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“Yo tengo más secretos que un confesor. ¿Acaso las mujeres dicen la verdad a los curas?

Van a la iglesia para engañar a los maridos. (...) La mitad de las mujeres que hoy figuran en
Montevideo me deben la Vida, la salvación de su honra.”
“(...) Bah, ¡usted no sabe! Todo Montevideo aborta (...) tenga usted seguro que si acá no se
abortase, al cabo de algunos años habría tanta gente como en mi tierra”. (Rusia)

Entrevista a una partera, extraída de la obra El Pudor y la Cachondez, de Julio Herrera y


Reissig (1902).

“-¿Cómo hace la señorita para burlar la vigilancia de los padres? ¿Y el óvulo, y la criatura, el
envuelto?
- Se lo pasa (al) el novio por la ventana.
- ¿Y la cuestión de la regla; por que usted sabe que las mamás revisan cada treinta
días los trapos de la menstruación?
- ¡Oh, si se dan maña! Con un frasco de sangre de la carnicería y unas vendas
mojadas en ese líquido que ellas se ponen en la cosa, todo se acabó!”

Extraído de El Pudor y la Cachondez, de Julio Herrera y Reissig (1902).

“Estas no piensan jamás seriamente en la significación del acto, no es lo mismo, y tienen en


eso algo de razón, perder un hijo que se ha criado, o se ha tenido, que es una cantidad
positiva, algo que se ha tenido entre las manos, y a quien se ha cobrado ya algo de cariño,
que dejar de tener un hijo que hasta cierto día es una cantidad negativa para el sentimiento
y hasta para la ley (...) y llegan sin trabajos a la conclusión de que sólo hay diferencia de
grado entre lo que ellas hacen y lo que hacen las que se valen de métodos anticonceptivos,
que no son condenados por nadie.”

Doctor Becerro de Bengoa, M., Gotas amargas, Montevideo, 1922, p.11.

“El aborto, filosóficamente no constituye delito. (...) para ser sujeto de derechos no basta
existir en sentido fisiológico, se requiere de la vida de relación (...) Antes del alumbramiento
existirá tal vez vida, pero no existe personalidad. (...) (el embrión) sólo constituye una
víscera más del organismo materno (...) un órgano en el conjunto de órganos que integran
la estructura fisiológica de la madre.”

Irureta Goyena, José, Delitos de Aborto, Bigamia y Abandono de niños y de otras personas
incapaces, Conferencias orales (versión taquigráfica), Montevideo, Casa Barreiro y Ramos,
SA, 1923, p.23.

“Yo me hice muchos abortos y creo que me destrocé (...) No quería tener hijos. Dejé a mis
dos hijas y con qué derecho voy a tener otros hijos. Era una irresponsabilidad. (...) Tenía
una compañera, María (...) que era enfermera, también del Partido, y cuando quedaba
embarazada iba y me hacía el aborto con ella. Lo hacía clandestino, estaba prohibido. No
era una cosa a divulgar. Se mantenía en secreto. Había prejuicios en aquel entonces, nadie
se enteraba. Aunque todas las mujeres se hacían abortos, inclusove empleadas y gente que
trabajaba que no podía mantenerlos. (...) Estos son problemas que debe solucionar la
mujer.”
Entrevista a Rosa (su nombre ha sido modificado) militante comunista, inmigrante judía que
llegó al país en los años 30, con una larga historia de exilios y desarraigos, Montevideo,
1986.

“Las muchachas pobres e ignorantes en lugar de someterse a la acción docente y


profesional de los médicos ginecológicos u obstetras que actúan en los servicios públicos y
gratuitos, son atraídas hacia los antros de las comadronas (...) Ya sabemos todos que la
dama linajuda de las clases ilustradas puede ser impune y elegantemente intervenida por
hábil cirujano bajo color de apendicitis en lujoso apartamento de un sanatorio, mediante
pago de gruesos honorarios.” Es así “que el peso de la ley determine la muerte de la mujer
desvalida e ignorante”.
La mañana, 19 de abril de 1935.

Todos los textos han sido extraídos del libro Historias de la vida privada en el Uruguay. El
nacimiento de la intimidad (1870-1920), Capítulo Mentiras y silencios: el aborto en el
Uruguay del Novecientos, Graciela Sapriza, Montevideo, 2004.

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