no la apliques

también contigo mismo, maestro Skywalker.

-Yoda... -Luke abre los ojos y de repente se encuentra de nuevo en Dagobah,

rodeado de árboles cuyas ramas se enredan las unas contra las otras en una violenta

lucha por el espacio, e imbuido en el cálido vaho que emana la húmeda tierra.

Delante de él, envuelto en un resplandor azulado, está Yoda, su maestro, su amigo, el

298
mas sabio de todos los jedi, que lo mira con sus pequeños y ágiles ojos para los

cuales no existe un alma capaz de esquivarlos.

-Extraño resulta la dureza con la que te tratas -siguió diciendo-. Egoísta y necio

que pretendas acaparar todas las culpas.

-Yoda -Luke mira a su viejo maestro sin terminar de creer que realmente esté

frente a él-; Obi-Wan no me advirtió de que acudirías a mi llamada.

-Avisar no necesito cuando de visitar a un amigo de verdad se trata.

Luke sonríe.

-Y ahora dime -prosiguió Yoda-, ¿por qué contigo mismo tan inclemente te

muestras?

-Lo siento, maestro, no he estado a la altura de lo que de mí se esperaba, y os he

fallado a todos. Por eso, entre otras cosa, me resulta imposible apaciguar este dolor.

-Imposible es, desde luego, si alimentándolo sigues... ¿Ves aquella estrella de allí?

-Luke se giró y miró donde Yoda apuntaba con su índice-. En una supernova

explotará algún día y poco importa lo que tú, yo o el mas poderoso de los lord sith

haga para evitarlo... Nuestro error mas grave sin duda ese ha sido: creernos tan

poderosos como para poder dominar este inabarcable universo. Todo lo contrario la

Fuerza nos dice. Ella aquí está, todo lo posee y todo lo alimenta, su don nos entrega

pero esquiva nos es al mismo tiempo. Ya antes que nosotros aquí estaba, dando la

vida, y así seguirá cuando de nosotros solo un rumor en el vacío infinito del cosmos

quede. Esa es de un jedi la primera lección que ha de aprender, pero tu la has

olvidado. Y por esa razón olvidaste creer en todo lo aprendido. Volver a creer debes,

299
pero para volver a creer debes perdonarte, y para perdonarte has de recordar quien

eres. Trey-Jeng su destino cumplió; Han Solo, Leia, tu padre, Obi-Wan e incluso el

Emperador, cumplieron el suyo. Tú no debes permitir que el dolor y la culpa te

impidan alcanzar el que a ti, y solo a ti, te aguarda.

-Pero estoy perdido, maestro, esta aflicción me nubla la mente y no acierto a

vislumbrar ese destino del que hablas.

-Apaciguar ese dolor tal vez sea... Y que pueda hacerlo solo una cosa hay.

-¿El qué, maestro...? Dime, ¿qué puedo hacer para dejar de sentir esta amargura

que me ahoga?

-Ser tú mismo de nuevo. En ti creer... de nuevo.

Luke agachó la cabeza y, tras unos segundos en silencio, las lágrimas empezaron a

caer por sus mejillas mojando su barba gris:

-Me temo que ser Luke Skywalker es una carga demasiado pesada, maestro.

-Equivocado estás; negarse a uno mismo es lo que de verdad pesa. Dejar de

hacerlo debes; recuerda a tus seres queridos, los que ya no están y los que aún

caminan contigo, ellos también son tú. Negarte a ti es negarlos también a ellos.

Recuerda todo lo que has aprendido y deja que a través de ti la Fuerza fluya como

siempre lo ha hecho. Y entonces, llegado el momento, volverás a creer.

Luke alzó la vista para mirar con ojos húmedos a su maestro. Luego, tras llenar

sus pulmones de aire y soltarlo lentamente en forma de un profundo suspiro, dijo con

voz temblorosa y susurrante:

-Está bien, maestro, lo intentaré.

300
Yoda dejó entonces escapar media sonrisa y negando con la cabeza añadió:

-No, Luke, no... Hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes.

Antes de que el oficial médico saliera de la residencia del teniente Rupard se

detuvo en el umbral y añadió:

-Si, puedo afirmar de que nunca había visto nada igual. Tenía tanta medoxifidrina

en la sangre como para haber derretido un cerebro del tamaño de un carguero

interestelar, y sin embargo aún mantenía su voluntad intacta. Sin duda es una mujer

excepcional. No la pierdan de vista durante estas próximas ocho horas y avísenme si

sus constantes se alteran o los vómitos van a más. No debe deshidratarse y, recuerda,

debéis cambiar los filtros de la máquina de hemodiálisis cada dos horas como

máximo. ¿De acuerdo, teniente?

Rupard asintió con la cabeza. A continuación el capitán anomid Obel Baral, uno

de los oficiales médicos más reputados de todo el sistema, continuó hablando a través

de su máscara de vocalización:

-Mañana a primera hora volveré a ver como se encuentra y veremos si es

necesario trasladar hasta aquí un droide médico para un tratamiento intensivo de

desintoxicación. Pero viendo su fortaleza y como está reaccionando a la hemodiálisis,

no creo que sea necesario.

Baral se despidió de Keyran Rupard y de Deislin Jamerith y caminó hasta perderse

tras una esquina al fondo de un largo pasillo. Keyran y Deislin cerraron entonces la

puerta y volvieron de nuevo hasta la habitación donde yacía Gildren Dedel. Ésta

301
seguía inconsciente pero al menos ahora su temperatura se mantenía estable, lo

mismo que sus constantes vitales. Seguía perdiendo mucho líquido por la abundante

sudoración, pero los vómitos y las hemorragias habían cesado y sus pulsaciones se

mantenían estables y fuera de peligro.

-Vete a dormir, Keyran, yo me quedaré con ella esta noche -le susurró Deislin a

Rupard sin apartar la vista del rostro demacrado de Gildren.

-¿Estás segura, debes estar muy cansada? No, duerme tú esta noche en mi cama y

yo me quedaré aquí vigilando a la Gran Dama.

-Insisto, Keyran. Mañana debes volver a tu puesto y estar en perfectas

condiciones. Recuerda, nadie debe sospechar nada. No, yo me quedaré aquí esta

noche... Mañana ya hablaremos.

-Está bien, como quieras. Pero si necesitas cualquier cosa, o te vence el cansancio,

avísame, ¿de acuerdo?

-Lo haré, no te preocupes. Y ahora vete e intenta descansar.

Keyran salió de la habitación y Deislin se sentó en una silla al lado de la cama

repulsora. Comprobó las lecturas del ordenador y luego revisó los tubos y las

constantes que marcaba la máquina de hemodiálisis. Todo parecía estar bien. Deislin

intentó entonces acomodarse en la silla, pero era difícil encontrar una postura con la

que no le doliera ningún hueso de su cuerpo. Estiró las piernas y luego los brazos,

después dejó escapar un largo bostezo. Miró la hora: era casi la una de la madrugada.

Los speeders de la Guardia de Gergan se paseaban continuamente por los cielos de la

zona residencial militar, situada a un par de kilómetros del derruido Centro de

302
Mando. Pocos edificios quedaban en pie, y la mayoría de las familias que habían

sobrevivido al bombardeo habían sido reubicadas en otras zonas residenciales de la

ciudad. No así los oficiales que habían resultado ilesos o con heridas leves y que, por

tanto, seguían estando de servicio. Este era el caso de Keyran Rupard, a quien Gergan

en persona había recomendado para un ascenso a capitán tras su heroica defensa de

Leiascant, pero que luego, debido a la frialdad con la que había aceptado el nuevo

rumbo político que había tomado la ciudad, había sido desestimado por el alto mando

de forma tajante.

A parte del motor de los aerodeslizadores que de vez en cuando cruzaban el

firmamento, el silencio era absoluto. Tanto que a Deislin le dio la sensación de que

podía escuchar sus propios latidos y el ruido de su saliva al bajar por su garganta; y el

del aire al entrar por su nariz, llenar sus pulmones y salir por su boca; y el de sus

parpados al descender lentamente y devolver un cuarto en penumbra a la oscuridad

más absoluta. Y entonces tuvo la sensación de que la oscuridad también tenía su

propio sonido, su ritmo y su melodía.

Al otro lado de la galaxia, a una distancia que escapa a toda comprensión humana,

un niño, de pie en una sala diáfana y luminosa, esgrime un sable de luz de color

morado frente a un adulto que lo mira directamente a los ojos y que también blande

otro sable de luz, éste de color rojo. El niño es Mig-Wan Solo; el adulto, su maestro

de esgrima, el veterano jefe de la guardia roja Kir Kanos. Tras unos segundos

observándose, Kanos lanza un ataque que el muchacho bloquea tímidamente.

303
Después, el experimentado luchador realiza un par de movimientos rápidos y en un

visto y no visto, el niño está en el suelo y desarmado.

-¿Eso es todo lo que te enseñó tu padre? Creo que voy a tener más trabajo contigo

del que pensaba. Ni siquiera mereces el título de padawan. Levanta y ponte en

guardia.

El niño lo mira con ira y tras un gesto de resignación, vuelve a levantarse.

Entonces Kanos le lanza su sable:

-¡He dicho en guardia! -y tras otra embestida, el muchacho vuelve a rodar por el

suelo hasta chocar contra una columna.

-Yo no sé nada sobre la Fuerza, no tengo ese don ni tampoco puedo presentirlo,

pero lo que si puedo afirmar es que eres un pésimo guerrero -Kanos avanza por entre

las columnas caminando hacia Mig con parsimonia-; débil física y mentalmente, y

con una técnica con la espada de luz más que deplorable. He visto jawas con mejores

trazas peleando que tú. Es tan triste ver como te mueves en la lucha cuerpo a cuerpo

que empiezo a dudar de que seas de verdad el hijo del Trey-Jeng Solo... Sí, debo

avisar al Darth Sith de que tendrá que esperar más de lo previsto para poder

nombrarte su aprendiz.

El muchacho sale entonces de detrás de un pilar y le arroja el sable a los pies:

-Tal vez yo sea un pésimo alumno, es cierto, pero tú tampoco puedes presumir de

ser un buen maestro.

Kanos deja escapar media sonrisa:

-¿Eso es lo que piensas?

304
-Desde luego; un buen maestro hace tiempo que se habría dado cuenta de que no

soy de esas personas a las que los insultos la motiven o afecten siquiera.

-Yo no estaría tan seguro de tu impermeabilidad hacia mis palabras.

-Créeme, no existe palabra en ninguna lengua, conocida o no, que pueda dañar a

un niño que ha visto a su padre morir decapitado a sus pies.

El rictus de Kanos se tensa de repente y a continuación el muchacho continúa

hablando:

-Así que no pierdas más el tiempo con torpes ofensas, no voy a luchar contigo...

No a menos que tenga algo que ganar haciéndolo.

-¿Te refieres a un premio?

-Bueno, puedes llamarlo así.

-Está bien, te propongo un trato. El Darth, tu tío, quiere que aprendas las nociones

básicas en el arte de la lucha con sable de luz antes de tomarte bajo su tutela. Si te

esfuerzas, progresas y facilitas mi tarea, te concederé el privilegio de ser nombrado

capitán honorífico de la guardia roja, y se te hará entrega de una de nuestras togas

junto con una pica de fuerza. ¿Qué te parece?

Mig hace un gesto de negación con la cabeza:

-Lo siento, capitán, pero si eso es todo lo que puedes ofrecerme, esta conversación

no tiene sentido... -luego se gira y comienza a caminar hacia la puerta del fondo ante

la atónita mirada de Kir Kanos, el cual lo detiene enseguida con un grito:

-¡Alto ahí, no tienes mi autorización para retirarte todavía!

Mig se detiene en seco.

305
-¡Da media vuelta! -le ordena el guardia rojo.

Mig le obedece.

-De acuerdo, ¿qué es lo que quieres?

La mirada de Mig se pierde durante unos segundos. A continuación responde:

-Sé que Chewbacca está encerrado en la Torre de la Victoria, dentro de una

pequeña jaula, desde hace más de veinte años... Quiero verlo, aunque solo sea una

vez.

Kanos guarda silencio durante un rato que se hace largo, profundo y denso.

Finalmente acepta con estas palabras:

-Está bien, podrás verlo, pero solo si logras derrotarme.

Mig asiente con la cabeza:

-Acepto el reto.

Y justo en ese preciso momento, el portón del fondo se abre y un emisario entra en

la estancia portando una orden del mismísimo Mandalore:

-Capitán Kanos, el Mandalore quiere verlo enseguida en la Cúpula de Control de

la Torre. Hemos recibido un mensaje de Endor... Al parecer, el último jedi ha sido

encontrado.

306
Capítulo 46

Dirk observaba los agujeros que en su uniforme habían quedado justo donde antes

estaban las medallas y los galones. Se los habían arrancado de cuajo nada mas

encerrarlo en su celda. Era una celda totalmente hermética salvo por una abertura de

unos treinta centímetros de largo y quince de ancho situado en el techo, justo encima

del camastro donde ahora él se hallaba sentado. Llevaba horas en aquel lugar,

incomunicado, preguntándose por el paradero del maestro Skywalker. De repente la

puerta se abrió y Alsid Gergan en persona apareció acompañado por otros dos

miembros de la Guardia Estelar.

-¿Era necesario? -le preguntó Dirk señalando con la mano los agujeros de su

chaqueta.

-Me temo que si, Dirk. Como oficial en rebeldía has sido degradado a soldado raso

y con esa graduación serás presentado ante un tribunal militar para que se te juzgue

por alta traición.

-Y supongo que esos galones habrán ido a parar a tu uniforme. Seguro que los

están cosiendo ahora mismo a tu chaqueta, ¿verdad, Alsid?

307
-Eso no depende de mí. Es una decisión del senado.

Dirk soltó media carcajada.

-No deberías reírte, Dirk, esto no es ninguna broma: te enfrentas a una pena de

muerte.

-No importa mucho ya, Alsid. Todos estamos condenados. Tú has decidido ser el

perrito faldero del gobernador a cambio de sus migajas. ¿Qué te ha prometido, la

comandancia? No creo que ni siquiera eso sea suficiente para ti. Un día de estos,

cuando hayas acumulado suficiente poder militar, harás que la guardia se levante en

armas en pos de alguna excusa abstracta y ambigua y te harás con el control de todo

el sistema. ¿Es esa tu ambición, verdad, Alsid?

-Deja de decir estupideces, Dirk. Endor me preocupa tanto como a ti. Toda mi

familia vive en esta luna, ¿recuerdas?

-Pues entonces únete a nosotros. Libera al maestro y deja que detengamos la

invasión yuuzhan; todavía estamos a tiempo.

-¿Liberar a ese viejo cobarde? ¿Pero de verdad piensas que él va a salvarnos? Yo

no lo creo. Si hubiera estado aquí durante el ataque el resultado hubiera sido muy

distinto. Pero no, estaba escondido en algún remoto paraje de esta inmensa galaxia y

ahora aparece de repente y nos pide que confiemos en él. Lo siento, pero yo no confío

en él y nunca lo haré.

-Sé perfectamente lo que ocurre, Alsid: Quayk te ha contaminado con su falacia.

No hace falta ser un genio para saber eso y para saber también que él y el resto de

próceres de esta ciudad se aliaron con los mandalorianos para eliminar al único

308
escoyo que les impedía satisfacer su infinita ambición de riqueza: Trey-Jeng Solo. Y

tú lo sabes tan bien como yo. Sabes que esos senadores y las ricas familias a las que

representan tenían un plan para la explotación minera de las últimas reservas

naturales de la Luna Santuario, así como para la expansión militar más allá del Borde

Exterior con el fin de ocupar los sistemas geoestratégicos ricos en tybanna. Pero

Trey-Jeng siempre se opuso, y esos miserables ignorantes tan ansiosos de poder y

riqueza se dejaron embaucar por ese general mandaloriano y su ejército y realizaron

un acto de traición como pocas veces se ha visto en la historia de esta galaxia. No

fueron los borgs, sino Dimor Quayk y el resto de familias ricas de Leiascant los que

vendieron la ciudad y la dejaron a merced de esos mercenarios salvajes. Por eso ahora

crees que el pacto del gobernador con ese general y su clan será suficiente para

protegeros de cualquier amenaza, pero te equivocas... ¿Y si este sistema no fuera más

que una pieza sacrificable en un plan mucho más enrevesado y tenebroso? ¿Acaso

crees que un simple guerrero mandaloriano, por muy formidable que sea, puede de

verdad derrotar a un gran maestro jedi como Trey-Jeng Solo? Tu peleaste a su lado

muchas veces y sabes muy bien de lo que Jeng era capaz...

-Hablas y hablas pero yo solo escucho los delirios de un loco...

-No finjas más, Alsid, ambos sabemos que tengo razón: ese mandaloriano, llegado

el momento, os abandonará a vuestra suerte, y entonces Endor estará condenado... Y

luego le llegará el turno al resto de mundos de la Liga... No es a un vulgar líder

mandaloriano a quien Quayk le ha vendido su alma y la de todos los endorianos, sino

a un Lord Sith, ¿sabes lo que eso significa, capitán? Un Lord Sith se debe a una única

309
causa: gobernar la Galaxia, y para él tú, yo, Quayk y el resto de seres que habitamos

este universo no somos nada excepto peones en un inmenso tablero.

-Un discurso muy impresionante, Dirk, pero aún así del todo innecesario. ¿Has

acabado ya?

Dirk no contestó. Tras unos segundos, Gergan continuó con la conversación:

-Entonces dime, ¿dónde están Gildren Dedel y la teniente Jamerith?

-No sé de qué me hablas.

-Me pides honestidad y ahora mientes como un bellaco. Vamos, Dirk, intento

evitarte un trance muy desagradable. Ahí fuera esperan un oficial del S.I.I. y un

androide quirúrjico 2-1B, y ten por seguro que ninguno de los dos será tan amable

como yo...

-Olvídalo, Alsid, no tengo nada más que decirte.

-Está bien, si es eso lo que quieres...

Justo en ese preciso momento, la puerta de aquella opresiva habitación volvió a

abrirse y todo quedó en silencio durante varios segundos. Entonces, de repente, un

androide quirúrjico entró volando en la estancia y chocó contra uno de los miembros

de la guardia que flanqueaban a Gergan, dejándolo inconsciente en el suelo. El otro,

desorientado, dio media vuelta pero algo lo empujó con violencia contra el capitán de

la guardia, golpeándose ambos en la cabeza. A diferencia de sus dos acompañantes,

Gergan no llegó a perder la consciencia aunque quedó visiblemente aturdido por el

golpe. Cuando intentó levantarse, una fuerza extraña que no podía ver lo levantó del

suelo hasta casi tocar el techo de la habitación con la cabeza. Alzó la vista y frente a

310
él pudo ver a Luke Skywalker que lo miraba directamente a los ojos. Dirk Calrissian

se había levantado de la silla y observaba la escena atónito:

-Tienes algo que me pertenece, capitán -le dijo Luke con un tono áspero en la voz.

Gergan seguía levitando en el aire, inmóvil y respirando con dificultad. Aún así, hizo

un lento movimiento con su brazo derecho para dejar ver bajo su chaqueta el mango

de un sable de luz. Al instante, el sable voló para caer en la mano de su verdadero

dueño.

-Si deseas unirte a nosotros todavía estás a tiempo -continuó diciendo el jedi.

Gergan lo miró con desprecio y luego hizo un gesto de negación con la cabeza.

-Está bien, como desees -Luke agarró algo del cinturón del capitán y lo guardó

entre sus ropas-; pero recuerda: debéis construir murallas en las principales ciudades

y evacuar hasta allí a los habitantes de las zonas despobladas. Preparad a la guardia

para la lucha cuerpo a cuerpo y enviad speeders y cazas para registrar a fondo los

bosques en busca de nidos. Tened presente que vuestra misión no es derrotarlos sino

aguantar hasta nuestro regreso. Y lo mas importante de todo: debéis liberar a los

borgs. Ellos son ahora vuestra mejor defensa.

A continuación una voz metálica e impersonal, saliendo de unos altavoces ocultos

en el techo, resonó tajante por toda la estancia:

-Suelte al capitán, maestro Skywalker, y salga con las manos en alto.

De inmediato, Gergan se desplomó para quedar tendido en el suelo retorciéndose

entre accesos de tos y angustia. Luke dio media vuelta y fijó su vista en la puerta que

tras su entrada en la estancia permanecía cerrada:

311
-Dirk, toma el blaster del capitán y colócate detrás de mí -su sable de luz azul

refulgió de repente-: empieza la fiesta.

Fuera, una docena de miembros de la guardia urbana de Leiascant, junto con

varios agentes del S.I.I., se protegían tras una barricada hecha con una plancha de

beskar atravesada en mitad del pasillo. Intentaban así detener la huida del jedi y al

mismo tiempo protegerse de las descargas de sus blasters rebotadas en su sable de

luz. Fue un craso error: Luke no necesitó siquiera hacer uso de sus habilidades con la

espada, simplemente usó la fuerza para empujar con violencia la plancha de acero

arrastrando a todos los hombres que se protegían tras ella hasta estamparlos contra la

pared del fondo. Luego, Dirk y él corrieron por el corredor de la derecha, giraron un

par de veces y luego buscaron los ascensores que les llevarían al exterior. Durante ese

trayecto tuvieron varios encontronazos con guardias que fueron incapaces siquiera de

ralentizar la escapada de los dos fugitivos. Sin embargo, fuera del bunker, un pelotón

de unos cuarenta hombres los estaban esperando ocultos entre la espesura,

sobrevolando con sus speeders o apostados tras piezas de artillería. Luke era

consciete de aquello y sabía que aquel enfrentamiento se cobraría unas cuantas vidas,

tal vez las suyas incluidas.

-No te separes de mí, Dirk -le dijo a Calrissian mientras caminaban hacia la puerta

de salida por una amplia estancia que horas antes se mostraba plena de actividad y

que, sin embargo, en aquel momento aparecía ante ellos del todo desierta.

Se detuvieron junto al portón, con el pulgar de Dirk sobre el botón que lo abría

esperando la orden del viejo maestro. Desde allí se oían los motores de los speeders.

312
-Recuerda -insistió Luke- cuando derribe el aerodeslizador sitúate detrás de mi y

dispara solo a tu derecha. Yo lanzaré las descargas de los blasters a mi izquierda.

Caminaremos despacio hacia el flanco izquierdo y cuando logremos romper su línea

de defensa, saldremos disparados hacia el bosque -tras sus palabras, Luke miró a los

ojos de Calrissian-. Dirk, algunos compañeros tuyos morirán ahí fuera.

-Lo sé. Pero no hay otra manera.

Luke bajó la vista al suelo:

-No, no hay otra manera -luego levantó la mirada de nuevo e hizo un gesto de

afirmación con la cabeza-. Adelante.

El portón se abrió y la luz entró en la sala como agua liberada por las compuertas

de una presa.

Dirk y Luke caminaron despacio hasta cruzar el umbral, blandiendo sus armas en

espera de que los disparos cayesen sobre ellos en cualquier momento. Sin embargo

no hubieron descargas de blaster ni amenazas, ni ningún gesto hostil por parte del

pelotón de guardias que rodeaba el edificio. Más bien todo lo contrario, los estaban

esperando formando en fila frente a ellos, con las cabezas agachadas y presentando

sus armas a los dos fugitivos en señal de respeto. Luke y Calrissian se miraron

estupefactos y, acto seguido, el oficial de más rango dio un paso al frente y se dirigió

a ellos:

-Comandante, Maestro, estamos de vuestra parte.

-Madre, madre, despierta... Madre, ¿me oyes? Madre soy yo, Mig-Wan, tu hijo.

313
Vamos, madre, no puedes rendirte, tienes que despertar. Despierta, vamos, despierta...

Abre los ojos, despierta, despierta...

Cuando Gildren Dedel abrió los ojos tuvo la sensación de estar en medio de un

tornado. Toda la estancia giraba, giraba y giraba a su alrededor y tuvo que volver a

cerrar los ojos para no marearse. Sintió vértigo y náuseas. Pasados unos minutos

volvió a levantar los párpados muy despacio. Tenía problemas para recordar y no

sabía donde estaba. Recordaba su nombre y la voz que le había hablado en sueños, la

voz de su hijo. Entonces toda una serie de terribles imágenes se colaron en su cabeza

y el corazón se le aceleró. Cerró los ojos de nuevo. Seguía sin ser consciente del todo

de lo que había ocurrido, y sus recuerdos carecían de un orden, siendo más bien una

colección de flashes inconexos que refulgían de repente por los rincones perdidos de

su maltrecho cerebro. Abrió otra vez los ojos y miró al techo. Aquel techo era

diferente, pero aún así, y sin saber muy bien por qué, sintió claustrofobia y ganas de

llorar. Intentó mover su mano sin lograrlo. Aquella sensación tan frustrante le era

familiar. Intentó incorporarse, pero ningún músculo de su cuerpo le obedecía.

Entonces miró a la derecha y vio los cables, los tubos y las pantallas llenas de luces y

signos incomprensibles para ella. Luego giró el cuello y miró a la izquierda. Y

entonces la vio. Si, sin duda era ella. Y en su cabeza de repente se hizo la luz y todos

sus recuerdos se ordenaron de golpe. No solo recordaba su nombre, ahora ya sabía

quien era. Intentó mover la mano izquierda y la mano se movió. Intentó mover la

mano derecha y ésta también le hizo caso. Se incorporó lentamente hasta quedar

sentada sobre la cama y durante unos minutos se quedó mirando el rostro de Deislin

314
que ajena a todo seguía durmiendo aplastada contra un butacón y con la cabeza

levemente ladeada. Gildren apretó los dientes y comenzó a quitarse los cables y los

sensores pegados a su cuerpo. Finalmente, tras sacarse de la vena el tubo que la

alimentaba y la hidrataba desde hacía horas, apoyó sus pies descalzos en el suelo y

tras un titánico esfuerzo, logró ponerse en pie. Luego caminó a oscuras por la

habitación hasta la puerta acristalada que comunicaba con el balcón, la abrió y salió a

contemplar las estrellas. Y durante todo ese tiempo, la voz de su hijo no dejó de

resonar en su cabeza: “mamá, despierta... mamá, despierta... mamá, despierta...”

-Ya está, hijo mío, mamá ha despertado, mamá ha despertado... -susurró para sí

misma.

Un intenso dolor en el codo, debido a la postura en la que estaba durmiendo, fue lo

que despertó a Deislin. Al principio, debido a la oscuridad reinante en la habitación,

no se dio cuenta de que la cama que había frente a ella estaba vacía. Pero tras unos

segundos, y una vez que ya sus pupilas se habían dilatado lo suficiente, dio un

respingo en la butaca al ver que Gildren había desaparecido. La buscó con la mirda

por toda la estancia si éxito. De repente se dio cuenta de que una tenue corriente de

aire salía de la puerta de cristal que había a su derecha. Se levantó de un salto, con el

hormigueo todavía recorriendo su brazo derecho, y caminó hacia el balcón.

Fuera, de espaldas a ella, estaba Gildren, escudriñando cada una de las estrellas

que poblaban el firmamento, como preguntándose en cuál de ellas estaría su hijo

retenido.

-Hola, Gildren, veo que te has despertado.

315
-Hola, Deislin -respondió la Gran Dama si ni siquiera girarse-; sí, como ves, he

resucitado.

-El oficial médico dijo que estabas respondiendo muy bien al tratamiento y que

eras una mujer muy fuerte.

-Llegado el momento, todas lo somos.

-Bueno, eso es difícil saberlo...

-Créeme, si tu estuvieras en mi misma situación también habrías respondido con la

misma fuerza.

-Gildren, tengo algo que decirte...

-No hace falta que digas nada, lo sé... De alguna manera, no sabría explicar cómo,

pero lo sé... Y siento de verdad que ese hijo que llevas dentro nunca vaya a conocer a

su padre. Aún así te doy mis bendiciones. A partir de ahora debes cuidarte, debéis

cuidaros los dos -Gildren se dio media vuelta y entonces pudo ver a Deislin que

lloraba desconsolada tapándose la cara con las dos manos. Caminó hacia ella y la

rodeó con sus brazos. Así estuvieron varios segundos hasta que de repente una voz

conocida rompió el silencio absoluto de la noche:

-Siento tener que interrumpir una escena tan bonita, pero no tenemos mucho

tiempo...

Gildren dio media vuelta y allí, frente a ellas dos, estaba Dirk Calrissian asomando

la cabeza por la escotilla de un LAAT, un aerotransporte de la Guardia Estelar.

-¡¡¡Dirk!!! -exclamó la Gran Dama.

-Vamos, despertad a Keyran y subid al speeder, os lo explicaremos todo por el

316
camino.

Cinco minutos más tarde, Keyran Rupard, Gildren Dedel y Deislin Jamerith

estaban a bordo del aerodeslizador que conducía Luke Skywalker.

-Vamos, maestro, ya estamos todos -le indicó Dirk, pero en contra de lo esperado,

Luke no inició la maniobra de despegue.

-No, todavía no -respondió Luke levantándose del asiento del piloto y saliendo

luego por la escotilla situada a su derecha. Tras verlo desaparecer dentro de la casa

del teniente Rupard, Dirk y los demás comenzaron a intercambiar miradas y gestos de

desconcierto. Al cabo de un par de minutos, el maestro jedi apareció llevando en

brazos a su viejo amigo C-3PO. Una vez dentro del speeder, dejó al androide dorado

en uno de los asientos reservados al pasaje y luego, mientras caminaba hacia la

cabina, dejó escapar esta frase:

-Ahora sí estamos todos.

317
Capítulo 47

Durante los siguientes veinte minutos, Dirk y Luke explicaron al resto de sus

acompañantes cual era la situación exacta a la que se enfrentaban. Hablaron sobre el

gobernador, sobre la división interna en el seno de la Guadia Estelar y, por supuesto,

también sobre los yuuzhan vong. Luke les advirtió que éstos habían iniciado ya la

invasión de Tatooine, y puede que de algún otro mundo situado en los límites con la

Zona Salvaje, y que pronto alguno de sus koros-strohna estaría en disposición de

iniciar el bombardeo de la Luna Santuario. Por eso recalcó que entendería

perfectamente que su decisión fuera la de quedarse en Endor para proteger a su

familia y allegados. Todos incidieron en que le seguirían hasta Tatooine, y que su

obligación era la de defender todos los mundos de la Liga de cualquier eventual

ataque. El maestro jedi insistió en que tal vez fuera más productivo llevar a varios de

ellos, en especial a Gildren, hasta Coruscant para poner sobre aviso al Núcleo. Sin

embargo aquello significaba perder un tiempo precioso del que sin duda los

ciudadanos de Tatooine no disponían. Finalmente todos acordaron acompañar a Luke

hasta el planeta donde había crecido, luchar junto a él para liberarlo de la presencia

318
yuuzhan, regresar lo mas pronto posible a Endor y, a continuación, dividirse para que

varios de ellos naveguen hasta Coruscant en busca de ayuda y otros inicien la

búsqueda de Mig-Wan.

-Ahora lo que necesitamos es una astronave rápida en la que quepamos todos -dijo

Deslin mirando al frente cavilosa.

-Conozco la nave perfecta para ello... -intercedió Rupard.

-Ólvidalo -Dirk hizo un gesto de negación con la cabeza-; solo hay una persona en

todo Leiascant capaz de ponerla en marcha, y desde hace tiempo se haya en paradero

desconocido.

-No tan desconocido -interrumpió Luke Skywalker.

-¿Cómo? ¿Quieres decir que sabes donde retienen a Les?

-Exploré la mente de Gergan. No fue difícil encontrar lo que buscaba. Fynoon Les

y R2d2 se hayan en un campo de trabajo en los alrededores de Ka'al Jadet. Y es allí a

donde nos dirigimos ahora mismo.

-Pero, maestro, aunque encontremos a Fynoon, ahora es un borg esclavizado, ni

siquiera podrá mirarnos a la cara sin recibir una descarga. En su estado no nos será de

mucha ayuda. Además será difícil, por no decir imposible, sacarlo de allí.

-Nada resulta fácil en un universo como el nuestro. Pero, del mismo modo, no hay

nada imposible.

Y tras las palabras de Luke, el LAAT giró hacia el norte y aumentó su velocidad al

máximo mientras dejaban atrás la ciudad brumosa y nívea. El Ibleam comenzaba ya a

despuntar y el despejado cielo se iba tintando ante ellos de un intenso color morado.

319
Luke miró entonces a Dirk que lanzaba miradas furtivas hacia atrás de vez en cuando.

-Ve con Gildren y habla un poco con ella. Lo agradecerá -le dijo casi entre

susurros-. Que Deislin ocupe el sitio del copiloto.

Dirk dudó pero al final accedió:

-De acuerdo -dijo antes de levantarse de su siento. Rápidamente, Deislin ocupó su

lugar al lado del jedi.

-¿Cómo te encuentras?

-Bien, gracias, maestro.

-No es lo que hubiera querido, pero dadas las circunstancias creo que es mejor que

vengas con nosotros.

-No se preocupe por mí, soy una Guardia Estelar.

-Lo sé, pero debes ser consciente de que tu prioridad ahora es la de mantenerte

fuera de peligro.

-Maestro, con todos mis respetos, es por eso precisamente por lo que llevo

luchando desde hace semanas, por mantenerme fuera de peligro... Pero, como bien

dijo, no es tarea fácil en este mundo en el que vivimos.

Luke sonrió y el speeder ascendió en el firmamento hasta perderse entre las nubes.

En la Cúpula de Control de la Torre de la Victoria, Darth Nerpheus observaba

pensativo un gigantesca carta de navegación holográfica. A su lado, Skravian y otros

generales Skirata lo observaban en silencio. Acababa de tener una conversación con

los líderes de los otros clanes a través de la holored, quienes empezaban a

320
impacientarse con la actitud pasiva del Mandalore. Éste los tranquilizó con dos

buenas noticias. La primera era que el último jedi había sido encontrado y pronto

sería eliminado; la segunda, que la invasión yuuzhan vong había dado comienzo en

los mundos cercanos al Borde Exterior y que una vez penetraran más allá de la

frontera, el Núcleo capitularía al instante. Cuando la comunicación holográfica con

los jefes de los otros clanes se cerró, estos estaban del todo conformes e incidieron en

el hecho de que no albergaban duda alguna al respecto de las decisiones tomadas por

el Mandalore. Tras ello, Nerpheus se quedó escudriñando los mapas en silencio. La

Cúpula de Control era una sala enorme situada en el último piso de la Torre de la

Victoria, donde trabajaban mas de doscientos oficiales gestionando las

comunicaciones y el tráfico de la armada mandaloriana no solo en Praatba'tor, sino en

toda la galaxia. También desde allí se dirigían los trabajos de edificación de nuevas

partes de la estación-fortaleza, así como de la creación de nuevos cruceros de guerra.

Pero lo que más le preocupaba en ahora al Mandalore era encontrar el emplazamiento

perfecto para iniciar la construcción de su obra más ambiciosa hasta el momento, una

construcción que sin los recursos de la Liga nunca podría llevarse a cabo. Por esa

misma razón, y en vista de que la caída del Núcleo perecía ser ya inminente, no debía

demorar más la elección de ese lugar escondido que, al mismo tiempo, poseyera las

fuentes de energía necesarias para iniciar los trabajos. Mano de obra no le faltaba,

pues cientos de miles de borgs esperaban confinados en mundos-prisión,

específicamente creados para ellos, a que se les asignara un trabajo forzoso en la

construcción de ciudades, los astilleros espaciales o las minas de tybanna.

321
Las puertas situadas al otro extremo se abrieron y dos togas rojas aparecieron

escoltando a Mig-Wan. Nerpheus ni se inmutó y por esa razón, Bragdam Skravian

llamó su atención.

-El mandalor'ad está aquí, gran señor.

El Lider de Todos los Clanes dio media vuelta para ver como el niño se acercaba

hasta él.

-¿Qué tal la clase de esgrima de hoy? -le preguntó cuando llegó a su altura.

-Bien. Kanos es un buen maestro.

-Lo sé. También yo fui alumno suyo hace muchos años.

-¿Qué es eso que observas?

-Mapas holográficos de la galaxia.

-¿Preparas una nueva campaña?

-No exactamente.

El niño y el darth sith se miraron a los ojos.

-¿Para qué me has llamado, tío?

-Mañana partiré a bordo de un crucero en dirección a Endor. Debo encontrarme

allí con el último maestro jedi.

-¡Tío Luke!

-Te he hecho llamar por si deseas que le trasmita algún mensaje de tu parte, puede

que eso le reconforte antes de morir.

-¿Vas a matarlo, igual que mataste a mi padre?

-Así es. Y tras su muerte la orden jedi desaparecerá para siempre, llevándose

322
consigo toda su falacia y sus miserias.

-Deja que te acompañe.

-Todavía no estás preparado.

Mig-wan bajó la mirada. Nerpheus prosiguió:

-Si encuentro a tu madre, prometo traerla sana y salva ante tu presencia... Por

supuesto, me sentiría muy decepcionado si recibiera noticias de un mal

comportamiento por tu parte durante mi ausencia. La dificultad de salir de este

sistema unido a tus nulos conocimientos en astronáutica convertirían cualquier

intento de huida con el que hayas estado fantaseando en un suicidio, y eres demasiado

valioso... Y demasiado listo. ¿Comprendes lo que digo?

-Si, tío, lo comprendo.

-He hablado con Kanos hace un momento. Elogia tus progresos con el sable de

luz, pero también resalta tus problemas a la hora de respetar su autoridad. Debes

saber que en mi ausencia, él ejercerá de tu tutor y tu maestro a todos los efectos y, por

tanto, has de acatar sus órdenes sin rechistar del mismo modo que acatarías las mías.

Me disgustaría mucho cualquier atisbo de rebeldía por tu parte a ese respecto.

-Tranquilo, tío, eso no ocurrirá.

Nerpheus sonrió levemente.

-Está bien, en ese caso, si no tienes nada más que añadir, puedes retirarte.

-Verás, en realidad si quiero añadir algo...

-Adelante.

-He oído a unos soldados hablar de un ataque yuuzhan vong sobre Endor y otros

323
mundos fronterizos... ¿Es eso cierto?

-Si, lo es... Aunque en realidad es mucho más que un ataque: es una invasión a

gran escala.

El rostro del niño se paralizó y tras suspirar continuó diciendo:

-También dicen que tú lo provocaste.

-Dicen bien.

-Pero... ¿por qué?

-Todavía hay que cosas que están lejos de tu comprensión, joven aprendiz. Sin

embargo muy pronto las entenderás y te darás cuenta que aún siendo duras, muchas

de las decisiones que he tomado obedecen a mi voluntad de conquistar sin destruir.

-¿Conquistar sin destruir? ¡Como puedes decir algo así cuando has lanzado las

hordas vong contra el mundo en el que naciste! No existe una raza más destructiva en

todo el universo que los yuuzhan; si no acudes a ayudarles, pronto no quedará un solo

mundo que puedas conquistar.

-Entiendo tu preocupación, pero no temas, todo ha sido cuidadosamente planeado

y ya no hay marcha atrás. Y en cuanto a lo de que no existe una raza más destructiva

que los vong en todo el cosmos, en fin, esa es una afirmación con la que no puedo

estar en mayor desacuerdo.

-Por favor, tío, ayuda a Endor. La gente de la Luna Santuario ya ha sufrido

bastante...

-La mejor manera de ayudarles es eliminar al último Skywalker y dejar luego que

los acontecimientos sigan su curso.

324
Tras las palabras de su tío, los ojos de Mig comenzaron a humedecerse, no como

consecuencia de la tristeza sino por la rabia y la impotencia que se retorcían ahora en

su interior como culebras atrapadas bajo una gigantesca bota. Intentó decir algo pero

no pudo: un nudo en su garganta atragantaba sus palabras antes de que éstas pudieran

salir de su boca.

-¿Puedo retirarme ya, maestro? -articuló al fin.

-Si, puedes retirarte -le respondió su tío, que seguía absorto mirando los mapas

holográficos situados sobre una enorme mesa de navegación.

Mig dio media vuelta y caminó deprisa hacia la entrada situada al otro extremo de

la sala. Y mientras caminaba y las lágrimas se deslizaban por sus mejillas, intentó

concentrarse para dejar su mente en blanco y evitar así que su tío, el Darth Sith,

pudiera presentir cual era la idea que con más fuerza centelleaba ahora en su cabeza.

El aerotransporte aterrizó a un kilómetro del puerto de Ka'al Jadet. Este pequeño

puerto comercial se había convertido ahora en el único puerto operativo en toda la

Luna Santuario, y se hallaba fuertemente vigilado por la Guardia Estelar. Sin

embargo, lo que el grupo no esperaba ver fue escuadrones de la muerte trandoshanos

pululando por los alrededores. Se rumoreaban que estos mercenarios trabajaban codo

con codo con el gobernador, encargándose de los trabajos más sucios en los cuales

era mejor que la Guardia no se viera implicada. Aún así, muchos oficiales se sentían

incómodos cumpliendo la orden de ser permisivos con las actividades delictivas y

cruentas que estos reptilianos estaban llevando a cabo en la Luna Santuario con el

325
beneplácito de la clase política. Pero no era el puerto de Ka'al Jadet lo que los había

llevado hasta allí, sino el campo de trabajo borg que Dimor Quayk había mandado

construir en sus proximidades.

Tras tomar tierra entre unos gigantescos blasé que sirvieron para ocultar el

vehículo, Luke le ordenó a Rupard que le acompañara y, a la vez, les pidió a los

demás que esperaran dentro del speeder. Dirk protestó, pero el argumento del jedi

tenía el peso suficientemente como para convencerlo: Keyran era el único de los

cinco que todavía no estaba en busca y captura, por lo tanto, si fuera necesario, le

sería mas sencillo cruzar los puestos de control, algo que les resultaría del todo

imposible a Dirk, Deislin o Gildren. Además había que añadir la posible presencia de

droides de vigilancia en las cercanías del puerto y del campo de trabajo, con lo que el

uso de cualquier truco mental jedi resultaba altamente peligroso.

-Quedaos aquí y esperad noticias nuestras. Y si la cosa se pone fea, encended los

motores y salid a toda prisa, ¿de acuerdo?

-De acuerdo, maestro.

Instantes después, Keyran Rupard y Luke Skywalker descendían por la rampa del

aerotransporte para continuar luego caminando por el bosque hasta perderse en la

espesura.

Y cuando no llevaban ni la mitad del trayecto recorrido, ambos hombres fueron

sorprendidos por el estruendo a sus espaldas de ramas partidas y árboles derribados.

326
Capítulo 48

Tirados en tierra y ocultos entre la maleza, Rupard y Luke observaban el avance

de un convoy de reptadores que, abriéndose paso a través del denso bosque,

marchaban hacia las inmediaciones del puerto de Ka'al Jadet. Eran tres enormes

vehículos de carga que se movían lentos pero implacables arrollando todo lo que se

cruzaba en su camino. Cuando el último terminó de pasar por delante de ellos, Luke

salió corriendo tras él para saltar sobre un enorme cabrestante, situado en la parte baja

del reptador, y agarrarse luego del manubrio de una pequeña escotilla situada encima.

-¡Vamos! -le gritó a Rupard, quien al instante siguió los pasos del maestro jedi. A

continuación, Luke encendió su espada de luz y atravesó con ella la cerradura de la

escotilla derritiéndola en segundos. Y tras abrirla, ambos se colaron dentro del

gigantesco remolque.

La negrura en su interior era absoluta, por lo que Rupard tuvo que encender su

linterna para poder examinar el entorno. Sin embargo, lo que ambos vieron los

desconcertó e inquieto al mismo tiempo. El remolque estaba lleno de filas de palés y

palés de placas de carbonita que se elevaban hasta su techo. Otras, las que no cabían,

327
eran apoyadas contra las paredes o amontonadas en cualquier rincón.

-¿Qué es esto? -preguntó Keyran visiblemente turbado. Luke se arrodilló para

observar de cerca una de estas placas que había a sus pies.

-Enfoca aquí con la linterna...

Rupard apuntó el haz de luz hacia donde le pedía el viejo maestro.

-Lo que me temía: son borgs congelados en carbonita.

-¡Eso no es posible! -un escalofrío recorrió la espalda de Rupard.

-Me temo que sí, teniente. Y no deja de tener su siniestra lógica: de esta forma

pueden transportar una gran cantidad de ellos con el mínimo gasto de tiempo y

energía. Una vez llegan al lugar de trabajo que se le ha asignado, se les descongela y

a trabajar.

-Pero eso es peligroso. La carbonita no está hecha para congelar seres vivos.

-Si un humano tiene posibilidades de sobrevivir, un borg muchas más. Y en el caso

de que muera, tampoco creo que eso les importe mucho.

-En qué nos estamos convirtiendo...

-En todo aquello contra lo que hemos luchado durante años... Cuidado, parece que

nos detenemos. Me asomaré por la escotilla.

Tras un par de minutos, el reptador se puso de nuevo en marcha, aunque ahora

parecía que se movían por un terreno menos abrupto.

-Hemos cruzado un puesto de control. Estamos dentro -indicó Luke mientras

volvía junto a Rupard.

-Bueno, entrar no ha resultado muy difícil, pero ahora me gustaría saber como

328
piensa sacar a Fynoon Les de este horrible lugar.

-Estamos en un campo de trabajo borg, con lo que no creo que haya mucha

vigilancia. De hecho, la mejor cualidad de un cyborg esclavizado es que no necesitan

ser vigilados: trabajan día y noche y solo descansar entre una y dos horas para

resetearse, y durante todo ese tiempo hacen su faena con diligencia y sin que nadie

tenga que instigarles para ello. Cada cierto tiempo, un androide de vigilancia o un

miembro de la guardia se pasea por el campo de trabajo para ver que todo está

correcto y poco más.

-He oído que a veces se averían, que pueden haber cruces de ondas

electromagnéticas y que en algunos borgs se activan las descargas de castigo de

manera fortuita, haciendo que se queden en el suelo bloqueados y retorciéndose de

dolor durante horas o incluso días.

-Sí, suele ocurrir. Para eso fundamentalmente están los droides de vigilancia y los

miembros de la guardia que se encargan de controlar el campo, para resetear con un

disruptor electromagnético al borg averiado o disfuncional... Un disruptor

electromagnético exactamente igual que éste -Luke sacó entonces un pequeño aparato

rectangular, de unos veinticinco centímetros de largo, con un dial en el centro y dos

botones rojos a los lados.

-¿Tiene un disruptor?

-Así es.

Es el primero que veo. ¿De dónde lo ha sacado?

-Cortesía de Alsid Gergan. Con esto sacaremos a Fynoon Les de aquí.

329
Fuera, a un kilómetro de allí mas o menos, Dirk vigilaba cualquier movimiento

entre la espesura por leve que éste fuera. Se hallaban rodeados por árboles altos y

frondosos y por arbustos que se encaramaban los unos sobre los otros buscando la luz

del Ibleam. Dentro del aerotransporte el silencio era absoluto. Gildren se había

dormido, lo que era un buen síntoma pues significaba que su mente se estaba

reparando a través del sueño. Deislin por su parte miraba circunspecta el follaje a

través de los ventanales de la cabina.

-Descansa un poco, Deislin, yo me quedo vigilando.

-Tranquilo, comandante, no estoy cansada.

-Como quieras.

-¿Crees que lo lograrán?

-¿El qué?

-Rescatar a Fynoon...

-No tengo ninguna duda al respecto.

-Eso espero, si no, nos será muy complicado salir de Endor para pedir ayuda a la

Liga Comercial.

-Tranquila, teniente, todo saldrá bien.

-Me preocupa mi familia.

-Todos tenemos familia en la Luna Santuario, y todos estamos preocupados por lo

que pueda ocurrir, por eso estamos haciendo esto, para asegurarnos todos un futuro

mejor.

330
De repente la voz de Gildren, nítida y serena, les interrumpió para advertirles de

movimiento entre unos arbustos situados a unos sesenta metros a su derecha:

-Hay algo ahí, entre la maleza.

Dirk y Deislin dirigieron su mirada hacia donde les indicaba Gildren.

-Lo veis, las ramas se están moviendo y he visto una sombra esconderse entre

ellas.

-Tranquilidad, estamos en un aerotransporte de la Guardia Estelar con todos los

códigos de identificación actualizados y perfectamente vigentes. Si nos quedamos

aquí dentro no tenemos nada que temer.

-¿Lo veis ahora? -volvió a preguntar Gildren.

-Sí, respondió la teniente Jamerith, hay algo tras esos arbustos.

-De acuerdo, si llegara el caso, yo me ocuparé de hablar con los guardias.

Pero antes de que Deislin le rebatiera, el ruido seco de ramas partidas precedió a la

aparición entre la espesura de un gurreck que, al instante, se puso a olisquear entre los

matorrales.

-¡Un gurreck, es un gurreck! -exclamó Deislin.

-Bueno, no me gustaría encontrarme con uno cara a cara pero aún así es mejor que

tener que dar explicaciones a una de las patrullas de Gergan -observó Calrissian.

-No entiendo como ha podido traicionarnos de esta manera.

-Verás, Gildren, en realidad Alsid no entiende su actitud como una traición hacia

Trey-Jeng y lo que él simbolizaba. Es mucho más sencillo que todo eso: simplemente

cree que está haciendo lo que es mejor para Endor.

331
-Pues se equivoca.

-Desde luego. Pero su voluntad es inquebrantable y, tanto para lo bueno como para

lo malo, esa fue siempre su mejor virtud.

De repente se oyó un chasquido y el gurreck comenzó a dar saltos espasmódicos.

-¡Una trampa, el animal ha caído en una trampa! -Deislin se incorporó para pegar

su nariz contra el cristal.

-Es cierto, intenta escapar pero su pata trasera está atrapada en un cepo.

-Va a arrancársela si sigue tirando así.

El animal bufaba y rugía intentando soltarse pero había caído en una trampa

especial para gurrecks, fabricada específicamente para capturarlos en el bosque. Se

colocaba carne en el resorte y cuando el depredador lo accionaba con su hocico, unos

dientes de acero se cerraban con furia atrapándole una de sus patas. Estas trampas

estaban diseñadas para no causar daño en la cabeza del gurreck ya que éstas estaban

muy cotizadas en el mercado negro, donde se vendían a ricos propietarios que luego

las exhibían en sus salones como trofeos. Si por un casual la cabeza, con su

imponentes colmillos y cornamenta, resultaba dañada, se vendían entonces los

cuernos y la dentadura a ciertos laboratorios clandestinos donde se pulverizaban para

ser luego la base de numerosos placebos, usados tanto en productos cosméticos como

en supuestos medicamentos cuya eficacia nunca había sido probada científicamente.

Por esta razón, los gurrecks tuvieron que ser protegidos por las Leyes de Defensa de

la Biosfera, y su caza prohibida bajo pena de cárcel. Aún así, la caza furtiva seguía

siendo un problema que se había agudizado tras el bombardeo de Leiascant.

332
-Intenta desesperadamente soltarse. No puedo ver esto -Deislin apartó la vista del

cristal de la cabina.

-Ahora muerde la cadena... Por muy fuertes que sean sus mandíbulas, no creo que

logre partir ningún eslabón.

-No es la cadena lo que está mordiendo, Dirk...

-¿Cómo?

-Se está amputando la pierna para escapar.

-Es cierto, tiene sangre en el hocico.

-Voy a liberarlo -Gildren se puso en pie de un salto.

-Gildren... ¡Gildren, detente! -pero el tono tajante de Dirk no logró hacer que

Gildren Dedel desistiera y antes de que Calrissian pudiera cortarle el paso, la mujer

ya había salido por una de las escotillas situadas sobre sus cabezas.

333
Capítulo 49

Cuando Dirk Calrissian asomó su cabeza por la misma escotilla, Gildren caminaba

sigilosa hacia el gurreck, enfundada en un uniforme de la guardia y portando en su

mano derecha una pistola blaster.

-Vamos, Gildren vuelve aquí. Se me ocurren pocas cosas tan peligrosas en Endor

como un gurreck malherido.

Pero Gildren no hizo caso y a unos diez metros del animal se detuvo, levantó su

arma y apuntó con ella a su pata trasera, de la que seguía estirando con todas sus

fuerzas.

-Fallarás y le darás al animal. Deja que yo me encargue...

Pero antes de que Dirk llegara a sacar todo su cuerpo fuera del speeder, Gildren

abrió fuego y la fuerte descarga hizo saltar el cepo en pedazos, liberando así al

gurreck. Éste, dolorido y asustado, no se lo pensó dos veces y salió hacia el interior

del bosque.

-Vaya, buen tiro... ¿Habías disparado alguna vez con un blaster reglamentario? -le

preguntó Dirk visiblemente sorprendido.

-No, pero siempre hay una primera vez para todo -le respondió Gildren

334
enfundando su pistola mientras veía perderse a la bestia entre la maleza.

-¡Entrad en el aerotransporte rápido -les advirtió Deislin-, alguien viene por la

izquierda directo hacia nosotros!

Hubo ruido de pisadas y de ramas que se quebraban, y al fondo los arbustos

comenzaron a temblar. Dirk miró a Gildren durante un breve instante y está le hizo un

gesto de que se metiera de nuevo dentro del vehículo. A continuación, ella se lanzó al

suelo y se escondió tras unos matorrales.

Al cabo de unos segundos, un grupo de cinco trandoshanos armados hasta los

dientes aparecieron en el claro. Llevaban a empujones a tres prisioneros que

caminaban con mucha dificultad, pues llevaban sus cabezas tapadas con sacos y sus

muñecas y tobillos inmovilizados con grilletes y cadenas. Uno de los reptilianos,

apoyando su fusil en tierra, se puso a rastrear el suelo hasta dar con los restos de la

trampa, que agarró y mostró a uno de sus compañeros. Éste soltó un para gruñidos y

luego miró hacia el aerotransportador con ira. Finalmente hizo un gesto con la cabeza

y todos se fueron por donde habían venido.

-¿Habéis visto eso? -preguntó Gildren a través de su intercomunicador.

-Si, y ahora vuelve aquí inmediatamente -le respondió Dirk.

-Uno de esos prisioneros era un niño.

-Gil, olvídalo y vuelve al speeder.

-¿Vamos a abandonarlos a su suerte? ¡Era un escuadrón de la muerte!

-El maestro ordenó que no nos moviéramos del vehículo.

-Conozco a Luke mejor que tú y él no se quedaría con los brazos cruzados... Y

335
menos sabiendo que esos criminales tienen a un niño en su poder.

-¡Vamos, ni siquiera sabes si de verdad era un niño, iba tapado con un saco hasta

la cintura!

-No me importa, voy a liberarlos.

-Maldita sea, había olvidado lo tozuda que puedes llegar a ser -Dirk se giró hacia

Deislin-; está bien, teniente, usted espere aquí.

-De eso nada, comandante. Yo voy con vosotros -y tras sus palabras, la teniente

Jamerith comprobó que su rifle blaster estaba cargado y listo para ser disparado.

-Esto no me va a volver a pasar. La próxima vez yo acompañaré al maestro y

Rupard será quien se quede aguantándoos a las dos... Por algo soy el Comandante en

Jefe de la Flota de Endor.

-Ya no... Ahora todos somos proscritos.

Luke y Rupard se apearon del reptador a unos ciento cincuenta metros de que éste

llegara al muelle de descarga, donde un par de androides y otros tantos guardias los

esperaban. Saltaron del remolque justo antes de doblar una esquina a la derecha y

luego corrieron a ocultarse entre los barracones evitando las cámaras de vigilancia,

para lo cual usaron el disruptor por primera vez. El valioso instrumento usaba

tecnología imperial y según el tipo de frecuencia utilizada podía servir para inutilizar

o resetear aparatos electrónicos. Empleados con los borgs, interactuaba con los

microchips insertados es sus cerebros, y dependiendo de dicha frecuencia de onda,

activaba la señal de castigo o el proceso de reinicio. Sin duda, Darth Nerpheus había

336
compartido dicha tecnología con el Gobernador para fortalecer su alianza, una

tecnología que él había heredado de Sidious y que, además, había sido la principal

baza de sus victorias en sus constantes campañas contra los Señores de la Guerra

borgs.

Después de que Luke inutilizara una pequeña cámara situada justo en la entrada al

barracón que tenían en frente, Keyran Rupard se detuvo y echó una mirada a lo que le

rodeaba. Se hallaban en medio de un campo de concentración enorme, donde los

barracones, de cerca de mil metros cuadrados cada uno, se sucedían uno tras otro

hasta donde alcanzaba su vista.

-Es increíble que Quayk haya podido construir esto en tan poco tiempo -Keyran

seguía mirando a su alrededor con una expresión en la cara mezcla de asombro y

desasosiego.

-Mano de obra no le falta -añadió Luke al tiempo que guardaba el disruptor en su

cinturón.

-¿Cómo vamos a dar con Fynoon? Es como encontrar una aguja en un pajar

gigantesco.

-Para eso estás tú aquí -Luke se pegó a la pared para ocultarse bajo las alargadas

sombras proyectadas por el barracón que tenían a su izquierda. Luego le hizo un

gesto con la cabeza a Keyran señalando la figura de un guardia que acababa de

detenerse de espaldas a ellos al fondo del callejón. Al verlo, Rupard se pasó el dorso

de la mano por la barbilla y caminó hacia él.

Se trataba de un muchacho muy joven, imberbe, que patrullaba con gesto taciturno

337
entre los solitarios e insonorizados barracones de trabajo.

-¡Guardia! -el teniente le llamó la atención y el muchacho dio media vuelta y lo

encañonó con su blaster. Cuando se dio cuanta de que se trataba de un oficial de la

armada de Endor, bajó su fusil e hizo el saludo de la Guardia Estelar:

-L-l-lo si-siento, te-teniente, no se le veía bien entre las so-sombras -balbució

tembloroso.

-No se preocupe por eso. Verá, necesito ayuda, estoy buscando a un borg que esta

confinado en uno de estos barracones.

-Bueno, hay un registro en el ordenador central de todos los borgs del campo...

-¿Usted tiene acceso desde aquí?

-Eh, si, si...

-Pues adelante, use su intercomunicador y búsquelo. Se llama Fynoon Les.

-Lo siento señor, pero aquí dentro los borgs no tienen nombre, solo un número.

-¿Y no hay un registro de entrada?

-Si, señor, pero para permitirle el acceso a él debo comprobar antes su

autorización.

-Ah, si, mi autorización, claro... Espere -Rupard desenfundó su blaster y apuntó

con él a la cabeza del muchacho-; aquí tiene mi autorización.

El guardia dejó caer su rifle, levantó los brazos y se quedó completamente

inmóvil, casi con miedo a respirar.

-Muy convincente, sin duda, teniente -le dijo Luke acercándose por detrás.

-Lo siento, maestro, no tenemos tiempo para estos formalismos.

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Los ojos del muchacho se abrieron como platos cuando reconoció la figura del

viejo maestro jedi:

-¿Es.. es... es usted L-l-luke Skywalker? -tartamudeó con las manos en alto y sin

gesticular a penas.

-Me temo que sí, muchacho.

El rostro del guardia se iluminó de repente:

-Pero no es posible... Soy un gran admirador suyo... Conozco todas sus aventuras,

desde la primera hasta la última, con todo lujo de detalles... Bueno, a decir verdad soy

un gran admirador de toda la orden jedi... He leído y estudiado a todos los caballeros

jedis desde Qui-Gon Jinn hasta Trey-Jenn Solo... Pero usted fue siempre mi preferido,

sin duda alguna... El héroe de mi infancia... Oh, es un gran honor conocerle, maestro,

un grandísimo honor... -el muchacho temblaba ahora de emoción.

-¿Es eso cierto, muchacho?

-Y tanto... Pregúnteme cualquier cosa si quiere...

-No, no es necesario... Y dime, ¿no ves una contradicción en declararte un

admirador de la orden jedi y al mismo tiempo estar trabajando en un lugar tan

espantoso como este?

El muchacho se quedó mudo de repente y así estuvo durante varios segundos

mientras analizaba las palabras del viejo maestro.

-No te preocupes, todavía puedes hacer algo para, digamos, redimirte: necesitamos

que nos ayudes a encontrar a un borg llamado Fynoon Les -Luke agarró entonces el

brazo de Rupard y lo empujó hacia abajo para que dejará de apuntar con su arma a la

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cabeza del joven guardia- Dime, ¿puedes hacerlo, muchacho? ¿puedes ayudarnos a

encontrar a ese borg?

El joven, que se había quedado completamente pasmado, miró a los ojos de Luke

y luego asintió con un movimiento lento de su cabeza.

Gildren, Deislin y Dirk siguieron la pista de los trandoshanos hasta un claro en el

bosque, donde les aguardaba un desvencijado aerotransporte de carga en el que

viajaban junto con otros dos mercenarios más.

Agazapados entre los árboles, Dirk inició la exposición de su plan, pero Gildren

no le escuchó:

-No tenemos tiempo para planear nada, han encendido los motores -dijo saliendo

del abrigo del bosque con su blaster desenfundado.

-Comandante, usted ayude a Gildren a mantenerlos ocupados, yo inutilizaré los

motores de su speeder con esto -Deislin le enseñó una granada de fragmentación y

desapareció entre los arbustos.

-La última vez, sin duda esta es la última vez... -masculló Calrissian mientras

comprobaba que su fusil estaba listo para ser disparado.

-¡¡¡Alto ahí, no oso mováis!!! -el grito de Gildren detuvo al grupo de reptilianos

justo cuando iban a subir por la rampa de carga de su aerodeslizador. De inmediato

éstos se giraron y vieron que un hombre y una mujer uniformados los apuntaban con

sus armas. Uno de los trandoshanos, el que parecía el jefe, dio un paso al frente y

comenzó a hablar con su voz grave y siseante:

340
-¿Qué significa esto?

-Significa que esos prisioneros se vienen con nosotros -le contestó Gildren sin

dejar de apuntarle con su arma.

El trandoshano echó un vistazo a sus compañeros y luego dejó escapar una

carcajada:

-Está bien, ¿cuánto nos ofrecen por sus cabezas? -dijo finalmente. Estaban a unos

diez metros de distancia, así que ambos interlocutores levantaban la voz más de lo

normal para que sus palabras llegaran claras a los oídos del otro

-¿Ofrecer? Ofrecemos la posibilidad de iros de aquí sin ningún agujero en el

cuerpo, ¿qué os parece? -respondió Dirk. El rostro del mercenario se agrió al instante:

-¿Que qué nos parece? Yo os diré lo que nos parece: nos parece que vosotros no

sois miembros de la Guardia Estelar -y acto seguido el escuadrón trandoshano al

completo desenfundó sus armas y comenzaron a disparar. Gildren y Dirk saltaron

buscando refugio entre los árboles, resultando milagrosamente ilesos. Por su parte,

uno de los mercenarios fue alcanzado en el pecho y quedó yacente en el suelo ante el

estupor de sus compañeros.

-Meted a los prisioneros en el vehículo, rápido -ordenó el jefe del escuadrón a sus

compañeros mientras estos no dejaban de disparar. Tampoco Dirk y Gildren cejaban

en su empeño de detener la huida de los mercenarios y seguían abriendo fuego a

discreción. En medio del tiroteo, otro trandoshano fue derribado y al momento la

rampa se cerró y el aerotransporte comenzó a elevarse. Pero entonces se oyó una

fuerte explosión y un denso humo negro empezó a salir de los bajos del vehículo.

341
Seguidamente, los motores de repulsión fallaron y el speeder cayó a tierra cuando aún

no había cogido más que un par de metros de altura. Hubo entonces un silencio que

pareció durar una eternidad. Finalmente, Dirk decidió romperlo:

-¡Vuestro vehículo ha sido derribado, no podéis huir. Si nos entregáis a los

prisioneros, os dejaremos marchar!

Pasados unos segundos, la rampa de carga comenzó a descender. Dirk miró

entonces a Gildren:

-Parece que han entrado en razón... Buen trabajo, teniente -dijo a través de su

intercomunicador. Pero entonces, para sus sorpresa, los cinco mercenarios que

quedaban dentro del vehículo salieron de éste a lomos de sendas motos deslizadoras,

llevando a los prisioneros con ellos. Deislin, Dirk y Gildren dispararon sus blasters y

una de las motos fue alcanzada, con lo que terminó estrellándose contra el inmenso

tronco de un blasé. A continuación los tres salieron al claro:

-¡Escapan! -gritó con rabia Gildren.

-Aún tenemos una posibilidad de alcanzarlos -indicó Deislin mientras se asomaba

al interior del humeante aerotransporte-; hay dos motos más ahí dentro.

Dirk dio media vuelta y subió corriendo por la rampa:

-No se os ocurra seguirme.

Deislin y Gildren se miraron a los ojos.

-Debería ser yo, he pilotado motos como esas muchas veces. Fue parte de mi

entrenamiento como oficial de la Guardia Estelar.

-Yo las he pilotado muchas más veces. Fue parte de mi entrenamiento como

342
esposa un jedi -justo en ese instante, la moto de Dirk pasó sobre sus cabezas a toda

velocidad.

-No hay tiempo para discutirlo: espéranos en nuestro aerotransporte -añadió

Gildren, y acto seguido subió también a toda prisa la rampa del speeder trandoshano.

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Capítulo 50

El joven guardia se asomó a la esquina y saludó a los dos androides de vigilancia

que custodiaban el acceso al barracón 47. Luego ladeó levemente la cabeza para, sin

dejar de mirar al frente, decir entre dientes:

-Son dos androides de vigilancia YI-7.

-¿Puedes camelártelos? -le preguntó Rupard.

-Negativo, teniente, los YI-7 son duros de pelar.

-Está bien, entonces tendré que dispararles... Hazte a un lado, Nikbi -pero antes de

que llegara a desenfundar su pistola, Luke lo detuvo.

-Espera, no eres tan rápido. Podrías darle a uno, pero antes de alcanzarle al otro,

éste daría la alarma. Hay que derribarlos de un solo golpe.

-¿Y cómo piensa hacer -Luke encendió su sable de luz-...eso? -y a continuación el

maestro jedi dio un par de pasos hasta quedar al límite con la esquina. Delante, a unos

diez metros a su derecha, estaban los androides. Luke cerró los ojos, levantó la

espada y la colocó en posición vertical con el mango pegado a su pecho, de tal modo

que podía notar en su rostro el calor que desprendía. Y entonces soltó el brazo con un

344
latigazo tan rápido que incluso resultó difícil de ver para Rupard y Nikbi, haciendo

que la espada volara sigilosa girando sobre sí misma a toda velocidad en una parábola

que terminó alcanzando a los dos robots de un solo golpe y partiéndolos por la mitad.

Pero el sable no se detuvo ahí, sino que tras dar en el objetivo, hizo un giro de 180

grados para, volando de vuelta, regresar a la mano de su dueño. Nikbi y Rupard

quedaron boquiabiertos:

-Vamos -dijo Luke tras apagar su sable y colocarlo de nuevo en su cinturón.

Una vez frente al portón, Nikbi se identificó ante un escáner genético y otro de

retina. Luego se puso a teclear códigos en una consola incrustada en la pared mientras

Rupard y Luke miraban a un lado y otro visiblemente nerviosos. Pasados un par de

minutos, las dos hojas de las enormes puertas hidráulicas se separaron.

-Buen trabajo, muchacho -le dijo Luke antes de usar la Fuerza para levantar los

restos de los robots malogrados y esconderlos dentro del barracón.

-Quédate aquí vigilando, ¿de acuerdo? Si ocurre cualquier cosa, avísanos con tu

intercomunicador -le pidió Rupard antes de que él y el viejo maestro entraran dentro

del amplio edificio.

La destreza de Dirk Calrissian como piloto era famosa en toda la galaxia hasta el

punto de ser considerado el mejor piloto de la Guardia Estelar, sin contar a Trey-Jeng

Solo o a Luke Skywalker. Por eso no le resultó difícil moverse a toda velocidad entre

los árboles para alcanzar al grupo de trandoshanos que huían en dirección este,

seguramente hacia su campamento base. Dirk abrió fuego un par de veces con los

345
blasters de su moto-speeder, pero debía tener cuidado ya que los prisioneros viajaban

encadenados a la parte de atrás de cada una de las motos y tenía miedo de que alguna

de sus descargas pudiera alcanzarles. A velocidades de vértigo, Calrissian se fue

acercando a la moto más rezagada hasta ponerse a su rebufo. Entonces agarró el

manillar con una sola mano, desenfundó su pistola -con la que se sentía más seguro a

la hora de abrir fuego- y disparó con ella una única descarga que alcanzó el hombro

del reptiliano. Éste perdió el equilibrio y cayó entre unos matorrales. Sin embargo la

moto siguió su trayectoria de colisión contra un enorme tronco de blasé que tenía

delante, a unos cien metros. Dirk aceleró hasta ponerse en paralelo y, haciendo gala

de un equilibrio prodigioso, logró saltar de su moto a la que todavía transportaba al

prisionero encadenado para, finalmente y con un movimiento de suave de manillar,

esquivar el árbol por a penas unos centímetro. La moto que había abandonado, sin

embargo, no corrió la misma suerte y terminó estampada contra dicho tronco.

-¿Se encuentra bien? -preguntó Calrissian girando levemente su cabeza hacia

atrás. Al instante oyó un murmullo ininteligible como contestación:

-Está bien, no sé si hablas mi idioma, pero voy a soltarte -Dirk disparó su blaster

liberando al prisionero y, tras reducir la velocidad, lo empujó para que cayera sobre

unos arbustos situados a su derecha. Luego aceleró al máximo para continuar con la

persecución. El prisionero se puso de pie y se quitó al saco que le cubría la cabeza y

no le dejaba casi respirar. Era el viejo Yiuklas Breibeng, más demacrado de lo

habitual y lleno de golpes y contusiones:

-¡Dale duro a esos cabrones! -gritó. Un par de segundos después, otra moto

346
deslizadora se detuvo a su lado:

-¿Por dónde han ido?

-Por allí, directos hacia el Lago Marudi.

Por dentro, el barracón era como un hangar militar, solo que allí nadie hablaba ni

se distinguía voz alguna entre el ruido del instrumental y la maquinaria electrónica

utilizados por los borgs en su trabajo. Estaba lleno de mesas largas dispuestas una al

lado de otra y los esclavos trabajaban sentados en ellas sin levantar una sola vez la

vista de su faena. Keyran y Luke pasaban al lado de ellos y los observaban uno por

uno, tratando de reconocer en alguno de aquellos rostros vacíos el de su viejo amigo

Fynoon Les. No habían ventanas, de manera que tampoco entraba nada de luz del

exterior, y solo un cuantos focos colgados del techo, junto a varias grúas magnéticas,

iluminaban el barracón con una tétrica luz verdosa que resultaba del todo insuficiente

para la pobre visión humana.

-Esto parece una fábrica clandestina de armamento y material militar -subrayó

Rupard-... Fíjese, maestro, tienen hasta un AT-AR imperial montado y todo.

Luke miró hacia donde le señalaba Rupard con su índice y al instante distinguió el

caminante elevándose varios metros del suelo en una esquina parcialmente oculta

entre la penumbra. Luego volvió a comprobar el estado del disruptor para cerciorarse

de que, efectivamente, se estaba quedando sin energía.

-Hemos de encontrar pronto a Fynoon, o no podremos sacarlo de aquí...

Entonces, de repente, Luke oyó un sonido que le resultó del todo familiar:

347
-¿Qué ha sido eso?

-¿El qué? Yo no he oído nada.

-Silencio, venía de allí.

Ambos hombres siguieron caminando en dirección a donde Luke creía haber oído

aquel sonido que tenía tan interiorizado como el de su propia voz. Al cabo de unos

segundos, el sonido volvió a colarse por los oídos de Luke:

-Ahí está, lo has oído ahora.

-Sí, pero no es más que el sonido de un androide... Tal vez un androide

astromecánico o puede que... -el sonido, esta vez más nítido que antes y con mayor

insistencia, interrumpió a Rupard.

-Sí, es el sonido de un androide astromecánico, un androide astromecánico al que

conozco muy bien -y tras sus palabras, Luke estiró el cuello, puso sus manos

alrededor de su boca y comenzó a gritar:

-¡¡¡R2!!! ¡¡¡R2!!! ¿Estás ahí? ¿Me oyes R2? ¡¡¡R2!!! -después aguzó el oído y los

metálicos silbidos de R2d2 se distinguieron perfectamente llegados desde el fondo

del barracón.

-Allí, en aquella mesa... Vamos.

Calrissian tardó a penas quince segundos en volver a tener contacto visual con los

tres trandoshanos escapados. Éstos al verlo acercarse, se giraron sobre sus monturas y

abrieron fuego con sus rilfes y pistolas blaster. De repente uno de ellos, el único que

viajaba solo, giro noventa grados a la derecha y desapareció tras un grupo de árboles

348
enormes que a penas dejaban pasar la luz del Ibleam. Dirk no picó el anzuelo y siguió

a la caza de quienes transportaban a los rehenes. El perseguidor y los perseguidos

subieron una colina a toda velocidad envueltos en un intercambiando continuo de

disparos y, tras cruzar un pequeño claro, volvieron a desaparecer en el denso bosque.

Las descargas agujereaban los troncos y hacían estallar las rocas a su alrededor, pero

de momento ninguno de ellos era capaz de hacer blanco en su objetivo, en el caso de

Dirk por miedo en alcanzar a los prisioneros. Entonces, saliendo de la nada, el tercer

trandoshano apareció a lomos de su moto-speeder para quedar justo detrás de

Calrissian, abriendo fuego al instante.

-Maldita sea, debía haberlo imaginado -masculló Dirk mientras se giraba

disparando su blaster. Sin embargo, le estaba resultando demasiado complicado

perseguir a los otros dos y al mismo tiempo esquivar los disparos de la moto que lo

perseguía; y tras eludir milagrosamente un par de descargas turbo-blaster y sortear un

par de gigantescos blasé, su moto fue alcanzada por un arpón anclado a un cable de

acero flexible que al instante comenzó a recogerse en un cabrestante situado bajo el

morro. Dirk supo entonces que estaba en un grave problema, pues su velocidad y su

maniobrabilidad se habían reducido drásticamente, así que no le quedó mas opción

que lanzarse contra un tronco de unos dos metros de anchura que tenía delante.

Cuando parecía que la colisión era inevitable, Calrissian lo esquivó por la izquierda

por a penas medio metro, haciendo que el cable golpeara y se enredara en el poderoso

tronco. Dirk no se lo pensó dos veces y saltó de su vehículo cayendo entre unos

arbustos. Las dos motos, enganchadas entre sí y enredadas al árbol, dieron un par de

349
vueltas completas y terminaron por colisionar la una contra la otra. Debido a su

aparatosa caída, Dirk no pudo ver que el mercenario también había saltado de su

moto, y cuando salió al claro para comprobar los daños, el reptiliano, que se había

partido una pierna al caer contra una roca, lo encañonó oculto entre unos matorrales.

Sin embargo, no tuvo tiempo de abrir fuego ya que una descarga de turbo-blaster le

agujereó el pecho dejando su cuerpo sin vida tendido en el suelo. Dirk desenfundó su

arma de inmediato y dio media vuelta.

-¿Le llevo a algún sitio, comandante? -le preguntó Gildren tras detener su moto

delante de él.

Dirk sonrió levemente y, tras subirse a la moto-jet, le replicó con urgencia:

-Van hacia el lago, rápido.

Luke Skywalker y Keyran Rupard se acercaron a toda prisa a una mesa de trabajo

situada en un oscuro rincón a unos veinte metros a su izquierda. Sobre ella, sujetado

por un par de brazos de acero articulados, estaba R2d2 con la barriga abierta en canal,

los cables por fuera y la cabeza dando vueltas descontrolada mientras no dejaba de

quejarse con ese sonido tan característico que al viejo jedi, en aquel momento, le

sonaba a música celestial. De espaldas a ellos, la corpulenta figura de un borg houk se

recortaba entre tinieblas al tiempo que hurgaba en las tripas del androide con un

soldador y unos alicates.

-¡R2, no lo puedo creer, eres tú de verdad! -exclamó Luke. Luego miró al borg y

continuó diciendo:

350
-Fynoon, sé que me oyes, no puedes contestar ni reaccionar a mis palabras pero

me oyes: hemos venido a sacarte de aquí -acto seguido, Luke se apartó de Les, sacó

el disruptor y lo encendió. A continuación, ante la atenta mirada de Rupard, se puso a

apretar botones y a mover la rueda del dial muy despacio: debía encontrar la

frecuencia exacta que reiniciara el programa insertado en el microchip de Fynoon, lo

que le dejaría noqueado durante una hora al menos. Sin embargo, aquello podía llevar

su tiempo. Mientras, Fynoon seguía a lo suyo, intentando abrir una brecha con una

sierra de beskar en el armazón del pequeño androide.

-Creía que lo estaba arreglando -intervino Rupard con cierta preocupación.

-Está haciendo el trabajo que le hayan asignado, y no necesariamente tiene por que

ser una reparación.

-Pues si de verdad le tiene aprecio a este androide, más le vale darse prisa,

maestro...

En ese instante, la voz de Nikbi resonó a través del intercomunicador de Rupard:

-¡¡Teniente Rupard, maestro Skywalker...!!

-Sí, Nikbi, ¿qué ocurre? -respondió Keyran.

-Tenemos problemas, una patrulla de YI-7 vienen hacia acá. Han debido perder la

señal de sus compañeros y vienen a efectuar una comprobación.

-¿Estás seguro de ello?

-Lo he captado con mi intercomunicador.

-Está bien, de cuantos robots hablamos.

-De diez, puede que alguno más.

351
-Puedes distraerlos un rato.

-Verá, teniente, ese es el problema: saben que fui yo quien abrió la puerta del

barracón sin su autorización.

-De acuerdo, Nikbi, tranquilo, ¿de cuánto tiempo disponemos?

-No lo sé, uno o dos minutos antes de se presenten aquí con muy malos modos.

Rupard miró a Luke:

-Ya lo ha oído, maestro, debemos salir de aquí echando leches.

-Está bien, agarra el disruptor...

-Pero yo no sé como funciona este trasto.

-Solo debes manejar esa rueda hasta que la luz se ponga roja. Entonces aprieta el

botón de la izquierda y mantenlo pulsado durante al menos cinco segundos...

-Parece fácil...

-Es muy importante que muevas el dial con mucha suavidad, sino perderás la señal

y tendrás que empezar de nuevo, ¿entendido?

-De acuerdo, de acuerdo... Mover el dial con suavidad hasta que se ponga la luz

roja y luego apretar el botón de la izquierda durante cinco segundos. Claro como el

agua.

-Está bien, voy a ocuparme de esos vigilantes.

No fue difícil para Calrissian seguir el rastro de los dos mercenarios que todavía

intentaban escapar. Los motores de repulsión de sus motos-jet aplastaban la hierba y

los arbustos a su paso, con lo que dejaban una estela fácil de observar a simple vista

352
entre la densa espesura. Los trandoshanos, por su parte, habían reducido

considerablemente la velocidad al creerse seguros tras ver el humo en la distancia y

marchaban en paralelo hacia la orilla del lago Marudi, donde les esperaban otros dos

mercenarios a bordo de un hidro-esquife. Al llegar, detuvieron sus motos e hicieron

bajar a los prisioneros que fueron conducidos a empujones al interior de la barcaza.

Pero justo en ese instante, una descarga de turbo-blaster hizo saltar en pedazos una de

las motos y, acto seguido, otra apareció de entre los árboles disparando sus armas a

discreción. Mientras encendían los motores del vehículo anfibio, uno de los

mercenarios agarró el cañón blaster que se elevaba en su popa y disparó contra la

moto que no dejaba de hostigarles. Mientras, Gildren y Dirk avanzaban directos hacia

la embarcación, esquivando también los disparos de la única moto-jet que aún no

habían logrado destruir.

-¡Gildren, detente, no podrás esquivar esos disparos, debemos derribar primero la

speeder que llevamos detrás! -insistió Dirk. Pero Gildren hizo caso omiso a sus

palabras y siguió tras el hidro-esquife que se internaba a toda velocidad en las aguas

del lago.

-Esto no es buena idea, Gil, dependiendo de la profundidad de este lago podríamos

quedar sumergidos; estas motos son muy rápidas pero no cogen casi altitud.

-Tú encárgate del de detrás, yo me ocupo de conducir este trasto.

Pero cuando estaban a menos de cinco metros del esquife, ocurrió lo que Dirk se

temía: llegaron a una zona muy profunda del lago y la moto comenzó a perder altura

progresivamente hasta quedar sepultada bajo el agua. El trandoshano que los

353
perseguía se detuvo al instante, sabiendo que de no hacerlo también él quedaría

sumergido, y comenzó a observar el agua con cierta satisfacción. De repente algo

salió volando de debajo de la superficie y se enganchó en la popa del hidro-esquife, y

un par de segundos más tarde, la moto-jet salio del agua arrastrada por la

embarcación al tiempo que Calrissian disparaba una y otra vez su rifle. Uno de esos

disparos impacto en la cabeza del mercenario que les perseguía, cuando éste trataba

de desenfundar su pistola, y fue lanzado hacia atrás sin vida como un muñeco de

trapo.

-¡Vamos, recoge el cable, si no, acabaremos volcando! -le gritaba Dirk a Gildren

sin dejar de disparar. Mientras, desde el hidro-esquife las descargas se sucedían.

Gildren apuntó los turbo-blasters de la moto deslizadora, que ahora era arrastrada por

el agua como un trineo acuático, y disparó una última descarga a toda potencia que

impactó de lleno contra el cañón de popa de la barcaza, estallando al instante.

-Buen disparo -dijo Calrissian mientras recargaba su rifle-; según mis cálculos,

solo quedan dos ahí dentro -pero entonces un tiro certero de blaster alcanzó su fusil y

este cayó al agua. Visiblemente enfadado, Dirk se puso de pie a horcajadas sobre una

moto-jet sin estabilidad alguna, y manteniendo el equilibrio de forma casi milagrosa

apuntó detenidamente con su pistola a la cabeza del trandoshano que desde la popa

del esquife no dejaba de dispararle. Las descargas de blaster le pasaban por al lado,

pero Dirk se mantuvo erecto y haciendo gala de una increíble sangre fría, se tomó su

tiempo en apuntar. Al cabo de varios segundos, hizo un único disparo que atravesó la

frente del reptiliano. Mientra tanto, el cable de acero se había recogido casi por

354
completo en el cabrestante, y Dirk logró abordar la embarcación trandoshana de un

solo salto. Subió por su estribor hasta llegar a la cubierta y allí se encontró con el

último mercenario que se parapetaba detrás de uno de los rehenes apuntándole a su

vez con su pistola en la sien.

-¡Alto, no des un paso más, soldado o le vuelo la cabeza! -le ordenó con el rostro

desencajado.

-No te buscamos a ti, si lo sueltas podrás marcharte -replicó Dirk.

Pero antes de que el reptiliano llegara pronunciar una palabra más, un disparo le

voló el pecho y éste se derrumbó como un castillo de naipes.

-Ni lo sueñes, asesino, tú de aquí no te vas -dijo Gildren con gesto de rabia

mientras su blaster todavía humeaba.

-No tenías por qué haberlo matado -le increpó Calrissian.

-¿Acaso te fiabas de él?

Dirk no supo qué contestar y mientras se hacía con el mando del timón de la

barcaza, Gildren barrió la cubierta con la mirada hasta dar con un cuerpo de metro y

medio de altura que se encogía en un rincón temblando de miedo. Rápidamente se

abalanzó sobre él para quitarle la capucha que le tapaba de cintura para arriba:

-Tranquilo, tranquilo, ya está, no va a pasarte nada, estás a salvo, estás a salvo...

Sin embargo, la sorpresa fue mayúscula cuando descubrió que, lejos de lo que

había pensado, aquel cuerpo pequeño no pertenecía a un niño sino a un bothan adulto:

-Gracias, gracias, me habéis salvado -decía el bothan temblando ahora de

excitación-; iban a hacer conmigo carnaza para gurrecks, conmigo y con ese viejo

355
estúpido de Breibeng; aunque su carne vieja y marchita ni para eso serviría... Gracias,

gracias de verdad, os debo la vida, os debo la vida...

-Te lo dije, mira que te lo dije... -le reprendió Dirk a Gildren con acritud. La mujer

lo miró inexpresiva y luego volvió a prestar toda su atención al bothan. Calrissian,

por su parte, apagó el motor del esquife y se puso a rebuscar en los bolsillos de uno

de los reptilianos muertos hasta encontrar una rudimentaria llave que le lanzó a

Gildren. Ésta la agarró en el aire y la usó para liberar al bothan de los grilletes que le

habían desollado la carne de las muñecas y los tobillos. Luego, Dirk caminó hacia el

otro prisionero para quitarle el saco que le asfixiaba. Y cual fue su sorpresa cuando se

encontraron cara a cara con un mon calamari a quien conocían sobradamente:

-¡Uzig! ¡No puede ser! ¿De verdad eres tú?

-Vamos, déjate de monsergas y quítame ya estos cochinos grilletes, maldita sea.

356
Capítulo 51

Nikbi entró en el barracón a toda prisa y gritando “teniente Rupard, teniente

Rupard” mientras lo buscaba por entre las mesas de trabajo de los esclavos borg.

Finalmente, una voz desde el fondo le respondió un “aquí” que se alzó alto y claro

sobre los ruidos metálicos e industriales predominantes y el joven guardia dio con el

lugar exacto donde se encontraba Keyran Rupard.

-El maestro pregunta si le queda mucho -dijo jadeando cuando llegó a su altura.

-Pues no lo sé, no termino de pillarle el tranquillo a este cachivache.

-Es que no paran de llegar vigilantes y a estas alturas ya habrán dado el aviso a

Leiascant. Pronto tendremos un ejercito detrás de esas puertas.

-Dile al maestro que hago lo que puedo... Demonios, se me ha vuelto a escapar la

señal.

-Con todos los respetos, señor: creo que mueve el dial con mucha brusquedad.

-¿Ah, si...? No sabía que un simple guardia raso supiera manejar un instrumento

de precisión como éste.

-Pues sí, es parte del examen para acceder al puesto de vigilante en el campo de

357
trabajo.

Rupard lo miró incrédulo:

-Está bien, chavalín, todo tuyo.

Nikbi miró el disruptor y luego miró a los ojos de Rupard:

-De acuerdo, lo intentaré.

En el exterior, Luke iba despachando a todos los droides de vigilancia que iban

saliéndole al paso. Había dejado fuera de circulación a un pelotón entero y ahora se

estaba encargando del segundo. Las descargas de los blasters de los robots eran

bloqueadas y repelidas por su sable de luz, terminando muchas de ellas por alcanzar a

los mismos droides que habían efectuado los disparos. Al tiempo, con movimientos

ágiles y rápidos, propios de una danza que resultaba letal para sus enemigos, el viejo

maestro iba derribando las máquinas con estocadas de su sable tan certeras como

precisas. Cuando el último de los vigilantes cayó, abierto en canal tras lanzarle su

sable como si se tratara de una daga que girara sobre sí misma, Luke usó su

intercomunicador para hablar con el teniente.

-Keyran, ¿cómo va eso?

-Ya casi está, maestro, solo un par de minutos.

-Tienes que darte prisa, esto se va a llenar de guardias dentro de nada.

De repente algo tapó la luz del Ibleam y su sombra se proyecto sobre el maestro

Skywalker, quien al instante miró hacia el cielo desconcertado. Entonces pudo ver un

viejo MTT, el transporte baktoide creado por la extinta Federación de Comercio para

transportar droides de combate en tiempos de la República. El enorme vehículo se

358
paró a unos veinte metros de distancia para tomar tierra en una amplia explanada que

había frente a las interminables filas de barracones.

-Rupard, tenemos problemas aquí fuera -dijo Luke a través del intercomunicador.

En ese instante los portones se abrieron y filas y filas de droides B-1 comenzaron

a descender y a colocarse en posición de ataque.

-¿Qué sucede, maestro?

-Creo que esto me supera, teniente.

Dentro del barracón, Rupard no paraba de achuchar a Nikbi:

-¡Vamos, ya lo has oído; creía que sabías manejar este condenado aparato!

-Fui el más rápido de mi promoción, aunque no practicábamos con cyborgs sino

con androides que son mucho más sencillos de bloquear.

-Será mejor que me dejes a mí otra vez -las explosiones y los disparos que

llegaban desde el exterior se oían ahora con claridad dentro del hangar-; vamos, deja

que lo vuelva a intentar...

Pero antes de que Rupard le arrebatara el disruptor a su advenedizo compañero, la

luz roja se encendió y Nikbi de inmediato apretó el botón izquierdo.

-¡¡Ya está, lo conseguí, lo conseguí...!! -gritaba casi saltando de alegría. Cinco

segundos más tarde, el cuerpo de Fynoon Les comenzó a vibrar azotado por unos

temblores que se fueron intensificando hasta terminar convertidos en unos

descontrolados espasmos que, de golpe, tensaron todos y cada uno de los músculos de

su cuerpo. Tan solo unos instantes después, como si alguien hubiera apagado un

interruptor invisible, el enorme borg houk se derrumbaba inconsciente sobre su mesa

359
de trabajo con los ojos completamente en blanco y el corazón latiéndole muy muy

despacio.

-¿Y ahora qué? ¿Cómo vamos a transportarlo? Este houk cibernetizado debe pesar

por lo menos trescientos kilos -preguntó Nikbi con gesto perplejo.

-Buena pregunta, muchacho, muy buena pregunta...

Fuera, Luke se estaba viendo en problemas. Le resultaba increíble que el

Gobernador se hubiera hecho con varios escuadrones de estas viejas reliquias

militares, pero no dejaba de tener su lógica: con los borgs esclavizados su producción

resultaba barata y eran máquinas perfectas para la colonización de planetas inhóspitos

y poco explorados más allá del Borde Exterior, lo que sin duda era el verdadero

objetivo de Quayk y el resto de familias poderosas de Leiascant. Arrinconado en un

calléjón, Luke tuvo que iniciar una ágil maniobra de escape usando un empujón de la

Fuerza para lanzar varios de estos B-1 contra sus compañeros, lo que causó el caos

suficiente como para que el viejo maestro pudiera girar la esquina y correr en

dirección a la entrada del barracón donde se hallaban Rupard y Nikbi.

-Rupard, voy hacia la entrada del barracón -le gritaba por el intercomunicador

mientras corría hacia allí-; nos han bloqueado la huida por aquí, tendremos que salir

por la parte de atrás.

Las descargas disparadas por los B-1 pasaban rozándole mientras corría calle

arriba. Entonces llegó a la esquina que debía girar para encontrarse de lleno con la

entrada al hangar, pero al hacerlo se dio de bruces con algo que no se esperaba en

absoluto. Se trataba de un tanque repulsor T2-B, un vehículo que él conocía muy

360
bien, pues había sido usado habitualmente por la Alianza Rebelde tras la batalla de

Endor, y de los que la Guardia Estelar poseía aún numerosas unidades. Aún así eran

vehículos usados solamente en misiones de pacificación y en la defensa de mundos

que se hallaban bajo serias amenazas de invasión por parte de los piratas, y siempre al

otro lado de la frontera.

El tanque comenzó a avanzar y la torreta, con sus cuatro cañones blaster, giró con

un movimiento rápido para apuntar hacia Luke Skywalker. Una voz sonó entonces

por un altavoces situados bajo los cuatro cañones:

-Deténgase, maestro Skywalker, no tiene ninguna opción contra nuestra potencia

de fuego. Por favor, suelte su sable de luz y no haga ningún movimiento brusco.

Luke resopló y cuando ya se disponía a lanzar su arma jedi, una enorme explosión

arrancó de cuajo el portón del barracón que había frente a él. La deflagración quedó a

espaldas del tanque pero aún así, el capitán al mando ordenó al artillero que siguiera

apuntando al maestro jedi. Mientras tanto el piloto observaba a través de los espejos

reflectores como un AT-AR, a pasos lentos, salía del barracón entre una nube de

polvo y humo. Luke, inmóvil en medio de la calle, observaba la escena sin saber muy

bien qué estaba ocurriendo.

El capitán del tanque intentó en ese momento comunicarse con el AT-AR pero no

obtuvo ningún resultado. El caminante, por su parte, se había colocado en mitad de la

calle en una clara posición de ataque. Entonces Luke frunció el ceño y el piloto

advirtió a su capitán:

-Señor, el AT-AR parece estar centrando su objetivo.

361
El capitán se asomó por una de las troneras y acto seguido exclamó:

-¡Rápido, desplieguen el escudo! -pero su reacción llegó demasiado tarde y antes

de que el piloto pudiera poner los escudos a su máxima potencia, el caminante había

desplegado ya toda su artillería contra el T2-B, agujereando su chásis y haciendo que

su cañón cuádruple estallara en mil pedazos. Luke logró saltar a tiempo para ponerse

a cubierto y observar el resto de la escena agazapado en una callejuela entre dos

hangares. El AT-AR, lejos de detenerse ahí, caminó hacia los B-1 que cortaban la

huida del viejo maestro y siguió disparando contra ellos sus cañones blaster y su

lanza granadas de concusión. En a penas un par de minutos, el camino estaba

completamente despejado. Entonces sí, el AT-AR se detuvo y, al cabo de unos

instantes, la escotilla situada en la parte superior de su cabeza se abrió permitiendo

que el joven Nikbi se asomara con cautela:

-¡Maestro, maestro! ¿Dónde está, maestro?

Al verlo, Luke salió de su escondite y caminó hacia él:

-Bonito vehículo os habéis agenciado.

-Suba maestro, nos largamos de este lugar.

-¿Y Fynoon Les?

-Aquí dentro, durmiendo como un bebé.

-Había un androide con él, una unidad R2...

-Tranquilo, maestro, R2d2 también está con nosotros.

Luke sonrió:

-En ese caso me parece que vamos a ir un poco apretados ahí dentro...

362
Deislin Jamerith demostró su valía a los mandos de un aerotransporte militar al

lograr tomar tierra a orillas del Lago Marudi, en un claro del bosque de no mas de

seis metros de ancho por seis de largo. Allí la esperaban Dirk Calrissian y Gildren

Dedel, junto a Gial Uzig y un bothan a quien no conocían llamado Kublin Melan.

Deislin se abrazó al mon calamari nada más verlo y luego se deshizo en lágrimas: se

había quitado un enorme peso en su corazón, pues estaba segura de que, por su culpa,

Gial había sido capturado por el S.I.I. y ajusticiado al instante. Y esa era sin duda la

intención de la policía ideológica del Gobernador, como así le confirmó el propio

Uzig una vez estuvieron todos dentro de speeder, pero milagrosamente logró escapar

de ellos y refugiarse en el barrio portuario, en casa de unos amigos que le dieron

cobijo arriesgando con ello sus propias vidas. Rápidamente, el S.I.I. puso precio a su

cabeza y un escuadrón de la muerte trandoshano, quienes solían operar en los barrios

más desprotegidos de la ciudad, dio con su paradero y fue hecho prisionero. Iba a ser

llevado al campo de Ka'al Jadet para los experimentos de cibernetización que se

estaban llevando a cabo allí en absoluto secreto.

-¿Y tú, también ibas a ser cibernetizado? -le preguntó Deislin a Kublin Melan.

-No, al viejo Toth y a mi nos aguardaba un destino mucho más modesto: íbamos a

ser convertidos en carnaza para gurrecks.

-En ese caso, habéis tenido todos mucha suerte -subrayó Dirk mientras ponía de

nuevo los motores en marcha.

-¡Ey, conozco este androide! -exclamó Melan al ver a C-3PO encogido en uno de

363
los asientos- Yo lo encontré, lo arreglé y se lo entregué al gran maestro jedi Luke

Skywalker.

-¿Es eso cierto? -preguntó Dirk.

-Por supuesto. Lo compré en una subasta a unos chatarreros de la Guardia Estelar.

-Pues en ese caso he de decirte que no hiciste un gran trabajo, ese androide no

hace más que darnos problemas -añadió Calrissian con cierta sorna.

-No tenía las herramientas adecuadas, pero aún así salvé su memoria, que es lo

verdaderamente importante.

-No le hagas caso, Kublin Melan -intercedió Gildren tras girarse y mirarle

directamente a los ojos-; ese androide de protocolo significa mucho para mí y para el

maestro Skywalker, así que te doy las gracias en el nombre de ambos, y también en el

de Trey-Jeng Solo.

-Vaya, ya sé de qué me suena su cara, señora -dijo entonces el bothan abriendo los

ojos de par en par-; usted es la Gran Dama, a quien nadie ha visto desde el

bombardeo de Leiascant y de quien se decía que había muerto tras ser sometida a las

viles torturas de S.I.I...

-Pues ya ves, Kublin Melan, no sé cómo pero aquí me tienes: todavía sigo viva.

El bothan bajó la mirada y se quedó pensativo mientras el aerodeslizador iniciaba

las maniobras de despegue:

-Sí, sin duda he tenido mucha suerte... -se dijo para sus adentros.

Entonces, antes de que el vehículo se separara del todo del suelo, la vegetación a

su derecha comenzó a temblar al tiempo que se oían crujidos de ramas partiéndose

364
ante el avance de algo que iba directo hacia ellos. Al instante, Dirk le ordenó a

Deislin que se hiciera con los mandos del speeder y que no despegara hasta que él se

lo ordenara. A continuación se sentó en el asiento de artillero y se cercioró que los

dos cañones blaster de medio calibre estaban preparados para ser disparados. Los

árboles seguían vibrando y las ramas seguían crujiendo; y entonces, por entre los

arbustos y a través del denso follaje, comenzó a entreverse la cabeza de un AT-AR

que avanzaba inexorable hacia el LAAT.

-Pero... ¿qué es eso? -pregunto Uzig tan sorprendido como temeroso.

-Que nadie se mueva, yo hablaré con ellos -insistió Calrissian.

Pero fue justo en ese momento cuando una voz bien conocida resonó a través de

su intercomunicador:

-Dirk, ¿eres tú? Aquí Keyran Rupard.

-Keyran, escucha, no es buen momento para hablar; te parecerá una locura pero

tenemos delante de nosotros un caminante imperial AT-AR...

-Pues si eso te parece una locura, espera a ver quienes van dentro.

El caminante se detuvo a unos quince metros y entonces pudieron distinguir a un

viejo subido a horcajadas al lanzagranadas que no dejaba de canturrear una extraña

canción en un idioma que nadie comprendía.

-¡Es ese viejo loco de Toth Breibeng! -exclamó Kublin Melan.

Entonces la escotilla superior se abrió y Luke asomó medio cuerpo:

-Hemos rescatado a Fynoon... Ahora solo queda hacernos con el Halcón.

365
Capítulo 52

En el LAAT, de regreso a Leiascant, viajaban Luke Skywalker, Dirk Calrissian,

Gildren Dedel, Deislin Jamerith, Keyran Rupard, Fynoon Les -quien seguía en estado

catatónico y así permanecería durante al menos una hora más-, Gial Uzig, Nor'eben

Nikbi, Kublin Melan y Yiuklas Toth Breibeng. Y junto a ellos un par de androides

que no se encontraban en el mejor estado posible: C-3PO y R2d2. Como él mismo

indicó, Calrissian creía conveniente dejar a Nikbi, Melan y Breibeng en el

extrarradio, para que desde allí cada uno se dirigiera a sus respectivos hogares. Sin

embargo, cuando supieron que Luke y los demás planeaban escapar de la Luna

Santuario, ninguno de los tres aceptó la propuesta e insistieron en acompañar al grupo

fuera donde éste fuera. Según palabras del bothan, eso sería mejor que quedarse en

Leiascant sabiendo que sus vidas allí no valían nada. Breibeng además le recordó a

Luke la promesa que le había hecho días atrás de llevarlo con él cuando decidiera

abandonar Endor. El jedi asintió, pues era cierto que les había hecho aquella promesa

tanto al viejo Toth como al bothan, pero les advirtió no obstante que su objetivo, en el

caso de lograr hacerse con el Halcón Milenario, no era escapar hacia el Núcleo sino

viajar por el Borde Exterior hasta Tatooine y, una vez allí, enfrentarse a los koros-

366
strohna que pudieran encontrarse orbitando a su alrededor. Aquello, lejos de inquietar

al joven Nikbi, lo envalentonó aún más, pues tenía a toda su familia viviendo en ese

remoto mundo fronterizo y al saber del ataque yuuzhan, sus deseos no fueron otros

que los de viajar hasta allí para intentar encontrarlos.

-Está bien, podréis acompañarnos hasta Tatooine -dijo el viejo maestro-; pero una

vez allí os dejaremos en el puerto de Mos Eisley para que podáis embarcaros en la

primera nave disponible con destino al Núcleo... Ahora bien, debéis saber que

mientras forméis parte de esta expedición, tendréis que respetar la cadena de mando.

¿Estáis todos dispuestos a hacerlo?

-¡Sí, señor, a sus órdenes, señor! -exclamó entre risas Toth Breibeng.

-Ocúpate de los mandos un momento, Keyran -le ordenó Dirk Calrissian al

teniente Rupard-. Maestro, ¿podemos hablar un momento en privado?

Dirk y Luke salieron de la zona de transporte de tropas y, tras abrir una trampilla

en el suelo, descendieron a la bodega de carga:

-¿Qué significa esto, maestro? ¿Acaso no le parece lo suficientemente ardua la

empresa a la que vamos a enfrentarnos que además tenemos que cargar con un bothan

canijo, un mocoso inconsciente y un viejo chiflado?

-Si vienen con nosotros no es para ser una carga sino para liberarnos de parte de

ella...

-¿Cree de verdad que esos tres pueden sernos de alguna utilidad en la situación en

la que nos encontramos?

-Sí, lo creo.

367
-Está bien, maestro, entonces no hay nada más que discutir; confío en su criterio.

Pero en el caso de convertirse alguno de ellos en un lastre, se quedará en el primer

puerto o estación espacial con el que nos encontremos por el camino.

-Me parece justo, comandante. Aunque no deberían ser ellos tu principal

preocupación ahora mismo, teniendo en cuanta que vamos a intentar robar la nave

que seguramente esta más protegida y mejor vigilada de todo este sector.

Calrissian guardó silencio un par de segundos para dejar luego escapar suspiro de

desasosiego.

De vuelta a la cabina, Dirk agarró los mandos y, sin decir nada más, puso rumbo

hacia Leiascant, en concreto hacia los alrededores boscosos donde sabían que se

encontraba oculto el Halcón Milenario, justo en el mismo lugar donde hacía ya

muchas semanas había sido derribado por ese guerrero mandaloriano al que todos

ahora consideraban poco menos que indestructible.

Sin embargo, aún no llevaban ni la mitad del camino cuando un caza X-Wing y

dos aerodeslizadores V-wing les cortaron el paso.

-¡Maldita sea, una patrulla de reconocimiento! -exclamó Rupard.

-No es una patrulla, Keyran -le corrigió Dirk-; con esos speeders va un caza X-

Wing, lo que significa que nos están buscando.

-Poneos los arnés de seguridad -ordenó de inmediato Luke- y asegurad también a

los androides... Dirk, tú pilotarás el LAAT y yo ocuparé el lugar del artillero.

-De acuerdo... Rupard, ve con los demás, y no olvides colocarte el arnés, entramos

en una zona de turbulencias.

368
Enseguida una voz comenzó a hablarles a través del intercomunicador de cabina

pidiéndoles que se identificaran. Dirk les cantó los códigos y luego les envió también

las claves de vuelo. Parecían correctas, pero aún así, el piloto del X-Wing, sin duda el

líder de la escuadra, les pidió que tomaran tierra.

-Esto no me gusta, creo que nos han descubierto -dijo Dirk entre dientes.

-Haz lo que dicen.

-¿Cómo?

-Ya me has oído, debes tomar tierra.

-Pero... ¿de qué está hablando, mastro? Si tomamos tierra, se acabó...

-Confía en mí, a estas alturas todos los speeders y cazas del Gobernador deben

tener órdenes de derribarnos nada más vernos y éstos ni siquiera se han colocado en

posición de ataque. Aterriza en ese claro; yo hablaré con ellos.

Dirk tomó una amplia bocanada de aire y la soltó muy despacio. Luego miró al

viejo maestro y ambos hombres se aguantaron la mirada durante varios segundos.

Finalmente Dirk echó la vista al frente:

-Está bien, espero que sepa lo que hace; pero si se equivoca será el fin de todos

nosotros.

Un par de minutos más tarde, y ante el estupor del resto de la tripulación, el LAAT

pilotado por Calrissian aterrizaba en una colina verdosa limpia de árboles y arbustos.

Los dos aerodeslizadores Ala V y el X-Wing lo siguieron de inmediato, tomando

tierra a unos diez metros frente a ellos. Rápidamente, los tres pilotos salieron de sus

vehículos y descendieron al suelo para caminar hacia el LAAT. Luke, Dirk y Rupard

369
hicieron los propio.

Cuando estaban los unos delante de los otros, el piloto del X-Wing se quitó el

casco y se presentó como el capitan Teredik Antilles, sobrino de Wedge Antilles,

quien fuera antiguo héroe de la Alianza Rebelde y actual Almirante en Jefe de la Flota

de Corellia, además de un viejo amigo de Luke Skywalker.

-No podía hablar a través del intercomunicador, maestro Skywalker -le explicó-,

ya que todas las conversaciones pasan por el nuevo Centro de Comunicaciones de

Leiascant, donde son grabadas y analizadas por el S.I.I.

-Entiendo, capitán... -replicó Luke.

-Maestro, queremos informarle de que la Guardia Estelar de Endor se haya

completamente dividida en estos momentos. Dos de sus terceras partes siguen fieles

al Gobernador y al nuevo Comandante en Jefe, Alsid Gergan; pero un tercio de la

tropa y de la flota se han declarado en rebeldía...

-¿Quién los dirige? -preguntó con avidez Calrissian.

-Tres capitanes han unido sus fuerzas: Ard'Aranuk, Seng-Ashawl y yo mismo. A

nuestras órdenes hay un regimiento de infantería, un escuadrón de aerodeslizadores

tácticos de defensa y otro escuadrón regular de cazas interestelares T-65.

-No parece gran cosa, capitán -apuntó Rupard un tanto decepcionado.

-Más que suficiente para tomar Leiascant ahora que os hemos encontrado...

Maestro, esperamos impacientes sus órdenes.

Luke no dijo nada, limitándose a alejarse del resto del grupo cabizbajo. Dirk

caminó tras él:

370
-¿Qué ocurre, Luke? -le preguntó Dirk.

-Esto es justo lo que no quería.

-¡Pero esos hombres están dispuestos a dar su vida por liberar Leiascant; y le

esperan a usted para que los lidere hacia la victoria!

-¿A qué precio? Tomar Leiascant no es lo mismo que robar una astronave, aunque

ésta sea la más famosa de toda la Galaxia. Estamos hablando de una guerra civil, una

guerra civil que se llevara la vida de miles de personas y que arrasará con lo poco que

queda de la flota de Endor, dejando la Luna Santuario en una posición de indefensión

absoluta. ¿Es eso lo que quieres, Dirk?

-No, lo que quiero es acabar con este régimen del terror de una vez por todas.

-Te entiendo, pero debes creerme: cuando esos koros-strohna lleguen a Endor,

necesitaremos tener a toda nuestra flota en las mejores condiciones posibles para

llevar a cabo la defensa o será el fin, no solo el nuestro, sino el de todo ser vivo que

habite sobre este satélite.

-Y entonces, ¿cuál es el plan?

Luke bajó la mirada y a continuación caminó hasta donde se encontraban Rupard

y los otros pilotos:

-No atacaremos Leiascant, capitán, sería una carnicería. De momento nuestros

únicos objetivos son hacernos con el Halcón Milenario; a continuación destruir el

Satélite de Vigilancia que debe orbitar alrededor de la Luna Santuario para, de ese

modo, liberar a los borg; y, finalmente, viajar hasta Tatooine para guiar a su flota en

la lucha contra las naves-nido yuuzhan. También es prioritario, por supuesto, enviar

371
un mensaje pidiendo al Núcleo que acuda en ayuda de Endor y del resto de mundos

del Borde Exterior amenazados por la invasión.

El capitán Antilles se quedó meditabundo. Intercambió un par de miradas con sus

compañeros y al cabo de unos segundos se dirigió de nuevo a Luke:

-De acuerdo, maestro, ¿qué necesita de nosotros?

-Apoyo aéreo para poder hacernos con el Halcón Milenario y la posición exacta

del satélite de vigilancia. Luego quiero que se preparen ustedes y que, en la medida

de sus posibilidades, preparen también a la población civil para una eventual lluvia de

dovin basals. Nosotros volveremos de Tatooine con un crucero de guerra lo más

pronto posible.

-¿No necesitará también el apoyo de nuestros cazas para destruir ese satélite?

-No creo que sea necesario, capitán -intercedió Dirk.

-Están seguros... En fin, no pongo en duda la habilidad del maestro y la

versatilidad del Halcón Milenario, pero ese satélite está vigilado por un destructor

imperial y, en fin...

-¿Ha dicho un destructor imperial? -preguntó ojiplático Rupard.

-Así es...

-Eso no lo sabíamos -dijo Luke.

-Esto es demasiado -Dirk dio media vuelta y golpeó el suelo con el talón de su

bota. Luego se puso a andar de un lado para otro negando con la cabeza.

Dentro del LAAT, los demás observaban la escena sin saber muy bien lo que

estaba ocurriendo:

372
-Dirk no parece muy contento -convino Gildren.

-De todas formas que discutan es buena señal. Estoy segura de que esos pilotos

intentan ayudarnos -replicó Deislin.

-La flota de Endor se halla muy fragmentada desde que ese malnacido de Quayk

se hizo con el poder. La Guerra Civil es cuestión de tiempo -añadió Breibeng con un

tono ligeramente jactancioso en la voz.

-Algo le ocurre al borg -dijo Melan llamando la atención de los demás-; se está

agitando en su asiento y empieza a sufrir espasmos musculares...

-Está terminado de reiniciarse. Eso no es nada bueno para él -le explicó Deislin.

-¿Por qué? -preguntó el bothan.

-Porque cuando despierte, el dolor que sentirá será tan insoportable que hasta

podría matarlo.

Fuera, Dirk, Luke y Rupard mantenían una acalorada discusión. El primero

sostenía que debían olvidarse de la liberación de los borgs y dirigirse directamente

hacia Tatooine, pues resultaba demasiado peligroso intentar destruir ese satélite de

vigilancia estando bajo la protección de un destructor imperial. Sin embargo, Antilles

intervino para decir que ese destructor no orbitaba alrededor de la Luna Santuario

solo para proteger ese satélite, sino que en realidad su principal cometido era el evitar

que ninguna nave saliera de Endor, teniendo orden de destruirla al instante ya fuera

militar o de pasajeros. De igual forma, cualquier nave que pretendiera entrar en el

sistema sin autorización mandaloriana, era borrada del mapa. Antilles les contó luego

que tenían constancia de que habían comenzado a llegar las primeras astronaves de

373
refugiados procedentes de Tatooine, casi todos cruceros y cargueros habilitados para

transporte de pasajeros, pero que estas no habían logrado si quiera a acercarse a la

atmósfera de la Luna de Endor, siendo antes interceptadas por la temible nave

mandaloriana y desintegradas luego sin el menor atisbo de piedad por su parte.

-Esos miserables mandalorianos han convertido Endor una enorme prisión -se

maldijo Rupard.

-Con la connivencia de nuestro querido Gobernador y de todos aquellos que lo

siguen... -puntualizó Calrissian.

-¿Cuánto tiempo tardaría en reunir a sus escuadrones, capitán Antilles? -le

preguntó Luke.

-Utilizamos un sistema en clave cuando nos comunicamos entre nosotros. Por eso

el S.I.I. no advierte nuestros movimientos. Creo que en veinte minutos, tal vez media

hora, tendría los doce cazas y los quince speeders a su disposición.

-Está bien, reúnalos aquí mismo y que estén preparados para entrar en combate...

Ah, y una cosa más, capitán...

-Si, maestro...

Luke miró a los ojos de Ter Antilles:

-El comandante Calrissian y yo necesitaremos un par de esos X-Wing...

El capitán sonrió y al instante asintió con la cabeza.

374
Capítulo 53

El entrenamiento intensivo que Kir Kanos estaba llevando a cabo con Mig-Wan

comenzaba a dar sus frutos: ahora la destreza con la espada del joven aprendiz le

permitía medirse con los aspirantes más jóvenes a la guardia roja e incluso derrotarles

en muchos casos. Kanos lo observaba desde la distancia y comprobaba que,

efectivamente, sus movimientos eran ahora mucho más rápidos y precisos, y su

actitud en el combate cuerpo a cuerpo mucho más agresiva. También su

predisposición había cambiado, mostrándose ávido por aprender las nuevas técnicas

con el sable de luz que él intentaba mostrarle para, rápidamente, aplicarlas en la lucha

con excelentes resultados. Sin duda, aquella apuesta entre ambos había logrado

motivarlo y esa motivación que el alumno demostraba a cada instante había

contagiado también al maestro.

El chasquido metálico de los sables al chocar se alternaba con los zumbidos que

producían al moverse en el aire. Mig-Wan peleaba ahora a la defensiva ante las

acometidas de su rival, quien, a pesar de sus intentos, no lograba desarmar al niño.

Tras varios bloqueos seguidos, Mig se vio acorralado por su adversario e intentó

375
escapar con un giro rápido de 360 grados. Sin embargo, su brazo, cansado y

debilitado por el esfuerzo de la pelea, se doblegó ante el último golpe de tajo que le

propinó su contrincante y su espada cayó al suelo. Casi sin pensarlo, Mig cerró los

ojos y con las palmas de las manos abiertas lanzó los dos brazos hacia delate, como

queriendo empujar un objeto invisible que hubiera delante de él. Al instante, el joven

aspirante a guardia rojo salió despedido por el aire hasta chocar contra una columna

situada unos diez metros detrás de él, lo que lo dejó contuso y aturdido. Mig

aprovechó esos instantes de tregua para, usando de nuevo la Fuerza, hacer que su

sable de luz volara desde suelo hasta su mano. Luego caminó hacia su rival, a quien

le costaba respirar debido al dolor causado por el golpe de su espalda contra la piedra,

e hizo lo propio con su espada, dejándolo desarmado.

-Siento haber tenido que recurrir a esto... -le dijo cuando estuvo a su altura.

-No lo sientas -le respondió el muchacho, todavía de rodillas y respirando con

dificultad-; en la lucha no hay reglas. Tú tienes tus armas, yo tengo las mías...

-¿Cuál es tu nombre?

-Arkin Danid.

-Eres un excelente guerrero, Arkin Danid; te auguro un gran futuro como miembro

de la Guardia Roja.

-No necesito tu condescendencia, mandalor'ad. Pero gracias de todos modos.

Una voz que llegaba desde el fondo reverberó entonces por toda la estancia:

-¡Magnífico duelo...! ¡Sin duda a la altura de las expectativas...! -y mientras

caminaba hacia ellos, Kanos aplaudía con golpes de sus manos secos y espaciados. Al

376
verlo llegar, el joven Danid, de unos diecisiete años de edad y una complexión

delgada y atlética, se levantó de un salto y, tras cuadrarse junto a la columna, agachó

la cabeza en señal de sumisión. Mig-Wan no tuvo tanta consideración con su maestro

y se limitó a observarlo con cierto resquemor. Cuando estuvo a su altura, Kanos le

arrebató a Mig el sable sith y se puso a escudriñar el mango comprobando que seguía

estando en perfectas condiciones. Luego lo guardó en su cinturón:

-Sí, he disfrutado sobremanera comprobando que habéis aprendido todos y cada

uno de los movimientos que yo os he enseñado... Arkin Danid, mi mejor recluta, y

Mig-Wan Solo, aquel que pronto habrá de iniciarse en el camino de las sombras:

ambos me habéis deleitado con un extraordinario combate. Sin embargo, solo hay un

final posible para una pelea como esta... Mig-Wan Solo, como vencedor del duelo, se

te concede la oportunidad de demostrar que mereces el honor de ser llamado Hijo

Oscuro, reclamando de esta forma un nuevo nombre para ti como aprendiz de sith:

mata al rival que has derrotado y completa así la primara fase de tu entrenamiento.

El rostro de Mig se petrificó al instante:

-¿Cómo?

-Ya lo has oído, enciende tu sable y termina lo que has empezado.

Mig miró a Danid, quien seguía firme e inmóvil, con la cabeza agachada y los ojos

mirando al suelo.

-Pero... es tu mejor recluta, tú mismo lo has dicho...

-Y por eso sé que no existe mayor honor para él que morir a petición de su

maestro... Díselo, Arkin, ¿cuál es tú mayor deseo?

377
Mig se giró y volvió a mirar al joven, que intentaba mantener la compostura a

pesar de que los temblores, producto del miedo, comenzaban a hacerse notar por todo

su cuerpo.

-¡Te he hecho una pregunta, recluta rojo!

-Morir, mi señor -la voz de Arkin Danid salía balbuciente y húmeda de su

garganta-; si es en el nombre de mi único amo, el Padre Oscuro, Darth de los Sith y

futuro Emperador de la Galaxia, sin duda mi mayor deseo es morir aquí y ahora.

-Ya lo has oído, mandalor'ad, dale sentido a su existencia cumpliendo al fin su

deseo de morir por su Señor.

Mig-Wan seguía sin quitarle el ojo al muchacho, el cual no podía disimular ya el

ataque de pánico que le revolvía las tripas y lo hacía temblar como azotado por una

helada ventisca. Acto seguido, Mig miró de nuevo a Kanos, esta vez a los ojos, y

negando con la cabeza dijo “no”. Entonces ambos, maestro y alumno, se aguantaron

la mirada durante varios segundos; hasta que, finalmente, el Jefe de la Guardia Roja

rompió ese agrio y tenso silencio:

-Está bien, esto solo confirma que todavía te queda mucho que aprender, joven

mandalor'ad -y tras sus palabras, Kanos encendió su sable de luz color carmesí e

intentó sesgar de un solo golpe la cabeza del joven aspirante a guardia real, quien

seguía inmóvil y tembloroso junto a la columna. Sin embargo, la espada de Kanos fue

bloqueada en el aire, a escasos centímetros del cuello de Danid, por el sable color

morado de Mig-Wan Solo.

-He dicho “no” -insistió el niño.

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El Protector Soberano Imperial miró a su alumno con una expresión exacerbada en

el rostro, mezcla de ira y estupor, para luego bajar su arma y quedar frente al Mig

mirándole directamente a los ojos en actitud amenazante.

-No vuelvas a desafiarme.

-Lo haré, si eso es lo que creo que debo hacer.

-En ese caso, jovencito insolente, tal vez haya llegado ya ese momento que tanto

ansiabas... Vamos, muéstrame si de verdad eres capaz de doblegar la voluntad de tu

maestro -y sin previo aviso, Kanos arremetió contra el niño lanzando varias estocadas

que éste detuvo con varios movimientos defensivos igualmente técnicos y rápidos. A

continuación, Mig, sin otra opción posible, tuvo que pelear a la defensiva, intentando

escapar de las acometidas de un Kanos que no dejaba de lanzar golpes cada vez más

duros y veloces. Cuando comenzó a encontrarse acorralado, Mig vio un hueco a su

izquierda por el que logró huir tras lanzarse a tierra y rodar por el suelo, para luego

dar un salto y ocultarse detrás de una columna.

-¿Así es como piensas derrotarme, huyendo como una rata? -de repente una

lampara de pie, de casi dos metros de altura, apareció de entre las sombras y golpeó

la espalda de Kanos, el cual, tras agarrarla enrabietado con la mano izquierda, la

partió en dos con su sable.

-Tú tienes tus armas y yo tengo las mías -le gritó un Mig que ahora se agazapaba

tras un pilar situado cerca de donde se encontraba Arkin Danid. Éste, inmóvil en el

mismo lugar donde antes había estado a punto de ser decapitado por Kanos, asistía

incrédulo y mudo a aquel desigual combate que le había otorgado al menos unos

379
minutos más de vida.

-¿Qué haces ahí quieto, Arkin? ¡Lárgate de aquí de una vez! -le susurró Mig.

Danid giró la cabeza hacia atrás levemente:

-Vamos, hombre, no sé si podré aguantar mucho más...

De repente, Mig oyó el zumbido de un sable cortando el aire y de forma instintiva

agachó la cabeza. Entonces el sable de Kanos chocó contra el pilar y Mig volvió a

rodar para escapar otra vez de su implacable adversario:

-¡Deja de huir y enfréntate a mí con valentía! -le gritó el guardia rojo con

displicencia- ¿Acaso no era esto lo que querías? -y justo en ese instante, la espada de

Mig, saliendo de la nada, voló girando sobre sí misma en dirección al rostro de Kir

Kanos, el cual, dando muestras de unos asombrosos reflejos, logró quitársela de

encima golpeándola con su sable. La espada jedi reptó entonces por el suelo como

una culebra luminosa y se perdió tras una columna oculta parcialmente entre la

penumbra.

-No podrás esconderte todo el tiempo, joven Solo... Sabes, esta situación me

recuerda a otra que viví hace muchos años. Yo por aquel entonces era más joven, más

fuerte y más rápido, pero también más inexperto y más arrogante. Por eso tu abuelo

logró escapar de mí. Tú, sin embargo, estás condenado a verte las caras conmigo una

y otra vez... Y no importa que intentes esconderte, sé como hacerte salir de tu

madriguera.

Kanos dio un par de pasos a la izquierda y levantó su brazo derecho para apuntar

con su sable directamente a la barbilla de Arkin Danid:

380
-Levanta el cuello, recluta -le ordenó con la mirada llena de desprecio.

Cuando Mig se dio cuenta de las intenciones de Kanos, no se lo pensó dos veces y,

tras salir de detrás de una gruesa columna que servía de pedestal para un enorme

busto del Mandalore, caminó decidido hacia él estirando su brazo con la palma de la

mano hacia arriba. Enseguida, Kir Kanos notó que el aire comenzaba a faltarle en sus

pulmones; hincó una rodilla en el marmóreo piso y se llevó las manos al cuello

intentando sin éxito zafarse de esa extraña fuerza que lo estaba estrangulando.

Cuando estuvo a un par de pasos de distancia de su maestro de esgrima, Mig-Wan

levantó su brazo hacia el cielo y Kir Kanos se elevó hasta que sus pies estuvieron a

más de metro y medio del suelo. El sable sith del guardia rojo se escurrió entre sus

dedos y cayó a los pies de Danid. Entonces Mig lo miró con los ojos llenos de ira y

apretando los dientes exclamó:

-¡He dicho “no”! -y acto seguido Kir Kanos salió despedido unos quince metros,

llevándose por delante una mesa sobre la que habían dispuestos diferentes aparatos,

armas y artilugios que eran utilizados habitualmente en los entrenamientos que se

llevaban a cabo en aquella sala.

-¡Vete de aquí... ya! -le gritó Mig a Danid, quien en esta ocasión le hizo caso y

salió disparado hacia la puerta.

Mientras tanto, Kir Kanos se despojaba de su toga roja y la lanzaba contra la pared

en un gesto de rabia:

-Vaya, parece que el hijo de Trey-Jeng Solo quiere jugar en serio... De acuerdo,

eso me gusta.

381
Mig pudo distinguir entonces que bajo su toga llevaba puesta una armadura de

color negro. Seguidamente Kanos se colocó un casco sobre la cabeza, parecido a los

que en imágenes holográficas había visto que usaban las viejas tropas imperiales,

aunque en este caso también éste era de un tono oscuro.

-Juguemos, pues... -dijo el guardia imperial mientras desenfundaba una pica de

fuerza de una aljaba situada en su espalda. Y justo en ese instante, como por arte de

magia, su figura desapareció por completo ante el estupor de un Mig-Wan que notaba

como el miedo comenzaba a atenazar sus músculos. De repente oyó la voz de Kanos

a su derecha:

-Ha sido algo excepcional, Mig-Wan; tú tío estará muy contento cuando le cuente

que por fin he conseguido sacar algo de esa ira y ese odio que guardas en tu corazón

-el niño, con su sable en la mano y en posición defensiva, seguía la voz con la mirada

intentando ubicar su posición exacta-...Usando tus habilidades innatas, has cambiado

por completo las tornas en este duelo, lo que demuestra que sabes muy bien de lo que

eres capaz... Sin embargo, joven mandalor'ad, todavía estás lejos de poder derrotarme

-y tras estas últimas palabras, Mig oyó un fuerte chasquido e inmediatamente notó

como algo le golpeaba con fuerza el pecho, lanzándolo con violencia contra la pared.

Intentó ponerse en pie lo más rápido posible, sin embargo ahora era él quien no podía

casi respirar. Vio su sable en el suelo pero antes de que lograra atraerlo hasta su

mano, otra descarga impactó en su hombro haciéndolo rodar, como si se tratara de un

muñeco de trapo, hasta chocar contra el pedestal de otra estatua situada a su derecha.

La estatua cayó sobre él y le aplastó las piernas. Mig dejó escapar un grito de dolor.

382
-Ahora eres tú quien no puede verme, ¿verdad, Mig-Wan...? Como me dijiste

antes: tú tienes tus armas y yo tengo las mías... Pues bien, mandalor'ad, ha llegado el

momento de que aprendas una lección muy importante: la lección del dolor. Porque

nada se consigue sin dolor.

Otra descarga, y otra y otra y otra y otra y otra... dejaron al niño cerca de perder la

consciencia. Tumbado boca abajo en el centro de la sala, sentía un dolor agudo en

diferentes partes del cuerpo, como si muchos de sus huesos se hubiesen quebrado tras

recibir aquella brutal paliza. Intentó coger algo de aire pero se atragantó cuando la

sangre le bajó por la garganta inundando su boca con su sabor salado y metálico. Y

fue justo entonces, en el momento en el que su cabeza parecía estar diluyéndose en

sus propios pensamientos, cuando oyó su voz, esa voz que había buscado desde hacía

tanto tiempo y que temía llegar a olvidar por completo. Y la voz le dijo: “no te

rindas”. Y entonces sintió la presencia de su padre allí mismo, a su lado; y junto a él,

la de su abuela Leia, y también la de otros grandes maestros jedis como Mace Windu,

Obi-Wan Kenobi o Yoda, que le susurraban al oído: “cierra los ojos y mira con el

corazón, cierra los ojos y mira con el corazón, cierra los ojos y mira con el corazón...

No te rindas, no te rindas, no te rindas...”

Mig cerró los ojos y, mientras la sangre le chorreaba por la boca y la nariz, se

apoyó en su brazo izquierdo para incorporarse. De fondo oía la voz de Kir Kanos

convertida en un murmullo ininteligible que ni siquiera reconocía, pues en aquel

momento solo era capaz de discernir dos frases en su cabeza: “no te rindas” y “cierra

los ojos y mira con el corazón”, las dos pronunciadas por la inconfundible voz de su

383
padre, que resonaba en su interior dulce y sosegada. De repente el dolor dejó de

hostigarle y tras levantarse del suelo y quedar de rodillas, se sentó con las piernas

cruzadas apoyando su espalda en la columna que tenía detrás. A continuación, sin

abrir todavía los ojos, levantó su mano derecha y, al instante, su sable de luz apareció

volando desde algún oscuro rincón de la sala para posarse en ella como el halcón que

regresa al brazo del cetrero. Entonces pegó el mango a su pecho hasta el punto de

notar que calor del sable casi quemaba la piel de su rostro. Y en ese preciso instante,

la voz de su padre le gritó: ¡a tu derecha, ahora! Mig-Wan lanzó su sable y de

inmediato oyó un grito. Lejos de actuar con precipitación, Mig siguió con los ojos

cerrados y en actitud concentrada durante casi medio minuto más, respirando

profundamente y relajando todos y cada uno de los doloridos músculos de su cuerpo.

Luego se llevó la mano derecha a la frente para, segundos después, posarla sobre su

rodilla derecha, donde sabía que el daño era mayor, y apretó con fuerza. Enseguida

notó un calor que fue creciendo y creciendo hasta sentir que su piel ardía en llamas.

Aguantó el intenso dolor hasta que por fin advirtió que los huesos de su rodilla

volvían a unirse, como metal partido en dos que es fundido para ser de nuevo soldado

entre sí. Pasados unos segundos, se levantó y, aún renqueante, caminó hacia un pilar

situado unos veinte metros a su derecha, donde su sable morado refulgía entre las

sombras. Mientras se iba acercando a él, podía ver los chispazos eléctricos de la

armadura sombra de Kir Kanos que, al haber sido sesgada por su espada, se había

cortocircuitado por completo. El Guardia Rojo se quitó el casco y lo arrojó al suelo.

En su rostro había instalada una sonrisa desgarrada y vesánica. El sable de Mig le

384
había atravesado el hombro derecho dejándolo, literalmente, clavado al pilar. A sus

pies estaba la pica de fuerza con la que había azotado sin piedad al niño.

-Extraordinario -le dijo entre sonrisas y muecas de dolor-; hasta ahora solo un

alumno mía había logrado derrotarme. Se llamaba Kaneyi, pero a partir de entonces

su Padre Oscuro le bautizó con el nombre de Nerpheus. Tú también puedes reclamar

ahora tu nombre como aprendiz de sith, te lo has ganado.

-No necesito un nombre nuevo, me gusta el que tengo.

Kanos soltó media carcajada compungida por el dolor:

-Tu tío te dará un nuevo nombre a su regreso, y a partir de ahí él será tu maestro.

Mi trabajo contigo ha terminado pues, joven aprendiz. Ha sido un gran honor ser tu

maestro... Sin duda, serás un gran sith.

-Aprecio tus enseñanzas, maestro Kanos, a pesar de que no comparto tu misma

filosofía... Sin embargo, he de advertirte que aún te queda algo por hacer...

-¿Es posible tal cosa? Dime entonces, mandalor'ad, qué tarea no he cumplido

contigo...

-Nuestra apuesta, ¿recuerdas?

Kanos sonrió:

-Torre de la Victoria, piso 77, sector 12-C, Centro de Sapientología.

Mig asintió con la cabeza y a continuación agarró el mango de su sable y estiró

con fuerza. Kanos dejó escapar un grito sordo y luego se dejó caer lentamente,

apoyando la espalda contra el pilar hasta quedar sentado en el suelo encogido por el

dolor.

385
Capítulo 54

Liderados por Luke Skywalker y Dirk Calrissian, los dos escuadrones, formados

por speeders y cazas interestelares, llegaron a la zona boscosa donde se encontraba el

Halcón Milenario con la caída de la tarde. Junto a ellos volaba el LAAT pilotado por

Gial Uzig, en el que además viajaban Keyran Rupard -en labores de artillero-, Deislin

Jamerith, Gildren Dedel, Nor'eben Nikbi, Kublin Melan, Toth Breibeng, los androides

C-3PO y R2d2, y un borg llamado Fynoon Les que comenzaba a sufrir los terribles

efectos causados por el microchip de castigo instalado en su cerebro.

-Está sudando a chorros y los espasmos son cada vez más fuertes. ¿No podemos

hacer nada por él? -preguntó angustiada Gildren Dedel.

-Colócale algo entre los dientes para que no se muerda la boca -le respondió

Deislin.

-¿Y ya está, solo eso?

-Su única salvación es que dejemos cuanto antes fuera de funcionamiento ese

satélite de vigilancia que orbita alrededor de la Luna Santuario -puntualizó Nikbi.

-Hay algo en todo esto que yo aún no acabo de entender -intervino el bothan

386
Kublin Melan- ¿cómo vamos a robar el Halcón Milenario si este borg es el único que

puede ponerlo en marcha?

-Ahí te equivocas -le indicó Gildren-; es cierto que el Halcón solo puede ponerse

en marcha superando un escáner genético e introduciendo luego un código encriptado

de activación, pero ese código está en la cabeza de Fynoon Les...

-Precisamente eso es lo que me preocupa: no creo que este borg esté ahora mismo

en condiciones de ponerse a recordar códigos de ningún tipo, bastante tiene con

soportar el dolor...

-Luke lo hará. Él puede leer su mente...

-¿Y qué me dices de ese escáner genético?

-A parte de este borg, Luke Skywalker y mi hijo pueden pasarlo sin dificultad.

Creo que son los únicos que tienen acceso a los controles de ese viejo carguero en

toda esta galaxia -de repente hubo una fuerte sacudida y todos se agarraron a sus

asientos de inmediato. A continuación se oyó la voz de Rupard a través de los

altavoces del techo:

-Poneros los arnés de seguridad y agarraos fuerte, amigos, porque empieza la

juerga...

A la cabeza del escuadrón de cazas interestelares, Luke intentaba sin éxito

comunicarse con el grupo de A-Wings que lo hostigaba por el flanco izquierdo.

-Aquí Luke Skywalker liderando el Escuadrón Púrpura a bordo del caza Ala-X

número 6-567-B1; solicito el cese inmediato de las hostilidades... Repito, cesen su

ataque... -el impacto de un turbolaser hizo vibrar la cabina del X-Wing. Acto seguido,

387
Luke oyó la voz de Calrissian a través del intercomunicador de su casco:

-Ólvidalo, Luke, esos pilotos no quieren parlamentar con nosotros. Tendremos que

ponernos serios con ellos.

-Lo raro es que no logro encontrar su frecuencia de comunicación. No están

utilizando el espectro estándar de la Guardia Estelar.

-Jefe Púrpura, aquí el capitán Antilles: hemos captado la frecuencia de las naves

hostiles: frecuencia 2-D-2-H-751/SJ. Repito: frecuencia 2-D-2-H-751/SJ.

Luke buscó la frecuencia al mismo tiempo que maniobraba para evitar los disparos

de un A-Wing que se le acercaba por su izquierda. De repente empezó a oír palabras a

través de su casco que le resultaban imposibles de entender.

-¿Qué significa esto? ¿En qué idioma hablan esos pilotos? No entiendo nada.

-Creo que no son pilotos de la Guardia Estelar, Dirk.

-Tiene razón, maestro -intervino Antilles-; esos pilotos están hablando en

mandaloriano...

-Vaya, el Gobernador no debe fiarse de sus pilotos de la Guardia Estelar y ha

preferido pedir ayuda a esos mercenarios que nos mantienen cautivos desde ahí fuera.

-Está bien, ya es suficiente -Luke comprobó el sistema de miras y fijación de

objetivos en su cuadro de mandos- ¡Escuadrón, desplieguen las alas y colóquense en

posición de cuña! Capitán Antilles, que los speeders limpien el terreno de piezas de

artillería. Dirk, te quiero cubriéndome las espaldas...

-Estoy a su vera, maestro.

-De acuerdo, vamos pues a recuperar de una vez ese viejo carguero...

388
El Halcón Milenario estaba fuertemente defendido por un total de dos escuadrones

irregulares de speeders y otros dos de cazas A-Wing y B-Wing, que cayeron sobre

ellos de inmediato disparando a discreción toda su artillería. Sin embargo, y pese a

ser muy superiores en número, enseguida se pudo comprobar que las fuerzas del

Gobernador no eran rival para la extraordinaria pericia con la que Luke Skywalker

dirigió aquel ataque. Detrás de él, protegiendo su cola, Dirk observaba maravillado la

habilidad con la que el viejo maestro jedi se desenvolvía en batalla. Él había peleado

muchas veces al lado Trey-Jeng y siempre había pensado que era imposible que

ningún otro piloto en toda la galaxia se le acercara siquiera. Por eso cuando oía a

viejos pilotos contar batallas de la Guerra Civil y afirmar en acaloradas discusiones

que Luke Skywalker había sido sin duda el mejor piloto de la historia, él lo achacaba

todo a burdos ataques de nostalgia senil que ni tan siquiera se molestaba en rebatir.

Sin embargo, ahora se estaba dando cuenta de que, efectivamente, el veterano piloto

jedi podía medirse con Jeng de igual a igual, lo que le hizo sentirse tranquilo,

confiando plenamente en la victoria. Al cabo de unos minutos, las defensas enviadas

por Dimor Quayk se empezaron a resquebrajar y sus embestidas se volvieron

desordenadas y poco eficaces. Aún así, los B-Wing eran unos cazas muy robustos y

con una temible potencia de fuego, y sus turbolasers estaban empezando a ser un

problema grave para los speeders:

-Jefe Púrpura, aquí Antilles... Esos Ala-B están machacando a nuestros

aerodeslizadores. Voy a llevarme un par de cazas para cubrirles.

-No, capitán, usted, Calrissian y el resto de cazas mantengan a los RZ-1 a raya. Yo

389
me ocupo de los B-Wing.

Luke, junto con otros dos T-65, giraron 90 grados en picado y pusieron rumbo

hacia donde se encontraban los speeders, los cuales se hallaban ahora en mitad de un

intenso fuego cruzado: desde abajo, la artillería no les daba tregua y desde arriba, los

Ala-B los estaban diezmando. A la cola del escuadrón, el LAAT se mantenía en el

aire gracias, en parte, a la habilidad de sus pilotos y, en parte, a la resistencia de sus

escudos deflectores, lo que era sin duda la mayor virtud de ese vehículo diseñado

para el transporte de tropas de asalto.

-Nuestros escudos no aguantarán mucho más -indicó Gial Uzig visiblemente

preocupado-; Keyran, tienes que despejar nuestra retirada hacia al flanco izquierdo

cuanto antes.

-Hago lo que puedo, capitán, pero esta nave carece de la potencia de fuego

necesaria para dañar los escudos de esos B-Wings... -de repente, una fuerte sacudida

hizo que la nave perdiera altura y Uzig tuvo que usar toda sus capacidades como

piloto para hacerla remontar de nuevo.

-Uff, otro impacto como ese y adiós a nuestro escudo...

Justo entonces, tras las palabras del mon calamari, un Ala-B salió de la nada para

colocarse tras su estela abriendo de inmediato fuego a discreción.

-¿De dónde ha salido ese Ala-B? -preguntó Rupard alterado por la peliaguda

situación en la que se encontraban.

-No lo sé, pero no duraremos mucho llevándolo en la cola. Necesitamos ayuda...

-¿De quién...? Esos speeders de ahí de ahí están igual o peor que nosotros.

390
Pero en ese instante, cuando su situación pasaba de angustiosa a dramática, tres X-

Wing aparecieron enfrente volando a toda velocidad hacia ellos:

-Capitán Uzig, aquí Jefe Púrpura...

-¡¡¡Luke!!! -exclamó Rupard lleno de júbilo.

-Girad 90 grados a la izquierda, nosotros nos ocuparemos de ese Ala-B.

Gial Uzig siguió las indicaciones del viejo maestro dejando a los 3 X-Wing cara a

cara con el Ala-B, el cual empezó a disparar toda su artillería contra ellos nada más

verlos. Rápidamente, Luke descendió para, con una maniobra prodigiosa, ascender

luego girando sobre sí mismo y quedar así al rebufo de la nave enemiga. Mientras

tanto los otros dos cazas la atacaban sin descanso por los flancos. No tardaron mucho

en destruir su escudo, el cual se hallaba ya bastante deteriorado y, finalmente, tras una

ráfaga precisa de su turbolaser, Luke alcanzó su motor y el potente caza del

gobernador fue derribado. Sin embargo, y casi al mismo tiempo, una descarga de un

cañón de iones situado en tierra alcanzó de lleno al LAAT, inutilizando por completo

su escudo deflector y dañando su motor de repulsión gravemente, lo que obligó a Gial

Uzig a descender para realizar un aterrizaje de emergencia en una loma despejada de

vegetación. Fue una toma de tierra bastante abrupta, aun así no hubo que lamentar

ningún herido entre la tripulación.

-Vaya susto, creía que no lo contábamos -dijo entre resoplidos de alivio el joven

Nikbi, una vez los motores del aerotransporte se hubieron apagado por completo.

-¿Qué ha ocurrido? ¿Dónde estoy? -el golpe había encendido de nuevo a C-3PO

de forma accidental, quien al mover la cabeza de un lado para otro se dio cuenta de

391
que su viejo amigo R2d2 estaba a su izquierda- ¡No puede ser! ¿R2, eres tú? ¿Me

oyes, R2? Oh, ¿que te ha pasado, es horrible? Han sacado todos tus circuitos...

-3PO, tranquilo, lo arreglaremos, lo arreglaremos... -le dijo Gildren intentando

calmarlo.

-¡Gran Dama...! Lo siento, estoy... estoy un poco desorientado... No sé qué está

pasando...

-Yo te diré lo que está pasando: estamos iniciando una Guerra Civil, eso es lo que

está pasando -le dijo un Breibeng rebosante de cinismo mientras se quitaba el arnés

de seguridad. Al instante, Rupard y Uzig aparecieron tras la puerta de la cabina:

-¿Estáis todos bien? -preguntó Rupard.

-Un poco mareados, pero bien -le respondió la teniente Jamerith.

Mientras tanto, en aquel momento en el cielo se estaba decidiendo la suerte de la

batalla. Luke, junto con los otros dos X-Wing y los siete aerodeslizadores de combate

V-Wing que todavía quedaban en el aire, pusieron rápidamente en jaque a los Ala-B,

quienes a pesar de poseer una mayor potencia de fuego eran mucho más lentos de

movimientos. Entonces, cuando éstos parecían iniciar una clara maniobra evasiva,

Luke recibió un inquietante aviso de parte del capitán Antilles:

-Maestro, hemos interceptado un mensaje cifrado llegado desde el búnker de la

Gobernación. Los mandalorianos tienen orden de destruir el Halcón Milenario antes

de dejarlo caer en nuestras manos.

Luke miró en ese momento a un grupo de tres Ala-B que volaban a unos

trescientos metros en dirección al lugar exacto en donde se hallaba el viejo carguero.

392
Rápidamente avisó a Dirk Calrissian y al propio Antilles de las posibles intenciones

de esos cazas y los tres pusieron rumbo hacia ellos. Ter Antilles llegó el primero

cortándoles el paso, lo que hizo que Dirk los pillara por sorpresa por la retaguardia.

El enfrentamiento, equilibrado en ese momento, se decantó para los T-65 cuando

Luke entró en escena. Uno tras otro, y tras un durísimo intercambio de disparos, los

B-Wing fueron derribados y entonces, cuando ya veían al resto de cazas y speeders

del Gobernador iniciar la retirada, un veloz RZ-1 cruzó el cielo de repente cayendo en

picado en trayectoria de colisión contra el suelo.

-¿Qué esta haciendo ese piloto? ¿Por qué no salta? -preguntó Antilles.

-Va directo hacia el Halcón.

Luke salió entonces a toda velocidad tras él, esquivando las piezas de artillería

apostadas entre la espesura que todavía disparaban contra ellos.

-Vamos, vamos... -se decía para sí mismo Dirk Calrissian mientras veía al maestro

jedi perseguir a un Ala-A que descendía como un misil, apuntando su morro

directamente contra el Halcón Milenario. Cuando consiguió tenerlo a tiro, Luke

apagó el sistema de fijación de objetivo y cerró los ojos. Luego llenó sus pulmones de

aire y, tras soltarlo lentamente, apretó el botón del lanzatorpedos para que el ultimo

torpedo de protones que le quedaba en la recámara cruzara el cielo e impactara de

lleno en el RZ-1, desintegrándolo al instante. Calrissian resopló en la lejanía.

La tripulación del LAAT recibió enseguida la noticia de que el cielo se hallaba

totalmente despejado de naves enemigas, y cuando todavía no habían terminado de

oírse allí dentro los vítores y las expresiones de júbilo, se confirmó además que las

393
tropas dirigidas por el capitán Seng-Ashawl habían despejado también el terreno,

haciendo retroceder a las tropas del Gobernador hasta el extrarradio mismo de

Leiascant. Así pues, el Halcón Milanario había sido al fin recuperado y la victoria en

la batalla era completa.

Sin perder un solo instante, Fynoon Les fue transportado en un deslizador militar

hasta el lugar exacto donde se hallaba oculto el viejo carguero. Allí lo esperaban Luke

Skywalker, Dirk Calrissian y Ter Antilles. El resto de cazas y speeders seguían

patrullando el cielo atentos al menor movimiento, pues sabían que pronto el

Gobernador enviaría allí mas escuadrones dispuestos a aniquilarlos.

Al ver el estado en el que se encontraba el borg, Luke no pudo evitar que se le

encogiera el alma. Gildren le explicó que llevaba sufriendo así casi una hora y que su

situación se estaba agravando a cada instante.

-No aguantará -sentenció Antilles-; debemos salir de la atmósfera y evitar ese

destructor imperial. Eso nos llevara tiempo, y tiempo es precisamente lo que no le

queda al capitán Les.

-Yo le daré un poco más de ese tiempo -afirmó Luke para, seguidamente,

acercarse a la camilla repulsora donde transportaban al cyborg. Luego, con los ojos

cerrados, apretó la palma de su mano contra su propia frente durante unos segundos

y, tras esto, llevó esa misma mano contra la frente de Fynoon, dejándola allí durante

más de un minuto. Después dio media vuelta y se dirigió a los demás:

-Ahora tendrá al menos un par de horas de calma. Después, ya no podré hacer

mucho más por él.

394
-Amo Luke, amo Luke, ¡qué alegría verle! -Luke miró de nuevo al frente, por

donde llegaban en otro deslizador C-3PO, R2d2, Nikbi y Kublin Melan.

-¡3PO! ¡Cuánto tiempo, viejo amigo! -y tras intercambiar un par de frases con el

androide, tranquilizándolo por el estado en el que se encontraba R2, C-3PO le

preguntó si era verdad lo que le había contado la Gran Dama en el LAAT sobre Trey-

Jeng y el niño. Luke le confirmó que sí, que habían sido atacados brutalmente por un

ejercito de mandalorianos pertrechado con armamento imperial y que un sith había

matado al Gran Maestro Trey-Jeng Solo y raptado a Mig-Wan. También le contó que

su propia hermana, la princesa Leia Organa había sido asesinada en Tatooine

supuestamente por ese mismo sith. Llegados a este punto, era difícil decir a veces

aquello de que los androides no eran nada más que máquinas y que, por tanto,

carecían de sentimientos realmente; pero en dos ocasiones quedó sobradamente

demostrado que C-3PO se había sofisticado de tal forma en su comportamiento

aprendido a través de los años en compañía de humanos y otros seres sensibles, que

resultaba imposible negar que no tuviera algo en su interior similar a un corazón.

Primero, muchos años atrás, al enterarse de la definitiva muerte de Han Solo y

Chewbacca tras ser rescatado por Luke de un grupo de piratas borgs; y segundo,

ahora, al descubrir la terrible tragedia que los había asolado a todos hacía varias

semanas: en ambas ocasiones, y de forma indudable, C-3PO transpiró a través de sus

circuitos un dolor tan real como el de cualquier ser biológico inteligente, hasta el

punto de que sus luminosos y redondeados ojos amarillos parecieron ir a derramar un

par de doradas lágrimas en cualquier momento. No dijo nada más, solo se apartó un

395
poco del resto para asimilar en soledad el duro golpe e intentar, de paso, ordenar su

memoria, ordenar sus recuerdos...

Mientras, Luke había pasado sin dificultad el escáner genético y ahora estaba

introduciendo la clave que habría la rampa de carga del viejo carguero YT-1300, un

código encriptado que él mismo había leído en la maltrecha cabeza de Les. En un par

de segundos, la puerta se abrió y la rampa bajó permitiendo a la nueva tripulación del

Halcón Milenario subir a bordo.

Una vez estuvieron todos dentro, el maestro jedi se dirigió a ellos con gesto serio:

-Pensadlo bien, el que quiera todavía está a tiempo de quedarse en tierra. Los

capitanes Ard'Aranuk y Seng-Ashawl han establecido una zona libre en el Fortín de

Terak, donde recibiríais protección hasta mi regreso.

No obtuvo respuesta alguna. Finalmente, Uzig lo miró a con sus enormes ojos

saltones:

-Maestro, creo que nadie tiene intención de abandonar esta nave.

-Está bien, entonces en marcha... Nos aprovisionaremos en Terak y desde allí

mismo saldremos al espacio exterior para comenzar la parte verdaderamente dura de

este viaje.

396
Capítulo 55

El superdestructor Mythosaur recibió el mensaje holográfico nada más abandonar

la hipervelocidad para dirigierse a un nuevo hiperpunto, por donde accederían a una

nueva hiperruta que la llevaría directamente a la frontera con la Liga, en los límites

mismo de lo que en el Núcleo se conocía como el Borde Exterior. Skravian en

persona avisó al Mandalore de que el Gobernador de Endor, Dimor Quayk, solicitaba

permiso para dialogar directamente con él. De mala gana, y sin salir de su aposento,

el señor oscuro aceptó la transmisión encendiendo para ello su comunicador

holográfico. La figura de Quayk, hincando una rodilla en tierra en señal de total

sumisión, apareció entonces ante él sobre el tablero:

-Su'cuy Gar, Gran Líder de Todos los Clanes. Antes que nada quiero pedirle

disculpas a su Alteza por importunarle, pero era de absoluta urgencia la comunicación

con el Mandalore, pues los acontecimientos se han precipitado y la situación aquí, en

Endor, comienza a escaparse de mi completo dominio.

-Tal vez te hallan fallado tus habilidades al frente del senado...

-Ha sido ese viejo jedi, Gran Señor; él ha plantado la semilla de la rebeldía en mis

397
tropas...

-Creía que había sido capturado y que todo estaba bajo control.

-Estaba, Gran Mandalore, pero ya no... Escapó y ayudado por ese malnacido de

Dirk Calrissian y un grupo de Guardias Estelares declarados en rebeldía, han atacado

los alrededores de Leiascant, estableciendo una ciudad libre de mi control en el fortín

de Terak, al otro lado de la Luna Santuario. La situación es grave, pues también han

liberado a la Gran Dama, Gildren Dedel, quien debía traerme el favor tanto del

pueblo como de los oficiales de la Guardia Estelar hostiles hacia mi persona... Para

colmo, esta misma tarde, los rebeldes se han apuntado una nueva victoria robando el

Halcón Milenario para su causa.

-¿Tanto te asustan una simple mujer y un viejo carguero estelar?

-Ni ella es una simple mujer, ni esa nave es un simple carguero. Ambos, como

Luke Skywalker, son símbolos de la libertad....

-No debes preocuparte por Skywalker, será eliminado como lo fue Trey-Jeng Solo

antes que él, y su muerte significará el fin de los jedis, de quienes pronto en esta

Galaxia solo quedará un rumor cada vez más vago y confuso, hasta desaparecer por

completo.

-Oh, Gran Señor, aprecio mucho esas palabras, pues llenan mi corazón de sosiego.

Sin embargo, mi situación está empezando a verse seriamente comprometida. Cada

vez son más los soldados de infantería y los pilotos que desertan para unirse a las

tropas de los tres capitanes rebeldes. Pronto nuestras fuerzas estarán equilibradas y

eso me dejará en una posición harto complicada. Por eso he pedido una audiencia

398
directa con el Mandalore, porque solicito vuestra ayuda para recuperar el control

absoluto de la Luna Santuario.

-Si es un ataque contra las tropas rebeldes lo que me estáis implorando, me temo

que esa es una maniobra que de momento no se contempla.

-Pero señor, ¿y esos yuuzhan? Si la Guerra Civil estalla con toda su crudeza en

Endor, nos veremos seriamente mermados para defendernos de una posible invasión.

-Me ocuparé de Skywalker, de las tropas rebeldes y también de los yuuzhan vong,

pero todo a su debido tiempo... ¿He sido lo suficientemente claro?

-Si, Gran Señor...

-¿Algo más que añadir entonces, Gobernador?

-No, Alteza... Bueno, si, solo una cosa... Este humilde siervo suyo le pide permiso

para abandonar Endor junto a su familia y dirigirse al Núcleo en un plazo no superior

a tres días.

-Me temo que eso es del todo imposible en estos momentos, gobernador Quayk.

Sin embargo, en señal de gratitud por tus inestimables servicios, te concedo el

privilegio de poder evacuar a tu familia y ponerla a salvo. El general Gaush'al Beviin

está al mando del destructor Teroch, él se pondrá en contacto contigo y te dará las

instrucciones precisas para que tu familia pueda cruzar el embargo. ¿Alguna otra

cosa?

-No, mi señor, solo gracias, gracias, muchas gracias...

Tras cortar la comunicación, Darth Nerpheus se recostó en su silla pensando en el

contratiempo que significaba el hecho de que su tío hubiera decidido pasar a la acción

399
antes de lo previsto. Sin duda, la invasión yuuzhan vong de Tatooine, de la que tenía

constancia desde hacía días, había sido determinante a este respecto, y por esa misma

razón sabía donde debía buscarlo ahora. Rápidamente se puso en contacto con el

general Skravian, almirante en jefe del Mythosaur, y le indicó un cambio de rumbo:

-Pero entonces, mi señor, ¿ya no nos dirigimos a Endor? -le preguntó el nicto un

tanto sorprendido.

-No, los acontecimientos han cambiado. Ahora nuestro destino es Tatooine.

“Torre de la Victoria, piso 77, sector 12-C, Centro de Sapientología. Torre de la

Victoria, piso 77, sector 12-C, Centro de Sapientología. Torre de la Victoria, piso 77,

sector 12-C, Centro de Sapientología...” Mientras la dirección se repetía una y otra

vez en la mente de Mig-Wan, sus pasos lo llevaban hasta allí en volandas a través de

ascensores, pasillos, salas, hangares, más salas, mas pasillos, más hangares y más

ascensores... Ataviado con su túnica de Vjun, todos y cada uno de los soldados con

los que se iba cruzando en su camino lo saludaban con solemnes reverencias y

ceremoniosos gestos de respeto. Era el mandalor'ad, que en lengua mandaloriana

significaba literalmente “hijo del mandalore”, un título que lo colocaba en una

situación de privilegio que ni siquiera había experimentado en Leiascant, siendo el

hijo del Gran Maestro y de la Gran Dama. Escondida bajo la túnica llevaba su

mochila propulsora y entre las ropas, colgando de su cinturón, el sable morado que le

regaló su padre. Se movía con prisa por ese enorme laberinto que era la Torre de la

Victoria, acelerado por el pensamiento de que aquel era el momento que durante tanto

400
tiempo había estado esperando. Y sin duda así lo parecía, pues su tío, el Mandalore,

debía encontrarse ya muy muy lejos, y de igual forma que él no percibía su presencia,

éste tampoco percibiría la suya. Además, la máxima autoridad Skirata en Praatba'tor,

el general Skravian, lo había acompañado también en su periplo interestelar, lo que

en aquel momento lo colocaba en una situación inmejorable para llevar a cabo su

arriesgado y ambicioso plan.

Debido a continuos aciertos y errores a la hora de decidir cual era la dirección

correcta que debía tomar, Mig-Wan tuvo que andar y desandar el camino en

numerosas ocasiones, lo que hizo que tardara mas de la cuenta en encontrar, primero,

el piso 77, luego el sector 12-C y, por último, el Centro de Sapientología. Éste estaba

dividido en tres partes: una biblioteca, un museo y un laboratorio. Antes de llegar al

museo, Mig tuvo que atravesar la biblioteca sapientológica, una amplia sala de techo

alto y abovedado, llena de pasillos formados por estanterías de más de tres metros de

altura, que guardaban una enorme cantidad de archivos, libros y manuscritos

dedicados exclusivamente al estudio de la vida inteligente encontrada en la Galaxia a

lo largo de toda su historia. Mig se cruzó con un archivista ataviado con una túnica

gris y le preguntó por la ubicación exacta del museo. El archivista, tras reconocer y

mostrar sus respetos al mandalor'ad, se ofreció a conducirlo hasta la entrada, situada

en el otro extremo de la estancia. Allí, a través de un intercomunicador de pared,

requirió la presencia de quien él mismo definió como “la mayor eminencia en

sapientología de todo el universo”. Se trataba de un erudito de la extraña y

camaleónica especie shi'ido llamado Mammon Hoole. Era tal su fama que hasta Mig-

401
Wan había oído hablar de él, teniendo que leer y estudiar muchas de sus obras, todas

ellas dedicadas al estudio de especies inteligentes y culturas alienígenas. No obstante,

a Mig le sorprendió que Hoole estuviera vivo, pues llevaba desaparecido más de

quince años, y en muchas universidades, como la de Coruscant, lo daban por muerto.

Hoole se presentó enseguida y, tras una afectada reverencia, se ofreció para servir al

mandalor'ad de guía por el museo y el laboratorio. Durante el paseo, el shi'ido, de

más de cien años de edad, fue mostrándole al niño objetos de todo tipo, desde

artilugios primitivos con el funcionamiento más básico hasta sofisticados aparatos

con la tecnología más desconcertante. Todos estaban depositados en urnas de cristal o

en vitrinas, algunas ocupando toda una pared, y distribuidos a lo largo de diferentes

salas. Mientras le mostraba dichos objetos, Hoole le explicaba su funcionamiento, su

procedencia y la historia de la especie que lo había elaborado, detallando

minuciosamente elementos típicos de su cultura y su fisonomía. Además, al lado de

cada vitrina se incluía a veces una imagen holográfica a tamaño real de dicha especie,

lo que facilitaba la comprensión de las densas explicaciones de Hoole.

A Mig siempre le había gustado mucho la sapientología, y encontraba aquel museo

realmente fascinante -más aún cuando el mejor sapientólogo de la galaxia estaba

siendo su guía personal-, no obstante empezaba ya a impacientarse con las elaboradas

y profundas disertaciones del erudito. Pensó en ir directo al grano y preguntar por las

especies vivas del museo, cuando de repente vio una urna vacía y eso llamó su

atención.

-Vaya, espero que no hayan robado el objeto que había en esa urna.

402
El profesor Hoole, de aspecto un tanto siniestro debido a su complexión alta y

delgada y a su rostro amarillento y arrugado, dejó escapar una extraña mueca que

pretendía ser una sonrisa:

-Estese tranquilo, mandalor'ad, este museo está estrechamente vigilado y nadie

salvo un sapientólogo de los que trabajamos en el centro puede tocar estos valiosos

objetos sin que se pongan en marcha los fuertes dispositivos de seguridad. Además,

os equivocáis: esa vitrina no está vacía.

Mig frunció el ceño y se acercó a ella.

-Pues yo sigo sin ver nada.

Hoole dio un par de pasos hacia la derecha y apretó un interruptor situado al lado

de la puerta, lo que hizo que la luz de la pequeña sala se apagara por completo.

Entonces, dentro de esa vitrina rectangular de más de dos metros de alta, apareció

ante ellos una especie de manto oscuro muy largo que parecía palpitar y contraerse

como el músculo de un ser vivo.

-Se mueve -dijo Mig ojiplático y boquiabierto-; parece un animal...

-En realidad son millones de animales. Acércate y lo veras mejor.

Mig pegó su rostro a la vitrina y pudo ver que, efectivamente, era como si una

cantidad infinita de insectos diminutos estuvieran enganchados y moviéndose sobre

una superficie que hubiera debajo y que no alcanzaba a ver.

-Es un objeto muy valioso -continuó diciendo el shi'ido-; se le conoce como capa

de nuun, y pertenece a la raza yuuzhan vong. Esta formado por un tipo de parásito

muy extraño que solo crece en el vong, la piel viva cultivada y moldeada por los

403
yuuzhan. Estos parásitos tienen la habilidad de reflejar la luz y ser virtualmente

invisibles. Sin embargo, en la oscuridad, los nuun pierden esa extraordinaria

capacidad mimética y son fácilmente observables a simple vista.

-Vaya...

-Debajo de ellos hay unos cuatro metros de vong, del que se alimentan los

parásitos. Este tipo de capas son usadas unicamente por los cazadores, quienes crían a

los parásitos durante años hasta que cubren totalmente el tejido. Una vez preparadas,

los cazadores se cubren con estas capas para mimetizarse con el entorno y poder

introducirse en los hogares de sus presas sin ser vistos. Como la capa los cubre por

completo, los cazadores han desarrollado un sistema de ecolocalización mucho más

preciso y sofisticado que el del resto de castas yuuzhan. Lo más irónico es que aún

siendo la pieza más valiosa del museo, un día los nuun se comerán todo el vong y

entonces, al no tener con que alimentarse, morirán. Digamos que es un objeto con

fecha de caducidad.

Mig dio media vuelta y se quedó mirando a Hoole a los ojos:

-¿Conviviste con ellos?

El viejo erudito dejó escapar otra de sus extrañas muecas:

-Oh, no, eso si que no. Mi capacidad camaleónica me permite asimilar la forma de

muchas especies, pero los yuuzhan son un caso aparte. Su mente colmena hace que

cada individuo forme parte de un todo bien estructurado donde no es posible

infiltrarse. Serías descubierto y devorado al instante.

-Y a parte de estos parásitos, ¿hay algún ser vivo más en este museo?

404
El sapientólogo dudó un instante antes de responder:

-Mmm, no, me temo que no...

-No es eso lo que yo había oído.

-No se exactamente a qué se refiere el mandalor'ad -Hoole inclinó la cabeza-, pero

este es un museo sapientológico, no un vulgar zoo -y a continuación volvió a

encender la luz de la sala.

-Profesor... -Mig-Wan se giró dando la espalda al shi'ido y dio un par de pasos

hacia la puerta para, finalmente, volverse de nuevo hacia él con gesto serio:

-...Quiero ver a Chewbacca.

El profesor Hoole tensó el rictus incluso más de lo normal y luego intentó actuar

con naturalidad sin conseguirlo del todo:

-Chewbacca... El mandalor'ad se referirá sin duda a ese héroe wookiee de la

rebelión... Lo que no alcanzo a comprender es por qué su alteza piensa que está en

este museo.

-No finja, profesor, sé que está aquí.

-Pero Chewbacca, como todo el mundo sabe, murió hace muchos años en una

emboscada pirata en la que también perdió la vida el legendario Han Solo.

-Ambos sabemos que mi abuelo sí murió en aquella emboscada, pero no

Chewbacca. Él sobrevivió, y desde entonces está encerrado aquí, en la Torre de la

Victoria, condenado a ser fustigado por la culpa hasta el día de su muerte. Y yo, como

hijo de tu Mandalore, te ordeno que me lo muestres.

El profesor Hoole se quedó mudo durante unos segundos. Sabía que el “Proyecto

405
Wookiee” era alto secreto y que solo los oficiales de mayor graduación y los jefes de

los clanes tenían acceso a esa parte del laboratorio. Pero el mandalor'ad, aún siendo

un niño, era en esos momentos el mas alto mandatario de todo Praatba'tor. Sin

moverse cotejó los pros y los contras, pero antes de sacar conclusiones, Mig se le

adelantó:

-Está bien, profesor, no importa... Hablaré con mi tío hoy mismo y le explicaré lo

sucedido. No creo que le entusiasme precisamente el saber que se me ha negado la

entrada al laboratorio.

La actitud del shi'ido cambió al instante:

-Por favor, alteza, no será necesario. Entienda que es un área fuertemente

restringida y solo el personal autorizado y el alto mando pueden entrar en ella. Pero

por supuesto que el mandalor'ad será bien recibido y este humilde servidor suyo le

mostrará todo lo que quiera ver... Adelante, adelante, acompáñeme, alteza, el

laboratorio de sapientología está por aquí...

406
Capítulo 56

Recorrieron sin detenerse unas cuantas salas más, hasta llegar a una puerta cerrada

custodiada por un par de soldados, escondida en un rincón diáfano de una pequeña

habitación. El profesor Hoole saludó a los guardias mandalorianos y luego pasó un

escáner genético que hizo que la puerta se abriera.

-A partir de aquí empieza la zona restringida del laboratorio -le indicó a Mig, el

cual caminaba sin perder detalle de todo lo que había a su alrededor.

-¿Por qué está restringida esta zona, profesor?

-Por las investigaciones. Son de vital importancia.

-¿Qué investigaciones?

-Las llevadas a cabo en el llamado “Proyecto Wookiee” -mientras hablaban, Hoole

y Mig se iban cruzando con personal del laboratorio que saludaban a ambos con una

mezcla en sus rostros de respeto y sorpresa.

-¿El “Proyecto wookiee”?

-Eso es, alteza. Se trata de un programa para clonar wookiees a partir del adn del

gran Chewbacca. Y de momento he de decir que estamos obteniendo magníficos

407
resultados, pues hemos creado ya varias colonias en diferentes planetas cuyas

condiciones medioambientales son similares a las de Kashyyyk... Son grupos

pequeños, de no mas de cincuenta o cien individuos, pero aún así se están

desenvolviendo extraordinariamente bien en su entorno.

Mig-Wan se detuvo en seco y Hoole hizo lo propio:

-¿Me estás diciendo que mi tío ha mandado repoblar la galaxia de wookiees?

-En realidad la idea del proyecto fue del anterior Padre Oscuro.

-¿Sidious?

-Efectivamente.

Hoole abrió una puerta y llegaron a una pequeña sala llena de computadoras y

pantallas de plasma. El shi'ido se sentó en una mesa situada frente a una pared e

invitó a Mig a que le acompañara. Una vez éste se hubo sentado a su lado, el profesor

apretó un botón oculto bajo el tablero y la pared de enfrente se abrió ante ellos,

mostrando un cristal que les permitía ver lo que había al otro lado. De inmediato, Mig

pudo distinguir un enorme animal encogido de cuclillas en un oscuro rincón de una

celda hermética y angosta, hundiendo el rostro entre sus brazos y atado por el tobillo

al suelo con una cadena de beskar. Estaba muy muy sucio, con la cabellera hecha

jirones y mostrando trozos de su piel en diferentes partes de su cuerpo, como si se

hubiera arrancado el pelo con sus propias manos. En el rincón de enfrente había un

plato con agua y otro con algún tipo de alimento difícil de determinar mientras que,

en la pared de al lado, las heces se amontonaban sobre un mugriento lecho de paja.

Entonces el profesor Hoole miró al mandalor'ad y, acompañando sus palabras con un

408
ademán de su mano derecha, dijo:

-Ahí lo tiene, alteza: Chewbacca.

Mig no dijo nada, estaba demasiado compungido por aquella horrible visión.

Entonces, de repente, un portón metálico se abrió dentro de la celda y un par de

hombres ataviados con monos grises entraron en ella, lo que hizo que de inmediato el

wookiee estallara en un salvaje arrebato de cólera. Uno de los hombres llevaba una

extraña pistola, con una especie de dardo en la punta, con la que apuntó a Chewbacca

tras apartarse de sus violentas embestidas hasta casi tocar la roída pared metálica con

la espalda. Mientras tanto, el wookiee seguía fuera de sí, gimiendo, rugiendo y

abalanzándose una y otra vez contra ellos y siendo, una y otra vez, frenado por la

irrompible cadena de beskar que impedía que llegase a alcanzarlos.

-¿Qué le van a hacer? -preguntó Mig cada vez mas afectado por la escena.

-No se preocupe, alteza, solo van a dormirle.

En ese instante, el hombre que apuntaba con su arma disparó y el dardo salió de su

pistola clavándose en el pecho del wookiee. De repente, la fiereza de sus rugidos

comenzó a apagarse y, de igual modo, empezó también a dar muestras de que sus

fuerzas lo estaban abandonado. Dio entonces un par de pasos a la derecha, otros

tantos a la izquierda y, finalmente, se desplomó contra el cristal, dejando en él un

reguero de sangre provocado por fuerte el impacto.

Tras varios segundos de espera, los dos hombres se acercaron lentamente al

cuerpo yaciente de Chewbacca, lo que hizo que éste, con las pocas fuerzas que aún le

quedaban, lanzara un último rugido de advertencia. Aquello provocó que uno de los

409
hombres sacara un bastón eléctrico y lo golpeara con él varias veces hasta que, por

fin, el wookiee dejó de moverse.

Mig estaba conmocionado. Intentó hablar pero no le salían las palabras. Tragó

saliva, llenó sus pulmones de aire y, tras varios intentos infructuosos, finalmente

logró balbucear una frase con un mínimo de sentido:

-¿Porqué hacen esto?

-Solo están extrayéndole un poco de sangre. Es algo normal.

-¿Normal? ¿Quieres decir que esto es algo habitual?

-Si, al sujeto se le extrae sangre como mínimo dos veces al día.

Mig-Wan agachó la cabeza y guardó silencio. Todo aquello le resultaba de una

brutalidad repugnante. Levantó la vista y comprobó que los hombres ya no estaban,

habían obtenido lo que querían y se habían marchado dejando a Chewbacca tirado en

el suelo, inconsciente y respirando espasmódicamente. Mig se levantó y, caminando

despacio, se acercó a él. Tenía la cabeza pegada al cristal lo que le permitió ver de

cerca la brecha en su frente, de la que todavía emanaba un fino hilo de sangre.

-Tenga cuidado -le advirtió Hoole-; el efecto de la droga que le hemos

suministrado dura a penas unos minutos... De todas formas no se preocupe, aunque se

abalance contra su alteza, el cristal que nos separa es virtualmente irrompible.

-¿Qué le ha pasado, profesor? -le preguntó Mig sin tan siquiera girarse- Usted

siempre fue un ejemplo de respeto hacia todas las razas y todas las especies que

pueblan esta galaxia...

-No entiendo al mandalor'ad...

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-Esto es horrible...

-Pero necesario...

-No es cierto -Mig dio media vuelta y miró a los ojos del shi'ido-. Y deje de

mentirme, no soy tonto: sé perfectamente que si esto salió de la cabeza de Darth

Sidious, su fin debe ser cualquier cosa menos desinteresado.

Hoole se quedó pensativo unos instantes, para luego levantarse también de su silla

y caminar hacia la puerta:

-Bueno, creo que la visita ha terminado. Si tiene su alteza la bondad de seguirme...

-Todavía no.

-Pero, madalor'ad, el centro está cerrando sus puertas.

Mig bajó la cabeza y al segundo la levantó con una expresión de súbita sorpresa,

como si de repente hubiera resuelto un complicado acertijo:

-Esclavos, eso es... Criar wookiees para esclavizarlos luego, ese es el fin último de

este proyecto, ¿no es cierto, profesor?

Hoole se mantuvo callado con la mano en el interruptor que abría la puerta.

-Fuertes, resistentes y extraordinariamente longevos: la especie perfecta para ser

cibernetizada... ¿Tengo razón, verdad?

-Alteza, no puedo hablar de este proyecto, es “alto secreto”.

Mig-Wan miró entonces a Hoole a los ojos:

-Percibo la lucha en su interior, profesor... Tampoco usted soporta esto... Ayúdeme

a ponerle fin, ayúdeme a liberar a Chewbacca...

-¡Liberar a esa bestia! El mandalor'ad ha debido perder el juicio... Verá, alteza,

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entiendo sus sentimientos, y los comparto, completamente... Y desde luego este no es

el final que yo hubiese deseado para mi carrera, para mi vida... Pero no estoy en

disposición de decidir. Puede que me encuentre en una situación mejor que la de ese

wookiee, pero no se equivoque, alteza, también yo soy un prisionero en esta

condenada torre.

-No tiene por qué serlo...

-Mandalor'ad, será mejor que me acompañe: la visita ha terminado.

-Está bien, profesor, usted puede retirarse si así lo desea. Yo me quedaré aquí un

rato más. Y no se preocupe, mi tío nunca sabrá de nuestra conversación.

Hoole dudó un instante. Luego dio media vuelta y abrió la puerta metálica. Pero

antes de salir de la sala, su voz seca y profunda se coló de nuevo en los oídos de Mig-

Wan Solo:

-Si fuera un poco más joven, te ayudaría sin dudarlo... Pero ahora soy viejo, muy

muy viejo, y ya no me quedan fuerzas -y a continuación abandonó la estancia y cerró

la puerta.

Mig se quedó entonces solo en aquella habitación, de no más de treinta metros

cuadrados, mientras su cabeza asimilaba todo lo que había visto hacía tan solo unos

minutos. Intentó tranquilizarse y pensar con frialdad, pero la rabia estiraba de él,

acelerando su corazón y obnubilando su mente. Entonces oyó unos tenues gemidos y

se dio la vuelta. Al otro lado del cristal, Chewbacca empezaba a recobrar el

conocimiento. Tumbado boca arriba, primero movió un brazo y luego, levemente, la

cabeza hacia los lados hasta que, cuando logró reunir las suficientes fuerzas, se

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inclinó hacia su izquierda e intentó incorporarse. Sus movimientos eran lentos y

torpes y sus ojos miraban perdidos y desorientados a su alrededor, como si sus

pupilas no lograran enfocar la realidad con suficiente nitidez. Mig no sabía si

Chewbacca podía verle, aunque suponía que no. Aún así dio un par de pasos hacia

delante y extendió su mano derecha sobre el cristal. Chewbacca miraba hacia él, pero

su ojos seguían vacíos e inertes. Movió levemente la cabeza hacia atrás y luego,

intentando fijar la vista, la ladeó hacia la izquierda. A continuación se acercó

jadeando al cristal y empezó a escudriñarlo, como si notara una extraña presencia al

otro lado. Pasados unos segundos, el wookiee levantó también su mano y lentamente

la extendió sobre el frio vidrio, justo en el mismo lugar donde Mig-Wan había

apoyado la suya. El niño se asustó y la retiró, lo que provocó que el wookiee hiciera

lo mismo. Entonces Mig apretó la palma contra su frente y así estuvo durante casi un

minuto hasta que, finalmente, la posó de nuevo sobre el ventanal. Chewbacca, de

cuclillas, encogido y con la cabeza escondida entre las rodillas, levantó la vista de

repente y le miró directamente a los ojos. Luego, tras dejar escapar un par de gemidos

lánguidos y profundos, acercó despacio su cabeza al cristal hasta apoyar su frente

herida justo sobre el punto exacto donde Mig había extendido de nuevo la palma de

su mano. Enseguida la herida del wookiee dejó de sangrar y, al cabo de unos

segundos, mientras su garganta seguía exhalando largos y desgarrados lamentos, Mig

vio que de sus vidriosos ojos caían dos regueros de lágrimas que le humedecían el

cabello a la altura de sus mejillas.

Pasados varios minutos, la herida de Chewbacca había cicatrizado por completo y,

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de igual modo, sus lamentos habían cesado. Al mismo tiempo, su respiración se había

ralentizado tanto que Mig tuvo la sensación de que el wookiee se había quedado

dormido con la frente pegada al cristal. Pero entonces un sonido chirriante y metálico,

proveniente del interior de la celda, los puso a ambos de nuevo en guardia. Alguien,

desde fuera, había abierto un pequeño portillo situado en la parte baja de la puerta y, a

través de dicha hendidura, había dejado un par de platos oxidados en el suelo.

Chewbacca, mientras tanto, no dejaba de rugir desde el rincón al que se había retirado

presa del miedo y la ira. Entonces, a través de la abertura en la puerta, el arrugado

rostro de un nicto se dejó ver buscando al wookiee con la mirada:

-¡Ahí tienes tu comida, mala bestia! -le gritó con desprecio, y a continuación el

portillo volvió a cerrarse.

Chewbacca, a modo de respuesta, dejó escapar hacia el cielo otro largo gemido y

luego se sentó otra vez de cuclillas en el suelo, apoyando su espalda contra la pared.

Aquella fue la gota que colmó el vaso para Mig-Wan, quien sin pensárselo dos

veces agarró el sable de luz que colgaba de su cinturón y lo encendió, haciendo que

su resplandor morado inundara toda la sala. Acto seguido, el niño lo empuñó como si

se tratara de una daga que fuera a clavar en la espalda de un enemigo distraído. Y eso

fue exactamente lo que hizo, solo que en lugar de en la espalda de un enemigo, fue en

el cristal blindado del ventanal que tenía delante donde hundió la formidable espada,

la cual cortó el vidrio como si fuera mantequilla de flounut. Al instante, las luces se

apagaron tanto dentro de la sala como en el interior de la celda, y una sirena situada

en la parte superior del ventanal comenzó a parpadear, emitiendo un sonido rítmico y

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estridente. Mig terminó de trazar un amplio cuadrado en el cristal con su sable y

luego lo lanzó contra la sirena, lo que hizo que ésta estallara en mil pedazos. Después

se colgó el sable de nuevo en el cinturón y comenzó a patear con fuerza la luna hasta

que el vidrio cedió cayendo al suelo. El niño se coló entonces por el hueco que había

dejado en el ventanal, de un metro por un metro aproximadamente, y se coló en la

celda atravesando el cristal. Al otro lado, Chewbacca, encogido todavía en su rincón,

lo observaba con expresión de absoluta incredulidad. Estaba tan desconcertado que

no emitió sonido alguno al verlo, tan solo se limitó a seguirlo con la mirada,

escudriñando un rostro que, a pesar de no reconocer, le resultaba del todo familiar.

Mig, caminando despacio para no asustarlo, se acercó hasta él. Cuando lo tuvo

delante, lo miró a los ojos y le dijo con tono firme:

-Tranquilo, no voy a hacerte daño -su sable de luz volvió a brillar en la penumbra-.

He venido a liberarte -y tras sus palabras, levantó su brazo y cortó la cadena de

beskar de un solo golpe.

El chispazo del acero al ser partido por la espada asustó a Chewbacca, el cual se

puso de pie de un salto. Mig intentó entonces tranquilizarlo:

-Calma, calma, ya está, eres libre, eres libre... Ahora tienes que confiar en mí, ¿de

acuerdo? Si me ayudas, ambos saldremos de este lugar y podremos regresar a casa...

Chewbacca se había apartado de él y lo miraba receloso desde el otro lado de la

insalubre jaula. Entonces Mig-Wan apagó su sable y caminó de nuevo hacia él,

desoyendo los gruñidos de advertencia que ahora salían de la garganta del wookiee.

Cuando estuvo a a penas un metro de distancia, el niño se sentó de cuclillas, cerró los

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ojos y agachó la cabeza, ocultándola bajo su brazo izquierdo. Luego extendió el brazo

derecho y abrió la palma de la mano mientras se repetía una y otra vez para sí mismo:

“vamos, confía en mi, no tengas miedo, no voy a hacerte ningún daño, ningún daño,

confía en mí, confía en mí...”

Y Mig siguió en aquella postura hasta que de repente, pasados unos segundos,

notó el calor de una enorme mano cuya palma se extendía con inusual delicadeza

tocando la suya.

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Capítulo 57

El ruido de la puerta de la celda al abrirse hizo que ambos se pusieran en pie de un

salto, el wookiee dejando escapar un torvo rugido y Mig-Wan encendiendo su sable

de luz. Una voz interpeló entonces al niño a través de un altavoz colocado en el

techo:

-¡Mandalor'ad, salga inmediatamente de la celda, de lo contrario nos veremos en

la obligación de matar al wookiee!

Tras oír esas palabras, Mig empujó a Chewbacca hasta que su espalada tocó la

pared y él se colocó delante para protegerlo:

-No os atreváis a disparar vuestros blásters. Si lo hacéis, a su regreso el Mandalore

os despedazará con sus propias manos.

-¡¡Apártese del wookiee, ese animal es extremadamente peligroso!!

-A mi no me lo parece...

-Por favor, mandalor'ad, no nos está dejando ninguna otra alternativa.

-Sí, os estoy dejando una: la de permitirnos a Chewbacca y a mí abandonar este

horrible lugar. Solo tenéis que apartaros y dejar que salgamos por esa puerta los dos,

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caminando tranquilamente, y os aseguro que nadie saldrá herido.

-Me temo que eso no va a ser posible, alteza: el wookiee no puede salir de este

complejo bajo ningún concepto.

-Entonces yo tampoco lo haré.

-En ese caso, solo podemos hacer una cosa.

Mig fijó entonces su mirada en la puerta, que continuaba abierta, esperando que en

cualquier momento apareciera por ella un grupo de guardias mandalorianos

dispuestos a reducirlos. Pero los segundos pasaban sin que nadie hiciera acto de

presencia, lo que al niño le resultó todavía más inquietante. Chewbacca soltó un par

de gemidos y, de repente, Mig se dio cuenta de que entendía perfectamente lo que le

estaba diciendo. Se giró y, no sin cierta sorpresa en sus ojos, le respondió:

-Tienes razón, Chewie, a mi tampoco me gusta nada este silencio -y justo en ese

preciso instante, un olor desagradable, agrío, sintético e irritante se coló por sus fosas

nasales.

-¿Hueles eso?

Chewbacca asintió con un gruñido.

-¿De dónde sale...? Espera... Mi cabeza... Me estoy mareando... Se me van las

fuerzas... Es ese olor... Es... Ese... Olor...

Cuando Mig-Wan despertó, se hallaba en el cuarto de una enfermería, tumbado

sobre una camilla rodeada de cables y sensores, y desprovisto tanto de la parte

superior de su túnica como de su sable de luz y su mochila propulsora. Se incorporó

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para quedar sentado y entonces pudo ver que al fondo había hasta una docena de

guardias mandalorianos enfundados en sus armaduras de beskar y llevando al hombro

sus rifles blasters. Mig se sorprendió de que hubiera tanta presencia militar alrededor

suyo y pensó que tal vez su tío, debido a su acción sediciosa en el laboratorio, había

dado el visto bueno a que recibiera el trato de un vulgar prisionero de guerra. Aquello

no era nada bueno por muchas razones, pero fundamentalmente porque complicaría

sobremanera sus planes. Una puerta se abrió detrás de los soldados y al instante Mig

pudo distinguir entre los cascos el rostro de su maestro de esgrima y de lucha cuerpo

a cuerpo, el Protector Soberano Imperial y Jefe de la Guardia Roja Kir Kanos. Éste

les hizo un gesto a los guardias para que se retirasen. Uno de ellos, el que parecía el

jefe del pelotón, lo miró a través de la rendija de su casco y dudó un instante.

Finalmente, se giró hacia sus hombres y tras pronunciar un par de palabras

ininteligibles, los doces guerreros salieron por la puerta. No era habitual que Kir

Kanos diera órdenes a los soldados, ya que en realidad él solo tenía autoridad sobre la

Guardia Roja, siendo visto como un extraño ajeno a su credo por cualquier guerrero

mandaloriano, quienes además no solían mostrar hacia los togas rojas muchas

simpatías precisamente. Sin embargo el Jefe de la Guardia era tutor, protector y

máximo responsable del mandalor'ad en ausencia del Mandalore -como él mismo se

había encargado de dejar bien claro antes de su partida-, y por esa razón, los

mandalorianos obedecieron su orden sin rechistar.

Cuando la habitación se quedó vacía de guardias, Kanos se acercó a la camilla del

niño con pasó cansino. A Mig le impresionó ver que su brazo estaba completamente

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curado y pensó entonces en todo el bien que alquimia sith podría hacer a la Galaxia si

ésta fuera utilizada con buenos fines.

-Has liado una buena -le dijo Kanos cuando estuvo a su lado.

-¿Dónde está Chewbacca?

-Tranquilo, está bien.

-Si llama estar bien a devolverlo a su celda, entonces se equivoca: él no está bien

en absoluto

-Sí, tal vez tengas razón. Ahora dime una cosa, ¿cuál era tu plan para salir de aquí?

-¿Cómo dice?

-¿Sabes pilotar una nave interestelar?

-No, yo no...

Kanos lo miró a los ojos:

-Chewbacca... Crees que él podría llevarte de vuelta a Endor porque hace años fue

un gran piloto... Depositas demasiada confianza en él, ahora no es mas que un animal

salvaje con el cerebro hecho añicos.

-Usted no conoce a Chewbacca.

-¿Eso crees? Está bien, ven conmigo, no nos queda mucho tiempo.

El niño frunció el ceño y acto seguido se puso de pie de un salto.

-¿A dónde vamos? -le preguntó Mig mientras caminaban por un largo y solitario

corredor que conducía a un montacargas.

-No hagas preguntas y sígueme.

Mig-Wan hizo caso al toga roja hasta que estuvieron ambos a solas dentro del

420
elevador. Entonces el niño se giró hacia él y utilizó de nuevo la Fuerza para hacer

levitar el cuerpo de Kanos al tiempo que oprimía su garganta para inmovilizarlo:

-Está bien, se acabó el juego: ¿dónde está Chewbacca? -le preguntó con el rostro

pétreo.

Kanos no respondió, se limitó a extender su mano derecha para apretar el botón de

seguridad que, en caso de incendio, cortaba el fluido eléctrico dentro del

montacargas, lo que hizo que se encendieran las luces de emergencia y, dentro del

habitáculo, todo quedase en penumbra. Entonces, a su derecha apareció de la nada

una sombra alargada con la forma de un ataúd cubierto por un manto oscuro. Mig

dejó de hostigar a Kanos y este cayó al suelo. Luego fijó su vista en esa sombra

alargada y vio que vibraba caprichosa en la oscuridad como el fuego de una hoguera.

-Ahí tienes a Chewbacca...

Mig se giró confuso al oír aquella voz, que había cambiado de repente, y pudo

comprobar que Kir Kanos ya no estaba allí. En su lugar se encontró con el profesor

Hoole, tirado en el suelo y con un aspecto todavía más cadavérico de lo que él

recordaba de horas antes.

-Solo tienes que empujar el sarcófago que hay bajo la capa de nuun una vez se

abra esa puerta -la voz del profesor salía ahora a duras penas de su boca, como si con

cada palabra perdiera parte de su hálito-. Tras unos diez pasos estarás dentro de un

Firespray. La nave está preparada, solo tienes que conseguir que el wookiee la

pilote... Y deprisa, porque ya no te queda mucho tiempo.

Mig se arrodilló para ayudar al shi'ido a incorporarse:

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-No, déjame, yo ya no tengo salvación. Ésta ha sido mi última mímesis, y una

verdadera obra maestra, para que negarlo. Con cada imitación, los shi'ido

envejecemos diez años. Yo he vivido más de ciento cincuenta y he imitado a mas de

doscientos seres de otras tantas especies inteligentes. Sin embargo, esta ha sido la

primera vez que imito a un ser humano. La primera y la última.

-Acompáñeme profesor, vuelva a casa con nosotros.

-No, para mí ya es tarde. Sin embargo aún no lo es para ti: vamos pon de nuevo en

marcha el elevador. Yo he de prepararme para un viaje muy distinto que espero que tú

tardes mucho tiempo en recorrer.

Mig encendió de nuevo el montacargas y este continuó descendiendo un par de

pisos más hasta detenerse por completo. La puerta se abrió y entonces Mig se giró

otra vez hacia Mammon Hoole:

-Vamos, márchate ya -le insistió éste.

-Gracias, profesor.

-No, gracias a ti, jovencito, gracias a ti...

Y tras palpar el invisible sarcófago, Mig-Wan lo empujó por un largo pasadizo que

conectaba directamente con la bodega de carga de un Firespray-31, una antigua nave

de prisioneros que ahora había sido readaptada con el fin de transportar objetos

arqueológicos, fósiles o incluso seres vivos hasta el Centro de Sapientología de

Praatba'tor. Antes de entrar en la nave, Mig-Wan volvió a girarse para mirar por

última vez al viejo sapientólogo, el cual, con las últimas fuerzas que aún le quedaban

y mientras las puertas del montacargas se cerraban, levantó su mano derecha en señal

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de despedida. Mig levantó también la palma de su mano y, justo en ese momento, las

puertas se cerraron del todo.

Una vez dentro de la nave, Mig retiró la capa de nuun y el sarcófago apareció ante

él como por arte de magia. A través de un ojo de buey, situado en la parte superior de

la cubierta, podía observar como en su interior Chewbacca enseñaba los colmillos tan

irascible como desorientado. Después de varios intentos, el joven Solo logró dar con

el botón que abría la capsula y entonces los rugidos de Chewbacca reverberaron por

toda la astronave. Mig le pidió que se callara de inmediato:

-Cálmate, Chewie, voy a liberarte, ¿de acuerdo? Pero antes debes dejar de rugir o

nos oirán hasta en Leiascant.

El wookie le respondió con un par de hoscos gemidos y a continuación el niño

soltó los grilletes que lo mantenían anclado a la base del sarcófago. Al sentirse libre,

Chewbacca saltó del receptáculo lleno de ira para agarrar a Mig-Wan del cuello con

sus enormes y poderosas manos. Entonces algo ocurrió dentro de su cabeza, un

pensamiento o tal vez un recuerdo, que hizo que sus ojos se abrieran de par en par y

que sus manos soltaran al niño. Éste se encogió hasta acurrucarse al lado del

sarcófago, intentando coger aire entre accesos de tos y de angustia. Mientras, el

wookiee se apartaba de él caminando de espaldas hasta que la puerta que daba acceso

a los camarotes de la tripulación lo detuvo.

-Tranquilo -acertó a pronunciar Mig-Wan entre las náuseas y las expectoraciones-;

entiendo lo que te ocurre... Si, sé muy bien lo que te pasó... Pero no debes tener

miedo, porque yo no lo tengo -a continuación se puso de pie y caminó hacia él.

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Entonces, cuando llegó a su altura, lo miró directamente a los ojos:

-Deja de condenarte por aquello, porque tú no tuviste ninguna culpa... Por eso

confío en ti, por eso te pido que me ayudes... Ayúdame, Chewbacca, pilota esta nave

y llévala de vueta a Endor.

Chewbacca lo miraba incrédulo y asustado. Dejó escapar un bramido quejumbroso

y luego agachó la cabeza:

-Sé que puedes hacerlo, has pilotado naves como esta durante muchos años. Fuiste

junto a mi abuelo uno de los mejores pilotos interestelares de toda la Galaxia. Y eso

nunca se olvida. Vamos, Chewie, siéntate de nuevo en la cabina y marca el rumbo de

regreso a casa.

En ese instante, una voz sonó a través de un intercomunicador situado en la pared

de detrás de ellos:

-Atención, atención... A todas las unidades: el mandalor'ad y el wookiee se hallan

en paradero desconocido. Las órdenes son capturar al niño causándole el menor daño

posible y eliminar al wookiee. Repito: deben reducir al niño y ejecutar al wookiee.

-Ya lo has oído, no nos queda mucho tiempo.

Chewbacca levantó la vista y miró a Mig-Wan con ojos húmedos. Luego gimió

varias veces para, finalemte, sentarse en el suelo de cuclillas con la cabeza escondida

entre los brazos. El niño se dejó caer en un banco que había a su izquierda en señal de

abatimiento.

-Atención, Firespray-31, código 2130: abran la puerta.

Las palabras sonaron a través del intercomunicador de la pared, lo que hizo que

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Mig se levantara como un resorte. A continuaicón, el niño caminó hacia una diminuta

escotilla situada a su derecha y, tras abrirla, pudo ver a un grupo de unos veinte

guerreros mandalorianos pertrechados para la batalla y apuntando con sus blasters

justo hacia donde ellos se encontraban:

-Ya está, se acabó, nos han encontrado -dijo sin dejar de observar a los soldados-.

Siento mucho haberte metido en esto, Chewie, de verdad que lo siento; a ti y al

profesor Hoole. Todo es culpa mía, nunca debí haberos involucrado en una empresa

tan arriesgada como ésta -pero entonces los motores del Firespray comenzaron a

silbar y a vibrar, y Mig se giró para descubrir que Chewbacca ya no estaba junto a él.

Subió a toda velocidad hasta la cabina y allí, en el asiento del piloto, se encontró con

que el wookiee estaba rememorando tiempos pasados mientras apretaba botones y

movía palancas de un lado a otro. Mig-Wan lo observaba atónito y en completo

silencio. En ese instante, uno de los turboblasters de la nave se movió y comenzó a

disparar contras los soldados que habían fuera, los cuales corrieron de inmediato a

ponerse a cubierto. A continuación, el Firespray inició la maniobra de despegue,

elevándose hacia el gigantesco portón de entrada situado en el techo del hangar.

Entonces, de los cañones situados en el frontal de la nave salieron dos misiles de

concusión que impactaron en dicho portón, abriendo un boquete de más de veinte

metros de diámetro por el que pasó justa la nave pilotada por Chewbacca. De repente,

ambos estaban en el espacio, escapando de la Torre de la Victoria, escapando de

Praatba'tor, escapando del Laboratorio de Sapientología, de Kir Kanos y de su tío el

Darth Sith... Y Mig casi no se lo creía. Chewbacca le gruñó ordenándole que se

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sentara a su lado, pues necesitaba su ayuda como copiloto. El niño obedeció sin

rechistar y ambos vieron con la nave se alejaba a toda velocidad de la fortaleza

espacial.

-¿Nos dará tiempo a entrar en el hiperespacio? -le preguntó Mig.

Chewbacca soltó un bramido.

-Lo sé, pero pronto enviarán cazas a por nosotros... O tal vez tengan algún campo

gravitatorio que nos atrape como la tela de una araña... O quizá usen un destructor

imperial... O puede que...

El wookiee rugió para que el niño se callara.

-Perdona, está bien, tienes razón, lo único que consigo con esta actitud es ponerte

más nervioso.

Entonces aparecieron varios cazas Tie que, partiendo del Gancho del Cielo, se

dirigían a toda velocidad hacia ellos.

-Chewie, ¿lo ves? Hay movimiento a nuestra espalda, una docena de cazas.

Chewbacca hizo caso omiso de las advertencias de Mig-Wan y siguió pilotando el

Firespray hacia delante a toda velocidad. Los cazas, mucho más rápidos, le comían el

terreno a toda prisa.

-Los tenemos casi encima. Pronto nos tendrán a tiro.

Chewbacca no dijo nada, solo se limitó a marcar unas coordenadas en el

ordenador de a bordo.

-¿Sabes exactamente donde vamos?

El wookiee dejó escapar un dubitativo gruñido.

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-¿Cómo que no estás seguro? Podríamos chocar contra un planeta, o ser abrasados

por una estrella, o caer en un agujero neg... -antes de que Mig terminara su frase, la

nave fue sacudida por una potente descarga de turbolaser.

-No importa, Chewie, sácanos de aquí, sácanos de aquí...

Y al instante las estrellas se estiraron, el espacio se plegó sobre sí mismo y el

Firespray desapareció ante los ojos de sus perseguidores, engullido por las entrañas

mismas de un universo infinito.

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Capítulo 58

DIARIO DE DIRK CALRISSIAN:

“Acabamos de salir de la atmósfera de la Luna Santuario. A bordo del Halcón

Milenario vamos diez tripulantes y dos androides. Entre los diez tripulantes se

incluye un borg amigo mío, Fynoon Les, que desde hace horas se debate entre la vida

y la muerte. El maestro Skywalker intenta usar sus habilidades sanadoras para mitigar

su dolor, pero no es suficiente. Gildren no se separa de él ni un segundo; no ha

olvidado que el borg salvó la vida de su hijo y hará todo lo que pueda por ayudarle.

En una hora aproximadamente entraremos en la zona peligrosa, cruzando la

imaginaria frontera que ese destructor guarda celosamente. Doce cazas X-Wing nos

acompañan. Tal vez yo debería pilotar uno de ellos, tal vez de ese modo ayudaría

más que permaneciendo aquí dentro sin saber muy bien qué hacer... Tal vez, solo tal

vez... De los dos androides poco se puede decir. R2 está apagado y hecho trizas. Solo

Fynoon podría arreglarlo; aunque el bothan que viaja con nosotros se está mostrando

428
bastante hábil y está haciendo algunos progresos al respecto. Por su parte, C-3PO

parece recuperado del todo. Aún así se le ve triste y desorientado; aunque puede que

esto sea cosa de mi imaginación pues, como todo el mundo sabe, los androides son

máquinas muy sofisticadas, pero máquinas al fin y al cabo y por tanto incapaces de

sentir... La teniente Jamerith está bien, empeñada en demostrar que a pesar de su

estado sigue siendo una excelente Guardia Estelar. Luke le ha confiado el asiento del

copiloto hasta que comience la batalla, entonces será Uzig quien ocupe ese lugar.

Rupard será el artillero del cañón de iones y, llegado el momento, yo me encargaré de

las baterías de turbolaser. Hace un rato hablé con Ter Antilles, y éste me confirmó que

una vez destruido el Satélite Disruptor de Vigilancia, las comunicaciones con el resto

de mundos debería ser tan fluida como siempre. Eso me llena el corazón de alegría,

pues podré volver a comunicarme con mi padre, el cual debe estar en estos momentos

muy preocupado por nuestra situación. Bespin acudirá en nuestra ayuda. También lo

hará Coruscant y Corellia. Aunque no sé si será suficiente para derrotar a una horda

de yuuzhan vong y a un ejercito mandaloriano armado con una flota imperial y

comandados por un lord sith... Luego además, en el fondo de todo, como un pesar al

que ya nos hemos acostumbrado pero que no por eso deja de reconcomernos, está el

niño. Gildren no habla de él, ni siquiera conmigo. Sabe que no tiene mucho sentido

hacerlo ahora. Se limita a guardar silencio y esperar que los acontecimientos avancen.

Sabe que primero debemos salir de Endor de una pieza; y luego es muy posible que

cada uno quiera seguir un destino diferente. No sé cuales son los planes que tiene

Luke sobre esto. Sé que Mig-Wan es su principal prioridad y que lleva intentando

429
encontrarlo desde que llegó a la Luna Santuario, buscando una señal en la Fuerza por

leve que esta sea. Quizá por esa razón presintió la invasión yuuzhan. Quizá cabe

pensar que las cosas tienen un sentido después de todo... O quizá no. Quizá ni

siquiera lleguemos a salir de este sistema y yo ya no pueda volver a hablar con mi

padre nunca más. Quizá Gildren tampoco pueda volver nunca a estrechar a su hijo en

sus brazos... Delante de mí, ese joven que nos acompaña, Nikbi, juega con el sable de

Luke, blandiéndolo como si fuera un auténtico jedi. A su lado, el viejo Breibeng

ronca en su asiento mientras un hilillo de baba cae por la comisura de sus labios. Mas

lejos, al fondo, Melan sigue hurgando en las tripas de R2 al tiempo que Uzig va de un

lado para otro comprobando el buen funcionamiento de todos los sistemas de vida de

la nave. Sin duda somos una tripulación atípica y heterodoxa; viéndonos desde fuera

resulta difícil creer que podamos tener éxito en una empresa como esta; aunque como

dijo el maestro: en este universo todo es difícil, pero nada imposible. Voy a retirarme

a mi camarote para descansar un poco antes de entrar en batalla, porque a partir de

entonces no sé si volveremos a tener tiempo para treguas o paréntesis.

Me pongo en pie y camino hacia mi estancia. Entonces, súbitamente me embriaga

un sentimiento de tranquilidad y sosiego. Pienso en Trey-Jeng y siento como si su

espíritu estuviera allí con nosotros, formando parte de aquella insólita tripulación y

ayudando a Luke a encontrar el camino que nos lleve a un mundo mejor y más justo.

Y ese pensamiento que ahora me acompaña me ayuda a conciliar el sueño y me

otorga un atisbo de esperanza”.

430
4ª Parte:

Un nuevo orden comienza

431
Capítulo 59

Los golpes en la puerta persistieron y eso hizo que Dirk terminara por disociarlos

de sus propios sueños, regresando de esa forma a la realidad de un reducido camarote

medio a oscuras. Desde el pasillo, Rupard le apremiaba para que se levantara, pues

Luke les había pedido a todos estuvieran preparados y que ocuparan ya sus

posiciones. La puerta se abrió y Dirk apareció frotándose los ojos con los nudillos:

-¿Qué ocurre, nos están atacando?

-Todavía no, pero nos acercamos a la zona caliente y el maestro quiere que ocupes

tu puesto de artillero jefe.

-De acuerdo, vamos pues.

En cabina, Luke y Gial Uzig hacían las labores de piloto y copiloto, y fuera,

asegurados a sus respectivos asientos con arnés, se encontraban los demás a

excepción de Fynoon Les, para cuyos cuidados se había habilitado expresamente una

de las bodegas. Junto a él, vigilando sus constantes, se hallaba C-3PO, el cual

empezaba a tener serias dudas de que el capitán borg fuera a recuperarse.

Fue justo en ese momento cuando recibieron un mensaje cifrado procedente del

432
destructor mandaloriano que había rastreado sus movimientos y que ahora se dirigía

directamente hacia ellos. En el mensaje se les pedía una identificación positiva y la

clave para poder navegar fuera de la atmósfera de la luna boscosa. El capitán Antilles

se identificó y dio una clave vieja que no fue aceptada. De inmediato, los términos de

la conversación se agriaron y el tono usado por los mandalorianos se volvió

amenazador:

-Capitán Antilles, su identificación ha sido positiva. Sin embargo ni usted ni su

escuadrón tienen permiso para navegar por esta zona del espacio. Regresen de

inmediato a la Luna Santuario o de lo contrario nos veremos obligados a abrir fuego.

Antilles cerró entonces la comunicación con el destructor y luego se dirigió al resto

del grupo:

-Bien, señores, ya lo han oído: comienzan las hostilidades. Quiero el escuadrón

formando en dos lineas bien definidas con el Halcón Milenario entre ambas.

Comprobad transceptores, taquiómetros y receptores fotoeléctricos y de energía... Ah,

y por supuesto no olvidéis mantener los ojos bien abiertos.

-Capitán Antilles -Uzig había captado algo a través de los sensores del Halcón-;

movimiento a nuestra derecha. Deberíamos establecer contacto visual en un par de

minutos.

-¿Hay rastro de ese condenado satélite de vigilancia?

-No de momento, aunque no creo que deba andar ya muy lejos.

-Yo también lo capto, capitán: una nave de gran tamaño se aproxima por nuestra

derecha a gran velocidad.

433
-Pilotos de la Guardia Estelar, aquí Luke Skywalker... Recordad, nuestro objetivo

no es ese destructor sino el satélite. Una vez destruido, iniciaremos la retirada. No

importa si el Halcón Milenario es perseguido cuando intentemos salir del sistema;

repito, una vez destruido el satélite, todos los cazas deberán regresar de inmediato a

la Luna Santuario... Ah, y una cosa más: que la Fuerza os acompañe.

Un minuto después, todos los X-Wing habían detectado no ya la presencia de una

enorme astronave que se dirigía hacia ellos a una velocidad de crucero constante, sino

también la de numerosos objetos de menor tamaño que se distribuían de manera

estratégica por el espacio situado a su derecha. Se trataba de un total de unas treinta

naves muy rápidas, seguramente cazas e interceptores Tie, que en a penas unos

segundos se habían desplegado frente a ellos iniciando una maniobra envolvente que

buscaba rodearlos por completo para evitar así su huida.

-Aquí Jefe Púrpura... Establecido el contacto visual. Posición 2-1-2-5. Frente a

nosotros y a nuestra derecha. 30 cazas Tie, y detrás de ellos puedo ver el destructor.

Evitad acercaros demasiado a él o caeréis en su campo gravitatorio... Púrpura 2,

quiero una formación en diamante para romper su flanco izquierdo y evitar así que

nos rodeen por completo, ¿entendido?

-Entendido, Jefe Púrpura.

-De acuerdo, pues vamos allá.

Segundos mas tarde la batalla daba comienzo con el Halcón Milenario liderando a

los X-Wing en su intento de romper las líneas enemigas y evitar así caer en la trampa

que habían tejido las naves mandalorianas. Tras un intenso intercambio de fuego, tres

434
cazas Tie fueron alcanzados y la maniobra envolvente quedó solo en un intento. Luke

manejaba el carguero con la misma soltura con la que horas antes se había

desenvuelto a los mandos de un T-65 y eso tranquilizó a su tripulación. Sin embargo,

los Tie se mostraban tercos y sus ataques suicidas estaban empezando a dar sus

frutos. El primer X-Wing fue alcanzado justo en el momento en el que los sistemas

del Halcón captaron la presencia de otro grupo de cazas formados por Tie Avanzados

y Depredadores junto con bombarderos Cimitarra. En total eran unas quince naves

más que desequilibraron la balanza de manera flagrante.

-Maestro, la situación es muy grave: ahora nos triplican en número -gritó Uzig

mirando los datos de su computadora.

-Olvídate de las naves enemigas y busca el satélite; pronto ese destructor nos

tendrá a tiro y entonces la situación se volverá dramática -le ordenó Luke mientras

esquivaba los torpedos que le lanzaba un bombardero que llevaba en la cola-. Dirk,

ese bombardero me está empezando a molestar, puedes quitármelo de encima por

favor.

-Estoy en ello, maestro... -tras sus palabras, Dirk Calrissian, a los mandos del

cuádruple cañón turbolaser, apuntó con su visor y lanzó una ráfaga de disparos a toda

potencia que impactaron de lleno en el bombardero Tie, el cual estalló en mil pedazos

empujando con su onda expansiva a un Depredador Tie que chocó contra un caza

avanzado que volaba a su derecha.

-Ey, Keyran, ¿has visto eso? -exclamó Dirk dirigiéndose a Rupard a través del

intercomunicador- Tres naves de un solo disparo. A ver si lo superas.

435
-Bah, los Tie son cosa tuya. Yo cazo piezas mucho más grandes, ya lo sabes

-respondió el teniente desde su posición de artillero en el cañón de iones.

-Maestro, aquí Jefe Púrpura. La situación se complica por momentos, ¿hay rastro

de ese condenado satélite?

-No, capitán. Lo mejor será abrir un pasillo a nuestra izquierda y agruparnos todos

allí hasta captar sus señal

-No será fácil, esa zona está plagada de bombarderos.

-Siempre será mejor que tener delante a ese destructor.

La lluvia de descargas era constante y resultaba difícil para los X-Wing mantener

su posición ya que eran continuamente hostigados por varios Tie que los acribillaban

sin piedad. Afortunadamente hasta ese momento los escudos deflectores de los T-65

se habían mostrado impenetrables, pero los daños ya empezaban a hacerse notar y

pronto estarían a merced de los bombarderos. Entonces, cuando el Escuadrón Púrpura

iniciaba la maniobra de reagrupación ordenada por Luke, el segundo X-Wing fue

destruido al ser alcanzado por varios misiles de impacto lanzados por uno de los

Cimitarras que intentaban cortarles el paso. De inmediato, Antilles junto con otros

dos pilotos se lanzaron contra el bombardero hasta lograr abatirlo. Sin embargo,

aquella maniobra arriesgada, fruto más del fragor de la batalla que de una estrategia

calculada, los acercó demasiado al destructor el cual, al verlos dentro de su radio de

alcance, no se lo pensó dos veces y abrió fuego haciendo que uno de los X-Wing se

desintegrara al instante. Mientras tanto, el resto del escuadrón intentaba cerrar filas

junto al Halcón Milenario, pero las naves enemigas eran demasiadas y los ataques

436
llegaban por todos los lados.

-Nos han cortado la retirada por la izquierda -insitió Uzig-; intentan empujarnos

hacia el destructor.

-Está bién -dijo Luke moviendo la palanca de velocidad hacia delante-, si quieren

que nos acerquemos al destructor, eso es lo que haremos... Jefe Púrpura, retenga a

esos Tie, voy a intentar ganar algo de tiempo.

-De acuerdo, maestro, pero dese mucha prisa.

-No se preocupe, será rápido -tras sus palabras, Luke giró los mandos del Halcón y

este viró en ángulo recto hacia la izquierda para, a continuación, dirigirse

directamente hacia el destructor que tenían ya muy cerca.

-No se si es una buena idea, maestro -le indicó preocupado Uzig-; nuestro escudo

no aguantará una descarga de sus turbolasers.

-Tranquilo, no nos alcanzarán... Rupard, ¿me oyes?

-Alto y claro, maestro.

-Bien, es tu turno. Ese destructor nos va a hacer picadillo con sus turbolasers a no

ser que inutilicemos sus sistemas de localización situados en el puente principal. Voy

a hacer una pasada rasante lo más cerca posible y quiero que cuando lo tengas a tiro

realices un único disparo a máxima potencia, ¿de acuerdo?

-De acuerdo, maestro, adelante.

-Dirk, necesito que me abras hueco entre esos depredadores.

-En eso estoy, pero se mueven muy rápido.

-Lo sé... Al menos intenta que no se acerquen demasiado.

437
-No te preocupes, Luke, lo mantendré a raya.

Entre una densa lluvia de disparos, el Halcón realizó varios giros y tirabuzones

con los que logró atravesar una línea de unos seis cazas Tie que intentaban detenerlo,

llevándose a un par de ellos por delante y quedando así frente al destructor

comandado por el general Gaush'al Beviin. En ese momento los poderosos

turbolasers de la enorme astronave de guerra comenzaron a escupir fuego a

discreción, obligando a Luke a esforzarse al máximo para no ser alcanzado por

ninguna . A continuación, cuando debía encontrarse a unos sesenta metros de

distancia, Luke giró sobre sí mismo para dejar el carguero bocabajo permitiendo así

que Rupard tuviera un mejor ángulo de tiro.

-Keyran, ¿estás preparado?

-Cuando usted quiera, maestro.

Luke realizó entonces la parte más arriesgada de su maniobra: la de efectuar una

pasada oblicua sobre el puente de mando del destructor con el fin de que Rupard le

alcanzara con un misil de ionizado. La descarga a máxima potencia inutilizaría parte

de su escudo, pero solo por unos minutos y en una zona localizada de unos veinte o

treinta metros de diámetro alrededor del impacto. Sin embargo los daños en los

sistemas electrónicos serían más profundos y podrían dejar al destructor sin

capacidad de ataque durante al menos un cuarto de hora, anulando también la

posibilidad de desplegar campos gravitatorios a su alrededor. Todo esto siempre y

cuando Rupard acertara con su disparo y éste impactara lo más cerca posible del

puente principal.

438
Los turbolasers seguían abriendo fuego de forma implacable mientras el Halcón

cruzaba de arriba abajo por su campo de tiro, esquivando y moviéndose con la

rapidez y la precisión de un Ala-A. Pero entonces, justo cuando Rupard acababa de

fijar el objetivo, una brutal descarga impactó de lleno en el carguero, sacudiéndolo

con furia hacia delante y haciendo que Luke perdiera el control de la nave durante

unos segundos.

-¿Qué ha sido eso? -preguntó asustado Rupard.

-Nos han dado, nos han dado... -repetía Uzig.

-¿Estáis bien por ahí detrás? -preguntó Luke al resto de la tripulación a través del

intercomunicador. Al instante oyó la voz de Gildren:

-Un poco mareados, pero estamos bien.

-El escudo ha sido seriamente dañado -le indicó Uzig.

-Lo sé, pero esa descarga no procedía del destructor.

-Los tengo, Luke -gritó Dirk-; a nuestra izquierda, detrás de nosotros, un

bombardero y tres interceptores.

-De acuerdo, Dirk, necesito que te ocupes de ellos. Voy a hacer otra pasada y

tengo que concentrarme en esquivar la artillería del destructor.

-Creo que deberíamos eliminarlos primero, Luke.

-No tenemos tiempo.

Luke inició otra maniobra de aproximación a la nave del general Beviin mientras

Dirk se esforzaba en intentar neutralizar a los cuatro Tie que llevaban en cola. Tras

varios intentos logró destruir uno de los interceptores, pero le estaba costando

439
alcanzar a las otras naves debido a que su ángulo de tiro no era el más idóneo.

Entonces, justo cuando Luke había vuelto a dejar bocabajo al Halcón e iniciaba la

pasada rasante, recibieron otra descarga y el escudo del carguero quedó inutilizado

por completo.

-¡Debemos abortar, Luke, nos están lloviendo descargas por todos lados! -le gritó

Dirk desde su posición de artillero.

-¡El escudo, nos hemos quedado sin escudo! -exclamó alarmado Gial Uzig.

Pero entonces, otro de los interceptores Tie estalló de repente y Luke pudo ver que

dos X-Wing intentaban cubrir su retaguardia.

-Aquí Jefe Púrpura, aborten ese ataque y regresen al grupo. Ha oído maestro,

deben volver con los demás.

-Espera, ¿qué es eso que captan los sensores? -Uzig pegó la cara a la pantalla del

ordenador del cuadro de mandos-. Es el satélite, está ahí, justo detrás del destructor.

-¿Estás seguro, Gial?

-Completamente, completamente...

-Está bien, pues vamos allá... Jefe Púrpura, necesito que me cubra las espaldas,

hemos encontrado el satélite, lo tenemos en frente.

-Pero maestro Skywalker, es muy peligroso...

-Usted cubra mi retaguardia, es lo único que necesito. Y no se preocupe por los

campos de tracción, el destructor no los usará estando esos Tie tan cerca... Rupard,

¿me oyes? Ahora sí: es su turno -y tras sus palabras, Luke llenó sus pulmones de aire

y lo soltó muy despacio. A continuación volvió a aproximarse a la nave capitana

440
esquivando sus continuas descargas y realizó una nueva pasada mientras los disparos

pasaban rozando el carguero. Entonces, en un momento determinado de la maniobra,

Keyran apretó el botón y el cañón de iones lanzó su misil de plasma ionizado lo que

hizo que, al instante, los turbolasers del destructor dejaran de rugir.

-¡¡Buen disparo, Keyran, muy buen disparo!! -gritó Dirk mientras se alejaban de la

enorme astronave en dirección al satélite, situado unos cincuenta kilómetros a sus

espaldas.

-Lo hemos conseguido, maestro, el destructor está fuera de combate...

-Sólo durante unos minutos, Gial -apostilló Luke-; así que debemos darnos prisa...

Capitán Antilles, necesito que el Escuadrón Púrpura se reagrupe ahora detrás del

destructor y que contenga a esos cazas todo lo que pueda.

-De acuerdo, maestro, veré qué puedo hacer.

Tras las órdenes del capitán Antilles, el escuadrón se reagrupó a unos quinientos

metros del destructor, el cual había iniciado una maniobra evasiva hasta recuperar el

control de su artillería. Sin embargo, la nave capitana estaba muy bien protegida por

cazas y bombarderos Tie, los cuales establecieron dos líneas que protección a su

alrededor. Al mismo tiempo, un par de escuadrones de Tie autómatas hacían acto de

presencia y se lanzaban como kamikazes contra los siete X-Wing que aún quedaban

del Escuadrón Púrpura.

-¡Nos atacan con drones! -Exclamó Antilles.

-Son demasiados, capitán, no podremos aguantar.

La batalla llegaba en ese momento a su punto de mayor crudeza. Los drones eran

441
derribados uno tras otro, pues su habilidad en el pilotaje era sensiblemente inferior a

la de los pilotos de la Guardia Estelar, pero aún así eran tantos que resultaba

imposible contenerlos. Otro T-65 fue destruido, con lo que el Escuadrón Púrpura

quedó reducido a la mitad. Entonces, cuando la situación empezaba a resultar

insostenible y Antilles estaba a punto de ordenar la retirada, el destructor abrió fuego

de nuevo y el Púrpura 2 saltó en mil pedazos.

-¡¡¡El teniente Kreeks, han alcanzado al teniente Kreeks!!!

Entonces la voz de Luke sonó por le intercomunicador:

-Capitán Antilles, retírense inmediatamente...

-Pero, maestro Skywalker, el satélite aún no ha sido destruido...

-Lo tenemos delante, la misión ha terminado... Repito, la misión ha terminado:

deben regresar a la Luna Santuario.

-De acuerdo, maestro, entonces nos vamos... Que la Fuerza le acompañe...

442
Capítulo 60

-No sé si ha sido buena idea dejar que se vayan cuando aún no hemos alcanzado el

objetivo, maestro -discrepó Uzig.

-Han sacrificado ya muchas vidas para darnos el margen del que disponemos, que

es más que suficiente... Espera un momento, ¿qué está ocurriendo...? Perdemos

velocidad...

-Un campo de fuerza... Sin duda el destructor nos ha cazado con un rayo tractor

para evitar que huyamos...

-¡No es posible, le acerté con el cañón de iones! -exclamó Rupard a través del

intercomunicador.

-Me equivoqué, Keyran, pensaba que ganaríamos algo mas de tiempo...

-Movimiento a nuestra espalda, maestro... Viene un grupo de cazas a toda

velocidad.

-¿Cuanta distancia nos separa del satélite, Gial?

-No sé si nos dará tiempo, esos cazas vienen muy rápido y nosotros seguimos

perdiendo velocidad.

443
-Y movilidad... El Halcón es ahora una paloma con las alas rotas a merced de ese

grupo de rapaces que se nos vienen encima...

-Pero no debería ocurrir esto, al contrarío: deberíamos ir ganando velocidad a

medida que nos alejamos de ese destructor -incidió Dirk.

-Eso es lo que me extraña de todo esto.

-¿Y si ese campo gravitacional no procediera del destructor sino del propio

satélite? -insistió Calrissian.

-Es lo que me estoy temiendo.

-Maestro, los cazas se acercan, los tenemos a menos de un kilómetro de distancia.

-Los mandos no responden, así no podemos hacerles frente... Solo nos queda una

opción: acertarle a ese satélite desde aquí.

-Pero eso es imposible, maestro, ese satélite tiene unos cinco metros de diámetro y

debe estar a unos seis o siete kilómetros de distancia. Ni siquiera con el sistema de

localización de objetivos más avanzado podría hacerse...

-Tienes razón, Gial, siempre y cuando te refieras a sistemas de localización

artificiales. Yo uso otro tipo de sistema de miras -Luke cerró los ojos y ralentizó su

respiración ante la atónita mirada del mon calamari. Luego puso la mano sobre el

botón que lanzaba los dos últimos misiles de concusión ST2 que les aún les

quedaban. Los misiles tardarían en llegar más de lo normal debido al campo

gravitacional que ralentizaría también su velocidad, pero si dejaba que la Fuerza

fluyera dentro y fuera de él como una sola entidad, si se zambullía en ella como otras

veces lo había hecho, la trayectoria aparecería nítida frente a él y acertar sería tan

444
fácil como darle con una piedra a un reptador a dos pasos de distancia. Rupard y

Calrissian guardaron silencio y aguantaron la respiración. Gial Uzig hizo lo propio

mientras comprobaba de soslayo como los sensores marcaban que los cazas estaban

ya a menos de trescientos metros.

Entonces Luke, de repente y con los ojos todavía cerrados, apretó el botón y dos

misiles salieron del cañón para volar hacia delante hasta perderse de vista. A

continuación, Luke abrió los ojos y miró la pantalla del ordenador de a bordo:

-Los tenemos encima -corroboró Uzig.

-Capitán, prepárese para salir a toda velocidad rumbo al hiperpunto más cercano.

Dirk, Keyran, en cuanto los tengan a tiro, disparen a discreción.

De pronto las descargas comenzaron a pasar por al lado. Keyran y Rupard

abrieron fuego de inmediato.

-Suelta contramedidas, Gial.

Uzig hizo lo que Luke le había ordenado, pero su mente estaba más pendiente

ahora de lo que tenía delante que de los que venía detrás. Luke puso los motores a

máxima potencia, pero el carguero seguía como encallado en un lodazal.

-Nada, tenemos solo diez por ciento de movilidad.

-Están encima...

De repente una descarga se llevó por delante lo poco que quedaba del escudo

deflector.

-Ahora si que estamos del todo expuestos. Una impacto más y se acabó.

-Maestro Skywlker -la voz de Rupard sonó por el intercomunicador- antes que

445
nada quería decirle que ha sido un honor servir con usted.

Dentro, el resto de la tripulación esperaba el impacto definitivo en completo

silencio y con los ojos cerrados. Deislin tenía una mano sobre su vientre y una

lágrima le caía por su mejilla izquierda. Entonces Gildren le agarró la otra mano y la

miro a los ojos:

-Tranquila, saldremos de esta -le dijo con voz serena.

Y en ese preciso momento, en la cabina, Gial levantó la mirada al frente y

entonces pudo ver como algo estallaba en la lejanía. Y de repente los motores se

pusieron en marcha y Luke recobró el control total del Halcón Milenario, haciendo

que saliera a toda velocidad en dirección al hiperpunto situado en los límites mismos

del sistema. Unos diez cazas le seguían muy de cerca pero Luke, mostrando su

mejores dotes como piloto, dejó claro desde el principio que no iba a dejarse cazar.

Durante la persecución, que duró más de media hora, cuatro cazas fueron abatidos

pero ninguno de ellos estuvo siquiera cerca de acertar al carguero, el cual realizó

algunas de las maniobras más asombrosas que los pilotos mandalorianos habían visto

nunca. Finalmente, tras la lección de pilotaje impartida por Luke Skywalker, el

Halcón llegó al hiperpunto marcado en su rumbo. Entonces el copiloto, Gial Uzig,

introdujo las coordenadas que previamente le había indicado el maestro jedi y la nave

desapareció ante los ojos de sus perseguidores sin dejar el menor rastro.

Era noche profunda en el Puerto de Ka'al Jadet, donde el último transbordador T-

4a Lambda que quedaba operativo en toda la Luna Santuario, el Gaupa II, estaba

446
terminando de embarcar con destino a Alsakan. Los seis tripulantes y los siete

pasajeros, incluyendo un niño de trece años y una niña de nueve, ya estaban dentro

esperando a que se terminara de estibar todo el equipaje en la bodega de carga y a que

la Torre de Control les diera permiso para iniciar el despegue. Minutos antes había

tenido lugar una despedida muy emotiva en la terminal, sobretodo para los niños,

quienes todavía seguían con los ojos húmedos pensando en cuándo volverían a ver a

su padre. Éste había insistido en que en un par de semanas, puede que antes, la

familia entera volvería a reunirse, pero a la niña todo aquello no le gustaba y no

entendía por qué su hermano, su madre y ella debían abandonar Endor con tanta

premura mientras su padre permanecía en Leiascant. En esa última semana había oído

muchas cosas, cosas que su padre siempre le decía que no eran más habladurías que

no tenían nada que ver con la realidad. Sin embargo, aquella partida tan repentina

había sembrado la duda en su corazón. Y luego estaba su madre y su hermano,

quienes se negaban a hablar de ciertos asuntos delante de ella, tratándola como si

fuera estúpida, y eso la irritaba todavía más.

A parte de ellos tres y los seis tripulantes, en aquella lanzadera también viajaban la

asistenta personal de su madre, Adnú Efulá, junto con tres Guardias Estelares de la

máxima confianza: el capitán Retso Telian, la teniente Keeva Ayak y el oficial

médico anomid Obel Baral.

Fuera, el abundante equipaje era transportado por tres borgs que cargaban con

hasta cinco y seis maletas a cuestas y las transportaban desde un LAAT hasta la

rampa de carga de la lanzadera, situada a unos trescientos metros de distancia. La

447
pista estaba solitaria, igual que la Terminal 0 -reservada exclusivamente para viajes

denominados de “registro confidencial”-, y a parte de los seis guardias que los habían

escoltado y esperaban por los alrededores a que la astronave partiera, por allí no se

veía a nadie más: tan solo la espesa negrura que todo lo circundaba.

De repente dos flamantes Ala-E -los nuevos cazas de la flota del Gobernador de

los cuales, de momento, tan solo se habían fabricado cinco unidades- cruzaron el

cielo.

-Ahí está nuestra escolta -dijo el capitán La'ard, el jefe de la tripulación, señalando

al cielo con el índice de su mano derecha-. Será mejor que vuelvas a tu asiento,

Phayne, estamos a punto de despegar.

La niña, quien para quitarse de la cabeza los malos pensamientos había decidido

hacer una visita a la cabina, regresó resignada al asiento junto a su hermano. Éste

había sacado su holocomputadora y estaba absorto jugando a un juego de estrategia

bélica.

-Han llegado dos cazas escolta... -dijo Phayne buscando algo de conversación.

-Ya lo sé -le respondió parcamente su hermano sin apartar la vista de su

ordenador-; me lo dijo papá.

-Son de ese nuevo modelo del que habla todo el mundo...

-Ala-E, así es como se llaman.

-Pues eso, han venido dos Ala-E para escoltarnos.

-Me parece muy bien.

-¿Dónde está mamá?

448
-Ha ido un momento al baño.

-Kalen... ¿Tú crees de verdad que volveremos a ver a papá pronto?

Kalen torció el rostro demostrando que aquella conversación estaba empezando a

cansarle:

-Por supuesto que sí. Ese atisbo de rebelión no durará mas de una semana.

-Eso espero... Kalen...

-¿Qué quieres ahora? -el niño seguía observando detenidamente el tablero

holográfico desplegado sobre sus rodillas.

-¿Es cierto eso que dicen de que papá se ha aliado con el ejército que bombardeó

Leiascant?

Tras la embarazosa pregunta de su hermana, Kalen Quayk se giró y la miró a los

ojos:

-Papá es el Gobernador de Endor y hará lo que tenga que hacer por el bien de

todos nosotros. Y ahora déjame en paz, estoy en medio de una partida muy difícil.

Phayne bajó la cabeza y guardó silencio. Aquella respuesta de su hermano no le

había gustado en absoluto. Hubiera preferido un “no” tajante de su parte, incluso

aunque ese “no” hubiese sido una burda mentira. Levantó la vista y vio como su

madre se acercaba desde el fondo del pasillo enjugándose los ojos y hablando con la

señora Efulá.

-Bueno -le dijo tras sentarse a su lado-, parece que vamos a despegar dentro de

nada -y luego le dio un beso en la mejilla y la miró a los ojos:

-No te preocupes, Phayne, todo irá bien, ya lo verás... Todo irá bien...

449
-Todo preparado, teniente -le dijo uno de los guardias al teniente que dirigía el

grupo encargado de vigilar la Terminal 0. El teniente, a su vez, habló con el capitán

de la lanzadera a través del intercomunicador:

-Todo listo capitán, enciendan motores y esperaren instrucciones de la Torre de

Control.

-De acuerdo -el capitán habló con el resto de los tripulantes-. Estamos listos,

enciendan motores.

Abajo en la pista, el teniente siguió dándole instrucciones a un par de centinelas:

-Encerrad a los borg en el aerotransporte y reiniciarlos para llevarlos de vuelta al

campo de trabajo.

Los dos guardias caminaron hasta la rampa de entrada del LAAT, en cuyo interior

los esperaban los tres borgs. Entonces uno de ellos sacó un disruptor

electromagnético y se puso a toquetearlo apuntando con él al mas grande de los tres,

un enorme negnita de casi tres metros de altura y más de trescientos kilos de peso.

Tras casi un minuto moviendo el dial, su compañero comenzó a impacientarse:

-¿Qué ocurre, has olvidado como funciona?

-No sé qué pasa, pero este trasto no va.

-Déjame a mí... ¿Has mirado la batería?

-La batería está perfecta.

El compañero comenzó también a manipular el artilugio durante un buen rato sin

obtener ningún resultado positivo

450
-Deberíamos avisar al teniente.

Pero antes de que llegara a hablar con su superior a través del intercomunicador,

una voz grave y profunda llegó a sus oídos desde las alturas:

-¿Por qué no me dejáis probar a mí?

El centinela levantó la mirada y, justo en ese instante, una enorme mano metálica

le agarró la suya y comenzó a aplastársela con la fuerza de una prensa hidráulica. El

otro guardia intentó entonces empuñar su rifle blaster, pero una larga broca de

tydirium le atravesó la frente antes de que llegara a sacárselo del hombro. A

continuación, el borg aqualish que había a su derecha hizo retroceder la broca, que

volvió a guardarse en su antebrazo mecánico, y el guardia se desplomó al suelo sin

vida, con dos regueros de sangre chorreando por su frente e inundando los lagrimales

de sus ojos, unos ojos que permanecían abiertos y con una extraña expresión de

infinita sorpresa. Mientras tanto su compañero intentaba gritar de dolor al notar como

los huesos de su mano eran aplastados por la brutal fuerza del negnita, pero el tercer

borg, un dashade al que algunos conocían como Jakur Brazolargo, le tapó la boca con

su mano izquierda. Luego, en el extremo de su largo brazo hidráulico, extendió tres

cuchillas de phrik las cuales, de inmediato, comenzaron a girar a una velocidad

endiablada. Luego acercó aquella hélice mortal al cuello del desesperado Guardia

Estelar.

-Esta es la herramienta con la que yo trabajaba durante mis negros años de esclavo

en las minas de diamante de Ardos -le dijo Jakur susurrándole al oído-. ¿Notas el aire

soplando en tu garganta?

451
El guardia intentó desesperadamente desenfundar su blaster pero el negnita se lo

impidió rompiéndole el otro brazo. Jakur amortiguó con fuerza su grito desesperado y

continuó hablándole al oído:

-Piensa bien lo que haces, estúpido: estás aquí solo, encerrado con tres piratas

borgs liberados que te odian y que no dudaran en despedazarte si no colaboras...

¿Entiendes lo que te digo?

El guardia asintió con la cabeza.

-De acuerdo, ahora escucha atentamente: queremos que cojas tu intercomunicador

y les digas a esos cuatro de ahí fuera que vengan rápido, que has recibido una orden

del Centro de Mando que os insta a regresar a Leiascant lo más pronto posible... Si lo

haces, te doy mi palabra de que saldrás vivo de esta... Dime, ¿crees que podrás

hacerlo?

El guardia, con la mirada desencajada por el pánico, asintió moviendo la cabeza

despacio.

-De acuerdo, adelante... Y no intentes ninguna otra tontería o te abriré en canal con

esto y luego te estrangularé con tus propias tripas. ¿Ha quedado lo suficientemente

claro?

En la cabina de la lanzadera, la tripulación terminaba de hacer las comprobaciones

rutinarias. Después de testar los hipermotores, el capitán se comunicó con la Torre de

Control desde donde les confirmaron que tenían pista libre y que el despegue debía

iniciarse en cinco minutos.

452
-De acuerdo... Ya habéis oído, despegamos en cinco minutos. Informe al pasaje de

ello, teniente.

El teniente informo por el intercomunicador a los pasajeros y luego se quedó

mirando por la ventanilla como los cuatro guardias que habían estado vigilando la

lanzadera caminaban hacia el LAAT que los había traído a todos hasta allí.

-Nuestra escolta en tierra se retira, capitán.

El capitán La'ard miró de soslayo:

-Bueno, en realidad ya no tienen mucho que hacer aquí... Atención: aceleración de

motores atmosféricos hasta un setenta por ciento y subiendo...

En la zona de pasajeros, Kalen terminaba de guardar su holocomputadora tras una

buena regañina de su madre, tras lo que procedió a colocarse el arnés de seguridad,

como previamente habían hecho el resto del pasaje.

-Mamá, ¿cuánto tiempo tardaremos en llegar a Alsakan?

-No lo sé, hija, pero vamos al Núcleo, así que será un viaje largo.

-¿Veremos Coruscant?

-Por supuesto. Y también Corellia... Y Anaxes...

-Yo quiero visitar Byss -intercedió Kalen.

-Claro, hijo, también iremos, también iremos...

Phayne se quedó pensativa durante unos segundos y su rostro súbitamente se tiñó

de tristeza.

-Me gustaría que papá viniera con nosotros -dijo al fin con voz melancólica.

-Y a mí también, hija... A mí también...

453
Capítulo 61

El Firespray salió del hiperespacio en una zona relativamente vacía de la galaxia.

Según los sensores, la estrella más cercana se hallaba a un parsec de distancia

mientras que los cuerpos celestes más próximos eran un grupo de asteroides

esparcidos a lo largo de un cinturón que quedaba a detrás de ellos, a unas tres

unidades astronómicas.

Mig-Wan miraba en silencio a Chewbacca, el cual seguía cotejando los mapas y

las lecturas en el cuadro de mandos.

-¿Dónde estamos, Chewie?

El wookiee gimió un par de veces.

-¿Estás seguro? Esto parece el lugar más remoto de toda la Galaxia.

El wokiee dejó escapar otro gruñido.

-Está bien, iré a ver como andamos de proviones... Este viaje parece que va a ser

largo.

Mig salió de la cabina y entró en la zona de reposo. Unas escaleras conducían a la

parte baja de la nave, donde habían tres compartimentos y una bodega de carga. Este

454
tipo de vehículos, usados en sus orígenes como patrulleras en los diferentes mundos-

prisión distribuidos por toda la Galaxia, fue, debido a su condiciones idóneas de

diseño y funcionabilidad, la nave favorita usada por esclavistas y cazarrecompensas

mandalorianos para transportar prisioneros. El Centro de Sapientología de Praatba'tor

había adaptado unas cuantas de estas astronaves, tan viejas como robustas, para

misiones científicas, arqueológicas y de exploración.

Mig buscó en la despensa y la encontró a rebosar. Agarró un par de piezas de fruta

y, cuando ya regresaba a la cabina, se dio cuenta de que bajo una pequeña mesa

anclada a la pared había una enorme bolsa de cuero de bantha. La agarró y al abrirla

para ver qué había dentro, se llevó una grata sorpresa: en su interior estaba su sable

de luz, su mochila repulsora y una ballesta de quarrel. Sin duda, el profesor Hoole se

había ocupado de llevar hasta allí esos objetos, de igual forma que también se había

encargado de preparar la nave para un largo viaje, llenándola del combustible y los

víveres suficientes con los que poder recorrer amplias distancias. Entonces pensó que

quizá podría haber hecho algo más por él; quizá podría haberle ayudado a levantarse

y a caminar hasta el Firespray, y una vez allí haber intentado curar sus heridas. Sin

embargo, algo le decía que el profesor sabía perfectamente que, debido a su avanzada

edad, con aquella perfecta imitación de Kir Kanos había realizado un desgaste de

energía del que su anciano cuerpo ya no iba a poder recuperarse. Y por esa razón

rechazó cualquier ayuda por su parte, ya que, de todos modos, ésta hubiera sido

completamente inútil.

-Mira lo que he encontrado por ahí -le dijo Mig a Chewbacca nada más entrar de

455
nuevo en la cabina. El wookiee agarró la ballesta y la miró detenidamente, girándola,

sopesándola y comprobando el estado de su mirilla. Luego soltó un largo bramido y

Mig lo miró a los ojos antes de decirle:

-Vamos a conseguirlo, Chewie; no importa lo que nos cueste: sé que al final

vamos a encontrar el camino de regreso a casa.

El Halcón Milenario se movía por el hiperespacio a su máxima velocidad y tanto

Luke como el capitán Uzig sabían que durante las próximas tres horas no había

mucho que hacer en cabina, salvo comprobar de vez en cuando que todas las lecturas

fueran correctas. Así que ambos decidieron ir con los demás al área de descanso para

relajarse durante un rato. Nada más verlos, el resto de la tripulación se deshizo en

felicitaciones hacía los dos pilotos, en especial hacia Luke, el cual había realizado

una demostración de pilotaje digna de ser recordada en los anales de la astronáutica.

-Nunca había visto nada igual, maestro -le dijo Rupard tras darle la mano y

agarrársela con fuerza-. Ese último disparo ha sido verdaderamente increíble.

Pero Luke le quitó importancia a lo ocurrido y se lamentó por los valientes pilotos

del Escuadrón Púrpura que perdieron su vida durante la batalla.

-Los sistemas de comunicación del carguero están en perfecto estado, así que en

teoría, una vez hayamos salido del hiperespacio deberíamos poder establecer contacto

con el Núcleo sin problemas... Dirk, es importante que te comuniques con tu padre lo

antes posibile y le expliques la situación. La ubicación fronteriza de Bespin lo coloca

en una posición altamente peligrosa... Por cierto, ¿dónde está Gildren?

456
-En la bodega de carga, con el capitán Les -le respondió Deislin Jamertih.

Luke y Dirk se dirigieron hacia allí rapidamente mientras Deislin se encagaba de

vigilar la cabina y Uzig y Rupard, con la inestimable ayuda de Kublin Melan, se

dedicaban a comprobar el estado del generador del escudo, el cual había resultado

seriamente dañado durante el enfrentamiento con los mandalorianos.

-¿Cómo se encuentra? -preguntó Luke nada más entrar en la bodega y acercarse al

sarcófago médico en el que habían colocado a Fynoon Les. Gildren había abierto la

tapa del sarcófago para cambiar los parches de bacta y comprobar los sensores, así

que Luke pudo observar que el borg tenía un aspecto muy demacrado, como si

hubiera envejecido quince años en dos días.

-Oh, amo Luke, el capitán Les sigue sin reaccionar -respondió C-3PO-. Sus

constantes se han estabilizado pero no da muestras de recuperarse.

-Ha sufrido mucho. Tal vez no deberíamos haber arriesgado su vida sacándolo de

allí -se lamentó Gildren.

-Se recuperará -afirmó tajante Dirk-. Conozco bien a este houk cascarrabias y

puedo afirmar que es la cosa más condenadamente dura que hay en toda la galaxia.

-Eso espero, Dirk, eso espero... -Gildren subrayó sus palabras asintiendo con la

cabeza y justo en ese instante, la mano izquierda de Fynoon apareció de repente,

agarró a Dirk por la pechera y lo atrajo hacia él con fuerza:

-Calrissian -le susurró al oído con una voz que a penas le salía de la garganta-,

¿eres tú? ¿Eres tú, Calrissian?

-Sí, Fynoon, soy yo, soy yo...

457
-Óyeme, sé como encontrarlo, sé como encontrar al niño...

-¿Cómo...? -Dirk se giró hacia Luke- Creo que está delirando...

-Estúpido humano cabeza hueca... No me explico como diantres lograste llegar a

Comandante en Jefe de la Guardia Estelar... Gildren, ¿dónde está Gildren?

-Fynoon, estoy aquí, aquí... -El borg giró la cabeza de un lado para otro pero sus

ojos solo distinguían sombras, así que debía guiarse por la voces que oía a su

alrededor. Gildren se dio cuenta que no podía verla y entonces le tomó suavemente de

la mano:

-Aquí, Fynoon, aquí estoy...

-Ah, Gran Dama; sí, eres tú, reconozco tu voz. Mi vista aún está atrofiada, pero no

mi cerebro... Escúchame bien, le inyecté al niño una baliza que el Halcón puede

rastrear con sus sistemas de localización... Sé cómo hacerlo, aunque llevará su tiempo

y nunca sabremos el lugar exacto, pero podemos ubicar la región y puede que hasta el

sector donde se encuentra... Lo haré nada más me recupere, no te preocupes, nada

más me recupere... Te lo prometo...

-Tranquilo, Fynoon, estás herido, ahora tienes que descansar...

-Sí, estoy herido... Y cansado, muy cansado... Lo haré cuando me recupere, ahora

estoy demasiado cansado... Pero no te preocupes, encontraré a Mig-Wan, ya lo verás,

daré con él... Aunque ahora estoy muy cansado, muy muy cansado... Dema... sia...

do... can... sa... do...

Los párpados de Fynoon Les se cerraron y al instante quedó dormido. La parte

cibernética de su cerebro usaba el sueño para reparar los tejidos dañados, así que en

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su caso, el dormir aceleraba su recuperación.

Tras unos segundos en completo silencio, Dirk se dirigió a Gildren con una sonrisa

en los labios:

-¡Qué te dije! Un microchip de castigo no es suficiente para acabar con Fynoon

Les.

-¿Habéis oído lo que ha dicho? -preguntó Gildren sin dejar de mirar al houk.

-Sí -respondió Luke-; y ojalá sea cierto y no solo el fruto de un delirio. Esperemos

de todas formas a que se recupere del todo... C-3PO, quiero que no le quites los ojos

de encima y si recobra la consciencia o detectas cualquier cambio en sus constantes,

avísanos... Vamos, Gildren, creo que a ti también te conviene descansar un poco.

-No, Luke, estoy bien, quiero quedarme con él.

-Haz caso a Luke, hace unos días la medoxifidrina te salía por las orejas. Debes

descansar -Dirk la agarró del brazo para acompañarala a su camarote.

-No se preocupe, Gran Dama -le dijo C-3PO-, yo me ocuparé del capitán Les.

Usted haga caso al amo Luke y descanse un poco. Le vendrá bien... A todos nos

vendrá bien.

En el área de esparcimiento del Halcón, el navegante más veterano de la

tripulación, Yiuklas “Toth” Breibeng, departía con el más joven, Nor'eben Nikbi,

mientras ambos limpiaban los filtros del aire de los soportes de vida que previamente

habían colocado sobre la mesa. El viejo Toth estaba encadenando aventura tras

aventura y batalla tras batalla ante la atenta mirada de un Nikbi para quien aquellos

días, sin duda, estaban siendo los más intensos de su aún corta existencia.

459
-¿Quieres decir que os llevasteis a todos los adultos de esa luna y los vendisteis al

Imperio? -preguntó Nikbi con gesto de asombro.

-Así, es. Era algo habitual... Pásame ese destornillador... Verás, los exploradores

buscaban mundos en zonas desconocidas o poco exploradas, y luego el Emperador

nos daba a los mandalorianos concesiones para su explotación. El esclavismo era un

gran negocio, nos permitía ganar más dinero aún que con la piratería, una actividad

esta última que en tiempos del Imperio era altamente arriesgada, por no decir suicida.

Así que ambas partes nos beneficiábamos: por un lado, nosotros seguíamos dedicados

a nuestras actividades bélicas y obteniendo por ellos gran cantidad de riqueza para

nuestros clanes; y por el otro, el Imperio se mantenía bien surtido de especímenes

para ser cibernetizados, al tiempo que nos apartaba de nuestras actividades más

perjudiciales para su comercio... Acércame aquel filtro de allí... Sí, ya lo creo, fueron

buenos tiempos aquellos... Sin embargo todo cambió con la caída del Emperador. Los

mandalorianos quedamos en una situación comprometida, por un lado la Liga nos

perseguía sin tregua, por otro los borg tomaban las principales fuentes de tybanna de

más allá del Borde Exterior y se armaban con el único objetivo de exterminarnos. Así

fue como, derrota tras derrota, tuvimos que huír hasta los confines mismos de la

Galaxia, para escondernos como otras veces lo habían hecho otros de nosotros.

-¿Cuándo te capturaron?

-Hace mucho tiempo... Fue Luke Skywalker, al mando de un escuadrón de la

Guardia Estelar. No teníamos otra opción para sobrevivir, así que comenzamos a

asaltar convoyes que deambulaban por las rutas Tion, Trition y Triellus hasta que, una

460
de esas veces, la Guardia Estelar nos estaba esperando y, tras una emboscada en el

sector Tharin, nos dieron caza como a gubas. Nos hicieron picadillo. Muchos de mis

compañeros de batalla cayeron y los que no, fuimos capturados. Yo pasé diez años

endorianos en prisión y luego logré rehacer mi vida como tripulante de cargueros

comerciales. Y de eso he vivido hasta hoy.

-¿Nunca has echado de menos volver con tu antiguo clan?

-En realidad no... No digo que no me lo pasara bien, pero es una vida muy dura,

dedicada exclusivamente a matar o morir. Esa es la esencia del guerrero

mandaloriano. Además en los tiempos en los que fui capturado, la situación se había

vuelto insostenible. El Líder de Todos los Clanes, Boba Fett, había sido humillado

por Dengar el Traidor, un poderoso Señor de la Guerra Borg que nos echó de nuestro

territorio y robó la máscara del Mandalore... Y, por si esto fuera poco, luego llegaron

los otros, las bestias, el azote del cosmos... La plaga que todo lo devora y todo lo

corroe...

-¿Te refieres a los yuuzhan vong?

-¿A quién si no podría referirme? Sujera aquí...

-Yo nunca he visto un yuuzhan... ¿De verdad son tan terroríficos como cuentan?

-Joven, espero de corazón que sigas sin ver uno durante el resto de tu vida.

Créeme: no hay nada peor en toda la galaxia que una horda de esos salvajes... Bueno,

esto ya está... Toma, llévaselos de nuevo a Uzig.

El muchacho agarró los filtros y salió de la sala de recreo en busca del capitán

Uzig. Y mientras lo hacía no dejaba de pensar en esos condenados yuuzhan vong y en

461
cómo estaría su familia en aquellos momentos. Y entonces sintió un agudo pinchazo

atravsándole el estómago de lado a lado.

-¿Qué te ocurre, estás bien? -le preguntó Dirk a Gildren nada más ésta se hubo

sentado en la cama.

-¿Qué piensas de lo que dijo Fynoon, Dirk?

-Ólvidate de eso de momento...

-¿Que me olvide? ¿Me estás pidiendo que me olvide de mi hijo?

-No, no me refería a eso, Gildren... Quiero decir que...

-Déjalo, tú no puedes entenderlo...

-Te equivocas. Es cierto que yo no tengo un hijo, pero eso no significa que sea

insensible a tu dolor.

Gildren y Dirk se miraron a los ojos y guardaron silencio. Al cabo de unos

instantes, Gildren bajó la mirada y continuó al conversación:

-Tienes razón, perdóname. Pero siento un enorme vacío dentro, un vacío tan

grande y espantoso que me provoca hasta vértigo... No sé qué puedo hacer para

encontrarlo, Dirk... No sé que puedo hacer para encontrar a mi hijo...

Dirk se sentó al lado de Gildren y la abrazó:

-Tranquila, lo encontraremos, te lo prometo...

Y ambos se quedaron así, fundidos en un abrazo, durante varios minutos hasta que

finalmente Dirk besó la frente de Gildren y luego le susurró al oído:

-Ahora descansa, queda mucho viaje todavía, y hay que aprovechar estos

462
momentos para reponer fuerzas. Te avisaré cuando hayamos salido del hiperespacio,

¿de acuerdo?

Gildren asintió con la cabeza y a continuación se tumbó en su camastro. Dirk, por

su parte, caminó hasta la puerta y tras abrirla, apagó la luz del camarote. Y antes de

cruzar el umbral, se giró para ver como la mujer cerraba los ojos y se acurrucaba

entre las mantas.

463
Capítulo 62

La lanzadera Gaupa II había salido de la atmósfera hacía ya una media hora y en

aquellos momentos se dirigía a toda prisa hacia el destructor Teroch, la poderosa nave

capitaneada por el general Gaush'al Beviin encargada de controlar el tráfico de

vehículos en los alrededores de Endor. Previamente a su partida, el gobernador Dimor

Quayk había facilitado a la tripulación las claves encriptadas que debían permitirles

cruzar el bloqueo sin ningún problema. Aún así, a medida que se acercaban a la

enorme astronave de guerra mandaloriana, los nervios comenzaban a hacer acto de

presencia tanto en el experimentado capitán La'ard como en el resto de sus

compañeros. Había sido una salida de la atmósfera plácida y sin ningún contratiempo

reseñable, a excepción de un pequeño error del ordenador un poco antes del

despegue, cuando indicó que el portón de la bodega de carga se había abierto de

repente para, segundos más tarde, volver a indicar que se hallaba cerrado. El capitán

ordenó hacer un chequeo visual pero, según le indicó uno de sus hombres, todo

parecía estar correcto allá abajo.

La'ard le pidió a su oficial de comunicaciones que iniciara los intentos de contacto

464
con el Teroch, pero de momento no captaban su frecuencia. Según los sensores, una

nave de gran tamaño se aproximaba hacia ellos desde la parte oculta de Endor Prime.

La'ard comprobó que los códigos estaban preparados para ser enviados en el

momento requerido y luego se comunicó con la Torre de Control de Ka'al Jadet, la

cual confirmó que el Teroch se acercaba a ellos y que sería visible por la lanzadera en

unos cuarenta minutos aproximandamente.

-Bien, muchachos -dijo el capitán a su tripulación-; todo esta preparado. Ahora

solo queda esperar.

En el habitáculo del pasaje, Phayne comenzaba a impacientarse. Su hermano,

depués de mucho insistir, había logrado que su madre le dejara jugar de nuevo con su

holocomputadora, pero ahora era ella quien se aburría como una ostra.

-Mamá, ¿puedo coger mi videocasco?

-Ahora no, Phayne, cuando entremos en el hiperespacio.

-Pero, mamá, Kalen tiene su holocomputadora y yo no tengo nada con lo que

jugar...

-No insistas... Además, ni si quiera me acuerdo donde lo he guardado, tendría que

abrir todas las maletas de abajo.

-Yo sí me acuerdo... Está en mi baúl dorado.

-¿Estás segura?

-Por supuesto, lo metí ahí antes de salir, ¿no te acuerdas?

-Oh, está bien... Pero ve tú a buscarlo, que yo no tengo ganas de levantarme otra

vez... Y si no lo encuentras en tu baúl, no rebusques en las demás maletas, vuelves a

465
tu asiento que ya lo buscaré yo luego... ¿de acuerdo?

-De acuerdo, mámá. Gracias, mamá -Phayne se levantó de un salto y salió

corriendo hacia las escaleras que comunicaban con la bodega, situada en el piso de

abajo, justo en la panza de la lanzadera. Era un espacio diáfano y amplio, con una

capacidad para unas ochenta toneladas de carga, y en donde se había apilado el

equipaje tanto del pasaje como de la tripulación. Tambíen se habían montado en un

rincón unas cuantas literas para los miembros de la Guardia Estelar, mientras que el

compartimento que habitualmente se usaba para almacenar el equipamiento de los

soldados se había habilitado como camarote para la familia Quayk y su asistente

personal.

Phayne encendió las luces y buscó entre los bultos su baúl dorado, una caja de

madera de blasé pintada por ella misma en la que guardaba sus objetos más

precidados. Como su colección de piedras, un tarro de pinturas, unos cuantos

peluches de animales típicos de la Luna Santuario, un gorro ceremonial ewok hecho

con la cabeza de un gurrek con el que a veces se disfrazaba y, entre otras muchas

cosas más, varios dibujos que Mig-Wan le regaló hacía ya muchos meses y que ella

guardaba desde entonces como uno de sus mayores tesoros. Phayne no se acordaba

de que había escondido en su baúl aquellos dibujos, algunos meros bocetos hechos a

carboncillo, por eso al verlos no pudo evitar que la imagen de Mig le viniera a la

mente y el corazón le dio un vuelco. Todo se había ido a la porra de un día para otro,

y su pandilla de amigos, que pasaban tantos y tan buenos ratos juntos, se había

volatilizado de repente. Ya nunca más volvería a verlos, estaba casi segura de ello, en

466
especial a Mig-Wan, y aquello la ponía muy triste. Tuvo que aguantarse las lágrimas

para evitar que estas volvieran a caer por sus mejillas y, tras enjugarse los ojos, dejó

los dibujos de nuevo en el baúl y cerró la tapa. Entonces se acordó de que había

bajado a la bodega a por su videocasco y recordó también que lo había sacado del

baúl antes de que aquellos pobres borg lo cargaran en la lanzadera. Sí, lo recordaba

perfectamente: lo llebaba bajo el brazo mientras el capitán La'ard le mostraba a ella, a

su hermano y a su madre donde estaba su camarote. “Debí dejármelo olvidado

encima de la cama, estoy segura”, pensó, y a continuación corrió hacia allí a toda

prisa. Pero a mitad camino se detuvo: no recordaba el código que abría la puerta del

camarote. “Vaya, tendré que volver arriba y preguntárselo a mi madre”. Pero antes de

que llegara a dar la vuelta se dio cuenta de que algo le pasaba al dispositivo de

apertura. El cuadro donde estaban todos los botones había sido arrancado y un par de

cables salían del hueco dejado como culebras huyendo del nido. “Vaya, debe haberse

estropeado y están arreglándolo”, se dijo para sus adentros y, acto seguido, pensó que

quizá por ello la puerta estuviera abierta. ¿Pero cómo abrirla si habían arrancado

todos los botones de la pared? Phayne se quedó mirando a los cables. Uno era azul y

el otro gris, y tenían las puntas peladas. Pensó en que no, no debería hacerlo; pero

también pensó en que nadie se enteraría. Luego pensó en que aquella idea podía no

funcionar y provocar un cortocircuito, lo que con toda seguridad le haría ganarse un

castigo ejemplar. Pero también pensó en que si tenía que esperar hasta que arreglaran

la dichosa puerta, podía despedirse de su videocasco durante por lo menos tres o

cuatro horas más. Y no, no estaba dispuesta a dejar que los malos pensamientos que

467
la acosaban durante todo aquel día siguieran martirizándola durante tanto tiempo.

Tener en su poder ese videocasco se había convertido en una cuestión de máxima

necesidad. Se acercó a los cables, los agarró con mucho cuidado y luego juntó sus

puntas peladas. Y como por arte de magia, la puerta se abrió ante ella. Phayne no se

lo pensó dos veces y entró en el camarote. Nada más encender la luz vio que,

efectivamente, su videocasco estaba sobre la cama, tal y como ella predijo. Dio varias

zancadas largas y agarró el aparato. Lo sopeso, lo miró por dentro y luego, tras

sentarse en la cama, se lo puso sobre la cabeza para ver si todavía le quedaba batería.

Las imágenes en tres dimensiones comenzaron a sucederse en el visor. Ahora estaba

dentro de un bosque, lejos muy lejos de aquella lanzadera, corriendo descalza sobre la

fresca hierba. A su lado no habían paredes de acero, ni asientos incómodos, ni camas

polvorientas, solo árboles, flores y bellos y delicados animalillos que retozaban

juguetones junto a ella. Al mismo tiempo, el sonido de la naturaleza se colaba por sus

oídos: pájaros, insectos, pequeños mamíferos, grandes reptiles voladores, ramas

mecidas por el vientos y... ¿pasos? ¿Pasos secos sobre un suelo metálico? Phayne

bajó el volumen de sus auriculares y entonces pudo distinguirlos perfectamente: si, no

había duda, eran pasos dentro de la habitación. Apagó el videocasco y se dispuso a

quitárselo buscando en su cabeza una buena excusa que decirle a su madre, a quien

desde luego no le habría gustado mucho que hubiese manipulado los cables sueltos de

la puerta para entrar en el camarote. Pero, nada más quitarse el casco, algo la agarró

con tanta fuerza del cuello que ni siquiera pudo gritar. Entonces apareció ante ella una

fina broca metálica que girando a toda velocidad comenzó a acercarse a su ojo

468
izquierdo.

-Baja eso, Lagor, esa niña es demasiado valiosa: es la hija del gobernador -la voz

salía de un lugar indeterminado a su derecha, pero debido a que su cuello se hallaba

completamente inmovilizado, Phayne no podía ver al ser que había pronunciado esas

palabras. En lugar de eso, la niña clavaba su ojos en el terrorífico borg que la tenía

asida de la garganta, apretándola cada vez más.

-Razón de más para atravesárla con mi aguijón sin esperar un solo segundo. ¿Me

has oído pequeña zorra? Vas pagar por los crímenes de tu padre.

-¿No has entendido lo que Jakur te ha dicho, Lagor? ¿Acaso necesitas que yo te lo

explique con mayor detenimiento?

-No te metas en esto, benkaurii. Nos ha visto, debe morir.

-No permitiré que mates a ningún niño en mi presencia, aqualish. Y no dudaré en

partirte en dos con mis propias manos para evitarlo.

La niña abrió los ojos y pudo ver algo enorme que de pronto tapaba la luz

procedente de los tubos de neón del techo, proyectando sobre ella una sombra oscura

y alargada. El borg aqualish miró entonces por encima de su hombro y luego dudó

unos instantes. Finalmente miró a la niña con sus enormes ojos de insecto y le dijo

con su voz siseante:

-Escúchame bien, escoria humana, si gritas te saco las tripas con esto, ¿has

entendido?

La niña intentó asentir con la cabeza.

-Está bien, suéltala. No va a gritar, ¿verdad? -le preguntó la voz que venía de su

469
derecha. La niña intentó de nuevo mover la cabeza en señal de negación y, un par de

segundos después, el borg la soltó dejándola caer sobre la cama. Estuvo largo rato

retorciéndose sobre el colchón con su pequeño cuerpo convulsionando a causa de la

falta de oxígeno hasta que, poco a poco, fue cogiendo aire y sus náuseas remitiendo.

Cuando abrió los ojos pudo distinguir perfectamente a los tres borgs que horas antes

habían estado cargando su equipaje en la lanzadera. Uno de ellos, el que tenía un

largo brazo hidráulico, dio un paso al frente y comenzó a hablarle entre susurros:

-¿Ya estás más tranquila?

La niña dijo que sí moviendo despacio su cabeza.

-No se lo tengas en cuenta, solo intentaba asustarte. Se llama Houba Lagor, pero

todo el mundo lo conoce como “Aguijón” Lagor. Yo soy Jakur Bess-Yasay, pero todo

el mundo me llama Jakur “Brazolargo”. Y ese gigante de ahí que tiene que agacharse

para no darse en la cabeza con el techo en Tchalka Kalapawog, “El Indómito”. Has

podido abrir esa puerta, así que estoy seguro... bueno, todos estamos seguros, de que

eres una niña lista. Por eso, como niña lista que eres, te estarás preguntando qué

hacemos aquí, ¿verdad?

Phayne volvió a asentir.

-No voy a mentirte porque, como ya he dicho, eres una niña muy lista y no te lo

creerías. Así que te lo diré claramente: somos polizontes. No te preocupes, no

queremos haceros daño, solo viajar hasta el puerto espacial más cercano, nada más...

¿Ves que sencillo? Verás, nosotros también tenemos familia a la que no vemos desde

hace mucho tiempo y por eso hemos decidido ocultarnos en esta lanzadera, para

470
poder viajar hasta nuestros hogares... Seguro que tu harías lo mismo, ¿verdad? Pero,

espera, aún no me has dicho tu nombre...

-Me llamo Phayne -susurró la niña.

-Phayne... Qué nombre tan bonito. Verás Phayne, yo sé que tú nos comprendes

perfectamente, pero el problema son esos guardias de ahí arriba. Ellos no son tan

listos como tú, no entenderían nada de esto, y si supieran que estamos aquí

escondidos, nos delatarían e intentarían apresarnos de nuevo, y entonces tendríamos

que ser muy desagradables con ellos. Con ellos, contigo, con tu madre, con tu

hermano... ¿Entiendes lo que te digo, Phayne?

Phayne asintió.

-Y ahora llega la pregunta clave, ¿sabes guardar un secreto?

Phayne volvió a sentir de nuevo.

-Ah, estoy seguro de que sí, eres demasiado lista como para no saber... Bien, pues

ahora quiero que subas arriba y guardes nuestro secreto hasta que salgamos del

sistema y entremos en el hiperespacio. Ya ves que no es mucho tiempo, tal vez una

hora, quizá menos... Dime, Phayne, ¿serás capaz de hacerlo?

Phayne asintió otra vez.

-Desde luego que sí. Muy bien, Phayne, entonces puedes volver con los demás. Y

no nos falles Phayne, eso nos pondría muy tristes porque tendríamos que ser duros

con todos vosotros, y eso no lo queremos. ¿Tú lo quieres, Phayne?

Phayne negó.

-No, claro que no. Nadie lo quiere. Ni siquere Lagor lo quiere. Venga, Phayne,

471
puedes irte, confiamos en ti...

Phayne se levantó de la cama muy despacio y se puso a caminar hacia atrás con

pasos lentos, sin dejar de mirar a los tres borgs que la observaban sin pestañear. La

niña apretó un botón que había al lado de la puerta y ésta se abrió. Pero antes de que

llegara a salir del camarote, Jakur la detuvo:

-Espera, Phayne, ¿no olvidas algo?

La niña se quedó petrificada: no sabía qué decir.

-Tu videocasco... -el dashade le lanzó el aparato y la niña lo agarró en el aire.

Luego el borg agitó su mano en señal de despedida y la niña salió disparada por la

puerta.

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Capítulo 63

-¡Vaya, hija, si que has tardado! -le espetó su madre nada más Phayne se sentó

junto a ella- Ya iba a bajar a buscarte.

La niña pensó en lo que podría haber ocurrido si su conversación con lo borgs

hubiera durado un poco más y un escalofrío recorrió su espina dorsal.

-Estaba mirando las cosas que he metido en mi baúl.

-¿Seguro? ¿No habrás estado hurgando en mi maleta?

-No, mamá, de verdad. Solo estaba repasando que estuvieran todos mis peluches y

mis pinturas.

-Está bien. Veo que encontraste el videocasco.

-Sí, mamá, lo encontré.

-Bueno, pues ahora a estarse quietecita un rato en su asiento, señorita, al menos

hasta que salgamos al hiperespacio.

-De acuerdo, mamá...

Phayne se colocó el casco en la cabeza pero antes de encenderlo volvio a

quitárselo:

473
-Mamá...

-¿Qué pasa ahora?

La niña giró la cabeza para mirar a su hermano, el cual seguía rebanándose los

sesos con su dichoso juego ajeno a todo. Luego volvió la vista de nuevo hacia su

madre, quien la miraba con ojos cansado:

-...Nada, nada, era una tontería sin importancia -y tras sus palabras, se colocó de

nuevo el videocasco sobre la cabeza y reanudó su paseo por el bosque.

-Has cometido un error muy grave dejándola ir -insistía Lagor mientras intentaba

hacer una derivación en el cuadro de mandos de la puerta para bloquearla y evitar así

que nadie más pudiera entrar.

-Tranquilo, la niña mantendrá la boca cerrada. Me preocupan más tus supuestas

dotes con electrónica... -el rostro de Jakur mostraba señales inequívocas de que

empezaba a impacientarse. Pero justo en ese instante hubo un chispazo y un tufillo a

cable quemado empezó a inundar el camarote.

-Ya está, eso nos dará por lo menos una hora más de tiempo -afirmó resuelto

Lagor-; siempre y cuando esa mocosa no cante y haga que los soldados se presenten

con sus blasters para echar la puerta abajo.

-Lagor, cálmate, la niña no hablará -Jakur Brazolargo se sentó en una silla que

había en un rincón

-Eso espero. Aún así todo esto empieza a resultarme absurdo. Deberíamos subir

allá arriba y tomar la nave cuanto antes.

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-Ya lo discutimos: no hasta que no hayamos pasado el bloqueo. Hay nueve

oficiales de la Guardia Estelar allá arriba, seis tripulantes y tres escoltas. Si uno de

ellos lograra alertar a ese destructor, estaríamos acabados.

-No tendrían tiempo -Lagor encendió su taladro y una broca de tydirium surgió de

su puño y comenzó a girar a toda velocidad.

-No subestimes a esos humanos. Son hábiles, valientes y están bien armados.

Podríamos con todos ellos, pero se necesitan solo unos pocos segundos para enviar

un mensaje de alerta.

-¿Y cuándo sabremos que hemos pasado el bloqueo?

-Muy fácil, cuando la nave acelere. Notarás un hormigueo en las tripas.

-Está bien, pero prométeme que me los dejáras a mí... Prométeme que me dejarás

a mí a la familia de Quayk.

-Cuando salgamos al hiperespacio, serán todo tuyos.

-No te se ocurra acercarte a esos niños, aqualish -la profunda voz del negnita

llegaba desde el otro extremo de la habitación. Estaba sentado en el suelo con las

puernas cruzadas, los codos apoyados en sus rodillas en actitud orante y mirando

hacia la pared.

-Creía que estabas rezando a tus absurdos dioses, Indómito -le dijo con desprecio

Lagor.

-Y yo creía que nuestro objetivo era escapar de Endor, no matar niños indefensos

solo por placer.

-No es por placer negnita, es por venganza. O es que tú no sientes odio hacia ese

475
miserable de Dimor Quayk por lo que ha hecho con todos nosotros.

-Sí, lo siento, hacia él, pero no hacia sus hijos.

-Ya está otra vez el noble guerrero bankaurii con sus ridículos códigos de honor.

Eres peor que jedi.

El negnita se levantó como un resorte y cruzó la habitación de un par de zancadas.

Luego lo agarró a Lagor por la pechera con su mano derecha y lo elevó del suelo. El

borg aqualish intentó defenderse con su taladro, pero el el negnita le sujeto el brazo

con su mano izquierda inmovilizándoselo por commpleto.

-Escuchame bien, Aguijón: no me gustas, nunca me has gustado, y no eres en

absoluto imprescindible en esta empresa. Así que ten mucho cuidado con lo que dices

o con lo que haces porque tú me importas lo mismo que cualquiera de los soldados de

Quayk que hay allá arriba. Y si llegara el caso ten por seguro que no dudaría un

segundo en despedazarte con mis propias manos. ¿Has entendido, aqualish?

-Vamos, Tchalka, suéltalo -intercedió Jakur-; si alguien bajara a la bodega podría

oírnos... Venga, vamos, déjalo... Déjalo, Indómito...

Tras varios segundos mirándose ambos a los ojos, el poderoso negnita soltó al

aqualish y éste logró mantener el equilibrio apoyando su espalda contra la pared.

-Eso es, estamos juntos en esto -prosiguió Jakur-, y si queremos que nuestro plan

funcione debemos permanecer unidos. ¿Habéis entendido los dos?

Los borgs seguían mirándose a los ojos con odio.

-He dicho que si lo habéis entendido.

Tras varios segundos de tenso silencio, Lagor terminó por asentir con la cabeza.

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Kalapawog hizo lo propio y luego dio media vuelta y volvío a sentarse en su rincón

cara a la pared.

Entonces, Jakur se acercó al aqualish y le susurró al oído:

-Deberías medir bien tus palabras con él, le he visto partir en dos a más de un borg

por menos de eso. Así que ni se te ocurra volver a desafiarlo porque la próxima vez

no creo que pueda detenerlo.

El último jedi está sentado al borde de la cama mirando algo que sujeta entre las

manos. Es una trenza hecha con el suave cabello de una mujer. Una trenza que un día

ornamentó la cabeza de una princesa y que desde que ésta se la entregara en mano

siempre le ha acompañado. Siempre, incluso en los momentos en los que la Fuerza

parecía serle esquiva, esa trenza siempre le infundía el coraje necesario. Ahora se

dirige al lugar que lo vio crecer. El lugar en el que vivió durante su infancia y su

adolescencia y que lo vio convertirse en un hombre tras experimentar por primera vez

el insoportable dolor de la pérdida. Allí murieron sus tíos. También su hermana. Y

quizá sea allí también donde el final le esté aguardando a él. Sí, tal vez este viaje suyo

a Tatooine sea el último y sirva para cerrar definitivamente el círculo. Sus tíos, Obi-

Wan, Yoda, su padre, Han, Trey-Jeng, Leia y ahora él. El último de su linaje, de su

familia, de su orden... Sin embargo, ahora que tiene claro cual es su destino, sabe que

para lograr alcanzarlo debe salir con vida de las abrasadoras llanuras de Tatooine.

Pero no será fácil. Nunca lo es. Aún así le resultará más sencillo ahora que lo ha

comprendido todo. Porque él no es el último de su orden, ni de su familia ni de su

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linaje. Porque él no es el último jedi. Él solo es aquel al que se le ha encomendado la

misión de encontrarlo.

Mig-Wan estaba en la zona de descanso del Firespray, comprobando que tanto su

mochila repulsora como su sable de luz funcionaban correctamente, cuando

Chewbacca apareció de repente llamándolo a con un par de largos alaridos.

-¿Qué ocurre? -preguntó Mig-Wan tras levantarse de un salto.

Chewbacca gimió de nuevo.

-Una nave, ¿cómo que una nave? -el niño salió corriendo hacia la cabina. Alli, el

wookiee le explicó que los sensores habían captado la presencia de una nave de gran

tamaño, seguramente una fragata, que se dirigía hacia ellos a toda velocidad.

-¿No puedes hacer que el Firespray entre en el hiperespacio?

A Chewbacca aquella idea no le gustó demasiado, pues se hallaban en una zona

completemente desconocida y escasamente cartografiada incluso para una nave

mandaloriana como la que pilotaban. Debían haber estado varias horas en el

hiperespacio y podían haber salido en cualquier hiperpunto del galaxia profunda. Si

seguían viajando a hipervelocidad de esa manera, sin saber cual era el rumbo

correcto, corrían el riesgo de perderse para siempre en aquel universo infinito.

-Está bien, no creo que sea una nave de la Guardia Estelar -dijo Mig-Wan-,

estamos demasiado lejos de la civilización. Lo mejor será darles esquinazo. Hay

algún planeta cercano donde podamos escondernos.

Chewbacca contestó que cerca solo había un planeta cuya atmósfera, según las

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lecturas del Firespray, fuera respirable.

-Está bien, nos esconderemos allí durante unas horas y mientras lo hacemos,

intentaremos encontrar una hiperruta que nos acerque un poco más a casa.

El mensaje era claro y conciso: “Están ustedes navegando por una zona

restringida. Deben identificarse inmediatamente o de lo contrario nos veremos

obligados a abrir fuego”.

La'ard se giró a su oficial de comunicaciones:

-Adelante, ya lo ha oído, envíe el código.

Una vez enviado el código, en la cabina se hizo el silencio. Frente a ellos estaba

gigantesca nave, de más de un kilómetro de eslora, apuntándoles con toda su

artillería. Además un escuadrón de cazas Tie acababan de hacer acto de presencia y se

estaban colocando también en posición de ataque. El sudor caía por la frente de

La'ard. Se giró para echarle un vistazo al resto de sus hombres, y vio que sus rostros

estaban tansos y que tragaban saliva con dificultad. Los segundos se hacían eternos

mientras le Teroch cotejaba el mensaje cifrado.

-Tardan mucho, ¿no cree, capitán? -le susurró su copiloto.

-No lo sé, nunca me había vsito antes en una situación como esta.

De repente, una voz se dirigió a ellos a través del intercomunicador:

-Gaupa II, aquí el puente de mando del destructor Teroch. Su mensaje cifrado es

correcto. Tienen vía libre para continuar su camino.

En la cabina de la lanzadera se oyeron varios suspiros de alivio. A continuación el

479
capitán La'ard se acercó al intercomunicador:

-Destructor Teroch, les habla el capitán La'ard del Gaupa II. Continuamos pues

rumbo al hiperpunto más cercano.

-Adelante -le respondió la voz desde el Teroch. El capitán se giró entonces hacia

sus hombres con una sonrisa en el rostro:

-Bueno, señores, parece que ya hemos pasado la parte más complicada de nuestro

viaje. Y como véis, no ha sido tan difícil -después agarró los mandos de la nave y

marcó el rumbo hacia el hiperpunto que debía acercarles al núcleo medio. Luego

volvió a echar un vistazo a su hombres y pudo comprobar que todos los rostros se

mostraban ahora mucho más relajados. Miró al frente y esperó hasta que todos los

cazas Tie se hubieran apartado. Entonces agarró la palanca del velocidad y aceleró los

motores al máximo.

En el camarote habilitado en la bodega de carga, Lagor sintió algo que le hizo

levantarse de la cama como un resorte:

-¿Notáis eso? ¡La nave está acelerando!

Jakur se levantó de la silla y alzó la mirada hacia el techo:

-Sí, es cierto. Debemos haber pasado el control.

-De acuerdo, ¿y ahora qué?

-Esperaremos a que la nave entre en la hipervelocidad y luego haremos una visita

a la cabina y nos presentaremos ante el capitán como personas educadas que somos.

¿Qué te parece, Indómito?

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Tchalka Kalapawog seguía sentado con las piernas cruzadas cara a la pared:

-Me parece bien. Avísame cuando llegue el momento.

La puerta de su camarote se abrió y la cabeza de Dirk asomó por el quicio:

-Luke, estamos a punto de salir de la hipervelocidad. Además el bothan ha hecho

progresos con la unidad R2 y creo que te gustará verlo.

El viejo maestro abrió los ojos y miró hacia los lados desorientado:

-Ah, sí, enseguida voy, enseguida voy -dijo mientras guardaba la trenza de Leia en

su bolsillo.

-¿Te encuentras bien?

-Sí, Dirk, no te preocupes; hacía tiempo que no me encontraba tan bien.

-Pues no sabes cuánto me alegro, maestro.

-Y, yo, comandante, y yo...

Fuera, en la zona de recreo del Halcón, Kublin Melan había colocado a R2d2

sobre la mesa y lo había puesto en marcha. El androide giraba su cabeza hacia un

lado y hacia otro y no dejaba de emitir sus característicos silbidos, acompañados por

algún que otro quejido agudo.

-Ey, R2, tranquilo... tranquilo, viejo amigo -le dijo Luke nada más verlo-. Soy yo,

Luke, ¿me reconoces? Puedes verme, viejo amigo.

Al ver a Luke, el androide se calmó al instante.

-¡Cuánto tiempo, compañero, cuánto tiempo...! Dirk, avisa a C-3PO, ¿quieres?

-Enseguida.

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Luke comenzó a limpiar la camara y el chasis del androide con un trapo que

encontró sobre la mesa:

-Sí, C-3PO también está aquí.

R2 soltó varios silbidos más y movió la cabeza de un lado para otro:

-Claro que te suena este lugar -le dijo Luke-, estás en el Halcón Milenario.

El droide siguió emitiendo extraños sonidos que nadie, salvo Luke, parecía

entender:

-No, lo siento, R2, pero ni Trey-Jeng ni Mig-Wan están con nosotros...

-¡¡¡R2, R2, te han arreglado...!!! -gritó C-3PO nada más entrar por la puerta- Oh,

me tenías tan preocupado, condenado cabezota... -le dijo cuando estuvo a su lado- No

te preocupes por eso ahora, lo importante es que recuperes tu memoria al completo...

Fynoon Les viaja también en el Halcón, él terminará de arreglarte. Él puede

arreglarlo todo... Aunque ahora no se encuentra del todo bien... Oh, no, ya te

explicaré eso más tarde, ahora nos dirigimos a Tatooine...

Y mientras los dos androides departían entre ellos como tantas y tantas veces,

Luke alzó la vista buscando a un Kublin Melan que discretamente se había quedado

en un segundo plano:

-Gracias -le dijo mirándole a los ojos-, has llenado mi corazón de alegría de

nuevo.

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Capítulo 64

-Coordenadas introducidas, capitán.

-¿Hiperpropulsores?

-Hiperpropulsores preparados.

-¿Localización?

-Estamos sobre el hiperpunto.

-De acuerdo, entonces vamos allá -el capitán La'ard se inclinó sobre el cuadró de

mandos y, tras contar hasta tres, accionó los motores de hipermateria haciendo que la

lanzadera se precipitara al hiperespacio.

-Bueno, señores, ya está -dijo tras recostarse en su silla-. Ahora ya podemos

relajarnos un poco. Al menos hasta el siguiente hiperpunto, al que llegaremos dentro

de... cuatro horas y media aproximadamente. Kinum y Sheit, ustedes harán la primera

guardia. Los demás pueden salir de la cabina a estirar las piernas si así lo desean.

Teniente Sheit, avise al pasaje de que hemos entrado en el hiperespacio sin novedad y

que por tanto ya pueden levantarse de sus asientos y moverse con absoluta libertad

por toda la nave.

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-De acuerdo, capitán.

-Bien caballeros, si me necesitan, estaré descansando en la bodega -el capitán se

levantó de su silla y caminó hacia la puerta de la cabina. El oficial de comunicaciónes

y el artillero lo siguieron. La'ard se giró entonces para decirle algo a uno de sus

hombres, al mismo tiempo que pulsaba el botón que abría la puerta. Y antes de que

volviera la vista al frente, un objeto puntiagudo le había atravesado el estómago de

parte a parte hasta salir por su espalda. La sangre comenzó a emanar a chorros por su

abdomen y su boca, lo que hizo que sus hombres reaccionaran desenfundando sus

blasters. Sin embargo todo sucedió muy rápido. En a penas unos segundos, dos

enormes manos habían partido el cuello al oficial de comunicaciones y otro objeto

punzante había atravesado el pecho del artillero. Uno de los tres tripulantes que

todavía quedaba con vida, la teniente Brydnia Edawi, abrió fuego contra los dos

intrusos pero sin lograr derribar a ninguno. Finalmente recibió un fuerte golpe por

parte de uno de ellos, el que era con diferencia el más corpulento, y quedó en el suelo

inconsciente, con un reguero de sangre cayéndole por la frente. A continuación, ese

mismo gigante borg agarró por el cuello al copiloto, el cual estaba mandando un

mesaje de socorro cifrado a través de la holored, y lo inmovilizó aplastando su cuerpo

contra el cuadro de mandos, lo que le hizo sentir como si un bantha le hubiera pasado

por encima. El otro agresor, por su parte, apuntaba con el taladro de tydirium

incrustado en su antebrazo a la sien del que ocupaba el asiento del piloto.

-Si quieres salir de esta, será mejor que hagas todo lo que te digamos -le susurró al

oído. Luego el borg se dirigió a su compañero:

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-Avisa a Jakur, dile que la nave ha sido tomada.

El gigante lanzó hacia un lado el cuerpo del tripulante, el cual cayó contra el suelo

como un fardo de paja y allí se quedó, inmóvil y gimoteando por el dolor. Acto

seguido el borg salió de la cabina caminando despacio:

-Todo está despejado -le dijo a Jakur cuando lo tuvo delante. La situación allí, en

el habitáculo del pasaje, no era mucho mejor. El capitán Telian yacía muerto en el

suelo en medio de un charco de sangre, la teniente Ayak se hallaba inconsciente y

hecha un ovillo junto a las escaleras que bajaban a la bodega, y el oficial médico

anomid, Obel Baral, se encontraba sentado en el suelo intentando cortar la abundante

hemorragia de su hombro izquierdo aprentándoselo con su mano derecha. Emirna

Quayk, por su parte, agarraba de las manos a sus dos hijos sin dejar de mirar a los

borgs con expresión de infinito pánico en su rostro. Su hijo mayor, Kalen, alternaba

en su cara gestos de odio y de confusión. Mientras tanto la niña, aterrada, lloraba

desconsoladamente agarrada al brazo de su madre.

-Bien, ya está, todo ha terminado -les dijo uno de los borgs, el que tenía un largo

brazo mecánico.

-¿Qué quieren de nosotros? -le preguntó la señora Efulá.

-Solo que se queden quietecitos y callados hasta que encontremos un puerto

seguro. Si lo hacen, no les pasará nada. Pero si nos molestan, ya lo han visto, no

tendremos piedad con nadie -Jakur miró a Phayne y está apartó la mirada.

-Ve a la cabina, yo me ocupo del pasaje -el negnita dio un paso al frente y Jakur

desapareció tras la puerta.

485
-¿Cuál es nuestro rumbo? -le preguntó Jakur al piloto.

-Está escrito en la computadora.

El borg dashade comprobó las lecturas y luego volvió a dirigirse al humano:

-No, no es un buen rumbo en absoluto. En el próximo hiperpunto, te daré unas

nuevas coordenadas... Aguijón, tú y el negnita llevad a los muertos a la bodega. Los

arrojaremos fuera cuando salgamos del hiperespacio.

-¿Qué hacemos con los heridos graves?

-Los arrojaremos también.

Hoba Lagor dejó escapar una maliciosa sonrisa a través de sus enormes incisivos y

a continuación salió disparado por la puerta.

Kalapawog, el Indómito, lo esperaba en el habitáculo del pasaje. Era un negnita

benkaurii de casi tres metros de altura y más de trescientos kilos de peso. Un pelo

corto y rojizo lo cubría por completo salvo en sus extremidades, ya que sus brazos y

sus piernas estaban fabricadas con beskar. Después de haber sido reparado por los

técnicos de Leiascant, había perdido algunas de sus herramientas y dispositivos

mecánicos, sin embargo aún conservaba el laser en su muñeca, que en su época de

esclavo en las minas de hierro usaba para cortar el metal que arrancaba luego con sus

poderosos brazos. Como ocurría en todos los negnitas esclavizados, sus cuernos

habían sido serrados desde la raíz para facilitar el implante del microchip de castigo.

En los individuos libres, estos cuernos nunca dejaban de crecer y los ancianos

presentaban cornamentas enormes y muy ramificadas, que también se indentificaban

con su rango y su linaje. No habían dos cornamentas iguales, y estas servían también

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para reconocer a la familia a la que se pertenecía. Por eso, cuando a un negnita

benkaurii se le amputaban sus astas, se le estaba cercenando también parte de su

identidad y de sus raíces.

-Hay que llevar los muertos abajo -le digo Lagor.

-Está bien, yo me encargo. Tú vigílalos.

Segundos más tarde, el negnita apareció cargando con los cuerpos del capitán

La'ard y otros dos miembros de su tripulación y, con ellos a cuestas, descendió las

escaleras que daban a la bodega de carga.

-Cerrad los ojos, vamos -le ordenó Emirna Quayk a sus hijos.

-¿Dónde los llevan? -le preguntó Obel Baral mientras se hacía un torniquete con

retales de su camiseta.

-Yo en tu lugar no me preocuparía por ellos, anomid -le digo Lagor.

-Pero el capitán La'ard aún vive.

-No por mucho tiempo.

-Soy oficial médico, puedo ocuparme de él. Llevo medicinas, especia y parches de

bacta...

El borg se acercó hasta él y le golpeó con fuerza en el rostró, haciendo que su

máscara de vocalización saliera despedida

-¡Cierra la boca, anomid! -le gritó. Y a continuación caminó de nuevo hacia la

puerta y desde allí se quedó mirando a Emirna Quayk y a sus hijos fijamente, de una

forma que resutaba casi grosera.

-A partir de ahora nadie hablará mientras no se le pregunte, ¿queda claro,

487
humanos?

Emirna asintió con la cabeza temblorosa.

-Bien... Muy bien... -dijo el aqualish sonriendo por debajo de sus incisivos.

-¿Queda mucho para el siguiente hiperpunto? -le preguntó Dirk a Luke nada más

entrar la cabina del Halcón y sentarse en el sitio del copiloto. Fue en ese momento

cuando un extraño objeto cúbico, que el viejo maestro se pasaba de una mano a la

otra, llamó poderosamente su atención.

-A penas una media hora -le respondió Luke-. Después introduciremos las nuevas

coordenadas y cuando hayamos salido del hiperespacio, ya estaremos en Tatooine.

-¿Qué es eso que tienes entre las manos?

-¿Esto...? Es un holocrón jedi. Yoda lo contruyó hace mucho tiempo. En él se

guarda buena parte de la historia de nuestra orden. Incluyendo algunos momentos que

para muchos miembros del Consejo hubiesen resultado incómodos.

-¿Es posible? ¿Acaso me estás diciendo que también hubieron intrigas o asuntos

turbios en el seno del Consejo Jedi?

-Por supuesto. Nosotros, los sensibles a la Fuerza, no somos tan diferentes del

resto de los seres que habitan en este universo. Verás, existe una historia oficial que

cuenta los hechos tal y como el Consejo decidió que debían contarse. Y otra historia,

la no oficial, que cuenta la verdad tal y como sucedió, sin cambiar o evitar los

sucesos más comprometidos o escabrosos. Esa historia, entre otras cosas, es la que se

guarda aquí dentro, recopilada por Yoda en este holocrón que luego custodió

488
celosamente en su hogar de Dagobah hasta el día de su muerte. Ni siquiera entonces

quiso entregármelo. Lo descubrí años más tarde, cuando volví a Dagobah en busca de

respuestas.

-He de suponer entonces que las encontraste.

-Sí, aunque desde luego no fueron las respuestas que yo esperaba. Mucho tiempo

después le entregué el holocrón a Trey-Jeng, advirtiéndole de que a veces la verdad

puede doler mucho más que la peor de las mentiras.

-¿Cómo funciona?

-Solo los sensibles a la Fuerza pueden tener acceso a la memoria guardada dentro

de un holocrón. Y solo los más poderosos pueden controlarlo. Yoda pudo incluso

fabricar uno, algo al alcance de muy pocos. Se dice que también el lord sith Darth

Plagueis logró construír un holocrón poco antes de morir, donde guardó todos sus

vastos conocimientos en alquimia y ciencia sith.

-Ya... Vosotros, los sensibles a la Fuerza, y vuestros preciados juguetitos. Os lo

pasáis pipa, ¿eh? Pero hay una cosa que no entiendo, si dices que le entregaste ese

objeto a Trey-Jeng, ¿cómo es que ahora lo tienes tú? ¿Te lo devolvió él?

-Eso es lo fascinante de todo esto. Trey-Jeng le ordenó a R2d2 que se lo entregara

a Mig-Wan justo la noche antes de morir...

-¿Entonces lo tenía R2?

-Así es.

-Vaya, sí, es curioso... Bueno, ahora por fin ha vuelto a su legítimo dueño: el

último caballero jedi.

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-Supongo... El caso es que tengo la sensación de que Trey-Jeng intuía que algo iba

a ocurrir al día siguiente. Quizá que su vida peligraba, quizá que iba a librar la peor

de las batallas... No lo sé... A veces estamos tan confundidos que no somos capaces

de entender lo que la Fuerza intenta decirnos. Por eso es bueno estar en paz con uno

mismo...

-¿Trey-Jeng lo estaba?

-No del todo.

Dirk hizo una breve pausa para mirar a los ojos del viejo maestro:

-¿Y usted, lo está?

-Ahora sí, Dirk... Ahora sí...

Habían pasado un par de horas desde que el Firespray hubiera inicidado su

aproximación a un desconocido planeta que, según las lecturas del ordenador de la

nave, parecía poseer una atmósfera respirable. Era además en único planeta habitable

en todo aquel sistema, presidido por una enorme estrella supermasiva de un color rojo

intenso alrededor de la cual giraban un total de quince planetas más. Once de ellos

eran gigantes gaseosos mientras que las lecturas indicaban que los cinco de menor

tamaño eran solidos y con superficies rocosas. En su trayectoria hacia el planeta

rocoso de mayor tamaño pasaron cerca de uno de los gigantes gaseosos, cuya

atmósfera color cobrizo parecía estar en constante ebullición. Chewbacca hizo

entonces una observación en forma de varios bramidos cortos.

-Sí, seguramente tengas razón, Chewie. Pero nos llevaría muchas horas rastrear

490
todos esos planetas gigantes en busca de alguna luna en la que pudieramos

escondernos, y esa fragata viene pisándonos los talones. Lo más rápido es refugiarnos

en ese planeta de ahí delante y esperar allí varias horas...

El wookiee gimió de nuevo.

-Lo sé, pero necesito un lugar tranquilo donde poder concentrarme. Sé que la

Fuerza puede ayudarnos a encontrar el camino de regreso a casa, aunque he de

reconocer que es algo que nunca he intentado antes.

Una hora y media más tarde, el viejo patrullero, que viajaba con los motores a

toda potencia, cruzaba la atmósfera de aquel planeta desconocido y comenzaba el

peligroso descenso. Chewie mostró entonces las dotes en el pilotaje por las que había

sido famoso y, a pesar de la dificultad, logró encotrar el lugar adecuado para realizar

el aterrizaje, justo en una pequeña llanura situada a las faldas de una cordillera

montañosa cubierta por completo por una densa jungla. Aquel era un planeta

selvático, de abundante vegetación y con niveles altos de humedad en el aire. Tenía

ríos, manglares, lagos, lagunas, mares y vastos océanos; aunque, tal y como habían

visto durante el descenso, también poseía algunas zonas desérticas donde la

temperatura ascendía a más de cincuenta grados.

-Bien, Chewie, yo haré recuento de provisiones mientras tú compruebas como

andamos de combustible -le dijo Mig al wookiee nada más apagar los motores.

Chewbacca gimió en señal de advertencia:

-Tranquilo, este planeta es enorme y mientras estemos quietos en tierra los

sensores de esa fragata no captaran nuestra presencia.

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Capítulo 65

C-3PO y R2d2 se hallaban en la bodega de carga principal, donde se había

habilitado una camilla repulsora para Fynoon Les. Durante las últimas horas, Kublin

Melan había intentado arreglar el resto de las funciones del pequeño androide

astromecánico, viéndose finalmente en la obligación de desistir ante su falta de éxito.

Así pues, R2 había recuperado su memoria y algo de movilidad en su cabeza y

tronco, pero el resto de su cuerpo metálico se mantenía apagado y del todo inerte. Por

eso C-3PO no se había separado de él desde que volviera en sí, manteniendo una

preocupación constante por las necesidades de su viejo amigo, lo que empezaba a

irritar a R2d2 sobremanera:

-No sé por qué te enfadas tanto, pequeño cascarrabias, solo intento cuidar de ti. El

amo Luke debería haberte dejado en aquel horrible lugar del Ka'al Jadet para que los

borgs te convirtieran en chatarra. A lo mejor hubieras preferido eso y así no tendrías

que soportar que este viejo androide de protocolo se preocupe por ti... Oh, eso es lo

que piensas... De acuerdo, le pediré al teniente Rupard que te saque de la bodega...

Eres un gruñón y un desagradecido...

492
-¡Callad de una vez! -la voz quebrada y ronca de Fynoon Les cortó de raíz la

discusión entre los androides.

-¡Oh, capitán Les! ¡Está despierto! Avisaré inmediantamente al amo Luke y al

comandante...

-No hace falta, ya me encargo yo de avisarles -tras sus palabras, el borg se

incorporó para quedar sentado al borde de la cama.

-No haga eso, capitán, está herido y debe guardar reposo...

-3PO, eres peor que mi madre. Aún así te doy las gracias por todo lo que has

hecho por mí. Eres un buen amigo, lingote de oro; un muy buen amigo... Y tú, lingote

de plata: siento mucho lo que te hice en el campo de trabajo. De verdad que lo siento.

Pero no te preocupes porque voy a repararte, te lo juro, aunque tenga para ello que

sacar piezas de mi propio cuerpo, juro que te arreglaré, R2d2... Y ahora si me

disculpáis, tengo que hablar con el maestro Skywalker.

Les se levantó de la cama y, tras titubear levemente, comenzó a andar renqueante

hacia la puerta.

Con el primero con el que se cruzó fue con Uzig. El mon calamari no pudo

esconder su alegría y ambos Guadias Estelares se dieron un fuerte apretón de manos

seguido de un efusivo abrazo:

-Me alegro de verte de pie, Fynoon -le dijo-; estábamos muy preocupados.

-Yo no tanto -una voz llegó desde el otro lado del corredor haciendo que Gial y

Fynoon se giraran. De esa forma pudieron ver a Calrissian que los observaba

sonriendo desde la entrada a la sala de descanso:

493
-Nunca temí por la vida de este condenado pirata. Sé sobradamente lo duro que es.

-Aún así gracias por todo lo que habéis hecho por mí. Es algo que nunca olvidaré.

-Agradéceselo sobretodo al maestro Skywalker y a Rupard. Ellos fueron quienes

se las ingeniaron para sacarte del campo de trabajo de una sola pieza.

-¿Dónde están?

-En la cabina.

En la zona de descanso, Fynoon se cruzó con la teniente Jamerith, quien nada más

verlo se levantó de su silla y salió a su encuentro. Ésta le presento a Nikbi, Breibeng

y Melan, a quienes Fynoon no conocía:

-¿Quién de vosotros ha sido el que ha estado urgando en mi unidad R2?

Nikbi, Melan y Breibeng intercambiaron miradas en silencio ante el tono

marcadamente hosco de las palabras del borg. Al cabo de unos segundos, el bothan

miró a Fynoon y se señaló a sí mismo con el pulgar:

-He sido yo.

El temible houk lo miró fijamente, pero Melan le aguantó la mirada.

-Buen trabajo, Kublin Melan -dijo Les finalmente-; no es fácil restaurar la

memoria de un androide astromecánico como ese. Te quiero en mi equipo de

mecánicos. Y vosotros dos, decidme: ¿sabéis hacer algo más a parte de estar ahí

sentados rascandoos la barriga?

-Bueno, yo era centinela en el campo de trabajo y... -nada más pronunciar estas

palabras, Nikbi cerró los ojos deseando que el suelo se abriera bajos sus pies y se lo

tragara al instante.

494
-Así que centinela en Ka'al Jadet... -Les sonrió maliciosamente- Vaya, hoy debe

ser mi día de suerte. Encantado de conocerte, centinela Nikbi, estoy seguro de que tú

y yo lo vamos a pasar en grande los próximos días, ya lo verás... -y tras sus palabras,

el borg desapareció en dirección a la cabina.

-¡Cómo se puede ser tan estúpido...! -Breibeng se reía a carcajadas- ¡Acabas de

firmar tu sentencia de muerte, muchacho, ja, ja, ja...! ¡Ese borg houk te va a hacer

fosfatina, ja, ja, ja...!

-No le hagas caso, Nikbi -intercedió Deislin sonriendo-; Fynoon solo intentaba

asustarte.

Les entró en la cabina del Halcón ante la sorpresa de Rupard y Luke, quienes se

levantaron de inmediato para saludar e interesarse por el estado del cyborg.

-No os preocupéis, me encuetro bien -afirmo el houk-; quizá un poco mareado y

algo dolorido, pero a parte de eso, estoy del todo recuperado...

-Siento haber arriesgado tu vida, Fynoon -le dijo Luke a continuación mirándolo a

los ojos-, pero te necesitábamos con nosotros... A parte de mí, eres el único que puede

poner en marcha los motores del Halcón.

-Lo sé. Aunque eso no es del todo cierto. Por orden de Trey-Jeng se mantuvo en la

memoria del ordenador de a bordo el código genético de los anteriores pilotos. Con lo

que Lando Calrissian, y seguramente también Dirk, podrían haber pasado el escáner.

-Vaya, parece que mi sobrino lo tenía todo pensado.

-Era parte de su trabajo... Aún así, para mí es un honor estar en esta nave, maestro.

Y quiero agradecerles personalemte a usted y a Rupard que arriesgaran sus vidas para

495
sacarme de aquel horrible lugar... Sepan que nunca lo olvidaré.

-Tú hubieras hecho lo mismo, Fynoon -le dijo Rupard. Y a continuación añadió

señalando el asiento del copiloto:

-Vamos, ocupa mi lugar... Yo voy a tomar un refrigerio.

Rupard salió de la cabina y Luke y Fynoon se sentaron frente a los mandos.

-Ahí tienes los mapas y la situación exacta -le dijo el viejo jedi-. Saldremos del

hiperespacio en una hora aproximadamente. Y cuando lo hagamos estaremos en el

sistema Tatoo.

Fynoon asentía mientras observaba las lecturas de los mapara holográficos. Al

cabo de unos segundos levantó la cabeza de nuevo para añadir:

-Por cierto, maestro, ¿dónde está la Gran Dama? No la he visto.

-Descansando. Para Gildren también han sido unos días muy duros.

-Lo imagino. Por eso me gustaría tener una charla con ella lo antes posible.

-De eso quería hablarte precisamente, Fynoon... Verás, no sé si lo recuerdas, pero

hace unas horas, cuando recobraste la consciencia por primera vez, dijiste algo sobre

una manera de encontrar a Mig-Wan... Y la verdad es que no sabemos si hablabas en

serio o solo estabas delirando

-Maestro Skywalker, un houk cuando habla, siempre habla en serio.

Nada más salir del hiperespacio, los cuerpos de los muertos y de los heridos

graves, como era el caso del capitán La'ard, fueron arrojados junto con los

desperdicios al vacío interestelar. En la cabina, Jakur introducía en el ordenador las

496
nuevas coordenadas que marcarían un rumbo diametralmente opuesto al que venían

recorriendo desde el inicio del viaje, llevándoles de vuelta hacia el borde exterior e

incluso más allá, en dirección a los territorios desconocidos y al espacio profundo. El

teniente Sheit le advirtió al borg que estaba estableciendo una ruta muy larga para la

cual la nave carecía del abastecimiento necesario, tanto a nivel de combustible como

de víveres.

-No se preocupe por eso ahora, teniente. Usted limítese a obedecer mis órdenes

-respondió fríamente el dashade.

En el habitáculo del pasaje, los otros cuatro Guardias Estelares que aún quedaban

con vida habían sido esposados a sus asientos. Dos de ellos, el capitán Baral y el

teniente Renaken, presentaban heridas preocupantes y varios huesos rotos; mientras

que las dos mujeres, las tenientes Ayak y Edawi, mostraban sus cuerpos y sus rostros

cubiertos de contusiones y magulladuras.

-Esos dos hombres están heridos, déjenme por favor que al menos les traiga un

poco de agua -le suplicó la señora Efulá a uno de los borgs.

-Quédese quieta, vieja, si no quiere que la enviemos con los otros -Lagor hizo un

gesto con la cabeza señalando una pequeña escotilla que había a su izquierda.

-Perdonen -la voz de Emirna Quayk salía temblorosa y entrecortada de su

garganta-, mi hija necesita ir al baño.

-Está bien, adelante -dijo el aqualish.

Madre e hija se levantaron, pero entonces el borg las detuvo:

-Un momento, usted no se mueva de su asiento. Yo acompañaré a la niña.

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Al oir las palabras de Lagor, el negnita, que se hallaba sentado al fondo de la

estancia con las piernas cruzadas y los ojos cerrados, se levantó como un resorte.

-De eso nada. Tú vigila a esos soldados. Yo me encargaré de la niña -tras sus

palabras, la descomunal mole rojiza se acercó a Phayne y a su madre, la cual no podía

disimular ahora en su rostro una expresión de infinito pánico.

-No se preocupe, yo cuidaré de ella.

-Puedo acompañarla yo, si quieren... -terció Kalen. Pero ya estaba decidido:

Tchalka Kalapawog acompañaría a Phayne al baño y no había nada más que discutir.

Emirna agarró entonces del brazo a su hijo para que se quedara quieto en su asiento y,

acto seguido, se quedó observando como Phayne caminaba de la mano del negnita

hasta las escaleras que conducían a la bodega, lugar donde se encontraban los

lavabos.

Tchalka se quedó fuera mientras la niña hacía sus necesidades. Al cabo de unos

minutos, ésta salió por la puerta y antes de comenzar a caminar de nuevo hacia las

escaleras, echó todo lo que pudo la cabeza hacia atrás para poder así mirar a los ojos

del benkaurii:

-¿Vais a matarnos a todos, verdad? -le preguntó con tono de resignación.

-Puedo garantizarte que a ti y a tu hermano no os ocurrirá nada, siempre y cuando

os mantengáis cerca de mí en todo momento.

-¿Y mi madre?

-Haré todo lo que esté en mi mano, pero respecto a ella no pudo hacerte ninguna

promesa.

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-¿Y los otros?

-Preguntas demasiadas cosas, niña... Los demás no son de mi incumbencia, así de

sencillo.

Cuando volvieron arriba, el teniente Sheit y Jakur Brazolargo habían salido de la

cabina y este último les estaba explicando a los prisioneros cual era la situación en la

que se encontraban. La niña pasó corriendo delante de él para sentarse junto a su

madre y ello detuvo la explicación del borg. Al cabo de unos segundos éste prosiguió

con su charla usando el mismo tono amable y sibilino:

-Indómito, les estaba explicando a nuestros amigos que volvemos al Borde

Exterior, pero utilizando una ruta distinta a todas las que conocen los pilotos y

navegantes de la Liga... Nos dirigimos a lo que vosotros llamáis el “espacio

profundo”, aunque para nosotros vuestro Núcleo es nuestro “espacio profundo”.

Haremos un alto en el camino dentro de unas cuatro horas de viaje y entonces

introduciremos nuevas coordenadas. Una vez en la Zona Salvaje, os liberaremos en el

primer puerto borg con el que nos encontremos en nuestro camino. Hasta entonces os

recomiendo que nos hagáis caso en todo momento y que no intentéis ninguna

tontería: no queremos lastimar a nadie más, pero no dudaremos en hacerlo si nos

desafiáis... ¿Ha quedado lo suficientemente claro?

Todos los prisioneros asintieron con la cabeza casi al unísono.

-Usted -Jakur apuntó con su largo brazo a la señora Efulá-, vaya a por algo de

comida y repártala primero entre los niños y luego con su madre... No queremos que

la familia del Gobernador pase hambre, ¿verdad? -la sonrisa horriblemente

499
maquiavélica que se talló en el rostro del dashade heló la sangre de Emirna y Adnú

Efulá, para quienes aquellas repentinas consideraciones guardaban un significado tan

cínico como perverso. Entonces, en vista de que la asistente de la esposa del

gobernador no terminaba de reaccionar, Jakur la miró a los ojos y con el rostro

enardecido le gritó:

-¡Rápido, anciana! -a lo que la mujer se levantó de inmediato de su silla para,

seguidamente, salir en direción a la despensa todo lo rápido que sus viejos huesos le

permitían.

El Halcón Milenario recibió tres mensajes por la holored cuando salió del

hiperespacio. El primero provenía de Corellia y en él, el mismísimo Comandante en

Jefe de la Armada Corelliana, el General Wedge Antilles, les indicaba que Corellia

había recibido la petición de auxilio que horas antes había sido enviado por Gildren

Dedel, asegurando que un total de seis fragatas estaban ya de camino hacia Endor. El

segundo mensaje fue enviado desde el mismísimo Coruscant y en él, el Almirante

Ackbar se expresaba en los mismo términos, comunicándoles que en aquellos

momentos cuatro fragatas y dos cruceros se estaban pertrechando y que en cuestión

de horas saldrían rumbo al Sector Moddell. Estos mensajes tranquilizaron a toda la

tripulación del carguero: sin duda aquellas doce naves debían ser suficientes para

hacer retroceder al destructor mandaloriano y, guiadas por Luke, se bastarían para

detener una posible invasión yuuzhan vong. Aún así, la primera línea de defensa

seguía siendo Tatooine, dado que si allí lograban derrotar a los yuuzhan, éstos se

500
retirarían al espacio profundo de nuevo y no intentarían continuar su avance hacia

otros sectores de la Liga.

Después de estos dos mensajes, que llegaron casi seguidos, el Halcón recibió una

tercera comunición procedente de Bespin. Fue un alivio para Dirk comprobar que

todo estaba tranquilo en la colonia que regentaba su padre, del mismo modo que para

éste fue un alivio volver a tener noticias de su hijo después de tantos días angustiosos

sin saber nada de él. Padre e hijo estuvieron hablando durante casi media hora,

llegando en algunos momentos de la conversación a mostrarse visiblemente

emocionados. Durante dicha conversación, Lando se ofreció a enviar una de sus tres

fragatas, cuya misión era proteger la Ciudad Nube y el resto del sistema de posibles

ataques de piratas. Sin embargo tanto Dirk como Luke rechazaron su ofrecimiento,

arguyendo que Bespin estaba en alerta ante una posible invasión yuuzhan y que,

llegado el momento, las tres fragatas le serían imprescindibles para la defensa.

Además, Corellia y Coruscant ya habían enviado parte de su flota y pronto otros

mundos del Núcleo, como Anaxes o Alsakan, se les unirían. Con lágrimas en los ojos,

finalmente padre e hijo se despidieron, asegurando éste último que una vez hubiera

terminado todo, lo primero que haría sería visitar a su padre. Cuando la comunicación

se cortó, Dirk se quedó algo alicaído y cabizbajo en el asiento del copiloto.

-Tranquilo, Dirk, pronto te reunirás con él -le dijo Luke para animarlo un poco.

-Lo echo de menos, maestro... Tras la muerte de mi madre, él es la única familia

que me queda.

-No digas eso, Dirk. Es cierto que nada puede sustituír a un padre o a una madre,

501
pero para mí vosotros tres siempre fuisteis parte de nuestra familia. Una gran familia

que poco a poco ha ido perdiendo miembros, pero en la cual, los que quedan, siempre

se mantendrán unidos.

La puerta de la cabina se abrió de repente y Nikbi hizo acto de presencia:

-El capitán Les quiere que encienda los escudos deflectores, maestro.

Luke los encendió y los escudos funcionaron a más del setenta por ciento.

-¿Cómo lo hace? -se preguntó Calrsissian de forma retórica.

-El ingenio y la voluntad son aliados muy poderosos. Tanto como la Fuerza, o

puede que incluso más, ya que sin ellos dos, poseer el don no sirve de mucho... Y ese

borg tienen toneladas de ambas cosas.

La voz de Fynoon sonó por el intercomunicador:

-Espero que no se les ocurra volver a encararse con ninguna nave mayor que un

caza estelar, porque estoy hasta las narices de arreglar este condenado escudo.

-Y toneladas de malas pulgas también... -apostilló Dirk.

502
Capítulo 66

Mig-Wan se hallaba encerrado en su camarote, con la luz apagada y en completo

silencio, concentrado en encontrar la ruta de regreso a casa. Leer el cosmos en la

propia Fuerza, y vislumbrarlo dentro de la cabeza como si de un mapa holgráfico se

tratara, era algo al alcance de los maestros jedis más poderosos. Y ni siquiera estos

podían presumir de ser del todo infalibles. Se trataba por tanto de un ejercicio

extraordinariamente exigente para un niño de tan solo once años, aunque se tratara de

un niño tan excepcional como Mig. Sentado sobre la cama, con las piernas cruzadas,

los codos sobre sus rodillas y apoyando la frente en sus manos, el joven Solo se

esforzaba por sentir el flujo del tiempo y del espacio dentro de sí mismo, pero de

momento aquel poderoso río no era más que un pequeño arroyo que fluía

tímidamente, escondiéndose bajo la tierra para asomar cada cierto tiempo su escaso

cauce entre las rocas. Pero Mig no desfallecía y seguía intentándolo.

Fuera de la nave, Chewbacca comprobaba el estado de los motores, el fuselaje y

los dos cañones turboblaster. Una vez se hubo cerciorado de que todo se hallaba en

perfectas condiciones, el wookiee se dispuso a entrar de nuevo en el Firespray para

503
volver a repasar los mapas y las cartas de navegación. Pero entonces oyó algo que,

justo cuando subía por la rampa de entrada, lo detuvo en seco. Procedía del interior

de la jungla, de más allá de donde comenzaba la densa vegetación que lo circundaba.

Se quedó quieto y aguzó el oído. Un par de segundos más tarde volvió a oír el mismo

largo y agudo gemido, que se repitió varias veces. Algo se estremeció entonces en su

interior y sin dudarlo salió corriendo hacia la espesura. Con su cinturón colgado del

hombro y con su ballesta de quarrel preparada para ser disparada al menor

movimiento, se internó en la selva. Los gemidos se sucedían y a medida que

avanzaba llegaban a sus oídos con mayor claridad. Hubo un movimiento en los

arboles. Apuntó hacia arriba con su ballesta y algo desapareció entre las frondosas

ramas, de las cuales colgaban largas y enredadas lianas que llegaban hasta el suelo.

No era fácil moverse por aquella jungla donde las plantas habían conquistado cada

centímetro de tierra, dominando aquel entorno de forma absoluta. Era tal la densidad

de vegetación que lo rodeaba, que los rayos de la estrella que aliementaba al planeta

con su luz no lograban tocar el suelo, teniéndose que conformar con iluminar solo las

copas de los árboles más altos. La humedad era alta y los cabellos de Chewbacca

enseguida se cubrieron de una fina capa de rocío. De nuevo otro desesperado alarido,

pero esta vez parecía llegar de un lugar mucho más próximo. Se detuvo, siguió

caminando, volvió a detenerse; miró hacia atrás y tuvo miedo de perderse; comprobó

que llevaba su intercomunicador y siguió andando; otro gemido, mas cerca todavía;

se quedó quieto y esperó; un ruido tras unos matorrales; sobre su cabeza algo salió

volando y se perdió tras las copas de los árboles; más gotas de rocío cayeron sobre la

504
mano cuyo dedo acariciaba el gatillo de su ballesta; otro gemido, se giró; otro más y

volvió a girarse; entonces comenzó a andar deprisa hacia su izquierda, ayudándose de

su ballesta para abrirse paso a través de la maleza, hasta llegar a un pequeño claro. Y

allí lo vio con sus propios ojos. Estaba encerrado en una jaula rudimentaria que

pendía de una gruesa rama, a una altura de unos tres metros. Chewbacca se acercó a

él y el joven wookiee, que no debía de tener más de tres o cuatro años estándar, se

asustó al verlo. Reconocía en Chewbacca a alguien de su especie, sin embargo había

algo en él que le resultaba extraño. Para Chewbacca, el impacto de ver a otro

individuo de su misma especie después de tantos años fue aún mayor. Se acercó

despacio a la jaula y desde el suelo lo observó casi sin pestañear. Pasados unos

segundos comenzó a lanzar bramidos cortos y rítmicos con los que pretendía entablar

una amistosa conversación con el pequeño wookiee. Pero justo en ese momento, una

red cayó sobre Chewbacca atrapándolo de inmediato. Comenzó entonces a retorcerse

y a gemir lleno de rabia y cuando por fin logró girarse, pudo ver un grupo de seres,

wequays, vodrans y klatooinianos, que caminaban hacia él con paso decidido. No se

lo pensó dos veces y tras agarrar su ballesta abrió fuego a discreción. Aquel grupo de

unos seis individuos, aún pareciendo cazadores avezados, desde luego lo último que

esperaban era que una de sus presas abriese fuego contra ellos, con lo que la reacción

de Chewbacca los pilló del todo por sorpresa y sin capacidad de reacción. Los seis

fueron derribados y mientras dos de ellos se retorcían malheridos en el suelo,

Chewbacca aprovechó uno de los boquetes abiertos por los disparos para escapar de

la red. Luego levantó la cabeza y lanzó un par de alaridos largos y hoscos. El joven

505
wookiee, estupefacto ante lo que acababa de ver, se apartó de la puerta de la jaula y

entonces Chewbacca apuntó con su ballesta al grillete que la mantenía cerrada. El

disparo de quarrel hizo que dicho grillete saltara en pedazos y a continuación,

Chewbacca dejó escapar otro largo bramido. El joven wookiee se acercó despació a la

puerta y la empujó. Chewbacca insistió. El joven asomó la cabeza y miró hacia abajo.

Se oyeron entonces ruidos de pisadas, mezcladas con gritos y ramas partidas, que se

acercaban hacia ellos a toda prisa. Chewbacca apremió al joven y éste finalmente

saltó al vacío. Chewie lo agarró en el aire y luego lo dejó en tierra. Seguidamente se

agachó y le dio la espalda, gimiendo para que se agarrara a ella con fuerza. Los gritos

y los pasos se oían ya muy cerca, casi allí mismo. Chewie rugió con aspereza y el

joven trepó por fin a su espalda. Y a continuación salió corriendo para internarse en la

espesa jungla llevando al joven wookiee a cuestas.

No era fácil correr a través de aquella densa selva, con las ramas de los árboles

fustigándote como látigos y sus raíces zancadilleándote al menor descuido. Aún así

Chewbacca no ralentizaba el paso y avanzaba a toda prisa en dirección al Firespray.

El problema era que no resultaba nada fácil encontrar el camino de vuelta a la nave.

Se detuvo un momento y agarró su intercomunicador. Éste le indicó que la nave

estaba a unos cuatro cientos metros más a sur. Cambió de rumbo y siguió corriendo.

Los gritos se oían a su espalda, pisándole los talones. Tenía que correr, correr y correr

más rápido. Entonces, una descarga de blaster, surgida de entre unos arbustos

situados a su izquierda, pasó rozando su cabeza. Sin detenerse, apuntó hacia allí con

la ballesta y abrió fuego. Otra descarga llegó desde su derecha. Los gritos se sucedían

506
pero ahora se oían por todos los sitios... Se detuvo de nuevo e intentó comunicarse

con Mig-Wan. Tras varios intentos infructuosos y un nuevo intercambio de disparos,

Chewbacca, a la desesperada, se puso a trepar por el tronco del árbol que tenía

delante. Era un árbol alto y frondoso, cuyas nudosas ramas cubiertas de hojas verde

esmeralda se entrecruzaban con la de los árboles vecinos. Hacía muchos muchos años

que Chewbacca no usaba sus garras para trepar a los árboles, sin embargo aquella

habilidad les era innata a los wookiees y por eso no tuvo ninguna dificultad en

encaramarse a las ramas más altas. Su joven acompañante, por su parte, seguía

agarrado con fuerza a su lomo sin atreverse casi a abrir los ojos.

Desde allá arriba, ambos pudieron ver como sus perseguidores se agazapaban

entre la espesura y esperaban sus movimientos. Chewie contó hasta diez individuos,

weequays y vodrans casi todos ellos. Llevaban rifles blaster de largo alacance y con

sigilo peinaban ahora la selva buscando su rastro. Estaban demasiado cerca para

intentar huir de allí saltando de rama en rama, lo que los hubiera convertido en un

blanco relativamente fácil. Por esa razón, cuando Chewbacca se percató de que uno

de ellos, el que se encontraba más lejos, se hallaba escrutando detenidamente las

copas de los árboles con unos prismáticos, prefirió quedarse quieto apuntándole a la

cabeza con su ballesta. Las lentes del vodran se movían de árbol en árbol y pronto se

posarían en la rama donde los wookiees se ocultaban. Chewie tragó saliva y guardó la

respiración: no quería fallar aquel tiro. Sin embargo, no tuvo tiempo de realizarlo ya

que, antes de que llegara a apretar el gatillo, algo le impactó en el pecho dejándolo

inmóvil al instante. Y tan solo un par de segundos más tarde, los dos wookiees se

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precipitaban al vacío.

Mig levantó entonces la mirada. De repente había tenido el presentimiento de que

algo no iba bien. ¿Cuánto tiempo llevaba en aquel camarote completamente a

oscuras? Su mente estaba cansada y no había conseguido nada en absoluto. Sin duda

sus pretensiones eran demasiado altas dados sus limitados conocimientos. Quizá

algún día lograra, como su padre, ser capaz de orientarse en cualquier región del

cosmos y encontrar las coordenadas exactas para viajar de un punto a otro de la

galaxia sin necesidad de haber estado nunca allí antes. Pero aún no había llegado ese

día. Se levantó y encendió la luz. A continuación salió del camarote y caminó hacia la

cabina. Esperaba encontrarse allí con Chewbacca, pero la cabina estaba vacía. Pensó

que tal vez estaría descansando en su camarote así que volvió a la zona donde se

hallaban las habitaciones. Encontró su puerta abierta, sin embargo él no aparecía por

ningún sitio. Volvió a la cabina visiblemente inquieto e intentó comunicarse con el

wookiee por el intercomunicador. Pero antes de hacerlo, se dio cuenta de que el

ordenador de a bordo había recibido un mensaje hacía tan solo diez minutos. La

computadora, como era habitual, lo había grabado así que Mig pudo oírlo de nuevo.

Era Chewbacca que, con la respiración entrecortada y un tono en su voz que denotaba

miedo y angustia, reclamaba su ayuda. Mig probó su intercomunicador y funcionaba

perfectamente. Buscó la señal de Chewie y la encontró al instante. Estaba a unos

ochocientos metros de la nave. Corrió a su cuarto, agarró su espada de luz y su

mochila repulsora y salió al exterior. Tras recorrer unos diez metros se internó en la

jungla, y usando su sable de luz a modo de machete se fue abriendo paso entre la

508
densa vegetación. Aún así, y a pesar de tener una señal clara de la posición de

Chewbacca en su intercomunicador de pulsera, al niño le costó más de lo que pensaba

recorrer esos ochocientos metros que le separaban del wookiee. Finalmente, tras

atravesar una zona de arbustos frondosos y cruzarse con un par de animales pequeños

y desconocidos que al verlo salieron corriendo para ocultarse entre la espesura, Mig

dio con el lugar exacto. Sin embargo, la decepción fue terrible ya que, tras escudriñar

la zona y comprobar varias veces la señal en su muñeca, lo único que encontró en

aquel lugar fue el intercomunicador de Chewbacca tirado en el suelo junto a la

nervuda raíz de un árbol tan alto como exuberante. Al instante notó como la

vegetación comenzaba a moverse, a danzar y a dar vueltas a su alrededor. Sintió

mareos y náuseas: de repente la jungla se habia tragado a Chewbacca. Se apoyó en el

tronco de un árbol para no caerse, pero justo en ese momento oyó un ruído a su

espalda y sintió miedo. Debía regresar al Firespray y, una vez allí, intentar usar su

habilidades como último recurso para encontrar a su amigo. Oyó otro ruído y, sin

pensárselo dos veces, salió corriendo hacia la nave.

Le costó aún más encontrar el camino de vuelta. Empezaba ya a notar como el

miedo poco a poco se convertía en pánico cuando, tras abrir una brecha con su sable

entre la maleza, por fin vislumbró el claro con la patrullera al fondo. Y entonces lo

vio. Estaba justo al otro lado de la nave, mirándola detenidamente y acariciando el

fuselaje con su mano derecha enfundada en un guante gris. Llevaba una armadura y

un casco mandaloriano de color verdoso, ambos muy viejos y llenos de magulladuras

y golpes. Por debajo vestía un uniforme gris claro y a la espalda cargaba con una

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mochila repulsora tres veces mayor que la suya junto con un rifle blaster de gran

calibre. Mig se agazapó detrás de un árbol esperando que aquel extraño se largara.

Pero lejos de hacerlo, éste comenzó a dar una vuelta alrededor del Firespray

escudriñando cada detalle del fuselaje, las alas o los motores. Mig se movió hacia su

derecha levemente para seguirlo mejor con la mirada, pero entonces un trozo de rama

seca se cruzó en su camino y al pisarlo, su chasquido pareció retumbar por toda la

galaxia. A continuación levantó la vista y al ver que el desconocido caminaba hacia él

con su blaster en la mano, decidió esperarlo con el sable de luz encendido. Y justo

cuando llegó a su altura, cerca del punto en el que la vegetación se convertía en un

muro verde infranqueable, salió a su encuentro y con un movimiento rápido y certero

desarmó al guerrero mandaloriano.

-¡Alto ahí, si no quieres que te rebane el pescuezo! -le ordenó Mig apuntando con

su sable al pecho del desconocido. El mandaloriano se detuvo.

-Levanta las manos donde pueda verlas -insistió.

El desconocido comenzó a levantar las palmas muy despacio. Pero entonces,

cuando las tuvo extendidas frente al niño, algún dispositivo oculto en sus muñecas

dejó escapar un chorro de gas que en cuestión de centésimas de segundo dejó a Mig-

Wan ciego y aturdido. El joven Solo dio varios pasos a la derecha para escapar de

aquella nube amarillenta que había provocado un agudo escozor en sus ojos y su

garganta cuando, de repente, sintió que un cable metálico lo rodeaba desde los

hombros hasta la cintura. Rápidamente logró liberarse cortando el cable con su

espada y aunque seguía sin ver, sintió la presencia del mandaloriano a su derecha. Sin

510
pensárselo dos veces lanzó su sable de luz y éste partió en dos el rifle blaster con el

que su adversario se disponía a encañonarlo. Al instante, el guerrero se lanzó contra

Mig usando su mochila repulsora y lanzando puñetazos y patadas acrobáticas,

algunas de las cuales impactaron en el rostro y el cuerpo del niño. Éste se defendió

como pudo, pero su rival era mucho más fuerte y además aún se hallaba bajo los

efectos del gas, con lo que su cabeza no era capaz de concentrarse. Tras varios golpes

y hacer rodar a Mig-Wan un par de veces por el suelo, el mandaloriano logró

inmovilizarlo con una extraña llave que lo sujetaba del cuello y de los brazos.

Entonces Mig pudo oír su voz distorsionada por su casco que le advería:

-Deja de pelear, niño, no es mi intención hacerte daño de verdad, pero si me

obligas, lo lamentarás...

Entonces Mig cerró los ojos e intentó visualizar la garganta de su enemigo en su

cabeza. Pasados unos segundos, al guerrero comenzó a faltarle el oxígeno, lo que lo

debilitó permitiéndole a Mig desasirse. Entonces éste levantó su mano y su sable

aparecío volando para que él lo agarrara en el aire:

-¿Dónde está el wookiee que viajaba conmigo? -le preguntó blandiendo su espada

mientras recuperaba el resuello y también parte de la visión.

-Yo no sé nada de ningún wookiee -le respondió el mandaloriano.

-Escucha, no queremos problemas, solo estamos de paso. Suelta al wookiee y nos

iremos los dos inmediatamente de aquí.

-Te equivocas, niño, yo no cazo wookiees. Eso es cosa de Zarko el Hutt.

-¿Cazar wookiess? ¿Qué quieres decir con eso? ¿Es que hay más wookiees en este

511
lugar?

-Por supuesto. Cientos, tal vez miles de ellos dispersados por la jungla.

Mig se quedó pensativo un rato. Luego prosiguió con el interrogatorio:

-De acuerdo, ¿y entonces qué estabas husmeando por aquí?

-Quería ver de cerca esa patrullera.

-¿Ya está, eso es todo?

-Así es... Dime, ¿de dónde la has sacado?

-La robé.

-¿Dónde?

-En Praatba'tor

-Eso es imposible. Nadie puede robar una nave Skirata y menos en su propia

fortaleza.

-Yo lo hice. Aunque debo reconocer que tuve mucha ayuda.

-Vaya entonces seguro que estoy ante un gran guerrero, tal vez un caballero jedi...

-un risilla socarrona y metálica se escapó a través de su casco.

-Me llamo Mig-Wan Solo y no, no soy un jedi. Tampoco un sith.

-¿Solo?

-Eso he dicho.

El mandaloriano hizo una pausa:

-Está bien, y ese wookiee que buscas, ¿tiene nombre?

-Chewbacca, ese es su nombre.

Hubo otra pausa, esta vez mucho más larga, y al cabo de varios segundos, el

512
guerrero le hizo al niño un gesto con la mano:

-Está bien, Mig-Wan Solo, acompáñame.

-¿Por qué debería hacerlo? -respondió Mig.

-Porque conozco esta selva mejor que tú y además sé donde encontrar a

Chewbacca.

513
Capítulo 67

Una vez pasado el cinturón de asteroides y las minas de hierro, en la cabina del

Halcón Milenario, Luke y Uzig esperaban entablar pronto comunicación con Mos

Eisley, el núcleo urbano más importante de Tatooine y su centro político y

económico. Aunque el resto del planeta había cambiado muy poco desde que Luke

Skywalker lo abandonara hacía ya muchos años, lo cierto es que los esfuerzos

realizados tanto por la Guardia Estelar como por diferentes senadores y diplomáticos

de la Liga Comercial, en especial Leia Organa, habían dado sus frutos y ahora la que

otrora fuera una de las ciudades más peligrosas de toda la galaxia se había convertido

en una urbe próspera y relativamente segura. Aún así seguía teniendo barrios

conflictivos, sobretodo los cercanos a sus puertos espaciales, pero fuera de aquellos

puntos concretos, Mos Eisley era ahora una ciudad tan segura y tranquila como

cualquier otra metrópolis del Núcleo. No obstante, el resto del planeta seguía siendo

un lugar duro y díficil, lo que suponía una de las principales razones por la cual las

granjas de humedad se hallaban en franco declive, ya que desde hacía años se venía

produciendo una masiva migración de granjeros hacia los centros urbanos en busca

514
de la seguridad de la ciudad. Esto había provocado que tanto los tusken como los

jawas extendieran su influjo hasta zonas rurales antes explotadas exclusivamente por

los colonos. Además desde hacía años, la otra metrópolis de Tatooine, Bestine, había

industrializado al máximo la obtención de agua de la atmósfera del planeta, con lo

que el negocio de las pequeñas y familiares granjas de humedad había dejado de ser

rentable.

Uzig insistía una y otra vez pero no obtenía respuesta, lo que empezaba a resultar

inquietante. Un par de horas antes, Fynoon Les había estado reiniciando los sitemas

de localización para iniciar la búsqueda de la microbaliza inyectada en Mig-Wan con

un sistema nuevo de geolocalización ideado por él y por Trey-Jeng que nunca antes

había sido probado. Aquello había llenado de esperanza el corazón de Gildren y

también de Luke, pero ahora daba la sensación de que los sistemas de comunicación

del Halcón Milenario no funcinaban correctamente. Los pensamientos de Luke, sin

embargo, se estaban viendo oscurecidos por un presagio mucho más grave y siniestro

que un mero fallo técnico de la nave. Inmediatamente, y tras requerir su presencia, el

capitán Les se personó en la cabina:

-No logramos establecer contacto con Mos Eisley -le dijo el mon calamari-;

tampoco con Bestine. Por eso creemos que tal vez algo no funciona bien en los

sistemas de comunicación del Halcón y que ese mal funcionamiento podría deberse a

la puesta en marcha del nuevo dispositivo de localización...

-El programa de hiperlocalización de microbalizas no tiene nada que ver con los

sistemas básicos de comunicación -explicó el borg-. Las comuniciaciones deberían

515
establecerse con normalidad.

-No puedes apagar el programa un momento.

-No, se perdería toda la información cotejada. Además, repito, son sistemas

diferentes que nada tienen que ver. Lo sé perfectamente porque yo los fabriqué.

-¿Entonces por qué no tenemos comunicación con Tatooine?

-¿Has chequeado los sensores?

-Sí, y no dan ningún tipo de error.

-¿Cual es la flota defensiva que posee este sistema?

-Tres fragatas. La Tatoo I, la Tatoo II y la Skywalker.

-Has intentado comunicarte con alguna de ellas.

-Sí, llevo casi una hora intentándolo y nada de nada...

-Está bien, saldré fuera a ver como está el sensor principal. Tal vez esté dañado y

el ordenador no lo detecte...

-No es eso -intercedió Luke-. Algo va mal. No siento ninguna presencia en el

espacio. Esos koros-strohna ya no están aquí.

-Bueno, eso es una buena señal, ¿no, maestro? -convino Gial Uzig.

-No necesariamente... Las naves-nido de los yuuzhan vong solo se van de un

sistema cuando se las echa o cuando lo han conquistado.

-¿Y qué vamos a hacer si no logramos comunicarnos con ellos?

-Seguiremos el plan previsto. Tomaremos tierra en Mos Eisley y veremos qué es

lo que ocurre. Aún así, sigue intentándolo, Gial -Luke se giró hacia Les-. Fynoon,

ocupa mi puesto, ¿quieres? Voy a mi camarote a ver si logro concentrarme.

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Luke se encerró durante casi cuarenta minutos en su camarote para salir teniendo

claro únicamente una cosa: no había ni un solo koros-strohna deambulando por aquel

sistema. Al salir al pasillo se cruzó con Dirk, al quien se le veía algo preocupado:

-¿Qué ocurre? Fynoon dice que no podemos establecer contacto con el planeta.

-Así es.

-¿Por qué? ¿La nave tiene algún problema?

-No, no lo creo.

-¿Entonces?

-Aterrizaremos y veremos qué ocurre. Avisa a Rupard, os quiero a los dos

preparados en media hora.

-De acuerdo.

Instantes después, al pasar Luke por la zona de descanso de camino a la cabina,

Nikbi salió a su encuentro visiblemente nervioso:

-¿Ocurre algo, maestro? ¿Ha podido cominicarse ya con Tatooine?

-Lo siento, Nikbi, nos está siendo imposible...

-¿Pero por qué?

-Eso es lo que tratamos de averiguar... Escucha, no sé con qué nos vamos a

encotrar allí, pero sea lo que sea debes ser fuerte. Y no te preocupes, buscaremos a tu

familia, de eso no te quepa la menor duda.

Mientras tanto, Rupard y Calrissian se pertrechaban para salir al exterior. Ambos

hombres se hallaban sentados en la bodega mientras comprobaban el estado de sus

rifles blaster cuando Gildren apareció por la puerta:

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-¿Qué ocurre?

-No lo sabemos, pero creo que algo no va bien -le respondió Dirk.

-¿Hemos llegado tarde, verdad?

-Tal vez.

-Deberíamos avisar al Núcleo, si esos yuuzhan han tomado Tatooine, entonces

necesitaremos un ejército entero para derrotarlos.

-Es posible, pero antes debemos investigar y ver qué ha pasado.

-Iré con vosotros.

-Esta vez no, Gildren, será muy peligroso.

-Siempre es muy peligroso.

Una vez dentro de la cabina, lo primero que hizo Luke fue preguntarle a Fynoon

Les por el estado de R2d2:

-¿Cómo se encuentra, crees que podría acompañarnos si nos vieramos obligados a

formar un grupo de reconocimiento?

-Está bien. Todavía no ha recuperado todas sus funciones pero ya está casi del

todo arreglado. Ese bothan hizo un buen trabajo. ¿Para cuando lo necesitarías?

-Para dentro de media hora.

Fynoon apretó un par de botones de la consola de mandos y luego se levantó del

de su asiento:

-Tranquilo, lo tendrás preparado -le dijo al viejo maestro para, seguidamente, salir

andando a toda prisa en busca del pequeño androide.

-¿Alguna novedad? -le preguntó Luke a Uzig nada más sentarse en la silla del

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piloto.

-No, ninguna. Tatooine no contesta a nuestros mensajes.

-Está bien, iniciamos la maniobra de aproximación. Vamos a ver qué ocurre con

nuestros propios ojos.

-¿Cómo te encuentras, tienes más hambre? -le preguntó Emirna a su hijo.

-No, lo que pasa es que esta silla es muy incómoda.

-Intenta estirar los pies todo lo que puedas.

-Ya lo hago, pero es el cuello lo que me duele.

-Aguanta un poco, hijo. Pronto llegaremos a la Zona Salvaje y entonces nos

dejaran en el primer puerto que encuentren.

-¿Tú crees, mamá?

-Por supuesto, hijo, ya oíste a ese borg antes.

Kalen se giró para mirar a su hermana. Ésta se había colocado de nuevo el

videocasco y permanecía ajena a todo. Al comprobar que no lo oía, Kalen se dirigió

de nuevo a su madre entre susurros:

-Yo no le creo.

-¿Cómo? ¿Qué quieres decir...?

-Venga, mamá, deja de intentar tranquilizarme. Esos borgs son piratas y asesinos.

Cuando lleguen a su destino, matarán a los demás que queden con vida y luego

pedirán un rescate por nosotros. Eso es lo que harán, estoy seguro.

-Vamos, Kalen, no seas agorero y retorcido. Oíste lo que dijo el dashade: solo

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quieren escapar. Si nos quedamos quietos y no les damos problemas, nos soltarán

cuando se hallen a salvo. Eso es todo, hijo, ya lo verás, solo tenemos que aguantar

unas horas más, solo unas horas más...

Justo en ese instante, Phayne se quitó el casco de repente y se giró hacia su madre

con los ojos llororos:

-La culpa ha sido mía, mamá...

-¿Qué? ¿Por qué dices eso, hija?

-Yo sabía que estaban en la nave pero no dije nada.

-¿Cómo? ¿Qué estás diciendo?

-Me los encontré antes de entrar en el hiperespacio, cuando bajé a por mi

videocasco... Me dijeron que no nos harían nada si me callaba, que solo eran

polizones que quería volver a casa. Pero también me advirtieron que si los delataba,

nos matarían a todos... Por eso no dije nada, mamá, porque tuve miedo, fui una

cobarde... -la niña se llevó las manos a la cara y se puso a llorar.

-Oh, Phayne, venga, no llores. Tú no tienes la culpa de nada. Además, estoy

segura de que si los hubieses descubierto, las cosas estarían aún peor. Hiciste bien,

hija, muy bien, tu silencio ha salvado muchas vidas... Díselo, Kalen, dile a tu

hermana que es una valiente...

Kalen rodeó con su brazo a su hermana y luego le dijo al oído:

-Venga, deja de llorar, Phayne, hiciste lo correcto. Si no hubieras mantenido la

boca cerrada, seguramente ahora estaríamos todos muertos.

La niña levantó la cabeza y miró a su hermano con los ojos llenos de lágrimas:

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-Ves aquel borg del fondo -le susurró.

Kalen se giró y miró de soslayo:

-¿Cuál, el gigante que está sentado de rodillas junto a la pared?

-Sí, ese. Debemos mantenernos cerca de él en todo momento.

-¿Cómo?

-No preguntes, tú haz lo que te digo. Y mamá también.

El Halcón Milenario entró en la atmósfera de Tatooine sin que se hubiera podido

establecer contacto con Mos Eisley o con Bestine. Tampoco captaron el rastro de

ninguna nave orbitando alrededor del planeta, lo que no era en absoluto una buena

señal. Aún así, y en vista de que Luke no notaba perturbaciones causadas por los

koros-strohna en el flujo de la Fuerza, el carguero inició las maniobras de aterrizaje

tal y como estaba previsto: dirigiéndose al puerto espacial de Mos Eisley.

Enseguida los peores augurios fueron tomando forma. El cielo de Tatooine estaba

completamente vacío, y a medida que se acercaban a la urbe y su enorme puerto

comercial, las sensaciones fueron todavía más inquietantes. Ni una sola astronave o

speeder salía o entraba en el puerto, el cual parecía estar cerrado o inactivo, por lo

que Luke decidió hacer una pasada rasante por la ciudad para tener un contacto visual

de la misma desde el aire. Lo que vieron les heló la sangre. Mos Eisley, la ciudad más

poblada del sector Arkanis, estaba completamente vacía, convertida en una ciudad

fantasma en medio del desierto. Tanto en sus barrios antiguos con sus típicos iglús de

piedra como en sus prosperas zonas nuevas plagadas de rascacielos, la ciudad se

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mostraba detenida y en silencio, como si de un enorme cementerio se tratara. Los

sensores del Halcón no captaban movimiento ni en el aire ni en es suelo de nigún tipo

de vehículo, y tras recorrer varios kilómetros de sus calles y avenidas sin encontrar un

solo ser vivo, Luke decidió aterrizar cerca del puerto comercial, a unos diez metros

de uno de los numerosos hangares circulares que lo conformaban.

Se creó un grupo de reconocimiento formado por Luke Skywalker, Dirk

Calrissian, Keyran Rupard, Gial Uzig, Nor'eben Nikbi y R2d2. El resto deberían

esperar en el Halcón. El objetivo era buscar supervivientes e intentar esclarecer lo

ocurrido. Los demás esperarían a su regreso menteniéndose siempre alerta al más

mínimo movimiento.

-Fynoon -le dijo Luke-; si hay problemas, olvídate de nosotros, arranca y vete.

¿De acuerdo?

El borg asintió con gesto serio.

Y diez minutos más tarde, cinco hombres armados y un androide astromecánico

bajaban de la rampa de carga del Halcón Milenario y se perdían entre las calles del

puerto comercial ante la atenta mirada de sus compañeros.

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Capítulo 68

Mig-Wan siguió los pasos del guerrero mandaloriano a través de la jungla durante

una media hora hasta que, finalmente, ambos dejaron atrás la densa vegetación para

salir a un amplio marjal cuyos canales y ramificaciónes se extendían por todo el

horizonte hasta donde su vista alcanzaba:

-¿Dónde estamos? -preguntó Mig.

El mandaloriano siguió hablando sin detenerse:

-En Karnakia, el antiguo hogar de los poderosos negnitas y hoy en día la mayor

reserva de wookiees de toda la galaxia. Un planeta cuyos dos tercios estan cubierto

por mares y océanos y el resto por bosques lluviosos como éste... Aunque en el

hemisferio sur hay también un par de grandes llanuras desérticas solo aptas para los

reptiles y los arácnidos...Vamos, ya casi estamos...

-Entonces, ¿esa estrella que ilumina el cielo...?

-El Negnia. Una de las estrellas de mayor tamaño que orbitan en nuestra galaxia.

Los negnitas la adoraban como su único dios, de ahí les viene su nombre.

-¿Todavía hay negnitas libres en estos bosques?

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-Si los hay, yo nunca los he visto. Y tampoco conozco a nadie que se haya topado

con alguno desde hace más de veinte años. Fueron esclavizados en masa por el

Imperio durante la Guerra Civil, y llevados la mayoría de ellos a trabajar en la

segunda Estrella de la Muerte, donde encontraron su final. Sí, podríamos decir que

técnicamente fue la Alianza quien exterminó a los negnitas. Aunque el Imperio hizo

antes parte del trabajo asesinando a todos los niños...

-¿Cómo dices?

El mandaloriano descendió por un pequeño terraplén haciendo uso de su mochila

repulsora y luego caminó hasta la orilla misma del manglar, donde se que quedó

quieto, con los brazos en jarra, mirando al horizonte diáfano.

Mig hizo lo propio y luego caminó hasta su lado:

-¿Qué quieres decir con eso de que Imperio asesinó a los niños?

El soldado se giró:

-Quiero decir que no podían esperar a que se hicieran adultos, y usar aceleradores

de crecimiento resultaba demasiado caro en un momento en el que los costos de la

guerra se habían disparado. Por eso se optó por la solución más sencilla y barata:

esclavizar a los individuos sanos y fuertes y exterminar a los enfermos, los niños y

los ancianos. Algo, por otra parte, muy típico del Imperio... Creo que ahí llegan.

De repente las aguas tranquilas y verdosas de la marisma comenzaron a agitarse

como si bajo su superficie estuviera teniendo lugar una feroz lucha entre dos animales

descomunales. Pasados unos segundos, ante ellos apareció surgiendo de las aguas una

enorme nave anfibia, de unos doce metros de alto y treinta de largo, con dos

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gigantescos propulsores sujetados a una única ala que cruzaba el techo del fuselaje.

-Sí, ahí está: El Legado de Jaster -dijo entonces el mercenario y a continuación

saludó con la mano. Una escotilla situada cerca de la cabina se abrió y rapidamente

salieron por ella varios guerreros más, todos ellos armados con rifles blásters y

ataviados con armaduras de beskar diferentes, pero igualmente viejas y magulladas.

Algunos llevaban casco, otros no. A Mig le dio la impresión de que se trataba de un

grupo de piratas y comenzó a sentir cierta inquietud. Ésta se acentuó todavía más

cuando vio asomar por esa misma escotilla a un hombre de unos sesenta años que,

mordiendo un puro con gesto torcido, se les quedó mirando fijamente con el único

ojo que parecía tener sano: el derecho. Su pelo era gris, largo y lacio y se confundía

con una barba cerrada del mismo color que no lograba ocultar una cicatriz a la altura

de su pómula izquierdo, justo debajo del parche que tapaba su ojo.

-¡Debería matarte aquí mismo, Tayra! -gritó lleno de furia. Mig tragó saliva y se

llevó la mano a su sable de luz, preprándose para salir huyendo al menor indicio de

pelea. Pero entonces el guerrero mandaloriano se quitó el casco, y de repente Mig-

Wan tuvo delante el rostro de una mujer de unos veinticinco años que, mirándole

directamente a los ojos, le dijo mientras movía su cabeza en dirección al esquife:

-Te presento a mi padre: Boba Fett.

Una vez hubieron entrado en la nave anfibia, ésta volvió a sumergirse bajo las

aguas y Mig fue acompañado hasta una especie de sala de descanso donde un grupo

de guerreros hociosos pasaban el tiempo jugándose sus pertenencias al sabacc o al

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lugjack.

-Espera aquí -le dijo Tayra Fett, y Mig dejó su mochila repulsora en el suelo y se

sentó en un pequeño banco de metal que había junto a la pared. Además de los dos o

tres grupos de soldados que se hallaban enfrascados en sus juegos de azar, habían

unos cuantos más desperdigados por el suelo y en actitudo relajada. Algunos parecían

dormir, otros estaban tumbados y fumaban marcan en pipas de hookah, el resto se

dedicaba a limpiar sus armaduras y cascos o a comprobabar el estado de sus blásters.

Mig notó entonces como varios de ellos lo atravesaban con sus miradas. Se sintió

incómodo y temeroso: en realidad no sabía muy bien qué pintaba en aquel pernicioso

lugar. Había decidido confiar en una total desconocida bajo la promesa de que le

ayudaría a encotrar a Chewbacca, y aunque no presentía en ella ningún rasgo

deshonesto, daba la impresión de que formaba parte de una milicia que respondía a

sus propios intereses, los cuales nada tenían que ver con encotrar wookiees perdidos.

También cabía la posibilidad de que todo fuera un sucio ardid por su parte, hipótesis

que, a juzgar por el entorno, iba ganando peso con cada segundo transcurrido. Desde

el fondo de la estancia, un rodiano se le quedó mirando con sus enormes ojos negros

para, seguidamente, dejar escapar un par de palabras en mando'a que Mig-Wan no

llegó a entender, pero que desde luego no le sonaron amistosas precisamente. Al oír

dichas palabras, un mercenario que había a su lado, y que parecía estar dormitando,

comenzó a reír solapadamente. A continuación, una mandaloriana que limpiaba su

casco, y que tenía marcas de quemaduras en barbilla, cuello y brazos, soltó otra

palabra igualmente ininteligible para Mig y varios soldados más comenzaran a reír a

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carcajadas. De repente apareció un mercenario corpulento, con la cabeza rapada y

llena de tatuajes, que se detuvo frente a él y se le quedó mirando:

-¿Qué es eso que tienes ahí, muchacho? -le preguntó enseñando sus dientes de

plata.

-¿El qué?

-Eso que cuelga de tu cinturón.

Mig bajó la cabeza. El mercenario se refería a su sable de luz.

-Nada, es solo un amuleto. Me trae buena suerte.

-¿Me dejás verlo?

Mig dudó. Los demás observaban la escena callados y en silencio.

-No -respondió Mig.

La tajante contestación del niño llamó la atención de toda la estancia, incluso de

aquellos que se hallaban jugando al sabacc o al lugjack, los cuales pararon la partida

y se giraron para observar la escena. Mig pudo sentir entonces el peso de todas las

miradas cayendo sobre él. El mercenario prosiguió como si tal cosa:

-¿Por qué, muchacho? ¿Es que acaso no te fías de mí?

-No, no es eso -respondió el niño-. Es que no quiero que te hagas daño.

Tras sus palabras, el habitáculo entero explotó una atronadora carcajada que hizo

que retumbaran hasta la paredes. El hombre echó un vistazo a sus compañeros y con

una sonrisa en la boca le dijo al niño mirándolo a los ojos:

-Vaya, pues a mí me preocupa que seas tú quien se haga daño -y dicho esto, el

mercenario sacó dos vibro-cuchillos que llevaba en su cinturón y cruzó sus hojas para

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generar ese sonido estridente y amenazador tan característico en este tipo de armas.

Mig-Wan se levantó como un resorte de la silla y con tono conciliador le dijo a su

intimidante interlocutor:

-Está bien, tranquilo, no quiero problemas. Le pido perdón si le he ofendido

delante de sus amigos, no era mi intención. Y ahora, si me lo permite, creo que ha

llegado el momento de que me largue de aquí.

-Muchacho, muchacho, ¿dónde te crees que vas? Estás en el Legado de Jaster,

navegando el Mar de Guryyk a más de mil metros de profundidad... No, no hay

ningún sitio a donde ir, por eso lo mejor es que solucionemos nuestras diferencias y

que lo hagamos siguiendo las reglas que tenemos en esta nave...

-¿Y cuáles son esas reglas, si puede saberse?

-Muy sencillo: un duelo a muerte. Si yo te mato, me quedo con tus pertenencias.

Si tú me matas, te quedas con las mías...

-Lo siento pero usted no tiene nada que me interese lo más mínimo.

-¿Qué te parece la garantía de que nadie de esta tripulación vuelva a meterse

contigo nunca más?

-No, hoy no me apetece otra pelea -tras sus palabras, Mig hizo intención de

dirigirse hacia la puerta, pero el mercenario no se lo pensó dos veces y le cortó el

paso lanzándole varias estocadas con sus vibro-cuchillos. Mig las esquivó con

movimientos rápidos y ágiles para, a continuación, encender su sable de luz y ponerse

en guardia. Los demás se apartaron e hicieron un corro. La mandaloriana de las

quemaduras le dio varias patadas a un compañeros suyo, que estaba durmiendo a

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escasos metros de la pelea, para despertarlo y que se hiciera a un lado. Los de las

partidas de sabacc y lugjack no tardaron en abrir sus apuestas, la mayoría de ellas en

favor de S'ruhl, el fornido rival de Mig-Wan. Éste, mietras tanto, no dejaba de lanzar

embestidas contra el niño, el cual siguió mostrando sus dotes recién aprendidas en la

lucha cuerpo a cuerpo. Fue entonces cuando recordó todo lo que Kir Kanos le había

enseñado y supo que, enfectivamente, había sido a su manera un maestro

excepcional. Hizo un par de giros y luego movió su sable con habilidad y precisión

suficientes como para desarmar al mercenario sin necesidad de herirlo siquiera. Y así,

en un abrir y cerrar de ojos, el niño apuntaba con su espada directamente al corazón

de un rival que estaba enteramente a su merced. Pero justo en ese momento, la puerta

del fondo se abrió y Tayra Fett apareció con una sonrisa en los labios:

-De acuerdo, joven Solo, ya es suficiente -la mujer hizo un gesto con la cabeza-.

Ven, mi padre te espera.

Mig miró a su contrincante y vio que este también sonreía:

-Desde luego esa espada es tuya y solo tuya, joven guerrero -le dijo-; te la has

ganado sobradamente. Y También el repeto de todos nosotros.

El niño miró entonces a su alrededor y vio que todos lo observaban con gesto

complaciente. A continuación apagó su sable y caminó hacia donde Tayra lo estaba

esperando. Y ambos entraron en el camarote de Boba Fett.

Era un lugar amplio, con una mesa al fondo que parecía una proyector holgráfico

de cartas de navegación, detrás de la cual se hallaba el capitán de la nave sentado en

su butaca y flanqueado por un par de hombres armados.

529
-Pasa, jovencito... Siéntate -Fett le señaló un par de sillas que habían frente a él,

justo al otro lado de la mesa, y el niño se sentó en una de ellas. Tayra, por su parte, se

quedó de pie guardando cierta distancia.

-Antes que nada, te pido que disculpes a S'ruhl. Él solo obedecía mis órdenes.

-¿Cómo?

-Quería ver como te las arreglabas. Mi hija tenía razón, tienes ciertos

conocimientos en la lucha echani y tu esgrima es decente. Por supuesto no eres

ningún caballero jedi, pero has recibido entrenamiento, de eso estoy seguro. Así que

tal vez, y digo tal vez, algo de lo que nos has contado sea verdad...

-Todavía no he dicho una sola mentira...

-Está bien, volvamos de nuevo al principio, ¿cómo encontraste este lugar?

-Ya se lo dije. Cuando huíamos de Praatba'tor, Chewbacca introdujo unas

coordenadas al azar y de repente nos encontrábamos en este remoto sistema...

-Era un Firespray de reconocimiento, tal vez esas coordenadas estuvieran grabadas

en su computadora de navegación -intercedió Tayra.

-Ya. Eso explicaría algunas cosas, pero no todas.

-Escuche, tengo la sensación de estar perdiendo el tiempo en este lugar. Yo solo

quiero encontrar a mi amigo y seguir nuestro camino...

-¿Te refieres a ese wookiee al que llamas Chewbacca?

-Exacto, y no creo que lo encuentre sentado aquí y hablando con usted.

-Tranquilo, muchacho, no sé si ese wookiee del que hablas es de verdad

Chewbacca, quien en principio llevaría mas de veinte años muerto, pero lo que sí sé

530
es donde están todos los wookiees vivos que desaparecen de la selva.

-¿Dónde?

-En la Guarida de Zarko Desilijic Tiure.

-Bien, pues en ese caso, llevadme hasta él.

-Verás, no es tan sencillo. Ese condenado hutt controla el tráfico de esclavos en

todo el sistema, en especial aquí en Karnakia, donde los wookiees son los

especímenes más valiosos. Te costaría un buen pellizco rescatar a Chewbacca... Y

más ahora, tras el inicio de los trabajos en Erios.

-¿Erios?

-La luna de Sankorak, el gigante gaseoso de mayor tamaño de este sistema. El

Mandalore ha iniciado allí su construcción más ambiciosa, para la cual ha creado un

gigantesco centro de cibernetización en Erios. Allí es donde van todos los wookiees

capturados por Zarko el Hutt. Y una vez convertidos en esclavos borgs, son enviados

a trabajar... aquí... -tras sus palabras, Boba Fett apretó un botón y unas proyecciones

holográficas aparecieron sobre la mesa de navegación. En ellas se veía un planeta

enorme, tres veces mayor que Endor Prime, que a Mig le pareció el gigante gaseoso

con el que se habían cruzado horas antes huyendo de la fragata que los perseguía. Fett

aumentó a continuación el tamaño de la proyección para detenerse en un pequeño

satélite de color amarillento que orbitaba a su alrededor:

-Eso de ahí es Erios, ahora mismo el mayor centro de cibernetización de toda la

galaxia. Y aquello -Fett movió el plano hasta encontrar lo que parecía el polo sur de

un planetoide artificial cuya contrucción acabara de iniciarse-, el arma con el que

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Nerpheus Skirata someterá al Núcleo.

Mig se incorporó para verlo más de cerca:

-Es... Es...

-Una estación espacial militar imperial, idéntica a sus dos predecesoras. Tal vez

incluso más poderosa.

A medida que Boba Fett ampliaba el holograma más y más, los ojos de Mig se

abrían hasta casi salirse de sus órbitas. Finalmente, abatido y estupefacto, se dejó caer

en su asiento:

-Debo avisar a Endor, y debo hacerlo ya...

-No te servirá de mucho, jovencito: la suerte está echada. Además, tenemos

noticias de que la invasión yuuzhan vong ya ha comenzado en la frontera. Lo siento,

joven Solo, pero tu mundo se encuentra ahora al borde del abismo. Como el nuestro.

Como el de esos wookiees, rescatados de la extinción para ser convertidos en

esclavos. Lo único que podemos hacer es intentar sobrevivir un día más. Esa es la

mayor victoria a la que podemos aspirar. Si quieres, puedes quedarte con nosotros el

tiempo que quieras, serás un miembro más de nuestro grupo de repudiados, los restos

del otrora glorioso clan Fett, hoy convertido en un grupo de a penas cien

desarraigados que malvivimos a bordo de esta nave errando de planeta en planeta y

de sistema en sistema, manteniendo inquebrantable nuestra voluntad de seguir siendo

libres.

La mirada de Mig-Wan seguía perdida. Tras unos segundos en silencio, su cabeza

hizo un gesto de negación y comenzó a hablar con un tono compungido en su voz:

532
-Lo siento. Agradezco mucho su ofrecimiento, capitán Fett. Pero debo volver a

casa con mi madre. Debo avisar a mi tío Luke Skywalker, debo ayudar a los míos... Y

si mi destino es morir haciéndolo, al menos moriré junto a ellos.

-De acuerdo, que así sea pues. Te llevaremos al puerto de Iscain, la ciudad pirata

controlada por Zarko, y allí se separarán nuestros caminos... Y ahora será mejor que

descanses, el viaje hasta Iscain es largo. Sería más rápido si fueramos por el cielo,

pero entonces correríamos el riesgo de ser detectados por las tropas de Skravian.

Tayra, muéstrale al joven Solo donde está su camarote.

-Acompáñame -le dijo Tayra, y Mig se levantó de su asiento y caminó tras ella de

forma maquinal, como si su espíritu se hubiera desprendido de su cuerpo y estuviera

en otro lugar, lejos de aquella nave y de aquel planeta. Entonces vio a su madre y a su

padre, y a su tío Luke, y a su abuela Leia. Y también a sus amigos, Jarid, Burk y

Gemel, riéndose a carcajadas de alguna de sus payasadas. Y a Phayne, la dulce

Phayne, que lo miraba sonriendo y le decía que con él era con quien más se reía. Y

también recordó a Fynoon y a Chewbacca, y al profesor Hoole... Y de repente estaba

sentado sobre un camastro en una habitación diminuta y gris, con una mujer que lo

miraba a los ojos esperando una respuesta:

-¿Qué? -dijo él.

-Digo que si estás bien -dijo ella.

-No lo sé. Supongo que sí.

-Descansa. Más tarde hablaremos sobre ese wookiee -Tayra le guiñó un ojo y

luego cerró la puerta tras ella. A continuación Mig se tumbó en la cama y, tras apagar

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la luz, comenzó a dar vueltas de un lado para otro, inquieto, con el corazón latiendo

desbocado. Entonces oyó una voz que le susurró al oído: “tranquilo, hijo, tranquilo;

no pienses más, ahora debes descansar... Descansa, hijo mío, descansa... Descansa...”

Y sus párpados comenzaron a pesar, y su corazón ralentizó sus latidos, y sintió una

profunda paz de repente y así, de repente, su mente de disolvió dentro de sí misma, en

el impreciso e impenetrable océano de la inconsciencia.

La inmensa nave maniobra para colocarse en posición mientras se acerca al último

hiperpunto de su larga ruta. Dentro, el Líder de Todos los Clanes se hallá en su

camarote, sentado de espaldas a su mesa holográfica y esperando que la

comunicación con Praatba'tor se reanude. Entonces, pasados unos segundos, la

imagen de un Kir Kanos de rodillas y en actitud sumisa se materializa sobre el

tablero. El Mandalore ni siquera se gira cuando éste comienza a hablar:

-Lo siento, milord -le dice-; te he fallado estrepitosamente -luego enciende su

sable de luz y empuñandolo con las dos manos lo apunta contra su vientre:

-Espero su orden, mi señor -añade.

Darth Nerpheus se gira entonces y hace un gesto de negación con la cabeza:

-Mi fiel Protector Soberano, por favor, guarda tu sable -Kanos levanta la mirada y

Nerpheus continúa hablando-. No fue culpa tuya sino mía. No hice caso de las

advertencias de mi maestro y subestimé al niño. Yo le he fallado a él, no tú a mí. Pero

no te preocupes, pronto estaré de vuelta y no me llevará mucho tiempo encontrarlo. Y

cuando lo haga, no mostraré piedad alguna. Completará su entrenamiento o

534
sucumbirá como lo hizo su padre.

535
Capítulo 69

El grupo de reconocimiento, formado por Luke Skywalker, Dirk Calrissian,

Keyran Rupard, Gial Uzig, Nor'eben Nikbi y R2d2, llevaba visitados unos cuantos

hangares y recorrido varios kilómetros de galerías y corredores dentro del puerto

espacial de Mos Eisley, sin que hubieran logrado encontrar ni un solo ser vivo en el

interior de aquel complejo. Las comunicaciones con el Halcón Milenario eran

constantes y en ellas describían la desolada atmósfera que se iban encontrando. De

hecho, a todos los efectos el puerto parecía un lugar abandonado en mitad del

desierto; sin embargo, el buen estado que presentaban todas sus instalaciones

acentuaba la idea de que los habitantes de Mos Eisley habían huído de allí de forma

repentina. No encontraron en el puerto naves de gran tamaño, solo pequeños

cargueros y lanzaderas que en muchos casos se encontraban con la rampa de carga

todavía bajada. Les resultó curioso, no obstante, no toparse tampoco con androides o

con sus restos, ya que los yuuzhan solían despreciarlos y, en todo caso, destruírlos a

golpes o rociándolos con ácido vong. Sin embargo no encontraron piezas de unidades

robóticas de ningún tipo, ni siquiera astromecánicas -habituales siempre tanto en el

536
interior de los puertos espaciales como en sus proximidades-, y tras hora y media

inspeccionando la instalaciones, el grupo decidió dar un paseo por las inmediaciones

del puerto.

Al salir a la calle principal que conectaba con el barrio portuario, el grupo se

encontró con varios speeders accidentados que mostraban graves daños en el fuselaje.

Y es que una vez fuera del puerto espacial, los rastros de la batalla se hicieron más

que patentes. A esas alturas, el joven Nikbi se encontraba ya en un estado de absoluto

pavor. Insistió varias veces en buscar un vehículo que pudiera llevarlo hasta la granja

de sus padres, situada cerca de Anchorhead, pero Luke le pidió que esperara. Debían

buscar supervivientes en Mos Eisley e intentar evaluar cual era la situación antes de

internarse en el siempre mortifero desierto de Tatooine. Al girar una esquina, Uzig se

encontró con unas barricadas construidas con restos de vehículos, puertas blindadas y

planchas de acero. La calle se hallaba desierta pero el olor a sangre y carne quemada

parecía seguir impregnando la atmósfera. Rupard se acercó para observar de cerca

unas marcas en la pared. Ésta se hallaba agujereada por algún tipo de ácido que había

corroído también las planchas de beskar con las que los habitantes de aquel barrio

habían intentado atrancar las puertas y ventanas de los edificios. Fue entonces cuando

R2d2 encontró algo cerca de la entrada de uno de estos edificios. Habían manchas de

sangre por todos los sitios -en los muros, las puertas o el asfalto- y justo al lado de

una de estas salpicaduras, el androide encontró un garfio de yorik que tras recoger

con su brazo-garra, le mostró a Luke. Éste se lo enseño a Dirk Calrissian, el cual se

comunicó enseguida con el Halcón Milenario para explicarle al resto de la expedición

537
cual era la situación exacta fuera de los límites de puerto espacial. El capitán Les le

instó a través del intercomunicador a que regresaran al carguero, ya que, dadas las

evidencias con las que se estaban encotrando, quedarse mas tiempo en aquella ciudad

fantasma resultaba altamente peligroso. Luke le tranquilizó: regresarían al puerto

dando una vuelta por la parte norte del barrio. Al mismo tiempo le pidió a Gildren

que enviara un mensaje de advertencia a Endor, Bespin, Dantooine y Coruscant para

que permaneciaran alerta ante un ataque que, teniendo en cuenta las circunstancias,

resultaba más que probable.

En la parte norte del barrio portuario era donde se concentraba buena parte de la

vida nocturna de la ciudad. También había sido tradicionalmente una de sus zonas

más peligrosas. Tabernas, bares, clubs y todo tipo de antros y tugurios se distribuían

por sus angostas callejuelas, por las cuales deambulaban individuos sin oficio ni

beneficio que sobrevivían a base de turbios negocios siempre al margen de la ley

-tráfico de especia, contrabando, venta de artículos robados, etc.- Sin embargo, tal y

como esperaban, el barrio norte se hallaba tan deshabitado e inerte como lo estaba el

resto de la ciudad. No obstante, allí encontraron muchos más vestigios de la terrible

batalla que había tenido lugar en aquella zona de la ciudad, a lo largo de sus calles

ahora solitarias y en luctuoso silencio. Barricadas arrasadas como si un tornado

hubiera pasado por encima llevándoselo todo por los aires, puertas arrancadas de los

quicios y tiradas abajo del mismo modo, paredes jalonadas por marcas de disparos

todavía humeantes, armaduras y cascos tirados por tierra y estigmatizados con la

huella inconfundible del ácido vong...

538
-Ha debido ser un infierno para esta gente -dijo Rupard mientras observaba de

cerca un peto de beskar rajado de arriba abajo. Luego, tras dejar caer los restos de la

armadura, dio media vuelta y siguió caminando.

-Es absurdo perder más tiempo en este lugar -añadió Calrsissian-, no creo que

vayamos a encontrar ningún superviviente aquí.

Entonces, de repente, un disparo de su bláster hizo que todos se girara hacia Nikbi:

-¿Qué ocurre? ¿Qué has visto? -le preguntó Uzig con su pstola desenfundada.

-Algo se movió al fondo de la calle. Creo que se metió en esa cantina.

-¿Estás seguro?

-Completamente.

-Podría tratarse de algún animal -intercedió Rupard.

-Es posible, solo vi una sombra.

-Está bien, echaremos un vistazo -dijo Luke-. Permaneced alerta, vigilad los

flancos y no os separéis. R2 te quiero delante de mí, con tu escáner encendido.

Los cinco individuos y el androide caminaron hacia la entrada de la cantina. Era

una cantina que Luke conocía muy bien y que durante muchos años había sido uno de

los antros más perniciosos de toda la galaxia. Había tenido multiples dueños,

habiendo muerto muchos de ellos en extrañas circunstancias. Tras la caida del

Imperio, de Cantina de Chalmun pasó a llamarse La Cantina de Wuher, quien se hizo

con ella tras la desaparición de su anterior dueño.

La puerta estaba atrancada desde dentro, sin embargo no les costó mucho trabajo

echarla abajo a fuerza de golpearla con las culatas de sus rifles. Dentro todo estaba en

539
penumbra y los rayos de sol que entraban por la puerta hacían brillar el polvo

suspendido en el aire. Rapidamente, el escáner de vida de R2d2 tintó la estancia de un

color azul intenso. El androide avanzó entre las sombras seguido por Luke y los

demás, todos ellos con sus armas preparadas para abrir fuego al menor indicio de

movimiento. De repente, el escáner de R2 captó algo detrás de la polvorienta barra y

comenzó a analizar los datos. Tras unos segundos, comenzó a emitir ruidos agudos

que solo Luke pudo entender.

-¿Estás seguro?

El androide parecía estarlo.

-De acuerdo -Luke levantó la cabeza y miró a los demás- Scurriers, tienen una

madriguera detrás de la barra -luego le hizo una indicación con la mano a Rupard

para que echara una ojeada. El teniente de la Guardia Estelar caminó despacio por

detrás del mostrador principal de la cantina, iluminando el suelo con el haz de luz que

salía de su rifle bláster. Entonces algo cruzó corriendo por delante de él, lo que hizo

que abriera fuego al instante.

-¿Qué ocurre? -le gritó Calrissian mientras, como el resto, apuntaba su arma hacia

donde Keyran se encontraba.

-Nada, el droide tenía razón. Había un grupo de scurriers escondidos aquí dentrás

-Rupard se acercó para ver donde habían impactado sus disparos. Éstos habían hecho

unos cuantos agujeros en el suelo. Se agachó para ver si había herido a alguno de los

pequeños animales, pero éstos parecían haber salido ilesos de aquel peligroso

encuentro. Y justo en ese momento, el suelo, que no era otra cosa que una plancha

540
madera vieja y carcomida, comenzó a crujir hasta que, pasados unos segundos, se

vino abajo en medio de un descomunal estruendo.

-¡¡Keyran, Keyran!! ¿Estás bien, Keyran? -le gritaba Dirk Calrsissian asomándose

por el agujero que había quedado en el piso.

-Sí, tranquilos, a parte de un par de rasguños, otros tantos moratones y de haber

tragado un kilo de polvo, estoy perfectamente -la voz del teniente, igual que su tos,

llegaba al resto del grupo reverberada a través de las paredes del recinto donde se

encontraba.

-Está bien, vamos a lanzarte una cabo, ¿de acuerdo?

-De acuerdo -respondió un Rupard que, rodeado por la más absoluta oscuridad,

buscaba desesperadamente su blaster palpando con su mano el montón de escombros

sobre el que se encontraba. Entonces oyó una voz que le susurró casi al oído:

-¿Buscas esto? -y de inmediato notó en su sien el frío cañón de su rifle.

-¡Keyran! ¿Me oyes? Agárrate de la cuerda, nosotros tiraremos de ella. ¿Keyran?

-pero Rupard no contestaba, lo que comenzó a intranquilizar tanto a Dirk como a los

demás.

-¡Teniente! ¿Me escucha? -insistió Calrissian.

-Creo que ya no está ahí -interrumpió Luke. Y justo en ese momento, una puerta se

abrió al otro lado de la estancia con un golpe seco y por ella, a penas un segundo

después, apareció Keyran Rupard caminado despacio y con las manos en alto,

mientras alguien le apuntaba a la espalda con un rifle blaster.

-¡Que nadie se mueva! -gritó el individuo armado. Todos se quedaron quietos,

541
intercambiando entre ellos miradas mitad de alarma mitad de sorpresa.

-Tranquilo, baja ese arma. Estamos aquí para ayudar -le dijo Luke con un tono

marcádamente amistoso.

-Cierra el pico o le agujereo la cabeza a este montón de estiercol de bantha -a

medida que avanzaban entre tinieblas, Luke y el resto pudieron comprobar que se

trataba de un humano, o al menos eso era lo que parecía desde la distancia.

-¿Quiénes sois y qué hacéis en mi cantina? -les preguntó con acritud mientras

azuzaba a Rupard con el cañón de su blaster.

-¿Wuher? ¿Eres tú? -le preguntó Luke dando un paso al frente.

-¡Quieto, no te muevas! ¿Quién lo pregunta?

-Soy Luke, Luke Skywalker.

-¿Cómo? Eso no es posible.

-Sí que lo es, mírame bien.

Wuher apartó de un empujón Keyran Rupard y luego apuntó con el haz de luz a la

cara del viejo maestro. Y, tras escudriñar durante varios segundos cada marca y cada

arruga que el tiempo había tallado en aquel rostro sin duda familiar, la voz de Wuher

salío de su garganta entrecortada por una emoción casi por completo olvidada: la

reencontrarse con un viejo amigo.

-Es cierto, eres tú: Luke Skywalker. La única cosa buena que ha salido de este

condenado planeta baldío... -y entonces Wuher cayó al suelo de rodillas y comenzó a

llorar desconsoladamente.

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En uno de los hangares del puerto, Fynoon Les, Gildren Dedel, Deislin Jamerith,

Yiuklas Breibeng, Kublin Melan y C-3PO esperan nerviosos dentro del Halcón

Milenario el regreso del grupo de reconocimiento. El ambiente que reina en el

interior del carguero no es mucho mejor que el que impera fuera, como si la

atmósfera lúgubre que se respira por toda la ciudad hubiese calado a través de las

paredes metálicas de la nave contaminando también el oxígeno que estaban

inhalando. De repente, en la cabina, Fynoon Les nota que algo no va bien y comienza

a hacer comprobaciones en el ordenador de a bordo. A su izquierda está sentada

Deislin Jamerith, quien lo observa con gesto de preocupación:

-¿Qué ocurre, Fynoon?

-Las comunicaciones... Están fallando.

-No puede ser. Pero si iban perfectamente. Tú las comprobaste...

-Sí, lo sé... Pero es como si hubiera algo ahí fuera...

-¿Qué quieres decir?

-Perturbaciones, perturbaciones electromagnéticas... -Fynoon aprieta los dientes

con rabia y luego, consternado, se deja caer en la silla del piloto- Maldita sea,

definitivamente hemos perdido la comunicación con Luke y los otros -sin embargo,

de imendiato se incorpora para pegar los ojos al cristal de la cabina y mirar hacia el

cielo.

-¿Qué pasa? -le insite Deislin.

-Avisa a los demás... Ya están aquí.

Entonces, súbitamente, algo salta contra el cristal y comienza al golpearlo con

543
furia. Al mismo tiempo se oyen pasos en el techo y golpes por todo el fuselaje de la

nave. De inmediato la puerta de la cabina se abre y aparece Gildren gritando azorada:

-¿Qué ocurre, nos están atacando?

Fynoon se pone de pie:

-Quedaos aquí, voy a salir.

-No, es demasiado peligroso -interrumpe Deislin-; pongamos en marcha los

motores y salgamos de aquí a toda velocidad.

-Hay un dovin basal cerca. No podríamos controlar la nave y nos estrellaríamos

antes de alcanzar la potencia necesaria -Fynoon camina hasta la puerta de la cabina y

entonces se detiene para dedicarle a las dos sendas miradas a los ojos antes de añadir:

-Pase lo que pase, no se os ocurra salir ahí fuera, ¿de acuerdo?

-De acuerdo -le responden ambas, no demasiado convencidas.

Los golpes se multiplican, alternados ahora con el chirriar de garfios y puñales de

yorik con los que los yuuzhan vong intentan abrir una brecha en el fuselaje. Les se

cruza con C-3PO y Kublin Melan mientras revisa las dos pistolas bryar con las que

piensa salir al exterior:

-Capitán Les, ¿qué ocurre? ¿Nos atacan? -pregunta el bothan lleno de desasosiego.

-Comprobad que todas las puertas estén herméticamente cerradas y no os mováis

de aquí. ¿Dónde está Breibeng?

-No lo sé, debe estar en la bodega... Oh, pero capitán, ¿no pensará salir ahí fuera?

-¡Haz lo que te digo, lingote de oro!

En cabina, Deislin intenta disparar los turbolasers de la parte delantera pero éstos

544
no responden. Del mismo modo, Gildren comprueba en la posición del artillero que el

cañón cuádruple también ha sido afectado por la tormenta electromagnética

producida por el dovin basal. Mientras tanto, los yuuzhan que tienen encima han

comenzado a regurgitar ácido sobre el viejo carguero y a no ser que alguien los

detenga, pronto habrán abierto un agujero en el techo. Pero es entonces cuando tras

ellos se abre una escotilla por la que a continuación aparece un ser que a los yuuzhan

vong causa tanta repulsión como pavor. Es un borg, un borg enorme y temible, de

más de doscientos kilos de peso, que camina hacia ellos con paso decidido. Al verlo,

los siete yuuzhan vong gimen, gritan y comienzan a rajarse el rostro y el pecho con

sus cuchillos de yorik. Su sangre es tan oscura que parece negra:

-Arggg, carne muerrrrrta, carrrne muerrrta... -repiten una y otra vez para, de

pronto, abalanzarse los siete contra él. Pero Fynoon no retrocede, los combatió

muchas veces en los tiempos en los que estuvo al servicio de Ygrucknar, el poderoso

Señor de la Guerra borg, y sabe como tratarlos. Sin inmutarse comienza a abrir fuego

a discreción con las bryar, unas pistolas que causan estragos a corta distancia debido

a su descomunal calibre. Los impactos lanzan a los agresores varios metros hacia

atrás mientras trozos de su carne y su cuerpo saltan por los aires. Aún así no desisten,

y Fynoon sabe que no lo harán y que, por tanto, tendrá que matarlos a todos o, al

menos, causarles unas heridas tan terribles que les impidan volver a levantarse.

Porque de lo contrario lo harán una y otra vez. Como ahora, que se levantan y

vuelven a cargar contra él. Fynoon sube la potencia de su pistolas y abre fuego de

nuevo. Uno de los disparos amputa un pierna; otro, destroza un cráneo; un tercero

545
abre un boquete en el pecho del tamaño de un puño humano... Pero son muchos, y

aún llegan más. Uno de ellos, tras trepar por detrás de él, salta y le clava su puñal de

yorik en en la espalda. El yorik es un material muy duro, capaz de atravesar

armaduras de beskar, y además está envenenado con ácido vong, con lo que una

puñalada como aquella causaría la muerte de cualquier ser vivo que se precie.

Cualquier ser vivo exceptuando un borg houk como Fynoon Les, diseñado para

soportar situaciones mucho más extremas. El cuchillo se ha clavado en su parte

cibernética, con lo que el borg no ha sufrido daño alguno. De inmediato se revuelve y

agarra a su atacante con su poderoso brazo para sacudírselo de encima. El yuuzhan

cae al suelo y cuando se da la vuelta para incorporarse, ve el cañón de una pistola a

escasos centímetros de su cara. Su cabeza estalla y el resto de la jauría gime y se

automutila como muestras de ira y dolor. Fynoon no pierde el tiempo y sigue

disparando a derecha e izquierda. Los yuuzhan caen del techo del Halcón al suelo del

hangar como parásitos huyendo del lomo de un animal infestado. Pero son tan

difíciles de matar como él, o puede que incluso más. Subitamente, de algún lugar del

techo le lanzan una punta envenenada con ácido vong que se clava en su brazo

izquierdo, mitad de carne y mitad de beskar. El dolor es insoportable y la carne

rápidamente comienza a tornarse de un funesto color gris oscuro, sintoma de que el

veneno a entrado en su sangre. Sin embargo ese veneno, cuya gota es capaz de

paralizar a un rancor en segundos, no es suficiente para derribar al houk, quien tras

buscar con la mirada, ve como una criatura encaramada a un saliente del techo le

apunta de nuevo con su cerbatana. Un segundo más tarde, otra punta de yorik

546
envenenada se clava a dos centímetros de su pie derecho. Les levanta la bryar que

todavía sujeta con su mano derecha y abre fuego. El yuuzhan cae sobre el techo del

carguero con un enorme boquete en el estómago. El borg lo levanta agarrándolo del

cuello para, finalmente, lanzarlo con todas sus fuerzas lejos de la nave. Luego aprieta

un botón situado detrás de su oreja derecha para que su ojo cibernético pase a visión

calorífica. Rastrea entonces todo el hangar minuciosamente: sabe que para causar

esos efectos tan devastadores en la electrónica del Halcón, ese dovin basal no debe

andar muy lejos. Por fin capta algo al otro lado de la pared, cerca de la puerta

principal. Recoge la bryar del suelo y la guarda en su cinturón. Seguidamente recarga

la que sujeta con la mano derecha. Su brazo izquierdo está ennengreciendo y el dolor

es insoportable: necesita con urgencia una inyección de bacta. Pero no puede perder

más tiempo, sabe que aquel grupo no era más que una patrulla de reconocimiento y

que pronto llegarán más, muchos más, puede que cientos de ellos, o tal vez miles, y

entonces no habrá escapatoria posible. Así que, sin más dilación, salta del techo del

viejo carguero para caer sobre el arenoso piso y después camina deprisa hacia el

portón de entrada, que permanece entreabierto. Lo empuja con todas sus fuerzas y, de

repente, la luz de los dos astros que queman el suelo de Tatooine se desparrama por

todo el hangar. Entonces, nada más salir fuera, ve el yorik-strohna, un extraño

vehículo, que en este caso tiene unos seis metros de largo y dos de alto, construído

con ese duro coral que crece en el vong y que es usado para transportar hordas de

yuuzhan vong por los cielos gracias a los dovin basal que hay en su interior. Los

dovin basals son criaturas insólitas gestadas en el interior de los koros-strohna y

547
recolectadas por la casta de los moldeadores. De tamaño variable -algunos pueden

tener varios cientos de metros de diámetro-, su forma es la de un corazón hecho

enteramente de vong sólido, un corazón que palpita generando profundas

perturbaciones electromagnéticas y gravitatorias capaces de inutilizar todo tipo de

tecnología que haya a su alrededor. Fynoon lo busca en la parte delantera del yorik-

strohna. Corta el yorik con el vibro-machete de phrik de su antebrazo, una de los

pocas herramientas que aún quedan en su cuerpo de su etapa como esclavo en las

minas de tybanna, y entonces, tras apartar una enorma plancha de coral, aparece ante

él, en un habitáculo creado expresamente para contenerlo, el corazón de vong: el

dovin basal, la biotecnología más extraña y asombrosa de toda la galaxia. Fynoon

sabe que solo hay una forma de destruírlo: provocando una implosión. Con ese fin

clava su vibro-machete lo más profundo que puede, tallando un agujero que llegue

hasta el mismo centro del dovin basal. Debe darse prisa, pues el vong se regenera

rápidamente. Una vez hecho el agujero, y con la sangre saliendo a borbotones a

través de la herida abierta en la criatura, debe introducir un detonador termal en su

interior y conectarlo. Y después solo quedará correr lo más rápido que pueda para

ponerse a cubierto, pues la detonación generará durante centésimas de segundo un

microagujero negro que podría tragárselo si no se hallara lo suficientemente lejos.

Pero en ese momento, cuando está introduciendo el detonador dentro del corazón de

vong, un cazador yuuzhan cae sobre él clavándole sus garfios en el pecho. A

continuación, el yuuzhan vomita sobre sus cuello un chorro de ácido que lo abrasa e

imoviliza de inmediato. Su cuello arde y se deforma. Fynoon grita mientras forcejea

548
con su atacante. Finalmente, ambos ruedan por el suelo. El borg, tumbado en tierra,

se lleva la mano a la garganta, que comienza a adoptar un color preocupante. Apoya

la espalda contra la pared y desenfunda su bryar mietras busca al yuuzhan con la

mirada. Algo pasa por delante y él abre fuego. Pero falla debido a la falta de

movilidad: sus músculos empiezan a no responderle. Entonces ve en el suelo el

detonador termal. Su única posibilidad en arrastrarse hasta él e introducirlo de nuevo

en el dovin basal. Pero entonces otra punta de yorik se clava en su pierna. Él abre

fuego varias veces, pero el cazador aparece y desaparece oculto bajo un manto de

nuun. Debería pasar a visión calorífica pero el ácido vong a dañado sus circuitos y su

ojo cibernético ha perdido parte de sus funciones. Oye un ruido a su izquierda y

dispara de nuevo. Pero así no logrará nada. Debe ponerse en pie, agarrar ese

detonador termal y hacer volar por los aires el dovin basal. Ve movimiento al fondo

de la pista, lo que significa que llegan más y que el tiempo se agota. Usando todas las

energías que aún le quedan consigue levantarse, pero entonces otra punta de yorik se

clava en su hombro. Y justo en ese momento, cuando su cuerpo comienza ya a

tambalearse y las fuerzas parecen abandonarlo del todo, Toth Breibeng, Deislin

Jamerith y Gildren Dedel aparecen en escena disparando a discreción contra todo lo

que tienen delante. Gildren se abalanza rápidamente sobre Fynoon y le coloca un

parche de bacta en el cuello. A continuación le inyecta más bacta en el brazo.

-Vamos, vamos, no te rindas, no te rindas... -le dice Gildren mientras le extrae la

punta de yorik de su hombro.

-¡Deprisa, vienen por todos los sitios! -les grita Toth Breibeng sin dejar de disparar

549
su E-19. Al fondo, entre los edificios y el resto de los hangares, las sombras se

multiplican avanzando directas hacia ellos. Breibeng ve entonces el detonador termal

tirado en el suelo. Lo coge y luego se acerca al yorik-strohna. Ve el dovin basal en su

interior, que sigue sangrando, y sin pensárselo dos veces introduce su mano hasta el

fondo de la herida para dejar dentro la bomba. Pero justo en ese momento un dardo

de yorik se le clava en la espalda. Breibeng nota inmediatamente como su músculos

empiezan a fallarle. Entonces, con la mano aún dentro del corazón de vong, se gira y

les vuelve a gritar:

-¡Vamos, marchaos de aquí, marchaos de aquí ya!

Y a continuación comienza a cantar una vieja canción mandaloriana:

-Un litro de cerveza, un litro de sangre; compra, compra y compra más hombres

sin nombre; nada nos importa quien gane esta guerra; no queremos fama, solo que el

vino sobre...

Fynoon comprende entonces lo que va a hacer, y a rastras camina hacia el Halcón

flanqueado por Deislin y Gildren, las cuales intentan ayudarle mientras cubren su

retirada.

-¿Qué hace ese viejo loco? ¿Por qué no viene con nosotros? -pregunta Melan sin

dejar de abrir fuego con sun pistola hacia los edificios por donde asoman las cabezas

amenazantes de decenas y decenas de yuuzhan vong que ahora intentan rodearlos.

-No vendrá -dice Fynoon entre jadeos-; Breibeng se queda aquí.

Cuando llegan al Halcón, C-3PO los espera en la rampa de carga:

-¡Vamos, rápido, entra para adentro! -le grita el borg. Pero justo en ese instante se

550
produce la implosión y durante unos segundos todo queda a oscuras y en completo

silencio, como si hubiesen sido tragados por la nada más absoluta. Luego, la luz

vuelva a atravesar sus pupilas y a continuación lo hace el sonido. C-3PO cierra el

portón de acceso al carguero y Fynoon es conducido hasta la cabina. Muchos

yuuzhan han sido tragados por el agujero negro generado por el dovin basal, sin

embargo no dejan de aparecer más y más. De repente una mancha oscura de cientos

de ellos aparece al fondo, en los límites del puerto espacial. Fynoon comprueba el

funcionamiento del ordenador de a bordo. Parece que se han restablecido todos los

sistemas y que el Halcón está preparado para iniciar el vuelo. También han

recuperado su potencia de fuego.

-Está bien -dice el borg con la respiración entrecortada por el dolor que aún

atenaza su cuerpo-; nos largamos de aquí.

Y tras sus palabras, el Halcón Milenario se eleva para salir a toda velocidad por el

portón principal del hangar, ascendiendo hasta el cielo y perdiéndose luego tras los

edificios que se extienden sobre el horizonte.

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Capítulo 70

-Fue una matanza... -dijo Wuher mientras los conducía a través de las laberínticas

galerías del sótano donde él y un grupo de supervivientes se mantenían escondidos

desde hacía días. Caminaron unos cincuenta metros entre penumbra para girar luego

una esquina que les llevó hasta otro pasillo cavado en la arida tierra. Atrancaron la

puerta tras ellos con planchas de beskar extraíadas del fuselaje de un speeder y

siguieron avanzando por ese extrecho corredor que los obligaba ahora a andar

encorvados para no golpearse la cabeza con el techo. Wuher siguió hablando:

“Fue una completa masacre. Los dovin basals no dejaron de caer durante días.

Eran miles y miles de ellos. Algunos tripulantes del puerto afirmaban que había

media docena de nidos orbitando alrededor del planeta, aunque eso es algo imposible

de determinar. Pero lo cierto es que debían de ser muchos los koros-strohna, a tenor

del bombardeo al que nos sometieron. Y no solo eso, además debían ser enormes,

pues se encontraron en los alrededores de la ciudad dovin basals de más de ochenta

metros de díametro. Pronto el planeta entero quedó incomunicado, las naves

empezaron a caer del cielo una tras otra... A los pocos días del ataque se fletaron

552
cargueros llenos de refugiados con destino al núcleo o a donde fuera, pero esas naves-

nido generaban en el espacio unos campos gravitatorios tan poderosos que solo los

cargueros de mayor tamaño podían atraversarlos. Muchas naves fueron engullidas al

intentar salir de Tatooine, otras ni siquiera pudieron atraversar la atmósfera. Mientras

tanto aquí daba comienzo una batalla brutal que no podíamos ganar de ninguna de las

manera. Una vez el cielo quedó despejado de nuestros speeders y cazas, los yorik-

strohna empezaron a surcar el firmamento con total impunidad. No hay dos de esas

extrañas naves iguales. Algunas eran enormes, como lanzaderas de más de treinta

metros de eslora que volaban cargadas de yuuzhan sedientos de sangre. Otras, sin

embargo, eran mucho más pequeñas y se dedicaban a explorar las ciudades y las

aldeas en busca de presas. Nos defendimos como pudimos, pero despojados de

nuestra tecnología quedamos a merced de ellos rápidamente. Primero cayó Mos Espa,

luego le llegó el turno a Bestine, Anchorhead y, finalmente, a nosotros... Aquí es”.

Wuher se detuvo frente a una puerta blindada situada al final de un largo y

estrecho tunel y la golpeó con la culata de su blaster. Un pequeño postigo se abrió en

la parte superior de la puerta y luego de un par de segundos volvió a cerrarse. Al

instante, los ruidos metálicos del mecanismo de apertura de la puerta comenzaron a

reverberar por toda la galería para, finalmente y tras un grave chasquido, comenzar a

abrirse hacia dentro. La cabeza de un toyrano apareció por el quicio:

-Entrad, rápido... -les dijo mientras sus alas lo mantenían suspendido en el aire.

Una vez dentro, Wuher hizo las presentaciones pertinenentes. Estaban en una

galería mucho más amplia y mejor iluminada. El toydariano respondía al nombre de

553
Klatuk Bensiji. Poseía una casa de empeños cerca del puerto. Tras el ataque intentó

huir en su propia lanzadera, pero esta fue derribada. Salvó la vida milagrosamente

escondiéndose en la cantina de Wuher. Éste les explicó que aquel laberíntico sótano,

como el resto de la cantina, había sido diseñado y contruído originariamente por

Cedo Partu para defenderse de los ataques tusken ya que, en un principio, la cantina

fue un importante baluarte dentro del Fortín de Mos Eisley. Con el paso de los años,

el baluarte se convirtió en un museo y, más tarde, en un sórdido bar para navegantes.

Llegaron entonces a otra puerta y esta vez fue Klatuk quien le dio unos rítmicos

golpecitos con sus nudillos. La puerta se abrió y ante ellos apareció un rodiano que,

tras saludar con un leve movimiento de cabeza a Wuher y Bensiji, se puso a excrutar

de arriba a bajo al grupo que los acompañaba.

-¿Quiénes son éstos? -preguntó con acritud.

-La caballería -dijo el toydariano.

-Poca caballería me parece para la situación en la que estamos.

-Cierra el pico, Drego -le espetó Wuher hoscamente-; son Guardias Estelares, y

éste de aquí es nada más nada menos que Luke Skywalker, el más grande jedi de

todos los tiempos. Han venido en el Halcón Milenario para rescatarnos. Así que

muestra un poco de respeto, ¿entendido?

Drego agachó la cabeza:

-Entendido...

Llegaron a una sala amplia, igualmente horadada en tierra, de cuyo techo colgaban

tubos de neón cubiertos de polvo que impregnaban el lugar de un atmósfera tenue,

554
casi mortecina. En el centro había una ruinosa mesa de madera y unas cuantas sillas

alrededor. Sentados en ellas había una mujer y dos niñas pequeñas, de unos tres y

cinco años, que dejaron de comer cuando vieron llegar a los extraños.

-Ella es Nessa Retts y sus dos hijas, Kala y Jemina. Llegaron a Mos Eisley

huyendo de Archorhead en un speeder que se estrelló cerca de aquí... -al oír las

palabras de Wuher, Nikbi se abalanzó hacia ellas rápidamente:

-¿Anchorhead? ¿Venís de allí? -les preguntó ansioso. Las niñas lo miraban con la

boca abierta y sin pestañear.

-Así es -le respondió Nessa Retts.

-¿Cómo está la situación allí? ¿Hay supervivientes?

La mujer hizo un gesto de negación con la cabeza y el joven Nikbi se dejó caer en

una silla con el rostro desencajado y los ojos a punto de desbordarse.

-Tenemos un pequeño centro de comunicaciones aquí mismo -dijo Klatuk-. Lo

sacamos de un carguero que se extrelló contra un bloque de edificios situado un par

de calles más hacia el este. Funciona correctamente, pero aún no hemos logrado

establecer contacto con nadie más en todo Mos Eisley, ni tampoco en Anchorhead.

Bestine o Mos Espa están demasiado lejos y con los satélites de comunicaciones

derribados es imposible establecer contacto con esas ciudades desde aquí. De igual

modo, tampoco podemos comunicarnos con el Palacio de B'omarr, donde

supuestamente debe un grupo amplio de supervivientes.

-¿Han probado con la holored? -preguntó Calrissian.

-La comunicación holográfica es especialmente sensible a las perturbaciones

555
generadas por los dovin basals. Es inútil intentarlo siquiera.

-¿Cuántos habéis escondidos en estas galerías?

-Somos veintidos en total. Incluyendo cinco niños -respondió Wuher.

-El problema es que empieza a faltar la comida y el agua -añadió Klatuk-. Hasta

hace unos días era relativamente fácil encontrar madrigueras de scurriers. Pero ya ni

siquiera eso.

-Bueno, ahora está todo solucionado. El gran Luke Skywalker ha venido a bordo

del Halcón Milenario para salvarnos, ¿no es así? -Drego apoyó la espalda contra la

pared.

-¿Es eso cierto? ¿Ustedes han venido a rescatarnos? -los ojos de una de las niñas

se clavaron en los de Dirk Calrsissian.

Uzig llamó entonces a parte a Luke Skywalker para susurrarle al oído:

-Maestro, no podemos transportar a veintidos personas más en el Halcón, sus

soportes de vida están diseñados para un máximo de ocho, y hemos viajado hasta

aquí con diez. Si lo sobrecargamos de esa manera, nos quedaremos sin oxígeno antes

de salir al espacio interestelar.

-Lo sé.

En ese preciso instante, el intercomunicador de Dirk Calrissian comenzó a sonar.

Gildren estaba al otro lado:

-Por fin, Gil. Estábamos preocupados, habíamos perdido la comunicación con

vosotros... -dijo Calrissian

-¿Dónde estáis?

556
-En los alrededores del puerto. Hemos encontrado un grupo de supervivientes.

-Escúchame bien, Dirk, debéis salir de ahí enseguida. Hay cientos, tal vez miles de

yuuzhan vong dirigiéndose ahora hacia el puerto espacial. Nos encontraron y tuvimos

que destruír un dovin basal para poder huir de allí, pero pronto llegarán más.

-¿Dónde estáis vosotros ahora?

-Sobrevolando Mos Eisley para dar con vuestro paradero. La atmósfera está llena

de perturbaciones y nuestros sistemas de localización no funcionan bien...

-Estamos en los sotanos de la Cantina de Chalmun... Saldremos fuera para

establecer contacto visual.

-¿Cantina de Chalmun?

Hubo un silencio de unos segundos y después se oyó de nuevo la voz de Gildren a

través del intercomunicador de Calrissian:

-Sí, la estamos viendo desde aquí... ¡Santo cielo, los tenéis encima!

-¿Qué?

Luke miró al techo de la galería. Rupard y Wuher hicieron lo mismo.

-No podéis salir por ahí, hay una horda yuuzhan sobre vuestras cabezas. Tenéis

que buscar otra salida.

Luke miró a Wuher y éste movió la cabeza hacia la izquierda:

-Hay una segunda salida unos cuetrocientos metros más al este que conecta con la

Cueva de los Dragones, una gruta natural de unos veinte kilómetros de largo que sale

al Mar de las Dunas y más allá, hasta B'omarr, pero es un trayecto largo y peligroso.

Además los tusken encontraron el acceso así que esa salida se selló en su día con una

557
puerta de beskar macizo de un metro de grosor. Es una puerta muy antigua que se

abre con un código encriptado. El problema es que nadie conoce ese dichoso código...

Ni siquiera Chalmun lo conocía.

-¿Tienes un plano del lugar exacto donde se halla esa cueva?

-Sí, pero no sé si podría enviarlo al Halcón a través de nuestro centro de

comunicaciones...

-No será necesario. Deja que R2 se conecte a vuestra computadora, él se encargará

de ello.

-Pero... entonces, ¿os vais? -preguntó decepcionado Klatuk.

-Nos vamos todos -respondió Luke.

-¿Qué? ¿Irnos? -Drego dio un paso al frente-. De eso nada, de estas galerías no

nos movemos, aquí estamos seguros.

De repente varios golpes hicieron que las paredes temblaran y que el polvo se

desprendiera del techo para caer como una neblina amarillenta y difusa sobre sus

cabezas.

-¿Qué ha sido eso? -preguntó Drego desorientado.

-Eso es que han encontrado la ruta de acceso a esta cripta -le contestó Rupard-. Así

que más os vale acompañarnos, porque que entren aquí dentro es solo cuestión de

tiempo.

-¡Ha sido culpa vuestra! ¡Vosotros los habéis traído hasta aquí! -exclamó el

rodiano presa del pánico y la rabia.

-¡¡¡Cierra la boca, Drego!!! -le ordenó Wuher clavando sus ojos en los del

558
reptiliano. Luke se acercó entonces a él:

-Debéis venir con nosotros, Wuher -le dijo con tono conciliador-; este lugar ya no

es seguro.

El viejo barman intercambió una dubitativa mirada con Klatuk antes de que Luke

insistiera de nuevo:

-Vamos, Wuher, esos yuuzhan han olido nuestra carne y ya no se irán. No, se

quedarán ahí golpeando y vomitando ácido sobre las puertas hasta que estas cedan.

Pueden tardar unas horas, unos días, tal vez una semana, pero al final entrarán y en

esta ratonera no tendréis ninguna posibilidad de escapar. Debéis venir con nosotros...

Hubieron varios golpes más y más polvo volvió a esparcierse por la cargada

atmósfera de la galería. Al ver que sus hijas quedaban petrificadas de pavor, Nessa

Retts decidió retirarse con ellas hasta su cubículo e intentar tranquilizarlas allí, lejos

de la tensa atmósfera que reinaba en aquella galería.

-Está bien, viejo jedi -dijo al fin Wuher-; supongamos que hacemos lo que dices.

Supongamos que os acompañabos hasta la salida este. Dime, ¿cómo piensas abrir ese

portón blindado? Ni siquiera tu sable de luz podría tallar una brecha en semejante

muro de beskar.

-Tú dedícate a movilizar a tu gente y déjanos eso a nosotros -tras las palabras de

Luke, se produjo un tremendo estruendo que hizo que Klatuk saliera volando hacia la

puerta oeste seguido por Drego y Dirk Calrissian. El toydariano abrió el postigo pero

lo cerró al instante. Luego dio media vuelta, y jadeando y con la mirada perdida dijo:

-Han roto la barricada. Están al otro lado... -y al instante la puerta blindada

559
comenzó a vibrar bajo los azotes que los yuuzhan le propinaban, los cuales

retumbaban por toda la galería como metálicos tambores de guerra.

-No nos queda mucho tiempo -sentenció Dirk.

Viendo lo delicada de la situación, Wuher convino con Luke en que no había otra

opción que la de abandornar los sotanos de la cantina en dirección este. Se movilizó a

los veintidós supervivientes, entre ellos cuatro niños humanos y un zabrak. Los

adultos eran nueve humanos, dos twi'leks, dos er'kits, un toydariano, un rodiano, un

kitonak y un dathomirano. De los nueve humanos, tres de ellos mostraban heridas

leves en brazos y piernas y un cuarto, una mujer de unos treinta años de edad,

presentaba un cuadro grave de envenenamiento por ácido vong. El bacta era escaso y

buscarlo en la ciudad era muy arriesgado, por eso su salud había empeorado en las

últimas horas.

-No hay posibilidad de salvarla -aseveró Luke-. El veneno ha entrado en su

médula espinal y la muerte cerebral es irremediable e irreversible. Lo siento pero no

puedo hacer nada por ella -tras oír sus palabras, un hombre se acuclilló en el suelo y

comenzó a llorar. Luke dio entonces media vuelta y caminó hacia él. Cuando estuvo a

su lado, se agachó y le pasó el brazo por encima de su hombro:

-Me equivoqué: sí puedo hacer algo por ella...

El hombre, que había hundido la cara entre sus brazos, levantó la cabeza y miró a

viejo maestro. Éste prosiguió:

-...Salvarte a ti. Dime, ¿quieres hacerlo, quieres salvar tu vida... por ella?

El hombre se quedó pensativo y luego se limpió las lágrimas con la manga de su

560
camisa. A continución se puso de pie, agarró una almohada y la apretó contra el rostro

de su esposa durante un par de minutos. Luego le tomó el pulso y tras cerciorarse de

que su corazón no latía, dijo con la voz entrecortada:

-Estoy preparado, gran maestro: vámonos de aquí.

561
Capítulo 71

El grupo de 27 individuos y un androide astromecánico se puso en marcha unos

treinta minutos más tarde. Para entonces, la puerta oeste había comenzado a dar

muestras de debilidad. El ácido vong había dañado los anclajes y la pared se estaba

viniendo abajo. Aún así, todavía quedaba una segunda puerta de unas características

similares a la primera, con lo que si avanzaban rápido, la ventaja de la que disponían

debía ser suficiente. Cargaron con las reservas de agua y comida de las que disponían

y en a penas unos minutos se hallaban frente la puerta este, que comunicaba

directamente con la Cueva de los Dragones. Luke conocía bien la leyenda de aquella

cueva, lugar elegido durante siglos por los dragones krayt para poner sus huevos lejos

del abrasador calor de la superficie. Era una cueva enorme y profunda, de la cual solo

se había explorado el corredor principal, que conectaba Mos Eisley con el Mar de las

Dunas Septentrional. El resto de aquel laberinto de grutas y galerías, que en su

totalidad superaba los cien kilómetros cuadrados, quedaba reservado unicamente para

los moradores de las arenas, los jawas y los piratas y contrabandistas que se atrevían

a adentrarse por unos tuneles naturales que servían de morada a una de las criaturas

562
más feroces de la galaxia: el dragon krayt. Estos impresionantes reptiles raras veces

se dejaban ver por el corredor principal. Por el contrario, las hembras adultas

buscaban las galerías más recónditas para realizar la puesta, que solía ser de entre

quince y treinta huevos. Luego, pasadas unas semanas, las crías rompían el cascarón

y comenzaban a ser alimentadas por su madre, la cual debía ausentarse en busca de

presas durante largos periodos de tiempo. Debido a que las crías de dragón eran muy

vulnerables al nacer -pues permanecían ciegas durante los primeros meses y con un

tamaño relativamente pequeño en comparación con el que llegaban a alcanzar en su

edad adulta-, tan solo una de cada veinte sobrevivía a los primeros meses de vida,

convirtiéndose la mayoría de ellas en presas fáciles para sus numerosos depredadores

naturales, entre los que se encontraban los feroces rancors. Éstos habían sido

introducidos en Tatooine por los piratas y señores del crimen -quienes tenían entre

sus entretenimientos preferidos las peleas de rancors- y eran particularmente crueles

con las crías de krayt, matando siempre a todas las que encontraban en el nido fuesen

o no a comérselas. La razón de este comportamiento había que buscarla en la

rivalidad que existía entre las dos especies. De hecho, los rancors solían ser una parte

importante en la dieta de los dragones adultos. Además de los rancors, los tusken, los

jawas o los propios humanos no perdían la oportunidad de robar huevos de dragón si

daban con alguno de sus nidos, ya que eran considerados uno de los alimentos más

completos y nutritivos que podían encontrarse en toda la galaxia, atribuyéndoseles

una gran cantidad de propiedades.

Una vez estuvieron delante de la puerta este, Luke, Dirk y Uzig se dedicaron a

563
excrutarla detenidamente. Los golpes de los yuuzhan llegaban ahora como un rumor

difuso pero perfectamente reconocible.

-Creo que tenemos un problema, Luke -dijo Dirk-. Esta puerta no puede abrirse

sin un detonador termal. Pero si usamos uno, corremos el riesgo de provocar un

desprendimiento que nos sepulte a todos.

-No, no podemos usar un detonador termal aquí abajo -ratificó Uzig-; el techo se

nos caería encima y a esta compuerta no haríamos más que un rasguño.

-¿Entonces como vamos a abrir esta puerta? -preguntó Calrissian.

Wuher se acercó entonces al maestro jedi y con gesto torcido le exigió una

respuesta:

-He convencido a toda esta gente para que te siga, así que dime que sabes como

abrir esa condenada puerta, Luke... Vamos, dímelo...

Luke Skywalker se giró y miró a los ojos de Wuher:

-Tranquilo, Wuher, sé como abrir esa condenada puerta -a continuación, Luke

llamó a R2d2 y le ordenó que conectara su brazo-interfaz al enlace scomp situado

junto al portón. Al cabo de unos segundos, el androide había logrado entrar en el

ordenador principal que gestionaba todos los accesos al puerto espacial de Mos

Eisley. Sin embargo, aunque las computadoras principales del puerto seguían

funcionando, los enlaces electrónicos se hallaban en muy mal estado, con lo que dar

con la clave que abría aquella compuerta le iba a costar a R2 más de lo que Luke

había pensado en un principio.

-¿Y ahora qué? -preguntó Drego impaciente.

564
-Ahora toca esperar -le respondió Rupard. Pero justo en ese momento, la galería

entera tembló bajo un terrible estrépito:

-¿Qué ha sido eso? -preguntó Nikbi.

-Parece como si se hubiera habido un desprendimiento -añadió Klatuk Bensiji.

-Quedaos aquí... -Luke dio media vuelta y comenzó a desandar el camino.

-Espera, vamos contigo... -Dirk, Rupard y Wuher echaron a correr tras él.

Un par de minutos más tarde, los cuatro se hallaban frente a la segunda de las

puertas blindadas del ala oeste de la cripta. Luke puso la mano sobre el frío beskar y

cerró los ojos. Del otro lado no dejaban de llegar golpes y todo tipo de gritos y

gemidos intimidatorios.

-¿Qué ocurre? -preguntó Wuher. Dirk le hizo un gesto para que guardara silencio.

Entonces, de repente, Dirk, Rupard y el viejo barman comenzaron a notar un extraño

cosquilleo que se les extendía por todo el cuerpo, como si una extraña energía se

hubiera metido por los camales de sus pantalones, hubiera subido por su piernas y

luego recorrido sus espinas dorsales hasta llegar a la base de sus cráneos. Se sintieron

livianos, casi tanto como el aire que respiraban, y por unos segundos creyeron que

sus pies iban a elevarse del suelo. Sin embargo, lo que ocurrió fue que, al otro lado de

aquella compuerta, las paredes y el techo horadados en la tierra comenzaron a vibrar

agitados por un terremoto cuya energía podía casi palparse, casi olerse. Los yuuzhan

la sintieron rodeándoles, envolviéndoles, atravesándoles... Y fue en ese momento

cuando sitieron miedo, pues sabían perfectamente lo que aquello significaba. Lo

sabían pero se resistían a creerlo, ya que en su mente colmena, en su conciencia

565
colectiva, habían visto al último jedi muerto. ¿Cómo era posible entonces que la

Fuerza se manifestase de esa manera ante ellos? No tuvieron tiempo para elaborar

una respuesta ante aquel hecho inexplicable, pues pasados unos segundos las paredes

y el techo de la galería se vinieron abajo aplastándolos a todos bajo toneladas de roca

y arena.

Al otro lado, Luke, exhausto, dejaba caer su brazo y abría los ojos:

-Eso nos dará algo más de tiempo.

En aquel mismo momento, el Halcón Milenario sobrevolaba el Mar de las Dunas

Septentrional, peinando el desierto en busca de la entrada a la Cueva de los Dragones,

situada justo en las faldas del Altiplano de Mesra. R2d2 había enviado un mapa de la

zona, pero era bidimensional y la información no estaba bien detallada. Además,

debido a la perturbaciones electromagnéticas de la atmósfera, las lecturas del

ordenador de a bordo estaban siendo poco eficientes. Aún así no tardaron en dar con

los bancos de arena de B'omarr y luego con las colinas de Mesra. Fynoon pilotaba el

carguero mientras Gildren y Deislin le aplicaban parches de bacta en las heridas. Era

increíble la rapidez con la que el borg se recuperaba, y aunque todavía seguía

mostrando signos de debilidad a causa del envenenamiento, en cualquier otro ser vivo

no cibernetizado los efectos de aquellas heridas hubieran sido letales. Mientras,

Kublin Melan, con ayuda de C-3PO, intentaba recuperar en su totalidad los sistemas

de comunicación, localización y navegación de la nave. Sin embargo no estaba

teniendo demasiado éxito en su empresa y la frutración comenzaba a apoderarse del

566
bothan:

-¡Maldita sea, así es imposible! -gritaba Melan desde la bahía de circuítos

mientras peleaba con una maraña de cables ante la atenta mirada de C-3PO.

-¿Qué ocurre, Kublin? -le preguntó Fynoon a través del intercomunicador.

-No puedo recuperar las comunicaciones. Y los sistemas de localización funcionan

a un treinta por ciento...

-¿Qué hay de los sistemas de navegación?

-Peor. Si la computadora central capta errores en los sistemas de localización, la

navegación automática se bloquea como protocolo de seguridad. He intentado

saltarme el protocolo con una derivación pero es imposible, si lo hago los soportes de

vida podrían dañarse.

-Está bien, olvídate de eso... Ve con Deislin al puesto del artillero y comprueba los

sistemas de fijación de objetivos. Creo que Deislin estaba teniendo problemas con

ellos...

-De acuerdo...

Fynoon se giró y vio a Gildren en el asiento del copiloto que miraba pensativa

hacia el frente:

-¿En qué piensas?

-En ese viejo. Dio su vida para salvarnos...

-Así es, de no ser por él, sin duda ahora todos seríamos carne de vong...

-Lo sé. Igual que también sé que muchos de nosotros no saldremos de este planeta.

Por eso quiero que me prometas una cosa, Fynoon...

567
Les giro la cabeza para mirar de nuevo a Gildren:

-Está bien, dime...

-Quiero que si yo caigo en este desierto, me prometas que harás todo lo posible

por encontrar a mi hijo...

-Sabes que lo haré, Gildren. Y no solo yo, también Luke y Dirk se dejarán la piel

por encontrar a tu hijo... Y lo encotraremos, ten por seguro que lo encontraremos. Y

tú estarás ahí para verlo...

Gildren agachó la cabeza y Fynoon, por primera vez en aquel viaje, percibió en

ella muestras de un profundo abatimiento. El cyborg le agarró de la mano:

-Vamos, no te dejes arrastrar por el desánimo. Volverás a ver a tu hijo muy pronto,

palabra de houk... -pero justo en aquel momento, los controles del carguero

comenzaron a fallar y Fynoon perdió el control de la nave durante varios segundos.

Ésta se precipitó contra una de las muchas colinas que conformaban la meseta de

Mesra; y cuando el impacto parecía inevitable, el borg logró recuperar el control

haciendo que el Halcón se elevara hasta alcanzar la altitud necesaria.

-¿Estáis todos bien? -preguntó Fynoon a través del intercomunicador.

-Kublin se ha hecho una brecha en la cabeza, pero creo que sobrevivirá -respondió

Deislin-. ¿Qué ha sido eso?

-A tu izquierda. Un yorik-strohna de unos veinte metros de eslora. Viene directo

hacia nosotros. He logrado apartarme, pero si se acerca demasiado perderé de nuevo

el control de la nave. Tienes que derribarlo, Deislin.

-Está bien, allá voy -Deislin comenzó a dar vueltas en la posición del artillero, que

568
controlaba el cañón cuádruple del Halcón Milenario. Tras varios segundos sin dar con

el objetivo, por fin logró visualizarlo justo donde Fynoon le había indicado. Sin

embargo, no iba a ser un disparo sencillo, pues el vehículo yuuzhan se hallaba muy

lejos y los sistemas de localización de objetivos no funcionaban del todo bien. Por

tanto debía acertarle usando solo su vista y confiando en su puntería, que no en vano

había sido la mejor de su promoción.

-¿Lo tienes, Deislin? -le preguntó Fynoon.

-Sí, pero aún está demasiado lejos.

-Puedo dejar que se nos acerque, pero no mucho más. ¿Crees que podrías

derribarlo desde una distancia de unos ciento cincuenta metros?

-No queda más remedio que hacerlo... -pero antes de que Deislin llegara siquiera a

abrir fuego, el Halcón Milenario se precipitó de nuevo contra las montañas y esta vez

Fynoon a penas pudo dominarlo para realizar un aterrizaje de emergencia sobre una

escarpada y áspera loma de granito. Afortunadamente, la extraordinaria habilidad en

el pilotaje del antiguo capitán pirata les permitió salir relativamente indemnes del

siniestro, deteniéndose el carguero en la cima misma de la colina después de

arrastrarse más de cuatrocientos metros sobre la rojiza tierra, elevando así hasta el

cielo una densa columna de polvo.

-¿Estás bien? -le preguntó Fynoon a Gildren nada más apagar los motores. Ésta

asintió con la cabeza y Fynoon usó el intercomunicador:

-Deislin, Kublin, 3PO ¿como estáis ?

-Bien, con algunas contusiones, pero sin nada roto... -respondió el bothan.

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-Maldita sea, ha aparecido de la nada otra nave de coral... Ésta era mucho más

pequeña y más rápida. Salió de detrás de estas montañas y en un visto y no visto la

teníamos detrás..

-¿Qué hacemos ahora? -preguntó Gildren.

-Deislin, ¿sigues en la torre del artillero?

-Así es, pero los controles se han bloqueado. No tenemos potencia de fuego.

-Lo imaginaba. Está bien, coged agua y munición, nos largamos de aquí echando

leches.

-Luke, he perdido contacto con el Halcón. Intento restablecerlo pero no hay

manera -Dirk miraba a los ojos del viejo maestro visiblemente preocupado.

-No capto cerca las perturbaciones en la Fuerza generadas por los dovin basals.

Sigue intentándolo.

Ambos, junto con Uzig, se hallaban cerca de R2d2, el cual seguía esforzándose en

desencriptar el código que desbloqueaba la compuerta. Mientras, unos metros más

atrás, Nikbi jugaba con los niños al binspo usando unos dados poliédricos que ellos

mismo llevaban consigo. Por su parte, Wuher, Rupard y Klatuk se encontraban al otro

lado de la galería, vigilando la entrada oeste. Hacía rato que ya no se oían golpes en

la puerta de beskar; aún así, aquella extraña calma, lejos de tranquilizarlos, estaba

añadiendo más desasosiego a sus corazones. Drego se puso en pie y se acercó a Luke

y a Calrissian:

-Maldita sea, ¿cuánto más va a tardar ese montón de chatarra en encontrar la clave

570
que no saque de aquí?

-No mucho más... -le respondió Dirk.

-Ese dijisteis hace diez minutos...

-Tranquilízate, rodiano. No podemos hacer nada salvo esperar -le recomendó

Luke.

-Lo sé, pero es que este silencio me está volviendo loco.

Pero entonces, justo en ese instante, Luke sintió como si un alfiler le atravera el

corazón de parte a parte. El viejo caballero jedi se encogió junto a la pared y Dirk se

abalanzó sobre él para ayudarlo:

-Luke, ¿qué te ocurre, te encuentras bien?

Al cabo de unos segundos, el viejo jedi se incorporó y comenzó a respirar llenando

sus pulmones de aire y soltándolo muy despacio. Muchos de los que habían a su

alrededor lo observaban con gestos de preocupación e incluso miedo.

-He sentido una conmoción en la Fuerza -le susurró a Dirk tras recuperarse del

todo.

-¿Yuuzhan?

-No, no son los yuuzhan... -el viejo maestro hizo un gesto de negación con la

cabeza y luego se quedó pensativo. En ese momento, los engranajes internos de la

compuerta comenzaron a crujir, como si sus tripas metálicas anunciaran a base de

retortijones que estaba a punto de despertar de su largo letargo. Todos se agolparon

detrás de R2d2 al tiempo que éste comenzaba a realizar sonidos extraños que solo

Luke lograba entender. Y un par de minutos después, la compuerta se abría dejando

571
que una corriente de aire fresco acariciara los rostros de los que allí se hallaban.

-¡Por fin, por fin! -gritaban llenos de júbilo. Sin embargo, Luke no mostraba

signos de felicidad alguna sino más bien todo lo contrario. Y mientras todos se

adentraban en la Cueva de los Dragones embriagados por el optimismo y la

esperanza, el viejo maestro caminaba con la pesadumbre de aquel que sabe que

pronto habrá de enfrentarse a un horrible destino.

572
Capítulo 72

Un borg houk, dos mujeres, un bothan y un androide de protocolo descendían a

toda prisa la cara norte de una accidentada colina con el objetivo de ponerse a salvo.

Mientras tanto, dos yorik-strohna aterrizaban junto al Halcón Milenario y tras abrir

sus estómagos, dejaban salir a un total de cuarenta fieros yuuzhan vong que tras

poner sus pies en suelo, comenzaron a buscar el rastro de los fugitivos entre las rocas.

El olfato y el oído eran los sentidos más desarrollados de los yuuzhan, en especial de

la casta de los cazadores, y aunque su vista en general no era más aguda que la de un

ser humano, sus pupilas estaban mucho mejor adaptadas a la oscuridad, pudiendo

afirmar que tenían algo semejante a una visión nocturna. Aún así, sus ojos no

captaban toda la gama de colores que captaba el ojo humano y en ciertas

circunstancias, éstos podían traicionarles. Por esa razón, cuando seguían el rastro de

posibles presas, los yuuzhan confiaban mucho más en su olfato, el cual, si las

condiciones atmosféricas eran propicias, era capaz de percibir la presencia de un ser

vivo a kilómetros de distancia. Por su parte, sus oídos estaban también mucho más

desarrollados que en la mayoría de las especies de la galaxia, pudiendo emitir y

573
distinguir frecuencias ultrasónicas que utilizaban no solo para comunicarse, sino

también para realizar lecturas precisas del entorno de una forma similar a la

ecolocalización utilizada por gran variedad de animales, aunque aparentemente

mucho más compleja. Algunas teorías xenobiológicas afirmaban que era a través de

estas frecuencias ultrasónicas por donde los yuuzhan vong se pasaban la información

que generaba esa conciencia colectiva o mente colmena que los hacía tan eficientes,

aunque esto jamás había llegado a ser probado empíricamente.

-¡Vamos, lingote de oro, no te quedes rezagado o tus circuitos acabarán disueltos

en ácido! -le gritaba Fynoon Les a C-3PO mientras descendían a toda prisa por la

ladera de la montaña.

-¿Qué le harán al Halcón? ¿Lo destruirán? -preguntó Deislin.

-Ólvidate del carguero ahora, Deislin, y sigue corriendo -le azuzó Gildren.

-No le harán nada -indicó Kublin Melan-. Ellos solo buscan carne viva. Es decir: a

nosotros.

-Oh, este terreno es muy escarpado y abrupto. Yo no estoy diseñado para moverme

por este tipo de superficies...

-Eso díselo a ellos, lingote de oro... Tal vez se apiaden de ti y te dejen una mayor

ventaja en esta carrera.

Tras un cuarto de hora de descenso, el grupo se topó con una inmensa llanura de

arena que ahora, a ras de tierra, parecía todavía más vasta e inabarcable que desde el

aire.

-Eso debe ser el Mar de las Dunas... -indicó Gildren.

574
-No podemos adentrarnos ahí sin un mapa holográfico. Ese desierto es uno de los

lugares más inhóspitos de la galaxia -subrayó Kublin Melan.

-Tal vez deberíamos volver bordeando la montaña, Fynoon -sugirió Deislin-;

según las lecturas del Halcón, la Cueva de los Dragones está hacia el sur, justo en la

dirección contraria...

Gritos y gemidos lejanos llegaron entonces hasta sus oídos.

-Sí, es buena idea, pero antes debemos librarnos de ellos.

Los cinco se pusieron entonces a bordear la colina que acababan de descender,

para adentrarse luego por un intrincado desfiladero cuyas altas paredes de granito

servían al menos para protegerles de la inclemencia de los dos astros gemelos, los

cuales, en aquel momento del día, convertían el suelo del planeta en las humeantes

ascuas de una hoguera que nunca llegaba a apagarse del todo. Fynoon intentaba

guiarse con una brújula electrónica incrustada en su antegrazo derecho, pero ésta no

le estaba resultando del todo fiable. De repente, un par de yorik-strohna de tamaño

medio cruzaron el cielo justo por encima de sus cabezas.

-Están llegando más... Pronto este lugar estará infestado de ellos -dijo Melan

desesperanzado.

-Rápido, no os detengáis...

Giraron por una garganta, pero al comprobar que ésta no tenía salida desandaron

el camino para eligir luego otra ruta a través de un estrecho cañón que parecía

extenderse hasta el infinito. Les afinó el oído y supo entonces que los yuuzhan habían

encontrado su rastro y los seguían. Mas vehículos cruzaron el firmamento, pero esta

575
vez comenzaron a descender antes de llegar a las montañas que tenían más al norte.

-Nos siguen de cerca... -dijo el bothan exhausto.

-Vamos, Kublin, no te pares... -le insistió Gildren.

-Este clima no está hecho para los bothan... No puedo respirar...

-Camina pegado a la pared, la sombra te refrescará -le sugirió Deislin.

-Necesito un poco más de agua... Solo un poco más de agua... -Kublin se detuvo y

sacó su cantimplora para beber, pero antes de que llegara a llevársela a la boca, un

yorik-strohna descendió ante sus ojos para aterrizar justo a la entrada del cañón.

-¡Nos han encontrado, maldita sea, nos han encontrado! -exclamó el bothan.

-¡Vamos, corred, corred! -gritó Fynoon Les mientras comprobaba el estado de sus

bryar.

Corrieron durante unos doscientos metros y luego giraron a la derecha siguiendo

la trazada de la cada vez más estrecha garganta. Y entonces fue cuando se dieron de

bruces con un muro de granito que se elevaba más de cincuenta metros por encima de

sus cabezas:

-¡No, no puede ser, tiene que haber algo, alguna grieta, algún condenado

agujero...! -gritó Melan mientras buscaba un resquicio por el que escabullirse.

Deislin se acercó entonces a la pared para observarla más de cerca. Al cabo de

unos segundos volvió con el resto:

-Se acabó, este cañón no tiene salida.

-Oh, estamos condenados, estamos condenados... -se lamentó C-3PO una y otra

vez. De fondo, los amenazadores gritos de sus perseguidores se oían cada vez más

576
cerca.

-Está bien, estoy harto de tanto correr, si este ha de ser mi final, moriré peleando

-dijo el bothan, y acto seguido comprobó que su rifle blaster estaba cargado y

preparado para ser disparado. A continuación, Deislin y Gildren hicieron lo propio

mientras Fynoon las miraba con gesto circunspecto. Los gemidos se oían ya a la

vuelta de la esquina. El borg sacó sus bryar y se colocó delante del resto:

-De acuerdo, disparad a la cabeza y una vez que caigan, no dejéis que se levanten.

Y si sois alcanzados por un dardo envenenado y notáis que vuestros músculos no os

responden, no lo dudéis: meteos el cañón de vuestro blaster en la boca y acabad con

vuestro sufrimiento antes de quedar paralizados por completo... Bien, ¿estáis

preparados? -Les levantó sus dos pistolas. Al instante, Gildren, Deislin y Melan

apuntaron también con sus rifles hacia la esquina por donde en cuestión de segundos

debía aparecer la horda de cazadores yuuzhan. Pero entonces, de pronto el suelo

comenzó a vibrar, y los altos muros del desfiladero se agitaron azotados por un

colérico estremecimiento de tierra que parecía ir a derribar las montañas de un

momento a otro. Sacudidos por un rugido grave y continuado, restos rocas y piedras

empezaron a desprenderse de las paredes y a precipitarse desde las alturas para rodar

luego hasta sus pies. Les miró hacia el cielo:

-¿Qué está ocurriendo? -dijo. Luego caminó unos diez pasos hasta doblar la

esquina para verlo con sus propios ojos- ¡No es posible...! -esclamó. Los demás no

esperaron ni un segundo y salieron corriendo tras él. Entonces pudieron ver como,

frente a ellos, una manada de unos treinta banthas, montados por incursores tusken,

577
aplastaba literalmente a un grupo de unos cuarenta yuuzhan vong que intentaban

desesperadamente derribar a las enormes bestias con sus cerbatanas y sus cuchillos de

yorik. Sin embargo, los animales habían sido protegidos con planchas de beskar y

aunque muchos de ellos fueron abatidos, el efecto sorpresa y la contundencia del

ataque hizo que los yuuzhan fueran masacrados en a penas unos minutos.

Demostrando esa extraordinaria habilidad para la emboscada que tantos estragos

causó a granjeros y colonos durante décadas, los moradores de las arenas dispararon

sus rifles de largo alcance o se batieron en encarnizadas luchas cuerpo a cuerpo

contra sus virulentos enemigos. Mientras tanto, desde su posición, Fynoon Les, con la

ayuda de Gildren, Melan y Deislin, abrían fuego a discreción para cortar de raíz una

posible retirada yuuzhan. Y de repente la batalla parecía haber terminado. Sin perder

un solo segundo, los guerreros tusken fueron uno a uno decapitando a todos los

yuuzhan que yacían heridos en el suelo para asegurarse así de que no volvieran a

levantarse. Fue entonces cuando, en medio de aquel atroz espectáculo, un enorme

bantha se acercó con paso lento hasta la posición donde se encontraban Les y los

demás. Una vez los tuvo delante, el imponente animal se detuvo y el tusken que lo

montaba descendió al suelo de un salto. Éste, tras mirarlos a través de sus

rudimentarias lentes protectoras, se golpeó el pecho con el puño y luego hizo un par

de gestos con sus manos que nadie logró entender. Como vio que sus interlocutores

no reaccionaban, el morador de las arenas dijo un par de palabras en su idioma y

luego volvió subir a toda prisa a lomos del bantha. Fynoon se giró hacia C-3PO:

-¿Qué ha dicho?

578
-Creo... creo que ha dicho que les acompañemos...

El tusken insistió de nuevo dejando escapar varios gruñidos aparentemente

ininteligibles:

-Dice que pronto esto se llenara de más yuuzhan y que si queremos sobrevivir,

debemos ir con ellos... -explicó C-3PO.

-¿Pues a qué esperamos? -dijo el Melan.

-Pero no podemos ir con ellos, son moradores de las arenas...

-Lo siento, 3-PO, pero si me das a elegir entre los yuuzhan o los tusken, creo que

lo tengo bastante claro -apostilló Melan.

-Dile que agradecemos mucho su ayuda, pero que no podemos acompañarles. No

hasta que hayamos dado con la Cueva de los Dragones... Dile que allí nos esperan

más guerreros, y que el gran jedi Luke Skywalker está entre ellos... Vamos, ¿a qué

esperas, lingote de oro, díselo?

C-3PO tradujo las palabras de Fynoon Les a la lengua tusken y el morador de las

arenas las analizó durante unos segundos en completo silencio. Después se giró sobre

su montura para llamar a varios de sus compañeros que se acercaron andando hasta

donde ellos se encontraban. Intercambiaron palabras en su idioma durante un par de

minutos y, finalmente, el que montaba el bantha los miró mientras dejaba escapar

varios rugidos inconexos que C-3PO tradujo al instante:

-Dice que de acuerdo, que nos llevarán hasta allí a través de la montaña, pero que

antes debemos protegernos, pues se acerca una tormenta de arena...

Les y Gildren se miraron a los ojos con una evidente inquietud marcada en sus

579
respectivos rostros. A continuación, cada uno de los cinco subió a lomos de un bantha

diferente y, pasados unos minutos, la garganta quedó sumida en un silencio sepulcral

acorde con la estampa, plagada de cadáveres, resultante tras la brutal batalla que

había tenido lugar entre sus imperturbables muros de piedra.

A años luz de distancia, en un planeta perdido en un remoto sistema de la Zona

Salvaje, una nave anfibia de gran tamaño surca las profundidades del Mar de Guryyk.

En su interior, en un reducido camarote de paredes oxidadas, un niño se despereza

sobre un camastro quejumbroso. Tras sentarse al borde de su cama y frotarse los ojos

somnoliento, reconoce su mochila repulsora y su sable de luz apoyados contra la

pared. Dentro de la mochila, en el espacio entre los dos cohetes propulsores, guarda

la capa de nuun que le entregó el profesor Hoole. Se levanta para comprobar que

todavía sigue ahí. Al sacar un pedazo de ella en medio de la penumbra reinante, ve

como los diminutos parásitos nuun se agitan devorando el vong que tienen debajo.

Vuelve a meter la capa en la mochila, agarra su sable de luz y se encamina hacia la

puerta. Pero entonces oye que alguien le llama y da media vuelta. Y allí, sentado al

borde de la cama, ve la figura luminiscente de su padre que le sonríe:

-¡Papá! -grita, y a continuación corre hacia él para abrazarlo. Sin embargo su

cuerpo, intangible y envuelto de un aura azulada, se le escapa entre los brazos.

-Lo siento, hijo mío, pero no podemos tocarnos.

El niño lo mira con lágrimas en los ojos:

-Oh, papá, me gustaría tanto poder abrazarte... -le dice.

580
-Y a mí también, hijo, a mi también...

-No sabes cuanto te he echado de menos... Intenté comunicarme contigo una y otra

vez pero no pude... No sé por qué pero aunque me concentraba, me resultaba del todo

imposible...

-Lo sé, Mig-Wan, lo sé... Pero no fue culpa tuya, ni tampoco mía. Tu tío Kaneyi

había bloqueado mi presencia; con él cerca, comunicarnos era del todo imposible.

El niño agacha la cabeza y las lágrimas caen por sus mejillas:

-He pasado mucho miedo, papá, mucho, mucho miedo... En realidad sigo estando

muy asustado...

-No me extraña, hijo mío. Pero no te preocupes, es lógico...Yo mismo he sentido

miedo muchísismas veces.

-¿Tú?

-Por supuesto. En todos y cada uno de los momentos en los que he puesto mi vida

en peligro...

-Pero eso no es posible: nunca ha habido nadie tan valiente como tú...

-Ser valiente no significa no tener miedo; ser valiente significa tenerlo y a pesar de

ello enfrentarse a él, como tú has hecho... Solo los ignorantes y los locos no tienen

miedo, pero eso no los convierte en héroes. Recuérdalo siempre, Mig-Wan: no es

malo sentir miedo, siempre y cuando puedas controlarlo, porque ese miedo te ayudará

mantenerte con vida.

-Pero, papá, ahora estoy tan perdido... No sé qué hago aquí ni cual es la dirección

que he de tomar...

581
-Tu instinto te ha servido bien hasta ahora. Confía en él. Pero no lo olvides: debes

avanzar poco a poco. Primero encuentra a Chewbacca y luego busca el camino de

regreso a casa. Tu madre te espera y te necesita, pero también Luke y los otros. Debes

avisar a todos de lo que has visto aquí, debes advertirles de la inminente llegada de un

nuevo orden a la Galaxia. Pero por encima de cualquier otra cosa, hijo mío, debes

confiar en ti, como yo lo he hecho desde el mismo día en que naciste. Si lo haces,

controlaras tú miedo y la dirección que has de tomar aparecerá ante tus ojos clara y

diáfana.

-No sé si lo conseguiré.

-Por supuesto que lo harás.

-Pero yo no soy como tú, papá, y nunca podré serlo -el muchacho hace un gesto de

negación con la cabeza-; lo sé, sé que nunca podré ser como tú...

El padre lo mira a los ojos y sonríe:

-Afortunadamente, hijo mío, afortunadamente...

Padre e hijo se quedan entonces en silencio mirándose directamente a los ojos

mientras éstos se les inundan de lágrimas. En ese momento, la puerta metálica del

camarote vibra y retumba sacudida por varios golpes que llegan desde el pasillo:

-Mig-Wan, soy yo Tayra. Hemos llegado a la Isla de Grehm. Vamos a cargar

combustible y víveres. Si quieres estirar un poco las piernas en tierra firme, este es un

buen momento para hacerlo ya que después no pararemos hasta pasados varios días...

El niño mira a su padre y éste le sonríe de nuevo:

-Ve, hijo mío, ve... Y no te preocupes, yo siempre estaré a tu lado... -y tras sus

582
palabras, su imagen comienza a disiparse en el aire como la bruma de los bosques de

Endor bajo los primeros rayos del Ibleam.

-¡Papá, papá, no, no te vayas, no te vayas aún! -le grita Mig. Pero su imagen ya

no está frente a él. El niño enciende la luz y mira a un lado y a otro. Pero no, su padre

ya no está ahí, se ha ido. Las lágrimas vuelven a brotar de sus ojos y a resbalar por

sus mejillas. Pero entonces recuerda la última frase que su padre le ha dicho y eso le

insufla fuerzas y también valor. “Yo siempre estaré a tu lado”, su voz se repite en su

cabeza. “Yo siempre estaré a tu lado”. Se seca las lágrimas con las mangas de su

camisa y respira hondo un par de veces. “Yo siempre estaré a tu lado”. Luego da

media vuelta, sale por la puerta y se pone a caminar hacia el fondo del estrecho

pasillo.

583
Capítulo 73

El corredor subterráneo que unía el puerto con la Cueva de los Dragones era

amplio y se hallaba relativamente bien iluminado por una serie de pequeños

reflectores anclados, de forma un tanto rudimentaria, a las paredes de piedra. En su

día fue una vía secreta que comunicaba el Palacio de Jabba con el Puerto Espacial de

Mos Eisley, aprovechando las galerías naturales a las cuales se le habían añadido más

de cuarenta kilómetros excavados en la dura roca. A medio camino se encontraba la

Cueva de los Dragones, que funcionaba como salida de emergencia para, en caso de

necesidad, sacar a toda prisa las mercancías de los túneles. Jabba controlaba el

corredor principal y lo usaba para transportar armas, especia o tybanna de su palacio

al puerto o del puerto a su palacio. A parte de los transportes ilegales de Jabba, solo

los reptadores jawas tenían permiso en tiempos del Imperio para circular por aquellas

galerías y, a cambio, ellos se encargaban de su mantenimiento. Tras la muerte de

Jabba, la gruta quedó en desuso y aún más después de que Tatooine fuera admitido

como miembro permanente de la Liga Comercial, lo que significó una total

regularización de todas las actividades que tenían lugar en el planeta, así como una

584
estrecha vigilancia de éstas por parte de la Guardia Estelar con el objeto de mantener

los indices de criminalidad dentro de unos niveles aceptables. El Palacio de Jabba

volvió a ser el Monasterio de B'omarr, albergando durante los últimos veinte años la

Casa de la Gobernación y siendo además el lugar en el que se hospedaban todos los

altos mandatarios y diplomáticos que visitaban Tatooine. Fue aquí, en el Monasterio

de B'omarr, donde Leia Organa apareció muerta de forma misteriosa tan solo unos

pocos días después de la muerte de su hijo, el Gran Maestro Jedi Trey-Jeng Solo.

El grupo se ha detenido unos minutos para descansar tras un par de horas

caminando a través de la amplia gruta, cuyo techo se eleva más de diez metros sobre

sus cabezas. No se han cruzado con ningún animal desde que iniciaran la marcha, ni

siquiera ratas womp o scurriers, lo que no es de ninguna manera una buena señal. En

una esquina entre penumbra, Luke se halla sentado sobre un saliente de roca,

acariciando suavemente una trenza hecha con cabello de mujer. Dirk lo ve y se le

acerca caminado despacio:

-¿Has logrado establecer contacto con el Halcón Milenario? -le pregunta Luke

cuando está a su lado.

-No, y empiezo a estar preocupado de verdad.

-Tranquilo, Dirk, Gildren está bien... lo sé.

Aquellas palabras del viejo jedi ruborizan a Dirk Calrissian, el cual, como un niño

avergonzado, agacha la cabeza para quedarse en silencio mirando la punta de sus

botas.

-No debes sonrojarte, Dirk, pues el amor no debería nunca ser motivo de

585
vergüenza; solo el odio debería abochornarnos -le dice Luke con tono sereno.

Dirk levanta entonces la vista, pero los ojos de Luke han vuelto a posarse sobre la

trenza que tiene entre las manos.

-¿Algún problema, maestro? -le pregunta interesándose por su estado.

-No, estoy bien -le responde el jedi intentando borrar cualquier señal de

intranquilidad en su rostro.

-De acuerdo, pero no hace falta ser sensible a la Fuerza para darse cuenta de que

algo te inquieta.

Luke lo mira de nuevo y sonríe, pero su sonrisa no muestra alegría ninguna sino

todo lo contrario: es una de las sonrisas más tristes que Dirk ha visto nunca. Tras unos

segundos en silencio, el viejo maestro agacha la cabeza y aprieta con fuerza la trenza

entre sus dedos para, seguidamente, alzar otra vez la mirada:

-Hay una parte de este viaje que he de hacer solo, Dirk... Cuando llegue ese

momento, deberéis seguir sin mí.

-¿Cómo? ¿Qué estás diciendo?

-Una amenaza mucho peor que la de los yuuzhan vong se cierne sobre todos

nosotros y sobre el resto de la Galaxia... Por eso te pido que confíes en mí, Dirk...

Dirk se pierde en los ojos de Luke buscando respuestas, pero solo encuentra más y

más preguntas. Finalmente asiente con la cabeza y, sin dejar de mirar al último

caballero jedi, dice:

-Pase lo que pase, Luke, yo siempre confiaré en ti.

Es en ese momento cuando la avanzadilla que había sido enviada hacia delante

586
para reconocer el terreno regresa con muy malas noticias. Al parecer, a un kilómetro

más o menos, la gruta se halla bloqueada por un desprendimiento y resulta del todo

imposible seguir avanzando. Luke se levanta rápidamente y junto con Calrissian,

Wuher, Rupard, Bensiji y Drego se encaminan hacia el lugar donde el techo de la

gruta se ha venido literalmente abajo.

-¡Esta si que es buena, ahora estamos por completo atrapados! -exclama Drego,

nada más llegar al montículo de rocas que obstruyen el paso, mientras da un puntapié

a un pedrusco que hay a su derecha.

-Deberíamos haber contado con esto -dice Klatuk-; esta cueva lleva mucho tiempo

abandonada.

-Tampoco disponíamos de muchas más opciones -puntualiza Wuher.

-Tal vez podamos mover algunas rocas para así abrir un paso hacia el otro lado del

túnel. No creo que sea tan difícil -Rupard intenta encaramarse al montón de piedras

pero Luke lo detiene:

-Espera, Keyran... -luego se dirige al resto-. Apartaos todos, no quiero que nadie

resulte herido -y tras sus palabras, cierra los ojos y comienza a respirar

profundamente y muy despacio. Al cabo de medio minuto, las rocas y las piedras

amontonadas comienzan a vibrar y a temblar, como si algo invisible las estuviera

agitando desde abajo. Y entonces, de repente unas comienzan a rodar sobre otras

desplazándose hacia los lados hasta que por fin se abre un agujero, de un metro de

ancho por un metro de alto, por el que pasa la luz de los reflectores que hay al otro

lado del túnel. Una vez abierta la vía por la que continuar el viaje, Luke levanta la

587
cabeza y mira a Wuher:

-Avisad al resto, no podemos perder más tiempo aquí.

Una inmensa nube de color cobrizo choca contra las colinas de Mesra. La

tormenta las engulle en a penas unos segundos mientras remolinos de arenas traídas

desde los Bancos de B'omarr y desde las Llanuras Banthas giran sobre sí mismos

arrastrando tierra y rocas, que lanzan contra las montañas arañándolas,

desgarrándolas y quebrándolas. Protegidos en su interior de la peligrosa ventisca,

Fynoon Les, Gildren Dedel, Deislin Jamerith y Kublin Melan comen guisado de rata

womp cocinado por las mujeres tusken. A la derecha de Fynoon, C-3PO no pierde

detalle de lo que el jefe del grupo de moradores les está contando, para poder así

traducírselo luego a sus compañeros. Se hallan en un profundo abrigo excavado en la

roca por la acción erosionadora del océano que en otro tiempo cubría por completo el

Mar de las Dunas, e incluso hasta allí dentro llega el silbido de un viento que penetra

por cada uno de los agujeros que el tiempo ha tallado en la roca.

El jefe tusken les cuenta que han sido diezmados por los yuuzhan, y que ahora tan

solo quedan moradores en el Cañón del Mendigo, los Eriales de Jundland y la Meseta

de Mesra. También les dijo que ellos eran los últimos en aquel lugar, a penas unos

cien contando mujeres y niños, y que las últimas noticias recibidas a cerca de los

clanes del Cañón del Mendigo contaban que éstos habían sido exterminados por

completo. Por esa razón viajaban ahora hacia el oeste, hacia los Eriales de Jundland,

para unirse a los últimos tusken y seguir junto a ellos la lucha. Además ya no

588
quedaban banthas salvajes ni ningún otro animal de los que alimentarse en las

llanuras septentrionales, pues los yuuzhan los habían cazado sin descanso hasta no

dejar ni uno. El morador les preguntó si ellos venían también del Monasterio, pero

Fynoon les dijo que no, que ellos venían de un mundo lejano llamado Endor y que

habían llegado para ayudarles. El morador se mostró entonces muy interesado en

saber cuántos eran y Fynoon le respondió que diez guerreros y dos androides. Los

tusken se miraron los unos a los otros y comenzaron a murmurar un tanto

decepcionados. Segundos más tarde, el jefe del clan volvió a dirigirse a Fynoon. C-

3PO le tradujo las palabras fielmente:

-Dice que solos no duraremos mucho y que los últimos supervivientes se ocultan

en el Monasterio de B'omarr, pero que tampoco allí resistirán mucho más. Dice que

ellos van a unirse a los suyos en Jundland, pero que cualquier guerrero que desee

luchar contra los invasores será bienvenido.

-Pregúntale cuántos hay en ese monasterio -dijo Fynoon inclinándose hacia

delante. El morador dejó escapar unas cuantas frases llenas de gruñidos y sonidos

guturales que C-3PO volvió a traducir:

-Dice que no lo sabe con seguridad, pero que cree que unos doscientos o puede

que menos.

-Pregúntale que por qué no se unen y luchan juntos... Vamos, pregúntaselo...

(...)

-Dice que porque los que se refugian en B'omarr no quieren luchar, solo

esconderse y esperar a ser cazados. Dice que ellos no esperarán y que si tienen que

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morir, morirán luchando...

-Cada vez me caen mejor estos salvajes -intercedió Melan.

-Pregúntale por los jawas -intervino Gildren-; diles que todavía no hemos visto

ninguno.

(...)

-Dice que quedan pocos, que se ocultan bajo la tierra como los profoggs y que a

penas salen a campo abierto.

-Pregúntale también por Anchorhead, la ciudad natal de Nikbi -intercedió Deislin.

(…)

-Oh, dice que ha sido arrasada por completo por los yuuzhan y que no hay...

supervivientes. Dice que además han establecido allí su principal colonia, donde las

plantaciones de vong se extienden como una enorme mancha negra sobre la tierra

rojiza durante kilómetros y kilómetros alrededor de su nido, que es vigilado día y

noche por miles y miles de guerreros yuuzhan. Dice que acercarse allí significa una

muerte segura.

-Pobre Nikbi, esta noticia lo destrozará -dijo Gildren.

-Bueno, al menos sabemos que hay supervivientes -añadió Fynoon-; pocos, pero

los hay.

-Si estás pensando en evacuar a unas doscientas personas o más de este planeta, te

recuerdo que el Halcón Milenario no está diseñado para transportar tal cantidad de

seres vivos, así que necesitaríamos agenciarnos una nave de gran tamaño -incidió

Kublin Melan-. Y no sé tú, capitán, pero yo no pienso vover a acercarme al puerto de

590
Mos Eisley. Sería una locura.

-Lo sé... Tal vez en Mos Espa la cosa no esté tan animada...

Justo en ese instante, la conversación quedó interrumpida por un morador de las

arenas que se acercó al circulo que habían formado alrededor de la hoguera para

avisarles de que la tormenta había pasado. De repente un rayo de luz iluminó la

entrada a la caverna. Deislin se levantó y caminó hasta allí para asomarse al exterior.

Fuera, enormes montículos de arena se desperdigaban aquí y allá como nichos

dejados por el fiero vendaval. Enseguida esos bultos comenzaron a moverse y a

sacudirse la tierra de encima; y en a penas unos segundos, una manada de banthas

apareció frente a ella. El cielo estaba despejado, los dos soles brillaban en el

firmamento y la inmensa nube de arena se alejaba hacia el sur, directamente hacia

Mos Eisley. Entonces el jefe de los tusken se puso en pie y dijo algo que a C-3PO le

costó entender:

-Nangujuru, debemos seguir a Nangujuru. Dice que él nos protegerá de los

invasores...

-¿Nangujuru? ¿Quién es Nangujuru? -preguntó perplejo Kublin Melan.

-La tormenta de arena -explicó C-3PO-; creo que Nangujuru es el nombre que los

tusken le han dado a esta tormenta de arena.

Nessa Retts departía con Nikbi mientras esperaban el regreso de Luke Skywalker

y los demás, que se habían adelantado para ver el estado de la gruta. Un twi'lek y dos

humanos vigilaban el lado oeste, mientras que Gial Uzig, otros dos humanos y un

591
erkit vigilaban la zona este de la galería. Nikbi quería saber cuántos habían logrado

huír de Anchorhead y hacía donde habían ido. Nessa le explicó que ella sabía que

varios reptadores y speeders habían escapado, unos en dirección a B'omarr y otros

hacia Mos Eisley. Sin embargo no podía decir con exactitud la cantidad de

supervivientes. Lo que sí que podía decir era que Anchorhead se había convertido en

la principal colonia yuuzhan vong de Tatooine, con grandes plantaciones de vong

alrededor de un enorme nido alimentado y protegido por miles de guerreros que

patrullan la zona a bordo de sus yorik-strohna. Es allí donde los moldeadores van

poco a poco gestando un nuevo koros-strohna, que pronto estará listo para surcar los

cielos del planeta, hasta salir de su atmósfera llevando una pequeña colonia en su

interior con el objetivo de fecundar un nuevo mundo. Nikbi escuchaba atentamente a

Nessa, pero su mente a veces divagaba presa de una preocupación que lo acosaba sin

descanso. Calrissian llegó donde estaban ellos y se puso a escuchar. Al cabo de un par

de minutos, llamó la atención de ambos:

-Debemos movernos, Luke ha logrado abrir una vía hacia el otro lado. Ahora ya

podemos continuar.

Nessa se puso en pie y caminó hacia donde estaban sus hijas.

-¿Me has oído, Nikbi?

El muchacho giró la cabeza desorientado:

-Ah, sí, sí... Perdone, comandante, estaba pensando en otra cosa.

-No te preocupes, Nor'eben, te entiendo perfectamente.

La mirada del joven Guardia Estelar seguía perdida:

592
-Mis padres tienen... tenían una granja de humedad al sur de Anchorhead. Era de

mis abuelos. Se sacrificaron mucho para poder enviarme a la Academia de Endor. La

última vez que hablé con ellos fue hace unas tres semanas. Fue en una

holoconferencia muy corta, de a penas un par de minutos, pero puede verlos a los dos

y también a mis hermanos... Todavía no puedo creer que todo esto esté ocurriendo de

verdad...

-Sí, imagino por lo que debes estar pasando. Pero no pierdas la esperanza. Ya oíste

a Nessa, muchos vehículos lograron escapar de la ciudad durante el ataque...

-Lo sé, comandante. Es a eso a lo que me aferro...

Cinco minutos después, el grupo había reanudado la marcha. Dirk se acercó a

Luke, que encabezaba la expedición.

-Oí decir a Nessa Retts que hay más supervivientes en B'omarr. Unos doscientos o

trescientos.

-Sí, lo sé, me lo dijo Wuher. Aunque no hay comunicación con ellos desde hace

más de una semana y las noticias que les han llegado últimamente sobre lo que está

ocurriendo allí son confusas y contradictorias.

-Necesitaremos una nave de gran tamaño para evacuar a toda esta gente de aquí.

-Así es.

-¿De dónde la vamos a sacar?

-Hay una viniendo de camino en estos momentos.

-¿Cómo?

-Llegara en un par de días. Tal vez antes.

593
-¿Estás completamente seguro?

-Si.

-¿Enviadas por el Núcleo?

-No exactamente.

-Bueno, de todas formas es una excelente noticia... ¿no?

-No, Dirk, no lo es. Antes de que ellos lleguen vosotros deberéis marcharos en el

Halcón Milenario. Mientras tanto debemos ganar tiempo.

-¿Qué quieres decir? No termino de comprender bien...

-Quiero decir que lo primero que debemos hacer es destruir ese nido yuuzhan de

Anchorhead.

-¿Qué? Nessa Retts y otros del grupo de supervivientes hablan de miles y miles de

yuuzhan vong. Solamente acercarse sería un suicidio. Además, ¿como podríamos

destruir ese nido sin disponer siquiera de un solo caza-bombardero?

-Los yuuzhan vong no lo saben. En realidad no tienen por qué saberlo.

Seguramente eligieron ese emplazamiento porque es un lugar llano con un buen suelo

y fuera del Mar de las Dunas, donde las tormentas de arena son más habituales y

mucho más intensas. Sin embargo, bajo sus pies se halla la mayor reserva de tybanna

de todo Tatooine, administrada y convertida en energía en la Estación Tosche. Si

volamos la estación, volaremos Anchorehead del mapa y con la ciudad, desaparecerá

también la colonia yuuzhan.

-¿Y cómo vamos a hacer tal cosa?

-Eso es lo que todavía no sé, Dirk... Eso es lo que todavía no sé...

594
Capítulo 74

La isla de Grehm era un pedazo jungla de no más de diez kilómetros cuadrados en

mitad del Mar de Guryyk. En realidad formaba parte de lo que los hombres de Fett

llamaban el Archipiélago de las Kimegas, unas pequeñas islas situadas a unos tres mil

kilómetros de la costa norte del supercontinente de Kimerodesia. De las quince islas

que conformaban el archipiélago, solo tres estaban habitadas por algo más que vida

salvaje: Grehm, Toldas y Tezin. Y de las tres, Grehm era la única sobre la cual se

había construido algo semejante a una ciudad. Era un lugar peligroso, pues no se

regía por ley de ningún tipo, careciendo además de un gobierno real. Constituía un

punto estratégico tanto dentro del planeta -ya que se hallaba en medio de la ruta a

través del Mar de Guryyk hacia Krenatpur, el otro gran supercontinente de Karnakia-,

como en el propio sistema Sankorak, emplazado en uno de los sectores del espacio

menos cartografiados de la galaxia. Así pues, se podía afirmar, sin riesgo a error, que

aquella diminuta isla era uno de los lugares más perdidos y recónditos de todo el

universo conocido.

El Legado de Jaster llegó a la isla bien entrada la tarde. Atracaron en un puerto

rudimentario junto a otras naves y esquifes anfibios. Tayra le explicó a Mig que

595
muchos de los contrabandistas y piratas que recorrían el planeta, lo hacían ahora bajo

la superficie de sus mares y océanos, ya que tras el inicio de la construcción de su

Estación Militar, el Mandalore había establecido un estricto control del espacio aéreo

en todo el Sistema Sankorak, lo que hacía que sobrevolar Karnakia le resultara

peligroso a todas aquellas tripulaciones que no habían obtenido un salvoconducto.

Aún así la vigilancia era difícil y se centraba sobretodo en Sankorak y Erios, lugares

a los que era mejor no acercarse. Karnakia, por su parte, seguía manteniendo en gran

parte la condición de planeta salvaje y marginal, siendo el refugio perfecto para

proscritos y malhechores de la peor calaña.

Se estableció que un grupo de diez hombres de confianza acompañaran a Boba y

Tayra a tierra firme, mientras que el resto permanecería en la nave en contacto

continuo con la expedición. A Mig le sorprendió mucho ser elegido entre esos diez

hombres y de repente se vio paseando por las callejuelas de lo que parecía ser un

pueblo de bucaneros, cuyas casas de madera de una sola altura se desplegaban sin

orden ni concierto al abrigo de la selva. La enorme gigante roja comenzaba ya a

declinar y las calles se encontraban rebosantes de gente de todo tipo y condición.

Habían puestos donde se vendían los brebajes más extraños; tambíen diferentes tipos

de especia que sin nigún pudor eran expuestos para que los viandantes los pudieran

observar detenidamente. Al lado, un cazador vendía pieles exóticas de animales que

Mig no había visto nunca antes. El calor era intenso y la humedad le hacía sudar a

chorros, pero sin duda era ese olor nauseabundo que todo lo impregnaba lo más

desagradable de todo. Resultaba además dificultoso moverse por aquellos retorcidos

596
callejones, pues el pueblo entero parecía un mercado, pero un mercado negro, donde

la mayor parte de las cosas que se vendía habrían sido consideradas ilegales en

cualquiera de los mundos de la Liga. Paseando por aquellos senderos abiertos en la

selva a machetazos, y con un ambiente tan bullicioso, pronto la sensación de agobio

fue creciendo dentro de Mig hasta hacerse casi insoportable. Boba ordenó a cinco de

sus hombres que fueran a comprar viveres mientras los demás se encaminaban hacia

una taberna situada al final de la que parecía ser la calle principal. Una twil'ek medio

desnuda agarró a Mig del brazo y le dijo algo que éste no entendió. La twil'ek insistió

y Tayra le espetó un par de palabras marcadamente agrias que la hizo retroceder de

inmediato. Y cinco minutos más tarde el grupo entraba en la taberna y se sentaba en

un rincón entre penumbra, esperando el contacto con quien debían tratar la compra de

un par de toneladas de hipermateria. La taberna estaba a rebosar y tripulantes de

dudosa procedencia se repartían por los taburetes y las mesas. Boba le repitió a sus

hombres que no quería verlos participar en ninguna partida de sabacc ni de ningún

otro juego hasta haber cerrado el trato con Negula. Como siempre, nadie puso una

sola objeción. En la barra, un nicto y un androide repartían bebidas a diestro y

siniestro. Boba sacó un puró y lo encendió. Luego ordenó a uno de sus hombres que

trajera una botella de deltron. Justo en ese momento, la puerta de la taberna se abrió y

un humanoide de piel azulada y ojos rojos como rubíes entro por ella acompañado

por tres barabels y dos wequays. El humanoide se detuvo en mitad de la sala y

comenzó a peinarla con la mirada. Al verlo desde el fondo, Boba Fett se llevó los

dedos a la boca para proferir un largo y agudo chiflido. El chiss se giró y sonrió. Y a

597
continuación caminó directo hacia ellos. Al instante, los hombres de Boba Fett se

levantaron de la mesa y se colocaron detrás de su líder. Tayra y un Mig un tanto

desubicado hicieron lo propio. Cuando llegó a su altura, el chiss lo miró a los ojos y

con sin dejar de sonreír maliciosamente dijo:

-Boba Fett... ¡Cuánto tiempo!

-Ya lo creo, Delar. Por lo menos quince años.

-Dieciséis, para ser exactos.

-Pero siéntate, vigo, vamos -uno de los hombres de Fett dejó una botella de deltron

sobre la mesa junto a un par de vasos al tiempo que Delar Négula arrastraba una de

las sillas y se sentaba frente al viejo pirata mandaloriano:

-¿Y bien? Me dijeron que querías verme.

-Necesito dos toneladas de hipermateria pura recién refinada.

Négula soltó una forzada carcajada:

-¿Estás loco? Esa cantidad de hipermateria es imposible de conseguir ya en este

sistema. Las tropas de Nerpheus Skirata han requisado todas las refinerías

clandestinas. Ni siquiera Zarko podría conseguirte tal cantidad hipermateria... No, es

imposible, del todo imposible...

Boba Fett llenó los dos vasos y le entregó uno a Négula:

-Está bien, ¿cuánto podrías conseguirme?

-No sé, trescientos kilos... Tal vez quinientos. Y te costará caro, muy caro...

-¿Trescientos kilos? ¿Me tomas el pelo? Me habían dicho que ahora controlabas el

mercado en Karnakia, pero al parecer me dijeron mal...

598
Négula sonrió:

-Nadie podrá conseguirte esa cantidad de hipermateria en todo el Sistema

Sankorak... A no ser que...

-¿Qué?

-Que lo robes...

-¿Robarlo? ¿A quién, al Mandalore?

-No, viejo pirata, eso es imposible: tiene una flota capitaneada por un destructor

imperial defendiendo Erios... No, eso sería un suicidio. Sin embargo, curiosamente

hace unos días me enteré de que Zarko está manteniendo tratos con Sigul el

Despiadado, quien controla el tybanna del Sector Vedular. Al Mandalore o a Wer-

Akum no les haría ninguna gracia, si llegaran a enterarse, pero esa es otra cuestión.

Lo que a nosotros nos importa es que va a recibir un cargamento muy pronto, y

quizá... Bueno, ya sabes, quizá podría intentarse...

-¿De cuánto estamos hablando? -Boba vació su vaso de un solo trago.

-De veinticinco o treinta toneladas... Tal vez más.

El viejo pirata miró a su hija y luego a S'ruhl. Mig, mientras tanto, observaba la

escena sin perder detalle.

-Está bien -prosiguió Boba-; deja que lo piense. Mañana por la mañana te daré una

constestación al respecto.

-De acuerdo -Delar Négula se terminó el deltron y dejó el vaso boca abajo sobre la

mesa-; pero recuerda: no tendrás nunca otra oportunidad como ésta -la silla chirrió

arrastrada contra el suelo y el antiguo vigo del Sol Negro se levantó para,

599
seguidamente, caminar hacia la puerta de la taberna flanqueado por sus secuaces.

-Te traicionará... -dijo Mig nada más se hubo marchado. Boba levantó la mirada y

lo miró complacido.

-Una vez le hayas ayudado a hacerse con esa hipermateria -continuó diciendo el

niño-, te entregará a las tropas de mi tío... Lo he leído en su mente.

La lanzadera Gaupa II llevaba un par de horas fuera del hiperespacio,

deambulando aparentemente sin rumbo por una zona poco transitada de más allá del

Borde Exterior. En el habitáculo del pasaje, la situación se había vuelto dramática

para el oficial médico anomid Obel Baral, quien, debido a la abundante perdida de

sangre, se hallaba inconsciente en su silla esposado de pies y manos. Keeva Ayak,

sentada a su lado, le pidió a Lagor que permitiera a Adnú Efulá darle un poco de agua

y aplicarle luego unos parches de bacta. La teniente recibió un fuerte puñetazo como

respuesta y la sangre comenzó a brotar por sus fosas nasales. Emirna Quayke tapó

entonces los ojos de sus hijos con sus manos, pero era difícil que éstos no captaran la

violencia que allí dentro se respiraba, una violencia que era capaz de calar la ropa y

hasta atravesar los poros de la piel.

-Eres muy valiente, borg, con una mujer maniatada -le dijo Adnú Efulá desafiante.

-No me provoques, vieja -Houba Lagor caminó hacia la anciana y la agarró del

cuello con su mano izquierda.

-¡No, por favor, suéltala, no es más que una anciana! -le suplicó Emirna mientras

su hija Phayne se acurrucaba en su pecho presa del miedo y la angustia. Pero justo en

600
ese momento, la puerta del habitáculo se abrió y por ella entró un Jakur sonriente y

relajado:

-Suelta a la vieja, Lagor.

Lagor abrió el puño y la vieja cayó al suelo para retorcerse sobre el piso como un

pez fuera del agua.

-¿Has logrado comunicarte con ellos? -le preguntó el borg aqualish impaciente.

-Sí, y ha resultado ser un carguero pesado de la flota de Sigul.

Lagor soltó algo parecido a una carcajada:

-¡Vaya, hoy es nuestro día de suerte!

-Así es... -el dashade hizo un gesto con la mano- ...el de todos... Se dirigen a la

Zona Salvaje profunda usando esta misma ruta, larga y dificultosa, para de este modo

evitar a los mandalorianos. He marcado las coordenadas; en una media hora

tendremos contacto visual con ellos...

Lagor dejo escapar otra de sus risas siseantes:

-Entonces ya no los necesitamos, a ninguno de ellos -y a continuación su rostro se

llenó de repente de una terrorífica expresión de codicia-; déjame atravesarlos con mi

aguijón, vamos, quiero arrancarles el corazón a todos con mis propias manos...

-Está bien, Lagor, son todo tuyos... Pero resérvate al piloto para el final, ¿de

acuerdo?

-No te preocupes, el piloto no es quien más me interesa -el borg aqualish se giró

para mirar a Emirna y a sus hijos, que observaban la escena completamente aterrados.

Pero antes de que Lagor se acercara a la familia del gobernador de Endor, el gigante

601
negnita, que hasta ese momento se había mantenido arrodillado en un rincón de la

sala y en completo silencio, se puso de pie y gritó un “no” que retumbó por toda la

sala como el trueno de una tormenta que avisa del relámpago.

-No te metas en esto, Indómito. Ya has oído a Jakur, hemos encontrado un

carguero borg, la aventura ha terminado...

-No consentiré que le hagas daño a esos niños ni tampoco a su madre -Tchalka

Kalapawog caminó despacio hasta colocarse entre Houba Lagor y la familia Quayk.

-Basta, ya está bien... -intercedió Jakur-. En realidad, Indómito tiene razón, Lagor.

¿Sabes cuánto dinero podríamos sacar por ellos? El gobernador estaría dispuesto a

darnos todo lo que le pidamos. Sería absurdo perder todo ese dinero solo por una

satisfacción personal. Sigul no nos lo perdonaría...

Houba Lagor se quedó pensativo un rato, dudando, mirando al suelo y luego al

frente. Los músculos de su rostro se tensaron, luego levantó la vista. Delante de él

había una mole de trescientos kilos capaz de arrancarle la cabeza con sus propias

manos. Pero él podía derrotarlo, tal vez tuviera solo una oportunidad entre mil, pero

la tenía. Sin embargo no ahora, no así, en una lucha cara a cara. Así, nadie excepto

un jedi o sith podía derrotar a Tchalka Kalapawog.

-De acuerdo -dijo al fin-; no tocaré a los Quayk, pero el resto son míos -luego

miró a Jakur. Éste a su vez miró a los ojos de Indómito, quien sin pestañear dio media

vuelta para dirigirse a la mujer y a los niños:

-Será mejor que me acompañéis a vuestro camarote. Lo que va a ocurrir aquí no

será agradable de ver.

602
Capítulo 75

Fue uno de los er'kits quien descubrió los huevos en mitad del amplio pasadizo.

Formaba parte de un grupo que se había adelantado para inspeccionar el lugar y en el

que también se encontraban Keyran Rupard, Dirk Calrissian y Luke Skywalker.

Llevaban unas tres horas de marcha y la Cueva de los Dragones no debía de andar ya

muy lejos. Sin embargo ahora llegaba la parte más complicada de su periplo, pues

debían dejar el corredor principal y adentrarse por las galerías secundarias que subían

hasta la superficie para encontrar así la entrada a la cueva. Fue mientras exploraban

uno de estos corredores, uno que se hallaba iluminado por puntos de luz excavados en

las paredes de roca, cuando el er'kit llamado Duarni Biss econtró en una equina

cáscaras de huevos de dragón. Bensiji, el toydariano, voló hasta donde el er'kit se

encontraba para inspeccionarlos de cerca:

-No hay duda, son huevos de krayt -aseveró tras arrojar un trozo de cáscara al

suelo.

-Entonces debemos movernos deprisa -añadió Rupard-; la madre no debe andar

muy lejos.

603
-No tiene por qué, no nos hallamos en su nido. Alguien trajo hasta aquí estos

huevos y se dio un festín con ellos, simplemente...

-Aún así será mejor buscar otra ruta hacia el exterior -convino Dirk Calrissian.

Pero entonces un alarido agudo y metálico reverberó por toda la gruta y, de repente,

el androide astromecánico que los acompañaba había desaparecido por completo.

-¡¡¡R2!!! ¡¡¡R2!!! -gritó Luke, y a continuación todos se pusieron a buscarlo y a

llamarlo deseperadamente. Sin embargo, el pequeño droide se había esfumado sin

dejar rastro:

-¿Qué significa esto? ¿Cómo puede haber desaparecido? Si estaba justo detrás mío

hace un momento -se maldecía Calrissian.

-Tal vez los yuuzhan se lo hayan llevado... Quizá nos estén observando ahora

mismo bajo sus capas de nuun -dijo un receloso Drego.

-Los yuuzhan vong no secuestran droides, botarate -le replicó Klatuk Bensiji.

-Y entonces dime, ¿dónde se ha metido ese pedazo de chatarra, eh?

Al ver que no había forma de encontrar a R2d2, Luke sacó su intercomunicador

para intentar captar la señal que el androide debía emitir en caso de encontrarse en

peligro. Sin embargo no resultaba nada fácil dar con dicha señal ya que, desde que

llegaran a Tatooine, el funcionamiento de todos los aparatos electrónicos dejaba

mucho que desear. Finalmente su receptor captó algo que podría ser una débil señal

de baliza emitida por una unidad astromecánica.

-Está bien, volved con el resto y esperad aquí hasta que regrese -ordenó el viejo

maestro. Pero ni Dirk ni Keyran estuvieron dispuestos a dejar ir solo al jedi e

604
insistieron en acompañarle. Luke no pudo convencerlos de lo contrario y los tres se

pusieron a seguir la señal que supuestemente les estaba enviando R2d2.

Se internaron por unas oscuros y húmedos corredores guiándose por los haces de

luz de los blasters que empuñaban Rupard y Calrissian.

-Esto no tiene sentido... -mascullaba Dirk-. No me explico como R2 ha podido

desvanecerse así... ¡¡¡R2!!! ¿Me oyes? ¿Me oyes, R2? -gritaba sin obtener respuesta

alguna. Siguiendo la señal giraron por un estrecho túnel que les obligó a caminar

encorvados hasta salir a una galería débilmente iluminada y mucho más amplia que

los recibió con una tenue corriente de aire frío.

-¿Notas ese soplo de aire? -preguntó Rupard.

-Sí, es posible que nos estemos acercando a la salida de la cueva -opinó Luke.

-Ufff, ¿oléis eso? -preguntó Dirk.

-Sí, huele como a estiercol de bantha...

-Reconozco ese olor -añadió el viejo maestro-; lo he olido muchas veces -y a

continuación se detuvo en medio de la galería para recorrerla de lado a lado con la

mirada.

-¿Ocurre algo, maestro? -le preguntó inquieto Keyran Rupard. Pero el jedi no

contestó, y después de varios segundos escrutando detenidamente la gruta, rodeó

boca y nariz con ambas manos para dar así más potencia a su voz:

-¡¡Mi nombre es Luke Skywalker y habéis robado algo que me pertenece!! -las

palabras de Luke reverberaron por toda la gruta rebotando en la lejanía hasta

disiparse por completo. A continuación se hizo el silencio.

605
-¿A quién se dirige? -le preguntó Rupard a Calrissian, a lo que éste respondió

encogiéndose de hombros.

-¡¡No tengáis miedo, no vamos a haceros daño, estamos aquí para ayudaros!!

Hubo un nuevo silencio que duró aún más que el anterior. Finalmente, al no

obtener respuesta, Luke encendió su sable de luz y lo levantó por encima de su

cabeza tiñendo de azul las paredes, el techo y el suelo de la galería. Entonces, al cabo

de unos segundos, comenzaron a aparecer caminando muy despacio hacia ellos. Eran

homínidos de un metro de altura y ataviados con largas túnicas marrones cuya

capucha ocultaba parcialmente sus rostros mientras sus enormes ojos, brillantes y

amarillos, refulgían en la penumbra como faros en mitad de una tormenta.

-¡¡¡Jawas!!! -exclamó Dirk Calrissian.

Uno de ellos se acercó a Luke y le hizo una extraña señal con sus manos que Luke

pareció entender. Luego se giró y dijo algo a su compañeros en su extraño idioma.

Entonces dos de ellos empujaron un objeto metálico hasta donde los demás se

encontraban. Ese objeto metálico resultó ser R2d2. El primero de los jawas apuntó

con su perno de contención y, de pronto, R2 se puso en funcionamiento.

-Gracias -le dijo Luke al tiempo que apagaba su sable.

El jawa hizo otro gesto con las manos y Luke prosiguió:

-Buscamos la salida a la Cueva de los Dragones. Hemos de encontrarnos allí con

más de los nuestros.

El jawa reaccionó con cierto desasosiego y volvió a mover sus manos con energía.

-¿Qué ocurre? -preguntó Dirk.

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-Dice que no es seguro, que muchos yuuzhan patrullan la zona -Luke se giró y

volvió a dirigirse al jawa-...Aún así, por favor, muéstranos el camino. Pero antes de

que el jawa pudiera seguir con sus extraño lenguaje de signos, Luke lo detuvo con un

gesto de su mano:

-¡Rápido, caminad hacia el fondo!

-¿Qué pasa ahora? -preguntó Dirk. Luke no contestó, solo se limitó a dar unos

pasos hacia delante hasta que, de repente, la bestia apareció ante ellos saliendo de la

oscuridad y rugiendo con fiereza. Rupard y Calrsissian apuntaron con sus rifles,

enfocándola con sus haces de luz. Los jawas hicieron lo propio con sus linternas pero

batiéndose en retirada. Sin embargo no había salida alguna de la galería: estaban

atrapados frente aun enorme dragón krayt.

-¡Alto, no le disparéis! -exclamó Luke Skywalker para, a continuación, seguir

caminando hacia él muy despacio. El krayt lo esperaba a unos diez pasos, rugiendo,

enseñando sus dientes y derribando estalagmitas con su poderosa cola de más de tres

metros de largo. Era un animal formidable y poderoso, que como ellos, luchaba por

sobrevivir en aquel infierno en el que se había convertido Tatooine. Por eso Luke

ordenó a Dirk y a Keyran que no dispararan, pues aquel dragón krayt podría muy

bien ser el último que habítara el planeta. El jedi se puso delante, cerró los ojos y

levantó su brazo extendiéndo la palma de su mano hacia arriba. El krayt rugió y luego

cargó contra él sin pensarlo. Rupard y Dirk se extremecieron pero antes de que

llegaran a disparar sus armas, el reptil se detuvo a escasos centímetros del viejo

maestro. Rugió un par de veces, golpeó con la cola el suelo y finalmente comenzó a

607
tranquilizarse. Luke, todavía con los ojos cerrados, podía notar su respiración en la

cara. Un minuto después, el krayt dio media vuelta y desapareció por los oscuros

túneles que habían a su espalda. Entonces Luke abrió los ojos y llenó sus pulmones

de aire. Al instante notó una mano en el hombro. Se giró y vio a Dirk que lo

observaba asombrado:

-Ha sido increible, maestro... No sabía que se pudiera usar la Fuerza con los

dragones krayt.

Luke sonrió:

-Ni yo tampoco.

Una manada de unos treinta banthas camina con paso lento y constante a través

del desierto en dirección a la Cueva de los Dragones. Han dado un pequeño rodeo

para detenerse antes en una amplia explanada a los pies de la meseta de Mesra. La

razón de esta leve modificación de su ruta se debió a que una vez pasada la tormenta,

y tras asomarse Fynoon Les al borde de la montaña, éste pudo distinguir en la lejanía

lo que parecían los restos de una carguero espacial. El borg insistió en que quería

comprobar el estado de aquella nave y logró convencer al jefe tusken para desviarse

hacia el este dando un pequeño rodeo. Ellos habían sobrevolado aquella misma zona

horas antes a bordo del Halcón Milenario, sin embargo no habían visto nada salvo

dunas y más dunas. No obstante, el paso de la tormenta de arena había desenterrado

parte del fuselaje de un viejo carguero pesado que debió haberse estrellado en aquel

lugar hacía días, tal vez semanas. En su interior no encontraron nada salvo toneladas

608
de combustible y víveres para un numeroso pasaje. Las bodegas de carga se habían

habilitado como camarotes de forma un tanto rudimentaria, lo que indicaba que el

carguero había sido preparado con premura para el transporte de pasajeros. Habían

manchas de sangre por todos los lados y el fuselaje presentaba importantes golpes y

abolladuras. Además uno de los motores antigravitatorios estaba severamente dañado

así como los escudos deflectores, los cuales se habían pulverizado en el accidente.

Sin embargo, cuando Fynoon entró en la cabina pudo comprobar que tanto los

hiperpropulsores como los soportes de vida estaban en perfecto estado. También los

sistemas de navegación y comuncaciones parecían no haber sufrido daños. Fuera, los

tusken, que rodeaban la nave atentos al menor movimiento, comenzaban a

impacientarse. Uno de ellos le dijo algo al jefe que a Deislin no le sonó demasiado

bien. En realidad no le faltaba razón, pues estaban arriesgando mucho permaneciendo

a campo abierto en aquel lugar, a espensas de ser descubiertos por cualquier yorik-

strohna que sobrevolara la zona. Entonces una de las escotillas de la cabina se abrió y

por ella apareció Les, que saltó a tierra y caminó hacia donde se encontraba la

teniente Jamerith, Gildren Dedel, Melan y C-3PO:

-Creo que esa nave podría sacar de aquí a toda esa gente atrapada en B'omarr -dijo

cuando estuvo a su lado.

-¿Estás seguro? -le preguntó Gildren.

-Completamente...

-Es posible, capitán -intercedió el bothan-; pero olvidas un detalle: los yuuzhan

vong. Esa nave intentó en su día salir de la atmósfera de este planeta y no lo

609
consiguió. Y seguramente entonces era más factible que ahora... No, siento decirlo

pero creo que estamos atrapados en este maldito desierto.

-Tal vez sí, o tal vez no -añadió Les-. Si hubiera una manera de aniquilar ese nido,

los dovin basals creados en su interior morirían y entonces tendríamos una

oportunidad -uno de los tusken hizo una seña con el brazo y soltó un largo bramido

haciendo que todos los banthas se pusieran en marcha en dirección a las montañas.

-Capitán, destruir un nido yuuzhan con las fuerzas de las que disponemos es

simplemente imposible -sentenció Melan.

-Nada resulta fácil en un universo como el nuestro. Pero, del mismo modo, no hay

nada imposible -aseveró Gildren mientras subía a lomos de su bantha. Entonces, justo

en ese instante, un jinete tusken comenzó a gritar apuntando con su ganderffi hacia el

cielo. El lider del clan dio la orden de salir a la carrera hacia las montañas donde les

esperaban las mujeres y los niños. Al levantar la vista, Gildren pudo ver unos cinco

vehículos yuuzhan de gran tamaño que se acercaban a toda velocidad:

-Son yuuzhan y vienen hacia nosotros... -repetía C-3PO visiblemente asustado.

-¿Crees que nos habrán visto? -preguntó Kublin Melan a lomos ya de su bantha.

-No pienso quedarme aquí para comprobarlo -le respondió Les. Y en un par de

minutos habían despejado el lugar, en el que tan solo quedó un enorme carguero

interestelar medio engullido por la arena del desierto.

Como muestra de gratitud por haber detenido el ataque del krayt, Luke, Rupard y

Calrissian fueron guiados por los túneles hasta las puertas de un enorme reptador en

610
cuyo interior se escondía el resto del clan jawa. Una vez dentro, el vehículo se puso

en marcha y comenzó a avanzar por una amplio corredor labrado en la roca que

comunicaba el túnel principal con la entrada a la Cueva de los Dragones. Los jawas

se habían encargado de la construcción y el mantenimiento de gran parte de aquellos

túneles que en su día sirvieron para el transporte de mercancías ilegales desde el

Palacio de Jabba hasta el puerto espacial de Mos Eisley. Durante el trayecto, el líder

del clan usó su complejo lenguaje de signos para contarle a Luke que la mayoría de

los jawas habían desaparecido de Tatooine presa de los yuuzhan. Su fuerte olor

corporal, que les servía para intercambiar todo tipo de información entre ellos, había

sido la principal causa por la que a los yuuzhan les había sido tan fácil seguir su pista

en la supeficie. Luke le preguntó si había algún otro clan jawa en la zona a lo que el

jefe del clan respondió con un rotundo “no”. También le contó que en el seno del clan

habían comenzado a surgir las disputas, pues la comida escaseaba bajo tierra y

últimamente resultaba harto difícil encontrar ratas womp o scourriers, animales que

tan solo una semana antes era habitual ver corriendo por los túneles. Mientras Luke y

el jawa dialogaban, Dirk le explicaba a Uzig a través de su intercomunicador cual era

la situación en la que se encontraban. Pasados unos diez minutos, el reptador llegó a

una sala enorme donde el resto del grupo les estaba esperando. Cuando todos

hubieron subido a bordo, los jawas que conducían el vehículo todoterreno

maniobraron para poner el reptador rumbo a la salida de la cueva mientras los

supervivientes de Mos Eisley se desperdigaban por el suelo. Fue entonces cuando

Nor'eben Nikbi se acercó a Luke Skywalker:

611
-Es curioso, maestro... -le dijo.

-¿El qué, Nor'eben?

-Que este vehículo funcione sin nigún problema mientras que los deslizadores y

las naves interestelares mucho más avanzadas hayan quedado del todo inservibles en

este planeta.

-La tecnología de este reptador es tan primitiva que no le afectan ni las

interferencias gravitatorias ni las electromagnéticas.

-Lo sé... Y eso me ha hecho pensar mucho al respecto...

-Adelante, cuéntame...

-En fin, es una locura, lo sé, pero bueno, me ayuda a pasar el rato y quitarme de la

cabeza los malos pensamientos... -el joven bajó la cabeza y sin pestañear añadió- He

pensado que... Bueno, que si llenaramos un vehículo de estos hasta los topes de

tybanna y lo lanzaramos contra la Estación Tosche, volaríamos por completo todo

Anchorhead, y con la ciudad, reventaríamos ese condenado nido yuuzhan vong.

Luke lo miró a los ojos con gesto incrédulo:

-En fin -prosiguió el joven-; era solo una tontería que había pensado, nada más

que eso... Una solemne tontería -luego se puso de pie y cuando comenzó a caminar

hacia el fondo del habitáculo, Luke lo detuvo:

-Nor'eben, puedes hacerme un favor...

-Sí, maestro...

-Puedes contarle también a Dirk Calrissian esa solemne tontería que acabas de

contarme a mí.

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Capítulo 76

Mientras el reptador excavadora jawa avanzaba hacia la entrada de la cueva, en el

exterior y a pocos metros de ésta estaba teniendo lugar una batalla brutal y sangrienta.

Todo el clan tusken, junto con Gildren, Fynoon Les, Deislin Jamerith y Kublin

Melan, había sido cercado a las faldas de una de las muchas colinas que conformaban

el altiplano de Mesra. Una tras otro, los yorik-strohna no paraban de llegar y la

tormenta de arena ya no podía protegerles, pues ésta se hallaba a muchos kilómetros

de distancia. Como consecuencia de ello estalló un enfrentamiento salvaje y sin

cuartel, en el que nadie mostró ningún tipo de piedad para con sus enemigos. Las

mujeres y los ancianos tusken formaron un círculo en el centro del campo de batalla

para proteger a los niños, mientras que los guerreros cargaban a lomos de sus banthas

contra los grupos de yuuzhan que intentaban romper la línea de defensa. A Fynoon le

sorprendió lo avanzado de ciertos movimientos defensivos y de repliegue realizados

por los tusken, lo que demostraba su innata habilidad para la guerra de guerrillas. Sin

embargo aquello no era ni de lejos suficiente y la situación rapidamente pasó de muy

difícil a dramática. Los vehículos yuuzhan no dejaban de descender del cielo y pronto

613
los invasores los triplicaban en número. Al mismo tiempo, los banthas iban cayendo

uno a uno y era cuestión de tiempo que todos fueran derribados, lo que sin duda

alguna significaría el fin para todos ellos, ya que estos extraordinarios animales

conformaban la mejor defensa contra las embestidas yuuzhan. La ferocidad que éstos

mostraban logró intimidar durante algunos momentos a Kublin Melan y Deislin

Jamerith, pues jamás se habían enfrentado a una horda yuuzhan tan feroz como

aquella con anterioridad. El efecto en Gildren sin embargo no fue el mismo, y su

entereza asombró al propio Fynoon Les, demostrándole que el deseo de la mujer por

volver a ver a su hijo estaba muy por encima de cualquier atisbo de miedo o duda.

Banthas y tusken fueron cayendo y al caer, los brutales invasores se les echaban

encima para devorarlos allí mismo. Poco a poco el grupo fue diezmado y mientras

esto ocurría, el borg, al tiempo que hacía gemir sus bryar, intentaba encontrar una ruta

de escape o una brecha el cerco enemigo. Pero no lo había, de hecho el cerco era cada

vez más numeroso y cada vez más infranqueable. De repente se vieron arrinconados

contra una pared de granito que se elevaba majestuosa hasta el cielo. No había salida

y a su alrededor los cuerpos de los moradores caídos eran arrastrados por los yuuzhan

o descuartizados allí mismo. La escena era espeluznante y un escalofrío recorrió el

cuerpo del viejo pirata borg. Miró a su derecha y vio a C-3PO temblando de pavor y a

Gildren que no dejaba de disparar su blaster. Luego miró a su izquierda y vio a

Deislin, a Kublin Melan disparando igualmente a discreción. Entonces un dardo se

clavó en el brazo del bothan y al cabo de unos segundos éste se desplomó sobre el

árido suelo. Fynoon no dudó ni un segundo: le apuntó a la cabeza con su bryar y tras

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mirarlo a los ojos, miró después a Deislin y también a Gildren. Ambas le devolvieron

la mirada y entonces supieron que no quedaba otra opción. “No, no, no” se repitió

Gildren para sí misma, incapaz de resignarse, incapaz de aceptar que fuera a morir

allí, sin volver a estrechar a su hijo entre sus brazos, sin volver a ver su rostro, sin

volver a oír su voz... No, no iba a rendirse todavía. Levantó la cabeza, miró a Fynoon

y volvió a repetirlo: “no”. Y acto seguido alzó su rifle blaster y siguió disparando

contra los yuuzhan que se abalanzaban contra ellos. Varios dardos se clavaron en la

pared, a escasos centímetros de Deislin Jamerith. Otro alcanzó a C-3PO

agujereándole el pecho. Fynoon reaccionó haciendo volar en pedazos a un par de

ellos que les apuntaban con sus cerbatanas, pero eran demasiados y los pocos tusken

que aún peleaban, lo hacían ya por su vida y estaban lejos y aislados los unos de los

otros. Pero entonces ocurrió algo extraordinario: la arena del desierto comenzó a

elevarse y a girar violentamente sobre sí misma engulléndolos a todos en su interior,

caótico y asfixiante. De repente nada se veía, solo arena, tierra y rocas volando a su

alrededor, cegándolos y haciéndoles difícil hasta respirar. El iracundo torbellino hizo

que los yuuzhan se desorientaran notablemente, pues ese movimiento masivo de

arena y piedras perturbaba sobremanera sus dos sentidos principales: el olfato y la

ecolocalización auditiva. Gildren, Deislin y un Melan agonizante intentaban abrir los

ojos, pero la tierra les golpeaba la cara sin descanso y les impedía ver más allá de un

radio de un metro. Fynoon, por el contrario, se desenvolvía mejor en aquel entorno

haciendo uso de su ojo cibernético. Cargó con el bothan al hombro y tras mirar a

derecha e izquierda pudo ver a las dos mujeres que se llevaban la mano a la boca para

615
e intentaban protegerse los ojos de la ventisca de polvo. El borg houk las agarró por

el brazo:

-Soy yo, Fynoon, estoy aquí... Agarraos a mi, voy a intentar salir de este

torbellino.

-¿Qué está ocurriendo, Fynoon?

-No lo sé.

El borg avanzó hacia delante hasta que de repente se topó con un grupo de

yuuzhan que al verlos comenzaron a castañetear sus dientes. Les apuntó con su bryar

y disparó pero su pistola estaba descargada. Los yuuzhan mostraron entonces sus

cuchillos de yorik e hicieron un amago de saltar sobre ellos, pero no les dio tiempo:

un brillo azulado apareció de la nada derribándolos en segundos. Fynoon aguzó el

oído y pudo entonces distinguir, abriéndose paso a través del rugido del viento, el

sónido de blasters disparados a su alrededor y el brillo de éstos centelleando a

escasos metros de donde se encontraban. Y de nuevo ese resplandor azul apareció

ante él, y tras él un sombra que avanzaba hacia ellos y, finalmente, la voz de Luke

Skywalker que sonaba en su cabeza: “deja que la luz azul de mi sable te guíe,

Fynoon”. El borg no se lo pensó dos veces y caminó a toda prisa tras ese resplandor

azulado hasta que de pronto, y sin saber muy bien como había llegado hasta allí, se

encontraba en el interior de un gigantesco y primitivo vehículo de altas paredes

metálicas junto a un grupo de seres que parecían tan asustados como ellos.

-¿Dónde estamos? -preguntó Deislin nada más abrir los ojos. Pero antes de que

llegara a recibir una respuesta, el pesado vehículo se puso en marcha y, traqueteando,

616
comenzó a avanzar lentamente a través del vendaval.

Era un reptador de más de quince metros de altura y unos veinticinco de eslora, en

cuyo interior vivía un clan de unos ciento cincuenta jawas, a los que ahora había que

añadir cuatro banthas, a penas cuarenta tusken -incluyendo mujeres y niños-,

alrededor de veinte supervivientes de la ciudad de Mos Eisley y un grupo de Guardias

Estelares recién llegados del espacio exterior. Los jawas le ofrecieron a los rescatados

unos cuencos con un caldo a base de huesos de scourrier y manteca de profogg.

Fynoon declinó la oferta al tiempo que preguntaba por el paradero del bothan

malherido que minutos antes se habían llevado en una camilla, pero no obtuvo una

respuesta inteligible por su parte. El habitáculo era amplio y estaba lleno de restos de

chatarra y circuitos aparentemente inservibles. Sin embargo, los jawas extraían de

aquel montón de basura lo necesario para mantener sus vehículos a punto, reciclando

casi todo lo que se encontraban en los túneles o enterrado bajo la arena del desierto.

Pasados unos minutos, un portón situado a unos diez metros de donde ellos se

encontraban se abrió y por allí aparecieron Luke Skywalker, Dirk Calrissian, Keyran

Rupard, Gial Uzig, Nor'eben Nikbi, R2d2 y C-3PO. Hubieron abrazos e incluso las

lágrimas humedecieron los ojos de muchos de ellos. Luke preguntó por Breibeng y

Fynoon le respondió que se había portado como un verdadero héroe, y que como tal

habría que recordarlo desde ahora en adelante. Por su parte, Luke tranquilizó al houk

diciéndole que Melan estaba fuera de peligro, aunque había perdido su brazo, y que

en ese momento se hallaba guardando reposo en una sala tranquila y fresca, donde los

617
jawas curaban a sus heridos. Luego ambos grupos intercambiaron impresiones y

contaron los hechos que los habían llevado a la situación en la que se encontraban en

aquel momento. El viejo maestro jedi les explicó que se movían bajo la superficie en

dirección al Monasterio de B'omarr, donde supuestamente quedaban los últimos

supervivientes al este de Tatooine. Entonces Fynoon Les hizo un inciso:

-Encontré una nave de gran tamaño medio enterrada a los pies del Mesra. Si

logramos desenterrarla, podría sacarnos a todos de aquí... Pero antes deberíamos

limpiar el cielo de yorik-strohnas y dovin basals.

-Solo hay una manera de hacerlo, al menos en parte... -intervino Dirk.

-Lo sé, ya lo había pensado... Pero sin un ejército resulta imposible semejante

empresa.

Dirk miró a Rupard:

-Cuéntaselo, Keyran...

El teniente hizo una pausa para tomar aire y a continuación comenzó a hablar:

-El nido yuuzhan se halla en Anchorhead, justo sobre la mayor reserva de tybanna

de todo Tatooine, la cual es convertida en energía y administrada a lo largo y ancho

de este sector a través de Estación Tosche. Detonar la estación significaría detonar

todo Anchorhead, y con la ciudad, destruríamos también el nido yuuzhan vong... Eso

nos daría un margen de maniobra para intentar huir del planeta a bordo de ese

carguero del que hablas.

Fynoon sorió:

-Sí, eso suena muy bien, teniente; el problema es que no veo como podría hacerse

618
tal cosa. No sé si te has dado cuenta pero esos salvajes nos acaban de zurrar de los

lindo, y en menos de media hora han aniquilado un clan entero de moradores de las

arenas. Y debían ser no más de doscientos, o como mucho trescientos... Imáginate

cuantos de ellos deben proteger ese nido... Estamos hablando de decenas de miles, tal

vez cientos de miles de yuuzhan vong... Repito, necesitaríamos varios ejércitos y aún

así sería una misión de extrema dificultad...

-Hagámoslo -dijo Gildren poniéndose en pie-. Reventemos esa estación y

acabemos con esas bestias...

-Gildren, esa opción es un suicidio...

-Pero, Fynoon, tú mismo lo sugeriste antes...

-He cambiado de idea.

Gildren se giró buscando a Luke, el cual se había apartado el grupo para meditar

en soledad:

-Luke, ¿no dices nada? -le increpó.

-No es a mí a quien le toca decidir, sino a vosotros. Y también a los jawas, a los

tusken, al grupo de supervivientes que sacamos de Mos Eisley y al que

encontraremos en B'omarr... Aceptaré lo que decidáis, pero antes debéis saber que si

decidís atacar ese nido, yo no podré acompañaros.

Hubo un silencio y, al cabo de unos segundos, Luke continuó con su explicación:

-La única manera de burlar sus defensas sin ser descubiertos es generar una

tormenta de Fuerza que proteja al grupo que ha de internarse en su territorio.

Provocar una tormenta de Fuerza no es en sí difícil, pero dirigirla sí. Deberé buscar

619
un lugar alto y solitario, donde pueda percibir todo el trayecto para poder así colocar

la ventisca sobre el grupo incursor y dirigirla sobre sus mismos pasos. Y aún así es

algo que jamás he intentado, con lo que no sé si sería capaz de hacerlo.

Rupard miró al borg:

-Ya lo has oído. ¿Sigues pensando que es imposible?

Fynoon guardó silencio y miró luego a Gildren:

-Nada resulta fácil en un universo como el nuestro. Pero, del mismo modo, no hay

nada imposible.

620
Capítulo 77

El reptador siguió avanzando durante un par de horas más a través de los amplios

túneles que cruzaban el desierto bajo su abrasadora superficie. Durante ese tiempo,

Luke Skywalker, Dirk Calrissian y Gial Uzig hablaron con el consejo jawa, con el

líder del clan tusken y con Wuher y el resto de supervivientes de Mos Eisley,

explicándoles a todos cual era la opción que ellos habían barajado para escapar de

Tatooine. No a todos les entusiasmó la idea, pero finalmente convinieron en que la

situación era ya insostenible y que cualquier alternativa era preferible a la de

quedarse esperando a ser cazado por una horda yuuzhan. Además el alimento

empezaba a escasear y los grandes animales, como los banthas, los eopies, los rontos

o los dewbacks, habían desaparecido casi por completo de la faz del planeta. De

todos ellos, solo los tusken se mostraron realmente entusiasmados con la idea de

luchar, y sobretodo con la idea de luchar junto a Luke Skywalker, o tal y como ellos

lo bautizaron: el Maestro de Tormentas. C-3PO tradujo las palabras de su líder y

Luke se mostró agradecido por haber sido honrado con un nombre en el idioma

tusken, lo que para ellos significaba la mayor muestra de respeto para alguien ajeno al

621
clan. También Fynoon Les había recibido su propio nombre tusken: Corazón de

Bantha.

Mientras tanto, Deislin se hallaba en la sala de curación, observando la evolución

de Kublin Melan, quien permanecía inconsciente desde hacía horas. Los habilidosos

jawas habían aprovechado ese tiempo para fabricarle un rudimentario pero efectivo

brazo mecánico que ahora sustituía a su brazo amputado. Lo habían contruído con

restos de herramientas mineras e industriales, y aunque estéticamente dejaba mucho

que desear, al menos de momento le serviría al bothan para poder realizar

determinadas tareas que con un solo brazo le resultarían harto complicadas.

-¿Cómo se encuetra? -le preguntó Luke nada más entrar por la puerta.

-Ah... bien, parece que ya pasó el peligro -le respondió Deislin.

-Me alegro...

-Nos salvaste la vida allí fuera, maestro -dijo Deislin visiblemente emocionada-;

una vez más...

-En realidad habéis sido vosotros quienes habéis salvado la mía.

Deislin lo miró a los ojos sin comprender del todo:

-Escúchame bien, Deislin: está a punto de ocurrir un hecho crucial en toda esta

historia y es de vital importancia que te mantengas al margen. Llevas en tu vientre

una hija de Trey-Jeng Solo, y por encima de cualquier otra consideración debe

permanecer siempre a salvo, ¿me has comprendido?

-Sí, maestro...

-Recuérdalo, no has de arriesgar nunca tu vida ni tampoco la de tu hija.

622
Deislin Jamerith asintió con la cabeza y Luke le sonrió con dulzura. Justo en ese

momento, el reptador detuvo su marcha:

-¿Ya hemos llegado? -preguntó la joven.

-No lo sé, pero voy a averiguarlo.

En otro lugar del inmenso vehículo, Gildren, se hallaba sentada en el suelo,

encogida en una esquina entre penumbra y enfrascada en sus propios pensamientos al

margen de todos y de todo. Hasta allí llegó Dirk Calrissian, quien llevaba un buen

rato buscándola:

-No te encontraba -le dijo el comandante.

-¿Nos hemos detenido? -preguntó Gildren.

-Sí, al parecer el camino está cortado.

La mujer se puso en pie.

-Gil, no hemos tenido mucho tiempo de hablar desde que salimos de Endor

-prosiguió Dirk-, y me gustaría decirte que...

-Ahora no, Dirk -le interrumpió Gildren-; este no es el mejor momento para hablar

de ello...

-Lo sé, pero tal vez no tengamos ningún otro, y por eso tengo que decirte que... -la

mujer le puso la mano en los labios para silenciarlo y luego le besó con delicadeza.

-Créeme: sí habrán mas momentos.

-¿Qué ocurre? ¿Por qué nos detenemos? -preguntó Fynoon Les entrando en la

cabina del reptador donde se encontraban Rupard y Uzig.

623
-Hay una barricada -respondió el mon calamari-, y nos están apuntando con un

cañón de protones.

El borg se asomó por una de las troneras y vio la enorme pieza de artillería

apuntándoles directamente a ellos y a su alrededor, agazapados tras varias planchas

de beskar, a un grupo de unos seis individuos armados con blasters. Entonces

pudieron oír una voz alta y clara que les decía:

-Aquí no hay sitio para vosotros, jawas, así que volved por donde habéis venido o

os haremos saltar por los aires.

Uno de los conductores del reptador se giró hacia Les y le hizo varios gestos con

las manos que el houk no entendió:

-Lo siento, jawa, pero no sé lo que me dices. Pero lo que sí sé es que con ese

cacharro nos pueden hacer fosfatina de un solo disparo.

-Voy a avisar a Luke -dijo Rupard.

-No, ya me encago yo -lo detuvo el borg. Pero antes de que diera media vuelta,

una escotilla del vehículo se abrió y al instante, el viejo maestro asomó la cabeza para

a continuación, de un salto, plantarse en tierra.

-No solo jawas viajan en este vehículo -dijo con voz decidida.

De repente, los individuos que los apuntaban bajaron sus armas y uno de ellos, un

dathomirano, se puso en pie:

-¿De dónde venís?

-Algunos de nosotros venimos de muy lejos...

-¿De dónde?

624
-De Endor.

-¿Endor?

-Mi nombre es Luke Skywalker y estoy aquí junto a otros Guardias Estelares para

intentar sacaros vivos de este infierno.

-¿Luke Skywalker? ¿El jedi?

-Así es...

-Me tomas el pelo... Lárgate por donde has venido, aquí no tenemos sitio para más

gente -pero entonces, nada más pronunciar esas palabras, el blaster que empuñaba el

dathomirano salió volando hacia las manos de Luke y seguidamente, él mismo se

elevó del suelo y empezó a girar sobre sí mismo:

-¡Está bien, está bien, te creo, te creo, bájame! ¡Bájame, maldita sea!

Luke hizo un gesto con la mano y su interlocutor cayó a tierra. Al instante el

dathomirano se levantó y, tras girarse, le ordenó a sus compañeros que le abrieran el

paso al reptador. Y diez minutos más tarde, el reptador había entrado en los sotanos

de Monasterio de B'omarr.

Allí se encontraron los que muy posiblemente eran los últimos supervivientes de

Tatooine, de un lado los que huían del desierto y de la ciudad de Mos Eisley, y de otro

los que se ocultaban en el otrora conocido como Palacio de Jabba. Fueron recibidos

con algo de recelo en un principio, pues allí también comenzaba a faltar la comida y

el agua, y de las últimas expediciones enviadas a encotrar víveres, nada se sabía

desde hacía días. Eran en total unos ciento cincuenta supervivientes, entre los que se

encotraban treinta niños, algunos que no llegaban ni al año de edad. Para todos, la

625
llegada de el legendario jedi Luke Skywalker significó un atisbo de luz en unos

corazones abatidos por el dolor y la desesperación. Luke fue claro con ellos cuando

les explicó cual era la situación. También les dejó claro que suya era la decisión, pero

que quien quisiera acompañarles sería bienvenido. Luego les contó que la única

oportunidad que tenían de escapar del planeta era detonar la Estación Tosche y huír

luego en un viejo carguero interestelar que quizá explotase antes de salir siquiera de

la atmósfera.

-Ese es el mejor plan que tenemos -les dijo-; el único realmente. Y quizá no lo

consigamos, es verdad, pero tened en cuenta una cosa: no aguantaremos mucho más

aquí. Ellos cada vez son más, nosotros cada vez menos. Por eso no podemos esperar a

que vengan a rescatarnos, porque puede que ahora mismo lo sucedido aquí se esté

repitiendo en muchos otros mundos de la Liga... Aún así, la decisión es vuestra y solo

vuestra. Los dos soles ya declinan; id a dormir y pensad en todo esto. Mañana por la

mañana, algunos marcharemos hacia Anchorhead y todo aquel que así lo desee, podrá

seguirnos.

Así terminó la reunión y pronto la sala quedó vacía. Un anciano se acercó

entonces a Luke y le entregó una vasija de porcerlana:

-¿Qué es esto? -le preguntó el jedi.

-Mi nombre es Urek Baur, maestro. Trabajé en labores de diplomacia junto a su

hermana Leia Organa durante casi veinte años. He guardado sus cenizas desde su

muerte y ahora, por fin, están con quien deben estar.

Luke agarró la vasija a la vez que sus ojos se humedecían:

626
-Gracias, Urek Baur.

-Yo iré con usted mañana. La mayoría de nosotros lo haremos... Y no importa

como termine todo: solo por haber llenado de esperanza nuestros corazones el intento

habrá merecido la pena.

-¡Kidel y Seya Nikbi! ¿Kidel y Seya Nikbi? ¿Alguien sabe si hay aquí un hombre

y una mujer de unos cincuenta años llamados Kidel y Seya Nikbi? -Nor'eben recorría

las estancias de los sotanos del monasterio preguntando a todos los que se encontraba

en su camino, uno por uno, por el paradero de sus padres. Pero nadie había oído

hablar de ellos siquiera:

-Nikbi, Kidel Nikbi; como yo de alto, con el pelo canoso y perilla, ¿no? ¿Y usted,

los ha visto por aquí? Debían ir con dos niños de seis y ocho años... ¿tampoco? ¿Y

sabe de alguien que pueda ayudarme a encontrarlos?

Un twil'ek lo envió a hablar con una mujer que a su vez lo envió a hablar con un

hombre que volvió a enviarlo con otra mujer que resultó no haber oído jamás

aquellos nombres. Finalmente, y después de casi dos horas yendo y viniendo,

preguntando aquí y allá, y recibiendo siempre un no por respuesta, el joven Nikbi se

sentó en el suelo abatido y comenzó a llorar desconsoladamente.

-¿Cómo has dicho que se llamaban tus padres, joven?

Nor'eben sacó la cabeza de entre sus brazos y levantó la mirada. Delante de él, a

unos cinco pasos, había un viejo de barba descuidada fumando en pipa y sentado en

un carcomido tabuerete de madera.

627
-Nikbi, Kidel y Seya Nikbi...

-Ah, si, Nikbi... Sí, lo recuerdo muy bien...

-¿Los conoce?

-Sí, estuve con ellos en Anchorhead.

-¿De verdad? -el muchacho se levantó de un salto y caminó hacia el viejo.

-Sí, de verdad. Pero aquí no los encontrarás -al joven Guardia Estelar comenzaron

a temblarle las piernas-. No, aquí no están.

-¿Y dónde están si puede saberse?

-Tu padre murió en el sitio de Anchorhead. Lo recuerdo bien porque luchó a mi

lado, como un valiente...

La lágrimas volvieron a caer por las mejillas de Nor'eben:

-¿Está usted seguro de eso, señor?

-Sí, completamente. Pero si te sirve de algo te diré que murió feliz, me lo dijo en

su lecho de muerte. ¿Y sabes por qué?

-No.

-Porque, según él, tenía a toda su familia fuera de este infierno.

-¿Qué quiere decir con “fuera de este infierno”?

-Pues que tu madre y tus dos hermanos habían logrado embarcarse en un carguero

que consiguió salir de la atmósfera de Tatooine...

-¿Es cierto eso?

-Tu padre me lo confensó antes de morir. No tenía por qué mentirme.

-Entonces, ¿quiere decir que mis hermanos y mi madre están vivos?

628
-Sí, así es, en algún lugar ahí fuera...

Los ojos de Nikbi se desbordaron de nuevo:

-¿Está completamente seguro de ello, señor?

-Jovencito, soy viejo pero aún me funciona la sesera. Si te digo que tu madre y tus

hermanos están a salvo es que tu madre y tus hermanos están a salvo. Por desgracia,

no puedo decir lo mismo de ti ni de mí.

-Gracias, señor, muchas gracias, señor... Muchísimas gracias, señor... -y Nikbi se

fue caminando por un estrecho pasillo sin saber muy bien a donde se dirigía y

mientras caminaba, las lagrimas se colaban por su nariz dejando en sus labios un

sabor a la vez dulce y amargo.

Después de cenar, el monasterio se quedó en silencio. La parte superior había sido

sellada y nadie salía del sótano desde hacía días. Los cazadores yuuzhan merodeaban

por la zona y resultaba muy peligroso salir a la superficie, así que como en Mos

Eisley, los supervivientes se habían convertido en seres subterráenos. Luke se hallaba

en una estancia que conocía bien, sentado sobre una roca y apoyando la espalda

contra la pared. En otro tiempo aquel lugar había sido la morada de un rancor al que

él mismo había dado muerte. Ahora era un rustico comedor comunal.

-¿Te encuentras bien? -le preguntó Dirk nada más verlo.

-Sí, no te preocupes, estoy bien, comandante.

-Hemos vuelto a repasar el plan con Rupard y Les... Él sigue empecinado en que

podré poner en marcha el Halcón Milenario, aunque yo no lo tengo tan claro...

629
-Haz caso a Fynoon. Si él ha dicho que tu adn, como el de tu padre, pasará el

escáner genético, es que pasará el escáner genético...

-Supongo. Él es quien mejor conoce el funcionamiento de ese montón de

chatarra...

-Así es...

-Hemos hablado con los del depósito de armas y nos dejarán el cañón de protones,

pero solo quedan dos proyectiles. Uzig dice que será suficiente si no erramos ningún

disparo.

-Solo tenéis que entrar en la estación y dejar que R2 provoque un escape de gas.

Estaréis a unos cien metros, así que estoy seguro de que no fallaréis.

Hubo un silencio y Dirk decidió romperlo a los pocos segundos:

-¿Por qué no vienes con nosotros?

-Ya te lo he dicho, Dirk, necesito alejarme para poder generar una tormenta lo

suficientemente grande...

-Déjate de cuentos, Luke, a mí no puedes engañarme.

-No sé a qué te refieres...

-Vas a enfrentarte con él, ¿verdad?

-¿Qué?

-Vas a enfrentarte con el sith que mató a Trey-Jeng... Por eso no quieres

acompañarnos...

Luke no respondió y Dirk continuó hablando:

-No te enfrentes a él solo, Luke. Quédate con nosotros, juntos le haremos frente...

630
-Dirk, déjalo, ya es suficientemente duro para mí...

-Pero estamos juntos en esto, ¿recuerdas? Tú, yo, Gildren, Deislin, Fynoon...

Estamos juntos en esto, maldita sea...

-¡Basta! -los ojos de Luke se llenaron de lágrimas- Por favor, basta...

Un silencio ensordecedor inundó la estancia. Tras llenar sus pulmones de aire,

Luke prosiguió:

-He perdido a muchos seres queridos por el camino, y no, ya no me culpo por ello,

pero aún así esta parte del viaje la he de recorrer solo... Por eso debes prometerme

que pase lo que pase, no vendréis a buscarme... ¿Me has oído, Dirk? Prométemelo...

-Lo siento, Luke, pero no puedo prometerte tal cosa... Recorre tu camino, maestro;

nosotros recorreremos el nuestro.

631
Capítulo 78

A la mañana siguiente, el reptador excavadora se puso en marcha con más de

trescientos pasajeros a bordo rumbo al sur, desandando el camino bajo la tierra. Nadie

se quedó en B'omarr; algunos no las tenían todas consigo, era cierto, pero aún así

decidieron seguir al único hombre en toda la galaxia capaz de sacarlos de allí. De

todos los supervivientes que viajaban en el descomunal transporte terrestre, solo los

tusken se mantenían reacios a abandornar Tatooine. Luke les prometió ubicarlos en

un planeta similar si lograban salir de allí. Pero el jefe tusken declinó la oferta:

algunos de sus guerreros lucharían a su lado; el resto, junto a las mujeres y los niños,

viajarían hacia el oeste, hacia Junlandia, al encuentro con las últimas tribus tusken

que allí se escondían.

-Esta es nuestra tierra -le tradujo C-3PO-; aquí es donde nacimos y aquí es donde

debemos morir.

Luke respetó su decisión y una vez hubieron llegado a la Cueva de los Dragones,

sus caminos se separaron. Aún así, el jefe tusken dejó junto a ellos a sus cinco

mejores guerreros: Kraye, Ugaye, Sensiye, Ufantel y Ensimay. Luego se despidió de

632
Gildren y Deislin, “mujeres tan fuertes como las mujeres tusken”, lo que significaba

un enorme halago para ellas. Por último, el jefe puso su mano en el hombro de

Fynoon Les, “aquel cuyo corazón es tan noble y tan valiente como el de un bantha”.

-Nuestro clan es tu clan, poderoso guerrero de metal -le dijo en su extraña lengua

para que C-3PO le tradujera. Y unos minutos más tarde, algunos a pie, otros a lomos

de sus banthas, los supervivientes del último clan del este se perdían dentro de los

laberíntos rocosos del Mesra.

Media hora después, el reptador se detenía junto al carguero medio enterrado que

el día anterior descubriera Fynoon Les. La arena ya lo había cubierto casi por

completo de nuevo, pero aún se distinguía perfectamente parte de la cabina. Era un

momento muy peligroso, pues se hallaban a cielo abierto y de ser descubiertos, su

plan podía irse al traste. Los jawas usaron las palas de la excavadora para desenterrar

parte de la nave y luego se sirvieron de la grúa magnética para izarla. Pero no hubo

manera, el carguero pesaba demasiado y en un par de ocasiones estuvo a punto de

volcar el vehículo jawa. Llevaban casi una hora intentándolo, y la situación se estaba

empezando a volver muy peliaguda. Fue entonces cuando Luke le pidió a los jawas

que pararan y él mismo descendió del reptador. Caminó hacia la enorme nave, cuya

mitad superior sobresalía por entre las dunas como el lomo de un gigantesco pez

nadando cerca de la superficie, y se sentó de cuclillas frente a ella. A continuación

una frase retumbó en sus oídos una y otra vez, una y otra vez: “hazlo o no lo hagas,

pero no lo intentes; hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes...” Cogió aire y cerró los

ojos. Enseguida la tierra comenzó a temblar como azotada por un terremoto mientras

633
las dunas se agitaban como las olas de un mar embravecido. Y de repenete el

descomunal pez comenzó a emerger metro a metro, centímetro a centímetro, de entre

la arena hasta ser desenterrado por completo.

Agotado, el viejo maestro se tomó unos segundos para recuperar el aliento. Luego

se puso en pie y caminó hacia el reptador. Al entrar, rostros llenos de veneración lo

esperaban. Él siguió andando hasta encontrarse con Gial Uzig:

-Recuerda, debéis esperar dentro de la nave. El humo es la señal. Cuando una gran

columna se eleve hasta el cielo poned en marcha los motores y que cada uno rece al

dios que más le plazca.

-Ha sido un honor luchar a su lado, Gran Maestro.

-El honor ha sido mío, capitán.

Tras sus palabras, Luke se giró para dirigirse a Nikbi:

-Bueno, joven, aquí se separan nuestros caminos, al menos de momento.

-Lo sé... Por eso quería darle las gracias por todo, maestro Skywalker.

-No, gracias a ti, Nor'eben. Sin tu ayuda, nunca lo hubieramos logrado. Ahora

debes centrarte en buscar a tu madre y a tus hermanos. En Bespin, habla con Lando

Calrissian, él te ayudará a encontrarlos.

-Así lo haré, maestro... -el joven echó la vista al suelo e intentó aguantar las

lágrimas. Luke le sonrió:

-Que la Fuerza te acompañe, Nor'eben Nikbi.

Luego, tras dar media vuelta, se encontró con C-3PO, Deislin y Gildren:

-Cuida de ellas, ¿de acuerdo, 3PO? -dijo sin dejar de sonreír.

634
-Oh, de acuerdo, amo Luke, lo haré.

-Nos veremos en Bespin -añadió Luke mirando a las dos mujeres. Estas asintieron

con la cabeza y, a continuación, el viejo maestro hizo una señal con el brazo.

Rápidamente el reptador se vació y tan solo el grupo incursor, formado por Fynoon

Les, Wuher, cinco guerreros tusken, dos banthas, tres jawas y R2d2, quedó en su

interior. Acto seguido, los supervivientes entraron en el carguero desenterrado y Luke

generó un remolino para cubrilo con una fina capa de arena. A su lado, Dirk y Rupard

lo observaban atónitos:

-De todos los trucos jedi que te he visto hacer, este es el que más me gusta

-aseveró Keyran Rupard.

-Me lo enseñó una vieja amiga sensible a la Fuerza. Mara Jade...

-¿La bruja? -preguntó Rupard.

-Es un término que yo no emplearía; pero sí, esa misma.

Los tres hombres se miraron a los ojos:

-Bueno, aquí se separan nuestros caminos -dijo Calrissian al fin.

-Sí, así es... Tened mucho cuidado. Si no lo veís claro, dejad el Halcón y regresad

al carguero. Esa nave no vale más que vuestras vidas... Cuando el nido explote,

deberíais poder comunicaros con Uzig con total normalidad...

-Lo sabemos: muerto el nido, muertos los dovin basals.

-Al menos así debería ser.

-Está bien, vámonos -le dijo Dirk a Keyran. Y sin mas dilación, ambos se pusieron

en marcha en dirección a la colina en cuya cima debía hallarse el viejo carguero YT-

635
1300.

-¿Te ocurre algo? -le preguntó Keyran a Dirk mientras ambos se perdían entre las

montañas.

-No, estoy bien -respondió hoscamente Calrissian, y tras unos minutos caminando

entre las dunas, ambos giraron hacia la derecha para comenzar la ascesión de una de

las áridas colinas del Mesra. Sin embargo, justo en ese momento una voz de mujer los

detuvo:

-¡¡¡Deteneos, ese no es el camino!!!

Los dos hombres se giraron y entonces pudieron ver a Gildren y Deislin que

caminaban hacia ellos con sus blasters colgados del hombro.

-¿Qué estáis haciendo aquí? -preguntó irritado Dirk Calrissian.

-Guiaros hasta el Halcón Milenario, eso es lo que estamos haciendo.

-Creo que fuimos suficientemente explícitos ayer cuando digimos que vosotras os

quedaríais en el carguero de allá abajo -el tono de Dirk se había vuelto iracundo.

-Déjate de monsergas, Dirk -le rebatió Gildren-; vamos con vosotros. Así que

guarda tus energías para el camino, las necesitarás.

Dirk miró a Rupard con los ojos inyectados en sangre y éste le respondió

encogiéndose de hombros.

Mientras tanto, el reptador se puso de nuevo en marcha a través del páramo rumbo

a las Cumbres Jawas. Dieron un largo rodeo siguiendo en todo momento la dirección

de la tormenta de arena a la que los tusken llamaban Nangujuro, la cual, una vez

636
fuera del Mar de las Dunas, bajaba su intensidad progresivamente hasta desaparecer

por completo justo al entrar en los llanos de sal de Gran Chott. Luego, pasadas unas

semanas, volvía a originarse cerca del Pozo de Carkoon para ir cogiendo intensidad a

medida que subía por las Llanuras Banthas y descendía luego por los Bancos de

B'omarr hasta el Mesra y todavía más al sur, hasta el Cañón de Sluuce, unos diez

kilómetros al oeste de Mos Eisley. Era un recorrido cíclico, y tanto los moradores de

las arenas como los jawas o los mismos granjeros de humedad lo conocían bien. Sin

embargo, ahora que la tormenta había salido del Mar de las Dunas, la protección que

les brindaba era mucho menor y debían moverse con sumo cuidado. Los dos astros se

elevaban cada vez más altos sobre el firmamento y, a pesar de hallarse en medio de

un torbellino de polvo y arena, el calor comenzaba a calentar sobremanera las paredes

del reptador. Turbinas invertidas extraídas de motores de repulsión habían sido

recicladas por los jawas como ventiladores y renovadores de aire. Aún así, a medida

que las horas pasaban y se iban acercando al mediodía, la temperatura ascendía de

forma inexorable dentro del vehículo haciendo que la sofocante atmósfera que allí se

respiraba se volviera más y más densa. Luke hizo casi todo el trayecto sentado de

cuclillas cara a la pared, con los ojos cerrados y respirando muy despacio. Nadie osó

interrumpirlo en ningún momento. Ni siquiera cuando Fynoon Les advirtió la

presencia de varios yorik-strohna que cruzaron el firmamento a bastante distancia

rumbo a Mos Eisley. Minutos después, un par más, todavía más lejanos, fueron

detectados por uno de los tusken, el cual avisó a Wuher:

-Tranquilo -le dijo éste-; están demasiado lejos, no pueden vernos... Y bajo la

637
tormenta, tampoco olernos.

Muy lejos de allí, dos hombres y dos mujeres observaban agazapados tras las

rocas como un grupo de cazadores yuuzhan vong devoraban un jerba. Tras ellos, a

unos cuarenta metros más o menos, se hallaba el carguero que habían ido a buscar.

No había ningún yorik-strohna cerca y los seis yuuzhan parecían estar apostados allí a

la espera de que los dueños de la nave intentaran recuperarla. Con sumo cuidado,

Dirk le hizo un gesto a Deislin, Gildren y Rupard para que se mantuvieran en

silencio:

-Será mejor rodear esa loma -susurró-; nos llevará un par de horas más de camino,

pero así podremos acceder al Halcón por detrás. Y una vez dentro los acribillaremos

con el cañón turbolaser -el comandante se giró hacia Keyran-, ¿de acuerdo, teniente?

Pero antes de que llegara a contestar, Gildren sacó algo de su bolsillo y lo lanzó

contra el grupo de yuuzhan que, en estado de absoluto delirio, no dejaban de cortar

con sus garfio de yorik trozos de carne del animal -todavía vivo aunque bajo los

efectos del ácido vong- y llevárselos a la boca. Dirk se quedó mirando a Gildren

ojiplático y con gesto agrio; y al cabo de unos segundos, una tremenda explosión

atronó a lo largo y ancho de toda la cordillera lanzando restos de roca, arena y

casquería hasta donde ellos se encontraban. Gildren y Deislin apuntaron entonces con

sus rifles hacia donde segundos antes se hallaban los yuuzhan, pero habían sido

barridos del mapa por completo. En su lugar había un cráter de unos tres metros de

diámetro salpicado de sangre y trozos indeterminados de carne, ninguno de ellos

638
máyor que un pie o una mano.

-Perfecto, Gil, perfecto... Han debido oír la explosión hasta en Corellia -le

increpaba Dirk a Gildren mientras caminaban hacia el Halcón Milenario.

-No podíamos dar ese rodeo, Dirk, no disponemos de tanto tiempo y lo sabes.

Además, ha saldio bien, ¿no?

-Sí, esta vez sí... Pero de todos modos no me gusta esa forma de actuar. Te pones

en peligro a tí y nos pones en peligro a nosotros... -a las puertas del Halcón

Milenario, Gildren y Dirk se quedaron en silencio mirándose a los ojos. Tras unos

instantes, Dirk prosiguió:

-Prométeme que no lo volverás a hacer; por favor, prométemelo...

Gildren bajó la mirada y luego asintió con la cabeza:

-Está bien, Dirk, tienes razón. No volveré a actuar de forma tan impulsiva nunca

más, te lo prometo.

-Creo que deberíamos entrar en la nave cuanto antes -incidió Deislin Jamerith

señalando un punto minúsculo en el firmamento. Rápidamente, Dirk marcó el código

que le había facilitado Fynoon Les y tras el consiguiente análisis genético, el portón

de carga se abrió permitiéndoles a los cuatro entrar en la nave.

-Vaya, parece que tienes permiso para pilotar este cacharro -le dijo Rupard-. Otra

cosa es que seas capaz de hacerlo...

-Cierra el pico, Keyran, no estoy de humor para aguantar tu chanzas.

-Lo sé, deberías verte la cara.

Sin mediar palabra, Dirk cerró la puerta de acceso a la rampa de carga y, acto

639
seguido, los cuatro se escondieron en los compartimentos secretos esperando la

llamada de Fynoon Les.

-¿Crees que lo conseguirán? -le preguntó Deislin a Rupard.

-Si no lo creyese, no estaría aquí ahora mismo.

-Allí están -dijo Wuher mientras miraba a través la tronera con sus prismáticos-:

las Cumbres Jawas -luego le dejó los prismáticos a Fynoon Les, que estaba a su lado,

pero éste los rechazó:

-Gracias, pero no los necesito.

-Ah, es cierto, había olvidado lo de tu ojo biónico... ¿Sabes? Debo confesarte una

cosa...

Fynoon lo miró de soslayo y Wuher continuó hablando:

-...Nunca me cayeron bien los borgs... Hasta ahora...

-Es curioso -añadió el cyborg-, a mi tampoco me cayeron nunca bien los dueños

de tabernas portuarias... Hasta ahora... -y tras sus palabras, dio media vuelta y se fue

caminando en busca de Luke.

Nada más llegar a lugar donde el viejo maestro se encontraba, el reptador detuvo

su marcha, lo que hizo que Luke de inmediato saliera de su estado de meditación:

-¿Hemos llegado? -preguntó nada más abrir los ojos.

-Así es -le respondió Les.

Luke se levantó y caminó hacia el borg. Cuando lo tuvo delante, le puso su mano

en el hombro y le sonrió:

640
-Recuerda, esperad hasta que la tormenta arrecie. Cuando la arena no os deje ver

el cielo, avanzad con el rumbo prefijado. Cuando lleguéis a la Estación Tosche

estaréis ya dentro de sus dominios y seguramente rodeados por completo,así que

debéis ser rápidos...

Fynoon asintió con la cabeza:

-Espero que ese viejo droide no falle y pueda abrirnos la puerta.

-No fallará, estate tranquilo...

-Lo sé, lo he estado revisando y está como recién salido de fábrica... Maestro,

antes de despedirnos me gustaría darle de nuevo las gracias por sacarme de aquel

campo de concentración de Ka'al Jadet.

-No hay nada que agradecer, Fynoon. Sé que tú hubieras hecho lo mismo.

Tras las palabras de Luke, ambos guardaron silencio. Luego, el último jedi miró al

borg a los ojos y le dijo con una sonrisa de complicidad:

-Que la Fuerza te acompañe, Corazón de Bantha.

-Que la Fuerza te acompañe -le respondió el houk devolviéndole la sonrisa-,

Maestro de Tormentas.

641
Capítulo 79

“Mientras asciendo hacia la cumbre, dejando a mi espalda la inmensa llanura,

pienso en todo lo que dejo atrás: amigos, familia, dolor, alegría... Pienso en los que ya

no están conmigo, pero sobre todo en los que todavía me alientan a seguir escalando

metro a metro esta colina. Y pienso en mi padre y en Obi-Wan, y también en Yoda, en

Trey-Jeng y en Han, lo más parecido a un hermano que he tenido. Y en mi madre, a

quien no conocí pero que me dio la vida, y en mis tíos Owen y Beru, que me criaron

y me trataron como a un hijo... Su amor aún perdura incorruptible dentro de mí. Y

pienso en Mara Jade y en los días que pasamos juntos en Dathomir, y en como lo

estropeé todo... Estés donde estés, Mara, solo espero que seas feliz. Y pienso en el

niño, Mig-Wan, y en mí haciendo el papel que debió corresponderle a Han. Y en ti,

Leia, mi amiga, mi hermana, la luz que me iluminó durante los días más oscuros de

mi existencia... Todavía guardo la trenza que me diste. Nunca me he separado de ella.

Nunca me he separado de ti; ni siquiera ahora. No, ahora te siento más cerca que

nunca... porque por fin veo el final del camino. Ahí está, apenas a unos cincuenta

metros delante de mí, justo en la cima de esta montaña... La cima desde donde

642
arrojaré tus cenizas, desde donde soliviantaré la tierra y en donde esperaré la llegada

de tu hijo”.

-El viento ha dejado de silvar -dijo Wuher-, la ventisca se aleja.

Les levantó la cabeza y sin decir nada siguió poniendo a punto sus bryar.

-Espero que Luke no tarde demasiado -continuó diciendo el viejo tabernero-,

ahora somos un blanco fácil...

-No te preocupes, antes de que te des cuenta se habrá desatado la tepestad.

-Jawas, moradores, banthas, un borg y un humano... Somos un comando suicida

un tanto peculiar, ¿no crees?

-Eso poco importa mientras seamos capaces de cumplir nuestra misión.

-Sí, tienes razón... ¿Quieres saber por qué estoy aquí, borg, por qué insistí en

acompañaros?

-En realidad no, pero creo que vas a contármelo de todos modos.

Wuher soltó media carcajada:

-Sí, estoy nervioso y cuando me pongo nervioso me da por hablar...

-Está bien, habla tabernero, ¿por qué estás aquí?

-Porque odio a esos salvajes malnacidos. Por que los quiero ver ardiendo en el

infierno -Wuher hizo una pausa. Luego prosiguió:

-Aunque supongo que tú, borg, los odiarás tanto como yo...

-Te equivocas, yo no los odio... Son unas criaturas excepcionales entre las cuales

no existe la traición, la envidia o la avaricia... No albergan sentimientos como el odio

643
o el amor... No, su comportamiento es puro y responde a un solo fin: su

superviviencia como especie... Sí, creo que todos nosotros, humanos, borgs, houks,

nictos o trandoshanos, deberíamos aprender un poco de ellos... Pensamos que son una

plaga que amenaza el universo, pero yo creo que es más bien al contrario: ellos son la

cura y las plagas somos todos los demás.

Wuher miró a los ojos de Fynoon fijamente mientras éste terminaba de cargar su

segunda pistola y, justo en ese momento, un jawa apareció haciendo gestos con sus

manos y señalando a una de las troneras:

-Se está levantando la arena. El viento vuelve a soplar -dijo el tabernero.

Fynoon miró entonces al jawa:

-Poned en marcha este cacharro: ha llegado el momento de marchar hacia

Anchorhead.

Los campos negros de vong se extendían por toda la planicie hasta las llanuras

saladas de Gran Chott. En el centro se hallaba el nido, de cerca ya de un kilómetro de

diámetro, en cuyo interior no dejaban de gestarse más y más yuuzhan y más y más

dovin basals. La casta de los cultivadores se encargaba de cuidar los campos y de

cosechar el vong cuando éste estaba listo para ser moldeado. A continuación los

porteadores lo llevaban al nido y allí, los moldeadores lo usaban para añadirlo al

koros-strohna o para modelar todas las erramientas, armamento y vehículos que

usaban el resto de castas, entre ellas la de los guerreros y los cazadores. Una vez se

moldeaba una pieza con vong, ésta se calentaba en los hornos del nido, a más de

644
cuatrocientos grados centígrados, y entonces se producía una extraordinaria mutación

en el tejido, convirtiéndose en coral de yorik, uno de los materiales más duros y

resistentes conocidos en la galaxia. Todo funcionaba con una precisión milimétrica

dentro de una colonia yuuzhan vong: cada individuo, que el nido producía según las

necesidades de la colonia en cada momento, nacía perteneciendo a una casta y éste de

manera incansable cumplía su cometido desde el día de su nacimiento hasta el día de

su muerte, siendo la voluntad del grupo la única voluntad que existía para ellos y su

único objetivo, su superviviencia como especie.

Se sabía que habían al menos dos colonias en Tatooine: una al sur, en Anchorhead,

y otra al norte, en el Barranco de Xelric. Ambas funcionaban exactamente igual,

repartiéndose el territorio para no entrar en conflicto. Cuando el alimento comenzaba

a escasear, los yuuzhan se introducían dentro del nido y éste, haciendo uso de sus

dovin basals, se elevaba del suelo para comenzar su periplo en busca de más mundos

que fecundar y colonizar. Esa era siempre su manera de proceder, y nunca,

absolutamente nunca, dos colonias yuuzhan vong se enfrentaban por el territorio o la

caza. Simplemente no podían, pues estaban programados genéticamente para

protegerse mutuamente contra los ataques de las demás especies del cosmos.

Con las primeras horas de la tarde, patrullas de guerreros vigilaban unos campos

de vong que cubrían de negro kilómetros y kilómetros de esa misma llanura que

anteriormente estuvo ocupada por decenas de granjas de humedad. En medio de aquel

océano de alquitrán, la Estación Tosche se erigía como un totem de piedra labrado en

la roca por una civilización arcana. De vez en cuando, un yorik-strohna atravesaba el

645
cielo de parte a parte volando despacio y atento al menor movimiento. En tierra,

pelotones de guerreros paseaban de un lado para otro mientras grupos de porteadores

recibían los fardos de vong, que cargaban en sus espaldas gibosas para luego

transportarlos al nido. Pero entonces, varios de estos yorik-strohna se plantaron justo

encima de un grupo de vigilantes y, suspendidos en el aire, apuntaron con sus afilados

y aerodinámicos morros hacia el horizonte. Los guerreros miraron al frente y, en ese

momento, varios vehículos más aparecieron volando a gran velocidad en dirección a

la columna de arena que parecía acercarse desde las montañas. Los porteadores y los

cultivadores seguían concentrados en su trabajo, sin detenerse a observar siquiera. Un

grupo de unos treinta guerreros llegó y se colocó al lado de los que ya estaban allí. Al

mismo tiempo, varios yorik-strohna cruzaron veloces el firmamento rumbo a las

Cumbres Jawas. Y a continuación, más y más yuuzhan fueron llegando hasta que, en

a penas un par de minutos, unos cuatrocientos guerreros se agrupaban inquietos para

vigilar ese extraño remolino de arena que lentamente se aproximaba por el oeste.

-Os estáis desviando del rumbo hacia el norte algo más de tres grados. Corregid la

dirección -ordenó Les mientras comprobaba los planos y las lecturas proyectadas por

R2d2 sobre una mesa metálica.

-Espero no cruzarnos con nigún cráter o endidura que no esté marcada en los

mapas... Tatooine ha cambiado mucho desde que llegaron esas condenadas bestias...

-No te preocupes, esta fortaleza móvil está diseñada para superar todo tipo de

obstáculos. Puede que no sea muy rápida ni cómoda, y que su tecnología sea un tanto

646
primitiva, pero ahora mismo es sin duda el mejor vehículo posible para moverse por

este planeta... -uno de los jawas interrumpió entonces la conversación entre Wuher y

Les haciendo gestos y señalando el periscopio, que servía para observar el entorno

desde el techo del reptador.

-¿Qué ocurre? ¿Ya están aquí? -preguntó Wuher.

Sí -respondió Fynoon tras apartarse del periscopio-, los tenemos encima.

El tabernero agarró su rifle pero Fynoon lo detuvo:

-No tú quédate aquí... Vosotros dos -el borg señaló a un par de moradores que

esperaban ansiosos a su derecha-, venid conmigo.

Fuera, un grupo de unos cinco cazadores yuuzhan caminaban por el techo de

reptador un tanto confundidos. No entendían muy bien qué estaba ocurriendo y sus

sentidos no parecían ser capaces de orientarles. El enorme vehículo blindado

avanzaba envuelto en un furioso torbellino de polvo y arena que formaba una cortina

alrededor de él la cual impedía ver lo que había al otro lado. Los yuuzhan huían de

las tormentas de arena, pero aquella había llamado poderosamente su atención por lo

distinta que era de todas las demás que habían visto en aquel planeta. Así que un

pequeño yorik-strona atravesó el tornado y tras ver el reptador en su interior, se posó

en su techo. El viento arreciaba más y más a medida que el vehículo jawa se acercaba

a Anchorhead y ahora el tornado rugía con una ira salvaje, haciendo girar en torno

suyo no solo arena y polvo, sino también piedras y rocas de gran tamaño.

De repente una escotilla se abrió y los dos tusken, sin pensárselo dos veces,

asomaron por ella disparando a discreción sus rifles de cañón largo contra los

647
cazadores yuuzhan. Eran rifles un tanto primitivos que resultaban insuficientes contra

las armaduras de beskar, pero muy efectivos contra los yuuzhan debido al gran

calibre de sus proyectiles expansivos. Su irrupción fue tan letal y contundente que

cuando Fynoon Les salió al exterior, ya no quedaba ningún yuuzhan vong sobre el

techo del reptador. El borg miró a lo bravos incursores tusken y asintiendo con la

cabeza dijo:

-De verdad sois grandes guerreros -pero justo en ese preciso instante, un dardo

envenenado se clavó en el cuello de uno de ellos haciendo que éste se desplomara en

el acto. Su compañero se giró y abró fuego de inmediato, pero allí arriba no parecía

haber nadie salvo él y Fynoon. El houk se inclinó para clavarle una inyección de

bacta al tusken malherido. Luego se alzó e hizo un gesto con la mano para que el otro

morador dejara de disparar. Caminó varios pasos hacia la derecha y se asomó por el

borde. Después levantó la vista y observó el cielo a través del ojo del tornado.

Entonces oyó un grito desgarrador y tras dar media vuelta se encontró con el cuerpo

del tusken abatido abierto en canal. Fynoon apretó el botón de detrás de su oreja y

comenzó a peinar el techo del vehículo con su mirada calorífica. Por fin, al cabo de

unos segundos, captó dos presencias a unos cinco pasos de distancia de donde él se

encontraba. Caminó despacio, se puso entre los dos y, con un rápido y sincronizado

movimiento de brazos, disparó sus bryar a la vez directamente contra las sienes de

ambos cazadores, haciendo estallar sus cabezas.

-Vuestras capas de nuun no sirven conmigo... -musitó entre dientes. A

continuación, y con la ayuda del otro morador de las arenas, empujó el yorik-strohna

648
para lanzarlo por la borda. Pero justo en ese momento, otro de mayor tamaño

apareció sobre sus cabezas menteniéndose suspendido. Al instante, un portón se abrió

y un grupo de unos quince guerreros saltaron sobre el vehículo acorazado. Fynoon y

Ensimay comenzaron a disparar contra ellos, pero eran demasiados y la situación se

volvió insostenible cuando otros dos vehículos yuuzhan cruzaron la cortina de arena

para lanzar otros dos docenas de guerreros sobre el techo del reptador. Pero entonces

un enorme portón situado a unos tres metros de donde ambos se encontraban se abrió,

permitiendo que Ufantel y Kraye salieran a lomos de sus banthas protegidos con

planchas de beskar para cargar contra los yuuzhan sin dudarlo un segundo. La brutal

embestida aplastó a varios de ellos y lanzó por la borda a otros tantos. Los que

quedaron en pie, fueron abatidos a tiros por Les, Ensimay y Ugaye hasta que no

quedó uno solo sobre el techo de gigantesco vehículo oruga. Fue en ese momento

cuando el reptador comenzó traquetear más de lo habitual y pasados unos segundos,

la cabeza de Wuher apareció por una pequeña escotilla:

-¡Hemos llegado a los campos de vong, así que deberíais bajar de ahí arriba

porque la cosa se va a poner seria! -les gritó el tabernero. Fynoon miró a su alrededor

y pudo ver como algunos guerreros yuuzhan volaban a su alrededor arrastrados por

un tornado que subía de intensidad a cada segundo transcurrido. Sin embargo, gracias

a los dovin basals de su interior, la tempestad desatada por Luke Skywalker no

parecía causar efecto alguno en los yorik-strohna, que no dejaban de volar sobre sus

cabezas. De pronto uno de ellos, de más de treinta metros de eslora, se detuvo y abrió

sus portones. Fynoon reaccionó agarrando un detonador termal de su cinturón y

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lanzándolo contrá él. El vehículo de yorik estalló en mil pedazos y los yuuzhan que

transportaba se desintegraron con la deflagración. No obstante habían demasiados y

los enemigos caían por todas partes. Un grupo de unos veinte de ellos cargaron con

fiereza contra el bantha que montaba Kraye, lanzando sus dardos envenenados y

clavándole sus afilados garfios de coral hasta lograr derribarlo.

-¡Vámonos, rápido! -ordenó Fynoon dirigíendose al portón que aún permanecía

abierto. Pero entonces el cielo se iluminó de repente con la furia de cien mil

relámpagos y su estallido retumbó por toda la llanura.

Mientras, en las montañas del Mesra, escondidos en los compartimentos secretos

del Halcón Milenario, Dirk, Rupard, Gildren y Deislin han visto también como el

cielo estallaba literalmente sobre sus cabezas:

-¿Qué ha sido eso? -pregunta Gildren estupefacta. Pero Dirk, que se halla a su

lado, no contesta; tan solo se pone de pie y abre la escotilla camuflada para salir al

pasillo:

-¿Qué haces? Hay yuuzhan ahí fuera... -le increpa Rupard.

-He visto ese resplandor antes... -le responde Calrissian.

A su vez, Gial Uzig, preparado a bordo del carguero que ha de sacar a todos los

supervivientes del planeta, también se halla conmocionado por aquel estallido de luz

azulada que ha caído más al norte, cerca de Mos Espa. De repente, la puerta de la

cabina se abre y aparece Nikbi corriendo:

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-¿Ha visto eso, capitán?

-Sí -le contesta el mon calamari.

-¿Qué era?

-Solo he visto algo semejante una vez en mi vida... Fue durante el bombardeo de

Leiascant.

651
Capítulo 80

-¿Qué diantres ha sido eso? ¡Parecía como si hubiese explotado el cielo! -exclamó

Wuher cuando Fynoon Les pasó a su lado. Pero el borg no perdió un solo segundo en

responderle y siguió a toda prisa en dirección a la cabina del reptador:

-¡¡¡Detened el vehículo, rápido!!! -les gritó a los jawas nada más entrar en el

habítaculo. Éstos se giraron e hicieron gestos con las manos de no entender muy bien

qué estaba ocurriendo.

-¡¡¡He dicho que deis media vuelta, abortamos la misión!!!

-¿Cómo? ¿Que abortamos las misión? ¡Pero si debemos estar a menos de un

kilómetro de la estación! -Wuher miraba al houk incrédulo.

-Ya me has oído tabernero, nos largamos de aquí y echando leches...

-¡Qué estás diciendo! ¿Acaso te has vuelto loco, borg? -Wuher levantó su rifle y

apuntó con él directamente a la cabeza de Les, lo que hizo que Ensimay y Ufantel, los

dos únicos tusken que aún quedaban con vida, encañonaran a su vez al tabernero con

sus mosquetones.

-Vamos a terminar esta misión te guste o no, ¿me has oído, borg? -dijo Wuher

652
apretando los dientes- Muchas vidas dependen de ello...

-No lo entiendes: se acabó, esta ya no es nuestra misión.

-No eres más que un borg cobarde, como todos los de tu calaña... Yo mismo volaré

esa estación aunque me cueste la vida.

-¡No se trata de eso, tabernero estúpido!

Pero entonces el firmamento volvió a iluminarse, y esta vez con un resplandor tan

deslumbrante que durante unos segundos los cegó a todos por completo. Y al instante

la tierra tembló, crujió, se quebró y, finalmente, estalló con violencia, como si hubiera

sido alcanzada por una supernova.

Luke observaba la escena de pie al borde del precipicio. La explosiones se

sucedían una tras otra en la llanura de Anchorhead, haciendo que se estremeciera el

suelo bajos sus propios pies. Una enorme columna de humo negro azabache se

elevaba hacia el cielo, engullendo el remolino de arena que él mismo había originado

y que ahora se desvanecía poco a poco, diluído entre un fuego que se extendía

llamarada tras llamarada centelleando en el horizonte compulsivamente. A su vez, el

ruido sordo y grave de las detonaciones atravesaba de parte a parte la llanura,

rugiendo tras cada estallido como los truenos rugen tras el relampago en mitad de la

tormenta. Entonces Luke supó que la Estación Tosche había sido alcanzada y que

pronto de Anchorhead solo quedaría un gigantesco cráter cubierto de ascuas y ceniza.

Y tras respirar profundamente, cerró los ojos, agachó la cabeza y apretó con fuerza la

trenza de su hermana entre sus dedos. Y justo en ese momento, una voz le habló a su

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espalda alto y claro:

-Hola, tío Luke. ¡Cuánto tiempo he esperado este momento! Ahora por fin el

círculo se ha cerrado.

Luke abrió los ojos y un par de lágrimas cayeron por sus mejillas.

-Vamos -siguió diciendo la voz-, sé que me estabas esperando así que date la

vuelta y terminemos de una vez con esto.

El viejo jedi se giró y pudo ver frente a él el rostro de un hombre de más de treinta

años, cuyos rasgos márcados y pétreos le recordaban vagamente a los de un niño

inocente y querido al que no había visto desde hacía mucho mucho tiempo.

-Hola, Kaneyi. Sí, al fin te encuentro...

-No has sido tú quien me ha encontrado a mí, maestro, sino yo a ti... Tantos años

ocultándote de mí, huyendo de mí, y sin embargo no importa lo rápido que uno corra

o lo profundo que uno se esconda, pues al final el destino siempre termina por

alcanzarnos a todos.

-No tiene por qué ser así, Kaneyi... Ven conmigo, vuelve a casa...

-Ya estoy en casa -Darth Nerpheus encendió su sable de luz y un halo rojo iluminó

su rostro. Luke negó con la cabeza y sus ojos se humedecieron de nuevo:

-No voy a pelear contigo, Kaneyi...

-No tienes por qué hacerlo. Puedes morir de rodillas si es eso lo que deseas.

-Percibo la lucha en tu interior, todavía puedes redimirte...

-Tu absurda cháchara jedi no te salvará, tío Luke; ni a ti ni a este convulso

universo. Solo yo puedo hacerlo, solo yo puedo traer un nuevo orden a la Galaxia.

654
Pero en ese nuevo orden no caben la mentira, la debilidad o la cobardía... Por eso no

hay sitio para ti ni para ningún otro jedi en él. Ahora puedes luchar por tu vida o

simplemente aceptar el destino que te aguarda.

Luke miró la trenza de Leia que todavía pendía de su mano y de repente su cara se

iluminó. Entonces levantó la vista y miró a los ojos de su sobrino:

-El niño, no está contigo -dijo con expresión de sorpresa.

-Se acabó la charla, maestro... -Nerpheus avanzó hacia el viejo jedi.

-Dime dónde está... Vamos, Kaneyi, dime dónde está el niño...

-¡Yo no me llamo Kaneyi! -y tras sus palabras, Darth Nerpheus arremetió con

fuerza contra su viejo maestro.

Un ejército de caminantes marcados con el cráneo del mythosaurio ocupaba todo

el horizonte de parte a parte. Ochenta AT-AT's, cien AT-AR y cerca de doscientos AT-

ST se hallaban desplegados por toda la llanura, formando en tres líneas de ataque

listas para cargar contra las decenas de miles de yuuzhan que avanzaban hacia ellos.

Dentro de la cabina de uno de los AT-AT, el general Bragdam Skravian observaba la

situación con sus prismáticos. Justo en ese momento, uno de sus capitanes se le

acercó y le dijo:

-Las tropas están preparadas, General. Esperamos sus órdenes.

Skravian levantó entonces su brazo hasta formar con su codo un ángulo recto y,

sin dejar de otear el horizonte con sus prismáticos, permaneció unos segundos con la

palma de la mano abierta. Pasado ese tiempo, cerró su mano hasta convertirla en un

655
puño y con voz tajante dijo:

-Shukur adenn.

La orden se transmitió de inmediato a todas las unidades de combate y los casi

cuatrocientos caminantes se pusieron al unísono en marcha.

En las Cumbres Jawas, los destellos producidos por las espadas de luz al chocar

entre sí con violencia podían observarse a kilómetros de distancia. Allí, en la cima de

la montaña más alta, Luke Skywalker, el último jedi, intentaba defenderse de las

brutales arremetidas de su sobrino, aquel a quien ahora llamaban Mandalore, Lider de

Todos los Clanes y Maestro Darth Sith. Era una lucha muy desigual, en la que el

viejo maestro jedi a penas sí podía esquivar o bloquear la lluvia de golpes que

Nerpheus le lanzaba sin descanso. Pasados unos minutos, el cansancio comenzó a

hacer mella en un Luke que había sido empujado por los ataques del sith hasta el

borde mismo del precipicio. Entonces usó la Fuerza para lanzar una enorme roca que

había a su izquierda contra el Mandalore, pero éste, con un movimiento rápido de su

brazo derecho, la partió en dos con su sable antes de que llegara a impactarle. Sin

embargo, esa maniobra le dio a Luke el respiro que necesitaba para escabullirse de

aquella situación tan complicada y apartarse de su formidable adversario:

-Me decepcionas, tío. Pensaba que contra aquel que sesgó la vida de tu hermana y

la de tu sobrino predilecto mostrarías algo más de coraje. Pero no, huyes; huyes como

siempre has hecho... Como has estado haciendo todos estos años, como hiciste en su

momento huyendo de tu destino, del destino que había preparado tu padre para ti,

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traicionando su memoria y la de todos los que alguna vez creyeron en ti... Pero esta

vez no te saldrás con la tuya... No, esta vez tu cobardía no podrá salvarte... Tu

sobrino, aquel al que rechazaste, aquel que tanto te avergonzaba, ha regresado para

mostrarte su grandeza, para mostrarte cual es la verdadera naturaleza de la Fuerza.

-Tu mente está contaminada: yo nunca te rechacé, nunca me avergoncé de ti...

Siempre te quise como a un hijo... Incluso a pesar de todo lo que has hecho, a pesar

de en qué te has convertido, todavía te sigo queriendo...

-Mejor, así mi victoria me sabrá más dulce.

Lejos de allí, en la llanura del Xelric, el implacable avance del ejercito de

caminantes aplasta sin compasión a las hordas yuuzhan vong, que han perdido sus

nidos y con ellos, sus dovin basals. Son decenas de miles y siguen llegando desde

todos los lugares del planeta, pero tras las descargas de superlaser caídas desde el

cielo, sus colonias han sido barridas del mapa. Ahora, el ejército mandaloriano los

masacra sin piedad ninguna a bordo de sus poderosas bestias de metal, contra las

cuales los fieros guerreros yuuzhan poco pueden hacer. Su mente colmena les sirve

para alertar a los koros-strohna que vagan por la galaxia. Varios de ellos cambian su

rumbo en dirección a Tatooine, pero no les dará tiempo. Y aun así, cuando lleguen, el

sith les estará esperando a bordo de su superdestructor para aniquilar cualquier nido

yuuzhan que intente acercarse. Porque aunque ellos aún no lo saben, Darth Nerpheus

les ha traicionado usándolos para sus propios fines.

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Al norte se libra la batalla, pero al sur se ha desatado el infierno. Las explosiones

continúan y el tybanna almacenado bajo el suelo de la Estación Tosche revienta,

agrieta y quiebra el árido suelo como si fuera madera seca. El incendió se propaga

por el aire, que literalmente abrasa lo que toca, y un ponzoñoso humo negro lo

envuelve todo. En medio de la apocalíptica escena, un enorme vehículo reptador yace

volcado y partido en dos. Todos sus tripulantes han muerto excepto uno, uno que

ahora se halla inconsciente bajo una gruesa plancha de acero que aplasta sus piernas

mientras las llamas van cercándolo poco a poco. Es un borg houk con la fuerza de

treinta hombres y casi indestructible, pero a quien el fuego puede matar si no se pone

pronto a cubierto. Sin embargo, para ello debe despertar y no hay nadie cerca que

pueda ayudarle. Entonces, de repente, a través la densa nube de humo aparece la

figura de R2d2 avanzando entre los restos del vehículo destrozado. Al ver a Fynoon

tumbado en tierra, se detiene y, tras aproximarse a él, comienza a golpearlo con su

tiznado cuerpo metálico. Pero el borg no reacciona, con lo cual el droide decide ser

más drástico y usando su brazo de choque, le da varias descargas eléctricas hasta que

Les comienza a mover primero un brazo, luego el otro y finalmente la cabeza.

-Ah, mi sesera... -musita el antiguo pirata mientras va recobrando la consciencia.

A su lado, el droide astromecánico empieza a emitir ruidos agudos como señal de

alegría, pero también de premura.

-Oh, R2, ¿erés tú o estamos muertos los dos y nos hallamos en el infierno de las

máquinas? -R2 respondió con más ruidos agudos y moviendo la cabeza.

-Está bien, sí, debemos darnos prisa. Mis pulmones pueden filtrar este aire

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envenenado, pero esas llamas nos derretirán a ambos.

Tras sus palabras, Fynoon sacó su vibro-cuchillo de phrik y cortó con él parte de la

plancha que lo oprimía para, seguidamente, quitársela de encima usando sus

poderosos brazos.

-Vamos, salgamos de este infierno -le dijo a R2 nada más liberarse.

En la cima de la montaña, un terrible enfrentamiento parece precipitarse hacia su

irremediable final. El viejo maestro jedi sufre para defenderse de los ataques del lord

sith que lo arrincona una y otra vez a golpe de tajo y estocada. Su rostro sangra,

también su hombro derecho, y las fuerzas le flaquean. Es viejo, casi dobla en edad a

su adversario, y además su corazón alberga hacia él sentimientos encontrados. Pero

Nerpheus no cesa en su empuje, y aunque a veces da la sensación de que no se

emplea con toda la contundencia que podría, Luke sabe que es únicamente para

regodearse más y más en su victoria, paladendo cada sorbo lentamente.

-¿Y ya está? ¿Esto es todo lo que puedes ofrecerme? Qué decepción tan grande...

Esperaba encotrarme al menos con un digno rival, pero solo veo ante mí a un viejo

débil y lastimoso que sin duda merece morir, como Trey-Jeng lo mereció al

subestimarme.

Luke cerró entonces los ojos y, de repente, enormes rocas empezaron a volar hacia

Nerpheus desde todos los lugares. Sin embargo, antes de que éstas impactaran en él,

el sith adelantó su pierna derecha y se inclinó hacia delante haciendo que las piedras

se detuvieran en el aire. Sith y jedi cerraron entonces los ojos para librar otro tipo de

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lucha que hasta ese momento ambos habían intentado evitar. Y mientras las rocas se

mantenían suspendidas e inmóviles, el sudor comenzó a caer por primera vez por la

frente de Nerpheus. En ese momento se dio cuenta del verdadero poder que atesoraba

su tío y de cuan difícil era derrotarlo en su terreno. Pero debía hacerlo, debía

quebrarlo allí donde él era más fuerte. Y tras casi un minuto en el que ambos

quedaron detenidos en el tiempo y en el espacio, el darth sith gritó:

-¡¡¡Basta de juegos!!!- y acto seguido las rocas volaron de nuevo a toda velocidad

para impactar finalmente sobre el cuerpo del viejo maestro jedi, el cual se precipitó

rodando ladera abajo de la montaña.

Entretanto, Fynoon Les y R2d2 intentaban escapar de las llamas caminando a toda

prisa sobre un suelo que antes era de vong pero que ahora, debido a las altas

temperaturas, se estaba solidificando. Era difícil moverse entre aquella humareda tan

negra y espesa, y la visión calorífica del borg no le servía demasiado en la situación

en la que se encotraban. Así que Fynoon Les tuvo que confiar en el pequeño androide

astromecánico, el cual hizo uso de sus sensores para guiarlos a ambos hacia un lugar

seguro. Pero entonces, tras atravesar una cortina de humo asfixiante y opaca, borg y

droide se dieron de bruces con un grupo de guerreros yuuzhan que desorientados

intentaban como ellos huír de las llamas. Eran una docena, y al verlos se giraron y

comenzaron a rugir castañeteando sus dientes. Les echó mano a sus bryar pero no

estaban donde debían estar, en sus cartucheras, y en ese momento supo que se

encontraba en un grave aprieto, pues tenía que elegir entre morir quemado por el

660
fuego o descuartizado por aquella turba de fieros yuuzhan. Éstos no tardaron en

rodearlos mientras los amenazaban con sus garfios y sus cuchillos de yorik; y cuando

ya se disponían a saltar sobre ellos, una potente ráfaga de turbolaser cayó sobre ellos

derribándolos a todos en segundos. Fynoon miró hacia arriba y entonces pudo ver

como el Halcón Milenario se acercaba volando por el cielo a gran velocidad.

-Ufff -dijo mirando a R2-; otra vez por los pelos -y mientras el carguero aterrizaba

a unos veinte metros de donde ellos se encontraban, el borg y el pequeño droide

salían disparados hacia él dejando el mismísimo infierno a sus espaldas.

661
Capítulo 81

Luke intentaba ponerse de nuevo en pie tras rodar casi treinta metros montaña

abajo. Su cuerpo y su rostro estaban llenos de magulladuras y un fino reguero de

sangre caía por su frente. Tambaleándose y respirando con dificultad logró hincar la

rodilla en tierra y, tras observar a su alrededor, vio su sable de luz a lado de una

enorme pared de granito que proyectaba sobre el desolado piso una sombra alargada

y espectral. Extendió su brazo derecho y abrió la palma de su mano, pero antes de

que el sable saliera volando hacia él, la espada de Nerpheus apareció de la nada para

sesgar su muñeca de un solo golpe. Amputada, su mano mecánica cayó al suelo y

Luke no tuvo más remedio que usar la izquierda para recoger su sable. Cuando se

puso de pie y lo encendió, Nerpheus estaba ya frente a él, empuñando su espada del

color de la sangre.

-Se acabó -dijo con el rostro pétreo-, no hay razón para prolongar esto... -y a

continuación arremetió con furia contra su antiguo maestro, el cual se limitó a

bloquear los golpes como pudo, dando pequeños pasos hacia atrás hasta que su

espalda chocó contra una pared de roca que imposibilitó su huída.

662
Mientras tanto, dentro de la cabina del Halcón Milenario, Dirk Calrissian y Fynoon

Les observaban los destellos de las espadas de luz desde la lejanía:

-Keyran, prepárate, nos estamos acercando -gritó Dirk a través de su

intercomunicador.

-Estoy preparado, comandante. Solo necesito que te acerques un poco más -le

respondió Rupard.

-Tranquilo, teniente, pronto tendrás a tiro el objetivo...¿Cómo vais vosotras? -le

preguntó a Deislin y a Gildren, quienes se hallaban junto a la escotilla de la bodega

principal preparando el cable de acero que pensaban lanzarle a Luke.

-Todo listo. Solo esperamos tu orden.

-De acuerdo, vamos para allá -y tras sus palabras, el comandante movió la palanca

que aumentaba la velocidad del viejo carguero haciendo que éste saliera despedido

hacia delante.

-Date prisa, Dirk -le azuzó el borg-; date mucha prisa...

Los golpes lanzados por Darth Nerpheus se sucedían y el debilitado brazo

izquierdo de Luke apenas podía ya contenerlos. Entonces el sith levantó su sable y lo

dejó caer con furia sobre la cabeza del renqueante maestro jedi, el cual logró

bloquearlo colocando su espada en horizontal. A continuación, el Mandalore dejó

caer su cuerpo y agarrando su sable con las dos manos, lo empujó con fuerza hasta

que las espadas de ambos contendientes quedaron a un par de palmos de distancia del

663
rostro Luke. Pasados unos segundos, el calor del filo de los sables comenzó a abrasar

la cara del viejo maestro mientras su brazo reculaba tembloroso centímetro a

centímetro, incapaz de soportar ya más tensión. Fue en ese momento cuando Darth

Nerpheus clavó su hiriente mirada en él para decirle con una voz llena de odio:

-Mírame a los ojos, maestro... Dime, ¿qué ves?

Luke levantó la vista, y entre jadeos logró responder con tono sereno:

-Sigo viendo a un niño triste y asustado.

El Mandalore apretó los dientes:

-En ese caso tus ojos no te sirven bien -y a continuación empujó su espada con

todas sus fuerzas haciendo que el centelleante sable azul de Luke tocara su rostro a la

altura de sus ojos, quemándole las pupilas al instante. Un grito de dolor atravesó la

montaña transportado por el eco y, desarmado, el último jedi se derrumbó cayendo de

rodillas. Nerpheus lo miró con desprecio: los ojos de su tío se habían convertido en

pulpas humenantes y sanguinolentas y un insoportable hedor a carne quemada

inundaba la atmósfera. Sin mediar palabra, el Mandalore lo agarró del cuello y lo

levantó del suelo. Pudo sentir en ese momento como temblaba entre sus dedos y

aquello lo satisfizo sobremanera. Entonces, entre gemidos de dolor, el viejo maestro

pronunció una sola frase:

-Perdóname, Kaneyi.

En un principio, Nerpheus no supo muy bien como reaccionar ante aquellas

palabras; pero tras unos instantes de duda, su rostro se torció y la ira se desbordó en

su corazón. Levantó su sable para asestar el último golpe y justo en ese momento,

664
Luke tocó con la palma de su mano izquierda la frente de su sobrino. Se produjo

entonces un estallido en la mente de ambos, como un chispazo que dejó inconsciente

al jedi y aturdido al darth sith. El primero cayó al suelo, el segundo comenzó a

tambalearse de un lado para otro repitiendo para sí mismo:

-¿Qué me has hecho, qué me has hecho? -y de repente las rocas a su alrededor

comenzaron a estallar, lo que hizo que levantara la vista hacia el cielo para toparse

con un carguero YT-1300 que, a toda velocidad, volaba hacia él a disaparando su

cañón turbolaser. Nerpheus se irguió y, sin moverse un centímetro mientras las

descargas explotaban a su lado, clavó su ojos en la nave. Luego colocó el mango de

su sable de luz junto a su pecho haciendo que el filo calentara su cara y cerró los ojos.

Y un par de segundos después, lo lanzó contra la nave que le hostigaba con un rápido

latigazo de su brazo derecho. La espada salió volando y, al tiempo que giraba sobre sí

misma, atravesó el escudo deflector para, finalmente, impactar en el cañón cuádruple

que no paraba de dispararle, haciendo que este estallará al instante.

-¡¡¡Keyran, Keyran, responde!!! -gritaba Dirk a través del intercomunicador; pero

Rupard no contestaba.

-Voy a ver qué le ocurre -intervino Gildren desde la bodega de carga.

-De acuerdo, pero ten cuidado, Gil -le insistió Dirk. En ese momento, otro impacto

en el fuselaje hizo temblar de nuevo al Halcón:

-¿Qué ha sido eso? -preguntó Deislin, que esperaba su momento en la bodega

junto al cable de acero.

665
-No lo sé, parecía una descarga de turbolaser.

-Ahí están -le indicó Fynoon-, a tu derecha: media docena de cazas Tie.

-¡Maldita sea, lo que nos faltaba!

-Tienes que ocuparte de ellos, nuestros escudos están delicados...

-Pero...¿y Luke? Ese sith va a matarlo.

-Acércate a él, voy a saltar...

-¿Qué estás diciendo? ¿No pensarás enfrentarte a él?

-Eso es justo lo que voy a hacer...

-¿Te has vuelto loco? Por muy duro que seas, no puedes derrotarlo...

-Lo sé, pero al menos ganaré tiempo -el borg se puso de pie.

-Fynoon, no...

-¿Vas a dejar a Luke morir ahí abajo?

Dirk no supo qué contestar.

-¡Vamos, comandante -exclamó Les agarrando un rifle blaster que había a su

derecha-, déjate de mosergas y acércate a esa condenada montaña!

A continuación, la extraordianria habilidad de Dirk en el pilotaje quedó de

manifiesto cuando, tras un acrobático giro de 180 grados, el comandante derribó un

caza con los turboblasters delanteros. Seguidamente, Calrissian condujo la nave hacia

la montaña sin dejar de disparar, para evitar que el sith se acercara a un Luke que

todavía yacía inmóvil en tierra.

-¡Acabad de una vez con ese maldito carguero! -ordenó expeditivo Nerpheus a

través de su intercomunicador mientras se protegía tras un enorme bloque de granito.

666
Los cinco cazas Tie se lanzaron entonces a tumba abierta contra el Halcón Milenario,

el cual, tras acercarse a la montaña, tuvo que iniciar una maniobra evasiva. Al no oír

disparos de blaster cerca, el Mandalore salió del abrigo que le proporcionaba la

descomunal roca para terminar de una vez por todas su enfretamiento con el último

jedi. Sin embargo, delante de él y cortándole el paso, se encontró con un poderoso

borg houk armado con un rifle blaster que lo miraba desafiante:

-Apártate, borg -le dijo clavándole sus ojos llenos de ira.

-Tendrás que matarme, mandaloriano.

-Que así sea, pues... -y dicho ésto, el darth sith levantó su mano derecha para hacer

el gesto de estrangular un cuello invisible, lo que no causó en Fynoon el efecto

esperado. De hecho, no causó efecto alguno, y tras cierta extrañeza inicial en ambos

contendientes, Fynoon levantó su blaster y comenzó a disparar contra Nerpheus casi a

quemarropa. El Mandalore estuvo rápido y bloqueó con su sable todas las descargas

hasta que, finalmente, una de ellas salió rebotada e impactó de lleno en el mismo rifle

que la había disparado. El estallido del bláster hubiera reventado las manos de

cualquier ser de carne y hueso; pero Fynoon Les no estaba hecho solo de carne y

hueso. Así que sin un solo gesto de dolor y sin mediar una sola palabra, el borg sacó

su vibromachete y se puso en guardia.

Entretanto, Dirk estaba realizando auténticas proezas en el aire en su

enfrentamiento contra los Tie. Había logrado derribar ya otros dos cazas y mantenía a

raya a los tres que todavía intentaban abatirlo.

667
-¿Cómo está Rupard? -le preguntó a Gildren por el intercomunicador.

-Bien. Le he inyectado un poco de bacta, creo que tiene un par de costillas rotas,

pero sobrevivirá. Voy a aplicarle también varios de parches en las quemaduras del

cuerpo y la cara.

-De acuerdo... Deislin, prepárate, voy a quitarme de encima esos cazas y cuando lo

haga será tu turno, ¿de acuerdo?

-De acuerdo, comandante, espero tu orden.

Dirk hizo un tirabuzón y luego un giro en ángulo recto a la izquierda, lo que dejó

el Halcón frente a uno de los Tie. Éste no se esperaba que un carguero realizara un

movimiento tan rápido y preciso y su reacción no llegó a tiempo: Calrissian abrió

fuego derribándolo en el acto.

-Vamos, Fynoon -se dijo para sí mismo-, aguanta un poco más, esto ya casi está.

En tierra, Fynoon Les se estaba viendo en problemas. Aún así, había notado algo

extraño en su poderoso enemigo, pues éste había intentado diferentes movimientos

que parecían no haberle funcionado, o al menos no como él esperaba. Entonces, en un

momento determinado de enfrentamiento, el sith intentó lanzar al borg colina abajo

usando un empujón de la Fuerza, pero aquel extraño gesto de su brazos no tuvo

efecto alguno y Fynoon logró escabullirse para ganar algo más de tiempo. Nerpheus,

de espaldas a él, se llevó la mano izquierda a la cabeza un tanto desorientado.

-¿Qué te ocurre, mandaloriano? -le preguntó el borg con sorna- No pareces tan

duro cuando te enfrentas con alguien de tu edad.

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Darth Nerpheus giró la cabeza y miró al borg por encima de su hombro con los

ojos inyectados en sangre. Y acto seguido arremetió contra él con una furia inusitada,

lanzando golpes y más golpes sin dar un solo respiro hasta que, finalmente, uno de

ellos sesgó de un solo tajo el brazo derecho del borg. Pero ni siquiera entonces paró, y

con otra de sus terribles embestidas le amputó por la rodilla una de sus piernas hechas

de beskar. El borg quedó de rodillas, apoyándose en tierra con su mano izquierda para

no caer. El Mandalore lo miró entonces a los ojos:

-Sé que en un borg solo hay una cosa que no se puede reparar... -dijo, y acto

seguido levantó su sable y le atravesó el pecho a la altura del esternón.

-Su corazón -añadió, y luego estiró de su sable haciendo que el enorme cuerpo de

Fynoon Les se desplomara al suelo sin vida.

-¡¡¡Fynoon, Fynoon!!! -gritaba Gildren desde la cabina del Halcón Milenario.

Dirk, conmocionado, tras apretar el botón que subía el cable de acero hasta la bodega

de carga, intentó calmar a la mujer:

-¡Gildren, Gildren, vamos, deja de gritar, deja de gritar...! Está muerto, ¿me oyes?

Fynoon ha muerto... Vamos, ahora tienes que bajar a la bodega y ocuparte de Luke y

Deislin... ¿Me escuchas, Gil? Luke y Deislin te necesitan...

En tierra, Deislin esperaba temblorosa a que Gildren le lanzara de nuevo el mismo

cable de acero con el que había enganchado a Luke Skywalker por la cintura

segundos antes. En ese momento, de nuevo la voz de Dirk sonó a través de su

intercomunicador:

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-Date prisa, Gil, hay una docena de cazas que se acercan por el norte a toda

velocidad.

Al instante, el cable de acero cayó y Deislin se agarró a él con fuerza:

-¡Lo tengo, Dirk, vámonos! -exclamó la teniente. Pero nada más iniciar la

maniobra evasiva, un destello rojizó pasó por encima de la cabeza de Deislin

Jamertih, cortando el cable y haciéndola caer desde más de diez metros de altura.

Tras la caída, Deislin comenzó a rodar por la ladera de la montaña hasta que

finalmente una roca la detuvo.

-¿Qué ha pasado? -preguntó histérico Calrissian.

-¡¡¡La hemos perdido!!! ¡¡¡Hemos perdido a Deislin!!!

-¿Cómo que la hemos perdido? ¿Qué significa eso de que la hemos perdido?

-¡Ha cortado el cable! ¡Ese miserable asesino ha cortado el cable!

De repente, una descarga de blaster inclinó el Halcón hacia la derecha y el escudo

deflector bajó su potencia hasta casi la mitad.

-¡No podemos quedarnos aquí, Gildren, tenemos que irnos!

-¿Qué estás diciendo? No podemos dejar a Deislin ahí abajo -en ese momento,

varias descargas más sacudieron la nave de forma violenta y los escudos quedaron al

mínimo.

-No puedo enfrentarme a doce cazas Tie con los escudos tan deteriorados, no soy

Luke ni tampoco Trey-Jeng, ¿me oyes? ¡Tenemos que irnos!

Dirk inició la maniobra para intentar escapar del cerco que los Tie estaban

estrechando a su alrededor. Pero entonces la voz de Gildren, que intentaba asegurar a

670
Luke en un asiento de la bodega principal al lado de R2d2, volvió a oírse en la

cabina:

-¡No, no puedes dejarla ahí abajo! ¡No puedes hacerlo, Dirk!

-Escúchame bien, si no quieres que la muerte de Fynoon haya sido en vano

tenemos que salir de aquí, ¿entiendes...? ¡Maldita sea, piensa en tu hijo!

Si Dirk hubiera podido ver a Gildren en aquel momento, la hubiera visto

deshacerse en lágrimas. Y si Gildren hubiera estado al lado de Dirk, lo hubiera visto

enjugarse los ojos con la manga de su camisa mientras esquivaba las descargas de los

Tie con giros y movimientos al alcance de muy pocos pilotos en toda galaxia. Y

entonces el Halcón Milenario viró hacia un lado, luego hacia otro, después derribó un

caza y a continuación otro más; y subio a toda velocidad hasta alcanzar los diez mil

metros de altura; y siguió subiendo hasta llegar a los veinte mil, los treinta mil, los

cuarenta mil... Y así hasta salir fuera de la atmósfera. Y fue en ese momento cuando

vio a lo lejos la figura un inmenso superdestructor recortada sobre una negrura

infinita e inabarcable, una descomunal masa de odio y muerte plantada como un

monolito en mitad de un espacio silente. Y siguió sin mirar atrás, con los motores a

toda potencia, alejándose de los dos astros que parecían brillar más tenues que de

costumbre. O eso pensó Calrissian, el cual siguió y siguió pilotando tenazmente el

Halcón Milenario hasta alcanzar los límites mismos del sistema Tatoo, para

sumergirse a continuación en las profundidades insondables del hiperespacio.

Tumbada inconsciente junto a una roca, Deislin no podía ver que a su alrededor

671
había un grupo de unos treinta mandalorianos enfundados en sus armaduras de beskar

y con sus rifles preparados para ser disparados al menor movimiento. En el centro del

grupo se hallaba el Líder de Todos lo Clanes, que la observaba en silencio. Entonces

uno de sus hombres se le acercó y le entregó el símbolo de su poder: la máscara del

Mandalore. Y al tiempo le dijo:

-Señor, el general Skravian informa de que el Norte ha sido completamente

limpiado de presencia yuuzhan. Al parecer las bajas han sido mínimas.

El Mandalore se colocó la máscara y siguió guardando silencio. Al cabo de unos

segundos se acercó a la mujer y, tras hincar la rodilla en tierra, le colocó su mano

derecha en el vientre. A continuación cerró su mano y apretó el puño. Después se

levantó y dijo:

-Llevadla al Mythosaur y que un escuadrón médico la atienda de inmediato.

-De acuerdo, señor.

-Y decidle al general Skravian que se repliegue. Nuestro trabajo aquí ha

terminado.

-Sí, señor.

Y tras sus escuetas palabras, el Mandalore dio media vuelta y caminó a toda prisa

en dirección a su interceptor Tie.

672
Capítulo 82

En un pequeño camarote, un niño se despierta llorando y empapado en sudor.

Poco después, la puerta se abre y por ella entra una joven de unos veinticinco años

alarmada por los gritos que el niño ha proferido segundos antes.

-¿Qué ocurre? ¿Te encuentras bien? -le pregunta mientras se acerca a la cama.

-Lo ha matado... -le contesta el niño sentado en la cama y con la mirada perdida.

-¿Qué?

-Mi tío Kaneyi... Ha matado a Fynoon Les...

-Espera un momento, creo que has tenido una pesadilla...

-Sí, es cierto, lo he visto en mis sueños... Pero aún así es real: Fynoon Les ha

muerto.

-¿Quién es Fynoon Les?

-Un amigo, un buen amigo... -y tras sus palabras, Mig rompe a llorar.

-Tranquilo, no lo sabes con certeza... Es posible que solo sea un mal sueño, nada

más que eso: un mal sueño.

El niño se enjuga los ojos y con la voz entrecortada sigue diciendo:

673
-Tayra, debo encontrar a Chewbacca... Por favor, tenéis que ayudarme a

encontrarlo, por favor... Por favor, Tayra...

-Cálmate, Mig, te prometí que te llevaría hasta él y lo haré.

Mig-Wan se queda entonces en silencio y su mirada vuelve a perderse. Al cabo de

unos segundos, rompe a llorar de nuevo. Tayra Fett lo abraza para intentar consolarlo:

-Me salvó la vida -le dice Mig-, Fynoon me salvó la vida en Leiascant y ya no voy

a poder agradecérselo nunca... Duele, duele mucho...

-Lo sé, es duro... Yo también he perdido a muchos buenos amigos. Pero así es la

vida... Ahora tienes una razón más para seguir luchando...

-Pero tengo miedo...

-¿De qué, Mig... de qué tienes miedo?

-De no volver a ver a mi madre nunca más.

-Entonces ya sabes lo que has de hacer: pelear por ello con todas tus fuerzas y no

rendirte jamás... Créeme: ese el único camino que puede llevarte de regreso a casa.

El niño levanta la cabeza y mira a la joven a los ojos. Su mirada ahora es húmeda

y sosegada. Después llena sus pulmones de aire y tras soltarlo despacio, dice:

-Gracias, Tayra.

Tayra Fett sonríe:

-No me des las gracias, grumete, ahora eres parte de esta tripulación y aquí todos

cuidamos de todos... Venga, intenta descansar un poco, mañana será un día muy duro.

Mig se recuesta en su camastro y, tras apagar la luz, Tayra Fett camina despacio

hacia la puerta. Pero antes de salir por ella, la joven se gira para despedirse:

674
-Hasta mañana, Mig-Wan Solo -le dice desde el umbral.

-Hasta mañana, Tayra -le responde Mig-Wan.

Y una vez se ha quedado solo en su camarote, el niño comienza a darle vueltas y

más vueltas a esas tres palabras que Tayra ha pronunciado segundos antes y que

tantas y tantas veces oyó decir a su padre: “no te rindas, no te rindas, no te rindas...”

Y mientras las lágrimas vuelven a caer por sus mejillas, se promete a sí mismo que no

lo hará: nunca se rendirá y nunca más dejára que la aflicción doblegue su voluntad

inquebrantable de volver junto a su madre.

-¿Cómo se encuentra? -le pregunta Dirk a Gildren, mientras ésta comprueba los

parches de bacta que le ha a aplicado a Luke en los ojos.

-Estable, pero necesita un oficial médico cuanto antes.

-No te preocupes, acabo de hablar con mi padre. En Bespin recibirá toda la

atención que necesite...

Gildren levanta la mirada.

-Se recuperará, Gil, ya lo verás -insiste Dirk intentando tranquilizarla-. A pesar de

su edad, Luke es mucho más fuerte que todos nosotros...

-Era él, ¿verdad?

-¿Cómo?

-El que le hizo esto a Luke, el que mató a Fynoon... Era el mismo que asesinó a

Trey-Jeng y se llevó a Mig-Wan... ¿verdad?

-Sí, creo que sí.

675
Gildren hace un gesto de negación con la cabeza:

-No debimos haber dejado allí a Deislin...

-No podíamos hacer nada por ella. Si hubieramos intentado rescatarla, ahora

nosotros también estaríamos muertos.

-Aún así deberíamos haberlo intentado al menos.

Dirk suspira y luego agacha la mirada:

-Mira, Gil, tal vez pienses que soy un cobarde o algo parecido...

-Yo no he dicho eso...

-Da igual, no me importa, no me importa en absoluto... Lo único que de verdad me

importa es mantenerte a ti con vida... ¿Y sabes por qué? No es por mí; tampoco por

Trey-Jeng. Es por ti y por tu hijo... Porque yo sé lo que es perder a una madre con

once años y no me gustaría que eso le pasara también a Mig-Wan, ¿comprendes?

Entonces el rostro de Gildren se desencaja y comienza a llorar:

-¿Pero cómo vamos a encotrarlo ahora, dime...? -luego hunde su cara entre sus

manos para amortiguar su desgarrado llanto- ¿Cómo voy a encontrar a mi hijo ahora

si Fynoon ha muerto y Luke está luchando por su vida?

-Yo te ayudaré... Y Rupard. Y Uzig... Y hasta R2... Y Luke cuando despierte...

Pero de nada servirá nuestra ayuda si te das por vencida, si te vienes abajo... Así que

mírame a los ojos, Gil, y prométeme que no vas ha rendirte... Vamos, prométemelo...

Prométemelo...

Gildren levanta la mirada y, entre lágrimas, asiente con la cabeza:

-De acuerdo, te lo prometo... No me rendiré, no me rendiré jamás...

676
La lanzadera llegó al Puerto Este de Coruscant con la caída de la noche.

Rápidamente, el general ordo Tauk Wer-Akum y los miembros de su escolta personal

fueron trasladados en aerodeslizador al Distrito del Senado, donde les aguardaba el

Gran Consejo de la Liga junto con represetanción del alto mando militar de la

mayoría de mundos del Núcleo.

El poderoso general mandaloriano fue recibido con todos los honores y

formalidades protocolarias propias de un alto dignatario, tras lo cual fue conducido a

unos lujosos aposentos que habían sido cuidadosamente preparados para él. Luego de

un baño relajante, Wer-Akum cenó copiosamente para, bien entrada la noche,

preparar la intervención que iba a llevar a cabo un par de horas después en el Edificio

del Senado. En realidad no había mucho que preparar, pues estaba allí en calidad de

emisario y como tal debía ceñirse exclusivamente a entregar el mensaje que el

Mandalore quería hacer llegar al Núcleo. El Líder de Todos los Clanes había decidido

enviar al caudillo de su clan más poderoso como señal de buena voluntad y respeto

hacia la Liga, pero también como muestra de confianza hacia el general ordo, con lo

que Wer-Akum no podía decepcionarle. No obstante era una tarea que le disgustaba

sobremanera, pues él era un soldado y como tal, su sitio estaba en el campo de batalla

y no en un edificio como el del senado, rodeado de charlatanes y burócratas a los que

despreciaba desde lo más profundo de su ser y a los que no dudaría en degollar con

sus propias manos si llegara el caso. Sin embargo, debía mostrar ahora sus mejores

dotes diplomáticas ya que del resultado de su visita, dependía en buena parte como se

677
realizaría posteriormente el reparto del Núcleo entre los clanes.

Tras enviar un escueto mensaje holográfico al Mythosaur, explicándole al

Mandalore que se encontraba ya en Coruscant y a punto de entrevistarse con el

Consejo, Wer-Akum terminó de vestirse en su cuarto. Cuando salió de nuevo al

amplio salón, uno de sus capitanes lo esperaba:

-Señor, el Consejo se haya ya reunido en el Edificio del Senado. Un aerotransporte

nos espera.

El general se colocó su cinturón y a continuación dio un par de pasos para quedar

frente a un enorme espejo de cuerpo entero que había a su derecha. Tras unos

segundos comprobando que su aspecto era el adecuado, dio media vuelta y asintiendo

con la cabeza dijo:

-Está bien, vamos allá.

Media hora más tarde, con mucha solemnidad y cierta pompa, era presentado en la

sala principal del Edificio del Senado ante el Gran Consejo de la Liga Comercial

Galáctica. Los expectantes ojos de los representantes de todos los mundos adscritos

se clavaron en él mientras subía a su estrado y pronunciaba sus primeras palabras,

todas ellas de agradecimiento por el excelente trato recibido desde su llegada a la

capital de la Galaxia.

Y tras varias de aquellas frases amables y puramente formales, el General Tauk

Wer-Akum hizo un alto en su intervención para coger aire y beber un poco de agua. A

continuación, y sin más preámbulos, abordó el asunto que le había llevado hasta allí:

-Como ustedes sabrán, miembros del Consejo, mi presencia en este imponente

678
edificio rebosante de historia responde a una petición expresa de mi señor, el Gran

Mandalore y Líder de Todos los Clanes, Nerpheus Skirata, para hacerles llegar a

todos los mundos de la Liga sus deseos de poner a su disposición sus ejércitos con el

objeto de defender nuestra civilización de este brutal y salvaje ataque al que está

siendo sometida. Los yuuzhan vong ya han conquistado siete mundos del Borde

Exterior, entre ellos Geonosis, Mustafar y Ryloth. Su avance es imparable y a las

cerca de veinte naves-nido avistadas, hay que añadir otras tantas operando en los

límites de la Zona Salvaje. Y eso es solo la punta del iceberg. Se trata sin duda de una

invasión a gran escala para la cual la Liga Comercial Galática no está ni de lejos

preparada. Vuestras flotas son poderosas, eso no podemos negarlo, en especial las de

Corellia, Anaxes y Coruscant, pero de poco os servirán ante un enemigo como éste al

que os enfrentáis, imposible de detectar hasta que ya es demasiado tarde. Pronto el

Borde Medio sucumbirá y a continuación le llegará el turno al Núcleo. Por esa razón,

el Mandalore os ofrece no solo sus cuatro destructores -cada uno de ellos gobernado

por uno de sus generales- junto con su nave comandante: el Mythosaur, el arma más

poderosa de la Galaxia; sino también al único general capaz de guiarnos a todos hacia

la victoria. Y es ahí a donde nuestro Señor muestra su infinita grandeza, pues él

mismo se presenta voluntario ante el Consejo de la Liga para liderar nuestros

ejércitos en esta cruzada común, cuyo propósito no es otro que el de detener a esas

bestias infames y crueles y devolverlas al espacio pronfundo de donde nunca

debieron haber salido.

Tras las palabras de Wer-Akum, se hizo un silencio sepulcral y mientras la

679
mayoría de miembros del Consejo se miraban los unos a los otros dubitativos, el

representante de Alsakan, Erit Dedel, pidió la palabra:

-Miembros del Consejo, representantes de los diferentes mundos de la Liga,

general Wer-Akum... Bien, hemos asisitido a una brillante exposición por parte del

general de cual es la situación militar en la que nos encontramos en estos momentos,

y la verdad es que no ha habido la más mínima exageración por su parte:

efectivamente, la situación en extremadamente preocupante. Sin el Gran Maestro

Trey-Jeng Solo y con Luke Skywalker desaparecido, nuestras flotas se ven incapaces

de detener el avance yuuzhan y es cierto, es posible que en pocos días tengamos

noticias de que otra decena de mundos, o puede que más, hayan sido invadidos y de

que esos koros-strohna se hallan ya a las puertas del Núcleo. Sin embargo, esa no es

la cuestión... O al menos el general, de forma sumamente inteligente, no la ha

planteado de la manera adecuada. Si a cualquier ciudadano de este universo se le

preguntara si debería o no, en la sutuación en la que nos encontramos ahora, aceptar

la ayuda de un ejercito tan poderoso como el ejercito mandaloriano, todos

contestarían que sí sin dudarlo. Pero repito, esa no es la pregunta que debemos

formularnos. La pregunta adecuada es si es justificable para defender nuestra

civilización, entregarla a su peor enemigo. Y entonces, si planteamos la cuestión en

estos términos, el debate se enmarcaría dentro dentro de los límites correctos. Porque

yo pienso, y sé que muchos otros ciudadanos piensan del mismo modo, que no tiene

mucho sentido entregar tu mundo a un enemigo para así defenderlo de otro. Porque

no nos engañemos, en realidad lo que el general Wer-Akum nos está ofreciendo es la

680
esclavitud a cambio de la supervivencia. Y creo que podemos sobrevivir a esta

amenaza sin necesidad de convertirnos en esclavos.

Hubieron tímidos aplausos y rápidamente, Tauk Wer-Akum pidió de nuevo la

palabra:

-Las palabras del reperesentante de Alsakan son tan agradables a los oídos como

capciosas. Porque él sabe igual que yo que la Liga no tiene elección. Si nuestro deseo

fuese la conquista, ¿qué nos lo impide? Vuestros ejércitos no son rivales contra

nuestra indestructible armada. No, rechazar la mano que el Mandalore os tiende sería

un error que llevaría al Núcleo a su destrucción. Lo que nosotros proponemos no es la

esclavitud, sino el orden. Un nuevo orden en la galaxia y una nueva esperanza para

este universo. Este es el mensaje que mi Señor quiere haceros llegar, y lo habéis

recibido tal y como yo lo recibí de su parte; por tanto ahora la decisión es vuestra.

Mañana por la mañana partiré de regreso a Praatba'tor para entregarle una respuesta.

De esa respuesta dependerá el futuro de vuestro mundo.

Wer-Akum agachó la cabeza en señal de respeto y a continución bajó del estrado.

Fuera de la sala, su escolta lo estaba esperando. Caminaron fuera del edificio y en la

terraza subieron a un speeder que los trasladó de nuevo a sus aposentos.

681
Capítulo 83

El Mythosaur avanzaba impasible hacia los límites del Sistema Tatoo. En su

interior, los hangares se encontraban en estado de ebullición, con miles de mecánicos

correteando de un lado para otro al tiempo que comprobaban el estado de los

vehículos blindados empleados en la limpieza de Tatooine. Las bajas habían sido

mínimas, pero aún así el protocolo era estricto: había que revisar cada caminante

tuerca por tuerca y centímetro a centímetro. En el Puente de Mando Principal, el

general skirata Bragdam Skravian, junto a sus Almirantes y capitanes, gobernaban la

mostruosa nave en dirección al hiperpunto más cercano, situado a unas tres horas de

distancia. Nada más ponerse en marcha recibieron un mensaje holográfico desde el

Núcleo, en el cual el mismísimo general Tauk Wer-Akum le comunicaba al

Mandalore que ya se encontraba en Coruscant, a punto de intervenir en el Edificio del

Senado. Sin embargo, Skravian optó por no molestar al Líder de Todos los Clanes,

pues éste había dejado la orden de que solo se perturbara su descanso por una causa

de fuerza mayor, y aquella desde luego no lo era. En su cuarto, vestido con una

oscura túnica sith de vjun, sentado en una silla y apoyando la cabeza en su mano

682
derecha, el Mandalore se hallaba en esos instantes reflexionando circunspecto y

taciturno:

-¿Qué me has hecho, tío? -se preguntó varias veces, y luego agachó la cabeza y la

sujetó con ambas manos.

-¿Qué me has hecho? -volvió a preguntarse.

Entonces una voz sonó a través de un intercomunicador:

-Gran Señor, la mujer está preparada en su laboratorio.

-De acuerdo, voy para allá.

Darth Nerpheus se puso de pie y caminó despacio hacia la puerta. Pero antes de

cruzarla, una enorme fatiga se apoderó de su cuerpo obligándole a apoyarse en la

pared para no caerse. Cogió aire y maldijo un par de veces. Luego, cuando recuperó

el resuello, atravesó el umbral y continuó su camino.

El laboratorio sith se hallaba cerca de sus aposentos, así que no tardó demasiado

en llegar hasta él. Varios oficiales médicos y otros tantos robots quirúrjicos lo estaban

esperando. Nada más entrar por la puerta, el oficial médico de mayor rango se le

acercó y, mientras le explicaba cual era el estado exacto en el que se encontraba la

mujer, lo acompañó hasta uno de los muchos tanques de bacta que habían al fondo de

la amplia sala.

-Tanto madre como hija se hallan en perfecto estado. No obstante hemos preferido

darle una sesión suave de bacta durante un par de horas, sobretodo por el feto. La

joven ha sufrido una conmoción muy fuerte y eso podría afectarle a la larga si no

tomamos precauciones.

683
Nerpheus escuchaba al oficial en completo silencio, sin dejar de mirar el cuerpo

desnudo de una Deislin Jamerith que, sumergida ahora en el interior de un tanque de

bacta, continuaba inconsciente.

-Hemos calculado que debe estar de unos tres meses y medio. Tal vez cuatro.

-¿Es suficiente? -preguntó el Mandalore con un tono firme en la voz.

-¿Cómo? ¿Se refiere...?

-Sí, me refiero a si esa niña está lo suficientemente desarrollada como para

soportar la máquina...

-Bueno, mi Señor, seguramente sí, aunque no es lo más recomendable... Piense

que si intruduce un feto dentro de un acelerador de crecimiento, los costes de los

implantes cerebrales son mucho mayores y aún así no asegurarían de ningún modo el

crecimiento de un individuo sano mentalmente... Además, mataría a la madre...

-La madre no me importa...

-Entiendo... Aunque sería una muerte horrible: el feto se desarrollaría a una

enorme velocidad, creciendo hasta reventarla por dentro.

-He dicho que la madre no me importa. La niña, dígame, capitán, ¿sobreviviría?

-Desde luego. Con su nivel de midiclorianos, no hay ninguna razón para pensar en

lo contrario.

-En ese caso, hágalo de inmediato. Y manténgame informado de sus progresos en

todo momento.

-Sí, Gran Mandalore, así se hará.

Darth Nerpheus dio media vuelta y caminó en dirección a la puerta. Pero antes de

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salir por ella, ésta se abrió y un par de soldados aparecieron inclinándose nada más

verlo en señal de respeto:

-El General nos envía en su busca, Gran Señor. Le ruega que se ponga en contacto

con él cuanto antes. Al parecer han llegado noticias desde Coruscant.

-Díganle que me comunicaré con él desde mi compartimento.

Diez minutos más tarde, el Mandalore se hallaba en su cuarto, sentado frente a su

tablero holográfico. Su aspecto era cansado y su actitud extrañamente reflexiva. Se

llevó el índice y el pulgar a los lagrimales y estuvo así, en silencio y completamente a

oscuras, durante casi un minuto. Luego se acercó a la mesa y, tras apretar varios

botones, la imagen holográfica del general Skravian apareció ante él.

-Mi Señor, acabamos de recibir un mensaje enviado por el general Wer-Akum

desde Coruscant. El Consejo ha cedido: el Mandalore ha sido nombrado Comandante

en Jefe de todos los Ejercitos de la Liga... Tal y como usted vaticinó, el Núcleo se ha

sometido.

Darth Nerpheus no dijo nada, limitándose solo a asentir como si aquella noticia no

tuviera excesiva importancia. Después se recostó en su silla y por fi rompió su

mutismo:

-Trasmítale al general Wer-Akum mis felicitaciones. Su labor será recompensada.

Que el Puente calcule la ruta más rápida hacia Geonosis. Ahora debemos limpiar todo

lo que hemos ensuciado.

-De acuerdo, mi Señor. Así se hará mi Señor.

Nada más la comunicación se cerró, Nerpheus volvió a llevarse el índice y el

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pulgar a sus lagrimales. Sentía una angustia y un cansacio que no había

experimentado jamás. Bajó los párpados y entonces la imagen de su tío apareció

nítida en su cabeza. Al instante abrió los ojos y la imagen se esfumó:

-¿Qué me has hecho? -musitó entre las sombras- ¿Qué me has hecho?

DIARIO DE DIRK CALRISSIAN:

“A través del hiperespacio, el Halcón Milenario avanza a toda velocidad por el

Corredor Ison hacia el Sector Anoat. En unas ocho horas alcanzaremos los límites del

Sistema Bespin. Tal vez menos. La nave se halla ahora sumida en un sepulcral

silencio, pues a excepción de mí y de R2d2, todos duermen. Estoy preocupado por

Rupard y Luke. El primero se recuperará, pero aún así debe recibir los cuidados

necesarios cuanto antes para que sus heridas no vayan a más. Por el contrario, la

situación de Luke es mucho más preocupante. No reacciona a ningún estímulo

exterior y aunque sus constantes vitales se mantienen, éstas se han reducido al

mínimo. Es como si hubiera sufrido un colapso y su espíritu hubiera abandonado su

cuerpo dejándolo con apenas un soplo de vida. Verlo así resulta muy duro. Como

duro resulta pensar en los que ya no están con nosotros... Sin embargo debo mantener

la entereza al menos hasta que lleguemos a Bespin. ¡Oh, padre, cuánto te necesito

ahora! Necesito que me abraces, como cuando era un niño, y me digas que todo va a

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salir bien, aunque ambos sepamos que no es cierto... Intento beber un poco de agua

pero esta profunda angustia que me estrangula por dentro no me lo permite. Las

imégenes de Trey-Jeng, Mig-Wan, Fynoon, Deislin y Luke martillean mi cerebro sin

descanso. Hemos sufrido otra incontestable derrota y ya no nos quedan más cartas

cartas con las que seguir jugando esta partida. Pero aún así no podemos rendirnos.

No, mientras haya un mínimo rayo de esperanza. Gildren duerme, por fin duerme, y

yo debo mostrarme fuerte cuando ella despierte, para transmitirle esa fortaleza, para

que no se derrumbe, porque si ella lo hace, yo también me vendré abajo. Ambos nos

necesitamos el uno al otro, quizá más que nunca. Ahora solo me importa una cosa:

encontrar a Mig-Wan. Y juro que haré todo lo que esté en mi mano por lograr que

madre e hijo se reencuentren de nuevo. Por el niño, por Gildren, por Trey-Jeng, por

Fynoon, por Luke y por todos los que han caído... R2 está a mi lado y me mira

mientras grabo este mensaje en mi bitácora. Le digo que descanse, que no hay mucho

que hacer hasta que salgamos del hiperpunto, y tras insistir, se coloca en estado de

hibernación. Yo observo el asiento vacío del copiloto y de repente Fynoon aparece

ante mí mirándome a los ojos: ¿Vas a dejar morir a Luke allá abajo?, me dice, y un

par de lágrimas caen por mis mejillas. Pero entonces me repito que ninguna muerte

habrá sido en vano y recuerdo las palabras exactas que Trey-Jeng me dijo una vez tras

una dura batalla:

“Cuando te sientas abatido, piensa que no estás solo, pues la Fuerza siempre

camina contigo. Ella está en todas partes, alrededor de ti, dentro de ti. Es un poder

eterno que nunca duerme y nunca descansa. Nos da la vida, y con ella: luz y

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esperanza”.

Después de recordar estas palabras, el futuro ya no me aterra. Apago la bitácora e

intento dormir un poco.

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Próximamente:

Episodio 3º: EL PODER QUE NUNCA DUERME

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