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Gilles Lipovetsky

En una de sus principales obras (L'ère du vide, 1983), Lipovetsky analiza una
sociedad « posmoderna » marcada, según él, por una separación de la esfera
pública, y a la vez una pérdida del sentido de las grandes instituciones colectivas
(sociales y políticas) y una cultura « abierta » con base en una regulación cool de
las relaciones humanas (tolerancia, hedonismo, personalización de los procesos
de socialización, educación permisiva, liberación sexual, humor). Esta visión de la
sociedad plantea un neoindividualismo de tipo narcisista y, más aún, aquello que
Lipovetsky llama « la segunda revolución individualista ». Toda la obra de
Lipovetsky gira en torno a la evolución y desarrollo del individualismo actual. Estos
análisis se centran en la creación de una nueva categoría de pensamiento: la de
hipermodernidad. La hipermodernidad vendrá acompañada de un
hiperindividualismo y ambos se enfrentarán con la ambigua concepción de la
postmodernidad. La postmodernidad ya no sirve para definir el momento actual de
las sociedades liberales. Estamos en un momento histórico donde no existen
sistemas alternativos al presente y donde el mercado ha impuesto su ley. Es el
momento de la hiper-modernidad sin oposición alguna, sin normativa o regulación
y que tiene el estatus de global.

Con este término, Lipovetsky presenta un mundo caracterizado por la invasión de


las nuevas tecnologías y la modificación del concepto de cultura. Vivimos en una
sociedad donde el papel de la imagen se ha convertido en un icono, rodeados de
una pantalla global (ordenadores, teléfonos móviles, televisores,…), una pantalla
que ha roto el discurso narrativo continuado a favor de lo plural e híbrido, sin forma
definida y con total heterogeneidad. Se ha redefinido el concepto de cultura
poniendo el acento en la formación de la misma a través del capitalismo, del
imperio del hiperindividualismo y de la tecnociencia. A lo largo de sus análisis,
Lipovetsky presenta un concepto de cultura del siglo XXI caracterizado por la
cotidianidad en el acceso a las redes informáticas y sociales de modo inmediato,
por el hiperconsumo en busca de la novedad (neofilia), por los medios de
comunicación a la carta y un tecnocapitalismo global. El clásico concepto de
cultura, que diferenciaba entre la popular y la ilustrada, se ha desvanecido entre
las redes y las nuevas tecnologías, y los campos de conocimiento empiezan a
entremezclarse. La cultura es inseparable de la industria comercial y abarca todos
los rincones del planeta, tiene aspiraciones concretas planetarias,
independientemente del nivel económico.

En la concepción del nuevo individualismo (hiper-individualismo) el pensador


francés pone el acento en una de las características más importantes del tiempo
hipermodeno: lo paradójico. El desarrollo de una cultura PSY (incremento del
factor "psicológico"), el acceso democrático al lujo, y el hiper-consumo han
provocado grandes desequilibrios internos en la relación del individuo consigo
mismo.
La línea de sus últimas publicaciones se encuentra muy ligada al análisis de los
principales factores que organizan y mueven a la sociedad del momento. La
economía ocupa uno de los papeles relevantes que mejor condicionan a la
sociedad en la que vivimos. Existe un nuevo concepto de cultura, la cultura-
mundo, que dista mucho del tradicional enfoque que otrora puso en marcha la
Ilustración con la asociación de este término a los conocimientos humanísticos. La
cultura-mundo actual significa el fin de la heterogeneidad tradicional de la esfera
cultural y la llegada de la universalización de la cultura comercial, conquistando las
esferas de la vida social, los estilos de vida y casi todas las esferas de las
actividades humanas. En esta nueva cultura encontramos nuevos problemas con
repercusiones globales tales como la ecología, la inmigración, la crisis económica,
el terrorismo,… pero al mismo tiempo también tenemos crisis existenciales; de
este modo Lipovetsky argumenta que el mundo se ha vuelto cultura y que a su
vez, la cultura se ha vuelto mundo.

Entre las últimas publicaciones destacamos su obra "La estetización del mundo.
Vivir en la época del capitalismo artístico".Para Lipovetsky, conjuntamente con
Jean Serroy, vivimos en la era del “capitalismo artístico”; El capitalismo financiero
frío y calculador se rodea de un manto estético y artística que potencia la
dimensión emocional. Dentro de esta sociedad capitalista apenas existe algún
campo que escape del dominio de lo estético. Tanto es así que, para Lipovestky ,
sufrimos un proceso constante de "estetización de la cotidianidad". Tanto es así
que la esfera económica se ha fusionado con la esfera artística- estética. Esta
dimensión estética se define desde el lado meramente emocional, el propio
mercado, cada día más, demanda la introducción de la sensibilidad, la emoción y
la creatividad en el plano económico. El capitalismo artístico produce para el
consumo de masas; fabrica un tipo de arte, un tipo de experiencia estética, que no
requiere cultura previa, sino que es fácilmente sensible para el público. De este
modo no cesan de lanzarse manifiestos publicitarios, eslóganes y proclamas
incitando a consumir nuevas emociones en busca del hedonismo generando la
figura del consumidor-estético.

Este capitalismo artístico ha “estetizado” (usando el neologismo de los autores) el


mundo que nos rodea, creando emoción, espectáculo y entretenimiento. Como
consecuencias el “mundo del arte” ha penetrado de lleno en el mundo empresarial
y se ha popularizado. Si bien hace medio siglo las personas consumían para
satisfacer sus necesidades básicas, considerando un “derroche” consumir todo lo
que fuera superfluo o fantasioso, en la actualidad, el capitalismo artístico ha
llegado a calar en el imaginario del consumo emocional animando a consumir por
el puro placer, e incitando a dejarse llevar, a vivir la experiencia estética en el
presente. Es tal la expansión de este capitalismo artístico que ha extendido sus
tentáculos al mundo laboral donde se han visto aumentadas, de modo
exponencial, las profesiones relacionadas con el arte y las industrias culturales,
multiplicándose los “artistas profesionales” por doquier. Existe una popularización
de la creatividad en todos los sectores( arquitectura, urbanismo, educación,
decoración, moda, …) que está relacionada con el imperio de la cultura
individualista donde se proclama a los cuatro vientos las soflamas de auto-
realización, auto-expresión y hedonismo, soflamas que encuentran cobijo en este
capitalismo trans-estético. Allí donde ha triunfado el capitalismo artístico se ha
asentado la figura del consumidor estético.

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