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Pensar la construcción: una reseña sobre arquitectura plus de

sentido. Notas ad hoc de Lewkowicz & Sztulwark


 
Lewkowicz, Ignacio y Pablo Sztulwark (2002) arquitectura plus de sentido.
Notas ad hoc, Buenos Aires, Kliczkowski, 125 páginas.
 
Juan Besse: Departamento e Instituto de Geografía, Facultad de Filosofía y Letras,
Universidad de Buenos Aires/Departamento de Planificación y Políticas Públicas,
Universidad Nacional de Lanús.
 

 
 
         arquitectura plus de sentido es uno de esos escritos que dan que pensar.

El libro está organizado mediante una introducción, un apartado y tres partes que,

en principio, nos proponen un pasaje por el estatuto actual de la arquitectura. En

estas notas, para abordar los muchos costados de la arquitectura, Lewkowicz y

Sztulwark han elegido una vía de acceso: poner en relación un cierto estado

inactual de la Arquitectura –en tanto disciplina- con la práctica de la arquitectura

como un hacer parcialmente desacoplado de ese saber que orienta la construcción

social de entes arquitectónicos pero que, paradójicamente, hoy no puede construir

el espacio epistémico para pensarse a sí mismo.

Y no sería aventurado decir que la propuesta de los autores consiste en que,

no ya los entes arquitectónicos (los edificios, los parques, las autopistas etc.), sino

el objeto arquitectónico no puede ser pensado mientras no se intente escribir el

objeto de la arquitectura de un modo menos académico y más colectivo. Por decirlo

en términos afines a Heidegger (no ajenos a la perspectiva del libro), la

arquitectura ha extraviado su insistencia en ser y se encuentra peligrosamente

reducida como práctica y como saber a un discurso sobre sus entes.

         En cuanto al estilo, se trata de un libro que trabaja la exposición a la manera

de una intervención oral. Las ideas y los modos de relacionarlas traen el timbre

familiar de las cosas conversadas, y sin embargo la cadencia de los argumentos es


la de una clase dirigida -por tomar una distinción de Cristina Corea explícitamente

recuperada en el libro- a testigos y no a espectadores.

         Lo primero que se nos ocurre es que en el libro hay un plus que lo hace algo

más que una reflexión sobre la arquitectura y las prácticas asociadas a su ejercicio.

Para quienes trabajamos en el campo de la metodología de la investigación, el

modo en que Lewkowicz y Sztulwark piensan la relación entre el dominio más

general de ‘lo arquitectónico’ como práctica social y los fundamentos de la

construcción del objeto arquitectónico nos conduce al terreno del pensar

epistemológico que soporta las prácticas de investigación.

En ese punto, la distinción que materializa el hacer de la arquitectura como

un tensor entre los mundos preconstruidos y la práctica de la construcción

constituye una reflexión sobre la experiencia del límite (todavía animal por cierto);

pero más aún acerca de la experiencia de la delimitación. Y como de reflexionar

sobre las prácticas se trata, y no sólo reflexionar sino también reconectarlas con su

dimensión autorreflexiva podemos afirmar que estos escritos hablan sobre como

está siendo necesario el pasaje de la experiencia a la experimentación del límite.

Y cualquier experimento de delimitación es por rigor una experiencia del

lenguaje y en el lenguaje. Además se necesita un sujeto que construya el objeto y

un objeto que comprometa a un sujeto en su construcción. En ese sentido, el libro

es una invitación a pensar las relaciones de la arquitectura con el lenguaje y el

sujeto, o mejor dicho como la arquitectura se constituye a través de la producción

de un objeto que compromete al sujeto pero a la vez lo excede “y este objeto

precisamente es arquitectónico porque está en exceso respecto del pensamiento

que lo causó. Es decir, que el efecto es irreductible a la causa, y que el pensar no

tiene en sí contenido todo su hacer” (51).

        

El libro y sus partes

 
El formato expositivo nos propone una introducción que es más que una

zanahoria para atraer al burrito. En ella, una pléyade de supuestos nos obligan a

leer con detenimiento; y preguntarnos acerca de qué se está hablando.

Dos ideas resultan ya allí, en sus inicios, jugosas: la primera es cuán

dificultoso resulta pensar hoy “la situación de nuestra cultura arquitectónica. Ni

siquiera resulta sencillo encontrar un lenguaje adecuado para comprender la

situación actual de nuestra reflexión sobre la Arquitectura. La razón es clara: si no

disponemos de un lenguaje adecuado para pensar la situación actual de la reflexión

arquitectónica es porque esa reflexión misma ha dejado hace tiempo de constituir

un ejercicio habitual de las prácticas profesionales” (13). A lo que agregan, que la

confianza en el hacer se ha vuelto especularmente proporcional a la desconfianza

en el pensar. Y allí se despliega el segundo movimiento conceptual de la

introducción; “la reflexión teórica se ha vuelto tan extraña a la disciplina que más

bien parece que esa reflexión permanece fatalmente en el exterior” (14).

         El supuesto más fuerte, que se proyecta sobre el conjunto de lo que sigue a

la introducción, es que “si la Arquitectura sólo es Arquitectura, no es Arquitectura.

Para que haya Arquitectura es preciso un plus. ¿Pero cómo?” (15).

La primera cuestión refiere al agotamiento de la Arquitectura. La

arquitectura habría agotado sus recursos conceptuales y esa sequedad ha cerrado

las puertas para su propio pensar[1]. El parangón de ese supuesto con el

pensamiento de Heidegger, y sobre todo con la lectura que Badiou le tributa, es

inevitable. En esa dirección, podemos decir que se desprende del análisis de

Lewkowicz y Sztulzwark que la arquitectura ha devenido historia de la arquitectura

y ha propiciado la separación mortífera entre su despliegue en el tiempo y el acto

de pensamiento.

Y para colmo, como señalan los autores, las costumbres del campo no

ayudan y en el debate arquitectónico, o mejor dicho en el debate de los arquitectos

“el juicio de valor sustituye a los procedimientos reflexivos y argumentales”. Ahora

bien, el análisis que nos proponen Lewkowicz y Sztulwark, propicia entender la


práctica arquitectónica como una práctica política, y lo hace desde una perspectiva

ética que restituye a la construcción arquitectónica la dignidad de un objeto

incompleto que necesita de los otros (del consenso social, de la planificación

urbana, del bienestar en la ciudad etc.) para poder ser efectivo e iniciar el círculo

virtuoso de una arquitectura que busque sus nutrientes en las aberturas que se

producen entre lo político establecido y la política por venir [2].

Luego de la introducción, y con marcas dialécticas [3], un plus y tres partes

constituyen el cuerpo del libro.

En el apartado Plus, los autores –luego de un breve recorrido etimológico-

ubican el término en el cruce de los linajes teóricos del marxismo (plus-valor) y el

psicoanálisis (plus de goce) y hacen jugar allí una pesada ontología “como si algo

de la condición humana estuviese jugado en esa dimensión de plus” (21) para

continuar en un movimiento que entronca la condición humana con la situación de

la arquitectura que “el plus como demasía, como exceso o como plétora puede ser

un recurso en otro campo. Veremos que en Arquitectura, ese exceso es más que un

recurso. Es, paradójicamente, una condición imprescindible; es esa dimensión que

hace que haya Arquitectura (…) Un plus que es la cualidad propia de la

Arquitectura: es la noción que el libro intentará indicar y que seguramente no

terminará de capturar” (21-22). Ese exceso, no dialectizable, que no puede ser

absorbido por práctica alguna es lo que deviene en esta trama de argumentos, un

recurso. El recurso de buscar en otra parte lo que no se tiene, no porque se carezca

de ello sino simplemente porque la arquitectura como cualquier dominio de saber

sólo podrá producir algo a condición de pensarse, desde el dolor de haber sido y ya

no ser, y en consecuencia actuar como no-todo. No hay discurso arquitectónico que

sea todo. Y sin embargo, paradójicamente, su liberación estará sujeta al plus,

siempre, o la bandera de la Arquitectura flameará sobre sus ruinas.

                A continuación, describiremos sintéticamente los núcleos que se trabajan

en cada una de las partes, para sólo detenernos en algunos modos de


problematización que a nuestro juicio ahonden el sustrato epistemológico del libro y

resulten útiles para el trabajo metodológico.

         La Parte I contempla Cuatro términos en torno del plus: El campo del

sentido, el objeto arquitectónico, la reflexión sobre el objeto y la función intelectual.

         La Parte II distingue Contexto y partido, o (re)pensar el proyecto.

         La Parte III recupera viejos y nuevos desarrollos de la teoría social urbana -

desde el situacionismo de Guy Debord hasta la teoría de los flujos en la

configuración de la ciudad propuesta por Manuel Castells- y propone la conexión

vital entre las dos primeras partes y un conjunto de Reflexiones sobre la ciudad

contemporánea: La ciudad de los flujos, El arquitecto en la ciudad contemporánea,

Ciudad y situaciones urbanas.

         Las diferencias entre las partes pasan por los énfasis puestos en el modo de

teorizarlas. La Parte I lo hace desde una perspectiva epistemológica, otorgando la

prioridad a la ruptura con la inmediatez de las nociones comunes, en especial las

del propio campo disciplinario, sobre todo al intentar horadar la noción misma de

objeto arquitectónico.

         Son muchos los pasajes que pueden ilustrar la invitación a pensar -y a

dejarse tentar por las bondades y los riesgos de la analogía con los propios campos

profesionales o disciplinarios-. El que sigue es un buen ejemplo de por qué se

recomienda la lectura de este libro: “El agotamiento del pensamiento moderno en

Arquitectura produce la disociación entre el hacer y el pensar. Se piensa acerca de

la arquitectura desde otra disciplina, y se hace desde la disciplina. En estas

condiciones, el desde y el sobre la Arquitectura ya no coinciden. El pensamiento

disciplinario queda reducido a una dimensión eminentemente práctica. Hay

Arquitectura sin reflexión sobre ese hacer. Tenemos un problema.

         Esta coyuntura del discurso arquitectónico se despliega bajo tres condiciones:

el fin de la arquitectura moderna, el vacío de la arquitectura contemporánea, y la

invasión de ese vacío desde otros discursos que se ofrecen como

detentando el sentido de esa práctica. (…) El punto de partida, entonces, es


disciplinario. Pero un discurso disciplinario no significa un discurso monopolizado

por los agentes del campo, porque una disciplina no incluye sólo a sus

agentes autorizados sino también y sobre todo a sus usuarios, sus

destinatarios, sus objetos. Y en el caso de la Arquitectura, a sus conciudadanos

y sus clientes. Un discurso propio de la disciplina es también un discurso destinado

a aquellos que en relación con la Arquitectura, requieran de condiciones para la

recepción de la obra y del pensamiento propio de la Arquitectura” (45, 47-48 los

destacados en negrita son nuestros).

           Por último, la Parte III, nos trae la frescura de una intertextualidad

ingeniosa. En primera instancia, la reflexión teje elementos teóricos para un

abordaje de lo urbano que recupere la noción de lugar. La apuesta a la relectura del

concepto de situación que propusiera Guy Debord hace más de treinta años es el

puntapíé para articular una teoría del lugar con una teoría de los flujos tal como es

expuesta por Manuel Castells. Mucho es lo que aquí podría decirse; el libro no

abunda en los aspectos descriptivos de las teorizaciones de Debord, de Castells (u

otras imputadas a un constructo realizado por los autores, al que podríamos llamar

el sentido común del planificador urbano medio[4]) pero sí nos provee una pista

fructífera para pensar articulaciones entre aspectos teorizados en diferentes y hasta

antagónicas matrices teóricas que no siempre son puestos en relación a la hora de

pensar la función intelectual del arquitecto o la, más modesta, del mero consumidor

inmobiliario urbano.

                Valga para ilustrar el modo poco elíptico con que se sitúan las opciones a

las que responde el arquitecto -con deliberación o con ignorancia no por ello menos

responsable- al asumir el desafío de pensar la porción de la ciudad que le deparó la

vida profesional. Para Lewkowicz y Sztulwark “se plantea, entonces, una diferencia

fuerte para el arquitecto: pensar desde la Ciudad o pensar desde situaciones

urbanas. Pensando desde la Ciudad hay, implícitamente enunciada, una potencia de

subordinación de las situaciones urbanas a un orden preestablecido. El arquitecto

que piensa por delegación de la ciudad administra un sentido preexistente. El que


piensa, en cambio por implicación en situaciones urbanas, opera en los hiatos del

sentido preexistente. Por otra parte, pensar desde situaciones urbanas supone que

la ciudad no es una integración total a la que haya que plegarse o que se tenga que

desplegar, sino que es un modo de configuración que constituye subjetividad,

pensamiento, ocasión de intervención” (111-112).

Exoducción: sobre testigos y espectadores

                Entre las muchas consideraciones que se pueden hacer sobre este libro

móvil, y adaptable a los más diversos usos intelectuales por parte de un

investigador, la que cabe resaltar es aquella que destaca la presencia de dos

registros en su letra. Siempre que se habla de un qué, de una cierta entidad de las

cosas se la acompaña de un cómo fueron pensadas o cómo podrían comenzar a ser

pensadas. Se trata entonces de un libro que por semejanza[5] recorre breve pero

profundamente los fundamentos del oficio de arquitecto. Y al hacerlo, al interrogar

ética y políticamente el saber y el hacer del arquitecto, nos ofrece un ejercicio

teórico y metodológico que se presta a los más diversos usos no sólo para el

investigador sino para el ‘enseñante’ de metodología o el orientador de un taller de

diseño: hay en el libro un itinerario de pensamiento, construido colectivamente,

puesto a prueba en la discusión y en la transmisión, abierto a rectificaciones, que

nos habla de autores testigos y no de espectadores de la arquitectura, de la Ciudad

y de la situaciones urbanas que nos implican por el sólo hecho de -como podemos-

habitarlas.

Bibliografía
                              
ALEMÁN, Jorge (2000) Jacques Lacan y el debate posmoderno, Buenos Aires,
Filigrana.
BOURDIEU, Pierre (1995) [1987] “Transmitir un oficio”, “Pensar en términos
relacionales” y “Una duda radical”. En BOURDIEU, Pierre y L. J. D. Wacquant
Respuestas por una antropología reflexiva, México, Grijalbo.
HEIDEGGER, Martin (1997) [1951] Construir, habitar, pensar, Córdoba, Alción
Editora.
LEWKOWICZ; Ignacio y Pablo SZTULWARK (2002) arquitectura plus de sentido,
Buenos Aires, Kliczkowski.
ŽIŽEK, Slavoj (1998) [1996] Porque no saben lo que hacen. El goce como un factor
político, Buenos Aires, Paidós.
 
 
 

 
[1]
Esta distinción entre un saber y su agotamiento como mera historia de ese saber
nos ha ayudado a pensar campos como los de la metodología o la epistemología.
Como precepto de método la distinción entre un saber X y la historia de X permite
ponderar las señales de agotamiento de la fecundidad de los discursos
disciplinarios. Jorge Alemán aborda el problema con fineza, al desarrollar la noción
de antifilosofía en Lacan a partir de Heidegger (2001: 27 y ss.).
[2]
También nos señalan que si la práctica de la arquitectura es política, lo es como
un subrogado de lo político gestionario, pura habladuría imaginaria que no logra
quebrar el círculo vicioso de insistir en ser, solamente, desde la particularidad.
[3]
Slavoj Žižek (1996: 235) haciendo gala de la máxima freudiana de que lo serio
en el hombre es que está estructurado como un chiste, se pregunta “¿Por qué un
dialéctico debe aprender a contar hasta cuatro?.(…) ¿Hasta cuánto debe aprender a
contar un dialéctico hegeliano? La mayoría de los intérpretes de Hegel, para no
mencionar a sus críticos intentan convencernos al unísono de que la respuesta
correcta es tres (la tríada dialéctica, etc.). Además ellos compiten entre sí por
llamarnos persuasivamente la atención sobre el ‘cuarto lado’, el exceso no
dialectizable que supuestamente elude la aprehensión dialéctica, aunque (o, más
precisamente, en cuanto) es la condición de posibilidad intrínseca del movimiento
dialéctico: la negatividad de un puro consumo que no puede ser recobrado en su
resultado.”
 
[4]
Dicho sea de paso, coto histórico de los arquitectos, marginalmente de los
geógrafos y más recientemente de sociólogos y antropólogos incursionistas.
[5]
En los términos propuestos por Pierre Bourdieu, Jean-Claude Passeron y Jean-
Claude Chambordeon en El oficio de sociólogo y reconfigurados por Bourdieu
(1995) de modo afín al itinerario que nos sugieren Lewkowicz y Sztulwark.

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