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Jean-Luc Godard
La relación del cine y la literatura es tan estrecha que desde sus inicios se utilizó
material literario para concebir los guiones de las primeras películas de ficción. En
1886, tan solo un año después de la proyección de La llegada del tren de los
hermanos Lumiere se filma, El hada de las coles, dirigida por Alice Guy (una pionera
del cine injustamente olvidada por quienes compilan los documentos de la memoria)
considerada la primera obra cinematográfica con intenciones narrativas. Basando su
argumento en un relato del folclor francés según el cual los niños nacen en coles y
las niñas en rosas, este cortometraje, con apenas un minuto de duración, inaugura
el género fantástico, crea la puesta en escena y, además, como si fuera poco, la
primera adaptación literaria en el cine.
Si tenemos en cuenta que las filmaciones realizadas por los hermanos Lumiere
consisten en registros de la vida cotidiana sin un propósito narrativo, el trabajo de
Alice Guy se puede pensar como el mito fundacional de la unión entre la literatura y
el cine. Desde entonces, el cinematógrafo pasa de ser un artefacto que proyecta y
reproduce imágenes, a un nuevo medio narrativo que se acoge a la tradición literaria
para sentar sus bases, igual como lo hizo la novela, nutriéndose de elementos del
teatro y la poesía para definir su forma, su estructura y personajes.
En los años ochenta, un periodo donde el cine alcanzó grandes niveles comerciales,
nació la novelización, es decir, la adaptación de una película al formato de un libro.
Este juego a la inversa dio como fruto una cantidad de novelizaciones de películas
como La Guerra de las Galaxias, Tiburón, y mucho cine de ciencia ficción y terror.
No es cierto que existan películas imposibles de llevar al cine, como tampoco que el
libro es mejor que la película. Cuando una novela es llevada al cine deja de ser una
novela y se convierte en una película y si la película resulta mala no se debe a que no
estuvo a la altura de obra literaria, se debe a que la película no funcionó como
película. Esta falla no convierte a la literatura en un arte superior. Cientos de malas
obras literarias han sido llevadas al cine y convertidas en grandes monumentos del
arte.
Es posible que el cine haya nacido como un invento producto de tiempos modernos
que buscaba simplemente presumir un avance tecnológico que descrestara los
curiosos del momento. Pero el mismo interés milenarios que ha tenido el hombre
desde sus más lejanos tiempos para narrar historias, llevó a que el cine adquiriera
una frenética evolución. Nunca antes un arte recién nacido cumplió su mayoría de
edad tan rápido. Esta vertiginosa madurez fue gracias a que el cine es producto de la
fusión de otras artes que se unen con la finalidad de crear una obra que contenga
todas las artes: fotografía, imagen, música, literatura, actuación. Mejor dicho, el cine
como la congregación de todas las artes.