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INFORME Nº3/87

CASO 9647
ESTADOS UNIDOS

I. INTRODUCCION (párrafos 1-20)  

A. Resumen de los hechos y de la petición  


B. Procedimiento ante la Comisión  
C. Decisión final  

II. LOS HECHOS (párrafos 21-33)  

A. James Terry Roach  


B. Jay Pinkerton  

III. ARGUMENTOS DE LAS PARTES (párrafos 34-37)  

A. Los peticionarios  
B. El gobierno  

IV. ADMISIBILIDAD (párrafos 38-42)    

A. La Corte Suprema de los Estados Unidos y la pena de muerte  


B. El sistema de justicia para menores de edad en los Estados Unidos  

V. OPINION DE LA COMISION (párrafos 43-63)    

A. Asunto sometido a decisión  


B. El compromiso internacional de los Estados Unidos bajo
             la Declaración Americana  
C. Argumento de los peticionarios  
D. Principios generales aplicables a este caso  

VI. CONCLUSION (párrafos 64-65)  

I. INTRODUCCION  

A. Resumen de la petición y de los hechos materia de la misma  

1. Los peticionarios son James Terry Roach y Jay Pinkerton, sentenciados y ejecutados bajo la
pena de muerte en los Estados Unidos por delitos por los cuales fueron juzgados y que cometieran
antes de cumplir los dieciocho años de edad.  

2. Los peticionarios están representados por David Weissbrodt y Mary McClymont. La Unión
Americana para las Libertades Civiles (American Civil Liberties Union) y el Grupo Internacional de
Abogados de Derechos Humanos (International Human Rights Law Group) también se han adherido a

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la denuncia. Asimismo, Amnistía Internacional presentó una denuncia ante la Comisión en la que
alegaba que la inminente ejecución de James Terry Roach, aunque legal en los Estados Unidos,
violaba el derecho internacional. Dieciocho organizaciones han manifestado a la Comisión su apoyo a
esa denuncia.  

3. James Terry Roach fue condenado por la violación y homicidio de una niña de catorce años y
el asesinato de su novio de diecisiete años de edad. Roach cometió estos delitos a la edad de
diecisiete años y fue sentenciado a muerte por el Tribunal de segunda instancia (General Session
Court) del condado de Richland, Carolina del Sur, el 16 de diciembre de 1977. En tres oportunidades
diferentes Roach interpuso recursos de revisión (writ of certiorari) ante la Corte Suprema de los
Estados Unidos, todas las cuales fueron rechazadas. Además, agotó todas las posibilidades de
apelación ante los juzgados estatales y federales y el l0 de enero de 1986 fue ejecutado.  

4. Jay Pinkerton fue condenado por intento de violación y homicidio cometidos a la edad de
diecisiete años. Su sentencia de muerte fue apelada ante la Corte Suprema del Estado de Texas, la
cual ratificó el fallo del tribunal de primera instancia. La Corte Suprema de los Estados Unidos rechazó
a Pinkerton el recurso de revisión (writ of certiorari) el 7 de octubre de 1985. Pinkerton fue ejecutado el
15 de mayo de 1986.  

5. El 23 de febrero de 1987, la Corte Suprema de los Estados Unidos anunció que consideraría
en su próxima sesión el caso Thompson v. Oklahoma, aceptando así por primera vez considerar el
asunto de la ejecución de delincuentes menores de edad. La Corte Suprema decidirá si la sentencia y
ejecución de un delincuente menor de edad viola el principio constitucional que prohibe la pena "cruel e
inusitada".  

6. En su petición ante la Comisión los interesados alegan que los Estados Unidos violaron el
Artículo I (derecho a la vida), el Artículo VII (derecho especial de protección a la infancia) y el Artículo
XXVI (prohibición contra penas crueles, infamantes o inusitadas) de la Declaración Americana de los
Derechos y Deberes del Hombre al ejecutar a personas por crímenes cometidos antes de la edad de
dieciocho años. Los peticionarios alegan la violación de su derecho a la vida garantizado por la
Declaración Americana la cual se sustenta en el derecho internacional consuetudinario que prohibe la
ejecución de personas que cometen crímenes antes de la edad de los dieciocho años.  

B. Procedimiento ante la Comisión  

7. La petición de James Terry Roach fue elevada ante la Comisión el 4 de diciembre de l985 y
registrada como Caso No. 9647 (Estados Unidos). La inminente ejecución de Jay Pinkerton fue
notificada a la Comisión el 8 de mayo de l986 después de haberse fijado la fecha para la misma.  

8. En ambos casos, tanto en el de Roach como en el de Pinkerton, la Comisión envió un cable al


Secretario de Estado de Estados Unidos George P. Shultz y al gobernador del Estado respectivo de
cada peticionario pidiendo la suspensión de la ejecución mientras la Comisión examinaba y decidía
sobre el Caso No. 9647. La Comisión indicó, en cada uno de esos cables, que su solicitud de
información no prejuzgaba la admisibilidad del caso, de acuerdo con el Artículo 34 del Reglamento de
la Comisión.  

9. El peticionario Roach había buscado medidas cautelares de alivio de conformidad con el


Reglamento de la Comisión, Artículo 29. El 12 de diciembre de 1985, el Presidente de la Comisión de

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nuevo envió un cable al Secretario de Estado George P. Shultz, y al gobernador de Carolina del Sur,
Richard W. Riley, solicitando la suspensión de la ejecución mientras la Comisión consideraba el caso.
El Presidente indicó que el otorgamiento de dicha suspensión estaría "dentro del espíritu de los
documentos más importantes sobre derechos humanos y de la tendencia universal a favor de la
abolición de la pena de muerte." La Comisión también solicitó que el Gobierno de los Estados Unidos
suministrara información sobre la queja del peticionario.  

10. El 23 de diciembre de 1985 el Secretario Ejecutivo de la Comisión envió de nuevo un cable al


Gobierno de los Estados Unidos, esta vez enviando información adicional relacionada con la fecha de
la ejecución de Roach fijada para el l0 de enero de 1986, enfatizando la necesidad de recibir una
respuesta antes de esa fecha. Asimismo, la Comisión reiteró su solicitud previa de que se suspendiera
la ejecución del peticionario. El 6 de enero se envió otro cable al Secretario de Estado solicitando
nuevamente la suspensión de la ejecución.  

11. El 9 de enero de 1986 el Departamento de Estado de Estados Unidos contestó de la siguiente


manera: "En vista de las circunstancias, con respecto a la solicitud de la Comisión de que se suspenda
la ejecución mientras se considera el caso, los Estados Unidos se ven limitados a responder que el
asunto se encuentra ahora en manos de las autoridades del Estado de Carolina del Sur y que, bajo el
sistema federal estadounidense no existen medidas internas legales para la intervención del Ejecutivo
en la aplicación de la sentencia".  

12. El 9 de enero de 1986 el Secretario General de la Organización de los Estados Americanos


hizo una apelación por cable al Gobernador de Carolina del Sur, para que "se acoja a la tendencia que
favorecen actualmente casi todos los países del hemisferio y suspenda la ejecución".  

13. El 9 de enero de 1986 el Gobernador Riley de Carolina del Sur respondió a los cables que
solicitaban la suspensión de la ejecución, manifestando al Secretario Ejecutivo de su decisión de no
intervenir en el caso de James Terry Roach. El Gobernador informó que había revisado el caso a fondo
y creía que el litigio se había "conducido en forma justa durante el juicio y que todas las apelaciones
ante los tribunales habían recibido una consideración cabal y justa", y que, en consecuencia, no hallaba
"motivo para intervenir en el proceso judicial o para conceder la solicitud de clemencia".  

14. El 20 de febrero de 1986 los abogados de los peticionarios presentaron un escrito resumiendo
su posición en el caso ante la Comisión sobre el Caso 9647, en el cual se exponen los argumentos
legales pertinentes.  

15. El 8 de abril de 1986 los peticionarios solicitaron que se incorporara al expediente, mediante
referencia, la información adicional recogida por Amnistía Internacional sobre legislación nacional
comparada en el ámbito mundial que proscriben la ejecución de personas menores de dieciocho años.

16. El 26 de marzo de 1986 Estados Unidos pidió una extensión del plazo hasta el 28 de agosto de
1986, a fin de responder in extenso a los argumentos planteados por los denunciantes. En su 67º
período de sesiones la Comisión otorgó al Gobierno de los Estados Unidos una extensión hasta el lº de
julio de l986, para poder contar con un anteproyecto de la decisión sobre el caso con anterioridad a su
próxima sesión regular.  

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17. El 9 de mayo de 1986 la Comisión, al enterarse de que Jay Pinkerton sería ejecutado el 15 de
ese mes, envió un cable al Secretario de Estado y al Gobernador Mark White de Texas, solicitando una
suspensión de la ejecución mientras la Comisión consideraba y decidía sobre el caso 9647.  

18. El Gobierno estadounidense contestó el 14 de mayo de 1986 indicando que, como en el caso
de James Terry Roach, "Estados Unidos considera que las normas estadounidenses con respecto a la
aplicación de la pena de muerte se conforman plenamente con los principios establecidos en la
Declaración", y que, dado el sistema federal de los Estados Unidos "no existen bases legales (...) para
una intervención del Ejecutivo en el cumplimiento de la sentencia del Sr. Pinkerton". El Gobernador de
Texas, por su parte, no respondió a la solicitud elevada por la Comisión respecto a la suspensión de la
ejecución.  

19. El 15 de julio de 1986, el Gobierno estadounidense presentó su respuesta a la petición


formulada por los peticionarios.  

C. Decisión Final  

20. La decisión final fue preparada por la Comisión, de conformidad con el Artículo 53 del
Reglamento de la Comisión Interamericana sobre Derechos Humanos. El texto de dicha decisión fue
aprobado el 27 de marzo de 1987. En esa ocasión se hallaban presentes los siguientes miembros de la
Comisión:  

Gilda M. Russomano, Presidente  

Marco Tulio Bruni Celli  

Oliver H. Jackman  

Elsa Kelly  

Luis Adolfo Siles  

Esta decisión final se ha transmitido a las partes.  

El señor Bruce McColm, ciudadano norteamericano, decidió no tomar parte en la decisión, de


conformidad con el Artículo 19 del Reglamento de la Comisión.  

El señor Marco Gerardo Monroy Cabra no estaba presente.  

II. LOS HECHOS  

21. Los hechos del presente caso no han sido controvertidos por las partes.  

22. En el presente caso, los peticionarios alegan que Estados Unidos ha violado el derecho a la
vida, protegido internacionalmente, al condenarlos a muerte por haber delinquido siendo menores de
dieciocho años. La pregunta sometida a consideración es si en la legislación norteamericana la
ausencia de una prohibición federal respecto a la ejecución de delincuentes menores de edad

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constituye o no una violación de las normas de derechos humanos aplicables a dicho país bajo el
sistema interamericano.  

A. James Terry Roach  

23. El peticionario Roach tenía diecisiete años cuando cometió la violación y homicidio de una niña
de catorce años y el homicidio de su compañero de diecisiete años. Las pruebas revelan que Roach
bordeaba el límite en el que se le podría calificar de retardado mental, con un coeficiente intelectual (CI)
entre 75 y 80 y que, aparentemente, sufría de una enfermedad cerebral incurable llamada Huntington's
Chorea. La evidencia sicológica y médica presentada en abril de l980, durante los procesos posteriores
a la condena, indica que el acusado funcionaba al nivel mental de un niño de doce años cuando
cometió el crimen. La evidencia obtenida demostró también que Roach estaba bajo la influencia de uno
de los acusados cuando delinquió. Roach actuó junto a otras dos personas en calidad de coautores.
Uno de ellos era un joven de 16 años, quien se convirtió en testigo de cargo y recibió sentencia de
presidio perpetuo. El otro era J.C. Shaw, de 22 años, quien recibió la pena de muerte el 11 de enero de
1985. La evidencia obtenida demostró también que Roach había estado bajo la influencia de J.C. Shaw
cuando delinquió.  

24. La jurisdicción de los tribunales de menores de Carolina del Sur se limita a los jóvenes
menores de diecisiete años. Por lo tanto Roach fue sentenciado a muerte en un tribunal para adultos
de acuerdo con el estatuto de la pena de muerte del Estado de Carolina del Sur, el cual se adhiere a la
ley sobre la pena de muerte del Estado de Georgia confirmada por la Corte Suprema en el caso Gregg
v. Georgia, 428 U.S. 153 (1976). La ley de Carolina del Sur establece el proceso en dos etapas: la
primera determina la culpabilidad o inocencia del acusado y luego del fallo de culpabilidad se determina
en una segunda etapa si la pena será presidio perpetuo o muerte. Roach había confesado su
culpabilidad. Durante la segunda etapa el juez recibió evidencia adicional atenuante y agravante. Para
poder imponer la pena de muerte se requiere que exista por lo menos un hecho circunstancial
agravante probado fuera de toda duda razonable. En Carolina del Sur existen siete hechos
circunstanciales agravantes y nueve atenuantes establecidos por ley. Uno de los factores atenuantes
es que "el acusado fuera menor de dieciocho años en el momento del crimen". Código de Leyes de
Carolina del Sur, 16-3-20 (C)(b)(9).  

25. Al considerar los factores atenuantes en el caso Roach, el juez en la segunda etapa falló que
Roach había cometido el crimen estando bajo la influencia de un adulto. Falló, asimismo, que la
capacidad de Roach para conformar su conducta a los requisitos de la ley estaba seriamente
menoscabada; que se encontraba afectado por trastornos mentales y emocionales en extremo agudos
y, que los coautores habían estado consumiendo estupefacientes y cerveza antes de cometer el delito.
Otro factor atenuante fue el hecho de que Roach no tenía antecedentes serios de actividades delictivas
que incluyeran actos violentos contra terceros. El atraso mental de Roach, su personalidad antisocial y
el hecho de haber tenido menos de dieciocho años en el momento de cometer el crimen también
fueron tomados en cuenta por el juez al dictar la sentencia. Roach v. Martin, 757 F. 2d. 1463, 1468-69
(1985).  

26. No obstante, el mismo juez también encontró aplicables, fuera de toda duda razonable, tres de
las circunstancias estatutarias agravantes prescritas por ley: homicidio cometido en el acto de violación,
homicidio perpetrado durante un secuestro y homicidio perpetrado durante un robo. C. del S. Código
Ann. 16-3-20 (C)(a)(1)(a), (c), (e). Después de considerar las circunstancias agravantes y las

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atenuantes, el juez decidió que la evidencia presentada en el caso merecía la imposición de la pena de
muerte.  

27. La sentencia fue ratificada en la apelación interpuesta ante el Tribunal Supremo del estado de
Carolina del Sur. El State v. Shaw (and Roach), 255 S.E. 2d. 799, (1979). 1[1] La ley del estado de
Carolina del Sur contempla una revisión obligatoria de toda sentencia a muerte. El tribunal de primera
instancia del estado negó a Roach el beneficio de postconvicción y más adelante, la apelación
correspondiente fue negada por la Corte Suprema del Estado de Carolina del Sur. Roach v. State,
Memo Op. No. 81-MO-197 (C.S. julio 17, 1981).  

28 El peticionario también procuró obtener la revisión de su caso en la Corte Suprema de los


Estados Unidos. Entre otras cuestiones el acusado objetó como inconstitucional la imposición de la
pena de muerte por ser abiertamente desproporcionada y repugnante a las normas contemporáneas de
la dignidad de la persona humana y a la edad que tenía cuando cometió el delito. Sin embargo, la Corte
Suprema le negó la solicitud de revisión (writ of certiorari). Roach v. State, 444 U.S. 1026, revisión
negada 444 U.S. 1104 (1980). En otra solicitud Roach planteó nuevamente la cuestión de su edad
como factor que hacía inconstitucional la imposición de la pena de muerte. Esta segunda solicitud fue
negada el 25 de enero de 1982. Roach v. South Carolina, 455 U.S. 927 (1982).  

29. Roach interpuso un recurso de habeas corpus ante el Tribunal Federal de Distrito en Carolina
del Sur, el cual también le fue negado. Roach v. Martin, Juicio Civil No.81-1907-14 (11 de mayo de
1984). Roach apeló, planteando de nuevo la cuestión de su edad como factor que prohibe la imposición
de la pena de muerte, pero el Tribunal Federal de Apelaciones del Cuarto Circuito confirmó la
denegación del tribunal distrital. Roach v. Martin, 757 F.2d. 1463 (4to. Cir. 1983). Su apelación final
ante la Corte Suprema de los Estados Unidos fue negada, asimismo, el 7 de octubre de 1985 y la
petición de una revisión de la causa fue negada el 2 de diciembre 1985. Véase, Roach v. Aiken, No.
85-6155 (A-531). El peticionario Roach fue ejecutado en Columbia, Carolina del Sur el 10 de enero de
986.  

30. Jay Pinkerton - El peticionario Pinkerton fue hallado culpable de homicidio perpetrado durante
un robo con tentativa de violación. El delito fue cometido cuando éste tenía diecisiete años de edad. A
esa edad el peticionario también se encontraba fuera del límite jurisdiccional de los tribunales de
menores de Texas (17 años de edad) y fue juzgado como adulto. Pinkerton fue sentenciado a muerte
de conformidad con la ley de Texas sobre la pena capital, la que ha sido ratificada por la Corte
Suprema. Jurek v. Texas, 428 U.S. 262 (1976).  

31. Actualmente la ley de Texas sobre pena de muerte sólo contempla la imposición de la
sentencia de muerte por homicidio calificado. Se entiende por homicidio calificado el hecho de dar
muerte a una persona dolosamente y con uno de los cinco agravantes prescritos por ley. Estos
agravantes tienen que ver con la identidad de la víctima y la peligrosidad de la conducta del autor del
crimen. Pinkerton fue hallado culpable de homicidio calificado durante la comisión de robo, lo cual es
uno de los agravantes que tipifican el homicidio calificado. Tex. Código Crim. Proc. Ann., art.19.03 (a)
(2).  

32. El fallo de culpabilidad de un homicidio calificado acarrea obligatoriamente la sentencia a


muerte o presidio perpetuo. El jurado en la etapa de la sentencia debe hallar, fuera de toda duda
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razonable, que (1) el autor del homicidio lo hizo dolosamente; que (2) probablemente cometerá otros
delitos violentos si no se le ejecuta; y que (3) el homicidio fue una respuesta irrazonable a la
provocación, si la hubo, por parte de la víctima. Todos estos requisitos deben ser satisfechos
copulativamente para que los doce miembros del jurado decidan imponer la pena de muerte. La Corte
Suprema de los Estados Unidos ratificó esta ley de Texas en Jurek v. Texas, 428 U.S. 262 (1976),
fallando que, bajo el segundo requisito, se permite al procesado traer a la atención del jurado cualquier
circunstancia atenuante que le sea posible presentar. Id. 272. Por lo tanto, aunque la ley no especifique
la edad, ésta puede tomarse en cierta consideración durante la audiencia para la sentencia ya que la
ley de Texas prohibe la imposición de la pena de muerte a personas menores de diecisiete años
aunque hubieren cometido homicidio calificado. Texas C.C.P., 8.07(e).  

33. La revisión de la causa prevista por la ley fue llevada, en el caso de Pinkerton, ante el Tribunal
de Apelación Criminal, donde se confirmó su culpabilidad y la sentencia. Posteriormente se rechazaron
los recursos de apelación tanto federales como estatales. La Corte Suprema de los Estados Unidos
negó la solicitud de revisión (writ of certiorari) el 7 de octubre de l985. Pinkerton v. McCotter, 88 L. Ed.
2do l58. Jay Pinkerton fue ejecutado por el Estado de Texas el 15 de mayo de 1986.  

III. ARGUMENTOS DE LAS PARTES  

A. Los Peticionarios  

34. Los peticionarios alegan que, al imponerse la pena de muerte para los casos de James Terry
Roach y Jay Pinkerton por crímenes cometidos antes de los dieciocho años, las Cortes de los Estados
Unidos han violado la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre. En forma
específica los peticionarios alegan violaciones del Artículo I (derecho a la vida), del Artículo VII
(protección especial de la niñez) y del Artículo XXVI (penas crueles, infamantes o inusitadas) de la
Declaración Americana informado por el derecho internacional consuetudinario que prohibe la
imposición de la pena de muerte por crímenes cometidos por menores de dieciocho años.  

35. Los peticionarios afirman que los Estados Unidos están jurídicamente vinculados al Estatuto de
la Comisión por ser un Estado Miembro de la Organización de Estados Americanos y que, por lo tanto,
están obligados a respetar los derechos consagrados en la Declaración Americana.  

36. El caso de los peticionarios reúne los requisitos de admisibilidad del Artículo 37 del Reglamento
de la Comisión, puesto que los peticionarios han agotado todos los recursos internos. Los tribunales
estadounidenses, tanto los federales como los estatales, se negaron a considerar el reclamo hecho por
los peticionarios de que la imposición de la pena de muerte a delincuentes menores está prohibida por
la Constitución.  

37. La queja de los peticionarios podría resumirse como sigue:  

(a) La imposición de la pena de muerte a menores viola la Declaración Americana que


forma parte del derecho internacional general.  

(b) Los Estados Unidos están obligados legalmente por la Declaración Americana de los
Derechos y Deberes del Hombre. La Declaración Americana debe ser interpretada de acuerdo con los
cánones de la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados (1969) porque la Convención

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representa un consenso mundial sobre la forma en que deben entenderse estos instrumentos
internacionales.  

(c) Los artículos 31 y 32 de la Convención de Viena establecen las normas principales


para la interpretación de los tratados y de otros instrumentos internacionales. Según el Artículo 31 de la
Convención de Viena, los términos de la Declaración Americana deben interpretarse de conformidad
con su sentido común y corriente y a la luz del objeto y fin del tratado. Considerando en conjunto los
Artículos I, VII y XXVI, según su sentido común y corriente y a la luz del objeto y fin de la Declaración,
estos deben interpretarse como una prohibición de la ejecución de personas que cometen delitos a una
edad menor de los dieciocho años.  

(d) El Gobierno de los Estados Unidos se equivoca al afirmar que los derechos de la
Declaración "deben interpretarse en términos de las intenciones de los Estados miembros en el
momento de adhesión a la Declaración y no en términos de las normas cambiantes del derecho
internacional consuetudinario." Este enfoque rígido y estático de la interpretación de la Declaración está
en conflicto con los términos de la Declaración, las normas de la Convención de Viena, el significado
que normalmente asignan los organismos internacionales a estos documentos sobre derechos
humanos, la práctica de la Comisión y la jurisprudencia de los Estados Unidos en la aplicación de su
propio derecho interno. El preámbulo a la Declaración Americana dice: "La protección internacional de
los derechos del hombre debe ser la guía fundamental del derecho americano en evolución..." (Se ha
agregado el énfasis).  

(e) Al interpretar los términos de la Declaración Americana a la luz de su objeto y fin, la


Comisión debe prestar atención especial al Artículo XXVI que prohibe "penas crueles, infamantes o
degradantes". Este artículo tiene un alcance más amplio que la prohibición constitucional de los
Estados Unidos contra penas crueles e inusitadas. Se reconoce a los menores como faltos de madurez
y, por ende, que son más susceptibles a influencias varias y a presiones sicológicas. Dar muerte a un
joven que no ha tenido la oportunidad de llegar a la madurez del adulto es una "pena de extrema
crueldad", y por tanto, el Artículo XXVI debe interpretarse como una prohibición contra la ejecución de
menores. Se deduce entonces, que tomados en su sentido común y corriente, y a la luz del objeto y fin
de estos artículos, los Estados Unidos están violando la Declaración Americana al ejecutar a menores
de edad.  

(f) El Artículo 31 de la Convención de Viena también se acoge a "las normas pertinentes


del derecho internacional" para ayudar en la interpretación de los tratados. Por ello la Comisión debe
tomar en cuenta la norma del derecho internacional consuetudinario que prohibe la ejecución de
menores de edad. Dicha prohibición ha obtenido el status de ley internacional consuetudinaria. De
acuerdo con el Artículo 38(1)(b) del Estatuto de la Corte Internacional de Justicia de La Haya, "la
costumbre internacional, como evidencia de una práctica generalizada y aceptada como ley", es una de
las fuentes del derecho internacional. Los tratados son evidencia clara de la práctica de un Estado,
especialmente si va acompañado por opinio juris, o afirmaciones en el tratado o los trabajos
preparatorios que indiquen que la disposición contenida en el tratado es la reafirmación de leyes
consuetudinarias ya existentes.  

(g) Los principales documentos o instrumentos sobre derechos humanos, tales como la
Convención Americana sobre Derechos Humanos (Artículo 4(5)), el Pacto Internacional sobre
Derechos Civiles y Políticos (Artículo 6(5)) (en adelante "Pacto Internacional"), y la Cuarta Convención

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de Ginebra, (Artículo 68), prohiben la imposición de la pena de muerte a personas menores de
dieciocho años de edad.  

El Artículo 4(5) de la Convención Americana dice: "No se impondrá la pena de muerte a


personas que, en el momento de la comisión del delito, tuvieren menos de dieciocho años de edad o
más de setenta, ni se aplicará a las mujeres en estado de gravidez." La Cuarta Convención de Ginebra
dice en el Artículo 68, en su parte pertinente:  

En ningún caso se pronunciará la pena de muerte sobre una persona amparada que
tuviera menos de dieciocho años en el momento del delito. 2[2]  

Hasta el 1º de enero de 1986, 162 Estados eran parte de esta Convención, incluyendo los
Estados Unidos. Esta Convención se aplica en tiempos de conflictos armados internacionales. El
Artículo 68 prohibe la ejecución de civiles y personal militar fuera de combate que cometan delitos
siendo menores de dieciocho años. Si prácticamente todas las naciones, incluyendo los Estados
Unidos, están de acuerdo con este concepto en períodos de conflicto armado internacional, la norma
que protege a delincuentes juveniles contra la ejecución debe ser aplicable aún con mayor fuerza en
tiempos de paz.  

(h) Lo que es más, aproximadamente dos terceras partes de las naciones del mundo han
abolido la pena de muerte o la han prohibido para menores al adherirse a los mencionados
documentos sobre derechos humanos. Aunque la "Convención para la Protección de los Derechos
Humanos y Libertades Fundamentales" de 1950 del Consejo de Europa, en su Artículo 2 permitía la
pena de muerte, su Protocolo Nº 6 refleja una filosofía abolicionista evolucionante y estipula: "La pena
de muerte deberá abolirse. Nadie deberá ser condenado a tal pena o ejecutado."  

Los peticionarios hacen notar que los trabajos preliminares de estas Convenciones demuestran
que dichas prohibiciones contra la ejecución de menores son en efecto codificaciones del derecho
internacional consuetudinario, según se observa por los debates que tuvieron lugar durante el
desarrollo de estas Convenciones.  

(i) Como prueba adicional de la práctica de los Estados con respecto a la ejecución de las
personas condenadas a muerte, los peticionarios presentan la información compilada por Amnistía
Internacional, la que indica que desde 1979 se han ejecutado 11.000 personas en 80 países. Sin
embargo, sólo seis de los ejecutados eran delincuentes menores de dieciocho años. Las ejecuciones
ocurrieron en solamente cuatro naciones, una de ellas los Estados Unidos.  

Inclusive en los Estados Unidos, las leyes de diferentes jurisdicciones que permiten la
aplicación de la pena de muerte reconocen la situación única del delincuente juvenil. Por lo menos 2l
estados establecen una edad mínima para la imposición de dicha pena. Por tanto, y aunque los datos
están incompletos, la información disponible demuestra que tanto las diferentes leyes nacionales como
el pequeño número de ejecuciones de menores en la mayor parte del mundo, son prueba adicional de
que existe una norma de derecho consuetudinario que prohibe la ejecución de delincuentes que
perpetraron los delitos siendo menores de edad.  

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(j) Contrario a lo que alega el Gobierno de los Estados Unidos, la Comisión en su decisión
no debe atenerse a los trabajos preparatorios de la Declaración. Estados Unidos basa su argumento en
la supresión del borrador del Comité Jurídico del texto pertinente a la pena capital. El original del
Artículo I dice así:  

Toda persona tiene derecho a la vida, incluso los que están por nacer y los enfermos
desahuciados, los dementes y los atrasados mentales.
 
La pena capital se aplicará solamente en casos en que una ley preexistente la ha
establecido para crímenes excepcionalmente graves.  

La frase original del Artículo I referente a la pena capital fue eliminada en los borradores
subsiguientes y en el texto final. De la misma manera la segunda mitad de la primera frase fue tachada
en borradores posteriores y en el texto final. La versión actual del Artículo I dice:  

Todo ser humano tiene derecho a la vida, a la libertad y a la integridad de su persona.  

La eliminación de la mención de la pena capital no puede interpretarse como si sus redactores


quisieran dar a entender que se autorizaba su amplia aplicación, como tampoco puede interpretarse
que la eliminación de la cláusula en la primera frase quisiera implicar que a los dementes, a los
enfermos desahuciados o a los retrasados mentales no se les otorgaba la garantía del derecho a la
vida. Más bien estos cambios relacionados con la pena capital pueden significar que los redactores
simplemente no pudieron o no quisieron delinear todos y cada uno de los casos en que debían prohibir
dicha pena ni tampoco quisieron autorizarla en toda situación aplicable.  

(k) Finalmente, existe límite en la facultad de un Estado para reglamentar un asunto tal
como la pena capital si la norma resultante viola el derecho internacional. La legislación interna de los
Estados miembros no puede legitimizar una contravención de las obligaciones internacionales; un
Estado no puede invocar sus leyes internas contrarias para justificar el incumplimiento de un acuerdo
internacional. El argumento de los Estados Unidos, de que en el momento de la elaboración de la
Declaración Americana la pena de muerte se aplicaba en forma amplia y que, en general, no podía
considerársela cruel o inusitada, está fuera de lugar. En tal sentido los reclamantes expresan que "Los
documentos sobre derechos humanos ... se suscriben para mejorar la situación de los derechos
humanos y no para reafirmar un supuesto derecho natural a continuar violándolos."  

(l) Los demandantes solicitan que la Comisión decida que los Estados Unidos violaron la
Declaración Americana, interpretada a la luz del derecho internacional consuetudinario, al ejecutar a los
peticionarios Roach y Pinkerton por ofensas cometidas cuando éstos tenían menos de dieciocho años
de edad. Los peticionarios solicitan también que la Comisión recomiende una moratoria para las otras
personas que se hallan en circunstancias similares.  

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  B. El Gobierno  

38. El Gobierno de Estados Unidos considera que la ausencia de una disposición dentro de la
legislación interna del país que prohiba explícitamente la ejecución de "delincuentes juveniles en
materia grave" no es incongruente con las normas sobre derechos humanos aplicables a los Estados
Unidos. La Comisión debe referirse a las normas pertinentes de la Declaración Americana ya que los
Estados Unidos no son Parte de la Convención Americana. El argumento podría resumirse de la
siguiente manera:  

(a) La Declaración Americana guarda silencio sobre la pena capital puesto que el Artículo I
simplemente manifiesta: "Todo ser humano tiene derecho a la vida, a la libertad y a la integridad de su
persona." Los antecedentes de la elaboración de la Declaración prueban que el Artículo I no tenía el
propósito de afectar la prerrogativa legislativa de los Estados americanos con respecto a la pena
capital. Una Declaración que no limita expresamente las circunstancias bajo las cuales puede
imponerse la pena de muerte, no puede interpretarse como un impedimento a la prerrogativa razonable
que tienen los Estados para establecer por sí mismos la edad mínima en la cual juzgan apropiado
imponerla.  

(b) Los redactores de la Declaración consideraron y declinaron adoptar normas


específicas sobre el tema de la pena capital. La cláusula que la prohibía, salvo en casos de crímenes
excepcionales, fue eliminada del borrador final. El debate que precedió la adopción del Artículo I
demuestra que no podrá lograrse una norma sobre la pena capital debido a la diversidad de las
legislaciones nacionales del Hemisferio. Por tanto, los Estados Unidos podían y pueden legislar según
su propio criterio sobre esta materia.  

(c) Sólo el Artículo I está en disputa, porque si no se incorporó en la Declaración


Americana una norma sobre la pena capital, tampoco podría hallarse una prohibición contra la
ejecución de menores "tácitamente incluida" dentro de los otros derechos. El Artículo VII sobre la
protección y cuidado de la mujer y la infancia no se consideró como extensivo a los menores convictos
de crímenes graves. No existe un antecedente oficial de la intención de los redactores del Artículo, pero
la palabra "infancia" no se utilizó para referirse a jóvenes próximos a los dieciocho años de edad.  

Tampoco existe antecedente oficial de la intención de los redactores con respecto a la


prohibición contra "penas crueles, infamantes o inusitadas" del Artículo XXVI. Sin embargo, en la época
en que se redactó el documento la práctica de la pena de muerte era generalizada y por lo tanto, no
podía ser considerada como cruel o inusitada.  

Ninguno de los tres artículos de la Declaración citados por los peticionarios trata de la pena de
muerte o establece el momento en que se llega a la mayoría de edad. El Gobierno de Estados Unidos
cree que la Declaración guarda silencio deliberadamente sobre la cuestión de la pena capital, y por
ende no existe, a propósito, limitación en la prerrogativa legislativa de los Estados Americanos para
imponer la sentencia de muerte.  

(d) No se debe apelar a la Convención de Viena para interpretar la Declaración Americana


ya que ésta no es un tratado y no es obligatoria para los Estados Unidos. El Gobierno estadounidense
no está de acuerdo con la Comisión en el Caso No. 2141 (Estados Unidos), en cuanto a que la
Declaración adquirió fuerza obligatoria con la adopción de la Carta revisada de la OEA. Res.23/81,

11
OEA/Ser. L/V/II.52, Doc. 48, marzo 6 de 1981. La Declaración no fue elaborada con la intención de
establecer obligaciones legales, y por tanto, la Comisión debe tener cuidado especial en no rechazar el
significado explícito "cuando la intención de los autores está manifiesta en un artículo determinado."  

Aún suponiendo que la Convención de Viena pudiera aplicarse a la Declaración, los


peticionarios no han demostrado el "significado exacto" de los Artículos I, VII o XXVI. Cada uno de
éstos es "ambiguo" sobre la prohibición de la pena de muerte para menores. Por ello, se hace
necesario recurrir a los trabajos preparatorios.  

(e) Los peticionarios solicitan que la Comisión considere la Convención Americana y


demás instrumentos internacionales para "interpretar" la Declaración en el sentido de que incluiría el
principio contenido en el Artículo 4(5) de la Convención. Ello requiere que la Comisión vaya más allá de
su facultad interpretativa. Las normas específicas de la Convención Americana, como la prohibición de
la aplicación de la pena de muerte a menores de edad, son obligatorias solamente para aquellos
Estados Partes de la Convención. Estas normas no han sido ratificadas por Estados Unidos.  

(f) Los tres instrumentos sobre derechos humanos mencionados por los peticionarios son
inaplicables en la consideración del caso ante la Comisión. Los Estados Unidos no son parte del Pacto
Internacional ni de la Convención Americana y las normas no pueden imponerse mediante
"interpretación" a un Estado que no es parte. Véase el Caso No. 2141 (Estados Unidos). Además,
durante la redacción de la Convención Americana el delegado estadounidense hizo notar que los
Estados Unidos tenían objeciones al límite arbitrario de dieciocho años inscrito en el Artículo 4(5),
debido al sistema federal del país.  

(g) Los peticionarios también se equivocan al indicar que el Artículo 4(5) de la Convención
Americana es declarativo del derecho internacional consuetudinario. La mayoría de edad para efectos
de la imposición de la pena de muerte no es una práctica uniforme de los Estados. En la redacción del
Artículo 6(5) del Pacto Internacional algunos países quisieron que se estableciera un límite específico,
mientras que otros proponían que sólo se hiciera una referencia a "menores" o "jóvenes", lo que
demuestra que no estaban codificando una norma obligatoria ya existente. Se trataba en cambio de
una norma específica con la que se proponía establecer uniformidad donde no la había.  

Al mismo tiempo no hay prueba de opinio juris. Aún las naciones que han prohibido la
ejecución de personas que cometen crímenes antes de llegar a los dieciocho años de edad no lo han
hecho motivadas por sentimiento alguno de obligación legal. Desde que se establecieron la
Convención Americana y el Convenio Internacional no puede considerarse cualquier cambio en las
legislaciones nacionales como prueba de un principio de derecho consuetudinario aplicable en forma
general. "Los principios de derecho pertinentes" deben existir separadamente de cualquier norma
convencional o de tratado. "El sólo hecho de que varios Estados de la Unión o que otras naciones
hayan escogido los dieciocho años como la mayoría de edad no impone la obligación de que otros
estados deban escoger la misma edad."  

(h) El gobierno estadounidense no reconoce la existencia de una norma de derecho


internacional consuetudinario que prohiba la imposición de la pena de muerte para menores. Para
poder establecer una norma de derecho consuetudinario debe existir una práctica estatal "generalizada
y virtualmente uniforme", además, debe ser evidente la creencia de que esa práctica se hace
obligatoria debido a un principio de derecho que la requiera. Dicho principio debe ser reconocido como
una obligación legal basada en la costumbre o la práctica de los Estados. En este caso no existe ni la

12
uniformidad en la práctica estatal, ni la requerida opinio juris para considerar la pauta como una norma
obligatoria del derecho internacional consuetudinario.  

(i) El Gobierno estadounidense afirma además que ha expresado su oposición a tal


norma. Primero se abstuvo de participar en el debate y en el voto sobre la redacción del Convenio
Internacional, y luego la sometió al Senado con reservas. Estados Unidos también se opuso al Artículo
4(5) de la Convención Americana; cuando el Presidente Carter la firmó y solicitó del Senado su
consentimiento para ratificar el tratado, propuso que la ratificación se acompañara de una reserva que
señalara que "la adhesión de los Estados Unidos al Artículo 4 estaba sujeta a la Constitución y demás
legislación de los Estados Unidos". Four Treaties Pertaining to Human Rights, Message from the
President of the United States, S.Doc. No. Exec. C, D, E, 8F, xii, 95o. Con., 2da. Ses. (1978).  

Estados Unidos concluye su expediente indicando que "No hay bases en el derecho
internacional para aplicar a Estados Unidos una norma tomada de tratados de los cuales no es parte y
que, según lo ha indicado, no aceptará cuando la misma entre en vigencia."  

(j) El Gobierno de los Estados Unidos solicita que la Comisión decida que las ejecuciones
recientes no son violatorias de la Declaración Americana.  

IV. ADMISIBILIDAD  

39. Al denegar las solicitudes de revisión (writs of certiorari) de Roach y Pinkerton, la Corte
Suprema deliberadamente decidió no revisar la cuestión de la constitucionalidad de la imposición de la
pena de muerte para menores. Como lo hace notar el expediente de los peticionarios, el Juez Brennan
en su opinión disidente indicaba que el caso Roach ofrecía "la oportunidad de examinar la importante
cuestión de si un acusado puede ... ser sentenciado a muerte por un homicidio calificado cometido
siendo menor de edad." En vista de que la Corte Suprema de Estados Unidos decidió no examinar el
caso, la Comisión opina que los peticionarios no tenían más recursos internos que agotar.  

40. A pesar del hecho de que la Corte Suprema estadounidense decidió no examinar la cuestión
de la constitucionalidad de la aplicación de la pena de muerte a delincuentes juveniles, dicha Corte ha
sentado ciertas pautas de juicio y sentencia para los casos de pena de muerte. Es oportuno revisar
aquí la evolución de esas pautas de la Corte Suprema.  

A. La Corte Suprema de los Estados Unidos y la Pena de Muerte  

41. Desde el siglo XIX, los tribunales en Estados Unidos se han ido apartando de la
sentencia de muerte obligatoria para casos graves porque tal criterio no tomaba en cuenta al individuo
y sus características. No obstante, hacia 1972 la Corte Suprema estadounidense decidió que los
tribunales se habían alejado tanto del sistema mandatorio que se le había dado una discreción ilimitada
a los jueces o a los jurados para decidir quién debía recibir la pena de muerte. En Furman v. Georgia,
408 EE.UU. 238 (1972), la Corte juzgó que tal discreción sin guía daba pie para una imposición
arbitraria y caprichosa de la pena de muerte en contravención de la Octava Enmienda que prohibe la
pena cruel e inusitada. Aunque la decisión en el caso Furman no afirmó que la pena de muerte, per se,
violaba la Octava Enmienda, en efecto suspendió las ejecuciones e hizo inoperantes las leyes
federales y estatales sobre pena de muerte, mientras se redactaban nuevas leyes que estuvieran de
conformidad con la Constitución según el caso Furman v. Georgia. La ejecución de Gary Gilmore --la
primera que se realizaba desde el 2 de junio de 1967-- se llevó a cabo el 17 de enero de 1977; desde

13
entonces se han cometido más de 60 ejecuciones. Entre 1976 y 1986 se han sentenciado a muerte
más de 3.000 personas en los Estados Unidos. Entre 1963 a 1985 los Estados Unidos no ejecutaron a
ningún criminal que tuviera menos de dieciocho años de edad en el momento de cometer el crimen.
Desde entonces se han ejecutado tres.  

A partir de Furman muchos Estados de la Unión han promulgado nuevas leyes sobre la pena
de muerte. En 1976 la Corte comenzó a examinar la legislación aparecida después de Furman y en el
caso Gregg v. Georgia, 428 U.S. 153 (1976), trató la cuestión que había evadido cuando consideró el
caso Furman, a saber: ¿Es la imposición de la pena de muerte per se inconstitucional? En Gregg la
Corte manifestó que no era inconstitucional y comenzó a establecer las pautas para la imposición de la
pena de muerte.  

a. En el caso Gregg v. Georgia, la Corte Suprema estadounidense decidió que la Octava


Enmienda, la cual ha sido interpretada de una manera flexible para ajustarla a "la evolución de las
normas relativas a la dignidad de la persona humana", prohibe la pena de muerte si es abiertamente
desproporcionada en relación al crimen cometido o si se impone arbitraria o caprichosamente. Sin
embargo, la Corte ratificó la ley de Georgia en el caso Gregg porque había sido redactada
cuidadosamente para garantizar que la autoridad encargada de la sentencia contara con la información
y orientación apropiadas. La Ley de Georgia contempla un juicio de dos etapas, el jurado determina
primero la culpabilidad o inocencia del acusado y luego, en la audiencia para la sentencia considera las
circunstancias atenuantes o agravantes del caso. Para poder imponer la pena de muerte, el jurado
debe comprobar que existen, fuera de toda duda razonable, uno o más agravantes y que los
atenuantes no superen a los agravantes.  

b. En dos casos paralelos la Corte ratificó las leyes de Florida y de Texas sobre la pena
de muerte. Estas establecen que el juez o el jurado deben recibir orientación específica y detallada
para ayudarles a decidir si debe imponerse la pena de muerte o condenarse a presidio perpetuo. Proffit
v. Florida, 428 U.S. 242 (1976); Jurek v. Texas, 428 U.S. 262 (1976). Cada una de estas leyes guía y
enfoca la consideración objetiva de la autoridad encargada de la sentencia sobre las circunstancias
particulares del delito y del delincuente.  

c. Las pautas necesarias para guiar al jurado o al juez en la sentencia ponen énfasis en la
naturaleza y circunstancias del crimen y en el carácter y antecedentes del acusado. Las circunstancias
agravantes toman en cuenta cuestiones tales como si el homicidio fue cometido por un condenado, o si
el homicidio fue de naturaleza perversa o atroz. La Corte Suprema ha prestado atención especial a los
factores atenuantes. En Lockett v. Ohio, 438 U.S. 586 (l978), la Corte no ratificó la ley de pena de
muerte de Ohio que sólo especificaba tres factores que se podían considerar como atenuantes. La
Corte falló que la Octava y la Decimocuarta Enmienda establecen que a la autoridad que sentencia "no
se le puede impedir considerar como factor atenuante cualquier aspecto de los antecedentes o carácter
del acusado y cualquier circunstancia referente al delito..." Id 604. En este caso la ley de Ohio había
impedido que el juez de la causa considerara como factores atenuantes: la ausencia de antecedentes
criminales de la acusada; el hecho de que ésta tenía veintiún años; la ausencia de intención específica
de causar la muerte, y su papel relativamente menor en la comisión del crimen.  

d. En Eddings v. Oklahoma, 455 U.S. 104 (1982), la Corte agregó que los Estados debían
considerar los antecedentes y el desarrollo mental y emocional del acusado entre los factores
atenuantes. El acusado en el caso Eddings había perpetrado el homicidio a la edad de dieciseis años.
La Corte había concedido la solicitud de revisión (writ of certiorari) sobre la cuestión de si, a la luz de

14
las normas contemporáneas, la Octava Enmienda prohibía la ejecución de un reo que tenía menos de
dieciocho años en el momento de cometer el delito. Sin embargo, la Corte declinó abordar el asunto y
decidió el caso, usando como referencia el caso Lockett v. Ohio, revocando la sentencia de muerte
porque había sido dictada sin dar consideración individual a los factores atenuantes tal como lo
requiere la Constitución. La revocación de la sentencia de muerte es prueba de la importancia que
asigna la Corte a las circunstancias al definir si la sentencia es justa y equitativa. El juez de primera
instancia había rehusado tomar en cuenta la niñez desgraciada y los desórdenes emocionales
singulares del reo. Al considerar la evidencia atenuante en este caso, la Corte Suprema puso énfasis
en la juventud del reo, sus "graves problemas emocionales", la extrema ausencia del "cuidado, cariño y
atención paternales que merecen los niños", y "la negligencia y aún violencia de los antecedentes
familiares."  

B. El régimen jurídico de menores en los Estados Unidos  

42. Desde comienzos del Siglo XX el régimen de justicia penal estadounidense da a los menores
un trato diferente al de los adultos. Los reformadores en ese país quisieron prevenir que se aplicasen a
los menores que cometían crímenes las mismas penas y procedimientos aplicadas a los adultos. Se
creyó que los niños deberían ser tratados y rehabilitados y que, por lo tanto, no deberían ser sometidos
a la "dureza" y "rigidez" del derecho penal para adultos. (Véase, In re Gault, 387 U.S., 1, 15-16 (1967)).

a. Todos los Estados en Estados Unidos tienen tribunales exclusivamente para menores.
La edad máxima sobre la cual dichos tribunales tienen jurisdiccón la fija el cuerpo legislativo estatal.
Dichos límites varían, pero la mayoría de los Estados los han fijado entre los dieciseis y dieciocho años.
En los tribunales para menores se hace hincapié en la situación del niño, no en su culpabilidad. Se
explica así que el propósito de tener un régimen jurídico separado para menores sea permitir la
rehabilitación poniendo a disposición del menor los servicios sociales que le ayuden a lograr ese
objetivo. En estos tribunales no se pone énfasis en el castigo; la sentencia máxima que puede
imponerse es el encarcelamiento hasta que el joven llegue a la edad de 21 años.  

b. En algunos ocasiones, un tribunal de menores que tenga jurisdicción en un caso puede


renunciar a conocer la causa y ésta se lleva entonces a un tribunal penal para mayores. En algunos
estados el fiscal tiene la facultad de escoger el tribunal, en el cual se ventilará el caso, pero en la
mayoría de los Estados el Juez de Menores decide si se transfiere una causa o no. En algunas
oportunidades el menor puede beneficiarse con el traspaso a un tribunal penal en donde tiene derecho
a la misma protección que recibe el adulto, como el derecho a juicio por jurado, y si la jurisdicción así lo
permite, a la posibilidad de obtener fianza. El jurado además puede ser más "comprensivo" con el joven
en un tribunal penal. Sin embargo, debido a que en este tipo de tribunal el acusado estaría sujeto al
castigo que se impone a adultos, se reconoce que el procedimiento de "traspaso" es una etapa de
importancia crítica en los procesos de tribunales para menores. (Véase, Kent v. Estados Unidos, 383
U.S. 541 (1966)).  

c. No son muchas las pautas que existen en cuanto a los niños que deben trasladarse a
los tribunales penales para adultos. Se deja al juicio del juez de menores la dicisión de determinar
quién debe permanecer dentro de la jurisdicción del tribunal de relaciones familiares. Desde que ocurrió
el caso Kent un buen número de Estados ha adoptado como ley criterios objetivos que deben utilizarse
cuando se renuncia a la jurisdicción sobre menores. Dos de los criterios más comunes son la edad del
acusado y la naturaleza del delito. 

15
d. Muchos Estados fijan una edad mínima para poder transferir los casos de la
jurisdicción del tribunal de menores. La edad varía de Estado a Estado, desde los trece años en
Mississippi hasta los dieciseis en California.  

e. La naturaleza del delito y los antecedentes de la actividad criminal del acusado se


utilizan con frecuencia durante la audiencia para el traspaso. En casos de crímenes graves en extremo,
tales como homicidio, violación y asalto y agresión grave, los Estados pocas veces retienen la
jurisdicción del tribunal de menores. Tales crímenes frecuentemente se utilizan como criterio objetivo
para determinar que el niño no es tratable dentro del sistema para menores. Algunos Estados sólo
permiten un traspaso discrecional si el menor es acusado de un crimen (como en el Estado de
Colorado); otros, tales como Pennsylvania y Massachusetts tienen disposiciones de traspaso
mandatorio que se aplican automáticamente si se alega que un niño de más de catorce años de edad
ha perpetrado un homicidio.  

f. Algunos Estados no tienen leyes operantes sobre la pena de muerte, otros prohiben la
pena de muerte para menores. Hasta l985, catorce Estados mencionaban específicamente la edad
como factor atenuante en sus leyes de pena de muerte. Por otra parte, la legislación de Indiana, en
ciertos casos, permite el traslado a tribunales de adultos de niños de diez años. Este Estado no
especifica edad como factor atenuante en su ley de pena de muerte pero puede tenerse en cuenta bajo
"las demás circunstancias en que sea apropiada su consideración." Ind. Código Ann. 35-50-2-9. Por
tanto en Indiana es posible que un niño de diez años reciba la sentencia a muerte y sea ejecutado.  

V. OPINION DE LA COMISION  

A. Asunto sometido a decisión  

43. Este caso trata de dirimir únicamente si en la legislación norteamericana la ausencia de una
prohibición federal respecto a la ejecución de delincuentes menores de edad constituye o no una
violación de las normas de derechos humanos aplicables a dicho país bajo el sistema interamericano.  

En los Estados Unidos los crímenes están sujetos o bien a la jurisdicción estatal o a la federal.
A un procesado se le puede enjuiciar en tribunal federal si se le acusa de cometer un crimen según la
legislación federal, o puede apelar a un tribunal federal desde un tribunal estatal bajo determinadas
circunstancias. A los Estados se les ha concedido una amplia autonomía para decidir el tipo de castigo
apropiado a una conducta criminal. Sin embargo, el castigo debe conformarse con lo establecido por la
Constitución de los Estados Unidos, tal como la interpreta la Corte Suprema de la Unión.  

B. El compromiso internacional de los Estados Unidos bajo la Declaración Americana

44. La Declaración Americana guarda silencio acerca de la cuestión de la pena capital. El Artículo I
de dicha Declaración dice así:  

Todo ser humano tiene derecho a la vida, a la libertad y a la integridad de su persona.  

45. La Convención Americana sobre Derechos Humanos se refiere específicamente a la pena


capital en cinco de sus disposiciones. El Artículo 4 de la Convención Americana, que protege el
derecho a la vida dice:  

16
Artículo 4. Derecho a la Vida  

1. Toda persona tiene derecho a que se respete su vida. Este derecho estará
protegido por la ley y, en general, a partir del momento de la concepción. Nadie puede
ser privado de la vida arbitrariamente.
 
2. En los países que no han abolido la pena de muerte, ésta sólo podrá
imponerse por los delitos más graves, en cumplimiento de sentencia ejecutoriada de
tribunal competente y de conformidad con una ley que establezca tal pena, dictada con
anterioridad a la comisión del delito. Tampoco se extenderá su aplicación a delitos a
los cuales no se la aplique actualmente.
 
3. No se restablecerá la pena de muerte en los Estados que la han abolido.
 
4. En ningún caso se puede aplicar la pena de muerte por delito político ni
comunes conexos con los políticos.
 
5. No se impondrá la pena de muerte a personas que, en el momento de la
comisión del delito, tuvieran menos de dieciocho años de edad o más de setenta, ni se
le aplicará a las mujeres en estado de gravidez.
 
6. Toda persona condenada a muerte tiene derecho a solicitar la amnistía, el
indulto o la conmutación de la pena, los cuales podrán ser concedidos en todos los
casos. No se puede aplicar la pena de muerte mientras la solicitud esté pendiente de
decisión ante autoridad competente.  

46. La obligación internacional de los Estados Unidos de América como Estado Miembro de la
Organización de Estados Americanos (OEA), en virtud del mandato de la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos (CIDH), está sujeta a la Carta de la OEA (Bogotá, 1948), enmendada por el
Protocolo de Buenos Aires del 27 de febrero de 1967 y ratificada por Estados Unidos el 23 de abril de
1968.  

47. Los Estados Unidos son Estado Miembro de la Organización de Estados Americanos pero no
son un Estado Parte de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, y, por lo tanto, no puede
opinarse que esté en contravención del Artículo 4(5) de la Convención, puesto que la Comisión aseveró
en el Caso 2141 (Estados Unidos), párrafo 31: "sería imposible imponer a los Estados Unidos, o a
cualquier otro Estado miembro de la OEA, mediante 'interpretación', una obligación internacional que se
base en un tratado que dicho Estado no ha aceptado o ratificado debidamente". 3[3]  

48. Como consecuencia de los artículos 3 j, 16, 51 e, 112 y 150 de la Carta, las disposiciones de
otros instrumentos de la OEA sobre los derechos humanos adquirieron fuerza obligatoria. 4[4] Tales
instrumentos, aprobados con el voto del Gobierno de Estados Unidos, son los siguientes:  

- Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre (Bogotá, 1948).

17
 
- Estatuto y Reglamento de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.  

49. El Estatuto establece que, para efectos de tales instrumentos, la CIDH es el órgano de la OEA
creado para promover la observancia y la defensa de los derechos humanos. Para efectos del Estatuto
se entiende por derechos humanos los derechos consagrados en la Declaración Americana en relación
con los Estados que no son Parte de la Convención Americana sobre Derechos Humanos (San José,
1969).  

C. ARGUMENTO DE LOS PETICIONARIOS  

50. La violación principal denunciada en la petición en cuestión se refiere al derecho a la vida,


Artículo I de la Declaración, el cual dice: "Todo ser humano tiene derecho a la vida ...". Como la
Declaración guarda silencio en cuanto a la cuestión de la pena de muerte, los peticionarios procuran,
con referencia al Artículo I, una respuesta afirmativa a la interrogante: ¿Existe una norma en el derecho
internacional consuetudinario que prohiba la imposición de la pena de muerte a personas menores de
dieciocho años de edad?  

51. Los elementos de una norma de derecho internacional consuetudinario son los siguientes: 5[5]  

a. Una práctica concordante por parte de varios Estados con respecto a un tipo
de situación que se halle dentro del dominio de las relaciones internacionales;
 
b. Una continuación o repetición de la prácticas durante un período considerable
de tiempo;
 
c. La creencia de que la práctica es requerida o es consistente con el derecho
internacional prevaleciente; y
 
d. Una aquiescencia general en cuanto a la práctica de parte de otros Estados.  

52. La existencia de una norma consuetudinaria de derecho internacional requiere como base la
existencia de una práctica estatal generalizada. El Artículo 38 del Estatuto de la Corte Internacional de
Justicia (en adelante "C.I.J") define "costumbre internacional" como "evidencia de una práctica general
aceptada como ley." Una norma consuetudinaria, sin embargo, no obliga a los Estados que la
protestan.  

En el caso Fisheries, (Gran Bretaña v. Noruega), la Corte Internacional de Justicia falló que aun
cuando la  

... norma de las diez millas había sido adoptada por varios Estados en sus leyes
nacionales y en sus tratados y convenciones, y aunque algunas decisiones arbitrales la
han aplicado entre tales Estados, otros Estados han adoptado un límite diferente. En
consecuencia, la regla de las diez millas no ha adquirido la autoridad de un principio
general de derecho.6[6]  
5

6
18
Aunque nunca se ha establecido en forma definitiva cuántos Estados deben adoptar cierta
práctica, debe quedar claro que, mientras no se necesita una práctica "universal", ésta debe ser común
y corriente ampliamente difundida e implementada.  

53. En diciembre de 1977, el Gobierno de los Estados Unidos envió la Convención Americana
sobre Derechos Humanos, inter alia, al Senado para su posible ratificación "con reservas". En lo que
concierne al presente caso, el Gobierno estadounidense propuso las siguientes reservas a los Artículos
4 y 5:  

El Artículo 4 trata sobre el derecho a la vida en forma general e incluye disposiciones


pertinentes a la pena de muerte. Muchas de las disposiciones del Artículo 4 no están
de acuerdo con la ley y la política seguida por los Estados Unidos, o tratan de materias
sobre las cuales la ley todavía no se ha definido. El Senado puede anotar una reserva
como la siguiente: "La adhesión de los Estados Unidos al Artículo 4 está sujeta a la
Constitución y las leyes de los Estados Unidos."  
 
El Artículo 5, párrafo 5 requiere que los menores bajo investigación criminal sean
separados de los adultos y traidos a juicio delante de tribunales especializados tan
pronto como sea posible. (...) Con respecto al párrafo 5, la ley (de los Estados Unidos)
se reserva el derecho de enjuiciar a menores como adultos en ciertos casos. (E)n
estos momentos, no hay intención alguna de revisar estas leyes. Se recomienda la
siguiente reserva: "Los Estados Unidos (...) con respecto al párrafo 5, se reserva el
derecho de someter a menores a procesos y a penas aplicables a adultos en los casos
apropiados."7[7]  

54. Como los Estados Unidos han formulado reservas a la norma, ésta no puede ser aplicada a
ese país. Para que una norma del derecho internacional consuetudinario sea obligatoria para el Estado
que la ha protestado, esta norma debe adquirir el status de jus cogens.8[8] Los demandantes no alegan
que la regla que prohibe la imposición de la pena de muerte a menores de edad haya adquirido la
autoridad de jus cogens - una norma perentoria de derecho internacional que no puede ser derogada.
Sin embargo, la Comisión no es un cuerpo judicial y no está limitada a considerar solamente los
argumentos presentados por las partes en disputa.    

D. Principios generales aplicables a este caso  

55. El concepto de jus cogens se deriva de una "orden superior" de normas legales establecidas en
tiempos antiguos y que no pueden ser contravenidos por las leyes del hombre o de las naciones. Las
normas de jus cogens han sido descritas por los publicistas como las que abarcan el "orden público
internacional." Aquellas son "las reglas que han sido aceptadas, o bien explícitamente en un tratado o
tácitamente por costumbre, como necesarias para proteger el interés público de la sociedad de
naciones o para mantener los niveles de moralidad pública reconocidos por ellos". 9[9]  

19
Según Ian Brownlie, el factor que distingue las normas de jus cogens es su "relativa
inderogabilidad". Ian Brownlie cita ciertos ejemplos de jus cogens como: la prohibición de la guerra de
agresión, la ley del genocidio, el principio de la no-discriminación de las razas, los crímenes de lesa
humanidad y las leyes que prohiben la trata de esclavos y la piratería". 10[10]  

Como la aceptación de las normas de jus cogens continúa siendo debatida en varios sectores,
se puede argumentar que la C.I.J. no consideró, por ejemplo, la prohibición del genocidio como una
norma de jus cogens. Sin embargo, se indica 11[11] que la Corte si ha hecho "referencias indirectas" al
concepto de jus cogens, sin haberle llamado como tal en la opinion consultiva sobre las reservas a la
Convención sobre el Genocidio. En ese entonces, la Corte estableció:  

... que los principios fundamentales de la Convención son principios que son
reconocidos por las naciones civilizadas como obligatorias para los Estados, aún sin la
obligación expresa dentro de una convención. 12[12]  

La norma que prohibe el genocidio comprometería también a los Estados no partes de la


Convención sobre el Genocidio, aún si fuera derivada solamente del derecho internacional
consuetudinario y sin que haya adquirido el status de jus cogens, ya que obtiene esta condición
precisamente porque es un tipo de norma que de ser protestada por un Estado, ofendería la conciencia
de la humanidad y moralidad pública.  

En un caso posterior, la C.I.J. categorizó la prohibición del genocidio como una obligación erga
omnes. Aunque la Corte no hizo referencia al concepto jus cogens, se ha sugerido,13[13] que los
ejemplos dados sobre las obligaciones erga omnes son ejemplos que la Corte consideraría como
normas jus cogens. En el caso Barcelona Traction, se hizo la distinción entre las obligaciones de un
Estado vis-à-vis la comunidad internacional (erga omnes) y vis-à-vis otro Estado:  

En estas circunstancias es lógico que la Corte aborde primero el tema que fue
presentado originalmente como "materia en cuestión" de la tercera objeción preliminar:
en otras palabras, la cuestión del derecho de Bélgica de proteger diplomáticamente a
los accionistas belgas en una compañía cuya entidad jurídica fue incorporada en
Canadá, siendo la queja que las medidas se efectuaron en relación no con algún
ciudadano belga sino con la compañía en sí.
 
Cuando el Estado admite en su territorio a la inversión extranjera o a ciudadanos de
otros países, sean personas naturales o jurídicas, está obligado a extenderles a ellos
la protección de la ley y a asumir las obligaciones que esa protección exija. Estos
deberes, sin embargo no son absolutos ni sin restricciones. En particular, una
distinción esencial debe ser remarcada entre las obligaciones de un Estado hacia la
comunidad internacional "como un todo", y aquellos que surgen vis-à-vis otro Estado
10

11

12

13

20
en el campo de la protección diplomática. Por su naturaleza innata, los primeros
conciernen a todos los Estados. En vista de la importancia de los derechos en
cuestión, todos los Estados pueden ser comprometidos a tener un interés legal en su
protección; estas son obligaciones erga omnes.
 
En el derecho internacional contemporáneo, tales obligaciones se derivan, por
ejemplo, de la ilegalidad de la guerra de agresión y del genocidio, así como de los
principios y normas concernientes a los derechos básicos de la persona humana,
incluyendo la protección contra la esclavitud y la discriminación racial. Algunos de
estos derechos de protección ya son considerados parte del cuerpo general del
derecho internacional (Reservaciones a la Convención sobre la Prevención y Castigo
por Crímenes de Genocidio, Opinión Consultiva, C.I.J. Informes (1951), p. 23); otros
han sido conferidos por instrumentos internacionales que tienen un carácter universal o
quasi-universal.
 
Obligaciones sobre las cuales es pertinente la protección diplomática no son de la
misma categoría.14[14]  

Si la expresión "los principios y normas relativos a los derechos básicos de la persona humana"
tiene el propósito de afirmar que todas las disposiciones en materia de derechos humanos contenidas
en los tratados internacionales están comprendidas dentro del principio de jus cogens, es un asunto
aún controversial y que está fuera del marco del caso que la Comisión debe resolver.  

56. La Comisión considera que los Estados miembros de la OEA reconocen una norma de jus
cogens que prohibe la ejecución de niños menores de edad. Tal norma es aceptada por todos los
Estados del Sistema Interamericano, incluyendo los Estados Unidos. La respuesta del Gobierno de
Estados Unidos a la demanda en este caso afirma que "todos los Estados, además, tienen un sistema
judicial para menores; ningún Estado permite a sus tribunales de menores imponer la pena de
muerte."15[15]  

57. La Comisión considera que este caso surge no porque haya duda de la existencia de una
norma internacional sobre la prohibición de la imposición de la pena de muerte para niños menores de
edad, sino porque los Estados Unidos disputan el alegato de que existe un consenso sobre la la
mayoría de edad. Específicamente, el tema de fondo en cuestión en este caso es el derecho y la
práctica adoptadas por los diferentes Estados de la Unión en lo que se refiere al envío de adolescentes
--acusados de haber cometido graves crímenes-- a tribunales penales de adultos donde pueden ser
juzgados y sentenciados como tales. 16[16]  

58. A falta de iniciativa por parte del Gobierno de los Estados Unidos sobre el asunto y bajo el
presente sistema constitucional del país, cada Estado de la Unión es libre de establecer o no la pena
de muerte en su territorio o de establecer una edad mínima para el envío de un menor a un tribunal
criminal para adultos donde se le puede imponer dicha pena. Trece Estados y la Capital Federal han

14

15

16

21
abolido la pena de muerte. 17[17] Los Estados de la Unión que han adoptado leyes que permiten la
imposición de la pena de muerte después de la decisión Furman, han optado por una de dos clases de
leyes, o (1) prohiben la ejecución de personas que han cometido delitos capitales antes de cumplir los
dieciocho años, o (2) permiten que los menores de edad sean enviados a un tribunal para adultos
donde se les pueda sentenciar a muerte. Es justamente la práctica discrecional de este segundo grupo
de Estados de la Unión lo que se ha convertido en la materia de nuestro análisis. Mientras que
aproximadamente diez de los Estados que mantienen la pena de muerte han prohibido la ejecución de
personas que han cometido delitos capitales antes de cumplir 18 años de edad, la legislación de los
otros Estados sobre el tema del envío de delincuentes menores de edad a tribunales para adultos
puede caracterizarse como una combinación incoherente de disposiciones. En efecto, en dichos
Estados de la Unión se establecen a veces edades mínimas para el envío de menores que pueden
oscilar entre los 17 y los 10 años y, aún en algunos Estados, no se especifica edad alguna. La
Comisión considera alarmante que la ley en el Estado de Indiana ( supra) permita que un niño de 10
años de edad pueda ser juzgado y condenado a muerte en un tribunal para adultos.  

59. El sistema judicial para menores fue establecido a principios de siglo en los Estados Unidos
como resultado de intentos reformistas tendientes a mitigar la dureza del sistema judicial para adultos.
Según el "common law", se presumía que un niño menor de 7 años estaba exento de cometer un acto
doloso. Sin embargo, para adolescentes, entre los siete y catorce años de edad, esta presunción podía
ser rebatida y el niño podía ser condenado y ejecutado. 18[18] A través del tiempo, la ley en esta
materia ha ido gradualmente elevando la edad mínima hasta ser fijada hoy en la mayoría de los
Estados de la Unión en los 14 años de edad. Consecuentemente, un niño menor de la edad estipulada
por la ley y que legalmente fuere considerado incapaz de cometer un crimen podría ser juzgado en un
tribunal para adultos; pero en este caso sería considerado un delincuente y no un criminal.  

60 La Comisión acepta el argumento de los Estados Unidos de que no existe en estos momentos
una norma consuetudinaria en derecho internacional que establezca la edad de 18 años como edad
mínima para la imposición de la pena de muerte. Sin embargo, la Comisión hace notar que dicha norma
está emergiendo, en vista del número creciente de países que han ratificado la Convención Americana
y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de las Naciones Unidas, y que debido a ello han
modificado su legislación interna para conformarla a dichos instrumentos. Como ha sido mencionado
anteriormente, trece Estados de los Estados de la Unión y la Capital Federal, ya han abolido la pena de
muerte en forma absoluta y nueve de los que todavía mantienen tal pena, la han abolido para
delincuentes menores de 18 años de edad.19[19]  

61. Sin embargo, la Comisión no considera que el factor edad sea lo que ponga fin a la materia en
discusión, la cual consiste en si la ausencia dentro del derecho interno de los Estados Unidos de una
prohibición federal sobre la ejecución de menores de edad que hubieren cometido un grave crimen
siendo menores de 18 años, viola la Declaración Americana.  

62. La Comisión considera que la diversidad en la práctica de los Estados de la Unión --reflejada
en el hecho de que algunos de éstos hayan abolido la pena de muerte mientras que otros permiten que

17

18

19

22
ella sea aplicada a niños menores de 10 años de edad-- tiene como resultado que se apliquen
sentencias totalmente distintas por la comisión de un mismo crimen. La privación de la vida por parte
del Estado no debería estar sujeta a un factor tan fortuito como el lugar donde el delito fue cometido.
Bajo el actual sistema penal de los Estados Unidos un joven de 16 años que cometiere un delito capital
en el Estado de Virginia podría ser privado de la vida mientras que si el mismo joven perpetra la misma
ofensa del otro lado del Memorial Bridge, en Washington, D.C., donde la pena de muerte ha sido
abolida tanto para adultos como para menores de edad, su sentencia no sería la muerte.  

63. El hecho que el Gobierno de los Estados Unidos deje a discreción de cada Estado de la Unión
la aplicación de la pena de muerte al menor de edad ha producido un mosaico de leyes que sujetan la
severidad del castigo no a la naturaleza del crimen sino al lugar donde éste se cometió. El ceder a las
legislaturas estatales la decisión de si un menor de edad puede ser o no ejecutado no es equivalente a
dejar a discreción de cada Estado de la Unión la determinación de la mayoría de edad para adquirir
bebidas alcohólicas o para contraer matrimonio. La falla del gobierno federal consiste en no haberse
adueñado de la legislación del más fundamental de todos los derechos, el derecho a la vida. De ahí
que los Estados Unidos tengan un muestrario de legislación arbitraria que trae como consecuencia la
aplicación arbitraria de la privación de los derechos a la vida y a la igualdad ante la Ley, lo cual es
contrario a los artículos I y II de la Declaración Americana de los Deberes y Derechos del Hombre,
respectivamente.

CONCLUSION  

64. La Comisión concluye, por 5 votos contra 1, que el Gobierno de los Estados Unidos violó el
Artículo I (derecho a la vida) de la Declaración Americana al ejecutar a James Terry Roach y a Jay
Pinkerton.  

65. La Comisión concluye, por 5 votos contra 1, que el Gobierno de los Estados Unidos violó el
Artículo II (derecho de igualdad ante la ley) de la Declaración Americana al ejecutar a James Terry
Roach y a Jay Pinkerton.

por lo cual necesariamente tendré necesidad de referirme a estos aspectos.  

Pero debe quedar claro que no se trata de aprovechar este caso para analizar por vía general
si las normas de Estados Unidos sobre la pena de muerte violan el derecho internacional
consuetudinario, porque la Comisión no tiene facultad de emitir opiniones consultivas, sino debe
únicamente interpretar la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre, para lo cual
puede acudir al derecho internacional general. En este sentido la Comisión ha dicho que en este caso
"se trata de dirimir únicamente el problema siguiente: ¿Es la ausencia de una disposición federal dentro
de la legislación interna estadounidense que prohiba la ejecución de menores que han cometido
crímenes graves antes de llegar a los dieciocho años incongruentes con las normas de los derechos
humanos aplicables a los Estados Unidos en el sistema interamericano?" Creo que este no es el
problema. El caso consiste en analizar si a los peticionarios James Terry Roach y Jay Pinderton se les
violaron o no sus derechos humanos conforme a lo previsto en la Declaración Americana de Derechos
y Deberes del Hombre de 1948. Se trata de un caso individual que se tramitó por la Comisión según el
Reglamento previsto para los Estados no Partes en la Convención Americana de Derechos Humanos,
y por tanto no hay lugar a estudiar la compatibilidad entre la legislación federal o estatal de los Estados
Unidos con el derecho internacional general, por cuanto este aspecto no es de competencia de la

23
Comisión que no podría al decidir un caso hacer observaciones y recomendaciones por vía general,
máxime cuando no tiene funciones judiciales.  

Expuesto lo anterior, me permito exponer las razones jurídicas que me llevaron a no compartir
la decisión mayoritaria de la Comisión:  

1º La aplicación americana de la pena de muerte a menores de edad no viola la


Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre  

El artículo 1º de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, aprobada


por la IX Conferencia Interamericana, reunida en Bogotá del 30 de marzo al 2 de mayo de 1948 e
incluida en el Acta Final de la Conferencia, dice: "Todo ser humano tiene derecho a la vida, a la libertad
y a la seguridad de su persona". Este artículo no hace ninguna referencia, ni expresa ni tácita, a la
prohibición de la pena de muerte respecto de menores de edad. En el proyecto del Comité Jurídico
Interamericano figuraba como artículo 1º el siguiente: "Toda persona tiene derecho a la vida, incluso los
que están por nacer y los enfermos desahuciados, los dementes y los retardados mentales.  

La pena capital se aplicará solamente, en casos en que una ley preexistente la ha establecido
para crímenes excepcionalmente graves". Luego de la discusión, la IX Conferencia decidió suprimir lo
relativo a la pena de muerte y modificar la redacción propuesta por el Comité Jurídico Interamericano,
por lo cual el artículo 1º quedó redactado en la forma actual que no dice nada sobre la pena de muerte.
El análisis de los trabajos preparatorios lleva a la conclusión inequívoca que los Estados que
participaron en le IX Conferencia Panamericana de Bogotá no desearon suprimir la pena de muerte, ya
que de lo contrario habrían pactado la prohibición, y en subsidio aprobado el texto del Comité Jurídico
Interamericano que la limitaba a crímenes de excepcional gravedad. La interpretación del artículo lº a la
luz del sentido corriente de sus términos, teniendo en cuenta los trabajos preparatorios que figuran en
las Actas de la Conferencia, la supresión expresa de la norma relativa a la pena de muerte, permite
concluir que la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre no reguló lo relativo a la
pena de muerte, y desde luego mucho menos incluyó norma alguna sobre prohibición general o
específica para aplicarla a menores de edad. Como conclusión de este primer aspecto se puede decir
que si la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre guardó silencio sobre la pena de
muerte y no aprobó el proyecto que la incluía, los Estados Unidos pueden establecer la pena de muerte
sin violar el artículo 1º ni ninguna otra norma de la citada Declaración de Derechos Humanos.  

2º No es posible aplicar en este caso tratados no vigentes para Estados Unidos  

Los Estados Unidos son miembros de la Organización de los Estados Americanos (OEA) ya
que ratificaron la Carta de la OEA enmendada por el Protocolo de Buenos Aires de 1967 al depositar el
instrumento de ratificación el 23 de abril de 1968. Como la Carta establece la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos como órgano de la OEA, Estados Unidos está obligado por el Estatuto y el
Reglamento de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Igualmente, Estados Unidos está
vinculado por la Declaración Americana de Derechos Humanos que, como se ha visto, no prohibe la
pena de muerte y guarda silencio en esta materia. Pero los Estados Unidos no han ratificado la
Convención Americana de Derechos Humanos de San José, 1969, por lo cual no está obligado por el
artículo 4, numeral 5, que dice: "No se impondrá la pena de muerte a personas que, en el momento de
la comisión del delito, tuvieran menos de dieciocho años de edad o más de setenta, ni se le aplicará a
las mujeres en estado de gravidez".  

24
En diciembre de 1977 el Gobierno de los Estados Unidos envió la Convención Americana de
Derechos Humanos al Senado para su aprobación y posterior ratificación, pero lo hizo sugiriendo hacer
"reservas". En lo que se refiere a los artículos 4 y 5 propuso las reservas siguientes: "El artículo 4 trata
sobre el derecho a la vida en forma general e incluye disposiciones pertinentes a la pena capital.
Muchas de las disposiciones del artículo 4 no están de acuerdo con la ley y la política seguida por los
Estados Unidos, o tratan de materias sobre las cuales la ley todavía no se ha definido. El Senado
puede anotar una reserva como la siguiente: "La adhesión de los Estados Unidos al artículo 4 está
sujeta a la Constitución y las leyes de los Estados Unidos".  

El artículo 5, párrafo 5, requiere que los menores bajo investigación criminal sean separados
de los adultos y traídos a juicio delante de tribunales especializados tan pronto como sea posible. Con
respecto al párrafo 5, la ley (de los Estados Unidos) se reserva el derecho de enjuiciar a menores como
adultos en ciertos casos. En estos momentos no hay intención alguna de revisar estas leyes. Se
recomienda la siguiente reserva: "Los Estados Unidos... con respecto al párrafo 5, se reserva el
derecho de someter a menores a procesos y penas aplicables a adultos en los casos apropiados"
(Departamento de Estado de Estados Unidos, publicación 8961, General Foreign Policy Series 310,
Noviembre 1978). Esto significa que los artículos 4 y 5 no se le pueden aplicar a Estados Unidos
porque en forma expresa ha manifestado que aún ratificando la Convención harían reservas sobre
tales normas.  

Los Tratados no crean obligaciones para terceros Estados sin su consentimiento, por lo cual el
Gobierno de Estados Unidos no está obligado a cumplir el artículo 4, numeral 5, de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos. Tampoco Estados Unidos ha ratificado el Pacto Internacional
sobre Derechos Civiles y Políticos, adoptado y abierto a la firma, ratificación y adhesión por la
Asamblea General de las Naciones Unidas el l6 de diciembre de 1966, en su resolución 2200 A (XXI) y
que entró en vigor el 23 de marzo de 1976. En estas condiciones, Estados Unidos no está obligado a
cumplir el artículo 6, numeral 5, del citado pacto que dice: "No se impondrá la pena de muerte por
delitos cometidos por personas de menos de 18 años, ni se la aplicará a las mujeres en estado de
gravidez".  

Unicamente los Estados Unidos están obligados por la Cuarta Convención de Ginebra, que en
su artículo 68 dice: "En ningún caso se pronunciará la pena de muerte sobre una persona amparada
que tuviera menos de dieciocho años en el momento del delito". Sin embargo, este tratado se aplica
únicamente en los conflictos internacionales y por tanto no puede ser aplicado para la ejecución de
menores de edad en los Estados Unidos en tiempos de normalidad y sin que exista un conflicto
internacional.  

En CONCLUSION. Ni la Convención Americana sobre Derechos Humanos (artículo 4 (5), ni el


Pacto Internacional sobre Derechos Civiles y Políticos (artículo 6 (5), ni la Cuarta Convención de
Ginebra (artículo 68) son aplicables a la imposición de la pena de muerte a menores de 18 años en los
Estados Unidos.  

3º No existe una norma de Derecho Internacional Consuetudinario que prohíba la


imposición de la pena de muerte a menores  

El artículo 38 del Estatuto de la Corte Internacional de Justicia enumera como fuente del
derecho internacional: "b) La costumbre internacional como prueba de una práctica generalmente
aceptada como derecho". Expresa Max Sorensen (Manual de Derecho Internacional Público, Fondo de

25
Cultura Económica, México, 1981, pág. 160) que: "Esta fórmula ha sido criticada frecuentemente,
porque invierte el orden lógico de los acontecimientos. En la práctica, para probar la existencia de una
regla consuetudinaria, es necesario demostrar que existe una "práctica generalmente aceptada" que se
ajuste a la regla y que es "aceptada como derecho". La costumbre es el producto directo de las
necesidades de la vida internacional. Surge cuando los Estados adquiren el hábito de adoptar, con
respecto a una situación dada, y siempre que la misma se repita, una actividad determinada, a la cual
se le atribuye significado jurídico".  

El internacionalista Ch. Rousseau (Derecho Internacional Público Profundizado, La Ley,


Buenos Aires, 1966, págs. 96-97) enumera tres características de la costumbre:  

"a) Es ante todo la expresión de una práctica común, que resulta de precedentes,
es decir, de la repetición de actos concluyentes.
 
b) En segundo lugar, la costumbre se presenta como una práctica obligatoria, o
sea que debe ser aceptada como de derecho, como correspondiendo a una necesidad
jurídica. Faltando este elemento sicológico, no habría regla consuetudinaria, sino
simplemente costumbre no obligatoria o práctica de cortesía internacional.
 
c) Finalmente, la costumbre internacional es una práctica evolutiva.  

No basta una práctica generalizada e uniforme, sino que es indispensable la opinio juris. La
Corte Internacional de Justicia en la sentencia sobre la Plataforma Continental del Mar del Norte,
expresó sobre la exigencia del elemento subjetivo y opinio juris, lo siguiente: 

Los actos en cuestión no solamente deben constituir una práctica establecida, sino
también deben tener tal carácter, o realizarse de tal forma, que demuestren la creencia
de que dicha práctica se estima obligatoria en virtud de una norma jurídica que la
prescriba. La necesidad de tal creencia, es decir, la existencia de un elemento
subjetivo, se halla implícita en el propio concepto de opinio juris sive necessitatis. El
Estado interesado debe sentir que cumple lo que supone una obligación jurídica. Ni la
frecuencia, ni el carácter habitual de los actos, es en sí suficiente. Hay numerosos
actos internacionales, en el terreno protocolario, por ejemplo, que se realizan casi
invariablemente, pero están motivados solamente por simples consideraciones de
cortesía, de conveniencia o de tradición, y no por un sentimiento de deber jurídico.
(I.C.J. Reports, 1969, p. 44).  

Según el internacionalista Eduardo Jiménez de Aréchaga (El derecho Internacional


Contemporáneo, Edit. Tecnos, Madrid 1980, págs. 19 y ss.) el derecho consuetinario que encuentra su
expresión en los tratados puede operar de tres maneras diferentes: el texto del tratado puede
simplemente declarar una norma consuetudinaria existente con anterioridad; puede cristalizar una
norma que se halle en vías de formación, in statu nascendi; o, la disposición de un tratado puede llegar
de leges ferenda (el núcleo) de una práctica estatal subsiguiente que, luego de un proceso de
consolidación, se convierta en costumbre. En otros casos, la costumbre puede derivar del consenso de
los Estados al adoptar resoluciones de la Asamblea General de la ONU como la Declaración de 1970
sobre los Principios de Derecho Internacional referentes a las relaciones amistosas, o Declaración de
1963, sobre principios jurídicos del espacio ultraterrestre, o la Resolución 1514 sobre la concesión de la
independencia a los países y pueblos coloniales, etc.  

26
Según Sorense (op. cit. p. 163) "no es posible hablar de una costumbre general si su
observancia queda limitada a un grupo determinado de Estados". Esto significa que es requisito
esencial de la costumbre que debe proceder de la comunidad de los Estados en su totalidad. Advierte
Sorensen que: "Una regla consuetudinaria no puede transformarse en una norma de derecho si
encuentra oposición por parte de un grupo de Estados que componen la comunidad jurídica
internacional, o según sea el caso, de la región o grupo, dentro de la cual dicha regla surte sus efectos.
Entonces, el consentimiento no se obtiene" (op. cit. p. 165). Esto implica que la oposición de un número
de Estados obstruye la formación de una norma consuetudinaria general.  

Aplicando los anteriores conceptos al CASO Nº 9647, considero que no existe una norma de
derecho consuetudinario general que prohiba la aplicación de la pena de muerte a personas que
cometieron delitos capitales teniendo menos de 18 años de edad. Esta conclusión se deduce del
siguiente análisis:  

El que la prohibición de aplicar la pena de muerte a menores de 18 años figure en la


Convención Americana de Derechos Humanos (artículo 4 (5)), en el Pacto Internacional sobre
Derechos Civiles y Políticos (artículo 6 (5)) y en la Cuarta Convención de Ginebra (artículo 68) no
significa que estos tratados hayan declarado una costumbre ya existente, o haya cristalizado o
reflejado una costumbre y lo único que se puede aceptar es el efecto generador de lege ferenda que
puede llegar a formar la costumbre si se consolida la práctica estatal en la materia. Respecto a la
prohibición de la pena de muerte no hay uniformidad en las legislaciones de los Estados, ya que
algunos la permiten y otros la prohiben e, igualmente, algunos prohiben imponerla a menores de edad
y otros la aceptan, o guardan silencio al respecto. Es posible que, con el tiempo, la práctica de los
Estados conduzca al nacimiento de la costumbre en el caso que se analiza de los menores de edad,
pero actualmente no constituye costumbre internacional.  

La práctica y la legislación de los Estados en cuanto a pena de muerte, incluida la de menores


de edad, muestra tanto fluctuación y discrepancia y por ende se observa una falta de continuidad que
no es posible como cree erróneamente la Comisión encontrar un uso uniforme y constante practicado
con la convicción de producir efectos jurídicos. No hay prueba que señale que todos los Estados del
mundo se sientan obligados por una norma obligatoria de derecho consuetudinario que prohiba
ejecutar la pena de muerte respecto de menores de l8 años dado que ni siquiera hay uniformidad en
cuanto a la edad penal en las legislaciones de los Estados.  

En efecto, no hay prueba de la opinio juris o sea la demostración de la práctica estatal que
haya conducido a no aplicar la pena de muerte a menores de 18 años, ni tampoco que dicho proceder
se haya realizado desde hace largo tiempo.  

Por otra parte, hay que tener en cuenta que no sólo Estados Unidos no ha manifestado su
consentimiento a la formación de la pretendida costumbre, sino que no se ha probado que exista
uniformidad ni siquiera en la abolición de la pena de muerte. En el asunto de la Barcelona Traction, la
Corte Internacional de Justicia expresó que "sólo podría haberse desarrollado un conjunto de normas
con el asentimiento de los interesados. Las dificultades surgidas se han reflejado en la evolución del
Derecho en esta materia" (I.C.J. Reports, 1970, p. 48, par. 89). Ni siquiera puede hablarse de
costumbre local americana, ya que la Convención Americana de Derechos Humanos sólo ha sido
ratificada por 19 de los 32 Estados existentes en América, lo que refleja que no hay práctica uniforme
en América respecto a la prohibición de la pena de muerte y menos en cuanto se refiere a menores de
edad. El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos no ha sido ratificado todavía por la

27
totalidad de los Estados del mundo y la Cuarta Convención de Ginebra (art. 68) que ha recibido 162
ratificaciones sólo se aplica a conflictos armados internacionales, y por ende no puede considerarse
como demostración de una costumbre en tiempos de paz.  

En CONCLUSION. No se probó que exista una práctica general uniforme de los Estados, ni la
opinio juris o convicción de que esa práctica se ha convertido en obligatoria en virtud de la existencia
de una norma que prohiba la pena de muerte respecto de menores de 18 años. Esta costumbre no
resulta de la práctica estatal, ni de lo dispuesto en los Tratados públicos que no han recibido ratificación
de todos los Estados del mundo para considerarse que hay consenso en esta materia.  

4º La prohibición de la pena de muerte a personas que cometieron delitos capitales


teniendo menos de 18 años de edad no es norma de jus cogens  

El artículo 53 de la Convención de Viena sobre Derechos de los Tratados define el jus cogens
como "una norma imperativa de derecho internacional general" aceptada y reconocida por la
comunidad internacional de Estados en su conjunto como norma que no admite acuerdo en contrario y
que sólo puede ser modificada por una norma ulterior de derecho internacional general que tenga el
mismo carácter".  

La C.I.J. al referirse a las reservas de genocidio (28.5, 1951) dijo que "los principios básicos de
la Convención son principios reconocidos por las naciones civilizadas como obligatorias para los
Estados, como fuera de toda obligación convencional. "La opinión Shucking en 1934, acoge el jus
cogens (Informe C. D.L. 80).  

Como ejemplos de jus cogens en la Conferencia de Viena sobre Derecho de los Tratados
figuraron los siguientes: a) Tratado relativo a un caso de uso ilegítimo de la fuerza con violación de los
principios de la Carta; b) Tratado relativo a la ejecución de cualquier otro acto delictivo en derecho
internacional, y c) Tratado destinado a realizar o tolerar actos tales como la trata de esclavos, piratería
y genocidio, en cuya represión todo Estado está obligado a cooperar. Si bien las normas sobre
derechos humanos constituyen principios de jus cogens como lo hemos expuesto en nuestra obra
sobre Derechos Humanos (Los Derechos Humanos, Marco Gerardo Monroy Cabra, Edit. Temis, 1980),
sin embargo la prohibición de la pena de muerte para menores de 18 años no tiene el carácter de
norma de jus cogens. En efecto, no se ha probado que exista uniformidad porque no todos los Estados
prohiben la pena de muerte, y no todos los Estados prohiben su imposición respecto de menores de 18
años. Si bien es indudable que hay una tendencia abolicionista de la pena de muerte, no puede decirse
que la prohibición de la pena de muerte para menores de l8 años sea norma aceptada por la
comunidad internacional en su conjunto, y por ende no ha nacido una norma de jus cogens. No puede
asimilarse la prohibición de la pena de muerte a menores de l8 años a los casos citados en la
Conferencia de Viena como prohibición de la piratería o de la esclavitud o de la trata de blancas, o
discriminación racial o prohibición del genocidio, ya que en todos estos casos sí hay uniformidad de los
Estados en su prohibición, lo que no acontece en el caso que se analiza ya que la pena de muerte está
todavía reconocida por un número no poco de Estados. No puede hablarse de la existencia de una
norma de jus cogens vigente para los Estados de la OEA porque la Convención Americana de
Derechos Humanos que prohibe la ejecución de menores de 18 años sólo ha sido ratificada por 19
Estados, hay reservas en materia de pena de muerte y no es norma aceptada por los 32 Estados
Americanos y mucho menos por todos los Estados del mundo para constituir norma imperativa general.
No sobra advertir que no puede existir "jus cogens americano", o "jus cogens africano", etc. sino que

28
debe tratarse de una norma imperativa aceptada por la comunidad internacional "en su conjunto" como
lo dice la Convención de Viena sobre Derecho de los Tratados en su artículo 53.  

Ni siquiera en los Estados Unidos existe norma alguna que establezca la edad de l8 años como
edad mínima para la imposición de la pena de muerte, y hasta la fecha la Corte Suprema de Justicia no
ha declarado inconstitucional tal aplicación. La fijación de la edad poenal no es uniforme en los
Estados, ya que algunos la fijan en 16 años, otros en 17, otros en 18 etc., lo que indica que no hay
legislación uniforme en los Estados, ni sobre edad penal mínima, ni sobre edad mínima para la
imposición de la pena de muerte.  

En CONCLUSION. Ni de la práctica de los Estados, ni de la jurisprudencia internacional, ni de


la doctrina, ni de la legislación de los Estados, se puede deducir que ha nacido una norma de jus
cogens que prohiba la imposición de la pena de muerte respecto de menores de 18 años. Si bien las
normas sobre derechos humanos son de jus cogens, específicamente la prohibición de la pena de
muerte y su aplicación a menores de 18 años, no constituyen una norma imperativa de derecho
internacional general por no haber sido aceptada por todos los Estados que componen la comunidad
jurídica internacional.

5º No hay violación del Artículo 2 de la Declaración Americana de Derechos Humanos  

El artículo 2 de la Declaración Americana de Derechos del Hombre dice: "Todas las personas
son iguales ante la ley y tienen los derechos y deberes consagrados en esta declaración, sin distinción
de raza, sexo, idioma, credo ni otra alguna".  

No considero que la imposición de la pena de muerte a menores de 18 años viole el artículo 2


de la Declaración Americana de Derechos Humanos porque no hay norma federal en Estados Unidos
que establezca tal prohibición y las normas de los Estados no son uniformes en esta materia. No se
trata de privación arbitraria de la vida, porque no hay una norma federal en Estados Unidos que
establezca la pena de muerte a menores de 18 años, y tampoco hay probibición en el derecho
internacional convencional aplicable a Estados Unidos, ni en el derecho internacional consuetudinario
como anteriormente se demostró.  

6º Interpretación de la Declaración Americana de Derechos Humanos hecha por la


Comisión Interamericana de Derechos Humanos  

La Comisión acudió a la Convención de Viena sobre Derechos de los Tratados para interpretar
la Declaración Americana de Derechos Humanos, lo cual no es exacto porque la Declaración no es un
Tratado público debido a que no cumplió las etapas necesarias para la adopción, autenticación,
manifestación del consentimiento en obligarse por el tratado, entrado en vigor, registro y publicación de
todo tratado internacional. Igualmente, al interpretar la Declaración la Comisión no le dio valor a los
trabajos preparatorios de la Declaración Americana de Derechos Humanos contenidos en las Actas de
la IX Conferencia Panamericana de Bogotá de 1948, observándose que si hubiera tomado en
consideración tales antecedentes hubiera concluido que hubo consenso en excluir todo lo relativo a la
pena de muerte del artículo 1º por la discrepancia que existía entre los Estados en esta materia.  

La Comisión interpretó el artículo XXVI de la Declaración que prohibe imponer "penas crueles,
inhumanas o degradantes" como si esta norma prohibiera la ejecución de menores cuando esta
conclusión no se desprende de las Actas, de los antecedentes y discusiones de la Declaración

29
Americana de Derechos Humanos que constan en las Actas de la IX Conferencia Panamericana de
Bogotá. Además, como algunos Estados americanos aplicaban la pena de muerte en 1948, no puede
decirse que en tal fecha se considerara como pena cruel, inhumana o degradante.  

Para interpretar la Declaración Americana de Derechos Humanos de 1948 la Comisión acudió


a analizar el derecho internacional consuetudinario, pero ya se ha analizado que no se probó por los
peticionarios que exista esta costumbre.  

La Declaración Americana de Derechos Humanos no puede interpretarse a la luz de lo previsto


en la Convención Americana sobre Derechos Humanos, el Pacto Internacional sobre Derechos Civiles
y Políticos y otros tratados sobre derechos humanos, porque estos tratados son posteriores a la citada
Declaración y sólo obligan a los Estados Partes en los mismos.  

La errónea interpretación de la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre de


1948 llevó a la Comisión a deducir que dicha Declaración prohibe la pena de muerte a menores de 18
años cuando esta conclusión no se desprende ni de la letra ni del espíritu de la Declaración.  

Es dudoso que para interpretar la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre
expedida en 1948 la Comisión pudiera examinar la práctica de los Estados como existe en 1987, el
derecho internacional consuetudinario vigente hoy, la noción actual de jus cogens, cuando la verdad es
que al redactar dicha Declaración los Estados no se pusieron de acuerdo en prohibir la pena de muerte
como aparece de la supresión del texto pertinente del proyecto del Comité Jurídico Interamericano. El
único punto que debía estudiar la Comisión era si a James Terry Roach y Jay Pinkerton se les
desconocieron sus derechos humanos conforme a la Declaración Americana de Derechos Humanos.
No era pertinente analizar si la ausencia de norma federal de Estados Unidos que establezca la citada
prohibición de aplicar la pena de muerte a menores de edad viola o no el derecho internacional
consuetudinario, porque la Comisión no es un tribunal internacional, o si la legislación americana está
en contra del jus cogens porque esto no fue pedido por los peticionarios y escapa a la tarea de la
Comisión, que en este caso sólo podía aplicar la Declaración Americana de Derechos y Deberes del
Hombre porque es el único instrumento internacional de derechos humanos que obliga a Estados
Unidos.  

Pero aún aceptando que para interpretar la Declaración pudiera la Comisión acudir al derecho
internacional consuetudinario, o al jus cogens, no es posible concluir que los Estados Unidos violaron
los artículos 1 y 2 de la citada declaración, ni ninguna norma de derecho internacional general
consuetudinario que en esta materia no se ha probado que exista. 

7º Conclusiones  

De todo lo expuesto surgen las siguientes conclusiones:  

a. La imposición de la pena de muerte a menores de 18 años por los tribunales


estatales de Estados Unidos no viola los artículos 1 y 2 de la Declaración
Americana de Derechos Humanos;
 

30
b. La imposición de la pena de muerte a menores de 18 años no viola el derecho
internacional consuetudinario, ya que no existe costumbre en esta materia, y
 
c. La prohibición de la imposición de la pena de muerte a menores de l8 años no
es norma de jus cogens por no haber sido aceptada por la comunidad
internacional en su conjunto.  

Conforme a lo expuesto, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha debido


absolver a los Estados Unidos de los cargos formulados por los peticionarios.  

En la forma anterior dejo sustentado mi disentimiento respecto de la decisión adoptada por la


Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

  (Firmado) Marco Gerardo Monroy Cabra  

Miembro de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos

  

Los Estados Unidos han solicitado la reconsideración del CASO Nº 9647. Durante el 71º
período de sesiones, la Comisión recibió una solicitud de reconsideración, la cual fue otorgada y por
votación mayoritaria decidió no modificar su decisión. En una publicación por separado, la Comisión
presentará el texto de solicitud de reconsideración del Gobierno de los Estados Unidos, las
observaciones de los peticionarios, las razones por las cuales la Comisión no modificó su decisión y la
opinión disidente del doctor Monroy Cabra. La Embajadora Elsa D. Kelly no estuvo presente en esta
sesión. Por su parte, el señor Bruce McColm, en virtud del artículo 19 del Reglamento de la Comisión,
no participó en la discusión de esta materia.

DECISION DE LA COMISION  
SOBRE ADMISIBILIDAD  
CASO 9213  
ESTADOS UNIDOS

Presentado por Disabled Peoples' International et al.  


contra los Estados Unidos

LOS HECHOS:  

Los hechos del caso tales como fueron presentados por las partes pueden resumirse del modo
siguiente:  

Con fecha 5 de noviembre de 1983, Disabled Peoples' International (D.P.I.) et at.


presentó a la Comisión una denuncia contra Estados Unidos, en representación de los
"residentes sin nombre y sin número, tanto vivos como muertos, del Richmond Hill
Insane Asylum de Grenada, West Indies."
 

31
El lunes 24 de octubre de 1983, el Richmond Hill Insane Asylum de Grenada fue
bombardeado por aviones militares de los Estados Unidos de América.
 
El Gobierno de Estados Unidos trató de que la petición fuera declarada inadmisible,
dado que los "residentes sin nombre y sin número" no estaban identificados como lo
exige el Reglamento de la CIDH.
 
Representantes del D.P.I. et al. se trasladaron a Grenada del 17 al 21 de diciembre de
1984, para corregir la omisión de requisitos de la petición original. Los abogados del
D.P.I. et al. identificaron a las 16 personas siguientes que perdieron la vida como
resultado del bombardeo al hospital siquiátrico:  

Jane Smith  
Daphne Ventnor  
Magdalena Crompton  
Georgiana English  
Reginald Julien  
Wilson Williams  
John Joseph  
Sylvester Charles  
Dudley Antoine  
Desmond Williams  
Charles Carter  
Glen McSween  
Allen Greenidge  
George Gittens  
Bernadette Brown  
Cecil Baptiste  

y a las siguientes seis personas que fueron heridas:  

Joseph Ryan  
George Bain  
Rufus Charles  
Carvis George  
Kyron Callica  
Dorothy Augustine

  II  

En su denuncia los reclamantes solicitan:  

Que, de conformidad con el Artículo 26 del Reglamento de la Comisión, ésta investigue la


situación actual del Richmond Insane Asylum de Grenada. Los reclamantes invocan el Artículo 26,
fundándose en los "posibles daños irreparables" que pueden ocurrirles a las personas que todavía son
residentes de las instalaciones bombardeadas.  

32
Que, de conformidad al Artículo 34 (2) (c) del Reglamento de la CIDH, se renuncie al
agotamiento de los recursos jurídicos internos. Los reclamantes alegan que los recursos internos de
Estados Unidos no son suficientes para proteger los derechos humanos de las víctimas.  

Que no se acepte la defensa de Estados Unidos sobre necesidad militar o error militar para
excusar o justificar violaciones al derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad integral de la persona,

1. que los actos cometidos en violación de la Carta de la OEA no están sujetos a


la defensa de necesidad militar o de error militar, y
 
2. que los actos cometidos en violación a las Convenciones de Ginebra de 1949,
no están sujetos a la defensa de necesidad militar o de error militar.  

A este respecto los reclamantes alegan las violaciones siguientes:  

- Violación a los Artículos I y IX de la Declaración Americana de los Derechos y


Deberes del Hombre ("Declaración Americana"), dadas las condiciones
actuales en la institución siquiátrica;
 
- Violación al Artículo I de la Declaración Americana, en tanto el bombardeo
aéreo tuvo por resultado muertos y heridos;
 
- Violación a la Convención sobre la Protección de Personas Civiles en Tiempo
de Guerra (Cuarta Convención de Ginebra).
  

III  

ACTUACIONES ANTE LA COMISION  

La CIDH transmitió al Gobierno de Estados Unidos, el 14 de noviembre de 1983, las partes


pertinentes de la denuncia, solicitándole que suministrase la información correspondiente dentro de un
plazo de 90 días. Se expresó que la solicitud de información de la Comisión no constituía una decisión
sobre la admisibilidad de la denuncia.  

Mediante nota recibida el 7 de mayo de 1984, el Gobierno de Estados Unidos acusó recibo de
la denuncia y solicitó una breve prórroga del plazo de 90 días para la presentación de su respuesta.  

Por nota del 21 de septiembre de 1984, el Gobierno de Estados Unidos presentó su respuesta
a la denuncia, sosteniendo que debía declararse inadmisible.  

IV  

PRESENTACIONES DE LAS PARTES  

33
A. Presentación del Gobierno demandado (de 21 de septiembre de 1984).  

1. Los instrumentos jurídicos en que se basan los peticionarios están fuera de la


competencia de la Comisión.  

El Gobierno de Estados Unidos mantiene que la petición solicita que la Comisión se expida
sobre asuntos que están fuera del ámbito de la competencia que le confieren al Artículo 112 de la Carta
de la OEA y el Estatuto y Reglamento de la CIDH. El Gobierno de Estados Unidos mantiene, además,
que la Comisión no es el órgano apropiado para aplicar la Cuarta Convención de Ginebra a Estados
Unidos porque "las Convenciones de Ginebrarigen las relaciones entre las naciones en tiempo de
conflicto armado, un amplio tema que se extiende más allá del mandato de esta Comisión, i.e., el
examen del goce o de la privación de los derechos consagrados en la Declaración Americana de los
Derechos y Deberes del Hombre".  

Estados Unidos sostiene, por otra parte, que "dejando a un lado la cuestión de la competencia
de la Comisión, está claro que la acción de Estados Unidos fue totalmente congruente con la Cuarta
Convención de Ginebra".  

2. La omisión de los peticionarios de agotar los recursos jurídicos internos hace que la
petición sea inadmisible.  

El Gobierno de Estados Unidos mantiene que "solamente el Gobierno de Grenada (...) puede
autorizar la reconstrucción del hospital siquiátrico o puede decidir dónde se alojarán los pacientes en el
interín" y, por tanto, los peticionarios deben procurar compensación del Gobierno de Grenada, y no se
debe renunciar al requisito del agotamiento de los recursos internos.  

Además, el Gobierno de Estados Unidos declara que las víctimas tenían acceso a recursos
contra Estados Unidos. Dicho Gobierno estableció un procedimiento mediante el cual indemnizó a las
personas y entidades que sufrieron daños durante octubre y noviembre de 1983. Todos los pacientes
del hospital siquiátrico (o sus sobrevivientes) supuestamente tenían derecho a aprovechar este
recurso.  

3. (El Gobierno de Estados Unidos mantuvo, además, que la denuncia debía ser
declarada inadmisible porque las víctimas no habían sido identificadas. Como se mencionó antes, los
peticionarios corrigieron esta omisión por lo cual no se necesita considerar aquí).  

B. Presentaciones de los reclamantes (del 8 de febrero de 1985)  

1. Los reclamos de los peticionarios están dentro de la competencia de la Comisión.  

Los reclamantes mantienen que como el Artículo 112 de la Carta de la OEA dispone que:  

Habrá una Comisión Interamericana de Derechos Humanos que tendrá, como función
principal, la de promover la observancia y la defensa de los derechos humanos...
 
Esta denuncia entra dentro de la competencia de la Comisión.  

a) Presuntas violaciones a los Artículos I y XI de la Declaración Americana.  

34
Los reclamantes mantienen que las muertes y lesiones físicas de los desvalidos pacientes
siquiátricos ocasionadas por el ataque armadointencional a su hospital constituyen violaciones a los
Artículos I y XI de la Declaración Americana.  

b) La Comisión puede guiarse por las protecciones generalmente aceptadas del derecho
internacional.  

Los reclamantes declaran que su reclamo se basa en los Artículos I y XI de la Declaración


Americana, pero que estas disposiciones se interpreten de conformidad con otras normas
internacionales relevantes de protección a la persona humana, tales como las Convenciones de
Ginebra.  

Los reclamantes arguyen que ello es compatible con el entendimiento, tanto a nivel regional
como internacional, de la competencia de los sistemas de protección y citan como autoridad las
siguientes fuentes: Opinión Consultiva sobre "Otros Tratados" sujeta a la jurisdicción consultiva de la
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Op. Cons. Bo. OC-1/82 (24 de septiembre de 1982) y el
Informe Anual de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos 1981-82, documentos
OEA/Ser.L/V/II.57 (1982) pág. 121 (Aplicación de las Convenciones de Ginebra a El Salvador).  

c) El derecho a la vida es inderogable.  

Los peticionarios mantienen que el derecho a la vida es inderogable y que es una norma
prioritaria del derecho internacional (jus cogens), independientemente de los tratados que haya
ratificado ese Estado. Los peticionarios destacan que todos los instrumentos internacionales relevantes
protegen a los civiles de la derogación de este derecho, aún en los estados de emergencia.  

d) El Gobierno de Estados Unidos no puede invocar excepciones a la norma de que el


derecho a la vida es inderogable.  

Los reclamantes mantienen que de hecho, el derecho a la vida es derogado en tiempo de


guerra. Los reclamantes arguyen que se deben consultar las Convenciones de Ginebra, el derecho
humanitario consuetudinario, los principios generalmente aceptados de las naciones civilizadas y la
Convención de La Haya, para verificar si la defensa del Gobierno de Estados Unidos expone una
excepción permisible al derecho a la vida.  

e) Presunta violación continuada al Artículo XI de la Declaración Americana.  

Los reclamantes mantienen que el hospital siquiátrico estaba y todavía está en ruinas y que
sus residentes continúan sufriendo graves problemas médicos y de salubridad.  

f) Artículo 26 del Reglamento.  

Los reclamantes sostienen que la petición es admisible bajo la jurisdicción de emergencia que
dispone el Artículo 26 del Reglamento de la CIDH.  

2. Los peticionarios han satisfecho todos los requisitos de agotamiento de recursos


internos.  

35
Los reclamantes mantienen que no tienen recursos internos que agotar. No iniciaron acción
judicial en los tribunales de Estados Unidos porque en el momento en que se presentó la petición, los
grenadinos muertos y heridos no eran miembros del DPL o del IPI, las dos organizaciones que
representan a las víctimas. El derecho de los Estados Unidos requiere para tener derecho a entablar
acción judicial, que los reclamantes hayan sufrido lesiones reales. Los reclamantes afirman que la ley
de Estados Unidos no permitiría entablar acción judicial interna, ya que los peticionariosa alegan
muertes y heridas perpetradas a extranjeros, incurridas fuera de las fronteras territoriales de Estados
Unidos, y además la Ley de Reclamaciones Extranjeras (U.S. Foreign Claims Act) y la Ley de
Reclamaciones Militares (Military Claims Act) de Estados Unidos ambas excluyen reclamos surgidos de
acciones militares.  

Los reclamantes afirman, además, que en el momento de la presentación era imposible


entablar acción judicial en los tribunales de Grenada, porque el sistema judicial de este país se
encontraba en total desorganización y los tribunales no estaban funcionando.  

Los reclamantes destacan también que las víctimas no podían participar en el proceso de
reclamos a Estados Unidos, ya que en su calidad de enfermos siquiátricos no tenían ni tienen libertad
de ir y venir. El Gobierno de Estados Unidos no buscó a las víctimas lesionadas del hospital para recibir
sus reclamos y las víctimas no pudieron llegar hasta el Gobierno de Estados Unidos. Los reclamantes
alegan que ningún representante de Estados Unidos ayudó a las víctimas a hacer sus reclamos, a
pesar del hecho de que el Gobierno de Estados Unidos sabía dónde estaban.  

3. Los reclamantes mantienen la admisibilidad de su denuncia y solicitan que la Comisión


decida que el Gobierno de Estados Unidos ha violado los Artículos I y XI de la Declaración Americana y
haga las recomendaciones apropiadas. Además, solicitan que la Comisión facilite una solución
amistosa entre las partes, si dicho recurso es extensible a los Estados que no han ratificado la
Convención Americana.  

C. Segundas presentaciones del Gobierno demandado (fechadas 26 de agosto de 1985)  

El Gobierno de Estados Unidos reiteró las posiciones expresadas en su presentación inicial,


pero incluyó las siguientes precisiones.  

1. La petición está fuera de la competencia de la Comisión.  

El Gobierno de Estados Unidos sostiene que "si bien los peticionarios se refieren a los
Artículos I y XI de la Declaración Americana, el peso de su petición es el argumento de que Estados
Unidos violó la ley de conflicto armado, especialmente la Cuarta Convención de Ginebra, relativa a la
protección de civiles en tiempo de guerra". El Gobierno de Estados Unidos argumenta que "sólo si" la
Comisión concluye que Estados Unidos contravino la ley sobre conflicto armado, podría fallar a favor de
los peticionarios, y dado que los Estados miembros de la OEA no consintieron a la jurisdicción de la
Comisión sobre ese tema, la petición es inadmisible. Estados Unidos mantiene que este es principio
fundamental del derecho internacional que los tribunales internacionales no tienen competencia para
decidir sobre un conflicto en particular sin el expreso consentimiento de cada Estado involucrado en
esa disputa. El Gobierno demandado cita: Case of Monetary Gold Removed from Rome in 1943, Inf. de
la CJJ de 1954, pág. 32 como autoridad para este argumento.  

36
El Gobierno de Estados Unidos declara que la Comisión ha sido facultada por los Estados
miembros de la OEA con competencia solamente sobre "los derechos consagrados en la Declaración
Americana de los Derechos y Deberes del Hombre". Los Estados Miembros de la OEA no le
concedieron competencia "para juzgar asuntos que surjan del complejo y bien definido código del
derecho internacional que rige el conflicto armado" y "además, dicho cuerpo de leyes contiene sus
propios procedimientos para la resolución de las presuntas violaciones al mismo, tales como el
procedimiento de investigación contenido en el Artículo 149 de la Cuarta Convención de Ginbera".  

Además, el Gobierno de Estados Unidos declara que no hay lugar al argumento de los
peticionarios de que la Comisión ha aplicado la ley de conflicto armado en el caso de El Salvador. La
frase en cuestión, que se cita del Informe Anual de 1982, "no puede interpretarse como una aplicación
de la ley de conflicto armado a un Estado miembro por parte de la Comisión".  

2. La petición is inadmisible porque los peticionarios no agotaron los recursos judiciales


internos.  

El Gobierno de Estados Unidos reiteró su posición de que había establecido un procedimiento


mediante el cual las personas o entidades de Grenada podían presentar sus reclamos de
compensación, y que "parece que los pacientes siquiátricos del Richmond Hill, o sus sobrevivientes,
podían haber presentado precisamente el tipo de reclamo que se ha compensado repetidamente bajo
este programa". Según el Gobierno demandado, los peticionarios no demostraron por qué a ellos o las
personas a quienes decían representar debía eximírseles de agotar los recursos internos contra
Estados Unidos", y que a los peticionarios "no se les dispensará del requisito del agotamiento de
recursos cuando no se aplica ninguna de las excepciones del Artículo 34.2".  

3. Los peticionarios de dicha organización no han demostrado que representan a los


pacientes siquiátricos.  

El Gobierno de Estados Unidos objeta las alegaciones del D.P.I. e I.D.I. de que representan la
causa de los pacientes siquiátricos muertos o heridos, en parte, porque no los ayudaron a ellos o a sus
sobrevivientes a entablar reclamos contra el Gobierno de Estado Unidos. Este país reconoce que la
Comisión no quiere el consentimiento de la víctima para admitir la petición. La petición, sostiene
Estados Unidos, denuncia el bombardeo del hospital y las condiciones luego del bombardeo. Estados
Unidos responde que "en la medida en que los pacientes, sus custodios, o sus sobrevivientes
deseaban compensación por las lesiones o muertes resultantes del bombardeo, existía un
procedimiento bien publicitado (...) en la medida en que busquen alivio de las actuales condiciones es
inútil dirigir este reclamo a los Estados Unidos".  

4. En este caso no es apropiada una solución amistosa.  

El Gobierno de Estados Unidos rechaza la propuesta de los reclamantes sobre el


procedimiento de una solución amistosa por dos razones: 1) la Convención Americana no se aplica a
Estados Unidos, y 2) una solución amistosa requeriría que la CIDH le aplicara a Estados Unidos la ley
de conflicto armado "y, por tanto, ello excedería la competencia de la Comisión".  

D. Respuesta de los reclamantes del 4 de febrero de 1986  

1. La cuestión de la competencia de la Comisión.  

37
Los reclamantes reiteran que presentan el casos bajo los Artículos I y XI de la Declaración
Americana.  

Los reclamantes sostienen que "la Comisión podría decidir que ha habido violación al derecho
a la vida y a la seguridad de la persona y al derecho a la preservación de la salud sin hacer mención a
las violaciones exacerbadas, debido a que éstas ocurrieron en el curso de un conflicto armado. Tanto
los derechos humanos como el derecho humanitario prohíben los actos admitidos. Los peticionarios
invocan el derecho humanitario para responder a las posibles defensas del demandado y porque los
peticionarios mantienen que el derecho humanitario en su totalidad está sujeto a la interpretación de la
Comisión cuando el derecho a la vida y otros derechos han sido violados por una parte en un conflicto
armado".  

2. No se requiere consentimiento expreso para una acción particular.  

Los reclamantes reiteran su posición de que la Comisión tiene competencia para aplicar las
normas del derecho internacional humanitario a los Estados miembros de la OEA.  

3. Los peticionarios agotaron los recursos judiciales internos.  

Los reclamantes reiteran que cuando se instituyó en Grenada el procedimiento de reclamos de


Estados Unidos, las víctimas eran pacientes siquiátricos confinados en el hospital Richmond Hill,
"imposibilitados para salir o ejercer su derecho de presentar sus reclamos al demandando". Los
reclamantes argumentan que el demandado no envió un representante a visitar el hospital para ayudar
a las víctimas a presentar sus reclamos. Los reclamantes destacan que el demandado conocía la
situación de los pacientes, dado que la petición ya había sido presentada y el demandado había sido
notificado por la CIDH. Los reclamantes sostienen también que procuran obtener alivio para el hospital,
cuyos daños fueron causados por el ataque armado de Estados Unidos.  

4. Los peticionarios solicitan una determinación sobre los méritos del caso.  

Los reclamantes instan a la CIDH a que decida sobre los méritos del caso, dado que el
Gobierno de Estados Unidos no está dispuesto a aceptar el procedimiento de una solución amistosa.  

CUESTIONES DE DERECHO  

Los reclamantes y el Gobierno demandado plantean dos cuestiones:  

1. ¿Los presuntos actos constituyen una violación a prima facie por parte de un Estado
miembro de la OEA de los derechos humanos consagrados en la Declaración Americana?  

2. ¿Se han agotado los recursos judiciales internos o alguna de las excepciones
estipuladas en el Artículo 37 del Reglamento que dispensa a los reclamantes del agotamiento de los
recursos internos?  

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en sesión privada, del 17 de abril de 1986,


con la presencia de los miembros siguientes:  

38
Sr. Siles, Presidente  
Sra. Russomano  
Sra. Kelly  
Sr. Jackman  
Sr. Bruni Celli  

DECLARA LA PETICION ADMISIBLE.  

VISTO QUE:  

No existían recursos internos en la legislación de Grenada ni de Estados Unidos y


considerando la naturaleza ad hoc del programa de compensación de Estados Unidos, la evidente
omisión del Gobierno de Estados Unidos de ponerse en contacto con estas víctimas incapacitadas y la
renuencia del Gobierno de Estados Unidos de compensar a estas víctimas con posterioridad al
vencimiento del programa ad hoc de compensación, la Comisión llega a la conclusión de que no se
podrían interponer y agotar los recursos internos para aplicar la disposición del Artículo 37 (2) (a).    

* El señor Bruce McColm, por su nacionalidad norteamericana, no participó en esta decisión. El


Dr. Monroy Cabra se encontraba ausente.

[1] Este fue el primer caso de pena capital examinado bajo las leyes actuales de Carolina del
Sur sobre pena de muerte.
[2] Convención sobre Protección de Personas Civiles en Tiempo de Guerra (1949).
[3] Caso 2141 (Estados Unidos). En Informe Annual de la Comisi[on Interamericana de
Derechos Humanos, 1980-1981, OEA Ser. L/V/11.54, doc. 9, rev. 1 (16 de octubre de 1981), p. 25, et
seq.; y OEA, CIDH, 10 AÑOS DE Actividades, 1971-1981 (1982), pp. 186 et seq.
[4] Véase, Thomas Buergenthal "The Revised OAS Charter and the Protection of Human
Rights", 69 AJIL 828(1975) y Caso 2141 (supra).
[5] Ver, YBILC, 1950.
[6] Fisheries Case, 18 de diciembre de 1951: C.I.J., Informes 1951. P. 116 al 131.
[7] Departamento de Estado de Estados Unidos, Publicación 8961, General Foreign Policy
Series 310, Cartas de Transmisión y Sumisión con sus respectivas interpretaciones, recomendaciones
y aclaraciones. (Noviembre, 1978).
[8] El concepto de jus cogens está incluido en Artículo 53 de la Convención de Viena sobre la
Ley de los Tratados. Este dice: "Un tratado será nulo si, al momento de suscribirse, está en conflicto
con una norma perentoria de derecho internacional general. Para los efectos de esta Convención, una
norma perentoria de derecho internacional es una norma aceptada y reconocida por toda la Comunidad
de Naciones como una norma que no puede ser derogada y que puede ser modificada sólamente por
otra norma de derecho internacional general posterior a la primera pero con un carácter similar".
[9] Véase, Sir Ian Sinclair, The Vienna Convention on the Law of the Treaties, Manchester
Univ. Press, (1973) p. 208.
[10] Véase Ian Brownlie, Principles of International Law, Clarendon Press, Oxford, 1979. p.
513.
[11] Véase, Sinclair, op. Cit., p. 210.
[12] Reservaciones a la Convención sobre la Prevención y Castigo por Crímenes de
Genocidio, Opinión Consultiva, C.I.J. Informes (1951).
[13] Según Sinclair, op. Cit., p. 212.

39
[14] Barcelona Traction, Light and Power Company, Ltd., Decisión de la C.I.J., Informes
(1970). p. 32.
[15] Caso 9647: Respuesta del Gobierno de Estados Unidos, 15 de julio de 1986, p. 2.
[16] La Comisión está al tanto del serio problema que representa la delincuencia juvenil en los
Estados Unidos. Según las estadísticas de la FBI, 1,311 adolescentes fueron arrestados con cargos de
homicidio en ese pais en 1985, lo que representa menos del 10% de todos los arrestos por homicidio.
De este grupo, la mayoría de los arrestados tenían 16 o 17 años de edad. (Véase, "Children Who Kill",
Newsweek, 24 de noviembre de 1986) Sin embargo, funcionarios del Centro Nacional para la Justicia
Juvenil (NCJJ) en Pittsburgh indicaron que desde 1973 a 1983, un número cada vez mayor de menores
enviados a los tribunales de menores eran de una edad entre 10 y 13 años. El grupo de los de 12 años
de edad llevados a los tribunales exhibió un crecimiento de casi 38% anual. (Véase, Peter Applebome,
"Juvenile Crime: The Offenders are Younger and the Offenses More Serious", The New York Times, 3
de febrero de 1987.) En la actualidad, ninguno de los delincuentes menores de edad sentenciados a
muerte en los Estados Unidos fue sentenciado por un crimen cometido antes de los 15 años. (Véase,
Tom Seligson, "Are They Too Young to Die?", The Washington Post Magazine, 19 de octubre de 1986).
[17] Entre estos se incluyen: Alaska, Dakota del Norte, el Distrito de Columbia, Iowa, Kansas,
Maine, Massachusetts, Michigan, Minnesota, Nueva York, Rhode Island, Virginia Occidental y
Wisconsin.
[18] La ejecución de delincuentes menores de edad no es un fenómeno reciente. Durante los
primeros treinta años del sistema judicial para menores en los Estados Unidos (1900-1930), 77
personas fueron ejecutadas por crímenes cometidos antes de la edad de 18 años. Véase, Victor Streib,
"Death Penalty for Children: The American Experience with Capital Punishment for Crimes Comitted
while under Age 18", 36 Oklahoma Law Review 613 (1983).
[19] Estos últimos son: California, Colorado, Connecticut, Illinois, Nebraska, Nueva Jersey,
Nuevo México, Ohio y Tennessee.
 

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