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Resumen de Momigliano – Ensayos de historiografía antigua y

moderna.

El tiempo en la historiografía antigua:

La teoría de que los hebreos ignoraban el tiempo o tenían una idea


distinta de él es una de la más importantes e influyentes de la teología
moderna. En los tratamientos modernos de la idea hebrea del tiempo se
reconocen fácilmente dos premisas: una es racial y la otra religiosa. La
premisa racial es que los semitas, por ser semitas, no pueden tener la misma
noción del tiempo que los indoeuropeos. Esa afirmación no implica
antisemitismo, por lo menos en los autores de la posguerra.

La segunda premisa, religiosa, de los análisis teológicos corrientes de


la idea hebrea del tiempo tiene alguna relación, según el autor, con K.
Barth. Ciertamente es parte de la doble lucha de O. Cullmann contra la
interpretación escatológica del Nuevo Testamento, por un lado, y contra la
Entmythologisierung del relato evagélico de la Encarnación, por el otro.
Cullman sostiene que los judíos y los cristianos concebías el tiempo como
una serie de acontecimientos que marcan épocas, y que la Encarnación es,
desde el punto de vista cristiano del tiempo, el más decisivo de esos
momentos decisivos.

Si desconocemos las argumentaciones ostensiblemente fútiles


podemos recopilar la prueba de la supuesta diferencia entre la idea griega
del tiempo y la judía en tres categorías:

1)- Como el verbo hebrero tiene sólo perfectum e imperfectum y no futuro,


los judíos no tenían recursos lingüísticos para pensar históricamente.

2)-La lengua hebrea no tiene una palabra específica para decir “tiempo”.
En consecuencia, se dice, los judíos son incapaces de concebir el concepto
abstracto de sucesión cronológica.

3)-Los griegos concebían el tiempo como un ciclo, mientras que para los
hebreos y los primeros cristianos era una progresión ad finitum o ad
infinitum. Para los judíos el tiempo es una línea, para los griegos un círculo.

Resulta obvio que el argumento más débil es el de la ausencia de


distinción entre el pasado, el presente y el futuro en el sistema verbal del
hebreo. El sistema verbal griego fue clasificado por filósofos o gramáticos
helenísticos, y la clasificación no corresponde del todo a las realidades de
los tiempos verbales griegos, por no hablar del sistema verbal indoeuropeo,
que es un descubrimiento o una invención muy posterior.

La carencia de una distinción verbal o incluso sintáctica entre el


pasado, presente y el futuro. Hay una historiografía judía. La carencia de un
concepto claro del futuro sería un estorbo para pensar sobre el Mesías, no
sobre los acontecimientos pasados. Con tales premisas, en realidad los
judíos tendrían que haber producido a Heródoto y los griegos vivir
esperando al Mesías.

Los escritores bíblicos hablan del tiempo en la forma concreta que


habría sido comprensible para el griego común, para quien había una hora
del día en que el ágora estaba llena. Una cosa es decir que ciertas teorías
acerca del tiempo puedan encontrarse en Platón y no en la Biblia, y otra
afirmar que las palabras hebreas en cuanto tales implican una distinta
concepción del tiempo. Cuando el primer Salmo dice que el hombre bueno
es como el árbol que da frutos a su debido tiempo, ese pensamiento puede
traducir a cualquier lengua indoeuropea.

Otra diferencia entre el pensamiento cíclico de los griegos sobre el


tiempo y el pensamiento no cíclico de los judíos y los primeros cristianos.
Esta diferencia por lo menos tiene el mérito de haber sido expresada por
San Agustín y de representar una parte fundamental de su argumentación
sobre el tiempo. San Agustín advirtió a los cristianos contra la concepción
circular de los griegos: para él la via recta cristiana era tanto una imagen
del tiempo como una imagen de la salvación.

Los poemas de Hesíodo conocen un tiempo ilimitado, hablan de


diferentes edades, tienen un sentido preciso de la sucesión cronológica
según las generaciones. La historia que relatan es historia acrítica, como
Hecateo de Mileto lo descubrió para su propio deleite, pero es historia.
Incluso Hesíodo sintió el peso del destino histórico.

Ni la raza ni la lengua obligaban a los filósofos griegos a tener una


sola visión del tiempo. Y tampoco a los historiadores. Heródoto, Tucídides
y desde luego Polibio han sido descritos, a su vez, como historiadores con
una visión cíclica del tiempo. Yo intentaré demostrar que no lo eran.
Heródoto desconoce los ciclos históricos en el sentido exacto del término;
cree que hay fuerzas operantes en la historia que sólo se hacen visibles al
término de una larga cadena de acontecimientos. Esas fuerzas generalmente
están relacionadas con la intervención de los dioses en la vida humana. El
hombre tiene que tenerlas en cuenta, aunque no es seguro que alguna vez
pueda evitar lo que está ordenado. Después de todo Heródoto escogió ser el
historiador del conflicto entre griegos y persas, aun cuando ridiculizaba sus
presuntas causas míticas y no aprobaba su antecedente inmediato, la
rebelión de Jonia. Atribuía a la guerra con los persas una significación
única, no cíclica, principalmente como conflicto entre hombres libres y
esclavos.

Los defensores de la visión cíclica de la historiografía griega no


tienen más recurso que Polibio. En el Libro VI Polibio afirma que los
hombres pasaron de algún tipo de cataclismo original a la monarquía; a
continuación pasan de un tipo de constitución a otro sólo para terminar
donde empezaron. La teoría general se refiere a la humanidad y parece
implicar que todos los hombres se encuentran en un momento dado en la
misma etapa del mismo ciclo. Por otra parte es un hecho que según Polibio
los Estados particulares pasan de una etapa constitucional a otra en
distintos momentos. Pero la principal consideración es que, fuera de los
capítulos constitucionales, en el resto de su historia Polibio, actúa como si
no tuviera ninguna visión cíclica de la historia Polibio actúa como si no
tuviera ninguna visión cíclica de la historia. No trata las Guerras Púnicas
como repeticiones de acontecimientos que ocurrieron en el pasado lejano y
volverán a ocurrir en un futuro distante. Juzga los acontecimientos
particulares de acuerdo con nociones vagas como la de fortuna, o bien de
acuerdo a criterios más precisos de sabiduría y competencia humanas. La
supremacía romana en el Mediterráneo da al historiador una nueva
perspectiva histórica. Es probable que Polibio haya conocido el ciclo de las
formas de gobierno por algún filósofo y le haya gustado la idea, pero no
logró aplicarla a su narrativa histórica.

La historia se puede escribir de innumerables maneras, pero los


griegos escogieron una forma que fue aceptada por los romanos y que no se
prestaba a una visión cíclica de la historia. El método de los historiadores
griegos era bastante sencillo, y comparándolo con el enfoque histórico de
los escritores bíblicos tal vez podemos llegar a una apreciación más realista
de las similitudes y diferencias entre los historiadores griegos y los
hebreos. Lo que hizo Heródoto, el padre d ela historia, fue seleccionar una
serie de acontecimientos dignos de ser rescatados del olvido. Nunca
pretendió abarcar todo el pasado. Hizo una elección, pero ésta se basaba en
la calidad. Las acciones de los griegos y de los bárbaros que decidió
registrar eran grandes y admirables.

Pocos o ninguno de los historiadores griegos y romanos expuso dos


criterios con la severidad de Tucídides, que prefirió la Guerra del
Peloponeso a todo lo que había ocurrido antes porque era importante y
porque se podía relatar con más confianza. Pero todos los historiadores
tomaban en consideración ambos criterios, en mayor o en menor grado. De
ahí, según el ejemplo de Tucídides, la frecuente preferencia por la historia
contemporánea, que desde luego era importante para quienes la habían
vivido y que al mismo tiempo se podía relatar con más confianza.

La combinación de los dos criterios de selección (que eran la


importancia cualitativa y confiabilidad, no impidieron, entre los paganos, la
compilación de obras que afirmaban ser historias universales: una de ellas
fue Historiae Philippicae de Trogo Pompeyo. Pero el hincapié no se hacía
con claridad en la repetición y el eterno retorno sino en el valor único de lo
que se estaba relatando: la historia daba ejemplos, no patrones de
acontecimientos futuros. El historiador clásico se ocupa normalmente del
tiempo limitado pero estos, a diferencia de los poetas, tienen que justificar
su elección del tema no sólo por criterios de grandeza sino también por
criterios de confiabilidad. La lucha contra el olvido se libra buscando el
testimonio.

La preferencia por la tradición oral y la observación visual


sobrevivió, como es patente en Polibio, incluso cuando ya no se justificaba
por las condiciones imperantes. El marco cronológico estaba casi siempre
apoyado por registros escritos. La narrativa histórica, cuando se presenta
por primera vez y no proviene de otros historiadores, se basa con más
frecuencia en la tradición oral y el recuerdo personal que en el testimonio
escrito. Por consiguiente, la investigación cronológica se desarrolló
siguiendo sus propias normas.

El futuro no tiene mayor importancia para los historiadores griegos.


La preocupación por el futuro era el mayor en los historiadores romanos, y
se manifestaba en la inquietud por el Imperio. No hay equivalente griego al
pathos de Tácito. Para los griegos el pasado más remoto, lo que se llamaba
antiquitas era una particular fuente de problemas y ambigüedades. Los
primeros historiadores griegos comprendieron que los límites cronológicos
de lo que era antigüedad para los griegos no coincidían con la antigüedad
de otras naciones.

El progreso ilimitado es uno de esos conceptos filosóficos que pocas


veces han tenido mucha importancia para los historiadores. Lo que importa
más es que los historiadores griegos reconocían un progreso continuo,
aunque limitado, en la esfera de la filosofía, la ciencia, las artes y las
constituciones, antes que en la de las acciones morales y políticas comunes.

Si volvemos a los historiadores bíblicos, resulta evidente que sí


existen diferencias entre ellos y los historiadores griegos y romanos con
respecto al tiempo. Pero las principales diferencias son cuatro:

1. La parte histórica de la Biblia es una narración continua desde la


creación del mundo hasta alrededor de 400 a.C.
2. Los historiadores hebreos no utilizaban la confiabilidad la
confiabilidad como criterio para seleccionar y graduar
acontecimientos ni siquiera dentro de ese continuum. Los
historiadores hebreos no conocían la distinción entre una época
mítica y una época histórica.
3. El judío tiene el deber religioso de recordar el pasado. Los griegos y
romanos veneraban el recuerdo de sus antepasados y se inspiraban en
él.
4. El historiador hebreo nunca afirmó ser un profeta. El historiador se
subordinaba al profeta y obtenía sus valores de él. La relación entre
el historiador y el profeta es la contrapartida hebrea de la relación
griega entre el historiador y el filósofo.

Para finalizar, el autor hace una serie de observaciones finales:

1. Muchos estudiosos de la historiografía, y entre ellos sobre todo los


de mentalidad teológica, parecen suponer que existen visiones del
tiempo nítidas y mutuamente excluyentes: los judíos tenían una y los
griegos otra. A juzgar por la experiencia, no es así; y cabe sospechar
que si así fuera la tarea de los filósofos sería más fácil.
2. Los estudiosos clásicos y bíblicos a veces daban la impresión de
olvidar que los linguístas generales y los antropólogos todavía no se
ponen de acuerdo sobre si (y en qué medida) el lenguaje es un mero
“instrumento reproductor para expresar ideas, o es él mismo el
conformador de las ideas, el programa y la guía de la actividad
mental del individuo”.

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